Aquel era uno de esos días en los que el Sol se alzaba con grandeza en el cielo. Ni una sola nube impedía que sus rayos iluminasen la totalidad de la isla, completamente despejada, como si la propia naturaleza quisiera mandar un mensaje a los moradores del lugar: «hoy va a ser un gran día». Tal vez pudiera pensar así si no fuera porque... bueno, siempre era así en Enies Lobby. Incluso se podría llegar a afirmar que esa sería la sensación que tendría cualquier visitante ajeno a la Isla Judicial, pero lo cierto es que para Kusanagi esa radiante mañana simbolizaba cosas muy distintas. Por un lado, no podía evitar ver aquella luminosidad como algo bastante gris. La luz se veía ensombrecida no por nubes sino por el cuerpo del que él mismo formaba parte y que, a su vez, tenía control total allí.
El propio Cipher Pol se había vuelto un poco más gris si cabe para él a raíz de su último encuentro con Al. ¿Qué decir? La conversación que mantuvieron le dejó una vaga sensación de desesperanza que intentaba aplacar con su particular optimismo; una tarea que se le hacía muy cuesta arriba cuando debía contemplar de cerca cómo se desarrollaba la actividad de la agencia en su mismísimo cuartel general. Por desgracia para él, pese a que la corrupción fuera un cáncer que no la afectaba en su totalidad, era innegable que el grueso de sus compañeros se veía influenciado por un fuerte dogma y, ya que estamos, por un claro adoctrinamiento. La Armada es mala, el Gobierno es bueno, los piratas son criminales que merecen castigo, los marines son los héroes del pueblo y el Cipher Pol el brazo justiciero que debe mantener el orden donde las armas no pueden llegar; independientemente de los medios necesarios para ello, claro. Tal vez por eso no le gustaba pisar la Isla sin Noche, prefiriendo encontrarse de servicio, dando caza a algún señor del crimen o averiguando cuál sería el próximo movimiento de los rebeldes. De hecho, casi prefería estar infiltrado que en aquel despacho.
Suspiró con pesadez, observando desde la comodidad de la silla en la que se encontraba espatarrado la impresionante pila de documentos que tenía a un lado del cuarto.
—Tal vez si no tuviera que leer tanto... —masculló, remoloneando en el sitio.
Cerró los ojos por un instante, pensativo. La culpa de todo eso era de Al: si no le hubiera contado todo ese rollo sobre Dexter ahora no tendría que estar a la cabeza de una división como Eden, lo que implicaba que se podría ahorrar todo el papeleo que sus superiores le pedían. «Y encima no se la he colado a Issei», se lamentó pensando en su intento de hacerle el lío como ya hiciera en su anterior división, Reiko.
Un inconfundible purup-purup-purup le sacó de su trance hasta el punto de alarmarle, lo que propició que saltara del asiento tras casi quedarse dormido por... había perdido la cuenta esa mañana.
Descolgó.
—¿Sí?
—¿Cómo que «¿Sí?»? ¿Se puede saber dónde demonios está, agente Yu? —Estaba claro que era Markov.
—Estoy en el despacho arreglando unos papeles por... ya sabe qué. ¿Dónde si no?
—No sé, ¿tal vez en la entrevista que la agencia acordó para ti? ¡La iniciada lleva esperando veinte minutos!
No era un lunes, pero Kus sentía que eso era todo cuanto necesitaba oír para que aquella mañana se convirtiera en la peor de su vida. Se había olvidado por completo de aquella reunión con la que, se suponía, debía ser la nueva integrante de Edén: una iniciada que había pasado el proceso de admisión con honores y de la que, se aseguraba, no se podía esperar más lealtad en comparación a cualquier otro agente.
—¡Quería decir que estaba de camino, señor!
—¿Entonces cómo has cogido mi llama...?
Y colgó.
Desapareció de la sala en apenas un parpadeo, sobrevolando los edificios de Enies Lobby en su forma etérea mientras se dirigía en una casi perfecta línea recta a su objetivo. El edificio en cuestión donde se habían citado no estaba muy lejos de allí, cerca de las dependencias correspondientes a la octava división del Cipher Pol. Se materializaría apenas un minuto después frente a la puerta del mismo y haría de tripas corazón mientras se mentalizaba para disculparse con la recién llegada. ¿Qué imagen iba a dar como superior tras semejante demostración de impuntualidad?
Subió las escaleras a todo correr y, finalmente, llegó a la pequeña sala donde esperaba quien, supuso, debía ser la iniciada. Su aspecto resultaba peculiar, aunque no era ni de lejos lo más extraño que había visto. De hecho, apenas entró en detalle debido a lo acelerado de su llegada.
—Siento el retraso, agente... —empezó, tan solo para darse cuenta de que ni siquiera recordaba el nombre de la muchacha. Había traspapelado los documentos que le habían facilitado—. Agente.
El propio Cipher Pol se había vuelto un poco más gris si cabe para él a raíz de su último encuentro con Al. ¿Qué decir? La conversación que mantuvieron le dejó una vaga sensación de desesperanza que intentaba aplacar con su particular optimismo; una tarea que se le hacía muy cuesta arriba cuando debía contemplar de cerca cómo se desarrollaba la actividad de la agencia en su mismísimo cuartel general. Por desgracia para él, pese a que la corrupción fuera un cáncer que no la afectaba en su totalidad, era innegable que el grueso de sus compañeros se veía influenciado por un fuerte dogma y, ya que estamos, por un claro adoctrinamiento. La Armada es mala, el Gobierno es bueno, los piratas son criminales que merecen castigo, los marines son los héroes del pueblo y el Cipher Pol el brazo justiciero que debe mantener el orden donde las armas no pueden llegar; independientemente de los medios necesarios para ello, claro. Tal vez por eso no le gustaba pisar la Isla sin Noche, prefiriendo encontrarse de servicio, dando caza a algún señor del crimen o averiguando cuál sería el próximo movimiento de los rebeldes. De hecho, casi prefería estar infiltrado que en aquel despacho.
Suspiró con pesadez, observando desde la comodidad de la silla en la que se encontraba espatarrado la impresionante pila de documentos que tenía a un lado del cuarto.
—Tal vez si no tuviera que leer tanto... —masculló, remoloneando en el sitio.
Cerró los ojos por un instante, pensativo. La culpa de todo eso era de Al: si no le hubiera contado todo ese rollo sobre Dexter ahora no tendría que estar a la cabeza de una división como Eden, lo que implicaba que se podría ahorrar todo el papeleo que sus superiores le pedían. «Y encima no se la he colado a Issei», se lamentó pensando en su intento de hacerle el lío como ya hiciera en su anterior división, Reiko.
Un inconfundible purup-purup-purup le sacó de su trance hasta el punto de alarmarle, lo que propició que saltara del asiento tras casi quedarse dormido por... había perdido la cuenta esa mañana.
Descolgó.
—¿Sí?
—¿Cómo que «¿Sí?»? ¿Se puede saber dónde demonios está, agente Yu? —Estaba claro que era Markov.
—Estoy en el despacho arreglando unos papeles por... ya sabe qué. ¿Dónde si no?
—No sé, ¿tal vez en la entrevista que la agencia acordó para ti? ¡La iniciada lleva esperando veinte minutos!
No era un lunes, pero Kus sentía que eso era todo cuanto necesitaba oír para que aquella mañana se convirtiera en la peor de su vida. Se había olvidado por completo de aquella reunión con la que, se suponía, debía ser la nueva integrante de Edén: una iniciada que había pasado el proceso de admisión con honores y de la que, se aseguraba, no se podía esperar más lealtad en comparación a cualquier otro agente.
—¡Quería decir que estaba de camino, señor!
—¿Entonces cómo has cogido mi llama...?
Y colgó.
Desapareció de la sala en apenas un parpadeo, sobrevolando los edificios de Enies Lobby en su forma etérea mientras se dirigía en una casi perfecta línea recta a su objetivo. El edificio en cuestión donde se habían citado no estaba muy lejos de allí, cerca de las dependencias correspondientes a la octava división del Cipher Pol. Se materializaría apenas un minuto después frente a la puerta del mismo y haría de tripas corazón mientras se mentalizaba para disculparse con la recién llegada. ¿Qué imagen iba a dar como superior tras semejante demostración de impuntualidad?
Subió las escaleras a todo correr y, finalmente, llegó a la pequeña sala donde esperaba quien, supuso, debía ser la iniciada. Su aspecto resultaba peculiar, aunque no era ni de lejos lo más extraño que había visto. De hecho, apenas entró en detalle debido a lo acelerado de su llegada.
—Siento el retraso, agente... —empezó, tan solo para darse cuenta de que ni siquiera recordaba el nombre de la muchacha. Había traspapelado los documentos que le habían facilitado—. Agente.
Maze
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La mañana había empezado increíblemente ajetreada para Maze. Tras su pequeña gran victoria en la isla de los horrores —literalmente se llamaba Horror Island— donde el cuerpo del gobierno vio pertinente el poner a prueba sus capacidades para soportar el estrés, el miedo y otras tantas trabas mentales que podrían poner en juego que una misión acabase como un fracaso o un logro, apenas había tenido tiempo de descansar en su vuelta a casa, al laboratorio. No era por quejarse, ni mucho menos, pero todo fue tan apresurado que… «Esperaba poder dormir un poco más. La vida de adulto es más complicada de lo que pensaba». Se quejaba un poco para sus adentros mientras esperaba en aquella pequeña salita, cerrando los ojos. Estar esperando en aquella silla mullida no le estaba haciendo ningún bien, y ya llevaba un rato… ¿Se habían olvidado de ella? A lo mejor le dijeron mal la hora o estaba tan nerviosa que había ido ella antes de tiempo. Lo único que parecía asegurarle que había llegado puntual como se esperaba de ella era el superior de su nuevo jefe, y por ende, el suyo.
La niña, porque su mayoría de edad había sido escasos meses atrás, dedicó una amable sonrisa al hombre, suave, procurando respetar el protocolo. Habían tenido tiempo para hablar un poco, aunque fuera por amenizarle la espera a la chica. Pero todo eran preguntas a ella, cuestionando cosas sobre la información de su expediente. Era consciente de que los cargos altos del gobierno se habían asegurado de quitar datos sobre el laboratorio del que provenía, y parte de su trabajo sería también mantenerlo callado por la seguridad de su madre y el bien del experimento. Al parecer, había gente a la que esas cosas les resultaba poco éticas y que podrían vacilar en su lealtad al gobierno de saberlo. A ella le parecía una tontería, al fin y al cabo, es gracias a ese proyecto que estaba viva… No se paró a pensar que quizás ella fuera la excepción que confirmaba la regla. Tal vez en un futuro lo hiciera, ganando su curiosidad el juego entre el deber y las necesidades propias, pero de momento había un mundo demasiado basto y brillante frente a sus ojos que explorar y descubrir, si la entrevista iba bien, claro.
Casi media hora pasó antes de que una estrepitosa sucesión de pasos se paseara apresuradamente por las escaleras, siguiendo por el pasillo con la misma presteza hasta abrir la puerta de sopetón después de una pequeña pausa. Con el oído musical de Maze, a la chica no le costó mucho suponer que se trataba de su jefe que por fin llegaba, lo que llenó de tal nerviosismo a la novata que no pudo sino levantarse de golpe de la isla, poniéndose recta y tensa mientras Kus entraba en la sala, cerraba la puerta tras de sí y la saludaba… De forma un tanto rara. Ella no se llamaba “Agente”, al fin y al cabo.
—Buenos días, Señor Yu. No se preocupe, imagino que andaba ocupado y alguna tarea le atraso en su llegada. Le agradezco el tiempo para tratar conmigo —contestó ella, bajando la cabeza levemente a modo de saludo. Intentaba ser todo lo respetuosa que podía y no dejar las formalidades, pero lo cierto es que se podía notar con mirarla un poco el nerviosismo en su cuerpo: temblaba ligeramente, le costaba mantenerle la mirada… Hasta que no se relajaran un poco los ánimos y se dejaran de formalidades…—. M-Mi nombre es Maze, tengo dieciocho años y… Hace poco pasé la prueba de iniciación, me dijeron que debería pasar un periodo de prueba como asistente para usted y ayudarle en su trabajo. —Aunó valor para decir, tras lo que su mirada ambarina con cruces rojas se clavó en la verde del chico. «Que ojos tan bonitos, aunque… tiene uno tapado», pensó en ese momento. Para ella era la primera vez que veía a alguien con un parche. «No, no preguntes… Eso es salirse del protocolo, Utau».
La niña, porque su mayoría de edad había sido escasos meses atrás, dedicó una amable sonrisa al hombre, suave, procurando respetar el protocolo. Habían tenido tiempo para hablar un poco, aunque fuera por amenizarle la espera a la chica. Pero todo eran preguntas a ella, cuestionando cosas sobre la información de su expediente. Era consciente de que los cargos altos del gobierno se habían asegurado de quitar datos sobre el laboratorio del que provenía, y parte de su trabajo sería también mantenerlo callado por la seguridad de su madre y el bien del experimento. Al parecer, había gente a la que esas cosas les resultaba poco éticas y que podrían vacilar en su lealtad al gobierno de saberlo. A ella le parecía una tontería, al fin y al cabo, es gracias a ese proyecto que estaba viva… No se paró a pensar que quizás ella fuera la excepción que confirmaba la regla. Tal vez en un futuro lo hiciera, ganando su curiosidad el juego entre el deber y las necesidades propias, pero de momento había un mundo demasiado basto y brillante frente a sus ojos que explorar y descubrir, si la entrevista iba bien, claro.
Casi media hora pasó antes de que una estrepitosa sucesión de pasos se paseara apresuradamente por las escaleras, siguiendo por el pasillo con la misma presteza hasta abrir la puerta de sopetón después de una pequeña pausa. Con el oído musical de Maze, a la chica no le costó mucho suponer que se trataba de su jefe que por fin llegaba, lo que llenó de tal nerviosismo a la novata que no pudo sino levantarse de golpe de la isla, poniéndose recta y tensa mientras Kus entraba en la sala, cerraba la puerta tras de sí y la saludaba… De forma un tanto rara. Ella no se llamaba “Agente”, al fin y al cabo.
—Buenos días, Señor Yu. No se preocupe, imagino que andaba ocupado y alguna tarea le atraso en su llegada. Le agradezco el tiempo para tratar conmigo —contestó ella, bajando la cabeza levemente a modo de saludo. Intentaba ser todo lo respetuosa que podía y no dejar las formalidades, pero lo cierto es que se podía notar con mirarla un poco el nerviosismo en su cuerpo: temblaba ligeramente, le costaba mantenerle la mirada… Hasta que no se relajaran un poco los ánimos y se dejaran de formalidades…—. M-Mi nombre es Maze, tengo dieciocho años y… Hace poco pasé la prueba de iniciación, me dijeron que debería pasar un periodo de prueba como asistente para usted y ayudarle en su trabajo. —Aunó valor para decir, tras lo que su mirada ambarina con cruces rojas se clavó en la verde del chico. «Que ojos tan bonitos, aunque… tiene uno tapado», pensó en ese momento. Para ella era la primera vez que veía a alguien con un parche. «No, no preguntes… Eso es salirse del protocolo, Utau».
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