El periódico OPD
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Contratante: Edna Langstrump
Descripción de la misión: Con piratas campando a sus anchas por este mar, necesitamos protección. Podríamos contratar mercenarios, pero sería solo una medida temporal. Necesitamos guardias para nuestra aldea, pero no tenemos a nadie que entrene a los reclutas. Si les das un entrenamiento básico, pagaremos generosamente.
Objetivo secundario: También necesitamos ayuda para reparar los viejos cañones del puerto.
Recompensa: 2.200.000.
Recompensa por objetivo secundario: Un pequeño barco velero. Es viejo, pero resistente y rápido.
Descripción de la misión: Con piratas campando a sus anchas por este mar, necesitamos protección. Podríamos contratar mercenarios, pero sería solo una medida temporal. Necesitamos guardias para nuestra aldea, pero no tenemos a nadie que entrene a los reclutas. Si les das un entrenamiento básico, pagaremos generosamente.
Objetivo secundario: También necesitamos ayuda para reparar los viejos cañones del puerto.
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Anna Bloodfallen
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He conseguido escapar de la prisión y alejarme lo que más puedo del castillo de Hallstat. No tengo idea de qué pasará con la señora escándalos ni su amigo el perro en llamas, pero en cuanto a mí tengo otras cosas que hacer. Debo reunir información sobre el Ejército Revolucionario y regresar a Yhardum para averiguar la verdad sobre mis padres, algo que todo huérfano merece saber.
Lejos del peligro, me encuentro en una pequeña aldea apartada de los dominios del Reino de Hallstat, aunque aún dentro de ellos. Se trata de una islita conectada a través de un canal de unos veinte metros de ancho, fácil de recorrer y sin horribles criaturas que te quieran de cena. Definitivamente la guerra jamás perdona a nadie, aunque es más dura con los pobres que con los ricos.
El barro ensucia mis botas y, si no estuviera acostumbrada al olor de la mierda de los suburbios de Yhardum, la repugnante fragancia del pescado podrido me habría hecho vomitar. Me pillo con unas mujeres que están destripando pescados en el mercado costero, me miran durante un momento con recelo y luego siguen en lo suyo. También veo a unos tontos jugando con espadas de madera. A juzgar por sus posturas apostaría a que son unos novatos que nunca han matado a nadie.
Sí, bueno, ¿y qué hago yo en este apestoso lugar alejado del abrazo de Madre Luna? Resulta que mi bote pinchó no hace mucho, no es que haya pinchado como tal, pero sí que tiene un par de agujeros que lo hundirían en cualquier momento. Como el agua y yo no somos buenos amigos necesito encontrar a un carpintero decente que no me pida un ojo de la cara por un par de parches. ¿Y por qué aquí en vez de en la gran capital de Hallstat? Eso es porque no quiero que vuelvan a meterme presa por mierdas que no hice.
—¡Bieeeen, felicitaciones! ¡Ahora sabes cómo disparar un arco y darle a la diana! La última vez casi matas a Frank, y eso que estaba del otro lado de la diana.
Me giro hacia la derecha para ver a una mujer pequeña, incluso más que yo, sosteniendo una vara de madera. Su cabeza parece un hongo negro, aunque creo que su peinado es el culpable. Lleva unas gafas que cubren la mitad de su rostro y un atuendo propio de una pordiosera cualquiera, pero al menos tiene una vara.
—Señorita Lucero, ¿cree que esta vez sí podré defender la villa de los piratas? —le pregunta el idiota del arco; tendrá unos catorce años y, a juzgar por su contextura, no debe ser muy diestro.
—Nah, lo más probable es que muramos todos, pero Edna tiene fe de que conseguiremos algo. Bueno, tú sigue entrenando y yo iré a ver a la señora —le responde ella tan tranquila como si la vida no valiera nada. ¿Acaba de voltearse hacia mí?—. Tienes cara de saber lo que haces, ¿quieres ganarte unas monedas? Sígueme.
¿Cara de saber lo que hago? Pero si es que llevo la máscara puesta, ¿será tonta?
—¿Eres carpintera?
—Y costurera, entrenadora de idiotas, jinete a medio tiempo y a veces azafata. Lo soy todo, cariño. ¿Quieres las monedas o no?
—Mientras no tenga que salvar al mundo, ¿por qué no? Te sigo.
Lejos del peligro, me encuentro en una pequeña aldea apartada de los dominios del Reino de Hallstat, aunque aún dentro de ellos. Se trata de una islita conectada a través de un canal de unos veinte metros de ancho, fácil de recorrer y sin horribles criaturas que te quieran de cena. Definitivamente la guerra jamás perdona a nadie, aunque es más dura con los pobres que con los ricos.
El barro ensucia mis botas y, si no estuviera acostumbrada al olor de la mierda de los suburbios de Yhardum, la repugnante fragancia del pescado podrido me habría hecho vomitar. Me pillo con unas mujeres que están destripando pescados en el mercado costero, me miran durante un momento con recelo y luego siguen en lo suyo. También veo a unos tontos jugando con espadas de madera. A juzgar por sus posturas apostaría a que son unos novatos que nunca han matado a nadie.
Sí, bueno, ¿y qué hago yo en este apestoso lugar alejado del abrazo de Madre Luna? Resulta que mi bote pinchó no hace mucho, no es que haya pinchado como tal, pero sí que tiene un par de agujeros que lo hundirían en cualquier momento. Como el agua y yo no somos buenos amigos necesito encontrar a un carpintero decente que no me pida un ojo de la cara por un par de parches. ¿Y por qué aquí en vez de en la gran capital de Hallstat? Eso es porque no quiero que vuelvan a meterme presa por mierdas que no hice.
—¡Bieeeen, felicitaciones! ¡Ahora sabes cómo disparar un arco y darle a la diana! La última vez casi matas a Frank, y eso que estaba del otro lado de la diana.
Me giro hacia la derecha para ver a una mujer pequeña, incluso más que yo, sosteniendo una vara de madera. Su cabeza parece un hongo negro, aunque creo que su peinado es el culpable. Lleva unas gafas que cubren la mitad de su rostro y un atuendo propio de una pordiosera cualquiera, pero al menos tiene una vara.
—Señorita Lucero, ¿cree que esta vez sí podré defender la villa de los piratas? —le pregunta el idiota del arco; tendrá unos catorce años y, a juzgar por su contextura, no debe ser muy diestro.
—Nah, lo más probable es que muramos todos, pero Edna tiene fe de que conseguiremos algo. Bueno, tú sigue entrenando y yo iré a ver a la señora —le responde ella tan tranquila como si la vida no valiera nada. ¿Acaba de voltearse hacia mí?—. Tienes cara de saber lo que haces, ¿quieres ganarte unas monedas? Sígueme.
¿Cara de saber lo que hago? Pero si es que llevo la máscara puesta, ¿será tonta?
—¿Eres carpintera?
—Y costurera, entrenadora de idiotas, jinete a medio tiempo y a veces azafata. Lo soy todo, cariño. ¿Quieres las monedas o no?
—Mientras no tenga que salvar al mundo, ¿por qué no? Te sigo.
Freites D. Alpha
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Sin lugar a dudas tenía que verlo con mis propios ojos. A mis oidos llegaron noticias sobre el lamentable estado en la isla que fue víctima de mi primera y solitaria cruzada. Aún tenía tiempo suficiente antes que Payne hiciera un llamado a mi persona, aunque también estaba a las expectativas que la mismísima Keppler hiciera sonar mi DDM. Es cuestión de esperar antes que yo pudiera llevar a cabo todo lo que mi mente se está imaginando, aunque ya no como el señor de la guerra.
Así es, el “señor de la guerra” es solo un título que pretendo llevar y, que forma ya parte de mi pasado (y puede que algunas veces en el presente) Muchas cosas han pasado desde que mi tripulación se separó y, por ahora (y puede que indefinidamente) este solo.
Aunque no solo del todo. Tengo a mis magnificas súper aves acompañándome y junto a ellas, siento que puedo hacer cualquier cosa, eso sí, bélica-mente hablando. Como “criatura pensante” me es imposible vivir sin prestar atención a mis beneficios y placeres que yo mismo puedo brindar de mí, para mí. Por ahora, la batalla y la guerra ha pasado a ser algo a segundo plano (aun así, no puedo negar que es algo que disfruto de la misma manera, como puede llegar a ser el licor y las mujeres) Además, pronto se acerca mi cumpleaños… quizás una pasada por el lugar que vio mis inicios será una manera “linda” de recordar muchas cosas.
O puede que no.
Me encuentro cabalgando a mi compañera. A lo lejos puedo ver una aldea que no se encuentra en muy buenas condiciones. Sus muros no eran muy altos y estaban hechos de roca, aunque ya algunas se encontraban en el suelo. Este olio que puedo sentir desde las lejanías… es el olor de la batalla. Pólvora, sangre y fuego. Sin lugar a dudas en algún momento este pueblo ha estado bajo ataque y se han defendido como han podido. ¿Debería echar un vistazo? Quizás… ¿Si? No lo sé… realmente no lo sé.
- ¿Que deberíamos hacer, hermosa? – Pregunte a mi compañera. Ella se quedaba observador fijamente del poblado. Por otro lado, Susanoo se encontraba alzando el vuelo sobre nosotros. Luego de unos momentos, Suzaku decidió por si misma avanzar en dirección al poblado. Yo no la juzgue en ningún momento, si algo yo podía confiar era en sus instintos. Pero puede que esta vez estén equivocados.
Pude ver como desde la muralla se postraban unas cuantas presencias. Eran jóvenes que portaban arcos y ballestas. Me observaron con una mirada recelosa, yo me limite a devolverles una mirada llena de amabilidad. – Alto ¿Quién eres y por qué vienes aquí? – Me pregunto uno de los tres... “guardias” era un hombre de aparentemente unos veinte. Portaba un arco y una espada envainada.
-Solo soy un viajero que anda de paso… - Dije mientras sonreía.
- Pues veras, no te creo mucho – Dijo el, mientras me apuntaba con su arco. – Te recomiendo que des media vuelta y te vayas por dónde has venido.
- ¿Y que si no lo hago?
- Esto – El joven disparo su flecha en mi dirección. Yo solo me limite a no moverme y al pasar un instante la flecha roso por mi mejilla, haciendo una leve marca roja. – Es la primera advertencia. La segunda no fallare.
- Si me atacas entonces yo podría defenderme… caballero.
El momento era tenso, aunque para mi normal. El joven cargo su segunda flecha y yo simplemente me preparaba para intersectarla con mi brazo mecánico. Quien sabe que podría pasar a partir de aquí.
Así es, el “señor de la guerra” es solo un título que pretendo llevar y, que forma ya parte de mi pasado (y puede que algunas veces en el presente) Muchas cosas han pasado desde que mi tripulación se separó y, por ahora (y puede que indefinidamente) este solo.
Aunque no solo del todo. Tengo a mis magnificas súper aves acompañándome y junto a ellas, siento que puedo hacer cualquier cosa, eso sí, bélica-mente hablando. Como “criatura pensante” me es imposible vivir sin prestar atención a mis beneficios y placeres que yo mismo puedo brindar de mí, para mí. Por ahora, la batalla y la guerra ha pasado a ser algo a segundo plano (aun así, no puedo negar que es algo que disfruto de la misma manera, como puede llegar a ser el licor y las mujeres) Además, pronto se acerca mi cumpleaños… quizás una pasada por el lugar que vio mis inicios será una manera “linda” de recordar muchas cosas.
O puede que no.
Me encuentro cabalgando a mi compañera. A lo lejos puedo ver una aldea que no se encuentra en muy buenas condiciones. Sus muros no eran muy altos y estaban hechos de roca, aunque ya algunas se encontraban en el suelo. Este olio que puedo sentir desde las lejanías… es el olor de la batalla. Pólvora, sangre y fuego. Sin lugar a dudas en algún momento este pueblo ha estado bajo ataque y se han defendido como han podido. ¿Debería echar un vistazo? Quizás… ¿Si? No lo sé… realmente no lo sé.
- ¿Que deberíamos hacer, hermosa? – Pregunte a mi compañera. Ella se quedaba observador fijamente del poblado. Por otro lado, Susanoo se encontraba alzando el vuelo sobre nosotros. Luego de unos momentos, Suzaku decidió por si misma avanzar en dirección al poblado. Yo no la juzgue en ningún momento, si algo yo podía confiar era en sus instintos. Pero puede que esta vez estén equivocados.
Pude ver como desde la muralla se postraban unas cuantas presencias. Eran jóvenes que portaban arcos y ballestas. Me observaron con una mirada recelosa, yo me limite a devolverles una mirada llena de amabilidad. – Alto ¿Quién eres y por qué vienes aquí? – Me pregunto uno de los tres... “guardias” era un hombre de aparentemente unos veinte. Portaba un arco y una espada envainada.
-Solo soy un viajero que anda de paso… - Dije mientras sonreía.
- Pues veras, no te creo mucho – Dijo el, mientras me apuntaba con su arco. – Te recomiendo que des media vuelta y te vayas por dónde has venido.
- ¿Y que si no lo hago?
- Esto – El joven disparo su flecha en mi dirección. Yo solo me limite a no moverme y al pasar un instante la flecha roso por mi mejilla, haciendo una leve marca roja. – Es la primera advertencia. La segunda no fallare.
- Si me atacas entonces yo podría defenderme… caballero.
El momento era tenso, aunque para mi normal. El joven cargo su segunda flecha y yo simplemente me preparaba para intersectarla con mi brazo mecánico. Quien sabe que podría pasar a partir de aquí.
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Mientras subo unas largas escaleras de piedra que conducen a un edificio más llamativo que el resto de casuchas de madera, la vieja Lucero me habla sobre la situación de la aldea. La guerra ha traído muchísimo caos a la isla y los piratas están más activos que de costumbre. Parece que saben reconocer una oportunidad cuando la ven, así que muy tontos no serán. También me cuenta sobre Edna, la hija del difunto alcalde que hace todo lo posible por mantener en pie la aldea, aunque creo que no durará mucho.
—Edna es una buena persona, aunque le cuesta tener los pies en la tierra. Aún cree que aparecerá alguien para darle uso a los cañones del puerto —me dice la mujer de la varilla—. Su padre lo hacía genial antes de que muriera y quiere cumplir las expectativas de la gente, aunque la muy idiota tiene pensado enfrentarse a los piratas ella sola.
—Guarda los comentarios para alguien a quien le interesen. Yo solo quiero el dinero —gruño con las manos empuñadas.
—¿Has dicho algo, cariño? Juré haberte escuchado que solo querías una cita con el cartero. Tontita, aquí no tenemos de esos —dice Edna, encogiéndose de hombros—. Ay, por fin hemos llegado… No quiero subir estas putas escaleras todos los días.
Me encuentro en el recibidor de una casa de madera en mejores condiciones que las demás. Me recibe el cálido abrazo de la chimenea junto al familiar aroma del vino rancio. Si no fuera por mis sentidos sobrehumanos, me ahorraría el cuchicheo de las ratitas que pasan corriendo por las vigas. Al fondo de la habitación hay una mesita con un par de velas, un montón de fruta y un platillo de plata.
—¿A quién has traído ahora, Lucero?
Una mujer corpulenta y de metro ochenta aparece por el pasillo mientras se rasca la larga cabellera negra. Tiene los ojos marrones y una cicatriz en la mejilla derecha, si hasta lleva una espada envainada. Juraba que las mujeres de este reino solo andaban con faldas y camisones, pero esta chica va con pantalones y un jubón que deja ver una parte de su pecho.
—Dice que entrenará a los muchachos.
—¡Oye, yo no he dicho nada de entrenar a nadie! —protesto de inmediato. Ya está poniendo palabras en mi boca.
—Jo, ¿así que la enana del disfraz entrenará a los muchachos? Buena suerte con esos inútiles. He intentado enseñarles, pero son un maldito desastre —dice Edna, cogiendo un racimo de uvas para luego echárselo—. Puaj, están asquerosas como todo en este pueblucho de mierda. Seguramente Lucero te contó todo, pero igual te haré un resumen: estamos con la mierda hasta el cuello y quiero que esos malditos inútiles puedan defenderse de los piratas. A partir de ahora habrá muchos saqueos y no podemos pagarles a los mercenarios para que nos salven el culo.
Me acerco hacia Edna y siento su mirada imponente sobre mí.
—Puedo hacerlo, pero no prometo que vayan a sobrevivir. ¿Cuántos días tenemos hasta el próximo ataque?
—Joder, niña, ¿quieres hablar más alto…? Hace poco nos llegó la noticia de que unos piratas han estado saqueando las aldeas costeras de esta región, así que supongo que llegarán dentro de cinco o seis días. Si los muchachos repelen el primer ataque, te daré más de dos millo-
—Lo haré —le interrumpo con el símbolo berrie en mis ojos—. Si sobreviven a mi entrenamiento, serán unas máquinas de matar.
—Edna es una buena persona, aunque le cuesta tener los pies en la tierra. Aún cree que aparecerá alguien para darle uso a los cañones del puerto —me dice la mujer de la varilla—. Su padre lo hacía genial antes de que muriera y quiere cumplir las expectativas de la gente, aunque la muy idiota tiene pensado enfrentarse a los piratas ella sola.
—Guarda los comentarios para alguien a quien le interesen. Yo solo quiero el dinero —gruño con las manos empuñadas.
—¿Has dicho algo, cariño? Juré haberte escuchado que solo querías una cita con el cartero. Tontita, aquí no tenemos de esos —dice Edna, encogiéndose de hombros—. Ay, por fin hemos llegado… No quiero subir estas putas escaleras todos los días.
Me encuentro en el recibidor de una casa de madera en mejores condiciones que las demás. Me recibe el cálido abrazo de la chimenea junto al familiar aroma del vino rancio. Si no fuera por mis sentidos sobrehumanos, me ahorraría el cuchicheo de las ratitas que pasan corriendo por las vigas. Al fondo de la habitación hay una mesita con un par de velas, un montón de fruta y un platillo de plata.
—¿A quién has traído ahora, Lucero?
Una mujer corpulenta y de metro ochenta aparece por el pasillo mientras se rasca la larga cabellera negra. Tiene los ojos marrones y una cicatriz en la mejilla derecha, si hasta lleva una espada envainada. Juraba que las mujeres de este reino solo andaban con faldas y camisones, pero esta chica va con pantalones y un jubón que deja ver una parte de su pecho.
—Dice que entrenará a los muchachos.
—¡Oye, yo no he dicho nada de entrenar a nadie! —protesto de inmediato. Ya está poniendo palabras en mi boca.
—Jo, ¿así que la enana del disfraz entrenará a los muchachos? Buena suerte con esos inútiles. He intentado enseñarles, pero son un maldito desastre —dice Edna, cogiendo un racimo de uvas para luego echárselo—. Puaj, están asquerosas como todo en este pueblucho de mierda. Seguramente Lucero te contó todo, pero igual te haré un resumen: estamos con la mierda hasta el cuello y quiero que esos malditos inútiles puedan defenderse de los piratas. A partir de ahora habrá muchos saqueos y no podemos pagarles a los mercenarios para que nos salven el culo.
Me acerco hacia Edna y siento su mirada imponente sobre mí.
—Puedo hacerlo, pero no prometo que vayan a sobrevivir. ¿Cuántos días tenemos hasta el próximo ataque?
—Joder, niña, ¿quieres hablar más alto…? Hace poco nos llegó la noticia de que unos piratas han estado saqueando las aldeas costeras de esta región, así que supongo que llegarán dentro de cinco o seis días. Si los muchachos repelen el primer ataque, te daré más de dos millo-
—Lo haré —le interrumpo con el símbolo berrie en mis ojos—. Si sobreviven a mi entrenamiento, serán unas máquinas de matar.
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El desconocido disparo una segunda flecha. Yo simplemente de limite a detenerla. Utilice mi brazo mecánico para desviarla. Los compañeros del arquero quedaron un poco perplejos y comenzaron a ponerse nervioso. Todos cargaron con sus armas, un total de dos ballestas y un arco. Apuntaron hacia mí y mi compañera plumífera. Dispararon. Yo solo me limitaba a sonreír y, con mucha facililla, di una llamarada directa de mi boca. Desintegrando las flechas antes que llegaran a mí.
- ¡Es un monstruo! – Dice uno de los jóvenes.
- ¡Calma! – Dijo el del arco. – No dejes que el pánico te consuma.
Yo me limite a ignorarlos y seguir por mi camino, ignorándolos completamente. – ¡Oye! ¡¿A dónde vas!? – alcance a escuchar. No tardó mucho en darse una alarma e informar a todos los… “guardias” de mi presencia. Aunque en principio fueron ellos lo que atacaron a alguien que no tenía la intención de pelear. Llegue al centro de la villa, mire al rededor y detalle el estado lamentable en el que se encontraba. Lamentable. Incluso yo puedo entender el impacto colateral que la guerra ha traído a esta gente. Pero también puedo decir, que es parte importante de los monarcas de Hallstat mantener este sitio en orden. Aunque personalmente no creo que ocurra. No ocurrió con los Markovs, y no ocurrirá nunca.
A menos que alguien esté dispuesto a hacer un cambio.
-¡Deténganlo! – Rápidamente fui rodeado por un enorme grupo. Conté unos treinta, puede que incluso más.
- ¿Podríamos por favor evitar la parte de la pelea? Ni siendo cien de ustedes harían algo contra mí.
- ¡Mentira! ¡Ataquen muchachos!
Di un suspiro de aburrimiento. Por un segundo me lo tome en serio. Apunte hacia arriba, en dirección a nadie. Di un profundo suspiro y rugí fuertemente. De mi boca salió una llamarada tan grande y enorme. Que se fuera llevado a una quincena de hombres en un instante. Mire nuevamente mis atacantes. Todos completamente asustados, incluso algunos se les salían las lágrimas del miedo. Temblaban sin saber qué hacer. Esto era realmente patético.
- Aquellos que tienen miedo a la muerte, nunca serán capaces de defender a aquellos que aman.
- ¿Y tú que puedes saber de amor, monstruo? – Dijo el chico del arco, estaba en primera fila mirándome desafiantemente mientras empuñaba su espada. – Los piratas nos atacaran tarde o temprano y el reino nunca ha respondido a nuestras cartas de ayuda. ¡Por supuestos que estamos asustados! ¡¿Qué se puede esperar de un grupo de reclutas!?
- Que se preparen para luchar. Entrenen hasta el cansancio. Que día a día se prepárense y se mentalicen que no luchan por un reino. Luchan por su hogar y por sus vidas. ¡Miren a su alrededor! ¡Gusanos! ¡Miren a su compañero, amigo o hermano! ¡Mañana no sabrán si lo volverán a ver! ¡Atesoren cada momento con ellos! ¡Por que la guerra es un lugar cruel para muchos! Y maravilloso para otros.
- ¿Quién… eres?
- Eso no importa mucho. Ahora ¿puede alguien llevarme con el encargado de este lugar?
Uno de los reclutas se ofreció para llevarme. Mire nuevamente a todos. Parecía que mis palabras habían penetrado y se encontraban meditando. De pronto, escucho a uno rugir de euforia. Animado. Pronto sería un grito unido. Se habían mentalizado para lo que se venía.
-Bien.
- ¡Es un monstruo! – Dice uno de los jóvenes.
- ¡Calma! – Dijo el del arco. – No dejes que el pánico te consuma.
Yo me limite a ignorarlos y seguir por mi camino, ignorándolos completamente. – ¡Oye! ¡¿A dónde vas!? – alcance a escuchar. No tardó mucho en darse una alarma e informar a todos los… “guardias” de mi presencia. Aunque en principio fueron ellos lo que atacaron a alguien que no tenía la intención de pelear. Llegue al centro de la villa, mire al rededor y detalle el estado lamentable en el que se encontraba. Lamentable. Incluso yo puedo entender el impacto colateral que la guerra ha traído a esta gente. Pero también puedo decir, que es parte importante de los monarcas de Hallstat mantener este sitio en orden. Aunque personalmente no creo que ocurra. No ocurrió con los Markovs, y no ocurrirá nunca.
A menos que alguien esté dispuesto a hacer un cambio.
-¡Deténganlo! – Rápidamente fui rodeado por un enorme grupo. Conté unos treinta, puede que incluso más.
- ¿Podríamos por favor evitar la parte de la pelea? Ni siendo cien de ustedes harían algo contra mí.
- ¡Mentira! ¡Ataquen muchachos!
Di un suspiro de aburrimiento. Por un segundo me lo tome en serio. Apunte hacia arriba, en dirección a nadie. Di un profundo suspiro y rugí fuertemente. De mi boca salió una llamarada tan grande y enorme. Que se fuera llevado a una quincena de hombres en un instante. Mire nuevamente mis atacantes. Todos completamente asustados, incluso algunos se les salían las lágrimas del miedo. Temblaban sin saber qué hacer. Esto era realmente patético.
- Aquellos que tienen miedo a la muerte, nunca serán capaces de defender a aquellos que aman.
- ¿Y tú que puedes saber de amor, monstruo? – Dijo el chico del arco, estaba en primera fila mirándome desafiantemente mientras empuñaba su espada. – Los piratas nos atacaran tarde o temprano y el reino nunca ha respondido a nuestras cartas de ayuda. ¡Por supuestos que estamos asustados! ¡¿Qué se puede esperar de un grupo de reclutas!?
- Que se preparen para luchar. Entrenen hasta el cansancio. Que día a día se prepárense y se mentalicen que no luchan por un reino. Luchan por su hogar y por sus vidas. ¡Miren a su alrededor! ¡Gusanos! ¡Miren a su compañero, amigo o hermano! ¡Mañana no sabrán si lo volverán a ver! ¡Atesoren cada momento con ellos! ¡Por que la guerra es un lugar cruel para muchos! Y maravilloso para otros.
- ¿Quién… eres?
- Eso no importa mucho. Ahora ¿puede alguien llevarme con el encargado de este lugar?
Uno de los reclutas se ofreció para llevarme. Mire nuevamente a todos. Parecía que mis palabras habían penetrado y se encontraban meditando. De pronto, escucho a uno rugir de euforia. Animado. Pronto sería un grito unido. Se habían mentalizado para lo que se venía.
-Bien.
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Una mano busca mi daga mientras me giro cuando oigo que la puerta se abre de golpe. Consigo relajarme cuando veo que es solo un mocoso apestoso y lleno de barro. Gime como si llevase horas corriendo. No quiero acercarme a él, me da que tiene parásitos o algo así. Cuando la jefa le pregunta qué sucede, el mocoso responde que un hombre montado en un ave acaba de llegar a la aldea, exigiendo ver al líder.
—¿Un pirata? —pregunta Edna para sí con el ceño fruncido.
Quiero quedarme lo más cerca de esa chimenea, lo más lejos de los problemas, pero me da que no podrá ser. Mi trabajo aquí es entrenar a los inútiles de la aldea, no enfrentarme a piratas que bien pueden ser hombres capaces de convertirse en perros vomita lava. No, no, a mí me interesa vivir.
—Te pagaré solo si entrenas a los muchachos y consiguen repeler el primer ataque, pero si mueren antes no habrá paga, ¿me sigues?
Maldita sea, tiene razón.
—Bien, me aseguraré de que estén vivos para entonces.
La única que se queda en casa es Lucero. Dice que tiene cosas que tejer y que las espadas se le dan peor que las agujas. Bueno, prefiero llevarme a la mujer grandota que a la cabeza de hongo. En cuanto a mí, estoy preparada mentalmente para “quitar del camino” a cualquiera que se interponga en el arreglo de mi bote.
Bajamos las escaleras a toda velocidad y, desde las alturas, puedo ver un grupo de gente que se ha amontonado en el centro de la aldea. Imagino desde ya que no se trata de un ataque pirata, sino estarían todos corriendo como locos. Sin embargo, Edna sigue igual de preocupada y lo mejor es ir a ver qué está pasando aquí.
Siento un aura relativamente conocida y, tras aguzar la vista, me llevo una sorpresa al ver que el hombre-calor está en la aldea. ¿Pero qué le pasa? Puede que me haya salvado el culo la otra vez, pero no dejaré que toque a los mocosos inútiles. Ya dije: cualquiera que se interponga en el arreglo de mi bote morirá. Por supuesto que me da miedo morir quemada, pero tengo una reputación que limpiar por culpa de ese hijo de perra. No de Freites, sino de Lin.
—Soy la “encargada de este lugar”. Tienes diez segundos para decirme quién eres y qué quieres —sentencia Edna, llevando la mano a la empuñadura de la espada.
—¿Un pirata? —pregunta Edna para sí con el ceño fruncido.
Quiero quedarme lo más cerca de esa chimenea, lo más lejos de los problemas, pero me da que no podrá ser. Mi trabajo aquí es entrenar a los inútiles de la aldea, no enfrentarme a piratas que bien pueden ser hombres capaces de convertirse en perros vomita lava. No, no, a mí me interesa vivir.
—Te pagaré solo si entrenas a los muchachos y consiguen repeler el primer ataque, pero si mueren antes no habrá paga, ¿me sigues?
Maldita sea, tiene razón.
—Bien, me aseguraré de que estén vivos para entonces.
La única que se queda en casa es Lucero. Dice que tiene cosas que tejer y que las espadas se le dan peor que las agujas. Bueno, prefiero llevarme a la mujer grandota que a la cabeza de hongo. En cuanto a mí, estoy preparada mentalmente para “quitar del camino” a cualquiera que se interponga en el arreglo de mi bote.
Bajamos las escaleras a toda velocidad y, desde las alturas, puedo ver un grupo de gente que se ha amontonado en el centro de la aldea. Imagino desde ya que no se trata de un ataque pirata, sino estarían todos corriendo como locos. Sin embargo, Edna sigue igual de preocupada y lo mejor es ir a ver qué está pasando aquí.
Siento un aura relativamente conocida y, tras aguzar la vista, me llevo una sorpresa al ver que el hombre-calor está en la aldea. ¿Pero qué le pasa? Puede que me haya salvado el culo la otra vez, pero no dejaré que toque a los mocosos inútiles. Ya dije: cualquiera que se interponga en el arreglo de mi bote morirá. Por supuesto que me da miedo morir quemada, pero tengo una reputación que limpiar por culpa de ese hijo de perra. No de Freites, sino de Lin.
—Soy la “encargada de este lugar”. Tienes diez segundos para decirme quién eres y qué quieres —sentencia Edna, llevando la mano a la empuñadura de la espada.
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- ¿Diez segundos? No es por ofender, señorita, si yo lo deseara usted ya estaría muerta, incluso antes de desenfundar su arma. - La mujer no se hizo de rogar. Desenfundo he inmediatamente arremetió contra mí. No fue nada defenderme. Desenfunde con rapidez la hoja gélida con mi diestra e intercepte el ataque. Yo me limitaba a mirarla. Ella me miraba un poco anonadada. Incluso yo lo estaría. No es nada normal toparse con un con alguien como yo, ya que a simple vista no soy más que un simple joven montado sobre un pájaro gigante.
- ¡Jefa Edna! ¡Cálmese, por favor! – Dice el joven que muy amablemente me guió hasta aquí. – Este joven es muy fuerte. No le provoque. – La expresión de Edna paso a ser una donde claramente se mostraba algo frustrada. Es de esperarse, alguien como ella que a simple vista parecía alguien fuerte he imparable. Incluso podría atreverme a decir que su fuerza es casi comparable a muchos con los que me he enfrentado. Si bajo la guardia por un instante, la hoja de su espada llegaría hasta mí.
Sí, es fuerte. No cabe duda que lo es, pero hace falta más que simplemente poder para defender un poblado.
- Debería calmarse y respirar profundo, Edna. No me gustaría tener que hacerle daño a una hermosa mujer como usted. – Personalmente a mi si me gustaban las mujeres fuertes y corpulentas. De hecho, toda mujer es hermosa a su manera. Pero por la reacción de Edna, no parecía estar acostumbrada a que elogiaran por su apariencia. Que veo… ¿acaso se ha ruborizado? Que adorable.
- Soy Freites D. Alpha. Y si estas conectada con el mundo, sabrás que soy el pirata caza piratas. – Decía mientras la miraba fijamente a los ojos, con total tranquilidad. – Si piensas que vengo a atacar a tu aldea, pues déjame decirte que no. Solo estoy de paso. Además, no me resulta gratificante derrotar a un montón de novatos que no saben ni siquiera los principios básicos de batalla. – Empuje un poco con mi espada la suya, haciéndola retroceder un poco y demostrándole que me estaba conteniendo. – Si gustas podemos llevar esto a otro nivel. Pero creo que es más importante que pienses como defender a los tuyos en vez de tratar de derrotar a otro pirata de turno. Soy herrero, puedo serte de ayuda, lo haré por amor al arte si bajas tu arma.
- ¡Jefa Edna! ¡Cálmese, por favor! – Dice el joven que muy amablemente me guió hasta aquí. – Este joven es muy fuerte. No le provoque. – La expresión de Edna paso a ser una donde claramente se mostraba algo frustrada. Es de esperarse, alguien como ella que a simple vista parecía alguien fuerte he imparable. Incluso podría atreverme a decir que su fuerza es casi comparable a muchos con los que me he enfrentado. Si bajo la guardia por un instante, la hoja de su espada llegaría hasta mí.
Sí, es fuerte. No cabe duda que lo es, pero hace falta más que simplemente poder para defender un poblado.
- Debería calmarse y respirar profundo, Edna. No me gustaría tener que hacerle daño a una hermosa mujer como usted. – Personalmente a mi si me gustaban las mujeres fuertes y corpulentas. De hecho, toda mujer es hermosa a su manera. Pero por la reacción de Edna, no parecía estar acostumbrada a que elogiaran por su apariencia. Que veo… ¿acaso se ha ruborizado? Que adorable.
- Soy Freites D. Alpha. Y si estas conectada con el mundo, sabrás que soy el pirata caza piratas. – Decía mientras la miraba fijamente a los ojos, con total tranquilidad. – Si piensas que vengo a atacar a tu aldea, pues déjame decirte que no. Solo estoy de paso. Además, no me resulta gratificante derrotar a un montón de novatos que no saben ni siquiera los principios básicos de batalla. – Empuje un poco con mi espada la suya, haciéndola retroceder un poco y demostrándole que me estaba conteniendo. – Si gustas podemos llevar esto a otro nivel. Pero creo que es más importante que pienses como defender a los tuyos en vez de tratar de derrotar a otro pirata de turno. Soy herrero, puedo serte de ayuda, lo haré por amor al arte si bajas tu arma.
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Maldita sea, no puedo permitir que Edna se enfrente a este pirata y muera, sino ¿quién me pagará? Tampoco quiero enfrentarme a Freites, la última vez le vi incinerando a diez soldados sin siquiera desenfundar la espada. Sin embargo, ahora me importa mucho más el arreglo de mi bote que la vida de este pirómano. Puede que en un combate cuerpo a cuerpo pierda, pero si le tomo por sorpresa…
Mis dedos se acomodan en la empuñadura de una de mis dagas. Estoy preparada para matar. Me escabullo entre la gente como si fuera una sombra invisible ante ojos carentes de entrenamiento. Conozco las fortalezas de un guerrero, pero también sus debilidades. Se enfocan tanto en entrenar el cuerpo que jamás aprenden a percibir figuras sigilosas como yo. En Yhardum hay decenas de guerreros mucho más aptos que yo, no obstante, rara vez pierdo un duelo cuando las condiciones están de mi lado.
Aprovecho el choque de espadas para flanquear al pirata, escondiéndome detrás de los inútiles que alzan lanzas y arcos, espadas y escudos. Me concentro únicamente en mi objetivo, pensando que lo mejor sería derribarlo desde la distancia. Una lástima que no tenga un arma a distancia decente. Estoy a quince metros de su espalda y contando. A medida que suelta su discurso, me acerco sin emitir ningún ruido. Sé cómo usar una distracción a mi favor, después de todo, soy una gran ilusionista.
Estoy a tan solo dos metros cuando dice que está aquí para ayudar y que lo hará por amor al arte, aunque desconfío de tanta amabilidad. En este mundo nadie da puntada sin hilo, como decía la vieja Isabella. ¿Qué quiere de esta gente…? Bueno, al menos no tengo que pelear con él ni cometer un asesinato en pleno centro de la aldea.
Aun así, le lanzo la daga a la espalda, aunque con la intención de golpearle con el mango de esta.
—Suerte para ti que nos quieras ayudar, sino ya estarías muerto —le digo casi en un susurro, aunque lo suficientemente alto para que me entienda. Espero.
—¿En qué momento llegaste, enana? —me pregunta y luego voltea la mirada a Freites—. Como sea, si de verdad quieres ayudarnos… Los cañones del puerto necesitan ser arreglados. Repáralos y te recompensaremos como corresponde —dice Edna, envainando la espada.
Bueno es que hayamos evitado la pelea contra este pirata. Lo mejor hubiera sido matarlo antes de que usase su poder, pero ya que no es necesario… En fin, es hora de cumplir mi parte del trabajo y entrenar a los inútiles. No me cuesta identificarlos. La mayoría tiene entre quince y veinte años, cuerpos para nada entrenados y estoy segura de que no sobrevivirían una noche en el Bosque de Yhardum.
Me acerco a uno de ellos y le doy una patada en la pierna, provocando que caiga.
—¡Oye! ¿Qué estás…?
—Cierra el pico —le interrumpo, apretándole la cara con mi mano—. Edna me ha pedido que los entrene para que dejen de ser unos putos inútiles, así que callarán y obedecerán, sino… —Lanzo una de mis dagas y roza el rostro de una muchacha—. Espero que haya quedado claro. Les enseñaré lo básico para que puedan defenderse de un ataque pirata, y quiero que tengan esto en cuenta: prepárense para matar y morir.
Bueno, ya está. El infierno acaba de comenzar.
Mis dedos se acomodan en la empuñadura de una de mis dagas. Estoy preparada para matar. Me escabullo entre la gente como si fuera una sombra invisible ante ojos carentes de entrenamiento. Conozco las fortalezas de un guerrero, pero también sus debilidades. Se enfocan tanto en entrenar el cuerpo que jamás aprenden a percibir figuras sigilosas como yo. En Yhardum hay decenas de guerreros mucho más aptos que yo, no obstante, rara vez pierdo un duelo cuando las condiciones están de mi lado.
Aprovecho el choque de espadas para flanquear al pirata, escondiéndome detrás de los inútiles que alzan lanzas y arcos, espadas y escudos. Me concentro únicamente en mi objetivo, pensando que lo mejor sería derribarlo desde la distancia. Una lástima que no tenga un arma a distancia decente. Estoy a quince metros de su espalda y contando. A medida que suelta su discurso, me acerco sin emitir ningún ruido. Sé cómo usar una distracción a mi favor, después de todo, soy una gran ilusionista.
Estoy a tan solo dos metros cuando dice que está aquí para ayudar y que lo hará por amor al arte, aunque desconfío de tanta amabilidad. En este mundo nadie da puntada sin hilo, como decía la vieja Isabella. ¿Qué quiere de esta gente…? Bueno, al menos no tengo que pelear con él ni cometer un asesinato en pleno centro de la aldea.
Aun así, le lanzo la daga a la espalda, aunque con la intención de golpearle con el mango de esta.
—Suerte para ti que nos quieras ayudar, sino ya estarías muerto —le digo casi en un susurro, aunque lo suficientemente alto para que me entienda. Espero.
—¿En qué momento llegaste, enana? —me pregunta y luego voltea la mirada a Freites—. Como sea, si de verdad quieres ayudarnos… Los cañones del puerto necesitan ser arreglados. Repáralos y te recompensaremos como corresponde —dice Edna, envainando la espada.
Bueno es que hayamos evitado la pelea contra este pirata. Lo mejor hubiera sido matarlo antes de que usase su poder, pero ya que no es necesario… En fin, es hora de cumplir mi parte del trabajo y entrenar a los inútiles. No me cuesta identificarlos. La mayoría tiene entre quince y veinte años, cuerpos para nada entrenados y estoy segura de que no sobrevivirían una noche en el Bosque de Yhardum.
Me acerco a uno de ellos y le doy una patada en la pierna, provocando que caiga.
—¡Oye! ¿Qué estás…?
—Cierra el pico —le interrumpo, apretándole la cara con mi mano—. Edna me ha pedido que los entrene para que dejen de ser unos putos inútiles, así que callarán y obedecerán, sino… —Lanzo una de mis dagas y roza el rostro de una muchacha—. Espero que haya quedado claro. Les enseñaré lo básico para que puedan defenderse de un ataque pirata, y quiero que tengan esto en cuenta: prepárense para matar y morir.
Bueno, ya está. El infierno acaba de comenzar.
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Siento un golpe en mi espalda. Cuando me doy cuenta que se trataba de una daga que había impacto conmigo, aunque solo fue el mango. Me quede mirando a mi atacante. Intentando detallar por un instante de quien se trataba. No se me hacía familiar de nada, hasta que vi su estoque. Así que eres tu… ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos? Te llamaría por tu nombre, pero no lo sé. Solo puedo sentir un gran deseo de supervivencia de tu parte. Lo sentí la primera vez que nos vimos ese día y, hoy diga, aunque no pueda ver a través de tus… vestimentas. Puedo sentir la misma necesidad de sobrevivir.
- No tiene por qué pagarme con nada, Edna. – Dije. Suzaku me entregaba la daga que había recogido con su pico. – Aunque si está muy insistente, puede darle mi parte del pago a aquella chica que se encargara de entrenar a los reclutas nuevos.
Sería una buena pieza de colección esta daga. Está hecha de un buen material. Puedo darme cuenta que ha sido fabricada con mucho cuidado y, puedo darme una imagen mental de cómo han logrado llegar a forjarla. Aunque, no tendría valor alguno quitarle una pieza a algo que tiene poco valor. Quiero lograr tener una colección espectacular, ya sea de armas, objetos entre otras cosas, pero quitarle esta daga a esta chiquilla no tiene ningún valor.
Cuando ella arrojo la daga a la chica, antes que esta siquiera lograra rozar con la mejilla. Arroje yo la daga para que chocara con la que había lazado la pequeña. Chocando a escasos centímetros del rostro de la joven recluta y cayendo al suelo. Me quede mirándola fijamente, con una mirada tranquila pero desafiante. Si habías tenido el valor para provocar a una bestia, también deberías tener el valor para enfrentarla. Pero no hoy y no frente a estas personas. No deberían morir por nuestra culpa.
- Nos veremos pronto, chiquilla. – Dije antas de ponerme en marcha. Susanoo, quien estaba en el techo de una casa había estado observando a la chica de la daga todo el tiempo, preparado para arremeter contra ella. Yo le hice una señal con el dedo y, simplemente alzo el dedo y nos dirigimos al puerto. – Los cañones estarán listos pronto, Edna. Puede venir usted misma a confirmarlo cuando crea conveniente.
- No tiene por qué pagarme con nada, Edna. – Dije. Suzaku me entregaba la daga que había recogido con su pico. – Aunque si está muy insistente, puede darle mi parte del pago a aquella chica que se encargara de entrenar a los reclutas nuevos.
Sería una buena pieza de colección esta daga. Está hecha de un buen material. Puedo darme cuenta que ha sido fabricada con mucho cuidado y, puedo darme una imagen mental de cómo han logrado llegar a forjarla. Aunque, no tendría valor alguno quitarle una pieza a algo que tiene poco valor. Quiero lograr tener una colección espectacular, ya sea de armas, objetos entre otras cosas, pero quitarle esta daga a esta chiquilla no tiene ningún valor.
Cuando ella arrojo la daga a la chica, antes que esta siquiera lograra rozar con la mejilla. Arroje yo la daga para que chocara con la que había lazado la pequeña. Chocando a escasos centímetros del rostro de la joven recluta y cayendo al suelo. Me quede mirándola fijamente, con una mirada tranquila pero desafiante. Si habías tenido el valor para provocar a una bestia, también deberías tener el valor para enfrentarla. Pero no hoy y no frente a estas personas. No deberían morir por nuestra culpa.
- Nos veremos pronto, chiquilla. – Dije antas de ponerme en marcha. Susanoo, quien estaba en el techo de una casa había estado observando a la chica de la daga todo el tiempo, preparado para arremeter contra ella. Yo le hice una señal con el dedo y, simplemente alzo el dedo y nos dirigimos al puerto. – Los cañones estarán listos pronto, Edna. Puede venir usted misma a confirmarlo cuando crea conveniente.
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Me he llevado a los chicos al bosque para convertirlos en auténticas máquinas de supervivencia. ¿Jugar al tiro con arco? ¿Practicar con espadas de madera? ¿Esperar la comida de los cazadores? Yo no entrenaré a mierditas que van a los juegos olímpicos, sino asesinos capaces de matar a cualquier pirata. Les acabo de explicar que la única forma de salir del bosque es con mi permiso. Aprenderán a cazar y solo comerán el “fruto de sus esfuerzos”, practicarán el tiro con arco en objetivos móviles y puede que uno o dos mueran en estos días.
A uno de los inútiles le he parecido una abusiva y que él no pidió nada de esto, así que me acusará con su padre, que es un comerciante importante y no sé qué mierda. Le he tenido que romper la muñeca y dislocar un hombro para que aprenda a guardar silencio. ¿Por qué habla cuando no le he ordenado que hable? Al menos la paliza servirá como ejemplo para los demás inútiles: aquí nadie me desobedece.
—¡¿Les parece que estoy siendo violenta e injusta?! ¡Pues me importa una puta mierda! ¿Quiénes son el blanco de los piratas? Eso mismo: ustedes. Son sus amigos los que morirán porque son unos putos inútiles, no los míos. Sus familias, no la mía. El mundo está en guerra y quiero que entiendan que, si no aprenden a defenderse, nadie lo hará por ustedes —les digo antes de dar inicio a la primera sesión.
Por fin el día ha terminado. He tenido que enseñarles las posturas básicas de cualquier tirador y les he mostrado los lugares más adecuados para un cazador. Todos, a excepción del hijo del comerciante, han conseguido cazar al menos un conejo. Les he prohibido compartir la comida. Algunos se quejan de que son un equipo y que no pueden comer cuando uno de los suyos muere de hambre.
—¿Y qué pasará cuando te quedes solo, cuando no haya nadie a tu lado que te dé de comer? Si uno de ustedes no es capaz siquiera de cazar un puto conejo, debiera pensar en dejar de ser un peso muerto y esperar que sus compañeros lo salven. No compartirán comida ni agua, punto.
Ahora mismo, estos chicos me deben estar odiando, deben creer que soy lo peor del mundo y más de alguno me debe estar deseando la muerte, pero me da igual. Estoy aquí por el dinero, no para caerle bien a unos mocosos de mierda. Además, tampoco estoy siendo tan mala con ellos, al menos los he dejado dormir la primera noche.
Los días pasan más rápido de lo que me gustaría y al menos puedo decir que han dejado de ser unos inútiles. Incluso el hijo del comerciante es capaz de cazar decentemente. Ya casi ninguno falla un disparo a menos de diez metros e incluso he descubierto un par de talentos con la espada. Los he tenido que presionar y conducirlos a un nuevo límite para que vean de lo que son capaces, pero no quiero que nadie me confunda. Estoy lejos de ser una buena maestra, ni siquiera me interesa serlo, pero me tomo en serio mi trabajo.
—Antes de regresar al pueblo tendrán que traerme la cabeza de un oso. Una por equipo, ni más ni menos. Recuerden todo lo que les he enseñado y procuren no morir.
A uno de los inútiles le he parecido una abusiva y que él no pidió nada de esto, así que me acusará con su padre, que es un comerciante importante y no sé qué mierda. Le he tenido que romper la muñeca y dislocar un hombro para que aprenda a guardar silencio. ¿Por qué habla cuando no le he ordenado que hable? Al menos la paliza servirá como ejemplo para los demás inútiles: aquí nadie me desobedece.
—¡¿Les parece que estoy siendo violenta e injusta?! ¡Pues me importa una puta mierda! ¿Quiénes son el blanco de los piratas? Eso mismo: ustedes. Son sus amigos los que morirán porque son unos putos inútiles, no los míos. Sus familias, no la mía. El mundo está en guerra y quiero que entiendan que, si no aprenden a defenderse, nadie lo hará por ustedes —les digo antes de dar inicio a la primera sesión.
Después de muchas horas…
Por fin el día ha terminado. He tenido que enseñarles las posturas básicas de cualquier tirador y les he mostrado los lugares más adecuados para un cazador. Todos, a excepción del hijo del comerciante, han conseguido cazar al menos un conejo. Les he prohibido compartir la comida. Algunos se quejan de que son un equipo y que no pueden comer cuando uno de los suyos muere de hambre.
—¿Y qué pasará cuando te quedes solo, cuando no haya nadie a tu lado que te dé de comer? Si uno de ustedes no es capaz siquiera de cazar un puto conejo, debiera pensar en dejar de ser un peso muerto y esperar que sus compañeros lo salven. No compartirán comida ni agua, punto.
Ahora mismo, estos chicos me deben estar odiando, deben creer que soy lo peor del mundo y más de alguno me debe estar deseando la muerte, pero me da igual. Estoy aquí por el dinero, no para caerle bien a unos mocosos de mierda. Además, tampoco estoy siendo tan mala con ellos, al menos los he dejado dormir la primera noche.
Los días pasan más rápido de lo que me gustaría y al menos puedo decir que han dejado de ser unos inútiles. Incluso el hijo del comerciante es capaz de cazar decentemente. Ya casi ninguno falla un disparo a menos de diez metros e incluso he descubierto un par de talentos con la espada. Los he tenido que presionar y conducirlos a un nuevo límite para que vean de lo que son capaces, pero no quiero que nadie me confunda. Estoy lejos de ser una buena maestra, ni siquiera me interesa serlo, pero me tomo en serio mi trabajo.
—Antes de regresar al pueblo tendrán que traerme la cabeza de un oso. Una por equipo, ni más ni menos. Recuerden todo lo que les he enseñado y procuren no morir.
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Veamos, que tenemos aquí. Me encuentro con un montón de cañones que a simple vista parece abandonados. Me tomo la molesta de examinarlos. Para mi sorpresa no estaban abandonados, también estaban con grietas en unos cuantos lugares y llenos de polvo. Asume que esta gente no tiene ni idea de cómo tratar con esta clase de equipo. Doy un pequeño suspiro y poso la diestra sobre uno de los cañones. Estaba frió. Solitario. – Tú tienes un propósito que cumplir, amigo. – Y no solo ese cañón, todos y cada uno de ellos. Como herrero, no podía evitar sentirme triste. Se suponía que los cañones deberían tener un propósito bélico, ya sea para atacar o defender.
Si cubría un poco de trabajo con tiempo extra, terminaría antes de lo previsto. Así que me puse manos a la obra. Fui cuidadoso y muy limpio al tratar cada cañón. Me encargue de repararlos como si de mis propias creaciones se tratasen. Cubrí cada apertura y quité cada partícula de polvo de los cañones. Me tome el tiempo de hacerle unas cuantas mejores y hacerlos más estables, eso les ayudaría a disparar.
Por otro lado, el tiempo pasaba y podía disfrutar de la brida del tranquilo mar. Las gaviotas cantaban y yo seguía mi labor tranquilamente. Llegue a pensar que no terminaría hasta que llegue al cañón numero veinte. Me permití ser meticuloso con cada uno de ellos, no quería que ninguno quedara mal trecho. Un joven vino de parte de Edna para preguntar el estado de los cañones, llevándose como sorpresa que ya todos estaban reparados. – Puedes avisarle que todos están listos. – Dije con tranquilidad. Divise el horizonte por un momento y por ahora no parecía ver señal de otros piratas, aún. Quizás me dé un momento de dar un paseo por el pueblo y ver el resultado del arduo entrenamiento de los chicos. Quizás ahora si sean fuertes o estén más que preparados para la batalla. Aunque si algo tengo por seguro, es que esa niña no es para nada amable. Ya con esa primera impresión me dijo muchas cosas de ella.
- Espero poder enfrentarla algún día, pero no sea ni hoy, ni mañana. Algún día.
Si cubría un poco de trabajo con tiempo extra, terminaría antes de lo previsto. Así que me puse manos a la obra. Fui cuidadoso y muy limpio al tratar cada cañón. Me encargue de repararlos como si de mis propias creaciones se tratasen. Cubrí cada apertura y quité cada partícula de polvo de los cañones. Me tome el tiempo de hacerle unas cuantas mejores y hacerlos más estables, eso les ayudaría a disparar.
Por otro lado, el tiempo pasaba y podía disfrutar de la brida del tranquilo mar. Las gaviotas cantaban y yo seguía mi labor tranquilamente. Llegue a pensar que no terminaría hasta que llegue al cañón numero veinte. Me permití ser meticuloso con cada uno de ellos, no quería que ninguno quedara mal trecho. Un joven vino de parte de Edna para preguntar el estado de los cañones, llevándose como sorpresa que ya todos estaban reparados. – Puedes avisarle que todos están listos. – Dije con tranquilidad. Divise el horizonte por un momento y por ahora no parecía ver señal de otros piratas, aún. Quizás me dé un momento de dar un paseo por el pueblo y ver el resultado del arduo entrenamiento de los chicos. Quizás ahora si sean fuertes o estén más que preparados para la batalla. Aunque si algo tengo por seguro, es que esa niña no es para nada amable. Ya con esa primera impresión me dijo muchas cosas de ella.
- Espero poder enfrentarla algún día, pero no sea ni hoy, ni mañana. Algún día.
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Al final, los mocosos han dejado de ser unos inútiles.
Me han traído la cabeza de un oso más grande que haya visto en la vida y ninguno de ellos ha resultado herido. Sólo los he estado vigilando unos cuantos días, dándoles uno que otro consejo, pero no pensé que terminarían siendo guerreros decentes. ¿Debería convertirlos en inquisidores…? No, no tengo la autoridad para hacerlo, aunque podría hablar con… No, tampoco. En Yhardum soy considerada una traidora que escapó de su propia ejecución.
Desde lo alto de la montaña puedo ver un enorme barco que se acerca a las costas de la aldea. Si no tuviera una vista sobrehumana, me sería imposible identificar el emblema pirata que está tatuado en las velas del galeón. Será mejor que nos apuremos, sino todo el entrenamiento habrá sido inútil.
—Nos vamos a la aldea. Los piratas ya están aquí y es momento de que defiendan su hogar. Han dejado de ser unos mocosos inútiles, muéstrenme lo mucho que han mejorado —les digo a modo de… discurso motivacional, sí.
Los chicos se golpean el pecho a modo de saludo militar y me miran con una mezcla de respeto, agradecimiento y miedo. Incluso el hijo del comerciante se ve preparado para esta situación. Lo único que deben hacer es repeler el primer saqueo y podré cobrar mi paga; luego, me marcharé de esta isla de mierda y no volveré jamás.
Tardamos en llegar a la aldea lo mismo que los piratas en llegar a la costa y comenzar el desembarco. Si tenemos suerte, los cañones deberían estar funcionando. Edna se encuentra en el centro y con un pedazo de papel en la mano. Está organizando a los pocos adultos dispuestos a luchar, asignándoles diferentes ubicaciones para proteger.
—¡Por fin llegas! Por un momento pensé que no volverías… Los chicos… ¿Han recibido un buen entrenamiento?
—Lo mejor que he podido hacer en tan pocos días —le respondo, acercándome a ella y entonces le lanzo la cabeza del oso—, pero están listos para defender la aldea.
Luchar con piratas siempre es peligroso, sobre todo si hay unos capaces de vomitar fuego o derretir a seres humanos con las manos. Tampoco me han pedido que luche por la aldea, pero creo que debería hacerlo para asegurarme de que los chicos vayan a sobrevivir. No puedo permitir que ninguno muera, al menos no por ahora. Lo que pase después me da igual.
—Vaya, ¿les has hecho cazar un oso…? Como sea, ahora no es el momento de hablar sobre lo que hicieron en el bosque. Vamos al puerto, frenaremos a los piratas en ese punto y luego… Luego ya veremos.
Me han traído la cabeza de un oso más grande que haya visto en la vida y ninguno de ellos ha resultado herido. Sólo los he estado vigilando unos cuantos días, dándoles uno que otro consejo, pero no pensé que terminarían siendo guerreros decentes. ¿Debería convertirlos en inquisidores…? No, no tengo la autoridad para hacerlo, aunque podría hablar con… No, tampoco. En Yhardum soy considerada una traidora que escapó de su propia ejecución.
Desde lo alto de la montaña puedo ver un enorme barco que se acerca a las costas de la aldea. Si no tuviera una vista sobrehumana, me sería imposible identificar el emblema pirata que está tatuado en las velas del galeón. Será mejor que nos apuremos, sino todo el entrenamiento habrá sido inútil.
—Nos vamos a la aldea. Los piratas ya están aquí y es momento de que defiendan su hogar. Han dejado de ser unos mocosos inútiles, muéstrenme lo mucho que han mejorado —les digo a modo de… discurso motivacional, sí.
Los chicos se golpean el pecho a modo de saludo militar y me miran con una mezcla de respeto, agradecimiento y miedo. Incluso el hijo del comerciante se ve preparado para esta situación. Lo único que deben hacer es repeler el primer saqueo y podré cobrar mi paga; luego, me marcharé de esta isla de mierda y no volveré jamás.
Tardamos en llegar a la aldea lo mismo que los piratas en llegar a la costa y comenzar el desembarco. Si tenemos suerte, los cañones deberían estar funcionando. Edna se encuentra en el centro y con un pedazo de papel en la mano. Está organizando a los pocos adultos dispuestos a luchar, asignándoles diferentes ubicaciones para proteger.
—¡Por fin llegas! Por un momento pensé que no volverías… Los chicos… ¿Han recibido un buen entrenamiento?
—Lo mejor que he podido hacer en tan pocos días —le respondo, acercándome a ella y entonces le lanzo la cabeza del oso—, pero están listos para defender la aldea.
Luchar con piratas siempre es peligroso, sobre todo si hay unos capaces de vomitar fuego o derretir a seres humanos con las manos. Tampoco me han pedido que luche por la aldea, pero creo que debería hacerlo para asegurarme de que los chicos vayan a sobrevivir. No puedo permitir que ninguno muera, al menos no por ahora. Lo que pase después me da igual.
—Vaya, ¿les has hecho cazar un oso…? Como sea, ahora no es el momento de hablar sobre lo que hicieron en el bosque. Vamos al puerto, frenaremos a los piratas en ese punto y luego… Luego ya veremos.
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Me fuera gustado decir que quizás me di un tiempo y tomarme un rato libre para poder pasear con tranquilidad por el pueblo, pero el destino a veces es bastante curioso con sus jugadas. La torre vigía del pueblo comenzó a sonar la campa. Yo mire rápidamente en todas direcciones buscando un barco enemigo. Hasta que encontré uno. – Curioso… - Era una bandera que no conocía en lo absoluto. Lo más probable era que se tratase de unos de esos piratas que solo se limitan a estar en un blue.
Realmente no tenía muchas ganas de luchar contra enemigos débiles, ya que para mí no tenía ningún valor o mérito. Sin mencionar que tampoco me brinda ninguna clase de placer personal. Deseo enemigos fuertes contra los cuales luchar, pero estos claramente eran hormigas. Era curioso, porque da la misma manera los piratas fuertes del nuevo mundo me consideraban una hormiga más. Podía entenderlos, son personificaciones las cuales se han mantenido en el poder durante mucho tiempo. Con solo nombrarlos muchos tiemblan, pero yo simplemente sonrió y me preparo para enfrentarme a ellos.
Por qué sé que tarde o temprano siempre ocurre.
Por ahora, solo me limitare a estar en las alturas y observar atentamente. Tenía una curiosidad absoluta de cómo estos nuevos guerreros enfrentarían esta situación. Suzaku llego hasta donde yo estaba y yo me subí en ella. Se lanzó en carrera y juntos llegamos hasta el techo de una casa. Susanoo apareció al rato después. Los tres atentos al barco pirata que se acercaba poco a poco al puerto. La plumifera estaba un poco impaciente. Se le notaba mucho que quería luchar, pero honestamente no era momento para nosotros, era el momento de los nuevos chiquillos para luchar. Puedo ver cómo están llegando.
-Veamos de que están hecho ahora, pequeños grandes guerreros.
Realmente no tenía muchas ganas de luchar contra enemigos débiles, ya que para mí no tenía ningún valor o mérito. Sin mencionar que tampoco me brinda ninguna clase de placer personal. Deseo enemigos fuertes contra los cuales luchar, pero estos claramente eran hormigas. Era curioso, porque da la misma manera los piratas fuertes del nuevo mundo me consideraban una hormiga más. Podía entenderlos, son personificaciones las cuales se han mantenido en el poder durante mucho tiempo. Con solo nombrarlos muchos tiemblan, pero yo simplemente sonrió y me preparo para enfrentarme a ellos.
Por qué sé que tarde o temprano siempre ocurre.
Por ahora, solo me limitare a estar en las alturas y observar atentamente. Tenía una curiosidad absoluta de cómo estos nuevos guerreros enfrentarían esta situación. Suzaku llego hasta donde yo estaba y yo me subí en ella. Se lanzó en carrera y juntos llegamos hasta el techo de una casa. Susanoo apareció al rato después. Los tres atentos al barco pirata que se acercaba poco a poco al puerto. La plumifera estaba un poco impaciente. Se le notaba mucho que quería luchar, pero honestamente no era momento para nosotros, era el momento de los nuevos chiquillos para luchar. Puedo ver cómo están llegando.
-Veamos de que están hecho ahora, pequeños grandes guerreros.
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Los piratas llegan a la costa y el combate inicia.
Las flechas silban en el aire y atraviesan los cráneos de los piratas que conforman la primera línea. Enseguida entran los mosquetes. Ambos bandos sufren bajas nada más comenzar la batalla, pero los piratas avanzan sin dejarse dominar por el miedo. Ante la estampida enemiga, nuestros hombres dan la espalda y huyen despavoridos. Es hora de que entren los mocosos que estuve entrenando.
Cogen los arcos y disparan las primeras flechas. No lo hacen de manera apresurada ni caótica como lo hacían hace unos días, sino que están coordinados y saben más o menos a quiénes apuntar. Renuncian a los arcos cuando los piratas se acercan a toda velocidad por la que sería la avenida principal, y enseguida el combate se recrudece.
Edna combate junto a los mocosos que entrené. Está luchando contra un hombre corpulento y bien armado. Debe ser el capitán pirata. Y pronto soy la siguiente que se une a la lucha sin importarme lo que hará Freites. Mis dagas encuentran rápidamente un par de cuellos que cortar. Los chicos a mi lado se están defendiendo bien y luchan coordinados, pero no es suficiente para frenar la estampida.
Un cuchillo corta mi máscara, dejándome un hilillo de sangre en la mejilla. Gruño ante el dolor y contraataco. La sangre que se escapa de mí obedece mi voluntad y se comporta como una afilada cuchilla en forma de media luna que corta a tres piratas. Por el furor de la batalla nadie ha reparado en mi habilidad.
Los chicos saben que no la aldea no tiene oportunidad de salir bien parada como se extienda la batalla. Comienzan a avanzar sin temor a lo que podría suceder. Se forman en una línea a mi lado y arremeten contra la estampida. Las espadas chillan al chocar entre ellas. Edna continúa peleando contra el capitán, pero es herida en un costado. Si la jefa muere, no habrá nadie que responda por mi paga.
Giro la cabeza y corro hacia el capitán enemigo, endureciendo mis dagas con haki. Intervengo justo cuando el hombre está por decapitar a Edna. Nuestras armas se enfrentan. El pirata se sorprende al ver que unas dagas acaban de cortar su espada. Pateo su pecho y el hombre retrocede, jadeando. Está por comenzar a hablar cuando arremeto como una bestia enfurecida. Esquiva mis dagazos, pero es sorprendido por la estaca carmesí que se forma desde mi mejilla: acabo de perforarle el pecho.
Ha pasado un día desde el combate con los piratas y Edna se encuentra descansando en la casa del alcalde. Los mocosos han conseguido defender el pueblo y no hay ninguna razón para quedarme aquí.
—Nos has salvado, tú y ese pirata del pájaro —dice Edna desde la cama—. Gracias.
¿Gracias? Bueno, lo que sea. A mí solo me interesa el dinero para reparar mi bote y marcharme de Hallstat para siempre. No me importan las guerras de los extranjeros ni lo que vaya a suceder con el mundo.
Las flechas silban en el aire y atraviesan los cráneos de los piratas que conforman la primera línea. Enseguida entran los mosquetes. Ambos bandos sufren bajas nada más comenzar la batalla, pero los piratas avanzan sin dejarse dominar por el miedo. Ante la estampida enemiga, nuestros hombres dan la espalda y huyen despavoridos. Es hora de que entren los mocosos que estuve entrenando.
Cogen los arcos y disparan las primeras flechas. No lo hacen de manera apresurada ni caótica como lo hacían hace unos días, sino que están coordinados y saben más o menos a quiénes apuntar. Renuncian a los arcos cuando los piratas se acercan a toda velocidad por la que sería la avenida principal, y enseguida el combate se recrudece.
Edna combate junto a los mocosos que entrené. Está luchando contra un hombre corpulento y bien armado. Debe ser el capitán pirata. Y pronto soy la siguiente que se une a la lucha sin importarme lo que hará Freites. Mis dagas encuentran rápidamente un par de cuellos que cortar. Los chicos a mi lado se están defendiendo bien y luchan coordinados, pero no es suficiente para frenar la estampida.
Un cuchillo corta mi máscara, dejándome un hilillo de sangre en la mejilla. Gruño ante el dolor y contraataco. La sangre que se escapa de mí obedece mi voluntad y se comporta como una afilada cuchilla en forma de media luna que corta a tres piratas. Por el furor de la batalla nadie ha reparado en mi habilidad.
Los chicos saben que no la aldea no tiene oportunidad de salir bien parada como se extienda la batalla. Comienzan a avanzar sin temor a lo que podría suceder. Se forman en una línea a mi lado y arremeten contra la estampida. Las espadas chillan al chocar entre ellas. Edna continúa peleando contra el capitán, pero es herida en un costado. Si la jefa muere, no habrá nadie que responda por mi paga.
Giro la cabeza y corro hacia el capitán enemigo, endureciendo mis dagas con haki. Intervengo justo cuando el hombre está por decapitar a Edna. Nuestras armas se enfrentan. El pirata se sorprende al ver que unas dagas acaban de cortar su espada. Pateo su pecho y el hombre retrocede, jadeando. Está por comenzar a hablar cuando arremeto como una bestia enfurecida. Esquiva mis dagazos, pero es sorprendido por la estaca carmesí que se forma desde mi mejilla: acabo de perforarle el pecho.
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Ha pasado un día desde el combate con los piratas y Edna se encuentra descansando en la casa del alcalde. Los mocosos han conseguido defender el pueblo y no hay ninguna razón para quedarme aquí.
—Nos has salvado, tú y ese pirata del pájaro —dice Edna desde la cama—. Gracias.
¿Gracias? Bueno, lo que sea. A mí solo me interesa el dinero para reparar mi bote y marcharme de Hallstat para siempre. No me importan las guerras de los extranjeros ni lo que vaya a suceder con el mundo.
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