Elyria Priscraft
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Esta vez tenía una misión más interesante. Un supuesto criminal había escapado de una prisión del Gobierno mundial. ¿El crimen por el que lo habían encerrado? Intentar abandonar las filas de La Legión,. Escapar de ese círculo vicioso que era esa visión de la justicia que tanto le repugnaba. Y bueno, no fueron tan amables como para simplemente darle una pena de muerte. Y quién soy yo para juzgarles. Me escudo en matar rápido y con el mínimo dolor, pero sigo siendo una puta asesina…
Su trabajo era encontrar al hombre antes que el Gobierno, y llevarlo a manos de la Marina, donde sería juzgado justamente, y no simplemente asesinado. Y bueno, supongo que también querrían sacarle información sobre los legionarios. Podría justificarme en que solo mato criminales, y cuando es necesario. En que es justo, que no me queda otra opción…
Este hombre se escondía en Karakuri, o al menos eso había encontrado la teniente Alvar. Elyria tendría que buscar a Banks, un informante del bajo mundo que trabajaba con su superior. Si alguien sabía dónde se escondía, ese era Banks. O al menos, eso le habían dicho. No, al final es la misma excusa de mierda que se pone todo el mundo. Esos desgraciados del Gobierno también piensan que sus acciones son justas.
Elyria sacó su cuaderno, mirando el pequeño mapa que Alvar había dibujado, indicando dónde encontrar a quien buscaba. Al parecer era un pequeño bar en Baldimore, la capital. Había escuchado hablar del sistema de calefacción que usaba la isla, pero no se esperaba que funcionase tan bien. A ver, seguía haciendo frío, pero nada comparable con lo que uno esperaría de una isla invernal.
Llevaba una camiseta térmica negra, con un forro polar gris oscuro por encima. Esta vez combinó sus botas altas de cuero con dos capas de medias negras y una falda. Para terminar de abrigarse, usaba un abrigo largo color marrón, con la capucha cubriendo su cabeza. Como era de esperar, también llevaba sus guantes, nunca salía sin ellos puestos.
Tras identificar en qué parte de la ciudad se encontraba, camino por las calles buscando el lugar en cuestión. Cuando llegó a su destino se sorprendió un poco. Al pensar en un informante del bajo mundo se imaginó que sería un bar siniestro, en mitad de un callejón oscuro. Pero al contrario, era una buena zona de la ciudad, y no hacía ningún esfuerzo en ocultarse. Supongo que tiene sentido, si intenta ocultarse, esto es lo menos sospechoso. Y si por el contrario ya sabe todo el mundo quien es y lo ignoran, no tendría por qué esconderse.
Decidida, entró al local. Rápidamente notó que estaba bien acondicionado, así que actuó como una cliente normal y colgó su chaquetón en el perchero. Era bastante temprano, así que no habían muchas personas, mas que nada lo que probablemente serían clientes habituales, tomando un café. Ah, y un señor muy borracho, que parecía llevar bebiendo toda la noche—y parte de la mañana. Pues si que es cierto que está abierto las veinticuatro horas…
Su trabajo era encontrar al hombre antes que el Gobierno, y llevarlo a manos de la Marina, donde sería juzgado justamente, y no simplemente asesinado. Y bueno, supongo que también querrían sacarle información sobre los legionarios. Podría justificarme en que solo mato criminales, y cuando es necesario. En que es justo, que no me queda otra opción…
Este hombre se escondía en Karakuri, o al menos eso había encontrado la teniente Alvar. Elyria tendría que buscar a Banks, un informante del bajo mundo que trabajaba con su superior. Si alguien sabía dónde se escondía, ese era Banks. O al menos, eso le habían dicho. No, al final es la misma excusa de mierda que se pone todo el mundo. Esos desgraciados del Gobierno también piensan que sus acciones son justas.
Elyria sacó su cuaderno, mirando el pequeño mapa que Alvar había dibujado, indicando dónde encontrar a quien buscaba. Al parecer era un pequeño bar en Baldimore, la capital. Había escuchado hablar del sistema de calefacción que usaba la isla, pero no se esperaba que funcionase tan bien. A ver, seguía haciendo frío, pero nada comparable con lo que uno esperaría de una isla invernal.
Llevaba una camiseta térmica negra, con un forro polar gris oscuro por encima. Esta vez combinó sus botas altas de cuero con dos capas de medias negras y una falda. Para terminar de abrigarse, usaba un abrigo largo color marrón, con la capucha cubriendo su cabeza. Como era de esperar, también llevaba sus guantes, nunca salía sin ellos puestos.
Tras identificar en qué parte de la ciudad se encontraba, camino por las calles buscando el lugar en cuestión. Cuando llegó a su destino se sorprendió un poco. Al pensar en un informante del bajo mundo se imaginó que sería un bar siniestro, en mitad de un callejón oscuro. Pero al contrario, era una buena zona de la ciudad, y no hacía ningún esfuerzo en ocultarse. Supongo que tiene sentido, si intenta ocultarse, esto es lo menos sospechoso. Y si por el contrario ya sabe todo el mundo quien es y lo ignoran, no tendría por qué esconderse.
Decidida, entró al local. Rápidamente notó que estaba bien acondicionado, así que actuó como una cliente normal y colgó su chaquetón en el perchero. Era bastante temprano, así que no habían muchas personas, mas que nada lo que probablemente serían clientes habituales, tomando un café. Ah, y un señor muy borracho, que parecía llevar bebiendo toda la noche—y parte de la mañana. Pues si que es cierto que está abierto las veinticuatro horas…
Christa
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La mayoría de los piratas que Christa había conocido eran personas repugnantes, egoístas y mentirosas. ¿Cuántas veces no había sido traicionada para luego recibir un “soy pirata, esto es lo que hago” como respuesta? Pocas razones tenía para confiar en esa gente; sin embargo, justo como había aprendido de Tirulak, también había hombres que conformaban la excepción a la regla. El Capitán Duke, ese enorme hombre de dos metros y medio, rizos dorados como el sol y un aura radiante, era distinto a todos los que había conocido. Por los suyos colocaba el pecho al frente y los cuidaba como a una familia. Según el Gobierno Mundial, Duke era un hombre despiadado y frío al que no le temblaba la mano para asesinar a un inocente. La historia detrás de esos treinta millones de berries como recompensa era un misterio para la princesa.
—¿De verdad no quieres que uno de los chicos te acompañe? Prometimos protegerte y…
—Estaré bien —le interrumpió Christa—. Tengo a mis propios chicos cuidándome la espalda.
Había decidido enfrentar al mundo para regresar a su hogar, pero jamás pensó en luchar ella sola. Como los seres humanos eran mentirosos y traicioneros, la princesa prefería confiar su vida y sus sueños a los animales que le acompañaban. Tenía la seguridad de que Isara siempre le estaría protegiendo sin importar que no pudiera entrar a las ciudades. Y también estaban Loki y Kaia, los hermanos leones albinos que había salvado de un circo en English Garden. Loki era una criatura robusta que transmitía nobleza, mientras que su hermana menor era juguetona con la princesa pero una fiera con los desconocidos. Era imposible no sentirse segura en compañía de esos dos.
—Eso es cierto… Nos estaremos quedando en la taberna del puerto. Cuídate y no te metas en problemas.
Respondió con una sonrisa y un gesto de mano, sabiendo que tarde o temprano terminaría en problemas. Era parte de su maldición. Tal vez su rostro se asemejaba demasiado al de su madre, o puede que su actitud no fuera la mejor de todas, pero de una u otra forma siempre despertaba un instinto violento en las personas y terminaba arrastrada a un vórtice de caos del cual era difícil escapar. Tenía la certeza de que, más pronto que tarde, aparecería gente resentida hacia el linaje von Steinhell, personas que buscaban hacer justicia por mano propia, aunque el concepto más adecuado sería el de venganza. Todo el odio que esparció su madre por el mundo, todo el sufrimiento que provocó y la muerte que propagó sin ninguna clase de miramiento, todo eso acabó sobre los hombros de Christa. Claro que no era justo ser el objeto de odio de esas personas, pero la vida nunca había sido justa per se.
Después de pasar un par de horas preguntando disimuladamente sobre el paradero de Chronos decidió hacer un descanso. Ya atraparía al ladrón de Stormrage y luego pasaría a preocuparse por sus ballesta de una mano. Perder sus armas emblemáticas había sido un grave descuido, una negligencia que le terminaría pasando la cuenta, pero se aferraba a la idea de que solucionaría sus problemas. En cualquier caso, tampoco estaba del todo indefensa. Llevaba la daga que había recogido de la bóveda de su madre, así como un montón de diales bastante útiles. Si algún idiota quería pegarse con la princesa, lo terminaría pasando mal.
—¡Estoy segura de que lo vi pasar por ahí! ¡Búsquenlo, no podemos dejar que escape! —escuchó Christa desde un callejón húmedo y cubierto de nieve. Al asomarse, vio que tres hombres con el uniforme de La Legión corrían en dirección al norte.
Jamás habría escuchado los pesados jadeos entre la oscuridad de haber tenido un sentido de la audición ordinario. Christa le dio un sorbo de agua al odre de cuero de vaca y luego, dominada por la curiosidad, se acercó hacia la figura que se ocultaba entre cajas y bolsas de basura. Con el pie corrió el cartón y las botellas para encontrar a un hombre herido que tiritaba por culpa del frío. ¿Acaso el aire acondicionado de la ciudad no era suficiente para él? El desconocido hacía presión sobre una herida que tenía en el costado derecho, y de pronto sus ojos púrpuras se posaron sobre la princesa. Era un hombre de mediana edad, probablemente unos treinta, y tenía el cabello negro azabache y una expresión salvaje grabada en su rostro.
—Me meteré en problemas si te ayudo, pero morir desangrado en un callejón no va para alguien con tu mirada —le dijo Christa, poniéndose de cuclillas. No estaba segura de lo que debía hacer, pero de pronto las palabras de su difunto padre resonaban en su cabeza—. De acuerdo, te ayudaré; sin embargo, no intentes nada raro cuando te hayas sentido mejor.
—Por fin te encontramos sola, Princesa Escarlata —escuchó una voz a su espalda. Al voltearse, se encontró a un cuarentón de aspecto repugnante: era un pirata—. Nos han prometido una generosa cantidad de dinero por llevarte con el jefe, así que ven con nosotros y no te haremos daño.
La princesa se puso de pie y les dirigió una mirada cortante al grupo de piratas.
—Permíteme sacar la basura antes de ayudarte —le dijo al fugitivo—. No sé quién será su jefe, pero no debe ser muy importante si contrató a unos piratas como ustedes.
—¿De verdad no quieres que uno de los chicos te acompañe? Prometimos protegerte y…
—Estaré bien —le interrumpió Christa—. Tengo a mis propios chicos cuidándome la espalda.
Había decidido enfrentar al mundo para regresar a su hogar, pero jamás pensó en luchar ella sola. Como los seres humanos eran mentirosos y traicioneros, la princesa prefería confiar su vida y sus sueños a los animales que le acompañaban. Tenía la seguridad de que Isara siempre le estaría protegiendo sin importar que no pudiera entrar a las ciudades. Y también estaban Loki y Kaia, los hermanos leones albinos que había salvado de un circo en English Garden. Loki era una criatura robusta que transmitía nobleza, mientras que su hermana menor era juguetona con la princesa pero una fiera con los desconocidos. Era imposible no sentirse segura en compañía de esos dos.
—Eso es cierto… Nos estaremos quedando en la taberna del puerto. Cuídate y no te metas en problemas.
Respondió con una sonrisa y un gesto de mano, sabiendo que tarde o temprano terminaría en problemas. Era parte de su maldición. Tal vez su rostro se asemejaba demasiado al de su madre, o puede que su actitud no fuera la mejor de todas, pero de una u otra forma siempre despertaba un instinto violento en las personas y terminaba arrastrada a un vórtice de caos del cual era difícil escapar. Tenía la certeza de que, más pronto que tarde, aparecería gente resentida hacia el linaje von Steinhell, personas que buscaban hacer justicia por mano propia, aunque el concepto más adecuado sería el de venganza. Todo el odio que esparció su madre por el mundo, todo el sufrimiento que provocó y la muerte que propagó sin ninguna clase de miramiento, todo eso acabó sobre los hombros de Christa. Claro que no era justo ser el objeto de odio de esas personas, pero la vida nunca había sido justa per se.
Después de pasar un par de horas preguntando disimuladamente sobre el paradero de Chronos decidió hacer un descanso. Ya atraparía al ladrón de Stormrage y luego pasaría a preocuparse por sus ballesta de una mano. Perder sus armas emblemáticas había sido un grave descuido, una negligencia que le terminaría pasando la cuenta, pero se aferraba a la idea de que solucionaría sus problemas. En cualquier caso, tampoco estaba del todo indefensa. Llevaba la daga que había recogido de la bóveda de su madre, así como un montón de diales bastante útiles. Si algún idiota quería pegarse con la princesa, lo terminaría pasando mal.
—¡Estoy segura de que lo vi pasar por ahí! ¡Búsquenlo, no podemos dejar que escape! —escuchó Christa desde un callejón húmedo y cubierto de nieve. Al asomarse, vio que tres hombres con el uniforme de La Legión corrían en dirección al norte.
Jamás habría escuchado los pesados jadeos entre la oscuridad de haber tenido un sentido de la audición ordinario. Christa le dio un sorbo de agua al odre de cuero de vaca y luego, dominada por la curiosidad, se acercó hacia la figura que se ocultaba entre cajas y bolsas de basura. Con el pie corrió el cartón y las botellas para encontrar a un hombre herido que tiritaba por culpa del frío. ¿Acaso el aire acondicionado de la ciudad no era suficiente para él? El desconocido hacía presión sobre una herida que tenía en el costado derecho, y de pronto sus ojos púrpuras se posaron sobre la princesa. Era un hombre de mediana edad, probablemente unos treinta, y tenía el cabello negro azabache y una expresión salvaje grabada en su rostro.
—Me meteré en problemas si te ayudo, pero morir desangrado en un callejón no va para alguien con tu mirada —le dijo Christa, poniéndose de cuclillas. No estaba segura de lo que debía hacer, pero de pronto las palabras de su difunto padre resonaban en su cabeza—. De acuerdo, te ayudaré; sin embargo, no intentes nada raro cuando te hayas sentido mejor.
—Por fin te encontramos sola, Princesa Escarlata —escuchó una voz a su espalda. Al voltearse, se encontró a un cuarentón de aspecto repugnante: era un pirata—. Nos han prometido una generosa cantidad de dinero por llevarte con el jefe, así que ven con nosotros y no te haremos daño.
La princesa se puso de pie y les dirigió una mirada cortante al grupo de piratas.
—Permíteme sacar la basura antes de ayudarte —le dijo al fugitivo—. No sé quién será su jefe, pero no debe ser muy importante si contrató a unos piratas como ustedes.
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No le dio tiempo ni de llegar a la barra antes de escuchar como una puerta se abría al fondo del local. De esta salió un hombre grande y de tez morena, que intimidaba con su mera presencia.
"Te estaba esperando, pasa."
La mujer alzó una ceja, sorprendida por la situación. Agitó la cabeza y simplemente caminó hacia la puerta; después de todo, la descripción coincidía.
Al ver su expresión, el hombre rió sin moverse de su sitio. "Apuesto a que ni siquiera sospechaste que te estaban siguiendo."
"Eso solo me demuestra lo eficientes que son sus hombres, Banks."
"Uno no sobrevive en este mundo si no busca buenos compañeros, Elyria."
Ella simplemente asintió con la cabeza, siguiéndole dentro, viendo que había que bajar.
"Cierra," pidió Banks con su voz grave, aunque sin agresividad.
Elyria simplemente hizo caso y bajó las escaleras. La mujer se fijó en la habitación. Era más grande de lo que uno pensaría. Había varias mesas y una especie de bar dentro del bar, en el que abundaban vino y cerveza. Al fondo pudo ver dos hombres subidos en una plataforma, vigilando la calle por unas pequeñas rendijas. Bueno, ya se a quienes no quiero como enemigos.
"Siéntate," exigió, señalando una silla en frente de donde se había acomodado el.
"Buen escondite el que tienes montado. Hay que tener valor para montar esto en una calle principal," respondió mientras tomaba asiento.
"El Gobierno es un nido de imbéciles. Nos reímos en su puta cara y ni se dan cuenta."
"Je, me alegra que estemos en el mismo barco."
El hombre asintió, sacando un papel de su bolsillo, desplegándolo en lo que parecía ser un mapa de la ciudad. Lo colocó en la mesa, clavando su mirada en los ojos de la Marine.
"Alvar me dijo que estás buscando a Zero."
"Correcto, y por lo que veo el trabajo ya está hecho." Miró el mapa, viendo unas marcas que rodeaban dos lugares. "Imagino que esta es donde estamos ahora, ¿no?" Preguntó, señalando la marca con el dedo.
"Si. Coge este mapa y sácalo de allí," respondió Banks, sacando una pequeño pin amarillo de su bolsillo. "Ponte esto encima de la ropa, visible."
"¿Identificación?"
"No queremos que piensen que eres una rata del gobierno. Aunque bueno, esos imbeciles no podrían encon—"
De repente fueron interrumpidos por el sonido de una puerta abriéndose bruscamente a su espalda. Se giró y vio a un hombre fortachón, muy agitado.
"¡Banks, Sasha viene corriendo, parece importante!" Gritó.
Todos se pusieron alerta, sacando sus armas y vigilando ambas entradas. Al parecer, la segunda, de la cual había salido este último, era una especie de salida secreta. Nada raro en un escondite.
Un minuto después, llegó el hombre al que estaban esperando. Por cómo respiraba, parecía que se había hecho una buena carrera.
"¡Hemos visto a Zero por el sector cincuenta y tres! Le perseguían esos cerdos de La Legión. Creo que está herido."
¡Zero! Lo han encontrado, mierda, pero sigue vivo, tengo que darme prisa, pensó Elyria, aunque dejó que terminaran la conversación. Era importante.
"¿Dónde ha sido visto por última vez?" Gritó Banks.
"Lo vimos huir en dirección a cincuenta y ocho. Parece que no conoce los pasadizos."
“¡Todos, ya sabéis que hacer! El grupo de Yves está en peligro, no estaría huyendo si no hubiesen encontrado el escondite. No ayudéis a nadie que no sea de su equipo.”
Unos segundos después, tan solo quedaban unos cuantos que se quedaron atrás para no dejar el escondite desprotegido. El resto había salido corriendo tras Sasha, obedeciendo las órdenes sin rechistar.
“Sector cincuenta y ocho, ¿dónde?” Preguntó Elyria apresuradamente, levantándose de la silla.
Hugs, que ya estaba de pié, sacó un lápiz y rodeo dos círculos en el mapa. Escribió el número de ambos sectores, e hizo una cruz en una zona más concreta de uno de ellos. “La cruz es el puesto de vigilancia desde el que vieron a Zero. Te perderías los pasadizos, sal por la salida principal.”
“¡Gracias Banks!” Gritó mientras cogía el mapa. Sin perder más el tiempo, subió las escaleras que daban al bar y corrió hasta la entrada, cogiendo su chaquetón antes de salir.
Mientras corría en dirección al primer sector, Elyria analizaba el mapa. Si estuvieras intentando esconderte, ¿por dónde irías? Pensó fijándose en los posibles caminos que podía haber tomado dada la información que le habían dado. Joder… no conozco la ciudad, no tengo ni idea. Tendré que improvisar cuando llegue, debería ser más rápida que ellos.
Acercándose a la zona, escuchó los gritos de lo que supuso que serían los perseguidores. Parece que lo han perdido. Aunque gracias por la información, capullos. Al mirar el mapa de nuevo, se fijó en un callejón en dirección al origen de los gritos, el cual parecía un buen lugar para esconderse. Conecta con el sector a donde se dirigía, pero es demasiado obvio… En fin, hay que empezar por algún lado.
Cuando entró en el callejón, dejó de correr. Esta vez tenía que fijarse más por si lo encontraba escondiéndose. O peor, muerto… Al avanzar, vio a una mujer de pelo blanco asomándose por el otro lado del callejón. Seguramente también escuchó a los legionarios. ¿Será una de las que logró escapar del ataque al otro escondite?
Lo que no se esperaba fue cuando un grupo de unos cuatro hombres salió de un segundo callejón que conectaba con este. Se acercaron a la peliblanca por su espalda, lo cual alertó a Elyria, que aceleró en su dirección. ¿Acaban de llamarla Princesa Escarlata? Pensó, aunque paso de ello por el momento, tenía otras prioridades. Uno de ellos la vio venir, girándose y colocando la mano en la empuñadura de su espada.
“¿Quién coño eres? Aquí no hay nada que ver, vete corriendo o muere,” exigió, sacando la espada y apuntando hacia ella con la punta.
Elyria no pudo evitar fijarse en un hombre tirado en el suelo al lado de la mujer. No parecía estar en buen estado. ¡Tiene que ser el! Pensó, corriendo en su dirección. “¡Quita coño!” Gritó empujando a un lado al que le estaba amenazando, que se quedó bloqueado al ver cómo le ignoraba de aquella manera. Corrió entre los otros tres y se agachó enfrente del herido.
“¿Zero?” Preguntó, manteniéndose alerta por la situación a su alrededor. Al ver cómo tiritaba, lo primero que hizo fue quitarse el chaquetón, poniéndoselo por encima. “¿Cuánta sangre has perdido?”
"Te estaba esperando, pasa."
La mujer alzó una ceja, sorprendida por la situación. Agitó la cabeza y simplemente caminó hacia la puerta; después de todo, la descripción coincidía.
Al ver su expresión, el hombre rió sin moverse de su sitio. "Apuesto a que ni siquiera sospechaste que te estaban siguiendo."
"Eso solo me demuestra lo eficientes que son sus hombres, Banks."
"Uno no sobrevive en este mundo si no busca buenos compañeros, Elyria."
Ella simplemente asintió con la cabeza, siguiéndole dentro, viendo que había que bajar.
"Cierra," pidió Banks con su voz grave, aunque sin agresividad.
Elyria simplemente hizo caso y bajó las escaleras. La mujer se fijó en la habitación. Era más grande de lo que uno pensaría. Había varias mesas y una especie de bar dentro del bar, en el que abundaban vino y cerveza. Al fondo pudo ver dos hombres subidos en una plataforma, vigilando la calle por unas pequeñas rendijas. Bueno, ya se a quienes no quiero como enemigos.
"Siéntate," exigió, señalando una silla en frente de donde se había acomodado el.
"Buen escondite el que tienes montado. Hay que tener valor para montar esto en una calle principal," respondió mientras tomaba asiento.
"El Gobierno es un nido de imbéciles. Nos reímos en su puta cara y ni se dan cuenta."
"Je, me alegra que estemos en el mismo barco."
El hombre asintió, sacando un papel de su bolsillo, desplegándolo en lo que parecía ser un mapa de la ciudad. Lo colocó en la mesa, clavando su mirada en los ojos de la Marine.
"Alvar me dijo que estás buscando a Zero."
"Correcto, y por lo que veo el trabajo ya está hecho." Miró el mapa, viendo unas marcas que rodeaban dos lugares. "Imagino que esta es donde estamos ahora, ¿no?" Preguntó, señalando la marca con el dedo.
"Si. Coge este mapa y sácalo de allí," respondió Banks, sacando una pequeño pin amarillo de su bolsillo. "Ponte esto encima de la ropa, visible."
"¿Identificación?"
"No queremos que piensen que eres una rata del gobierno. Aunque bueno, esos imbeciles no podrían encon—"
De repente fueron interrumpidos por el sonido de una puerta abriéndose bruscamente a su espalda. Se giró y vio a un hombre fortachón, muy agitado.
"¡Banks, Sasha viene corriendo, parece importante!" Gritó.
Todos se pusieron alerta, sacando sus armas y vigilando ambas entradas. Al parecer, la segunda, de la cual había salido este último, era una especie de salida secreta. Nada raro en un escondite.
Un minuto después, llegó el hombre al que estaban esperando. Por cómo respiraba, parecía que se había hecho una buena carrera.
"¡Hemos visto a Zero por el sector cincuenta y tres! Le perseguían esos cerdos de La Legión. Creo que está herido."
¡Zero! Lo han encontrado, mierda, pero sigue vivo, tengo que darme prisa, pensó Elyria, aunque dejó que terminaran la conversación. Era importante.
"¿Dónde ha sido visto por última vez?" Gritó Banks.
"Lo vimos huir en dirección a cincuenta y ocho. Parece que no conoce los pasadizos."
“¡Todos, ya sabéis que hacer! El grupo de Yves está en peligro, no estaría huyendo si no hubiesen encontrado el escondite. No ayudéis a nadie que no sea de su equipo.”
Unos segundos después, tan solo quedaban unos cuantos que se quedaron atrás para no dejar el escondite desprotegido. El resto había salido corriendo tras Sasha, obedeciendo las órdenes sin rechistar.
“Sector cincuenta y ocho, ¿dónde?” Preguntó Elyria apresuradamente, levantándose de la silla.
Hugs, que ya estaba de pié, sacó un lápiz y rodeo dos círculos en el mapa. Escribió el número de ambos sectores, e hizo una cruz en una zona más concreta de uno de ellos. “La cruz es el puesto de vigilancia desde el que vieron a Zero. Te perderías los pasadizos, sal por la salida principal.”
“¡Gracias Banks!” Gritó mientras cogía el mapa. Sin perder más el tiempo, subió las escaleras que daban al bar y corrió hasta la entrada, cogiendo su chaquetón antes de salir.
Mientras corría en dirección al primer sector, Elyria analizaba el mapa. Si estuvieras intentando esconderte, ¿por dónde irías? Pensó fijándose en los posibles caminos que podía haber tomado dada la información que le habían dado. Joder… no conozco la ciudad, no tengo ni idea. Tendré que improvisar cuando llegue, debería ser más rápida que ellos.
Acercándose a la zona, escuchó los gritos de lo que supuso que serían los perseguidores. Parece que lo han perdido. Aunque gracias por la información, capullos. Al mirar el mapa de nuevo, se fijó en un callejón en dirección al origen de los gritos, el cual parecía un buen lugar para esconderse. Conecta con el sector a donde se dirigía, pero es demasiado obvio… En fin, hay que empezar por algún lado.
Cuando entró en el callejón, dejó de correr. Esta vez tenía que fijarse más por si lo encontraba escondiéndose. O peor, muerto… Al avanzar, vio a una mujer de pelo blanco asomándose por el otro lado del callejón. Seguramente también escuchó a los legionarios. ¿Será una de las que logró escapar del ataque al otro escondite?
Lo que no se esperaba fue cuando un grupo de unos cuatro hombres salió de un segundo callejón que conectaba con este. Se acercaron a la peliblanca por su espalda, lo cual alertó a Elyria, que aceleró en su dirección. ¿Acaban de llamarla Princesa Escarlata? Pensó, aunque paso de ello por el momento, tenía otras prioridades. Uno de ellos la vio venir, girándose y colocando la mano en la empuñadura de su espada.
“¿Quién coño eres? Aquí no hay nada que ver, vete corriendo o muere,” exigió, sacando la espada y apuntando hacia ella con la punta.
Elyria no pudo evitar fijarse en un hombre tirado en el suelo al lado de la mujer. No parecía estar en buen estado. ¡Tiene que ser el! Pensó, corriendo en su dirección. “¡Quita coño!” Gritó empujando a un lado al que le estaba amenazando, que se quedó bloqueado al ver cómo le ignoraba de aquella manera. Corrió entre los otros tres y se agachó enfrente del herido.
“¿Zero?” Preguntó, manteniéndose alerta por la situación a su alrededor. Al ver cómo tiritaba, lo primero que hizo fue quitarse el chaquetón, poniéndoselo por encima. “¿Cuánta sangre has perdido?”
Christa
Fama
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fuerza
Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Saberes
Akuma no mi
Varios
La princesa no se detenía a pensar en cada paso que daría para derrotar a un oponente, su estilo no era formar estrategias enrevesadas ni buscaba adelantarse tres o cuatro pasos. En vez de premeditar cada movimiento, simplemente avanzaba hacia delante confiando en su instinto. Tenía una conexión especial tanto con los animales como con la naturaleza en general que le hacía ser un tanto más bestia que un humano cualquiera.
Y en ese momento había cuatro pequeñas presas que asustar.
Introdujo la mano dentro de la capa mágica y sacó un arco de madera sin ningún diseño en especial. Cargó una flecha mientras Loki, el enorme león albino, avanzaba para cubrir la vanguardia. Su porte hizo que los piratas dieran un paso hacia atrás, e intercambiaron miradas nerviosas cuando vieron que una leona albina protegía el flanco izquierdo de la princesa. Aun así, una desconocida de aspecto llamativo y cabello blanco atravesó el futuro campo de combate como si fuera el comedor de su casa. Los piratas intentaron detenerla, pero la chica ni siquiera les prestó atención. ¿Acaso era tonta? La reacción normal de un ser humano cuando ve a un león enseñando los colmillos es correr. Si fueran bestias salvajes, ahora mismo la pobre estaría en una de sus fauces.
Lo que sucedió a continuación dejó más confundida a Christa. ¿La mujer era una conocida del fugitivo? No, jamás le habría preguntado el nombre con tanta duda en la voz de ser así. La princesa tenía el presentimiento de que se metería en graves problemas como siguiera involucrándose en asuntos de otra gente, pero de momento se ocuparía de los propios. Tenía que encargarse de cuatro piratas y luego decidir si la desconocida era un enemigo más.
—No tengo idea de quién eres, pero te pido por favor que te quedes quieta mientras me encargo de este problema —le dijo a la chica sin dirigirle la mirada—. Quiero ayudar a ese hombre, así que, si estás con los que lo buscan, tendrás que enfrentarte a mí. Kaia, vigila que no le haga nada —le ordenó a la leona, quien rugió y retrocedió luego penetrar con la mirada a la desconocida—. Hablaremos cuando me haya ocupado de los piratas, ¿de acuerdo?
A pesar de que Christa era una chica desconfiada, tampoco tenía razones para ser grosera con la mujer que acababa de llegar. Le daría el beneficio de la duda por haberle preguntado al hombre herido cuánta sangre había perdido a modo de preocupación. Por otra parte, si se quedaba quieta como le había dicho que lo hiciera, podría protegerle mejor al tener que preocuparse solo de sí misma. Había demostrado ser una imprudente cuando empujó al pirata y atravesó el callejón, así que no quería problemas adicionales.
—¡No sé qué tanto balbucean ustedes dos, pero la princesa vendrá con nosotros! —gruñó el pirata que había sido empujado—. ¡Chicos, capturen al león!
Los piratas se movieron al unísono y convenientemente uno de ellos sacó una red de captura. Sus movimientos eran coordinados y parecían saber lo que hacían, pero la verdadera pregunta era por qué no se habían preocupado primero de la arquera en un callejón con pocas probabilidades de errar un tiro. Christa tensó la cuerda del arco y, justo después de calcular la trayectoria del hombre de la red, disparó. La flecha silbó durante menos de un segundo y perforó el hombro del pirata, quien soltó un rugido pero continuó avanzando. La princesa se preparaba para un segundo disparo cuando Loki entró en acción, buscando defenderse de los idiotas que intentaban frenarle. Christa disparó, pero el pirata con la espada consiguió desviar el proyectil para después dirigir una mirada burlona.
—Deberías haber guardado más la distancia, niña —sugirió el pirata.
El espadachín dejó caer su espada bastarda sobre Christa, quien consiguió echarse hacia atrás y esquivar el ataque por unos pocos centímetros. En vez de contraatacar de inmediato, miró a su oponente como esperando su siguiente movimiento. Era un combate lento en donde el frenesí todavía no tenía lugar. Incluso Loki se estaba tomando las cosas con calma cuando perfectamente podría haber arremetido contra los pobres humanos. ¿La razón detrás de la actitud pasiva de la princesa y su mascota? Estaba buscando la forma de detener a los piratas sin matarlos. Sabía que a futuro serían una molestia, pero no iba a mancharse las manos con sangre por unas almas tan miserables.
De pronto, la princesa dejó caer el arco.
—Ya veo, así es como quieres hacer las cosas —dijo mientras sacaba un objeto de su capa mágica—. Resolvamos esto en un combate cuerpo a cuerpo para que veas que no solo sé disparar.
El pirata sonrió confiado y, después de unos segundos de mirarse mutuamente, decidió atacar. No lo hizo como un novato, sino como un espadachín experimentado. No rompió su postura y corrió como un tonto. El hombre avanzó paso a paso, manteniendo una estabilidad impecable. Una vez más realizó un rápido corte descendente que silbó en el viento y Christa lo esquivó con facilidad; sin embargo, el espadachín hizo un giro de muñeca y la espada comenzó a subir. Era un corte perfecto y mortal, un movimiento impredecible. Un sonido metálico recorrió el callejón cuando el arma impactó y Christa dibujó una sonrisa en su rostro al mismo tiempo que presionaba el botón del objeto. La concha que sostenía en la mano exhaló una nube negra que se transformó en una cuerda de hierro que se enroscó alrededor del pirata.
—¡Pero si mi técnica te golpeó! ¡¿Por qué estás…?!
La chica abrió la capa con un movimiento de brazo para dejar ver una llamativa armadura de placas rojas que protegía todo su cuerpo. Había heredado la Armadura de Raikiri de su madre y le había sacado de aprietos en más de una ocasión.
—No me gusta el Gobierno, pero dejaré que los legionarios se encarguen de ustedes —le dijo al pirata luego de ver que Loki se había encargado de los otros tres hombres—. Y ahora… —Christa se volteó hacia la chica—. ¿Me puedes decir quién eres y de qué conoces a este hombre?
Y en ese momento había cuatro pequeñas presas que asustar.
Introdujo la mano dentro de la capa mágica y sacó un arco de madera sin ningún diseño en especial. Cargó una flecha mientras Loki, el enorme león albino, avanzaba para cubrir la vanguardia. Su porte hizo que los piratas dieran un paso hacia atrás, e intercambiaron miradas nerviosas cuando vieron que una leona albina protegía el flanco izquierdo de la princesa. Aun así, una desconocida de aspecto llamativo y cabello blanco atravesó el futuro campo de combate como si fuera el comedor de su casa. Los piratas intentaron detenerla, pero la chica ni siquiera les prestó atención. ¿Acaso era tonta? La reacción normal de un ser humano cuando ve a un león enseñando los colmillos es correr. Si fueran bestias salvajes, ahora mismo la pobre estaría en una de sus fauces.
Lo que sucedió a continuación dejó más confundida a Christa. ¿La mujer era una conocida del fugitivo? No, jamás le habría preguntado el nombre con tanta duda en la voz de ser así. La princesa tenía el presentimiento de que se metería en graves problemas como siguiera involucrándose en asuntos de otra gente, pero de momento se ocuparía de los propios. Tenía que encargarse de cuatro piratas y luego decidir si la desconocida era un enemigo más.
—No tengo idea de quién eres, pero te pido por favor que te quedes quieta mientras me encargo de este problema —le dijo a la chica sin dirigirle la mirada—. Quiero ayudar a ese hombre, así que, si estás con los que lo buscan, tendrás que enfrentarte a mí. Kaia, vigila que no le haga nada —le ordenó a la leona, quien rugió y retrocedió luego penetrar con la mirada a la desconocida—. Hablaremos cuando me haya ocupado de los piratas, ¿de acuerdo?
A pesar de que Christa era una chica desconfiada, tampoco tenía razones para ser grosera con la mujer que acababa de llegar. Le daría el beneficio de la duda por haberle preguntado al hombre herido cuánta sangre había perdido a modo de preocupación. Por otra parte, si se quedaba quieta como le había dicho que lo hiciera, podría protegerle mejor al tener que preocuparse solo de sí misma. Había demostrado ser una imprudente cuando empujó al pirata y atravesó el callejón, así que no quería problemas adicionales.
—¡No sé qué tanto balbucean ustedes dos, pero la princesa vendrá con nosotros! —gruñó el pirata que había sido empujado—. ¡Chicos, capturen al león!
Los piratas se movieron al unísono y convenientemente uno de ellos sacó una red de captura. Sus movimientos eran coordinados y parecían saber lo que hacían, pero la verdadera pregunta era por qué no se habían preocupado primero de la arquera en un callejón con pocas probabilidades de errar un tiro. Christa tensó la cuerda del arco y, justo después de calcular la trayectoria del hombre de la red, disparó. La flecha silbó durante menos de un segundo y perforó el hombro del pirata, quien soltó un rugido pero continuó avanzando. La princesa se preparaba para un segundo disparo cuando Loki entró en acción, buscando defenderse de los idiotas que intentaban frenarle. Christa disparó, pero el pirata con la espada consiguió desviar el proyectil para después dirigir una mirada burlona.
—Deberías haber guardado más la distancia, niña —sugirió el pirata.
El espadachín dejó caer su espada bastarda sobre Christa, quien consiguió echarse hacia atrás y esquivar el ataque por unos pocos centímetros. En vez de contraatacar de inmediato, miró a su oponente como esperando su siguiente movimiento. Era un combate lento en donde el frenesí todavía no tenía lugar. Incluso Loki se estaba tomando las cosas con calma cuando perfectamente podría haber arremetido contra los pobres humanos. ¿La razón detrás de la actitud pasiva de la princesa y su mascota? Estaba buscando la forma de detener a los piratas sin matarlos. Sabía que a futuro serían una molestia, pero no iba a mancharse las manos con sangre por unas almas tan miserables.
De pronto, la princesa dejó caer el arco.
—Ya veo, así es como quieres hacer las cosas —dijo mientras sacaba un objeto de su capa mágica—. Resolvamos esto en un combate cuerpo a cuerpo para que veas que no solo sé disparar.
El pirata sonrió confiado y, después de unos segundos de mirarse mutuamente, decidió atacar. No lo hizo como un novato, sino como un espadachín experimentado. No rompió su postura y corrió como un tonto. El hombre avanzó paso a paso, manteniendo una estabilidad impecable. Una vez más realizó un rápido corte descendente que silbó en el viento y Christa lo esquivó con facilidad; sin embargo, el espadachín hizo un giro de muñeca y la espada comenzó a subir. Era un corte perfecto y mortal, un movimiento impredecible. Un sonido metálico recorrió el callejón cuando el arma impactó y Christa dibujó una sonrisa en su rostro al mismo tiempo que presionaba el botón del objeto. La concha que sostenía en la mano exhaló una nube negra que se transformó en una cuerda de hierro que se enroscó alrededor del pirata.
—¡Pero si mi técnica te golpeó! ¡¿Por qué estás…?!
La chica abrió la capa con un movimiento de brazo para dejar ver una llamativa armadura de placas rojas que protegía todo su cuerpo. Había heredado la Armadura de Raikiri de su madre y le había sacado de aprietos en más de una ocasión.
—No me gusta el Gobierno, pero dejaré que los legionarios se encarguen de ustedes —le dijo al pirata luego de ver que Loki se había encargado de los otros tres hombres—. Y ahora… —Christa se volteó hacia la chica—. ¿Me puedes decir quién eres y de qué conoces a este hombre?
Elyria Priscraft
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Elyria colocó los dedos en el cuello del hombre, comprobando su pulso y temperatura. Menos mal… debería sobrevivir, pensó, suspirando aliviada. Obviamente sabía que no estaba muerto, pero quería comprobar lo cerca que se encontraba de cambiar eso.
Escuchó a la mujer, viendo como se acercaba el león. Se asustó por unos instantes, aunque no mostró ese sentimiento. Aún así volvió a tranquilizarse, rápidamente, las órdenes que le dieron y la forma en la que se le acercó no le indicaba que fuese un peligro. No aún, por lo menos… dudo que acabase bien para mi si decide atacar.
“Me parece bien, pero no voy a dejar que este hombre se siga desangrando,” respondió en un tono claro. No era necesario sacar su tono de autoridad, no en este momento. “Dile a tu querida mascota que me deje trabajar, lo haré de forma que quede claro que no estoy haciendo nada raro,” añadió, levantando con cuidado al hombre para ponerle bien el chaquetón. Simplemente ponérselo encima no haría mucho, y ahora que había comprobado que no estaba en estado crítico podía moverlo un poco.
“Y me harías un favor si no dejas que esas ratas se acerquen a mí, necesito unos minutos, no soy médico.” No sabía bien por qué estaba confiando de aquella manera en la desconocida. Pero esa determinación, ese tono de voz, y por supuesto, esos leones que la acompañaban… Entraría a ayudar si fuese necesario, pero sospechaba que la muchacha sabía defenderse por sí misma. Y la llamaron Princesa Escarlata. Si ha sobrevivido tantos años no puede ser una debilucha. A este mundo de mierda le encanta juzgar a la gente por crímenes de otros.
Manteniéndose alerta y observando la situación de reojo, volvió a atender al herido. Sus conocimientos médicos eran los básicos que todos aprenden de primeros auxilios, así que no estaba muy segura de que hacer en esta situación. No tenía nada con lo que limpiar la herida, pero al menos tenía que parar la pérdida de sangre. No era factible que pudiese mantener la presión el mismo todo el rato cuando les tocase salir de ahí.
Se quitó el forro polar, quedando ella solo con la térmica. Menos mal que soy buena con el frío, porque joder… Acto seguido apartó la mano del hombre, que había permanecido callado todo este tiempo. En su lugar, colocó la prenda de ropa, y rodeó su cuerpo con las mangas. Luego hizo un nudo, apretando para mantener una presión constante en la herida. Al terminar, cerró el chaquetón, poniendo la capucha por encima de la cabeza para que se mantuviese lo más caliente posible en ese clima.
“¿Q-quién eres…?” musitó Zero en un débil hilo de voz.
“Parece que puedes hablar, bien.”
“¿Eres de la Legión, viniste a por mí no?”
“Te acabo de salvar el culo, no me compares con esos hijos de puta,” respondió Elyria, resoplando. Iba a seguir hablando cuando vio terminar a la peliblanca. Había estado siguiendo la pelea con el rabillo del ojo, y aún si se esperaba que fuese fuerte, le había sorprendido.
“No cualquiera puede pelear de forma que parezca que está jugando con la comida,” le dijo girándose a mirarla. “No tenían nada que hacer desde el principio, podrías haber acabado con ellos en un momento, mis respetos.” Al clavar la mirada en sus ojos, como hacía habitualmente en esas situaciones, tragó saliva. Esa mirada estaba a otro nivel. Normalmente era ella la que usaba su mirada penetrante de autoridad para tomar el control de las situaciones. Pero en comparación con la chica, sus ojos parecían los de un perrito hambriento pidiendo comida. Aún así no apartó la mirada, ella también tenía su orgullo.
“Lo conozco lo mismo que tú, Christa,” respondió calmadamente. Elyria era una desconocida para la chica, pero no podía decirse lo mismo sobre ella. Todo indicaba que era Christa Von Steinhell. El cómo se dirigieron a ella como Princesa Escarlata, la Armadura de Raikiri, su cabello y sus ojos… Cualquiera que hubiese leído un poco sobre la historia de las últimas décadas podría reconocerla con todas estas indicaciones.
“Pero tranquila, ya es obvio llegados a este punto, pero he venido a sacar a este pobre hombre de la isla. Mi nombre es Elyria, pero usa Ely, es más corto.”
“S-sacarme de la isla, ¿por qué harías eso?” Preguntó el hombre, confundido.
“Definitivamente has perdido mucha sangre. ¿Ni después de esto ves que no estás seguro aquí?”
“N-no decía eso. No te conozco, no entiendo por qué querrías ayudarme…”
“No todo el mundo está tan podrido como esos legionarios, Zero,” respondió, cargando al hombre en su espalda. “Agárrate, tenemos que sacarte de aquí, iremos más rápido si no tenemos que bajar a tu ritmo. Hay que limpiar esas heridas cuanto antes, y no va a ser fácil con tanto Legionario por las calles buscándote.”
Luego volvió a mirar a Christa, mirándola de arriba a abajo y suspirando. “Y tú, eres una mujer buscada, ¿qué coño haces paseándote por una isla del Gobierno Mundial? Al menos intenta disimular un poco.”
Tras terminar de hablar, sacó el mapa que le había dado Banks, desdoblándolo para ver si encontraban por donde salir de allí. "¿Conoces al menos la ciudad?, algo que pueda ser de ayuda para que podamos llevar a este hombre a un lugar más seguro." Estaba asumiendo que trabajaría con ella, pero ya había dicho que quería ayudar al hombre, así que no quería ser irrespetuosa hablando de hacer las cosas ella sola.
Escuchó a la mujer, viendo como se acercaba el león. Se asustó por unos instantes, aunque no mostró ese sentimiento. Aún así volvió a tranquilizarse, rápidamente, las órdenes que le dieron y la forma en la que se le acercó no le indicaba que fuese un peligro. No aún, por lo menos… dudo que acabase bien para mi si decide atacar.
“Me parece bien, pero no voy a dejar que este hombre se siga desangrando,” respondió en un tono claro. No era necesario sacar su tono de autoridad, no en este momento. “Dile a tu querida mascota que me deje trabajar, lo haré de forma que quede claro que no estoy haciendo nada raro,” añadió, levantando con cuidado al hombre para ponerle bien el chaquetón. Simplemente ponérselo encima no haría mucho, y ahora que había comprobado que no estaba en estado crítico podía moverlo un poco.
“Y me harías un favor si no dejas que esas ratas se acerquen a mí, necesito unos minutos, no soy médico.” No sabía bien por qué estaba confiando de aquella manera en la desconocida. Pero esa determinación, ese tono de voz, y por supuesto, esos leones que la acompañaban… Entraría a ayudar si fuese necesario, pero sospechaba que la muchacha sabía defenderse por sí misma. Y la llamaron Princesa Escarlata. Si ha sobrevivido tantos años no puede ser una debilucha. A este mundo de mierda le encanta juzgar a la gente por crímenes de otros.
Manteniéndose alerta y observando la situación de reojo, volvió a atender al herido. Sus conocimientos médicos eran los básicos que todos aprenden de primeros auxilios, así que no estaba muy segura de que hacer en esta situación. No tenía nada con lo que limpiar la herida, pero al menos tenía que parar la pérdida de sangre. No era factible que pudiese mantener la presión el mismo todo el rato cuando les tocase salir de ahí.
Se quitó el forro polar, quedando ella solo con la térmica. Menos mal que soy buena con el frío, porque joder… Acto seguido apartó la mano del hombre, que había permanecido callado todo este tiempo. En su lugar, colocó la prenda de ropa, y rodeó su cuerpo con las mangas. Luego hizo un nudo, apretando para mantener una presión constante en la herida. Al terminar, cerró el chaquetón, poniendo la capucha por encima de la cabeza para que se mantuviese lo más caliente posible en ese clima.
“¿Q-quién eres…?” musitó Zero en un débil hilo de voz.
“Parece que puedes hablar, bien.”
“¿Eres de la Legión, viniste a por mí no?”
“Te acabo de salvar el culo, no me compares con esos hijos de puta,” respondió Elyria, resoplando. Iba a seguir hablando cuando vio terminar a la peliblanca. Había estado siguiendo la pelea con el rabillo del ojo, y aún si se esperaba que fuese fuerte, le había sorprendido.
“No cualquiera puede pelear de forma que parezca que está jugando con la comida,” le dijo girándose a mirarla. “No tenían nada que hacer desde el principio, podrías haber acabado con ellos en un momento, mis respetos.” Al clavar la mirada en sus ojos, como hacía habitualmente en esas situaciones, tragó saliva. Esa mirada estaba a otro nivel. Normalmente era ella la que usaba su mirada penetrante de autoridad para tomar el control de las situaciones. Pero en comparación con la chica, sus ojos parecían los de un perrito hambriento pidiendo comida. Aún así no apartó la mirada, ella también tenía su orgullo.
“Lo conozco lo mismo que tú, Christa,” respondió calmadamente. Elyria era una desconocida para la chica, pero no podía decirse lo mismo sobre ella. Todo indicaba que era Christa Von Steinhell. El cómo se dirigieron a ella como Princesa Escarlata, la Armadura de Raikiri, su cabello y sus ojos… Cualquiera que hubiese leído un poco sobre la historia de las últimas décadas podría reconocerla con todas estas indicaciones.
“Pero tranquila, ya es obvio llegados a este punto, pero he venido a sacar a este pobre hombre de la isla. Mi nombre es Elyria, pero usa Ely, es más corto.”
“S-sacarme de la isla, ¿por qué harías eso?” Preguntó el hombre, confundido.
“Definitivamente has perdido mucha sangre. ¿Ni después de esto ves que no estás seguro aquí?”
“N-no decía eso. No te conozco, no entiendo por qué querrías ayudarme…”
“No todo el mundo está tan podrido como esos legionarios, Zero,” respondió, cargando al hombre en su espalda. “Agárrate, tenemos que sacarte de aquí, iremos más rápido si no tenemos que bajar a tu ritmo. Hay que limpiar esas heridas cuanto antes, y no va a ser fácil con tanto Legionario por las calles buscándote.”
Luego volvió a mirar a Christa, mirándola de arriba a abajo y suspirando. “Y tú, eres una mujer buscada, ¿qué coño haces paseándote por una isla del Gobierno Mundial? Al menos intenta disimular un poco.”
Tras terminar de hablar, sacó el mapa que le había dado Banks, desdoblándolo para ver si encontraban por donde salir de allí. "¿Conoces al menos la ciudad?, algo que pueda ser de ayuda para que podamos llevar a este hombre a un lugar más seguro." Estaba asumiendo que trabajaría con ella, pero ya había dicho que quería ayudar al hombre, así que no quería ser irrespetuosa hablando de hacer las cosas ella sola.
Christa
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El combate había acabado con el espadachín capturado y los tres piratas restantes desmayados. Loki solo los había golpeado con sus tremendas y pesadas zarpas, pero jamás usó sus poderosos colmillos para suprimirlos. Si la princesa hubiera ido a matar, la batalla habría terminado en cuestión de segundos; sin embargo, si hubiera sido gente medianamente preparada e inteligente, las cosas habrían sido un tanto distintas. De vez en cuando, era emboscada por mercenarios o criminales que sabían lo que hacían, gente que había estudiado previamente el estilo de la princesa para contrarrestar sus fortalezas y explotar sus debilidades.
Escuchó la conversación entre la desconocida y Zero, el hombre moribundo. La princesa se dio cuenta de que la mujer no pertenecía a La Legión, de hecho, fue bastante grosera al referirse a los mercenarios del Gobierno Mundial. La chica se giró y, sorprendentemente, soportó la intimidante mirada de Christa, quien estaba acostumbrada a que las personas mirasen al suelo cuando ella las penetraba con la vista.
—Parece que me conoces, aunque no debería sorprenderme —respondió—. Si estos piratas me hubieran tomado en serio desde un principio, las cosas habrían sido más difíciles para mí. La fuerza sin inteligencia solo sirve para romper piedras, ¿no crees?
Prestó atención a las palabras de la chica y descubrió que tampoco conocía a Zero, así que no pudo evitar preguntarse por qué estaba tan ensimismada en involucrarse. Elyria estaba allí para sacar al fugitivo de la isla, pero tal vez lo más importante era su disposición para joder a los perros de La Legión. Christa dibujó una sonrisa en su rostro y se alegró de no haber atacado a la chica nada más acercarse a Zero; había tomado una buena decisión. Si su padre estuviera con vida, ¿estaría orgulloso de su hija? Solía hacerse esa pregunta cuando tomaba decisiones importantes, y permitir que alguien siguiera o no con vida era, desde luego, algo relevante.
—Puedo ayudarte a sacarle de la isla, pero primero quiero saber a dónde lo llevarás y por qué te estás involucrando tanto en esto. Además, antes de hacer cualquier cosa, debemos encontrar a un médico y que trate sus heridas como corresponde —dijo la princesa, acomodándose la capucha para ocultar su rostro—. Y no te preocupes por mí, estaré bien mientras no haya una recompensa oficial por mi cabeza.
El Gobierno Mundial sabía que la hija de la infame Reina Bruja estaba con vida, pero como de momento no suponía ningún peligro tampoco habían dedicado demasiados recursos en capturarle y sentenciarle a muerte. El mundo entero era un maldito infierno entre tantas facciones involucradas en los juegos de poder como para perseguir incansablemente a la hija de la difunta Yonkou Katharina von Steinhell, el mundo era un cúmulo de caos que mantenía controlada las acciones del Gobierno. No obstante, era inteligente asumir que la condición de clandestinidad de Christa tenía sus días contados. El haber escapado de English Garden tras realizar un golpe de estado era un mensaje tanto para sus enemigos como para sus simpatizantes: la sangre de los von Steinhell había regresado. Hasta ahora había sido difícil sobrevivir, pero una vez mostrase su rostro al mundo comenzaría el juego de verdad. Y una parte de ella le decía que era pésima idea involucrarse con un hombre buscado por La Legión, pero la otra le impedía dejar que muriese allí solo en un callejón.
—Lo siento, pero soy nueva en la ciudad y tampoco pienso quedarme demasiado tiempo aquí, así que tocará improvisar mientras evitamos a los hombres de La Legión. —Christa miró a sus leones albinos y sonrió nerviosa—. Creo que será un poco difícil pasar desapercibidos… Como sea, hemos estado demasiado tiempo en este callejón. Dejemos que la vida se ocupe de estos piratas mientras llevamos a Zero a un lugar seguro.
Si en ese momento la princesa hubiera sabido que esa decisión habría sido el gatillante de una sucesión de eventos catastróficos, habría dado un pie al lado y dejado que Elyria se ocupase de Zero.
Escuchó la conversación entre la desconocida y Zero, el hombre moribundo. La princesa se dio cuenta de que la mujer no pertenecía a La Legión, de hecho, fue bastante grosera al referirse a los mercenarios del Gobierno Mundial. La chica se giró y, sorprendentemente, soportó la intimidante mirada de Christa, quien estaba acostumbrada a que las personas mirasen al suelo cuando ella las penetraba con la vista.
—Parece que me conoces, aunque no debería sorprenderme —respondió—. Si estos piratas me hubieran tomado en serio desde un principio, las cosas habrían sido más difíciles para mí. La fuerza sin inteligencia solo sirve para romper piedras, ¿no crees?
Prestó atención a las palabras de la chica y descubrió que tampoco conocía a Zero, así que no pudo evitar preguntarse por qué estaba tan ensimismada en involucrarse. Elyria estaba allí para sacar al fugitivo de la isla, pero tal vez lo más importante era su disposición para joder a los perros de La Legión. Christa dibujó una sonrisa en su rostro y se alegró de no haber atacado a la chica nada más acercarse a Zero; había tomado una buena decisión. Si su padre estuviera con vida, ¿estaría orgulloso de su hija? Solía hacerse esa pregunta cuando tomaba decisiones importantes, y permitir que alguien siguiera o no con vida era, desde luego, algo relevante.
—Puedo ayudarte a sacarle de la isla, pero primero quiero saber a dónde lo llevarás y por qué te estás involucrando tanto en esto. Además, antes de hacer cualquier cosa, debemos encontrar a un médico y que trate sus heridas como corresponde —dijo la princesa, acomodándose la capucha para ocultar su rostro—. Y no te preocupes por mí, estaré bien mientras no haya una recompensa oficial por mi cabeza.
El Gobierno Mundial sabía que la hija de la infame Reina Bruja estaba con vida, pero como de momento no suponía ningún peligro tampoco habían dedicado demasiados recursos en capturarle y sentenciarle a muerte. El mundo entero era un maldito infierno entre tantas facciones involucradas en los juegos de poder como para perseguir incansablemente a la hija de la difunta Yonkou Katharina von Steinhell, el mundo era un cúmulo de caos que mantenía controlada las acciones del Gobierno. No obstante, era inteligente asumir que la condición de clandestinidad de Christa tenía sus días contados. El haber escapado de English Garden tras realizar un golpe de estado era un mensaje tanto para sus enemigos como para sus simpatizantes: la sangre de los von Steinhell había regresado. Hasta ahora había sido difícil sobrevivir, pero una vez mostrase su rostro al mundo comenzaría el juego de verdad. Y una parte de ella le decía que era pésima idea involucrarse con un hombre buscado por La Legión, pero la otra le impedía dejar que muriese allí solo en un callejón.
—Lo siento, pero soy nueva en la ciudad y tampoco pienso quedarme demasiado tiempo aquí, así que tocará improvisar mientras evitamos a los hombres de La Legión. —Christa miró a sus leones albinos y sonrió nerviosa—. Creo que será un poco difícil pasar desapercibidos… Como sea, hemos estado demasiado tiempo en este callejón. Dejemos que la vida se ocupe de estos piratas mientras llevamos a Zero a un lugar seguro.
Si en ese momento la princesa hubiera sabido que esa decisión habría sido el gatillante de una sucesión de eventos catastróficos, habría dado un pie al lado y dejado que Elyria se ocupase de Zero.
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La mujer sonrió ante las palabras de Christa, guardando el mapa y levantándose, con el hombre aferrado a su espalda. Con toda la que se estaba liando, iba a ser difícil encontrar un médico. La Legión estaba buscando a Zero, no podían simplemente ir por ahí con un hombre buscado. Y peor, involucrar a más personas.
El bajo mundo estaba alborotado con el reciente ataque a la base de Yves, así que su única opción era salir de Baldimore, donde todo estaría un poco más calmado. Era probable que también lo estuvieran buscando por los alrededores, pero teniendo en cuenta que sabían que estaba herido, probablemente habían centrado sus esfuerzos en la metrópolis.
Antes de nada, se acercó al pirata atado. Cogió su katana, y sin sacarla de la saya, le dió un golpe seco en el cuello, dejándolo inconsciente. Que no pudiera moverse ayudaba bastante a dar un golpe así. “No queremos que se les vaya la lengua si los encuentran, ¿no?” Recalcó, volviendo a dejar el arma atada a su cadera.
“Va a ser difícil encontrar a un médico que pueda ayudarnos. Tenemos que salir de la ciudad principal,” añadió. “Y no me convence mucho que puedas ir por ahí como si nada. Pero bueno, eres tú la que ha sobrevivido hasta el día de hoy, supongo que sabes lo que haces.”
Al escuchar como hablaba de no poder pasar desapercibidos mientras miraba a sus leones, no pudo evitar reír, sonriendo de oreja a oreja. “Si, es posible que ir por ahí con dos leones llame un poquito la atención,” respondió en tono jocoso. “Y respecto a lo de antes. Estoy una misión de la Marina. Este hombre de aquí tuvo el valor de escapar de las filas de esos perros de la Legión. Y ya sabes lo poco que les gusta que la gente vaya en contra de su justicia. Hay muchos más como él, atrapados porque los hijos de puta de sus gobernantes decidieron mantener su alianza con el Gobierno, sin darles siquiera la opción de elegir.”
Pensar en ello la estaba alterando, tenía que calmarse. Ahora no era el momento para eso, tenían que sacar a ese hombre de la ciudad y buscar alguna forma de que un médico mirase sus heridas. Cerró los ojos, y recordando el mapa en su cabeza, trazó una ruta entre callejones que daba a una salida al norte de la ciudad. Seguramente habría una guardia vigilando en el perímetro de Baldimore, pero ya se preocuparía por eso cuando llegase el momento.
Volvió a sacar el mapa, pero esta vez se lo dio a la otra chica, señalando el objetivo con el dedo. “Vamos aquí. Quédate el mapa para saber donde ir si nos tenemos que separar.” Ella ya había memorizado la zona antes mientras buscaba a Zero, su buena memoría podía ser muy útil en estas ocasiones.
“Y déjame hacer algo antes de irnos,” pidió, acercándose de nuevo a los cuatro piratas. Liberó al que había dejado inconsciente antes, lanzándole la cuerda metálica a Christa. “Esto es tuyo,” dijo mirando a los hombres. “No podemos permitirnos sacar a estos idiotas de aquí. Pero sería demasiado hipócrita por mi parte no darles al menos la oportunidad de escapar. Nadie merece caer en las garras del Gobierno Mundial…” Suspiró profundamente, y miró de nuevo a la peliblanca. “En fin, vamos.”
Con el hombre cargado a su espalda, volvió por el mismo camino por el que había venido. La otra calle era donde habían estado gritando los perseguidores, así que era más probable que se los encontrasen si iban por ahí. “Tenemos que cruzar al otro lado de la calle, hay otro callejón justo enfrente,” le indicó, fijándose en que no hubiese figuras sospechosas antes de caminar al otro lado. Iría corriendo, pero ya llamaban lo suficiente la atención.
Durante un rato siguieron en dirección al norte, logrando evitar a las patrullas. Pero al llegar a su objetivo, se encontraron con que iba a ser más difícil de lo que pensaban salir de ahí. Mierda, parece que han aumentado la seguridad en el perímetro. Debería haberlo imaginado.
Inmediatamente, le lanzó una mirada a Christa. No dijo nada, no había que ser un genio para entender la situación, y sus ojos dejaban más que claro en lo que estaba pensando. Tenían que encontrar alguna forma de evitar a todos esos Legionarios que vigilaban la salida. De repente alguien tocó su hombro por la espalda.
“Creo que tienes algo que nos pertene—”
Tras la primera sílaba que salió de su boca ya sabía que venían problemas. Rápidamente se giró, y antes de tan siquiera poder identificar al hombre, Khione estaba atravesando su cuerpo inmovil a la altura del corazón. Sacó la katana del cadáver y la volvió a guardar en la saya, suspirando con pena. De nuevo había actuado por puro impulso y matado a alguien, aún si probablemente les acabase de salvar de ser descubiertas. Al menos durante unos segundos.
“Tenemos que salir de aquí ya. Esas ratas no tardarán en darse cuenta de que les falta alguien. Y uno llegó aquí, probablemente vengan más,” le dijo en un tono bajo, apresurandose en meterse en otro callejón, alejándose de la escena.
El bajo mundo estaba alborotado con el reciente ataque a la base de Yves, así que su única opción era salir de Baldimore, donde todo estaría un poco más calmado. Era probable que también lo estuvieran buscando por los alrededores, pero teniendo en cuenta que sabían que estaba herido, probablemente habían centrado sus esfuerzos en la metrópolis.
Antes de nada, se acercó al pirata atado. Cogió su katana, y sin sacarla de la saya, le dió un golpe seco en el cuello, dejándolo inconsciente. Que no pudiera moverse ayudaba bastante a dar un golpe así. “No queremos que se les vaya la lengua si los encuentran, ¿no?” Recalcó, volviendo a dejar el arma atada a su cadera.
“Va a ser difícil encontrar a un médico que pueda ayudarnos. Tenemos que salir de la ciudad principal,” añadió. “Y no me convence mucho que puedas ir por ahí como si nada. Pero bueno, eres tú la que ha sobrevivido hasta el día de hoy, supongo que sabes lo que haces.”
Al escuchar como hablaba de no poder pasar desapercibidos mientras miraba a sus leones, no pudo evitar reír, sonriendo de oreja a oreja. “Si, es posible que ir por ahí con dos leones llame un poquito la atención,” respondió en tono jocoso. “Y respecto a lo de antes. Estoy una misión de la Marina. Este hombre de aquí tuvo el valor de escapar de las filas de esos perros de la Legión. Y ya sabes lo poco que les gusta que la gente vaya en contra de su justicia. Hay muchos más como él, atrapados porque los hijos de puta de sus gobernantes decidieron mantener su alianza con el Gobierno, sin darles siquiera la opción de elegir.”
Pensar en ello la estaba alterando, tenía que calmarse. Ahora no era el momento para eso, tenían que sacar a ese hombre de la ciudad y buscar alguna forma de que un médico mirase sus heridas. Cerró los ojos, y recordando el mapa en su cabeza, trazó una ruta entre callejones que daba a una salida al norte de la ciudad. Seguramente habría una guardia vigilando en el perímetro de Baldimore, pero ya se preocuparía por eso cuando llegase el momento.
Volvió a sacar el mapa, pero esta vez se lo dio a la otra chica, señalando el objetivo con el dedo. “Vamos aquí. Quédate el mapa para saber donde ir si nos tenemos que separar.” Ella ya había memorizado la zona antes mientras buscaba a Zero, su buena memoría podía ser muy útil en estas ocasiones.
“Y déjame hacer algo antes de irnos,” pidió, acercándose de nuevo a los cuatro piratas. Liberó al que había dejado inconsciente antes, lanzándole la cuerda metálica a Christa. “Esto es tuyo,” dijo mirando a los hombres. “No podemos permitirnos sacar a estos idiotas de aquí. Pero sería demasiado hipócrita por mi parte no darles al menos la oportunidad de escapar. Nadie merece caer en las garras del Gobierno Mundial…” Suspiró profundamente, y miró de nuevo a la peliblanca. “En fin, vamos.”
Con el hombre cargado a su espalda, volvió por el mismo camino por el que había venido. La otra calle era donde habían estado gritando los perseguidores, así que era más probable que se los encontrasen si iban por ahí. “Tenemos que cruzar al otro lado de la calle, hay otro callejón justo enfrente,” le indicó, fijándose en que no hubiese figuras sospechosas antes de caminar al otro lado. Iría corriendo, pero ya llamaban lo suficiente la atención.
Durante un rato siguieron en dirección al norte, logrando evitar a las patrullas. Pero al llegar a su objetivo, se encontraron con que iba a ser más difícil de lo que pensaban salir de ahí. Mierda, parece que han aumentado la seguridad en el perímetro. Debería haberlo imaginado.
Inmediatamente, le lanzó una mirada a Christa. No dijo nada, no había que ser un genio para entender la situación, y sus ojos dejaban más que claro en lo que estaba pensando. Tenían que encontrar alguna forma de evitar a todos esos Legionarios que vigilaban la salida. De repente alguien tocó su hombro por la espalda.
“Creo que tienes algo que nos pertene—”
Tras la primera sílaba que salió de su boca ya sabía que venían problemas. Rápidamente se giró, y antes de tan siquiera poder identificar al hombre, Khione estaba atravesando su cuerpo inmovil a la altura del corazón. Sacó la katana del cadáver y la volvió a guardar en la saya, suspirando con pena. De nuevo había actuado por puro impulso y matado a alguien, aún si probablemente les acabase de salvar de ser descubiertas. Al menos durante unos segundos.
“Tenemos que salir de aquí ya. Esas ratas no tardarán en darse cuenta de que les falta alguien. Y uno llegó aquí, probablemente vengan más,” le dijo en un tono bajo, apresurandose en meterse en otro callejón, alejándose de la escena.
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Antes de continuar, metió la mano dentro de la capa y sacó un odre para después llevárselo a la boca. Por culpa del combate se había agitado un poco y le había entrado sed, pero como tenía que guardar para después dio un pequeño sorbo, lo suficiente para remojar la garganta.
—Buen punto, no queremos que los encuentren tan pronto —reconoció la princesa tras beber agua.
Por otra parte, sabía dónde podía encontrar un médico capaz de ayudar a Zero, pero no iba a involucrar a los chicos en un asunto como ese. Como eran piratas en una ciudad del Gobierno Mundial debían evitar meterse en problemas y mantener un perfil bajo, no como cierta princesita que lo primero que hacía era hurgar donde no correspondía.
—El problema será dejar la ciudad con tantos legionarios dando vueltas por ahí, pero algo se nos ocurrirá. Por ahora… —Miró a las bestias y se llevó las manos a la cintura—, no podemos hacer lo de siempre en una ciudad como esta. No podrán encontrar la salida por su cuenta, chicos, así que tendrán que venir conmigo.
Como Loki y Kaia vivieron tanto tiempo en el circo saben cómo es una ciudad, así que también son buenos cazadores en ambientes como este, pensó Christa. Igual no cambiaba el hecho de que iría por la calle con dos leones. Al menos era de noche y las luces titilaban en los oscuros callejones.
Frunció el ceño cuando escuchó que Elyria estaba en una misión de la Marina. Ahora tenía una razón de peso para desconfiar de las buenas intenciones de la chica. Era cierto que tenían una filosofía distinta a la del Gobierno Mundial, pero sería injusto para todas las víctimas olvidar cuánto daño hicieron mientras eran el ejército que “protegía la paz del mundo”. ¿Acaso no habían arrasado islas completas por orden del Gorosei? ¿Y no miraban hacia un lado cuando usaban a piratas despiadados como una forma de equilibrar las fuerzas del mundo?
¿Pero está bien pensar así de Ely…? Es decir, si solo nos fijamos en la historia, yo tendría que ser un monstruo sin corazón, reflexionó mientras miraba a la marine. Tal vez era una forma inocente de pensarlo, pero por ahora pensaría en la chica que estaba ayudando a un hombre moribundo castigado por escapar de las filas de La Legión y no en un soldado descorazonado, aunque sus expresiones le hacían dudar un poco… Vaya que les tenía un odio a los perros del Gobierno Mundial.
—Si están gastando tantos recursos en capturar a Zero, debe tratarse de alguien importante o que conoce demasiados secretos. ¿Por qué crees que dejó el ejército? ¿Habrá sido por amor? —le preguntó a su nueva compañera, aceptando el mapa que le estaba dando—. Por cierto, ¿qué edad tienes? No pareces ser mayor que yo.
Cogió de vuelta la nube de hierro, preguntándose qué se hacía ahora. ¿Debía devolverla al dial o qué? La verdad es que estaba acostumbrada a que se cargaran solos como si fueran… magia. Cada cierto tiempo se cargaban y ya, pero está bien; regresaría la nube de hierro a su origen.
—Estos hombres saben a lo que se arriesgan cuando hacen lo que hacen, pero está bien. No me opondré a tu decisión —contestó la princesa, dándole igual si los piratas eran capturados o no—. En todo caso, como estás llevando a Zero deja que yo me ocupe de mantenernos a salvo.
Después de cruzar la calle siguieron hacia el norte, evitando las patrullas de tres a cuatro legionarios que vigilaban con fervor la ciudad. En serio, ¿quién era Zero como para que el cuartel hubiera desplegado a tantos soldados? Estaba repleto de efectivos que tenían los ojos puestos en todos los sitios sin importar cuán oscuros fueran, además las linternas que llevaban poco ayudaba para esconderse. Fue mientras esperaban que Christa escuchó unos pasos acercarse por su espalda. Se llevó rápidamente la mano a la capa y sacó la Daga de la Verdad. Sin embargo, en un momento Elyria había dejado de cargar a Zero para desenvainar su espada y perforar el pecho del hombre, matándole en el acto sin ninguna expresión en su rostro.
¿Alguien que mata a una persona con tanta frialdad puede ser de fiar?, se preguntó a sí misma mientras guardaba el arma, escondiéndola de Elyria. Si la víctima hubiera sido un pingüino ninja-karateka, habría montado un espectáculo sin importar que hubiera un pelotón de legionarios a media cuadra, pero solo era un soldado consciente de que la muerte llegaría algún día; aun así, no aprobaba lo que había hecho su “compañera”.
—Loki, ayúdame a tirar el cuerpo al basurero —le dijo al león, sintiéndose mal por tratar así a un muerto, pero tampoco podía hacer mucho más. Antes de continuar tenía que decirle unas palabras a la marine—. Sé que dije que improvisáramos y fuéramos viendo sobre la marcha qué hacer, pero creo que esto de ir al norte con Zero en este estado es una muy mala idea. Recién fuimos sorprendidas por un legionario y tuviste que matarlo, es cuestión de tiempo para que nos encuentren vagando por la ciudad. Puedo pelear contra un grupo de tres o cuatro soldados, pero hasta ahora he sobrevivido porque prefiero evitar peleas tontas. —La experta en supervivencia hizo una pausa y luego continuó—: Puedo ganar algo de tiempo para Zero, pero debemos encontrar un lugar seguro para que pueda descansar. ¿O prefieres continuar a ciegas y arriesgarnos a entrar en una batalla en donde podemos perder más que ganar?
Dependiendo de la respuesta de su compañera haría una u otra cosa. Si quería seguir después de todo lo que le había dicho, tomaría la iniciativa y trabajaría por su cuenta para identificar las mejores rutas que llevasen a la salida de la ciudad. Sin embargo, su experiencia le decía que no importaba la ruta que eligiera, acabaría enfrentándose a los legionarios de una u otra forma.
—Buen punto, no queremos que los encuentren tan pronto —reconoció la princesa tras beber agua.
Por otra parte, sabía dónde podía encontrar un médico capaz de ayudar a Zero, pero no iba a involucrar a los chicos en un asunto como ese. Como eran piratas en una ciudad del Gobierno Mundial debían evitar meterse en problemas y mantener un perfil bajo, no como cierta princesita que lo primero que hacía era hurgar donde no correspondía.
—El problema será dejar la ciudad con tantos legionarios dando vueltas por ahí, pero algo se nos ocurrirá. Por ahora… —Miró a las bestias y se llevó las manos a la cintura—, no podemos hacer lo de siempre en una ciudad como esta. No podrán encontrar la salida por su cuenta, chicos, así que tendrán que venir conmigo.
Como Loki y Kaia vivieron tanto tiempo en el circo saben cómo es una ciudad, así que también son buenos cazadores en ambientes como este, pensó Christa. Igual no cambiaba el hecho de que iría por la calle con dos leones. Al menos era de noche y las luces titilaban en los oscuros callejones.
Frunció el ceño cuando escuchó que Elyria estaba en una misión de la Marina. Ahora tenía una razón de peso para desconfiar de las buenas intenciones de la chica. Era cierto que tenían una filosofía distinta a la del Gobierno Mundial, pero sería injusto para todas las víctimas olvidar cuánto daño hicieron mientras eran el ejército que “protegía la paz del mundo”. ¿Acaso no habían arrasado islas completas por orden del Gorosei? ¿Y no miraban hacia un lado cuando usaban a piratas despiadados como una forma de equilibrar las fuerzas del mundo?
¿Pero está bien pensar así de Ely…? Es decir, si solo nos fijamos en la historia, yo tendría que ser un monstruo sin corazón, reflexionó mientras miraba a la marine. Tal vez era una forma inocente de pensarlo, pero por ahora pensaría en la chica que estaba ayudando a un hombre moribundo castigado por escapar de las filas de La Legión y no en un soldado descorazonado, aunque sus expresiones le hacían dudar un poco… Vaya que les tenía un odio a los perros del Gobierno Mundial.
—Si están gastando tantos recursos en capturar a Zero, debe tratarse de alguien importante o que conoce demasiados secretos. ¿Por qué crees que dejó el ejército? ¿Habrá sido por amor? —le preguntó a su nueva compañera, aceptando el mapa que le estaba dando—. Por cierto, ¿qué edad tienes? No pareces ser mayor que yo.
Cogió de vuelta la nube de hierro, preguntándose qué se hacía ahora. ¿Debía devolverla al dial o qué? La verdad es que estaba acostumbrada a que se cargaran solos como si fueran… magia. Cada cierto tiempo se cargaban y ya, pero está bien; regresaría la nube de hierro a su origen.
—Estos hombres saben a lo que se arriesgan cuando hacen lo que hacen, pero está bien. No me opondré a tu decisión —contestó la princesa, dándole igual si los piratas eran capturados o no—. En todo caso, como estás llevando a Zero deja que yo me ocupe de mantenernos a salvo.
Después de cruzar la calle siguieron hacia el norte, evitando las patrullas de tres a cuatro legionarios que vigilaban con fervor la ciudad. En serio, ¿quién era Zero como para que el cuartel hubiera desplegado a tantos soldados? Estaba repleto de efectivos que tenían los ojos puestos en todos los sitios sin importar cuán oscuros fueran, además las linternas que llevaban poco ayudaba para esconderse. Fue mientras esperaban que Christa escuchó unos pasos acercarse por su espalda. Se llevó rápidamente la mano a la capa y sacó la Daga de la Verdad. Sin embargo, en un momento Elyria había dejado de cargar a Zero para desenvainar su espada y perforar el pecho del hombre, matándole en el acto sin ninguna expresión en su rostro.
¿Alguien que mata a una persona con tanta frialdad puede ser de fiar?, se preguntó a sí misma mientras guardaba el arma, escondiéndola de Elyria. Si la víctima hubiera sido un pingüino ninja-karateka, habría montado un espectáculo sin importar que hubiera un pelotón de legionarios a media cuadra, pero solo era un soldado consciente de que la muerte llegaría algún día; aun así, no aprobaba lo que había hecho su “compañera”.
—Loki, ayúdame a tirar el cuerpo al basurero —le dijo al león, sintiéndose mal por tratar así a un muerto, pero tampoco podía hacer mucho más. Antes de continuar tenía que decirle unas palabras a la marine—. Sé que dije que improvisáramos y fuéramos viendo sobre la marcha qué hacer, pero creo que esto de ir al norte con Zero en este estado es una muy mala idea. Recién fuimos sorprendidas por un legionario y tuviste que matarlo, es cuestión de tiempo para que nos encuentren vagando por la ciudad. Puedo pelear contra un grupo de tres o cuatro soldados, pero hasta ahora he sobrevivido porque prefiero evitar peleas tontas. —La experta en supervivencia hizo una pausa y luego continuó—: Puedo ganar algo de tiempo para Zero, pero debemos encontrar un lugar seguro para que pueda descansar. ¿O prefieres continuar a ciegas y arriesgarnos a entrar en una batalla en donde podemos perder más que ganar?
Dependiendo de la respuesta de su compañera haría una u otra cosa. Si quería seguir después de todo lo que le había dicho, tomaría la iniciativa y trabajaría por su cuenta para identificar las mejores rutas que llevasen a la salida de la ciudad. Sin embargo, su experiencia le decía que no importaba la ruta que eligiera, acabaría enfrentándose a los legionarios de una u otra forma.
Elyria Priscraft
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Cuando Christa le preguntó acerca de las motivaciones del ex-Legionario, miró por encima de su hombro, viendo que el hombre estaba inconsciente y no podía darles respuestas aún. “No se que le llevó a armarse de valor, pero abandonó un alto cargo en la Legión. Tenía la vida solucionada, pero o fue fiel a sus principios al no poder soportar más a esas ratas, o hay algo más importante que no estamos viendo,” respondió tranquilamente. “Aunque pudo escapar de prisión, y encontró donde esconderse con un grupo del bajo mundo. Parece que tenía relación con esa gente antes de dejar la Legión.”
Al escuchar el comentario, no pudo evitar reír suavemente. “¿Tán joven me veo?” Bromeó, pasando un mechón de pelo por detrás de su oreja. “Tengo veintiséis, Christa.”
Ahora que ya habían escapado de la escena, llegaron esos pensamientos que siempre le invadían cuando mataba a alguien. Y es mi culpa otra vez… si solo hubiese tenido más cuidado y no nos hubieran visto… O si supiese dejarle inconsciente antes de que le diera tiempo a gritar. Escuchar a su compañera tampoco ayudaba. Tenía razón, debía haber imaginado que no sería tan fácil, había sido estúpida. ¿Por qué demonios tuvo que venir de esa forma? Intentar hacerse el chulo le costó la vida. Si solo hubiese esperado a sus compañeros nos habríamos visto obligadas a huir. No tendría que haberle mata— No. Culpar a otro no cambiará nada.
Sus ojos se perdieron mirando al vacío, sus puños apretados. “¿Por qué cada vez que juzgo mal una situación tiene que—” ¡No! No puedo volver a caer en ese pozo. No hasta que Zero esté a salvo. Mantén la calma Ely... Respiró profundamente durante unos segundos, volviendo a calmarse, relajando las manos.
“No. Tienes razón Christa. Esto no fue buena idea. ¿Pero cómo pretendes que encontremos un lugar seguro?”
Justo cuando terminó de decir eso, se abrió una puerta en la pared a su derecha, que había permanecido oculta hasta ahora. Su mano fue directa a la empuñadura de Khione, y se preparó para atacar. No vuelvas a hacer nada innecesario, Ely… de esta podéis huir...
Pero no sería necesario. Reconocía a esa persona, era Sasha, uno de los hombres de Banks, el que había venido a dar la voz de alarma. Elyria soltó el arma, mirando a Christa. “No pasa nada, es de los nuestros, gracias a ellos encontré—”
“Pasad, rápido, hay tres legionarios de camino,” les pidió el hombre con urgencia.
Al notar su tono, Elyria hizo caso y cruzó la puerta. Cuando todos estaban dentro, Sasha volvió a cerrarla, volviendo a quedar totalmente oculta en la pared del otro lado.
“Encontraste a Zero, menos mal,” le dijo en voz baja, encendiendo una linterna y bajando unas escaleras. “Pensamos que estaría muerto en un contenedor, es un milagro que lo encontrarás a tiempo.”
“¿Qué tan mal está la cosa?”
“El grupo de Yves… la legión asaltó su base. Nunca habían hecho algo así antes, es horrible. Esas ratas del gobierno mataron a todo el que se encontraron dentro…”
Elyria tragó saliva, mordiendo su labio inferior. Sentía repulsión, asco hacia esos hijos de puta. Pero a la vez se sentía hipócrita. Ella no era una santa, también mataba, ¿que le hacía diferente de ellos?
Viendo que volvería a perderse en sus pensamientos si seguía así, se limitó a dar un fuerte golpe en la pared. Hizo una mueca de dolor, sus guantes estaban hechos para parte de los impactos, pero con unas manos tan sensibles, no eran ni mucho menos impecables. Volvió a concentrarse en su respiración, y se fijó en sus alrededores.
Era una red de pasadizos subterráneos. Le sorprendió el buen estado en el que estaba. Las paredes y el suelo estaban aplanados con cemento. Y aun si no había iluminación, una linterna era más que suficiente para poder ver relativamente bien, dado al color claro en el que estaban pintadas.
Elyria clavó su mirada en los ojos del hombre. “He tratado las heridas de Zero lo mejor que pude, pero no soy médico. Y tampoco pude desinfectar. ¿Conoces a alguien que pueda ayudarnos?”
“Hmm… Solo se me ocurre el doctor Nolan,” respondió Sasha. “Nuestros médicos están demasiado ocupados tratando a los supervivientes del grupo de Yves. Y bueno… no podemos dejar a Zero mucho tiempo esperando en el mismo sitio con la Legión buscándolo.”
“¿Y en estos pasillos? ¿No deberíamos estar a salvo?”
“Son solo pasillos, no hay instalaciones aquí abajo.”
Que raro. Una pensaría que habría alguna que otra habitación en un subterráneo tan bien cuidado, pensó Elyria, sin entender por qué podría ser el caso. “En fin, ¿dónde podemos encontrar a ese doctor?”
“Está unos kilómetros a las afueras de Baldimore. Hay un pequeño grupo de rebeldes que se niegan a vivir en una ciudad controlada por el Gobierno Mundial. Funcionan autónomamente. Os ayudaran si decís que vais de mi parte.”
“Asumo que podemos salir de la metrópolis por estos pasadizos, ¿no? Si no lo tenemos jodido para que no nos vean.”
“Sí, de hecho conectan con su clínica. Voy a llamar a alguien para que os acompañe, os perderéis si vais—”
“No tenemos tiempo para eso, solo nos haría ir más lento. Dime el camino.”
“Pero—”
“Tengo buena memoria, solo dame indicaciones claras de cuándo tengo que girar.”
“E-eh, de acuerdo…” aceptó finalmente el hombre, dándole las indicaciones.
Elyria giró la cabeza y miró a Christa. “Llevo una persona a la espalda, así que espero que puedas seguirme el ritmo,” le dijo en un tono jocoso, riendo antes de empezar a correr.
“Sígueme, está bastante lejos, así que tenemos que darnos un poco de prisa.”
Al escuchar el comentario, no pudo evitar reír suavemente. “¿Tán joven me veo?” Bromeó, pasando un mechón de pelo por detrás de su oreja. “Tengo veintiséis, Christa.”
*
* *
* *
Ahora que ya habían escapado de la escena, llegaron esos pensamientos que siempre le invadían cuando mataba a alguien. Y es mi culpa otra vez… si solo hubiese tenido más cuidado y no nos hubieran visto… O si supiese dejarle inconsciente antes de que le diera tiempo a gritar. Escuchar a su compañera tampoco ayudaba. Tenía razón, debía haber imaginado que no sería tan fácil, había sido estúpida. ¿Por qué demonios tuvo que venir de esa forma? Intentar hacerse el chulo le costó la vida. Si solo hubiese esperado a sus compañeros nos habríamos visto obligadas a huir. No tendría que haberle mata— No. Culpar a otro no cambiará nada.
Sus ojos se perdieron mirando al vacío, sus puños apretados. “¿Por qué cada vez que juzgo mal una situación tiene que—” ¡No! No puedo volver a caer en ese pozo. No hasta que Zero esté a salvo. Mantén la calma Ely... Respiró profundamente durante unos segundos, volviendo a calmarse, relajando las manos.
“No. Tienes razón Christa. Esto no fue buena idea. ¿Pero cómo pretendes que encontremos un lugar seguro?”
Justo cuando terminó de decir eso, se abrió una puerta en la pared a su derecha, que había permanecido oculta hasta ahora. Su mano fue directa a la empuñadura de Khione, y se preparó para atacar. No vuelvas a hacer nada innecesario, Ely… de esta podéis huir...
Pero no sería necesario. Reconocía a esa persona, era Sasha, uno de los hombres de Banks, el que había venido a dar la voz de alarma. Elyria soltó el arma, mirando a Christa. “No pasa nada, es de los nuestros, gracias a ellos encontré—”
“Pasad, rápido, hay tres legionarios de camino,” les pidió el hombre con urgencia.
Al notar su tono, Elyria hizo caso y cruzó la puerta. Cuando todos estaban dentro, Sasha volvió a cerrarla, volviendo a quedar totalmente oculta en la pared del otro lado.
“Encontraste a Zero, menos mal,” le dijo en voz baja, encendiendo una linterna y bajando unas escaleras. “Pensamos que estaría muerto en un contenedor, es un milagro que lo encontrarás a tiempo.”
“¿Qué tan mal está la cosa?”
“El grupo de Yves… la legión asaltó su base. Nunca habían hecho algo así antes, es horrible. Esas ratas del gobierno mataron a todo el que se encontraron dentro…”
Elyria tragó saliva, mordiendo su labio inferior. Sentía repulsión, asco hacia esos hijos de puta. Pero a la vez se sentía hipócrita. Ella no era una santa, también mataba, ¿que le hacía diferente de ellos?
Viendo que volvería a perderse en sus pensamientos si seguía así, se limitó a dar un fuerte golpe en la pared. Hizo una mueca de dolor, sus guantes estaban hechos para parte de los impactos, pero con unas manos tan sensibles, no eran ni mucho menos impecables. Volvió a concentrarse en su respiración, y se fijó en sus alrededores.
Era una red de pasadizos subterráneos. Le sorprendió el buen estado en el que estaba. Las paredes y el suelo estaban aplanados con cemento. Y aun si no había iluminación, una linterna era más que suficiente para poder ver relativamente bien, dado al color claro en el que estaban pintadas.
Elyria clavó su mirada en los ojos del hombre. “He tratado las heridas de Zero lo mejor que pude, pero no soy médico. Y tampoco pude desinfectar. ¿Conoces a alguien que pueda ayudarnos?”
“Hmm… Solo se me ocurre el doctor Nolan,” respondió Sasha. “Nuestros médicos están demasiado ocupados tratando a los supervivientes del grupo de Yves. Y bueno… no podemos dejar a Zero mucho tiempo esperando en el mismo sitio con la Legión buscándolo.”
“¿Y en estos pasillos? ¿No deberíamos estar a salvo?”
“Son solo pasillos, no hay instalaciones aquí abajo.”
Que raro. Una pensaría que habría alguna que otra habitación en un subterráneo tan bien cuidado, pensó Elyria, sin entender por qué podría ser el caso. “En fin, ¿dónde podemos encontrar a ese doctor?”
“Está unos kilómetros a las afueras de Baldimore. Hay un pequeño grupo de rebeldes que se niegan a vivir en una ciudad controlada por el Gobierno Mundial. Funcionan autónomamente. Os ayudaran si decís que vais de mi parte.”
“Asumo que podemos salir de la metrópolis por estos pasadizos, ¿no? Si no lo tenemos jodido para que no nos vean.”
“Sí, de hecho conectan con su clínica. Voy a llamar a alguien para que os acompañe, os perderéis si vais—”
“No tenemos tiempo para eso, solo nos haría ir más lento. Dime el camino.”
“Pero—”
“Tengo buena memoria, solo dame indicaciones claras de cuándo tengo que girar.”
“E-eh, de acuerdo…” aceptó finalmente el hombre, dándole las indicaciones.
Elyria giró la cabeza y miró a Christa. “Llevo una persona a la espalda, así que espero que puedas seguirme el ritmo,” le dijo en un tono jocoso, riendo antes de empezar a correr.
“Sígueme, está bastante lejos, así que tenemos que darnos un poco de prisa.”
Christa
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La verdad es que es una buena pregunta, reconoció para sí misma. Dejando de lado a los Piratas de Duke, la verdad es que la princesa no tenía aliados en la ciudad; mucho menos la conocía. Debía asumir que la gente del reino jamás ayudaría a un criminal como Zero. Por otro lado, tampoco había visto sitios como para esconderse: una casa vacía, una industria abandonada… Iba a responder que debían improvisar cuando una puerta comenzó a abrirse poco a poco. Los ojos de Christa se enfocaron en la chica, quien parecía un puma a punto de abalanzarse sobre su víctima. Sin embargo, resultó ser alguien a quien conocía, pero no significaba que pudiera confiar en él, de hecho, ni siquiera confiaba en Elyria; por eso no le había dicho a Loki que llevara a Zero en su espalda, prefería que la mujer fuera quien cargara al herido para mantener limitados sus movimientos.
Al principio dudó sobre entrar o no, pero cuando escuchó a los legionarios acercarse no tuvo otra opción que hacer caso. Tenía los sentidos aguzados y estaba preparada para defenderse por si era necesario. Mientras observaba el lugar escuchó la conversación entre Elyria y su conocido. Al parecer había muerto el grupo de un tal Yves y no le había hecho ninguna gracia a la marine. ¿Habrían sido muy unidos? ¿O solo eran unos buenos colegas que se dedicaban a salvar fugitivos de La Legión? Como sea, el mundo entero se había vuelto un lugar muy peligroso, tanto que incluso había enfrentamientos entre los ejércitos que decían “defender la paz mundial”.
La Marina sí que está dispuesta a hacer lo que sea para sacar a Zero de la isla… En serio, ¿quién es este hombre y por qué todo el mundo tiene algo que ver con él?, se dijo mientras Elyria hablaba con el tipo que los había sacado de un buen aprieto. Era obvio que la marine estaba escondiendo algo, que no había contado toda la historia y faltaba mucha información, así que ¿no era mejor retirarse y dejar que la suerte decidiera el destino de Zero? Era una decisión tentadora, pero su padre se sentiría muy decepcionado si abandonaba a un hombre necesitado. Esto no va bien con mi idea de supervivencia, pero debo cumplir mi rol de princesa tenga trono o no.
—Venga, vamos, aunque no seré yo quien deba seguirte el paso —respondió para luego dar un salto y montarse en el lomo de Loki—. No te molesta ser mi vehículo, ¿verdad? —Loki rugió como respondiéndole y entonces la princesa le acarició la melena.
Ahora tenían que confiar en la buena memoria de Elyria y que esos pasadizos subterráneos no fueran una trampa por parte de La Legión o, peor aún, un movimiento orquestado por la Marina para atrapar a la hija de la Reina Bruja. Era una posibilidad a considerar, aunque por ahora el foco de sus esfuerzos era Zero. Había muerto gente por ese hombre y, a pesar de eso, aún quedaba gente más que dispuesta a continuar con la misión.
—¿Y cuál es tu historia? ¿Por qué te uniste a la Marina? —preguntó de pronto mientras avanzaban por el túnel.
Después de unos minutos, llegaron a una sala rectangular con grietas en el suelo que estaban rellenas de agua y, justo en el lado opuesto, había dos pasillos separados por unos dos metros. El de la derecha daba la impresión de que subía, mientras que el de la izquierda parecía bajar. Seguramente su compañera recordaría las indicaciones y, a menos que ese lugar no estuviera dentro del “mapa mental” de Elyria, no debería haber problemas. Sin embargo, Christa se percató de un detalle importante tras contemplar el silencio durante unos segundos. Cerró los ojos y aguzó el oído. Su sentido de la audición era mucho más fino que el de un ser humano promedio y estaba increíblemente desarrollado, lo suficiente para escuchar el agua escurriendo.
—Estoy segura de que nos encontraremos con agua si seguimos el camino de la izquierda —le mencionó a Elyria—, pero no tengo idea de por qué hay agua corriendo por aquí. ¿Habrá mecanismos que la necesitan…? Bueno, qué sé yo si apenas sé encender una linterna —agregó, sonriendo mientras se rascaba la cabeza—. ¿Qué hacemos? Tú eres la de las indicaciones —dijo al final con una sonrisa.
Al principio dudó sobre entrar o no, pero cuando escuchó a los legionarios acercarse no tuvo otra opción que hacer caso. Tenía los sentidos aguzados y estaba preparada para defenderse por si era necesario. Mientras observaba el lugar escuchó la conversación entre Elyria y su conocido. Al parecer había muerto el grupo de un tal Yves y no le había hecho ninguna gracia a la marine. ¿Habrían sido muy unidos? ¿O solo eran unos buenos colegas que se dedicaban a salvar fugitivos de La Legión? Como sea, el mundo entero se había vuelto un lugar muy peligroso, tanto que incluso había enfrentamientos entre los ejércitos que decían “defender la paz mundial”.
La Marina sí que está dispuesta a hacer lo que sea para sacar a Zero de la isla… En serio, ¿quién es este hombre y por qué todo el mundo tiene algo que ver con él?, se dijo mientras Elyria hablaba con el tipo que los había sacado de un buen aprieto. Era obvio que la marine estaba escondiendo algo, que no había contado toda la historia y faltaba mucha información, así que ¿no era mejor retirarse y dejar que la suerte decidiera el destino de Zero? Era una decisión tentadora, pero su padre se sentiría muy decepcionado si abandonaba a un hombre necesitado. Esto no va bien con mi idea de supervivencia, pero debo cumplir mi rol de princesa tenga trono o no.
—Venga, vamos, aunque no seré yo quien deba seguirte el paso —respondió para luego dar un salto y montarse en el lomo de Loki—. No te molesta ser mi vehículo, ¿verdad? —Loki rugió como respondiéndole y entonces la princesa le acarició la melena.
Ahora tenían que confiar en la buena memoria de Elyria y que esos pasadizos subterráneos no fueran una trampa por parte de La Legión o, peor aún, un movimiento orquestado por la Marina para atrapar a la hija de la Reina Bruja. Era una posibilidad a considerar, aunque por ahora el foco de sus esfuerzos era Zero. Había muerto gente por ese hombre y, a pesar de eso, aún quedaba gente más que dispuesta a continuar con la misión.
—¿Y cuál es tu historia? ¿Por qué te uniste a la Marina? —preguntó de pronto mientras avanzaban por el túnel.
Después de unos minutos, llegaron a una sala rectangular con grietas en el suelo que estaban rellenas de agua y, justo en el lado opuesto, había dos pasillos separados por unos dos metros. El de la derecha daba la impresión de que subía, mientras que el de la izquierda parecía bajar. Seguramente su compañera recordaría las indicaciones y, a menos que ese lugar no estuviera dentro del “mapa mental” de Elyria, no debería haber problemas. Sin embargo, Christa se percató de un detalle importante tras contemplar el silencio durante unos segundos. Cerró los ojos y aguzó el oído. Su sentido de la audición era mucho más fino que el de un ser humano promedio y estaba increíblemente desarrollado, lo suficiente para escuchar el agua escurriendo.
—Estoy segura de que nos encontraremos con agua si seguimos el camino de la izquierda —le mencionó a Elyria—, pero no tengo idea de por qué hay agua corriendo por aquí. ¿Habrá mecanismos que la necesitan…? Bueno, qué sé yo si apenas sé encender una linterna —agregó, sonriendo mientras se rascaba la cabeza—. ¿Qué hacemos? Tú eres la de las indicaciones —dijo al final con una sonrisa.
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La mujer sonrió ante la respuesta de Christa, viendo como se subía a su León para ir más rápido. Vale, no había pensado en eso. Parece que se lleva muy bien con sus animales.
Tras un rato corriendo, escuchó la pregunta de su compañera, respondiendo sin mirar atrás. No le gustaba hablar de algo así sin mirar al receptor a los ojos como en una conversación normal, pero estaban corriendo rápido, y claro, no quería estamparse contra una pared.
“Es complicado,” comentó, girando a la izquierda. “Antes de unirme a la Marina estuve entrenando. En ese momento era más por odio, un deseo de venganza contra quienes mataron a mi madre y me dejaron encerrada durante meses,” dijo refiriéndose a cuando la secuestraron en una cueva, dejándola allí olvidada después de que su madre no pudiera pagar el secuestro. “Pero si estoy aquí ahora, es para proteger a quienes no pueden protegerse a sí mismos. Esto ni siquiera es una misión oficial de la Marina, ¿sabes?”
Tomó aire, al estar corriendo, no podía hablar todo el rato. “Aunque parte de ese odio sigue dentro de mí, atormentándome, saliendo cuando no puedo controlar mis impulsos. Odio esa parte de mí…” añadió con pena. “Y esas ratas del gobierno no ayudan. Se hacen llamar Justicia, pero solo han causado dolor a lo largo de la historia, solo quieren mantener su puto poder. He leído lo suficiente a lo largo de mi vida. La historia cambia mucho cuando consigues libros que no han pasado por sus sucias manos.”
Volvió a parar unos segundos a respirar, y al llegar a una sala rectangular, paró unos segundos, girándose y clavando la mirada en sus ojos. Los de Elyria estaban húmedos, quería llorar, pero no era el momento, así que mantuvo una mirada intensa. “Tú deberías saberlo mejor que nadie, princesa.”
Y pensar que hace unos años no era capaz ni de hablar de estas cosas con Alvar… ¿Qué cojones me ha pasado? Ni siquiera le conozco, y no me he callado la boca.
Normalmente, tendrían que haber ido por el camino de la derecha. Pero aún les quedaba bastante camino por delante, y un poco de agua les vendría de perlas. “Vamos. Debe ser nieve derretida, que se ha ido filtrando por los estratos. Eso la limpia, podemos usarla para limpiar las heridas de Zero. Ya está empezando a ser peligroso, si se le infectan…”
Tomaron el camino de la izquierda, unas escaleras que bajaban aún más profundo. Al llegar abajo del todo, vió una puerta de piedra. Al otro lado se escuchaba una especie de mecanismo—y efectivamente, el agua, como había mencionado Christa. ¿No se supone que no habían instalaciones? Esto me da un mal presentimiento, pero necesitamos ese agua…
Abrió la puerta, encontrándose con una sala enorme. En esta había un montón de mecanismos y componentes que no podía reconocer, y unas tuberías de como dos metros de diámetro atravesando el techo de la habitación. En el centro, había una máquina de proporciones absurdas, que tenía dentro una especie de complejo con varias turbinas que giraban a toda velocidad. Y parecía que se movían con—¿vapor?.
“¿Qué cojones es esto, cómo está evaporando tantísima agua con el frío que hace en esta isla invernal?” Exclamó sin entender nada. No parecía estar quemando nada, no se le ocurría cómo podrían haber logrado algo así. Al menos se agradece un poco de calor. Hace mucho frío aquí para ir con solo una térmica, pensó, ya que le había dado prácticamente toda su ropa a Zero para mantenerlo caliente.
Aún así no era el momento para pararse a mirar eso, parecía que solo era maquinaria, así que tenían que darse prisa y correr a donde el doctor. Estaba a punto de darse la vuelta, cuando vió una especie de laguna artificial detrás de la máquina. “Parece que allí hay agua limpia, vamos,” le dijo a su compañera, señalando su objetivo.
Al llegar, vió que más que una laguna era un pozo. No era especialmente grande, pero sin embargo era tan profunda que ni podía ver el fondo. Pero no habían venido a contemplar aquello, así que se agachó, dejando al aún inconsciente Zero en el suelo cuidadosamente. Abrió el chaquetón y desató el forro polar que estaba haciendo presión en su herida. Joder… está para tirar, me gustaba mucho, pero en fin, pensó por unos segundos al verlo tan estirado y lleno de sangre.
Inmediatamente, se limpió bien las manos sin quitarse los guantes. Luego, las uso a modo de cuenco para ir echándola sobre la herida del hombre, frotando para ir sacando toda la mierda. Al ver que no era muy eficiente, miró hacia atrás. “Échame una mano Christa, ve poniendo agua limpia en la herida mientras yo me encargo de sacar la suciedad,” le pidió con una sonrisa. No necesitaba ser autoritativa con ella. Sinceramente, dudaba que funcionase con alguien con su mirada.
De repente, su mal presentimiento se hizo realidad, al escuchar el sonido de una puerta cerrándose.
Tras un rato corriendo, escuchó la pregunta de su compañera, respondiendo sin mirar atrás. No le gustaba hablar de algo así sin mirar al receptor a los ojos como en una conversación normal, pero estaban corriendo rápido, y claro, no quería estamparse contra una pared.
“Es complicado,” comentó, girando a la izquierda. “Antes de unirme a la Marina estuve entrenando. En ese momento era más por odio, un deseo de venganza contra quienes mataron a mi madre y me dejaron encerrada durante meses,” dijo refiriéndose a cuando la secuestraron en una cueva, dejándola allí olvidada después de que su madre no pudiera pagar el secuestro. “Pero si estoy aquí ahora, es para proteger a quienes no pueden protegerse a sí mismos. Esto ni siquiera es una misión oficial de la Marina, ¿sabes?”
Tomó aire, al estar corriendo, no podía hablar todo el rato. “Aunque parte de ese odio sigue dentro de mí, atormentándome, saliendo cuando no puedo controlar mis impulsos. Odio esa parte de mí…” añadió con pena. “Y esas ratas del gobierno no ayudan. Se hacen llamar Justicia, pero solo han causado dolor a lo largo de la historia, solo quieren mantener su puto poder. He leído lo suficiente a lo largo de mi vida. La historia cambia mucho cuando consigues libros que no han pasado por sus sucias manos.”
Volvió a parar unos segundos a respirar, y al llegar a una sala rectangular, paró unos segundos, girándose y clavando la mirada en sus ojos. Los de Elyria estaban húmedos, quería llorar, pero no era el momento, así que mantuvo una mirada intensa. “Tú deberías saberlo mejor que nadie, princesa.”
Y pensar que hace unos años no era capaz ni de hablar de estas cosas con Alvar… ¿Qué cojones me ha pasado? Ni siquiera le conozco, y no me he callado la boca.
*
* *
* *
Normalmente, tendrían que haber ido por el camino de la derecha. Pero aún les quedaba bastante camino por delante, y un poco de agua les vendría de perlas. “Vamos. Debe ser nieve derretida, que se ha ido filtrando por los estratos. Eso la limpia, podemos usarla para limpiar las heridas de Zero. Ya está empezando a ser peligroso, si se le infectan…”
Tomaron el camino de la izquierda, unas escaleras que bajaban aún más profundo. Al llegar abajo del todo, vió una puerta de piedra. Al otro lado se escuchaba una especie de mecanismo—y efectivamente, el agua, como había mencionado Christa. ¿No se supone que no habían instalaciones? Esto me da un mal presentimiento, pero necesitamos ese agua…
Abrió la puerta, encontrándose con una sala enorme. En esta había un montón de mecanismos y componentes que no podía reconocer, y unas tuberías de como dos metros de diámetro atravesando el techo de la habitación. En el centro, había una máquina de proporciones absurdas, que tenía dentro una especie de complejo con varias turbinas que giraban a toda velocidad. Y parecía que se movían con—¿vapor?.
“¿Qué cojones es esto, cómo está evaporando tantísima agua con el frío que hace en esta isla invernal?” Exclamó sin entender nada. No parecía estar quemando nada, no se le ocurría cómo podrían haber logrado algo así. Al menos se agradece un poco de calor. Hace mucho frío aquí para ir con solo una térmica, pensó, ya que le había dado prácticamente toda su ropa a Zero para mantenerlo caliente.
Aún así no era el momento para pararse a mirar eso, parecía que solo era maquinaria, así que tenían que darse prisa y correr a donde el doctor. Estaba a punto de darse la vuelta, cuando vió una especie de laguna artificial detrás de la máquina. “Parece que allí hay agua limpia, vamos,” le dijo a su compañera, señalando su objetivo.
Al llegar, vió que más que una laguna era un pozo. No era especialmente grande, pero sin embargo era tan profunda que ni podía ver el fondo. Pero no habían venido a contemplar aquello, así que se agachó, dejando al aún inconsciente Zero en el suelo cuidadosamente. Abrió el chaquetón y desató el forro polar que estaba haciendo presión en su herida. Joder… está para tirar, me gustaba mucho, pero en fin, pensó por unos segundos al verlo tan estirado y lleno de sangre.
Inmediatamente, se limpió bien las manos sin quitarse los guantes. Luego, las uso a modo de cuenco para ir echándola sobre la herida del hombre, frotando para ir sacando toda la mierda. Al ver que no era muy eficiente, miró hacia atrás. “Échame una mano Christa, ve poniendo agua limpia en la herida mientras yo me encargo de sacar la suciedad,” le pidió con una sonrisa. No necesitaba ser autoritativa con ella. Sinceramente, dudaba que funcionase con alguien con su mirada.
De repente, su mal presentimiento se hizo realidad, al escuchar el sonido de una puerta cerrándose.
Christa
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El viento ululaba desde las rendijas y, cada vez en tanto, eran golpeadas por un fuerte y cálido soplido proveniente de lo más recóndito de los pasadizos. Christa se dio cuenta de que estaban descendiendo progresivamente al ver que un hilillo de agua escurría por las grietas del piso hacia abajo. Tenía sus dudas sobre seguir por un camino lleno de incertidumbre, pero no estaba dispuesta a retroceder. En un lugar tan silencioso como ese cualquier sonido era maximizado: las pisadas de Loki y Elyria, el corazón acelerado de los leones, incluso el agua que fluía paralelamente… Podía oírlo todo sin necesidad de prestar atención.
Hasta que decidió interrumpir el silencio.
La historia de Elyria le hubiera llamado más la atención si no estuviera en un mundo que paría jóvenes rotos sin ninguna piedad. ¿Cuál era la palabra adecuada para describir el sentimiento que tenía la princesa? ¿Tal vez era “impotencia” o se acercaba más a la “frustración”? Puede que incluso fuera tristeza, pero de cualquier forma no estaba bien que las personas despertaran deseos de venganza por culpa de otros. Su propia madre había recorrido ese camino, conocía muy bien la historia, y si no hubiera sido por su padre, el mundo habría visto a La Genocida mucho antes. También fue una mujer rota que, después de tanto sufrimiento, dejó de pelear y decidió entregarse a la locura. Cuando pensaba en que el Gobierno Mundial había asesinado equivocadamente a su padre brotaba en su interior un sentimiento de pura ira, pero también se le rompía el corazón al recordar cuánto había sufrido su madre.
Y, a pesar de todo el daño que había causado el Gobierno Mundial, no lo odiaba. Era recelosa con su gente y prefería mantenerlo lejos, pero se había prometido a sí misma a no caer en esa podrida rueda del odio. Había perdido a sus dos padres y le habían traicionado hasta el cansancio, lo que había visto del mundo era una mierda tan repugnante que ni con quitarse los ojos bastaría. Sin embargo, tal como había decidido Elyria, usaría su fuerza para proteger lo que le importaba en vez de destruir a sus enemigos. Quería regresar a su hogar, sabía que tendría que luchar muy duro para conseguirlo, pero necesitaba ayudar a su pueblo que sufría en silencio y sin que a nadie le importara por culpa de las decisiones de su madre.
—Siento mucho lo de tu madre y todo lo que tuviste que vivir, pero me alegra que quieras proteger a las personas que no pueden hacerlo por sí solas —dijo la princesa mientras miraba a la marine, sintiéndose un tanto aliviada porque no era una “misión oficial''. O eso era lo que decía ella—. Estoy de acuerdo con que el Gobierno Mundial ha causado mucho daño a través de la historia, pero no ha sido el único. Sabes quién fue mi madre y yo sé que perteneces a la Marina, ambas cargamos con pecados que no cometimos, pero estoy orgullosa de ser una von Steinhell. A lo que voy es que nadie tiene las manos limpias como para apuntar con el dedo a los demás —finalizó, dejando en claro su opinión pero sin dar más detalles sobre lo que pensaba.
Y justamente te lo digo porque lo sé mejor que nadie, Ely. Alguien tan empeñada en proteger a los demás no debería guardar tanto odio, le respondió en su cabeza.
Pocos minutos después de tomar el camino de la izquierda, Christa escuchó un imponente sonido que no había escuchado antes; fue como oír a un herrero golpear el metal con su pesado mazo. Algo había comenzado a funcionar dentro de las entrañas de los pasadizos subterráneos. Allí, el aire era húmedo y las paredes acumulaban agua entre sus poros. Pasaron unas largas escaleras con solo unos pocos peldaños iluminados por luces amarillas y tenues, y al final descubrieron una enorme puerta metálica con una manija en forma de círculo.
Tenía un mal presentimiento sobre todo eso, pero bajó de Loki y siguió a su compañera con la mano preparada para sacar el arma. El interior estaba bastante mejor iluminado que los pasillos y se podía ver toda clase de máquinas, piezas sueltas y un montón de grasa. La más imponente de todas era una especie de engranaje con una infinidad de tuberías que constantemente liberaba vapor. Inmediatamente a su cabeza saltaron las preguntas de qué carajos era esa cosa y por qué estaba ahí. ¿Funcionaba de vez en cuando? Si no fuera así, la habría escuchado hacía rato. La mayoría de las invenciones de Vegapunk, por no decir todas, fueron saqueadas o utilizadas en el pasado. Bueno, tampoco es como si pudiera responder demasiadas inquietudes, no sabía nada de máquinas ni mecanismos, así que mejor lo dejaba hasta ahí y seguía explorando la zona.
Sacó un odre de agua y se lo llevó a la boca para después dejarlo dentro de la capa mágica. Después de comprobar que era agua limpia lo que estaba en los charcos, les dio permiso a sus leones para que bebieran y descansaran. Nada más llegar a la poza, Kaia metió toda la cabeza como si fuera un gato gigante adicto al agua, algo un poco extraño en un felino. Su hermano mayor pareció mirarla como con una cara de “¿en serio?”, pero a Kaia no le importó y siguió divirtiéndose; era una chica despreocupada y enérgica, ¿eh?
—De acuerdo, yo me encargo —respondió a la petición de Ely, haciendo justo lo que había pedido—. Me pregunto cuándo despertará para contarnos qué rayos le pasó para terminar así. Ya, me imagino que tuvo una pelea muy difícil, pero quiero detalles. ¿Tú no?
Christa dejó de parlotear cuando escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Inmediatamente les dirigió una mirada a sus leones para que se escondieran y luego hizo lo mismo con Ely. Sin hacer ruido, le indicó que colocara de vuelta el forro para hacer presión y que se mantuviera callada. Como si hubiera vivido cientos de veces esa misma situación, la princesa sacó la daga de la capa mágica y se infiltró entre los mecanismos para ver de qué se trataba.
Vio a un chico de unos veinticinco años entrar a la sala de máquinas, vestía una chaqueta de trabajo y llevaba unos pantalones anchos, además de unas botas hasta las rodillas; llevaba una caja de herramientas en la mano. Se le veía alegre y despreocupado. ¿Un trabajador encargado del mantenimiento de la maquinaria, tal vez? En cualquier caso, era mejor que no se tratara de un legionario que se había dado cuenta de dónde estaban las “fugitivas”. La princesa soltó un soplido de alivio y pensó que solo debían dejarle hacer su trabajo, se marcharía por cuenta propia.
O esa era la idea.
Kaia estaba demasiado ocupada jugando con una pelusa de polvo que encontró por ahí como para fijarse que el chico caminaba justo hacia donde estaba ella. Christa se había dado cuenta, pero no podía gritarle ni tenía telepatía para hacer reaccionar a la leona. De pronto, los ojos de Kaia se encontraron con los del trabajador y el silencio duró tan solo un segundo. El muchacho dejó caer las herramientas y luego hizo lo que todo ser humano haría al ver a un león: correr y gritar.
—¡Tenemos que movernos ya mismo, Ely! —le dijo Christa, dirigiéndole una mirada de desaprobación a su mascota—. Tú y yo tendremos una conversación luego de esto, ¿entendido?
Hasta que decidió interrumpir el silencio.
La historia de Elyria le hubiera llamado más la atención si no estuviera en un mundo que paría jóvenes rotos sin ninguna piedad. ¿Cuál era la palabra adecuada para describir el sentimiento que tenía la princesa? ¿Tal vez era “impotencia” o se acercaba más a la “frustración”? Puede que incluso fuera tristeza, pero de cualquier forma no estaba bien que las personas despertaran deseos de venganza por culpa de otros. Su propia madre había recorrido ese camino, conocía muy bien la historia, y si no hubiera sido por su padre, el mundo habría visto a La Genocida mucho antes. También fue una mujer rota que, después de tanto sufrimiento, dejó de pelear y decidió entregarse a la locura. Cuando pensaba en que el Gobierno Mundial había asesinado equivocadamente a su padre brotaba en su interior un sentimiento de pura ira, pero también se le rompía el corazón al recordar cuánto había sufrido su madre.
Y, a pesar de todo el daño que había causado el Gobierno Mundial, no lo odiaba. Era recelosa con su gente y prefería mantenerlo lejos, pero se había prometido a sí misma a no caer en esa podrida rueda del odio. Había perdido a sus dos padres y le habían traicionado hasta el cansancio, lo que había visto del mundo era una mierda tan repugnante que ni con quitarse los ojos bastaría. Sin embargo, tal como había decidido Elyria, usaría su fuerza para proteger lo que le importaba en vez de destruir a sus enemigos. Quería regresar a su hogar, sabía que tendría que luchar muy duro para conseguirlo, pero necesitaba ayudar a su pueblo que sufría en silencio y sin que a nadie le importara por culpa de las decisiones de su madre.
—Siento mucho lo de tu madre y todo lo que tuviste que vivir, pero me alegra que quieras proteger a las personas que no pueden hacerlo por sí solas —dijo la princesa mientras miraba a la marine, sintiéndose un tanto aliviada porque no era una “misión oficial''. O eso era lo que decía ella—. Estoy de acuerdo con que el Gobierno Mundial ha causado mucho daño a través de la historia, pero no ha sido el único. Sabes quién fue mi madre y yo sé que perteneces a la Marina, ambas cargamos con pecados que no cometimos, pero estoy orgullosa de ser una von Steinhell. A lo que voy es que nadie tiene las manos limpias como para apuntar con el dedo a los demás —finalizó, dejando en claro su opinión pero sin dar más detalles sobre lo que pensaba.
Y justamente te lo digo porque lo sé mejor que nadie, Ely. Alguien tan empeñada en proteger a los demás no debería guardar tanto odio, le respondió en su cabeza.
*****
Pocos minutos después de tomar el camino de la izquierda, Christa escuchó un imponente sonido que no había escuchado antes; fue como oír a un herrero golpear el metal con su pesado mazo. Algo había comenzado a funcionar dentro de las entrañas de los pasadizos subterráneos. Allí, el aire era húmedo y las paredes acumulaban agua entre sus poros. Pasaron unas largas escaleras con solo unos pocos peldaños iluminados por luces amarillas y tenues, y al final descubrieron una enorme puerta metálica con una manija en forma de círculo.
Tenía un mal presentimiento sobre todo eso, pero bajó de Loki y siguió a su compañera con la mano preparada para sacar el arma. El interior estaba bastante mejor iluminado que los pasillos y se podía ver toda clase de máquinas, piezas sueltas y un montón de grasa. La más imponente de todas era una especie de engranaje con una infinidad de tuberías que constantemente liberaba vapor. Inmediatamente a su cabeza saltaron las preguntas de qué carajos era esa cosa y por qué estaba ahí. ¿Funcionaba de vez en cuando? Si no fuera así, la habría escuchado hacía rato. La mayoría de las invenciones de Vegapunk, por no decir todas, fueron saqueadas o utilizadas en el pasado. Bueno, tampoco es como si pudiera responder demasiadas inquietudes, no sabía nada de máquinas ni mecanismos, así que mejor lo dejaba hasta ahí y seguía explorando la zona.
Sacó un odre de agua y se lo llevó a la boca para después dejarlo dentro de la capa mágica. Después de comprobar que era agua limpia lo que estaba en los charcos, les dio permiso a sus leones para que bebieran y descansaran. Nada más llegar a la poza, Kaia metió toda la cabeza como si fuera un gato gigante adicto al agua, algo un poco extraño en un felino. Su hermano mayor pareció mirarla como con una cara de “¿en serio?”, pero a Kaia no le importó y siguió divirtiéndose; era una chica despreocupada y enérgica, ¿eh?
—De acuerdo, yo me encargo —respondió a la petición de Ely, haciendo justo lo que había pedido—. Me pregunto cuándo despertará para contarnos qué rayos le pasó para terminar así. Ya, me imagino que tuvo una pelea muy difícil, pero quiero detalles. ¿Tú no?
Christa dejó de parlotear cuando escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Inmediatamente les dirigió una mirada a sus leones para que se escondieran y luego hizo lo mismo con Ely. Sin hacer ruido, le indicó que colocara de vuelta el forro para hacer presión y que se mantuviera callada. Como si hubiera vivido cientos de veces esa misma situación, la princesa sacó la daga de la capa mágica y se infiltró entre los mecanismos para ver de qué se trataba.
Vio a un chico de unos veinticinco años entrar a la sala de máquinas, vestía una chaqueta de trabajo y llevaba unos pantalones anchos, además de unas botas hasta las rodillas; llevaba una caja de herramientas en la mano. Se le veía alegre y despreocupado. ¿Un trabajador encargado del mantenimiento de la maquinaria, tal vez? En cualquier caso, era mejor que no se tratara de un legionario que se había dado cuenta de dónde estaban las “fugitivas”. La princesa soltó un soplido de alivio y pensó que solo debían dejarle hacer su trabajo, se marcharía por cuenta propia.
O esa era la idea.
Kaia estaba demasiado ocupada jugando con una pelusa de polvo que encontró por ahí como para fijarse que el chico caminaba justo hacia donde estaba ella. Christa se había dado cuenta, pero no podía gritarle ni tenía telepatía para hacer reaccionar a la leona. De pronto, los ojos de Kaia se encontraron con los del trabajador y el silencio duró tan solo un segundo. El muchacho dejó caer las herramientas y luego hizo lo que todo ser humano haría al ver a un león: correr y gritar.
—¡Tenemos que movernos ya mismo, Ely! —le dijo Christa, dirigiéndole una mirada de desaprobación a su mascota—. Tú y yo tendremos una conversación luego de esto, ¿entendido?
Elyria Priscraft
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fuerza
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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“Pues sí. No tiene ningún sentido la cantidad de Legionarios que—”
Al escuchar el sonido de la puerta cerrándose se puso alerta. Pero esta vez dejó que su compañera hiciera el trabajo. Ya había demostrado que estaba tán o incluso más atenta que ella misma. Además, estaba tratando a Zero, así que tenían que separar el trabajo.
Una simple mirada fue suficiente para que las dos mujeres se entendieran. Christa fue a comprobar que estaba ocurriendo, y Elyria se encargó de volver a hacer un apaño con el forro polar y a esconderse con Zero. Se le daba bastante bien el sigilo, pero dos personas moviéndose solo llamarían más la atención. Y bueno… tampoco podría dejar a Zero solo.
De repente, escuchó el ruido de algo metálico cayendo al suelo, seguido del grito de un hombre. Ella estaba escondida del otro lado, así que no vió exactamente que acababa de ocurrir. Al escuchar a Christa llamarla, volvió a cargar a Zero en su espalda y salió de su escondite. Cuando vió como regañaba a su mascota, pudo unir los puntos. Debí haber imaginado que no lograríamos ocultar a dos leones enormes. Pero en fin, toca correr, eso se nos da genial.
Inmediatamente salieron por donde habían venido. Al parecer había otra entrada, y el hombre había escapado por esa. Pero no eran tan idiotas como para seguir el camino de alguien que haría como cualquier persona normal y llamaría a las autoridades. En este caso, a La Legión. Y digamos que ese era un grupo con el que no tenía muchas ganas de encontrarse ahora mismo.
“¡Sigueme! Vamos a donde el doctor,” le indicó mientras corría escaleras arriba, recordando su mapa mental para volver a su carrera de antes, esta vez, con un extra de prisa. Podrían intentar escapar a algún otro lado, si la Legión se enteraba de que estaban bajo tierra y ya fuera de la ciudad, tendrían problemas. Ellos sabían que Zero estaba herido y necesitaba un médico, no había que ser un genio para darse cuenta de a donde se dirigían.
Pero había varios problemas con ello. Primero, que Elyria solo conocía la ruta que le había indicado Sasha. Si comenzaban a desviarse, acabarían perdiéndose. Segundo, Zero seguía sin despertar, un tratamiento adecuado era cada vez más urgente. Y tercero, el doctor y el resto de gente de ese pequeño pueblecito independiente que se habían montado los rebeldes. No podía abandonarlos, ya había visto de lo que eran capaces cuando Sasha le contó lo que habían pasado con el grupo de Yves. No permitiría que volviesen a hacer lo mismo.
Esta vez no se pusieron a hablar mientras corrían. Fue un largo viaje, en el que solo se escuchaban sus pasos y sus respiraciones cada vez más agitadas. Al menos Christa no tiene que gastar energía corriendo. Sería un problema si pasase algo y las dos estuviéramos agotadas, pensó, sintiendo como cada vez le dolían más las piernas y estaba más cansada. Estaba acostumbrada a correr, pero recorrer tantos kilómetros a esta velocidad le pasaba factura a cualquiera.
“Ya casi llegamos, deberían haber unas escaleras al final de este pasillo,” dijo finalmente. “Parece que lo hemos conseguido, no hay rastro de esas ratas.”
Justo cuando terminó de decir eso, un grupo de Legionarios apareció de una bifurcación a la derecha, unos veinte metros frente a ellas.
“Bueno, bueno, pero a quien tenemos por aquí… Zero, la Princesa Escarlata, y una entrometida más,” dijo el que parecía el líder del grupo. Este era un hombre alto y ancho, musculoso e intimidante. Y por supuesto, vestía un uniforme de la legión.
Escuchó pasos detrás suyo, así que se dió la vuelta, viendo al otro grupo que había aparecido, cortándoles la ruta de huida. Les habían tendido una emboscada.
Llevó la mano a la empuñadura de Khione, pero no sacó el arma. Aún no. Le lanzó una mirada a Christa, tenían que pensar en algo, y rápido. Esos hijos de puta no pretendían dejarlas salir de aquí con vida. “Estamos rodeadas, tenemos que cubrirnos las espaldas. Pero a ver como demonios salimos de esta…” Le dijo, esta vez sí, desenvainando su querida katana. Buscó poner su espalda contra la de su compañera, y se puso en posición defensiva.
Atacar era un suicidio. La única opción que veía era aprovechar que los pasadizos eran finos y dejar que viniesen ellos. Solo había un problema. Después de la carrera que se habían pegado, lo iba a tener difícil para resistir mucho tiempo.
“¡Atacad! Pero dejad vivo a ese puto traidor. Me encargaré personalmente de que se arrepienta de intentar reírse en nuestra puta cara.”
Al escuchar el sonido de la puerta cerrándose se puso alerta. Pero esta vez dejó que su compañera hiciera el trabajo. Ya había demostrado que estaba tán o incluso más atenta que ella misma. Además, estaba tratando a Zero, así que tenían que separar el trabajo.
Una simple mirada fue suficiente para que las dos mujeres se entendieran. Christa fue a comprobar que estaba ocurriendo, y Elyria se encargó de volver a hacer un apaño con el forro polar y a esconderse con Zero. Se le daba bastante bien el sigilo, pero dos personas moviéndose solo llamarían más la atención. Y bueno… tampoco podría dejar a Zero solo.
De repente, escuchó el ruido de algo metálico cayendo al suelo, seguido del grito de un hombre. Ella estaba escondida del otro lado, así que no vió exactamente que acababa de ocurrir. Al escuchar a Christa llamarla, volvió a cargar a Zero en su espalda y salió de su escondite. Cuando vió como regañaba a su mascota, pudo unir los puntos. Debí haber imaginado que no lograríamos ocultar a dos leones enormes. Pero en fin, toca correr, eso se nos da genial.
Inmediatamente salieron por donde habían venido. Al parecer había otra entrada, y el hombre había escapado por esa. Pero no eran tan idiotas como para seguir el camino de alguien que haría como cualquier persona normal y llamaría a las autoridades. En este caso, a La Legión. Y digamos que ese era un grupo con el que no tenía muchas ganas de encontrarse ahora mismo.
“¡Sigueme! Vamos a donde el doctor,” le indicó mientras corría escaleras arriba, recordando su mapa mental para volver a su carrera de antes, esta vez, con un extra de prisa. Podrían intentar escapar a algún otro lado, si la Legión se enteraba de que estaban bajo tierra y ya fuera de la ciudad, tendrían problemas. Ellos sabían que Zero estaba herido y necesitaba un médico, no había que ser un genio para darse cuenta de a donde se dirigían.
Pero había varios problemas con ello. Primero, que Elyria solo conocía la ruta que le había indicado Sasha. Si comenzaban a desviarse, acabarían perdiéndose. Segundo, Zero seguía sin despertar, un tratamiento adecuado era cada vez más urgente. Y tercero, el doctor y el resto de gente de ese pequeño pueblecito independiente que se habían montado los rebeldes. No podía abandonarlos, ya había visto de lo que eran capaces cuando Sasha le contó lo que habían pasado con el grupo de Yves. No permitiría que volviesen a hacer lo mismo.
Esta vez no se pusieron a hablar mientras corrían. Fue un largo viaje, en el que solo se escuchaban sus pasos y sus respiraciones cada vez más agitadas. Al menos Christa no tiene que gastar energía corriendo. Sería un problema si pasase algo y las dos estuviéramos agotadas, pensó, sintiendo como cada vez le dolían más las piernas y estaba más cansada. Estaba acostumbrada a correr, pero recorrer tantos kilómetros a esta velocidad le pasaba factura a cualquiera.
“Ya casi llegamos, deberían haber unas escaleras al final de este pasillo,” dijo finalmente. “Parece que lo hemos conseguido, no hay rastro de esas ratas.”
Justo cuando terminó de decir eso, un grupo de Legionarios apareció de una bifurcación a la derecha, unos veinte metros frente a ellas.
“Bueno, bueno, pero a quien tenemos por aquí… Zero, la Princesa Escarlata, y una entrometida más,” dijo el que parecía el líder del grupo. Este era un hombre alto y ancho, musculoso e intimidante. Y por supuesto, vestía un uniforme de la legión.
Escuchó pasos detrás suyo, así que se dió la vuelta, viendo al otro grupo que había aparecido, cortándoles la ruta de huida. Les habían tendido una emboscada.
Llevó la mano a la empuñadura de Khione, pero no sacó el arma. Aún no. Le lanzó una mirada a Christa, tenían que pensar en algo, y rápido. Esos hijos de puta no pretendían dejarlas salir de aquí con vida. “Estamos rodeadas, tenemos que cubrirnos las espaldas. Pero a ver como demonios salimos de esta…” Le dijo, esta vez sí, desenvainando su querida katana. Buscó poner su espalda contra la de su compañera, y se puso en posición defensiva.
Atacar era un suicidio. La única opción que veía era aprovechar que los pasadizos eran finos y dejar que viniesen ellos. Solo había un problema. Después de la carrera que se habían pegado, lo iba a tener difícil para resistir mucho tiempo.
“¡Atacad! Pero dejad vivo a ese puto traidor. Me encargaré personalmente de que se arrepienta de intentar reírse en nuestra puta cara.”
Christa
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Christa montó de un salto al enorme león y siguió a su compañera, dejando que Kaia protegiera la retaguardia. Mientras subían a toda velocidad las infinitas escaleras, la princesa pensaba en lo mala idea que había sido adentrarse en los pasadizos. Era un lugar oscuro que convocaba emboscadas y encima era un lugar demasiado cerrado para poder maniobrar adecuadamente junto a sus mascotas. Algo se le ocurriría, de momento era inútil preocuparse por esas cosas, así que mejor estaría atenta a los ruidos del entorno.
Quiso suspirar aliviada y pensar con optimismo cuando Elyria dijo que casi lo conseguían, pero hasta ese momento habían recorrido una carretera sin obstáculos. Christa era consciente de los errores que habían cometido. Habían dejado ir a los piratas con la esperanza de que La Legión no los atraparía; estaba el cadáver del legionario dentro de un contenedor de basura; y, por último, el avistamiento de un león blanco en los túneles de la ciudad. ¿No habían dejado demasiadas huellas? Generalmente, la princesa era más precavida con ese tipo de cosas, pero no sabía trabajar bien en equipo y las ciudades de ese estilo le eran… complicadas.
—Parece que no será así —dijo Christa al ver que un grupo de legionarios aparecía al fondo del pasillo; inmediatamente se desmontó de Loki.
Aguzó la vista para identificar al líder del grupo enemigo y lo estudió como un depredador haría con su presa. Estaba concentrada en él, no en sus estúpidas palabras. Era alto y corpulento; debía confiar mucho en sus músculos como para no llevar armas ni protección. A su derecha había una mujer delgada que nada más ver a las criminales empuñó el fusil y apuntó a Christa; esperaba una orden para disparar. A la izquierda del capitán había un hombre tan solo un poco más bajo, de aspecto rudo y que vestía un impecable uniforme de La Legión: la espada bastarda que colgaba en su cinturón decía que era un espadachín.
Lidiar con esos tres al mismo tiempo sería difícil, pero también habían sido emboscados por la retaguardia. Christa echó un vistazo rápido para descubrir a dos espadachines más jóvenes que el resto del escuadrón enemigo. Tenía sentido que hubiera reclutas involucrados en la búsqueda, después de todo, hubiera sido imposible que llegaran a tiempo desde el cuartel para emboscar a los fugitivos; esa gente era la que justo estaba por la zona.
—Si nos planteamos huir, le regalaremos la espalda a esa tiradora y estaremos muertas, pero nos están subestimando, Ely. Será muy difícil, pero podemos ganar esto —le dijo a su compañera, ignorando las bravuconadas del legionario—. ¿Puedes encargarte de los reclutas de atrás por mí? Kaia protegerá a Zero.
Puede que fuera por su linaje o tal vez por su condición de princesa, pero sin importar la razón, Christa tenía la costumbre de dar órdenes. Era cierto que se lo había pedido bastante bonito considerando la situación en la que estaban, pero era una orden al fin y al cabo. Lo prefería así por motivos egoístas, la verdad. Quería evitar que Kaia peleara de frente con gente que tenía armas, lo último que necesitaba era que su pequeña se lastimara. Por supuesto que lucharía de ser necesario, y vaya que sabía defenderse, pero para eso estaban Loki y Christa. Bueno, todo sería diferente si Isara estuviera allí; los legionarios no habrían hecho siquiera el intento de arrinconar a la princesa.
Sin esperar la respuesta de su compañera, la cazadora arremetió hacia delante y la tiradora jaló del gatillo. La bala rebotó en el cuerpo de la princesa tras escucharse un sonido metálico, dejando perpleja a la legionaria. El espadachín avanzó de inmediato, pero fue interceptado por Loki. El capitán sonrió confiado y lanzó un puñetazo. Era potente y seguro que Christa no resistiría dos de esos, pero eran lentos. Esquivó a tiempo y respondió con un corte en el brazo. De inmediato sacó un oso de peluche de entre la capa y el enemigo se lo quedó viendo durante medio segundo. Los ojos del oso brillaron con intensidad y se giró con violencia hacia la mano del capitán. De un mordisco le arrebató casi la mitad de esta, incluyendo el pulgar y otros dos dedos. Sin embargo, a pesar de la pérdida, mantuvo la compostura y reaccionó para echarse hacia atrás.
—Así que esta es la magia negra de La Genocida… ¡¿Por qué has decidido mostrarte ahora?! ¡¿Qué es lo que pretendes hacer con Zero?! —rugió el capitán; ahora sí que iba a tomarse en serio la pelea.
—Eso es un secreto que no puedes saber —respondió sin demasiada expresión en su rostro, preparándose para el siguiente asalto.
Quiso suspirar aliviada y pensar con optimismo cuando Elyria dijo que casi lo conseguían, pero hasta ese momento habían recorrido una carretera sin obstáculos. Christa era consciente de los errores que habían cometido. Habían dejado ir a los piratas con la esperanza de que La Legión no los atraparía; estaba el cadáver del legionario dentro de un contenedor de basura; y, por último, el avistamiento de un león blanco en los túneles de la ciudad. ¿No habían dejado demasiadas huellas? Generalmente, la princesa era más precavida con ese tipo de cosas, pero no sabía trabajar bien en equipo y las ciudades de ese estilo le eran… complicadas.
—Parece que no será así —dijo Christa al ver que un grupo de legionarios aparecía al fondo del pasillo; inmediatamente se desmontó de Loki.
Aguzó la vista para identificar al líder del grupo enemigo y lo estudió como un depredador haría con su presa. Estaba concentrada en él, no en sus estúpidas palabras. Era alto y corpulento; debía confiar mucho en sus músculos como para no llevar armas ni protección. A su derecha había una mujer delgada que nada más ver a las criminales empuñó el fusil y apuntó a Christa; esperaba una orden para disparar. A la izquierda del capitán había un hombre tan solo un poco más bajo, de aspecto rudo y que vestía un impecable uniforme de La Legión: la espada bastarda que colgaba en su cinturón decía que era un espadachín.
Lidiar con esos tres al mismo tiempo sería difícil, pero también habían sido emboscados por la retaguardia. Christa echó un vistazo rápido para descubrir a dos espadachines más jóvenes que el resto del escuadrón enemigo. Tenía sentido que hubiera reclutas involucrados en la búsqueda, después de todo, hubiera sido imposible que llegaran a tiempo desde el cuartel para emboscar a los fugitivos; esa gente era la que justo estaba por la zona.
—Si nos planteamos huir, le regalaremos la espalda a esa tiradora y estaremos muertas, pero nos están subestimando, Ely. Será muy difícil, pero podemos ganar esto —le dijo a su compañera, ignorando las bravuconadas del legionario—. ¿Puedes encargarte de los reclutas de atrás por mí? Kaia protegerá a Zero.
Puede que fuera por su linaje o tal vez por su condición de princesa, pero sin importar la razón, Christa tenía la costumbre de dar órdenes. Era cierto que se lo había pedido bastante bonito considerando la situación en la que estaban, pero era una orden al fin y al cabo. Lo prefería así por motivos egoístas, la verdad. Quería evitar que Kaia peleara de frente con gente que tenía armas, lo último que necesitaba era que su pequeña se lastimara. Por supuesto que lucharía de ser necesario, y vaya que sabía defenderse, pero para eso estaban Loki y Christa. Bueno, todo sería diferente si Isara estuviera allí; los legionarios no habrían hecho siquiera el intento de arrinconar a la princesa.
Sin esperar la respuesta de su compañera, la cazadora arremetió hacia delante y la tiradora jaló del gatillo. La bala rebotó en el cuerpo de la princesa tras escucharse un sonido metálico, dejando perpleja a la legionaria. El espadachín avanzó de inmediato, pero fue interceptado por Loki. El capitán sonrió confiado y lanzó un puñetazo. Era potente y seguro que Christa no resistiría dos de esos, pero eran lentos. Esquivó a tiempo y respondió con un corte en el brazo. De inmediato sacó un oso de peluche de entre la capa y el enemigo se lo quedó viendo durante medio segundo. Los ojos del oso brillaron con intensidad y se giró con violencia hacia la mano del capitán. De un mordisco le arrebató casi la mitad de esta, incluyendo el pulgar y otros dos dedos. Sin embargo, a pesar de la pérdida, mantuvo la compostura y reaccionó para echarse hacia atrás.
—Así que esta es la magia negra de La Genocida… ¡¿Por qué has decidido mostrarte ahora?! ¡¿Qué es lo que pretendes hacer con Zero?! —rugió el capitán; ahora sí que iba a tomarse en serio la pelea.
—Eso es un secreto que no puedes saber —respondió sin demasiada expresión en su rostro, preparándose para el siguiente asalto.
Elyria Priscraft
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Elyria estaba acostumbrada a ser la que tomaba el control. Joder, que en ocasiones le daba ordenes a sus superiores. Tenía naturaleza de líder, pero eso también significaba ser capaz de dejar que otra persona se encargara de esa tarea. Así que sin rechistar, asintió con la cabeza y se giró para enfrentarse a los dos reclutas. De todas formas, coincidía con el plan. En su estado actual, no sería capaz de enfrentarse al otro grupo, así que se encargaría de cubrirle las espaldas a su compañera.
Aún así, la idea de dejar a Zero con la leona en medio de los dos enfrentamientos no le parecía tan buena. Christa estaba en un uno contra tres, y no precisamente tres reclutas. Si cualquiera lograba pasar a través de ella sería problemático.
“Me encargaré yo misma de Zero. Pero grita si vienen por mi espalda para que pueda reaccionar a tiempo,” le pidió sin girarse, clavando la mirada en los dos reclutas, que aún no se aclaraban ni en como atacar a la mujer. Además, si pasa cualquier cosa, Kaia podrá defenderse mejor si no se tiene que andar preocupando de un moribundo…
Finalmente, la pareja de legionarios se decidió a atacar. ¿Qué hacen estos chicos aquí? No saben ni mantener su postura al atacar, y están llenos de aperturas donde contraatacar… Pensó, haciendo un corte vertical con Khione en el suelo, dejando en este una capa de hielo. Las bajas temperaturas ayudaron a que el área de efecto fuese mayor de lo normal.
Los hombres, sin poder reaccionar a tiempo, resbalaron, perdiendo el equilibrio. Elyria aprovechó ese momento para darle una patada en el estómago al que tenía más cerca, que salió volando hacia atrás, arrastrando consigo a su compañero. Podría haber acabado con ellos en un momento… Pero no puedo matar a estos críos, ni siquiera son una amenaza, se dijo a sí misma, acercándose a ellos con la punta de la katana apuntando hacia abajo.
Aún mantenía su cordura, si hubiese sido cualquier otra cosa no habría dudado en atravesar sus corazones. Pero una cosa era verse obligada a matar, aún si fuese provocado por sus propios errores; y otra muy diferente era caer en la barbarie. Estos hombres eran simples peones, gente que se había visto obligada a enfrentarse a algo para lo que no estaban preparados. Probablemente les habrían engañado, haciéndoles creer que las acciones de la Legión eran justas. O tal vez se vieron obligados a unirse a sus filas para ayudar a sus familias, o sobrevivir ellos mismos. Este mundo de mierda te forzaba a tomar decisiones que no te gustaban.
Esta vez podía evitar robarles la vida. O al menos podía intentarlo. Ya había matado a gente que probablemente no lo merecía, aun si no le había quedado otro remedio, y se atormentaba cada día por ello. ¿No tenía otro remedio? Esa es una excusa de mierda, Ely…”
Uno de los hombres se levantó, poniéndose entre su compañero y Elyria. Al parecer el primero aún no se había recuperado del golpe. Se puso en una posición más defensiva, haciendo su mejor esfuerzo por mantenerla, por recordar lo que le habían enseñado en su entrenamiento. Por desgracia, había una diferencia abismal entre entrenar y un combate de verdad.
“Ni te atrevas a acercarte, ¡criminal!” Gritó con energía.
Elyria noto rápidamente lo mucho que le había costado sacar fuerzas para gritar así. Su cuerpo estaba temblando, estaba claramente asustado, sabía que no tenía nada que hacer. Pero aún así estaba protegiendo a su compañero. Y legionario o no, eso era algo que la mujer respetaba.
“Eres valiente, soldado,” comentó mientras se acercaba lentamente, alzando su arma.
“¡Alejate! No dudaré en matarte si hace falta.”
Al escuchar eso, Elyria respiró profundamente y dió un salto hacia delante, atacando en dirección a la espada de su oponente, impactando cerca de la empuñadura. Este consiguió mantener el agarre, pero una capa de hielo se extendió hasta su mano, y solo tuvo que hacer un poco de fuerza para tirar su arma al suelo.
”¿Matarme? No cometas el mismo error que yo, una vez entras en ese pozo, ya no se puede salir.”
El hombre, pensando que estaba muerto, intentó darle un puñetazo a la desesperada. Pero le faltaba fuerza. Con facilidad, atrapó su puño con la mano izquierda. Esto le hizo algo de daño, pero eso solo fue por lo sensibles que eran.
“Esta posición te deja totalmente vulnerable…” Dijo en voz baja, colocando la punta de Khione en su pecho, a la altura del corazón. Pero en vez de penetrar, guardó la katana en su saya, suspirando y empujando al hombre al suelo.
Se agachó, y miró seriamente a la pareja. El que había recibido la patada seguía aturdido, pero estaba consciente. “Más os vale haceros los inconscientes y quedaros aquí quietecitos hasta que vengan a ayudaros,” comentó, clavando la mirada en los ojos del último en caer. “No sabes la pena que me da que un hombre con tú valor y determinación haya acabado en la fila de esas ratas. No caigas en sus trucos.”
Dicho ésto, se levantó, girándose a comprobar cómo le estaba yendo a Christa.
Aún así, la idea de dejar a Zero con la leona en medio de los dos enfrentamientos no le parecía tan buena. Christa estaba en un uno contra tres, y no precisamente tres reclutas. Si cualquiera lograba pasar a través de ella sería problemático.
“Me encargaré yo misma de Zero. Pero grita si vienen por mi espalda para que pueda reaccionar a tiempo,” le pidió sin girarse, clavando la mirada en los dos reclutas, que aún no se aclaraban ni en como atacar a la mujer. Además, si pasa cualquier cosa, Kaia podrá defenderse mejor si no se tiene que andar preocupando de un moribundo…
Finalmente, la pareja de legionarios se decidió a atacar. ¿Qué hacen estos chicos aquí? No saben ni mantener su postura al atacar, y están llenos de aperturas donde contraatacar… Pensó, haciendo un corte vertical con Khione en el suelo, dejando en este una capa de hielo. Las bajas temperaturas ayudaron a que el área de efecto fuese mayor de lo normal.
Los hombres, sin poder reaccionar a tiempo, resbalaron, perdiendo el equilibrio. Elyria aprovechó ese momento para darle una patada en el estómago al que tenía más cerca, que salió volando hacia atrás, arrastrando consigo a su compañero. Podría haber acabado con ellos en un momento… Pero no puedo matar a estos críos, ni siquiera son una amenaza, se dijo a sí misma, acercándose a ellos con la punta de la katana apuntando hacia abajo.
Aún mantenía su cordura, si hubiese sido cualquier otra cosa no habría dudado en atravesar sus corazones. Pero una cosa era verse obligada a matar, aún si fuese provocado por sus propios errores; y otra muy diferente era caer en la barbarie. Estos hombres eran simples peones, gente que se había visto obligada a enfrentarse a algo para lo que no estaban preparados. Probablemente les habrían engañado, haciéndoles creer que las acciones de la Legión eran justas. O tal vez se vieron obligados a unirse a sus filas para ayudar a sus familias, o sobrevivir ellos mismos. Este mundo de mierda te forzaba a tomar decisiones que no te gustaban.
Esta vez podía evitar robarles la vida. O al menos podía intentarlo. Ya había matado a gente que probablemente no lo merecía, aun si no le había quedado otro remedio, y se atormentaba cada día por ello. ¿No tenía otro remedio? Esa es una excusa de mierda, Ely…”
Uno de los hombres se levantó, poniéndose entre su compañero y Elyria. Al parecer el primero aún no se había recuperado del golpe. Se puso en una posición más defensiva, haciendo su mejor esfuerzo por mantenerla, por recordar lo que le habían enseñado en su entrenamiento. Por desgracia, había una diferencia abismal entre entrenar y un combate de verdad.
“Ni te atrevas a acercarte, ¡criminal!” Gritó con energía.
Elyria noto rápidamente lo mucho que le había costado sacar fuerzas para gritar así. Su cuerpo estaba temblando, estaba claramente asustado, sabía que no tenía nada que hacer. Pero aún así estaba protegiendo a su compañero. Y legionario o no, eso era algo que la mujer respetaba.
“Eres valiente, soldado,” comentó mientras se acercaba lentamente, alzando su arma.
“¡Alejate! No dudaré en matarte si hace falta.”
Al escuchar eso, Elyria respiró profundamente y dió un salto hacia delante, atacando en dirección a la espada de su oponente, impactando cerca de la empuñadura. Este consiguió mantener el agarre, pero una capa de hielo se extendió hasta su mano, y solo tuvo que hacer un poco de fuerza para tirar su arma al suelo.
”¿Matarme? No cometas el mismo error que yo, una vez entras en ese pozo, ya no se puede salir.”
El hombre, pensando que estaba muerto, intentó darle un puñetazo a la desesperada. Pero le faltaba fuerza. Con facilidad, atrapó su puño con la mano izquierda. Esto le hizo algo de daño, pero eso solo fue por lo sensibles que eran.
“Esta posición te deja totalmente vulnerable…” Dijo en voz baja, colocando la punta de Khione en su pecho, a la altura del corazón. Pero en vez de penetrar, guardó la katana en su saya, suspirando y empujando al hombre al suelo.
Se agachó, y miró seriamente a la pareja. El que había recibido la patada seguía aturdido, pero estaba consciente. “Más os vale haceros los inconscientes y quedaros aquí quietecitos hasta que vengan a ayudaros,” comentó, clavando la mirada en los ojos del último en caer. “No sabes la pena que me da que un hombre con tú valor y determinación haya acabado en la fila de esas ratas. No caigas en sus trucos.”
Dicho ésto, se levantó, girándose a comprobar cómo le estaba yendo a Christa.
Christa
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No sabía si su compañera lo estaba haciendo bien o mal, pero tampoco tenía tiempo como para preocuparse por ella. Hacía mal en confiar su espalda de esa manera a una desconocida, aunque ya había metido la pata y debía concentrarse en los duros oponentes que tenía enfrente.
Retrocedió al mismo tiempo que la tiradora se preparaba para un segundo disparo y, justo cuando jaló del gatillo, la princesa se cubrió con la capa mágica. La bala rebotó una vez más, causando una enorme frustración en la legionaria; necesitaría un arma más poderosa para superar la defensa otorgada por el equipo que alguna vez perteneció a la Reina Bruja.
—¡Esa capa es demasiado resistente para tu fusil, Abigail! ¡Prepara el cañón de artillería pesada! —le ordenó el capitán, sabiendo que eso podía hacer colapsar los túneles.
La legionaria asintió con la cabeza y dejó caer la pesada cajuela que llevaba en su espalda. Tenía sus dudas, pero ahora mismo estaba luchando contra la hija de una de las piratas más crueles de la historia; no podía escatimar recursos. De la caja comenzó a sacar distintas partes del arma; debía armarla antes de prepararse para un disparo más potente que cualquier otro realizado.
En un espacio tan reducido será imposible esquivar un disparo como ese, y puede que mi armadura resista el impacto, pero no así mi cuerpo. Por suerte tengo un as bajo la manga para ocasiones como esta, reflexionó la princesa con el ceño fruncido y los ojos puestos en sus oponentes. También se preguntaba cómo lo haría para disparar sin dañar a sus compañeros; no parecía ser esa clase de persona que sacrificaba a los demás por beneficio propio, aunque tampoco debía confiar en las apariencias.
La princesa introdujo la mano libre dentro de su capa y sacó un objeto, ocultándolo de sus contrincantes. De inmediato se giró hacia el espadachín y corrió hacia él. El capitán siguió sus movimientos y lanzó un puñetazo para impedir que se acercara a su compañero. Christa sonrió como si la presa hubiera caído en la trampa. Haciendo gala de una agilidad impresionante, frenó de golpe y se volteó para detener el poderoso golpe con tan solo su mano izquierda. Justo después, el legionario soltó un gruñido de dolor y su rodilla encontró el suelo. Tenía heridas en el brazo y se le había dislocado el hombro; sin embargo, haría falta mucho más que eso para vencer a la mole de músculos.
Acababa de usar una de sus herramientas más útiles: un dial de impacto. Este absorbía una pequeña cantidad de energía cinética, protegiendo al portador y redirigiendo una parte del daño hacia el atacante. Era el artilugio perfecto para luchar contra gente que confiaba en la fuerza de sus puños, aunque no servía de nada en contra de espadachines.
Loki estaba acostumbrado a luchar contra gente armada por lo que no tenía grandes complicaciones en contra del espadachín, de hecho, estaba haciendo una estupenda labor en mantenerlo ocupado. El problema era el capitán que no tenía intenciones de caer. El oso de peluche imbuido en magia negra le había arrebatado la mitad de la mano y ahora tenía un hombro dislocado, pero en su mirada aún había un fogoso espíritu de lucha. A los hombres como él había que quebrantarles la voluntad en vez de hacer trizas su cuerpo, pero era más fácil decirlo que hacerlo. Por otra parte, Christa no tenía la intención de asesinarlos, solo quería lastimarlos lo suficiente para que no le pudieran seguir.
—¡Está listo! —anunció la legionaria quien apuntaba a la princesa sin un ápice de duda en su mirada—. ¡Hazte a un lado, Reynold!
Christa volvió a sonreír confiada y golpeó el suelo con su puño derecho al mismo tiempo que Reynold se movía para despejar el campo de visión de su compañera. El pasillo se sacudió entero cuando el arma rugió estruendosamente. El polvo cayó del techo y las partes más débiles de las murallas se agrietaron. Apestaba a pólvora y salía tantísimo humo del arma cuyo cañón tenía como mínimo una longitud de metro y medio. Abigail tuvo que apoyar la rodilla en el suelo para soportar el potente retroceso del arma; no era algo que pudiera ser disparado consecutivamente, pero debía ser suficiente para atravesar la capa mágica de la princesa.
O esa era la idea.
A medida que el polvo se disipaba, la figura de Christa se dejaba ver. Estaba allí de pie con la mirada puesta en sus oponentes como si el disparo no hubiera significado nada. Lo curioso era que estaba envuelta en un traje de panda, y más tarde los legionarios descubrieron que se trataba de un escudo inexpugnable. P.A.N.D.A. desapareció a los pocos segundos del disparo para mostrar que efectivamente la princesa no había sufrido daño alguno.
Abigail era incapaz de dar crédito a lo que veían sus ojos… ¿Cómo es que su arma más poderosa no había lastimado a la hija de la Reina Bruja? ¿Qué clase de juego injusto era ese? No tenía ninguna clase de sentido. ¿Cómo iban a derrotar a una chica que tenía recursos infinitos para protegerse? Sacaba y sacaba objetos de su capa como si fuera el bolso de Santa Claus, y lo peor de todo era que ni siquiera conocían los límites de esa peligrosa mujer. No obstante, la legionaria tenía buen ojo y se había dado cuenta de que podía tener bastantes recursos para defenderse y atacar, pero sus capacidades físicas estaban muy por debajo en comparación a las de su capitán.
Reynold, intentando mantener la frustración a raya, no perdió el tiempo y lanzó un poderoso puñetazo que tomó desprevenida a la princesa. Este había sido más rápido que el anterior a pesar de tener el hombro lastimado. Christa solo alcanzó a cruzar los brazos para proteger su rostro y salió disparada hacia atrás como una piedrecilla rebotando en el agua, deteniéndose por inercia a unos doce metros de donde estaba.
—Ese disparo debió haberte matado, pero las cucarachas son resistentes… Te eliminaré aunque deba entregar mi vida, Princesa Escarlata. El mundo no volverá a sufrir por culpa de una von Steinhell —sentenció el legionario.
Retrocedió al mismo tiempo que la tiradora se preparaba para un segundo disparo y, justo cuando jaló del gatillo, la princesa se cubrió con la capa mágica. La bala rebotó una vez más, causando una enorme frustración en la legionaria; necesitaría un arma más poderosa para superar la defensa otorgada por el equipo que alguna vez perteneció a la Reina Bruja.
—¡Esa capa es demasiado resistente para tu fusil, Abigail! ¡Prepara el cañón de artillería pesada! —le ordenó el capitán, sabiendo que eso podía hacer colapsar los túneles.
La legionaria asintió con la cabeza y dejó caer la pesada cajuela que llevaba en su espalda. Tenía sus dudas, pero ahora mismo estaba luchando contra la hija de una de las piratas más crueles de la historia; no podía escatimar recursos. De la caja comenzó a sacar distintas partes del arma; debía armarla antes de prepararse para un disparo más potente que cualquier otro realizado.
En un espacio tan reducido será imposible esquivar un disparo como ese, y puede que mi armadura resista el impacto, pero no así mi cuerpo. Por suerte tengo un as bajo la manga para ocasiones como esta, reflexionó la princesa con el ceño fruncido y los ojos puestos en sus oponentes. También se preguntaba cómo lo haría para disparar sin dañar a sus compañeros; no parecía ser esa clase de persona que sacrificaba a los demás por beneficio propio, aunque tampoco debía confiar en las apariencias.
La princesa introdujo la mano libre dentro de su capa y sacó un objeto, ocultándolo de sus contrincantes. De inmediato se giró hacia el espadachín y corrió hacia él. El capitán siguió sus movimientos y lanzó un puñetazo para impedir que se acercara a su compañero. Christa sonrió como si la presa hubiera caído en la trampa. Haciendo gala de una agilidad impresionante, frenó de golpe y se volteó para detener el poderoso golpe con tan solo su mano izquierda. Justo después, el legionario soltó un gruñido de dolor y su rodilla encontró el suelo. Tenía heridas en el brazo y se le había dislocado el hombro; sin embargo, haría falta mucho más que eso para vencer a la mole de músculos.
Acababa de usar una de sus herramientas más útiles: un dial de impacto. Este absorbía una pequeña cantidad de energía cinética, protegiendo al portador y redirigiendo una parte del daño hacia el atacante. Era el artilugio perfecto para luchar contra gente que confiaba en la fuerza de sus puños, aunque no servía de nada en contra de espadachines.
Loki estaba acostumbrado a luchar contra gente armada por lo que no tenía grandes complicaciones en contra del espadachín, de hecho, estaba haciendo una estupenda labor en mantenerlo ocupado. El problema era el capitán que no tenía intenciones de caer. El oso de peluche imbuido en magia negra le había arrebatado la mitad de la mano y ahora tenía un hombro dislocado, pero en su mirada aún había un fogoso espíritu de lucha. A los hombres como él había que quebrantarles la voluntad en vez de hacer trizas su cuerpo, pero era más fácil decirlo que hacerlo. Por otra parte, Christa no tenía la intención de asesinarlos, solo quería lastimarlos lo suficiente para que no le pudieran seguir.
—¡Está listo! —anunció la legionaria quien apuntaba a la princesa sin un ápice de duda en su mirada—. ¡Hazte a un lado, Reynold!
Christa volvió a sonreír confiada y golpeó el suelo con su puño derecho al mismo tiempo que Reynold se movía para despejar el campo de visión de su compañera. El pasillo se sacudió entero cuando el arma rugió estruendosamente. El polvo cayó del techo y las partes más débiles de las murallas se agrietaron. Apestaba a pólvora y salía tantísimo humo del arma cuyo cañón tenía como mínimo una longitud de metro y medio. Abigail tuvo que apoyar la rodilla en el suelo para soportar el potente retroceso del arma; no era algo que pudiera ser disparado consecutivamente, pero debía ser suficiente para atravesar la capa mágica de la princesa.
O esa era la idea.
A medida que el polvo se disipaba, la figura de Christa se dejaba ver. Estaba allí de pie con la mirada puesta en sus oponentes como si el disparo no hubiera significado nada. Lo curioso era que estaba envuelta en un traje de panda, y más tarde los legionarios descubrieron que se trataba de un escudo inexpugnable. P.A.N.D.A. desapareció a los pocos segundos del disparo para mostrar que efectivamente la princesa no había sufrido daño alguno.
Abigail era incapaz de dar crédito a lo que veían sus ojos… ¿Cómo es que su arma más poderosa no había lastimado a la hija de la Reina Bruja? ¿Qué clase de juego injusto era ese? No tenía ninguna clase de sentido. ¿Cómo iban a derrotar a una chica que tenía recursos infinitos para protegerse? Sacaba y sacaba objetos de su capa como si fuera el bolso de Santa Claus, y lo peor de todo era que ni siquiera conocían los límites de esa peligrosa mujer. No obstante, la legionaria tenía buen ojo y se había dado cuenta de que podía tener bastantes recursos para defenderse y atacar, pero sus capacidades físicas estaban muy por debajo en comparación a las de su capitán.
Reynold, intentando mantener la frustración a raya, no perdió el tiempo y lanzó un poderoso puñetazo que tomó desprevenida a la princesa. Este había sido más rápido que el anterior a pesar de tener el hombro lastimado. Christa solo alcanzó a cruzar los brazos para proteger su rostro y salió disparada hacia atrás como una piedrecilla rebotando en el agua, deteniéndose por inercia a unos doce metros de donde estaba.
—Ese disparo debió haberte matado, pero las cucarachas son resistentes… Te eliminaré aunque deba entregar mi vida, Princesa Escarlata. El mundo no volverá a sufrir por culpa de una von Steinhell —sentenció el legionario.
Elyria Priscraft
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
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Fue girarse y ver como Christa recibía un fuerte puñetazo y patinaba por el suelo. O así lo llamaría si no hubiese sido tan agresivo, definitivamente le habían hecho mucho daño. Y para colmo, el líder del grupo se le estaba acercando de nuevo.
Está vez no podía mantener a Zero en su espalda. Eran dos contra tres, tenía que confiar en poder detenerlos si intentaban pasar a través de ellos. Así que rápidamente, bajó al moribundo, dejándolo con la espalda contra la pared. Lo siento Zero, tenemos que encargarnos de estos desgraciados
“El mundo ya sufre lo suficiente con ratas como vosotros,” replicó, interponiéndose entre el hombre y su compañera, dándole algo más de tiempo para que se incorporara.
“¿Quién coño eres, y por qué te alías con una genocida y un traidor?” Gritó, preparándose para atacar, lanzando un gancho mientras daba un salto hacia delante, apuntando a su costado.
“Mi nombre es Elyria,” respondió en un tono tranquilo, casi de burla, antes de usar a Khione para congelar parte del suelo. Este hombre no era tonto, no caería en un truco tan básico como los reclutas. Pero esta vez lo usó ella misma, tirándose ágilmente con los pies hacia delante, deslizándose por debajo de las piernas de Reynold. “Pero puedes llamarme Ely, es más corto.”
“¡No te rías de mí, criminal!” Bramó el hombre, cayendo en la provocación y girándose para atacar de nuevo.
Por suerte Elyria, aún si no era más fuerte, sí era más rápida. “Los criminales sois ustedes, juzgando a los demás por crímenes que no cometieron en nombre de vuestra justicia,” respondió mientras corría en dirección a la tiradora, la cual se veía algo despistada en sus pensamientos y confusa. Por lo que había escuchado mientras se encargaba de los reclutas, y el hecho de que Christa parecía estar intacta hasta que recibió el golpe; se imaginó que había parado de alguna manera el disparo del cañón que estaba sujetando.
Aprovechó el segundo extra que tardó en darse cuenta de que se le acercaba, recortando la distancia. No podría disparar un arma de ese calibre a su antojo. Antes de que pudiera reaccionar, clavo a Khione por el fogón, descargando toda la fuerza elemental del arma por la punta, congelando así la recámara, dejando el arma inutilizable.
Por supuesto, ahora era su turno de recibir. Hacer eso la había dejado vulnerable, y el líder de los legionarios estaba al lado de ella, lanzándole un puñetazo que esta vez no tenía forma de esquivar.
“Gracias por encerrarte sola, Ely. Pensé que intentabas escapar, pero veo que solo eres idiota.”
Logró sacar la katana del fogón, pero no tuvo tiempo de usarla para defenderse. Lo único que le quedaba era parar el golpe con la mano izquierda. Su guante ultra resistente absorbió gran parte del impacto, por lo que no se rompió ningún hueso ni salio disparada. Pero el dolor era insoportable. Sus manos eran extremadamente sensibles, y habían recibido todo el daño que no había podido parar.
Consiguió contener el grito de dolor, ver como supuestamente había parado el golpe como si nada desconcertaría a su enemigo por unos instantes. Y le haría pensar que era mucho más fuerte de lo que realmente era. Pero la verdad era que esa mano estaba prácticamente muerta. Totalmente inutilizada durante días. Al menos conseguí algo de tiempo para Christa y frené un poco a la tiradora. Aunque bueno, sigue teniendo el fusil.
Aprovechó para retroceder rápidamente, saliendo de esa posición tan desventajosa, volviendo a donde estaba su compañera. Se colocó en una postura defensiva, con las rodillas flexionadas a la altura de sus hombros y el cuerpo ligeramente girado.
“¿Puedes seguir? Te necesito para acabar con estos desgraciados,” le preguntó sin mirarle. Su mirada estaba atenta para defenderse ante el próximo ataque. “Su líder es fuerte. Necesito una abertura, pero es difícil conseguirla por mi misma con tan poco espacio. No es idiota.”
”Protegeis a un sucio traidor. Os apuñalará por la espalda a la primera oportunidad,” declaró Reynold mientras se acercaba.
Está vez no podía mantener a Zero en su espalda. Eran dos contra tres, tenía que confiar en poder detenerlos si intentaban pasar a través de ellos. Así que rápidamente, bajó al moribundo, dejándolo con la espalda contra la pared. Lo siento Zero, tenemos que encargarnos de estos desgraciados
“El mundo ya sufre lo suficiente con ratas como vosotros,” replicó, interponiéndose entre el hombre y su compañera, dándole algo más de tiempo para que se incorporara.
“¿Quién coño eres, y por qué te alías con una genocida y un traidor?” Gritó, preparándose para atacar, lanzando un gancho mientras daba un salto hacia delante, apuntando a su costado.
“Mi nombre es Elyria,” respondió en un tono tranquilo, casi de burla, antes de usar a Khione para congelar parte del suelo. Este hombre no era tonto, no caería en un truco tan básico como los reclutas. Pero esta vez lo usó ella misma, tirándose ágilmente con los pies hacia delante, deslizándose por debajo de las piernas de Reynold. “Pero puedes llamarme Ely, es más corto.”
“¡No te rías de mí, criminal!” Bramó el hombre, cayendo en la provocación y girándose para atacar de nuevo.
Por suerte Elyria, aún si no era más fuerte, sí era más rápida. “Los criminales sois ustedes, juzgando a los demás por crímenes que no cometieron en nombre de vuestra justicia,” respondió mientras corría en dirección a la tiradora, la cual se veía algo despistada en sus pensamientos y confusa. Por lo que había escuchado mientras se encargaba de los reclutas, y el hecho de que Christa parecía estar intacta hasta que recibió el golpe; se imaginó que había parado de alguna manera el disparo del cañón que estaba sujetando.
Aprovechó el segundo extra que tardó en darse cuenta de que se le acercaba, recortando la distancia. No podría disparar un arma de ese calibre a su antojo. Antes de que pudiera reaccionar, clavo a Khione por el fogón, descargando toda la fuerza elemental del arma por la punta, congelando así la recámara, dejando el arma inutilizable.
Por supuesto, ahora era su turno de recibir. Hacer eso la había dejado vulnerable, y el líder de los legionarios estaba al lado de ella, lanzándole un puñetazo que esta vez no tenía forma de esquivar.
“Gracias por encerrarte sola, Ely. Pensé que intentabas escapar, pero veo que solo eres idiota.”
Logró sacar la katana del fogón, pero no tuvo tiempo de usarla para defenderse. Lo único que le quedaba era parar el golpe con la mano izquierda. Su guante ultra resistente absorbió gran parte del impacto, por lo que no se rompió ningún hueso ni salio disparada. Pero el dolor era insoportable. Sus manos eran extremadamente sensibles, y habían recibido todo el daño que no había podido parar.
Consiguió contener el grito de dolor, ver como supuestamente había parado el golpe como si nada desconcertaría a su enemigo por unos instantes. Y le haría pensar que era mucho más fuerte de lo que realmente era. Pero la verdad era que esa mano estaba prácticamente muerta. Totalmente inutilizada durante días. Al menos conseguí algo de tiempo para Christa y frené un poco a la tiradora. Aunque bueno, sigue teniendo el fusil.
Aprovechó para retroceder rápidamente, saliendo de esa posición tan desventajosa, volviendo a donde estaba su compañera. Se colocó en una postura defensiva, con las rodillas flexionadas a la altura de sus hombros y el cuerpo ligeramente girado.
“¿Puedes seguir? Te necesito para acabar con estos desgraciados,” le preguntó sin mirarle. Su mirada estaba atenta para defenderse ante el próximo ataque. “Su líder es fuerte. Necesito una abertura, pero es difícil conseguirla por mi misma con tan poco espacio. No es idiota.”
”Protegeis a un sucio traidor. Os apuñalará por la espalda a la primera oportunidad,” declaró Reynold mientras se acercaba.
Christa
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Los brazos le dolían como si un caballo les hubiera pasado por encima, la cabeza le retumbaba y se estaba ahogando porque se había quedado sin aire. Después de varios intentos dolorosos consiguió recuperar la respiración. Un hilo de sangre corría por su frente y tenía varios rasmillones en el cuerpo. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para mover los brazos, pero fue aún más difícil colocarse de pie. Las piernas le flaqueaban y su cuerpo quería quedarse en el suelo, pero su mente y corazón estaban determinados a ganar ese combate. Estaba completamente enfocada en levantarse, tanto así que las palabras de Ely se escuchaban lejanas e inentendibles. Cuando estuvo a punto de conseguirlo sufrió un ataque de tos, una consecuencia retardada por culpa del puñetazo. Sus rodillas encontraron el suelo y vomitó sangre, pero lo intentó una vez más.
Kaia, quien había visto todo desde la retaguardia, abandonó su posición y corrió hacia su ama. Con todo el cuidado que podía tener una leona albina, le pasó la lengua por la cara como en un intento de sanar sus heridas. Luego usó bajó la cabeza para que la princesa tuviera un lugar donde apoyarse y levantarse. Algunos decían que los animales no tenían sentimientos, pero la cara de Kaia lo único que reflejaba era preocupación.
—Estoy bien —mintió—. Necesitaré que hagas algo por mí, Kaia…
Era consciente de que, si no hubiera sido por la capa y la armadura, ese golpe le habría derrotado. Había usado los recursos más importantes que podía permitirse en un lugar como ese, aun así los únicos heridos del bando contrario tenían suficientes energías para continuar. Loki tenía unos cuantos cortes en el cuerpo, poco más que molestias, mientras que el espadachín tenía un feo arañazo en el estómago. El legionario estaba pálido, respiraba cansado y sudaba por montones. A Christa se le ocurrió una buena idea gracias a él, pero no estaba segura de si le gustaría a Elyria.
—Si estás preocupada por mí, por favor no lo hagas: puedo seguir —le dijo a su compañera—. Creo que sé cómo podemos salir de aquí, así que mantén ocupado al capitán.
La adrenalina le ayudaba a ignorar una buena parte del dolor, pero el instinto de supervivencia era lo que le permitía continuar peleando. Era más importante sobrevivir que romperse un par de huesos, por supuesto. Además, era consciente de que, si fallaba en esa batalla, sus mascotas sufrirían un final triste y doloroso. Y, pese a ser una chica egoísta que peleaba por ella misma, también lo hacía por el fuerte impulso de ayudar a Zero.
—¿Te encuentras bien, Ken? —preguntó Reynold al espadachín, fijándose en la herida. Su compañero se limitó a asentir con la cabeza y la mirada puesta en la bestia.
La familia von Steinhell había sufrido mucho por culpa del Gobierno Mundial, así que sería entendible que Christa asumiera que todos los legionarios eran unos monstruos desalmados, pero si comenzaba desde esa premisa jamás se hubiera dado cuenta de que, en realidad, Reynold era un capitán preocupado por sus subordinados. Había impedido que Christa sorprendiera al espadachín, interviniendo y dislocándose el hombro en el proceso; preguntaba por el estado de su compañero y, pese a que quería esconderlo, se le notaba preocupado. Constantemente miraba al fondo del pasillo para asegurarse de que los dos reclutas estaban vivos.
Y la princesa tenía pensado usar la bondad de Reynold a su favor.
Emitió un extraño silbido, como el de un pájaro por la mañana, y la atmósfera de la batalla cambió de un momento a otro. Por algún motivo, los leones de Christa se veían mucho más salvajes y peligrosos que antes. Aparentemente nada había cambiado en la princesa, pero los legionarios sabían que algo malo estaba por ocurrir.
En un movimiento sincronizado, como si lo hubieran practicado cien veces en el pasado, Kaia cargaba contra el espadachín, Loki flanqueaba al capitán y Christa corría en dirección a la tiradora, quien sacaba una pequeña pistola. La princesa se detuvo de golpe y se escudó tras la capa para cubrirse del disparo que realizó la legionaria; entonces sacó un objeto de su capa. En ese momento, mientras Loki saltaba para enterrar sus colmillos en el cuello de Reynold y la bala rebotaba en Christa, Kaia fintaba al espadachín para librarse de él y abalanzarse sobre la tiradora. La princesa dirigió una rápida puñalada al pecho del legionario malherido, quien consiguió desviarla con su espada. Christa tomó por sorpresa al espadachín cuando liberó la nube negra del dial de hierro, la cual se transformó en una lanza oscura que atravesó el muslo izquierdo del legionario.
—¡Ken! ¡Abigail! —rugió Reynold después de liberarse de la mordedura de Loki con el cuello manando sangre.
La tiradora yacía bajo una pesada leona que se contenía para no arrancarle el rostro de un mordisco.
—¡Si quieres que tus subordinados vivan, ríndete y déjanos ir! —le amenazó Christa, acercando la daga al cuello del espadachín—. No podrás vencernos a menos que sacrifiques a toda tu gente, soldado.
Kaia, quien había visto todo desde la retaguardia, abandonó su posición y corrió hacia su ama. Con todo el cuidado que podía tener una leona albina, le pasó la lengua por la cara como en un intento de sanar sus heridas. Luego usó bajó la cabeza para que la princesa tuviera un lugar donde apoyarse y levantarse. Algunos decían que los animales no tenían sentimientos, pero la cara de Kaia lo único que reflejaba era preocupación.
—Estoy bien —mintió—. Necesitaré que hagas algo por mí, Kaia…
Era consciente de que, si no hubiera sido por la capa y la armadura, ese golpe le habría derrotado. Había usado los recursos más importantes que podía permitirse en un lugar como ese, aun así los únicos heridos del bando contrario tenían suficientes energías para continuar. Loki tenía unos cuantos cortes en el cuerpo, poco más que molestias, mientras que el espadachín tenía un feo arañazo en el estómago. El legionario estaba pálido, respiraba cansado y sudaba por montones. A Christa se le ocurrió una buena idea gracias a él, pero no estaba segura de si le gustaría a Elyria.
—Si estás preocupada por mí, por favor no lo hagas: puedo seguir —le dijo a su compañera—. Creo que sé cómo podemos salir de aquí, así que mantén ocupado al capitán.
La adrenalina le ayudaba a ignorar una buena parte del dolor, pero el instinto de supervivencia era lo que le permitía continuar peleando. Era más importante sobrevivir que romperse un par de huesos, por supuesto. Además, era consciente de que, si fallaba en esa batalla, sus mascotas sufrirían un final triste y doloroso. Y, pese a ser una chica egoísta que peleaba por ella misma, también lo hacía por el fuerte impulso de ayudar a Zero.
—¿Te encuentras bien, Ken? —preguntó Reynold al espadachín, fijándose en la herida. Su compañero se limitó a asentir con la cabeza y la mirada puesta en la bestia.
La familia von Steinhell había sufrido mucho por culpa del Gobierno Mundial, así que sería entendible que Christa asumiera que todos los legionarios eran unos monstruos desalmados, pero si comenzaba desde esa premisa jamás se hubiera dado cuenta de que, en realidad, Reynold era un capitán preocupado por sus subordinados. Había impedido que Christa sorprendiera al espadachín, interviniendo y dislocándose el hombro en el proceso; preguntaba por el estado de su compañero y, pese a que quería esconderlo, se le notaba preocupado. Constantemente miraba al fondo del pasillo para asegurarse de que los dos reclutas estaban vivos.
Y la princesa tenía pensado usar la bondad de Reynold a su favor.
Emitió un extraño silbido, como el de un pájaro por la mañana, y la atmósfera de la batalla cambió de un momento a otro. Por algún motivo, los leones de Christa se veían mucho más salvajes y peligrosos que antes. Aparentemente nada había cambiado en la princesa, pero los legionarios sabían que algo malo estaba por ocurrir.
En un movimiento sincronizado, como si lo hubieran practicado cien veces en el pasado, Kaia cargaba contra el espadachín, Loki flanqueaba al capitán y Christa corría en dirección a la tiradora, quien sacaba una pequeña pistola. La princesa se detuvo de golpe y se escudó tras la capa para cubrirse del disparo que realizó la legionaria; entonces sacó un objeto de su capa. En ese momento, mientras Loki saltaba para enterrar sus colmillos en el cuello de Reynold y la bala rebotaba en Christa, Kaia fintaba al espadachín para librarse de él y abalanzarse sobre la tiradora. La princesa dirigió una rápida puñalada al pecho del legionario malherido, quien consiguió desviarla con su espada. Christa tomó por sorpresa al espadachín cuando liberó la nube negra del dial de hierro, la cual se transformó en una lanza oscura que atravesó el muslo izquierdo del legionario.
—¡Ken! ¡Abigail! —rugió Reynold después de liberarse de la mordedura de Loki con el cuello manando sangre.
La tiradora yacía bajo una pesada leona que se contenía para no arrancarle el rostro de un mordisco.
—¡Si quieres que tus subordinados vivan, ríndete y déjanos ir! —le amenazó Christa, acercando la daga al cuello del espadachín—. No podrás vencernos a menos que sacrifiques a toda tu gente, soldado.
Elyria Priscraft
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Cuando Christa le respondió, alzó una ceja y asintió con la cabeza. “Lo mantendré ocupado. Y llámame rara Chris, pero si veo a mi compañera tirada en el suelo tosiendo sangre… Pues una se preocupa y tal.”
Suspiró, mirando al líder, al cual cada vez se le veía más agotado. “Tendrás que pasar por encima de mí si quieres llegar a tu ansiada von Steinhell, Reynold,” declaró, clavando la mirada en el hombre, vigilando cada uno de sus movimientos, manteniéndose a la defensiva.
“Será un placer, hija de puta,” sentenció el legionario antes de dar un fuerte puñetazo en dirección a su cara. Elyria se movió hacia un lado, aprovechando la movilidad que le daba su postura. Usó el momento para mover su katana en la dirección contraria a la que esquivaba, haciendo un rápido corte hacia arriba. El hombre gruñó, intentando apartar el brazo sin éxito, recibiendo un corte en su muñeca. Aunque le hizo menos daño del que esperaba. Aún si le había impactado de lleno, solo le había dejado una herida superficial. Joder… si que está duro el desgraciado.
Y entonces, escuchó un silbido. Unos momentos después, todo se estaba moviendo. Vió como Christa y sus mascotas hacían un ataque sincronizado, y vió como Loki le saltaba al cuello al hombre con el que ella misma estaba peleando hacía unos segundos. Retrocedió un poco, tenía que andar con cuidado en esa situación.
Pudo observar como finalmente se libraba del mordisco, gritando los nombres de sus compañeros. Ese ataque debería haberle matado… quién demonios es este hombre, pensó, frunciendo el ceño al escuchar las amenazas de la princesa.
“¡Ni se te ocurra!” Gritó Elyria. “¿Dónde está tu honor? Mátalos o déjales vivir, pero no caigas tan bajo, por mucho que sean putas ratas”
“¡Y que me dice que la hija de la Genocida va a serle fiel a su palabra!” Replicó Reynold, mirándola con rabia, sin moverse por miedo a que mataran a sus compañeros. No era lo suficientemente rápido como para poder detenerla.
A no ser que usará su mejor ataque.
Al ver como movía poco a poco su puño hacia atrás, como si estuviese intentando disimular, Elyria se puso alerta. “¡Cuidado!” Tenía que darlo todo, sentía que si conseguía acertar ese ataque que estaba preparando, acabaría con Christa y probablemente con la leona. Usar esa técnica la dejaría vulnerable durante un buen rato, sin poder usar sus trucos con el hielo, pero tenía que hacerlo.
Descargó toda la energía elemental qué había estado guardando en su cuerpo en Khione, que ahora emitía un intenso brillo blanco. Se lanzó en un rápido ataque hacia el hombre, apuntando al pecho con una estocada. El brillo de la espada desapareció del filo, concentrándose en la punta.
Reynold vió venir el ataque y se giró sorprendido. Intentó esquivarlo, aunque al ser él tan grande y el pasillo tan pequeño, no tenía mucho espacio. Logró evitar que atravesara su corazón, pero a cambio, la katana acabó clavada en su musculoso hombro.
“Eso solo me hace cosquillas, ¡ahora muere!” gritó el hombre, furioso, redirigiendo el ataque que estaba preparando para lanzárselo a Elyria.
Pero un instante después, toda la energía elemental que estaba concentrada en la punta de Khione salió en un solo impulso dentro de su cuerpo. Esté congeló buena parte del brazo y el pecho del legionario, y llenó de hielo unos diez metros del pasillo detrás de ellos.
Aunque el hombre consiguió impactar antes de perder toda movilidad. El ataque había reducido la fuerza con la que el puño impactó en su pecho, pero al recibirlo, notó inmediatamente que no era un puñetazo cualquiera. Sintió una fuerte onda de choque, que atravesó su cuerpo, destrozando sus costillas y mandándola volando hacia atrás. Se estampó contra el techo del pasadizo antes de caer, rompiendo varios huesos de su hombro y brazo.
Finalmente paró de rodar al chocar con los cuerpos de los reclutas, que aún estaban en el suelo. En un débil hilo de voz, conteniendo sus gritos de dolor, consiguió pronunciar unas palabras. “Llevad a esas tres ratas a un puto hospital. Ahora.”
Hizo su mayor esfuerzo para levantarse. Estaba muy herida, y caía sangre por la comisura de sus labios, pero lo más grave eran todos esos huesos rotos. Le costaba horrores respirar con las costillas en ese estado, pero no podía detenerse. Si su cuerpo se enfriaba no podría volver a levantarse.
Cogió a Zero, cargándolo en su espalda con dificultad, ya que solo podía usar su brazo derecho. El peso del moribundo no ayudaba en nada a sus heridas, pero tenía que sacarlo de allí.
No podía correr estando como estaba, pero caminó hasta donde se encontraba su compañera. Tenía el rostro pálido, aunque por suerte, su piel era muy blanca y apenas notaba. Aunque su dolor era imposible de ocultar al hablar. “Vamos Christa… Si llegan refuerzos estamos muertas,” le indicó en un débil hilito de voz, arrancando a Khione del hombro del legionario, guardándole en su saya.
Suspiró, mirando al líder, al cual cada vez se le veía más agotado. “Tendrás que pasar por encima de mí si quieres llegar a tu ansiada von Steinhell, Reynold,” declaró, clavando la mirada en el hombre, vigilando cada uno de sus movimientos, manteniéndose a la defensiva.
“Será un placer, hija de puta,” sentenció el legionario antes de dar un fuerte puñetazo en dirección a su cara. Elyria se movió hacia un lado, aprovechando la movilidad que le daba su postura. Usó el momento para mover su katana en la dirección contraria a la que esquivaba, haciendo un rápido corte hacia arriba. El hombre gruñó, intentando apartar el brazo sin éxito, recibiendo un corte en su muñeca. Aunque le hizo menos daño del que esperaba. Aún si le había impactado de lleno, solo le había dejado una herida superficial. Joder… si que está duro el desgraciado.
Y entonces, escuchó un silbido. Unos momentos después, todo se estaba moviendo. Vió como Christa y sus mascotas hacían un ataque sincronizado, y vió como Loki le saltaba al cuello al hombre con el que ella misma estaba peleando hacía unos segundos. Retrocedió un poco, tenía que andar con cuidado en esa situación.
Pudo observar como finalmente se libraba del mordisco, gritando los nombres de sus compañeros. Ese ataque debería haberle matado… quién demonios es este hombre, pensó, frunciendo el ceño al escuchar las amenazas de la princesa.
“¡Ni se te ocurra!” Gritó Elyria. “¿Dónde está tu honor? Mátalos o déjales vivir, pero no caigas tan bajo, por mucho que sean putas ratas”
“¡Y que me dice que la hija de la Genocida va a serle fiel a su palabra!” Replicó Reynold, mirándola con rabia, sin moverse por miedo a que mataran a sus compañeros. No era lo suficientemente rápido como para poder detenerla.
A no ser que usará su mejor ataque.
Al ver como movía poco a poco su puño hacia atrás, como si estuviese intentando disimular, Elyria se puso alerta. “¡Cuidado!” Tenía que darlo todo, sentía que si conseguía acertar ese ataque que estaba preparando, acabaría con Christa y probablemente con la leona. Usar esa técnica la dejaría vulnerable durante un buen rato, sin poder usar sus trucos con el hielo, pero tenía que hacerlo.
Descargó toda la energía elemental qué había estado guardando en su cuerpo en Khione, que ahora emitía un intenso brillo blanco. Se lanzó en un rápido ataque hacia el hombre, apuntando al pecho con una estocada. El brillo de la espada desapareció del filo, concentrándose en la punta.
Reynold vió venir el ataque y se giró sorprendido. Intentó esquivarlo, aunque al ser él tan grande y el pasillo tan pequeño, no tenía mucho espacio. Logró evitar que atravesara su corazón, pero a cambio, la katana acabó clavada en su musculoso hombro.
“Eso solo me hace cosquillas, ¡ahora muere!” gritó el hombre, furioso, redirigiendo el ataque que estaba preparando para lanzárselo a Elyria.
Pero un instante después, toda la energía elemental que estaba concentrada en la punta de Khione salió en un solo impulso dentro de su cuerpo. Esté congeló buena parte del brazo y el pecho del legionario, y llenó de hielo unos diez metros del pasillo detrás de ellos.
Aunque el hombre consiguió impactar antes de perder toda movilidad. El ataque había reducido la fuerza con la que el puño impactó en su pecho, pero al recibirlo, notó inmediatamente que no era un puñetazo cualquiera. Sintió una fuerte onda de choque, que atravesó su cuerpo, destrozando sus costillas y mandándola volando hacia atrás. Se estampó contra el techo del pasadizo antes de caer, rompiendo varios huesos de su hombro y brazo.
Finalmente paró de rodar al chocar con los cuerpos de los reclutas, que aún estaban en el suelo. En un débil hilo de voz, conteniendo sus gritos de dolor, consiguió pronunciar unas palabras. “Llevad a esas tres ratas a un puto hospital. Ahora.”
Hizo su mayor esfuerzo para levantarse. Estaba muy herida, y caía sangre por la comisura de sus labios, pero lo más grave eran todos esos huesos rotos. Le costaba horrores respirar con las costillas en ese estado, pero no podía detenerse. Si su cuerpo se enfriaba no podría volver a levantarse.
Cogió a Zero, cargándolo en su espalda con dificultad, ya que solo podía usar su brazo derecho. El peso del moribundo no ayudaba en nada a sus heridas, pero tenía que sacarlo de allí.
No podía correr estando como estaba, pero caminó hasta donde se encontraba su compañera. Tenía el rostro pálido, aunque por suerte, su piel era muy blanca y apenas notaba. Aunque su dolor era imposible de ocultar al hablar. “Vamos Christa… Si llegan refuerzos estamos muertas,” le indicó en un débil hilito de voz, arrancando a Khione del hombro del legionario, guardándole en su saya.
Christa
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Christa miró un poco confundida a su compañera cuando esta le recriminó que dónde estaba su honor. ¿Se iba a quejar ahora cuando mató a un legionario sin darle siquiera la oportunidad de sacar el arma? La princesa sabía muy bien cuán hipócritas podían ser los seres humanos, por eso es que no prestaba atención a tonterías como el honor. Prefería crear una oportunidad en donde todos pudieran regresar con la gente que los esperaba. Y no lo hacía porque fuera altruista, sino más bien porque era demasiado egoísta: no quería vivir con el peso de haber matado a esos legionarios. La sensación que quedaba en el cuerpo después de arrebatar una vida… Era algo que deseaba evitar.
Sin embargo, la idea de Christa fue arruinada por las palabras de Elyria y el actuar del capitán. El intercambio de golpes entre esos dos abrió la puerta para que el espadachín pudiera defenderse. Alejó la daga de su cuello y contraatacó con una puñalada al estómago de la princesa, pero la armadura detuvo el ataque. Al mismo tiempo, Abigail sacó una navaja y apuñaló a la leona albina en el hombro.
—¡Kaia, no lo hagas! —rugió la princesa.
Los colmillos de la leona se detuvieron a milímetros del cuello de la legionaria.
El espadachín se había dado cuenta de que era inútil atacar el cuerpo de la princesa, así que atacaría donde no estaba protegida. Dejó caer la espada y su mano se dirigió a la nuca de Christa para sostenerla con fuerza. Intercambiaron miradas por un segundo. El espadachín le dio un poderoso cabezazo que abrió aún más la herida que se había hecho. La princesa se desvaneció durante un segundo, pero recobró la adrenalina le permitió recobrar la consciencia. El dolor era agudo, se sentía como si le estuvieran abriendo el cráneo.
Con la sangre cayéndole sobre el rostro, Christa reunió toda su fuerza para invocar el poder del rayo y dejar fuera de combate al espadachín. Su mano emitió un destello carmesí y de pronto la daga comenzó a soltar chispas del mismo color. Los ojos de la princesa se detuvieron en el hombro de su oponente y entonces dirigió una precisa puñalada. El acero penetró la carne sin dificultad y el espadachín sufrió una dolorosa descarga eléctrica que le hizo perder la consciencia.
El cabezazo había sido tan fuerte que el mundo le daba vueltas y vueltas. Le era difícil mantener el equilibrio y, si no hubiera sido por Loki, se habría caído. El león era el único que parecía estar en buen estado. Bueno, la princesa también estaría bien una vez la capa mágica sanara sus heridas.
Christa echó un vistazo a su alrededor.
De alguna manera habían ganado, no sabía muy bien cómo, pero lo habían hecho. Los dos reclutas seguían tendidos en el suelo, mientras que el capitán estaba congelado y con la mirada puesta en la marine. El espadachín estaba inconsciente y Kaia tenía ambas patas sobre los brazos de la legionaria; un movimiento e iría directo a su cuello. Sí, de verdad habían vencido.
—Lo de la amenaza fue parte de mi brillante plan —bromeó con el pecho inflado de orgullo, ignorando el dolor que sentía—. ¿En serio piensas llevar a Zero en ese estado tan lamentable? Loki se hará cargo de él, así que no te preocupes.
Pocas personas tenían el privilegio de montar un león albino y la princesa quería que siguiera siendo así, pero haría una excepción por la situación en la que se encontraban. Debían salir cuanto antes; si mal no recordaba, se reunirían con un amigo de un amigo de Elyria. Vaya, ¿no estaba confiando demasiado en esa mujer? Como sea, las cosas serían muy distintas una vez abandonara los pasillos subterráneos. Ahora que conocía los peligros de la isla Karakuri no bajaría la guardia de esa manera: los legionarios tendrían que enfrentar la verdadera fuerza de Christa.
La princesa se acercó a donde estaba la legionaria y acarició la cabeza de su leona para luego abrazarla del cuello.
—Esto va a doler un poco, sé valiente —le dijo mientras acercaba su mano a la empuñadura del cuchillo. La bestia aulló de dolor cuando Christa retiró el arma, pero se mantuvo firme—. Debería matarte por haberle hecho daño a mi leona, pero si lo hago el espadachín también morirá; no quiero que esto sea una masacre. Nosotras nos vamos. Puedes levantarte y dispararnos, o usar ese tiempo en sanar a tu compañero y evitar que muera desangrado. Tú decides.
No tenía clarividencia, por supuesto que no tenía idea de lo que haría la legionaria, pero su instinto le decía que prefería salvar a un compañero que cazar a un criminal.
Y así, la princesa huyó junto a Ely.
Sin embargo, la idea de Christa fue arruinada por las palabras de Elyria y el actuar del capitán. El intercambio de golpes entre esos dos abrió la puerta para que el espadachín pudiera defenderse. Alejó la daga de su cuello y contraatacó con una puñalada al estómago de la princesa, pero la armadura detuvo el ataque. Al mismo tiempo, Abigail sacó una navaja y apuñaló a la leona albina en el hombro.
—¡Kaia, no lo hagas! —rugió la princesa.
Los colmillos de la leona se detuvieron a milímetros del cuello de la legionaria.
El espadachín se había dado cuenta de que era inútil atacar el cuerpo de la princesa, así que atacaría donde no estaba protegida. Dejó caer la espada y su mano se dirigió a la nuca de Christa para sostenerla con fuerza. Intercambiaron miradas por un segundo. El espadachín le dio un poderoso cabezazo que abrió aún más la herida que se había hecho. La princesa se desvaneció durante un segundo, pero recobró la adrenalina le permitió recobrar la consciencia. El dolor era agudo, se sentía como si le estuvieran abriendo el cráneo.
Con la sangre cayéndole sobre el rostro, Christa reunió toda su fuerza para invocar el poder del rayo y dejar fuera de combate al espadachín. Su mano emitió un destello carmesí y de pronto la daga comenzó a soltar chispas del mismo color. Los ojos de la princesa se detuvieron en el hombro de su oponente y entonces dirigió una precisa puñalada. El acero penetró la carne sin dificultad y el espadachín sufrió una dolorosa descarga eléctrica que le hizo perder la consciencia.
El cabezazo había sido tan fuerte que el mundo le daba vueltas y vueltas. Le era difícil mantener el equilibrio y, si no hubiera sido por Loki, se habría caído. El león era el único que parecía estar en buen estado. Bueno, la princesa también estaría bien una vez la capa mágica sanara sus heridas.
Christa echó un vistazo a su alrededor.
De alguna manera habían ganado, no sabía muy bien cómo, pero lo habían hecho. Los dos reclutas seguían tendidos en el suelo, mientras que el capitán estaba congelado y con la mirada puesta en la marine. El espadachín estaba inconsciente y Kaia tenía ambas patas sobre los brazos de la legionaria; un movimiento e iría directo a su cuello. Sí, de verdad habían vencido.
—Lo de la amenaza fue parte de mi brillante plan —bromeó con el pecho inflado de orgullo, ignorando el dolor que sentía—. ¿En serio piensas llevar a Zero en ese estado tan lamentable? Loki se hará cargo de él, así que no te preocupes.
Pocas personas tenían el privilegio de montar un león albino y la princesa quería que siguiera siendo así, pero haría una excepción por la situación en la que se encontraban. Debían salir cuanto antes; si mal no recordaba, se reunirían con un amigo de un amigo de Elyria. Vaya, ¿no estaba confiando demasiado en esa mujer? Como sea, las cosas serían muy distintas una vez abandonara los pasillos subterráneos. Ahora que conocía los peligros de la isla Karakuri no bajaría la guardia de esa manera: los legionarios tendrían que enfrentar la verdadera fuerza de Christa.
La princesa se acercó a donde estaba la legionaria y acarició la cabeza de su leona para luego abrazarla del cuello.
—Esto va a doler un poco, sé valiente —le dijo mientras acercaba su mano a la empuñadura del cuchillo. La bestia aulló de dolor cuando Christa retiró el arma, pero se mantuvo firme—. Debería matarte por haberle hecho daño a mi leona, pero si lo hago el espadachín también morirá; no quiero que esto sea una masacre. Nosotras nos vamos. Puedes levantarte y dispararnos, o usar ese tiempo en sanar a tu compañero y evitar que muera desangrado. Tú decides.
No tenía clarividencia, por supuesto que no tenía idea de lo que haría la legionaria, pero su instinto le decía que prefería salvar a un compañero que cazar a un criminal.
Y así, la princesa huyó junto a Ely.
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Elyria sentía un dolor insoportable, no sabía ni cómo seguía caminando. ¿Era su propio instinto de supervivencia, o su necesidad de ayudar a Zero? Probablemente un poco de ambas. Al escuchar la propuesta de su compañera, negó con la cabeza.
“Loki es el único que sigue bien. Me siento más segura si no le pongo una carga encima,” respondió. “Estaré bien, no estamos muy lejos.”
Al escuchar sus palabras a la tiradora e irse con ella por los pasadizos, la miró. “Le estamos dando la espalda a la tiradora enemiga justo después de amenazar con matarla. Y pensaba que yo era la que tenía una moral rara,” dijo riendo, parando inmediatamente al darse cuenta de que reír no era la mejor idea cuando tienes las costillas rotas. Tosió un poco de sangre, y se quedó en silencio. No tendría que malgastar más energía hablando.
Tras un rato caminando, llegaron a unas escaleras. Antes de que empezaran a subir, escuchó una puerta abrirse arriba, y de ella salió un hombre con una bata blanca.
“Os estaba esperando. Sasha me llamó hace un buen rato y me avisó de que vendríais.”
Al escuchar eso, dejó escapar un largo suspiro de alivio. Estaban a salvo, al menos por el momento, y habían conseguido llevar a Zero ante un doctor. Por fin.
Subió las escaleras con dificultad, encontrándose con la clínica del señor. No era muy grande, como era de esperar, pero estaba bien acondicionada. Por fín pudo escapar del frío. Normalmente no le molestaría, pero estando tan herida y sin nada de abrigo, ya le había empezado a hacer daño.
“Doctor. Imagino que es consciente de la situación. Zero lleva como dos horas inconsciente, hice lo que pude, pero necesita ayuda urgente…”
Este cogió a Zero de la espalda de Elyria, cargándolo con cuidado hasta la camilla. “No pense que tambien vendríais en ese… estado. Lo siento mucho, pero tendréis que esperar un poco.”
“Ngh… sin problema, Zero tiene prioridad. Pero esas ratas nos tendieron una emboscada.” Suspiró agotada y se sentó con cuidado en un pequeño sillón a esperar a que le pudiesen atender.
Había sido un día muy largo, pero al fin podía relajarse un poco. Ya sin toda esa adrenalina, el dolor era cada vez más intenso. Sentía como si un tren a toda velocidad hubiese impactado con su pecho. Aunque siendo sincera, tampoco se aleja tanto de la realidad…
Para colmo, y aun si menos doloroso, le habían reventado el brazo y la mano izquierda. Y aun si el primero se recuperaría relativamente rápido, su mano quedaría tan buena como muerta durante unas semanitas. Al menos no eran heridas muy peligrosas, no se estaba desangrando, así que saldría de esta.
Sus ojos se cerraron poco a poco, hasta finalmente quedarse dormida.
“Loki es el único que sigue bien. Me siento más segura si no le pongo una carga encima,” respondió. “Estaré bien, no estamos muy lejos.”
Al escuchar sus palabras a la tiradora e irse con ella por los pasadizos, la miró. “Le estamos dando la espalda a la tiradora enemiga justo después de amenazar con matarla. Y pensaba que yo era la que tenía una moral rara,” dijo riendo, parando inmediatamente al darse cuenta de que reír no era la mejor idea cuando tienes las costillas rotas. Tosió un poco de sangre, y se quedó en silencio. No tendría que malgastar más energía hablando.
Tras un rato caminando, llegaron a unas escaleras. Antes de que empezaran a subir, escuchó una puerta abrirse arriba, y de ella salió un hombre con una bata blanca.
“Os estaba esperando. Sasha me llamó hace un buen rato y me avisó de que vendríais.”
Al escuchar eso, dejó escapar un largo suspiro de alivio. Estaban a salvo, al menos por el momento, y habían conseguido llevar a Zero ante un doctor. Por fin.
Subió las escaleras con dificultad, encontrándose con la clínica del señor. No era muy grande, como era de esperar, pero estaba bien acondicionada. Por fín pudo escapar del frío. Normalmente no le molestaría, pero estando tan herida y sin nada de abrigo, ya le había empezado a hacer daño.
“Doctor. Imagino que es consciente de la situación. Zero lleva como dos horas inconsciente, hice lo que pude, pero necesita ayuda urgente…”
Este cogió a Zero de la espalda de Elyria, cargándolo con cuidado hasta la camilla. “No pense que tambien vendríais en ese… estado. Lo siento mucho, pero tendréis que esperar un poco.”
“Ngh… sin problema, Zero tiene prioridad. Pero esas ratas nos tendieron una emboscada.” Suspiró agotada y se sentó con cuidado en un pequeño sillón a esperar a que le pudiesen atender.
Había sido un día muy largo, pero al fin podía relajarse un poco. Ya sin toda esa adrenalina, el dolor era cada vez más intenso. Sentía como si un tren a toda velocidad hubiese impactado con su pecho. Aunque siendo sincera, tampoco se aleja tanto de la realidad…
Para colmo, y aun si menos doloroso, le habían reventado el brazo y la mano izquierda. Y aun si el primero se recuperaría relativamente rápido, su mano quedaría tan buena como muerta durante unas semanitas. Al menos no eran heridas muy peligrosas, no se estaba desangrando, así que saldría de esta.
Sus ojos se cerraron poco a poco, hasta finalmente quedarse dormida.
Christa
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Varios
No estaba muy convencida de cómo Elyria llevaría a Zero en su espalda considerando las heridas que se había hecho en el combate, además Loki tenía la fuerza suficiente para que el exlegionario no fuera una carga para él. Tal vez su compañera era una mujer obsesiva y posesiva que se había enamorado de Zero y por esa razón no quería que otro lo tuviera. Bueno, mientras estuviera a salvo y no corriera peligro Christa no se iba a quejar.
—Nunca tuve la intención de matar a nadie —confesó la princesa—. Esa mujer… Debería odiarla por haber lastimado a mi pequeña de esa forma, pero entiendo que estaba peleando por su vida. Como dije, no quería que esto se convirtiera en una masacre.
Intentó mantener un paso rápido, pero el cansancio le obligaba a ir más despacio y el dolor de cabeza era casi insoportable. Si no fuera por las capacidades regenerativas de la capa mágica, la herida le seguiría sangrando. Lo bueno es que, al final de una larga caminata, llegaron a unas escaleras y una puerta se abrió desde arriba. Un hombre de bata blanca apareció tras esta, diciendo que estaba esperando al grupo. ¿Ese era el doctor del que estaban hablando…? Bueno, al menos usaba un traje de médico, así que debería servir.
—Los legionarios no acabaron mejor que nosotras, en todo caso —intervino la princesa, inspeccionando el lugar con la mirada—. Hemos traído problemas, ¿estarás bien con eso?
—Vivo de los problemas, niña —respondió el médico mientras uno de sus ayudantes dejaba a Zero en una camilla—. Las heridas de este hombre tardarán en sanar, así que deberán estar al menos una semana en mi clínica.
La idea de pasar tanto tiempo en ese sitio, en una isla protegida por el Gobierno Mundial, no le hacía ninguna gracia, pero ya no podía abandonar a Zero y dejar que la marine se encargara de todo. Era una situación complicada porque no sabía cómo pedirle a Duke que esperara una semana en uno de los puertos ilegales de la isla. Le había dicho que no se metería en problemas, que solo averiguaría unas cosas sobre Chronos, pero no solo no había averiguado ninguna cosa, sino que también se había peleado con unos legionarios. Desacato a la autoridad, extorsión a un capitán de La Legión, cómplice de un traidor sentenciado a muerte… ¿En qué momento había acumulado tantos crímenes? ¿Contaría todo ello como un asunto militar o el Gobierno Mundial levantaría una recompensa por su cabeza? Bueno, debería hacerlo más por ser hija de Katharina von Steinhell que por lastimar a unos pobres legionarios.
—De acuerdo, pero me gustaría saber quién pagará todo esto.
—Lo hablaré con Sasha llegado el momento, así que no te preocupes —dijo el médico—. Y ahora si me disculpas, tengo un paciente que salvar.
Christa se limitó a asentir con la cabeza y entonces se aproximó a una muralla para dejarse caer. Estaba cansada, dolorida y se sentía sucia. Tanto Loki como Kaia se acurrucaron en torno a ella para darle calor y protegerle de cualquiera que quisiera hacerle daño. Por otra parte, la princesa sacó un DDM y marcó el número del pirata.
—Déjame adivinar: te has metido en problemas.
—¿Qué comes que adivinas, Duke? —preguntó Christa con una sonrisa cansada—. Estoy ayudando a un hombre perseguido por La Legión y me peleé con un par de legionarios. Estoy bien, pero necesito que me regales algo de tiempo.
—¿Cuánto?
—Dos semanas, ¿puedes hacerlo?
—Lo intentaré, pero no te prometo nada… Las cosas también se están complicando por acá. Te llamaré si sucede algo.
Y ahora que le había hablado a Duke era momento para descansar.
—Nunca tuve la intención de matar a nadie —confesó la princesa—. Esa mujer… Debería odiarla por haber lastimado a mi pequeña de esa forma, pero entiendo que estaba peleando por su vida. Como dije, no quería que esto se convirtiera en una masacre.
Intentó mantener un paso rápido, pero el cansancio le obligaba a ir más despacio y el dolor de cabeza era casi insoportable. Si no fuera por las capacidades regenerativas de la capa mágica, la herida le seguiría sangrando. Lo bueno es que, al final de una larga caminata, llegaron a unas escaleras y una puerta se abrió desde arriba. Un hombre de bata blanca apareció tras esta, diciendo que estaba esperando al grupo. ¿Ese era el doctor del que estaban hablando…? Bueno, al menos usaba un traje de médico, así que debería servir.
—Los legionarios no acabaron mejor que nosotras, en todo caso —intervino la princesa, inspeccionando el lugar con la mirada—. Hemos traído problemas, ¿estarás bien con eso?
—Vivo de los problemas, niña —respondió el médico mientras uno de sus ayudantes dejaba a Zero en una camilla—. Las heridas de este hombre tardarán en sanar, así que deberán estar al menos una semana en mi clínica.
La idea de pasar tanto tiempo en ese sitio, en una isla protegida por el Gobierno Mundial, no le hacía ninguna gracia, pero ya no podía abandonar a Zero y dejar que la marine se encargara de todo. Era una situación complicada porque no sabía cómo pedirle a Duke que esperara una semana en uno de los puertos ilegales de la isla. Le había dicho que no se metería en problemas, que solo averiguaría unas cosas sobre Chronos, pero no solo no había averiguado ninguna cosa, sino que también se había peleado con unos legionarios. Desacato a la autoridad, extorsión a un capitán de La Legión, cómplice de un traidor sentenciado a muerte… ¿En qué momento había acumulado tantos crímenes? ¿Contaría todo ello como un asunto militar o el Gobierno Mundial levantaría una recompensa por su cabeza? Bueno, debería hacerlo más por ser hija de Katharina von Steinhell que por lastimar a unos pobres legionarios.
—De acuerdo, pero me gustaría saber quién pagará todo esto.
—Lo hablaré con Sasha llegado el momento, así que no te preocupes —dijo el médico—. Y ahora si me disculpas, tengo un paciente que salvar.
Christa se limitó a asentir con la cabeza y entonces se aproximó a una muralla para dejarse caer. Estaba cansada, dolorida y se sentía sucia. Tanto Loki como Kaia se acurrucaron en torno a ella para darle calor y protegerle de cualquiera que quisiera hacerle daño. Por otra parte, la princesa sacó un DDM y marcó el número del pirata.
—Déjame adivinar: te has metido en problemas.
—¿Qué comes que adivinas, Duke? —preguntó Christa con una sonrisa cansada—. Estoy ayudando a un hombre perseguido por La Legión y me peleé con un par de legionarios. Estoy bien, pero necesito que me regales algo de tiempo.
—¿Cuánto?
—Dos semanas, ¿puedes hacerlo?
—Lo intentaré, pero no te prometo nada… Las cosas también se están complicando por acá. Te llamaré si sucede algo.
Y ahora que le había hablado a Duke era momento para descansar.
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