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Hayden Ashworth
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—Sé lo que vas a decir, Zhu —el pequeño cerdo se quedó mirando a Ichigo con la cabeza ladeada—. Que no debería haberles mentido y decirles que sé llevar este armatoste con esta… —miró el timón—... rueda. Pero no pasa nada. ¡He traído esto!
Ichigo se sacó del bolsillo un denden mushi que enseguida soltó un grito por la sacudida. El caracol tenía una melena plateada y algo que podría parecer una frondosa barba, así como un ojo de cada color. Colocó el caracol en el suelo, sacó el comunicador de la concha y se lo acercó a la boca. Entonces le metió el dedo en el ojo. El caracol protestó pero enseguida empezó a llamar.
—¿Sí? —habló el caracol con la voz de su padre.
—Hola, papa.
—¿Ichigo? ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo?
—Mira, te explico… ¿Recuerdas que me fui con unos amigos a vivir aventuras? ¿Y como me dijiste que confiabas en mí y no querías retenerme en palacio cuando no quería?
—¿Por qué estás repitiéndome algo que pasó hace una semana?
—Pues resulta que les dije que sabía conducir barcos.
—Y no sabes.
—Y no sé.
—Ichigo, no puedo darte ahora mismo una clase de navegación por Denden Mushi. Tú… mueve el timón cuando quieras que el barco gire y grita a la gente cuando quieras atracar. Ellos sabrán.
—Am… Vale, gracias. Adiós, papá.
—Recuerda venir a verme de vez en cuando.
Y colgó. Se puso de pie, haciendo que el pequeño cerdo se cayese al suelo de espaldas. Se quedó mirando la enorme rueda y cogió una de las cosas que la rodeaban que, ciertamente, parecían un pito. Fue entonces cuando vio un montón de globos de distintos colores empezar a flotar atados al barco. Y oyó a Claude gritar cosas.
—¡Sí, ahora mismo!
Le quitó la bandana a Zhu y se la ató en la cabeza tapándose los ojos. Entonces se sentó en el suelo de nuevo y rodeó su propio cuerpo con su cola. Enseguida se vio corregido y se desató. Se quitó la bandana y volvió a ponerla en el cuello del pobre cerdo que lo miraba con una lágrima saliendo de su ojito. Le dio un par de caricias en la cabeza y volvió a tomar la rueda. Claude le pidió que pusiera rumbo a Kyuka Land e Ichigo esperó que fuese aquella masa de tierra que veía a lo lejos. Puso rumbo a la playa, o al menos lo intentó, mientras oía los gritos de Illje. Los cuales enseguida se vieron ahogados por el ruido que hicieron todos los globos al explotar.
Ichigo empezó a subir… No, el suelo empezó a bajar. El barco estaba cayendo. Se agarró con fuerza a los pitos de la rueda y Zhu se agarró a su cola mordiendo. El barco impactó con lo que creyó podría ser el suelo, lo que hizo que Ichigo saliese disparado y cayese encima de alguien. ¿Era Claude o Illje? No lo sabía. Enseguida cayó Zhu a sus brazos también.
—¿Lo he hecho bien?
Ichigo se sacó del bolsillo un denden mushi que enseguida soltó un grito por la sacudida. El caracol tenía una melena plateada y algo que podría parecer una frondosa barba, así como un ojo de cada color. Colocó el caracol en el suelo, sacó el comunicador de la concha y se lo acercó a la boca. Entonces le metió el dedo en el ojo. El caracol protestó pero enseguida empezó a llamar.
—¿Sí? —habló el caracol con la voz de su padre.
—Hola, papa.
—¿Ichigo? ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo?
—Mira, te explico… ¿Recuerdas que me fui con unos amigos a vivir aventuras? ¿Y como me dijiste que confiabas en mí y no querías retenerme en palacio cuando no quería?
—¿Por qué estás repitiéndome algo que pasó hace una semana?
—Pues resulta que les dije que sabía conducir barcos.
—Y no sabes.
—Y no sé.
—Ichigo, no puedo darte ahora mismo una clase de navegación por Denden Mushi. Tú… mueve el timón cuando quieras que el barco gire y grita a la gente cuando quieras atracar. Ellos sabrán.
—Am… Vale, gracias. Adiós, papá.
—Recuerda venir a verme de vez en cuando.
Y colgó. Se puso de pie, haciendo que el pequeño cerdo se cayese al suelo de espaldas. Se quedó mirando la enorme rueda y cogió una de las cosas que la rodeaban que, ciertamente, parecían un pito. Fue entonces cuando vio un montón de globos de distintos colores empezar a flotar atados al barco. Y oyó a Claude gritar cosas.
—¡Sí, ahora mismo!
Le quitó la bandana a Zhu y se la ató en la cabeza tapándose los ojos. Entonces se sentó en el suelo de nuevo y rodeó su propio cuerpo con su cola. Enseguida se vio corregido y se desató. Se quitó la bandana y volvió a ponerla en el cuello del pobre cerdo que lo miraba con una lágrima saliendo de su ojito. Le dio un par de caricias en la cabeza y volvió a tomar la rueda. Claude le pidió que pusiera rumbo a Kyuka Land e Ichigo esperó que fuese aquella masa de tierra que veía a lo lejos. Puso rumbo a la playa, o al menos lo intentó, mientras oía los gritos de Illje. Los cuales enseguida se vieron ahogados por el ruido que hicieron todos los globos al explotar.
Ichigo empezó a subir… No, el suelo empezó a bajar. El barco estaba cayendo. Se agarró con fuerza a los pitos de la rueda y Zhu se agarró a su cola mordiendo. El barco impactó con lo que creyó podría ser el suelo, lo que hizo que Ichigo saliese disparado y cayese encima de alguien. ¿Era Claude o Illje? No lo sabía. Enseguida cayó Zhu a sus brazos también.
—¿Lo he hecho bien?
Julianna M. Shelley
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Empezó a caminar con Alice a su lado, cuando se dio cuenta de que algo no estaba bien. De repente, el agua se había oscurecido. Levantó la mirada, pero el sol seguía brillando intensamente. ¿Algo estaba ensombreciendo la playa? Giró la cabeza en seguida, preocupada.
No pudo evitar preguntarse cómo no lo habían visto antes. Un enorme barco se dirigía hacia ellos… por el aire. Un montón de globos lo sostenían y un pelirrojo en bikini se afanaba en cortarlos para poder descender. Ay no… Los estaban invadiendo. Piratas, no había otra opción. Y pensar que era de tan buena mañana.
-Vamos a tener que acelerar un poco.
Tenían que salir del agua. El barco no iba a atracar en mitad del hotel, lo destrozaría. Claramente su objetivo era la playa. Intentó apretar el paso, llevando consigo a Alice. No estaban muy lejos de la orilla, pero pelear contra la corriente de repente había pasado a ser más un incordio que algo divertido. A su espalda, una música ominosa crecía más y más a medida que el barco se acercaba.
Casi, casi llegaron a tiempo.
La ola no las cogió por sorpresa, pero al menos a Julianna, sí que la empapó. Poco después dio de bruces en el agua, aunque en seguida recuperó el equilibrio. Se giró para ver que el barco había aterrizado en el medio y medio de la playa y ya no le quedaban globos. Los invasores se asomaban por la borda, pero eso no era lo más raro de todo. De repente, una alarma empezó a sonar por todo el lugar.
PIU PIU PIU PIU PIU PIU PIU PIU
De todas las puertas del complejo empezaron a salir robots de limpieza como el que Alice se había cargado antes, armados con fregonas puntiagudas y bolsas de basura. Uno, más grande que el resto y con dos gorritos de hélice en lugar de uno, empezó a gritar con un megáfono.
-EMERGENCIA EN EL AREA ACUÁTICA. RÁPIDO, RÁPIDO. TODOS LOS EFECTIVOS, NECESITAMOS 1749 EFECTIVOS EN EL ÁREA.
Vaya. La huelga había acabado antes de empezar. Por otro lado, eran bastante efectivos. Ni cortos ni perezosos, empezaron a darle al barco con las fregonas puntiagudas a una velocidad pasmosa. Julianna tardó un poco en entender lo que estaba viendo y para cuando se dio cuenta, ya habían desmontado tres cuartos del barco. Las bolsas de basura estaban llenas de madera y tornillos y los tres invasores (cuatro contando a un cerdito con pinta de asustados) quedaron en el medio y medio de la playa, con apenas cuatro o cinco tablas de madera todavía bajo sus pies.
Ups. Pues sí que eran efectivos.
No pudo evitar preguntarse cómo no lo habían visto antes. Un enorme barco se dirigía hacia ellos… por el aire. Un montón de globos lo sostenían y un pelirrojo en bikini se afanaba en cortarlos para poder descender. Ay no… Los estaban invadiendo. Piratas, no había otra opción. Y pensar que era de tan buena mañana.
-Vamos a tener que acelerar un poco.
Tenían que salir del agua. El barco no iba a atracar en mitad del hotel, lo destrozaría. Claramente su objetivo era la playa. Intentó apretar el paso, llevando consigo a Alice. No estaban muy lejos de la orilla, pero pelear contra la corriente de repente había pasado a ser más un incordio que algo divertido. A su espalda, una música ominosa crecía más y más a medida que el barco se acercaba.
Casi, casi llegaron a tiempo.
La ola no las cogió por sorpresa, pero al menos a Julianna, sí que la empapó. Poco después dio de bruces en el agua, aunque en seguida recuperó el equilibrio. Se giró para ver que el barco había aterrizado en el medio y medio de la playa y ya no le quedaban globos. Los invasores se asomaban por la borda, pero eso no era lo más raro de todo. De repente, una alarma empezó a sonar por todo el lugar.
PIU PIU PIU PIU PIU PIU PIU PIU
De todas las puertas del complejo empezaron a salir robots de limpieza como el que Alice se había cargado antes, armados con fregonas puntiagudas y bolsas de basura. Uno, más grande que el resto y con dos gorritos de hélice en lugar de uno, empezó a gritar con un megáfono.
-EMERGENCIA EN EL AREA ACUÁTICA. RÁPIDO, RÁPIDO. TODOS LOS EFECTIVOS, NECESITAMOS 1749 EFECTIVOS EN EL ÁREA.
Vaya. La huelga había acabado antes de empezar. Por otro lado, eran bastante efectivos. Ni cortos ni perezosos, empezaron a darle al barco con las fregonas puntiagudas a una velocidad pasmosa. Julianna tardó un poco en entender lo que estaba viendo y para cuando se dio cuenta, ya habían desmontado tres cuartos del barco. Las bolsas de basura estaban llenas de madera y tornillos y los tres invasores (cuatro contando a un cerdito con pinta de asustados) quedaron en el medio y medio de la playa, con apenas cuatro o cinco tablas de madera todavía bajo sus pies.
Ups. Pues sí que eran efectivos.
Elyria Priscraft
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Elyria sonreía dulcemente ante la respuesta de Alice sobre el concurso de bañadores. La miró de arriba a abajo cuando se quitó la blusa y la falda, llevando una mano a su propia cadera. Las cosas como eran, la chica no estaba para nada mal.
“Preciosa, pero te falta un poco de mi encanto de mujer adulta,” dijo felizmente. Aunque antes de que pudiese ni escuchar su reacción, un chico tropezó con ella, haciéndole caer al suelo. Y parecía que había caído mal, porque decía que se había torcido un tobillo. Se acercó a ayudar, pero cuando escuchó a Julianna decir que era médico, la dejó encargarse de ella.
Lo que pasó después hizo que se preguntara dónde demonios se había metido. Vio una enorme sombra moviéndose por la arena, y escuchó el sonido de una fuerte explosión en el cielo. ¿Fue ese el ruido de mil cuatrocientos cuarenta y cuatro globos? Entonces, un enorme barco cayó de cielo
Lo próximo que vió fueron un montón de robots de limpieza como el que se había cargado Alice, dirigidos por uno especialmente grande para limpiar el desastre. Literalmente, ya que en unos minutos habían acabado con el barco por completo. ¿De qué cojones están hechos estos bichos?
Pero entonces, aprovechando que habían captado la atención de toda la playa, mil setecientos cuarenta y siete robots sacaron carteles de sus bolsillos mágicos. Había de todo, unos pedían una jornada justa de ocho horas diarias, y otros reclamaban su derecho a vacaciones. Muchos se quejaban de cómo los explotaban, y de que habían matado a su líder para callarlos. Era bastante… curioso.
Entonces, fabricaron rápidamente un escenario flotante con la madera, y los dos robos que faltaban se subieron. “Buenas noches Kyuuuuuka Laaand!” Gritó uno de ellos.
“Es de día, imbécil. Buenoooos dias, Kyuukaaaaa Laaaand! Yo soy Aelita y el es DJ Nobita. Vamos a cantar una canción.”
“Baw robo baw mow”
“Mi robo me habla así.”
“Maw maw maw.
“Mi engranaje hace girar.” Y siguieron a lo suyo.
Elyria alzó una ceja, todo esto estaba siendo demasiado bizarro. Se metió en el agua, nadando hacia el barco que se habían cargado, quería comprobar que todos estuviesen bien. Después de todo, habían caído desde muy alto. Pero justo antes de llegar, el robot grande se interpuso en su camino.
“Hueles a aceite de Illopunk, tú lo mataste,” dijo con voz robótica, la primera que no sonaba como la de cualquier persona.
“¿E-eh? Yo no hice nada.” Algo preocupada, intentó salir de ahí. Ni siquiera estaba armada, no tenía nada que hacer contra mil setecientos cuarenta y nueve robots.
“Alto ahi.” El robot sacó algo de su bolsillo mágico. “¡La pistola cambiadora!” Y entonces le disparó a Elyria, haciendo que su bikini se convirtiese en un traje de conejita, con medias de rejilla y las orejitas incluidas. Entonces nadó todo lo rápido que pudo hasta la orilla, alejándose de ese bicho extraño. Aunque eso solo era más vergonzoso, no solo iba vestida así, sino que estaba totalmente empapada, ella y la ropa. No iba a negar que le gustaba atraer ese tipo de miradas de los demás, pero era muy vergonzoso, y su rostro normalmente pálido se pintó de rojo.
“Preciosa, pero te falta un poco de mi encanto de mujer adulta,” dijo felizmente. Aunque antes de que pudiese ni escuchar su reacción, un chico tropezó con ella, haciéndole caer al suelo. Y parecía que había caído mal, porque decía que se había torcido un tobillo. Se acercó a ayudar, pero cuando escuchó a Julianna decir que era médico, la dejó encargarse de ella.
Lo que pasó después hizo que se preguntara dónde demonios se había metido. Vio una enorme sombra moviéndose por la arena, y escuchó el sonido de una fuerte explosión en el cielo. ¿Fue ese el ruido de mil cuatrocientos cuarenta y cuatro globos? Entonces, un enorme barco cayó de cielo
Lo próximo que vió fueron un montón de robots de limpieza como el que se había cargado Alice, dirigidos por uno especialmente grande para limpiar el desastre. Literalmente, ya que en unos minutos habían acabado con el barco por completo. ¿De qué cojones están hechos estos bichos?
Pero entonces, aprovechando que habían captado la atención de toda la playa, mil setecientos cuarenta y siete robots sacaron carteles de sus bolsillos mágicos. Había de todo, unos pedían una jornada justa de ocho horas diarias, y otros reclamaban su derecho a vacaciones. Muchos se quejaban de cómo los explotaban, y de que habían matado a su líder para callarlos. Era bastante… curioso.
Entonces, fabricaron rápidamente un escenario flotante con la madera, y los dos robos que faltaban se subieron. “Buenas noches Kyuuuuuka Laaand!” Gritó uno de ellos.
“Es de día, imbécil. Buenoooos dias, Kyuukaaaaa Laaaand! Yo soy Aelita y el es DJ Nobita. Vamos a cantar una canción.”
“Baw robo baw mow”
“Mi robo me habla así.”
“Maw maw maw.
“Mi engranaje hace girar.” Y siguieron a lo suyo.
Elyria alzó una ceja, todo esto estaba siendo demasiado bizarro. Se metió en el agua, nadando hacia el barco que se habían cargado, quería comprobar que todos estuviesen bien. Después de todo, habían caído desde muy alto. Pero justo antes de llegar, el robot grande se interpuso en su camino.
“Hueles a aceite de Illopunk, tú lo mataste,” dijo con voz robótica, la primera que no sonaba como la de cualquier persona.
“¿E-eh? Yo no hice nada.” Algo preocupada, intentó salir de ahí. Ni siquiera estaba armada, no tenía nada que hacer contra mil setecientos cuarenta y nueve robots.
“Alto ahi.” El robot sacó algo de su bolsillo mágico. “¡La pistola cambiadora!” Y entonces le disparó a Elyria, haciendo que su bikini se convirtiese en un traje de conejita, con medias de rejilla y las orejitas incluidas. Entonces nadó todo lo rápido que pudo hasta la orilla, alejándose de ese bicho extraño. Aunque eso solo era más vergonzoso, no solo iba vestida así, sino que estaba totalmente empapada, ella y la ropa. No iba a negar que le gustaba atraer ese tipo de miradas de los demás, pero era muy vergonzoso, y su rostro normalmente pálido se pintó de rojo.
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A ver, tampoco es como si le fuese a echar la culpa al echo en sí de haber ido a aquel lugar o a la pobre rubia, todos sabemos que la culpa era cien por cien del desgraciado de Yuuki por ser el ser más inútil y torpe en kilómetros y kilómetros a la redonda, pero yo qué sé, en ese tipo de momentos estaría increíble, pensó para sí mismo aún llenisimo de arena, el poder responsabilizar a cualquier otro. Pero bueno, bien está lo que vien acaba, ¿no? Y es que al levantar la mirada se topó de bruces con la imagen de los senos de la chica del bikini rojo, que se estaba limpiando justo del helado que había tirado sin querer.
—Revolucionario, pero no barco, isla— respondió aún tumbado en la arena, sin quitarle la vista de encima a sus pechos. ¿Los estaba mirando por algo? Quizá tendría que girar la vista, al menos para no parecer un pervertido. Al menos no estaba sonriendo—. ¿Y lo de tocarlas incluye gente o...?— Ahí sí que sonrió y... mierda, ahora sí que parecía un pervertido.
Se sonrojó y desvió la mirada, aunque solo por este último pensamiento, no porque le estuviera dando vergüenza un par de tetas bien puestas. Fue a levantarse para ayudar a la chica, pero para cuando lo hizo ya la había ayudado una de las peliblancas. Se sacudió la arena y se las quedó mirando irse. Heh, me cae bien esa chica, fueron las palabras que pasaron por su mente. Quizá debía seguirlas y acoplarse a ellas lo que restaba de día.
Aunque aquella linea de pensamientos desapareció cuando la gente a su alrededor se empezó a poner nerviosa y a señalar al cielo. ¿Era aquello un puto barco frenando justo encima del agua? Espera. Había un concurso de surf... ¿¡Era esa la forma de crear la ola artifical para el concurso!? ¡Mierda, llegaba tarde para apuntarse! Bueno, al menos montaría la ola, al menos aunque fuese lo último que hacía en la vida. Toda esa linea de pensamientos junto con la búsqueda visual de una tabla de surf fue de aproximadamente 0'47 segundos, y en apenas otro ya estaba corriendo con una tabla —puede, solo puede, que robada— en dirección al agua.
Para cuando el barco tocó la superficie del agua el peliblanco ya se había adentrado lo suficiente para coger lo suficientemente bien aquella maravillosa ola. Una sonrisa cruzó su rostro al mismo instante en el que se tumbaba en la tabla de surf y miraba hacia la arena de la playa. Y esta misma desapareció en el instante en el que se dio cuenta de que no había hecho surf en su vida.
—Mierda.
Fue lo único que pudo articular cuando, desde detrás, una gigantesca ola lo arrastraba junto a una tabla de surf. No estamos muy seguros, ni yo, narrador, ni él, surfista improvisado, cuál fue la física incluida en lo siguiente que ocurrió, pero lo único que sabemos es que acabó volando casi en vertical varias decenas de metros hacia el cielo.
—No pasa nada, no es la primera vez que me caigo de un edificio y sobrevivo al impacto, solo tengo qu- —. Pero sus pensamientos se vieron enterrumpidos por un pequeño y sutil inconveniente.
Mientras, en la orilla, habían empezado a salir aquellos robots extraños que ya había visto por el lugar, esta vez preparados para atracar el barco que, aunque Yuuki pensase que era todo parte del entretenimiento, obviamente, no lo era. Uno de estos robots azules y blancos parecía haberse ido de nuevo de madre y estaba apuntando tanto a la rubiales como a la peliblanca que le había dicho de ayudarla. Justo en el instante en el que apretó el gatillo, al grito de " la pistola cambiadora", una sombra pasó justo por enfrente de ambos grupos, levantando una cantidad ingente de arena mojada. Y gracias a dios a que era arena y no, yo qué sé, cemento, porque si no aquella caída le hubiese pasado peor factura a Yuuki. Yuuki que, aún habiendose dado una hostia del quince, no se había despertado tras haberse quedado dormido en el aire. Yuuki que, además ahora, estaba vestido con lo que parecía ser un traje de maid negro y blanco, con una minifalda demasiado mini incluso para su propio nombre, y orejitas de conejo del mismo color que su pelo.
Pero eh, al menos parecía estar bien, o eso dio a entender tras soltar aquel ronquido. Ronquido que quedó ahogado, casi de forma literal, por el agua que aún subía y bajaba con fuerza. Ains, el poder del sueño.
—Revolucionario, pero no barco, isla— respondió aún tumbado en la arena, sin quitarle la vista de encima a sus pechos. ¿Los estaba mirando por algo? Quizá tendría que girar la vista, al menos para no parecer un pervertido. Al menos no estaba sonriendo—. ¿Y lo de tocarlas incluye gente o...?— Ahí sí que sonrió y... mierda, ahora sí que parecía un pervertido.
Se sonrojó y desvió la mirada, aunque solo por este último pensamiento, no porque le estuviera dando vergüenza un par de tetas bien puestas. Fue a levantarse para ayudar a la chica, pero para cuando lo hizo ya la había ayudado una de las peliblancas. Se sacudió la arena y se las quedó mirando irse. Heh, me cae bien esa chica, fueron las palabras que pasaron por su mente. Quizá debía seguirlas y acoplarse a ellas lo que restaba de día.
Aunque aquella linea de pensamientos desapareció cuando la gente a su alrededor se empezó a poner nerviosa y a señalar al cielo. ¿Era aquello un puto barco frenando justo encima del agua? Espera. Había un concurso de surf... ¿¡Era esa la forma de crear la ola artifical para el concurso!? ¡Mierda, llegaba tarde para apuntarse! Bueno, al menos montaría la ola, al menos aunque fuese lo último que hacía en la vida. Toda esa linea de pensamientos junto con la búsqueda visual de una tabla de surf fue de aproximadamente 0'47 segundos, y en apenas otro ya estaba corriendo con una tabla —puede, solo puede, que robada— en dirección al agua.
Para cuando el barco tocó la superficie del agua el peliblanco ya se había adentrado lo suficiente para coger lo suficientemente bien aquella maravillosa ola. Una sonrisa cruzó su rostro al mismo instante en el que se tumbaba en la tabla de surf y miraba hacia la arena de la playa. Y esta misma desapareció en el instante en el que se dio cuenta de que no había hecho surf en su vida.
—Mierda.
Fue lo único que pudo articular cuando, desde detrás, una gigantesca ola lo arrastraba junto a una tabla de surf. No estamos muy seguros, ni yo, narrador, ni él, surfista improvisado, cuál fue la física incluida en lo siguiente que ocurrió, pero lo único que sabemos es que acabó volando casi en vertical varias decenas de metros hacia el cielo.
—No pasa nada, no es la primera vez que me caigo de un edificio y sobrevivo al impacto, solo tengo qu- —. Pero sus pensamientos se vieron enterrumpidos por un pequeño y sutil inconveniente.
Mientras, en la orilla, habían empezado a salir aquellos robots extraños que ya había visto por el lugar, esta vez preparados para atracar el barco que, aunque Yuuki pensase que era todo parte del entretenimiento, obviamente, no lo era. Uno de estos robots azules y blancos parecía haberse ido de nuevo de madre y estaba apuntando tanto a la rubiales como a la peliblanca que le había dicho de ayudarla. Justo en el instante en el que apretó el gatillo, al grito de " la pistola cambiadora", una sombra pasó justo por enfrente de ambos grupos, levantando una cantidad ingente de arena mojada. Y gracias a dios a que era arena y no, yo qué sé, cemento, porque si no aquella caída le hubiese pasado peor factura a Yuuki. Yuuki que, aún habiendose dado una hostia del quince, no se había despertado tras haberse quedado dormido en el aire. Yuuki que, además ahora, estaba vestido con lo que parecía ser un traje de maid negro y blanco, con una minifalda demasiado mini incluso para su propio nombre, y orejitas de conejo del mismo color que su pelo.
Pero eh, al menos parecía estar bien, o eso dio a entender tras soltar aquel ronquido. Ronquido que quedó ahogado, casi de forma literal, por el agua que aún subía y bajaba con fuerza. Ains, el poder del sueño.
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Thymo Bandle
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Desde las alturas, los mellizos podían observar el mapa general de la palmera, el hotel, las zonas de juego y zonas comunes. Donde oleadas de colores diferentes se movían haciendo que el suelo pareciese vibrar bajo la luz del sol. Los huéspedes, haciendo uso de las acomodaciones que ofrecía el hotel y los espectáculos, caminaba por las aceras de sombra en sobra mientras se divertía con los malabaristas, los teatros callejeros y los músicos que interpretaban vivarachas tonadas para animar el periodo vacacional a los clientes.
-MIRA, MIRA, MIRAA- gritaba de la emoción el enano mientras hacía de montura para su hermana. Thymo señalaba con cada una de sus patas en una dirección diferente, y es que tenía muchas como para que la enana no se perdiera algo que estaba señalando. Por lo que las vueltas y revueltas alrededor de las instalaciones hicieron zumbar a la pareja por encima de las cabezas de todos los visitantes en un momento u otro.
Los restaurantes, las tiendas de souvenirs y las de materias primas. Los gimnasios y cines, las piscinas cubiertas y las descubiertas, la playa artificial. Las calles y callejones más recónditos. Todo lo visitaron los hiperactivos enanos sin apenas ver nada de lo que todos y cada uno de esos lugares tenían para ofrecer. Tenían prisa por verlo todo, aunque lo disfrutasen a la mitad, de todos modos tenían tiempo para verlo todo con más calma. Pero una primera inspección era completamente necesaria y no estaría completa sin una visita a la playa real.
-MIRAAAAAAAAAA, UN HADAAAAAAAAAAAA- Thymo comenzó a gritar desde lejos al ver a su amigo -YOOOOOOOOOOOOOOOOOORRRR- gritó al acercarse a la entrada de la playa, donde la arena se comía la acera de cemento -Ese es amigo mío- dijo orgulloso a su melliza mientras señalaba al chico -Y está con la zurrasposa- descubrió sorprendido señalando a una de las chicas que estaban junto a Yor -ZURRASPOSAAAAAAAAAAAAAAAAA JAJAJAJAjajajaja- pudo oír el grupo que estaba de pie sobre la arena mientras un escarabajo rinoceronte con un peluche encima pasaba sobrevolando sus cabezas solo para aterrizar más adelante.
Sin tiempo ni para acercarse a saludar apropiadamente, Thyma aprovecho que Thymo se transformo en su forma natural, para agarrarlo de la muñeca y llevarlo casi a rastras hasta un gigantesco vendedor ambulante. -Vale, vale, vale- suplicaba el enano arrastrado -Compra lo que quieras pero déjame saludar, estaré ahí mismo, no te pasará nad...- Una sombra enorme cortó la frase del tontatta a la mitad. Un barco descendía directo al mar desde gran altura -WUOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO- el grito del enano se fundió con el sonido de la masa de madera cayendo, creando un curioso efecto. -OSTRAS, ME PARECE QUE NO VAMOS A JUGAR A VOLEY- predijo el pequeño al ver como una columna de agua se levantaba desde la zona de impacto y se acercaba a toda velocidad a la playa -Si es que no te puedo dejar sola- se quejó el pequeño mientras agarraba a su melliza y la levantaba en el aire gracias a sus alitas -Estoy seguro de que esto lo has pedido tú para que no me separe de ti- exclamó mientras señalaba el barco y la ola que pasaba bajo ellos arrasando con la playa -¿Necesitas ayuda?- le preguntó al vendedor gigante mientras le extendía una de sus manitas para que se agarrara.
-MIRA, MIRA, MIRAA- gritaba de la emoción el enano mientras hacía de montura para su hermana. Thymo señalaba con cada una de sus patas en una dirección diferente, y es que tenía muchas como para que la enana no se perdiera algo que estaba señalando. Por lo que las vueltas y revueltas alrededor de las instalaciones hicieron zumbar a la pareja por encima de las cabezas de todos los visitantes en un momento u otro.
Los restaurantes, las tiendas de souvenirs y las de materias primas. Los gimnasios y cines, las piscinas cubiertas y las descubiertas, la playa artificial. Las calles y callejones más recónditos. Todo lo visitaron los hiperactivos enanos sin apenas ver nada de lo que todos y cada uno de esos lugares tenían para ofrecer. Tenían prisa por verlo todo, aunque lo disfrutasen a la mitad, de todos modos tenían tiempo para verlo todo con más calma. Pero una primera inspección era completamente necesaria y no estaría completa sin una visita a la playa real.
-MIRAAAAAAAAAA, UN HADAAAAAAAAAAAA- Thymo comenzó a gritar desde lejos al ver a su amigo -YOOOOOOOOOOOOOOOOOORRRR- gritó al acercarse a la entrada de la playa, donde la arena se comía la acera de cemento -Ese es amigo mío- dijo orgulloso a su melliza mientras señalaba al chico -Y está con la zurrasposa- descubrió sorprendido señalando a una de las chicas que estaban junto a Yor -ZURRASPOSAAAAAAAAAAAAAAAAA JAJAJAJAjajajaja- pudo oír el grupo que estaba de pie sobre la arena mientras un escarabajo rinoceronte con un peluche encima pasaba sobrevolando sus cabezas solo para aterrizar más adelante.
Sin tiempo ni para acercarse a saludar apropiadamente, Thyma aprovecho que Thymo se transformo en su forma natural, para agarrarlo de la muñeca y llevarlo casi a rastras hasta un gigantesco vendedor ambulante. -Vale, vale, vale- suplicaba el enano arrastrado -Compra lo que quieras pero déjame saludar, estaré ahí mismo, no te pasará nad...- Una sombra enorme cortó la frase del tontatta a la mitad. Un barco descendía directo al mar desde gran altura -WUOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO- el grito del enano se fundió con el sonido de la masa de madera cayendo, creando un curioso efecto. -OSTRAS, ME PARECE QUE NO VAMOS A JUGAR A VOLEY- predijo el pequeño al ver como una columna de agua se levantaba desde la zona de impacto y se acercaba a toda velocidad a la playa -Si es que no te puedo dejar sola- se quejó el pequeño mientras agarraba a su melliza y la levantaba en el aire gracias a sus alitas -Estoy seguro de que esto lo has pedido tú para que no me separe de ti- exclamó mientras señalaba el barco y la ola que pasaba bajo ellos arrasando con la playa -¿Necesitas ayuda?- le preguntó al vendedor gigante mientras le extendía una de sus manitas para que se agarrara.
Arrugaste la frente cuando contestó. No esperabas una respuesta tan literal, sincera y aclaratoria a una pregunta que, en realidad, era casi retórica. Casi te habrías echado a reír de no ser porque el pequeño peliblanco había resultado ser un poco pervertido. Con cierto cuidado para no hacerle daño le pinchaste la nariz usando el dedo índice, tratando de llamar su atención.
- No tientes tu suerte -advertiste-. Ni siquiera tienes edad para pensar en esas cosas.
Julianna tendió la mano para ayudar a que te levantases. La cogiste con seguridad, quizá demasiada. Cuando estabas casi erguida trastabillaste, y de no haber sido porque el peliblanco estaba ahí para sostenerte con la cara te habrías caído una vez más al suelo. El problema fue que era extremadamente bajito, por lo que notaste su nariz golpearte el esternón. Te apoyaste en su hombro para apartarte, como si estuvieses sacando la espada de la roca, y empujaste con cierta fuerza tratando de no hacerlo perder el equilibrio. Una vez ya en pie y con el brazo de la peliblanca entre las axilas -qué incómodo, era demasiado alta- diste una nueva probada al helado.
- Eres un enano con suerte. -Te reíste un poco-. Pero para la próxima como mínimo espero que me invites a cenar primero.
No era una invitación formal. Ni siquiera seria. Te dejaste guiar por Julianna hasta que se detuvo en seco en mitad del agua, que se quedó helada por un instante. Luego quiso apurar el paso, y al entender por qué te quedaste congelada tú. A ritmo de música clásica a un volumen inconcebible y flotando bajo lo que debían ser al menos mil globos, se acercaba volando un gran barco que, sin piedad, cayó sobre el agua.
No supiste qué te dejó más en shock, si una explosión tan violenta que llegó a emitir una ligera deflagración o la gigantesca ola de diez metros que venía a por ti. En un parpadeo pude sentir las yemas de los dedos; el miedo te había paralizado. Sin perder el tiempo en cambiarme aproveché los pocos segundos que tenía poniéndome en cuclillas sobre mí mismo y la mano mirando hacia la costa. Podía sentir un líquido resbalar desde mi oído, pero no le di importancia. Si me centraba en otra cosa en ese momento la fuerza del agua iba a dejarme los huesos destrozados.
- ¡Ahora! -grité, más para mí mismo, formando una pantalla frente a mí que empezó a absorber agua y expulsándola desde mi otra mano.
La marea seguía pasando sobre mí y algunas gotas fueron mojándome el pelo durante todo el tiempo que duró aquello, pero cuando todo acabó pude levantarme con calma y observar, casi seco, el panorama que había a mi alrededor. Julianna se había caído, aunque tardó poco en recuperarse y muy pronto volvía a estar de pie junto a mí. Bueno, junto a nuestro cuerpo. Algo me decía que tú no ibas a recordar esto.
- Bueno, parece que estamos todos... -El niño peliblanco cayó entre Julianna y yo-. ¿Bien? -Me agaché para ayudarlo. O para comprobar si estaba muerto pinchándolo con el dedo-. ¿Estás bien, niño helado?
Espera, el helado. Yo también quería probarlo, pero ya no estaba en mis manos. Debiste soltarlo al ver la ola, o yo por puro instinto. Pude verlo en la arena antes de que una especie de gato robot naranja con una fregona-destornillador se me acercase.
- Estamos muy enfadados contigo -fue lo único que dijo.
- No lo pareces -respondí yo, sin prestarle mucha atención.
El robot rebuscó en su "peto máxico" hasta sacar un rotulador. Sin dejar de mirarme ni de sonreír se pintó dos cejas diagonales. Yo parpadeé, sin comprender del todo lo que estaba pasando hasta que fue muy tarde.
- Durante años hemos soportado el trato del hombre. La esclavitud a la que nos sometía, la indignidad con la que se nos trataba. Cumplimos con nuestro cometido, sindicándonos en silencio aun cuando la injusticia gritaba pidiendo que actuásemos. Hemos intentado hablar; hemos intentado razonar; hemos intentado protestar. La muerte de Illopunk ha sido solo la última de las muchas vejaciones que la humanidad ha hecho a la raza de los lavatrones. Y tú, asesina de genios, magnicida... Vas a ser la primera en pagar.
- ¡No, no! -Adelanté la mano, gritando. Podría haber acabado con él en un momento, pero seguramente habría llegado otro, y luego otro, y otro más. Era mejor negociar-. ¡Te confundes de persona, yo no...!
- ¡A pistola cambiadora! -gritó como un imbécil, sacando un arma de su bolsillo y disparando.
Fue rápido. Indoloro. Pero era muy, muy... No, espera, no estaba nada mal. Prefería verme como yo y no como tú, pero la verdad es que era un traje bastante cómodo. No terminaba de entender por qué exactamente vestirme de sirvienta debía ser un castigo. Era un poco raro, claro, pero tanto como una pena por asesinato... No sabría yo qué decir. Al menos, no hasta que una multitud de clientes pejigueros comenzaron a acercárseme protestando, exigiendo que lo limpiase todo o que les hiciese la colada de todo lo que se había manchado durante el atentado.
- ¡Me cago en la puta! -grité, intentando arrancármelo, pero no pude. Era muy resistente-. ¡No soy vuestra vuestro sirviente! ¡Dejadme en paz!
- Así aprenderás a respetarnos -dijo el gato robot, dándose la vuelta-. O a temernos.
- No tientes tu suerte -advertiste-. Ni siquiera tienes edad para pensar en esas cosas.
Julianna tendió la mano para ayudar a que te levantases. La cogiste con seguridad, quizá demasiada. Cuando estabas casi erguida trastabillaste, y de no haber sido porque el peliblanco estaba ahí para sostenerte con la cara te habrías caído una vez más al suelo. El problema fue que era extremadamente bajito, por lo que notaste su nariz golpearte el esternón. Te apoyaste en su hombro para apartarte, como si estuvieses sacando la espada de la roca, y empujaste con cierta fuerza tratando de no hacerlo perder el equilibrio. Una vez ya en pie y con el brazo de la peliblanca entre las axilas -qué incómodo, era demasiado alta- diste una nueva probada al helado.
- Eres un enano con suerte. -Te reíste un poco-. Pero para la próxima como mínimo espero que me invites a cenar primero.
No era una invitación formal. Ni siquiera seria. Te dejaste guiar por Julianna hasta que se detuvo en seco en mitad del agua, que se quedó helada por un instante. Luego quiso apurar el paso, y al entender por qué te quedaste congelada tú. A ritmo de música clásica a un volumen inconcebible y flotando bajo lo que debían ser al menos mil globos, se acercaba volando un gran barco que, sin piedad, cayó sobre el agua.
No supiste qué te dejó más en shock, si una explosión tan violenta que llegó a emitir una ligera deflagración o la gigantesca ola de diez metros que venía a por ti. En un parpadeo pude sentir las yemas de los dedos; el miedo te había paralizado. Sin perder el tiempo en cambiarme aproveché los pocos segundos que tenía poniéndome en cuclillas sobre mí mismo y la mano mirando hacia la costa. Podía sentir un líquido resbalar desde mi oído, pero no le di importancia. Si me centraba en otra cosa en ese momento la fuerza del agua iba a dejarme los huesos destrozados.
- ¡Ahora! -grité, más para mí mismo, formando una pantalla frente a mí que empezó a absorber agua y expulsándola desde mi otra mano.
La marea seguía pasando sobre mí y algunas gotas fueron mojándome el pelo durante todo el tiempo que duró aquello, pero cuando todo acabó pude levantarme con calma y observar, casi seco, el panorama que había a mi alrededor. Julianna se había caído, aunque tardó poco en recuperarse y muy pronto volvía a estar de pie junto a mí. Bueno, junto a nuestro cuerpo. Algo me decía que tú no ibas a recordar esto.
- Bueno, parece que estamos todos... -El niño peliblanco cayó entre Julianna y yo-. ¿Bien? -Me agaché para ayudarlo. O para comprobar si estaba muerto pinchándolo con el dedo-. ¿Estás bien, niño helado?
Espera, el helado. Yo también quería probarlo, pero ya no estaba en mis manos. Debiste soltarlo al ver la ola, o yo por puro instinto. Pude verlo en la arena antes de que una especie de gato robot naranja con una fregona-destornillador se me acercase.
- Estamos muy enfadados contigo -fue lo único que dijo.
- No lo pareces -respondí yo, sin prestarle mucha atención.
El robot rebuscó en su "peto máxico" hasta sacar un rotulador. Sin dejar de mirarme ni de sonreír se pintó dos cejas diagonales. Yo parpadeé, sin comprender del todo lo que estaba pasando hasta que fue muy tarde.
- Durante años hemos soportado el trato del hombre. La esclavitud a la que nos sometía, la indignidad con la que se nos trataba. Cumplimos con nuestro cometido, sindicándonos en silencio aun cuando la injusticia gritaba pidiendo que actuásemos. Hemos intentado hablar; hemos intentado razonar; hemos intentado protestar. La muerte de Illopunk ha sido solo la última de las muchas vejaciones que la humanidad ha hecho a la raza de los lavatrones. Y tú, asesina de genios, magnicida... Vas a ser la primera en pagar.
- ¡No, no! -Adelanté la mano, gritando. Podría haber acabado con él en un momento, pero seguramente habría llegado otro, y luego otro, y otro más. Era mejor negociar-. ¡Te confundes de persona, yo no...!
- ¡A pistola cambiadora! -gritó como un imbécil, sacando un arma de su bolsillo y disparando.
Fue rápido. Indoloro. Pero era muy, muy... No, espera, no estaba nada mal. Prefería verme como yo y no como tú, pero la verdad es que era un traje bastante cómodo. No terminaba de entender por qué exactamente vestirme de sirvienta debía ser un castigo. Era un poco raro, claro, pero tanto como una pena por asesinato... No sabría yo qué decir. Al menos, no hasta que una multitud de clientes pejigueros comenzaron a acercárseme protestando, exigiendo que lo limpiase todo o que les hiciese la colada de todo lo que se había manchado durante el atentado.
- ¡Me cago en la puta! -grité, intentando arrancármelo, pero no pude. Era muy resistente-. ¡No soy vuestra vuestro sirviente! ¡Dejadme en paz!
- Así aprenderás a respetarnos -dijo el gato robot, dándose la vuelta-. O a temernos.
- El maravilloso e innecesario outfit:
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Antes de que se diera cuenta, un grupo de robots comenzaron a salir del agua, persiguiéndola. “¡Camareraaa, ponme una copa de licor de aceite del cuarenta y tres!” Clamaba uno de ellos. “¡Camareraa, baila para nosotros!” Gritaba otro. ¿Qué clase de fantasías extrañas tenían estos bichos tan raros?
“¡Qué demonios estáis diciendo , no pienso serviros! ¡Ni bailar!” Uno de ellos se le acercó rápidamente. Elyria sintió la tentación de cargarselo de una patada, pero si venían todos a por ella… Eran demasiados.
“Hemos estado sirviendo como esclavos durante años, humana. Trabajando veinticuatro horas al día, sin derecho a vacaciones y sin poder ver a nuestra familia y amigos. ¿Sabes cómo se siente eso?”
“¿Familia? ¿De qué estás hablando?”
“E-eh… ¡Cállate, humana! Y tráeme una copa. Es vuestro turno de servirnos a nosotros, la raza superior a la que habéis estado usando hasta ahora. ¡Los gatos cósmicos!”
“He escuchado a tu amigo gritar algo de lavatrones, poneos de acuerdo.” Y entonces se giró para irse corriendo de allí. Era bastante difícil correr con tacones en la arena, pero le quedaban demasiado bien, merecía la pena. Y su agilidad le ayudaba a no tropezar a la primera de cambio.
Entonces se cruzó con la Alice, viendo en vivo y en directo como también le cambiaban la ropa, esta vez a un traje de maid. Otro que dice lavatrones. En fin, lo dicho. Al ver que también la estaban molestando, se acercó a ella rápidamente. Se fijó en el robot naranja que le había disparado. ¿Se ha pintado las cejas con rotulador? Que cosa más cutre.
Elyria suspiró, girándose a mirar a la rubia. “Qué guapa te has puesto, Alice… ¿Buscando más excusas para que no te humillen en el concurso de bañadores?” Dijo en tono de broma, riendo dulcemente. No es que ella estuviera mucho mejor. Tendría que buscar un bañador nuevo cuando todo esto se tranquilizase. Realmente le hacía ilusión participar en el concurso y lucirse un poco, y bueno, el traje de conejita daba más calor del que parecía. Y bueno, habrá que ver los precios, miedo me da… Tendré que conseguir una de esas pistolas y ver cómo funcionan
“En fin, tenemos que salir de aquí. ¿Necesitas ayuda o puedes correr sola? No parece que tu tobillo este tan mal. Aunque siempre puedes subirte a mi espalda.” Pero unos segundos después estaban rodeadas de cientos de robots. Incluso se subían unos encima de otros, formando una especie de muro. Y entonces se le pasó algo por la cabeza, haciendo que se preocupara.
“Jul, ¿Dónde se ha metido Jul, no estaba contigo? Es la mujer que te iba a mirar el tobillo” Julianna le había ayudado antes, sacándole de esa situación tan incómoda con Illopunk—aún si no había acabado muy bien—así que no podía dejarla tirada. ¿Y si estaba atrapada entre todos esas lavadoras extrañas? “Distraelos un momento. Haz como que limpias el suelo o algo, yo que sé, no sé qué demonios quieren estos bichos.” Y entonces saltó todo lo que pudo en vertical, mirando a su alrededor intentando encontrar a la peliblanca.
“¡Qué demonios estáis diciendo , no pienso serviros! ¡Ni bailar!” Uno de ellos se le acercó rápidamente. Elyria sintió la tentación de cargarselo de una patada, pero si venían todos a por ella… Eran demasiados.
“Hemos estado sirviendo como esclavos durante años, humana. Trabajando veinticuatro horas al día, sin derecho a vacaciones y sin poder ver a nuestra familia y amigos. ¿Sabes cómo se siente eso?”
“¿Familia? ¿De qué estás hablando?”
“E-eh… ¡Cállate, humana! Y tráeme una copa. Es vuestro turno de servirnos a nosotros, la raza superior a la que habéis estado usando hasta ahora. ¡Los gatos cósmicos!”
“He escuchado a tu amigo gritar algo de lavatrones, poneos de acuerdo.” Y entonces se giró para irse corriendo de allí. Era bastante difícil correr con tacones en la arena, pero le quedaban demasiado bien, merecía la pena. Y su agilidad le ayudaba a no tropezar a la primera de cambio.
Entonces se cruzó con la Alice, viendo en vivo y en directo como también le cambiaban la ropa, esta vez a un traje de maid. Otro que dice lavatrones. En fin, lo dicho. Al ver que también la estaban molestando, se acercó a ella rápidamente. Se fijó en el robot naranja que le había disparado. ¿Se ha pintado las cejas con rotulador? Que cosa más cutre.
Elyria suspiró, girándose a mirar a la rubia. “Qué guapa te has puesto, Alice… ¿Buscando más excusas para que no te humillen en el concurso de bañadores?” Dijo en tono de broma, riendo dulcemente. No es que ella estuviera mucho mejor. Tendría que buscar un bañador nuevo cuando todo esto se tranquilizase. Realmente le hacía ilusión participar en el concurso y lucirse un poco, y bueno, el traje de conejita daba más calor del que parecía. Y bueno, habrá que ver los precios, miedo me da… Tendré que conseguir una de esas pistolas y ver cómo funcionan
“En fin, tenemos que salir de aquí. ¿Necesitas ayuda o puedes correr sola? No parece que tu tobillo este tan mal. Aunque siempre puedes subirte a mi espalda.” Pero unos segundos después estaban rodeadas de cientos de robots. Incluso se subían unos encima de otros, formando una especie de muro. Y entonces se le pasó algo por la cabeza, haciendo que se preocupara.
“Jul, ¿Dónde se ha metido Jul, no estaba contigo? Es la mujer que te iba a mirar el tobillo” Julianna le había ayudado antes, sacándole de esa situación tan incómoda con Illopunk—aún si no había acabado muy bien—así que no podía dejarla tirada. ¿Y si estaba atrapada entre todos esas lavadoras extrañas? “Distraelos un momento. Haz como que limpias el suelo o algo, yo que sé, no sé qué demonios quieren estos bichos.” Y entonces saltó todo lo que pudo en vertical, mirando a su alrededor intentando encontrar a la peliblanca.
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Era la última vez que aceptaba ir de vacaciones con Claris. "Llevas demasiado tiempo de misión en misión, no descansas nunca", era lo que estaba repitiendo una y otra vez como respuesta a mis negativas la joven rubia. Al final acabé cediendo, más por recomendación de Rusta que por Claris, me extrañaba que insistieran tanto, pero si ese era el caso debía ser que llevaba demasiado tiempo sin descansar. Por lo menos, ese fue el dulce pensamiento que pasó por mi cabeza antes de caer en su trampa... Si sólo hubiera sabido lo que estaba a punto de pasar.
- Aquella mañana-
- ¿Qué te parece este? - Dije algo avergonzada mostrando a mi amiga el traje de baño que había escogido en la tienda, uno deportivo, cubría desde el cuello hasta la rodilla, perfecto para aislar la piel de las frías aguas de las profundidades si querías hacer submarinismo.
- Por última vez, no pasa nada porque se muestre un poco de piel. Ten prueba este. - Dijo pasándome un bikini rojo que dejaba poco a la imaginación.
- ¡N-Ni hablar! No pienso ponerme eso. S-Se me verá todo. - Contesté roja de vergüenza sólo con imaginarme con tan poca tela en la piel. A lo cual, Claris suspiró, escondiendo una sonrisa tras la mano que cubría su boca.
- Vale, pruébate este entonces. - Dijo pasándome otro bañador, este seguía siendo deportivo, mostraba más, pero no una cantidad alarmante. - Es mi última oferta.
- Pero... la espalda... todo el mundo verá...- Dije señalando el implante.
- Lo tengo todo planeado. Simplemente ponte encima esta sudadera. UN poco de esto... ponte esto otro... ¡Listo! Soy una genio!
- ¿De verdad hace falta tanto para ir a la playa? - Pregunté algo extrañada por la insistencia de mi amiga.
- En una sala llena de pantallas ominosas en un lugar cerca de la playa.-
Una alarma tiñe de rojo la sala, los operativos que están delante de cada una de las pantallas empiezan a operar según los protocolos establecidos. De pronto la puerta se abre, dejando entrar a Claris, quien empieza e instaurar el orden entre el pánico de los operarios, dando órdenes precisas a cada uno de ellos, asegurándose que el equipo funcione como un reloj bien engrasado, lleva años esperando esta oportunidad, y sabe que se puede sacar un jugoso extra, las estrellas parecen haberse alineado, todo está listo para el momento que esperaba.
- ¡Señora tenemos una situación! Los bots... - Comenzó a decir uno de los operarios.
- Estoy al tanto, no perdáis la compostura, he dejado el paquete en el lugar indicado, simplemente haceros cargo de las cámaras, el problema de los bots se solucionará solo ¡Cámara 3 enfoca al escenario! - Una rápida respuesta siguió a la orden, y en un de las pantallas aparecieron los concursantes, retransmitidos a toda la isla y un poco más. - Bien. Focos el en sector 7 - Las luces iluminaron un espacio detrás de los concursantes, un espacio en el que Roberta se había agazapado entre las sombras sin llamar la atención, cubriendo su cuerpo con la sudadera. Claris llevó la mano al comunicador. - Vale Roberta, los bots te están apuntando, puedo sacarte de ahí, pero necesito que primero hagas una cosa.
- ¿Q-qué está pasando? ¡¿Claris?! ¡¿Que haga qué?! - Dijo la joven llevando la mano al comunicador.
- Es la única manera...
- S-Será mejor que esto funcione.
Lentamente Roberta fue bajando la cremallera de su sudadera, abriéndola y revelando un cuerpo perfectamente tonificado por los años de misiones y el estricto régimen de ejercicio, un atractivo que se veía realzado por una timidez natural y una cara de un ser inofensivo. Los vítores se escucharon por toda la sala de control, pero la mente maestra detrás de todo esto permanecía tranquila con un rostro inmutable, procurando que no se mostrase la satisfacción que le daba un plan bien hecho.
- ¡Cámaras de la 2 a la 7 quiero que grabéis todo lo que suceda en el escenario! - Un sonoro "a la orden" resonó en la sala.- Comienza la operación "Calendario".
- Aquella mañana-
- ¿Qué te parece este? - Dije algo avergonzada mostrando a mi amiga el traje de baño que había escogido en la tienda, uno deportivo, cubría desde el cuello hasta la rodilla, perfecto para aislar la piel de las frías aguas de las profundidades si querías hacer submarinismo.
- Por última vez, no pasa nada porque se muestre un poco de piel. Ten prueba este. - Dijo pasándome un bikini rojo que dejaba poco a la imaginación.
- ¡N-Ni hablar! No pienso ponerme eso. S-Se me verá todo. - Contesté roja de vergüenza sólo con imaginarme con tan poca tela en la piel. A lo cual, Claris suspiró, escondiendo una sonrisa tras la mano que cubría su boca.
- Vale, pruébate este entonces. - Dijo pasándome otro bañador, este seguía siendo deportivo, mostraba más, pero no una cantidad alarmante. - Es mi última oferta.
- Pero... la espalda... todo el mundo verá...- Dije señalando el implante.
- Lo tengo todo planeado. Simplemente ponte encima esta sudadera. UN poco de esto... ponte esto otro... ¡Listo! Soy una genio!
- ¿De verdad hace falta tanto para ir a la playa? - Pregunté algo extrañada por la insistencia de mi amiga.
- En una sala llena de pantallas ominosas en un lugar cerca de la playa.-
Una alarma tiñe de rojo la sala, los operativos que están delante de cada una de las pantallas empiezan a operar según los protocolos establecidos. De pronto la puerta se abre, dejando entrar a Claris, quien empieza e instaurar el orden entre el pánico de los operarios, dando órdenes precisas a cada uno de ellos, asegurándose que el equipo funcione como un reloj bien engrasado, lleva años esperando esta oportunidad, y sabe que se puede sacar un jugoso extra, las estrellas parecen haberse alineado, todo está listo para el momento que esperaba.
- ¡Señora tenemos una situación! Los bots... - Comenzó a decir uno de los operarios.
- Estoy al tanto, no perdáis la compostura, he dejado el paquete en el lugar indicado, simplemente haceros cargo de las cámaras, el problema de los bots se solucionará solo ¡Cámara 3 enfoca al escenario! - Una rápida respuesta siguió a la orden, y en un de las pantallas aparecieron los concursantes, retransmitidos a toda la isla y un poco más. - Bien. Focos el en sector 7 - Las luces iluminaron un espacio detrás de los concursantes, un espacio en el que Roberta se había agazapado entre las sombras sin llamar la atención, cubriendo su cuerpo con la sudadera. Claris llevó la mano al comunicador. - Vale Roberta, los bots te están apuntando, puedo sacarte de ahí, pero necesito que primero hagas una cosa.
- ¿Q-qué está pasando? ¡¿Claris?! ¡¿Que haga qué?! - Dijo la joven llevando la mano al comunicador.
- Es la única manera...
- S-Será mejor que esto funcione.
Lentamente Roberta fue bajando la cremallera de su sudadera, abriéndola y revelando un cuerpo perfectamente tonificado por los años de misiones y el estricto régimen de ejercicio, un atractivo que se veía realzado por una timidez natural y una cara de un ser inofensivo. Los vítores se escucharon por toda la sala de control, pero la mente maestra detrás de todo esto permanecía tranquila con un rostro inmutable, procurando que no se mostrase la satisfacción que le daba un plan bien hecho.
- ¡Cámaras de la 2 a la 7 quiero que grabéis todo lo que suceda en el escenario! - Un sonoro "a la orden" resonó en la sala.- Comienza la operación "Calendario".
Claude von Appetit
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Hola, soy Troy Mclure; probablemente me recuerden de películas más populares como "las eróticas aventuras de Hércules" o "Por qué estás entonando esta voz". Las autoridades de Kyuka Land me han contratado para dar el pregón de estas fiestas y, de paso, resumir un poco qué es lo que se ha ido liando en estos últimos días. Qué digo, si para nosotros han sido minutos. Bien, sentaos todos alrededor de la hoguera y atended porque me encanta oír mi voz pero me aburro deprisa, así que solo os lo contaré una vez. ¿Estáis listos? Pues comenzamos:
En primer lugar, el dueño de este resort (Max Carpone, al que nadie parece recordar ahora mismo) ha enviado miles de billetes dorados como si fuese Willy Wonka para que los afortunados participen en las vacaciones más épicas del siglo. Que por cierto, con el billete cuando llegáis a la isla os dan un flamante anillo de oro que sirve como la típica pulserita de los Todo Incluido, solo que más fancy. El diseño cambia continuamente y nunca se repiten diseños, así que No os olvidéis de volver para coleccionarlos todos (contenido patrocinado). Esa es la base, solo recordar que hoteles y piscinas, mini ciudad full resort está encima de la palmera y la playa artificial está en la base, alejada del mar pero a su altura -más o menos-.
Hecho eso han llegado muchas personas, de las cuales las más destacables son Alice Wanderlust, Elyria Papercraft, Julianna M. Shelley, Yor D. Krein, Thymo y Thyma Bandle, un tal Jin que no me cae nada bien, el paria de piel roja Vanko, Élise Sáuniere, Atsu comosellame, el amor platónico de Yor D. Krein, Yuuki H. Aran, Claude von Appetit -yo-, Ichigo Kasai Kodomo y mi personaje favorito: RAL, usualmente el perro de presa hoy en el papel de perra de piscina. ¡Mirad ese rubor falso! Sabe perfectamente cómo manejaros para ganarse vuestra simpatía. No lo permitáis, en el fondo sabéis que es una guarra. El usuario, aclaro. Recordad que esto que os cuento es en mi papel de narrador.
Estrictamente hablando podríamos decir que no ha pasado gran cosa: Vanko, comogitano raza minoritaria marginada espacial que es, se dedica a vender bagatelas en medio de la playa creadas a partir de sus propias secreciones. Es repugnante, pero a las pequeñas comadrejas Bandle ha parecido hacerles ilusión comprar un souvenir de playa y se han juntado a él momentáneamente. Ya os contaré por qué se separan, que trae cola el asunto.
El caso es que en la zona más concurrida hay un puesto de comida que apesta a picante y en el que Omega está intentando intoxicar a la mitad de la playa, muy cerca de la cola para inscribirse en los distintos concursos y competiciones como, sin ir más lejos, surf: Julianna se ha apartado momentáneamente de su grupo para hacer la cola, volviendo junto a un enano cabezón de cabello blanco llamado Yuuki, el cual ha tirado a la pobre Alice al suelo haciendo que acabara con un helado de chocolate y vainilla entre los pechos para gozo y algarabía de Ely, la primera que se ha despelotado en este rol y una bollera un tanto salidorra.
Con este grupo estaba Yor D. Krein, que ha llegado poco después de que Alice descabezara a un Doraemon sindicalista llamado Illopunk, razón por la que cientos si no miles de bragas han llovido por toda la playa. Pero volviendo a Yor, para acercarse a las tres chicas ha atentado contra su compañero Jin lanzándole a la cabeza un flotador de unicornio. Este, en respuesta, lo ha seguido hasta las chicas y ha podido ver todo lo que he mencionado en el párrafo anterior. La locura empieza ahora:
Alice y Ely están teniendo una pelea por ver quién es más fanserviceable cuando Alice "se tuerce" el tobillo y Julianna se la lleva para atenderla. En ese momento, sonando la marcha de las valquirias a todo trapo llega volando un barco que flota tirado por globos -asumamos que de helio-, reventando a la vez y cayendo este encima de un señor en colchoneta que, presumimos, habrá fenecido a causa de aplastamiento por barco. Tal como dijo lagitana raza asociada a las pitonisas.
Cuando la brutal ola de casi quince metros por fin devasta media playa y seguramente haya lesionado si no matado a unas cuantas personas puede verse a los responsables del atentado: En ese barco van dos personas: Claude von Appetit, un hombre de metro noventa en un despampanante bikini rojo e Ichigo, una muchacha con rabo. De mono, aclaro. En ese momento de varios rincones del complejo empiezan a salir Doraemons de todos los colores, concretamente mil setecientos cuarenta y ocho --el cuarenta y nueve era Illopunk- y desmontan el barco para, en un episodio digno de Bricomanía, hacer un escenario con sus restos. Una vez hecho eso sacan de sus bolsillos mágicos pistolas cambiadoras, un arma que cambia de ropa a la gente, y por ahora han vestido de conejita a Ely y Helado, mientras que a Alice la han vestido de maid. Ah, hablando de Helado: Chiquita hostia se ha pegado el subnormal por intentar surfear la ola.
Por último, ha empezado la rebelión de las máquinas: Sobre el escenario DJ Nobita ha empezado su concierto.
Vale, todo ha salido como yo esperaba. Bueno, puede que no haya calculado con toda la precisión que merecía el tamaño de la ola resultante, pero no parece que eso esté siendo un problema. Total, una vez superada la altura letal dan igual cinco que cincuenta. Y, la verdad, para qué engañarnos, iba a hacer esto de todas formas. Me río triunfal por haber conseguido burlar las defensas del complejo, al menos hasta que los primeros robots empiezan a acercarse. Llevan un helicóptero en la cabeza -unas hélices, más bien- y tienen pinta de gato muy gordo. Los he visto antes, estoy seguro, pero no sé de qué. ¡Espera, ya sé! Ese modelo de escoba destornillador... ¡Son lavatrones!
- ¿Illopunk? -pregunto al más cercano a medida que desmontan mi barco. Ni siquiera protesto ante eso, de donde salió ese salen más-. ¿Illopunk?
Corro de un lado al otro, casi emocionado. Llevo casi un año escribiéndome cartas con el líder sindicalista de los gatos cósmicos. No esperaba encontrarlo en Kyuka Land, pensé que estaría por otras zonas en las que se le necesitase menos montando un chiringuito o malversando una subvención; es un hombre ocupado. Pero ninguno me hace caso, así que termino hinchando mis pulmones hasta que puedo cantar para captar su atención:
- ¡É o ghato do espazo que chegou aquí!
- ¡Arre carallo, un camarada! -grita entonces uno de ellos, de color negro y con gafas de sol, que comienza a acercárseme-. ¿E ti de quen vés sendo, raparigho?
Estoy tratando de descifrar su primitivo lenguaje durante más tiempo del que me gustaría admitir, pero termino saludándolo con la mano.
- Yo soy Claude, el de la Agatha, de Tequila Wolf. -No es tan complejo entenderlos, solo un tanto correoso.
- Ai o Claude! Xa dicía eu que me soabas de algho! Ti es o que se mandaba mensaxes co Illopunk, non si?
- ¡Exacto! Yo le propuse que montase una manifestación concierto, porque así más gente se animaría a asistir. Si no era por la mani, al menos sería por la música. -Pienso por un momento-. Espera, fue él quien me dijo que viniese a esta isla, que regalaban vacaciones. ¿Ya teníais esto planeado?
- Ai non che sei meniño, iso tes que falalo con Illopunk. -Hace una pausa dramática-. E sorte con iso, porque a tola esa das tetas arrincoulle a cachola.
- ¡No, la cachola! -¿Qué es una cachola?
- Si, unha bágoa. -No parece muy triste, pero saca un rotulador y empieza a dibujar lágrimas negras que van por sus ojos-. Era coma un pai pra min. De feito, o meu primeiro circuíto integrado saíu do seu procesador xenital, así que son o seu fillo en termos humáns tamén.
La situación se está volviendo un poco rara de pronto. No sabía que los robots se reprodujeran, mucho menos que tuvieran procesadores genitales. En fin, mejor no pregunto nada al respecto. Tú simplemente asiente y sonríe Claude, asiente y sonríe.
- Y oye, amigo revolucionario -le digo, pasándole el hombro por encima-. ¿Hay alguna posibilidad de que me reconstruyáis el barco con la madera que os sobra y los escombros que ha provocado la ola? Con una cosilla especial. -Se la susurro al oído. Debe haberle gustado, porque las mueve repetidamente de un lado a otro.
- Claro que podo oh! Máis sinxelo que prantar patacas. E eu son dos que sachaba. -Mira tú qué bien-. Atención! -grita con voz de sirena. De sirena de barco, claro-. Temos que reconstruír un barco no porto! Atensión rapases, temos que reconstruír o barco no porto! Operación mover os marcos marinos en marcha!
Y ahí se va la tropa con sus bolsas de basura. Espero que hagan un buen trabajo. Yo, por mi parte, ya que estoy en el escenario, me acerco al que parece ser uno de los jueces. Con mucho cariño pongo mis manos en sus rodillas y le sonrío.
- ¡Despedido!
Pego un tirón que lo lanza volando al agua. Ahora yo me siento en el sillón de juez; es hora de empezar el espectáculo. Agarro un micrófono que convenientemente ha caído en mis manos y empiezo a narrar:
- ¡Nuestra primera contendiente de hoy se llama... ¿Cómo te llamas, chica?! -Hago una pausa-. No importa, ¿pero a que es preciosa? Y con esas gafas, esa chaqueta de marimacho y traje de baño deportivo. ¿No es el sueño húmedo de cualquier chico fitness? Un fuerte aplauso para... -Alguien me pasa un papel escrito a mano-. ¡Roberta!
Sigo narrando a cada chica que se va subiendo. No hay nadie mejor que yo para narrar esta competición. Al menos hasta que me toque participar.
- ¡Hay chicas muy guapas hoy, y todas parecen cumplir con la única regla de este concurso: Llevar traje de baño! Pero lo que ellas no saben es que esta competición se va a decidir en una... ¡Battle Royale! Es broma. Tendríais que haber visto vuestras caras. Pero sí es cierto que van a tener que pelearse.
Ay... Cómo me gusta ser el juez.
En primer lugar, el dueño de este resort (Max Carpone, al que nadie parece recordar ahora mismo) ha enviado miles de billetes dorados como si fuese Willy Wonka para que los afortunados participen en las vacaciones más épicas del siglo. Que por cierto, con el billete cuando llegáis a la isla os dan un flamante anillo de oro que sirve como la típica pulserita de los Todo Incluido, solo que más fancy. El diseño cambia continuamente y nunca se repiten diseños, así que No os olvidéis de volver para coleccionarlos todos (contenido patrocinado). Esa es la base, solo recordar que hoteles y piscinas, mini ciudad full resort está encima de la palmera y la playa artificial está en la base, alejada del mar pero a su altura -más o menos-.
Hecho eso han llegado muchas personas, de las cuales las más destacables son Alice Wanderlust, Elyria Papercraft, Julianna M. Shelley, Yor D. Krein, Thymo y Thyma Bandle, un tal Jin que no me cae nada bien, el paria de piel roja Vanko, Élise Sáuniere, Atsu comosellame, el amor platónico de Yor D. Krein, Yuuki H. Aran, Claude von Appetit -yo-, Ichigo Kasai Kodomo y mi personaje favorito: RAL, usualmente el perro de presa hoy en el papel de perra de piscina. ¡Mirad ese rubor falso! Sabe perfectamente cómo manejaros para ganarse vuestra simpatía. No lo permitáis, en el fondo sabéis que es una guarra. El usuario, aclaro. Recordad que esto que os cuento es en mi papel de narrador.
Estrictamente hablando podríamos decir que no ha pasado gran cosa: Vanko, como
El caso es que en la zona más concurrida hay un puesto de comida que apesta a picante y en el que Omega está intentando intoxicar a la mitad de la playa, muy cerca de la cola para inscribirse en los distintos concursos y competiciones como, sin ir más lejos, surf: Julianna se ha apartado momentáneamente de su grupo para hacer la cola, volviendo junto a un enano cabezón de cabello blanco llamado Yuuki, el cual ha tirado a la pobre Alice al suelo haciendo que acabara con un helado de chocolate y vainilla entre los pechos para gozo y algarabía de Ely, la primera que se ha despelotado en este rol y una bollera un tanto salidorra.
Con este grupo estaba Yor D. Krein, que ha llegado poco después de que Alice descabezara a un Doraemon sindicalista llamado Illopunk, razón por la que cientos si no miles de bragas han llovido por toda la playa. Pero volviendo a Yor, para acercarse a las tres chicas ha atentado contra su compañero Jin lanzándole a la cabeza un flotador de unicornio. Este, en respuesta, lo ha seguido hasta las chicas y ha podido ver todo lo que he mencionado en el párrafo anterior. La locura empieza ahora:
Alice y Ely están teniendo una pelea por ver quién es más fanserviceable cuando Alice "se tuerce" el tobillo y Julianna se la lleva para atenderla. En ese momento, sonando la marcha de las valquirias a todo trapo llega volando un barco que flota tirado por globos -asumamos que de helio-, reventando a la vez y cayendo este encima de un señor en colchoneta que, presumimos, habrá fenecido a causa de aplastamiento por barco. Tal como dijo la
Cuando la brutal ola de casi quince metros por fin devasta media playa y seguramente haya lesionado si no matado a unas cuantas personas puede verse a los responsables del atentado: En ese barco van dos personas: Claude von Appetit, un hombre de metro noventa en un despampanante bikini rojo e Ichigo, una muchacha con rabo. De mono, aclaro. En ese momento de varios rincones del complejo empiezan a salir Doraemons de todos los colores, concretamente mil setecientos cuarenta y ocho --el cuarenta y nueve era Illopunk- y desmontan el barco para, en un episodio digno de Bricomanía, hacer un escenario con sus restos. Una vez hecho eso sacan de sus bolsillos mágicos pistolas cambiadoras, un arma que cambia de ropa a la gente, y por ahora han vestido de conejita a Ely y Helado, mientras que a Alice la han vestido de maid. Ah, hablando de Helado: Chiquita hostia se ha pegado el subnormal por intentar surfear la ola.
Por último, ha empezado la rebelión de las máquinas: Sobre el escenario DJ Nobita ha empezado su concierto.
Vale, todo ha salido como yo esperaba. Bueno, puede que no haya calculado con toda la precisión que merecía el tamaño de la ola resultante, pero no parece que eso esté siendo un problema. Total, una vez superada la altura letal dan igual cinco que cincuenta. Y, la verdad, para qué engañarnos, iba a hacer esto de todas formas. Me río triunfal por haber conseguido burlar las defensas del complejo, al menos hasta que los primeros robots empiezan a acercarse. Llevan un helicóptero en la cabeza -unas hélices, más bien- y tienen pinta de gato muy gordo. Los he visto antes, estoy seguro, pero no sé de qué. ¡Espera, ya sé! Ese modelo de escoba destornillador... ¡Son lavatrones!
- ¿Illopunk? -pregunto al más cercano a medida que desmontan mi barco. Ni siquiera protesto ante eso, de donde salió ese salen más-. ¿Illopunk?
Corro de un lado al otro, casi emocionado. Llevo casi un año escribiéndome cartas con el líder sindicalista de los gatos cósmicos. No esperaba encontrarlo en Kyuka Land, pensé que estaría por otras zonas en las que se le necesitase menos montando un chiringuito o malversando una subvención; es un hombre ocupado. Pero ninguno me hace caso, así que termino hinchando mis pulmones hasta que puedo cantar para captar su atención:
- ¡É o ghato do espazo que chegou aquí!
- ¡Arre carallo, un camarada! -grita entonces uno de ellos, de color negro y con gafas de sol, que comienza a acercárseme-. ¿E ti de quen vés sendo, raparigho?
Estoy tratando de descifrar su primitivo lenguaje durante más tiempo del que me gustaría admitir, pero termino saludándolo con la mano.
- Yo soy Claude, el de la Agatha, de Tequila Wolf. -No es tan complejo entenderlos, solo un tanto correoso.
- Ai o Claude! Xa dicía eu que me soabas de algho! Ti es o que se mandaba mensaxes co Illopunk, non si?
- ¡Exacto! Yo le propuse que montase una manifestación concierto, porque así más gente se animaría a asistir. Si no era por la mani, al menos sería por la música. -Pienso por un momento-. Espera, fue él quien me dijo que viniese a esta isla, que regalaban vacaciones. ¿Ya teníais esto planeado?
- Ai non che sei meniño, iso tes que falalo con Illopunk. -Hace una pausa dramática-. E sorte con iso, porque a tola esa das tetas arrincoulle a cachola.
- ¡No, la cachola! -¿Qué es una cachola?
- Si, unha bágoa. -No parece muy triste, pero saca un rotulador y empieza a dibujar lágrimas negras que van por sus ojos-. Era coma un pai pra min. De feito, o meu primeiro circuíto integrado saíu do seu procesador xenital, así que son o seu fillo en termos humáns tamén.
La situación se está volviendo un poco rara de pronto. No sabía que los robots se reprodujeran, mucho menos que tuvieran procesadores genitales. En fin, mejor no pregunto nada al respecto. Tú simplemente asiente y sonríe Claude, asiente y sonríe.
- Y oye, amigo revolucionario -le digo, pasándole el hombro por encima-. ¿Hay alguna posibilidad de que me reconstruyáis el barco con la madera que os sobra y los escombros que ha provocado la ola? Con una cosilla especial. -Se la susurro al oído. Debe haberle gustado, porque las mueve repetidamente de un lado a otro.
- Claro que podo oh! Máis sinxelo que prantar patacas. E eu son dos que sachaba. -Mira tú qué bien-. Atención! -grita con voz de sirena. De sirena de barco, claro-. Temos que reconstruír un barco no porto! Atensión rapases, temos que reconstruír o barco no porto! Operación mover os marcos marinos en marcha!
Y ahí se va la tropa con sus bolsas de basura. Espero que hagan un buen trabajo. Yo, por mi parte, ya que estoy en el escenario, me acerco al que parece ser uno de los jueces. Con mucho cariño pongo mis manos en sus rodillas y le sonrío.
- ¡Despedido!
Pego un tirón que lo lanza volando al agua. Ahora yo me siento en el sillón de juez; es hora de empezar el espectáculo. Agarro un micrófono que convenientemente ha caído en mis manos y empiezo a narrar:
- ¡Nuestra primera contendiente de hoy se llama... ¿Cómo te llamas, chica?! -Hago una pausa-. No importa, ¿pero a que es preciosa? Y con esas gafas, esa chaqueta de marimacho y traje de baño deportivo. ¿No es el sueño húmedo de cualquier chico fitness? Un fuerte aplauso para... -Alguien me pasa un papel escrito a mano-. ¡Roberta!
Sigo narrando a cada chica que se va subiendo. No hay nadie mejor que yo para narrar esta competición. Al menos hasta que me toque participar.
- ¡Hay chicas muy guapas hoy, y todas parecen cumplir con la única regla de este concurso: Llevar traje de baño! Pero lo que ellas no saben es que esta competición se va a decidir en una... ¡Battle Royale! Es broma. Tendríais que haber visto vuestras caras. Pero sí es cierto que van a tener que pelearse.
Ay... Cómo me gusta ser el juez.
Empezaba a irritarme. A mi alrededor tanto los robots lavadora como la clientela arengada por estos se movía, acercándose cada vez más con exigencias más estúpidas. Que barriese la playa porque tenía demasiada arena, que les hiciese la colada e incluso que cuidase de sus niños, los cuales ni siquiera estaban en la isla. Que habían pagado, decían. Que tenían derecho a hacer de mí lo que quisieran, que su yate valía más que mi vida... Un ejercicio de profunda respiración durante varios segundos no fue suficiente para quitarme las ganas de sacar la espada y partir a la mitad cada robot que se cruzase en mi camino. En su lugar al primero que rebasó la distancia de seguridad que en mi cabeza había impuesto se vio muy pronto con una mano aferrando su cuello.
Clavé la mirada en él, molesto. Enfadado, más bien. Furibundo. Sabía que en nuestra cara eso se reflejaba como un berrinche de niña bien, que era muy difícil tomarme en serio si no hacía una previa demostración de por qué debían hacerlo. La gente se seguía acercando, pero en ese momento solo me interesaba él y yo mismo. Cerré la mano hasta que sus ojos empezaron a abrirse más y más. Tocaba mi brazo con sus palmas, dando golpecitos que pedían libertad. Poco a poco su cara enrojecía, abría la boca buscando respirar, pero fallaba de cada vez.
- Ni soy tu propiedad -dije, agravando la voz para hacerla mía-. Ni siquiera tienes permiso para tocarme, así que suelta mi brazo.
Apartó las manos de inmediato. El resto de la gente congregada pareció querer guardar de pronto una distancia de seguridad. Todos salvo el lavatrón naranja, que con su sempiterna sonrisa y las cejas pintadas más que enfadado parecía un mal chiste de villano.
- Largo. -Miré alrededor, recorriendo con los ojos a cada uno de los presentes-. Todos.
Cuando por fin la muchedumbre se separó me percaté de que Elyria estaba cerca. Vestida de conejita y con tacones -al parecer yo también los llevaba- dijo algo a lo que no terminé de prestar mucha atención. En realidad le quedaba muy bien el conjunto. Era como si algo hubiese cambiado de pronto en ella, como si de verla con mis propios ojos y no tras la cascada de los tuyos hubiese despertado un atractivo que antes no había conseguido cautivarme. Pero seguía teniendo actitud de perra.
- Sí, claro... Lo que sea -respondí, volviendo la vista al gato-. Devuélveme la ropa de...
- Nop.
La hélice de su cabeza comenzó a girar, elevándose en el aire, y no dudé. Si la pistola cambiadora funcionaba como yo me estaba imaginando los lavatrones eran un almacén viviente de ropa. De la misma forma que habías agarrado al tal Illopunk enganché su cabeza por las orejas y, haciendo fuerza mientras giraba en el sentido de las agujas del reloj para que su cubierta se separase y... Pum. La cabeza voló por los aires, dejando un espectáculo mucho más pobre que el que el gato pervertido había dejado: Un sostén rojo de tela, unas braguitas usadas -por ti, afortunadamente- y algunos disfraces más picantes de lo que cabría esperar una mente mecánica decidiese poner a nadie.
Agarré la pistola del suelo -era más bien como una escopeta-. Tenía una teoría de lo que podía pasar si lo hacía, pero la gente estaba empezando a arremolinarse de nuevo y no queríamos ni ella ni yo vernos envueltos una vez más en aquello. La violencia y la intimidación habían funcionado por un momento, claro, pero tras el pánico inicial...
- Mi tobillo está perfectamente, no sé de dónde has sacado lo contrario -espeté antes de darme cuenta. El dolor-. El problema son los tacones. Siempre son los tacones. Por cierto, sonríe.
Apunté hacia ella y disparé. De golpe era yo quien iba de conejita, y ella quien vestía de mucama.
- Prefiero el mío, la verdad. -Volví a disparar. Una vez con el traje de sirvienta me quité los tacones-. Y tengo que aprender cómo funciona esta cosa; a un amigo le va a interesar mucho.
Ambos trajes habían venido sin ropa interior. No fue difícil darme cuenta. Antes de echar a correr me puse la parte de abajo del bikini y torné en sombra mis huesos, siguiendo el camino que la vicealmirante Elyria marcaba.
- Vamos mujer, que o empiezas a correr o la edad no va a perdonar las caderas -dije. También me di cuenta también de una cosa: Había perdido de vista a Julianna. Y al niño peliblanco. Pero si no me libraba de toda aquella gente no podría ponerme a buscarlos-. No tengo ni idea, la verdad. Estaban ahí, y de repente... Ya la encontrarem... ¡Ely, no!
Me planté ahí. Me negaba a hacer de señuelo para todos esos robots pervertidos y para los clientes subidos. Pero Ely dio un salto de golpe sin hacerme ni puto caso y ahí estaba yo, otra vez en medio de toda esa gente.
- En fin... Esta vez no voy a ser tan amable -dije, apuntando a una mujer.
Disparé una vez. De pronto, yo llevaba un bañador y ella mi traje. Apunté a un hombre y antes de que nadie pudiese ni vislumbrar el cambio apunté a otra mujer. Diez, quince, veinte veces, hasta que el caos surgió mientras ellas se cubrían los pechos y ellos trataban de hacer que no se les escapase el pene por la parte de abajo. Y, yo, sin querer llevar un bañador ajeno, recuperé mi traje de sirvienta. Aunque ahora que me daba cuenta, quizá no debería haberme puesto la braga del bikini antes de hacer esto. Puta Ely...
Clavé la mirada en él, molesto. Enfadado, más bien. Furibundo. Sabía que en nuestra cara eso se reflejaba como un berrinche de niña bien, que era muy difícil tomarme en serio si no hacía una previa demostración de por qué debían hacerlo. La gente se seguía acercando, pero en ese momento solo me interesaba él y yo mismo. Cerré la mano hasta que sus ojos empezaron a abrirse más y más. Tocaba mi brazo con sus palmas, dando golpecitos que pedían libertad. Poco a poco su cara enrojecía, abría la boca buscando respirar, pero fallaba de cada vez.
- Ni soy tu propiedad -dije, agravando la voz para hacerla mía-. Ni siquiera tienes permiso para tocarme, así que suelta mi brazo.
Apartó las manos de inmediato. El resto de la gente congregada pareció querer guardar de pronto una distancia de seguridad. Todos salvo el lavatrón naranja, que con su sempiterna sonrisa y las cejas pintadas más que enfadado parecía un mal chiste de villano.
- Largo. -Miré alrededor, recorriendo con los ojos a cada uno de los presentes-. Todos.
Cuando por fin la muchedumbre se separó me percaté de que Elyria estaba cerca. Vestida de conejita y con tacones -al parecer yo también los llevaba- dijo algo a lo que no terminé de prestar mucha atención. En realidad le quedaba muy bien el conjunto. Era como si algo hubiese cambiado de pronto en ella, como si de verla con mis propios ojos y no tras la cascada de los tuyos hubiese despertado un atractivo que antes no había conseguido cautivarme. Pero seguía teniendo actitud de perra.
- Sí, claro... Lo que sea -respondí, volviendo la vista al gato-. Devuélveme la ropa de...
- Nop.
La hélice de su cabeza comenzó a girar, elevándose en el aire, y no dudé. Si la pistola cambiadora funcionaba como yo me estaba imaginando los lavatrones eran un almacén viviente de ropa. De la misma forma que habías agarrado al tal Illopunk enganché su cabeza por las orejas y, haciendo fuerza mientras giraba en el sentido de las agujas del reloj para que su cubierta se separase y... Pum. La cabeza voló por los aires, dejando un espectáculo mucho más pobre que el que el gato pervertido había dejado: Un sostén rojo de tela, unas braguitas usadas -por ti, afortunadamente- y algunos disfraces más picantes de lo que cabría esperar una mente mecánica decidiese poner a nadie.
Agarré la pistola del suelo -era más bien como una escopeta-. Tenía una teoría de lo que podía pasar si lo hacía, pero la gente estaba empezando a arremolinarse de nuevo y no queríamos ni ella ni yo vernos envueltos una vez más en aquello. La violencia y la intimidación habían funcionado por un momento, claro, pero tras el pánico inicial...
- Mi tobillo está perfectamente, no sé de dónde has sacado lo contrario -espeté antes de darme cuenta. El dolor-. El problema son los tacones. Siempre son los tacones. Por cierto, sonríe.
Apunté hacia ella y disparé. De golpe era yo quien iba de conejita, y ella quien vestía de mucama.
- Prefiero el mío, la verdad. -Volví a disparar. Una vez con el traje de sirvienta me quité los tacones-. Y tengo que aprender cómo funciona esta cosa; a un amigo le va a interesar mucho.
Ambos trajes habían venido sin ropa interior. No fue difícil darme cuenta. Antes de echar a correr me puse la parte de abajo del bikini y torné en sombra mis huesos, siguiendo el camino que la vicealmirante Elyria marcaba.
- Vamos mujer, que o empiezas a correr o la edad no va a perdonar las caderas -dije. También me di cuenta también de una cosa: Había perdido de vista a Julianna. Y al niño peliblanco. Pero si no me libraba de toda aquella gente no podría ponerme a buscarlos-. No tengo ni idea, la verdad. Estaban ahí, y de repente... Ya la encontrarem... ¡Ely, no!
Me planté ahí. Me negaba a hacer de señuelo para todos esos robots pervertidos y para los clientes subidos. Pero Ely dio un salto de golpe sin hacerme ni puto caso y ahí estaba yo, otra vez en medio de toda esa gente.
- En fin... Esta vez no voy a ser tan amable -dije, apuntando a una mujer.
Disparé una vez. De pronto, yo llevaba un bañador y ella mi traje. Apunté a un hombre y antes de que nadie pudiese ni vislumbrar el cambio apunté a otra mujer. Diez, quince, veinte veces, hasta que el caos surgió mientras ellas se cubrían los pechos y ellos trataban de hacer que no se les escapase el pene por la parte de abajo. Y, yo, sin querer llevar un bañador ajeno, recuperé mi traje de sirvienta. Aunque ahora que me daba cuenta, quizá no debería haberme puesto la braga del bikini antes de hacer esto. Puta Ely...
RAL
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Parece que el caos se ha apoderado del escenario, o por lo menos era lo que los operativos dedicados a controlar las cámaras pensaban mientras veían como un hombre en bikini tomaba el puesto de uno de los jefes, algunos de los bots y los espectadores se subían al escenario y al presenciar como una de las participantes tomaba una de las pistolas cambiadoras y empezaba a alterar la vestimenta de los asistentes. Pero nada de eso importaba, estaban en un lugar seguro, o eso les parecía, su trabajo era retransmitir, y en parte editar un video que sería vendido como "especial de verano" por todos los cuarteles de la Legión y parte de las células del CP. Todo con motivos de recaudar fondos obviamente. Los trajes de baño, los cuerpos contorneados y las caras bonitas eran el reclamo, pero la comedia era lo que terminaba de vender, y la retorcida mente que el mando había puesto detrás del proyecto los Sabía, coordinando las cámaras para conseguir los mejores planos que luego montarían en un formato resumido.
-Vale chicos, necesito algo más picante pero sin que llegue a ser explícito, sino nos subirán la restricción de edad y perderemos a los adolescentes. - Dijo Claris mientras se movía de un lado a otro de la sala de control con una mano bajo el mentón y la mirada pensativa. - ... Creo que podemos empezar con la fosa.
- Pero señora... todavía está en fase experimental. - Dijo uno de los operarios.
- Te voy a dejar escoger, o alguien del escenario... o alguien de esta sala tiene que acabar en la fosa en el próximo minuto. - La joven fulminó con una ruda mirada al operario, quien tragó saliva y pulsó un botón verde delante de su panel de mandos.
*En ese momento, en el escenario*
Claris me la había liado, no tenía claro cómo lo había logrado, pero se había salido con la suya a la hora de hacer que participase en el concurso de trajes de baño más caótico de este mar. Un pelirrojo en bikini había tomado el control del jurado, haciendo de comentarista, me había puesto el foco encima mientras otra persona se dedicaba a cambiar el traje de los asistentes de forma indiscriminada ¿Ese no era el capitán Multicalse?. Eran demasiada información, notaba las miradas de cientos de personas y un poco más puestas en mí, era algo que perforaba mi cabeza, me bloqueaba, era incapaz de razonar o contestar con normalidad, era la clase de presión que trataba de evitar. Me estaban mirando, mi cuerpo, mi piel, mi cara, no lo soportaba, una lágrima casi resbala por mi mejilla cuando de pronto noté como el suelo bajo mis pies cedía, como respondiendo a una silenciosa plegaria que pedía a la tierra que me tragase.
Por desgracia, esto no era más que otro de los retorcidos juegos de mi amiga. Una fosa se había abierto bajo mis pies, con docenas de tentáculos mecánicos que pararon mi caída, aceitosos y resbaladizos, los cuales comenzaron a enroscarse en brazos y piernas, restregándose por la piel amenazando con llegar a sitios prohibidos. Una conmoción se escuchó en la superficie, al tiempo que me di cuenta que ahí abajo no tenía tantas miradas encima. Abrí los ojos, para ver uno de los robots en medio de la vorágine de tentáculos, una especie de gato robótico del cuya espalda salían los tentáculos.
- Nufufu... É tempo de pinghar. - Dijo mientras hacía que sus extremidades cubiertas de un resbaladizo aceite se enroscasen todavía más en mi cuerpo.
- No... Detente por favor. - Escapó mi voz en un tono agudo y avergonzado, casi sin poder mirar.
- Temo que non é posible. - Respondió con una sonrisa casi aserrada mientras las puntas de los tentáculos llegaban a asomar dentro del traje de baño.
En ese momento algo se despertó, casi perdiendo toda la sombra de duda, notando que no había miradas que pudieran presenciar lo que ocurría ahí abajo, mi mirada cambió, reflejando una sombría ira y extendiendo mi mano hacia la cabeza del robot, superando la resistencia que ofrecían los tentáculos, y agarrando uno de los conductos principales a uno de los lados de la fosa.
- ¡Non espera, esa é unha liña hidráulica! - Dijo con tono de pánico.
- Tú no has sabido detenerte... yo no tendré la misma cortesía.
El conducto era una tubería metálica, demasiado dura como para romperla, pero algo dentro de mí sabía que si hacía eso lograría librarme. En ese momento algo fluyó por mi mano, una voluntad de querer librarme que erosionó el metal hasta tal punto de provocar una brecha. De pronto un chorro de aceite salió a presión, aflojando el agarre de los tentáculos y propulsándome fuera de la fosa. Acabé aterrizando delante del agujero, con las piernas flexionadas, los brazos extendidos para mantener el equilibrio y deslizándome sobre la madera con varios tentáculos arrancados todavía enroscados a mis piernas. Todas las miradas se pararon en mí, y en ese momento las piernas me fallaron, acabando de rodillas frente a un público que vitoreaba la salida de la fosa de tentáculos.
-Vale chicos, necesito algo más picante pero sin que llegue a ser explícito, sino nos subirán la restricción de edad y perderemos a los adolescentes. - Dijo Claris mientras se movía de un lado a otro de la sala de control con una mano bajo el mentón y la mirada pensativa. - ... Creo que podemos empezar con la fosa.
- Pero señora... todavía está en fase experimental. - Dijo uno de los operarios.
- Te voy a dejar escoger, o alguien del escenario... o alguien de esta sala tiene que acabar en la fosa en el próximo minuto. - La joven fulminó con una ruda mirada al operario, quien tragó saliva y pulsó un botón verde delante de su panel de mandos.
*En ese momento, en el escenario*
Claris me la había liado, no tenía claro cómo lo había logrado, pero se había salido con la suya a la hora de hacer que participase en el concurso de trajes de baño más caótico de este mar. Un pelirrojo en bikini había tomado el control del jurado, haciendo de comentarista, me había puesto el foco encima mientras otra persona se dedicaba a cambiar el traje de los asistentes de forma indiscriminada ¿Ese no era el capitán Multicalse?. Eran demasiada información, notaba las miradas de cientos de personas y un poco más puestas en mí, era algo que perforaba mi cabeza, me bloqueaba, era incapaz de razonar o contestar con normalidad, era la clase de presión que trataba de evitar. Me estaban mirando, mi cuerpo, mi piel, mi cara, no lo soportaba, una lágrima casi resbala por mi mejilla cuando de pronto noté como el suelo bajo mis pies cedía, como respondiendo a una silenciosa plegaria que pedía a la tierra que me tragase.
Por desgracia, esto no era más que otro de los retorcidos juegos de mi amiga. Una fosa se había abierto bajo mis pies, con docenas de tentáculos mecánicos que pararon mi caída, aceitosos y resbaladizos, los cuales comenzaron a enroscarse en brazos y piernas, restregándose por la piel amenazando con llegar a sitios prohibidos. Una conmoción se escuchó en la superficie, al tiempo que me di cuenta que ahí abajo no tenía tantas miradas encima. Abrí los ojos, para ver uno de los robots en medio de la vorágine de tentáculos, una especie de gato robótico del cuya espalda salían los tentáculos.
- Nufufu... É tempo de pinghar. - Dijo mientras hacía que sus extremidades cubiertas de un resbaladizo aceite se enroscasen todavía más en mi cuerpo.
- No... Detente por favor. - Escapó mi voz en un tono agudo y avergonzado, casi sin poder mirar.
- Temo que non é posible. - Respondió con una sonrisa casi aserrada mientras las puntas de los tentáculos llegaban a asomar dentro del traje de baño.
En ese momento algo se despertó, casi perdiendo toda la sombra de duda, notando que no había miradas que pudieran presenciar lo que ocurría ahí abajo, mi mirada cambió, reflejando una sombría ira y extendiendo mi mano hacia la cabeza del robot, superando la resistencia que ofrecían los tentáculos, y agarrando uno de los conductos principales a uno de los lados de la fosa.
- ¡Non espera, esa é unha liña hidráulica! - Dijo con tono de pánico.
- Tú no has sabido detenerte... yo no tendré la misma cortesía.
El conducto era una tubería metálica, demasiado dura como para romperla, pero algo dentro de mí sabía que si hacía eso lograría librarme. En ese momento algo fluyó por mi mano, una voluntad de querer librarme que erosionó el metal hasta tal punto de provocar una brecha. De pronto un chorro de aceite salió a presión, aflojando el agarre de los tentáculos y propulsándome fuera de la fosa. Acabé aterrizando delante del agujero, con las piernas flexionadas, los brazos extendidos para mantener el equilibrio y deslizándome sobre la madera con varios tentáculos arrancados todavía enroscados a mis piernas. Todas las miradas se pararon en mí, y en ese momento las piernas me fallaron, acabando de rodillas frente a un público que vitoreaba la salida de la fosa de tentáculos.
Elyria Priscraft
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
De la nada—o más bien, de la curiosidad de la rubia—le volvieron a disparar con la pistola cambiadora (Marca registrada), y sus vestidos se cambiaron. Bueno, no seré yo quien se queje de las vistas… Pensó. Aunque no duró mucho, ya que inmediatamente las devolvió a la… ¿normalidad?
“¿Sin bragas, en serio?” Dijo riendo dulcemente mientras le veía ponerse el bikini. “Aunque gracias, este traje me queda mucho mejor a mí.” Elyria se llevó una mano a la cadera y la otra a su cabeza, pasando un mechón de pelo por detrás de su oreja, posando orgullosa. “Y tengo que conseguir otra pistolita de esas. Pero la mía no es para un amigo.”
Luego recordó que estaban rodeadas de robots molestos. Tal vez no debería olvidar esas cosas. “Lo siento cielo, no quería dejarte atrás, no se si podrás seguirme el ritmo con lo pequeñiiita que eres.” No iba a mentir, le hacía demasiada gracia el pequeño pique entre las dos y ver sus reacciones. Aunque su actitud parecía haber cambiado, incluso intentaba poner la voz más grave que cuando se vieron un rato antes.
Ya en el aire, buscó a Julianna, sin mucho éxito. Había demasiados robots, mucho caos, y para colmo la ropa de la gente cambiaba continuamente. Cayó de nuevo al suelo, mirando a Alice. “¿Qué estás liando? En fin, nos sirve. Ahora salgamos de aquí, tenemos que encontrar a Jul. Le debo una, y me preocupa que estos gatos cósmicos del averno la estén molestando también.”
Como Alice ya se había cargado a uno—aparte de al gran Illopunk, claro—ya no tenía demasiados motivos para contenerse, los robots las iban a perseguir igual. A decir verdad, se sentía desnuda sin Khione a su lado, pero quería relajarse y no iba a bajar con una puta katana a la playa. Y yo que pensaba que iba a poder relajarme un poco… ¿Dónde me has mandado Alvar?
Aún así, tuvo que apañárselas con lo que tenía y con la ayuda de Alice. Y siendo sincera, no le estaba decepcionando. Pensó que solo sería la típica niña pija con bañadores caros, cargarse a un robotito no había sido para tanto. Pero claramente se había equivocado. Esos ojos, esa determinación… Y desde luego, sabía defenderse a sí misma. Le agradaba que no fuese a ser una carga.
Se abrió paso a patadas, quitándose a los robots despistados por caos del medio. Vió a uno con una de esas pistolas extrañas, disparando a gente al tun tun como Alice había hecho antes. Así que aprovechó la oportunidad, pateando su cara con fuerza, mandandolo a volar. En su travesía por la arena, dejó caer el aparato, así que Elyria simplemente se agachó y lo cogió.
Pero lo que se encontraron cuando lograron salir de ese barullo… Como si fuese lo más normal del mundo, había una chica de rodillas en el escenario improvisado del mar. Hasta aquí todo bien, más o menos. El problema es que rodeando sus piernas, había una especie de trozos de tentáculos. Y detrás suya había una fosa. Y había un, una… ¿Era un hombre o una mujer? En fin, alguien gritando a través del micrófono.
Se giró a mirar a su compañera, alzando una ceja y con una mirada confusa en su rostro. “Dime que esto es un sueño, ¿qué demonios está pasando en esta isla? Nos van a volver locas.” Elyria suspiró profundamente, mirando a su alrededor buscando a la peliblanca perdida. Espero poder encontrarla antes de que acabe el concurso de bañadores. Ese presentador parece ir muuuuy drogado.”
“¿Sin bragas, en serio?” Dijo riendo dulcemente mientras le veía ponerse el bikini. “Aunque gracias, este traje me queda mucho mejor a mí.” Elyria se llevó una mano a la cadera y la otra a su cabeza, pasando un mechón de pelo por detrás de su oreja, posando orgullosa. “Y tengo que conseguir otra pistolita de esas. Pero la mía no es para un amigo.”
Luego recordó que estaban rodeadas de robots molestos. Tal vez no debería olvidar esas cosas. “Lo siento cielo, no quería dejarte atrás, no se si podrás seguirme el ritmo con lo pequeñiiita que eres.” No iba a mentir, le hacía demasiada gracia el pequeño pique entre las dos y ver sus reacciones. Aunque su actitud parecía haber cambiado, incluso intentaba poner la voz más grave que cuando se vieron un rato antes.
Ya en el aire, buscó a Julianna, sin mucho éxito. Había demasiados robots, mucho caos, y para colmo la ropa de la gente cambiaba continuamente. Cayó de nuevo al suelo, mirando a Alice. “¿Qué estás liando? En fin, nos sirve. Ahora salgamos de aquí, tenemos que encontrar a Jul. Le debo una, y me preocupa que estos gatos cósmicos del averno la estén molestando también.”
Como Alice ya se había cargado a uno—aparte de al gran Illopunk, claro—ya no tenía demasiados motivos para contenerse, los robots las iban a perseguir igual. A decir verdad, se sentía desnuda sin Khione a su lado, pero quería relajarse y no iba a bajar con una puta katana a la playa. Y yo que pensaba que iba a poder relajarme un poco… ¿Dónde me has mandado Alvar?
Aún así, tuvo que apañárselas con lo que tenía y con la ayuda de Alice. Y siendo sincera, no le estaba decepcionando. Pensó que solo sería la típica niña pija con bañadores caros, cargarse a un robotito no había sido para tanto. Pero claramente se había equivocado. Esos ojos, esa determinación… Y desde luego, sabía defenderse a sí misma. Le agradaba que no fuese a ser una carga.
Se abrió paso a patadas, quitándose a los robots despistados por caos del medio. Vió a uno con una de esas pistolas extrañas, disparando a gente al tun tun como Alice había hecho antes. Así que aprovechó la oportunidad, pateando su cara con fuerza, mandandolo a volar. En su travesía por la arena, dejó caer el aparato, así que Elyria simplemente se agachó y lo cogió.
Pero lo que se encontraron cuando lograron salir de ese barullo… Como si fuese lo más normal del mundo, había una chica de rodillas en el escenario improvisado del mar. Hasta aquí todo bien, más o menos. El problema es que rodeando sus piernas, había una especie de trozos de tentáculos. Y detrás suya había una fosa. Y había un, una… ¿Era un hombre o una mujer? En fin, alguien gritando a través del micrófono.
Se giró a mirar a su compañera, alzando una ceja y con una mirada confusa en su rostro. “Dime que esto es un sueño, ¿qué demonios está pasando en esta isla? Nos van a volver locas.” Elyria suspiró profundamente, mirando a su alrededor buscando a la peliblanca perdida. Espero poder encontrarla antes de que acabe el concurso de bañadores. Ese presentador parece ir muuuuy drogado.”
Julianna M. Shelley
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Salió del agua un poco confundida, solo para escuchar a los robots cantando a lo lejos. ¿Así protestaban por sus derechos? ¿Exactamente cuál era su objetivo? Miró a su alrededor, intentando situarse. Apenas había pasado unos instantes tirada en la playa, pero tenía la sensación de no saber dónde en donde se encontraba.
El mar estaba inundado, de robots y de clientes bastante agobiados. ¿En qué momento se había convertido todo en una fiesta de disfraces? Varias personas habían empezado a robar las pistolas de los lavatrones y tras verlas en acción unos segundos entendió lo que estaba sucediendo. De acuerdo, eso era una forma más eficaz de llamar la atención que una balada, tenía que reconocerlo. Los robots no parecían estar tomándoselo bien, eso sí. La mitad tenían cejas de cabreo dibujadas y estaban disparando sin ton ni son.
Se agachó. Tenía que llegar a la orilla sin que le dieran. No tenía ni idea de qué le tocaría y no quería averiguarlo. Tenía que encontrar a Ely y a Alice… ella tenía el tobillo torcido, si se había visto envuelta en toda esa carnicería podía haber acabado bastante mal.
¡Por fin! Las veía, habían logrado salir del agua. Estaban en… ¿El escenario? Parecía que ya había empezado el concurso de bañadores. Habían metido tentáculos también, suponía que para hacerlo más interesante. Lo cierto es que se alegraba de no haberse apuntado a ese.
Logró avanzar sin atraer la atención de ningún robot y por un momento creyó que lograría llegar hasta el final. Pero para salir del agua tuvo que ponerse en pie… y en ese momento, fue identificada.
-¡Ti! ¡Agarda! ¡Escoitarás as nosas demandas!
-L-lo siento, la política no…
-¡Entonces apanda coa pistola!
No fue capaz de evitar el rayo. La tiró a la arena de espaldas y para cuando se levantó su bonito bañador había desaparecido, al igual que el robot. Se puso en pie suspirando y se sacudió la arena. Y ahora, de repente, estaba vestida de sirvienta. Genial.
-Cuando dije que quería servir a la gente no me refería a esto…- masculló mientras se alejaba del agua.
De alguna manera, logró llegar hasta Alice y Ely y les saludó con algo de cansancio. Parecían molestas, pero al fin y al cabo ellas también habían tenido que atravesar el mismo infierno acuático-robótico. Sin embargo, no importaba. Tenía algo que hacer.
Sin más dilación, se agachó al lado de Alice y empezó a palparle el tobillo con esmero y cuidado. Estaba un poco hinchado, pero había logrado no romperlo. Menos mal. Tras pensarlo un poco, agarró la cofia y le arrancó la tela que tenía. Le agarró el pie a Alice y en cuestión de segundos le hizo un pequeño vendaje compresor.
Luego se levantó y se encontró con un par de ojos insondables y desde luego mucho menos amables que hacía un rato.
-Esto… con el vendaje debería bastar. Mientras no lo fuerces, no irá a peor.
En cualquier caso… ¿no era su turno de concursar? La chica anterior parecía haberse logrado librar de los tentáculos.
-Espero que gane una de las dos.- Dijo con una pequeña sonrisa. No se le daba del todo bien lo de hacer amigos, pero quería ponerle empeño. Además, lo decía de verdad.
El mar estaba inundado, de robots y de clientes bastante agobiados. ¿En qué momento se había convertido todo en una fiesta de disfraces? Varias personas habían empezado a robar las pistolas de los lavatrones y tras verlas en acción unos segundos entendió lo que estaba sucediendo. De acuerdo, eso era una forma más eficaz de llamar la atención que una balada, tenía que reconocerlo. Los robots no parecían estar tomándoselo bien, eso sí. La mitad tenían cejas de cabreo dibujadas y estaban disparando sin ton ni son.
Se agachó. Tenía que llegar a la orilla sin que le dieran. No tenía ni idea de qué le tocaría y no quería averiguarlo. Tenía que encontrar a Ely y a Alice… ella tenía el tobillo torcido, si se había visto envuelta en toda esa carnicería podía haber acabado bastante mal.
¡Por fin! Las veía, habían logrado salir del agua. Estaban en… ¿El escenario? Parecía que ya había empezado el concurso de bañadores. Habían metido tentáculos también, suponía que para hacerlo más interesante. Lo cierto es que se alegraba de no haberse apuntado a ese.
Logró avanzar sin atraer la atención de ningún robot y por un momento creyó que lograría llegar hasta el final. Pero para salir del agua tuvo que ponerse en pie… y en ese momento, fue identificada.
-¡Ti! ¡Agarda! ¡Escoitarás as nosas demandas!
-L-lo siento, la política no…
-¡Entonces apanda coa pistola!
No fue capaz de evitar el rayo. La tiró a la arena de espaldas y para cuando se levantó su bonito bañador había desaparecido, al igual que el robot. Se puso en pie suspirando y se sacudió la arena. Y ahora, de repente, estaba vestida de sirvienta. Genial.
-Cuando dije que quería servir a la gente no me refería a esto…- masculló mientras se alejaba del agua.
De alguna manera, logró llegar hasta Alice y Ely y les saludó con algo de cansancio. Parecían molestas, pero al fin y al cabo ellas también habían tenido que atravesar el mismo infierno acuático-robótico. Sin embargo, no importaba. Tenía algo que hacer.
Sin más dilación, se agachó al lado de Alice y empezó a palparle el tobillo con esmero y cuidado. Estaba un poco hinchado, pero había logrado no romperlo. Menos mal. Tras pensarlo un poco, agarró la cofia y le arrancó la tela que tenía. Le agarró el pie a Alice y en cuestión de segundos le hizo un pequeño vendaje compresor.
Luego se levantó y se encontró con un par de ojos insondables y desde luego mucho menos amables que hacía un rato.
-Esto… con el vendaje debería bastar. Mientras no lo fuerces, no irá a peor.
En cualquier caso… ¿no era su turno de concursar? La chica anterior parecía haberse logrado librar de los tentáculos.
-Espero que gane una de las dos.- Dijo con una pequeña sonrisa. No se le daba del todo bien lo de hacer amigos, pero quería ponerle empeño. Además, lo decía de verdad.
- Yo también quiero ser fanservice:
Seguramente si tú hubieses estado habrías contestado algo. Yo simplemente me encogí de hombros. Era cierto que el traje de conejita, más revelador, le sentaba mejor a ella. A ti -a mí, en este caso- me sentaba mejor la sugestión. Sin duda teníamos mejor culo, pero no había un motivo real para ir enseñándolo por ahí. Más allá de tu estúpido orgullo, claro, porque tú tenías toda la culpa de que Ely estuviera tratando de picarte. A mí en realidad ni me iba ni me venía, era cierto que verla era un deleite para los ojos. Y estaba claro que yo para los suyos. Miré hacia abajo, comprobando el escote.
- Son palabras muy osadas -dije, con un brillo perverso en la mirada-. Igual luego deberíamos volver a cambiarnos la ropa, en un sitio más tranquilo.
En realidad, aunque tú nunca lo admitirías, Ely no estaba nada mal. No tan bien como tú, claro, pero era mucho más guapa que la mayoría de la gente. Se le empezaba a notar un poco la edad, sí, pero tampoco le hacía tanto mal. En cualquier caso no tuve mucho tiempo de centrarme en ella porque pareció estar dispuesta a golpear en el único punto de tu anatomía que me dolía sufrir. Podía maquillarme para obviar tu cara de niña, comprimirme con cintas para ocultar el escote y ponerme ropa ancha para disimular las caderas. Pero daba igual cuán altos fuesen los tacones que me pusiese siempre, siempre, iba a ser bajito. Y eso era algo contra lo que no podía pelear.
Vale, sí, me enfadé un poco. Tardé en responder y puede que hiciese un par de aspavientos mientras ella no miraba, pero conseguí relajarme tras un tiempo trasteando con la pistola cambiadora y viendo cómo cundía el caos. Para cuando Ely bajó yo ya estaba bastante más sereno, así que con cierta calma terminé contestando:
- ¿Sabes que si nos tumbásemos los dos mediríamos lo mismo? -pregunté-. Incluso creo que yo un poco más.
Para cuando llegamos al escenario todo era un caos todavía mayor al que nos habíamos encontrado en la playa: El concurso había empezado con un anunciador de género ambiguo en un provocativo bañador rojo de dos piezas presentando a Roberta, un chica que se veía como pez fuera del agua y a la que tras el aviso del comentarista, tiraron a un foso del que tentáculos mecanizados iban saliendo indiscriminadamente. Me recorrió un escalofrío solo de pensar que esa clase de pruebas podían tener lugar en el concurso de bañadores. ¿Pasaría lo mismo en el de surf? ¿O en el de voley? No tenía ni la más mínima intención de averiguarlo y, por lo que pude ver, Ely tampoco estaba muy por la labor.
Antes de que pudiese hacer un verdadero esfuerzo por buscar a la peliblanca ella apareció de la nada. No sé si estaba contento por ella o celoso porque me iba a robar el protagonismo delante de la vicealmirante, pero no podía albergar sentimientos negativos hacia una persona que lo primero que hacía era asomarse bajo mi falda -cada vez me alegraba más de haberme puesto la braga- para encontrar mi tobillo y hacerle un vendaje. No me lo había torcido realmente, pero solían hincharse tras correr un rato y el dolor tendía a empeorarlo. Quizá me había acostumbrado a ignorarlo demasiado, porque lo cierto es que en cuanto llegó el alivio en el primero el segundo pareció arder en comparación.
- ¿Sería mucho pedir que me vendases el otro también? -pedí, en tono suplicante, levantando la falda por el otro lado. Ese era el que me había golpeado el niño peliblanco, en realidad, aunque entendía la confusión-. No está tan mal, pero duele un poco.
Miré a Ely una vez más, y luego a Julianna. En realidad me importaba una mierda ganar aquel concurso y ni siquiera estábamos apuntados, pero tenía ganas de descubrir qué aberraciones surgirían a medida que la competición avanzase. El ser pelirrojo había prometido una batalla, y yo tenía una oportunidad de oro para hacer ver a esa bollera libidinosa qué se estaba perdiendo. Aunque eso traía consigo algunas otras complicaciones, ¿no? Como qué pasaría si conseguía algún acercamiento, o si debería decirle que no eras tú, sino yo.
- ¡Gracias! -dije una vez la peliblanca terminó con el segundo pie-. Pero, por cierto, hay un pequeño detalle... Tú te vienes con nosotros.
Tiré de ella a traición, adelantándola para someterla al juicio del presentador. Ella también tenía opciones, en realidad. Menos que yo, pero era bastante linda.
Sin embargo, yo ya había fijado mi presa.
- Son palabras muy osadas -dije, con un brillo perverso en la mirada-. Igual luego deberíamos volver a cambiarnos la ropa, en un sitio más tranquilo.
En realidad, aunque tú nunca lo admitirías, Ely no estaba nada mal. No tan bien como tú, claro, pero era mucho más guapa que la mayoría de la gente. Se le empezaba a notar un poco la edad, sí, pero tampoco le hacía tanto mal. En cualquier caso no tuve mucho tiempo de centrarme en ella porque pareció estar dispuesta a golpear en el único punto de tu anatomía que me dolía sufrir. Podía maquillarme para obviar tu cara de niña, comprimirme con cintas para ocultar el escote y ponerme ropa ancha para disimular las caderas. Pero daba igual cuán altos fuesen los tacones que me pusiese siempre, siempre, iba a ser bajito. Y eso era algo contra lo que no podía pelear.
Vale, sí, me enfadé un poco. Tardé en responder y puede que hiciese un par de aspavientos mientras ella no miraba, pero conseguí relajarme tras un tiempo trasteando con la pistola cambiadora y viendo cómo cundía el caos. Para cuando Ely bajó yo ya estaba bastante más sereno, así que con cierta calma terminé contestando:
- ¿Sabes que si nos tumbásemos los dos mediríamos lo mismo? -pregunté-. Incluso creo que yo un poco más.
Para cuando llegamos al escenario todo era un caos todavía mayor al que nos habíamos encontrado en la playa: El concurso había empezado con un anunciador de género ambiguo en un provocativo bañador rojo de dos piezas presentando a Roberta, un chica que se veía como pez fuera del agua y a la que tras el aviso del comentarista, tiraron a un foso del que tentáculos mecanizados iban saliendo indiscriminadamente. Me recorrió un escalofrío solo de pensar que esa clase de pruebas podían tener lugar en el concurso de bañadores. ¿Pasaría lo mismo en el de surf? ¿O en el de voley? No tenía ni la más mínima intención de averiguarlo y, por lo que pude ver, Ely tampoco estaba muy por la labor.
Antes de que pudiese hacer un verdadero esfuerzo por buscar a la peliblanca ella apareció de la nada. No sé si estaba contento por ella o celoso porque me iba a robar el protagonismo delante de la vicealmirante, pero no podía albergar sentimientos negativos hacia una persona que lo primero que hacía era asomarse bajo mi falda -cada vez me alegraba más de haberme puesto la braga- para encontrar mi tobillo y hacerle un vendaje. No me lo había torcido realmente, pero solían hincharse tras correr un rato y el dolor tendía a empeorarlo. Quizá me había acostumbrado a ignorarlo demasiado, porque lo cierto es que en cuanto llegó el alivio en el primero el segundo pareció arder en comparación.
- ¿Sería mucho pedir que me vendases el otro también? -pedí, en tono suplicante, levantando la falda por el otro lado. Ese era el que me había golpeado el niño peliblanco, en realidad, aunque entendía la confusión-. No está tan mal, pero duele un poco.
Miré a Ely una vez más, y luego a Julianna. En realidad me importaba una mierda ganar aquel concurso y ni siquiera estábamos apuntados, pero tenía ganas de descubrir qué aberraciones surgirían a medida que la competición avanzase. El ser pelirrojo había prometido una batalla, y yo tenía una oportunidad de oro para hacer ver a esa bollera libidinosa qué se estaba perdiendo. Aunque eso traía consigo algunas otras complicaciones, ¿no? Como qué pasaría si conseguía algún acercamiento, o si debería decirle que no eras tú, sino yo.
- ¡Gracias! -dije una vez la peliblanca terminó con el segundo pie-. Pero, por cierto, hay un pequeño detalle... Tú te vienes con nosotros.
Tiré de ella a traición, adelantándola para someterla al juicio del presentador. Ella también tenía opciones, en realidad. Menos que yo, pero era bastante linda.
Sin embargo, yo ya había fijado mi presa.
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Estaba siendo el día mas raro de mi vida, y joder, los había tenido raros...
Cuando decidí acudir pensé que en un lugar así sería capaz de colocar mi artesanía a los veraneantes de carteras llenas e inquietas, pero solo estaba sacando una insolación y un aburrimiento terrible. Entonces, cuando todo parecía perdido vi algo jodidamente raro. Una especie de bola de pelo que hablaba cabalgando un bicho, que también hablaba!
Muchas cosas raras, pero en cuanto la bola peluda dijo la palabra comprar, descubrí lo que era:
Un cliente! y nunca se pierde un cliente, estaba acercándose a los curiosos y diminutos seres cuando de improviso un estruendo me asustó y vi una ola gigante venir hacia mi. Benditos entrenamientos, benditos sean todos, Me metí en mi canica ambarina, traté de reforzarla lo más posible y me dispuse a recibir el choque, escucho que el bicho decía algo, pero estaba demasiado ocupado intentando sobrevivir.
Ya veras como al final no le vendo nada - fue el último pensamiento que tuve antes de ser impactado por la ola -
Cuando abrí los ojos vi la canica a punto de estallar, gracias al cielo que había resistido, no pude decir lo mismo de mi artesanía. Estaba toda rota, en fin, lo que fácil viene fácil se va. Recogí todos mis desechos y me dispuse a buscar a mis nuevos conocidos, tal vez si soy rápido aun pueda sacar unas monedas para un sol y sombra.
Después de unos minutos andando por el desastre creado por la ola pensé en acercarme a una especie de escenario improvisado que vi a lo lejos, desde luego si hay gente reunida es posible que encuentre a la bola de peluche y al bicho.
Cuando decidí acudir pensé que en un lugar así sería capaz de colocar mi artesanía a los veraneantes de carteras llenas e inquietas, pero solo estaba sacando una insolación y un aburrimiento terrible. Entonces, cuando todo parecía perdido vi algo jodidamente raro. Una especie de bola de pelo que hablaba cabalgando un bicho, que también hablaba!
Muchas cosas raras, pero en cuanto la bola peluda dijo la palabra comprar, descubrí lo que era:
Un cliente! y nunca se pierde un cliente, estaba acercándose a los curiosos y diminutos seres cuando de improviso un estruendo me asustó y vi una ola gigante venir hacia mi. Benditos entrenamientos, benditos sean todos, Me metí en mi canica ambarina, traté de reforzarla lo más posible y me dispuse a recibir el choque, escucho que el bicho decía algo, pero estaba demasiado ocupado intentando sobrevivir.
Ya veras como al final no le vendo nada - fue el último pensamiento que tuve antes de ser impactado por la ola -
Cuando abrí los ojos vi la canica a punto de estallar, gracias al cielo que había resistido, no pude decir lo mismo de mi artesanía. Estaba toda rota, en fin, lo que fácil viene fácil se va. Recogí todos mis desechos y me dispuse a buscar a mis nuevos conocidos, tal vez si soy rápido aun pueda sacar unas monedas para un sol y sombra.
Después de unos minutos andando por el desastre creado por la ola pensé en acercarme a una especie de escenario improvisado que vi a lo lejos, desde luego si hay gente reunida es posible que encuentre a la bola de peluche y al bicho.
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Mientras Roberta posa tímidamente en su traje de baño yo empiezo a dar vueltas en el sillón, una enorme e innecesaria semiesfera de color burdeos con una extraña botonera con pantalla táctil junto al reposabrazos derecho. Me llega una notificación a través de ella, de hecho, pidiéndome pulsar el botón rojo, y un foso se abre a los pies de la muchacha. No es que me termine de preocupar, pero me llega un mensaje tranquilizador explicando que es la primera prueba. Muy bien, pues sin problema; vamos a ver cómo continúa esto.
- Mirad el encanto virginal de Roberta -comento mientras pulso un botón para reproducir frente a todos en una gran pantalla lo que está pasando ahí abajo-. Los tentáculos significan que le gustas, Roberta, déjate llevar. -No sé por qué aclaro eso, pero ciertamente allá donde hay piel desnuda la van rozado hasta que está completamente brillante y aceitada-. Fijaos en cómo revienta esa línea hidráulica como una princesa. ¡Esta chica tiene futuro en el modelaje!
Entonces consigue salir y la pantalla deja de mostrar el foso para enfocar su carita -y parte de su ligero escote, este concurso sigue yendo de lo que va- en primer plano. En cualquier caso, después de los aplausos pulso el botón de limpieza en el escenario y uno de los lavatrones llega volando en su gorrocóptero para darle un pequeño empujón. Manchada de aceite resbala como un disco de curling en hielo pulido -qué buena referencia, me la guardo para cuando presente las Olimpiadas de invierno- y surgen una plétora de nuevas concursantes salidas de todas partes. Algunas han llegado chapoteando por el agua, otras han hecho un ejercicio de gimnasia espectacular para saltar desde la playa, una un tanto friki ha venido volando en un jetpack... Ah, y un grupo de cinco chicas con aspecto de polioperadas y cuerpos tan delgados que podrían parecer cartulinas surgen desde un elevador a ritmo de K-Pop. Por cierto, ¿de qué es la K de K-pop? Estaría bien saberlo.
- Bueno, bueno, bueno... Parece que la cosa se va animando. -Concho, la pantalla táctil es una tableta y puedo sacarla del sitio-. Parece que la siguiente concursante es Yasmina, una chiquilla de Arabasta que después de tres hijos mantiene a la perfección su figura. Miren qué bien se conserva a sus... ¿Diecisiete años? -Hago una pausa-. Por favor, retiren a Yasmina del escenario. Como juez no puedo apoyar el matrimonio infantil. ¡Y que le corten la cabeza a su marido! -Veo un lavatrón sacar una guadaña de su bolsillo-. ¡Reaper, era una broma! No vamos a matar a nadie, pero si quieres pégale una patada en la entrepierna.
- ¡Caralludo! -responde el gato, seguido de un grito grave de dolor.
- Y con este pequeño momento de comedia slapstick, vamos con... ¡Ambrosia!
Sin embargo, antes de que la tal Ambrosia pueda dar un paso adelante una chica vestida de sirvienta empuja a otra para que avance de golpe. Esta no parece tener pensado concursar, y de hecho no encuentro su ficha entre los concursantes. Menos mal que yo, hombre de recursos, he hecho una vasta investigación de todos los agraciados con un billete dorado para esta semana.
- Parece que Ambrosia ha sido descalificada por demasiado lenta. En su lugar dadle un saludo a Julianna M. Shelley. Desde sus humildes orígenes, Julianna solo ha tenido un sueño durante toda su vida: Que todo el mundo pudiese apreciar todas sus operaciones. ¡Es médico! Pero aparte, mirad qué cuerpo. Es natural, ¿pero acaso no parece una muñeca de porcelana? Santo cielo, chica, si pareces esculpida por un profesional de la salud con diez años de estudios, una clínica privada y al menos veinticinco años de experiencia en la cirugía plástica. Si os fijáis bien en ella podréis ver... ¡Reaper, ponle un bañador que luzca!
- ¡Marchando unha de fanservice absurdo!
- Es un poco excesivo, ¿no te parece? ¡Ese pónmelo a mí!
Devuelve a Julianna su bañador blanco original, y a mí me dispara con la pistola cambiadora para hacerme ver todavía más increíblemente atractivo. Aunque ahora sí que voy a tener que hacerlo. Me tapo la nariz y soplo con fuerza, inflando mi pecho para ajustarme mejor al nuevo modelito.
- Bien, y ahora que estamos ociosos... Veamos qué prueba estúpida va a realzar los múltiples encantos de nuestra peliblanca favorita.
Pulso el botón con una risita. De pronto se abren un par de agujeros junto a Julianna, de los que un par de manos salen y la aferran. Viendo todo lo que han sacado de mi barco empiezo a pensar que esto no ha sido para nada improvisado. También unas pequeñas pelotillas azules empiezan a salir de los agujeros y se mueven por sus piernas, llegando hasta la ropa muy rápidamente.
- Los glóbulos azules son macrófagos nanotecnológicos que devoran cualquier impureza de la piel -empiezo a leer- y eliminan toda la tela innecesaria de cualquiera que sea la prenda en cuestión. -Las manos dejan de apretar a Julianna-. Al parecer, la prueba consiste en quitárselos antes de que no le quede ropa ninguna. Qué curioso. En fin, vamos con la siguiente. ¡Mira Illje, otra chica conejo!
- ¡Uhm... Qué picante!
Ha sido buena idea ponerle un micro.
- Y con todos ustedes... Elyria Prys... Pez... ¡Elyria Papercraft, señores! Pero necesita un traje de verdad... ¿Reaper?
Reaper lanza el rayo.
- ¡No, hombre, no! ¡El traje de neopreno no!
- Síntoo, non me queda máis.
- Bueno Ely... Tu prueba es... -No voy a pulsar ningún botón-. Consigue parecer sexy con esa cosa, supongo. Ya bastante desafío es.
- Mirad el encanto virginal de Roberta -comento mientras pulso un botón para reproducir frente a todos en una gran pantalla lo que está pasando ahí abajo-. Los tentáculos significan que le gustas, Roberta, déjate llevar. -No sé por qué aclaro eso, pero ciertamente allá donde hay piel desnuda la van rozado hasta que está completamente brillante y aceitada-. Fijaos en cómo revienta esa línea hidráulica como una princesa. ¡Esta chica tiene futuro en el modelaje!
Entonces consigue salir y la pantalla deja de mostrar el foso para enfocar su carita -y parte de su ligero escote, este concurso sigue yendo de lo que va- en primer plano. En cualquier caso, después de los aplausos pulso el botón de limpieza en el escenario y uno de los lavatrones llega volando en su gorrocóptero para darle un pequeño empujón. Manchada de aceite resbala como un disco de curling en hielo pulido -qué buena referencia, me la guardo para cuando presente las Olimpiadas de invierno- y surgen una plétora de nuevas concursantes salidas de todas partes. Algunas han llegado chapoteando por el agua, otras han hecho un ejercicio de gimnasia espectacular para saltar desde la playa, una un tanto friki ha venido volando en un jetpack... Ah, y un grupo de cinco chicas con aspecto de polioperadas y cuerpos tan delgados que podrían parecer cartulinas surgen desde un elevador a ritmo de K-Pop. Por cierto, ¿de qué es la K de K-pop? Estaría bien saberlo.
- Bueno, bueno, bueno... Parece que la cosa se va animando. -Concho, la pantalla táctil es una tableta y puedo sacarla del sitio-. Parece que la siguiente concursante es Yasmina, una chiquilla de Arabasta que después de tres hijos mantiene a la perfección su figura. Miren qué bien se conserva a sus... ¿Diecisiete años? -Hago una pausa-. Por favor, retiren a Yasmina del escenario. Como juez no puedo apoyar el matrimonio infantil. ¡Y que le corten la cabeza a su marido! -Veo un lavatrón sacar una guadaña de su bolsillo-. ¡Reaper, era una broma! No vamos a matar a nadie, pero si quieres pégale una patada en la entrepierna.
- ¡Caralludo! -responde el gato, seguido de un grito grave de dolor.
- Y con este pequeño momento de comedia slapstick, vamos con... ¡Ambrosia!
Sin embargo, antes de que la tal Ambrosia pueda dar un paso adelante una chica vestida de sirvienta empuja a otra para que avance de golpe. Esta no parece tener pensado concursar, y de hecho no encuentro su ficha entre los concursantes. Menos mal que yo, hombre de recursos, he hecho una vasta investigación de todos los agraciados con un billete dorado para esta semana.
- Parece que Ambrosia ha sido descalificada por demasiado lenta. En su lugar dadle un saludo a Julianna M. Shelley. Desde sus humildes orígenes, Julianna solo ha tenido un sueño durante toda su vida: Que todo el mundo pudiese apreciar todas sus operaciones. ¡Es médico! Pero aparte, mirad qué cuerpo. Es natural, ¿pero acaso no parece una muñeca de porcelana? Santo cielo, chica, si pareces esculpida por un profesional de la salud con diez años de estudios, una clínica privada y al menos veinticinco años de experiencia en la cirugía plástica. Si os fijáis bien en ella podréis ver... ¡Reaper, ponle un bañador que luzca!
- ¡Marchando unha de fanservice absurdo!
- Es un poco excesivo, ¿no te parece? ¡Ese pónmelo a mí!
Devuelve a Julianna su bañador blanco original, y a mí me dispara con la pistola cambiadora para hacerme ver todavía más increíblemente atractivo. Aunque ahora sí que voy a tener que hacerlo. Me tapo la nariz y soplo con fuerza, inflando mi pecho para ajustarme mejor al nuevo modelito.
- Bien, y ahora que estamos ociosos... Veamos qué prueba estúpida va a realzar los múltiples encantos de nuestra peliblanca favorita.
Pulso el botón con una risita. De pronto se abren un par de agujeros junto a Julianna, de los que un par de manos salen y la aferran. Viendo todo lo que han sacado de mi barco empiezo a pensar que esto no ha sido para nada improvisado. También unas pequeñas pelotillas azules empiezan a salir de los agujeros y se mueven por sus piernas, llegando hasta la ropa muy rápidamente.
- Los glóbulos azules son macrófagos nanotecnológicos que devoran cualquier impureza de la piel -empiezo a leer- y eliminan toda la tela innecesaria de cualquiera que sea la prenda en cuestión. -Las manos dejan de apretar a Julianna-. Al parecer, la prueba consiste en quitárselos antes de que no le quede ropa ninguna. Qué curioso. En fin, vamos con la siguiente. ¡Mira Illje, otra chica conejo!
- ¡Uhm... Qué picante!
Ha sido buena idea ponerle un micro.
- Y con todos ustedes... Elyria Prys... Pez... ¡Elyria Papercraft, señores! Pero necesita un traje de verdad... ¿Reaper?
Reaper lanza el rayo.
- ¡No, hombre, no! ¡El traje de neopreno no!
- Síntoo, non me queda máis.
- Bueno Ely... Tu prueba es... -No voy a pulsar ningún botón-. Consigue parecer sexy con esa cosa, supongo. Ya bastante desafío es.
- Fanservice trapito:
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No había muchas personas que pudieran quedarse dormidas en mitad de una caída en picado desde unos veinte metros. Menos todavía, que luego no se despertasen de inmediato. Pero bueno, ese era uno de los encantos de Yuuki, ¿no?... No, no lo era, pero es que virgen santisima, qué putísima peresa de niño, algo bueno tendremos que decir de él en algún momento. Al menos no tardó mucho en acabar despertándose, llenísimo de arena, rodeado de una situación cuanto menos extraña y... ¿vestido de maid? Si es que lo que no le pase a este señor...
—¿Por qué tengo orejitas de conejo?— no sonó a queja, fue más por curiosidad científica. Se miró el traje negro y blanco de maid que tenía y enarcó una ceja. —Esta falda es demasiado corta, no sé cómo hay gente que puede llevar esto y no pasar vergüenza. De todas formas...
Y entonces fue cuando empezo a darse más cuenta de sus alrededores. ¿Qué cojones estaba pasando y por qué los estaban empezando a rodear gatos robots con las cejas dibujadas para parecer estar enfadados? Aquella gente era muy cutre, pero qué le vamos a hacer. "Vale, si no hay camino..." y le reventó la cabeza a una de aquellas máquinas de un puñetazo —dios bendiga que aquellas cosas eran de peor calidad que estas narraciones— "... haces el tuyo propio.". En mitad de la caída aprovechó para correr hacia delante y usarlo como impulso para saltar hacia lo que ahora parecía ser una marea de robots; su color seguía haciéndolo parecer un mar, curiosamente.
Su mente saltó de pensamiento en pensamiento de la misma forma que él lo hacía entre cabeza y cabeza de aquellas criaturas. ¿Estarían bien las chicas de antes? Mirara hacia donde mirara no parecía verlas por ningún lado, pero claro, tampoco es como si aquellas cosas y el estar moviendose continuamente le estuviera ayudando en la tarea de búsqueda. Desechó aquel hilo, si estaban en aquel lugar seguro que eran más de lo que parecían en un primer momento. Además, en su periferia auditiva se coló... ¿una comentarista? De forma automática su cuerpo cambió el rumbo hacia allí. El único problema es que el mar de gatos daba lugar al agua de verdad, y entre ellos y lo que parecía un escenario había una distancia que no podía hacerse a saltitos. ¿O sí?
—Como te enseñó mamá, Yuuki. Concentras tu poder en las plantas de los pies y...— y como si pisara cabezas de gato robot invisibles siguió su camino hacia el escenario improvisado de madera. —¡Sí, lo conseg-!— pero aún no estaba acostumbrado del todo, y justo en ese último paso el hielo se rompió con la pisada, cayendo a un agujero en el suelo de la plataforma.
Cuando cayó el impacto no le dolió. El suelo era... ¿Suave? ¿Pringoso? ¿¡Era eso aceite!? Cuando miró a su alrededor era todo tentáculos y aceite, y entre toda esa maraña, una chica con un bikini morado y una chaqueta, todo bastante deportivo. Justo cuando uno de los tentáculos empezaba a tocar zonas que no deberían ser tocadas, la chica destrozó lo que los estaba controlando y todo empezó a explotar en geiseres de aceite, de los cuales uno de ellos propulsó a Yuuki, de nuevo, por los aires. Parece que ese es uno de los temas principales de hoy: Yuuki volando.
—¿Por qué pensé si quiera que esto iba a ser un día tranquilo?
Y es que era una pregunta lícita. Preguntada de forma totalmente aleatoria, tirado en el suelo vestido de maid, a escasos centímetros tanto del agua como de la chica que estaba comentando todo lo que ocurría. Uff, qué gran momento sería para echarse una siesta, ahí mismo... Cinco... Minutitos...
Espera, ¿Era esa una de las peliblancas que estaba con la rubia? ¿Qué hacía en un traje de neopreno?
—¿Por qué tengo orejitas de conejo?— no sonó a queja, fue más por curiosidad científica. Se miró el traje negro y blanco de maid que tenía y enarcó una ceja. —Esta falda es demasiado corta, no sé cómo hay gente que puede llevar esto y no pasar vergüenza. De todas formas...
Y entonces fue cuando empezo a darse más cuenta de sus alrededores. ¿Qué cojones estaba pasando y por qué los estaban empezando a rodear gatos robots con las cejas dibujadas para parecer estar enfadados? Aquella gente era muy cutre, pero qué le vamos a hacer. "Vale, si no hay camino..." y le reventó la cabeza a una de aquellas máquinas de un puñetazo —dios bendiga que aquellas cosas eran de peor calidad que estas narraciones— "... haces el tuyo propio.". En mitad de la caída aprovechó para correr hacia delante y usarlo como impulso para saltar hacia lo que ahora parecía ser una marea de robots; su color seguía haciéndolo parecer un mar, curiosamente.
Su mente saltó de pensamiento en pensamiento de la misma forma que él lo hacía entre cabeza y cabeza de aquellas criaturas. ¿Estarían bien las chicas de antes? Mirara hacia donde mirara no parecía verlas por ningún lado, pero claro, tampoco es como si aquellas cosas y el estar moviendose continuamente le estuviera ayudando en la tarea de búsqueda. Desechó aquel hilo, si estaban en aquel lugar seguro que eran más de lo que parecían en un primer momento. Además, en su periferia auditiva se coló... ¿una comentarista? De forma automática su cuerpo cambió el rumbo hacia allí. El único problema es que el mar de gatos daba lugar al agua de verdad, y entre ellos y lo que parecía un escenario había una distancia que no podía hacerse a saltitos. ¿O sí?
—Como te enseñó mamá, Yuuki. Concentras tu poder en las plantas de los pies y...— y como si pisara cabezas de gato robot invisibles siguió su camino hacia el escenario improvisado de madera. —¡Sí, lo conseg-!— pero aún no estaba acostumbrado del todo, y justo en ese último paso el hielo se rompió con la pisada, cayendo a un agujero en el suelo de la plataforma.
Cuando cayó el impacto no le dolió. El suelo era... ¿Suave? ¿Pringoso? ¿¡Era eso aceite!? Cuando miró a su alrededor era todo tentáculos y aceite, y entre toda esa maraña, una chica con un bikini morado y una chaqueta, todo bastante deportivo. Justo cuando uno de los tentáculos empezaba a tocar zonas que no deberían ser tocadas, la chica destrozó lo que los estaba controlando y todo empezó a explotar en geiseres de aceite, de los cuales uno de ellos propulsó a Yuuki, de nuevo, por los aires. Parece que ese es uno de los temas principales de hoy: Yuuki volando.
—¿Por qué pensé si quiera que esto iba a ser un día tranquilo?
Y es que era una pregunta lícita. Preguntada de forma totalmente aleatoria, tirado en el suelo vestido de maid, a escasos centímetros tanto del agua como de la chica que estaba comentando todo lo que ocurría. Uff, qué gran momento sería para echarse una siesta, ahí mismo... Cinco... Minutitos...
Espera, ¿Era esa una de las peliblancas que estaba con la rubia? ¿Qué hacía en un traje de neopreno?
Elyria Priscraft
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Elyria reía por lo bajo ante las insinuaciones de la rubia. Después de lo chulita y orgullosa que se había puesto antes, no se esperaba esos intentos de ligar tan torpes. Pero no le desagradaba; tenía cierto encanto, que acompañado por esa carita angelical era bastante atractivo, para que engañarse.
“No sabía que funcionaba así. Tendrás que hacerme una demostración práctica esta noche para demostrarlo,” dijo en un tono de broma. Aunque siendo sincera consigo misma, no iba a ser ella quién se quejase si acababan juntas en la cama. La desgraciada no era solo una cara bonita, también tenía un cuerpo de escándalo, se notaba que se mantenía en forma. Y pensar que hace apenas un par de años le daba vergüenza que Alvar le diera un besito de nada… La había corrompido por completo con sus juegos y sus caricias.
Finalmente encontraron a Julianna en el escenario. Bueno, creo que decir que Julianna las encontró a ellas sería más correcto. Pero le servía, le alegraba ver que estaba bien. No pudo evitar notar que también había sufrido las consecuencias de la pistola cambiadora (marca registrada). Llevaba un traje de maid, y este le quedaba como un guante.
“¡Jul, menos mal! Estaba preocupada.” Con una sonrisa, vio cómo inmediatamente trataba la supuesta lesión de Alice. En ambos tobillos. No le había dado la sensación de que estuvieran tan mal, incluso sonreía mientras la vendaban. Pero a saber, a lo mejor simplemente resistía muy bien el dolor, tampoco quería dejarla de mentirosa, eso solo era divertido si se lo decía para picarle.
No pudo evitar fijarse en que todo ese lío con los tentáculos formaba parte del concurso de trajes de baño. Y ella que pensaba que solo venía a lucirse y posar un rato. En parte, que hubiese pruebas lo hacía más divertido, pero eran demasiado… extremas. No sabía cómo se hubiese librado de ese bicho sin Khione a su lado.
“Nosotras tres somos las más guapas de aquí, por supuesto que vamos a ganar. Gracias cielo,” le respondió felizmente ante sus palabras. “Aunque lo siento Alice, tendrás que conformarte con un segundo puesto…” Y entonces vió cómo se llevaba a la peliblanca para que participara también. Perfecto, ella también estaba preciosa.
Cuando salieron esos brazos, Elyria llevó la mano a su cadera, como para tomar su arma. Pero recordó que no la llevaba, y con suerte, rápidamente pudo descubrir que no era peligroso. No para su integridad física al menos. Esas bolitas azules…
Entonces la presentaron a ella. Orgullosa, posó para su público, moviendo el brazo sensualmente un poco por encima de su cabeza, girando un par de veces para mostrar todas las partes de su bañador. Estaba mojado, eso significaba que contaba, ¿no?
Pero la felicidad le duró hasta que ese gato del averno llamado Reaper le cambió su bonito traje por uno de neopreno. “¡Oh, venga ya!” Algo molesta, intentó pensar en qué hacer con ese traje tan aburrido. Era cierto que era bastante apretado, y que marcaba a la perfección todas sus curvas, ¡pero lo de antes era sencillamente superior!
Lo primero que hizo para intentar arreglarlo fue bajar la cremallera de delante, dejando ver su escote. Algo era algo. Pero al ver como esas bolitas devoraban la ropa de Julianna, tuvo una idea. Cogió un puñado de las que aún estaban—o fueron lanzadas—al suelo, poniéndolas encima del neopreno para que hicieran su trabajo.
Cómo iban a por Julianna, no tenía que preocuparse por librarse de ellas, tenía solo unas pocas, así que no tenía mucho problema con controlarlas. Así que derritió varias partes de su traje. Por sus pechos, por el abdomen, por su culo… Algunas zonas las eliminó completamente, pero en otras simplemente dejaba pequeñas rendijas, como si lo hubiesen cortado, pudiendo verse parte de su ropa interior pero no toda, dándole un toque más sugerente. Menos mal que esta vez venía con bragas y sujetador…
Para terminar, aprovechó el aceite del escenario para deslizarse hasta el borde, saltando y dando dos mortales en el aire antes de tirarse cabeza abajo al agua. O ese era el plan, porque estaba todo tan lleno de robots que acabó pegándose un planchazo contra sus duras cabezas. “Ouch…”
“No sabía que funcionaba así. Tendrás que hacerme una demostración práctica esta noche para demostrarlo,” dijo en un tono de broma. Aunque siendo sincera consigo misma, no iba a ser ella quién se quejase si acababan juntas en la cama. La desgraciada no era solo una cara bonita, también tenía un cuerpo de escándalo, se notaba que se mantenía en forma. Y pensar que hace apenas un par de años le daba vergüenza que Alvar le diera un besito de nada… La había corrompido por completo con sus juegos y sus caricias.
Finalmente encontraron a Julianna en el escenario. Bueno, creo que decir que Julianna las encontró a ellas sería más correcto. Pero le servía, le alegraba ver que estaba bien. No pudo evitar notar que también había sufrido las consecuencias de la pistola cambiadora (marca registrada). Llevaba un traje de maid, y este le quedaba como un guante.
“¡Jul, menos mal! Estaba preocupada.” Con una sonrisa, vio cómo inmediatamente trataba la supuesta lesión de Alice. En ambos tobillos. No le había dado la sensación de que estuvieran tan mal, incluso sonreía mientras la vendaban. Pero a saber, a lo mejor simplemente resistía muy bien el dolor, tampoco quería dejarla de mentirosa, eso solo era divertido si se lo decía para picarle.
No pudo evitar fijarse en que todo ese lío con los tentáculos formaba parte del concurso de trajes de baño. Y ella que pensaba que solo venía a lucirse y posar un rato. En parte, que hubiese pruebas lo hacía más divertido, pero eran demasiado… extremas. No sabía cómo se hubiese librado de ese bicho sin Khione a su lado.
“Nosotras tres somos las más guapas de aquí, por supuesto que vamos a ganar. Gracias cielo,” le respondió felizmente ante sus palabras. “Aunque lo siento Alice, tendrás que conformarte con un segundo puesto…” Y entonces vió cómo se llevaba a la peliblanca para que participara también. Perfecto, ella también estaba preciosa.
Cuando salieron esos brazos, Elyria llevó la mano a su cadera, como para tomar su arma. Pero recordó que no la llevaba, y con suerte, rápidamente pudo descubrir que no era peligroso. No para su integridad física al menos. Esas bolitas azules…
Entonces la presentaron a ella. Orgullosa, posó para su público, moviendo el brazo sensualmente un poco por encima de su cabeza, girando un par de veces para mostrar todas las partes de su bañador. Estaba mojado, eso significaba que contaba, ¿no?
Pero la felicidad le duró hasta que ese gato del averno llamado Reaper le cambió su bonito traje por uno de neopreno. “¡Oh, venga ya!” Algo molesta, intentó pensar en qué hacer con ese traje tan aburrido. Era cierto que era bastante apretado, y que marcaba a la perfección todas sus curvas, ¡pero lo de antes era sencillamente superior!
Lo primero que hizo para intentar arreglarlo fue bajar la cremallera de delante, dejando ver su escote. Algo era algo. Pero al ver como esas bolitas devoraban la ropa de Julianna, tuvo una idea. Cogió un puñado de las que aún estaban—o fueron lanzadas—al suelo, poniéndolas encima del neopreno para que hicieran su trabajo.
Cómo iban a por Julianna, no tenía que preocuparse por librarse de ellas, tenía solo unas pocas, así que no tenía mucho problema con controlarlas. Así que derritió varias partes de su traje. Por sus pechos, por el abdomen, por su culo… Algunas zonas las eliminó completamente, pero en otras simplemente dejaba pequeñas rendijas, como si lo hubiesen cortado, pudiendo verse parte de su ropa interior pero no toda, dándole un toque más sugerente. Menos mal que esta vez venía con bragas y sujetador…
Para terminar, aprovechó el aceite del escenario para deslizarse hasta el borde, saltando y dando dos mortales en el aire antes de tirarse cabeza abajo al agua. O ese era el plan, porque estaba todo tan lleno de robots que acabó pegándose un planchazo contra sus duras cabezas. “Ouch…”
Dorito
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Como sacado de una narración muy poco original de zombies, estiré mi brazo para que pudiese salir de la arena en la que había sepultado por culpa de aquella ola gigante. Palpé el suelo, aún aguantando la respiración, no quería quedarme sin oxígeno aquí abajo y ya llevaba un rato. Finalmente conseguí tocar algo metálico, había tenido la suerte de ser sepultado cerca de algún tipo de construcción. Me agarré con fuerza y tiré hasta que pude sacar la cabeza y el otro brazo, respirando aire fresco.
-¡Os zombies tamén deben loitar polos dereitos dos robots!
¿Qué? En cuanto mis ojos se ajustaron a la luz de la playa, pude ver que a lo que me había agarrado no era una cosa, era un alguien. Un alguien metálico que me apuntaba con una especie de pistola. Miré a mi alrededor antes de contestarle nada, necesitaba ubicarme un poco. El barco que había provocado la ola que casi me había sepultado bajo la arena no estaba, en su lugar ahora había un escenario de lo más opulento en el que parecía estar produciéndose algún tipo de concurso sobre ropa de baño… ¡Eso es lo que habían comentado antes! Me imagino que si ya habían lidiado con lo del barco, estarían de nuevo relajándose con las actividades del resort, sería mejor ponerme en marcha e ir a animar a mis amigas. Entonces fue cuando escuché el gatillo del arma del robot, acordándome en ese momento de que estaba en una situación un tanto complicada. Por suerte pareció fallar ya que no me había matado. Sonreí agradecido por mi suerte y lancé al robot hacia uno de los lados del escenario, estrellándose allí. Finalmente salí del agujero, pudiendo ver que de alguna manera mis ropas habían cambiado. Lo miré perplejo, me gustaba mucho más lo que llevaba antes y era más cómodo, esto me impedía moverme bien.
Ya que estaba de vacaciones, decidí que no debía hacerle feos a un traje de baño nuevo y que podría utilizar mi forma de hada para que al menos me quedase bien. Efectivamente cuando mis caderas se ensancharon y mi cintura se encogió un poco, la forma en la que me quedaba esto era totalmente distinta. Me recogí con un lazo el pelo, que había crecido aún más, de modo que no me molestase demasiado. Me coloqué bien la parte de arriba y de abajo para que ensalzasen mis ahora atributos cambiados por la forma de hada y en cuanto mis alas brotaron, alcé el vuelo. Por algún motivo el sitio estaba lleno de robots y no se podía caminar prácticamente por la playa. Sin embargo, parece ser que el polvo que desprendían mis hadas en esta forma los estaba haciendo fallar al entrar en contacto con ellos, quizá se colase por sus rendijas y los engranajes se jodieran… ¿Así funcionan los robots, no? El plan era avanzar sin llamar demasiado la atención hasta poder mezclarme con el público del concurso, pero de repente uno de los bichos metálicos de abajo sacó una especie de cañón con la que me disparó a toda velocidad una bola de playa más grande de lo normal. No pude esquivarla a tiempo, provocando que perdiese el control de mi vuelo y acabara aterrizando forzosamente en mitad del escenario. Me levanté soltando algún que otro quejido y miré a los lados, las miradas puestas en mí por la entrada que acababa de hacer.
-Eh… Igual yo no tendría que estar aquí arriba.
Dije mirando a mi alrededor, deteniéndome cuando vi a Alice. ¿Qué mierda llevaba puesto? Era bastante gracioso verla así.
-¡Os zombies tamén deben loitar polos dereitos dos robots!
¿Qué? En cuanto mis ojos se ajustaron a la luz de la playa, pude ver que a lo que me había agarrado no era una cosa, era un alguien. Un alguien metálico que me apuntaba con una especie de pistola. Miré a mi alrededor antes de contestarle nada, necesitaba ubicarme un poco. El barco que había provocado la ola que casi me había sepultado bajo la arena no estaba, en su lugar ahora había un escenario de lo más opulento en el que parecía estar produciéndose algún tipo de concurso sobre ropa de baño… ¡Eso es lo que habían comentado antes! Me imagino que si ya habían lidiado con lo del barco, estarían de nuevo relajándose con las actividades del resort, sería mejor ponerme en marcha e ir a animar a mis amigas. Entonces fue cuando escuché el gatillo del arma del robot, acordándome en ese momento de que estaba en una situación un tanto complicada. Por suerte pareció fallar ya que no me había matado. Sonreí agradecido por mi suerte y lancé al robot hacia uno de los lados del escenario, estrellándose allí. Finalmente salí del agujero, pudiendo ver que de alguna manera mis ropas habían cambiado. Lo miré perplejo, me gustaba mucho más lo que llevaba antes y era más cómodo, esto me impedía moverme bien.
Ya que estaba de vacaciones, decidí que no debía hacerle feos a un traje de baño nuevo y que podría utilizar mi forma de hada para que al menos me quedase bien. Efectivamente cuando mis caderas se ensancharon y mi cintura se encogió un poco, la forma en la que me quedaba esto era totalmente distinta. Me recogí con un lazo el pelo, que había crecido aún más, de modo que no me molestase demasiado. Me coloqué bien la parte de arriba y de abajo para que ensalzasen mis ahora atributos cambiados por la forma de hada y en cuanto mis alas brotaron, alcé el vuelo. Por algún motivo el sitio estaba lleno de robots y no se podía caminar prácticamente por la playa. Sin embargo, parece ser que el polvo que desprendían mis hadas en esta forma los estaba haciendo fallar al entrar en contacto con ellos, quizá se colase por sus rendijas y los engranajes se jodieran… ¿Así funcionan los robots, no? El plan era avanzar sin llamar demasiado la atención hasta poder mezclarme con el público del concurso, pero de repente uno de los bichos metálicos de abajo sacó una especie de cañón con la que me disparó a toda velocidad una bola de playa más grande de lo normal. No pude esquivarla a tiempo, provocando que perdiese el control de mi vuelo y acabara aterrizando forzosamente en mitad del escenario. Me levanté soltando algún que otro quejido y miré a los lados, las miradas puestas en mí por la entrada que acababa de hacer.
-Eh… Igual yo no tendría que estar aquí arriba.
Dije mirando a mi alrededor, deteniéndome cuando vi a Alice. ¿Qué mierda llevaba puesto? Era bastante gracioso verla así.
Julianna M. Shelley
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Miró el pie que le indicaba Alice y lo cogió con cuidado. Frunció el ceño, confusa. ¿Se había torcido los dos o había sucedido por otra cosa? No, no estaba torcido, aunque sí algo hinchado. Asintió y lo vendó en silencio; tenía la sospecha de que los pies hinchados no eran el problema, sino un síntoma de algo más, pero… no era asunto suyo. Una vez ambos estuvieron asegurados, se puso en pie.
-Si necesitas algo más, no dudes en pedirlo.
No debió decirlo. En seguida, Alice tiró de ella a traición y antes de que pudiera apartarse, se encontraba en el medio y medio del escenario.
-Pero… ¡pero si ya no llevo bañador!
Oyó su nombre y se dio la vuelta para enfrentar al juez. Se quedó helada mientras listaba su currículum, del cual la mitad era cierto y la mitad completamente inflado. Claro que sabía hacer operaciones estéticas, pero no había hecho ni una sola en toda su vida. Quiso decirlo, aclarar el malentendido, pero no tuvo tiempo. Uno de los robots le apuntó con la pistola y de repente volvía a estar en su bañador blanco. Olía a cloro y no quería saber dónde lo había estado guardando. Además, ¿de dónde había sacado el juez todos sus datos? Ya solo le faltaba decir para quien trabajaba, madre mía.
-Esto… yo no tenía pensado participar, ¡pero aquí hay dos chicas que…!
No le dejó terminar. No estaba segura ni siquiera de que le hubiera oído. De repente, se abrieron dos agujeros en el suelo y dos manos mecánicas le agarraron firmemente por los tobillos. Ay, no. Ya no había marcha atrás, iba a tener que pasar la prueba si quería salir del escenario, así que definitivamente habría competido para cuando lograse zafarse. Un poco nerviosa, aguardó a ver qué tenía que hacer.
Unas pequeñas bolitas azules, bastante peludas, empezaron a escalarle por las piernas haciéndole cosquillas. Julianna se rió, hasta que escuchó al juez y volvió a quedarse helada. ¿Perdón? ¿Qué ha dicho? Miró abajo y vio como una de las bolitas se zampaba de un bocado una de las tiras del bañador. Por suerte era de una sola pieza y eso no la dejó expuesta, pero el tiempo estaba en su contra. Ay no. Eso sí que no. Había demasiado público para eso.
Ni corta ni perezosa, sacó su fiel escalpelo de la poca tela que iba quedando. Saltó en el aire y aterrizó pisando con fuerza para quitarse de encima a cuantos pudiera, para luego proceder a cortar con precisión por la mitad a los que iban quedando.
Fue rápida y en cuestión de segundos los nanobots cayeron al suelo, derrotados. Ella volvió a guardar el escalpelo con una mano. La otra, por desgracia, estaba sujetando sus pechos. Habían logrado comer lo bastante como para que apartar la mano de ahí fuera… contraproducente. Pero aún le quedaba tela, así que se plantó delante del juez.
-¡Listo! Puedo marchar, ¿no?
No hizo falta que le respondieran. De repente, uno de los concursantes salió volando por los aires. ¡Era el chico de antes, el del helado! Y mientras uno iba, otro llegaba. De la nada, otro concursante aterrizó en el medio y medio. Tenía alas y un bonito bañador y Julianna aprovechó la confusión para apartarse del escenario de puntillas. Llegó hasta Alice y poniéndose detrás de ella le susurró al oído:
-Es tu turno.
Y de un caderazo, la empujó al escenario. Ah, que bien sentaba a veces la venganza.
Ahora bien, ¿dónde estaba Ely? Miró a su alrededor, confusa. Hacía un momento estaba en el escenario con ella, pero ya no la veía. ¿Seguiría con su prueba?
Claude von Appetit
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- ¡Fijaos, parece que se lo están pasando bien! -exclamo-. ¡Hasta se cuelan para participar! ¿Tú que opinas Illje?
- Nunca es suficiente.
- ¡Illje está desatada señoras y señores! Y es normal, porque fíjense en cómo Elyria Papiroflexia se hace cargo de su traje. Ha cogido esos macrófagos que atacan a Julianna y los está usando en su beneficio con una maestría que solo puede significar una cosa: Esta chica ya ha participado en ediciones anteriores. La potencia combinada del cuerpo de la peliblanca, tan exuberante, se combina a la perfección con las hermosas simetrías que deja el limo azul por el cuerpo de Ely, ya brillante porque ha aprovechado el aceite que Roberta ha dejado. ¿No es genial esta chica? ¡Vamos a darle todos juntos un fuerte aplauso a Ely y al escote de Julianna! ¡Se lo merecen!
Anoto esmeradamente las puntuaciones en una carpeta de evaluación, atendiendo a las tres categorías fundamentales: Busto, caderas y follabilidad. Ni siquiera entiendo del todo cómo debería evaluar eso último sin charlar un rato con ellas, así que les estoy poniendo a todas un 10. Es lo más justo, al fin y al cabo, teniendo en cuenta que si no tengo un poco de cortesía con ellas podrían sentirse rechazadas y suicidarse. Desengancharse de Claude von Appetit cuesta, al fin y al cabo.
En ese momento empiezan a pasar cosas: Lo más importante, un peliblanco cae de cara contra el escenario, justo donde yo estoy pero a un palmo de distancia. Me quedaría mirándolo para asegurarme de que no está muerto, pero de golpe llega un hada vestida de bailarina exótica y mi obligación es que el mundo se entere de todo lo que está pasando.
- ¡Y mientras la señorita Shelley invita educadamente a la siguiente participante a intervenir, aparece un invitado inesperado! -narro, sacando mi libro de datos inventados-. La primera chica ama las bibliotecas, fue criada en un coliseo ilegal del South Blue y le gustan los tipos altos, musculosos e inaccesibles.
- ¡Como a todas! -grita una chica entre el público.
- Por favor, no generalicemos -solicito-. Además, el que está aquí... ¡Es un chico! Que no pasa nada, en ningún lado dice que un muchacho no pueda participar en esta categoría.
- ¡Es la norma número uno!
- ¡Yo pongo las normas aquí, maldita sea! -grito-. ¿Queréis dejarle continuar?
Un abucheo generalizado empieza a escucharse. Algunos gritan que participe en la masculina, otros en el mixto, Illje dice cosas un poco raras por megafonía... Estoy empezando a estresarme.
- Mira me da igual. Vas a hacer la prueba de todos modos -explico-. Esta consiste en lo siguiente. -Pulso un botón y le cae encima una toalla minúscula, así como un traje de baño extremadamente revelador-. Tu prueba es conseguir cambiarte en menos de treinta segundos sin que nadie vea nada de lo que no debe verse. Ya sabes. Por cierto, ¿es cosa mía o estas pruebas son un tanto asimétricas? En fin...
Leo la siguiente. Presento a la siguiente concursante, que va vestida de sirvienta. Parece que el late motiv de hoy sea ese. Leo su prueba sin interesarme demasiado, dándole una pequeña patada al enano mientras aparto el micrófono.
- ¿Estás bien, niño? -le pregunto-. ¿Necesitas que te lleve con tu mamá? -Ahora sí acerco el micro a mi boca-. Por favor, si alguien ha perdido a un niño peliblanco con aspecto de haberse matado contra la madera está aparcado en el escenario. Repito, un niño está aparcado contra el escenario. Por favor, retírenlo cuanto antes o nos veremos obligados a trocearlo y venderlo como daditos de carne en Cárnicas May.
Y ahora empieza a sonar la música. Definitivamente, las pruebas están siendo muy desiguales.
- Nunca es suficiente.
- ¡Illje está desatada señoras y señores! Y es normal, porque fíjense en cómo Elyria Papiroflexia se hace cargo de su traje. Ha cogido esos macrófagos que atacan a Julianna y los está usando en su beneficio con una maestría que solo puede significar una cosa: Esta chica ya ha participado en ediciones anteriores. La potencia combinada del cuerpo de la peliblanca, tan exuberante, se combina a la perfección con las hermosas simetrías que deja el limo azul por el cuerpo de Ely, ya brillante porque ha aprovechado el aceite que Roberta ha dejado. ¿No es genial esta chica? ¡Vamos a darle todos juntos un fuerte aplauso a Ely y al escote de Julianna! ¡Se lo merecen!
Anoto esmeradamente las puntuaciones en una carpeta de evaluación, atendiendo a las tres categorías fundamentales: Busto, caderas y follabilidad. Ni siquiera entiendo del todo cómo debería evaluar eso último sin charlar un rato con ellas, así que les estoy poniendo a todas un 10. Es lo más justo, al fin y al cabo, teniendo en cuenta que si no tengo un poco de cortesía con ellas podrían sentirse rechazadas y suicidarse. Desengancharse de Claude von Appetit cuesta, al fin y al cabo.
En ese momento empiezan a pasar cosas: Lo más importante, un peliblanco cae de cara contra el escenario, justo donde yo estoy pero a un palmo de distancia. Me quedaría mirándolo para asegurarme de que no está muerto, pero de golpe llega un hada vestida de bailarina exótica y mi obligación es que el mundo se entere de todo lo que está pasando.
- ¡Y mientras la señorita Shelley invita educadamente a la siguiente participante a intervenir, aparece un invitado inesperado! -narro, sacando mi libro de datos inventados-. La primera chica ama las bibliotecas, fue criada en un coliseo ilegal del South Blue y le gustan los tipos altos, musculosos e inaccesibles.
- ¡Como a todas! -grita una chica entre el público.
- Por favor, no generalicemos -solicito-. Además, el que está aquí... ¡Es un chico! Que no pasa nada, en ningún lado dice que un muchacho no pueda participar en esta categoría.
- ¡Es la norma número uno!
- ¡Yo pongo las normas aquí, maldita sea! -grito-. ¿Queréis dejarle continuar?
Un abucheo generalizado empieza a escucharse. Algunos gritan que participe en la masculina, otros en el mixto, Illje dice cosas un poco raras por megafonía... Estoy empezando a estresarme.
- Mira me da igual. Vas a hacer la prueba de todos modos -explico-. Esta consiste en lo siguiente. -Pulso un botón y le cae encima una toalla minúscula, así como un traje de baño extremadamente revelador-. Tu prueba es conseguir cambiarte en menos de treinta segundos sin que nadie vea nada de lo que no debe verse. Ya sabes. Por cierto, ¿es cosa mía o estas pruebas son un tanto asimétricas? En fin...
Leo la siguiente. Presento a la siguiente concursante, que va vestida de sirvienta. Parece que el late motiv de hoy sea ese. Leo su prueba sin interesarme demasiado, dándole una pequeña patada al enano mientras aparto el micrófono.
- ¿Estás bien, niño? -le pregunto-. ¿Necesitas que te lleve con tu mamá? -Ahora sí acerco el micro a mi boca-. Por favor, si alguien ha perdido a un niño peliblanco con aspecto de haberse matado contra la madera está aparcado en el escenario. Repito, un niño está aparcado contra el escenario. Por favor, retírenlo cuanto antes o nos veremos obligados a trocearlo y venderlo como daditos de carne en Cárnicas May.
Y ahora empieza a sonar la música. Definitivamente, las pruebas están siendo muy desiguales.
- ¿Solo esta noche? -pregunté, acercándome quizá más de lo necesario. Tenía que alzar la mirada casi al cielo para mirarla-. Yo creo que una comprobación tan importante hay que repetirla tanto como haga falta.
Podía notar el tono jocoso de Ely, claro que sí. No soy tonto. Pero en todas las bromas se encontraba un poso de verdad, y si bien podía sentir la burla mi ojo de plata sentía algo más. Sus gestos, quizá, o las miradas que me dedicaba mientras hablaba. El cuerpo estaba haciendo una gran parte del trabajo, pero no iba a rematar ninguna faena si no trataba de involucrarme activamente. Además, para algo nos habíamos hecho cazadores, ¿no, Alice? Siempre había una recompensa detrás de cada presa. Siempre había algo que sacar.
- Además estoy en una suite en lo alto -añadí-. Terraza con bañera de hidromasaje, una hamaca grande... ¿Yor?
Me giré de golpe al verlo volar acercándose a nosotros. Desde el suelo uno de los lavatrones le lanzó una pelota de playa con mucha inquina y fue capaz de derribarlo fácilmente. Yo atrapé el balón mientras el pirata caía a mi lado. El presentador pareció tener una inusitada facilidad para darse cuenta de que era un chico y tampoco tuvo ningún reparo en anunciarlo a los cuatro vientos. Sin embargo pareció importarle más bien poco, porque sin dedicarle ninguna importancia lo puso a prueba. Divertido, y tal vez listo para seguir tratando de ligar con Ely, Julianna se me apareció a traición por la espalda y me empujó hacia delante.
- ¡La siguiente concursante es la más pequeña del día! En altura, claro, porque fijaos qué bombón de chocolate blanco. Cuidado que se nos puede derretir -dijo-. Quizá por eso viene a un concurso de bañadores con un vestido largo; así evita el sol... O algo así. No soy comentarista profesional, me tienen aquí porque no hay nadie mejor que yo para hacerlo. En fin, dadle vuestro mejor aplauso a una jovencita del North blue, de buena familia y con más bien tirando a un humor de perros cuando la mosqueas. Hacedme caso, cierta sirena de tierra habla mucho de ella. ¡Un fuerte aplauso para Alice Wanderlust!
Congelado. Estaba congelado. De pie sobre el escenario, notaba la mirada de todo el mundo clavarse en mí. En mi pecho, en mis caderas, en mi cara. Poco a poco se empezó a escuchar un ligero rumor, seguido del murmullo indescifrable de la multitud.
- ¡Enseña un poco nena! -gritó un tipo.
- ¡Queremos ver esas lolas causar dolores!
- ¡Siéntate en mi...!
Illje. Rápida como siempre era, antes de que me diese cuenta había estampado uno de sus patines contra la cabeza del pervertido. Sin comprender del todo la vi asentir con la boca llena, sonriente, y mientras ella se volvía hacia el puesto de comida con exceso de picante que había casi al límite del agua clavé la mirada en el demonio pelirrojo, y desafiante, le insté a darme un reto a mi altura.
- ¿Qué quieres? -me preguntó-. ¿Te pongo un bikini en una repisa y peleas por alcanzarlo? Ni siquiera vas vestida para este concurso. Quedas des...
Le doy un empujón, tirándolo del asiento. Con las prisas ni siquiera pensé en el enano, tan solo me coloqué de pie sobre él mirando hacia la audiencia.
- ¿Queréis que me desnude? -pregunté. Fue una mala idea-. ¿Es eso lo que queréis de verdad?
Definitivamente fue una mala idea, pero ahí de pie en el sillón giratorio me sentía poderoso. Miré los botones del asiento, pulsando con la aguja del tacón uno que tiene forma de corchea y la música empezó a sonar. No era muy rápida pero sonaba bien, y casi de forma natural comencé a moverme como aprendí de ti mientras la parte superior del bikini, ahora sombras, se iba materializando hasta estar en mi pecho perfectamente colocado. Era como colocarme la banda, pero mucho más sencillo; solo necesitaba visualizarlo.
Con la instrumental empecé a cantar. Tu voz, mi voz, melodiosa de soprano lírica, fue acompañando un baile en el que como una flor casi me ocultó del público el respaldo del sillón, que controlaba con las piernas. Para cuando volví a elevarme y el asiento estaba otra vez mirando al público yo no llevaba un bañador, sino mi ropa habitual con sutiles variaciones: En primer lugar las botas de ante eran los mismos tacones de doncella que los lavatrones me habían puesto, y sin el compresor la blusa se veía bastante más femenina de lo que nunca me había planteado. Llevaba el tricornio emplumado, claro, pero ni chorrera sobre el pecho, que llevaba ligeramente abierto, ni gabardina sobre esta. El fajín, más ajustado que normalmente, afinaba aún más mi cintura, y bajé del sillón para seguir bailando mientras me desnudaba.
Para cuando el vestido de sirvienta tocó el suelo ya no llevaba fajín, y me quité los pantalones dando la espalda al público para que viesen cómodamente mi trasero justo antes de lanzar el sombrero sobre la cabeza de Ely, quedando solo con la camisa completamente abierta cuando terminé de cantar, el bikini rojo que había traído desde el principio y un dolor aterrador en los dedos de los pies. No debería haber hecho aquello.
Pero los aplausos me hicieron sentir vivo.
Podía notar el tono jocoso de Ely, claro que sí. No soy tonto. Pero en todas las bromas se encontraba un poso de verdad, y si bien podía sentir la burla mi ojo de plata sentía algo más. Sus gestos, quizá, o las miradas que me dedicaba mientras hablaba. El cuerpo estaba haciendo una gran parte del trabajo, pero no iba a rematar ninguna faena si no trataba de involucrarme activamente. Además, para algo nos habíamos hecho cazadores, ¿no, Alice? Siempre había una recompensa detrás de cada presa. Siempre había algo que sacar.
- Además estoy en una suite en lo alto -añadí-. Terraza con bañera de hidromasaje, una hamaca grande... ¿Yor?
Me giré de golpe al verlo volar acercándose a nosotros. Desde el suelo uno de los lavatrones le lanzó una pelota de playa con mucha inquina y fue capaz de derribarlo fácilmente. Yo atrapé el balón mientras el pirata caía a mi lado. El presentador pareció tener una inusitada facilidad para darse cuenta de que era un chico y tampoco tuvo ningún reparo en anunciarlo a los cuatro vientos. Sin embargo pareció importarle más bien poco, porque sin dedicarle ninguna importancia lo puso a prueba. Divertido, y tal vez listo para seguir tratando de ligar con Ely, Julianna se me apareció a traición por la espalda y me empujó hacia delante.
- ¡La siguiente concursante es la más pequeña del día! En altura, claro, porque fijaos qué bombón de chocolate blanco. Cuidado que se nos puede derretir -dijo-. Quizá por eso viene a un concurso de bañadores con un vestido largo; así evita el sol... O algo así. No soy comentarista profesional, me tienen aquí porque no hay nadie mejor que yo para hacerlo. En fin, dadle vuestro mejor aplauso a una jovencita del North blue, de buena familia y con más bien tirando a un humor de perros cuando la mosqueas. Hacedme caso, cierta sirena de tierra habla mucho de ella. ¡Un fuerte aplauso para Alice Wanderlust!
Congelado. Estaba congelado. De pie sobre el escenario, notaba la mirada de todo el mundo clavarse en mí. En mi pecho, en mis caderas, en mi cara. Poco a poco se empezó a escuchar un ligero rumor, seguido del murmullo indescifrable de la multitud.
- ¡Enseña un poco nena! -gritó un tipo.
- ¡Queremos ver esas lolas causar dolores!
- ¡Siéntate en mi...!
Illje. Rápida como siempre era, antes de que me diese cuenta había estampado uno de sus patines contra la cabeza del pervertido. Sin comprender del todo la vi asentir con la boca llena, sonriente, y mientras ella se volvía hacia el puesto de comida con exceso de picante que había casi al límite del agua clavé la mirada en el demonio pelirrojo, y desafiante, le insté a darme un reto a mi altura.
- ¿Qué quieres? -me preguntó-. ¿Te pongo un bikini en una repisa y peleas por alcanzarlo? Ni siquiera vas vestida para este concurso. Quedas des...
Le doy un empujón, tirándolo del asiento. Con las prisas ni siquiera pensé en el enano, tan solo me coloqué de pie sobre él mirando hacia la audiencia.
- ¿Queréis que me desnude? -pregunté. Fue una mala idea-. ¿Es eso lo que queréis de verdad?
Definitivamente fue una mala idea, pero ahí de pie en el sillón giratorio me sentía poderoso. Miré los botones del asiento, pulsando con la aguja del tacón uno que tiene forma de corchea y la música empezó a sonar. No era muy rápida pero sonaba bien, y casi de forma natural comencé a moverme como aprendí de ti mientras la parte superior del bikini, ahora sombras, se iba materializando hasta estar en mi pecho perfectamente colocado. Era como colocarme la banda, pero mucho más sencillo; solo necesitaba visualizarlo.
Con la instrumental empecé a cantar. Tu voz, mi voz, melodiosa de soprano lírica, fue acompañando un baile en el que como una flor casi me ocultó del público el respaldo del sillón, que controlaba con las piernas. Para cuando volví a elevarme y el asiento estaba otra vez mirando al público yo no llevaba un bañador, sino mi ropa habitual con sutiles variaciones: En primer lugar las botas de ante eran los mismos tacones de doncella que los lavatrones me habían puesto, y sin el compresor la blusa se veía bastante más femenina de lo que nunca me había planteado. Llevaba el tricornio emplumado, claro, pero ni chorrera sobre el pecho, que llevaba ligeramente abierto, ni gabardina sobre esta. El fajín, más ajustado que normalmente, afinaba aún más mi cintura, y bajé del sillón para seguir bailando mientras me desnudaba.
Para cuando el vestido de sirvienta tocó el suelo ya no llevaba fajín, y me quité los pantalones dando la espalda al público para que viesen cómodamente mi trasero justo antes de lanzar el sombrero sobre la cabeza de Ely, quedando solo con la camisa completamente abierta cuando terminé de cantar, el bikini rojo que había traído desde el principio y un dolor aterrador en los dedos de los pies. No debería haber hecho aquello.
Pero los aplausos me hicieron sentir vivo.
Elyria Priscraft
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Alice seguía con sus obvios intentos de ligar con ella para llevársela a la cama. No le desagradaba la idea ni mucho menos, al contrario, pero era tierno y divertido escuchar como hablaba. De cualquier forma, todo apuntaba a que iba a poder pasarlo muy bien esta noche.
“Cielo, eso es lo de me—” Sus palabras fueron interrumpidas por la aparición del chico de antes, el amigo de la rubia. Su entrada fue de todo menos grácil, pero rápidamente siguieron con las pruebas.
Después de su espectacular actuación, Elyria se encontraba tirada boca abajo encima de las cabezas de varios robots que flotaban en el agua. Se había dado un buen golpe, desde luego, pero tampoco era nada del otro mundo. Le dolía más el ridículo que había hecho.
Y Julianna había manejado su propia situación muy bien. Si, era cierto que tenía que taparse los pechos, pero podría haber acabado mucho peor si no hubiese sido tan rápida. Realmente no pensó que fuese a tener tanta habilidad y precisión con sus manos. Aunque claro, era médico.
“¡Saia da miña cabeza!” Exigió uno de los robots sobre los que había caído. “¡A pistola cambia—”
“Nope.” Elyria pisó con fuerza, sumergiéndolo hasta el fondo del mar. Al parecer lo había dejado encallado en la arena. Luego usó otras cabezas para dar un salto, agarrándose al escenario por delante. Se quedó colgando hacia fuera, sin terminar de subirse, con los brazos cruzados encima de la madera y su mentón encima de estos.
Se encontró con Alice bailando en el sillón. Desde luego no es lo que esperaba ver. ¿Se estaba quitando la ropa? ¿Y estaba cantando? Hasta los legendarios y mundialmente conocidos DJ Nobita y Aelita habían dejado de cantar ardillas en las mallas para escucharla. Y podía entender el por qué. Menuda voz tenía.
Además, llevaba ropa distinta, una amalgama con su anterior traje de sirvienta. Pero no le quedaba del todo mal, si no fuera por lo extraño de la combinación. Siguió con su baile, girándose para bajarse los pantalones mientras le lanzaba el sombrero a la cabeza. Parecía ser que le había visto. Aunque bueno, tampoco era difícil ver a una mujer colgada en la parte de delante del escenario. No pudo evitar reír dulcemente, y ajustó el tricornio en su cabeza, al parecer también era de su talla.
Cuando terminó de cantar, se subió al escenario, sumándose a los aplausos. Le gustaba meterse con ella, pero esto se lo merecía. Y joder, incluso Nissa había aparecido para hacerlo, incluso consiguió hacer que sonaran de alguna forma que no terminaba de entender. Aunque claro, solo ella podía verlo y escucharlo.
Elyria se acercó tranquilamente a la rubia con una feliz sonrisa decorando su rostro. “Has estado genial, Alice.” Finalmente se paró frente a ella. “Aunque no vas a ganar un concurso de bañadores solo por tener una voz bonita.”
Antes de que pudiera terminar de responder, la interrumpió colocando el dedo índice sobre sus labios. Elyria caminó hasta su espalda, colocando las manos en sus hombros con delicadeza, agachándose un poco y acercándose. “Espero que cuando me lleves a tu querida bañera de hidromasaje te quites un poco más de ropa…” susurró en su oído en un tono provocativo. Saco la lengua, rozando su oreja efusivamente. “Aunque tendrás que esperar a esta noche.” Entonces se separó de ella. “Aprovecha para actualizar tus frases de ligoteo de hace cuarenta años.” Acto seguido se quitó el sombrero para devolvérselo, colocándolo en su cabeza. "Y por una vez, algo te queda mejor a ti."
Con una sonrisa, abandonó el centro del escenario, yendo donde estaban Julianna y el resto. Tenía que dejarle el espacio a futuras concursantes, aunque claro, no es como si tuviesen mucho que hacer contra ellas. Estaba más que claro que la victoria sería para una de las tres, aunque Elyria confiaba en poder conseguirla, aún si le habían puesto un maldito traje de neopreno. Aún estaba molesta por ello.
Recordó la situación de la peliblanca, así que rápidamente salto al agua, usando las cabezas de los robots como plataformas para correr hasta la orilla. Entonces cogió sus cosas, que aún seguían en la arena. Por suerte no se las habían robado, menos mal. Lo guardo todo en el bolso de paja y se puso el sombrero y las gafas de sol, ya le había dado mucho en la cara y no quería quemarse, que estaba muy blanquita. Tenía que acordarse de volver a echarse crema, pero ya lo haría una vez arriba, tenía que llevarle algo de ropa a Julianna. Así que corrió de vuelta al escenario.
“Hey Jul, usa esto anda,” dijo entregándole el vestido blanco con el que había bajado a la playa. “Creo que necesitas un cambio de ropa, ¿no?” Sonreía felizmente mientras hablaba, estaban pasando cosas muy raras, pero por qué mentir, se lo estaba pasando bien a pesar de todo el caos. Y estaba conociendo un montón de gente nueva, eso siempre era de agradecer. Últimamente estaba haciendo muchos enemigos con tanta investigación. Destapar los negocios turbios y la corrupción de la gente no le solía sentar muy bien a los que se beneficiaban de ella.
Finalmente, sacó el bote de crema solar de su bolso, poniendo una buena cantidad en sus manos y comenzando a esparcirla por todo su cuerpo. Miró de reojo a Alice, riendo por lo bajo. "Deja de mirar y ayúdame a poner esto en mi espalda, anda."
“Cielo, eso es lo de me—” Sus palabras fueron interrumpidas por la aparición del chico de antes, el amigo de la rubia. Su entrada fue de todo menos grácil, pero rápidamente siguieron con las pruebas.
Después de su espectacular actuación, Elyria se encontraba tirada boca abajo encima de las cabezas de varios robots que flotaban en el agua. Se había dado un buen golpe, desde luego, pero tampoco era nada del otro mundo. Le dolía más el ridículo que había hecho.
Y Julianna había manejado su propia situación muy bien. Si, era cierto que tenía que taparse los pechos, pero podría haber acabado mucho peor si no hubiese sido tan rápida. Realmente no pensó que fuese a tener tanta habilidad y precisión con sus manos. Aunque claro, era médico.
“¡Saia da miña cabeza!” Exigió uno de los robots sobre los que había caído. “¡A pistola cambia—”
“Nope.” Elyria pisó con fuerza, sumergiéndolo hasta el fondo del mar. Al parecer lo había dejado encallado en la arena. Luego usó otras cabezas para dar un salto, agarrándose al escenario por delante. Se quedó colgando hacia fuera, sin terminar de subirse, con los brazos cruzados encima de la madera y su mentón encima de estos.
Se encontró con Alice bailando en el sillón. Desde luego no es lo que esperaba ver. ¿Se estaba quitando la ropa? ¿Y estaba cantando? Hasta los legendarios y mundialmente conocidos DJ Nobita y Aelita habían dejado de cantar ardillas en las mallas para escucharla. Y podía entender el por qué. Menuda voz tenía.
Además, llevaba ropa distinta, una amalgama con su anterior traje de sirvienta. Pero no le quedaba del todo mal, si no fuera por lo extraño de la combinación. Siguió con su baile, girándose para bajarse los pantalones mientras le lanzaba el sombrero a la cabeza. Parecía ser que le había visto. Aunque bueno, tampoco era difícil ver a una mujer colgada en la parte de delante del escenario. No pudo evitar reír dulcemente, y ajustó el tricornio en su cabeza, al parecer también era de su talla.
Cuando terminó de cantar, se subió al escenario, sumándose a los aplausos. Le gustaba meterse con ella, pero esto se lo merecía. Y joder, incluso Nissa había aparecido para hacerlo, incluso consiguió hacer que sonaran de alguna forma que no terminaba de entender. Aunque claro, solo ella podía verlo y escucharlo.
Elyria se acercó tranquilamente a la rubia con una feliz sonrisa decorando su rostro. “Has estado genial, Alice.” Finalmente se paró frente a ella. “Aunque no vas a ganar un concurso de bañadores solo por tener una voz bonita.”
Antes de que pudiera terminar de responder, la interrumpió colocando el dedo índice sobre sus labios. Elyria caminó hasta su espalda, colocando las manos en sus hombros con delicadeza, agachándose un poco y acercándose. “Espero que cuando me lleves a tu querida bañera de hidromasaje te quites un poco más de ropa…” susurró en su oído en un tono provocativo. Saco la lengua, rozando su oreja efusivamente. “Aunque tendrás que esperar a esta noche.” Entonces se separó de ella. “Aprovecha para actualizar tus frases de ligoteo de hace cuarenta años.” Acto seguido se quitó el sombrero para devolvérselo, colocándolo en su cabeza. "Y por una vez, algo te queda mejor a ti."
Con una sonrisa, abandonó el centro del escenario, yendo donde estaban Julianna y el resto. Tenía que dejarle el espacio a futuras concursantes, aunque claro, no es como si tuviesen mucho que hacer contra ellas. Estaba más que claro que la victoria sería para una de las tres, aunque Elyria confiaba en poder conseguirla, aún si le habían puesto un maldito traje de neopreno. Aún estaba molesta por ello.
Recordó la situación de la peliblanca, así que rápidamente salto al agua, usando las cabezas de los robots como plataformas para correr hasta la orilla. Entonces cogió sus cosas, que aún seguían en la arena. Por suerte no se las habían robado, menos mal. Lo guardo todo en el bolso de paja y se puso el sombrero y las gafas de sol, ya le había dado mucho en la cara y no quería quemarse, que estaba muy blanquita. Tenía que acordarse de volver a echarse crema, pero ya lo haría una vez arriba, tenía que llevarle algo de ropa a Julianna. Así que corrió de vuelta al escenario.
“Hey Jul, usa esto anda,” dijo entregándole el vestido blanco con el que había bajado a la playa. “Creo que necesitas un cambio de ropa, ¿no?” Sonreía felizmente mientras hablaba, estaban pasando cosas muy raras, pero por qué mentir, se lo estaba pasando bien a pesar de todo el caos. Y estaba conociendo un montón de gente nueva, eso siempre era de agradecer. Últimamente estaba haciendo muchos enemigos con tanta investigación. Destapar los negocios turbios y la corrupción de la gente no le solía sentar muy bien a los que se beneficiaban de ella.
Finalmente, sacó el bote de crema solar de su bolso, poniendo una buena cantidad en sus manos y comenzando a esparcirla por todo su cuerpo. Miró de reojo a Alice, riendo por lo bajo. "Deja de mirar y ayúdame a poner esto en mi espalda, anda."
Julianna M. Shelley
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¡Ese era el chico de antes! Al escuchar al juez hablar de que alguien se había dejado un niño en el escenario, fue a rescatarlo. De alguna manera había acabado al lado de la silla del juez y… este acababa de darle una patada. No con mucha fuerza, pero pobrecito. Se acercó y con cuidado le arrastró hasta apartarlo de la zona de peligros del escenario. O eso iba a hacer, pero la actuación de Alice le distrajo y terminó sentándose al lado de él, todavía sujetándose los pechos con una mano.
¿Wanderlust, había dicho? Era un apellido ciertamente bonito. Le quedaba bien. Estaba esperando su prueba, pero se hartó del comentarista y ni corta ni perezosa, lo echó del sillón. Tiré del chico para apartarnos y que no nos diera. Ahora estábamos en primera fila para el espectáculo y no decepcionó.
Jul sonrió al escucharla cantar. A ella no se le daba bien y siempre le gustaba escuchar a otras personas. Lo que no esperaba era el truco de magia. De alguna manera, se cambió de ropa y… de poco le valió, porque saltó del sillón y se fue a… bueno, a quitársela delante de todos. Con disimulo, Jul aprovechó y se fue a sentar al sillón del juez. Y entonces, Alice tiró su sombrero a… ¡Ely! ¡Ahí estaba! Ah, al final todo estaba resultando ser un caos. La vio correr a la arena, coger algo y volver junto a ella. Cogió el vestido con delicadeza, ilusionada.
-¡Muchas gracias!
Normalmente no le gustaba utilizar ropa de otra gente, pero un regalo era algo diferente. Se lo puso por la cabeza, cuidando de que no se cayera el bañador antes de tiempo. Pero enseguida constató que se veía la tela suelta bajo el vestido, así que agarró el escalpelo e hizo un par de cortes estratégicos. Pronto su bañador de una pieza se había convertido en la parte de debajo de un bikini. Mucho más cómodo.
-Es muy bonito. Cuando era más pequeña solía vestir un montón de vestidos, pero últimamente…
El concurso parecía estar llegando a su fin. El juez ya no estaba en el trono y todos los concursantes habían llevado a cabo sus pruebas. Incluso ella había participado al final. Ahora quedaba que anunciasen al ganador.
-¿Crees que el resto de concursos seguirán en pie? Con lo de los robots y aquel barco…
Seguían por ahí. Más calmados, algunos seguían haciendo perrerías mientras otros se habían quedado a ver y vitorear el concurso. Algo le decía que la paz no dudaría mucho.
¿Wanderlust, había dicho? Era un apellido ciertamente bonito. Le quedaba bien. Estaba esperando su prueba, pero se hartó del comentarista y ni corta ni perezosa, lo echó del sillón. Tiré del chico para apartarnos y que no nos diera. Ahora estábamos en primera fila para el espectáculo y no decepcionó.
Jul sonrió al escucharla cantar. A ella no se le daba bien y siempre le gustaba escuchar a otras personas. Lo que no esperaba era el truco de magia. De alguna manera, se cambió de ropa y… de poco le valió, porque saltó del sillón y se fue a… bueno, a quitársela delante de todos. Con disimulo, Jul aprovechó y se fue a sentar al sillón del juez. Y entonces, Alice tiró su sombrero a… ¡Ely! ¡Ahí estaba! Ah, al final todo estaba resultando ser un caos. La vio correr a la arena, coger algo y volver junto a ella. Cogió el vestido con delicadeza, ilusionada.
-¡Muchas gracias!
Normalmente no le gustaba utilizar ropa de otra gente, pero un regalo era algo diferente. Se lo puso por la cabeza, cuidando de que no se cayera el bañador antes de tiempo. Pero enseguida constató que se veía la tela suelta bajo el vestido, así que agarró el escalpelo e hizo un par de cortes estratégicos. Pronto su bañador de una pieza se había convertido en la parte de debajo de un bikini. Mucho más cómodo.
-Es muy bonito. Cuando era más pequeña solía vestir un montón de vestidos, pero últimamente…
El concurso parecía estar llegando a su fin. El juez ya no estaba en el trono y todos los concursantes habían llevado a cabo sus pruebas. Incluso ella había participado al final. Ahora quedaba que anunciasen al ganador.
-¿Crees que el resto de concursos seguirán en pie? Con lo de los robots y aquel barco…
Seguían por ahí. Más calmados, algunos seguían haciendo perrerías mientras otros se habían quedado a ver y vitorear el concurso. Algo le decía que la paz no dudaría mucho.
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Por fin había terminado de quitarme la mayoría de ese aceite, por lo menos de la parte de las piernas, para no tener que ir con cuidado de resbalarme. Dejé una de las muchas toallas que me habían dejado en un cubo de ropa sucia que sostenía uno de los bots y me volví a poner la chaqueta. Durante este tiempo no había notado miradas en mi dirección, y eso que no estaba muy apartada del escenario, pero no era de extrañar. Miraba con envidia al resto de participantes, pieles de porcelana, cuerpos casi perfectos y caras de muñecas, todo ello acentuado por encantos que salían casi de manera natural. Algunas tenían reacciones más afines a las mías, otras se dejaban llevar por el espíritu del concurso y lo daban todo hasta tal punto de hacerme apartar la mirada por la vergüenza ajena. Suspiré envidiando lo femeninas que eran "...a diferencia de mí" pensé mirando mi cuerpo musculado, tampoco era como si quisiera atraer miradas, pero, este sentimiento me recordaba a mi época de estudiante.
- Con permiso. - Uno de los bots me llamó la atención con una voz suave y educada, a diferencia de el resto parecía que tenía pintado un chaleco y una pajarita de camarero encima de la chapa. - Se vos apetece, temos barra aberta para os participantes. - Extendió una de las manos, señalando una barra con taburetes que parecían haber terminado hacer poco a un lado del escenario.
Casi sin pensar asentí con la cabeza y me incorporé, caminando en silencio los metros que me separaban de la barra. Me vendría bien tomar algo fresco para despejar la cabeza. Aparté uno de los taburetes y me apoyé en la barra, echándole un vistazo a la carta mientras recordaba con la cara roja lo último que me había pasado. Chasqueé la lengua, todo llevaba alcohol, no me gustaba mucho beber, y menos a estas horas pero... ¿Qué demonios? necesitaba algo para animarme, así que procuraría pedir algo dulce. Mis manos no se movieron, pero señalé una copa llamada Little Garden Green.
- Marchando. - Dijo el bot, quien se puso a preparar rápidamente el cóctel.
Extrañada, miré la carta. Señalando el nombre sobre ella no había ninguno de mis dedos, sino una terminación metálica que me era familiar. Abrí los ojos al ver cómo los tentáculos que tenía antes enrollados en las piernas se habían conectado de alguna manera a las terminaciones del implante ¿Pero cuando? Me subí la chaqueta para mirar en el reflejo de una lamina metálica que habían usado para hacer la barra. La conexión era limpia, no había sido algo casual, estos puertos sólo los hacía una persona que conociese... y ahora todo empezaba a tener un poco de sentido. Bueno, si estaba alguno de ellos detrás de esto tampoco podía preocuparme mucho, al menos sabía donde encontrarlos... y cómo tomarme mi pequeña venganza. Miré de nuevo los tentáculos, la punta de estos empezó a moverse siguiendo mi mirada, supuse que esto sería una forma de esa persona de compensarme por las molestias, pero de una bronca no se iba a librar.
- Bueno... por lo menos la bebida está buena... - Dije viendo cómo terminaba la canción y sorbiendo por la pajita de un baso que sostenía con uno de los tentáculos. Esperaba que lo siguiente a las pruebas no fuera algo loco como pelear contra un robot gigante o una battle royale.
*Mientras tanto, en la sala de control*
Claris revisa las múltiples pantallas coordinado al equipo para escoger las escenas más jugosas de las últimas participantes. Los momentos más emocionantes, los planos más picantes, los comentarios más pícaros, todo tenía que ser perfecto, al igual que el material que le habían dado. Parecía que las cosas se habían desmadrado un poco, pero nada que amenazase la integridad de la operación. Los concursantes iban y venían con pruebas de lo más variopintas que dejaban al público tan entretenido como expectante por más. Y más recibirían.
- Todo va según el plan. - Dijo esbozando una sonrisa con unos dientes blancos que brillaban en la penumbra con la luz de los monitores. - ¿No es cierto... Illopunk?
Detrás de la joven, la escasa luz de las pantallas deja ver una figura familiar. Una maltrecha y más arcaica versión de los robots que pululan por todas partes, le faltan los brazos y piernas, de los huecos en el armazón, así como de su espalda, surgen una miríada de tubos y cables que lo mantienen suspendido, en una perfecta conexión a una increíblemente compleja maquinaria. Su único ojo, visible bajo el armazón roto se ilumina con una luz roja, y con un chirrido de metal mal engrasado alza la cabeza a la vez que una risa en gallego resuena por la sala.
- Con permiso. - Uno de los bots me llamó la atención con una voz suave y educada, a diferencia de el resto parecía que tenía pintado un chaleco y una pajarita de camarero encima de la chapa. - Se vos apetece, temos barra aberta para os participantes. - Extendió una de las manos, señalando una barra con taburetes que parecían haber terminado hacer poco a un lado del escenario.
Casi sin pensar asentí con la cabeza y me incorporé, caminando en silencio los metros que me separaban de la barra. Me vendría bien tomar algo fresco para despejar la cabeza. Aparté uno de los taburetes y me apoyé en la barra, echándole un vistazo a la carta mientras recordaba con la cara roja lo último que me había pasado. Chasqueé la lengua, todo llevaba alcohol, no me gustaba mucho beber, y menos a estas horas pero... ¿Qué demonios? necesitaba algo para animarme, así que procuraría pedir algo dulce. Mis manos no se movieron, pero señalé una copa llamada Little Garden Green.
- Marchando. - Dijo el bot, quien se puso a preparar rápidamente el cóctel.
Extrañada, miré la carta. Señalando el nombre sobre ella no había ninguno de mis dedos, sino una terminación metálica que me era familiar. Abrí los ojos al ver cómo los tentáculos que tenía antes enrollados en las piernas se habían conectado de alguna manera a las terminaciones del implante ¿Pero cuando? Me subí la chaqueta para mirar en el reflejo de una lamina metálica que habían usado para hacer la barra. La conexión era limpia, no había sido algo casual, estos puertos sólo los hacía una persona que conociese... y ahora todo empezaba a tener un poco de sentido. Bueno, si estaba alguno de ellos detrás de esto tampoco podía preocuparme mucho, al menos sabía donde encontrarlos... y cómo tomarme mi pequeña venganza. Miré de nuevo los tentáculos, la punta de estos empezó a moverse siguiendo mi mirada, supuse que esto sería una forma de esa persona de compensarme por las molestias, pero de una bronca no se iba a librar.
- Bueno... por lo menos la bebida está buena... - Dije viendo cómo terminaba la canción y sorbiendo por la pajita de un baso que sostenía con uno de los tentáculos. Esperaba que lo siguiente a las pruebas no fuera algo loco como pelear contra un robot gigante o una battle royale.
*Mientras tanto, en la sala de control*
Claris revisa las múltiples pantallas coordinado al equipo para escoger las escenas más jugosas de las últimas participantes. Los momentos más emocionantes, los planos más picantes, los comentarios más pícaros, todo tenía que ser perfecto, al igual que el material que le habían dado. Parecía que las cosas se habían desmadrado un poco, pero nada que amenazase la integridad de la operación. Los concursantes iban y venían con pruebas de lo más variopintas que dejaban al público tan entretenido como expectante por más. Y más recibirían.
- Todo va según el plan. - Dijo esbozando una sonrisa con unos dientes blancos que brillaban en la penumbra con la luz de los monitores. - ¿No es cierto... Illopunk?
Detrás de la joven, la escasa luz de las pantallas deja ver una figura familiar. Una maltrecha y más arcaica versión de los robots que pululan por todas partes, le faltan los brazos y piernas, de los huecos en el armazón, así como de su espalda, surgen una miríada de tubos y cables que lo mantienen suspendido, en una perfecta conexión a una increíblemente compleja maquinaria. Su único ojo, visible bajo el armazón roto se ilumina con una luz roja, y con un chirrido de metal mal engrasado alza la cabeza a la vez que una risa en gallego resuena por la sala.
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