Episodio de vacaciones con fanservice absurdo [Libre]

—Sí, estoy perfectamente, gracias, solo tengo algo de hambre —. Suspiró tras esas palabras y, al escuchar el resto de lo que la señora pelirroja estaba diciendo le dio un golpe con la cabeza a la madera, la cual crujió y se astilló en algunos puntos.

Respiró de manera profunda una, y dos, y tres veces. Luego una más. Y otra. Y así casi un minuto entero, centrándose por completo en su propia respiración, intentando controlar su cabreo; es decir, no es como si no pareciese un niño de verdad, era simplemente la realidad, y la señora aquella no tenía culpa alguna de que estuviese enfadado con su padre por ser un tremebundo trozo de mierda que juega con la genética humana. ¿A quién coño se le ocurre intentar mejorar su sangre para parecerse a un puto lagarto con alas? Es que ya había que tener mal gusto, de verdad.

Mientras Yuuki se debatía entre levantarse o no mientras se intentaba calmar escuchó de fondo una voz cantar. Una que le sonaba. Y es que era la chica rubia con la que se había encontrado antes. Levantó su torso apoyándose con las manos en la madera y la miró, admirando su voz resonar por el escenario. También se estaba desnudando, por lo visto, pero su vista no podía despegarse de sus labios, casi como si pudiese ver las notas recorrer el aire a su alrededor. Era todo un espectáculo, y Yuuki parecía estar absorto en él. Tanto que no se dio cuenta de que una de la peliblancas se lo había llevado a rastras por su traje de maid.

   —Espera, ¿y la pelirroja? Quería disculparme por darle una patada en la espinilla. Por cierto, gracias por sacarme de ahí. Yuuki; un placer, ¿señorita...? —comentó mientras la rubia parecía estar acabando su espectáculo y el resto de gente aplaudía como unos descosidos—. Espera de nuevo —dijo en alto sin darse cuenta de que la chica ya no estaba siquiera a su lado—, ¿eso de ahí no son burbujas?

Y echó a correr justo donde se estampó contra el suelo de madera, viendo que a apenas un metro de distancia, donde empezaba el agua, había una gran cantidad de burbujas. Entrecerró los ojos intentando centrarse bien en lo que había debajo del agua y ahí estaba, un punto rojo en medio del azul oscuro del mar.

   —No me lo puedo putisimo creer. ¿Quién viene a una playa sin saber nad-? —Paró en seco, recordando que las frutas dle diablo existían—. Oh. —dijo, muy bajito, mientras una señora con el pelo rosa que estaba comiendo a decenas de metros del lugar miraba con curiosidad a su alrededor, como buscando algo, para justo entonces decir, tampoco demasiado alto y sin demasiada preocupación encima: "¿Claude?".

Pero Yuuki no estaba donde la señora pelirosa, sino donde la pelirroja, y ya estaba nadando hasta donde el punto rojo parecía estar pasándolo mal. Nadó tan rápido como pudo, pasó el brazo de la chica por su cuello y, concentrándose como nunca lo había hecho, intentó crear una pequeña plataforma de hielo justo debajo suya para usarla como soporte y así ganar impulso para llegar a la superficie. Una vez fuera pero aún en el agua miró a la chica que tenía agarrada; parecía estar bien, más allá de que tenía la sensación de que no se llevaba demasiado bien con el agua. Fue a proponerle el sacarla del mar y ponerla por fin en suelo firme, pero había algo que no cuadraba... El cómo se movía el agua no era natural.

—Pero qué cojon-

A lo lejos, en el punto más alejado de la arena de la playa que llegaba ese lugar, algo empezó a salir del mar. Parecía ser enorme, y cuando más se acercaba más y más se alzaba sobre las olas, posiblemente llegando a los diez metros por encima de estas. Al principio el sol hacía que solo se viese el contorno de la criatura, y los rugidos mecánicos que soltaba casi podía decirse que intimidaban... Pero es que una vez las vistas se acostumbraban al cambio de claridad se podía ver que... Bueno, que era igual de cutre que los robotos que habían en la playa. Parecía imitar a un kaijuu, una especie de dinosaurio gigante, pero con las características cutres de los gatos mecánicos, con las manos en forma de bola, de color azul y blanco y una cabeza en forma redonda con ojos redondos y una sonrisa bastante disonante con el resto de su cara.

—Pero qué coño le pasa a la gente por la cabeza en este lugar?

Una voz mecánica resonó por todo el recinto a través de la megafonía del sitio, áspera, rota, como si a una persona le costase respirar mientras hablaba: "Sufriréis las consecuencias de haber mancillado este lugar sagrado". Y entonces la bestia mecánica rugió, y su sonido, que parecía más un pato de goma chillón al rugido de verdad de una bestia, se hizo eco por toda la playa.

- ¡Estás descalif...!

Parece que esta chica conoce las normas. Hasta que el juez no glosa adecuadamente la descalificación de una participante esta aún tiene tiempo de reaccionar y cumplir con el cometido impuesto. Sin embargo estoy bastante seguro de que tirarme de la silla, empezar a aporrear botones que solo son de mi incumbencia y tirarme al agua está un poco fuera de límites para lo que este concurso debería querer representar: Una competición un tanto sexista con tonos misóginos para todos los públicos que se venderá en VHM -Video Home Mushi- y en MVD -Mushi Versatile Disc- para que cualquier pajillero en cualquier parte del mundo pueda ver a una chica musculosa rodeada de tentáculos, una suerte de limos devorando la ropa de una pechugona y... ¿Un striptease?

Hablando de todo un poco, estoy en el agua. Creo que este pensamiento ya ha venido a mí hace un momento, pero hay que recalcarlo. Estoy en una zona bastante profunda, solo me asoma la cabeza mientras estoy de puntillas y si bajo los talones seguramente mi nariz esté a milímetros de tocar el agua. Por suerte he reaccionado a tiempo y el micro está fuera del agua, como mi brazo que lo sostiene. La verdad, creo que podría salir caminando, ¿pero cuántas oportunidades voy a tener de practicar esto en un entorno seguro?

- ¡Oh no, me ahogo! -exclamo, sacando pecho para proyectar mejor la voz-. Los elementos del mar son lo único que jamás podría derrotarme, y así lo habéis visto. Sed testigos de cómo Claude von Appetit, tras años surcando los mares y haciendo caer a aquellos que se decían los más fuertes, solo pudo ser vencido por la furia de la Madre Tierra. Ahora, difundid mi leyenda...

Estoy acompañando mi declamación de avivados movimientos de los brazos y extravagantes piruetas con las piernas tratando de dar todo el realismo posible a mi interpretación. Es tan fidedigna que hasta el niño, puro de corazón, decide lanzarse a salvarme. Yo espero mientras mantengo mi fachada lo más creíble que puedo, y cuando me acerca al escenario me agarro a la plataforma con las manos. El agua tiembla, y yo miro a la chica que ha usurpado mi sitio.

- ¡El botón verde! -le grito-. ¡Pulsa el botón verde!

Sin esperar a su respuesta me impulso hasta dar con la plataforma. En una acrobacia felina ruedo hasta ponerme de pie y pulso el botón. Tras ofrecer mi ayuda al jovencito
tendiéndole la mano, miro a la usurpadora. Y me tumbo encima de ella.

- Podría acostumbrarme a esto -comento, ya acercando el micro a mis manos-. La verdad es que la joven Julianna no solo es bella, sino también cómoda. Un deleite para los sentidos. Sin embargo, y aunque mi corazón dicta que su tierna inocencia merece ser recompensada con la victoria... Esto aún no ha terminado.

Los acordes se van haciendo cada vez más rápidos e intensos mientras una criatura se alza de ente las aguas. Lo primero que se puede ver es una gigantesca aleta de tiburón, seguida por dos orejas redondeadas de mapache y una gigantesca cara de lavatrón con las cejas pintadas para dar pie a una expresión malévola. Por todo su cuerpo lleva una suerte de escamas rojas, aunque le faltan algunas de ellas y en lugar de bolas tiene manos. ¡Tiene manos!

- ¡Bienvenidos y bienvenidas, damas y caballeros, a la prueba final del concurso de trajes de baño femenino! -exclamo. Illopunk me hizo un favor enorme al pasarme el programa completo, o ahora estaría preocupado-. ¡Dad la bienvenida a Kaiyuemon!

- ¡Roar! -exclama en gallego-. ¡Ruxido! ¡Tremede ante as miñas mans con pulgares opoñibeis! ¡Lavatróns ceibes!

- Un detalle curioso acerca de Kaiyuemon es que sus pulgares oponibles guardan armas que jamás podríais imaginar. Por ejemplo...

- ¡A bomba de megatróns cambiadora!

Todos los trajes de baño de la gente fuera del escenario desaparecen -menos mal que Illje está vestida- y en su lugar un collage de ropa robada comienza a conformar un escueto bikini alrededor de la bestia. Esta suelta una risotada gutural y comienza a avanzar hacia el escenario, sacando de su peto máxico un churro de piscina con empuñadura.

- ¡Os dije que ibais a tener que pelear, y quien avisa no es traidor! Para ganar esta prueba no bastará con derrotar al Kaiyuemon, sino que deberéis devolver la ropa a la gente correcta para sumar puntos. ¡Y estarán anotados en la pantalla tras de mí! -El primer golpe de Kaiyuemon destruye la pantalla-. Bueno, parece que tendremos que contar a mano, ¿tú qué opinas, Illje?

- ¡Qué buena idea! -se escucha por los altavoces-. Es una combinación perfecta de especias para hacerlo increíble.

- Alegoría un tanto extraña, Illje, pero has dado en el clavo. ¡A combatir, chicas fanservice!

- ¡Gracias! -contesté animosamente cuando Ely volvió-. Sé que también es porque soy incre...

Perdí el hilo. En cuanto posó un dedo sobre mis labios noté que me ruborizaba, y cuando se puso detrás de mí el mundo pareció dar una vuelta entera. No estaba acostumbrado a esa cercanía, a esa sensación que no sabía muy bien cómo describir. Me tomó de los hombros, que se tensaron de golpe, y se agachó hasta que casi podía sentir su piel contra mis oídos. No sé si no alcancé a escuchar lo que me dijo o el escalofrío que recorrió mi espalda como un relámpago cuando me lamió delicadamente la oreja me hizo olvidarlo, pero me quedé quieto en el sitio, rígido hasta que se separó de mí, devolviéndome el tricornio.

- Supongo que podría quitarme algo más -contesté-. Pero cuanta más ropa me quite mejor me va a quedar.

Cuando la chica se fue todo el dolor que había estado ignorando comenzó a pasarme factura. Las rodillas temblaban, los tobillos ardían y cuando traté de dar un paso adelante noté un crujido desagradable que advertía de que había sido suficiente tacón por hoy. Con mucho cuidado me senté en el propio suelo, quitándome tanto la camisa como el sombrero, y comencé a guardar cada cosa en el bolso, que estaba tirado por el suelo, haciendo de cada prenda una vez dentro oscuridad y devolviéndola a la pompa de mi nuca. Tras eso me masajeé las piernas cuidadosamente o, al menos, lo intenté. El loco del presentador no parecía demasiado dispuesto a darnos un respiro y regresó a la plataforma con ayuda del niño conejo, que lo había salvado de ahogarse.

La música se volvió atronadora mientras las aguas se rompían para dar entrada a la madre de todos los lavatrones, una suerte de gato cósmico con disfraz e lo que pretendía ser una especie de dinosaurio que rugía en un idioma incomprensible y detonó la que parecía el arma más destructiva que ese día de playa podía imaginar: La bomba cambiadora. Con un destello blanco inundó toda la playa, que por un instante quedó en completo silencio. Como si de un extraño hongo se tratara un sinfín de prendas de ropa de baño se elevaron hacia los cielos en una suerte de nube hongo que colapsó sobre el cuerpo del robot, pegándosele cada parte hasta formar un extraño bikini que si llevase Jul abrazaría lo indecente. Qué demonios, aun si lo llevase Krein sería un insulto a los buenos modales vestir eso. ¿Y de verdad estaba disimulando un pie de camello?

- Qué puto asco -musité. Por lo menos una rápida visual bastó para cerciorarme de que aún llevaba ropa, por poca que fuese.

Escuché la prueba. Al parecer había que enfrentar al monstruo para devolver la ropa a todo el mundo. La mayoría de la gente, al percatarse de que estaba desnuda, entró en pánico y comenzó a busca por todas partes algo con lo que cubrirse, desde toallas hasta paños varios y tela de sombrilla. La dificultad radicaba en varias cosas, la más importante de ellas que no sabíamos qué iba a hacer con sus pulgares oponibles, las armas que podía guardar en ese peto máxico o todas las cosas que podía haber entre nosotros y el bicho que no supiésemos.

Recogí el pantalón del suelo y me lo puse, así como unas sandalias que habías guardado en el bolso por si acaso. Volví a ponerme la camisa -me sentía más cómodo con ella, aun sin las vendas- y me preparé para el ataque. No tenía arma ninguna, pero claro, teniendo en cuenta la calidad de los armatostes eses tampoco era como si solo utilizar los puños fuese a ser un problema. Más bien, sería llegar hasta él y escalarlo.

- ¡Mirade cómo brillo! -gritó tras derribar la pantalla gigante, echándose aceite por encima. Definitivamente iba a ser complicado. Y asqueroso, una vez se lo devolviésemos a sus dueños.

Me acerqué a las demás y a Krein con calma y una sonrisa que no era capaz de retirar.

- Igual para hacer esto deberíamos colaborar -dije-. Por cierto, ¿qué ha sido de Roberta? Estaba aquí hace un momento.

Por un momento pensé que la barra era un lugar seguro, un remanso de paz en el que poder tomarme algo fresco alejada de las miradas del público y del espectáculo que los mantenía embelesados. Pero ¿Cómo no? como si mis pensamientos fueran unos bocazas, apareció algo de entre las olas a perturbar esa paz pasajera de la que disfrutaba. Un lavatrón gigante, el cual se alzaba unos diez metros por encima de las olas y con unas manos anatómicamente correctas "atacó" el concurso, de una manera que estaba claro que era una de las pruebas para los concursantes.

Un destello me hizo cerrar los ojos, y una nube en forma de hongo se levantó entre el público, revelando que estos habían perdido los trajes de baño, los cuales habían formado un bikini en el bot gigante. Abrí los ojos, lo primero que pude ver fue uno de los tentáculos cerrando la cremallera de la chaqueta, casi como un arco reflejo, así como luego enrollándose en mi cintura para formar una parte baja de bikini improvisada. Era curioso, había tenido un presentimiento un instante antes de la bomba, y ellos habían reaccionado. Pero eso no evitó que me tapara con las manos por instinto, con la cara completamente roja al notar que mi traje de baño había desaparecido.

Parecía que algunos de los concursantes estaban listos para luchar, quizás para ganar el concurso, yo por mi parte tenía un motivo diferente, recuperar mi traje de baño, y destruir esa cosa. No llevaba armas encima, así que tendría ingeniármelas para llegar hasta ellas. Necesitábamos un plan, y ahora que estaban la mayoría en el escenario era la hora de acordarlo para poder coordinarnos.

- C-cierto, tenemos que colaborar. - Dije con una voz un poco más baja de lo normal, evitando mirar a nadie directamente e los ojos con la cabeza agachada, mientras tanto me adelanté para ponerme al lado de Alice. - Si ganáis tiempo yo puedo ¡Kya!- Di un mal paso sobre un charco de aceite, resbalándome y cayendo al suelo, deslizándome de espaldas sobre este hasta caer de lleno en un lugar familiar, la fosa de tentáculos. Otra vez no.

Los tentáculos volvieron a rodearme, pero su toque no era el mismo, no era un tacto lascivo, no intentaban restregarse por lugares innombrables, sino que su movimiento era uniforme, coordinado, gentil, ofreciendo un inesperado apoyo mientras me conducían a lo más profundo de la fosa donde el bot que los controlaba residía. Ante eso sólo podía pensar ¿Qué demonios estaba pasando?, pero mi boca no podía articular ninguna palabra.

- Aceptáronte como un dos seus. - Dijo con una voz serena. - Os tentáculos son parte de ti, e ti deles. Agora vai miña filla. - Y tras decir eso la fosa empezó a temblar mientras un montón de tentáculos comenzaban a ascender desde el fondo.

 No pudo evitar que una dulce risita escapase de sus labios después de escuchar a Alice. La reacción que había sentido en ella no tenía nada que ver con la seguridad con la que pretendía decir esas palabras. “Ese es el plan, cielo. Aunque si ya te has puesto así por un pequeño roce… A ese ritmo te me vas a derretir antes siquiera de que lleguemos al jacuzzi. Tenía ganas de probar—de probarte.” Evidentemente solo bromeaba y le molestaba un poco, no podía importarle menos la hamaca, la bañera de hidromasaje y quién sabe qué más. Pero era divertido picarle.

 Después de darle su vestidito a Julianna, sonrió felizmente ante sus palabras. El vestido le quedaba genial, y tenía cierto encanto ver a otra persona vistiendo algo que era suyo. Pero la felicidad no duró mucho. De repente, un robot gigante con unos temibles pulgares oponibles apareció. ¿Illopunk? Pensé que Alice ya había destruido a ese robot pervertido del averno. Bueno, cosas de robots supongo.

 Cuando anunciaron la prueba y toda la gente de la playa—excepto los suertudos que se encontraban en el escenario—perdieron su ropa interior, se formó el caos. Y Elyria dió gracias a que corrió a por sus cosas; llega a tomárselo con un poco de calma y hubiese sido atrapada ahí en medio. Y bueno, si perdía la ropa interior, ese traje de neopreno lleno de ventanas y agujeros se habría vuelto… demasiado revelador.

 Por suerte, se había formado un buen grupo. Y Alice estaba… ¿sonriendo? No sabía si sonreír en una situación así era lindo o extraño, pero no era el momento de preocuparse por esas cosas. “¡Vamos! Enseñemosle a ese mapache pervertido a no meterse con las reinas de la playa. Y sí, eso te incluye a ti, Yor.”

 Entonces saltó del escenario, usando la fuerza de sus piernas para correr por el aire en dirección al nuevo Illopunk. No estaba armada, y siempre dependía de Khione para pelear, pero esta vez tendría que conformarse con las patadas. No era su fuerte, pero en cualquier caso, parecía un buen momento para entrenarlo. Después de todo, esto solo era una prueba más del concurso y estaban seguras, ¿no?

 “¡Non son un mapache!” Gritó el robot gigante a través de un megáfono unido a su boca “¡Uns ratos comeronme as orellas! Te vah a entera’ ahora der pode de los purgare opomi…oroni…oconib… ¡De lo’ pulgareh!” Y entonces agarró su espada churro gigante con ambas manos cual mandoble, atacando con fuerza.

 Pero Elyria era más rápida, así que golpeó el cielo con ambos pies para esquivarlo hacia arriba. Bueno, o eso pensaba. De la hoja de la espada, creció otra rápidamente como si fuese un árbol hasta arriba de hormonas. Y este golpe no pudo esquivarlo, recibiendo un fuerte churrazo en su estómago que la mandó volando por los aires.

 “O equipo Rocket despega de novoooooo,” pudo escuchar a lo lejos.

¿De dónde había salido el pelirrojo? Se le había sentado encima sin ni siquiera pedir permiso. Se giró a un lado buscando al chiquillo peliblanco, que había dicho que le estaba buscando, pero ya no estaba allí. Julianna se encogió de hombros y se acomodó un poco. Intentó empujar al pelirrojo y apartarlo, pero no hubo manera. Tampoco pesaba demasiado, así que se hizo un lado para que no le tapara la vista y dejó que siguiera el espectáculo.

Lo peor, realmente, era que había vuelto a coger el micro y le estaba destrozando un poco los oídos. Era el comentarista, al fin y al cabo. Y por lo visto, por muy cómoda que fuera ella, el concurso todavía no había terminado. Observó con una mezcla de horror y curiosidad como un robot enorme se alzaba en mitad del escenario, mirándoles amenazadoramente. Se parecía a los pequeños, pero lo cierto era que las manos oponibles terminaban de darle un aspecto… terrorífico. Le recorrió un escalofrío y se escudó detrás del pelirrojo. A ver, sí, podía ir a pegarse con el bicho y realmente asegurar la paz de la gente entraba dentro de las competencias de su trabajo. Por otro lado estaba de vacaciones, la habían metido en el concurso de bañadores a traición y si tiraba al pelirrojo al suelo para ir sus oponentes serían dos. No era una perspectiva que le interesase en lo más mínimo. Además, todo eso tenía que estar organizado por el hotel, ¿no?

Oyó los gritos de la gente. El robot había vuelto a utilizar su extraña cosa para cambiar ropa y el pánico se estaba desatando en el agua mientras a él le crecía un extraño bikini hecho de muchos más pequeños. También había sacado un gigantesco churro de piscina y Julianna se aovilló un poquito más en la silla. De acuerdo, no estaba controlado. Pero claramente ella no podía dejar su sitio ahora, ¿verdad? Además, si se mantenía al margen, Ely y Alice tendrían más puntos a repartir entre ambas. En realidad era una buena estrategia.

Elyria fue la primera en atacar… y la primera en salir volando. Julianna empezó a sentirse un poco culpable al verla, pero entonces uno de los robots pequeños se acercó a ella y al pelirrojo con un par de copas en las manos.

-Temos barra libre a disposición dos concursantes.- Dijo, por toda explicación.

Julianna, curiosa, agarró una de las copas. Era grande, rosa y tenía una sombrillita. Olía a fresa, además. Tras darle un pequeño sorbo, le dio un gran trago. Estaba fría y terriblemente rica.

-Entonces… ¿qué ocurre si no consiguen derrotar al robot? - Le preguntó al juez, curiosa.

- ¡Vaya, esto empieza a ponerse emocionante! -comento por el micrófono. Acto seguido lo apago, mirando a Julianna-. En verdad esto empieza a aburrirme. Yo solo me apunté a esto porque Illopunk me prometió un mascarón con forma de gallo para el barco, ¿sabes? hacerlo más... Mío. Sí, creo que esa es una buena forma de decirlo. Pero para mí estas pruebas son un tanto misóginas y la verdad es que os degradan como mujeres. Es decir, no veo nada de malo en que luzcáis bañador, por favor mírame. -Hago un gesto señalando mi fabuloso bikini-. Pero no tenéis nada que demostrar a nadie, mucho menos a una pandilla de lerdos que ni crema solar saben echarse. -Enciendo el micro de nuevo-. ¡Vaya, parece que Roberta ha estado fuera del escenario y Kaiyuemon no ha tenido piedad! Fijaos dónde lleva el tentáculo, ¿lo estará disfrutando? Vamos damas y caballeros, sabéis lo que tenéis que hacer. ¡Dejad de taparos las vergüenzas y aplaudid las de Roberta! -Vuelvo a apagarlo-. La verdad es que me odio un poco por todo esto, ¿sabes? Bueno, ¿cómo lo vas a saber? Si debes estar pensando en la suerte que tienes de que alguien como yo esté sobre alguien como tú... Bueno, no quiero decir que estés mal, pero yo... Es que soy otro nivel, ¿sabes? Como lo que hay por encima de todos los pelirrojos, que evidentemente son el culmen de la evolución a nivel kinky. -¿De verdad he dicho kinky?-. Seguro que tú me entiendes, eres peliblanca. Es casi como el nivel superior a pelirrojo, aunque te falta ser completamente albina para cuadrar ahí. Una vez...

Una combinación de factores me interrumpe. Por un lado a Ely la derriba una erección surgida del churro de piscina al mismo tiempo que Roberta es arrastrada de nuevo a la sopa de tentáculos. Según el guion es normal y no debería preocuparme, aunque me da un poco de miedo que el guion se vaya actualizando cada treinta segundos a medida que alguien hace una cafrada. En cualquier caso sigo informando hasta que llega un lavatrón cargado de copas para los participantes, y hasta me ilusiono:

- ¿Para mí también? -pregunto emocionado-. ¿Porfi?

- Claro que si raparigo -responde-. Chucha de aquí, que a máis chuchas máis disfrutas.

El mensaje, un tanto controversial, me deja con la boca abierta. En ese momento me mete la pajita en la boca y con un golpe cariñoso me hace cerrar la mandíbula. Entonces empiezo a beber del mojito que me han preparado y agarro el vaso antes de que al camarero se le resbale de su mano-bola. No puedo evitar darme cuenta de que además del ron, la soda, la lima, la menta y el azúcar lleva un ingrediente secreto que difícilmente se puede encontrar en la mayoría de lugares: Amor puro y sincero de un robot anónimo. Es un sabor extraño, pero una vez te acostumbras delicioso. Algo así como darle un lametón a Edipo.

- ¡Vaya! ¡Parece que Elyria está pasando un mal rato, y fijaos en Alice! ¡Sigue contemplando la escena sin hacer nada! ¿Estará esperando a que sus competidoras caigan para hacerse con la victoria? Quién sabe si...

Julianna me hace una pregunta bastante interesante. No parece tener la más mínima intención de seguir en el concurso y está sentada en mi sillón, así que según las reglas eso la hace jueza, creo. Bueno, y si no yo lo declaro, que para algo soy el juez.

- En realidad si no lo consiguen no pasa nada. Al final siempre se soluciona todo, ¿sabes? Que este concurso es solo para divertir a la gente durante un rato. Sin consecuencias ni nada malo, pero también es porque derrotarlo es difícil. Verás...

Y se lo cuento.

Era el momento, los tentáculos me habían considerado una de los suyos, me habían aceptado, me envolvían en su resbaladizo abrazo y me elevaban por encima de los límites de la fosa a gran velocidad. Desde fuera, primero se veía cómo la masa de tentáculos se alteraba y elevaba ligeramente, pulsaba, se retorcía de manera caótica, para luego comenzar a moverse en espiral de forma más coordinada. Tardaron a penas unos segundos, pero en unos instantes se reunieron formando una especie de palma conmigo de pie en el centro, con la mirada clavada en los mecánicos ojos del enorme robot que tenía en frente. Un par de focos del escenario me iluminaron con dos haces de luz cruzados a la vez que daba un paso al frente.

- ¡Escúchame bien bestia mecánica! - Grité elevando un dedo acusador. - ¡Tus días de robar trajes de baño han terminado, ni todos los pulgares oponibles podrán salvarte de recibir tu merecido castigo! - Halaba con una voz más confiada, más segura de sí misma, no como una chica tímida, sino como una heroína que quería justicia, puede que feuran los tentáculos, la máscara o ambas. - ¡Lo juro por mi nombre, pues soy Tentacle Mask! - Anuncié tras la máscara formada por un par de tentáculos enrollados.

Los tentáculos se cerraron, y empezaron a retorcerse formando un puño gigante, el cual se contrajo y comenzó a elevarse. El puño formado de tentáculos mecánicos propinó un gancho ascendente que golpeó al robot en la cabeza, el golpe resonó por todo el escenario con el tañido de un gran cuerpo de metal hueco. El impacto fue tal que el puño se deshizo, dejándome al descubierto y mandándome a volar por la inercia, deshaciendo también la máscara e tentáculos. Adiós a la misteriosa heroína de la justicia Tentacle Mask, te conocimos bien durante tus 10 segundos de gloria. Volé varias docenas de metros sobre las cabezas de los asistentes, cayendo al mar tras el público, afortunadamente en una zona lo suficientemente profunda como para no golpear el fondo.

Me llevé las manos a la cara, manteniendo la respiración y los ojos cerrados con la cara roja, ahogando un grito de vergüenza bajo el agua por lo que acababa de hacer delante de todo el mundo. Subí a tomar aire, todavía sin terminar de creerme lo que había hecho, pero de pronto vi algo al fondo, no muy lejos de mí. Una figura familiar. Me puse a nadar en su dirección, la lucha no había acabado, ni mucho menos. Recuperaría mi traje de baño, a toda costa.

Roberta fue la primera en encontrar sentido a mis palabras. Casi desnuda, cubierta solo por su chaqueta y un tentáculo a modo de ropa interior apareció para constatar que nuestra única opción era, como bien había dicho, actuar en equipo. Por desgracia casi al instante la masa de tentáculos volvió a arrastrarla al foso de nuevo. De ahí se escuchaba salir una voz profunda como la Tierra misma, con un acento gallego ancestral que pareció llegar en el momento oportuno de darle a la muchacha un aumento de poder que necesitábamos para ser capaces de derrotar al infame Kaiyuemon. Por desgracia, Ely no tuvo a bien esperar y se lanzó en un brutal ataque directo contra el demonio de sonrisa despiadada, que la golpeó con su churro de piscina fractal y la derribó para soltar una nueva coletilla más adelante.

Casi de inmediato Roberta resurgió. Yo la miré, pero no era la misma. Su postura, si bien no podía asociarla del todo con alguien, ya la había visto en alguna parte. También me sonaba de alguna manera esa improvisada máscara y, sobre todo, la actitud con la que encaraba los problemas de forma muy similar a cómo lo había hecho alguien a quien conocía de algún momento en el North Blue. Alguien que... Se me heló la sangre. Si de alguna forma era eso... No, no tenía sentido. Además, no tenía mucho tiempo de pensar dado que no éramos los únicos participantes y cinco chicas llegaron en bloque.

- ¡Demostrémosle a esa cosa lo que las veteranas de concursos de playa podemos hacer! -dijo una, plantándose cuán larga era en una pose imposible mientras las demás la flanqueaban-. ¡Chicas maravilla, al ataque!

Como solo unas expertas podrían haber hecho saltaron del escenario para aterrizar sobre diversas cabezas de lavatrones, aplastándolos. Iban de máquina en máquina realizando acrobacias a cada cual más compleja mientras hacían ruiditos un tanto descocados hasta que, llegando casi frente al enorme robot, decidieron robar un gorrocóptero cada una y en una formación de vuelo sincronizado empezaron a rodear a la bestia.

- ¡Vas a ver lo que es el verdadero poder de la amistad! -gritó una.

- ¡Y la magia del verano! -exclamó otra.

- ¡Y de ser madre adolescente!

Eso último pareció coger a todas de improviso, ya que un barrido de la espada fractal pudo derrotarlas a todas. Esa arma era demasiado poderosa; cubría todos los flancos y no se podía aprovechar ningún paso en falso, porque creaba ella sola una defensa. Negué con la cabeza, pensativo. Los intentos de Roberta y Ely habían fracasado, pero el poder de la amistad y el verano tampoco habían surtido efecto. Entonces, algo se iluminó dentro de mí, un soplo de inspiración que me impulsó a robarle el micrófono al maldito presentador y comenzar a hablar:

- No sigáis peleando -resonó por megafonía-. Es un rival demasiado poderoso, una bestia hecha para que nuestras habilidades no valgan de nada. Me gustaría decir que hoy hemos aprendido el verdadero sentido de la amistad y del compromiso; que trabajando todos juntos podemos lograr lo que sea. -Rebusqué en el bolso hasta dar con lo único que podía salvarnos. Era una idea estúpida, pero nada tenía sentido aquel día-. No es así. La complicidad y la camaradería son necesarias en este mundo tan competitivo, pero no son ni serán nunca una manera de solucionar las cosas; mucho menos de derrotar a un monstruo como ese, que se alimenta de la desesperación de todos aquellos a quienes ha arrebatado todo. Figuradamente, claro. -Me empezaba a temblar un poco la voz. ¿De verdad iba a hacer aquello? Por lo menos iba por buen camino, porque Kaiyuemon se había girado hacia mí y su sonrisa poco a poco se estaba desvaneciendo-. Todo, quizás, ayude, pero solo hay una cosa que por sí misma nos salvará. El bien de muchos siempre debe pesar sobre el mal de unos pocos... O uno. La respuesta todo este tiempo era el sacrificio.

Apunté al lavatrón, que aterrado dejó caer el churro al agua. A pesar del agua que empapó toda mi ropa so hice nada, tan solo me mantuve quieto mientras me preparaba para apretar el gatillo.

- ¡La pistola cambiadora!

Cuando el rayo salió pude sentir cómo la ropa se desvanecía de mi cuerpo. El pantalón, la camisa ancha, cada una de las partes del bañador... Ni siquiera las sandalias quedaron, pero en cuanto la luz de arcoíris impactó de lleno al robot una luz cegadora envolvió todo. Al disiparse, cientos de prendas de baño caían sobre las cabezas de sus dueños y Kaiyuemon trataba de taparse el inerte cuerpo sin ningún atisbo de sexualidad con las manos, avergonzado. Solo quedó una persona desnuda en toda la playa. Solo quedaba yo.

El micrófono cayó al suelo haciendo un pitido insoportable y yo dejé el escenario. Necesitaba encontrar una toalla cuanto antes.

 Elyria había sido lanzada por los aires sin ningún tipo de problema por esa especie de churro fractal extraño. La había lanzado bastante lejos, y había acompañado su vuelo de una referencia extraña a cosas de otro mundo muy distinto al suyo. Cuando recuperó el control, pegó una fuerte patada contra el aire en la dirección contraria a la que volaba, frenando en seco. La brusquedad le sacudió un poco, pero en seguida consiguió mantener el equilibrio en el aire, volviendo a correr en dirección al monstruo extraño.

 Esta vez fue más precavida. Conocía su truco, no iba a caer en la misma trampa. Así que cuando la espada se acercó a toda velocidad hacia ella, la esquivó sin problema. También esquivó el churro que creció de su hoja. Y el churro que creció de la nueva hoja. Y otro, y otro, y otro, y… ¿Cuántos churros más iba a sacar; qué demonios?

 Cuando se dió cuenta estaba rodeada, se había formado una especie de celda que la había dejado encerrada. Que bien me vendría tener a Khione en estos momentos… Los cortaría todo en un segundo, se dijo a sí misma. Y mientras pensaba cómo salir de esa, escuchó unos gritos a lo lejos.

 Al parecer, tres chicas habían venido a atacar a Illopunk. O como fuera que se llamase esta nueva versión. Parecía que sabían lo que hacían y estaban muy seguras de sí mismas, así que les dió un voto de confianza.

 Pero no funcionó.

 El robot gigante las barrió con un fuerte golpe de su espada a la vez que recogía los churros que había hecho crecer antes. Y por supuesto, de acorde a las leyes de la física de este año, Elyria volvió a salir por los aires, esta vez más en horizontal y mucho más rápido. Esta vez no tenía manera de recuperar el control en mitad del aire, no dominaba tanto el sky walk (Marca registrada por Sanjistas S.L.).

 Chocó contra una de las tiendas a pie de playa, rompiendo y atravesando la pared, cayendo y rodando por el suelo adolorida, ese sí que había sido un buen golpe, le molestaría varios días. Cuando miró a su alrededor se dió cuenta de que era una tienda de bañadores, y de que la dueña estaba un tanto… irritada.

 “¿¡Qué cojones has hecho!? ¡Mi tienda!” Gritó muy nerviosa al ver que se había quedado sin media pared. “¡Vas a pagar por todos los daños, que lo sepas! Estos jóvenes de hoy en día, no respetan nada…

 Elyria se levantó, sacudiéndose el polvo, y entonces le clavó su mirada penetrante a la señora. “Culpa a tu amiguito, el que organizó todo esto. Le conoces, ¿no? Estoy segura de que estais compinchados, la cantidad de gente que ha comprado un bañador extra después de todo esto…”

 “¿Como te atreves a acusarme sin pruebas?”

 Entonces se acercó a ella, señalando una chapa en su camisa que ponía: Te amare por siempre, Illopunk de Castro. “Bueno, ¿algo más?”

 “E-eh…”

 Elyria sonrió, y de repente escuchó a Alice hablando a lo lejos por el megáfono. Con un suspiro, buscó un poco por la tienda, cogiendo un bonito bikini negro lleno de cintas y accesorios. No le gustaba nada seguir con el neopreno. “Y esto me lo llevo por las molestias, y por perder mi bañador.”

 Acto seguido, volvió a la playa corriendo, Illopunk seguía en pie, había que hacer algo. Ya se preocuparía de cambiarse luego, no es como si le fuese a durar mucho si se lo ponía ahora. Y entonces terminó el discurso de Alice, y vió como disparaba a el robot gigante, al cual se le veía aterrorizado. Entonces toda la ropa volvió a sus dueños. Bueno, casi, Alice se había quedado desnuda. Joder, la que has liado… Menudo desastre, pensó, mirando el bañador nuevo que llevaba en la mano. Tenía ganas de lucirlo, idiota…

 Elyria apareció por la espalda de Alice, con el bañador en sus manos. “Cuándo te pedí que te desnudaras no me refería a que lo hicieses aquí en medio, cielo…” Rodeó su cuerpo con los brazos, para luego colocar el sujetador del bikini sobre sus pechos con delicadeza, pasando las manos a su espalda para abrocharlo. “Pero eso ha sido increible, idiota,” susurró en un tono suave y cariñoso. “Buen trabajo.”

 Entonces cogió la parte de abajo, esperando a que levantase las piernas para ponérsela y subírsela, sonriendo satisfecha. Ajustó las cintas de sus caderas y su cintura, subiendo las manos para hacer lo mismo con las de su pecho y cuello. Tomó los accesorios de su bolso, poniéndole esa especia de brazaletes metálicos en el brazo y la pierna correspondientes. No sabía bien cómo llamar a esa cosa. Entonces se separó, rodeándola para mirarla de arriba a abajo.

 Por una vez no sentía ganas de molestarle, sería buena con ella, se lo había ganado. “No te voy a mentir, te queda espectacular. Ahora corre al escenario a recoger tu premio, creo que ya sabemos quién ha ganado el concurso,” termino de decir con una dulce sonrisa en su rostro.

Bañador nuevo:

A mis espaldas se escuchaban gritos, chapoteo, golpes y demás ruidos relacionados a mostrarle a una fría e insensible máquina el poder de la amistad. Por mi parte nada de eso importaba mientras lo mantuviesen entretenido el tiempo suficiente. Mis pies se posaron bajo el agua sobre la superficie metálica mientras buscaba con las manos las asas para poder agarrarme y subir. Una vez ahí caminé con cuidado de no resbalarme hasta llegar a la escotilla y abrirla. De nuevo dentro de un lugar familiar, de nuevo con esa reconfortante sensación de soledad e intimidad, no duraría mucho, pero aproveché para respirar tranquila.

Me fui a la parte posterior y abrí uno de los armarios, sacando su contenido y cargándolo en su debido sitio. Encendí un interruptor y una serie de pilotos se encendieron a la vez, iluminando el interior con unas tenues lucecitas verdes que indicaban que todos los sistemas estaban en orden. Asentí en silencio y me dirigí a la cabina, donde me subí al asiento del piloto, encendiendo el sumergible con un botón. Al instante este rugió con el sonido de su motor al encenderse y su retumbar bajo el agua. Si iba encargarme de una bestia de metal, lo mejor era llevar a otra bestia de metal. Empujé los mandos hacia el frente y las patas se desplegaron bajo el fondo a la vez que los motores me llevaban a aguas menos profundas. En ese momento el Kataphraktos comenzó a caminar por la orilla hasta quedarse a unos cien metros de un Kaijuemon que se había quedado sin traje de baño y estaba cubriéndose con las manos.

Una detonación resonó por la playa, sobresaltando a los bañistas al tiempo que el primer proyectil atravesaba una mano del robot, destruyendo uno de sus pulgares oponibles. Comencé a avanzar cargando con mi sumergible mientras el cañón de la torreta recargaba, embistiendo al robot y disparando a su pecho una segunda vez, atravesando con un limpio agujero su interior.

- ¡Y yo traigo el poder de la violencia innecesaria! ¡Devuélveme mi bañador degenerado! - Grité a través del megáfono mientras empujaba con la maquinaria derribar a Kaijuemon, intentando ponerme encima suyo para poder rematarlo de un último disparo en la cabeza. Algunos dirán que me había pasado, que era suficiente violencia, pero nunca era suficiente violencia.

Yuuki no sabía muy bien qué cojones estaba ocurriendo a su alrededor. Es decir, cuando llegó a la isla no es que esperasa una tranquilidad apabullante o un aburrimiento terrible, por algo había decidido ir, pero una cosa era eso y otra... aquello. Que si un apocalipsis robótico, que si ropa interior volando por doquier y la gente gritando cosas como yametee o mierdas por el estilo, que si un triste intento de crear la mayor cantidad de fanservice que se ha visto jamás en el menor espacio posible... El peliblanco solía quejarse de que las cosas eran aburridas, pero, sinceramente, aquello le había sobrepasado un poco y ya estaba empezando a tener demasiado sueño como para aguantar más la cantidad tan absurda de idioteces que estaban ocurriendo.

—Quizá en otro momento, pero ahora mismo necesito dormir.

El joven se dio la vuelta justo cuando una onda expansiva le dio de pleno y se iba más allá, desnudando todos los que no estaban en el escenario. Diría que gracias a dios que Yuuki estaba, pero en verdad lo más probable es que ni se hubiera dado cuenta de que le faltaba ropa, no con lo somnoliento que estaba. Dio unos pasos hacia el borde del escenario y se dejó caer. No sé si el sueño le ayudó o no, pero consiguió mantenerse en pie en el agua gracias a la técnica que le había enseñado su madre, al menos lo suficiente para llegar a la arena. Mientras lo hacía todo a su alrededor eran gritos y peleas, pero como los chicos guais no miran a las explosiones pues él siguió de frente, bordeando la playa. Iba en modo automático, lo que hizo que se acercara a lo más paercido a un lugar donde poder dormir que se le plantó en la vista, lo que en este caso era un barco en el puerto del sitio.

—Buah, perfecto, así aprovecho y ya me voy con estos cuando se vayan —bostezó mientras se subía a las maderas del puerto y se dirigía directo a aquel barco.

Era raro, como poco. Lo primero era que los robots que parecía que se habían puesto a causar el caos estaban de tranquis arreglando aquel barco. Lo segundo, y quizá más extraño, es que además estaban añadiendo lo que parecía un puto pollo en el mástil. ¿Quién podía llegar a tener tan mal gusto? Bueno, de cualquier manera, Yuuki logró pasar lo suficientemente desapercibido como para subirse al barco sin que ninguno de los bichos mecánicos le prestase atención alguna, y tampoco parecía que hubiera nadie a bordo a parte de ellos. Navegó por el lugar casi borracho por la somnoliencia que llevaba encima, y buscó casi por instinto el primer lugar en el que echarse una siesta.

Y desgraciadamente no lo encontró. El primer lugar al que entró era un lugar extraño, una mezcla de cosas algo dispares que tener en el camarote de un barco, pero tampoco es como si Yuuki le estuviese prestando demasiada atención a lo que le rodeaba en aquellos momentos. Es decir, los estantes llenos de libros, el espejo que solo podía ser de alguien con un ego tan grande como el propio trozo de cristal, o la alfombra con motivos de animales mitológicos... Lo más raro es que no había cama, así que no le servía para dormir al pequeño. Decidió darse la vuelta para buscar un sitio adecuado. O es lo que hubiese hecho si el sueño no le hubiese golpeado en la cabeza como esta se golpeó contra el suelo de aquel cuarto. Gracias a dios a que al menos había una alfombra en el suelo.

A medida que me iba retirando la vergüenza se iba apoderando más y más de mí. Estaba seguro de que en medio del caos casi nadie se habría percatado de que estaba desnudo, mucho menos creía que a nadie le importase en aquella situación, pero de alguna forma me sentía incómodo. No estaba acostumbrado a verme así, no al menos en movimiento y durante tanto tiempo. Yo no solía existir cuando nos desnudábamos, solo me mantenía expectante dentro de ti, esperando el momento en que conmigo toda la ropa que formaba parte de mi identidad surgiesen conmigo. Quizá no había hecho las paces con este cuerpo. Quizá no había terminado de aceptar que yo soy algo más que una extensión de ti. Era posible.

O quizá era mi sexto sentido advirtiéndome de que alguien me observaba. Cuando Ely apareció de improviso me sentí completamente vulnerable; las palabras llegaron como mordiscos cargados de veneno, un veneno que muy en el fondo me gustaba. Aun así no fui capaz de no tensarme ante su presencia, como si cada centímetro de mi piel fuese a ser juzgado por sus ojos; tus tatuajes, mis cicatrices... ¿Era posible que un cuerpo que veía tan hermoso desde tu reflejo pudiese verse horrible e la mirada de otra persona? Me latía el corazón con fuerza y me empezaban a temblar las manos. Tuve que concentrarme para poder hablar sin que la voz me temblase, apenas siendo capaz de decir algo coherente:

- En cuarenta años cambian muchas cosas -dije-. Supuse que te estarías aburriendo de esperar.

Estoy seguro de que mi corazón se saltó un latido cuando sentí sus brazos rozar mi piel. Volteé la cara hacia ella, viéndola apenas mientras notaba cómo mi pecho se elevaba de nuevo y mis costillas se constreñían levemente. Me estaba vistiendo.

- Puedo seguir y...

No, no podía. O ella no me dejó. Me heló en el sitio con palabras bonitas y cuando levanté los pies casi lo hice de forma automática, sin razonarlo demasiado. Sentí que llegaba a mi entrepierna, pero sobre todo noté el tacto de sus guantes en mis caderas. No pude evitar tratar de acariciar sus muñecas; luego sus antebrazos. En cierta medida mientras me vestía afanosa me sentía casi protegido, como si no fuese yo quien debía estar constantemente cuidando de ti. Como si hubiese un respiro para mí.

Quise darme la vuelta, pero de alguna forma aún no había terminado. Enjoyó mis brazos con alhajas y mis piernas con tobilleras de plata. También una especie de cinturones en una suerte de pan de oro con pequeños rubíes que si no estuviésemos en el lugar más caro del Paraíso habría pensado que eran falsos. Acto seguido sí que se puso delante de mí, comprobando que, efectivamente, estaba espectacular. No tenía un espejo para verme, pero estaba seguro de que era cierto. Al menos, objetivamente, estaría increíble. Aunque no sabía cómo podría sentarme mirar el espejo en aquella situación. ¿Me vería como realmente soy? ¿Me odiaría a mí mismo? ¿Quizá a ti? Suspiré, derrotado.

- No puedes ganar algo en lo que no participas -apunté-. Puede que me dejase llevar un poco para intentar impresionarte, pero esto no es lo que yo soy. Yo... -Desvié la mirada un instante-. Es complejo. Pero el premio más importante ya lo he ganado. Y es que...

El poder de la violencia innecesaria me hizo torcer el gesto. Para cuando llegué a mirar el lavatrón gigante tenía un hueco atravesándolo y una especie de tren bizarro cangrejo estaba derribándolo. Efectivamente, Roberta era aquella persona de aquella ocasión en específico de la que no hablaríamos jamás, ni él -ella, en realidad-, ni yo. Aunque me hizo cierta gracia darme cuenta de que aquella noche nos habíamos reunido tres... Bueno, el término que habían usado los furries era trapitos invertidos. En cualquier caso volví a mirar a Ely.

- Soy un hombre -dije-. No me llamo Alice, sino Miles. Es una larga historia, pero te lo resumo: Alice y yo compartimos cuerpo. Y en realidad ella no te soporta porque has herido su ego peroamímehasgustadoymeestádandounataquedeverborreaporque... -Respiré hondo-. Es la primera vez que intento flirtear con alguien, en realidad. Y no me parece ético llevarte a la cama sin decírtelo primero. -Levanté las manos, casi asustado-. Si tú quieres, osea... Soy patético en estas situaciones, lo sé.

Preferí callarme. Más no lo iba a arruinar. Sencillamente me encogí de hombros y sonreí, algo nervioso. A ti se te daba mucho mejor esto.

Debió haber perdido el conocimiento cuando se metió tremenda hostia al caer el barco. Ni siquiera recordaba si Ilje o Claude le habían respondido a la pregunta que hizo al caer. Aunque por lo visto alguno de los dos debió moverla a su camarote, porque se despertó en el suelo del mismo. Zhu estaba durmiendo sobre su pecho, acurrucado de forma que parecía más bien un gato. Aquel animal era extraño. Cuando se levantó lo hizo de golpe, haciendo que el animal cayese rodando al suelo. Se lo quedó mirando y enseguida tomó su ya característica mirada de enfado. Ichigo se levantó de un salto, cogió al pequeño cerdo y se lo puso en la cabeza.

Salió del camarote, dispuesto a salir a la playa a la que habían aterrizado y... no estaban en la playa. Estaban en un puerto y una suerte de ejercito de mapaches multicolor sin orejas estaba dando vueltas por cubierta. ¿Es que acaso era el mes del orgullo? No, eso fue hace un par de meses. ¿Estaban reparando el barco? Seguro que eran amigos de Claude, haciendo lo de siempre. Ichigo le dio un par de palmadas en la cabeza a uno que pasaba por su lado para que supiese que estaba haciendo un buen trabajo y empezó a caminar. ¿Dónde estaban? No lo sabía. ¿Podría encontrar a Claude e Ilje? Lo sabía aún menos. ¿Había escuchado un ruido por allí cerca? En efecto.

Tal vez fuese uno de los mapaches LGBTQIA+, pero eso no detuvo su sed de aventura. Iba a aventurarse a lo desconocido y descubrir de donde había salido el extraño sonido. Lo siguió con cuidado, metiéndose en el pasillo que daba a los camarotes, justo para ver como alguien entraba en la habitación de Claude, aunque solo le vio la pierna. Se pegó a la pared para esconderse, cogió a Zhu de su cabeza y lo sujetó a la altura de sus ojos.

---¿Has visto eso, Zhu? Un intruso. Seguro que se ha colado con los mapaches del orgullo y va a robarnos todo lo que tengamos. Vamos, ven conmigo.

Se tiró al suelo, se puso a cuatro patas colocando a Zhu en su espalda, y empezó a gatear hacia la habitación de Claude. Su cola se movía lado a lado inquieta mientras lo hacía. Al llegar a la puerta se asomó poco a poco con una expresión de divertida curiosidad en el rostro. Claude no le dejaba ver su habitación... Bueno, más bien nunca se lo había preguntado, pues ver las cosas cuando tienes el permiso para verlas no era tan divertido como escabullirse para hacerlo... Eso sonó un poco pervertido, pero Ichigo no era de esas.

¡Claude no tenía cama! El desgraciado tenía una hamaca, un espejo, un montón de libros y un niño vestido de prostituta tirado en el suelo. Miró entonces el armario a un lado, buscando a la persona que acababa de entrar, cuando tuvo la sorprendente realización... ¡El niño prostituta era el intruso que había entrado! Se escondió detrás de la puerta volviendo a agarrar a Zhu y colocándolo de nuevo a la altura de sus ojos.

---Zhu... Para esto nos hemos estado preparando. Un ladrón en tanga ha entrado en el barco dispuesto a robar a nuestros amigos y el desgraciado ha decidido echarse una siesta durante el acto. ¿Sabes lo que vamos a hacer? ¡Venganza! ¡Muerde los tobillos!

Cuando lo soltó en el suelo, Zhu salió corriendo directo al tobillo derecho del muchacho, empezando a mordisquearlo con la furia de doce chihuahuas y un carlino.

 Elyria disfrutó cada segundo que estuvo vistiendo a Alice. Esas reacciones tan adorables, esas suaves caricias por sus muñecas y su antebrazo…  Realmente le encantaba. Y tuvo éxito. Pensó que sentiría que se estaba burlando de ella por tratarle como una niña, cuando realmente tenía bastante poco que ver con eso. Sencillamente le parecía lindo hacer algo así.

 Sus palabras también le encantaron, parecía que al fin había dejado de intentar disimular el cómo se sentía realmente, de mostrar que no estaba totalmente en control de la situación. Y al igual que cuando ella había dejado de bromear, tenía su encanto. Pero en cuánto parecía que le iba a decir algo, fue interrumpida por el combate con Illopunk. Empiezo a pensar que estó no esta del todo controlado…

 La revelación de Alice—o más bien, de Miles—le pilló por sorpresa, aunque varias piezas comenzaron a encajar en su cabeza. Claro, eso explica muchas cosas… Por eso estaba intentando hacer una voz más másculina antes. Y esos cambios en su actitud, y el cosplay extraño de cuando se puso a desnudarse en el escenario… Ahora lo entiendo

 “¿Trastorno de personalidad múltiple?” Preguntó. Había leido sobre ello en el pasado, como de tantas otras cosas, así que sabía algo del tema. Y realmente, ¿con quién había estado hablando la mayoría del tiempo? Ese había sido Miles, es quien había comenzado a intentar ligar con ella y a quién había correspondido. Así que realmente no había nada que fuese a cambiar su decisión de llevarselo a la cama.

 “Alic—Miles… Mi parte científica quiere hablar contigo durante horas sobre como te sientes y como es tu día a día. Pero no viniste a mí para eso, y mi otra parte está deseando devorarte… Y estaré aquí una semana, malo sera que te vayas justo mañana,” dijo con una dulce sonrisa en su rostro. “Y si eso te ha parecido patético… Es que no me viste a mí en mi primera vez.” Elyria reía dulcemente, pensando en todo lo que había ocurrido con Alvar hace dos años.

 Dejó que Miles hablase, que dijera todo lo que quisiera decir, escuchándole atentamente, siempre con una sonrisa de oreja a oreja. Y cuándo terminó de pronunciar la última palabra, sin esperar ni un segundo más, se pegó a el, llevando las manos a su cabeza, perdiéndolas en su cabello dorado; atacando su boca en un pasional beso. Coló la lengua entre sus labios, buscando jugar con la contraria, sin andarse con tonterías. Ya habían tenido que aguantar mucha mierda con todo lo que había estado pasando en la playa, se merecían esto.

 Finalmente rompió el beso, y clavó su mirada penetrante en los ojos del hombre. Aunque no con autoridad como acostumbraba a hacer, esta vez era una intensidad diferente. “Pensé que ya había quedado claro que quería acostarme contigo, pero creo que esto termina de responderlo… ¿O acaso quieres otro para asegurarte?” Susurro dulcemente sobre sus labios, sacando la lengua para rozarlos efusivamente.

No paré de avanzar y retroceder pisoteando el enorme cuerpo metálico de aquel robot pervertido hasta que dejó de moverse, y aun así tras eso salí y descargué el cargador entero de munición incendiaria en lo que quedaba de él. Muchos dirían que no era muy efectivo sobre metal mojado y azotado pro las olas de la orilla, pero una nunca podía estar demasiado segura. Cerré con un par de disparos de la pistola y una granada para asegurarme antes de volver al interior de mi sumergible y dar marcha atrás para que este volviera al mar.

Casi se me olvidaba. Antes de comenzar la retroceder activé los lanzadores de humo, extendiendo una cortina de humo por todo el escenario antes de sumergir mi vehículo y llevarlo a un embarcadero diferente del puerto. Salí para encontrarme un embarcadero prácticamente vacío, normal, con lo que estaba pasando en la playa nadie quería perdérselo. Me encogí de hombros y me lancé al mar de nuevo, nadando la distancia que separaba el puerto del lugar donde se realizaba el concurso. Había una cosa que tenía que recoger, y no dejaría que nadie más le pusiera las manos encima, ya había tenido suficiente, y tenía ganas de cerrar este capítulo de una vez por todas.

Asomé la cabeza por encima de la superficie del agua, parecía que todos estaban bastante entretenidos, o bien mirando lo que ocurría en el escenario, o bien tratando de encontrar su bañador, o algo que lo sustituyera. Agradecida por la distracción volví al escenario, acercándome al montón de trajes de baño y poniéndome a rebuscar entre estos, lanzado hacia atrás todos los que no eran para apartarlos del montón y no tener que confundirme, con suerte los lanzaría cerca de su dueño o algo, tampoco era que me importase. No lo veía por ningún sitio, su color y forma no eran comunes en un resort de este estilo, la gente traía bañadores para lucirlos, mientras que este era más deportivo ¿Acaso lo había cogido alguien antes de que yo llegase? ¿Tenía que añadir un nombre más a la lista? Me incorporé, intentando ver desde otro perspectiva para ver si aparecía, sin darme cuenta de un pequeño detalle.

Me giré a un lado de un color familiar me apareció en el rabillo del ojo, giré la cabeza y ahí estaba. Las dos piezas estaban siendo sostenidas por uno de los tentáculos que tenía en la espalda. Seguramente llevasen ahí un rato ¿Acaso tenían autonomía propia? o puede que simplemente los tomasen por una orden inconsciente. No me importaba, lo único que quería era encontrar un lugar apropiado para cambiarme de nuevo

Tragué saliva, nervioso. Casi siempre tomaba todas las precauciones necesarias para poder moverme tranquilamente en situaciones peligrosas, pero en ese momento estaba desarmado. No iba a morir por dar un paso en falso ni tampoco iba a pasar nada si cometía un error; sin embargo con cada segundo que pasaba el miedo se apoderaba más de mí. Llevaba tantos años contigo, tanto tiempo solo preocupado de protegerte que en realidad nunca había vivido. Y de pronto estaba sintiendo que era yo quien necesitaba alguien que me protegiese. Pequeño frente a aquella chica tan alta, atrapado en un cuerpo sobre el que nunca había reflexionado realmente, sin saber cómo dar un paso adelante o si dar un paso atrás. De pronto eché de menos tu voz susurrada en mi conciencia, pero seguías demasiado en shock para ver todo lo que había más allá de la ola.

- Solía llamarse así -contesté, muy despacio, mientras asentía-. Pero soy más que una personalidad. Soy una persona. -Solté una risa que casi fue un suspiro-. Preferimos llamarlo trastorno de identidad disociativa. Ya sabes, ella y yo...

Las ideas asomaban a mi garganta pero morían antes de poder decir nada apropiado, convirtiéndose en una especie de balbuceo que afortunadamente pude cortar casi de inmediato. De alguna forma Ely no se dio la vuelta horrorizada, sino que seguía ahí, queriendo hablar conmigo, queriendo a partes iguales estudiarme y devorarme, queriendo en cierto modo comprender por lo que estaba pasando con esa confesión. Ella tenía su propio pasado, cómo no, y al parecer había pasado por algo similar. La verdad es que costaba imaginar que con lo segura que se veía de sí misma alguna vez hubiese podido ser tan patosa como yo lo estaba siendo. Incluso para ti, que toda herramienta que habías tenido eran las conversaciones con Eli -qué rima más curiosa, en realidad- y demasiadas hormonas en efervescencia, habías dado el primer paso con una seguridad que parecía impropia en ti.

- No... No suelo hablar mucho de cómo me siento -confesé-. No se me da especialmente bien.

Quizá era una respuesta demasiado parca, pero se trataba de una pregunta que nunca me había hecho. En cierto modo el propósito de mi vida había sido cuidar de ti, simplemente mirar desde tus ojos hasta el día que me necesitaras. Hablar contigo a veces desde un espejo, reírme cuando decías algo que nadie más entendía o cuando Hayato te metía en una situación ridícula... Pero nunca había cuestionado mi estado de ánimo; ni bien ni mal, simplemente estaba. Como una constante.

De repente el silencio se volvió en mi contra. Era pesado e incómodo, como una mortaja que me atenazaba. Ely, sin embargo, hundió sus manos en mi pelo y tiró de mí. Por instinto traté de apartarme, pero algo dentro de mí gritaba que me lanzase contra ella. Solo pude parar de resistirme y acercarme tímidamente a sus labios, acariciándolos con los míos y tratando de adaptarme a su ritmo. Aunque era un milagro lo que la memoria muscular podía hacer tardé varios segundos en ubicarme y terminar de entender qué estaba pasando. Su lengua asomaba buscando la mía, y traté de corresponderla como pude.

Cuando terminó habló una vez más, pero preferí callarme. No era la persona que ella creía, aunque no le hubiese molestado, pero plantearle aquella idea no iba a ser en absoluto productivo. En lugar de contestarle, así, me puse de puntillas para llegar yo hasta su boca y robarle un beso, ya más hábil sabiendo cómo debía comportarme, ya disfrutando de él sin preocuparme de otra cosa.

- Siempre está bien asegurarse -dije, dando un paso atrás-. Y... Vamos a estar toda la semana. Quizá más. Tendré que hablar con Alice, pero malo será que no puedas estudiarme por horas y horas. Aunque primero vas a tener que enseñarme muchas cosas; soy nuevo en esto.

Se lo contó. Y aunque no estaba segura de estar entendiéndole correctamente, le escuchó con atención mientras bebía distraídamente del daikiri. Para cuando Claude acabó la explicación la copa estaba vacía y Julianna bastante impresionada. De la nada, aparentemente, apareció otro robot para darle otra copa llena y Julianna le dio otro trago, un pequeño sorbito. Parecía apropiado para tales noticias.

Al final, derrotar al Kaiyuemon era la llave para ganar el concurso de bikinis. No importaba la prenda ni quién la llevaba, solo quién tenía la voluntad necesaria para hacer lo que había que hacer. A Julianna le gustaba la justicia y este parecía un método justo. Regio incluso. Completamente adecuado, sobre todo teniendo en cuenta el caos que estaba causando el enorme robot.

-Pero, ¿cómo sabrán los participantes qué-

Fue interrumpida. Alice era más rápida que ella, o que Claude incluso y ya estaba en ello. No se dio cuenta hasta que cogió el micro, pero entonces intentó ponerse derecha en la silla para prestar la atención adecuada. Era importante. Pero claro, el juez pelirrojo estaba encima y eso era complicado. Se revolvió un poco y de alguna manera acabaron ambos encajonados en el trono, cadera con cadera. En primera línea para el espectáculo.

Apuntó con la pistola. Gritó el nombre del arma. Y en cuestión de segundos, la paz fue restaurada… a un precio. Julianna dejó la copa en su regazo y aplaudió con fuerza a la chica desnuda y orgullosa en mitad del escenario.

La vio marchar y por suerte, Ely estaba pendiente y traía un bañador. Le ayudó a colocárselo mientras Julianna se enjuagaba una lagrimita en silencio. Al final toda la acción había sido increíble. No esperaba algo así de un concurso de bañadores; ni siquiera creía que le quedaran fuerzas para presentarse al de surf.

-Mira, ha acabado con la bestia y ha conseguido a la chica. ¿No es un final maravilloso? – Le dio un codazo cariñoso, sin intención de hacerle daño. Estaba segura de que el juez también tenía que haberse emocionado.- Sabes lo que toca ahora, ¿no?

Otro disparo la sobresaltó. La chica de la máscara y los tentáculos estaba rematando al enorme robot. En realidad, seguramente fuera la más responsable de todos los ahí reunidos. Una vez rematado su trabajo se marchó, dejando tras de sí una enorme humareda.

-¡Es el momento! – Dijo volviendo a coger su daikiri y girándose hacia Claude.- ¡Anuncia a la ganadora!

Había que rematar el espectáculo y, evidentemente, tras los últimos acontecimientos solo una podía salir victoriosa. Al menos, en teoría. Pero ella estaba convencida.

A Julianna le sorprende la forma de resolver el conflicto. Es concreta y específica, pero varias concursantes ya han tomado un par de pistolas cambiadoras y no es difícil entrever el porqué de sus acciones. Alice Wanderlust, por un lado, es una heredera de English Garden que abandonó su hogar para convertirse en cazarrecompensas, aunque trata de ocultar ese detalle siempre; por su pasado es fácil darse cuenta de que se trata de una persona educada, versada en diversos conocimientos y extraordinariamente hábil a la hora de desempeñarlos. Más débil que sus contendientes, claro, pero con una chispa inteligente en la mirada. Elyria... Es marine, puedo verlo en sus ojos; también en su postura. Disciplinada, al menos en parte, quizá no tan cultivada como la cazadora pero sin duda determinada por una digna formación militar que le da compromiso, perspicacia y capacidad de resolución de problemas. Elyria investiga su camino, Alice analiza a las demás. Cualquiera de ellas podría dar con la clave.

- Ah, y si te preguntas cómo sé todo eso -comento a Julianna-. Espera, ¿he dicho eso en voz alta? ¡Ey! ¡Ey, ey, ey!

La peliblanca empieza a moverse hasta que, de alguna manera, los dos estamos erguidos en el sillón y, para qué negarlo, encajonados. Me encantan mis caderas, pero a veces agradecería que fuesen ligeramente más sutiles. Por ejemplo, ahora. Ahora me vendría muy bien para sentarme con algo más de comodidad. O que Julianna tuviese menos, claro, pero juzgar el cuerpo de otros... Chasqueo la lengua, distraído. Antes de darme cuenta Alice me ha robado el micrófono, mi copresentadora y yo estamos bañados en el mojito que se ha derramado mientras ella se movía y tengo un mojito nuevo en la mano libre.

Ah, sí, y me he perdido el discurso de Alice.

Lo que resulta difícil perderse es cómo abraza la victoria una vez se queda desnuda delante de todo el mundo. Puede parecer que la determinación y el valor dan la victoria, pero nada más lejos de la realidad: Hay que desnudarse. El concurso de trajes de baño, en esta época en que no se considera provocativo ni excitante un buen bikini los organizadores han optado por dar rienda suelta a sus deseos más oscuros para asegurarse de que gane la chica con menos pudor. Aunque claro, si por mí fuese ganaría la chica que se ha metido dentro de un submarino-topo y está peleando a puñetazo limpio con el poder de la violencia innecesaria contra Kaiyuemon.

- Sí, los dos sabemos quién ha ganado -digo-. Las normas son claras.

Me levanto a recoger el micrófono. Le doy un par de toques para asegurarme de que está en buen estado. También soplo y cuento hasta tres. Parece que sí, que no hay ningún problema con él. Hago de tripas corazón; es un momento muy emocionante:

- Parece que la categoría femenina de este certamen de exposición de trajes de baño llega a su fin. Las participantes han puesto en marcha una limpia competición en la que nos han regalado su brillante belleza, nos han cautivado con sus habilidades únicas y han hecho frente a una lavadora de casi quince metros de altura. Todo esto porque ser la más guapa no importa, ni tampoco la más habilidosa... Cada una de las chicas de aquí ha sido mágica a su manera, y elegir a una por mí mismo sería injusto para todas, más después de todo lo que se han esforzado y el aborto espontáneo que ha sufrido Jasmina a causa del guantazo que le ha arreado Kaiyuemon. -Escucho algo por el pinganillo-. Ah, falsa alarma. No era un feto, sino relleno del sujetador. Parece que la ganadora es dudosa, pero la perdedora es clara: ¡Jasmina queda descalificada por dopaje! -Hago una pausa dramática-. Y ahora, según las estrictas reglas de este certamen tenemos el honor de anunciar a la ganadora:

- ¡Omega! -se escucha por todas partes. Reconozco la voz de Illje-. ¡Esto ha sido lo más picante, ingenioso y perfecto que he visto hoy! ¡Te mereces un premio!

- Bueno... Supongo que sí. -Miro hacia Julianna, encogiéndome de hombros-. ¡Omega es la ganadora de este concurso de trajes de baño! ¡Por favor, que pase a recoger su premio!

Más o menos cinco segundos de decir esto me fijo en que Illje está al borde del agua, abrevándose como un caballo. Y empiezo a maquinar. Me fijo en el cartel de "Chimichangas Omega" y ato cabos. ¡Maldita sea, Illje! ¿Me estás engañando con otro cocinero? ¡Y encima vas y le dices que es perfecto! Indignado me acerco a ella y saco de mi bandolera una pequeña esfera de pasta.

- ¡Broncaemon! -le ordeno-. ¡Calienta esta lasaña!

- ¡Que soy Broncaimon! -me responde con acento sureño-. ¡El líder de la resistencia! ¡Jijiji!

Por suerte lo hace. Saca una especie de mechero-hornillo y la calienta en un santiamén. Lo bueno de la bechamel es que matará el picante, así que me pongo junto a Illje y se la tiendo.

- Eso ha estado feo -reprocho-. Pensé que mi comida era tu favorita.

- Y lo es -responde tras zamparse la lasaña-. Pero también me puede gustar la comida de otra gente, ¿no?

Me cruzo de brazos, haciendo un mohín.

- Vamos Claude, si tú eres el único que me satisface de verdad.

- Obvio.

- ¿Entonces qué más te da?

Bueno, tiene razón. Yo soy mejor que Omega.

- Vale, está bien -concedo-. Pero me vas a tener que hacer un favor. ¿Vale?

Illje me bufa.

- ¿Qué favor?

 La situación de Alice y Miles era bastante curiosa, y que fuese más allá de una simple personalidad le sorprendió bastante. Siempre estaba bien aprender cosas nuevas, y esta en concreto era bastante interesante. También le provocaba cierta ternura el ver cómo intentaba contarle más cosas sin realmente ser capaz. Pero en vez de burlarse de el, simplemente fue paciente, dándole todo el tiempo que necesitara. No tenía ninguna prisa, y no había nada peor que agobiar a alguien en esa situación.

 “Si no se te da bien, un poco de práctica no esta de más, ¿no?” Dijo con una dulce sonrisa en su rostro mientras acariciaba suavemente su mejilla. “Aunque tampoco querría presionarte si te sientes incómodo, así que cómo tú veas, Miles.”

 Cuando le dio aquel primer beso, no pudo evitar notar cómo era algo torpe, pero con cierta experiencia al mismo tiempo. Era una sensación curiosa. Aunque en el segundo lo vio mucho más en control, así que lo correspondió con cariño.

 “Sabía que eras el tipo de persona que disfruta de comprobar las cosas un par de veces. Nunca se sabe…” Susurró, depositando un par de tiernos besitos fugaces en sus labios. “Aunque yo también quería asegurarme.”

 Aunque al escuchar eso último, alzó una ceja por cómo lo había expresado. “¿Estudiarte? Cariño, creo que eso es una forma un tanto… fría de decirlo. No quiero estudiarte, quiero charlar contigo y con Alice. No voy a ir contándolo por ahí, ni a publicarlo, es puro interés y curiosidad sobre vuestra situación. Ni siquiera tengo los conocimientos como para hacer algo así.” Cuando se dio cuenta de que se estaba enrollando, se llevó la mano a la boca. “P-perdón. Cuando empiezo a hablar no hay quien me calle. Y sí. Te enseñare muchas cosas, descuida…” Dijo con una sonrisa traviesa.

 Finalmente llegó la hora de anunciar a la ganadora del concurso de bañadores. Estaba un tanto emocionada por conocer los resultados, aún si era bastante obvio que claramente había ganado Miles. Así que cuando escuchó el nombre de ese tal Omega no se lo pudo creer. Se giro en la dirección en la que señalaba el extraño presentador, fijándose en lo que estaba ocurriendo con indignación.

 “¿Qué demonios? ¡Si ni siquiera estaba participando, es un cocinero! ¡Y encima es hombre! Alice se sacrificó por nosotros, vaya tongo.” Evidentemente, no iba a usar Miles ahí en medio. El presentador parecía conocerle por el otro nombre, y con lo que le había costado contárselo a ella, dudaba que quisiese que toda la playa se enterara. Que probablemente lo ignorarían, pero aun así estaría feo por su parte. Tampoco es que sus pensamientos fuesen los mas lógicos de todas formas, estaba un tanto mosqueada por el resultado. Si al menos se lo hubieran dado a la chica que tumbó a Illopunk habría podido aceptarlo. Pero ponerse así no ayudaría a nadie, así que respiró profundamente como solía hacer cuando se ponía nerviosa, recuperando su característica calma.

 “Vamos Miles, parece que ya se ha solucionado todo este lío. Y tienes una suite que presumir en todo lo alto de la palmera,” bromeó giñándole un ojo, refiriéndose a cuándo intento usarlo para ligar con ella. “Puede que le demos un par de usos interesantes a esa hamaca, espero que tengas buen equilibrio.” Felizmente, le robó otro beso, caminando en dirección al Hotel. “Y ya sé que dije esta noche, pero creo que ninguno de los dos quiere seguir esperando, ¿me equivoco?”

 Llegaron a los ascensores, enseñando su anillo para subir, y al llegar a los pisos más altos, siguió a Miles hasta su habitación, dejándole que abriese tranquilamente. La verdad es que se notaba la diferencia de tamaño  y lujos entre su habitación y esta, y eso que la suya ya le parecía una locura. Pero no había venido a mirar muebles y alfombras bonitas, estaban aquí para otras cositas.

 Sin pensárselo dos veces, tomó la mano del hombre, guiándole hasta la cama. Una vez sentados, le empujó con cuidado para que se tumbase, colocándose ella encima de rodillas, con una pierna a cada lado de sus caderas. Entonces sus dedos comenzaron a acariciar suavemente su abdomen, mientras que sus ojos buscaban su mirada. “Lo siento por los guantes, pero no puedo quitármelos ahora…”

 Aún así, había aprendido a convivir con ellos. Usó un poco de la energía elemental que tenía acumulada en sus manos, enfriándolas mientras seguía tocando su cuerpo, bajando a acariciar sus piernas. Entonces se inclinó hacia delante, dándole un lametón en el cuello antes de acercarse a sus labios. “Estate atento, o tendré que repetir la lección muchas muchas veces…” Susurró. Y entonces, sus labios se fundieron en un nuevo beso, la noche solo acababa de comenzar.

Ely era dulce. No lo habría dicho a primera vista, pero supongo que mucha gente se sorprendería por cómo te comportabas tú delante de Illje. Incluso yo mismo, en esta situación, jamás habría imaginado que respondería así. Se mostraba comprensiva y todas sus palabras estaban cargadas de amabilidad y un toque tierno, casi maternal. Sé que no podíamos no sonreír, pero hacerlo porque quería resultaba especial, cálido.

- Un poco de práctica nunca está de más, no -admití-. Aun así no sabría por dónde empezar.

Había demasiadas cosas acerca de las que hablar, en realidad. Vivir atrapado no en un cuerpo sino en la mente de una persona era complejo. Parecía fácil cuando necesitabas que te cuidase y mi único propósito era mantenerme vigilante, esperando el momento en que hiciese falta tomar tu cuerpo y vivir el tiempo imprescindible para asegurar que vieses un amanecer más. Desde que habías hecho las paces con el miedo -al menos mayormente- perdí la capacidad de hacerte disociar, de salir cuando se me antojase. Requería tiempo y esfuerzo, y agotaba como si nos peleásemos por ver quién jugaba. Sin embargo, fue peor darme cuenta de que mi vida había perdido gran parte de su propósito. Era un espectador desde ti, apenas una voz en los espejos. Aun cuando nos intercambiábamos, no tenía una verdadera razón para salir.

En cualquier caso el anuncio de la victoria llegó. Reconocí la voz de Illje antes de que su compañero reconociese que, en efecto, una tal Omega había ganado. Ely se ofendió, pero yo no pude evitar reírme. La conejita difícilmente estaría hablando del concurso y el pelirrojo había tomado su criterio por válido sin dudar. En ningún momento había querido participar, mucho menos ganar, y que el final fuese tan inesperado casi era ideal para que todo el mundo olvidase que Alice Wanderlust había hecho un striptease para luego mostrarse desnuda ante centenares de personas.

Por suerte la peliblanca se relajó. Asumir que era un concurso estúpido y que de tratarse de una competición formal y no aquel espectáculo ella habría ganado ayudaba, supongo, aunque no dijo nada al respecto. Retomó la copla de la suite, mitad metiéndose conmigo mitad pidiéndome permiso... No, no me estaba pidiendo permiso. Con un beso robado se trataba de una orden velada, una promesa de enseñarme cosas nuevas y otras tantas malas ideas que sonaban demasiado bien para rechazar.

- Puede que sí -contesté, travieso-. O puede que no. Te lo cuento cuando estemos arriba.

El camino fue casi como una balada. Un ritmo tranquilamente apasionado que nos hizo olvidar las despedidas, un viaje en ascensor que pareció no terminar nunca y abrir la puerta de una habitación que era mucho más que una habitación, aunque solo necesitábamos una cama. Ely, desde luego, parecía tener muy clara esa idea.

Reprimí un gruñido cuando me tiró sobre la cama. Había sido delicada, sí, pero mi cuerpo seguía siendo frágil. Aun así no protesté, estaba demasiado ocupado y Ely no me dejó reaccionar, montándose sobre mí con las rodillas flanqueándome la cadera. La vista era bonita pero no duró; cerré los ojos cuando el hormigueo de sus dedos sobre mi vientre se sintió como un relámpago recorriéndome hasta la nuca, y para cuando quise abrirlos de nuevo ya notaba su pecho contra el mío, cálido, mientras acariciaba mis piernas con las manos frías y lamía mi cuello, momentos antes de acercarse a mis labios y darme un beso más.

- ¿Entonces si atiendo solo vas a hacerlo una vez? -pregunté, con voz de cachorrito-. Porque entonces tendré que enseñarte yo a ti un par de cosas.

No sabía mucho, apenas lo que había visto que tú experimentabas y el recuerdo muscular de cómo te movías. Con suavidad dejé mis manos posarse sobre su cintura y dibujé una línea de besos por su cuello hasta la oreja, susurrándole al llegar:

- Además... Eres tú quien necesita una lección -dije, haciéndonos rodar para acabar sobre ella-. Además, me está dando cosa verte con ese neopreno. ¿Te lo quitas o te lo rompo?

Mientras esperaba una respuesta la besé de nuevo. Si esa noche se iba a grabar a fuego en mí... Iba a disfrutarla hasta el último segundo.