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Este rol sucede inmediatamente después de los eventos de la primera parte
Estaba aún junto al refugio de los contrabandistas. A su lado reposaba el jefe de la banda atado, magullado y esposado. Un grupo de legionario llegados desde la ciudad se afanaban por vaciar el interior de cajas de armas y munición y cargarlas en un carro tirado por camellos. Mientras les observaba trabajar, se preguntó qué clase de ruedas y motor debería ponerle a un vehículo para hacer un transporte capaz de desplazarse eficazmente por las arenas del desierto, algo que sustituyese a la atrasada tracción animal. De repente la vista se le nubló y un extraño mareo abordó al agente. Atsu se llevó la mano a la cara y cerró los ojos. Tras un momento, se la apartó y volvió a abrirlos. Por un momento un destello rojo recorrió sus ojos. Lo bastante rápido como para que un observador casual pudiese pensar que se lo había imaginado. "Arabasta... ha pasado tiempo" pensó Lucifer. "¿Tratando de meterme un príncipe en el bolsillo? Creo que Atsu se te ha adelantado. Tal y como lo ha tratado, creo que te será difícil camelarlo." La voz de Luzbel fue irónica y burlona. "Te pediría tu opinión, pero eres tan débil e inepto que ni siquiera has logrado aún tomar control de este cuerpo ni una sola vez." Omega se aproximó a Maximilian, interrumpiendo su trabajo de carga de cajas, y le dijo:
- Buen trabajo, soldado. Creo que hemos empezado con mal pie. Tras la tarea que hemos llevado a cabo, creo que te vendrá bien un descanso. ¿Qué tal suena acompañarme de vuelta a por tu ropa y tomarnos unas copas en un bar? Yo invito. Tenemos cosas de las que hablar.
Aunque ahora fuese un soldado de la Legión, un príncipe es un príncipe. Seguía siendo una poderosa pieza en el tablero, o no le habrían ordenado escoltarlo y asegurarse de que saliese intacto de la misión. Claro que eso no había impedido al temerario Atsu llevárselo al centro del peligro. Por otro lado, eso le beneficiaba. Le había dado la posibilidad de hacer algo útil y de demostrar su valía, y si el príncipe era listo, lo tendría en cuenta. Ahora la pregunta era, ¿cómo ganarse su confianza? Podría proponerle un trato de buenas a primeras, pero estaría arriesgándose. No sabía hasta qué punto era un obseso de las normas, y si se pasaba de listo, igual acababa siendo denunciado por corrupción. En cualquier caso, si Maximilian aceptaba acompañarle, lo llevaría de vuelta a su piso para que pudiese volver a vestirse con su ropa de cuero. No entendía cómo podía (o quería) ir vestido así en mitad del desierto, pero asunto suyo. Que fuese el príncipe el que escogiera, aunque fuese una decisión muy cuestionable.
Estaba aún junto al refugio de los contrabandistas. A su lado reposaba el jefe de la banda atado, magullado y esposado. Un grupo de legionario llegados desde la ciudad se afanaban por vaciar el interior de cajas de armas y munición y cargarlas en un carro tirado por camellos. Mientras les observaba trabajar, se preguntó qué clase de ruedas y motor debería ponerle a un vehículo para hacer un transporte capaz de desplazarse eficazmente por las arenas del desierto, algo que sustituyese a la atrasada tracción animal. De repente la vista se le nubló y un extraño mareo abordó al agente. Atsu se llevó la mano a la cara y cerró los ojos. Tras un momento, se la apartó y volvió a abrirlos. Por un momento un destello rojo recorrió sus ojos. Lo bastante rápido como para que un observador casual pudiese pensar que se lo había imaginado. "Arabasta... ha pasado tiempo" pensó Lucifer. "¿Tratando de meterme un príncipe en el bolsillo? Creo que Atsu se te ha adelantado. Tal y como lo ha tratado, creo que te será difícil camelarlo." La voz de Luzbel fue irónica y burlona. "Te pediría tu opinión, pero eres tan débil e inepto que ni siquiera has logrado aún tomar control de este cuerpo ni una sola vez." Omega se aproximó a Maximilian, interrumpiendo su trabajo de carga de cajas, y le dijo:
- Buen trabajo, soldado. Creo que hemos empezado con mal pie. Tras la tarea que hemos llevado a cabo, creo que te vendrá bien un descanso. ¿Qué tal suena acompañarme de vuelta a por tu ropa y tomarnos unas copas en un bar? Yo invito. Tenemos cosas de las que hablar.
Aunque ahora fuese un soldado de la Legión, un príncipe es un príncipe. Seguía siendo una poderosa pieza en el tablero, o no le habrían ordenado escoltarlo y asegurarse de que saliese intacto de la misión. Claro que eso no había impedido al temerario Atsu llevárselo al centro del peligro. Por otro lado, eso le beneficiaba. Le había dado la posibilidad de hacer algo útil y de demostrar su valía, y si el príncipe era listo, lo tendría en cuenta. Ahora la pregunta era, ¿cómo ganarse su confianza? Podría proponerle un trato de buenas a primeras, pero estaría arriesgándose. No sabía hasta qué punto era un obseso de las normas, y si se pasaba de listo, igual acababa siendo denunciado por corrupción. En cualquier caso, si Maximilian aceptaba acompañarle, lo llevaría de vuelta a su piso para que pudiese volver a vestirse con su ropa de cuero. No entendía cómo podía (o quería) ir vestido así en mitad del desierto, pero asunto suyo. Que fuese el príncipe el que escogiera, aunque fuese una decisión muy cuestionable.
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Creo que me he roto una uña en esta misión...que lástima, ahora tendré que perder el tiempo en arreglar esto. Bueno, la misión había sido completada con creces, y ahora estábamos allí fuera esperando a que nuestros muchachos se encargaran de acabar con el trabajo ( el cual ya estaba concluido por nosotros previamente). Fuera como fuera la misión estaba hecha, y no recibiría compensación alguna por ello. Sinceramente, me daba igual, el trabajo estaba hecho y no había que darle más vueltas. Sin embargo, ahora sí que debía de empezar a preocuparme un poco más por mi situación en la legión. Cada vez había más legionarios, y por tanto, más competencia. Además no quería estar abajo de la cadena de mando mucho tiempo, ya que lo de obedecer órdenes no era lo mío precisamente, a no ser claro, que hubiera una compensación por el medio.
Mi compañero había demostrado unas buenas cualidades que no debía subestimar, y a pesar de que no me caía en gracia, mi papel con él había concluido. O al menos eso pensaba, ya que se acercó a mi para hablarme. ¿Nuevas órdenes quizás? Ah no....una disculpa. Si, se estaba disculpando por haber empezado aquella relación laboral de usan forma tan rígida. La verdad es que volver a tener mi ropa era de agradecer, y sobre todo tomarse ese descanso no vendría mal, sobre todo para poder echar un cigarro a escondidas y beber algo frío.
Pero ante las palabras del compañero, solo me quedé mirándoles de brazos cruzados, y asentí con la cabeza levemente para esperar a que él dijera la dirección y así seguirle. Por fortuna acabamos en el piso nuevamente y yo pude volver a ponerme cómodo de nuevo, pues mi ropa era lo que me daba cierta personalidad, y la verdad...acojonaba con ella y eso siempre era bueno, ya que el miedo es un arma más útil que las propias armas. Así que una vez vestido ya era "yo" y no pude evitar sonreír bajo la mascarilla, que le voy a hacer, soy un esclavo de mi propia moda. Aun así y a pesar de estar en mi mundo, no pude evitar volver a pensar en aquellas palabras que mi compañero me había dicho " Tenemos cosas de las que hablar". ¿De qué concretamente? ¿ De más trabajo? Porque fuera de eso no deseaba entablar mayor conversación con él, pero como la curiosidad es mala compañera, decidí preguntarle mientras me ajustaba los guantes.
-¿De qué quiere hablar?- le pregunté sin quitar la vista de los guantes.
Si bien también había dicho de que invitaba a unos tragos, no era algo que no me desagradara, pero yo no bebo en público. Aun así me parecía muy raro que la actitud de este hombre diera un giro de ciento ochenta grados de repente para conmigo. Bueno...algo querrá, siempre quieren algo.
Mi compañero había demostrado unas buenas cualidades que no debía subestimar, y a pesar de que no me caía en gracia, mi papel con él había concluido. O al menos eso pensaba, ya que se acercó a mi para hablarme. ¿Nuevas órdenes quizás? Ah no....una disculpa. Si, se estaba disculpando por haber empezado aquella relación laboral de usan forma tan rígida. La verdad es que volver a tener mi ropa era de agradecer, y sobre todo tomarse ese descanso no vendría mal, sobre todo para poder echar un cigarro a escondidas y beber algo frío.
Pero ante las palabras del compañero, solo me quedé mirándoles de brazos cruzados, y asentí con la cabeza levemente para esperar a que él dijera la dirección y así seguirle. Por fortuna acabamos en el piso nuevamente y yo pude volver a ponerme cómodo de nuevo, pues mi ropa era lo que me daba cierta personalidad, y la verdad...acojonaba con ella y eso siempre era bueno, ya que el miedo es un arma más útil que las propias armas. Así que una vez vestido ya era "yo" y no pude evitar sonreír bajo la mascarilla, que le voy a hacer, soy un esclavo de mi propia moda. Aun así y a pesar de estar en mi mundo, no pude evitar volver a pensar en aquellas palabras que mi compañero me había dicho " Tenemos cosas de las que hablar". ¿De qué concretamente? ¿ De más trabajo? Porque fuera de eso no deseaba entablar mayor conversación con él, pero como la curiosidad es mala compañera, decidí preguntarle mientras me ajustaba los guantes.
-¿De qué quiere hablar?- le pregunté sin quitar la vista de los guantes.
Si bien también había dicho de que invitaba a unos tragos, no era algo que no me desagradara, pero yo no bebo en público. Aun así me parecía muy raro que la actitud de este hombre diera un giro de ciento ochenta grados de repente para conmigo. Bueno...algo querrá, siempre quieren algo.
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El agente esperó fuera de la habitación mientras el príncipe se cambiaba. Repasó mentalmente las posibilidades y trazó posibles planes para captar a Maximilian. Iba a tener que tantearlo primero, pero antes incluso que eso... miró hacia la pared e invocó el poder de su akuma no mi. Sus ojos se volvieron rojos como la sangre y al momento un nuevo mundo se reveló para él. Decenas de figuras humanas se volvieron visibles a través del suelo y paredes, localizadas en los edificios cercanos. Sin embargo, él solo se fijó en una, la de Maximilian. Podía ver un núcleo negro y rojo en su pecho que emitía suaves pulsaciones vaporosas de color rojo oscuro. Percibía mal en él. No era una persona excepcionalmente malévola, pero era alguien que había causado daño a otros egoístamente. Sus actos pasados ya habían manchado su alma. Lucifer sonrió. Aquella gente daba menos problemas para ser corrompida. En cuanto vio que Maximilian se dirigía a la puerta, desactivó su poder y sus ojos volvieron a la normalidad.
- Paciencia, soldado. Vamos a ir a un bar cercano donde poder hablar con más calma con unas bebidas. Hay que festejar nuestra victoria, ¿no crees? Hoy hemos conseguido un logro no precisamente pequeño.
Guio a Maximilian al exterior y una vez en las calles lo llevó hasta el interior de un local cercano. El interior era fresco y estaba bien aislado del aire reseco de las calles de Erumalu. Se aproximó hasta uno de los camareros y, tendiéndole unos billetes, le dijo:
- Quiero un reservado. Para mí tráeme una botella de agua fría y un whisky on the rocks, el mejor de la casa, para mi compañero, lo que quiera.
- En seguida, señor - respondió, cogiendo el fajo.
Arabasta no era el mejor lugar para pedir whisky dando que no era un producto local, pero hacía mucho tiempo que no saboreaba uno. Estaba dispuesto a arriesgarse a que le sirvieran uno malo. Siguió al camarero hasta el reservado, una pequeña estancia con aire acondicionado, una mesa baja y varias pilas de colchones para acomodarse en el suelo, al estilo de las clases altas de la isla. Lucifer se sentó en una de las pilas y se puso cómodo, con una sonrisa de satisfacción. Se quitó los zapatos y suspiró, contento.
- Mucho mejor, ¿no crees? - en ese momento llegó su agua. Cogió la botella y bebió la mitad en un par de largos tragos - Tras esa operación, se siente como si llevase veinte años sin beber.
Se rio de su propio chiste. Al fin y al cabo, era el único que podía entenderlo. Observó a Maximilian y se preguntó cuál sería su debilidad. ¿El dinero? ¿Las mujeres? ¿Las drogas? ¿La fama? ¿El poder? Todo lo que se le ocurría podría haberlo tenido ya como príncipe. Tenía que ser otra cosa. Al fin y al cabo, pocos príncipes decidían dejar una existencia cómoda y lujosa para pasar por los rigores de la vida militar como parte de la tropa. Tal vez el joven Max había decidido que con papi cerca no podría vivir aventuras. ¿Era un adicto de la adrenalina? Otra posibilidad era que se hubiese visto movido por ideales, o que pretendiese labrarse un nombre propio. O tal vez tenía motivos más oscuros. En cualquier caso, dudaba que su posición actual fuese cómoda. No creía que hubiese entrado a la Legión para ser tratado de objeto delicado y ser asignado solo tareas menores y siempre con niñeras.
- Tengo curiosidad, Diedrich. ¿Cómo llevas tu situación? Dudo que sea divertido que te traten como a un niño. Alguien como tú ya debe tener adiestramiento militar y estudios bélicos. Entre eso y tu akuma, estás sobrecualificado para tu rango y para las tareas que te manda.
Había varias posibilidades, pero tanto si se ofendía, se enfadaba o mostraba su frustración, estaría dándole un hilo del que tirar. Ahora que el cebo había sido plantado, tocaba ver si picaba.
- Paciencia, soldado. Vamos a ir a un bar cercano donde poder hablar con más calma con unas bebidas. Hay que festejar nuestra victoria, ¿no crees? Hoy hemos conseguido un logro no precisamente pequeño.
Guio a Maximilian al exterior y una vez en las calles lo llevó hasta el interior de un local cercano. El interior era fresco y estaba bien aislado del aire reseco de las calles de Erumalu. Se aproximó hasta uno de los camareros y, tendiéndole unos billetes, le dijo:
- Quiero un reservado. Para mí tráeme una botella de agua fría y un whisky on the rocks, el mejor de la casa, para mi compañero, lo que quiera.
- En seguida, señor - respondió, cogiendo el fajo.
Arabasta no era el mejor lugar para pedir whisky dando que no era un producto local, pero hacía mucho tiempo que no saboreaba uno. Estaba dispuesto a arriesgarse a que le sirvieran uno malo. Siguió al camarero hasta el reservado, una pequeña estancia con aire acondicionado, una mesa baja y varias pilas de colchones para acomodarse en el suelo, al estilo de las clases altas de la isla. Lucifer se sentó en una de las pilas y se puso cómodo, con una sonrisa de satisfacción. Se quitó los zapatos y suspiró, contento.
- Mucho mejor, ¿no crees? - en ese momento llegó su agua. Cogió la botella y bebió la mitad en un par de largos tragos - Tras esa operación, se siente como si llevase veinte años sin beber.
Se rio de su propio chiste. Al fin y al cabo, era el único que podía entenderlo. Observó a Maximilian y se preguntó cuál sería su debilidad. ¿El dinero? ¿Las mujeres? ¿Las drogas? ¿La fama? ¿El poder? Todo lo que se le ocurría podría haberlo tenido ya como príncipe. Tenía que ser otra cosa. Al fin y al cabo, pocos príncipes decidían dejar una existencia cómoda y lujosa para pasar por los rigores de la vida militar como parte de la tropa. Tal vez el joven Max había decidido que con papi cerca no podría vivir aventuras. ¿Era un adicto de la adrenalina? Otra posibilidad era que se hubiese visto movido por ideales, o que pretendiese labrarse un nombre propio. O tal vez tenía motivos más oscuros. En cualquier caso, dudaba que su posición actual fuese cómoda. No creía que hubiese entrado a la Legión para ser tratado de objeto delicado y ser asignado solo tareas menores y siempre con niñeras.
- Tengo curiosidad, Diedrich. ¿Cómo llevas tu situación? Dudo que sea divertido que te traten como a un niño. Alguien como tú ya debe tener adiestramiento militar y estudios bélicos. Entre eso y tu akuma, estás sobrecualificado para tu rango y para las tareas que te manda.
Había varias posibilidades, pero tanto si se ofendía, se enfadaba o mostraba su frustración, estaría dándole un hilo del que tirar. Ahora que el cebo había sido plantado, tocaba ver si picaba.
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Era curioso, puesto que habíamos acabado la misión pero parecía que todavía no los buenos modales propios de una jerarquía militar. Eso me gusta, debía admitirlo a pesar de que el tono del compañero no me gustaba demasiado. Bueno, realmente no me gusta ningún tono en general y si aguantaba a la gente era por pura conveniencia. También me hizo gracia el término "Victoria", para él puede que lo fuera, pero para mi no era más que una "Victoria Mutilata" como dicen los míos, ya que no lograré reconocimiento alguno. Igualmente, y a pesar de sus palabras no pude evitar arquear la ceja, en señal de que me la bufaba completamente.
-Si, claro, vamos- le dije finalmente antes de salir del lugar.
Me llevó hasta un lugar un tanto, típico. Un lugar normal y corriente donde podría refrescarse cualquiera que tuviera algunos berries en su bolsillo. Por mi parte no iba a beber con él delante....bueno, ni con él ni con nadie por norma general. Al fin y al cabo le problema de mi boca era algo que no me gustaba mostrar, fuera por mofa principalmente mi temor. Pero ¿No soy un soldado? Estos miedos son propios de un bobo...aun así para mí no era fácil ver que me faltaba media boca.
Fuera como fuera acabamos con un reservado, que no estaba mal. Mi compañero pidió un whisky, y yo por las apariencias decidí pedir un agua fría con mucho hielo y una copita de coñac. Una vez dentro del propio reservado mi compañero se puso cómodo en aquella pequeña estancia, la cual estaba muy bien a decir verdad. Yo por mi parte no me quité las botas y preferí sentarme cruzando las piernas frente a Atsu. No tardaron mucho en servirnos nuestros pedidos ,y él ya se pimpló del tirón la mitad de una botella de agua...sí que estaba sediento, sí.
-Supongo que si- le dije antes de mirar el agua y el coñac que me habían servido, pero que no había tocado todavía. En vez de beber, opté por mirarle a él, tranquilo, inmóvil hasta que tocó un tema que me interesaba: yo.
- Ciertamente opto por no opinar demasiado sobre mi situación, y si me tratan como tal, es porque están por encima de mi. Pero una cosa si le digo, si están por debajo créame que no les permitiría que se atrevieran a tratarme como tal.- le dije ajustándome la mascarilla antes de proseguir- Parece que vos sabéis más de mi que yo mismo. Si, es cierto, tengo conocimientos bélicos y un largo adiestramiento militar, pues de donde proceso es condición imprescindible. Así me educaron.
Lo de mi akuma había dado bastante que hablar. ¿Y cómo no? Era uno de los pocos portadores de una zoan mitológica, y nada menos que de una gran sierpe que recuerda a los tiempos del Yonkou Kaido. Y sin embargo ahí estaba....subyugado a un compañero por encima de mi en la jerarquía.
- Por ello espero poder ascender poco a poco en la jerarquía, para no tener que aguantar...ese tipo de situaciones. Aunque hoy admito que me encuentro...decepcionado. Pero bueno, esto es el ejército, y lo que pueda opinar yo nada, o poco vale. Se ha cumplido la misión. Punto.
Dicho esto cerré los ojos unos segundos, estiré al cuello hacia la izquierda y volví a quedarme mirando a Atsu.
-¿A que vienen estas preguntas? Dudo que me cuente lo obvio, cuando ya lo sé de primera mano. Sin embargo, entiendo que se ha informado de mi por cosa de la misión, eso habla bien de usted.
-Si, claro, vamos- le dije finalmente antes de salir del lugar.
Me llevó hasta un lugar un tanto, típico. Un lugar normal y corriente donde podría refrescarse cualquiera que tuviera algunos berries en su bolsillo. Por mi parte no iba a beber con él delante....bueno, ni con él ni con nadie por norma general. Al fin y al cabo le problema de mi boca era algo que no me gustaba mostrar, fuera por mofa principalmente mi temor. Pero ¿No soy un soldado? Estos miedos son propios de un bobo...aun así para mí no era fácil ver que me faltaba media boca.
Fuera como fuera acabamos con un reservado, que no estaba mal. Mi compañero pidió un whisky, y yo por las apariencias decidí pedir un agua fría con mucho hielo y una copita de coñac. Una vez dentro del propio reservado mi compañero se puso cómodo en aquella pequeña estancia, la cual estaba muy bien a decir verdad. Yo por mi parte no me quité las botas y preferí sentarme cruzando las piernas frente a Atsu. No tardaron mucho en servirnos nuestros pedidos ,y él ya se pimpló del tirón la mitad de una botella de agua...sí que estaba sediento, sí.
-Supongo que si- le dije antes de mirar el agua y el coñac que me habían servido, pero que no había tocado todavía. En vez de beber, opté por mirarle a él, tranquilo, inmóvil hasta que tocó un tema que me interesaba: yo.
- Ciertamente opto por no opinar demasiado sobre mi situación, y si me tratan como tal, es porque están por encima de mi. Pero una cosa si le digo, si están por debajo créame que no les permitiría que se atrevieran a tratarme como tal.- le dije ajustándome la mascarilla antes de proseguir- Parece que vos sabéis más de mi que yo mismo. Si, es cierto, tengo conocimientos bélicos y un largo adiestramiento militar, pues de donde proceso es condición imprescindible. Así me educaron.
Lo de mi akuma había dado bastante que hablar. ¿Y cómo no? Era uno de los pocos portadores de una zoan mitológica, y nada menos que de una gran sierpe que recuerda a los tiempos del Yonkou Kaido. Y sin embargo ahí estaba....subyugado a un compañero por encima de mi en la jerarquía.
- Por ello espero poder ascender poco a poco en la jerarquía, para no tener que aguantar...ese tipo de situaciones. Aunque hoy admito que me encuentro...decepcionado. Pero bueno, esto es el ejército, y lo que pueda opinar yo nada, o poco vale. Se ha cumplido la misión. Punto.
Dicho esto cerré los ojos unos segundos, estiré al cuello hacia la izquierda y volví a quedarme mirando a Atsu.
-¿A que vienen estas preguntas? Dudo que me cuente lo obvio, cuando ya lo sé de primera mano. Sin embargo, entiendo que se ha informado de mi por cosa de la misión, eso habla bien de usted.
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Vaya, era uno de esos. Un príncipe al que le habían metido el palo por el culo tan fuerte que cada vez que se sentaba, daba un bote. No parecía muy dispuesto a hablar mal de sus superiores, aunque eso por otro lado tenía sentido dado que se acababan de conocer. Sin embargo... parecía que efectivamente había tocado sobre herida abierta. No se había equivocado. Maximilian no estaba contento con cómo estaba siendo tratado y simplemente lo soportaba como podía. Lucifer disimuló una sonrisa y extendió la mano para coger el whisky en el momento en que el camarero volvió a entrar con los licores. Se acercó el vaso a la nariz y olió el aroma. No estaba mal. No estaba cerca ni de lejos de uno de los buenos, pero era aceptable.
- ¿No vas a beber? - preguntó, con una sonrisa incisiva - Con este calor se te van a derretir los hielos.
Como tratando de incitarle, dio un trago a su propio vaso. Recordó un tiempo pasado en que simplemente podría haber apelado a sus pecados para tentarle. En aquella época había tenido tantos instrumentos para hacerlo fácil que ahora se sentía mutilado sin ellos. Pero no le eran indispensables. Podía lidiar con aquella situación tan solo con las palabras. Llevaba barajando posibilidades un rato, y ahora tenía una idea sobre qué podía hacer.
- Estas preguntas vienen porque hasta el momento aún no he hecho contactos en la Legión, y mis superiores me han insistido en que son necesarios. Sin embargo, ¿con quién voy a mezclarme? ¿Con gente como ese patético oficial al que mandaron contigo? - negó con la cabeza - Tú eres fuerte, tienes buenos instintos y has sido educado para liderar. Si tengo que colaborar con alguien en la Legión, creo que eres la mejor opción posible. Sin embargo...
Una de cal y una de arena. Le había expuesto los motivos por los que quería trabajar con él. Ahora tocaba sacudirle un poco y convertir su frustración en rabia. Dirigir esa furia hacia tareas productivas sería su siguiente paso.
- No eres más que un soldado. El punto más bajo de toda la jerarquía de la Legión. Lo único por debajo de ti son los aprendices, y eso porque aún están en plena instrucción. ¿Y lo que es peor? No hay expectativas de que vayas a ascender. Asumámoslo, hay gente por encima de ti que tiene miedo a ser acusada si algo te ocurriese, así que no quieren ponerte en peligro. ¿Sabes por qué me han mandado a mí a una misión tan trivial que podría haber terminado un agente menos cualificado sin problemas? Para protegerte. Me han mandado como tu niñera, Maximilian.
Dejó un momento para que hablase y dejar que sus palabras macerasen y entonces añadió:
- Estarás atrapado en lo más bajo de la jerarquía. A no ser que alguien te ayudase a probar tus aptitudes y hacer méritos.
- ¿No vas a beber? - preguntó, con una sonrisa incisiva - Con este calor se te van a derretir los hielos.
Como tratando de incitarle, dio un trago a su propio vaso. Recordó un tiempo pasado en que simplemente podría haber apelado a sus pecados para tentarle. En aquella época había tenido tantos instrumentos para hacerlo fácil que ahora se sentía mutilado sin ellos. Pero no le eran indispensables. Podía lidiar con aquella situación tan solo con las palabras. Llevaba barajando posibilidades un rato, y ahora tenía una idea sobre qué podía hacer.
- Estas preguntas vienen porque hasta el momento aún no he hecho contactos en la Legión, y mis superiores me han insistido en que son necesarios. Sin embargo, ¿con quién voy a mezclarme? ¿Con gente como ese patético oficial al que mandaron contigo? - negó con la cabeza - Tú eres fuerte, tienes buenos instintos y has sido educado para liderar. Si tengo que colaborar con alguien en la Legión, creo que eres la mejor opción posible. Sin embargo...
Una de cal y una de arena. Le había expuesto los motivos por los que quería trabajar con él. Ahora tocaba sacudirle un poco y convertir su frustración en rabia. Dirigir esa furia hacia tareas productivas sería su siguiente paso.
- No eres más que un soldado. El punto más bajo de toda la jerarquía de la Legión. Lo único por debajo de ti son los aprendices, y eso porque aún están en plena instrucción. ¿Y lo que es peor? No hay expectativas de que vayas a ascender. Asumámoslo, hay gente por encima de ti que tiene miedo a ser acusada si algo te ocurriese, así que no quieren ponerte en peligro. ¿Sabes por qué me han mandado a mí a una misión tan trivial que podría haber terminado un agente menos cualificado sin problemas? Para protegerte. Me han mandado como tu niñera, Maximilian.
Dejó un momento para que hablase y dejar que sus palabras macerasen y entonces añadió:
- Estarás atrapado en lo más bajo de la jerarquía. A no ser que alguien te ayudase a probar tus aptitudes y hacer méritos.
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Era bastante obvio que no iba a beber. No me apetecía tener que echarle cuentas a nadie y menos a un desconocido con ínfulas de querer hacer mi amistad. Ya me parecía raro las confianzas que se estaba tomando, porque de repente pasamos de una misión oficial a un compañerismo que daría envidia a las mejores parejas de la Legión. Arqueé la ceja, dándole a entender que obviamente, aún no iba a beber ni siquiera un poco, pero por si acaso preferí matizarle.
-Todavía no tengo la suficiente sed.
Fue entonces cuando se me encendió la alerta. Este cuento ya me lo habían contado...cuando alguien se te acerca con buenas intenciones siempre acaba pidiéndote algo. Dicen que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, y por ello Atsu no lograba de convencerme, es más empezaba a estar algo molesto. Sin embargo decidí seguirle el juego, ya que había tocado varios puntos interesantes, para alguien interesado de otro interesado.
-Si claro, todos sabemos que es mucho más lógico ir a por un soldado cualquiera que asegurarse la amistad de unrango medio o alto..si, si...es de primero de manual militar- dije con cierta sorna- Pero veo que si bien se ha informado sobre mis "aptitudes" y "poderes" no lo ha hecho realmente sobre mí. No he entrado en la Legión para ser el niño mimado de unos pocos.
En absoluto, había entrado en la Legión para demostrar que podía ser de utilidad, y no volver a cagarla como lo había hecho en el ataque a la isla pirata. Sabía que Atsu estaba intentando buscar una brecha en mí, el motivo ¿Por qué?. Vamos a seguir el juego.
-¿Quién ha dicho que quiera ascender? Admito que no se hacen muchas cosas como deberían y no pretendo ascender más rápido de lo que me conviene y mucho menos ascender por ser "hijo de". Cumplo con mi cometido, acato órdenes, es simple...al igual que usted Atsu.- le dije ignorando lo de la niñera, ya que siempre era el mismo cuento- Bien, veo que intenta jugar a un juego del que para su fortuna, soy perro viejo. Así que dígame y nos ahorraremos palabrería estúpida y yo hacerme una mala imagen de usted. -cogi aire antes de apoyar el puño sobre la mesa- No es el primero que me ataca en mis "problemas" e intenta ser mi amigo, el que todo lo entiende, el que a mi me comprende...por favor Atsu... o sois un filósofo o alguien que desea algo, y adivinad que, no tenéis cara de lo primero. Así que lo que tenga ansia de escupir, hágalo, le escucharé, pero piénselo bien, y sobre todo cada palabra que salga de su boca es una declaración de intenciones. Así que, le escucho.
-Todavía no tengo la suficiente sed.
Fue entonces cuando se me encendió la alerta. Este cuento ya me lo habían contado...cuando alguien se te acerca con buenas intenciones siempre acaba pidiéndote algo. Dicen que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, y por ello Atsu no lograba de convencerme, es más empezaba a estar algo molesto. Sin embargo decidí seguirle el juego, ya que había tocado varios puntos interesantes, para alguien interesado de otro interesado.
-Si claro, todos sabemos que es mucho más lógico ir a por un soldado cualquiera que asegurarse la amistad de unrango medio o alto..si, si...es de primero de manual militar- dije con cierta sorna- Pero veo que si bien se ha informado sobre mis "aptitudes" y "poderes" no lo ha hecho realmente sobre mí. No he entrado en la Legión para ser el niño mimado de unos pocos.
En absoluto, había entrado en la Legión para demostrar que podía ser de utilidad, y no volver a cagarla como lo había hecho en el ataque a la isla pirata. Sabía que Atsu estaba intentando buscar una brecha en mí, el motivo ¿Por qué?. Vamos a seguir el juego.
-¿Quién ha dicho que quiera ascender? Admito que no se hacen muchas cosas como deberían y no pretendo ascender más rápido de lo que me conviene y mucho menos ascender por ser "hijo de". Cumplo con mi cometido, acato órdenes, es simple...al igual que usted Atsu.- le dije ignorando lo de la niñera, ya que siempre era el mismo cuento- Bien, veo que intenta jugar a un juego del que para su fortuna, soy perro viejo. Así que dígame y nos ahorraremos palabrería estúpida y yo hacerme una mala imagen de usted. -cogi aire antes de apoyar el puño sobre la mesa- No es el primero que me ataca en mis "problemas" e intenta ser mi amigo, el que todo lo entiende, el que a mi me comprende...por favor Atsu... o sois un filósofo o alguien que desea algo, y adivinad que, no tenéis cara de lo primero. Así que lo que tenga ansia de escupir, hágalo, le escucharé, pero piénselo bien, y sobre todo cada palabra que salga de su boca es una declaración de intenciones. Así que, le escucho.
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Vaya, el principito tenía veneno en los colmillos. Sin embargo, parecía que no le habían educado en diplomacia, o por lo menos no lo habían logrado. O tal vez simplemente no consideraba necesario ser diplomático con él. Sin embargo, había cometido un error. Había hablado de más y le había hecho percatarse de que no era tan perspicaz como parecía creer. Lucifer se acomodó en su asiento y dijo:
- No busco un amigo ni nada similar, Maximilian. ¿Acaso te he dado esa impresión? - dejó de sonreír - Te estoy ofreciendo una relación profesional, no una amistad. Tal vez ya eres consciente, pero nuestros trabajos tienen un importante componente de política y de relaciones interpersonales. Si quieres salir de este hoyo y dejar de ser asignado a trabajos irrelevantes, no recibir reconocimientos por ellos y aún encima tener a niñeros como si fueses un crío, vas a necesitar aliados.
¿El principito quería que fuese directo? Bien, podía adaptarse a eso. En realidad ahora que empezaba a ver de qué pie cojeaba, casi era más cómodo.
- Yo necesito un contacto en la Legión. Alguien a quien pueda avisar cuando necesite la cooperación de la Legión en una operación concreta y que pueda ponerme en contacto con oficiales de cuarteles locales. Tú necesitas a alguien dispuesto a darte un voto de confianza y que te ayude a librarte de la tutela a la que te tienen sometido.
Extendió la mano y una llama rojiza apareció en su palma. De esa llama empezó a salir un pergamino enrollado de aspecto vetusto. Una vez hubo aparecido de todo, el fuego se apagó y el rollo cayó en su mano.
- Esto es el poder de mi akuma no mi. Es un Contrato. Si hacemos un pacto, las condiciones que ambos establezcamos se escribirán en este pergamino, y si ambos firmamos, se establecerá un vínculo entre ambos que alertará al otro si uno rompe las condiciones que hemos establecido. Con este poder podrás asegurarte de que tienes un aliado leal, pues si rompo nuestro trato, lo sabrás al momento. Sin embargo...
Apretó el pergamino y este se deshizo en llamas rojas, volviendo a la nada. Lucifer se encogió de hombros y bebió un trago del whisky.
- ...no es fácil tomar mi palabra simplemente por buena. Así que te planteo lo siguiente. Como voto de confianza y sin pedirte nada a cambio, me aseguraré para que en los próximos días tengas ocasión de hacer méritos que tus superiores no puedan ignorar. No te lo daré en bandeja, por supuesto, solo la ocasión de probarte. No te pido nada a cambio de este regalo salvo que consideres mi propuesta.
- No busco un amigo ni nada similar, Maximilian. ¿Acaso te he dado esa impresión? - dejó de sonreír - Te estoy ofreciendo una relación profesional, no una amistad. Tal vez ya eres consciente, pero nuestros trabajos tienen un importante componente de política y de relaciones interpersonales. Si quieres salir de este hoyo y dejar de ser asignado a trabajos irrelevantes, no recibir reconocimientos por ellos y aún encima tener a niñeros como si fueses un crío, vas a necesitar aliados.
¿El principito quería que fuese directo? Bien, podía adaptarse a eso. En realidad ahora que empezaba a ver de qué pie cojeaba, casi era más cómodo.
- Yo necesito un contacto en la Legión. Alguien a quien pueda avisar cuando necesite la cooperación de la Legión en una operación concreta y que pueda ponerme en contacto con oficiales de cuarteles locales. Tú necesitas a alguien dispuesto a darte un voto de confianza y que te ayude a librarte de la tutela a la que te tienen sometido.
Extendió la mano y una llama rojiza apareció en su palma. De esa llama empezó a salir un pergamino enrollado de aspecto vetusto. Una vez hubo aparecido de todo, el fuego se apagó y el rollo cayó en su mano.
- Esto es el poder de mi akuma no mi. Es un Contrato. Si hacemos un pacto, las condiciones que ambos establezcamos se escribirán en este pergamino, y si ambos firmamos, se establecerá un vínculo entre ambos que alertará al otro si uno rompe las condiciones que hemos establecido. Con este poder podrás asegurarte de que tienes un aliado leal, pues si rompo nuestro trato, lo sabrás al momento. Sin embargo...
Apretó el pergamino y este se deshizo en llamas rojas, volviendo a la nada. Lucifer se encogió de hombros y bebió un trago del whisky.
- ...no es fácil tomar mi palabra simplemente por buena. Así que te planteo lo siguiente. Como voto de confianza y sin pedirte nada a cambio, me aseguraré para que en los próximos días tengas ocasión de hacer méritos que tus superiores no puedan ignorar. No te lo daré en bandeja, por supuesto, solo la ocasión de probarte. No te pido nada a cambio de este regalo salvo que consideres mi propuesta.
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¿De verdad que este tipo me iba a poner condiciones? Lo tenía por alguien más inteligente. Ya de entrada hacer este tipo de chanchullos me parecía de lo menos normal del mundo. Mucha palabrería, muchas malas intenciones escondidas. ¿De verdad me tomaba por un bobo al que subyugar? Este hombre no parecía ser legal en absoluto, puesto que sus chanchullos así lo demostraban. Aun así le escuché, ya que pensé que era de mala educación no responderle a todo el planteamiento que me estaba haciendo. Lo que si hice fue suspirar y mirar para el techo, para luego mirarle a él, y con tono cansado decirle.
-Tiene razón, hay relaciones interpersonales, pero yo soy un simple soldado, así que la relación laboral le va a ser del todo improductiva, lo lamento.
Fue entonces cuando se me hinchó un poco la vena de la frente, arrugué los ojos levemente para responderles a la segunda cuestión, ya que parecía tomarme por bobo del todo. ¿Quién se había creído?
- Oh ¿Necesita un contacto en la Legión? ¿Alguien que le pueda avisar cuando necesite la cooperación de la Legión en una operación concreta y que pueda ponerse en contacto con oficiales de cuarteles locales ?- fue cuando le susurré- No me haga mucho caso..pero creo que para eso ya están sus superiores y los míos, para que hablen entre ellos sin necesidad de que rango inferiores como usted y yo, tengamos que meternos. ¿Y sabe lo mejor? Nos comunican estas cosas para actuar, no para ir por libre.-dije poniendo el tono serio en esta última frase.
-Además- estiro mi chaqueta- El único voto de confianza que necesito es la valía que pueda mostrarme a mi mismo.
Entonces fue cuando comprendí un poco más a Atsu, pues era un usuario, y viendo su extraña akuma en funcionamiento, no había que ser muy listo para saber que era poderosa. El contrato así como vino desapareció en llamas entre sus dedos.
-¿Sabe que dicen en mi tierra? No hagas tratos con el diablo, y creo que usted me la quiere meter doblada. ¿Por qué iba a ser necesario un contrato de buenas intenciones cuando ambos trabajamos para el mismo bando? Un contrato se basa en dos partes, unidas por un vínculo que de ser firmado, condena a una parte y alegra a la otra. Y estoy empezando a dudar seriamente de usted señor Atsu....así que omitiré por mi parte esta conversación, porque le repito una cosa.
Suspiré de nuevo, manteniendo esta vez la mirada sobre las botellas de la mesa.
-Se equivoca al pensar que jugaré en paralelo al cuerpo de La Legión. No estoy para ascender porque si. A nadie le disgusta un ascenso, y espero ascender POR MIS MÉTODOS, aunque me lleve tiempo, a coger un camino fácil y de final incierto....por ello me uní al cuerpo, para hacer las cosas bien. Así que temo no poder servirle en sus "empresas"
Fue entonces cuando mis pupilas se tornaron en las de un reptil.
-Así que le sugiero, de "soldado a soldado" que olvide semejante propuesta tan poco "convencional", pues le he escuchado como compañero la primera vez, aunque si lo hace una segunda, lo hará contra un Legionario.
Las pupilas volvieron a su ser y fue entonces cuando cogí el vaso de agua, pero sin beber aún.
-Tiene razón, hay relaciones interpersonales, pero yo soy un simple soldado, así que la relación laboral le va a ser del todo improductiva, lo lamento.
Fue entonces cuando se me hinchó un poco la vena de la frente, arrugué los ojos levemente para responderles a la segunda cuestión, ya que parecía tomarme por bobo del todo. ¿Quién se había creído?
- Oh ¿Necesita un contacto en la Legión? ¿Alguien que le pueda avisar cuando necesite la cooperación de la Legión en una operación concreta y que pueda ponerse en contacto con oficiales de cuarteles locales ?- fue cuando le susurré- No me haga mucho caso..pero creo que para eso ya están sus superiores y los míos, para que hablen entre ellos sin necesidad de que rango inferiores como usted y yo, tengamos que meternos. ¿Y sabe lo mejor? Nos comunican estas cosas para actuar, no para ir por libre.-dije poniendo el tono serio en esta última frase.
-Además- estiro mi chaqueta- El único voto de confianza que necesito es la valía que pueda mostrarme a mi mismo.
Entonces fue cuando comprendí un poco más a Atsu, pues era un usuario, y viendo su extraña akuma en funcionamiento, no había que ser muy listo para saber que era poderosa. El contrato así como vino desapareció en llamas entre sus dedos.
-¿Sabe que dicen en mi tierra? No hagas tratos con el diablo, y creo que usted me la quiere meter doblada. ¿Por qué iba a ser necesario un contrato de buenas intenciones cuando ambos trabajamos para el mismo bando? Un contrato se basa en dos partes, unidas por un vínculo que de ser firmado, condena a una parte y alegra a la otra. Y estoy empezando a dudar seriamente de usted señor Atsu....así que omitiré por mi parte esta conversación, porque le repito una cosa.
Suspiré de nuevo, manteniendo esta vez la mirada sobre las botellas de la mesa.
-Se equivoca al pensar que jugaré en paralelo al cuerpo de La Legión. No estoy para ascender porque si. A nadie le disgusta un ascenso, y espero ascender POR MIS MÉTODOS, aunque me lleve tiempo, a coger un camino fácil y de final incierto....por ello me uní al cuerpo, para hacer las cosas bien. Así que temo no poder servirle en sus "empresas"
Fue entonces cuando mis pupilas se tornaron en las de un reptil.
-Así que le sugiero, de "soldado a soldado" que olvide semejante propuesta tan poco "convencional", pues le he escuchado como compañero la primera vez, aunque si lo hace una segunda, lo hará contra un Legionario.
Las pupilas volvieron a su ser y fue entonces cuando cogí el vaso de agua, pero sin beber aún.
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Al ir escuchando sus respuestas, se dio cuenta de que había medido mal su carácter. El principito no solo carecía de tacto diplomático, sino que era un paranoico. Lucifer borró cualquier rastro de afabilidad y le miró con una mezcla de aburrimiento y decepción. ¿Él, un rango inferior? ¿Se creía acaso que eran iguales jerárquicos? ¿Tan ignorante era?
- La verdad es que no podría estar más equivocado, soldado Dietrich - respondió con fría educación - Mis superiores no se ocupan por mí de mis tareas. Soy un agente de una agencia de inteligencia, no un "soldado". Si durante una misión surge un imprevisto y necesito contactar con la Legión, me ocupo yo de ello, no mis superiores. No le estaba ofreciendo alguna clase de trato "no convencional", sino una relación de negocios que pretendía respaldar con el poder de mi akuma para demostrarle que no había trampa ni cartón. Tampoco le ofrecía un camino fácil. Tal vez no me escuchó, pero le dije claramente que no le estaba dando el ascenso en bandeja, tan solo la ocasión de probar sus capacidades de manera justa, algo que sus superiores le están negando.
Era un caso perdido. No merecía la pena intentar convencer a alguien como él; se limitaría a terminar de limpiar el desaguisado y marcharse. Era una lástima, realmente había pensado que había encontrado a alguien con quien cooperar, tal vez un futuro Pecado. Sin embargo no parecía que fuese a encontrar a la nueva generación de Pecados allí. La búsqueda continuaría, por el momento. Echó mano del whisky y vació lo que quedaba de un trago.
- Ha acusado a un oficial superior sin pruebas de pretender trabajar en paralelo a la Legión y al Gobierno. Esta clase de desacato a un superior jerárquico, más al oficial designado de esta operación, es la clase de comportamiento que el código militar de la Legión penaliza. Si bien puedo ver como una mente paranoica puede confundir mis palabras con una propuesta desleal y traicionera, la disciplina lo es todo en la Legión, ¿no? Voy a ignorar sus últimas palabras, soldado, en honor al hecho de que hemos luchado juntos, pero le recomiendo no acusar de manera similar a otros oficiales en el futuro. Otros no serán tan comprensivos como yo.
Se levantó y se dirigió a la puerta. En un pasado no habría respondido de esa manera, pero tenía que actuar de una manera similar a como lo haría Atsu. No podía dejar que pareciesen dos personas diferentes. Antes de salir se detuvo y miró una última vez a Maximilian.
- Está todo pagado. Buenas tardes, soldado.
- La verdad es que no podría estar más equivocado, soldado Dietrich - respondió con fría educación - Mis superiores no se ocupan por mí de mis tareas. Soy un agente de una agencia de inteligencia, no un "soldado". Si durante una misión surge un imprevisto y necesito contactar con la Legión, me ocupo yo de ello, no mis superiores. No le estaba ofreciendo alguna clase de trato "no convencional", sino una relación de negocios que pretendía respaldar con el poder de mi akuma para demostrarle que no había trampa ni cartón. Tampoco le ofrecía un camino fácil. Tal vez no me escuchó, pero le dije claramente que no le estaba dando el ascenso en bandeja, tan solo la ocasión de probar sus capacidades de manera justa, algo que sus superiores le están negando.
Era un caso perdido. No merecía la pena intentar convencer a alguien como él; se limitaría a terminar de limpiar el desaguisado y marcharse. Era una lástima, realmente había pensado que había encontrado a alguien con quien cooperar, tal vez un futuro Pecado. Sin embargo no parecía que fuese a encontrar a la nueva generación de Pecados allí. La búsqueda continuaría, por el momento. Echó mano del whisky y vació lo que quedaba de un trago.
- Ha acusado a un oficial superior sin pruebas de pretender trabajar en paralelo a la Legión y al Gobierno. Esta clase de desacato a un superior jerárquico, más al oficial designado de esta operación, es la clase de comportamiento que el código militar de la Legión penaliza. Si bien puedo ver como una mente paranoica puede confundir mis palabras con una propuesta desleal y traicionera, la disciplina lo es todo en la Legión, ¿no? Voy a ignorar sus últimas palabras, soldado, en honor al hecho de que hemos luchado juntos, pero le recomiendo no acusar de manera similar a otros oficiales en el futuro. Otros no serán tan comprensivos como yo.
Se levantó y se dirigió a la puerta. En un pasado no habría respondido de esa manera, pero tenía que actuar de una manera similar a como lo haría Atsu. No podía dejar que pareciesen dos personas diferentes. Antes de salir se detuvo y miró una última vez a Maximilian.
- Está todo pagado. Buenas tardes, soldado.
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La verdad es que no iba a parame más tiempo a hablar con aquel tipo, que a claras luces no era trigo limpio. Además su propio trato ya era una agarrada de testículos que no me interesaba aceptar, porque cualquier contrato puede volverse en tu contra, y yo sinceramente, adoro mi independencia. También pude ver como Atsu quemaba la carta de "soy un superior". Por lo que a mí respecta es un compañero de otro segmento dentro de la Legión al que no le debo cuentas más allá de un mal informe a mis superiores, y que sería fácilmente contrastable si tuviera necesidad de dar mi punto de vista, por muy superior que fuera, yo también podía jugar la baza de principito. Así que creía haber hecho lo correcto, y a la larga haberme escapado de un problema bastante gordo a largo plazo. Porque las palabras bonitas suelen siempre tapar oscuras intenciones, y con la akuma que este hombre portaba...la verdad es que se prestaba a ello.
Por esto me negué en redondo y a pesar de escuchar sus palabras una por una, debo decir que solo esperaba a que se levantara y se largara, eso si, la educación no había que perderla, así que asentí con la cabeza levemente, sin quitarle la vista, a tu clemencia dada. Las cosas como son, me alegro de que el tema quedara zanjado y no escalara a más, no tengo las muelas para bailes.
Finalmente me dijo que estaba todo pagado justo cuando salía por la puerta. Yo me quedé allí sentado, y nuevamente con otro aceno de cabeza antes de ver como salía del reservado. Yo por mi parte esperé unos segundos a ver que estuviera totalmente solo en la zona. Fue entonces cuando cogí el vaso de agua con mucho hielo, desenganché la mascarilla por el lado izquierdo y pegué un gran trago hasta vaciarlo. Rápidamente me la volví a poner. El coñac no lo tomé, ya que se me había cerrado el estómago por la situación previa. Aún así me levanté, me estiré el traje y salí por la puerta, no sin antes despedirme de los camareros de forma educada.
Una vez fuera, opté por caminar por las calles de la villa, metiéndome a veces por callejones para evitar tanto bullicio. Mi idea era ir a visitar al armero local, ya que quería ver algunas cosas aprovechando que ahora tenía un respiro de la misión, cosa que se agradecía.
-Espero que no exageren los precios en este montón de arena de mierda- pensé mientras caminaba con las manos en los bolsillos a la par que miraba al frente. Arabasta no era un lugar que me gustara particularmente, pero bueno, era lo que había. A mayores aproveché para pensar en mi familia. ¿Cómo les estará yendo la vida? ¿Mi hermana ya habrá empezado sus estudios? ¿Mi hermano seguirá siendo el chupatintas de turno? La verdad, me apetecía verlos.
Por esto me negué en redondo y a pesar de escuchar sus palabras una por una, debo decir que solo esperaba a que se levantara y se largara, eso si, la educación no había que perderla, así que asentí con la cabeza levemente, sin quitarle la vista, a tu clemencia dada. Las cosas como son, me alegro de que el tema quedara zanjado y no escalara a más, no tengo las muelas para bailes.
Finalmente me dijo que estaba todo pagado justo cuando salía por la puerta. Yo me quedé allí sentado, y nuevamente con otro aceno de cabeza antes de ver como salía del reservado. Yo por mi parte esperé unos segundos a ver que estuviera totalmente solo en la zona. Fue entonces cuando cogí el vaso de agua con mucho hielo, desenganché la mascarilla por el lado izquierdo y pegué un gran trago hasta vaciarlo. Rápidamente me la volví a poner. El coñac no lo tomé, ya que se me había cerrado el estómago por la situación previa. Aún así me levanté, me estiré el traje y salí por la puerta, no sin antes despedirme de los camareros de forma educada.
Una vez fuera, opté por caminar por las calles de la villa, metiéndome a veces por callejones para evitar tanto bullicio. Mi idea era ir a visitar al armero local, ya que quería ver algunas cosas aprovechando que ahora tenía un respiro de la misión, cosa que se agradecía.
-Espero que no exageren los precios en este montón de arena de mierda- pensé mientras caminaba con las manos en los bolsillos a la par que miraba al frente. Arabasta no era un lugar que me gustara particularmente, pero bueno, era lo que había. A mayores aproveché para pensar en mi familia. ¿Cómo les estará yendo la vida? ¿Mi hermana ya habrá empezado sus estudios? ¿Mi hermano seguirá siendo el chupatintas de turno? La verdad, me apetecía verlos.
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Preparar su pequeña venganza llevó tiempo. No porque fuese complicado, sino porque Atsu era un dolor de huevos. Le costaba mantener el control del cuerpo durante periodos de tiempo prolongados y además tenía que intentar crear recuerdos falsos para Atsu, y no siempre era posible. Además, si quería que su pequeña treta no tuviera consecuencias, no podía ponerla en práctica de inmediato. No, esperó tres semanas antes de llevarla a cabo. Por suerte para él, el destacamento de la Legión siguió estacionado en Erumalu llevando a cabo tareas de limpieza, arrestando a criminales menores y ejerciendo como apoyo al vecino cuartel de Nanohana. Así que preparó su golpe con calma y tiempo.
Por suerte, contaba con Exael para obtener información por él. Exael le dio un informe (verbal, por supuesto) bastante completo sobre las actividades del príncipe antes de alistarse en la Legión. Lo que encontró fue curioso: al parecer su último acto oficial como príncipe fue dirigir un asalto sobre un baluarte pirata en las costas de su reino. En ese asalto, un importante filibustero local, Le Pen du Sancerre, había perdido a una coalición de bandas compuesta por más de tres mil hombres. Sería impresionante si no hubiese sido derrotado por el ejército de un único reino.
Se preparó a conciencia para la reunión. Cubierto de pies a cabeza en una túnica de habitante del desierto y con la cara totalmente tapada salvo por los ojos, que ocultó tras unas gafas de sol, entró en forma completa. En aquella transformación medía considerablemente más y tenía una complexión distinta, así que nadie relacionaría a aquel extraño de enorme tamaño con el agente Omega. Con ese aspecto salió del escondite de Exael y se dirigió al punto de reunión. Había escogido a un ratero del tres al cuarto por varios motivos: cobraba poco, fallaría en su cometido y cantaría como un pajarito en caso de ser interrogado. Era todo lo que necesitaba. También era la clase de persona que podría permitirse contratar un pirata menor caído en desgracia.
- ¿Quién es el objetivo? - preguntó el asesino.
Lucifer le entregó una foto y un fajo de billetes.
- Recuerda que Sancerre ha prometido mucho más en caso de que triunfes, pero deberás traer la cabeza como prueba - Lucifer habló con una voz grave y rasposa.
- Sé hacer mi trabajo, gracias - le respondió.
- Una última cosa. Sancerre ha pedido que le digas algo antes de que muera: el Baluarte no olvida.
El asesino asintió y se retiró. Lucifer sonrió bajo la tela. "Nunca olvides una afrenta. Nunca perdones un agravio."
Por suerte, contaba con Exael para obtener información por él. Exael le dio un informe (verbal, por supuesto) bastante completo sobre las actividades del príncipe antes de alistarse en la Legión. Lo que encontró fue curioso: al parecer su último acto oficial como príncipe fue dirigir un asalto sobre un baluarte pirata en las costas de su reino. En ese asalto, un importante filibustero local, Le Pen du Sancerre, había perdido a una coalición de bandas compuesta por más de tres mil hombres. Sería impresionante si no hubiese sido derrotado por el ejército de un único reino.
Se preparó a conciencia para la reunión. Cubierto de pies a cabeza en una túnica de habitante del desierto y con la cara totalmente tapada salvo por los ojos, que ocultó tras unas gafas de sol, entró en forma completa. En aquella transformación medía considerablemente más y tenía una complexión distinta, así que nadie relacionaría a aquel extraño de enorme tamaño con el agente Omega. Con ese aspecto salió del escondite de Exael y se dirigió al punto de reunión. Había escogido a un ratero del tres al cuarto por varios motivos: cobraba poco, fallaría en su cometido y cantaría como un pajarito en caso de ser interrogado. Era todo lo que necesitaba. También era la clase de persona que podría permitirse contratar un pirata menor caído en desgracia.
- ¿Quién es el objetivo? - preguntó el asesino.
Lucifer le entregó una foto y un fajo de billetes.
- Recuerda que Sancerre ha prometido mucho más en caso de que triunfes, pero deberás traer la cabeza como prueba - Lucifer habló con una voz grave y rasposa.
- Sé hacer mi trabajo, gracias - le respondió.
- Una última cosa. Sancerre ha pedido que le digas algo antes de que muera: el Baluarte no olvida.
El asesino asintió y se retiró. Lucifer sonrió bajo la tela. "Nunca olvides una afrenta. Nunca perdones un agravio."
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Habían pasado tres semanas y había vuelto a acabar en aquel trozo de arena. La última vez no pude ir a la armería que quería, ya que me lié con otras cosas. Aun así me propuse volver a ella, ya que decían tenía buen material, así que decidí caminar. El problema es que la armería, desde el puerto, quedaba más lejos de lo que pensaba, y la verdad me estaba empezando a cansar de tanto patear. Así que opté por detenerme en uno de los callejones de la villa, uno de esos donde la gente se detiene a orinar en los días de celebración ¿Cómo lo sabía? Porque apestaba. Menos mal que la mascarilla servía para algo más que para taparme el problema de la boca. Aún así no pude evitar llevarme la mano a la boca y pensar que algún día pudiera curarme esta fea herida, sobre todo por eso de no tener que seguir llevando mascarilla. Aun así no recuperaría el gusto, seguro. Ay...que pereza, pero tengo que salir de aquí cuanto antes, porque este olor a meados ya empieza a ser insoportable.
Afortunadamente fui a dar a una pequeña plaza, que no sería muy grande precisamente, sino parecía la típica plaza embotellada por las propias calles, y que ahora estaba vacía, ya que el bullicio de la ciudad estaba en la calle paralela a esta plaza, que era la avenida principal. Por lo menos ya no olía a meados, y la fuente ubicada en el centro emanando agua dejaba un lugar de tranquilidad y reposo. Opté por sentarme unos minutos en el saliente de la fuente, y crucé los brazos. Estaba seguro de que la armería ya quedaba cerca. Momento en el que aproveché para sacar del bolsillo del pantalón un pequeño camafeo. Haber pensado en mi familia provocó que lo sacara, pues en dicho camafeo había la foto de mis padre a la izquierda mientras que en la derecha estaba la foto de mi hermano y hermana conmigo.
-Que ganas tengo de volver a veros- Pensé para mi sabiendo que eso era imposible. Padre me lo había dejado bien claro: "Vuelve como alguien y podrás quedarte". No le faltaba razón alguna cuando me dijo que esto iba a ser difícil. Igualmente las palabras de Atsu rebotaban en mi cabeza, pero solo un poco, a pesar del tiempo pasado. Sabía lo que debía hacer, lo hice y punto. Ya tendría tiempo de ascender por méritos y no por "empuje".
Suspiré, miré la hora en un reloj que había en una de las fachadas de los edificios y me puse de nuevo a caminar por un nuevo callejón. A este paso haría un tour por la villa sin quererlo, y todo para ir a una armería a comprar cuatro cosas.
Afortunadamente fui a dar a una pequeña plaza, que no sería muy grande precisamente, sino parecía la típica plaza embotellada por las propias calles, y que ahora estaba vacía, ya que el bullicio de la ciudad estaba en la calle paralela a esta plaza, que era la avenida principal. Por lo menos ya no olía a meados, y la fuente ubicada en el centro emanando agua dejaba un lugar de tranquilidad y reposo. Opté por sentarme unos minutos en el saliente de la fuente, y crucé los brazos. Estaba seguro de que la armería ya quedaba cerca. Momento en el que aproveché para sacar del bolsillo del pantalón un pequeño camafeo. Haber pensado en mi familia provocó que lo sacara, pues en dicho camafeo había la foto de mis padre a la izquierda mientras que en la derecha estaba la foto de mi hermano y hermana conmigo.
-Que ganas tengo de volver a veros- Pensé para mi sabiendo que eso era imposible. Padre me lo había dejado bien claro: "Vuelve como alguien y podrás quedarte". No le faltaba razón alguna cuando me dijo que esto iba a ser difícil. Igualmente las palabras de Atsu rebotaban en mi cabeza, pero solo un poco, a pesar del tiempo pasado. Sabía lo que debía hacer, lo hice y punto. Ya tendría tiempo de ascender por méritos y no por "empuje".
Suspiré, miré la hora en un reloj que había en una de las fachadas de los edificios y me puse de nuevo a caminar por un nuevo callejón. A este paso haría un tour por la villa sin quererlo, y todo para ir a una armería a comprar cuatro cosas.
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Tenía curiosidad por cómo se desenvolvería el asunto, pero hubiese sido mala idea ponerse en línea de visión. Por mucho que tuviese una complexión distinta y estuviese totalmente tapado, no le apetecía llamar la atención sobre sí mismo. Sin embargo... podía mantenerse lejos y totalmente fuera de la vista, a un par de calles, y seguir el desarrollo de los acontecimientos usando su haki de observación. No vería lo que ocurría, pero al menos conocería el desenlace. Tras meditarlo un poco, la curiosidad venció a la prudencia y salió a la calle. Utilizó el haki para mantener la voz del asesino localizada y fue siguiéndole desde lejos, manteniendo siempre una línea de edificios entre ambos. Estuvo un rato dando vueltas siguiéndole, y cuando empezaba a perder la paciencia, sintió agresividad en la presencia del asesino.
El asesino se llamaba Khalid. Era un habitual de los bajos fondos de la Senda del Rey. No era el asesino más famoso ni el más letal, pero tenía experiencia y manejaba con habilidad el cuchillo. Por lo general se encargaba de tareas pequeñas: un matón que había perdido el favor de su capo, un ladrón que había echado mano a una mercancía que no debería haber tocado, un agente de la ley demasiado entrometido... este era su primer príncipe. Sin embargo era solo un soldado raso de la Legión. No esperaba que fuese a ser demasiado difícil. Todo lo que tenía que hacer era pillarlo solo.
Localizarlo fue lo que le llevó más tiempo. Diferentes personas a las que preguntó le habían visto moviéndose por la ciudad. Su objetivo estaba en movimiento, y eso dificultaba su tarea, pues no parecía tener un rumbo concreto. Varias veces le perdió la pista y tardó un rato en volver a encontrar a alguien que le hubiese visto. Pero finalmente lo localizó. Parecía ocupado mirando algo en su mano. Lo vigiló desde lejos y esperó a que volviese a moverse.
- Bingo - dijo al verlo entrar en un callejón.
Se apresuró a seguir y redujo el ritmo al entrar tras él, moviéndose silenciosamente hacia su espalda mientras sacaba un cuchillo de entre sus ropas. Su contratante le había pedido que le diese un mensaje antes de matarlo... pero no iba a renunciar al elemento sorpresa. Primero la puñalada, luego el mensaje. En un rápido movimiento, intentó apresarlo con el brazo izquierdo y con el derecho le lanzó una serie de violentas puñaladas en el pecho.
- El Baluarte no olvida - le susurró al oído.
[...]
El asesino se llamaba Khalid. Era un habitual de los bajos fondos de la Senda del Rey. No era el asesino más famoso ni el más letal, pero tenía experiencia y manejaba con habilidad el cuchillo. Por lo general se encargaba de tareas pequeñas: un matón que había perdido el favor de su capo, un ladrón que había echado mano a una mercancía que no debería haber tocado, un agente de la ley demasiado entrometido... este era su primer príncipe. Sin embargo era solo un soldado raso de la Legión. No esperaba que fuese a ser demasiado difícil. Todo lo que tenía que hacer era pillarlo solo.
Localizarlo fue lo que le llevó más tiempo. Diferentes personas a las que preguntó le habían visto moviéndose por la ciudad. Su objetivo estaba en movimiento, y eso dificultaba su tarea, pues no parecía tener un rumbo concreto. Varias veces le perdió la pista y tardó un rato en volver a encontrar a alguien que le hubiese visto. Pero finalmente lo localizó. Parecía ocupado mirando algo en su mano. Lo vigiló desde lejos y esperó a que volviese a moverse.
- Bingo - dijo al verlo entrar en un callejón.
Se apresuró a seguir y redujo el ritmo al entrar tras él, moviéndose silenciosamente hacia su espalda mientras sacaba un cuchillo de entre sus ropas. Su contratante le había pedido que le diese un mensaje antes de matarlo... pero no iba a renunciar al elemento sorpresa. Primero la puñalada, luego el mensaje. En un rápido movimiento, intentó apresarlo con el brazo izquierdo y con el derecho le lanzó una serie de violentas puñaladas en el pecho.
- El Baluarte no olvida - le susurró al oído.
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Por regla general no solía estar mucho tiempo metido en ciudades que no me gustaban, y aún así, el caso de Arabasta era de lo más particular. Si bien el país no me parecía gran cosa, salvo el conocer ciudades de un estilo oriental con tradiciones que no comprendía, no me gustaba ni sus paisajes, ni sus gentes. ¿No eran amables? En absoluto, pero había mucha pobreza, como en cualquier ciudad, y aún así los ladrones campaban a sus anchas durante la noche. No era la primera vez que había escuchado a una mujer gritar en mitad de la noche porque le habían robado su cesto de manzanas. Había hambre, era obvio, y tras todo el lujo de las diferentes ciudades del país, había miseria. Incluso en Reikvand la había, pero por lo menos allí la cosa estaba bastante controlada.
De hecho no había mendigos, ya que estos servían al ejército. Padre era muy previsor con dar una buena imagen del país tanto externa como interna, cosa que aprendí que a la largar era una buena acción.
Seguí caminando hasta que por algún motivo, se activó mi sentido. Notaba una presencia detrás mía y ya empecé a dudar de que fuera una viandante rutinario. Principalmente porque estaba en un callejón, solo y encima aquel tipo mantenía la distancia conmigo. Sabía que los ladrones eran tontos, pero querer pillarme por la espalda era de completo imbécil. Pero igualmente seguí caminando hasta que su brazo izquierdo me asaltó para intentar agarrarme, mientras que con su otro brazo trató de asestarme varias puñaladas en el pecho. Hubiera logrado su objetivo si no hubiera estado medianamente alerta, pues cuando me echó el brazo para agarrarme lo agarré yo del mismo, y tiré de él para que diera una voltereta sobre mi espalda cayendo al suelo, soltando así el puñal que llevaba en la otra.
Ahi estaba, agarrándole la mano totalmente lista para que a un simple giro de mi mano, se la rompiera. Clavé mi pie sobre su cara para inmovilizarlo del todo. El muy necio trataba de llegar al puñal sin éxito, ya que su brazo quedaba corto a la distancia donde había caído el arma. Por si esto fuera poco, lo que dijo había calado profundamente en mí. Había dicho que el Baluarte no olvida, y eso significaba una cosa: Escoria de Le Pen.
-¿Por qué siempre intentáis hacerlo por la espalda?- dije presionándole con la bota en la cara- ¡¿Quién cojones eres y dime porqué has dicho eso?! ¿Te envía alguien de Le Pen? Habla o te juro que saldrás de este callejón en silla de ruedas.
De hecho no había mendigos, ya que estos servían al ejército. Padre era muy previsor con dar una buena imagen del país tanto externa como interna, cosa que aprendí que a la largar era una buena acción.
Seguí caminando hasta que por algún motivo, se activó mi sentido. Notaba una presencia detrás mía y ya empecé a dudar de que fuera una viandante rutinario. Principalmente porque estaba en un callejón, solo y encima aquel tipo mantenía la distancia conmigo. Sabía que los ladrones eran tontos, pero querer pillarme por la espalda era de completo imbécil. Pero igualmente seguí caminando hasta que su brazo izquierdo me asaltó para intentar agarrarme, mientras que con su otro brazo trató de asestarme varias puñaladas en el pecho. Hubiera logrado su objetivo si no hubiera estado medianamente alerta, pues cuando me echó el brazo para agarrarme lo agarré yo del mismo, y tiré de él para que diera una voltereta sobre mi espalda cayendo al suelo, soltando así el puñal que llevaba en la otra.
Ahi estaba, agarrándole la mano totalmente lista para que a un simple giro de mi mano, se la rompiera. Clavé mi pie sobre su cara para inmovilizarlo del todo. El muy necio trataba de llegar al puñal sin éxito, ya que su brazo quedaba corto a la distancia donde había caído el arma. Por si esto fuera poco, lo que dijo había calado profundamente en mí. Había dicho que el Baluarte no olvida, y eso significaba una cosa: Escoria de Le Pen.
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