Banana split (Evento) (Helado-Nick)

-Eso de no tener que preocuparme de la lluvia ácida es un buen cambio de aires, espero que ese bomboncito haya podido salir de allí de una pieza-pensó en alto mientras apartaba la densa capa de vegetación que le obstaculizaba el paso. No tuvo tiempo de verificar el estado de la tal Glyde, estando todo demasiado oscuro y lleno de rocas como para volver a buscarla.

-Así es la vida, pero la tipa era dura, estoy seguro de que ha sobrevivido a un pequeño colapso de nada-y siendo sincero, tampoco era problema suyo. Se suponía que iba a ser la guía que le llevase a esa maldita ciudad en busca del mineral que le volvería rico, y acabó llevándolos a su casi tumba. Pero de poco servía arrepentirse por el pasado, tenía que centrarse en el ahora.

Y el ahora no es que fuese muy favorecedor tampoco, puesto que había acabado en una isla desconocida gracias al amable navío en el cual se había colado. Que lo primero que viese una vez salió de esa maldita caja tras no se cuentas horas fuese una especie de plátano enorme en medio del mar  no es que le ayudase mucho a curar esa confusión. Pero por suerte, una vez salido de su escondite, pudo escuchar un par de conversaciones entre marineros, poniéndole por fin nombre a la tierra que pisaba.

-Quien haya inventado el nombre no es que se lo haya currado mucho-siguió quejándose al aire en un vago intento por mermar la frustración de no poder avanzar ni medio metro sin tener que hacer un esfuerzo titánico en apartar las malditas plantas que no le paraban de obstaculizar la visión.

-Como no el maldito pueblo no podía estar al lado del puerto, o tras un camino bien indicado, claro que no. El maldito ingeniero o arquitecto que haya diseñado ese pueblucho prefirió esconderlo de la maldita civilización detrás de un escondite de maleza imposible de sortear. Otro día más en la vida de mierda de Nick Valentine-el destino parecía reírse de él, dándose un buen golpe en plena cara con una rama cuando intentaba apartarla.

-¿Por qué demonios habré quitado mi trasero del barco? Desde que me fui en busca de ese maldito metal solo me han pasado penurias-y así siguió el pequeño viaje de autocomplaciencia de Nick, avanzando lenta pero constantemente hacia la dirección donde se suponía que estaría el pueblo, esperando poder reabastecerse un poco y encontrar alguna manera de largarse de vuelta al navío.

Pero finalmente sus esfuerzos habían dado sus frutos, consiguiendo por fin salir de aquel denso bosque para ver a la distancia los pequeños edificios que rodeaban la ancha calle principal. Había bastante ajetreo puesto que era hora punta, por lo que le fue más fácil mezclarse entre la multitud a pesar de su peculiar aspecto. Ahora que ya estaba en donde quería, faltaba ver la forma de conseguir un contacto que le sacase de la dichosa isla.

El bar siempre era una buena opción, siendo un punto de reunión de la población cuando se quería relajar, momento en que las lenguas solían estar mucho más flojas, y más si había alcohol de por medio. Pero después de sus malas experiencias recientes, prefería mantenerse alejado de locales pequeños donde los borrachos abundasen, por lo que se dirigió al segundo edificio donde más ajetreo se podía ver: La barbería.

La campana de la entrada anunciando su llegada provocó que todos en el local se girasen a verlo, quedándose súbitamente callados al ver como entraba por la puerta un imponente hombre cornudo que jamás habían visto, ganándose un buen par de miradas extrañas antes de que todo el mundo volviese a hablar como si nada.

-Al menos estos no me echan cuchillos con la mirada ni parece que me vayan a echar de patitas a la calle nada más entrar, hay que ser positivos-el que parecía el dueño del local dejó de atender a uno de los hombres para acercarse a él, tijeras en mano, haciendo que Nick se tensase al momento, listo para reaccionar en caso de que hiciera falta. Pero por suerte se pudo relajar una vez el hombre guardó la herramienta en uno de sus bolsillos.

-Buenas tardes, es raro ver una cara nueva por aquí, y más una como la tuya...sin ofender-la sonrisa amable en su rostro delató sus buenas intenciones, sacándole una pequeña sonrisa a Nick, el cual se llevó una mano a la punta de su cabello.

-Hasta los bichos raros como yo tenemos que acicalarnos de vez en cuando, así que si no le importa señor me gustaría retocar un poco la melena-buena excusa para escuchar todo lo que dijeran sin levantar sospechas.

-Aquí mientras se me pague no hacemos distinciones, así que si no te importa esperar sentado un poco, en breves estaré contigo-y señaló un pequeño sofá cerca de los sillones donde el resto de clientes estaban sentados, dejándose caer encima de él con un suspiro satisfecho.

Lo mejor era fingir que estaba haciendo otra cosa mientras dejaba que los otros se relajasen, cogiendo el periódico que estaba en la mesilla de su lado para empezar a leerlo.

-Esta reportera está loca de remate-pensó mientras pasaba las páginas.

—Me voy a cagar en los putísimos muertos del imbécil que haya puesto esta isla en medio del camino dándole la imperiosa necesidad a Claude de bajarse del puto barco y a mí la estupidísima idea de seguirle pensando que sería una buena idea—. Se quedó muy quieto, inspiró con fuerza y siguió su oración en un tono bastante más elevado—. ¡ODIO CON TODA MI ALMA LAS MALDITAS JUUUUNGLAAAS!

El grito retumbó en los árboles y la maleza que le rodeaba. Casi, de hecho, pareció que la propia onda los había hecho moverse y agitarse. Y es que todo lo que le rodeaba posiblemente en kilómetros a la redonda eran plantas, plantas y más plantas, con extra de animales, mosquitos y humedad; el pelo lo tenía horrible, pero tampoco es como si su madre fuese a obligarle a cortárselo, así que tampoco pasaba nada... Puede. El punto es que le quedaba un tiempo largo y tedioso de camino... O es lo que le hubiese quedado, porque decidió que, al menos en esa ocasión, caminar por el suelo no era divertido.

Empezó a dar saltos hacia arriba con su poder hasta que estuvo fuera del alcance de las hojas de los árboles más altos y, tras dar un buen y fuerte suspiro, siguió su camino como si un puente invisible se hubiera eregido delante suya. No le acababa de convencer usar aquel método para trasladarse de un sitio a otro si podía hacerlo por la vía normal, pero es que aquel lugar no le dejaba opción alguna, le recordaba demasiado a su padre como para pasárselo bien.

Al final acabó por llegar a su destino, un pueblo en mitad de la espesura y básicamente se dejó caer. Como veinte metros de altura. Como si nada. Una pequeña nube de humo se levantó a su alrededor y todo el mundo se le quedó mirando de una forma bastante extraña. Es decir, ¿quién no ha visto a un niño de doce años caer desde el cielo como un testimonio de que dios va a salvar a la humanidad? A ver, posiblemente nadie, o al menos muy poca gente, peor es un poco lo que hay, y más siendo Yuuki.

—¿Habrá algún sitio así interesante al que pueda ir a comer en lo que espero a Claude?

Miró a su alrededor ignorando a la gente que tenía la mirada perpleja aún puesta en él mientras analizaba el lugar. La verdad es que esperaba poder encontrar algún sitio, si no iba a ponerse bastante triste.