De plato en plato y como porque me toca [EVENTO Helado - Sasaki]

Cuando llegamos al puerto, les ayudé a descargar lo que llevaban y que querían vender. Me despedí del joven capitán y puse rumbo al interior de la enorme urbe. A medida que me adentraba noté que había una mayor abundancia de gente que en cualquier otra isla de las que había conocido, y no solo eso, prácticamente todo eran restaurantes o sitios de comida. Aquello aumentaba las posibilidades de que el idiota al que buscaba estuviese en la isla dado que le gustaba cocinar y comer. El problema era que había demasiados sitios y para encontrarlo sería algo complicado.

Dado el volumen de gente que había, me parecía raro no ver ningún tipo de disturbio a primera vista, pero aun así, sujeté mis armas lo más discretamente posible.

Me di cuenta también que había gente que se me quedaba mirando, con cara extrañada o simplemente se alejaban lo más discretamente posible de mí. No era extraño a mi parecer, estaba acostumbrado, pero gran parte de la gente simplemente no se fijaba en mi o mi apariencia y simplemente se cruzaban conmigo sin cruzar ni una mirada enfocados en lo que ellos iban pensando.

En cierto momento, vi a alguien que iba repartiendo algo, me acerqué aquella persona. Era un tipo negro y unos veinte centímetros más alto que yo, llevaba un trapo azul en la cabeza sujeto con una cuerda; de ojos negros y voz grave y bastante potente. Llevaba un haori simple de color blanco que no le quedaba demasiado bien pues parecía pequeño para su estatura. En la mano tenía unos papeles que adiviné que eran unos folletos publicitarios.

-Buenas joven, pásese por aquí, le servirán el mejor takoyaki que pueda imaginar. Y si no le gusta puede pedir un buen ramen de fideos caseros. – me dijo según me acerqué tendiéndome uno de los folletos, luego se giró para intentar entregar otro folleto a otra persona.

-Disculpe, ¿qué hay de interesante en esta isla? ¿hay alguna herrería importante o algo similar?

El tipo se giró y me miró extrañado por la pregunta.

-Pues no conozco de herrerías, solo restaurantes, que es lo principal que hay en la isla. Vivimos de la comida. Bueno, yo como puedo, porque solo me quieren contratar para esto y la gente se asusta tanto de mí que no deja que le de publicidad del restaurante. ¡Por favor, ve al restaurante, sino me despedirán! – me dijo inclinándose noventa grados.

-Bueno vale, solo una pregunta más. ¿Has visto un tipo con cuernos en la cabeza y que lleva una especie de tubo en la espalda? Es un amigo que estoy buscando.

-Pues no, veo mucha gente todos los días, pero no me suena ahora mismo.

Le agradecí la información y me dirigí hacia al restaurante que publicitaba. No me parecía una mala opción, a fin de cuentas era comida de mi tierra.

el repartidor de folletos:

—¡Otra de gyozas, por favor! —gritó el peliblanco alzando una de las manos con los palillos apuntando a lo alto.

   —¡Hai, hai, marchando!

El ambiente era igual dentro que fuera: animado miraras donde miraras y lleno de gente bastante particular, algunos borrachos, otros menos y una cantidad muy pequeña sobria, entre los cuales se encontraba el joven que había pedido una segunda tanda de comida. No porque quisiera, obviamente, pero parecer un niño de trece años hace que la gente sea reacia a servirte alcohol, aunque bueno, tampoco es que fuera algo que le llamase la atención, así que lo dejaba pasar mientras la comida fuese de buena calidad. Y lo era. Por mucho.

Yuuki miró a su alrededor mientras esperaba, intentando recordar un poco cómo había llegado a aquel lugar y cuál sería su plan a seguir después de comer. Era la séptima vez que lo hacía, pero es que cada vez que salía de un restaurante se topaba con alguien que le tendía un panfleto con "¡el mejor restaurante de la isla, pruébelo!" y claro, uno no podía decir que no a aquellas proposiciones indecentes. Lo primero, sin embargo, tampoco es que fuese demasiado distinto a lo que era su vida en general, y es que colarse en un barco y simular ser un tripulante era más fácil de lo que la gente podía imaginarse. Es decir, ser la vigésimo séptima vez en los últimos dos meses o decía mucho de lo fácil que era o de lo estúpida que era la gente a veces... Quizá ambas a la vez.

—¡Su pedido, señorito! —El camarero dejó un plato con una docena de gyozas variadas con un pequeño acompañamiento de verduras justo en frente de Yuuki, y con un leve gesto se volvió a sus comandas.

El peliblanco empezó a hincarle el diente a aquel manjar de los dioses, aún sin quitarle demasiada vista a su alrededor. Había desde humanos hasta tontattas, y si te fijabas bien hasta podías encontrarte con algún mink de esos peludos a los que todo el mundo les gusta abrazar —son mulliditos y adorables que te quieres morir—, y todos y cada uno de ellos con peculiaridades como alas, escamas, cuernos y muchísimas más cosas. Algunos solo comían, otros cantaban en grupos montando algo de barullo en lo más alejado del lugar, includo los había que estaban en lo que parecían reuniones de empresa. Y todos los sitios por los que había pasado habían sido parecidos, así que aunque quizá un poco exagerado, los panfletos parecían tener algo de razón.

—Creo que después de terminar aquí me iré a buscar un helado o algo, que se me antoja algo fr-

Antes de terminar su frase una de las personas que parecía haberse pasado de más con la bebida chocó contra su mesa, tirándola tanto ella como lo que le quedaba en el plato —que no era poco. Yuuki se quedó mirando su plato en el suelo y, tras unos segundos en los que parecía que se había perdido en el mar astral, cogió al tipo por la pechera y lo agitó con una violencia quizá algo desmesurada.

—¡TE MATO, TE JURO QUE TE MATO AQUÍ Y AHORA!

Aaaaah, sí... un buen día.

Cuando me puse en camino hacia el restaurante que me había indicado el tipo aquel, sin embargo, mientras me alejaba el tipo aquel me volvió a hablar.

-Por cierto, tenga cuidado en la ciudad, he escuchado que ha habido secuestros y desapariciones en algunos puntos de la isla.

-Gracias, esta bien saberlo, aunque si me atacan intentaré defenderme – le respondí dándoles unos golpecitos a mis armas.

Seguí caminando mirando los menús que había en el panfleto que me había dado. Por lo que veía en los precios, no eran lo que se dice baratos, pero teniendo una gran competencia y siendo como me había dicho el tipo aquel una ciudad de, podría decirse que, gourmets, eran precios que serían bastante regulares en el lugar.

Para cuando llegué a la entrada del local ya había decidido lo que quería comer. Pero antes de entrar pude escuchar como alguien le gritaba a alguien amenazándolo de muerte. Di un ligero suspiro y entré en el local, no tenía ganas de meterme en ninguna bulla, pero le había dicho al otro tipo que comería allí y la hora de comer se acercaba.

Cuando entré pude ver como un adolescente de pelo blanco azulado le gritaba frente a todo el mundo a un tipo que parecía no entender lo que pasaba aunque le zarandeaba con bastante violencia, aunque ver las mejillas completamente rojas, que se balanceaba aun estando parado un un plato en el suelo con comida desparramada a su alrededor me dejaba claro lo que había pasado, o eso creía. Me dirigí hacia la barra, teniendo que pasar por donde estaba la trifulca. Cuando llegué hasta donde estaban me detuve y miré fijamente al chico poniéndole una mano en el hombro.

-Chico, le estas estropeando la comida a la gente sientate y pide te traigan la ración de nuevo, no te la cobrarán.

Tras decir aquello pasaría entre el borracho y el chico agresivo, que por alguna razón me habían entrado ganas de educarle de la forma más efectiva que conocía, tortazos. Hice un esfuerzo por no pensar en ello y cuando estaba en la barra pedí una jarra de sake, que aunque no tuviera edad para beberlo, mi apariencia de adulto me ayudaba y pedí un chasu udon con tres porciones de nigiris, de atún, salmón y ebi.

Mientras esperaba a que me sirviesen lo que había pedido miré alrededor para ver la decoración, y la verdad era que aunque había alguna cosa que se me reconocía de Wano, la mayoría solo era algo de apariencia y que no hacía que la decoración desentonara en el lugar.

El borracho parecía no saber bien qué estaba pasando y seguía sonriendo e intentando hablar por lo bajo, como si no tuviera a un enano de metro cincuenta zarandeándolo como un putisimo desgraciado. Al menos él parecía estar pasándoselo bien, de eso no cabía la menor duda. Yuuki al muy poco rato empezó a calmarse, justo en el instante en el que un chico se dirigió a él. El peliblanco le devolvió la mirada y, aunque ya estaba más calmado, aún tneía cara de mala hostia; normal que luego la gente se metiese con él, la verdad sea dicha.

—Tsk, creo que molesta más que te tiren la comida. Además, si la mayoría nos están ignorando y al resto casi que le parece divertido —Suspiró y soltó al señor que tenía agarrado, el cual cayó de golpe al suelo y ahí quedó, incapaz de levantarse pero sin perder la sonrisa. De verdad, qué felicidad más pura, ojalá yo.

Yuuki miró su mesa, tirada, y junto a ella su comida y volvió a suspirar. El chico tenía razón, pero no quitaba que zarandear a alguien fuese terapeutico hasta cierto punto, así que tampoco es que se arrepintiese demasiado. Avanzó casi sin pensarlo hasta donde este se había sentado y apoyando su rostro en la barra, medio alicaido, pidió por favor si le volvían a traer su tanda de comida. Aún de capa caída y con la cabeza en la barra se fijó en el chico. Parecía joven, posiblemente rondando su edad, pero él era el primero que sabía que las apariencias nunca son lo que parecen ser, así que tampoco se dejó guiar demasiado por ellas. Lo siguiente en lo que se fijó es que parecía estar mirando mucho a su alrededor, aunque no supo si mirando a la gente o al lugar, la verdad es que ambas podían ser verdad: la gente era rarita como ella sola y el lugar era bastante bonito. Lo último fue su cintura. ¿Era eso una katana? Que a ver, tampoco es como si fuese demasiado raro, en aquel lugar más de la mitad de la gente parecía saber luchar sin problema ninguno, pero siempre que veía un arma le daban unas ganas curiosas de pasarse por los hornos de una herrería.

—¿La hiciste tú? —preguntó casi sin darse cuenta, refiriéndose al arma y señalándola con la mirada. —No juzgaría si no, sé que poca gente sabe hacerlas. ¿Puedo verla?

Su mirada se iluminó durante unos instantes, como un niño al que le dices que puede tomar helado después de comerse las verduras. Tampoco esperaba que aceptara, pero no perdía nada por preguntar. Además, sus gyozas aún iban a tardar lo suyo.

El chico pareció relajarse un poco tras zarandear al tipo borracho, que sonreía con cara de idiota como si aquella situación le pareciese graciosa. Justo cuando terminada de pedir mi orden, el chico alterado se sentó a mi lado y apoyó la cabeza en la barra entre triste y aburrido. Luego pidió una nueva orden de gyozas.

Cuando me sirvieron el sake tomé un pequeño trago y miré a mi alrededor para reconocer el lugar, y tras ver como estaba todo decorado y organizado, miré a la gente que ahí había en busca de Hayato. Cuando terminé de revisar el lugar, me fijé en que el chico miraba mis armas con admiración. Y como un niño que no es capaz de contener la emoción, me preguntó por el arma.

-No, me la hizo el herrero de mi villa, cuando se enteró de que me marcharía me regaló el Daisho. – Le respondí a su primera pregunta –. Puedes verla, aunque no usarla, no quiero que te cortes, que, aunque sea bastante común tiene un gran filo.

Cuando dije aquello cogí la katana enfundada y se la enseñé. Si me preguntaba por las partes de esta o como se hacían podía responderle vagamente dado que el haber estado por toda la aldea con todos los vecinos me había dado nociones de todo tipo de cosas.

Mientras el chico tenía el arma le fui vigilando atento a que no hiciese nada extraño con ella, como ir a por el borracho y cobrar venganza. Miré hacia donde lo había dejado el chico y parecía que alguien del restaurante lo había sacado del lugar antes de que volviese a preparar alguna.

Tras un poco de espera nos trajeron la comida. Las raciones no eran escasas, y tas darle una probada pude comprobar que su sabor no era malo. Y según seguía comiendo, comprobé el porqué esta isla era tan famosa. Y es que, aunque no completamente, la comida me hacía recordar el tiempo en Wano.

Sin darme cuenta de lo que hacía, le cogí con los palillos un gyoza al chico y me lo comí sin preguntar. Sí, sabía igual que los que una vez comí en la casa de la herborista de la aldea. Mientras los había comido me enseño algunas de las plantas con las que tener cuidado en el bosque, pues, aunque no eran venenosas, causaban efectos desagradables si se ingerían por accidente, como una potente parálisis.

La sonrisa de Yuuki, como la de un verdadero niño chico, se ensanchó al agarrar la katana. Ahora solo estaban él y el arma, y el resto del mundo era negro, un vacío en el que no existía ni nada ni nadie. Le dio un par de vueltas a la misma, primero admirando la vaina y sus detalles. Una vez terminó de memorizar el patrón del diseño desenvainó hasta la mitad de la hoja y pasó suavemente el dedo por la parte plana de esta. Estaba bien hecha, eso sin duda alguna. Y una vez acabó de inspeccionar lo que necesitaba el mundo volvió a vivir a su alrededor, cobrando formas y colores.

—Quien te hizo esta espada sabía lo que estaba haciendo. Yo no es que sea mucho de katanas, su forma y peso hace que sean difíciles de hacer, y un simple error se nota luego en el peso, hace que el equilibrio de la misma quede raro —Colocó la katana encima de su dedo índice de manera horizontal, manteniéndola en perfecto equilibrio—. ¿Ves? Y luego las estrías estas —Abrió un par de centímetros la hoja— visualmente solo ya son increibles, pero es el tacto lo que te dice que se ha forjado bien. El truco está en verdad en la temperatura, pero claro alguien sin experiencia haría igual una espada normal a una katana, y por eso luego salen mal. Pero bueno, que...

Y se pegó un par de minutos buenos básicamente hablando solo de cómo pensaba que había sido hecha aquel arma y por qué pensaba que era un trabajo increíble y hecho con bastante amor, además de metiendo detalles de por medio del proceso de creación de katanas y por qué eran más difíciles de hacer que otro tipo de armas de metal. Estaba tan en su mundo que ni siquiera se fijó en cómo su plato de gyozas iba bajando poco a poco. Pero es lo que ocurre cuando hablas de algo que te apasiona, que no puedes dejar de hablar.

—Te diría que es el mejor arma que veo en esta isla, porque la verdad es que todo el que tiene una encima se ve a leguas que son de bastante mala calidad, pero es que justo en otro restaurante había un señor que... ufff. No quise preguntarle si me dejaba verla, tenía cara de pocos amigos, pero incluso a aquella distancia podía ver que era una obra de arte.

Devolvió la katana, pilló la última gyoza del plato y se quedó pensando un poco en nada en particular.

—Oh, Yuuki, un placer por cierto —dijo tras unos momentos, recordando que ni siquiera se había presentado y que parecía ser lo adecuado en ese punto. Levantó la mano para llamar la atención del camarero—. Una de dangos porfa.

Y lanzó un par de billetes que cubrían tanto por su comida como por la del chico que tenía al lado.

—Y cóbrese lo del señor, hoy me siento generoso.

La actitud del chico me sorprendió bastante, parecía conocer bien el cómo había que comprobar un arma de esas características a pesar de la corta edad que parecía tener. Además, mientras observaba el arma parecía completamente abstraído de lo que sucedía a su alrededor. Tras volver al mundo de los vivos, el chico habló y alagó al herrero diciendo que el trabajo que había realizado con el arma era muy bueno. Y continuó enseñándome los motivos por los que lo decía mientras lo señalaba en el arma.

-Vaya, sabes mucho más de lo que pensaba ¿Eres el aprendiz de algún herrero del lugar? – le pregunté tras darle un trago a la sopa del ramen, que era lo que me quedaba.

El chico siguió hablando de la forja de katanas y especulaba sobre cómo habían creado la mía. Mientras hablaba y comía, cuando había algo que me sonaba o de lo que tenía un mínimo de conocimiento le respondía con completaba lo que decía. Sin duda era un gran apasionado de este tipo de armas.

Sin embargo, de pronto hizo un comentario que me llamó la atención, quizás era una pista para encontrar a Hayato. Lo siguiente que dijo no le presté apenas atención, aunque creía que se había presentado.

-Espera, espera, ¿has visto a un tipo con cara de pocos amigos? ¿Tenía algún rasgo que llamase la atención sobre otra gente? ¿Cómo unos cuernos en la frente y la katana en la espalda?

El joven me devolvió la katana y luego pidió otra ración de comida a la vez que pagaba y decía que le cobrara lo que habíamos pedido ambos.

-Pone a mí otra ración y que sean para llevar. – Le dije al cocinero mientras colocaba el arma de nuevo en su sitio y luego terminaba de beber la sopa del ramen –. Llévame hasta donde viste al tipo aquel, tengo que encontrarlo.

Mi tono había sido serio y esperaba que el chico me ayudase con aquello, si lo hacía le invitaría a alguna comida ya que parecía que era lo que más le interesaba junto con las armas. Si el cocinero me había hecho caso cogería la ración y al chico de pelo blanco y saldría del restaurante hacia donde me dijese que había visto a aquel tipo.

-Por cierto, ¿iba solo o acompañado?

—Tenía mucho tiempo libre en mi isla, y la herrería era uno de los hobbies que más tiempo requería, así que ahí acabé. No me quejo, también te digo, es bastante divertido.

Mientras hablaba de sus mierdas el chico empezó a parecer más y más serio, o al menos concentrado en lo que decía el peliblanco, y no creía que fuese por sus increibles conocimientos avanzados de herrería. Y cuando le preguntó fue cuando quedó claro el por qué.

—¿Ah? Sí, creo que tenía cuernos, aunque te sorprendería la cantidad de gente que tiene cuernos para ser honestos. Mi padre los tiene, por ejemplo, y supongo que cuando crezca yo también los tendré. Ains, la genética es rara, la verdad.

Pero todos sabemos que Yuuki tampoco es que sea el cuchillo más afilado del cajón. Así que simplemente siguió con el flujo de lo que estaba ocurriendo. Es decir, ¿qué es lo peor que podría pasar? No es como si fuese la primera vez que seguía a alguien solo porque le había prometido darle algo de comida... Quizá el chaval tiene problemas, pero eso es algo que ya se verá en otro momento, no ahora.

—No es que me fijase mucho, pero parecía que había gente siguiéndole. O persiguiéndole, no sé. Iban como medio ocultos entre la gente, pero tenían su vista puesta en él. Si eran amigos o enemigos, ahí... —Se encogió de hombros y se pasó la mano por la cabeza, rascándosela y revolviéndose el pelo él solo—. ¿Y tú, por qué lo buscas? ¿Te robó la katana y quieres recuperarla?

Preguntó un poco más por intentar no perder el hilo con la realidad que porque le importase, pero la verdad es que en cualquier caso seguir a ese chaval le iba a proporcionar un día como mínimo entretenido, de eso estaba seguro. Que a ver, no es como la si un tour de comidas fuese aburrido, pero llega un punto en el que la barriga no da a basto con tanto. Mientras hablaban Yuuki le condujo en apenas un suspiro, caminando más ligero que de costumbre, a la calle principal de la ciudad, cerca de donde se había encontrado al señor con cuernos que, posiblemente, estaba siguiendo el otro. Una vez ahí señaló calle abajo.

—Por allí, cerca del restaurante con el cartel amarillo y rojo; la comida estaba riquísima, muy picante, y si te gustan las especias te lo recomiendo —tras decir eso señaló calle arriba, justo donde esta se dirigía a las afueras de la misma—. Cuando lo vi estaba a punto de salir, no sé a dónd eiría después de eso, o si ya habrá vuelto. ¿Fue hace como una hora, creo? No mucho más.

Yuuki se le quedó mirando, esperando a ver qué quería hacer. Y, mientras tanto, se llevó una bolita de dango a la boca.

El chico no tuvo mucho problema para contestarme a lo que le había preguntado, por fin tenía una buena pista de donde era que podía encontrarse aquel inútil. Al parecer de alguna forma había llegado hasta aquella isla aunque desconocía cómo. Lo peor era que ahora era muy posible que tuviese problemas con los que lidiar. Si le estaban siguiendo no creía que fuese el cabecilla de algo. El joven de pelo blanco me preguntó por qué lo buscaba.

-Porque es un idiota con el que trabajo que se perdió tras entrar en Grand Line y lo único que sabe hacer medianamente bien es cocinar y pelear. Le llevo buscando una buena temporada isla tras isla.

Me puse en camino a grandes pasos hacia la salida del local. Esperaba que el chico me guiase por las calles hasta el lugar en el que lo había visto. Me guio por un par de calles hasta llegar a una principal y luego señaló el lugar. No me encontraba desorientado y sabía que el mar estaba cerca, por lo que era posible que hubiese pasado por allí. Parecía ir hacia las afueras de la ciudad.

-¿Ese camino lleva por casualidad a la herrería? – le pregunté al chico mientras cogía dos piedras y mientras las tenía en la mano las marcaba.

Había demasiada gente como para tardar poco tiempo en llegar hasta el sitio que señalaba como la última ubicación de Hayato. Toqué al chico con la mano libre lancé las piedras con todas mis fuerzas hacia el final de la calle. Sujeté la katana por su vaina y preparé la otra mano con el puño cerrado sobre la empuñadura salvo por el dedo meñique que lo mantuve extendido.

Justo antes de que las piedras estuviesen a la altura de las cabezas de la gente, di un ligero golpe en la empuñadura con el dedo meñique. La posición de aquel chico y la mía cambiaron instantáneamente con la de las piedras. Ahora nos encontrábamos casi en la salida.

-No preguntes, movámonos rápido. He oído que ha habido varios secuestros en la ciudad, principalmente de extranjeros y no han aparecido. – le comenté en voz baja al chico mientras me agachaba e iba mirando el suelo en busca de algún rastro –. Si ha sido hace una hora, aún hay posibilidades de encontrarle, pero lo primero es encontrar un rastro.

Cuando estábamos casi fuera me agache un poco más y mientras buscaba huellas comencé a olfatear para intentar notar el olor de mi compañero que ya conocía perfectamente.