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Esta vez me debí haber golpeado muy fuerte la cabeza, el paisaje que había delante de mis ojos parecía sacado de lo más profundo de mis sueños, pintando una escena que hasta ahora me parecería imposible. Pero el dolor en la nuca y el chichón que me había salido me recordaban constantemente que esto no era un sueño, esto era la realidad, una realidad algo preocupante. Ante mí había cerca de una docena de islas flotantes, algunas simples rocas con algo de vegetación, otras con bosques y cumbres enteras, de sus acantilados salían cascadas que se deshacían en el aire proyectando pequeños arcoíris. Alice y Sasaki me iban a matar, nos reunimos tras semanas separados y ahora esto. Yo me encontraba en una de las islas, en lo alto de un montículo tratando de reconocer el terreno y ellos... bueno, en algún sitio ahí abajo, o arriba.
Hacía unas horas tras mi ronda de ejercicio matutino decidí echar una siesta en cubierta en lo que nos acercábamos a la siguiente isla. Mi sueño pesado nunca dejará de sorprenderme, no me desperté hasta un rato más tarde. Lo primero que pude ver fue el follaje de los árboles a una docena de metros por debajo pasando a toda velocidad, cuando noté el férreo agarre de la criatura miré arriba, viendo a lo que parecía ser un gigantesco cuervo con una larga cola de serpiente. No estaba por la labor de volverme el almuerzo de una criatura como esa, así que comencé a retorcerme con todas mis fuerzas de un lado a otro, alterando al ave y haciendo que perdiese el agarre en uno de los forcejeos. Tuve poco tiempo para celebrar mi libertad, en ese momento tenía el problema añadido de estar en caída libre y, aunque no fue desde muy alto, el caer de cabeza y a esa velocidad no fue precisamente lo ideal. Aquella gigantesca ave pareció volar en círculos cada vez más cerca durante unos segundos para tatar de atraparme de nuevo, pero justo cuando me puse en guardia pareció notar algo. Justo antes de lanzarse a por mí giró levemente la cabeza hacia el oeste, tras eso plegó las patas bajo su plumaje y volvió a ascender, perdiéndose entre las alturas. Permanecí en guardia unos segundos más hasta que comprendí que no volvería, pero lo que me preocupaba no era eso, algo había espantado a un animal tan formidable, algo que todavía no había visto.
Pasaron varios minutos sin señales de más criaturas como esa cerca, así que guardé mi arma y me puse a explorar los alrededores en busca de pistas para saber dónde estaba exactamente. Y aquí estaba ahora, mirando abajo, una caída de más de cien metros hasta la isla flotante más cercana, al fondo de esta parecía que una columna de humo se elevaba entre los árboles. Eso significaba que en esa dirección había personas, y con suerte alguien que me pudiera guiar. Ahora sólo tenía que encontrar la manera de bajar sin matarme, una caída de esas era más que suficiente, y esta semana ya llevaba cuatro.
Hacía unas horas tras mi ronda de ejercicio matutino decidí echar una siesta en cubierta en lo que nos acercábamos a la siguiente isla. Mi sueño pesado nunca dejará de sorprenderme, no me desperté hasta un rato más tarde. Lo primero que pude ver fue el follaje de los árboles a una docena de metros por debajo pasando a toda velocidad, cuando noté el férreo agarre de la criatura miré arriba, viendo a lo que parecía ser un gigantesco cuervo con una larga cola de serpiente. No estaba por la labor de volverme el almuerzo de una criatura como esa, así que comencé a retorcerme con todas mis fuerzas de un lado a otro, alterando al ave y haciendo que perdiese el agarre en uno de los forcejeos. Tuve poco tiempo para celebrar mi libertad, en ese momento tenía el problema añadido de estar en caída libre y, aunque no fue desde muy alto, el caer de cabeza y a esa velocidad no fue precisamente lo ideal. Aquella gigantesca ave pareció volar en círculos cada vez más cerca durante unos segundos para tatar de atraparme de nuevo, pero justo cuando me puse en guardia pareció notar algo. Justo antes de lanzarse a por mí giró levemente la cabeza hacia el oeste, tras eso plegó las patas bajo su plumaje y volvió a ascender, perdiéndose entre las alturas. Permanecí en guardia unos segundos más hasta que comprendí que no volvería, pero lo que me preocupaba no era eso, algo había espantado a un animal tan formidable, algo que todavía no había visto.
Pasaron varios minutos sin señales de más criaturas como esa cerca, así que guardé mi arma y me puse a explorar los alrededores en busca de pistas para saber dónde estaba exactamente. Y aquí estaba ahora, mirando abajo, una caída de más de cien metros hasta la isla flotante más cercana, al fondo de esta parecía que una columna de humo se elevaba entre los árboles. Eso significaba que en esa dirección había personas, y con suerte alguien que me pudiera guiar. Ahora sólo tenía que encontrar la manera de bajar sin matarme, una caída de esas era más que suficiente, y esta semana ya llevaba cuatro.
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De estar en una isla de vaqueros a un archipiélago de islas que se alzaban en el aire. Nada más verlas, mis ojos brillaban como los de un niño. Agradecía que mis viajes me hubieran llevado a tierras tan extrañas. Aún tenía las heridas frescas de la anterior isla. Aún tenía unas cicatrices de las quemaduras que recibí. Pero las llevaba con orgullo. Pues había salvado a mi primer civil. Y esperaba que fuera el primero de muchos. Tenía aún unas vendas en el pecho. Un médico marine me había dicho que tenía que cambiar las vendas al menos una vez al día y que tenía que ponerme una crema especial para que las heridas cicatrizaran bien. Mi padre me había enseñado una cantidad inmensa de cicatrices que recorrían su cuerpo como si fueran raíces de plantas. Pruebas de sus gestas en misiones pero también recordatorios de amigos que había perdido en el frente. No era tan tonto, sabía que alguna vez perdería a gente que me importara pero eso no me detendría de intentar salvar a cuantos pudiera. Pero eso ahora no era importante. Lo importante era que tenía una nueva tierra que descubrir.
Por desgracia, aquel no era un viaje de placer. Aquella vez había sido destinado allí debido a que me habían encomendado una misión de captura. Había un grupo de criminales en alguna de las islas que se estaban dedicando a cazar y enjaular los animales extraños de la isla para venderlos en el mercado negro. Eran dirigidos por un... ¿hombre? El cartel de se busca de aquel sujeto era un tanto rara. Tenía una nariz enorme y una cara que parecía la de un kiwi. El pájaro, no la comida. Hablando de comida... ¡No había comido desde hacía media hora! Aproveché que aún no habíamos atracado para ir a la cocina del barco y darme un atracón. Y de paso, era hora de aplicar la medicina para las heridas. Me encerré en mi camarote y me miré al espejo. Pensando en las numerosas cicatrices que me quedaban por tener. Yo las veía cool. Me puse mi medicina y me apliqué la venda con cuidado. Aún me dolía al tacto.
Una hora después, habíamos llegado a una isla de terreno boscoso. Con una gran catarata en una montaña. El grupo de marines que me acompañaba era diverso. La mayoría eran soldados y a cargo estaba un sargento. Pero no les hacía mucho caso. Yo estaba deleitando mis ojos con los paisajes de la isla. El verde extenso de los árboles y los primeros animales que se cruzaron en el camino. Un par de conejos con cola de zorro. Comenzaba la aventura.
Por desgracia, aquel no era un viaje de placer. Aquella vez había sido destinado allí debido a que me habían encomendado una misión de captura. Había un grupo de criminales en alguna de las islas que se estaban dedicando a cazar y enjaular los animales extraños de la isla para venderlos en el mercado negro. Eran dirigidos por un... ¿hombre? El cartel de se busca de aquel sujeto era un tanto rara. Tenía una nariz enorme y una cara que parecía la de un kiwi. El pájaro, no la comida. Hablando de comida... ¡No había comido desde hacía media hora! Aproveché que aún no habíamos atracado para ir a la cocina del barco y darme un atracón. Y de paso, era hora de aplicar la medicina para las heridas. Me encerré en mi camarote y me miré al espejo. Pensando en las numerosas cicatrices que me quedaban por tener. Yo las veía cool. Me puse mi medicina y me apliqué la venda con cuidado. Aún me dolía al tacto.
Una hora después, habíamos llegado a una isla de terreno boscoso. Con una gran catarata en una montaña. El grupo de marines que me acompañaba era diverso. La mayoría eran soldados y a cargo estaba un sargento. Pero no les hacía mucho caso. Yo estaba deleitando mis ojos con los paisajes de la isla. El verde extenso de los árboles y los primeros animales que se cruzaron en el camino. Un par de conejos con cola de zorro. Comenzaba la aventura.
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Creí que no lo contaba. La idea de la liana prometía, pero no calculé bien la distancia. Me había quedado a la mitad de la altura que quería recorrer, y el viento no había ayudado en absoluto, meciéndome y cortando la liana al restregarla contra la roca del acantilado. Por suerte las ramas de unos árboles altos y un suelo lleno de un musgo mucho más crecido de lo normal amortiguaron mi caída. Abrí mi chaqueta y levanté la camisa, había notado cierto dolor en el abdomen donde Gasso me había apuñalado, pero no veía los vendajes manchados de sangre, así que supuse que la herida no se había abierto.
Con el problema de bajar resuelto ahora sólo tenía que ir en dirección al humo que había visto. Sólo había un pequeño fallo en mis cálculos, con la caída me había desorientado un poco, y no se veía nada por encima de las copas de los árboles. Se me pasó por la cabeza la idea de trepar, pero viendo la semana que llevaba eso sólo podía acabar en una cosa. Antes había podido distinguir algunos montículos rocosos que sobresalían un poco, a lo mejor si llegaba a uno de esos podía ser una opción más segura que trepar a uno de esos enormes árboles.
Con todo listo y tras asegurarme de que estaba de una pieza me puse en camino, además, si había gente poblando este archipiélago puede que llegase a toparme con algún camino o, por lo menos, un sendero que pudiera usar para orientarme. Sólo con unos minutos caminando noté que esta isla era diferente a la anterior, era como si me sintiera menos amenazado. Mientras en la otra notaba constantemente hasta los últimos minutos como la mirada de un depredador me seguía, en esta no tenía esa sensación. Más bien toda vida animal con la que me cruzaba era de tamaño mediano o pequeño, criaturas que, a pesar de su curiosa mezcla, no parecían una amenaza, y estaban más atentas de alejarse de mí que de atacarme. Había escuchado que cada isla tenía su pequeño ecosistema, puede que esta fuera un santuario donde los depredadores grandes no pisaban. Pero, de ser así, significaba que había algo que los estaba alejando, que fueran animales no significaba que fuesen estúpidos. Quizás hubiera un kami que protegiera esta isla, o que los animales que la habitaban fueran venenosos y por eso no se molestaban en venir, o a lo mejor la respuesta era otra.
Por fin pude ver algo más de luz tras los árboles, un punto donde daba el sol directamente, un claro. Caminé hasta aquel lugar, a primera vista no había ni rastro del humo que había visto, tampoco de que nadie hiciera una fogata por la zona. Pero sí había una cosa que me interesaba. Huellas, marcadas en el suelo entre las hojas y el suelo musgoso, las marcas de varios pares de botas, cuatro diferentes por lo menos. Sin ninguna otra pista decidí seguir ese rastro.
Con el problema de bajar resuelto ahora sólo tenía que ir en dirección al humo que había visto. Sólo había un pequeño fallo en mis cálculos, con la caída me había desorientado un poco, y no se veía nada por encima de las copas de los árboles. Se me pasó por la cabeza la idea de trepar, pero viendo la semana que llevaba eso sólo podía acabar en una cosa. Antes había podido distinguir algunos montículos rocosos que sobresalían un poco, a lo mejor si llegaba a uno de esos podía ser una opción más segura que trepar a uno de esos enormes árboles.
Con todo listo y tras asegurarme de que estaba de una pieza me puse en camino, además, si había gente poblando este archipiélago puede que llegase a toparme con algún camino o, por lo menos, un sendero que pudiera usar para orientarme. Sólo con unos minutos caminando noté que esta isla era diferente a la anterior, era como si me sintiera menos amenazado. Mientras en la otra notaba constantemente hasta los últimos minutos como la mirada de un depredador me seguía, en esta no tenía esa sensación. Más bien toda vida animal con la que me cruzaba era de tamaño mediano o pequeño, criaturas que, a pesar de su curiosa mezcla, no parecían una amenaza, y estaban más atentas de alejarse de mí que de atacarme. Había escuchado que cada isla tenía su pequeño ecosistema, puede que esta fuera un santuario donde los depredadores grandes no pisaban. Pero, de ser así, significaba que había algo que los estaba alejando, que fueran animales no significaba que fuesen estúpidos. Quizás hubiera un kami que protegiera esta isla, o que los animales que la habitaban fueran venenosos y por eso no se molestaban en venir, o a lo mejor la respuesta era otra.
Por fin pude ver algo más de luz tras los árboles, un punto donde daba el sol directamente, un claro. Caminé hasta aquel lugar, a primera vista no había ni rastro del humo que había visto, tampoco de que nadie hiciera una fogata por la zona. Pero sí había una cosa que me interesaba. Huellas, marcadas en el suelo entre las hojas y el suelo musgoso, las marcas de varios pares de botas, cuatro diferentes por lo menos. Sin ninguna otra pista decidí seguir ese rastro.
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Mientras mis compañeros hablaban entre sí acerca de la misión, yo observé algunos animales extraños que nos vigilaban entre la maleza. Otra gente los intentarían catalogar, yo me estaba imaginando sus sabores, después de ser bien cocinados. Uno de mis compañeros me llamó la atención. Por lo visto me estaba comenzando a caer la baba. No era el momento de pensar en comida, dijo. Aun así, me cedió una manzana que guardaba en su mochila. Aquel soldado era una buena persona. Le di las gracias y no tardé en devorar la fruta. No me había saciado nada pero algo es algo. Continuamos marchando por el bosque. El sargento nos decía que pusiéramos nuestros sentidos. Que al menor sonido ya fuera una rama rota o el sonido de un animal cercano que nos pusiéramos en posición defensiva. Ya que nos podrían emboscar en cualquier momento. Estábamos en medio de la maleza y los contrabandistas estaban en una posición ventajosa. Al cabo de un rato, oímos el sonido del agua fluyendo. Unos pasos más adelante, había un río. El sargento fue a examinar si era agua potable, cuando de repente, una criatura enorme lo engulló como si fuera un postre. Parecía una especie de cocodrilo con cuernos de toro. ¡El bicho era jodidamente enorme.
Ante tal situación, nos alejamos del río corriendo refugiándonos en la maleza. Sin embargo, yo me tropecé y caí en una especie de hoyo pequeño. Pero vi como el bicho pasaba por encima, persiguiendo a mis compañeros. Se podría decir que tuve suerte. Esperaba que los demás corrieran más rápido que aquel ser y pudieran salvarse. Yo me sentía impotente. No podía hacer nada contra un animal así. Tenía que volverme más fuerte, más rápido. No quería perder a nadie más. Había perdido a mi sargento y el resto de soldados estaban huyendo por el bosque. Tendría que cumplir yo mismo la misión. Capturaré a los contrabandistas y a su maldito líder. Todo no había sido sino más que un imprevisto pero la justicia no iba a ser vencida solo por la madre naturaleza. Salí del hoyo y me fui adentro en el bosque con cuidado. No fuera a llamar la atención de otra bestia de tal tamaño y mala hostia. Ojala diera con alguna aldea cercana. Se decía que los animales no solían ir por esas zonas. Con suerte, algunos de los soldados habrían huído a alguna y podríamos reagruparnos.
Ante tal situación, nos alejamos del río corriendo refugiándonos en la maleza. Sin embargo, yo me tropecé y caí en una especie de hoyo pequeño. Pero vi como el bicho pasaba por encima, persiguiendo a mis compañeros. Se podría decir que tuve suerte. Esperaba que los demás corrieran más rápido que aquel ser y pudieran salvarse. Yo me sentía impotente. No podía hacer nada contra un animal así. Tenía que volverme más fuerte, más rápido. No quería perder a nadie más. Había perdido a mi sargento y el resto de soldados estaban huyendo por el bosque. Tendría que cumplir yo mismo la misión. Capturaré a los contrabandistas y a su maldito líder. Todo no había sido sino más que un imprevisto pero la justicia no iba a ser vencida solo por la madre naturaleza. Salí del hoyo y me fui adentro en el bosque con cuidado. No fuera a llamar la atención de otra bestia de tal tamaño y mala hostia. Ojala diera con alguna aldea cercana. Se decía que los animales no solían ir por esas zonas. Con suerte, algunos de los soldados habrían huído a alguna y podríamos reagruparnos.
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Un sonido me sobresaltó, era lejano, amortiguado por la maleza, pero parecían gritos de personas, aunque también podía ser el reclamo de algún animal desconocido. Se había escuchado en una dirección distinta a las pisadas que estaba siguiendo, por una parte esperaba que fuera un animal, pero por otra no podía ignorarlo si se trataba de alguien en peligro. Giré mi cuerpo para encarar la dirección del sonido, pero otro retumbó en mis oídos más cerca, y a diferencia del anterior era inconfundible. Había escuchado un disparo.
Alguien sólo usaba un arma de fuego en un sitio como este en contadas ocasiones, ninguna de las que me venía a la cabeza era agradable, aunque fuera un cazador había visto la clase de animales que había en este archipiélago, atraer su atención era mala idea, y tenía la sensación de que era aún peor en esta isla. Con cierto remordimiento por ignorar el sonido de antes me puse a correr en dirección a donde había escuchado el disparo. A los pocos metros me crucé con otra pista, una serie de ramas rotas y cortadas a los lados, alguien se había abierto paso hacía poco. El olor de la pólvora llegó a mi nariz, estaba por el buen camino, pero había algo más mezclado, el olor a carne chamuscada. Seguí corriendo sobre los pasos que estaba siguiendo para evitar romper más ramas y hacer ruido al acercarme, no sabía lo que podía encontrar, incluso si simplemente era un cazador lo mejor sería no alertarlo y que me confundiera con una presa.
De todas formas nada podía prepararme para lo que encontré cuando avancé unos metros más entre los troncos de los árboles. En un claro, al lado de una fogata recién apagada, había dos hombres. Por los macutos que llevaban y el quipo con el que estaban ataviados parecían cazadores, pero había algo que no encajaba, delante de ellos, de rodillas había un hombre vestido de forma diferente, se llevaba la mano al bazo con cara de dolor, de este bajaba un hilo rojo que dejaba en el suelo un pequeño charco de sangre. Tras él había una niña tratando de esconderse tras su espalda, el adulto parecía magullado, como si se hubiera caído desde cierta altura, y la niña tenía los brazos llenos de plumas. Algo me decía que esto no había sido un accidente, si era el caso tenía que acercarme con cuidado, el fusil de uno de ellos estaba peligrosamente de esos dos, si los asustaba podía disparar sin querer. Peor aún, si no eran buena gente podían entrar en pánico al verme y cogerlos de rehenes. Tenía que pensar cómo me aproximaría.
Alguien sólo usaba un arma de fuego en un sitio como este en contadas ocasiones, ninguna de las que me venía a la cabeza era agradable, aunque fuera un cazador había visto la clase de animales que había en este archipiélago, atraer su atención era mala idea, y tenía la sensación de que era aún peor en esta isla. Con cierto remordimiento por ignorar el sonido de antes me puse a correr en dirección a donde había escuchado el disparo. A los pocos metros me crucé con otra pista, una serie de ramas rotas y cortadas a los lados, alguien se había abierto paso hacía poco. El olor de la pólvora llegó a mi nariz, estaba por el buen camino, pero había algo más mezclado, el olor a carne chamuscada. Seguí corriendo sobre los pasos que estaba siguiendo para evitar romper más ramas y hacer ruido al acercarme, no sabía lo que podía encontrar, incluso si simplemente era un cazador lo mejor sería no alertarlo y que me confundiera con una presa.
De todas formas nada podía prepararme para lo que encontré cuando avancé unos metros más entre los troncos de los árboles. En un claro, al lado de una fogata recién apagada, había dos hombres. Por los macutos que llevaban y el quipo con el que estaban ataviados parecían cazadores, pero había algo que no encajaba, delante de ellos, de rodillas había un hombre vestido de forma diferente, se llevaba la mano al bazo con cara de dolor, de este bajaba un hilo rojo que dejaba en el suelo un pequeño charco de sangre. Tras él había una niña tratando de esconderse tras su espalda, el adulto parecía magullado, como si se hubiera caído desde cierta altura, y la niña tenía los brazos llenos de plumas. Algo me decía que esto no había sido un accidente, si era el caso tenía que acercarme con cuidado, el fusil de uno de ellos estaba peligrosamente de esos dos, si los asustaba podía disparar sin querer. Peor aún, si no eran buena gente podían entrar en pánico al verme y cogerlos de rehenes. Tenía que pensar cómo me aproximaría.
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Seguí adentrándome en la selva, bosque o lo que fuera eso. Lo que más me sorprendió fue que con solo mirar al suelo, uno se podía imaginar que el cocodrilo de antes no era el alfa más grande de la zona. Una huella de una bestia indicaba que había otro bicho que mínimo le sacaba una cabeza. Tenía que volverme más fuerte para acabar con ese tipo de amenazas. Me quedé pensativo. A lo mejor entrenar en aquella isla sería una buena idea. Bueno, buena en el sentido de que tendría que ingeniármelas para sobrevivir pero al menos fuerte me volvería. Si un monstruo no me comía antes. O me dejaba sin alguna extremidad. Seguía preguntándome si algunos de mis compañeros habrían conseguido salir de la maleza y refugiarse en una aldea. Esperaba que los lugareños fueran amables. Aunque viendo a lo que se tenían que enfrentar cada día, me los imaginaba un poco rudos y no amables. Mi padre me había contado de otra isla en Paraíso que estaba habitada por animales enormes de otros tiempos, Little Garden. Quizás también esa isla sería buena visitarla para un futuro entrenamiento.
Adentrándome más en la selva, fui escondiéndome en cada hueco, agujero o lo que fuera que me pudiera esconder de los grandes depredadores. Me escondí debajo de un tronco enorme y al rato pasó una especie de iguana gigante llena de pelos. Parecía un porreta. Después, me puse detrás de una roca y pasó de largo lo que parecía ser un camaleón con alas de murciélago y que exhalaba veneno. ¿Podrían dejar ya de salir esos bichos sacados del infierno? Intentaba realizar una misión. Al rato escuché un disparo. Parecía que estaban cerca. Con brillo en mis ojos, tenía la esperanza que fuera un compañero. Salí corriendo tropezando con ramas en dirección al sonido. Me asomé entre las hierbas altas para comprobar quienes estaban en lo que era un claro. Dos hombres apuntando a otro, que estaba sangrando y encima una... ¿niña con plumas en los brazos? Mi sentido de la justicia sonó como la alarma de mi Den Den Mushi a las 6 de la mañana.
Con paso hacia delante, salté hacia los posibles malvados intentando llamar su atención. No se esperaron que un hombre con la ropa toda sucia y rasgada de estar en la maleza saltara sobre ellos como si fuera un maldito oso. Pegué a uno de ellos y cuando el otro reaccionó intentando apuntarme con el rifle, le di un tortazo al rifle para alejarlo. No sin antes recibir un tiro en el hombro. Por fortuna, soló rozó la piel pero dolía que te cagas. Le di un cabezazo de los míos para dejar al amigo pistolero K.O. Mi misión ahora era proteger al hombre herido y a la niña. Con una sonrisa dije:
- La justicia siempre protege a los necesitados -
Adentrándome más en la selva, fui escondiéndome en cada hueco, agujero o lo que fuera que me pudiera esconder de los grandes depredadores. Me escondí debajo de un tronco enorme y al rato pasó una especie de iguana gigante llena de pelos. Parecía un porreta. Después, me puse detrás de una roca y pasó de largo lo que parecía ser un camaleón con alas de murciélago y que exhalaba veneno. ¿Podrían dejar ya de salir esos bichos sacados del infierno? Intentaba realizar una misión. Al rato escuché un disparo. Parecía que estaban cerca. Con brillo en mis ojos, tenía la esperanza que fuera un compañero. Salí corriendo tropezando con ramas en dirección al sonido. Me asomé entre las hierbas altas para comprobar quienes estaban en lo que era un claro. Dos hombres apuntando a otro, que estaba sangrando y encima una... ¿niña con plumas en los brazos? Mi sentido de la justicia sonó como la alarma de mi Den Den Mushi a las 6 de la mañana.
Con paso hacia delante, salté hacia los posibles malvados intentando llamar su atención. No se esperaron que un hombre con la ropa toda sucia y rasgada de estar en la maleza saltara sobre ellos como si fuera un maldito oso. Pegué a uno de ellos y cuando el otro reaccionó intentando apuntarme con el rifle, le di un tortazo al rifle para alejarlo. No sin antes recibir un tiro en el hombro. Por fortuna, soló rozó la piel pero dolía que te cagas. Le di un cabezazo de los míos para dejar al amigo pistolero K.O. Mi misión ahora era proteger al hombre herido y a la niña. Con una sonrisa dije:
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Quizás había sido demasiado prudente, o quizás la misma sorpresa me había pillado tan desprevenido a mí como a los que estaban en medio del claro. Una bestia cualquiera se lo esperaría entre estos árboles, pero un hombre que fuera y sin mediar palabra los dejara en el suelo de un golpe era algo inesperado. Bueno, puede que hubiera hecho lo mismo de no haber decidido ser prudente, pero ese no era el tema. Decía algo de justicia después de dejar a los otros dos en el suelo de un golpe y casi recibir un disparo.
Respiré aliviado, parecía que había logrado sacar de un peligro inminente al hombre y a la niña, y no parecía que hubiera matado a esos dos, mejor, si podía hacerles unas preguntas rápidas a lo mejor me aclaraban quienes eran. Y ahora que pensaba en eso, había visto más huellas de camino a esta zona, vegetación contada con algo, seguramente un machete o un cuchillo largo. Pero no veía un objeto como ese entre los que estaban ahí, también cabía destacar que todas las pisadas eran de adultos, parecían de botas, pero el adulto y la niña llevaban sandalias, el recién llegado podía ser, pero dado lo que había visto no parecía parte del grupo. Si había cuatro juegos de huellas distinguibles eso nos dejaba con un mínimo de dos personas que no estaban. Ahora que lo pensaba, esos tipos parecían bastante centrados en el hombre y la niña como para estar en una selva repleta de bestias extrañas.
Levanté la mirada y me puse a buscar, de pronto una brisa movió las ramas y el sol se reflejó en algo brillante entre la maleza a varios metros sobre sus cabezas, entre las ramas de un árbol. Justo bajo ese reflejo algo asomó entre las hojas, el cañón de un fusil.
Sin pensarlo tomé aire hasta llenar mis pulmones completamente, saltando en medio del claro. Una vez dentro grité con todas mis fuerzas, un grito corto, potente y seco, que hizo que más de una pequeña criatura cerca saliera corriendo. El cañón se giró en mi dirección a la vez que agarraba mi arma y la lanzaba con todas mis fuerzas. La bala rebotó contra el metal al encontrarlo en su camino hacia el árbol. Un sonido metálico se escuchó seguido del quejido de la madera al romperse, una gran rama del árbol se desplomó junto con mi arma cayendo al suelo. No me paré, corrí en esa dirección esperando encontrar al tirador en el suelo. No había rastro de él, pero un murmullo entre las hojas me llamó la atención, miré al ver una figura con una capa de camuflaje cubriendo su cuerpo saltando de rama en rama, alejándose. Estaba tentado a seguirle, pero los que tenía a mis espaldas tenían prioridad. Recogí mi arma y me di la vuelta, acercándome caminando al grupo.
- ¿Estáis bien? - Pregunté casi para mí mismo al ver que nadie estaba en peligro de muerte, antes de caer en la cuenta y mirar alrededor.- Tenemos que movernos, puede haber más y los disparos pueden haber atraído atención indeseada ¿Alguno necesita ayuda para caminar?
Respiré aliviado, parecía que había logrado sacar de un peligro inminente al hombre y a la niña, y no parecía que hubiera matado a esos dos, mejor, si podía hacerles unas preguntas rápidas a lo mejor me aclaraban quienes eran. Y ahora que pensaba en eso, había visto más huellas de camino a esta zona, vegetación contada con algo, seguramente un machete o un cuchillo largo. Pero no veía un objeto como ese entre los que estaban ahí, también cabía destacar que todas las pisadas eran de adultos, parecían de botas, pero el adulto y la niña llevaban sandalias, el recién llegado podía ser, pero dado lo que había visto no parecía parte del grupo. Si había cuatro juegos de huellas distinguibles eso nos dejaba con un mínimo de dos personas que no estaban. Ahora que lo pensaba, esos tipos parecían bastante centrados en el hombre y la niña como para estar en una selva repleta de bestias extrañas.
Levanté la mirada y me puse a buscar, de pronto una brisa movió las ramas y el sol se reflejó en algo brillante entre la maleza a varios metros sobre sus cabezas, entre las ramas de un árbol. Justo bajo ese reflejo algo asomó entre las hojas, el cañón de un fusil.
Sin pensarlo tomé aire hasta llenar mis pulmones completamente, saltando en medio del claro. Una vez dentro grité con todas mis fuerzas, un grito corto, potente y seco, que hizo que más de una pequeña criatura cerca saliera corriendo. El cañón se giró en mi dirección a la vez que agarraba mi arma y la lanzaba con todas mis fuerzas. La bala rebotó contra el metal al encontrarlo en su camino hacia el árbol. Un sonido metálico se escuchó seguido del quejido de la madera al romperse, una gran rama del árbol se desplomó junto con mi arma cayendo al suelo. No me paré, corrí en esa dirección esperando encontrar al tirador en el suelo. No había rastro de él, pero un murmullo entre las hojas me llamó la atención, miré al ver una figura con una capa de camuflaje cubriendo su cuerpo saltando de rama en rama, alejándose. Estaba tentado a seguirle, pero los que tenía a mis espaldas tenían prioridad. Recogí mi arma y me di la vuelta, acercándome caminando al grupo.
- ¿Estáis bien? - Pregunté casi para mí mismo al ver que nadie estaba en peligro de muerte, antes de caer en la cuenta y mirar alrededor.- Tenemos que movernos, puede haber más y los disparos pueden haber atraído atención indeseada ¿Alguno necesita ayuda para caminar?
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