De caza en las islas flotantes (RAL - Blaise) (Evento)

Me hallaba en un barco dando vueltas de un lado a otro en el camarote. Había logrado hacer que un viejo contacto me proporcionara un viaje gratis hasta el archipiélago de Merveille. Había oído que se trataban de unas islas que flotaban en el aire, que cada una de ellas poseía un bioma distinto. Pero lo que más me llamaba la atención, era el hecho de que los animales eran extraños. Pues parecían sacados de cuentos. Serpientes gigantes con alas de cuervo, leones oveja, rinocerontes con cuernos de cabra, etc. Pero... no tenía ganas de poner un pie en esas islas por esas cosas, no. Me había llegado un soplo de que los revolucionarios tenían una avanzadilla en una de las islas. Estaban trapicheando con armas y con los recursos naturales de las islas. Todo por la causa. Ese estúpido eslogan se repetía en mi cabeza con fuerza y a la vez, me daba asco. No eran más que un puñado de cobardes que no se atrevían a actuar abiertamente. Menos mal que me echaron, no podía seguir con esos imbéciles. Quizás... era hora de que les hiciera una pequeña visita. De antigua compañera. Una voz en mi cabeza me susurraba al oído que no merecían los halagos del pueblo.

Yo misma había hecho más que ellos que cuando trabajaba en la revolución. Había liberado esclavos en Pucci y en Yellow Spice. Yo era una pirata, pero actuaba mejor que los putos rojos estos. No podía esperar para, cuando estuviera frente a ellos, hacerles la vida imposible y mostrarles que se equivocaron al echarme. Me había vuelto más fuerte, poseía una habilidad extraña que me permitía volverme ceniza. Ese jodido mote que tengo, "El Ángel Caído" me lo pusieron para hacer mofa que me habían echado de la Revolución. Pobres estúpidos. No sabían distinguir el talento ni aunque lo tuvieran en la puta cara. Mientras me rechinaban los dientes de la ira, tocaron a mi camarote para informarme de que estábamos llegando a Merveille.

Salí a cubierta y observé con asombro esas jodidas islas suspendidas en el cielo. Tenía que reconocer que eran hermosas. Y desde la lejanía, se podían observar que cada una tenía un clima distinto. Me preguntaba en cuál de ellas estarían escondidas esas ratas amarillas. Les jodería la vida y de paso planeaba robarles lo que poseyeran. Que, según mi opinión, una parte me pertenecía de forma legítima. Al final ser pirata era divertido. Era hora de la cacería.

Estaba inquieta, normalmente mantenía la calma, pero la situación no me tranquilizaba, menos mal que la máscara siempre ocultaba mi rostro, de lo contrario sospechaba que todos se darían cuenta de que tenía mis dudas. No era como otras ocasiones, los otros implantes habían sido creados y supervisados por Vitorio, este en cambio, había sido hecho por mi peor crítico, yo misma. Había dedicado los días de viaje en el taller a desarrollar el sistema e implementarlo en el S.A.S.A.G.E.Y.O. La integración completa había sido un éxito, pero nunca se sabía cómo reaccionaría hasta que no se conectase. Habían pasado unos minutos desde que me avisaron que nuestro destino estaba delante, todavía me encontraba en el camarote haciendo los últimos ajustes antes de la conexión, mi vida dependía de este aparato y de cómo trabajase en esta misión, no podía permitirme errores, y menos teniendo en cuenta las alturas de las que estábamos hablando. Por fin, tomé aire y conecté el módulo al implante tal y como lo hacía siempre. Un pequeño latigazo recorrió mi espalda, como un escalofrío demasiado incómodo, la conexión no estaba del todo bien calibrada, pero por lo demás no parecía haber retraso en las órdenes, un problema menor que se podría ajustar en el futuro. Cerré los ojos y me centré, a cada orden escuchaba el leve zumbido de los pequeños motores eléctricos moviendo las boquillas, de un lado a otro, como si fueran una extremidad más. Eran notablemente más complejas de los lanzacables, pero no en un exceso que exigiera toda mi atención.

Por fin, tras asegurarme de que el implante no tendría un fallo en medio del vuelo ascendí a cubierta. Por un momento las preocupaciones se me olvidaron al maravillarme con la vista de las islas flotantes, aquella maravilla de la naturaleza tan hermosa como amenazante. Tras ese instante las preocupaciones volvieron más fuertes que nunca al ver un ejemplo visual de las dimensiones con las que estaba tratando. Era un recordatorio de que un fallo, en efecto, era una sentencia de muerte.

Aparté mi cabeza de aquellos pensamientos y volví a la mentalidad de la misión, tratando de asegurarme de que mi equipo estaba bien fijo en el arnés. Tenía combustible para varios viajes cortos entre islas, si lo gestionaba bien podría llegar para la ida y la vuelta al barco sin que tuviera que pedir ayuda a Omega o a Julianna. Había pedido por adelantado que despejaran la cubierta de proa, si esto salía bien podía pedir que instalasen un sistema que facilitase el lanzamiento. Dos cables salierona disparados hasta clavarse en la madera de la barandilla frontal. Con una orden desde mi cabeza el sistema comenzó a inyectar combustible en los compresores de aire, comenzando la ignición. Dos lenguas de llamas azules se proyectaron a mis espaldas a la vez que retraía los cables dando el impulso necesario para salir disparada.

Era una sensación extraña, no era una extraña a las alturas, estaba acostumbrada a balancearme de un lado a otro con los cables, pero el vuelo normal era algo diferente. Era como un salto, pero con los impulsores me mantenía estable en una trayectoria fija, era inquietantemente más tranquilo y, a su vez, me daba cuenta de que tenía que estar haciendo constantemente pequeñas correcciones en el flujo que salía para mantenerme en el aire. Necesitaba práctica, y por suerte estas islas me la darían, para bien o para mal.

La isla en la que embarqué tenía un clima de invierno. Siguiendo la forma de pensar de un revolucionario, no sería estúpido pensar que a lo mejor se hubieran establecido en una zona con frío y nieve. A decir verdad, de no ser porque llevaba mi chaqueta, me estaría muriendo de frío. Me ajusté bien el sombrero y comencé a andar por la zona. Me resultaba extraño que estuviera nevando pero en las otras islas no. Tendría que acostumbrarme a ello. Cerca, había una pequeña aldea con un par de casas. Realmente no tenía ganas de soportar a gente en ese momento, así que pasé de largo. Tampoco esperaba ser bien recibida. Alguien con atuendos militares y de fuera. No me fiaría ni yo misma. Seguí avanzando por un camino que me llevó hacia una tundra. A lo lejos pude observar una manada de alces tejón. Realmente esta isla lo extraño no solo era el clima sino la fauna también. Parecía como si los hubiera creado un científico loco jugando a ser dios en un laboratorio. Una jauría de lobos osos blanco aullaron en el horizonte. Pero ahora lo que estaba intentando buscar, eran huellas o signos de que un grupo de personas habían pasado por allí. Miraba el cielo en busca de humo. ¿Qué tan lejos podrían estar?

También tendría que tener cuidado de no seguir pistas que me llevaran a otras aldeas. Me apreté las manos, intentando calentarme. Quizás debería hacer una pausa para recolectar madera o cualquier cosa que prendiera fuego. Me pasé un rato cogiendo ramas del suelo. Me puse junto a un pequeño lago y encendí una pequeña fogata. Todo aquello me recordaba a las maniobras de supervivencia en mis tiempos de revolucionaria. Encender una hoguera en la intemperie, buscar señales de pisadas y divisar humo que revelaba la posición de los campamentos enemigos. Al menos había aprendido algo que no fuera una estupidez. Saqué mi paquete de cigarros y me puse a fumar. Me puse a observar cómo se consumía el fuego de la hoguera. Por alguna razón, las llamas me parecían algo hipnótico. Podría pasarme horas viendo como bailaban hasta desaparecer. El ambiente estaba muy tranquilo. Solo el graznido de un águila erizo que sobrevoló la zona se podía oír en ese momento. Demasiada tranquilidad... ¿Era aquello a lo que llamaban la calma antes de la tempestad?

Repetía aquellos consejos mentalmente mientras me desplazaba a toda velocidad, vuela bajo, vuela rápido y vuela en silencio. Una pena que eso no me ayudase mucho, entre las islas flotantes el concepto de "volar bajo" era relativo a cada isla y roca flotante que me cruzaba. Aunque tenía cierta idea de dónde tenía que ir la orientación en un lugar que carece de un mapa fijo era desafiante como poco, la pista más sólida era que tenía que ir donde más frío hacía, en una que tenía una pequeña tundra. De todas formas no sabía si el vaho que salía de mi máscara era por el frío de la altura o porque me estaba acercando.

Un copo de nieve pasó rápidamente frente a mi cara, indicándome que estaba cerca, casi tanto como una pared de roca que había salido a la vuelta de una roca flotante. La velocidad era difícil de manejar solo con la gestión directa de las boquillas, pero gracias a los cables podía anclarlos para hacer giros cerrados. La experiencia previa con ese artilugio ya me había salvado varias veces los últimos minutos de estamparme contra las rocas o los árboles que me cruzaba por el camino, pero estaba claro que era nueva en esto del vuelo libre. Sin mencionar el pinchazo que notaba en la espalda cada vez que hacía ciertos movimientos, eso implicaba que había algunos puntos peor calibrados de lo que esperaba, los datos no pasaban bien.

Lancé los cables y los anclé a un borde de una isla, tirando de ellos y ascendiendo a toda velocidad, la superficie rocosa pasó rápidamente ante mi cuerpo para dar lugar a un lienzo de un blanco puro. Los pocos troncos de árboles que se veían servían para marcar el relieve de aquella isla. Me elevé un poco más para confirmarlo, ahí estaba, un lago en el interior, si la información era correcta el objetivo debería estar cerca.

De pronto una sensación repentina me sobresaltó, una "mirada" que se acercaba rápidamente por mi espalda. Torcí los rodamientos de las boquillas para girar en el aire. Me encontré de cara con unas enormes mandíbulas abiertas de par en par. La criatura me embistió con toda su fuerza, aturdiéndome durante un instante. Cuando me quise dar cuenta un enorme oso polar con unas enormes aletas como las de una ballena intentaba cerrar las mandíbulas para aplastarme entre ellas. Extendí las placas metálicas del equipo de asalto que se situaban en los hombros e hice fuerza para evitar que sus dientes llevasen a clavarse en mi carne. Rápidamente clavé la escopeta en su ojo y disparé varias veces. La caída libre que siguió me confirmó que el animal había muerto, y el agua helada que nos empapó al atravesar el hielo de debajo me sirvió de recordatorio.

Con bastante esfuerzo y habiendo estado a punto de desmayarme por el choque térmico salí del agua impulsándome con los cables hasta poder saltar por encima del hielo. Cuando la adrenalina dejó de hacer efecto me percaté de un detalle, ahora que estaba a la intemperie y calada de pies a cabeza tenía que encontrar una forma de calentarme rápidamente. ¿Eso era una hoguera?

Me quedé contemplando la hoguera un rato. A decir verdad, me sentía nostálgica aunque estuviera en aquella isla con intención de joder a los malditos revolucionarios. Saqué de mi abrigo mi mechero. Aquel mechero tenía historia. Además de una marca de bala. Fue un regalo del Teniente Lamar. Je, me costaba admitirlo, pero probablemente sea uno de los pocos humanos que me caían bien. No sé si era por su carisma o porque era un hombre que siempre cumplía lo que juraba. Aquel mechero me lo otorgó después de una de mis primeras misiones para la revolución. Fue un asesinato a un noble del Gobierno que comerciaba con esclavos. Aquel asunto siempre lo llevaba mal. Y durante la misión, debido a mis impulsos y mis malditos recuerdos de mi niñez, jodí la misión por lanzarme sin pensar. Perdimos a muchos soldados pero de alguna forma, logramos acabar con el objetivo y cerrar su red de esclavos. Creí que el teniente me echaría la bronca o me daría una paliza. Pero no. Simplemente, me miró a los ojos y me dijo que me entendía. Que él también pasó por eso y le llevó tiempo controlar sus impulsos y sanarse de sus traumas. Y por eso, me regaló el mechero. Ya que sabía que fumaba mucho y él estaba intentando dejarlo.

¿Que por qué el mechero tenía una marca de bala? Bueno, digamos que hubo alguien de aquel grupo en la misión que no se tomó bien que muriera su hermana por mi culpa. Me pegó un tiro al pecho con una pistola. Pero gracias a que tenía el mechero en el abrigo, este paró la bala. Paró la bala pero el daño que recibí fue parecido a llevar un jodido chaleco antibalas. Desde entonces siempre llevaba aquel mechero aunque a veces le costara encenderse debido a la bala. Siempre me tranquilizaba y me ponía pensativa. ¿Aquello me hacía débil? ¿Me hacía sentir como si la persona que era antes de todo aún estuviera en el fondo? No lo sabía. Pero no me arrepentía de nada de lo que había hecho durante mi vida en el exterior. Pero de mis pensamientos me sacó un ruido fuerte. Un monstruo enorme yacía muerto en el hielo y una figura parecía acercarse. Me puse de pie y saqué mi lanza en posición defensiva. No podía estar segura de que se tratara de alguno de los revolucionarios. Con voz amenazante, pregunté.

- ¿Quién va? Identifícate -

Mis ojos se adaptaron de nuevo al blanco de la nieve y el hielo, al lado de la hoguera había alguien, parecía una mujer en guardia, estaba sola, o por lo menos eso parecía, me apuntaba con una lanza y me había pedido que me identificase. La miré de arriba a abajo, el uniforme no me sonaba, no seguía un código de vestimenta que conociese, podía ser una de los revolucionarios apostados en esta zona, pero no encajaba con la descripción. Tampoco tenía pinta de ser marine, a veces el uniforme variaba, pero no se salía tanto de la norma y solían dejar alguna identificación visible en caso de ser necesario. La Legión quedaba descartada, no me constaba su presencia en la zona por lo que me habían informado, así mismo sería raro que se tratase de un agente del CP. También estaba la posibilidad de que no tuviera ninguna afiliación relevante, lo que me llevaba a preguntarme ¿Qué la había traído a un lugar tan inhóspito?

Si supera algo más de ella podría identificarme, pero no sabía a quién le estaba dando información, no, por la reacción parecía tener cierta disciplina, pero no terminar de estar familiarizada con esta clase de procedimientos. Intentaría cierta aproximación, con este frío y la ropa húmeda tampoco tenía mucho tiempo para pensar. En el peor de los casos podía encargarme de ella o, de no ser posible siempre podía intentar bajar a una de las islas más cálidas hasta entrar en calor.

- S-s-s-eeeg-n e-e-elll códi-i-i-gggo debes-es-es i-i-ident-t-ificaaarte-te pri-pri-i-mero. - Mierda, el agua se había colado en el circuito.

El sistema emulador de voz se había estropeado en un momento como este, tampoco esperaba tener que usarlo. Me llevé la mano a la máscara y lo apagué, no me interesaba que tuviera un cortocircuito a causa de la humedad y algo se prendiera fuego al lado de mi cara.

Me estaba quedando sin tiempo, comenzaba a dejar de sentir los dedos. Con gestos sencillos pero que esperaba que comprendiese, señalé que primero necesitaba que se identificara ella, esperaba que lo comprendiese. Si no sabía con quien estaba hablando no podía dar información. Si era de la revolución me ahorraría tiempo, podría dejarla fuera de combate y preguntarle luego el paradero de sus compañeros... en el mejor de los casos claro.