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Anagumitsu
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El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) Empty El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) {Mar 26 Sep 2023 - 0:25}

Capítulo 1: La odisea comienza

Los primeros rayos dorados del sol del amanecer como dedos divinos acariciaban con ternura la densa selva de la isla remota de Zou en el Grand Line despertando un resplandor mágico en la frondosa vegetación. En este rincón paradisíaco de belleza natural la vida de Anagumitsu comenzó su fascinante história arraigado en una pasión incendiaria por la ciencia, la medicina y los épicos enfrentamientos.

Desde sus primeros suspiros de vida, Anagumitsu exhibió una inclinación innata hacia la exploración y la maravilla del descubrimiento. Mientras sus compañeros Mink se entregaban a juegos y cacerías, él prefería dedicar horas a la contemplación de la exuberante flora y la fauna local, deslumbrado por los tesoros naturales que lo rodeaban. Cada nuevo hallazgo aguijoneaba su insaciable curiosidad, impulsándolo a profundizar aún más en los misterios de su entorno.

Su amor por la ciencia se entrelazó con un talento innegable para la medicina. Aprendió de los sabios más doctos de su tierra, convirtiendo sus habilidades sanadoras en un tesoro inestimable para su comunidad. A menudo se le consideraba un protector y un bálsamo para los suyos.

La isla de Zou, un paraíso errante, no era ajena a peligros mortales que acechaban en la espesura boscosa. Los retos eran continuos, con amenazas tanto de las entrañas del mismo como de enemigos externos. En los momentos más oscuros, Anagumitsu se erigía como un defensor intrépido de su hogar. Sus conocimientos médicos y sus proezas en el campo de batalla lo convertían en un recurso muy valioso durante las emergencias más acuciantes.

No obstante, Anagumitsu no se limitaba a ser un científico y sanador. Su corazón latía al ritmo de la aventura, y ansiaba explorar más allá de las fronteras de Zou. Durante una serie de expediciones de investigación a través de los vastos bosques y majestuosas montañas de la isla, descubrió plantas medicinales nunca antes vistas y estudió la riqueza de la fauna y la flora locales.

Pero la vida en Zou no era un cuento de hadas. La sombra del tirano Capitán Morgan Claw, un hombre despiadado que había sometido a la isla a feroces ataques intermintentes, oscurecía su horizonte. Anagumitsu, con su valentía y sus talentos, no podía quedarse de brazos cruzados mientras su pueblo sufría.

Entonces, un día, las noticias llegaron como un relámpago. Los rumores afirmaban que Claw había sido visto en Thesalia, una tierra cercana, y Anagumitsu, sin vacilar, empaquetó sus enseres y aprovechando la proximidad de Zunesha, la gigantesca criatura viva que sostenía la isla, con Theselia se dispuso a enfrentar de una vez por todas la inquietante amenaza que acechaba en las sombras. El rugido del inicio de su odisea resonaba en su interior mientras el cálido sol acariciaba su rostro, marcando el comienzo de una epopeya que cautivaría el alma de todo aquel que escuchara su historia.

Capítulo 2: El dominio del implacable Capitán Claw

La oscura presencia del temido Capitán Claw se extendía como una lúgubre manta sobre la costa de Theselia, en las misteriosas aguas del Grand Line. Los pobladores de los aldeanos circundantes vivían en constante temor, sometidos a la implacable ira que emanaba de aquel hombre. La carga de su opresión era insoportable, y Anagumitsu, al presenciar el sufrimiento de aquel pueblo, sintió que una ardiente llama de justicia crecía en su interior.

El Capitán Claw, era un individuo poseedor de una astucia maquiavélica y una crueldad despiadada, había establecido su bastión en las profundidades de unas cuevas ubicadas en la costa de la isla. Desde aquel escondite siniestro, orquestaba incursiones implacables, saqueando tanto a los habitantes de Theselia como a la mismísima isla Zou cuando la majestuosa Zunesha se alineaba con sus costas. Exigía tributos, imponía tasas exorbitantes y explotaba sin piedad los preciados recursos naturales de la región.

Anagumitsu, imbuido de un ardor inquebrantable por la justicia y el bienestar de su gente, se unió a un grupo clandestino de valientes isleños que habían jurado resistir al opresor. Como científico, médico y guerrero, su presencia irradiaba una luz de esperanza en los corazones de los rebeldes. Su valentía y su vasto conocimiento le granjearon el respeto de todos, y pronto emergió como uno de los líderes tácitos de la resistencia.

El choque inevitable con las fuerzas de Capitán Morgan Claw se cernía como una tormenta oscura en el horizonte. Los rebeldes se prepararon para el conflicto, dispuestos a enfrentar a un enemigo que los superaba tanto en número como en recursos. Las batallas que se desataron fueron largas y cruentas, y cada playa y campo de batalla improvisado quedaba marcado por la violencia, cubierto por la sangre derramada en los combates encarnizados. En aquel escenario de lucha sin cuartel, Anagumitsu desplegaba su poderoso electro en el fragor de la batalla, mientras sus habilidades médicas y su conocimiento profundo de la anatomía humana eran empleados a posteriori para socorrer a los heridos y aliviar su sufrimiento. Sin embargo, la desventaja numérica que enfrentaban resultaba demasiado determinante.

A medida que los días se convertían en semanas y las semanas en meses, la resistencia contra Claw se tornaba un testimonio de tenacidad y valentía. Anagumitsu, con su dedicación infatigable, se destacaba como un faro de esperanza en medio de la tormenta. Inspiraba a sus compañeros rebeldes con su compromiso incansable por la causa y su habilidad inigualable para sanar heridas físicas y emocionales por igual.

A pesar de las incansables luchas, la implacable marea humana de Claw parecía insuperable. Sus recursos, su astucia y su crueldad interminable mantenían a los rebeldes constantemente a la defensiva. Cada victoria se sentía efímera, y cada derrota, aplastante. La costa de Theselia, una vez pintoresca, se transformó en un campo de batalla sanguinolento, y el lamento de los caídos se unía al susurro del viento marino.

El propio Anagumitsu, un símbolo de esperanza y coraje, comenzó a sentir el peso de la desesperación en sus hombros. No obstante, en lo más profundo de su ser, se negaba a rendirse. Sabía que su lucha era más que personal, que era un deber que le imponía el destino y que la llama de la libertad debía arder en Theselia una vez más.

Capítulo 3: La desesperación se apodera de los hombres

A medida que el conflicto se extendía en el tiempo, las esperanzas que habían sostenido a los rebeldes comenzaron a disiparse como el humo en el viento. La desesperación, ese oscuro espectro de la derrota, se cernía sobre ellos, envolviendo a muchos en su gélido abrazo. Se preguntaban si alguna vez serían capaces de liberar su amada isla de las garras implacables del Capitán Claw, cuyo nombre resonaba en la noche como un eco ominoso.

Sin embargo, entre las sombras de la incertidumbre, un hombre se negaba a doblegarse ante la adversidad. Anagumitsu, con su mirada en llamas, se erguía como un faro de resistencia en medio de la tormenta. Su determinación, forjada en las fraguas ardientes de la libertad y la justicia, permanecía inquebrantable, un faro de esperanza que se negaba a apagarse.

El precio humano de esta lucha sin cuartel era alto, tan alto como las olas rompiendo contra los acantilados. Las heridas se multiplicaban, y las bajas llenaban los corazones de los rebeldes de pesar. Anagumitsu se encontraba cada vez más abrumado por la carga de perder vidas y sostener la moral de su gente. Pero sabía, con una convicción férrea, que la única forma de poner fin a este ciclo de sufrimiento era seguir luchando hasta el final, para que nada ni nadie le dictara jamás cómo debía vivir su vida.

Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, el Capitán Claw, un monstruo con corazón de hielo, intensificaba su brutal campaña para acabar con los disidentes. Su mano de hierro caía sin piedad sobre quienes se atrevían a desafiarlo, y sus hombres, como una sombra siniestra, sembraba el terror entre la población indefensa. Era como si los pueblos adyacentes estuvieran atrapados en un círculo vicioso de sufrimiento y opresión.

Anagumitsu entendía que debían encontrar un medio para cambiar el rumbo de esta guerra antes de que el destino les arrebatara la última chispa de esperanza. Fue en una noche cargada de lamentos y suspiros de dolor, a la tenue luz de una hoguera que se negaba a extinguirse, que un anciano entre los rebeldes comenzó a narrar una historia local. Era una historia sobre una fruta del diablo, ajena a la isla pero cuya presencia se susurraba en los oscuros recovecos del folclore. Hacía años, un hombre había llegado a estas costas como un fugitivo, cargando consigo el tesoro más preciado que jamás había robado a su propia tripulación: una fruta del diablo.

El hombre, superado por el miedo a las represalias, había decidido ocultarla en algún rincón secreto de la isla, con la intención de venderla a un precio exorbitante en el mercado negro. Sin embargo, la leyenda contaba que nunca regresó para reclamar su tesoro. La misteriosa fruta se convirtió en una especie de mito entre los isleños, un último recurso al que aferrarse en tiempos de desesperación para poner fin al reinado de terror del pirata.

Anagumitsu escuchó con atención, su mente girando como una brújula en busca de respuestas. Aquella fruta del diablo, un objeto de leyenda que podría albergar un poder inimaginable, se convirtió en su última bala, su as en la manga en esta partida letal.

Capítulo 4: La Fruta del Diablo

Anagumitsu se embarcó en una búsqueda desesperada, consciente de que el tiempo apremiaba y la vida de sus compañeros pendía de un hilo. La información sobre la ubicación de la fruta del diablo era tan escasa como enigmática, una sombra que se deslizaba escurridiza entre los recovecos de la isla.

Armado no solo con su determinación inquebrantable, sino también con su vasto conocimiento científico, Anagumitsu se aventuró en lo más profundo del bosque que cubría la isla. Cada paso lo llevaba más adentro, donde los peligros, como sombras acechantes, aguardaban en cada rincón. Bestias feroces y trampas mortales se alzaban como guardianes del tesoro que anhelaba.

Las horas se transformaron en días mientras Anagumitsu perseveraba en su búsqueda, una odisea aparentemente interminable en la que solo la luna y las estrellas eran sus testigos nocturnos. La magnitud de la tarea se cernía sobre él en la oscuridad, pero su determinación no cedía, como un faro solitario en medio de un océano de incertidumbre.

Finalmente, después de superar una serie de pruebas mortales y desafíos que habrían quebrado a cualquier otro, Anagumitsu arribó a un pantano inhóspito, donde aguas sulfurosas burbujeaban con metano, liberando un hedor nauseabundo en el aire. A pesar de la fetidez y la dificultad para respirar, siguió avanzando, impulsado por una mezcla de necesidad y determinación que quemaba como un fuego ardiente en su interior.

Fue en ese momento que, tras días de esfuerzo agotador, se encontró rodeado de pronto por una horda de piratas. En su corazón, un escalofrío de traición recorrió su espina dorsal. Entre aquellos hombres, liderados por el infame Capitán Morgan Claw, estaban algunos que Anagumitsu consideraba aliados. Se acercaron a él con un aire de complicidad, como si fuera un invitado de honor en su propia ejecución.

"¿Ves cómo vendría, señor?" dijo uno de los hombres, su voz tintineando con falsa cortesía. "Es todo suyo. He cumplido con mi parte del trato. He traído al mink, a cambio mi familia debe quedar a salvo".

Un odio visceral brotó en el alma de Anagumitsu mientras la cruel realidad se desplegaba ante sus ojos. Había confiado en estos hombres, los había cuidado, y ahora lo habían entregado, conscientes de que su destino sería la muerte. En ese momento, una amarga verdad se abrió paso en su mente: en este mundo, solo uno importaba, y ese era él mismo. Aqui y ahora había muerto el niño idealista y nacido el hombre desencantado con el corazón roto.

"¿Por qué ayudar a estos humanos?" se preguntó en silencio, dirigiendo sus pensamientos a Zunesha, a la gente de Zou que había jurado proteger. El dolor se mezclaba con la bilis en su garganta, pero no podía luchar contra el destino que se cernía sobre él.

La traición fue sellada con dos disparos que resonaron en la noche. Anagumitsu sintió el ardor del plomo en su vientre y en su brazo, una agonía punzante que lo doblegó. "Esto no tiene buena pinta", murmuró en un susurro mientras caía de rodillas en las aguas cenagosas, con la mirada perdida en el horizonte.

Los piratas se alejaron, riéndose y burlándose mientras lo abandonaban a su suerte en el pantano sulfuroso, donde la muerte lenta parecía inevitable. Anagumitsu sabía que no sería una muerte rápida, pero también comprendía que no había cura inmediata ni salvación sin su maletín de medicinas y atención de primeros auxilios.

Arrastrándose con esfuerzo, se dirigió hacia un área menos encharcada en el centro de la laguna, un respiro momentáneo de las aguas cenagosas y los gases asfixiantes. Allí, se apoyó contra un árbol seco, fuera del alcance del agua putrefacta, y comenzó a trabajar para extraer las balas alojadas en su cuerpo.

Sin embargo, en su estado de confusión, tocó algo que no debía, y su cuerpo se contrajo en un espasmo de dolor. Su cabeza chocó contra el árbol, dejándolo inconsciente durante varias horas. Fue la luz de la luna llena la que finalmente lo devolvió a la conciencia, iluminando su rostro cubierto de barro.

Con la mitad de su rostro manchada y una determinación férrea, abrió los ojos y contempló algo inusual entre las retorcidas raíces del árbol seco: un pequeño cofre metálico, oxidado por el tiempo. En su cubierta se veían aun los restos de una Jolly Roger que le resultaba desconocida. La intriga lo impulsó a abrirlo, y lo que descubrió en su interior dejó sin palabras incluso al hombre que había pasado por innumerables desafíos.

Allí, dentro de aquel cofre, reposaba la Akuma no Mi, la infame fruta del diablo. Su forma retorcida en espirales era inconfundible, y parecía emitir un brillo violeta tentador a la luz de la luna, como un caramelo sin dueño.

Era el objeto de su búsqueda, la clave de su supervivencia, la respuesta a sus plegarias. Sin pensar en las consecuencias, intoxicado por los gases que amenazaban con matarlo antes que la pérdida de sangre, el hombre roto y lleno de ira se apoderó de la fruta misteriosa y se la comió en apenas un par de bocados.

Un caleidoscopio de sensaciones lo envolvió mientras la fruta del diablo se asentaba en su ser. Era la entrada a un nuevo mundo, un mundo donde su sed de venganza y su ansia de justicia serían avivadas por un poder sobrenatural. La noche se convirtió en su aliada, la luna llena iluminó su camino hacia la redención y el renacimiento. El Tejón de la Miel había nacido de nuevo, y su destino estaba escrito en las estrellas, en la isla, y en la fruta del diablo que ahora latía en su interior al ritmo de un clamor de venganza.

Capítulo 5: El poder del hombre gas

El instante en que Anagumitsu se llevó la fruta del diablo a la boca marcó un punto de quiebre en su existencia. Aquel bocado, aparentemente insignificante, desencadenó una reacción en cadena que alteraría su vida para siempre. Inmediatamente después de ingerirla, el mundo pareció estremecerse a su alrededor, y una oleada de energía inexplorada recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Era como si cada célula de su ser se despertara de un largo letargo, como si su esencia misma estuviera siendo sometida a una profunda transformación.

Lo primero que notó fue el extraño silencio que siguió a aquel acto. Las dos balas, que momentos antes habían perforado su cuerpo, cayeron al suelo con un tintineo metálico. No hubo estruendo, ni dolor, ni sangre. Anagumitsu miró asombrado las heridas que, en lugar de ser fuente de agonía, ahora estaban rodeadas por un aura de gas violáceo. Era como si su propio deseo vehemente de sobrevivir hubiera provocado una reacción especifica en sus poderes recién adquiridos. Aquel gas, que parecía danzar a su alrededor, emitía una sensación de poder y renovación. Por primera vez en mucho tiempo, el aire en el pantano ya no le pareció denso ni asfixiante. Se sentía cómodo respirando allí, como si el propio entorno hubiera cambiado para acogerlo. Aunque tal vez fuera él quien hubiera cambiado para acoger el entorno.

Con asombro y cierta inquietud, Anagumitsu experimentó con su nueva forma. De repente, se sintió etéreo, como si las barreras físicas ya no lo limitaran. Podía moverse a través de espacios estrechos con una facilidad pasmosa y esquivar a sus enemigos con agilidad felina. Su cuerpo se había vuelto etéreo, y esto le confería un potencial que antes solo podía imaginar. Ahora tenía la capacidad de infiltrarse en lugares antes inaccesibles, obteniendo información crucial sin ser detectado.

Así, las horas se convirtieron en un torbellino de experimentación y descubrimiento mientras Anagumitsu se encaminaba de regreso hacia el campamento base de los rebeldes. Su mente bullía de planes y posibilidades. Con cada paso, su determinación crecía, alimentada por la furia y el deseo de justicia que lo habían impulsado desde el principio, pero no era como al principio, no era justicia idealista, eran oleadas de odio y sed de venganza, tenía la cara de los traidores grabada a fuego en su mente y pronto grabaría sus muertes.

Al llegar al campamento, una amarga sorpresa lo aguardaba. El lugar que alguna vez había sido el epicentro de la rebelión había sido desmantelado y abandonado. La sombra del desaliento acechó en su mente mientras contemplaba las ruinas de lo que alguna vez fue su refugio.

Anagumitsu, ahora imbuido con un poder y determinación renovados, no se dejó abatir por la desolación. Sabía que no podía permitirse la autocompasión ni la indecisión. Su camino se había vuelto claro como el agua de un arroyo cristalino: primero iría tras los piratas responsables de toda esta situación, y luego ajustaría cuentas con aquellos traidores que lo habían entregado.

Sin prisa, pero sin pausa, esperó pacientemente, reuniendo sus fuerzas y organizando sus pensamientos en el silencio de la noche en los lindes del bosque. Cada hora que pasaba le otorgaba un mayor entendimiento de su nueva forma y de la sed de venganza que ardía en su interior. Sabía que su transformación no había sido en vano; había nacido una fuerza que cambiaría el curso de la historia de la isla y que llevaría el castigo a quienes lo habían traicionado.

Así, durante varios días y noches, Anagumitsu trazó los contornos de su plan aguardando el momento adecuado, dejando que sus confiadas victimas se relajase, que le considerasen muerto y entonces el fantasma de navidades pasadas vendría a por sus almas. La fruta del diablo había otorgado un nuevo propósito a su existencia, un camino inexplorado que pensaba caminar muy pronto aunque le llevase a la locura. La noche se convirtió en su aliada, y la venganza, como una sombra inquebrantable, se convirtió en su destino. La historia de Anagumitsu, el Tejón de la Miel, estaba lejos de haber llegado a su fin.

Capítulo 6: Infiltración en el campamento del Capitán Claw

Con sus nuevas habilidades de hombre gas, Anagumitsu decidió que había llegado el momento de poner en marcha su atrevido plan: infiltrarse en el campamento del despiadado Capitán Claw. Había logrado descubrir pistas valiosas sobre los oscuros planes que el pirata tenía entre manos, y comprendió que esta información era la llave que podría poner fin a su reinado de terror.

La tarea de infiltración se alzaba como un desafío monumental. El campamento del Capitán Claw se encontraba fuertemente fortificado, como un bastión casi inexpugnable, y sus guardias vigilaban de forma incansable las inmediaciones. No obstante, Anagumitsu estaba decidido a enfrentar el peligro de frente, con la convicción de que solo así podría liberar a su amada isla de los ataques a los que la sometían.

Aprovechando su asombrosa habilidad de transformarse en gas, el tejón de la miel se deslizó sigilosamente a través de las puertas del campamento enemigo, sorteando a los centinelas con una destreza inigualable. Su cuerpo se fundía con las sombras, y su presencia pasaba desapercibida en medio de la oscuridad de la noche. Era como si el propio viento lo hubiera acogido en su abrazo, protegiéndolo de miradas curiosas.

Navegando entre los edificios del campamento, Anagumitsu se movía con la gracia de una nube danzante. Cada paso lo acercaba más a su objetivo, y cada susurro de conversaciones le proporcionaba fragmentos de información esencial. Sus sentidos se afinaron como nunca antes, captando cada palabra y gesto, transformando todo lo que percibía en piezas del puzle que estaba armando en su mente.

Lo que descubrió mientras avanzaba lo dejó sin aliento y endureció su resolución. Las intenciones de Morgan Claw iban mucho más allá de la simple opresión de la isla. El pirata planeaba expandir su tiranía a tierras lejanas, extendiendo su influencia como un enjambre de pesadilla. Lo que más le horrorizó fue su plan de convertir a los habitantes de la isla en mano de obra esclava para sus siniestras operaciones. Aquel hombre no conocía límites en su crueldad, y la sola idea de que sometiera a un solo Mink a una vida de sufrimiento y esclavitud hizo arder de rabia, odio y resentimiento el corazón de Anagumitsu.

Había arriesgado su vida de manera audaz al infiltrarse en el campamento enemigo, pero ahora sabía que esa audacia había valido la pena. La información que había obtenido confirmaba que no cabía piedad posible contra el Capitán Claw y su maquinaria de opresión. Anagumitsu comprendía que tenía la responsabilidad de liberar al mundo de este tirano despiadado y evitar que sus tentáculos llegaran a Zou.

La venganza y la sed de sangre, aunque ardían en su interior desde hacía días como una llama inclemente, se vio justificada y respaldada por lo que había encontrado, se fusionó con un propósito más elevado: proteger a su pueblo y liberar la zona de la oscuridad que la había envuelto. Anagumitsu pensó en retirarse del campamento como una sombra fugaz, pero ahora llevaba consigo la delantera y lo difícil ya estaba hecho, así que decidió dar un paso mas sin esperar ni un segundo más.

Capítulo 7: La liberación vengativa de la isla

En la penumbra de esa misma silenciosa noche, Anagamitsu se deslizó sigilosamente en la tienda de Morgan, como un espectro de venganza en busca de su presa. Morgan, ajeno al peligro que se cernía sobre él, yacía sumido en un sueño profundo y etílico. Las sombras danzaban alrededor de su tienda mientras Anagamitsu se acercaba con la maestría de un ladrón de la noche.
El aliento de Anagamitsu era apenas un susurro, un eco de su determinación mortal. Con precisión quirúrgica, sin siquiera un murmullo que perturbara el sueño de su víctima, hizo varios cortes de forma rápida y letal en las carótidas de Morgan con sus propias garras. La sangre, roja y oscura purgaba la maldad de su corazón, brotaba pulsante de las heridas en un flujo mortal mientras el pirata comenzaba a despertar.
Sus ojos se abrieron de golpe, y el horror se apoderó de él al descubrir la figura siniestra que se alzaba sobre su lecho. Intentó emitir un grito, un lamento desesperado que nunca llegaría a oírse, pues sus cuerdas vocales ya colgaban de mis mandíbulas. La garganta de ese abotargado tirano, ese puente entre la vida y la muerte, se había convertido en un paisaje desolado. Su último aliento fue un gemido ahogado mientras Anagamitsu sostenía su corazón en la mano. Y así de forma brutal y definitivo se puso fin a su miserable existencia.
La sangre que llenó la boca de Anagamitsu aquel instante fue un elixir oscuro que avivó su osadía. La experiencia de la muerte, de arrebatar la vida con sus propias manos, lo hizo sentir poderoso y despiadado. Era como si hubiera cruzado un umbral que lo separaba de la humanidad, como si hubiera dejado de ser un hombre para convertirse en una bestia.
Aquel sabor a hierro y fatalidad lo impulsó a continuar su búsqueda de justicia retorcida. Los rostros de aquellos a quienes una vez llamó amigos y que lo habían traicionado se proyectaron en su mente como una guía emocional de sus próximas victimas. Sin excepción, Anagamitsu se propuso visitar la puerta de cada uno de ellos.
Uno por uno, los antiguos compañeros de Anagamitsu cayeron bajo su venganza implacable. No hubo compasión ni arrepentimiento en su corazón endurecido por la traición sufrida. Cada vida que extinguía era un tributo sangriento a la traición que había sufrido, a su corazón roto y encallecido por el comportamiento de aquellos a quien tanto había ayudado. Instintivamente aun había momentos en los que se llevaba la mano al lugar donde le habían disparado, momentos en los que su mundo se desplomaba y rompía en llanto por lo sufrido, por lo hecho y por lo que aun quedaba por hacer.
Keirum, quien una vez había jurado lealtad eterna, fue la primera víctima. Anagamitsu lo encontró en la soledad de su hogar y, antes de que pudiera comprender la pesadilla que se cernía sobre él, la hoja de Anagamitsu se hundió en su corazón. Los ojos del humano reflejaron el terror mientras la vida se desvanecía de su cuerpo, su rostro pálido como la luna que observaba desde lo alto.
Después llegó Ayumi, una muy cercana amiga que había traicionado sus más profundos secretos y confianza. Aquella noche era especialmente fría, la encontró vulnerable en su cama, y Anagamitsu se cernió sobre ella como un asesino eficiente. La sangre brotó, y el silencio se llenó con los lamentos desesperados de Ayumi, cuyos ojos suplicaban un perdón que nunca llegaría.
Noche tras noche, Anagamitsu persiguió a los traidores, una figura de muerte que no conocía compasión ni descanso. Tras cinco noches de sangrienta matanza, terminó y su corazón se aplacó.
Sin embargo, la venganza no otorgó a Anagamitsu la paz que anhelaba. Cada acto de sangre derramada solo avivó el fuego de su cólera. A medida que la sangre impregnaba su camino, su propia humanidad parecía fluir un poco mas fuera de su cuerpo, pero ya era muy tarde para cuestionarse la moralidad de sus actos, este era el precio de madurar y proteger Zou y lo pagaba gustoso.

Capítulo 8: Las Consecuencias de la Akuma no Mi

La victoria, a pesar de teñirse con el dulce matiz de la justicia, dejaba en el corazón de Anagumitsu un eco agridulce, como una melodía que se desvanecía en las profundidades de su ser. Había logrado emanciparse de la sombría influencia de Morgan y de aquellos que habían traicionado su confianza, pero el costo que había pagado se erguía como una sombra enigmática e inabarcable. La Akuma no Mi, una fruta del diablo ancestral y enigmática, había trastocado su vida de manera irremediable, llevándolo por un tortuoso sendero que dividía su existencia entre el poder y la vulnerabilidad mas absolutos.

El instante en que sus labios tocaron el primer bocado de la fruta marcó un punto de no retorno en su travesía. Un torrente de poderes y cambio sobrenaturales se liberaron en su ser, obsequiándole habilidades y capacidades que harían palidecer a los soldados mas fuertes de Zou. Sin embargo, como si el destino tejiera una danza equilibrada, también lo ató a una debilidad tan rara como letal: el mar, un enemigo insospechado, se erigió como su antagonista supremo.

A partir de ese momento fatídico, el horizonte azul que había sido su confidente en tantas aventuras se transformó en un abismo de peligros insondables, como las fauces de un monstruo insaciable. Jamás podría internarse en las aguas serenas sin correr el riesgo inminente de la perdición. Las profundidades oceánicas, una vez aliadas, se tornaron en su contra, recordándola de manera implacable el costo que había abonado por sus dones. El mar, extenso e indómito, era ahora un eco constante del precio de sus habilidades, un tributo que se pagaba con saltos de olas y corrientes mortales.

Sin embargo, el conflicto que asolaba su ser no se limitaba al inescrutable abrazo del océano. La Akuma no Mi había dejado una huella ardiente en su alma, un sello grabado a fuego que a veces amenazaba con desatar tormentas internas, arrebatándola el control y transformándolo en una nube de gas errante, vulnerable y sin rumbo.

Con el paso de las estaciones y una voluntad inquebrantable como su guía, Anagumitsu aprendió a dominar su nueva naturaleza. Se convirtió en el arquitecto de su destino, como un artista marcial que forja su cuerpo en el crisol de la dedicación. Desarrolló rutinas inquebrantables de entrenamiento, moldeando su mente y cuerpo día a día para mantenerse siempre con vida. La capacidad de mantener la calma en medio de la tormenta se convirtió en una habilidad esencial que lo acompañaría en las peripecias venideras, como el faro que guía a los barcos en la negrura de la noche, solo había un pequeño resquicio en todo esto, el sabor de la sangre y la venganza habían causado una huella invisible en su carácter volviéndolo explosivo e imprevisible.

El viaje de Anagumitsu se alzaba como una epopeya interminable. El Grand Line se extendía como un lienzo sin fin, colmado de misterios sin revelar y peligros impenetrables. Había encontrado un propósito que trascendía la simple venganza contra sus agresores. Ahora, resueltos los asuntos en tierra firme, utilizaría sus dones sobrenaturales para proteger a aquellos que atesoraba y para explorar cada recoveco de un mundo que había encendido su curiosidad desde los albores de su existencia.

El ocaso en Thesalia ofrecía un espectáculo de tonalidades doradas y rojizas en el horizonte, una despedida solemne al día que marcaba el inicio de una nueva etapa para Anagumitsu. El viento salino acariciaba su piel, como si la naturaleza misma le diera la bienvenida a un destino incierto. Manteniendo su posición en la costa, sus ojos destellaban con una determinación inquebrantable, como las estrellas en una noche sin luna.

Una decisión trascendental se alzaba ante él. Sabía que debía regresar a Zou, la majestuosa isla que había sido testigo de sus primeros pasos como doctor y guerrero para completar su entrenamiento con el electro. En ese instante de reflexión profunda, la llama de la determinación ardía en su interior, iluminando el camino hacia el futuro. Se había jurado a sí mismo que nunca caería nuevamente en una emboscada como la que había sufrido. El retorno a Zou no solo significaba un reencuentro con sus raíces, sino también la oportunidad de perfeccionar su maestría marcial.

Sin embargo, otra faceta de su viaje reclamaba su atención: una sed insaciable de conocimiento que consumía su alma como un fuego perpetuo

. A medida que se aventuraba en nuevas y emocionantes travesías, comprendía con mayor profundidad que su habilidad para emplear sus poderes sobrenaturales dependía en gran medida de su comprensión de los mismos. La fruta del diablo le había conferido el don de transformarse y controlar los gases, pero la responsabilidad de aprender a controlarlo y desarrollarlo hasta alcanzar su máximo potencial recaía enteramente sobre él.

El regreso a Zou no solo representaba una vuelta a casa y mejorar en su entrenamiento, sino también la oportunidad de convertirse en un científico aún más brillante, aprender la útil ciencia que le sería tan práctica para saber como exprimir cada gramos de potencial a sus nuevas habilidades. Anagumitsu había comenzado a vislumbrar el alcance ilimitado de sus poderes y su potencial para moldear el curso de las batallas con ellos. Cada día dedicado al estudio, al entrenamiento y a la experimentación lo acercaba un paso más a comprender la magnitud real de su poder y su capacidad para influir en el destino de las personas y las islas que cruzarían su camino.

Finalmente, cuando divisó la silueta majestuosa de Zunesha en el horizonte, Anagumitsu entendió que su viaje estaba lejos de llegar a su conclusión. Abandonó la costa en la misma barca que lo había llevado a Thesalia hace tanto tiempo, pero era un hombre completamente distinto al que había llegado a esa isla. Había dejado atrás su antiguo yo, con sus dudas, debilidades e inmadurez y emergido como un ser forjado en el dolor y el sufrimiento de una experiencia cercana a la muerte, dispuesto a enfrentar los desafíos más formidables y a descubrir los secretos más profundos de los seis mares. Era el arquitecto de su propio destino, y el ocaso marcaba el comienzo de un nuevo capítulo en la vida de Anagumitsu, uno que prometía emociones, descubrimientos y desafíos que superaban con creces los límites de sus sueños más audaces.


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El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) Empty Re: El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) {Vie 6 Oct 2023 - 13:14}

¡Buenas tardes!

Aquí ha está tu querido moderador de confianza. Madre de dios, lo que ha tenido que pasar el pobre Anagumitsu... ¡Gracias por compartir este viaje que ha pasado el mink! La verdad es que en cuanto a narración y demás te felicito, daba la sensación de estar leyendo una épica leyenda sobre el surgimiento de un hombre desde los pozos más insondables del alma humana... Bueno, más bien del alma mink, pero ya me entiendes.

Vayamos a lo jugoso, a las peticiones.

¡Enhorabuena! Has conseguido la fruta del diablo, totalmente tuya. Muy interesante el uso del pantano y demás expresiones para crear la imagen mental de los gases, sinceramente a mí me ha servido para disfrutar más de la lectura del diario. Además, una pequeña noticia que igual también te alegra: Son 130 doblones, no 140. Pero vamos, que si quieres pagar e más, no soy yo quien para discutir.

En cuanto a lo del power up, te recomiendo ser más específico con el que quieres en vez de dejarlo a moderación, se te podría o negar u otorgar alguno no deseado. yo, por mi parte, creo que en una guerra de guerrillas lo más importante es el intelecto. Hay que saber muy bien cómo, dónde y cuándo atacar para que el enemigo no tome la sartén por el mango. Así que sí, un +1 a intelecto para ti. Y esto sí que son 20 doblones de pago.

La experiencia y doblones que obtienes son 545 puntos de experiencia y 55 doblones. Esto ya lo sabías, son matemáticas sin más. Y hablando de matemáticas, el total de doblones que gastas se queda en 150. Ni tan mal, ¿no?

En fin, ¡gracias por tu diario y disfruta del nuevo Anagumitsu!

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El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) Empty Re: El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) {Vie 6 Oct 2023 - 16:48}

Acepto la corrección. (PD: me bailarían los números xD)

Y me parece muy correcto, se que lo de los PU no es lo ideal, pero veía potencial para pedir distintas cosas y pensé, el que lo corrija que valore lo que siente que se ha trabajado mas Anagumitsu xD
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El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) Empty Re: El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) {Sáb 7 Oct 2023 - 19:23}

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El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) Empty Re: El primer viaje en solitario por el Grand Line (Diario pasado) {}

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