Christa
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Características
fuerza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sabía que era una mala idea, incluso el Arcano se lo había advertido, pero a Christa se le había metido la idea en la cabeza. Una parte de ella quería comprobar la fuerza del mercenario más peligroso de Dark Dome, autoconvenciéndose de que era necesario para protegerse de la furia de don Giovanni.
Shen era el hombre enmascarado que protegía al líder del Clan desde hacía más de una década. Se rumoreaba que era extranjero, que había crecido lejos de las oscuras tierras de Dark Dome, pero poco importaba de donde fuera con tal de que cumpliera con su trabajo, ¿no? Pues era increíblemente efectivo, no había nadie como él. En más de diez años de servicio jamás habían conseguido atravesar su defensa, pero unos novatos lograron colocarle un dedo encima a don Giovanni y, como no podía resultar de otra manera, su hijo había muerto en el intento de asesinato.
Afirmó con fuerza las correas de la Armadura de Raikiri y se aseguró de que cada pieza estuviera perfectamente amarrada. Limpió por última vez la hoja de la Daga de la Verdad y luego cortó una fina hoja de papel con ella, solo entonces la envainó. Comprobó que los diales estuvieran guardados estratégicamente dentro de la capa mágica, y finalmente verificó que Loki estuviera durmiendo. Había colado una pastilla para dormir en la carne de la cena, por lo que el león no intervendría en el combate con Shen. Si el mercenario era tan peligroso como decían, no iba a arriesgar la vida de su mascota.
¿Cuál era la misión? Hacer tanto tiempo como fuera posible para que el Arcano escapara junto a algunas personas de vital importancia, como Amara. Decenas de mercenarios contratados por el traficante de información protegían la mansión, colocados en puntos estratégicos donde fuera imposible sorprenderlos. El Arcano no solo era bueno comerciando documentos privados y rumores fiables, sino que tenía una visión táctica y militar propia de un veterano de guerra.
-No usaré metáforas ni seré enigmático contigo: es imposible que puedas derrotar a Shen -sentenció el Arcano tras haber preparado los últimos detalles para la huida-. Es un ejército de un solo hombre.
-¡Me lo has dicho treinta veces, maldita sea! No soy idiota, ¿sabes? -contestó la cazadora, volteándose con enfado hacia el Arcano-. Evitaré un enfrentamiento directo y solo haré tiempo suficiente para que puedas escapar. Si te soy sincera, lo que de verdad me inquieta es saber cómo el Clan descubrió nuestra ubicación en menos de un día.
-No soy el único traficante de información en Dark Dome, además ha sido el hijo de Giovanni el que ha muerto. Debe estar cobrando todos los favores que ha acumulado con el tiempo para encontrar a los responsables de la muerte de su primogénito. Eventualmente, los relacionarán conmigo y estaré acabado -dijo el Arcano tan desesperanzador como lucía la situación.
-¿Acaso pensaste que matar al líder de una de las mafias más importantes de Dark Dome no iba a traer consecuencias fatales para ti? -le preguntó Christa, el ceño fruncido y la mano empuñando la Daga de la Verdad.
-¡Giovanni debería estar muerto, maldición! ¡Te elegí a ti porque pensé que eras una mujer capaz! -vociferó el traficante de información, golpeando el escritorio de la oficina-. La muerte de Giovanni habría incrementado las tensiones internas en el Clan y su gente estaría demasiado ocupada peleándose por elegir a un sucesor, no tendrían tiempo ni les interesaría encontrar al responsable. Sin embargo, ahora Giovanni tiene el motivo perfecto para aliviar las tensiones internas y enfocarse en un enemigo externo, es decir, nosotros.
-Haberme advertido sobre… Como sea, da igual. No es la primera vez que estoy con la mierda hasta el cuello, de alguna manera lo resolveré -aseguró Christa y caminó hacia la salida de la oficina-. Llévate a Loki de aquí como acordamos, por favor.
Había escapado del Páramo tras pagar un costo demasiado alto, llevando consigo las cicatrices invisibles que jamás podría borrar. Sin embargo, ni siquiera en esos momentos de completa desesperación había tenido un tan mal presentimiento como aquella noche.
Christa escuchó los primeros disparos poco después de tocada las campanas de la media noche. El corazón le dio un vuelco y afirmó con más fuerza la pistola de 9 mm. Escuchaba el rugido de los fusiles de asalto seguido de los gritos ahogados de las víctimas, de aquellos que habían tenido la mala suerte de ser contratados solo para ser asesinados. Nadie podía quejarse, ¿cierto? Cualquiera que tuviera la voluntad -sobre todo propia- de empuñar un arma debería estar preparado para morir. La cazadora creía haber aceptado su muerte hacía tiempo, entonces ¿por qué sus manos temblaban?
La puerta principal de la mansión fue abierta con violencia y el viento entró sin timidez, amenazando con tirar al suelo los valiosos jarrones del Arcano. Hubo una pausa en la sinfonía sangrienta que provenía del jardín, un extraño silencio que duró casi tanto como el suspiro de alguien que está por morir.
Christa reaccionó a tiempo para esquivar la peligrosa mano que buscaba su cuello, dando un torpe salto hacia atrás. Sus ojos se detuvieron en la figura enmascarada que había aparecido literalmente de la nada. Una máscara blanca con una esfera roja en la frente ocultaba el rostro del mercenario favorito de Giovanni. Era alto, más de lo que se espera de un asesino, y también corpulento. Tenía el cuerpo de un luchador, de alguien que podía pasar horas resistiendo un combate cuerpo a cuerpo bastante intenso, no el de un individuo que se cobija en las sombras y espera el momento oportuno para atacar. Aun así, había tenido la habilidad de aparecer frente a los ojos de Christa solo cuando lo tuvo a menos de medio metro.
-Ese sonido… Tú estabas en el teatro cuando el joven Lorenzo fue asesinado -dijo una voz grave tras la máscara-. ¿Eres la mujer que mató al hijo de don Giovanni?
-No fui yo -respondió la cazadora con sinceridad-. Intenté evitarlo, pero no pude.
-Una lástima: si lo hubieras evitado, no tendría que matarte.
Christa respondió con la Sinfonía Elemental, Inducción Electromagnética al rápido y violento ataque de Shen. Tiró de las bisagras de la ventana a su espalda para escapar del peligroso agarre del mercenario. Creyó estar fuera de su alcance cuando notó una sensación extraña en el ambiente, como si el entorno se estuviera retorciendo sobre sí mismo, y entonces apareció a medio metro de su enemigo.
Una visión de sí misma siendo destrozada por el mercenario le advirtió sobre sus movimientos. Nuevamente tiró de la bisagra de la ventana a su espalda, pero no consiguió alejarse del agarre de Shen. El mercenario sostuvo con fuerza el tobillo de Christa y luego retorció su pierna completa, destrozándole los huesos y desgarrándole los músculos. La cazadora soltó un grito desgarrador, un gemido que guardaba un profundo dolor.
Como por acto reflejo, su propio cuerpo activó la Sinfonía Elemental, Dominio Electromagnético y concentró un campo electromagnético en la pistola que aún empuñaba con determinación. Tras un segundo, disparó una bala potenciada con la capacidad de causar hendiduras en una placa de acero. El proyectil impactó en el pecho del mercenario, empujándole hacia atrás y liberándole de su agarre. Christa cayó al suelo como un saco de papas y enseguida intentó levantarse. Sin embargo, el dolor era agudo y la situación alarmante: tenía rota toda la pierna izquierda, desde la cadera hasta la punta del pie.
-Tienes un poder extraño -reconoció la cazadora, soportando la agonía-, pero no eres el único capaz de hacer mierdas increíbles.
Apuró el contenido de la Fulgurita magnetolíquida y notó cómo los hilos de color unidos a los cuerpos metálicos se hacían más intensos. El dolor no había desaparecido, pero sus músculos los sentía más fuertes. Tiró de uno de los hilos y levantó su cuerpo como si fuera una especie de marioneta.
Christa escuchó el mismo sonido de antes como si unas viejas tablas se estuvieran quejando, y notó que era sutilmente atraída hacia el mercenario. Jaló de las bisagras de la ventana y lanzó una lluvia de monedas hacia el asesino, empujándolas con todas sus fuerzas. Algunas destrozaron muebles; otras, atravesaron las murallas. Las que sí impactaron dañaron el cuerpo de Shen, pero no lo suficiente para detenerle. Christa tenía la impresión de que su ataque había sido tan efectivo como la picadura de una abeja a un elefante.
Usó los poderes magnéticos para mantener la distancia, pero de alguna manera el mercenario se las arreglaba para sorprender a Christa. Si no era atraída, el asesino desaparecía y aparecía frente a ella como si se teletransportase. Sin embargo, tenía otra habilidad. La cazadora lo había observado el tiempo suficiente para darse cuenta de que era usuario de una fruta del diablo, una que le daba la capacidad de retorcer cosas como su pierna o el espacio lleno de aire entre su víctima y él. Todavía no comprendía los fundamentos de la habilidad ni cómo detener su poder, lo único que sabía es que debía mantenerse lejos de sus manos.
Atrajo a Shen a una trampa sencilla que consistía en un charco electrificado, pero incluso después de usar el Encantamiento eléctrico el mercenario continuaba moviéndose con soltura. De pronto, comenzó a disparar balas de aire retorcidas sobre sí mismas que alcanzaban potencias preocupantes, tanto que podía causar orificios importantes en las murallas. La Armadura de Raikiri impediría que la bala atravesara el cuerpo de Christa, pero el impacto causaría un feo moretón o, en el peor de los casos, la rotura del hueso.
A medida que el combate avanzaba Shen se tornaba más agresivo y reducía los tiempos de descanso, ya sea para reposicionarse o preparar una defensa. La preocupante mano del mercenario estaba más cerca de alcanzar a Christa. Gracias al Haki, la cazadora conseguía jalar del metal justo antes de ser tocada, pero el asesino se había acostumbrado a sus movimientos.
Había probado con las monedas y las balas potenciadas con campos de fuerza, pero nada había atravesado la defensa de Shen. Quería intentar algo más, aunque era una apuesta arriesgada que podía salir muy mal. De la capa mágica, sacó una pistola alargada y con un cañón ancho de aspecto futurista y elegante. A pesar de tener un sistema de supresión de retroceso integrado, tal era la potencia del disparo que se requería una fuerza sobrehumana para conseguir un buen tiro. Insertó las balas aerodinámicas y se concentró aún más en el combate, siendo consciente de que cualquier error significaría perder una extremidad o incluso la vida.
Debía hacer el tiempo suficiente para que el Arcano pudiera instalarse en un lugar seguro, lejos de los asesinos del Clan, y para ello tenía que mantener ocupado a Shen.
-No eres de los que hablan mucho… Pensaba que los de tu estilo alardeaban más -dijo Christa, queriendo interrumpir el tempo de su oponente.
-¿Cuál es el sentido de hablar con un muerto?
La mano de la muerte casi le sorprendió, pero se hizo hacia atrás justo a tiempo. Habiendo reunido la distancia suficiente, utilizó los campos magnéticos para generar la fuerza faltante y realizar un disparo preciso con la PPV Mk I. La cabeza era un premio demasiado jugoso como para poder llevárselo con el primer tiro, así que actuó con precaución y disparó al pecho. La pistola rugió y el disparo amenazó con dislocar el hombro de Christa, siendo imposible repetir el mismo disparo.
-Ha sido un buen intento -reconoció Shen, su dorso retorcido como un viejo árbol, y sin ningún rasguño.
De alguna manera, utilizó la energía que acumuló en su cuerpo retorcido y la transmitió a sus piernas para impulsarse hacia delante. Shen buscó a Christa como un misil giratorio y atrapó sus brazos al alcanzarla.
La cazadora intentó zafarse con desesperación, pero el agarre de Shen era demasiado fuerte. Notó cómo cada fibra de sus músculos se desgarraba, cómo sus huesos se convertían en astillas. Un grito que desgarró su garganta escapó desde lo más profundo y las lágrimas de dolor se asomaron por sus ojos.
Su voluntad sobrepasó el dolor y tiró de la bala que había disparado, atrayéndola a toda velocidad. Shen esquivó a tiempo el proyectil, pero Christa cambió la trayectoria en 180° y consiguió perforarle el pecho. Enseguida, generó un campo magnético en su cabeza y golpeó al mercenario, consiguiendo soltarse.
El mundo a su alrededor era confuso, había dejado de escuchar y le resultaba imposible fijarse en un solo punto, descifrar cualquier forma que hubiera frente a sus ojos. El dolor era demasiado intenso y haber dado un cabezazo potenciado con la fuerza electromagnética tuvo sus consecuencias. ¿Al menos su contraataque desesperado había tenido efecto? Su cuerpo había sido destrozado y no tenía manera de enfrentarse a Shen, no en ese estado. Si acaso su oponente no había caído con ese disparo…
-Hoy no es tu día de suerte -dijo Shen, limpiándose la sangre que manaba de su boca, su rostro oculto tras fragmentos de la máscara.
¿Iba a morir? No tenía manera de saberlo: acababa de perder el conocimiento y el mundo se había convertido en una sábana de oscuridad y silencio.
Podía abrir los ojos de vez en cuando, teniendo efímeros momentos de lucidez. Recordaba las luces blancas en el techo y los gritos de los hombres que iban de un lado hacia otro.
-Inicien… Proyecto… Prueba… -ordenó una voz grave y seria, familiar. Las palabras resonaron en su cabeza, pero su significado se le escapaba. ¿Qué proyecto? ¿Qué prueba?
Los sonidos a su alrededor se desvanecieron en un zumbido confuso, mientras una parte de ella intentaba comprender lo que estaba sucediendo; la otra, lidiaba con el abrumador dolor que recorría su cuerpo. ¿Qué le iban a hacer? ¿Y por qué no podía moverse? El miedo se agitaba en su pecho, pero no podía hacer nada más que dejarse llevar.
-Su cuerpo… Operación… -respondió otra-. Morirá…
Las palabras penetraron en su conciencia con fuerza. Morir. El pensamiento la paralizó, llenándola de un pánico aterrador. No quería morir. No aún. A pesar de que había aceptado su muerte, todavía había cosas por las que luchar, personas por las que vivir.
Tenía recuerdos borrosos de ser levantada en una camilla, el roce de manos desconocidas sobre su piel magullada, el traqueteo de ruedas sobre el suelo… Todo era una neblina de incertidumbre, una mezcla de sensaciones incomprensibles.
De pronto, se encontró en un lugar diferente. El aire tenía un olor penetrante y clínico, y las luces eran más intensas, como infinitas luciérnagas blancas que brillaban a máxima potencia. Una fría sensación de metal rozaba su piel mientras era transferida a una mesa más amplia. Intentaba gritar, pero sus gritos eran solo gemidos ahogados; intentaba luchar, pero apenas podía mover solo su cabeza, como si hubiera perdido la conexión con sus extremidades.
Los contornos de figuras vestidas de blanco se movían a su alrededor, sus voces reverberando en su mente como ecos lejanos. No podía distinguir las palabras, pero el tono urgente en sus voces resonaba con una intensidad que la hacía temblar. Entonces, una sombra se cernió sobre ella, un rostro que apenas podía distinguir entre la bruma de su conciencia fragmentada.
Con un último suspiro, Christa se entregó al abismo de la inconsciencia.
El tiempo pasó en un susurro silencioso mientras Christa yacía en un estado de inconsciencia profunda. Los días se deslizaron como sombras fugaces, marcados por el constante tic-tac de relojes invisibles hasta que, finalmente, un rayo de luz se filtró entre las grietas de su conciencia.
Christa abrió los ojos, encontrándose inmersa en un mundo diferente al que recordaba. La habitación era una mezcla de blanco y tonos suaves, bañada por una luz cálida que se filtraba a través de las cortinas entreabiertas. El aire tenía un dejo fresco y limpio, impregnado con el eco distante de máquinas y monitores.
Sintió una mezcla de alivio y confusión al darse cuenta de que aún estaba viva. El dolor que había sido su compañero constante desde su encuentro con Shen parecía haberse desvanecido en gran medida, reemplazado por una sensación de entumecimiento y debilidad; seguramente estaba medicada, era la única explicación a su estado actual.
Con cautela, exploró su entorno con la mirada. La habitación era espaciosa pero acogedora, con muebles modernos y detalles reconfortantes que irradiaban una sensación de tranquilidad. Una cama blanca y mullida ocupaba el centro del cuarto, rodeada por mesitas de noche adornadas con flores y libros.
Sus ojos se posaron en una ventana que ofrecía una vista serena al exterior, a la oscuridad de Dark Dome. Afuera, los árboles se balanceaban suavemente en la brisa que se filtraba entre las hojas, creando una escena idílica que parecía sacada de una novela de romance. Sin embargo, pese a la aparente calma que rodeaba a Christa, no pudo evitar sentir una oleada de ansiedad y confusión. ¿Dónde estaba? ¿Y qué le habían hecho durante su tiempo de inconsciencia? Los recuerdos de su encuentro con Shen y las palabras ominosas resonaban en su mente, llenándola de inquietud.
Con cuidado, intentó moverse, pero sus músculos se resistieron y recordó el trauma que su cuerpo había sufrido. Una ola de dolor, posiblemente imaginario, recorrió cada célula de su ser y la presencia de Shen revivió en su mente. Sus extremidades, a excepción de la pierna derecha, fueron completamente destrozadas. Quizás era normal que no pudiera mover los brazos, aunque también era una completa basura. Se sentía como si estuviera atada a la cama, ni siquiera podía quitarse la sábana blanca que le tapaba.
La puerta de la habitación se abrió con un suave crujido, revelando la figura de un hombre que entró con paso seguro y decidido. Era alto y delgado, con un aura de autoridad que parecía envolverlo como un manto oscuro. Su rostro estaba marcado por líneas de experiencia y astuta, y sus ojos brillaban con una inteligencia fría y calculadora. Vestía un traje negro impecable que resaltaba su presencia imponente, mientras que una sonrisa sutil pero cargada de significado jugaba en sus labios.
A su lado, caminaba otro hombre, su silueta envuelta en sombras, apenas visible bajo la capucha de su abrigo. La única indicación de su presencia era el destello fugaz de sus ojos detrás de la máscara tribal que cubría por completo su rostro. Era el Arcano, el traficante de información por el que había arriesgado su vida.
El doctor se acercó a la cama de Christa con pasos seguros, su mirada escudriñando cada centímetro de su cuerpo con una intensidad penetrante. Sus labios se curvaron en una sonrisa siniestra mientras evaluaba el estado de la joven, como un depredador observando a su presa con anticipación.
-¿Cómo te sientes? -preguntó el doctor con una voz suave, cargada de un subtexto inquietante. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y previsión, ansioso por ver la reacción de Christa ante su presencia.
La cazadora lo miró con nerviosismo y recelo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda mientras el doctor se acercaba. Había algo en su mirada, en la forma en que la escudriñaba, que la ponía nerviosa. Sentía como si pudiera ver a través de ella, como si conociera los secretos que guardaba en lo más profundo de su ser.
El Arcano, el hombre supuestamente en el que confiaba, observaba la escena con una calma imperturbable. Su presencia era como la de un espectador silencioso, pero Christa podía sentir su mirada fija en ella, como si estuviera evaluando cada movimiento, cada gesto.
-Estable -respondió Christa con voz firme, tratando de ocultar la ansiedad que burbujeaba en su interior-. ¿Dónde está Loki?
-En un lugar seguro -aseguró el Arcano, cruzándose de brazos.
El doctor, por su parte, asintió con satisfacción y su sonrisa se amplió ligeramente.
-Excelente, parece que nuestro trabajo está dando resultados.
Christa frunció el ceño, confundida por sus palabras.
-¿A qué te refieres con “nuestro trabajo”? ¿Qué me han hecho? -se apresuró a preguntar.
-Tenemos mucho de qué hablar -se adelantó el Arcano, su voz resonando como un eco lejano-, pero el doctor te explicará tu situación actual.
Frunció aún más el ceño, sintiendo un nudo de tensión en su estómago. No le gustaba la forma en que el doctor la miraba, como si supiera algo que ella no. Sin embargo, sabía que necesitaba respuestas así que se obligó a permanecer en silencio y escuchar.
-Como ya debes haber sospechado, tus lesiones fueron extremadamente graves. Tus extremidades fueron completamente destrozadas, imposibles de recuperar incluso con las habilidades médicas más avanzadas.
Christa tragó saliva, sintiendo el frío de la muerte en su espalda. Había temido lo peor, pero escucharlo confirmado de boca del doctor la llenó de una sensación de desesperación abrumadora. Sus piernas, sus brazos… ¿Cómo se suponía que sobreviviría sin ellas? ¿Y cómo recuperaría Lëxius si no podía pelear? Solo su fuerza interna le impedía llorar como una niña pequeña que acababa de perder algo muy importante.
-Por suerte para ti, sin embargo, estábamos esperando que algo así sucediera -continuó el doctor, su tono cambiando ligeramente a uno de satisfacción-. Esperábamos al huésped adecuado, a alguien que pudiera soportar la pérdida de sus extremidades. El Arcano ha patrocinado amablemente mis experimentos e investigaciones durante más de una década, y he desarrollado una tecnología avanzada para reemplazar las partes del cuerpo perdidas.
Christa sintió que su corazón comenzaba a latir más rápido. ¿Tecnología avanzada para reemplazar sus extremidades? Sonaba como algo sacado de una película de ciencia ficción, pero la seriedad en la voz del doctor le indicaba que no estaba bromeando. Además, solían hacerse operaciones de ese estilo en Lëxius, antes de que el Gobierno Mundial se apropiara de toda la tecnología del país.
-Y así fue como llegamos a ti -concluyó el doctor, su mirada fija en Christa-. Te hemos implantado dispositivos biomecánicos diseñados para reemplazar tus extremidades perdidas y otorgarte fuerza y resistencia sobrehumana.
-Genial, ahora soy una maldita discapacitada. ¿No se les ocurrió preguntarme si en realidad quería esto antes de sacarme los brazos y ponerme unos palos de metal? -les preguntó, su mirada vomitando furia-. ¿Y qué se supone que les debo ahora? ¿Mi vida? ¿Mi libertad? Porque no estoy dispuesta a pagar con nada de eso.
-Un favor por otro favor, ¿acaso no funciona así? -respondió el Arcano, acercándose a la cama-. Tu libertad me permanecerá en cuanto Giovanni permanezca con vida. ¿Quieres recuperarla? Bien, no vuelvas a fallar y mátalo.
-¿Y si no? -se rebeló Christa, dedicándoles una mirada que los hizo retroceder.
-Oh, le he pedido al doctor que instale un dispositivo que seguramente te va a incentivar a hacerme caso -contestó el Arcano, una sonrisa maliciosa asomándose detrás de su máscara.
El hombre de la máscara sacó un pequeño control remoto, pulsó un botón y causó tanto dolor en Christa que le hizo perder el conocimiento.
Lo tuvo que haber previsto, ¿no?
El Arcano era un traficante de información que se rodeaba de la peor calaña. Eso no lo convertía necesariamente en un hombre malvado, pero daba indicios de que pudiera serlo o, por lo menos, que toleraba ciertos comportamientos de dudosa moralidad. Sin embargo, jamás imaginó que terminaría siendo la esclava de alguien más. Todo estaría bien mientras siguiera las órdenes del Arcano, mientras se preparase para matar a don Giovanni, pero ¿qué sucedería si se rebelaba en contra del traficante? Recibiría un castigo doloroso, uno que le recordaría su nueva posición.
Había arriesgado su vida para que el Arcano pudiera escapar de la mansión, se había enfrentado contra Shen bajo la promesa de que eventualmente recibiría la ubicación del Stormrage, el regalo que su padre le había hecho hacía años. ¿Y su esfuerzo fue recompensado con una traición? El Arcano no lo veía como tal, sino que era la única manera de asegurar que la mercancía cumpliera su propósito, después de todo, había invertido muchos millones de berries en esos implantes biomecánicos. ¿Acaso haberle asegurado la ruta de escape no era motivo suficiente para compensar las extremidades de metal? Al parecer no, al parecer debía seguir jugando los enrevesados juegos del Arcano.
Por el momento, mientras permaneciera en cama, se mostraría tranquila y de acuerdo con la voluntad del Arcano. La única manera de conseguir la libertad era utilizando la cabeza y siendo paciente. En primer lugar, necesitaba acostumbrarse a los implantes y recuperar la movilidad; solo entonces estaría preparada para usar sus armas. Más o menos en eso consistía el trabajo del doctor: convertir a Christa en la asesina perfecta para dar muerte a Giovanni.
El doctor, quien luego se presentaría como Steve, hacía toda clase de terapias recuperativas no invasivas. En vez de enviar a Christa a romper piedras y recibir balazos, como si de verdad fuera a servir para algo, le hacía un ejercicio básico pero efectivo: escribir. La motricidad fina era una habilidad fundamental que debía recuperar, y solo lo haría con un tratamiento intenso. Christa estaba aprendiendo a usar los dedos de sus manos, a tomar el lápiz y a trazar una “O” perfecta.
La parte dura era estar en pie y caminar. Una acción tan básica como mover un pie después de otro suponía un gran esfuerzo para Christa. Carecía de la coordinación y la fuerza necesarias para mantenerse estable, por lo que debía apoyarse de la pared. Al menos conservaba su pierna derecha, lo que le hacía sentirse mínimamente humana, no como una jodida máquina creada para matar y destruir. Sin embargo, por injusta que fuera la decisión del Arcano, Christa continuaría hacia delante sin importar el precio y eventualmente le devolvería el favor a todos aquellos que la lastimaron.
La buena noticia es que, como tenía tanto tiempo libre, la lectura se convirtió en un buen hábito. Hacía años que no tomaba con atención tantísimos libros; tampoco es como si hubiera tenido demasiado tiempo para hacerlo. Los textos le hacían acordarse de una época más segura y menos complicada, una época donde su mayor preocupación era adquirir los modales de una princesa y la sabiduría de una erudita. Su madre le obligaba a leer, a poseer más y más conocimiento para que, algún día, pudiera demostrar con su inteligencia lo hábil que era. Lamentablemente, ese inofensivo proyecto de vida quedó en el olvido cuando Katharina decidió atacar al Gobierno Mundial y liderar una guerra imposible de ganar.
Así, los días de Christa se convirtieron en intensas sesiones de terapia y largas jornadas de estudio. Tomar apuntes nunca había sido tan difícil. Escribir resultaba una tarea compleja y no quería imaginarse lo duro que sería volver a tocar la guitarra, pero estaba segura de que lo conseguiría. El doctor, por mal hombre que fuera, parecía saber lo que hacía y le había asegurado que recuperaría toda la destreza que alguna vez tuvo.
Christa estudió sobre ingeniería y mecánica, acercándose sutilmente a la física y deteniéndose en los diagramas de cuerpo libre. También exploró el maravilloso mundo de la historia, aunque lo dejó de lado al recordar que su madre se había dedicado a resolver los misterios del pasado. ¿Qué había conseguido con eso? Solo la furia del Gobierno Mundial y la destrucción de su Imperio, nada demasiado terrible, ¿verdad? En cualquier caso, después de pasarse dos semanas completas leyendo y estudiando, los mensajes se le quedaban grabados con mayor facilidad y su capacidad de retención había aumentado considerablemente. O al menos eso era lo que sentía.
-Ahora puedes escribir y tu caligrafía ha mejorado considerablemente, incluso tus apuntes lucen mejor -reconoció el doctor Steve, mirando con gesto analítico las cartas de Christa-. Se nota que has aprendido los fundamentos de la ingeniería y la robótica, aunque tus cálculos matemáticos siguen siendo malos. Preferiría arrancarme los ojos que volver a ver estas integrales tan mal calculadas, maldita sea.
-No están tan mal -se defendió Christa-, solo es una forma diferente de resolver los problemas.
-¿Sin respetar los axiomas? Lo dudo. Como sea, ¿qué esperas conseguir con todo esto? ¿Desde cuándo nació tu pasión por el estudio?
Christa se encogió de hombros y esquivó la mirada del doctor.
-Siempre me ha gustado saber cosas, además tampoco es que tenga demasiadas opciones. Me la paso acostada en esta cama, solo puedo caminar cuando estoy en terapia -respondió la cazadora tras soltar un suspiro-. ¿Cuándo podré salir de aquí?
-Dejaré que camines por las instalaciones principales, pero aún no estás preparada para salir a la calle y enfrentarte a los asesinos del Clan. Fuera de estas paredes el mundo es un caos y estarás en peligro.
-Vaya, qué sorpresa. No es la primera vez que estoy en peligro, ¿sabes? -le comentó al doctor, su ceño fruncido-. ¿Y vas a explicarme cómo fue que sobreviví? El mercenario de Giovanni acabó conmigo, me dejó en este… estado. No pude haber escapado por mi cuenta ni tiene sentido que él me haya dejado ir. La única explicación es que alguien me haya salvado. ¿Vas a decirme quién lo hizo?
-Esa es una pregunta que la deberá responder el Arcano, no yo -se excusó el doctor-. Sin embargo, puedo adelantarte solo una cosa: es bueno que tengas su favor.
Christa se sentó en el borde de la cama, con las piernas cruzadas y los brazos apoyados en sus rodillas. Observaba fijamente las manos mecánicas que se extendían frente a ellas, sin evitar sentir una oleada de frustración y rechazo. Aquellas extremidades de metal eran un doloroso recordatorio de lo que había perdido: su libertad.
Con un suspiro pesado, Christa extendió una de las manos mecánicas y la examinó detenidamente. La piel sintética que cubría los dedos y la palma tenía un aspecto realista, pero es no hacía más fácil aceptar la realidad. Eran solo una imitación burda de lo que solían ser sus propias manos, una cruel burla de la vida que había llevado antes de cruzarse con el mercenario de Giovanni.
Con un estremecimiento, Christa cerró el puño con fuerza, sintiendo cómo los mecanismos internos respondían con un zumbido suave y eléctrico. Era impresionante la cantidad de fuerza que podía ejercer con aquellos implantes, pero era algo que no había pedido ni quería. Ya no era una cazadora ágil y libre, sino una marioneta en manos del Arcano, condenada a seguir sus órdenes si quería conservar su vida, su integridad.
Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos. Christa se enderezó de golpe, apartando la mirada de sus manos mecánicas, y se secó rápidamente las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos.
-Adelante -dijo con voz firme, intentando ocultar la turbulencia emocional que la invadía.
La puerta se abrió con lentitud, revelando la figura del doctor Steve en el umbral.
-Estás preparada para comenzar con el entrenamiento físico. Comenzarás mañana temprano por la mañana -anunció el doctor y desapareció tan rápido como apareció.
Los días se deslizaban en una rutina monótona para Christa, marcados por interminables sesiones de terapia de recuperación y, por el momento, los recién añadidos entrenamientos físicos. Cada mañana, el doctor Steve la guiaba a través de ejercicios diseñados para fortalecer sus músculos y mejorar su coordinación. Desde simples movimientos de los dedos hasta ejercicios de equilibrio y resistencia, cada sesión era una prueba que le acercaba al objetivo de recuperar su libertad.
Con el paso del tiempo, Christa notaba pequeños avances en su recuperación. Sus movimientos se volvían más fluidos y coordinados, y poco a poco comenzaba a recuperar la confianza en su cuerpo. Sin embargo, la terapia física no era lo único en su agenda. Conforme su fuerza y destreza aumentaban, el doctor Steve introducía entrenamientos más intensivos y desafiantes. Pronto, Christa se encontró enfrentándose a oponentes en combates cuerpo a cuerpo, enfrentándose a hombres aparentemente más fuertes y resistentes que ella.
Cada batalla era difícil, sobre todo por el trauma ocasionado por Shen, pero la cazadora conseguía sobreponerse a cada desafío. Si bien no era capaz de usar siquiera la mitad de la fuerza de sus implantes, bastaba para derrotar a la mayoría de sus oponentes con relativa facilidad. Y pronto se integraron los entrenamientos con armas. Bajo la estricta supervisión del doctor Steve, Christa practicó con una variedad de armas de fuego, desde pistolas hasta rifles de francotirador, y se sintió aliviada al disparar la PPV Mk I sin sufrir las consecuencias del retroceso.
Había pasado un mes desde que despertó en aquella sala, desde que comenzó con la terapia, y había conseguido importantes avances. Era capaz de correr, saltar y golpear sin ninguna dificultad. Ya no se cansaba como antes y podía disparar los fusiles de asalto sin recurrir a soportes generados por campos electromagnéticos. Se había vuelto más fuerte, era un hecho. No obstante, el mundo fuera de esas paredes abstractas no se había detenido y la situación en Dark Dome era caótica y mortal.
Los bajos fondos todavía sufrían las consecuencias de la muerte del hijo de don Giovanni, y el Clan actuaba con más ferocidad que nunca. El Arcano tuvo que usar todos sus recursos y cobrar todos los favores disponibles para permanecer escondido de los ojos del Clan, aunque sabía que podría permanecer así un máximo de tres meses, y eso siendo optimista. Sabiendo que en cualquier momento la situación estallaría, sabiendo que Shen volvería a aparecer, había preparado a Christa para que fuera la última línea de defensa, para finalmente vengar la muerte de su hija.
-Esta vez matarás a Giovanni. Fallar significa la muerte y me parece que todavía no quieres morir, ¿verdad? -le dijo el Arcano a la cazadora, sujetando con fuerza el control.
-¿Es necesario que me trates como a una esclava? Te he salvado el culo más veces de las que recuerdo en este momento y así es como me pagas.
-Ya lo hemos hablado cien veces, Christa. Recuperarás tu libertad y encima te quedarás con los implantes una vez mates a Giovanni, ¿estás preparada para hacerlo?
-Tampoco es como si tuviera otras opciones -gruñó la cazadora, acomodándose la capucha.
-Entonces ve y tráeme la cabeza de ese bastardo.
Shen era el hombre enmascarado que protegía al líder del Clan desde hacía más de una década. Se rumoreaba que era extranjero, que había crecido lejos de las oscuras tierras de Dark Dome, pero poco importaba de donde fuera con tal de que cumpliera con su trabajo, ¿no? Pues era increíblemente efectivo, no había nadie como él. En más de diez años de servicio jamás habían conseguido atravesar su defensa, pero unos novatos lograron colocarle un dedo encima a don Giovanni y, como no podía resultar de otra manera, su hijo había muerto en el intento de asesinato.
Afirmó con fuerza las correas de la Armadura de Raikiri y se aseguró de que cada pieza estuviera perfectamente amarrada. Limpió por última vez la hoja de la Daga de la Verdad y luego cortó una fina hoja de papel con ella, solo entonces la envainó. Comprobó que los diales estuvieran guardados estratégicamente dentro de la capa mágica, y finalmente verificó que Loki estuviera durmiendo. Había colado una pastilla para dormir en la carne de la cena, por lo que el león no intervendría en el combate con Shen. Si el mercenario era tan peligroso como decían, no iba a arriesgar la vida de su mascota.
¿Cuál era la misión? Hacer tanto tiempo como fuera posible para que el Arcano escapara junto a algunas personas de vital importancia, como Amara. Decenas de mercenarios contratados por el traficante de información protegían la mansión, colocados en puntos estratégicos donde fuera imposible sorprenderlos. El Arcano no solo era bueno comerciando documentos privados y rumores fiables, sino que tenía una visión táctica y militar propia de un veterano de guerra.
-No usaré metáforas ni seré enigmático contigo: es imposible que puedas derrotar a Shen -sentenció el Arcano tras haber preparado los últimos detalles para la huida-. Es un ejército de un solo hombre.
-¡Me lo has dicho treinta veces, maldita sea! No soy idiota, ¿sabes? -contestó la cazadora, volteándose con enfado hacia el Arcano-. Evitaré un enfrentamiento directo y solo haré tiempo suficiente para que puedas escapar. Si te soy sincera, lo que de verdad me inquieta es saber cómo el Clan descubrió nuestra ubicación en menos de un día.
-No soy el único traficante de información en Dark Dome, además ha sido el hijo de Giovanni el que ha muerto. Debe estar cobrando todos los favores que ha acumulado con el tiempo para encontrar a los responsables de la muerte de su primogénito. Eventualmente, los relacionarán conmigo y estaré acabado -dijo el Arcano tan desesperanzador como lucía la situación.
-¿Acaso pensaste que matar al líder de una de las mafias más importantes de Dark Dome no iba a traer consecuencias fatales para ti? -le preguntó Christa, el ceño fruncido y la mano empuñando la Daga de la Verdad.
-¡Giovanni debería estar muerto, maldición! ¡Te elegí a ti porque pensé que eras una mujer capaz! -vociferó el traficante de información, golpeando el escritorio de la oficina-. La muerte de Giovanni habría incrementado las tensiones internas en el Clan y su gente estaría demasiado ocupada peleándose por elegir a un sucesor, no tendrían tiempo ni les interesaría encontrar al responsable. Sin embargo, ahora Giovanni tiene el motivo perfecto para aliviar las tensiones internas y enfocarse en un enemigo externo, es decir, nosotros.
-Haberme advertido sobre… Como sea, da igual. No es la primera vez que estoy con la mierda hasta el cuello, de alguna manera lo resolveré -aseguró Christa y caminó hacia la salida de la oficina-. Llévate a Loki de aquí como acordamos, por favor.
Había escapado del Páramo tras pagar un costo demasiado alto, llevando consigo las cicatrices invisibles que jamás podría borrar. Sin embargo, ni siquiera en esos momentos de completa desesperación había tenido un tan mal presentimiento como aquella noche.
Treinta minutos después…
Christa escuchó los primeros disparos poco después de tocada las campanas de la media noche. El corazón le dio un vuelco y afirmó con más fuerza la pistola de 9 mm. Escuchaba el rugido de los fusiles de asalto seguido de los gritos ahogados de las víctimas, de aquellos que habían tenido la mala suerte de ser contratados solo para ser asesinados. Nadie podía quejarse, ¿cierto? Cualquiera que tuviera la voluntad -sobre todo propia- de empuñar un arma debería estar preparado para morir. La cazadora creía haber aceptado su muerte hacía tiempo, entonces ¿por qué sus manos temblaban?
La puerta principal de la mansión fue abierta con violencia y el viento entró sin timidez, amenazando con tirar al suelo los valiosos jarrones del Arcano. Hubo una pausa en la sinfonía sangrienta que provenía del jardín, un extraño silencio que duró casi tanto como el suspiro de alguien que está por morir.
Christa reaccionó a tiempo para esquivar la peligrosa mano que buscaba su cuello, dando un torpe salto hacia atrás. Sus ojos se detuvieron en la figura enmascarada que había aparecido literalmente de la nada. Una máscara blanca con una esfera roja en la frente ocultaba el rostro del mercenario favorito de Giovanni. Era alto, más de lo que se espera de un asesino, y también corpulento. Tenía el cuerpo de un luchador, de alguien que podía pasar horas resistiendo un combate cuerpo a cuerpo bastante intenso, no el de un individuo que se cobija en las sombras y espera el momento oportuno para atacar. Aun así, había tenido la habilidad de aparecer frente a los ojos de Christa solo cuando lo tuvo a menos de medio metro.
-Ese sonido… Tú estabas en el teatro cuando el joven Lorenzo fue asesinado -dijo una voz grave tras la máscara-. ¿Eres la mujer que mató al hijo de don Giovanni?
-No fui yo -respondió la cazadora con sinceridad-. Intenté evitarlo, pero no pude.
-Una lástima: si lo hubieras evitado, no tendría que matarte.
Christa respondió con la Sinfonía Elemental, Inducción Electromagnética al rápido y violento ataque de Shen. Tiró de las bisagras de la ventana a su espalda para escapar del peligroso agarre del mercenario. Creyó estar fuera de su alcance cuando notó una sensación extraña en el ambiente, como si el entorno se estuviera retorciendo sobre sí mismo, y entonces apareció a medio metro de su enemigo.
Una visión de sí misma siendo destrozada por el mercenario le advirtió sobre sus movimientos. Nuevamente tiró de la bisagra de la ventana a su espalda, pero no consiguió alejarse del agarre de Shen. El mercenario sostuvo con fuerza el tobillo de Christa y luego retorció su pierna completa, destrozándole los huesos y desgarrándole los músculos. La cazadora soltó un grito desgarrador, un gemido que guardaba un profundo dolor.
Como por acto reflejo, su propio cuerpo activó la Sinfonía Elemental, Dominio Electromagnético y concentró un campo electromagnético en la pistola que aún empuñaba con determinación. Tras un segundo, disparó una bala potenciada con la capacidad de causar hendiduras en una placa de acero. El proyectil impactó en el pecho del mercenario, empujándole hacia atrás y liberándole de su agarre. Christa cayó al suelo como un saco de papas y enseguida intentó levantarse. Sin embargo, el dolor era agudo y la situación alarmante: tenía rota toda la pierna izquierda, desde la cadera hasta la punta del pie.
-Tienes un poder extraño -reconoció la cazadora, soportando la agonía-, pero no eres el único capaz de hacer mierdas increíbles.
Apuró el contenido de la Fulgurita magnetolíquida y notó cómo los hilos de color unidos a los cuerpos metálicos se hacían más intensos. El dolor no había desaparecido, pero sus músculos los sentía más fuertes. Tiró de uno de los hilos y levantó su cuerpo como si fuera una especie de marioneta.
Christa escuchó el mismo sonido de antes como si unas viejas tablas se estuvieran quejando, y notó que era sutilmente atraída hacia el mercenario. Jaló de las bisagras de la ventana y lanzó una lluvia de monedas hacia el asesino, empujándolas con todas sus fuerzas. Algunas destrozaron muebles; otras, atravesaron las murallas. Las que sí impactaron dañaron el cuerpo de Shen, pero no lo suficiente para detenerle. Christa tenía la impresión de que su ataque había sido tan efectivo como la picadura de una abeja a un elefante.
Usó los poderes magnéticos para mantener la distancia, pero de alguna manera el mercenario se las arreglaba para sorprender a Christa. Si no era atraída, el asesino desaparecía y aparecía frente a ella como si se teletransportase. Sin embargo, tenía otra habilidad. La cazadora lo había observado el tiempo suficiente para darse cuenta de que era usuario de una fruta del diablo, una que le daba la capacidad de retorcer cosas como su pierna o el espacio lleno de aire entre su víctima y él. Todavía no comprendía los fundamentos de la habilidad ni cómo detener su poder, lo único que sabía es que debía mantenerse lejos de sus manos.
Atrajo a Shen a una trampa sencilla que consistía en un charco electrificado, pero incluso después de usar el Encantamiento eléctrico el mercenario continuaba moviéndose con soltura. De pronto, comenzó a disparar balas de aire retorcidas sobre sí mismas que alcanzaban potencias preocupantes, tanto que podía causar orificios importantes en las murallas. La Armadura de Raikiri impediría que la bala atravesara el cuerpo de Christa, pero el impacto causaría un feo moretón o, en el peor de los casos, la rotura del hueso.
A medida que el combate avanzaba Shen se tornaba más agresivo y reducía los tiempos de descanso, ya sea para reposicionarse o preparar una defensa. La preocupante mano del mercenario estaba más cerca de alcanzar a Christa. Gracias al Haki, la cazadora conseguía jalar del metal justo antes de ser tocada, pero el asesino se había acostumbrado a sus movimientos.
Había probado con las monedas y las balas potenciadas con campos de fuerza, pero nada había atravesado la defensa de Shen. Quería intentar algo más, aunque era una apuesta arriesgada que podía salir muy mal. De la capa mágica, sacó una pistola alargada y con un cañón ancho de aspecto futurista y elegante. A pesar de tener un sistema de supresión de retroceso integrado, tal era la potencia del disparo que se requería una fuerza sobrehumana para conseguir un buen tiro. Insertó las balas aerodinámicas y se concentró aún más en el combate, siendo consciente de que cualquier error significaría perder una extremidad o incluso la vida.
Debía hacer el tiempo suficiente para que el Arcano pudiera instalarse en un lugar seguro, lejos de los asesinos del Clan, y para ello tenía que mantener ocupado a Shen.
-No eres de los que hablan mucho… Pensaba que los de tu estilo alardeaban más -dijo Christa, queriendo interrumpir el tempo de su oponente.
-¿Cuál es el sentido de hablar con un muerto?
La mano de la muerte casi le sorprendió, pero se hizo hacia atrás justo a tiempo. Habiendo reunido la distancia suficiente, utilizó los campos magnéticos para generar la fuerza faltante y realizar un disparo preciso con la PPV Mk I. La cabeza era un premio demasiado jugoso como para poder llevárselo con el primer tiro, así que actuó con precaución y disparó al pecho. La pistola rugió y el disparo amenazó con dislocar el hombro de Christa, siendo imposible repetir el mismo disparo.
-Ha sido un buen intento -reconoció Shen, su dorso retorcido como un viejo árbol, y sin ningún rasguño.
De alguna manera, utilizó la energía que acumuló en su cuerpo retorcido y la transmitió a sus piernas para impulsarse hacia delante. Shen buscó a Christa como un misil giratorio y atrapó sus brazos al alcanzarla.
La cazadora intentó zafarse con desesperación, pero el agarre de Shen era demasiado fuerte. Notó cómo cada fibra de sus músculos se desgarraba, cómo sus huesos se convertían en astillas. Un grito que desgarró su garganta escapó desde lo más profundo y las lágrimas de dolor se asomaron por sus ojos.
Su voluntad sobrepasó el dolor y tiró de la bala que había disparado, atrayéndola a toda velocidad. Shen esquivó a tiempo el proyectil, pero Christa cambió la trayectoria en 180° y consiguió perforarle el pecho. Enseguida, generó un campo magnético en su cabeza y golpeó al mercenario, consiguiendo soltarse.
El mundo a su alrededor era confuso, había dejado de escuchar y le resultaba imposible fijarse en un solo punto, descifrar cualquier forma que hubiera frente a sus ojos. El dolor era demasiado intenso y haber dado un cabezazo potenciado con la fuerza electromagnética tuvo sus consecuencias. ¿Al menos su contraataque desesperado había tenido efecto? Su cuerpo había sido destrozado y no tenía manera de enfrentarse a Shen, no en ese estado. Si acaso su oponente no había caído con ese disparo…
-Hoy no es tu día de suerte -dijo Shen, limpiándose la sangre que manaba de su boca, su rostro oculto tras fragmentos de la máscara.
¿Iba a morir? No tenía manera de saberlo: acababa de perder el conocimiento y el mundo se había convertido en una sábana de oscuridad y silencio.
*****
Podía abrir los ojos de vez en cuando, teniendo efímeros momentos de lucidez. Recordaba las luces blancas en el techo y los gritos de los hombres que iban de un lado hacia otro.
-Inicien… Proyecto… Prueba… -ordenó una voz grave y seria, familiar. Las palabras resonaron en su cabeza, pero su significado se le escapaba. ¿Qué proyecto? ¿Qué prueba?
Los sonidos a su alrededor se desvanecieron en un zumbido confuso, mientras una parte de ella intentaba comprender lo que estaba sucediendo; la otra, lidiaba con el abrumador dolor que recorría su cuerpo. ¿Qué le iban a hacer? ¿Y por qué no podía moverse? El miedo se agitaba en su pecho, pero no podía hacer nada más que dejarse llevar.
-Su cuerpo… Operación… -respondió otra-. Morirá…
Las palabras penetraron en su conciencia con fuerza. Morir. El pensamiento la paralizó, llenándola de un pánico aterrador. No quería morir. No aún. A pesar de que había aceptado su muerte, todavía había cosas por las que luchar, personas por las que vivir.
Tenía recuerdos borrosos de ser levantada en una camilla, el roce de manos desconocidas sobre su piel magullada, el traqueteo de ruedas sobre el suelo… Todo era una neblina de incertidumbre, una mezcla de sensaciones incomprensibles.
De pronto, se encontró en un lugar diferente. El aire tenía un olor penetrante y clínico, y las luces eran más intensas, como infinitas luciérnagas blancas que brillaban a máxima potencia. Una fría sensación de metal rozaba su piel mientras era transferida a una mesa más amplia. Intentaba gritar, pero sus gritos eran solo gemidos ahogados; intentaba luchar, pero apenas podía mover solo su cabeza, como si hubiera perdido la conexión con sus extremidades.
Los contornos de figuras vestidas de blanco se movían a su alrededor, sus voces reverberando en su mente como ecos lejanos. No podía distinguir las palabras, pero el tono urgente en sus voces resonaba con una intensidad que la hacía temblar. Entonces, una sombra se cernió sobre ella, un rostro que apenas podía distinguir entre la bruma de su conciencia fragmentada.
Con un último suspiro, Christa se entregó al abismo de la inconsciencia.
******
El tiempo pasó en un susurro silencioso mientras Christa yacía en un estado de inconsciencia profunda. Los días se deslizaron como sombras fugaces, marcados por el constante tic-tac de relojes invisibles hasta que, finalmente, un rayo de luz se filtró entre las grietas de su conciencia.
Christa abrió los ojos, encontrándose inmersa en un mundo diferente al que recordaba. La habitación era una mezcla de blanco y tonos suaves, bañada por una luz cálida que se filtraba a través de las cortinas entreabiertas. El aire tenía un dejo fresco y limpio, impregnado con el eco distante de máquinas y monitores.
Sintió una mezcla de alivio y confusión al darse cuenta de que aún estaba viva. El dolor que había sido su compañero constante desde su encuentro con Shen parecía haberse desvanecido en gran medida, reemplazado por una sensación de entumecimiento y debilidad; seguramente estaba medicada, era la única explicación a su estado actual.
Con cautela, exploró su entorno con la mirada. La habitación era espaciosa pero acogedora, con muebles modernos y detalles reconfortantes que irradiaban una sensación de tranquilidad. Una cama blanca y mullida ocupaba el centro del cuarto, rodeada por mesitas de noche adornadas con flores y libros.
Sus ojos se posaron en una ventana que ofrecía una vista serena al exterior, a la oscuridad de Dark Dome. Afuera, los árboles se balanceaban suavemente en la brisa que se filtraba entre las hojas, creando una escena idílica que parecía sacada de una novela de romance. Sin embargo, pese a la aparente calma que rodeaba a Christa, no pudo evitar sentir una oleada de ansiedad y confusión. ¿Dónde estaba? ¿Y qué le habían hecho durante su tiempo de inconsciencia? Los recuerdos de su encuentro con Shen y las palabras ominosas resonaban en su mente, llenándola de inquietud.
Con cuidado, intentó moverse, pero sus músculos se resistieron y recordó el trauma que su cuerpo había sufrido. Una ola de dolor, posiblemente imaginario, recorrió cada célula de su ser y la presencia de Shen revivió en su mente. Sus extremidades, a excepción de la pierna derecha, fueron completamente destrozadas. Quizás era normal que no pudiera mover los brazos, aunque también era una completa basura. Se sentía como si estuviera atada a la cama, ni siquiera podía quitarse la sábana blanca que le tapaba.
La puerta de la habitación se abrió con un suave crujido, revelando la figura de un hombre que entró con paso seguro y decidido. Era alto y delgado, con un aura de autoridad que parecía envolverlo como un manto oscuro. Su rostro estaba marcado por líneas de experiencia y astuta, y sus ojos brillaban con una inteligencia fría y calculadora. Vestía un traje negro impecable que resaltaba su presencia imponente, mientras que una sonrisa sutil pero cargada de significado jugaba en sus labios.
A su lado, caminaba otro hombre, su silueta envuelta en sombras, apenas visible bajo la capucha de su abrigo. La única indicación de su presencia era el destello fugaz de sus ojos detrás de la máscara tribal que cubría por completo su rostro. Era el Arcano, el traficante de información por el que había arriesgado su vida.
El doctor se acercó a la cama de Christa con pasos seguros, su mirada escudriñando cada centímetro de su cuerpo con una intensidad penetrante. Sus labios se curvaron en una sonrisa siniestra mientras evaluaba el estado de la joven, como un depredador observando a su presa con anticipación.
-¿Cómo te sientes? -preguntó el doctor con una voz suave, cargada de un subtexto inquietante. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y previsión, ansioso por ver la reacción de Christa ante su presencia.
La cazadora lo miró con nerviosismo y recelo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda mientras el doctor se acercaba. Había algo en su mirada, en la forma en que la escudriñaba, que la ponía nerviosa. Sentía como si pudiera ver a través de ella, como si conociera los secretos que guardaba en lo más profundo de su ser.
El Arcano, el hombre supuestamente en el que confiaba, observaba la escena con una calma imperturbable. Su presencia era como la de un espectador silencioso, pero Christa podía sentir su mirada fija en ella, como si estuviera evaluando cada movimiento, cada gesto.
-Estable -respondió Christa con voz firme, tratando de ocultar la ansiedad que burbujeaba en su interior-. ¿Dónde está Loki?
-En un lugar seguro -aseguró el Arcano, cruzándose de brazos.
El doctor, por su parte, asintió con satisfacción y su sonrisa se amplió ligeramente.
-Excelente, parece que nuestro trabajo está dando resultados.
Christa frunció el ceño, confundida por sus palabras.
-¿A qué te refieres con “nuestro trabajo”? ¿Qué me han hecho? -se apresuró a preguntar.
-Tenemos mucho de qué hablar -se adelantó el Arcano, su voz resonando como un eco lejano-, pero el doctor te explicará tu situación actual.
Frunció aún más el ceño, sintiendo un nudo de tensión en su estómago. No le gustaba la forma en que el doctor la miraba, como si supiera algo que ella no. Sin embargo, sabía que necesitaba respuestas así que se obligó a permanecer en silencio y escuchar.
-Como ya debes haber sospechado, tus lesiones fueron extremadamente graves. Tus extremidades fueron completamente destrozadas, imposibles de recuperar incluso con las habilidades médicas más avanzadas.
Christa tragó saliva, sintiendo el frío de la muerte en su espalda. Había temido lo peor, pero escucharlo confirmado de boca del doctor la llenó de una sensación de desesperación abrumadora. Sus piernas, sus brazos… ¿Cómo se suponía que sobreviviría sin ellas? ¿Y cómo recuperaría Lëxius si no podía pelear? Solo su fuerza interna le impedía llorar como una niña pequeña que acababa de perder algo muy importante.
-Por suerte para ti, sin embargo, estábamos esperando que algo así sucediera -continuó el doctor, su tono cambiando ligeramente a uno de satisfacción-. Esperábamos al huésped adecuado, a alguien que pudiera soportar la pérdida de sus extremidades. El Arcano ha patrocinado amablemente mis experimentos e investigaciones durante más de una década, y he desarrollado una tecnología avanzada para reemplazar las partes del cuerpo perdidas.
Christa sintió que su corazón comenzaba a latir más rápido. ¿Tecnología avanzada para reemplazar sus extremidades? Sonaba como algo sacado de una película de ciencia ficción, pero la seriedad en la voz del doctor le indicaba que no estaba bromeando. Además, solían hacerse operaciones de ese estilo en Lëxius, antes de que el Gobierno Mundial se apropiara de toda la tecnología del país.
-Y así fue como llegamos a ti -concluyó el doctor, su mirada fija en Christa-. Te hemos implantado dispositivos biomecánicos diseñados para reemplazar tus extremidades perdidas y otorgarte fuerza y resistencia sobrehumana.
-Genial, ahora soy una maldita discapacitada. ¿No se les ocurrió preguntarme si en realidad quería esto antes de sacarme los brazos y ponerme unos palos de metal? -les preguntó, su mirada vomitando furia-. ¿Y qué se supone que les debo ahora? ¿Mi vida? ¿Mi libertad? Porque no estoy dispuesta a pagar con nada de eso.
-Un favor por otro favor, ¿acaso no funciona así? -respondió el Arcano, acercándose a la cama-. Tu libertad me permanecerá en cuanto Giovanni permanezca con vida. ¿Quieres recuperarla? Bien, no vuelvas a fallar y mátalo.
-¿Y si no? -se rebeló Christa, dedicándoles una mirada que los hizo retroceder.
-Oh, le he pedido al doctor que instale un dispositivo que seguramente te va a incentivar a hacerme caso -contestó el Arcano, una sonrisa maliciosa asomándose detrás de su máscara.
El hombre de la máscara sacó un pequeño control remoto, pulsó un botón y causó tanto dolor en Christa que le hizo perder el conocimiento.
*****
Lo tuvo que haber previsto, ¿no?
El Arcano era un traficante de información que se rodeaba de la peor calaña. Eso no lo convertía necesariamente en un hombre malvado, pero daba indicios de que pudiera serlo o, por lo menos, que toleraba ciertos comportamientos de dudosa moralidad. Sin embargo, jamás imaginó que terminaría siendo la esclava de alguien más. Todo estaría bien mientras siguiera las órdenes del Arcano, mientras se preparase para matar a don Giovanni, pero ¿qué sucedería si se rebelaba en contra del traficante? Recibiría un castigo doloroso, uno que le recordaría su nueva posición.
Había arriesgado su vida para que el Arcano pudiera escapar de la mansión, se había enfrentado contra Shen bajo la promesa de que eventualmente recibiría la ubicación del Stormrage, el regalo que su padre le había hecho hacía años. ¿Y su esfuerzo fue recompensado con una traición? El Arcano no lo veía como tal, sino que era la única manera de asegurar que la mercancía cumpliera su propósito, después de todo, había invertido muchos millones de berries en esos implantes biomecánicos. ¿Acaso haberle asegurado la ruta de escape no era motivo suficiente para compensar las extremidades de metal? Al parecer no, al parecer debía seguir jugando los enrevesados juegos del Arcano.
Por el momento, mientras permaneciera en cama, se mostraría tranquila y de acuerdo con la voluntad del Arcano. La única manera de conseguir la libertad era utilizando la cabeza y siendo paciente. En primer lugar, necesitaba acostumbrarse a los implantes y recuperar la movilidad; solo entonces estaría preparada para usar sus armas. Más o menos en eso consistía el trabajo del doctor: convertir a Christa en la asesina perfecta para dar muerte a Giovanni.
El doctor, quien luego se presentaría como Steve, hacía toda clase de terapias recuperativas no invasivas. En vez de enviar a Christa a romper piedras y recibir balazos, como si de verdad fuera a servir para algo, le hacía un ejercicio básico pero efectivo: escribir. La motricidad fina era una habilidad fundamental que debía recuperar, y solo lo haría con un tratamiento intenso. Christa estaba aprendiendo a usar los dedos de sus manos, a tomar el lápiz y a trazar una “O” perfecta.
La parte dura era estar en pie y caminar. Una acción tan básica como mover un pie después de otro suponía un gran esfuerzo para Christa. Carecía de la coordinación y la fuerza necesarias para mantenerse estable, por lo que debía apoyarse de la pared. Al menos conservaba su pierna derecha, lo que le hacía sentirse mínimamente humana, no como una jodida máquina creada para matar y destruir. Sin embargo, por injusta que fuera la decisión del Arcano, Christa continuaría hacia delante sin importar el precio y eventualmente le devolvería el favor a todos aquellos que la lastimaron.
La buena noticia es que, como tenía tanto tiempo libre, la lectura se convirtió en un buen hábito. Hacía años que no tomaba con atención tantísimos libros; tampoco es como si hubiera tenido demasiado tiempo para hacerlo. Los textos le hacían acordarse de una época más segura y menos complicada, una época donde su mayor preocupación era adquirir los modales de una princesa y la sabiduría de una erudita. Su madre le obligaba a leer, a poseer más y más conocimiento para que, algún día, pudiera demostrar con su inteligencia lo hábil que era. Lamentablemente, ese inofensivo proyecto de vida quedó en el olvido cuando Katharina decidió atacar al Gobierno Mundial y liderar una guerra imposible de ganar.
Así, los días de Christa se convirtieron en intensas sesiones de terapia y largas jornadas de estudio. Tomar apuntes nunca había sido tan difícil. Escribir resultaba una tarea compleja y no quería imaginarse lo duro que sería volver a tocar la guitarra, pero estaba segura de que lo conseguiría. El doctor, por mal hombre que fuera, parecía saber lo que hacía y le había asegurado que recuperaría toda la destreza que alguna vez tuvo.
Christa estudió sobre ingeniería y mecánica, acercándose sutilmente a la física y deteniéndose en los diagramas de cuerpo libre. También exploró el maravilloso mundo de la historia, aunque lo dejó de lado al recordar que su madre se había dedicado a resolver los misterios del pasado. ¿Qué había conseguido con eso? Solo la furia del Gobierno Mundial y la destrucción de su Imperio, nada demasiado terrible, ¿verdad? En cualquier caso, después de pasarse dos semanas completas leyendo y estudiando, los mensajes se le quedaban grabados con mayor facilidad y su capacidad de retención había aumentado considerablemente. O al menos eso era lo que sentía.
-Ahora puedes escribir y tu caligrafía ha mejorado considerablemente, incluso tus apuntes lucen mejor -reconoció el doctor Steve, mirando con gesto analítico las cartas de Christa-. Se nota que has aprendido los fundamentos de la ingeniería y la robótica, aunque tus cálculos matemáticos siguen siendo malos. Preferiría arrancarme los ojos que volver a ver estas integrales tan mal calculadas, maldita sea.
-No están tan mal -se defendió Christa-, solo es una forma diferente de resolver los problemas.
-¿Sin respetar los axiomas? Lo dudo. Como sea, ¿qué esperas conseguir con todo esto? ¿Desde cuándo nació tu pasión por el estudio?
Christa se encogió de hombros y esquivó la mirada del doctor.
-Siempre me ha gustado saber cosas, además tampoco es que tenga demasiadas opciones. Me la paso acostada en esta cama, solo puedo caminar cuando estoy en terapia -respondió la cazadora tras soltar un suspiro-. ¿Cuándo podré salir de aquí?
-Dejaré que camines por las instalaciones principales, pero aún no estás preparada para salir a la calle y enfrentarte a los asesinos del Clan. Fuera de estas paredes el mundo es un caos y estarás en peligro.
-Vaya, qué sorpresa. No es la primera vez que estoy en peligro, ¿sabes? -le comentó al doctor, su ceño fruncido-. ¿Y vas a explicarme cómo fue que sobreviví? El mercenario de Giovanni acabó conmigo, me dejó en este… estado. No pude haber escapado por mi cuenta ni tiene sentido que él me haya dejado ir. La única explicación es que alguien me haya salvado. ¿Vas a decirme quién lo hizo?
-Esa es una pregunta que la deberá responder el Arcano, no yo -se excusó el doctor-. Sin embargo, puedo adelantarte solo una cosa: es bueno que tengas su favor.
******
Christa se sentó en el borde de la cama, con las piernas cruzadas y los brazos apoyados en sus rodillas. Observaba fijamente las manos mecánicas que se extendían frente a ellas, sin evitar sentir una oleada de frustración y rechazo. Aquellas extremidades de metal eran un doloroso recordatorio de lo que había perdido: su libertad.
Con un suspiro pesado, Christa extendió una de las manos mecánicas y la examinó detenidamente. La piel sintética que cubría los dedos y la palma tenía un aspecto realista, pero es no hacía más fácil aceptar la realidad. Eran solo una imitación burda de lo que solían ser sus propias manos, una cruel burla de la vida que había llevado antes de cruzarse con el mercenario de Giovanni.
Con un estremecimiento, Christa cerró el puño con fuerza, sintiendo cómo los mecanismos internos respondían con un zumbido suave y eléctrico. Era impresionante la cantidad de fuerza que podía ejercer con aquellos implantes, pero era algo que no había pedido ni quería. Ya no era una cazadora ágil y libre, sino una marioneta en manos del Arcano, condenada a seguir sus órdenes si quería conservar su vida, su integridad.
Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos. Christa se enderezó de golpe, apartando la mirada de sus manos mecánicas, y se secó rápidamente las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos.
-Adelante -dijo con voz firme, intentando ocultar la turbulencia emocional que la invadía.
La puerta se abrió con lentitud, revelando la figura del doctor Steve en el umbral.
-Estás preparada para comenzar con el entrenamiento físico. Comenzarás mañana temprano por la mañana -anunció el doctor y desapareció tan rápido como apareció.
Los días se deslizaban en una rutina monótona para Christa, marcados por interminables sesiones de terapia de recuperación y, por el momento, los recién añadidos entrenamientos físicos. Cada mañana, el doctor Steve la guiaba a través de ejercicios diseñados para fortalecer sus músculos y mejorar su coordinación. Desde simples movimientos de los dedos hasta ejercicios de equilibrio y resistencia, cada sesión era una prueba que le acercaba al objetivo de recuperar su libertad.
Con el paso del tiempo, Christa notaba pequeños avances en su recuperación. Sus movimientos se volvían más fluidos y coordinados, y poco a poco comenzaba a recuperar la confianza en su cuerpo. Sin embargo, la terapia física no era lo único en su agenda. Conforme su fuerza y destreza aumentaban, el doctor Steve introducía entrenamientos más intensivos y desafiantes. Pronto, Christa se encontró enfrentándose a oponentes en combates cuerpo a cuerpo, enfrentándose a hombres aparentemente más fuertes y resistentes que ella.
Cada batalla era difícil, sobre todo por el trauma ocasionado por Shen, pero la cazadora conseguía sobreponerse a cada desafío. Si bien no era capaz de usar siquiera la mitad de la fuerza de sus implantes, bastaba para derrotar a la mayoría de sus oponentes con relativa facilidad. Y pronto se integraron los entrenamientos con armas. Bajo la estricta supervisión del doctor Steve, Christa practicó con una variedad de armas de fuego, desde pistolas hasta rifles de francotirador, y se sintió aliviada al disparar la PPV Mk I sin sufrir las consecuencias del retroceso.
*****
Había pasado un mes desde que despertó en aquella sala, desde que comenzó con la terapia, y había conseguido importantes avances. Era capaz de correr, saltar y golpear sin ninguna dificultad. Ya no se cansaba como antes y podía disparar los fusiles de asalto sin recurrir a soportes generados por campos electromagnéticos. Se había vuelto más fuerte, era un hecho. No obstante, el mundo fuera de esas paredes abstractas no se había detenido y la situación en Dark Dome era caótica y mortal.
Los bajos fondos todavía sufrían las consecuencias de la muerte del hijo de don Giovanni, y el Clan actuaba con más ferocidad que nunca. El Arcano tuvo que usar todos sus recursos y cobrar todos los favores disponibles para permanecer escondido de los ojos del Clan, aunque sabía que podría permanecer así un máximo de tres meses, y eso siendo optimista. Sabiendo que en cualquier momento la situación estallaría, sabiendo que Shen volvería a aparecer, había preparado a Christa para que fuera la última línea de defensa, para finalmente vengar la muerte de su hija.
-Esta vez matarás a Giovanni. Fallar significa la muerte y me parece que todavía no quieres morir, ¿verdad? -le dijo el Arcano a la cazadora, sujetando con fuerza el control.
-¿Es necesario que me trates como a una esclava? Te he salvado el culo más veces de las que recuerdo en este momento y así es como me pagas.
-Ya lo hemos hablado cien veces, Christa. Recuperarás tu libertad y encima te quedarás con los implantes una vez mates a Giovanni, ¿estás preparada para hacerlo?
-Tampoco es como si tuviera otras opciones -gruñó la cazadora, acomodándose la capucha.
-Entonces ve y tráeme la cabeza de ese bastardo.
- Peticiones:
- Buenas, me gustaría solicitar los implantes creados aquí y, de ser posible, un power up especial en Intelecto por el tiempo dedicado al estudio. Si se considera que no se ha escrito mucho sobre el entrenamiento, pues que quede en un rol de cara a solicitar el power up en un futuro.
Buenas, soy tu moderador y vamos a corregir el diario. Perdón por la demora!
En general es un diario sencillo y corto que va al grano de explicar un origen a los implantes de Christa mientras sigue su trama en Dark Dome. Si bien he notado algunos errores de tipeo, no son nada graves y la lectura se hace amena sin mucho relleno innecesario o repeticiones forzadas para entender en donde estamos y que sucede a los alrededores.
Ahora pasando a las peticiones te llevas 567 px, los dos implantes quedando en -144 doblones. Referido al PU se te da la chance de sacarlo en otro rol con menor cantidad de esfuerzo, considero que la parte de Christa estudiando no es explicitamente dedicada a ello. Por lo que se aprecia ocupa un tiempo muy corto en todos sus ejercicios de rehabilitación, no es que estudie horas para exámenes si no que lee "por gusto" y en el tiempo basura tras muchos otros ejercicios. Lo interpreto más como un acto de entretener su mente y no tanto de entrenarla o prepararla activamente para una situación a futuro. Sin embargo, no omito el hecho de que ha estado leyendo y estudiando por lo que dicho conocimiento puede usarse de justificación a la hora de entrenarlo a futuro.
Un saludo y siempre puedes pedir una segunda opinión si no estás conforme.
En general es un diario sencillo y corto que va al grano de explicar un origen a los implantes de Christa mientras sigue su trama en Dark Dome. Si bien he notado algunos errores de tipeo, no son nada graves y la lectura se hace amena sin mucho relleno innecesario o repeticiones forzadas para entender en donde estamos y que sucede a los alrededores.
Ahora pasando a las peticiones te llevas 567 px, los dos implantes quedando en -144 doblones. Referido al PU se te da la chance de sacarlo en otro rol con menor cantidad de esfuerzo, considero que la parte de Christa estudiando no es explicitamente dedicada a ello. Por lo que se aprecia ocupa un tiempo muy corto en todos sus ejercicios de rehabilitación, no es que estudie horas para exámenes si no que lee "por gusto" y en el tiempo basura tras muchos otros ejercicios. Lo interpreto más como un acto de entretener su mente y no tanto de entrenarla o prepararla activamente para una situación a futuro. Sin embargo, no omito el hecho de que ha estado leyendo y estudiando por lo que dicho conocimiento puede usarse de justificación a la hora de entrenarlo a futuro.
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