Conociendo al horror 2 (social, Vanko, Sowon, Sora, Prometio)

Una vez más, su sueño involucraba esa espada sangrienta cada vez más visible, más cercana. Escuchaba voces, gritos, el color rojo bañando el suelo y sus pies deslizando con suavidad su tacto sobre la espesa carnicería. La voz de Vanko le llamaba y le pedía... ¿Vendas? La mujer abrió los ojos frotando su rostro y bebiendo un poco de agua, sin saber si lo de las vendas era un sueño o algo real, pudo sentir el fresco de la puerta abierta y Vanko hablando con voz alterada sobre un médico. ¿Qué demonios estaba pasando?

—Enseguida...—

Creó unas cuantas vendas con su habilidad, sabiendo que era probable que debiera volver a buscar más en algún momento. Ante el grito de apresurarse se dirigió con paso somnoliento a la sala donde sus ojos grises vieron al herrero con un hierro al rojo vivo, la niña Gyojin seca como una pasa de uva, Prometio lleno de sudor y al otro skypean tirado en el suelo. Alcanzó las vendas a Vanko todavía somnolienta, tratando de mantener una imagen elegante pese a que su kimono de dormir era una pieza fina que se deslizaba facil por su piel dejando sus hombros al descubierto y un generoso escote a la vista de todos.

—¿Qué ha sucedido caballeros? No es manera de despertar a una dama... ¿Un den den mushi? Tengo uno por aquí...—

Buscó entre sus bolsillos y encontró al dichoso animalito, con un elegante kimono en miniatura y un hermoso peinado, nada parecido al cabello desordenado de Sowon sin hornamentos que caía lacio hasta su cintura pero conservaba su belleza natural algo que solo se potenciaba dado al revelador kimono que dejaba poco a la imaginación. Seguramente Prometio estaba disfrutando las vistas de sus piernas largas, firmes y delgadas de una inmaculada piel blanca o el escote que apenas se mantenía uniforme gracias a un lazo atado en la cintura.

—Buscaré las agujas y mis cosas...—

Sowon volvió a los pocos minutos con su set de agujas y algunas vendas más observando a todos los presentes en la sala. Vanko se notaba decidido a clavarle aquel trozo de metal ardiendo al Skypean si no era que se lo quería meter por otro agujero. Era demasiado temprano pero Sowon seguía pensando en ciertas cosas bastante sádicas.

—Llene una olla con agua caballero de promesas dudosas, nosotros trataremos a su amigo. Supongo que sumergiendo a la niña unas veces en agua volverá a la normalidad y si no ya tendremos estofado... oh, disculpe mi broma, pero usted me entiende cuanto antes la ponga en remojo más rápido se recuperará. Sufro de deshidratación por lo que puede confiar en mi palabra...—

Tras esta indicación la herrera preparó las agujas en la mesa y aguardó instrucciones, la herida era mucho más grave de lo que intuía a primera vista y era muy evidente que necesitarían ayuda profesional llegado el momento.

Bueno, al parecer Sora sí había sido bastante herido durante la pelea. Vanko, que en un principio parecía no congeniar del todo con el peliazul, comenzó a hacer todo lo posible para detener la hemorragia de su espalda. A pesar de todo su comportamiento paranoico extremista, ese gigante era una buena persona.

Sowon salió inmediatamente de su cuarto, un poco despeinada y sin su típico porte tan elegante, más bien apenas una delgada tela que no dejaba mucho a mi imaginación, ella seguía siendo una mujer enormemente guapa de cualquier manera. Me distraje por unos momentos contemplándola. Ella usaría su habilidad con las agujas para... bueno, no tenía muy claro qué pensaban hacer, pero parecía que iban a darle primeros auxilios a Sora.

-Cla... claro Sowon -dije con la voz un poco trabada.

Me había sonrojado, me daba un poco pena que la cazarecompensas supiera de mi ligera atracción hacia ella. Cargué a la pequeña Ocho en mis brazos mientras llenaba la olla de agua, mejor llenaba dos: una para tratar las heridas de Sora y la otra para remojar a la pobre Gyojin que tenía un aspecto de pasa. Me sentía un poco culpable por el estado de la pequeña pulpo, al final de cuentas yo la había llevado conmigo por todo el bosque y no había sido quién para darle un vaso con agua siquiera. La primera olla de agua quedó llena y coloqué a la pequeña Ocho ahí, esperaba que su deshidratación pasara rápido, inmediatamente llevé la otra olla con Vanko y Sowon para que pudieran darle los primeros auxilios al peliazul. Aún nadie había llamado al médico.

-¡Aquí está el mío! -grité enseñando el pequeño caracol con cabello pelirrojo y una banda en la frente- puedes llamar al médico desde aquí o desde el de Sowon.

-Traqnuilo compañero, todo saldrá bien, aunque quizás tus alas queden un poco tullidas como dijo el herrero... no creo que puedas quejarte mucho -le dije al peliazul- además, he puesto a Ocho a darse un baño, por lo que también debería estar bien pronto -agregué con una sonrisa.

Quién diría que ese jardín de novelas de fantasía acabaría siendo toda una pesadilla.

Ocho se encontraba verdaderamente deshidratada, no sabia que estaba pensando, salieron del barco hace demasiadas horas y no empacaron sus cremas ni siquiera sus botellas de agua, un descuido de tal calibre puede costarle la vida a la pequeña gyojin. — Prome, ayu..da a Ocho— Cada palabra que salia de su boca hacia que la sangre saliera cada vez mas, no había manera de que no tuviera alguna complicación tras este pequeño incidente.

— Gi..gan…te mis alas no son prio..ri..dad, ni si quie..ra fun..cio..nan — Contestó mientras el hombre se apresuraba a meter una barra de acero al rojo vivo en el fuego, al parecer tenia pensado cauterizar la herida con el metal caliente, era una idea un poco loca, y quedaría una cicatriz en su espalda, pero si no era eso, seria morir desangrado. Escuchó al hombre gritarle a la mujer de finas telas, a parecer esta se encontraba buscando vendas para colocárselas en las heridas, claro, luego de cauterizarla.

La mujer volvió con las vendas, Sora miró su rostro, era obvio que seguía somnolienta, esa mujer no le daba buena espina, probablemente le haya hecho algo a Ocho, o quien sabe, no era momento para disparates, se estaba desangrando y ellos eran los únicos que podían ayudarle en este momento. La mujer los dejó solos nuevamente mientras el gigante seguía con su metal al fuego, pero no pasó demasiado tiempo para que volviera con un set de agujas y unas vendas mas, parecía estar preparada para cualquier cosa esta mujer.

— Ade..lan..te, ha..ga, lo que ten..ga que ha..cer — Sora tosió un poco de sangre, era evidente que las cosas estaban verdaderamente malas, no se iba a salvar con tan solo unas pocas vendas o un ungüento como en las veces anteriores, pero lo que mas preocupaba al Skypiean era la gyojin, no sabría que hacer si esta niña no logra mejorarse, era terco, si, pero estaba claro que Prometio haría un buen trabajo, al final, este ya era como un miembro de la familia para Sora y Ocho.

Prome se acercó para decirme que había entrado a ocho en una olla de esas con agua, al parecer las cosas iban a cambiar, mejorarían por lo que se puede observar. — ¿Es..tas alas? Ni si..qui..era pue..do vo..lar con ellas. — Explicó Sora mientras esperaba que el hombre o bien llamara al medico, o bien pusiera ese metal caliente en su herida para que la sangre dejara de brotar. Era notable que la presión arterial de Sora había disminuido por la perdida de sangre, comenzó a sentirse mareado, decaído, con mucho cansancio, sentía que si no hacia algo pronto se desmayaría, o peor aun, seria expulsado de Hogwarts , nah es broma, lo peor seria que muriera en circunstancias tan ridículas.

Primero el gigante casi lo mata por haber robado en tiempo atrás un martillo a la marina, segundo lo enviá a devolver el martillo hasta una base de la marina, tercero se encuentra con Prome y unos Minotauros, y ahora está a punto de morir, definitivamente esta isla en vez de ser un cuento de hadas, ahora se volvió un cuento para el dia de los muertos.

La urgencia de la situación era palpable. Las vendas estaban listas y la barra de acero enrojecida por el fuego ardía en la oscuridad de la noche con luna gibosa. Miré al herido, quien parecía estar tratando de mantener la compostura, a pesar de la evidente angustia en su rostro. "Vamos a hacerlo", murmuré en voz baja, como si hablar más fuerte pudiera empeorar la situación. Tomé la barra de acero al rojo y la sostuve con firmeza mientras las llamas bailaban en la punta. Sowon había traído las vendas y la aguja con hilo, preparada para lo que venía a continuación.

"Prepárate", le dije al hombre herido a la de tres, quien asintió con una mezcla de determinación y ansiedad."1,...", no dije más y con un movimiento rápido, coloqué la barra al rojo dentro de la trayectoria de la cornada buscando sellar la hemorragia. Un silbido sibilante llenó la habitación cuando el acero hizo contacto con la carne y, por un breve momento, un olor a dulce caramelo seguido de la peste a carne quemada inundó el aire. Pude ver cómo el herido apretaba los dientes con fuerza, tratando de sofocar un grito.
La cauterización fue un procedimiento no muy rápido y muy doloroso. A pesar de que el herido estaba obviamente sufriendo, era necesario para detener la hemorragia y darle una oportunidad de sobrevivir hasta que el médico llegara.

Decidle a vuestro Den Den que comunique con el del Doctor Cali en Carvatea, esperemos que se despierte... Cuando te coja dile que venga a la casa de Vanko, el sabe donde vivo. Tras finalizar la cauterización, procedimos a coser y vendar la herida lo mejor que pudimos que no era mucho, pero confiamos en que aguantase hasta la llegada de buen doctor. Era una tarea complicada, ya que la cornada había sido profunda, pero estaba seguro de que si conseguíamos mantenerlo despierto el doctor podría ayudarle. Nos aseguramos de que las vendas estuvieran bien sujetas y la hemorragia se ralentizó lo suficiente como para no ser letal a corto plazo. También le dimos agua al herido para mantenerlo hidratado, lo que pareció mejorar su estado dentro de la gravedad de sus heridas.

Prometio seguía cuidando de la joven gyojin, quien ahora se veía un poco más tranquila gracias a sus esfuerzos para calmarla.

Cuando la adrenalina bajó y me vi las manos cubiertas de sangre, un montón de recuerdos se agolparon en mi mente, de aquella vez en Baristan, de aquella tormenta, todo se volvió muy real y yo tuve que salirme a la calle con la excusa de fumar un poco. Al salir vi que la antorcha que habíamos encendido previamente seguía ardiendo junto a la puerta, iluminando la oscuridad y sirviendo como punto de referencia para el médico que esperaba se pusiera en breve en camino.

Prometio era tan obediente como recordaba, al parecer dado su tono de rubor estaba viviendo un paraíso al ver su cuerpo. Soltó una leve risa al verle correr con la gyojin para luego ofrecer su comunicador como repuesto. En cuanto al Skypean seguía luchando por hablar y no botar sangre como una fuente, cosa que alertó a Vanko y este sin mediar mucho suspenso comenzó a cauterizar, un proceso cuyo aroma y método no tardaron en hacer brillar los ojos de la herrera mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. No era complicado adivinar que disfrutaba verlo y en especial proyectarse a ella misma en tan dolorosa situación.

Sowon asistió al herrero en el proceso de cauterización provisoria al skypean, en especial dándole un palo para que mordiese y no atrajera algún otro animal a los alrededores que terminase matando al doctor en el camino y le hubieran despertado a esas horas para nada. Tras enmendar lo mejor posible el daño las manos de Sowon se encargaron del vendaje con la destreza y precisión que solo ella era capaz, desconocía como coser la piel sin estropear más de lo necesario por lo cual limitó unas puntadas superficiales imitando su deber en la sastrería antes de vendar por completo la zona utilizando la fuerza del herrero para mantenerlas bien sujetas y uniendo las vendas en una costura para que ningún movimiento brusco las pudiera desajustar. Tras el proceso llevó las agujas y telas ensangrentadas a la basura y limpió la mesa anteriormente usada para evitar una complicación adicional a largo plazo.

—Ya escuchaste pequeño, comuniqueme con el doctor Cali en Carvatea por favor...—

La mujer se levantó apartandose un poco del bullicio mientras su Den Den mushi cerraba los ojos unos momentos intentando contactar. Finalmente abrió los ojos y Sowon ni lenta ni perezosa se limitó a dar las indicaciones que Vanko había dejado antes de que el doctor pudiese decir una palabra.

—Enseguida, no sabía que era un hombre casado...—

La mujer arqueó una ceja ante el comentario recibido y comunicó a todos los presentes que el doctor estaba en camino. Observó sus manos todavía con rastros de sangre y suspiró mientras todo se comenzaba a calmar. Al Vanko salir a fumar, la mujer observó a Prometio.

—Caballero de dudosas promesas, vigile que su amigo se encuentre bien y despierto, mientras tanto iré a darme un baño. El doctor como saben está en camino y Vanko le espera en la puerta, les sugiero tener paciencia al menos pudimos actuar antes de que esa herida fuese letal.—

La mujer dedicó una reverencia pasando a la cocina a calentar agua en otra olla y contemplando a la gyojin recuperando el color y la forma habitual de su cuerpo. Se dirigió a su cuarto con el agua caliente e hizo que dos telas se cerrasen dejando que por la abertura de su habitación solo se viera una sombra. Si deseaban andar de mirones deberían pagarle.

Una vez aseada y vestida, las telas se corrieron nuevamente, mostrando a la mujer con su aspecto habitual y un kimono más acorde a lo habitual de un color rojo intenso cubierto de flores blancas que parecían extraídas de la propia naturaleza. Llevaba sus manos unidas bajo las mangas de su kimono y sus ojos grises supervisaron los vendajes del Skypean nuevamente.

—Parece que nada se ha movido del lugar, el doctor debería llegar pronto...—

Comentó en un tono sereno mientras se sentaba frente a los dos hombres dejando nuevas vendas y agujas sobre la mesa por si eran útiles para más adelante. Al parecer necesitarían una siesta luego de terminar la espada, ya que ninguno de los dos habría dorrmido más de dos o tres horas antes de que todo se saliese de control.

Vanko y Sowon habían realizado el procedimiento, aunque en extremo salvaje y doloroso, de manera adecuada. Habían logrado parar la hemorragia del peliazul y parecía que al menos podría vivir en lo que llegaba la ayuda profesional que la hermosa cazarrecompensas ya había pedido vía Den Den Mushi.

Sowon se metió a bañar para quitarse... suponía que las salpicaduras de sangre o quizás el polvo del lugar. El gigante, por su parte, había salido a fumar para desestresarse, me hubiese gustado acompañarle, pero me sentía en parte culpable de lo que le había pasado a la dupla del Going Slowly. Quiero decir, Sora había sido atacado por los minotauros con los que yo estaba combatiendo al tratar de ayudarme y, ni hablar de la pequeña Ocho, ella había quedado deshidratada en mi guardia. Tenía un mal sabor de boca, después se lo compensaría con unos tragos.

-¿Qué tal va la herida- me acerqué al peliazul para que se mantuviera despierto. -Las bestias de este lugar son como una pesadilla sacada del libro medieval más retorcida, ¿no lo crees?

Estuve acompañando a Sora hasta que la cazarrecompensas salió del baño. Lucía de nuevo impecable, aunque para mí siempre lucía igual de guapa, le lancé una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Puedes echarle un ojo? Necesito un cigarro y quizás un dulce. -le dije a Sowon- Ha sido una noche muy larga, también veré cómo se encuentran mis bestias.

En la inmensidad de la noche, el mono araña, la tigresa y el grifo dormían profundamente. Kirara alzó una oreja cuando salí de la casa, pero le hice señas de que siguiera con su siesta, no había nada de que preocuparse. Fuera se encontraba el herrero, consumiendo su cigarro dejando una estela de humo. Saqué un par de paletas de cereza y le ofrecí una.

-¿Tienes uno que te sobre? -dije mostrando una sonrisa cansada -no me caería nada mal.

¨Preparate ¨ Escucho Sora, pero quien está preparado para que alguien le ponga un barra de hierro al rojo vivo en una herida. Pues nadie en realidad. Un silbido que en vez de traer alivio atrajo un dolor e incomodidad realmente abrazador a Sora se escuchó cuando aquel artefacto hizo el mas mínimo contacto con la piel de Sora. Cada momento en que la cauterización se llevó a cabo fue un dolor inmenso para nuestro joven pirata, lo que lo llenaba de pensamientos.

Pronto Sowon se acercó a Sora por ordenes del gigante para entonces poder cocer un poco las heridas. Sora en serio se mantenía luchando por quedarse despierto aun cuando su cuerpo ya no se lo permitía. Quería pensar en cosas bonitas, pero lamentablemente en ese momento no llegaba ningún recuerdo a su mente, si no hacia algo rápido simplemente se dormiría y sabe que si esto pasa razonablemente no resista mas y termine muriendo. Luego de haberle dado unas ordenes a Prometio que Sora no terminó de escuchar muy bien, esta se marchó dejando al compañero prehistórico cuidando de Sora.

Este se limitó a escuchar a Prome sin siquiera poder comentar nada, pues no tenia las fuerzas suficientes, sudaba, pero era un sudor muy frio, como cuando te encuentras al borde de la muerte, que era la escena que parecía estar viviendo en este momento. Esperaba  pacientemente al doctor, pues no tenia mucho mas que hacer. El sudor de sora comenzó a incomodarle rápidamente, quería quitarse todo lo que tenia, necesitaba agua de manera urgente.

El dichoso doctor aquel se tomaba demasiado tiempo en llegar, sus ojos estaban apunto de cerrarse, cuando por fin la mujer había regresado, al intercambiar unas palabras con Prome este salió y ella se había quedado vigilando su condición. El joven skypiean se esforzó en levantar la mirada y brindarle una sonrisa con una mezcla de dolor y insatisfacción. — ¿Co…mo  es..ta  Och… — volvió a vomitar un poco de sangre lo que lo privó del habla por unos minutos mas. Pero no habría que ser un genio para adivinar lo que este quería decir.

Aun en  la condición que este se encontraba tenia la decencia de preocuparse por su acompañante, aun tiene que llevarla a la isla Gyojin  por lo que este no podría morir en este lugar, no ahora, no por una simple criatura. Sora se llenó de determinación al recordar que tenia como objetivo el llevar a Ocho hasta sus padres. Por lo que se siguió esforzando por no desmayarse, era difícil, había perdido demasiada sangre y el sudor hacia que sus ojos ardieran por lo que era normal que se cerraran solos.

Con las pocas fuerzas que le quedaban comenzó a tararear muy lentamente una canción que Ocho solía cantar mucho en el barco  —Oh ma do..u..ce  so..u..ffran..ce— Al menos esto iba a permitir que mantuviera su cordura aun sintiendo un dolor tan insoportable, podía sentir como una de sus alas estaba totalmente rota, exactamente la misma ala que fue golpeada en Merveille, sabia que la perdería, aunque realmente no tenían una gran función mas que evitar caer fuertemente, estas alas solo le permitían planear un poquito, ya que son demasiado pequeñas para que le permitiesen volar. —Po..ur..quoi s'a..char..ner? Tu re..co..mmen..ces — Continuó tarareando. Ya se supone que el doctor deberia haber llegado o al menos debería estar lo suficientemente cerca.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            

Por otra parte Ocho se encontraba recuperándose en el barril con agua, se encontraba en posición fetal dentro del barril mientras dormía profundamente, los tentáculos de su cabeza comenzaron a tomar su color correspondiente sin embargo esta aun se mantenía en reposo sin levantarse. Que irónico, ambos miembros del Going Slowly se encontraban en estado critico, cuando no confiaban en nadie y terminaron confiando en todos, una muestra mas de que los piratas deben ser un poco mas precavidos en el mar y en tierra.

Vanko pensaba en la condición de Sora entre bocanadas de humo mientras Sowon terminaba de cuidar de las heridas del peliazul. La escena de la cauterización había sido brutal, pero necesaria para detener la hemorragia. Sabía que el dolor era insoportable, pero Sora había demostrado una admirable voluntad para mantenerse despierto y resistir, aun recordaba cuando había sufrido algo parecido durante horas en aquel pequeño barco. Cuando Sowon se retiró, dejando a Sora lo mejor que podía esperar en ese momento, Vanko tomó otro cigarro mientras miraba a los animales de Prome pacer al fresco. Inhaló profundamente el humo, tratando de encontrar algo de calma en medio de la tensión que llenaba el aire. La noche había sido larga y aterradora, con los peligros de la isla de los minotauros revelándose de la peor manera posible. Pero aún había un resquicio de esperanza mientras esperaban al doctor que Sowon había contactado. El destino había sido inclemente, y ahora debían enfrentar las consecuencias.

El pirata observó a Ocho, que se recuperaba en su barril de agua. Era un alivio verla descansar en paz después de todo lo que habían pasado. Los tentáculos de su cabeza comenzaban a recuperar su tersura, "Buena señal", pensó. El tarareo de Sora llenó el aire con un tono melancólico, y Vanko se mantuvo en la calle oteando el horizonte entre bocanadas de humo a la espera de ver al doctor. A pesar de la gravedad de la situación, esa pequeña melodía recordó al gigante que todos tenían razones para seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros.

Finalmente, vio al hombre venir a los lejos, era noche clara y unos pocos minutos mas tarde el hombre estaba ante la puerta. El doctor Cali de Carvatea había llegado. Era un hombre de mediana edad, con una mirada tranquila y profesional. Vanko lo hizo pasar enseguida, miró a Sora se acercó rápidamente.

"Hola, soy el doctor Cali. Veamos las heridas" ,dijo con calma mientras comenzaba a examinar al peliazul.

Sora estaba luchando contra el dolor y la debilidad, pero sabía que estaban en buenas manos. El doctor trabajó con habilidad y experiencia, aplicando tratamientos y vendajes con precisión. Después de un tiempo, finalmente miró a los allí presentes.

"Está estable por ahora. Ha perdido mucha sangre, pero le he estabilizado lo mejor que he podido. Necesitará descanso y cuidados durante un tiempo. Medicamente esta hecho todo lo posible, te dejo un tarro de ungüento desinfectante para las heridas abiertas, ahora es cuestión de su voluntad de vivir, cambiadle las vendas una vez al día por otras limpias y que empiece a comer y a beber según se lo pida el cuerpo. Eso le hará recuperar las fuerzas lo antes posible, de 3 a 5 días debería ser capaz de llegar a la ciudad por su propio pie. No puedo garantizar que recuperará completamente su ala, pero habrá que esperar a ver como suelda la cornada.

Vanko asintió, agradecido por la rápida respuesta del doctor y su profesionalidad. Aunque el camino hacia la recuperación sería largo se disipó la nube de mortandad de la habitación. "Gracias, doctor. Apúntemelo en la cuenta", dijo Vanko. "Ya te llevaré mis cacharros a afinar y afilar un día que bajes al pueblo, con eso estamos en paz", dijo el doctor.

Después de finalizar el examen, el doctor se preparó para partir. "Buenas noches! y no me deis mas sustos. Hay que tener cuidado con los bichos.", dijo el doctor mientras salía de la casa.

Mientras esperaban la mayoría de presentes había mirado el barril, para su desgracia habían perdido el almuerzo ya que la gyojin comenzaba a recuperarse. Supuso que sería lo mejor, al menos podrían centrarse en la forja, la mujer se dedicó a esperar andando de un lado al otro mientras escuchaba la melodía de Sora y tomaba agua para calmar sus nervios, el hecho de que todo fuese tan lento solo le ponía más impaciente.

Tras la larga espera el médico llegó y ella se dedicó a asistir al profesional en lo requerido, después de todo era la que más experiencia tenía con las agujas y la única que era un contenedor de vendas inagotables. Tras asistir al doctor recostó al skypean tal y como este recomendó, tomando la molestia de mantenerlo csliente bajo una manta. No deseaba que un cliente muriese tras tanto esfuerzo y al menos ya no estaría botando sangre como una esponja al estrujarse.

Tras el doctor retirarse, la mujer observó a Vanko retirándose un poco del foco para hablar en privado. Todavía estaba oscuro pero desconocía si podrían dormir y además todavía quedaban los últimos pasos para el arma de Prometio. Claro que ella podría quedarse a encargarse de Sora y el arma mientras Vanko llevaba a Prometio para las minas a la mañana siguiente pero siendo un proyecto que iniciaron juntos podrían terminarlo en lo que restaba de noche tomando descansos entre cada uno.

—Supongo que se nos ha ido el sueño, creo que podemos aprovechar para terminar el arma y tomar descansos en lo que el otro trabaja. La mayor parte del trabajo duro ya está hecho. Solo falta templar la hoja y ensamblar la empuñadura. Si tampoco puede dormir, podríamos proseguir con todo y recibir al menos el pago por el arma. Ya incluiremos los costos de cuidado, vendas y todo lo demás al finalizar el trabajo.—

La mujer guiñó un ojo, mostrando que no perdía tiempo a la hora de cobrar dinero y era un ser tan codicioso que solo se movía en auxilio de otros por beneficio. No olvidaba que la casa era del gigante y por tanto no saldría gratis a ninguno de los hombres la comida o estadía. Al menos ella tenía esa pequeña sociedad con el hombre, una que se basaba en la obtención de beneficios.

—Caballero de dudosas promesas, con el permiso de Vanko finalizaremos el arma en las siguientes horas. Le pido que cuide de los heridos entre tanto y al finalizar le llamaremos para que pueda sentir su nuevo acero.—

Hizo una reverencia a Prometio y se dirigió a la forja, esperando a Vanko para finalizar aquella arma que llevaba un sello de sangre en su metal. Había estado muy impaciente con todo el asunto y un poco de herrería no venía mal para relajar la mente.

Terminé el cigarro, ese humo tan lleno de tabaco y nicotina siempre me ayudaba a relajarme un poco, más por las noches. Era un gusto adquirido, no el más sano ni el mejor, pero era algo que disfrutaba mucho hacer esporádicamente. Sonreí cuando el doctor llegó a casa del gigante y entré unos segundos después a la casa.

Las heridas habían sido tratadas de manera bastante correcta por Vanko y la bella Sowon, al menos por ahora el peliazul se encontraba fuera de peligro, su vida no corría más peligro. Más adelante Sora tendría que agradecerles, le habían salvado la vida. Me acerqué al futón y tomé asiento, vaya que yo también estaba hecho papilla, mis piernas flaqueaban y mi costado derecho dolía mucho, quería dormir aunque fuera sólo un poco, todavía no salía el Sol.

-Es increíble, yo estoy de acuerdo -dije entre bostezos- no puedo creer que por fin usaré una espada forjada por ti -volteé a ver a Sowon con una ligera sonrisa- claro, claro, les echaré un ojo.

Volteé a ver a Sora, se encontraba mejor. Por lo que había escuchado no tardaría más que unos días en recuperarse, recordé el incidente con la enorme bestia Carmesí en los islotes flotantes. A pesar de haber entrenado y pasado por todas esas cosas seguíamos siendo débiles. ¿Y si me quedaba un tiempo más en aquella isla? Sólo para mejorar mis habilidades claro estaba, entrenar con las bestias mitológicas sería algo muy enriquecedor, parecían ser mucho más fuertes que un humano común y corriente.

-¿Qué tal te sientes compañero? -pregunté a Sora bostezando de nuevo- vaya que nos has dado un susto a todos... todavía somos bastante débiles, ¿no lo crees? -agregué un poco melancólico.

Con ese poder no me bastaba, esa fuerza no era la suficiente, ¿cómo podía llevar todo un nivel más arriba? A ese ritmo el desollador se encontraba aún a kilómetros de mí, ni se diga del general de mi isla. Aún me veía abrumado ante seres verdaderamente fuertes, claro que la espada forjada por la hermosa cazarrecompensas era el primer escalón para subir pero, ¿después qué seguía? ¿Blandir la espada como loco? Comencé a perderme entre mis pensamientos, imaginaba la mejor forma de entrenar, el cómo mejorar mi técnica con la espada, poco a poco mi mente comenzó a quedarse en blanco, tenía que cuidar de Sora, pero no aguantaba los ojos abiertos. Esperaba que no pasase mucho, una pequeña siesta no le haría daño a nadie, tenía que recuperarme de alguna manera. Cerré los ojos y caí dormido.

Al fin el dichoso doctor que habían llamado llegó, tras algunas horas el doctor había ayudado en gran manera a Sora, debía aclarar que ese señor era bastante bueno en su trabajo, era un doctor de primera calidad. En poco tiempo dejó de sentir el dolor terminante que tenia a simplemente sentir un pequeño malestar que le permitió dormir. Claro, Sowon estuvo allí para darle asistencia en todo lo que el doctor necesitaba.

De pronto Sora comenzó a tener un calor inmenso, si, al parecer Sowon y Vanko habían comenzado a forjar el arma de Prometio, al parecer este se le había adelantado, aunque ya le daba igual, todo el tiempo que se tomó para ir hasta la base de los marines y regresar, dieron tiempo suficiente para que hubieran hablado de como seria su arma, mientras Sora ni siquiera les había comentado el tipo de arma que quería.

Sora comenzó abrir sus ojos lentamente, su mirada se encuentra un poco distorsionada, veía todo borroso, al menos durante unos pocos segundos hasta que al fin su vista se recuperó por completo. Mirando su alrededor, se encontraba en una cama, y no era precisamente la de su barco. Comenzó a recordar lo que había pasado y se disponía a levantarse de aquella cama para pedirle disculpas al gigante y su amiga por las molestias que este había causado. Sin embargo, lo que pasó en ese justo momento lo dejó helado, a pesar de ese calor, sintió como su cuerpo se llenó de un frio muy desfavorable, el terror se apoderó del cuerpo de Sora y es que estaba pasando una de las cosas a las que Sora le tenia mas terror en todo el mundo. El no poder mover su cuerpo.

No podía moverse, quizá por el dolor, quizá por la anestesia, quien sabe, pero esta situación desespero de inmediato a Sora quien por mas que intentaba mover su cuerpo no lo lograba, ¿No se supone que el doctor lo había curado? — O..CHOOOO— Comenzó a sentirse mal, mareado, todo esto debido a que pensó que su cuerpo había quedado invalido. — A..YU..DAAA— Gritó Sora desde la cama.

El terror comenzó a invadir el cuerpo de Sora, intentaba mover al menos sus dedos, podían moverse un poco, pero esto no era lo suficiente para que Sora se sintiera tranquilo. Desde su niñez tenia un miedo intenso por perder la movilidad de su cuerpo, la lentitud del mismo podía manejarla sin problema, hasta se convirtió en pirata para demostrar esto.

— PROMEEEE, SA..CA..ME DE A..QUI — El cuerpo de Sora comenzó a emanar un vapor dando a comprender que había activado su técnica, logró levantarse y empezó a dar pasos erráticos pero su cuerpo aun sentía el cansancio de haber pasado por esa situación. Camino hasta la entrada como pudo. Y claro, Sora no era una persona normal, ni siquiera era un humano, era un skypiean que no sabia como interactuaban los humanos en su realidad constante. Todos tenían sus problemas y Sora a pesar de su situación no era alguien de quedarse en cama, su rutina diaria de hacer ejercicio debía continuar, aunque su cuerpo se sintiera maltratado, justamente como demostró cuando salieron de Merveille y al siguiente dia comenzó su entrenamiento habitual.

La forja volvía a estar caliente, mientras la pequeña herrera preparaba los metales para el tsuba y los adornos del tsuka de la katana de Prometio me puse a rebuscar en un arcón trozos de madera que cumplieran su función. Encontré un trozo de roble del bosque cercano, una gran pieza de roble oscuro, ya estaba seco y listo para trabajar, era una madera con el veteado perfecto y sin nudos, así que podía comenzar a trabajarlo con los formones de inmediato. Pulí durante unas horas la acanaladura haciendo mil pruebas hasta que conseguí el engaste perfecto tanto para la hoja como para la espiga, parecía una única pieza de madera solo dividida por la guarda.

El sol salió mientras trabajábamos y pronto por la mañana tanto la funda como la empuñadura del arma estaban terminados, Sowon había hecho un maravilloso trabajo con el Tsuba dándole una ornamentación que parecía sacada de un sueño de guerra doloroso y sangriento, no una pesadilla, un sueño de un guerrero.

Entonces, el peliazul, desoyendo las ordenes del Doctor decidió que era el momento adecuado para salir a entrenar, vi a Prometio ayudarle a salir. “Prometio, tu espada estará lista en pocas horas y debes probarla. Así que si vais a entrenar hacedlo cerca donde no os maten y sin hacer el loco, no quiero que nadie joda mi casa, mi jardín ni mi bosque. Cumple muchas mas funciones de las que parece.”, dije con tono serio y volví a nuestros quehaceres.

“Nos habíamos superado”, pensé mientras miraba la katana casi terminada. Era desde luego una gran obra, algo por lo que ser recordado. En su filo podía verse las ondas del adamasquinado como un mar embravecido, su empuñadura completamente adaptada al agarre de su usuario era una delicia, recubriendo la misma, el tsukamaki, constaba de dos piezas de tela entrelazadas, una negra azabache y otra rojo sangre, de un tejido ligero y acolchado como una nube y resistente como el acero que solo alguien con las habilidades de Sowon podría haber fabricado. Su menuki estaba a la altura de la pieza, una intrincada espiral de llamas danzantes a ambos lados de la empuñadura bajo la protección de las trenzas. La saya era una maravillosa obra de carpintería lacada en negro con incrustaciones de ámbar tan finas que no se notaban los cambios de material al tacto. En estas incrustaciones podía verse a lo largo de la laca negra a los animales que tanto parecía apreciar el cliente.

Sin lugar a dudas mi mejor trabajo hasta la fecha y sospecho que también el de Sowon, un arma que nos había llevado a los dos a la extenuación, un arma en el que habíamos puesto la voluntad de un trabajo hecho con un don. Tras continuar rematando detalles de nuestro trabajo durante algunas horas mas, a la caída del sol, nuestro trabajó finalizó. La fuego de condenación estaba lista para cobrarse victimas a lo largo y ancho de los mares, lista para hacer que sus creadores estuviésemos orgullosos de ella. Tras un pulido final con algo de cera la empaquetamos en una seda negra y salimos a la calle a buscar a aquel que pensaba adoptarla.

Encontramos a Prometio supervisando que al peliazul no se le abrieran las heridas mientras entrenaba, “Está lista, es el momento de demostrar lo que podéis hacer juntos.”, dije mientras me sentaba en el césped, y le alargaba su espada con mi mano sana. Prometio desenvolvió el arma mientras se la presentaba, “He aquí la Fuego de la Condenación, sepárate de nosotros para probarla, puede ser revoltosa.”, le comenté mientras daba un paso atrás. “Llévala a tu cintura concéntrate en aquel árbol y lanza un corte como si te fuera la vida en partirlo”, indiqué. Prometio colocó la espada enfundada en su cintura, se colocó en posición básica de desenfundado y ataque y lanzó un rápido corte. Cuando la espada fue desenvainada estalló en llamas, las olas del adamasquinado de la hoja se pusieron candentes, el brazo de Prometio se puso negro, señal inequívoca de que el arma succionaba su haki de armamento de continuo, este color se fundió en la hoja como las olas y el cielo negro de la noche bailando con un mar de llamas. Prometio lanzó una gran onda flamígera que no solo corto el árbol al que apuntaba si no que también talo el de detrás y daño los que había a su alrededor. Se sentía poderoso, sentía que la katana le hablaba, que demandaba fuerza, energía vital, voluntad, sangre. Su cabeza daba vueltas, un poder como no había experimentado, como ni había imaginado, un arma a su altura un arma que estaba alimentándose de su brazo… Prometio miró su brazo que daba la sensación de estar perdiendo volumen, notó que sangraba de la nariz y la sensación de poder se desvaneció como un sueño en la inconsciencia, lo ultimo que escucho fue una voz que le dijo, “Llévame a segar almas en tus aventuras y protegeré la tuya con todo mi ser...”. Prometio cayó al suelo sangrando por la nariz, su brazo dejó de perder volumen al soltar el arma. Fui hacia donde él estaba, tomé la espada con sumo cuidado y reverencia y calmándola dejándola alimentarse de mi energía, la enfunde de nuevo y dije, “Sowon, creo que este hombre necesita unos apósitos fríos y un caldo caliente”

Tras un arduo trabajo en la forja no había nada como apreciar el primer corte de una espada bien hecha. Sentía que ambos habían roto sus límites, creando una verdadera pieza maestra, sin embargo tal y como sus creadores era un arma impaciente. No solo eso, parecía voraz atacando la voluntad de sus portadores, incluso enfundada seguía hambrienta. Tras ver a Prometio caer, rodeó su mano con una tela negra y cuidadosamente tomó el arma enfundada, notando su voz resonar en su mente.

—Señor Vanko, lleve a nuestro invitado dentro, me ocuparé de tratarle. Señor Sora, le recomiendo entrar antes de que la oscuridas nuble su juicio, aún no se ha recuperado correctamente y por muy extraña sea su raza no quisiera tener que llamar nuevamente al médico.—

La mujer se adentró a la cabaña, cuando Vanko finalmente ingresó con Prometio esta se dedicó a cubrirlo con paños fríos en su frente, mientras había colocado delicadamente el arma en la mesa. No había presenciado nunca una actitud semejante en sus creaciones y le recordaba al arma que merodeaba en sus sueños aunque esta en particular parecía menos hambrienta o sádica en sus demandas.

—Estará bien, solo está inconsciente pero no hay ningún daño grave. Parece que se alimenta en cierto modo de la voluntad de quien la pueda empuñar. No sé si es por mero deseo o una forma de encontrar al indicado. En todo caso, supongo que Prometio logrará controlarla... de todas mis creaciones nunca había visto algo semejante.—

La mujer limpió el rostro del joven antes de levantarse y recorrer con sus ojos grises la espada. La tomó con su mano vendada y la observó a la luz de las antorchas completamente desenfundada, pudo sentir su voz leve pero consciente de que provenía de ella. Sonrió guardando nuevamente la espada en la vaina y observando las telas de sus manos levemente magulladas.

—No era su voz... pero se siente familiar...—

Susurró para sentarse cerca de Prometio y acariciar su rostro, estaba estable y despertaría pronto, solo era un susto. Sonrió al gigante tras comprobar que no habían matado a su primer cliente y lo más importante.

—Tendremos una buena paga...—

Había sido un día largo y procedió a retirarse a su habitación con su jarra de agua de la cual tomó un poco antes de dormir, la oscuridad rodeó la cabaña y tras un sueño reparador despertó al sentir movimientos con la luz del día. Era momento de comprobar como seguía Prrometio y si ya podían presentarle el arma como era debido.

Estaba durmiendo tranquilamente, no recuerdo si quiera con lo que estaba soñando, pero estaba perdido en mi inconsciente. Todo iba bien hasta que escuché el grito del peliazul, como si de una máquina se tratara, él se levantó directo a entrenar. "¿por qué no se toma un descanso?" pensé. Al final del día sus heridas se podrían abrir con cualquier movimiento brusco. Me asomé por la ventana, había amanecido.

-Está bien, le echaré un ojo -le respondí a Vanko mientras salía aún bostezando.

En la entrada de la casa me esperaban las bestias, Kirara levantó la oreja y se acercó a lamerme ligeramente las manos en señal de saludo. Ellos no se habían dado cuenta de todo el agetreo de la noche anterior, habían conseguido dormir plácidamente. Desperté a Arrhenius y, el grifo se apartó un poco, seguía sin confiar mucho en mí. Hice los estiramientos necesarios acompañado de la tigresa y el mono araña para después seguir con una rutina de ejercicios básicos: lagartijas, sentadillas, había que mantener el cuerpo en forma.

Tras un rato Vanko salió de su casa con una espada en sus manos. Era aquella, esa era mi espada. Seguí las indicaciones del herrero, en cuánto tomé el mango pude sentir el inmenso poder que cargaba en mis manos, una energía ignea que se desbordaba aunque ni siquiera la hubiese desenfundado. Esa espada era el siguiente escalón en el camino a cumplir mis objetivos. Con una inmensa emoción desenfundé mi nueva espada y lancé un corte que a mí mismo me dejó boquiabierto. Un mar de llamas recorrió el tajo simple que había realizado, una explosión lumínica incendió los árboles cercanos al que había apuntado. Sonreí.  Estaba por gritar de la emoción cuando sentí algo raro, primero en mi brazo que se sentía como si hubiese levantado diez elefantes sin cesar, comenzó a doler; acto seguido todo mi cuerpo comenzó a sentirse agotado, noté un hilo de sangre en mi nariz y mi cabeza comenzó a dar vueltas, ¿no podía manejar mi nueva arma? Antes de perder por completo el conocimiento alcancé a escuhar los susurros de una voz femenina, ¿era Sowon?

Un río de magma corría al lado mío mientras columnas enormes de fuego se alzaban hacia el cielo sin que pudiera ver el final, parecía que no había suelo, sólo un mar enorme de llamas. Asustado traté de huir de ese lugar, ¿era el infierno? Después de unos segundos me di cuenta de que no quemaba, ni siquiera se sentía un poco de calor de hecho se sentía completamente templado.

-Domina tu cuerpo y gobernarás sobre estas llamas -ahí estaba de nuevo esa voz- incineraré las almas que se atrevan a enfrentarte -¿era Sowon, alguien más?- llévame a tu lado y déjame probar más de esa incandescente aura tuya.

Desperté de golpe, estaba en la casa del herrero y la hermosa cazarrecompensas estaba al lado mío. No había sido ella, entonces... ¿era acaso mi espada nueva?

Prometio si que era un buen amigo, este se despertó y salió con Sora para supervisarlo en medio de su entrenamiento, era algo que al menos valía la pena, en su ultimo viaje había creado una amistad que no pensaba tener, pero claro, aquella chica que había encontrado en Baristan tampoco salia de su mente, ella también era una increíble persona, era de una tierra llamada Wano, pero eso daba igual, luego de que se separaran nunca se volvieron a ver, y eso si era algo triste de mencionar.

En medio de su entrenamiento, Sora vio como el gigante se acercaba a ellos con una espada, era evidente que no era suya, pues Sora utiliza estoques y esta no tenia forma de estoque, ademas Sora estaba allí para que trabajasen en un martillo, pues su estoque, aunque estaba algo viejo, no estaba todavía en mal estado. Lo que le recordaba que tenia que comunicarse con ambos herreros para explicarle lo que quiere y como lo querría. Sora pudo ver como Prometio tomó su espada con emoción, pues ¿Quien no lo haría?.

— Es una her..mo..sa es..pa..da Prome — Comentó Sora al ver como este desenvolvía su espada para empuñarla. El joven miró al gigante quien le había llamado ¨El fuego de la condenación a la espada, lo que lo hizo dudar, retrocedió unos pasos mientras el gigante se mantenía sentado en el césped. — No se que pen..sar so..bre ese a..po..do — Susurró Sora mientras observaba como Prome se preparaba para probar su recién forjada espada. El solo hecho de desenvainar su espada hizo que se creara un oleaje de fuego, esto sin duda alguna sorprendió muchísimo a Sora quien se quedó observando cual seria el siguiente paso de su compañero prehistórico. Tras esto Prome lanzó una onda flamígera que no solamente impactó un árbol, sino que cortó el de atrás y quemó algunos que se encontraban al rededor del impacto.

— Oh Di..os eso fue incre… Pro..me ¿Que te pa..sa? — De momento Prome cayó al suelo sangrando por la nariz, Sora se preocupo de inmediato, pero al parecer el gigante y su acompañante estaban esperando que esto pasara, pues sus movimientos parecían ser de alguien que se encontraban preparados para una situación como esta. Mientras la dama le daba indicaciones de llevar a Prome dentro, Sora se acercó a ella para comentarle que le gustaría que comiencen la forja de su arma si no fuera un problema. Aunque en este sumo momento no se podría por la situación del joven pirata, sin embargo le encantaría que se comunicasen con el luego de darle los tratos necesarios.

Había amanecido hacia unas horas y la tetera chillaba al fuego. Preparé algo de te y unos trozos de carne de cabra ahumada lo puse en un plato y me acerqué a Prometio que comenzaba a despertar tras su incidente con la espada.

“Buenos días”, le salude, “Parece que tuviste problemas ayer con mi hija”, dije mientras miraba la katana apoyando el cuenco de te y el plato a su lado. “Creo que debería haberte preguntado por tus habilidades antes, supuse que estando en Paraiso dominarías algo de haki”, comencé, “En resumen, tampoco es el fin del mundo, tu nueva compañera te ayudará a dar lo mejor de ti si como parece tienes madera para ello. Eso o devorará tu alma.”, sentencié riendo estruendosamente.

“Esta es un arma magnifica, la mejor que he forjado hasta la fecha, pero tiene un hambre voraz que debes satisfacer. Gracias a ello te resultará muy sencillo imbuirle de haki de armamento sin tener que focalizarte tanto en su flujo y podrás disfrutar mas y de forma mas eficiente de la pelea. En cuanto acabes de desayunar saldremos delante para entrenar e intentaré ayudarte a progresar. Empezaremos poco a poco e iremos subiendo hasta que tu haki te haga tan duro como las rocas de esta montaña, después volverás a probar la katana, si no te desmayas, continuarás entrenando con ella hasta que alimentarla mientras combates se convierta para ti en algo tan normal como el respirar para no perder aliento. Debes entender que algunos dirán que tu espada está maldita solo porque aquellos de voluntad débil morirían tratando de blandirla, yo te digo que he tenido éxito en crear una grandiosa arma de muerte y que como tal su sed se segar vidas está a la altura de mis expectativas y de las de Sowon”, explique con un tono serio y calmado.

“En fin, desayuna, prepárate y avísame cuando estés listo para entrenar, comenzaremos con unas series de puñetazos para probar sus límites y acabaremos cuando estemos cubiertos de moratones y heridas.”, concluí.

Por otro lado, Señor peliazul, dado que supongo que ya ha devuelto el arma que robó, no tengo ningún problema en que comience a darnos las indicaciones sobre que busca en su arma a mi y a mi compañera Sowon mientras desayuna y cuida de sus heridas, así podremos ponernos a trabajar en la forja con ella a la mayor brevedad posible”, dije mirando al pirata vendado.

Mientras Vanko explicaba sobre la peculiar arma a su futuro portador, Sowon tomó vendas y agujas para realizar el lavado de la herida tal y como el doctor había señalado de hacer una vez por día. Si bien tuvo que remover lentamente bastante piel y tejido muerto, además de sangre seca producto de la resistencia del peliazul en tomar un reposo. La herida parecía un poco mejor, si a ese pedazo de carne expuesta y marchita se le podía llamar mejoría al menos no era un agujero. Tomó las cremas que el doctor había dejado para acto seguido aplicarlas y luego vendar la zona con nuevos y radiantes vendajes, aplicando una costura para asegurar que se mantuviese en su sitio pese a las locuras del peliazul.

—Todo en orden, espero que no fuerce demasiado la zona, no le mentiré sigue siendo un desastre y tiene suerte de no haber causado alguna infección tras tanto jaleo. Aún así, está sanando a buen ritmo y mientras no exponga la zona a otro golpe estaremos bien.—

Indicó la herrera, prestando atención a lo que Vanko mencionaba como haki, una palabra con la que solo estaba familiarizada por libros y leyendas. Ya preguntaría a solas sobre tal poder, le interesaba el obtenerlo ya que suponía que la espada de sus sueños sería de la misma calaña o incluso más agresiva dado su voz y sus órdenes. Una espada claramente diseñada para sus pesadillas, cuya imágen era cada vez más clara y cercana.

—Como dijo mi compañero puede darme las indicaciones y lo que desea sobre su arma. Pese a estar más familiarizada con hacer espadas mi arte no solo se limita a eso y siento que con la ayuda de Vanko seremos capaces de afrontar cualquier construcción. Como paso inicial me gustaría que me acompañe a elegir un material desde el cual nacerá su arma, simplemente elija el que sienta como indicado.—

La mujer guió al joven hasta la forja donde aún había varias menas de minerales para trabajar. Vigilaría que el mismo eligiera en base a su criterio antes de poder comenzar con el diseño y tomar la tarea indicada para sus capacidades. Bebió un poco de agua antes de preparar el lienzo y las herramientas necesarias, conocía que aquella parte del trabajo era la que más energía solía demandarle a cualquier herrero.

El olor de la carne hizo que retomara mis cinco sentidos... ¿ayer? ¿Había dormido un día entero? Las palabras del enorme herrero comenzaron a inundar mi mente y poco a poco, a revolverla. ¿Haki? Haki, estaba seguro de que lo había escuchado alguna vez, pero no lograba recordarlo en aquel momento, ¿era una técnica de espada? No, por la manera en la que hablaba Vanko no parecía ser una técnica como tal, lo que era cierto es que tenía que aprenderlo para poder utilizar de manera adecuada la espada que recién había forjado para mí y no volver a caer desmayado en el intento. Bueno, ya en un rato me preocuparía por el dichoso Haki, por lo mientras tocaba disfrutar el desayuno que el buen herrero había preparado.

-¿Mis animales siguen afuera? -pregunté mientras le daba un bocado a la carne ahumada- No puedo creer que haya dormido un día entero -el sabor de la carne era muy buena- ¿al menos me he visto genial blandiendo su creación, Sowon -cuando entraba en confianza comenzaba a hablar como un perico- muchas gracias por el desayuno y por la espada también, es toda una obra de arte.

Al final, con todo y su paranoia sin razón aparente, Vanko había resultado ser una buena persona; cada quién tenía su propia manera de vivir y eso era muy respetable. Incluso se había ofrecido a entrenar conmigo para que dominara el Haki necesario para utilizar mi nueva espada. Más allá de eso, había logrado percatarme, mientras forjaba el arma, que el herrero mostraba una gran maestría al utilizar las llamas; no se me ocurría un mejor compañero de entrenamiento mejor que él. Terminé mi platillo y le volví a mostrar mi agradecimiento al gigante.

-Bien, después de esa comida estoy como nuevo. Hagámoslo.

Salí primero de la casa dirigiéndole un guiño de ojo a la hermosa caza recompensas y acaricié a mis preciadas bestias, me sorprendió que el grifo aún estuviera ahí. Al parecer había entablado una amistad con Kirara y Arrhenius, aunque seguía viéndome con recelo.

-Vanko a todo esto, ¿qué carajos es el Haki? Me suena de algún lugar, pero no te voy a mentir, no recuerdo para nada su concepto -dije llevándome la mano a la cabeza- Bueno, antes de empezar, creo que no nos vendría mal un poco de aire fresco -añadí simulando con los dedos sostener un cigarro- es más que ideal para calentar los motores -concluí mientras estiraba mis brazos.

Sowon había comenzado a explicarle a Sora que necesitaba elegir una mina de las que ellos poseían para iniciar con la forja de su arma, claro, era de suma importancia que la haya elegido el mismo. Tras unos segundos Sora no dudo en tomar una mena que se encontraba justo en el medio de las demás, al parecer esta mena no tenia nada en especial, al menos no a la vista de los demás, pero por alguna extraña razón, cuando Sora acercó su mano a esta sintió una profunda atracción emocional hacia esta, como si le recordara su infancia, su familia, su hogar, pero también sintió como si aquel mineral le quisiera mostrar que debiera sentir rencor por las personas que lo hirieron.

Sora tomó uno de sus cuadernos que se encontraban en su bolso. Con la otra mano señaló el mineral para que Sowon lo tomara, para posteriormente comenzar a escribir. ** Este es el mineral que quiero, pueden usar este sin duda, sentí que seria la mejor opción para convertirse en mi martillo, en cuanto a este, lo que quiero es un [Insertar Link] martillo que se adapte a mis transformaciones, aveces soy lento y pequeño, aveces rápido y gigante, aveces pequeño y rápido, y aveces gigante y muy lento, me gustaría que pudiera adaptarse a esos cambios constantes** Sora terminó de escribir y entregó a la hermosa chica su cuaderno para que esta pudiera leer con mas facilidad, no quería tener que abrumarla con tantas palabras y en su voz menos, ya que seria demasiado lento de explicar.

Sora esperaba que la señorita Sowon comprendiera lo que este buscaba, un arma que pudiese adaptarse al cambio de su cuerpo gracias a su fruta, pero claro, puede que esas descripciones sean de un soñador y no de un peleador. — Un  ar..ma  que  pu..e..da  com..pren..der  lo  que  soy — Añadió cuando la chica hubiese terminado de leer lo que había escrito.

Sora había dejado los detalles a la chica, no le importaba realmente demasiado la apariencia, procedió alejarse para ver como se encontraba la pequeña Gyojin quien se encontraba disfrutando de su agua, se sentía feliz, se podía notar en su mirada. Los tentáculos de su cabeza se movían felizmente lo que le daba una apariencia de una gorgona acuática pero demasiado tierna. Sora esperaba que asi como su querida compañera se siente mejor, que tambien su gran amigo Prome se sienta igual, pues esa espada al parecer estaba maldita. Cosa que debia consultarle al gigante cuando comience a forjar su arma.

Salí con prometio a la calle y nos alejamos lo suficiente como para no distraer a Sowon en la forja ni perturbar el descanso de Sora. Estábamos en un prado cualquiera ocultos de las miradas curiosas por el bosque. Mientras íbamos le dije, “Espero que entiendas que no soy un maestro en este tipo de energía, su nombre es algo que encontré de refilón en algunos tomos que he estudiado pero no conozco nada allá de ello mas allá de la forma en que yo aprendí a usarlo”, comenté, “Así que vamos a simular lo que creo será mas parecido para ti a lo que yo experimenté. Quiero que llames a tus animales, al menos a aquellos que sabes que harían lo que fuera por ti. Quiero que les digas que busquen resguardo a tu espalda y que ni ataquen ni defiendan. Tu vas a tenerme con tus puños y con tu cuerpo y vas a hacerme frente, ambos sin armas. Y yo voy a intentar matarlos, la voluntad, el haki es aquello en nuestro interior que nos hace sacar fuerza de flaqueza. Que nos permite someter a los débiles y en ultima instancia protegerlos. Si en algún momento decides que quieres buscar tu propio camino lo entenderé y pararé, solo tienes que gritar la palabra “Aguacate”, odio los aguacates no será un camino fácil, pero te garantizo que una vez seas capaz de mejorar sentirás que nada ni nadie puede volver a hacerte frente.”

Nos situamos en el prado y mientras esperaba a que llamara a sus animales me desvestí y me quedé en paños menores, no quería que mi ropa de artesano se rompiera si este pequeño aprendía a manejar el haki como era debido. Prendí un cigarro y comencé con unos estiramientos previos al combate.

“Ni que decir de que todo lo que vas a ver hoy queda entre tu, estos prados y yo, o me harás tener que buscarte y matarte”, concluí mientras me reía de manera estruendosa.

“Respecto a lo de intentar matar a tus animales, espero que entiendas que si paras o bloqueas los ataques que van contra ellos no pienso contenerme y que toda esa letalidad deberás gestionarla. Por mi parte prefiero que comencemos con algo de combate relajado para tentarnos nuestras habilidades, pero dado que tu fruta sirve para combatir físicamente siéntete libre de transformarte cuando desees. Si hoy eres capaz de herirme sin usar nada mas que tu cuerpo garras y dientes, podremos decir que has avanzado un paso de gigante en tu entrenamiento.”, concluyeron las palabras, me preparé para una pelea que hacía mucho que no tenía y me puse en guardia a unos 10 metros de Prometio esperando que él diera el primer paso hostil para desencadenar una oleada de golpes, patadas puñetazos que les sirvieran de calentamiento. No tenía una intención directa de matar al muchacho, mucho menos antes de cobrar su arma, pero si este no luchaba por su vida sintiendo que la arriesgaba dudaba mucho que realmente aprendiese a controlarlo. Recordaba cómo me había sentido yo en la mina, sabiendo que podría sobrevivir a costa de abandonar a mis compañeros la primera vez que conseguí dominarlo. Cómo la voluntad de hacer frente a una fuerza de la naturaleza me había hecho ir mas lejos que nunca. Hoy debía ser la fuerza de la naturaleza a la que se iba a enfrentar Prometio, una fuerza de la naturaleza que no es buena ni mala, solo es, como un desprendimiento que trata de matarte o una tormenta que te hiela los huesos y creo que podía serlo para él.

La mujer esperó pacientemente mientras tomaba un trago de agua preparada para un día largo y tendido en la forja, había quedado a cargo de que nada ocurriese mientras Vanko llevaba al cliente a entrenar para poder cobrar la espada luego. No tardó mucho en leer la nota y asentir ante los deseos de Sora, de hecho un arma así debería trabajarse despacio para captar todas las cualidades requeridas. Pensaba pulir el metal, comenzar a forjar las primeras formas y luego dejarle la tarea de armado, montaje y templado al gigante que parecía mucho más familiarizado con la forja de armas pesadas y toscas como lo eran las mazas, hachas o martillos. Sowon no era ajena a estas armas, pero no eran su terreno habitual y pensaba en que tanto ella como sus clientes deseaban la mejor calidad que pudieran ofrecerles, si Vanko podía darle ese plus a un arma la mujer no tenía intenciones de estropear una idea así. Después de todos ambos congeniaban bien en la forja, eran dos buenos artesanos y compartían una visión de las cosas bastante similar, con ciertos matices pero que se mezclaban tan bien como el fuego y el metal.

—Iniciaré el proceso de forjado, como tiene sus vendas en orden y la pequeña está en buenas condiciones les sugiero que salgan fuera porque el calor de la forja puede ser dañino para los que no acostumbran a trabajar. Una herida como la suya puede arder y ya vimos como la niña sufre con las altas temperaturas.—

La mujer siguió a lo suyo tras aquellas palabras, primero puliendo la mena y comenzando a extraer el mineral bruto con las herramientas. Una vez fue extrayendo el mineral, lo limpiaba de impurezas y lo iba colocando al calor del fuego para fundirlo todo en un bloque sólido con el cual comenzar a trabajar. Era el proceso que mayor destreza e ingenio requería para no causar daños en el mineral que a futuro pudiesen destrozar el arma, había visto el estado de las armas que habían llevado y era consciente de que el tratamiento tanto de fundición como de templado debería ser riguroso si no deseaba que el arma se rompiera en mil pedazos.

La mujer era una artista con el metal, cada paso parecía naturalizarse con el tiempo, si bien ella no lo notaba cada arma que forjaba o colaboraba en crear le añadían delicadeza, firmeza y entendimiento a su propio trabajo. Sin darse cuenta tardaba menos entre arma y arma, sus golpes eran más precisos y eficaces sin desgastar tanta energía ni sudar tanto como antes. Sus días con Vanko le habían forjado no solo como herrera si no como trabajadora, sumida en su trabajo siguió construyendo aquel bloque de metal con el cual iniciar el moldeado.

Tras tomar un pequeño descanso observó la nota y la llevó hasta un boceto dibujado anteriormente de una pieza de similares caracteristicas. Modificando sutilmente el diseño y añadiendo algunos detalles que todavía no estaban definidos, el metal pronto estaría listo para estirarse y comenzar a dar nacimiento a una nueva arma quizás mucho más sedienta que la anterior. Después de todo, entre más grande mayor era el apetito o eso empezaba a comprender la cazadora en aquel lugar.

¿Un poder que aflora cuando está en riesgo tu vida o la de los seres queridos? Aquello sonaba, no podía estar equivocado, eso podría explicar aquel flujo de energía tan extraño que había utilizado en contra del desollador; ese fatídico día me encontraba ante un enemigo que era muchísimo más fuerte que yo y, al verme completamente acorralado frente a sus cuchillas, había conseguido repelerlo con un poder que nunca había sentido. Lo que decía el gigante hacía mucho sentido, yo había logrado utilizar ese flujo tan extraño en un punto de vida o muerte, probablemente habría que replicarlo.

-Vanko, tienes todo mi permiso para tratar de matarme a mí, pero me gustaría que mis bestias quedaran fuera de esto -prendí un cigarro para calentar motores- no me gustaría exponerlas a un peligro que, al menos para ellas, no tiene ningún sentido -inhalé el humo, lo saboreé y exhalé una columna enorme- no te preocupes, no saldrá nada de mi boca,no quisiera tener como enemigo al habilidoso herrero que forjó mi arma.

Comencé a caminar por las praderas dónde se llevaría a cabo nuestro amistoso combate, pelear con las manos vacías no era mucho mi estilo, así que comencé a buscar entre los árboles alguna rama que pudiese usar como arma. Finalmente encontré una de tamaño perfecto para simular mi arma, la tomé y comencé a agitarla de lado a lado, con eso podría utilizarla y emplearme a fondo. El herrero gigante parecía un oponente formidable y sonaba muy seguro de sí mismo, no me lo tomaría a la ligera; tendría que empezar el combate dándolo todo.

-Bueno, ya que estás al tanto del poder de mi fruta -dije mientras mi cuerpo cambiaba lentamente a mi forma híbrida, desde las escamas hasta las garras- aflojemos un poco el esqueleto -mi cola brotó y mis ojos se afilaron- pongámonos en marcha.

Estiré mis brazos, puse la rama que simulaba ser mi espada frente a mí y me puse en posición para combatir.

No tuve tiempo para la contemplación, la postura decidida del hibrido no dejaba lugar a dudas: era hora de la acción. Con la firme determinación de un guerrero decidido, no me contuve más. Haciendo uso de mi agilidad y mi enorme talla cargué sin temor ni duda en la mirada hacia el imponente lagarto, activando mis dos hakis mientras me desplazaba, en previsión de lo que vendría.

Mientras me lanzaba a la ofensiva, estaba consciente de que debía enfrentar a un oponente formidable. Prometio no iba a ser un adversario fácil, y sabía que tenía que desatar mi mejor técnica callejera si quería superar su habilidad. Golpe tras golpe, liberé una lluvia de ataques con una clara intención de ser letales, aunque teniendo claro que mi intención no era rematar al muchacho, si no hacerle sacar lo que sabía tenia dentro. Cada uno de mis embates tenía una contundencia letal, y mientras bloqueaba y esquivaba notaba que el muchacho por mucho que se esforzaba estaba llegando al límite de sus capacidades. Mi mente se mantuvo enfocada en la pelea mientras calculaba cada movimiento. Tenía la intención de llevarle al límite de su cuerpo tras recurrir a los poderes de su Akuma no mi, ahí al borde del abismo es donde debería decidir si cruzaba el umbral hacia un poder superior o si se hundía para siempre. Me preguntaba si en algún momento sería capaz de superar mis defensas con su forma híbrida, si descubriría que no había carne para morder ni piel que rasgar en mi. La lucha se tornó frenética y descarnada. La paliza se desató en todo su esplendor con una ferocidad digna de dos guerreros dispuestos a darlo todo. El muchacho hacía un esfuerzo sobrehumano por frenar y desviar mis ataques, pero no todos podían ser evitados. Cada tres o cuatro golpes, uno encontraba su objetivo, dejándolo sin aire y aturdido. Las zonas más vulnerables, como su torso y abdomen, se convirtieron en mis principales objetivos. Durante casi diez minutos intensos, ambos nos mantuvimos enfrascados en una batalla sin cuartel.

Finalmente, logré colocar un gancho a su mandíbula, desestabilizándolo lo suficiente para asestarle un directo al pecho con todas mis fuerzas. El impacto fue tan poderoso que lo hizo caer a varios metros de distancia, luchando por respirar con dificultad. Era un golpe contundente, pero sabía que esto estaba lejos de terminar. Parecía que seguía sin creer que se jugaba la vida.

“Esto no está resultando como esperaba”, reflexioné en mi mente.

Con un grito desafiante, hice eco en el aire. “¡Lagartija!”, llamé con determinación, con una amenaza implícita en mi voz. “He decidido que, ya que no estás siendo un desafío a la altura, voy a hacerme un estofado con tu mono deforme y una manta nueva con tu gato”. Mi tono estaba lleno de determinación y desafío. “Si esto es todo lo que puedes hacer incluso con tu fruta, será mejor que os sacrifique rápidamente y os evite sufrimiento a todos. Al fin y al cabo, ¿Cómo podrías sobrevivir en el Grand Line? Si ni siquiera puedes vencer a un modesto herrero.”

La tensión en el aire era palpable mientras me dirigía caminando tranquilamente hacia sus animales con clara intención de cumplir mi amenaza. Ambos sabíamos que la pelea estaba lejos de haber terminado, y estábamos dispuestos a continuar luchando hasta el último aliento.

Por mi parte solo necesitaba que el crio reaccionase y dejase salir lo que dormía en su interior.

El proceso seguía su curso tal y como era habitual, primero estiraba el metal, lo doblaba sobre sí mismo, lo unía a martillazos y lo volvía a estirar asegurando con dicha técnica una mayor durabilidad de todo el arma además de un patrón en el mismo que fuese bonito a simple vista. Claro que era un camino lento el tener que hacerlo sin muchas herramientas modernas, requería una buena cantidad de destreza e ingenio para no causar una fractura asegurando que las uniones no se desarmasen tras algunos golpes.

Para su fortuna, no le fue complicado llegar a las cuarenta capas del damasco, número más que respetable para asegurarse que el mismo no se destruyera por un mero impacto y dado a que una maza no era un arma plana que podía conllevar un desgaste adicional al metal tras estirarlo no hacían falta más capas. Comenzó entonces un proceso más artesanal, donde comenzaría a moldear aquel cuadrado de metal brillante, caliente y anaranjado en la cabeza del arma.

Los golpes del martillo contra el metal, las chispas y los sonidos chirriantes del yunque inundaron la forja mientras el metal comenzaba a impregnarse con los deseos de la herrera. Una relación íntima pero fiel, donde el alma de la mujer comenzaba a dar forma a una creación superior. Era el primer proyecto a gran escala para un cliente, pese a llevar ya un buen rato trabajando su cuerpo se negaba a ceder al menos hasta que el metal estuviese listo para ser acoplado a una empuñadura.

Prefirió incluir una espiga que en lugar de incrustarse pudiese ser atornillada a la empuñadura que Vanko se encargaría de fabricar dado su destreza con la madera. Forjó con el metal sobrante los clavos, agujereó la espiga al rojo vivo y antes de templar la cabeza del arma brindó al metal hirviendo algo de su sangre que se mezcló con el aceite en el bautismo de fuego.

Una llamarada salió desde el barril al levantarse el arma, que la herrera extinguió sin sobresaltos y con las gotas de sudor recorriendo su rostro contempló finalmente la cabeza del arma. Era una pieza de increíble trabajo artesanal, los patrones imitando la simbología de runas y grabados antiguos atestiguaban un trabajo sobre el metal sin precedentes en la labor individual de la mujer. La dureza del metal era otro rasgo palpable, Sowon probó el picó contra una madera y luego la parte plana del martillo sonriendo ante la ausencia de daños estructurales.

Dejó reposar el arma sobre el yunque mientras la cubría con una tela negra y tomaba un merecido trago de agua sentada frente a su más reciente creación. Sería mejor traer a Vanko para finalizar el ensamblado y que pusiera parte de su alma, otorgando así una personalidad completa a un arma que estaba segura podría entender los deseos de su portador gracias a su palpable sed e impaciencia por consumir la voluntad de otros. De hecho, estaba convencida que su cansancio se debía en mayor parte a tratar de probar la resistencia del mismo. Debería comprender eso del Haki cuanto antes.

Salió de la forja y observó a su alrededor, el herrero y Prometio todavía no regresaban. Ya no tenía más que hacer o forjar, decidiendo ir a buscarles y de paso descubrir algo sobre ese poder que las armas habían comenzado a reclamar como prueba de dignidad.

—Iré a buscar al señor Vanko para finalizar el ensamblado del arma, es quien se encarga de las empuñaduras en mayor medida y darle los últimos detalles al arma.—

Explicó mientras abandonaba el refugio, llevando una calabaza con agua por si los hombres se habían adentrado demasiado en los paisajes boscosos. Para su fortuna, no fue complicado escuchar los golpes a la distancia y la voz de Vanko gritando con cierta frustración. Se asomó desde la espesura para contemplar como el gigante semidesnudo se acercaba a los animales con cara de pocos amigos y al dinosaurio con una rama entre sus garras o patas lo que fuesen ahora.

—Vaya... las fantasías de los hombres siempre son tan grotescas y extrañas... pueden ignorarme señores. Solo venía a conocer más sobre esa fuerza de la que hablaban, aunque no me esperaba algo como esto.—

Comentó la herrera manteniendo un rostro sereno aunque con un claro tono jocoso. Se sentó a la sombra de un árbol aguardando a que terminasen para llevar a cabo el nacimiento total del arma de Sora. Quizás al ver en acción ese tal Haki en carne propia, pudiese descubrir como despertarlo y emplearlo más temprano que tarde dentro de alguna de sus armas. Ya fueran presentes o futuras, la imagen de la espada de sus sueños cada vez se sentía más real y ansiosa.

Vaya, claro que cuando empecé la pelea con Vanko no esperaba que fuese fácil, ni nada por el estilo, pero... Bueno, la pelea empezó y me lancé ágilmente esquivando un par de golpes del herrero, estaba decidido a impactarle un golpe, estaba seguro que al menos uno podría encajarle, estaba bastante confiado de mi velocidad y agilidad, pero la realidad es que muy pronto me ví desbordado por los golpes del semigigante.

El herrero mostraba una habilidad singular al momento de golpear, sus puños salían disparados como una marea incesante de ataques que, no voy mentir, demostraban una majestuosidad en el combate digna de todo un maestro de su arte marcial. Rápidamente dejé de tomar la ofensiva y me concentré en tratar de bloquear la ola de puñetazos que buscaban impactarme, bloqueaba uno, dos, el tercero con la espada de madera, hasta que el cuarto o quinto lograba dar de lleno en su objetivo.

Tras unos minutos en ese rol, la balanza comenzó a decantarse fuertemente en su favor; las decenas de golpes que ya había logrado encajarme comenzaban a mermar mi juicio, sumergido en la desesperación de conectar por lo menos un ataque, olvidé la defensa por un instante tratando atacar y, finalmente pasó, un puñetazo seco y potente impactó de lleno en mi quijada. No me dió tiempo siquiera de recuperarme del primer golpe y, mientras me tambaleaba, otro potente ataque conectó en mi pecho. Me costaba respirar, comencé a ver borroso y retrocedí un poco, la cabeza me daba vueltas.

Me encontraba enojado, frustrado, ¿de nuevo sería inútil ante una fuerza superior a la mía? Detestaba sentirme abrumado por alguien más fuerte que yo, no había comenzado mi viaje para eso, no estaba progresando como quería. Primero el teniente, luego el maldito desollador y ahora Vanko, ¿con qué cara miraría de nuevo a Alice si no había mejorado? ¿Cómo regresaría a casa sin la fuerza suficiente para derrotarle? Vanko comenzó a hablar, pero yo sólo lo escuchaba como ruido blanco, empecé a golpear la tierra, lleno de enojo y frustración. Levanté la cabeza, aunque sabía que todo era "amistoso", me costaba no guardarle aunque sea un poco de coraje a alguien que me estaba dando una paliza, ¿y si? Claro, aún no había utilizado la dilatación temporal ni la otra forma, si existía una oportunidad era utilizando esa combinación.

El escalofrío distintivo de la transformación recorrió mi cuerpo, mis torso se aligeró y parte de la masa muscular se fue a mis piernas. Tensé mis piernas y aceleré a toda velocidad, lleno de ira, para tomar por sorpresa a mi enemigo, el viento sopló y dejó una imagen mía; en un pestañeo llegué a la posición del herrero y lancé una patada con la misma velocidad a la que me había impulsado, suficiente para que no la esquivara. La patada, aunque había tomado por sorpresa al herrero, se hundió en su cuerpo, en una textura entre viscosa y espesa, como si de miel se tratara... ¡claro un usuario de una logia! "Más, aún puedo más, necesito más, así no le vas a ganar a nadie, un poco más" mientras estos pensamientos invadían mi mente, sentí el brotar de la misma energía que en la pelea contra el desollador. Grité hasta raspar mi garganta y, con la pierna sumergida en el cuerpo raro de Vanko, lancé un ataque con la espada de madera... ¡Boink! El palo había impactado en su hombro, se había sentido distinto, ¿habría logrado golpearlo, conseguí usar Haki?