Conociendo al horror 2 (social, Vanko, Sowon, Sora, Prometio)

El sol calentaba el prado donde habíamos combatido, y mi risa resonaba en el aire, sincronizada con las tímidas risas de Prometio. Después de haberme alcanzado con una patada increíblemente rápida, no pude evitar expresar mi asombro y alegría.

"¡Ahí lo tienes!", exclamé entre risas mientras liberaba su pierna. "¡Eso sí que ha sido una patada rápida! Ahora, quiero que pienses en lo que has sentido cuando te has visto atrapado, esa sensación de indefensión, el miedo que te invade ante una fuerza inconmensurable que está a punto de acabar contigo. Eso es lo que debes buscar, esa fuerza que surge de la debilidad. Entonces, tomas toda esa voluntad de sobrevivir, ese deseo ardiente de superarte, y lo haces realidad para lograr lo imposible. Tu pierna ha dado un golpe más efectivo que tu espada, pero no estaba lista para materializar lo imposible. Sin embargo, en tu desesperación, lo has descubierto. Y casi ni he tenido que amenazar a nadie con la muerte", terminé entre risas, disfrutando del momento de euforia.

Encendí un cigarro y tomé un sorbo de agua fresca del cubo cercano. Luego, me senté en el césped del prado, mirando al joven y al resto del grupo. No pude evitar que pensamientos más sombríos se infiltraran en mi mente, recordando la noche en que perdí a mi madre, deseando que hubiera estado en esa forma física en ese momento para poder protegerla. Pero no podía permitir que la melancolía me dominara. Ofrecí un cigarro a los presentes, una pequeña indulgencia tras el arduo entrenamiento mientras recuperábamos la compostura.

"Vamos a seguir repitiendo esta rutina con algunas variaciones en los próximos días, quizás incluso semanas, para que puedas afianzar la mecánica de utilizar tu nueva habilidad", continué. "Además, ahora que has visto de lo que soy capaz, podemos intensificar la letalidad de los entrenamientos. Eso te ayudará a mejorar más rápidamente. Por ahora, relájate, bebe agua, respira y cuida esas magulladuras".

Después de una breve pausa, comencé, "Cambiando de tema, Sowon, llevo varios días pensando en crear un sello de calidad para nuestras creaciones, algo que las distinga de la morralla que se encuentra en los diversos mares. Sería como un gremio multioficios. Creo que podríamos beneficiarnos mutuamente, y tal vez haya más artesanos de valía dispuestos a unirse a nuestra causa. Después de todo, necesitaríamos un médico más capaz que el Doctor Cali y otros oficiales expertos en sus respectivos campos. Estoy seguro de que podríamos llevar nuestra marca a todo el Paraíso si nos esforzamos. ¿Qué te parece, muchacha? He pensado que podríamos llamarlo 'Sowanko' ", sugerí, esperando su respuesta mientras la brisa suave acariciaba mi cuerpo perlado de sudor.

Contempló aquel despliegue de fuerza y voluntades, especialmente en lo segundo parecía recaer el uso de esa fuerza a la que llamaban haki. Si bien le quedaba un largo camino, entre esfuerzo, meditación y práctica el ver como funcionaba en acción había sido productivo para sus propios intereses. Se relajó ante la explicación del gigantesco herrero, al parecer para despertarlo debía entrarse en un estado indefenso y vulnerable donde todo se alinease en contra de tus intereses. Un escenario que alguien tan obsesionada con el control pocas veces se toparía de frente, aunque parte de su naturaleza era correr hacia el peligro y muchas veces excederse en su confianza. Todo parecía indicar que la mejor manera de obtener aquel poder era arriesgarse en un entrenamiento con Vanko próximamente.

Una vez todos reunidos, el hombre habló sobre una empresa, una especie de gremio que agrupase a otros artesanos como ella así como profesionales en diversos campos. Una oportunidad no solo de generar ganancias si no de reducir costos en ciertas tareas, tener a un encargado de hacer empuñaduras, otro encargado de los accidentes y uno que se centrase en aplicar prótesis para potenciar la productividad. Todo esto sin llegar al plano económico donde podrían cobrar por casi cualquier cosa existente. El nombre le agradaba, en especial por tener parte del suyo en el frente de la empresa y como ella lo veía era una inversión más que segura.

—Puede contar conmigo en la creación de dicho gremio, como prueba de lealtad me encargaré de buscar a alguien que ocupe ese puesto como médico pero a la vez esté desarrollando otros conocimientos. Creo que no será sencillo pero le aseguro que traeré a alguien excepcional a bordo. Hablando de negocios, debemos ultimar los detalles en el arma, su empuñadura y ensamblaje. Por mi parte utilizaré estas semanas de su entrenamiento para leer y forjar otras piezas. Ya llegaremos al punto en la que yo sea quien reciba los golpes, pero no será en esta ocasión.—

Comentó de manera serena, disfrutando del merecido tiempo de descanso, no tardaría mucho en sumergirse con los libros al volver al refugio. Estaba decidida a nutrir su mente y moldear su destreza cada vez a un plano de mayor maestría al pasar esas semanas. Después de todo, su impaciencia por alcanzar la cima se había desbordado ante su evidente y palpable progreso personal.

Tras el rato de descanso me puse en pie y me encaminé hacia el taller para terminar el mazo de Sora. La empuñadura del mazo de guerra en cedro rojo fue mi creación más ambiciosa. Como artesano, sabía que estaba a punto de tallar una gran obra de la carpintería, y cada golpe de mi martillo sobre las gubias era una declaración de mi pasión por mi oficio. La madera de cedro rojo descansaba sobre mi banco de trabajo, y con manos diestras y ojos centelleantes, comencé el proceso de talla. La empuñadura sería el corazón estético del mazo, y no escatimé en detalles. Las líneas suaves y curvas marcaban la madera, respetando la belleza natural del cedro. Mis dedos acariciaban la madera, como si quisieran escuchar sus secretos. Cada talla tenía un propósito, no solo funcional, sino también artístico. Las curvas se ajustaban a la mano, proporcionando un agarre seguro en medio del combate. Sabía que un arma como esta debía ser una extensión del guerrero que la empuñara.

La talla de la empuñadura avanzaba, revelando un patrón de hojas y ramas entrelazadas. Cada detalle estaba meticulosamente esculpido, como si hubiera extraído la esencia misma del cedro y la hubiera plasmado en mi obra. La madera se volvía cálida y suave al tacto, invitando a quien la sostuviera a sentir la fuerza de la naturaleza en sus manos. Pasé horas perfeccionando la talla de la empuñadura. A medida que avanzaba, notaba un cambio en la madera. El cedro rojo parecía cobrar vida, como si respirara a través de las vetas talladas. La empuñadura estaba tomando forma, y yo me sentía inspirado.

Pero no era solo la madera lo que requería mi atención. El mazo de guerra también debía contar con detalles en su parte metálica que realzaran su belleza y eficacia en la batalla. Tomé el acero con reverencia, consciente de que debía complementar la madera sin opacarla. Con habilidad y paciencia, comencé a forjar los detalles metálicos que adornarían el arma, detalles sobre la ya soberbia obra de arte que Sowon había preparado. Los detalles metálicos eran intrincados y refinados, como un art Nouveau que discurre en diferentes tonalidades por el metal. Creé una serie de hojas y ramas de acero, cada una con una función específica. Algunas servirían como protectores de los bordes del mazo, mientras que otras aportarían un contrapeso adecuado. Las hojas eran curvas y afiladas, recordando la elegancia de una daga bailando alrededor del cuello de su victima. Pero no eran solo decorativas; cada detalle tenía un propósito, y los ensamblé cuidadosamente para crear una obra maestra funcional que pudiera maravillarte incluso cuando fuera a acabar con tu vida.

Para finalizar grabé el nombre como había hecho en la katana, en la espiga, donde quedase a buen recaudo como un pacto de sangre, como un secreto entre sus padres y un hijo recién nacido. El nombre de este mazo "Cosmos" (宇宙). Cuando finalmente uní la empuñadura tallada en cedro rojo con las piezas metálicas, fue como si la naturaleza y la metalurgia se fusionaran en un solo ser chillando en vapor, como el llanto de un recién nacido. Contemplé mi creación con admiración y gratitud, sintiendo que de nuevo había logrado algo verdaderamente excepcional. Era un arma que trascendía lo común, una obra que desafiaba las expectativas y la realidad y que se erguía como un tributo a nuestra habilidad y visión como artesanos.

Era una obra de arte, pero también una herramienta mortal. Nuestra creación estaba lista para enfrentar los desafíos que se avecinaban en sus aventuras lejos de su hogar. Había tallado un pedazo de mí alma en la madera y forjado una extensión de mi sangre en el metal. La noche ya era oscura cuando salí al porche de la casa con el mazo en brazos, era una nueva obra maravillosa que clamaba sangre y destrucción y estaba listo para compartirla con el mundo.

Tras el rato de descanso Sowon conocía que debería volver con Vanko a la forja, no para ayudar si no para aprender de su trabajo, sonrió al notar que no hubo comentarios sobre el metal o su trabajo. Conocía que era su obra más ambiciosa en solitario y esta vez no necesitarían emplear turnos, ella se había encargado de la mayor parte de la estructura del arma y el herrero dotaría de agarre a la misma. Comenzó a leer uno de los libros del herrero mientras le observaba cada tanto a admirar su progreso, la empuñadura pareció tardar un poco más de lo habitual, era evidente que ambos deseaban llevar la calidad de su marca a un nuevo nivel imposible de imitar por herreros novatos. Lentamente, los sorbos de agua se espaciaron más, mientras la mujer se sumergía en la lectura y el estudio de las técnicas que Vanko empleaba para crear sus empuñaduras. Si bien no podría igualar a un carpintero, conocía que ella podría ser capaz de replicar empuñaduras tradicionales para sus clientes y siempre era beneficioso aprender un truco o dos.

El anochecer invadió el lugar mientras Vanko realizaba los últimos retoques al sello y nombre del arma, Sowon por su parte había terminado de leer el tercer libro cuando el gigante salió a la entrada para enseñar el arma al mundo. Verla de cerca era todo un lujo, un arma que tenía la ambición de destruir pero que portaba el caos con elegancia y no se parecía en nada a otros martillos existentes en las armerías. Tenía algo, un plus que parecía esperar a la persona indicada, la mujer lentamente revisó la empuñadura y sonrió al ver la pieza de arte finalmente preparada para su prueba de fuego.

—El señor Sora pidió que este arma pudiera comprender a su portador y adaptarse a sus cambios. Lo entendí como un vínculo cercano con quien lo empuñe, si bien en sus manos parece una pieza pequeña supongo que si quisiera emplearla para golpear algo se adaptaría a su tamaño ideal. Deberíamos hacer la prueba para no forzar las heridas de su dueño. Además usted está más versado en el Haki que cualquiera de los presentes, como padre del arma le cedo el primer contacto.—

La mujer se apartó para contemplar al herrero empleando aquel martillo por primera vez, era el momento crítico, podrían saber si todas las horas de estudio, esfuerzo y forja habían transmitido no solo la ansiedad y sed de sangre que sus armas siempre adquirían si no la capacidad de relacionarse íntimamente con quien se dispusiera a blandirla en batalla. Una habilidad que llevaría a un simple trozo de metal y madera a volverse parte de un ser vivo como uña y carne. Si alguien podía someterse a tal extenuante iniciación sin morir en el intento, ese era el herrero. Sora podría abrirse la herida y Prometio apenas estaba en condiciones de empuñar una simple espada, todo dependería de Vanko a la hora de forzar el arma a finalmente despertar de aquel prolongado sueño.

Cosmos descansaba en mi regazo mientras apuraba el cigarro, una obra maestra de mi habilidad artesanal. Era una creación que había consumido tiempo y energía de dos artesanos, pero finalmente estaba listo para mostrar su fuerza. Me sentía como un padre ansioso por ver a su hijo dar sus primeros pasos. Tomé el mazo en mis manos y enseguida comencé a notar como pedía alimento como un recién nacido que llora por pecho, mientras sentía su peso y equilibrio, activé mi haki de armamento para saciar su ansia por destruir. Entonces fue cuando lo noté, la empuñadura serpenteó bajo mis dedos adaptándose a la forma de mis manos. Los detalles metálicos, hojas y ramas entrelazadas, añadían un toque de belleza a aquella transformación y no solo eso si no que vi con maravilla como engrosaba su tamaño como un árbol que crece con el sustrato adecuado. Cada golpe de martillo y cada talla habían valido la pena.

Hacía una noche maravillosa, fresca y con el cielo poblado por millones de estrellas, el aire estaba lleno de anticipación y expectación. Me dirigí hacia un tocón de roble en el lindero, un lugar donde podría probar el mazo sin temor a dañar nada más que árboles y rocas. Con cada paso, mi corazón latía con emoción. Este era el momento de la verdad.

Me detuve ante el tocón y levanté el mazo en alto. La madera de cedro rojo parecía vibrar en mis manos, como si estuviera ansiosa por ser puesta a prueba. Respiré hondo y me concentré en el objetivo. Entonces di el golpe de gracia y el tocón estalló en mis pedazos. El choque del metal contra la madera resonó en el prado, un sonido atronador que reverberó en el propio bosque. Cosmos resistió el impacto, sin mostrar ni un solo rasguño. Sonreí con satisfacción. Era formidable. No contento con un solo golpe, continué golpeando rocas, cada vez mas grandes. Cada impacto era como un terremoto controlado, y todo cedía ante la fuerza de Cosmos. Los detalles metálicos en el arma esquirlaban la piedra, dejando marcas profundas. La empuñadura de cedro rojo se ajustaba perfectamente a mi mano, permitiéndome ejercer todo mi poder físico sin esfuerzo. Después de varios minutos de pruebas, dejé de golpear. Había dejado un reguero de victimas de la fuerza de Cosmos. Me sentía eufórico. Había creado un arma poderosa, una extensión de su usuario que comprendía a quien lo empuñaba. Sabía que sería un compañero valioso en futuras batallas de aquel que se ganase su favor. Mi determinación no disminuyó de vuelta hacia la forja. Continué golpeando las rocas, sintiendo la energía fluyendo a través del mazo. Era como si el arma tuviera vida propia, sedienta de destrucción. Cada impacto era una afirmación de su poder y letalidad.

Finalmente, cuando ya estábamos demasiado cerca de mi hogar, me detuve. Estaba sin aliento, pero también lleno de gratitud y satisfacción. Cosmos había superado mis expectativas. Era un arma formidable, capaz de desafiar a cualquier oponente. Era una creación que trascendía lo común, una obra de arte que no solo era hermosa, sino también mortal.

Guardé el mazo con cuidado, listo para las futuras aventuras que debiera emprender con su portador.

Tras Vanko probar el arma la herrera tomó algo de agua antes de irse a reponer energías mediante el reposo. Las semanas posteriores se dedicaría a estudiar los libros y trabajar forjando diversas herramientas con los conocimientos adquiridos en la lectura mientras los hombres se dedicaban a entrenar y ella atendía a un recuperado Sora para que pronto pudiese empuñar su arma sin mucho más riesgo que algún desmayo por agotamienro.

Los días de la herrera podían resumirse en unas horas de forjado, un descanso para comer algo y una lluvia intensa de material para estudiar de la gran biblioteca del herrero. Cada día que pasaba notaba que leía mucho más rápido y ya no le costaba retener la información que aplicaba posteriormente en la práctica.

Las herramientas que Sowon realizaba no dejaban de mostrar un acabado magistral en el metal, sin dudas su mayor fortaleza en cuanto al forjado. Lentamente había comenzado a diseñar empuñaduras con diversos materiales, abandonando las recinas para incorporar la madera y el mismo acero en la creación de preciosas empuñaduras con diseños funcionales que no perdían la elegancia digna de orgullo.

Cada cierto tiempo supervisaba el entrenamiento de Haki para poder apreciar de cerca ese poder de voluntades y el choque que ambas posturas solían experimentar. Si bien Sowon se consideraba alguien de gran voluntad pocas veces había experimentado la necesidad o mejor dicho, había ignorado la espiritualidad hasta ese punto de su vida creyendo que eran simples cuentos.

No tardaría en experimentar una creencia propia sobre el propósito de la forja y la voluntad, en crear para si misma una especie de espectro que guiaba la mano de cada herrero y exigía ciertos pasos para una forja exitosa. El mismo que dotaba a aquellos dignos de ese poder en el que la voluntad se volvía un arma, su trastornada mente había construido no solo una figura de adoración si no un nuevo motivo y una nueva voz a la espada que tantas veces se le había aparecido en sueños.

Amanecía un nuevo día arrojando una luz dorada sobre el prado que hacía las veces de campo de entrenamiento. Me encontraba de pie, observando a Prometio con una mirada de determinación. Habían pasado varios días desde que había forjado a Cosmos y desde entonces repetíamos esta rutina a diario tratando de ayudarle a controlar esa habilidad. Además tambien me servía para entrenarlo yo mismo, debía seguir progresando si quería estar preparado a futuro. Era un poder crucial para que el guerrero pudiese controlar su arma y yo no soy un estafador. El compromiso de Sowanko para con sus clientes debe calar hondo.

"Ahora, comencemos de nuevo con el haki de armamento. Este poder te permitirá endurecer tu cuerpo y tus ataques, haciéndolos más efectivos en combate. Tambien es lo que te servirá para alimentar el ansia sangrienta de tu arma y reforzarla. Cierra los ojos nuevamente y concéntrate en tu mano", dije mientras le alcanzaba un palo simulando ser su arma. "Imagina que estás cubriendo tu puño con una capa invisible. Siente cómo esa capa se vuelve más densa y resistente, recuerda como te sentiste el otro día, toma esa fuerza de flaqueza y recúbrete en ella, déjala que fluya pero sin salirse de control", continué guiando al muchacho a través del proceso de activación del nuevo poder.

El joven seguía diligentemente mis instrucciones y podía ver como cada vez mas rápido comenzaba a fluir, pero le costaba estabilizarlo. Al principio, le costó concentrarse, pero poco a poco comenzó a sentir cómo su mano se volvía más poderosa. Podía percibir la fuerza acumulándose en su interior, fluyendo al brazo y finalmente tras casi una semana a su arma. Pero no era solo filosofía barata lo que estuvimos entrenando tan duro, cada vez que parecía que lo estabilizaba, recibía un ataque por mi parte.

Poco a poco pasamos de volver a casa con Prome completamente magullado y abatido a ir superando casi todos mis ataques simplemente volviéndose mas duro, extrayendo fuerza y poder de la fuerza de voluntad. Así, para cuando cumplimos la segunda semana de entrenamientos ataqué sin contenerme y sorprendentemente apenas tuvo magulladuras.

"Bien hecho hombre. Parece que por fin le has cogido el truco a esto, deberás seguir practicando todos los días hasta ser un maestro y quien sabe tal vez algún día sacies el hambre de la katana", dije felicitándole.

Era mas de mediodía, habíamos entrenado duro durante cerca de 8 horas, algo que se había vuelto rutinario en el último par de semanas, así que agotados nos sentamos en el prado a fumar mientras recuperábamos el aliento bebiendo agua. Pasados unos 30 minutos emprendimos el camino a casa, desde que acabamos la última pieza Sowon había estado muy aplicada tratando de estudiar todo lo posible y algunas tardes aprovechaba para sentarme con ella para resolverla dudas que hubieran podido surgirla si tenía las respuestas o experimentar con la forja en busca de nuevas respuestas. Ambas armas se encontraban guardadas a buen recaudo en mi interior, como si de un embarazo se tratase, ocupaban el lugar mas seguro de la casa antes de salir de aventuras.

Tras pasar la tarde como muchas tardes en las últimas semanas, dije, "Bueno señores, tras lo visto hoy en el entrenamiento creo que su ciclo con nosotros se acaba, creo que ha llegado el momento de hablar de negocios."

-Menos mal no has cargado contra mis mascotas, me hubiera puesto muy triste -dije mientras me tiraba al suelo- eres muy fuerte Vanko, ¿cómo has entrenado tanto? Además tienes una gran fruta, es casi injusto -agregué sonriendo- vamos, recarguemos energías con ese cigarrillo -inhalé una buena cantidad de humo.

No voy a mentir: los días que pasé en la morada del gigante fueron horriblemente pesados. No quiero que se malentienda, agradecí mucho el tiempo que Vanko me dedicó para que mejorara mi Haki, al final del día pudo haberme dejado desamparado con la nueva espada y dejar que me consumiese, pero mis músculos acabaron hechos papilla.  

Llevábamos ya unos buenos días repitiendo esa rutina extenuante de pelea, con cada combate mis reflejos, mi agilidad y mi poca habilidad con el Haki aumentaban. La rutina no era nada complicada, pero sí muy extenuante. Trataba de replicar esa sensación de frustración y canalizarla en mi pseudo espada, era más complicado de lo que pensaba. Por alguna extraña razón canalizar esa desesperación e ira en mi espada era mucho más difícil que regular la energía elemental.

Con el Haki podía sentir el correr de un flujo de energía por mi cuerpo, me había percatado de su existencia, pero darle forma era endemoniadante complicado, más aún si era a mitad del combate con el herrero. Cuando me encontraba calmado y sin necesidad de pensar en cómo esquivar sus puñetazos o en cómo conectar algún ataque, conseguía transmitir (a duras penas) el flujo del Haki a mi espada, haciéndola más resistente. La blandía un par de veces y luego cargaba contra Vanko, a medida que el combate arreciaba me era más difícil mantenerme concentrado y seguir ejecutando el Haki y, por algún motivo u otro, terminaba siempre perdiéndolo.

Llegó un día en el que pude asestarle más de dos golpes sin que fueran simples arrancones y ataques sorpresa. Comenzaba a controlar mejor aquella habilidad, me había vuelto mejor regulando mis emociones y ya no se iba al momento en el que trataba de esquivar algún ataque. Simplemente tenía que acostumbrarme a usarlo mientras peleaba, tenía que usarlo naturalmente, pensar en el Haki como una extensión de mi cuerpo, no simplemente como un poder especial ni una técnica super poderosa; el Haki tenía que ser natural, casi tanto como comer o beber. Con el pasar de los días fui regulándolo cada vez mejor, hasta el punto de utilizarlo sin necesidad de pensar tanto en él. Los golpes al gigante eran cada vez menos esporádicos y podía combatir un poco mejor contra él, era un gran compañero de entrenamiento y, mejor aún, había sido un excelente profesor en cuanto al Haki respectaba.

Un bun día, al finalizar la rutina de entrenamiento, Vanko nos llamó a su casa. Era momento de hablar de negocios. La espada que había terminado haciendo para mí, superaba por mucho las expectativas que tenía cuando la había planeado, no estaba seguro de si podría costear por completo su creación. Me senté en el futón de la casa y le dirigí la palabra al herrero.

-Agradezco mucho el entrenamiento y la espada que has hecho para mí, la espada no es sólo perfecta, sino que además me ha impulsado a crecer como espadachín -dije mientras abría una paleta de cereza - ha superado por completo con lo que les había pedido y no puedo estar más feliz, pero -saboreé el sabor del caramelo- te seré completamente honesto, he cargado ochocientos mil berries pensando en una buena espada, así que dudo que baste para cubrir el precio de esta preciosidad -la paleta tenía un sabor muy dulce- antes de que digas cualquier cosa, he encontrado la manera de pagarte en menos de dos semanas, si te parece bien, claro -sonreí de oreja a oreja.