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El clima era bastante agradable, húmedo en su justa medida, el sol calentaba pero no se notaba agresivo en la piel aún siendo medio día y estaba entrando en su punto más caliente, era muy curioso ver como esas burbujas jabonosas "nacían" del suelo. Mi compañero Ryan tardó cinco segundos en ponerse a jugar con las burbujas, como un crío, me repateaba la gente que le daba igual como le vieran los demás ¿No se daban cuenta que esas acciones lo mostraban como un ser infantil y sin autocontrol? Por no decir que no era el mejor sitio para parecer débil. En esta isla mostrarse inferior era como hacerlo en la cárcel, siempre había algún voluntario con ganas de piraste el cuello. Arboleda número dieciocho, llena de tabernas, peleas y algún que otro muerto entre las raíces, normal que crecieran tan alegremente dichos arboles.
Junto con Ryan entré en la taberna acordada, me senté en la mesa al lado de la ventana y encendí un cigarro que dejé consumirse sin darle una sola calada en el cenicero sobre la mesa, pedí tres cervezas pese a ser dos y un baso de agua, tal y como había acordado con mi contacto. Hace mucho tiempo, yo era bastante joven, me contrató un traficante de armas para proteger el cargamento "Nacido de la pólvora" me llamaba, le sorprendía que, alguien tan joven tuviera tanta pericia en diferentes armas. Mostré al finalizar la misión mi valía pese a ser tan joven y eso le gustó. Tras aquél mes, me contrató de forma asidua entablando así una muy buena relación soldado/jefe. Bien, era el momento de afianzar dicha relación.
Una vez el cigarro se consumió, se sentó en una de las sillas libres que rodeaban la mesa un hombre, algo mayor, canoso, cicatriz en el cuello, parecía la estela que deja una veloz bala al rozar la piel, nos miró y comenzó -Bien señores, primero me informaréis a mi. Segundo, me iré. Tercero, trasladaré la información y por último volveremos a quedar para la resolución. Ser concisos, directos y no hagáis perder el tiempo.- Claramente sabía lo que se hacía, seguramente dicha información pasaría a otro y de este a otro, haciendo una cadena difícil de seguir para no poder llegar a la cabeza de la hidra. Me conocía, pero sabía de mi situación y no quería jugársela. Entendible... Ofrecí un plan para poder hacer negocios con sus armas, no podía ofrecer gran cosa a corto tiempo pero a la larga, saldría beneficiado... Sabía que le gustaba apostar y ahí fue donde ataqué, le ofrecí apostar por un joven emprendedor con una gran tasa de beneficios a mi costa, pero yo necesitaba una fuente de ingresos por pequeña que fuera y sabía que él necesitaba agrandar su imperio...
Tras ofrecer la idea de mi "empresa" el hombre se marchó y ni intenté seguirlo, era una perdida de tiempo y un acto innecesario, confiaba ligeramente en ese hombre... Ryan se quedó en la taberna a la espera de más noticias, yo necesitaba tras una charla bastante larga un poco de aire... Así que me alejé de la taberna, de la gente y tras "esconderme" detrás de uno de los grandes arboles, entre sus raíces para ser más exacto... Con palo en mano, me puse a jugar con una de las burbujas... ¿Qué? He dicho que te hacía parecer un ser inferior e infantil, no que no me pareciera divertido... Por lo que empecé a intentar pinchar la burbuja de forma suave, estudiando su resistencia y fascinado por lo que las islas de Gran Line tenían para sorprender a la Humanidad.
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Se podía decir que todo iba viento en popa en la vida de Maxim. Había logrado la independencia económica, su laboratorio y nuevo negocio iban viento en popa, incluso su salud parecía haber mejorado últimamente. Así que desprovista de preocupaciones, se centraba en trazar el rumbo de su futuro. En el horizonte comenzaba ya a planear la ampliación de su modesto laboratorio a uno mucho más grande, por supuesto que seguiría operando en el actual pero necesitaría más espacio para llevar a cabo todos los experimentos que tenía en mente.
Sin embargo, ese sueño debería esperar aún un poco. Requería de mucho dinero para llevarse acabo y era en eso en lo que la joven debía centrarse ahora mismo. Con ese objetivo en mente, había estado dedicando los últimos tiempos a la producción de drogas sintéticas como la meta anfetaminas. De hecho, justo esa misma mañana había terminado el último lote.
Así que en aquel momento, se encontraba sentada en una cómoda butaca de su habitación privada leyendo el periódico mientras esperaba a que su comprador llegase a recoger la mercancía.
"Espero que no tarde mucho... no quiero llegar tarde a la subasta" Maxim despegó la mirada de las páginas del diario para echar un vistazo al reloj de pie que tenía junto a la puerta de su dormitorio "Aún hay tiempo... eso esta bien, no me gustaría llegar con la subasta empezada"
Era la primera vez que iba a asistir a una subasta en Shabaody en el mercado de esclavos y quería llegar con el suficiente tiempo como para poder asegurarse de que el palco que había reservado se encontraba en las condiciones de limpieza adecuadas.
Volvió a sumergirse en la lectura mientras con la mano izquierda palpaba la mesita que tenía al lado en busca de un frasco de pastillas.
Sin embargo, ese sueño debería esperar aún un poco. Requería de mucho dinero para llevarse acabo y era en eso en lo que la joven debía centrarse ahora mismo. Con ese objetivo en mente, había estado dedicando los últimos tiempos a la producción de drogas sintéticas como la meta anfetaminas. De hecho, justo esa misma mañana había terminado el último lote.
Así que en aquel momento, se encontraba sentada en una cómoda butaca de su habitación privada leyendo el periódico mientras esperaba a que su comprador llegase a recoger la mercancía.
"Espero que no tarde mucho... no quiero llegar tarde a la subasta" Maxim despegó la mirada de las páginas del diario para echar un vistazo al reloj de pie que tenía junto a la puerta de su dormitorio "Aún hay tiempo... eso esta bien, no me gustaría llegar con la subasta empezada"
Era la primera vez que iba a asistir a una subasta en Shabaody en el mercado de esclavos y quería llegar con el suficiente tiempo como para poder asegurarse de que el palco que había reservado se encontraba en las condiciones de limpieza adecuadas.
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Tras un buen entretenimiento con las burbujas, las cuales eran bastante resistentes pero ante la altura y la punta de mis cuchillos estas reventaban fácilmente, me extrañó y llamó a mi curiosidad que a cierta altura hicieran "Pop" pero supuse que sería algo de ambiente, quizás los arboles expulsaban algún tipo de material que permitía que las burbujas fueran resistentes o aguantasen, una vez fuera de ese ambiente, no sobrevivían... Mira, como muchos humanos... Volví al interior de la taberna donde estaba Ryan esperando pacientemente, la paciencia de mi asistente era algo digno de mencionar pues yo estaría tirándome de los pel... Yo estaría nervioso... -No ha venido- Comentó tranquilamente con una copa en la mesa. Me senté junto a él, pedí un café solo con un chorrito de Whisky y mientras hablábamos matábamos el tiempo.
No tardo mucho tras mi llegada a la taberna, quizás unos treinta minutos o quizás cuarenta y cinco, entró el mismo hombre para darnos indicaciones. -Esto es lo que necesitáis y ahí tenéis un número al que llamar una vez lo hayáis adquirido, hasta entonces, no queremos saber nada más de ti o tus problemas- Sentenció, para luego marcharse con aires de grandeza por la puerta... Miré la lista que me había dado y lo que pedía ya estaba en mis planes, una base, un escondrijo y una ruta para moverlo sin llamar la atención. Habían más detalles pero eran tonterías, podía con esto. Cabe mencionar que lo de los problemas sobraba, me molestó pero necesitaba este encargo para poder seguir adelante... -Y ahora, ¿que hacemos?- Preguntó Ryan, pero eso estaba más claro que el agua -¿Que hay en esta isla? Atracciones, marines y subastas... ¿Qué crees que me llama más la atención?- Cuestioné en mi respuesta -¡El parque!- Gritó y acto seguido le cayó un guantazo -No, subasta, necesito ver si esto está tan podrido como antaño...- Tenía mi historia guardada con este tugurio de isla, no iba a contar nada a este pazguato pero me gustaría aún dentro de mi alma rota que este sitio haya cambiado...
Salimos directos a una de dichas subastas, tenía un antiguo amigo que visitar y del cual recordar viejos tiempos, eso junto a que en mi agenda no había nada anotado hasta la siguiente isla hacían que mi disponibilidad permitiera ir a verlo. Esta vez si tardamos, nos habíamos perdido entre tanto número en esos arboles, mira que parecía fácil pero no, dimos dos horas en círculos hasta poder encontrar el maldito sitio -Ryan, una vez diga, nos vamos... Tú irás directo a puerto, el barco saldrá por la mañana, yo ya llegaré... ¿Entendido?- Asintió, sabía que me traía algo entre manos pero no solía preguntar nada, simplemente hacía lo que le pedía como un buen perro...
Nada más llegar nos abrieron las puertas y mandaron a una esquina, escondidos en lo alto de las gradas, entendí que los asientos centrales estarían reservados a visitas más "especiales". Sinceramente esperaba no encontrarme con ninguna de esas visitas. Pero el sitio estaba bien, alto, escondido, apartado, podía verlo todo y a mi poca gente... -Donde estarás Bico...- Me pregunté a mi mismo en voz alta mientras repasaba a todo el mundo que iba entrando -Aún queda media hora para que empiece...- Me dijo Ryan -Suficiente, no hay mucha gente, podré ver a todo el que entre...- Mi objetivo era asiduo en estos sitios, pero no sabía si este era el indicado, habían demasiados puestos de subasta de vidas humanas y no humanas... Sería mejor no quedarse mucho en este sitio o acabaríamos llevando uno de esos collares tan llamativos...
No tardo mucho tras mi llegada a la taberna, quizás unos treinta minutos o quizás cuarenta y cinco, entró el mismo hombre para darnos indicaciones. -Esto es lo que necesitáis y ahí tenéis un número al que llamar una vez lo hayáis adquirido, hasta entonces, no queremos saber nada más de ti o tus problemas- Sentenció, para luego marcharse con aires de grandeza por la puerta... Miré la lista que me había dado y lo que pedía ya estaba en mis planes, una base, un escondrijo y una ruta para moverlo sin llamar la atención. Habían más detalles pero eran tonterías, podía con esto. Cabe mencionar que lo de los problemas sobraba, me molestó pero necesitaba este encargo para poder seguir adelante... -Y ahora, ¿que hacemos?- Preguntó Ryan, pero eso estaba más claro que el agua -¿Que hay en esta isla? Atracciones, marines y subastas... ¿Qué crees que me llama más la atención?- Cuestioné en mi respuesta -¡El parque!- Gritó y acto seguido le cayó un guantazo -No, subasta, necesito ver si esto está tan podrido como antaño...- Tenía mi historia guardada con este tugurio de isla, no iba a contar nada a este pazguato pero me gustaría aún dentro de mi alma rota que este sitio haya cambiado...
Salimos directos a una de dichas subastas, tenía un antiguo amigo que visitar y del cual recordar viejos tiempos, eso junto a que en mi agenda no había nada anotado hasta la siguiente isla hacían que mi disponibilidad permitiera ir a verlo. Esta vez si tardamos, nos habíamos perdido entre tanto número en esos arboles, mira que parecía fácil pero no, dimos dos horas en círculos hasta poder encontrar el maldito sitio -Ryan, una vez diga, nos vamos... Tú irás directo a puerto, el barco saldrá por la mañana, yo ya llegaré... ¿Entendido?- Asintió, sabía que me traía algo entre manos pero no solía preguntar nada, simplemente hacía lo que le pedía como un buen perro...
Nada más llegar nos abrieron las puertas y mandaron a una esquina, escondidos en lo alto de las gradas, entendí que los asientos centrales estarían reservados a visitas más "especiales". Sinceramente esperaba no encontrarme con ninguna de esas visitas. Pero el sitio estaba bien, alto, escondido, apartado, podía verlo todo y a mi poca gente... -Donde estarás Bico...- Me pregunté a mi mismo en voz alta mientras repasaba a todo el mundo que iba entrando -Aún queda media hora para que empiece...- Me dijo Ryan -Suficiente, no hay mucha gente, podré ver a todo el que entre...- Mi objetivo era asiduo en estos sitios, pero no sabía si este era el indicado, habían demasiados puestos de subasta de vidas humanas y no humanas... Sería mejor no quedarse mucho en este sitio o acabaríamos llevando uno de esos collares tan llamativos...
Okada Rokuro
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Habían sido unos meses muy intensos. El incidente de la última misión, las sesiones terapéuticas con Justin y la aparición inesperada de su abuelo junto al consiguiente y exhaustivo entrenamiento apenas le habían dejado tiempo para nada más. Sintiendo que todo se juntaba decidió que, por un solo día, lo dejaría todo y disfrutaría del tiempo libre. ¿Cuándo fue la última vez que había hecho algo parecido? Le preocupaba no recordarlo.
Había avisado a Justin de que ese día no asistiría a la reunión, y le había dejado una nota a su abuelo explicando que no iba a poder entrenar. Quería estar solo y salirse de la rutina, aunque fuese por poco tiempo. Hasta los mejores y más atareados hombres necesitaban algo de tiempo para descansar. Se podía decir que el descanso era parte del entrenamiento.
El problema surgió cuándo no supo qué hacer. Tras dar varias vueltas a la isla, se descubrió colgando de las ramas de uno de los manglares más altos, actuando más por el aburrimiento y la inercia que por otro motivo. "Mi vida está muy vacía" se percató mientras luchaba contra todo tipo de pensamientos que habían comenzado a rondar por su cabeza. De pronto vio como las burbujas naturales de aquella isla comenzaban a alcanzar su altura. Los rayos del sol las atravesaban, creando un espectáculo de luces.
"Es una escena preciosa, ojalá poder guardarla en mi mente -pensó. Al poco, dio un respingo-. Espera, sí qué puedo".
Su entrenamiento con su abuelo había consistido en la práctica de todo tipo de habilidades, desde las físicas hasta las mentales y, desde luego, el uso del chakra y su aplicación en las artes ninja. Había varias técnicas que su abuelo, Satoru, le había mostrado, y era una de ellas la que podía usar para guardar aquella imagen en su cabeza con todo detalle.
Rokuro se concentró, sin apartar la vista de la imagen que quería almacenar, y comenzó a moldear el chakra directamente en su cabeza. En un solo instante, con un parpadeo, intentó capturar la imagen, pero el flujo de chakra se vio interrumpido. "No iba a ser tan fácil" dedujo.
Iba a volver a intentarlo cuando se percató de un pequeño detalle: allí abajo había un hombre que conocía muy bien. Un hombre que no esperaba encontrar en aquel lugar. Mako.
Bajó con cuidado del manglar y comenzó a seguir al calvo. Si se encontraba en la isla, seguro que no se traía nada bueno entre manos, y era su deber moral el descubrir de qué se trataba. Lo siguió hasta una casa de subastas. "¿Esclavos Mako? Qué bajo has caído". Sin pensárselo mucho se puso la capucha de la sudadera que llevaba sobre la cabeza y atravesó las puertas de la casa de subastas, intentando mantener un perfil bajo pero atento a cualquier detalle.
Había avisado a Justin de que ese día no asistiría a la reunión, y le había dejado una nota a su abuelo explicando que no iba a poder entrenar. Quería estar solo y salirse de la rutina, aunque fuese por poco tiempo. Hasta los mejores y más atareados hombres necesitaban algo de tiempo para descansar. Se podía decir que el descanso era parte del entrenamiento.
El problema surgió cuándo no supo qué hacer. Tras dar varias vueltas a la isla, se descubrió colgando de las ramas de uno de los manglares más altos, actuando más por el aburrimiento y la inercia que por otro motivo. "Mi vida está muy vacía" se percató mientras luchaba contra todo tipo de pensamientos que habían comenzado a rondar por su cabeza. De pronto vio como las burbujas naturales de aquella isla comenzaban a alcanzar su altura. Los rayos del sol las atravesaban, creando un espectáculo de luces.
"Es una escena preciosa, ojalá poder guardarla en mi mente -pensó. Al poco, dio un respingo-. Espera, sí qué puedo".
Su entrenamiento con su abuelo había consistido en la práctica de todo tipo de habilidades, desde las físicas hasta las mentales y, desde luego, el uso del chakra y su aplicación en las artes ninja. Había varias técnicas que su abuelo, Satoru, le había mostrado, y era una de ellas la que podía usar para guardar aquella imagen en su cabeza con todo detalle.
Rokuro se concentró, sin apartar la vista de la imagen que quería almacenar, y comenzó a moldear el chakra directamente en su cabeza. En un solo instante, con un parpadeo, intentó capturar la imagen, pero el flujo de chakra se vio interrumpido. "No iba a ser tan fácil" dedujo.
Iba a volver a intentarlo cuando se percató de un pequeño detalle: allí abajo había un hombre que conocía muy bien. Un hombre que no esperaba encontrar en aquel lugar. Mako.
Bajó con cuidado del manglar y comenzó a seguir al calvo. Si se encontraba en la isla, seguro que no se traía nada bueno entre manos, y era su deber moral el descubrir de qué se trataba. Lo siguió hasta una casa de subastas. "¿Esclavos Mako? Qué bajo has caído". Sin pensárselo mucho se puso la capucha de la sudadera que llevaba sobre la cabeza y atravesó las puertas de la casa de subastas, intentando mantener un perfil bajo pero atento a cualquier detalle.
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La gente entraba y entraba, pero no vi a Bico por ninguna parte, muchos hombres con pinta de piratas, otros claramente criminales del bajo mundo, me sonaron un par pero no estaban en mi radar, no había nada más obvio que los dos agentes del gobierno en la esquina superior, vamos hombre, apestaban a policías a kilómetros ¿Cuando aprenderían a ser más sutiles?. Un tonto con sudadera, dos mujeres de armas tomar y claro, como no, seguridad... Nos pasaron una vez estaba todo casi lleno, la guía de lo que había hoy en la subasta, nada interesante, ni sirenas, ni semi-gigantes, sería una aburrida venta, lo único de interes era un pirata de treinta y ocho millones por su cabeza, tan poderoso y acabará siendo el perro de algún desgraciado o noble mundial... Dato curioso, esos collares me llamaban la atención como a un tonto un lápiz, tenía que hacerme con uno o por lo menos con su boceto, con mi poder podría usarlo para enganchar directamente y a distancia esos collares tan llamativos y con mis habilidades para las explosiones, podría mejorarlos en todos los aspectos...
Me quedé hasta ver un par de compras, no había nadie de interes, Bico no estaba... ¿Había ganado tanto dinero como para poder descansar? ¿Había sido victima de algún cliente descontento? ¿Estaría intentando contactar con el gobierno otra vez? La última que recordaba casi le cuesta el cuello...
Ante mi aburrimiento en aquella sala y mis pocas ganas de liar un buen lío, me levanté, hice una señal a Ryan y nos fuimos de la sala... -Al final ganas tú, nos vamos al parque...- Comenté totalmente desilusionado, quería aprovechar y cobrarme las deudas con Bico, entrar en el negocio de la esclavitud no me llamaba, pero el dinero que producía sí... Al final y a gozo de Ryan acabamos en el parque de atracciones, mi compañero se perdió no me acuerdo por donde...
Desafío... Tensión... No hacía ni cinco minutos que ese maldito de Ryan se había separado y me encontraba junto a un niño, con escopeta en mano... El niño me suplicaba... -¡Porfavooooooor!- Decía entre lagrimas y llantos, como muchos de los que tenía ante mi... Este era diferente -¡Deja de suplicar!- Grité enfadado, ¿como había llegado a esta situación? Como yo, alguien tan importante con un futuro prometedor, se ha visto en esta tesitura... Y por qué diablos tengo que disparar por culpa de este mocoso entrometido...
Me quedé hasta ver un par de compras, no había nadie de interes, Bico no estaba... ¿Había ganado tanto dinero como para poder descansar? ¿Había sido victima de algún cliente descontento? ¿Estaría intentando contactar con el gobierno otra vez? La última que recordaba casi le cuesta el cuello...
Ante mi aburrimiento en aquella sala y mis pocas ganas de liar un buen lío, me levanté, hice una señal a Ryan y nos fuimos de la sala... -Al final ganas tú, nos vamos al parque...- Comenté totalmente desilusionado, quería aprovechar y cobrarme las deudas con Bico, entrar en el negocio de la esclavitud no me llamaba, pero el dinero que producía sí... Al final y a gozo de Ryan acabamos en el parque de atracciones, mi compañero se perdió no me acuerdo por donde...
Desafío... Tensión... No hacía ni cinco minutos que ese maldito de Ryan se había separado y me encontraba junto a un niño, con escopeta en mano... El niño me suplicaba... -¡Porfavooooooor!- Decía entre lagrimas y llantos, como muchos de los que tenía ante mi... Este era diferente -¡Deja de suplicar!- Grité enfadado, ¿como había llegado a esta situación? Como yo, alguien tan importante con un futuro prometedor, se ha visto en esta tesitura... Y por qué diablos tengo que disparar por culpa de este mocoso entrometido...
Okada Rokuro
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Cruzó la puerta sin problema. Se trataba de una subasta pública, sin nada especial, algo bastante común en aquella isla. Los ciudadanos, tanto los rufianes menos respetados como los que sí lo eran, habían acabado por aceptar aquel tipo de sitios como algo habitual. Solían pensar que si les era provechoso o no les hacía ningún daño les daba igual que existieran. Aún con todo, despojar a la gente de sus derechos y tratarlos como animales e incluso como objetos era algo que superaba a Rokuro. Sí, se dedicaba a matar personas sin escrúpulos, pero era distinto. Normalmente sus asesinatos tenían motivos y justificaciones, no lo hacía porque sí, y en cierto aspecto matar a una persona era algo más piadoso que esclavizarla.
Dejó esos pensamientos a un lado, sabiendo que poco podía hacer para cambiar la situación. Podía saltar al escenario y liberar a los pocos esclavos ahí presentes, pero no serviría de nada. Volverían a apresarlos al poco tiempo, y él mismo se convertiría en objetivo de los traficantes, sin tener en cuenta que el propio Gobierno Mundial, a modo extraoficial, permitía dichas subastas para entretener a los Nobles Mundiales, quiénes eran los únicos con la capacidad y estatus para poseer esclavos. Se resignó y tomó asiento; no era la primera vez que se reprimía a pesar de ver o hacer cosas que no eran de su agrado. Podía decirse que tenía práctica.
Comenzó a estudiar los rostros que pudo, buscando alguno conocido. Quería saber si el desgraciado de Mako estaba interesado en ampliar sus contactos y por qué; no parecía que estuviese en la isla por mero turismo. No reconoció a ninguna de las personas presentes, tampoco al chico que estaba al lado de Mako, quién parecía un esbirro suyo.
Al final el criminal se fue de la casa de subastas después de la presentación de varios esclavos. Aún sin estar de acuerdo con la filosofía del esclavismo, Rokuro sabía que en esta ocasión no tenían una gran «mercancía». Salvo un pirata que valía treinta y ocho millones, no había nadie que llamase la atención. ¿Qué pasaría con las personas que no consiguiesen ser vendidas? Era mejor no pensarlo.
Salió detrás de Mako, sin perder de vista su objetivo. Todavía con la capucha puesta, lo siguió por Sabaody, a una distancia prudencial. Cuando podía se entremezclaba con las personas para no llamar la atención, y en otras ocasiones bajaba la cabeza y la mirada para parecer inofensivo y fácilmente olvidable. Hacía tiempo que había aprendido a seguir a alguien sin que se percatase, y era una habilidad útil.
Siguió al calvo hasta el parque de atracciones, algo un tanto peculiar. No se lo había esperado, pero tampoco era demasiado extraño. Aquel sitio podía ser excelente como tapadera. Tal vez tuviera planeado reunirse con sus contactos en la casa del terror, o quizás aprovecharía lo alto de la noria. No tenía forma de saberlo.
Por un momento perdió de vista al hombre. Había demasiada gente, y aquel hombre también sabía moverse de forma discreta, muy a su pesar. No desistió, y lo encontró con cierta facilidad, ahora sin su acompañante. Lo había cambiado por un niño pequeño, que se encontraba llorando frente a él, mientras sujetaba un arma. ¿Pero qué pretendía hacer? ¿Amenazar y matar a un niño frente a toda una multitud de clientes del parque? Aquello podía acabar en masacre y no podía permitirlo.
Se movió raudo hasta su espalda, tan sigiloso como siempre, y al alcanzarlo hizo un gesto de pistola con su mano y apoyó con fuerza su dedo índice en la espalda del criminal.
-Suelta el arma -fue todo lo que dijo, con voz dura y autoritaria.
Dejó esos pensamientos a un lado, sabiendo que poco podía hacer para cambiar la situación. Podía saltar al escenario y liberar a los pocos esclavos ahí presentes, pero no serviría de nada. Volverían a apresarlos al poco tiempo, y él mismo se convertiría en objetivo de los traficantes, sin tener en cuenta que el propio Gobierno Mundial, a modo extraoficial, permitía dichas subastas para entretener a los Nobles Mundiales, quiénes eran los únicos con la capacidad y estatus para poseer esclavos. Se resignó y tomó asiento; no era la primera vez que se reprimía a pesar de ver o hacer cosas que no eran de su agrado. Podía decirse que tenía práctica.
Comenzó a estudiar los rostros que pudo, buscando alguno conocido. Quería saber si el desgraciado de Mako estaba interesado en ampliar sus contactos y por qué; no parecía que estuviese en la isla por mero turismo. No reconoció a ninguna de las personas presentes, tampoco al chico que estaba al lado de Mako, quién parecía un esbirro suyo.
Al final el criminal se fue de la casa de subastas después de la presentación de varios esclavos. Aún sin estar de acuerdo con la filosofía del esclavismo, Rokuro sabía que en esta ocasión no tenían una gran «mercancía». Salvo un pirata que valía treinta y ocho millones, no había nadie que llamase la atención. ¿Qué pasaría con las personas que no consiguiesen ser vendidas? Era mejor no pensarlo.
Salió detrás de Mako, sin perder de vista su objetivo. Todavía con la capucha puesta, lo siguió por Sabaody, a una distancia prudencial. Cuando podía se entremezclaba con las personas para no llamar la atención, y en otras ocasiones bajaba la cabeza y la mirada para parecer inofensivo y fácilmente olvidable. Hacía tiempo que había aprendido a seguir a alguien sin que se percatase, y era una habilidad útil.
Siguió al calvo hasta el parque de atracciones, algo un tanto peculiar. No se lo había esperado, pero tampoco era demasiado extraño. Aquel sitio podía ser excelente como tapadera. Tal vez tuviera planeado reunirse con sus contactos en la casa del terror, o quizás aprovecharía lo alto de la noria. No tenía forma de saberlo.
Por un momento perdió de vista al hombre. Había demasiada gente, y aquel hombre también sabía moverse de forma discreta, muy a su pesar. No desistió, y lo encontró con cierta facilidad, ahora sin su acompañante. Lo había cambiado por un niño pequeño, que se encontraba llorando frente a él, mientras sujetaba un arma. ¿Pero qué pretendía hacer? ¿Amenazar y matar a un niño frente a toda una multitud de clientes del parque? Aquello podía acabar en masacre y no podía permitirlo.
Se movió raudo hasta su espalda, tan sigiloso como siempre, y al alcanzarlo hizo un gesto de pistola con su mano y apoyó con fuerza su dedo índice en la espalda del criminal.
-Suelta el arma -fue todo lo que dijo, con voz dura y autoritaria.
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Algo duro, no lo noté frío, pero sí rígido tocó mi espalda, era algo de un hombre por lo cual me tensé, la voz se me hacía conocida pero no podía estar pendiente de esas tonterías, la voz no era algo único de cada ser, muchas podían parecerse, muchas podían ser idénticas, pero lo importante era que tenía algo férreo apoyado en la parte baja de la espalda. Un arma, claro, ¿qué si no? (De verdad, que mente tan enferma). Rápidamente alcé los brazos con la escopeta con el corcho en la punta para ser disparado pero no iba a ser pillado por sorpresa, usé mi habilidad del diablo para apartar el cañón del arma y asestarle un buen golpe al hombre que me amenazó con la culata de la escopeta de aire comprimido pero ¡Sorpresa! el cañón del arma no se movió ni un milímetro -¿Como es posible?- Pregunté al no poder evitar ser amenazado ¿Plástico? ¿Madera? ¿Qué tipo de arma ponía en riesgo mi vida?
De pronto el niño miró al muchacho que tenía en la espalda -¿Tú eres mejor que el hombre de negro para conseguirme el peluche?- Preguntó sin miramientos al desconocido a la vez que señalaba la caseta de la feria la cual tenía colgadas globos para los dardos, esferas pesadas para la escopeta de aire comprimido, unas anillas para colar en unos palos con formas raras y la típica pelota para colar en unos vasos al más modo "Beerpong". La poca gente que había ahí miró la escena de los dos conocidos que ahora mismo no se conocen, por lo menos yo no sabía que conocía al maldito traidor que ataca por la espalda. Los cuchicheos empezaron a brotar... -El de la capucha está retando al calvo- Agarré bien el arma y apunté al que me había llamado calvo -¡"Roll-on tu p*** madre cacho trozo de mierda!- De pronto una mujer, la madre me arreó con el bolso -¡Cuida esa boca joven!- tras reprocharme con la mirada dio una orden -Tú o el de la capucha, ¡Conseguid el mejor peluche para mi niño!- La mujer era más autoritaria que un almirante de la marina y por qué no admitirlo, acojonaba más que uno... -Señora, no estoy aquí para entretener a su...- La mujer me volvió a arrear a mi y al sospechoso de mi espalda con el bolso -¡Si mi niñito quiere el mejor peluche... ¡Le daréis el mejor peluche!!- Y punto...
De pronto el niño miró al muchacho que tenía en la espalda -¿Tú eres mejor que el hombre de negro para conseguirme el peluche?- Preguntó sin miramientos al desconocido a la vez que señalaba la caseta de la feria la cual tenía colgadas globos para los dardos, esferas pesadas para la escopeta de aire comprimido, unas anillas para colar en unos palos con formas raras y la típica pelota para colar en unos vasos al más modo "Beerpong". La poca gente que había ahí miró la escena de los dos conocidos que ahora mismo no se conocen, por lo menos yo no sabía que conocía al maldito traidor que ataca por la espalda. Los cuchicheos empezaron a brotar... -El de la capucha está retando al calvo- Agarré bien el arma y apunté al que me había llamado calvo -¡"Roll-on tu p*** madre cacho trozo de mierda!- De pronto una mujer, la madre me arreó con el bolso -¡Cuida esa boca joven!- tras reprocharme con la mirada dio una orden -Tú o el de la capucha, ¡Conseguid el mejor peluche para mi niño!- La mujer era más autoritaria que un almirante de la marina y por qué no admitirlo, acojonaba más que uno... -Señora, no estoy aquí para entretener a su...- La mujer me volvió a arrear a mi y al sospechoso de mi espalda con el bolso -¡Si mi niñito quiere el mejor peluche... ¡Le daréis el mejor peluche!!- Y punto...
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―¿Cómo es posible el qué? ―preguntó, sin apartar el dedo de su espalda. Le conocía, y sabía que podía tratarse de un truco―. ¿Que estés amenazando a un niño pequeño? ¿Que vayas a cometer una atrocidad delante de tantas personas?
Entonces el niño, que hasta hacía nada había estado llorando, se acercó a Rokuro y le miró con los ojos muy abiertos. Rokuro bajó la mirada, y su pregunta le dejó sin respuesta. ¿Conseguir un peluche? No, eso no tenía sentido. Mako era un hombre egoísta y despiadado con un conteo de víctimas superior al del propio Rokuro, ¿de verdad iba a participar en un juego de feria solidariamente para hacer feliz a un niño? El mundo parecía estar volviéndose loco.
―Yo... no... ―fue todo lo que logró decir.
Se separó de Mako en cuanto las personas a su alrededor comenzaron a acercarse y a entrometerse. El parque de atracciones debía ser bastante aburrido para que metieran sus narices en los asuntos de dos desconocidos.
―¡No le estoy retando! ―replicó molesto, a la defensiva. Quería explicar la situación, pero no podía hacerlo sin desvelar demasiada información que era mejor no exponer al conocimiento público―. Solo... solo... lo estaba saludando. Es un conocido.
Esa fue toda su explicación. Quizás fuera convincente para algunos, y quizás otros solo lo tachasen de cobarde que rehuía de un reto, pero le daba igual. Solo necesitaba una excusa para salir del paso, y el comentario era justificación suficiente para evitar más problemas.
Pero la madre del niño no lo veía así.
Le dio una golpiza al calvo con su bolso, prácticamente obligándolo a conseguir un peluche para el consentido de su hijo. Con esa actitud y después se quejan de que los niños sean caprichosos. Una temporada en su aldea ninja era lo que le hacía falta para aprender disciplina, pero no podía decir esas cosas tan a la ligera. Y menos delante de su sobre protectora y consentidora madre.
―Vale, vale, le conseguiremos el peluche a su hijo ―dijo Rokuro al final, resignado. Se volvió al calvo y se bajó la capucha―. Y después hablaremos tú y yo.
Se dirigió al mostrador, depositó unos berries y agarró una escopeta de juguete como la de Mako. No era bueno con ese tipo de armas, pero quería lidiar con la situación lo más rápido posible, y si le daba a la mujer lo que quería le dejaría en paz y no volverían a verla en la vida.
Entonces el niño, que hasta hacía nada había estado llorando, se acercó a Rokuro y le miró con los ojos muy abiertos. Rokuro bajó la mirada, y su pregunta le dejó sin respuesta. ¿Conseguir un peluche? No, eso no tenía sentido. Mako era un hombre egoísta y despiadado con un conteo de víctimas superior al del propio Rokuro, ¿de verdad iba a participar en un juego de feria solidariamente para hacer feliz a un niño? El mundo parecía estar volviéndose loco.
―Yo... no... ―fue todo lo que logró decir.
Se separó de Mako en cuanto las personas a su alrededor comenzaron a acercarse y a entrometerse. El parque de atracciones debía ser bastante aburrido para que metieran sus narices en los asuntos de dos desconocidos.
―¡No le estoy retando! ―replicó molesto, a la defensiva. Quería explicar la situación, pero no podía hacerlo sin desvelar demasiada información que era mejor no exponer al conocimiento público―. Solo... solo... lo estaba saludando. Es un conocido.
Esa fue toda su explicación. Quizás fuera convincente para algunos, y quizás otros solo lo tachasen de cobarde que rehuía de un reto, pero le daba igual. Solo necesitaba una excusa para salir del paso, y el comentario era justificación suficiente para evitar más problemas.
Pero la madre del niño no lo veía así.
Le dio una golpiza al calvo con su bolso, prácticamente obligándolo a conseguir un peluche para el consentido de su hijo. Con esa actitud y después se quejan de que los niños sean caprichosos. Una temporada en su aldea ninja era lo que le hacía falta para aprender disciplina, pero no podía decir esas cosas tan a la ligera. Y menos delante de su sobre protectora y consentidora madre.
―Vale, vale, le conseguiremos el peluche a su hijo ―dijo Rokuro al final, resignado. Se volvió al calvo y se bajó la capucha―. Y después hablaremos tú y yo.
Se dirigió al mostrador, depositó unos berries y agarró una escopeta de juguete como la de Mako. No era bueno con ese tipo de armas, pero quería lidiar con la situación lo más rápido posible, y si le daba a la mujer lo que quería le dejaría en paz y no volverían a verla en la vida.
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¡Sabía yo que olía a problemas! El maldito encapuchado no era otro que el buscaproblemas de Dark Home y de la otra isla que ya ni me acuerdo de como se llamaba, quizás por que lo de Dark Home fue más espectacular y reciente, lo otro fue efímero y mundano... ¿¡Pero por qué acepta por los dos!? Pero espera... ¿Había dicho que nos conocemos? Ohhh... es eso.. Rehuye el reto.. Sabe que soy mejor que él y no quiere quedar en evidencia. Con una sonrisa más grande que la entrada que tengo en la cabeza, me dispongo a disparar, pero lo hago justamente desde donde está mi "conocido" y tres pasos más atrás, demostrando que mi habilidad supera a la suya con creces. Vacilando en toda regla -Desde aquí me parece mejor... Me quedo con las bolas- Comento con el pecho palomo. Apunto y "¡Plop!" el corcho de la escopeta sale disparado y golpea la parte baja de la bolita, la cual salta y le da a la de arriba, haciendo que las dos se caigan del pedestal.
Como si saliese humo del cañón, tras un par de malavares con el arma de aire comprimido, soplo la boca del cañón quedando ya, de chuleta total -¿Hablar? ¿Que tema de conversación tendríamos tú y yo?- Dije mientras hacía un ademan con mi mano para cederle el turno, ¿Tendría puntería? La verdad no recuerdo mucho su forma de pelear, bastante tenía con intentar sobrevivir de aquella noche, pero mi curiosidad iba a ser saciada en breves...
¿Era casualidad que se presentase cuando iba a hacer un trato y quisiera hablar? ¿Que querría de mi? ¿Que es lo que yo tengo que le interese a él? Claramente información, aún no había ni empezado a hacer tratos con traficantes por lo que no era más que un matón venido a menos, por eso imagino que lo que querrá es saber "Donde, como y cuando" Tenía cosas pasadas de mucha gente, podría decirle quien mató a quien, pero de la información que no disponía ahora mismo, era como estaba la actualidad, tras mi "muerte" claramente exagerada, estaba desconectado y sería un suicidio intentar contactar con mi antigua vida, pondría una diana en mi espalda directamente, por lo que necesitaba una cabeza de turco que me llevase las cosas, bueno, que las llevase no, que se hiciera pasar por mí por si alguien intentaba... Ya sabéis, matarme..
Como si saliese humo del cañón, tras un par de malavares con el arma de aire comprimido, soplo la boca del cañón quedando ya, de chuleta total -¿Hablar? ¿Que tema de conversación tendríamos tú y yo?- Dije mientras hacía un ademan con mi mano para cederle el turno, ¿Tendría puntería? La verdad no recuerdo mucho su forma de pelear, bastante tenía con intentar sobrevivir de aquella noche, pero mi curiosidad iba a ser saciada en breves...
¿Era casualidad que se presentase cuando iba a hacer un trato y quisiera hablar? ¿Que querría de mi? ¿Que es lo que yo tengo que le interese a él? Claramente información, aún no había ni empezado a hacer tratos con traficantes por lo que no era más que un matón venido a menos, por eso imagino que lo que querrá es saber "Donde, como y cuando" Tenía cosas pasadas de mucha gente, podría decirle quien mató a quien, pero de la información que no disponía ahora mismo, era como estaba la actualidad, tras mi "muerte" claramente exagerada, estaba desconectado y sería un suicidio intentar contactar con mi antigua vida, pondría una diana en mi espalda directamente, por lo que necesitaba una cabeza de turco que me llevase las cosas, bueno, que las llevase no, que se hiciera pasar por mí por si alguien intentaba... Ya sabéis, matarme..
- Spoiler:
El juego del que hablo son esas esferas puestas como pirámides, en este caso invertida pero las que yo jugaba eran en forma de pirámide (No he encontrado imagen mejor)
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Cuando se puso en posición, el muy arrogante del calvo hizo lo mismo, pero dio varios pasos hacia atrás para fardar de habilidad. ¿Qué buscaba? ¿Demostrar que era mejor? No era nada más que un desgraciado oportunista que lo único que hacía bien era disparar un arma, ¡pues claro que se le daba mejor! Desde un principio, muy a su pesar, sabía que no tenía nada que hacer en una competición, por mucho que le hubiese gustado darle una paliza al muy puñetero. Sin embargo, el objetivo principal era callar a la mujer y hacer que se largasen. ¿Aceptarían el peluche si se lo comprase directamente al hombre del puesto? Era un poco tarde para esa idea, pero no la descartaba por si acaso.
Cuando Mako hizo alarde de su habilidad, unos pocos murmuraron asombrados. No lo habían hecho nada mal, golpeando a una de la pelotas para que saltase y empujase a otra, tirando así dos de ellas. Rokuro no cedió al duelo, y se quedó en su posición apuntando con toda la tranquilidad que podía. El grupito que se había reunido a su alrededor había comenzado a observarles, y sintió cómo se estaba poniendo nervioso. «Concéntrate» se dijo, intentando enfocarse en el objetivo que tenía delante. La presión de las miradas a su alrededor era difícil de soportar, y entonces se le ocurrió probar con otro de los trucos de los que le había hablado su abuelo.
Moldeó chakra directamente en su cabeza, rodeando todo su cerebro, y centrándose en la ansiedad que comenzaba a sentir trató de empujarla para aplacar dicha emoción. Por un momento le pareció que el estrés generado por la expectativa de espectadores ya no era tan grande, y se dispuso a disparar. No tenía tanta precisión como el calvo, pero sí que acertó en una de las pelotas, la de la esquina superior derecha, tirándola. Le hubiera gustado, como mínimo, igualarle, pero se daba por satisfecho.
Terminó el disparo y resopló, mirando a su autoproclamado contrincante.
—Acaba con esto de una vez —ordenó, lanzando una mirada de soslayo a la madre del niño, a quién sujetaba fuertemente contra él mientras observaba la escena con cara de pocos amigos— o tendrás que soportar otra vez los gritos de esa mujer.
Y lo más importante, quería que terminase para poder interrogarle; tenía varias preguntas que hacerle. Cierto, estaba de baja y no se encontraba de servicio, pero los actos de ese hombre siempre eran, como poco, inquietantes. No creía correcto dejarle campar a sus anchas.
Cuando Mako hizo alarde de su habilidad, unos pocos murmuraron asombrados. No lo habían hecho nada mal, golpeando a una de la pelotas para que saltase y empujase a otra, tirando así dos de ellas. Rokuro no cedió al duelo, y se quedó en su posición apuntando con toda la tranquilidad que podía. El grupito que se había reunido a su alrededor había comenzado a observarles, y sintió cómo se estaba poniendo nervioso. «Concéntrate» se dijo, intentando enfocarse en el objetivo que tenía delante. La presión de las miradas a su alrededor era difícil de soportar, y entonces se le ocurrió probar con otro de los trucos de los que le había hablado su abuelo.
Moldeó chakra directamente en su cabeza, rodeando todo su cerebro, y centrándose en la ansiedad que comenzaba a sentir trató de empujarla para aplacar dicha emoción. Por un momento le pareció que el estrés generado por la expectativa de espectadores ya no era tan grande, y se dispuso a disparar. No tenía tanta precisión como el calvo, pero sí que acertó en una de las pelotas, la de la esquina superior derecha, tirándola. Le hubiera gustado, como mínimo, igualarle, pero se daba por satisfecho.
Terminó el disparo y resopló, mirando a su autoproclamado contrincante.
—Acaba con esto de una vez —ordenó, lanzando una mirada de soslayo a la madre del niño, a quién sujetaba fuertemente contra él mientras observaba la escena con cara de pocos amigos— o tendrás que soportar otra vez los gritos de esa mujer.
Y lo más importante, quería que terminase para poder interrogarle; tenía varias preguntas que hacerle. Cierto, estaba de baja y no se encontraba de servicio, pero los actos de ese hombre siempre eran, como poco, inquietantes. No creía correcto dejarle campar a sus anchas.
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Una sonrisa profiden de las que enseñan hasta las muelas de leche que ya no tengo apareció en mi cada cuando el maldito acosador solo le dio a un objetivo, creo que intentó igualar mi disparo pero era un aficionado, tras su apreciación de lo que había que hacer para no volver a escuchar a esa mujer, en mi cabeza no sonó "dale y termina" era más como un... "He perdido o todo poderoso ser, por favor, haz lo que no he podido hacer yo en mi vida" Bueno, un poco exagerado pero por ahí van los tiros.. Ba dum Tss
Tras un par de florituras moviendo el arma y la munición que esta tenía, cargué y disparé de forma rápida y consecutiva, repitiendo en tiro anterior, de un perdigón dos objetivos, en menos de lo que canta un rayo el pedestal de las bolas estaba vacío, el hombre de la caseta enfadado y a mi me sobraban la suficiente munición para tirar el de al lado haciendo así un doble pleno -El maldito peluche del crío- Le pedí de forma seca mientras alargaba el brazo para que me lo diera rodeado de aplausos y alabanzas. El tendero me lo "regaló" y yo se lo dí al crío -Vete a jugar a otra parte- Comenté mientras me alejaba de esos dos caprichosos. Dejé el arma sobre el mostrador y miré al acosador -No tengo mucho tiempo, en una hora o así tengo que irme o mi carruaje se convertirá en calabaza..- En calabaza no, pero lo perderé y tendré que volver a pagar, impensable...
Caminé un poco apartando mi presencia de las miradas de odio máximo del de la caseta de tiro al blanco. Llegué hasta un puesto de algodón de azúcar que también tenía cocos abiertos bajo una fuente de agua y pequeños boles de plástico con fruta variada en su interior. Claramente, como persona que le importa su físico, agarré la fruta, pagué y tranquila y lentamente empecé a degustar dicha fruta. Dulce y acuosa, estaba bastante deliciosa a decir verdad -¿Qué es lo que quieres? No pienso darte información, no hasta que me haya recuperado, si empiezan a cazarlos y hacen cuentas aún me encontrarán antes de tiempo... Y hablando de eso, vamos a caminar hacia la derecha, no quiero meterme en zona conocida y tener que repetir lo de Dark Home, en Shabondy es más peligroso montar un espectáculo de esas características, hay gente muy peligrosa- Claramente me refería a esos malditos nobles mundiales...
Tras un par de florituras moviendo el arma y la munición que esta tenía, cargué y disparé de forma rápida y consecutiva, repitiendo en tiro anterior, de un perdigón dos objetivos, en menos de lo que canta un rayo el pedestal de las bolas estaba vacío, el hombre de la caseta enfadado y a mi me sobraban la suficiente munición para tirar el de al lado haciendo así un doble pleno -El maldito peluche del crío- Le pedí de forma seca mientras alargaba el brazo para que me lo diera rodeado de aplausos y alabanzas. El tendero me lo "regaló" y yo se lo dí al crío -Vete a jugar a otra parte- Comenté mientras me alejaba de esos dos caprichosos. Dejé el arma sobre el mostrador y miré al acosador -No tengo mucho tiempo, en una hora o así tengo que irme o mi carruaje se convertirá en calabaza..- En calabaza no, pero lo perderé y tendré que volver a pagar, impensable...
Caminé un poco apartando mi presencia de las miradas de odio máximo del de la caseta de tiro al blanco. Llegué hasta un puesto de algodón de azúcar que también tenía cocos abiertos bajo una fuente de agua y pequeños boles de plástico con fruta variada en su interior. Claramente, como persona que le importa su físico, agarré la fruta, pagué y tranquila y lentamente empecé a degustar dicha fruta. Dulce y acuosa, estaba bastante deliciosa a decir verdad -¿Qué es lo que quieres? No pienso darte información, no hasta que me haya recuperado, si empiezan a cazarlos y hacen cuentas aún me encontrarán antes de tiempo... Y hablando de eso, vamos a caminar hacia la derecha, no quiero meterme en zona conocida y tener que repetir lo de Dark Home, en Shabondy es más peligroso montar un espectáculo de esas características, hay gente muy peligrosa- Claramente me refería a esos malditos nobles mundiales...
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Rokuro no chuleó en ningún momento, tampoco tenía razones para poder hacerlo. Sin embargo, Mako se lo creyó demasiado por el mero hecho de tener más habilidad disparando. Cogió su arma de juguete e hizo toda clase de aspavientos completamente innecesarios que solo lograban ser llamativos. Todo un desperdicio de movimiento en opinión de Rokuro.
No tardó mucho en derribar todas las bolas, para sorpresa del hombre del mostrador. Por lo visto, era poco habitual que alguien lo consiguiese tan rápido. O que, simplemente, lo consiguiese. «Se le va a subir el ego» pensó Rokuro, suspirando.
Pero lo importante era que había ganado el peluche para el niño. Tras dárselo, la multitud se fue despejando poco a poco ―una multitud cautivada por la habilidad del hombre―, y llegó el momento en el que se encontraron solos.
«Interesante, una hora. Quizás después lo siga, para ver qué se trae entre manos».
―Vamos por la derecha ―dijo tras el comentario del calvo. Tampoco tenía ganas de cruzarse con problemas. Es decir, con más problemas. Mako por sí solo resultaba ser un elemento inesperado. Por su culpa, la ultima vez se había visto obligado a asesinar a la mitad de los hombres de una familia mafiosa tan solo por encontrarse cerca suyo. No quería pasar otra vez por lo mismo―. No quiero nombres o la dirección y hora de reuniones sospechosas. Lo que quiero saber es qué diantres haces aquí. ¿Me seguiste hasta la isla? ¿Vas a volver a convertirme en el objetivo de una organización criminal?
No creía que le hubiera seguido hasta la isla. De haber querido comunicarse por vete tú a saber qué motivo, habría usado otras vías. Pero de alguna forma tenía que empezar a hacerle hablar.
¿Sabría Mako que llevaba varios meses fuera de servicio? Es más, ¿habría deducido siquiera que trabajaba para el Cipher Pol? A lo largo de su «relación», había procurado ser cauto y dar la menor información posible de sí mismo. «Y aún no me siento cómodo con lo que sabe» pensó.
―Mira, llegamos a un acuerdo y todo quedó zanjado. El problema es que de repente te he encontrado en esta isla, ¡y dentro de una casa de subastas de esclavos! Después parecía que ibas a golpear a un pobre niño, y sé que desde luego ganas no te faltaban. Escúchame bien: no quiero problemas.
No tardó mucho en derribar todas las bolas, para sorpresa del hombre del mostrador. Por lo visto, era poco habitual que alguien lo consiguiese tan rápido. O que, simplemente, lo consiguiese. «Se le va a subir el ego» pensó Rokuro, suspirando.
Pero lo importante era que había ganado el peluche para el niño. Tras dárselo, la multitud se fue despejando poco a poco ―una multitud cautivada por la habilidad del hombre―, y llegó el momento en el que se encontraron solos.
«Interesante, una hora. Quizás después lo siga, para ver qué se trae entre manos».
―Vamos por la derecha ―dijo tras el comentario del calvo. Tampoco tenía ganas de cruzarse con problemas. Es decir, con más problemas. Mako por sí solo resultaba ser un elemento inesperado. Por su culpa, la ultima vez se había visto obligado a asesinar a la mitad de los hombres de una familia mafiosa tan solo por encontrarse cerca suyo. No quería pasar otra vez por lo mismo―. No quiero nombres o la dirección y hora de reuniones sospechosas. Lo que quiero saber es qué diantres haces aquí. ¿Me seguiste hasta la isla? ¿Vas a volver a convertirme en el objetivo de una organización criminal?
No creía que le hubiera seguido hasta la isla. De haber querido comunicarse por vete tú a saber qué motivo, habría usado otras vías. Pero de alguna forma tenía que empezar a hacerle hablar.
¿Sabría Mako que llevaba varios meses fuera de servicio? Es más, ¿habría deducido siquiera que trabajaba para el Cipher Pol? A lo largo de su «relación», había procurado ser cauto y dar la menor información posible de sí mismo. «Y aún no me siento cómodo con lo que sabe» pensó.
―Mira, llegamos a un acuerdo y todo quedó zanjado. El problema es que de repente te he encontrado en esta isla, ¡y dentro de una casa de subastas de esclavos! Después parecía que ibas a golpear a un pobre niño, y sé que desde luego ganas no te faltaban. Escúchame bien: no quiero problemas.
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Atento a las palabras de... ¿Como coño se llama este despojo? Escuché todas y cada una de sus palabras. -Mira, tres cosas... La primera, estoy muerto ¿recuerdas? nadie me busca, difícil será ponerte otra vez en la tesitura de Dark Home, aún que te vuelvo a repetir lo mismo. Yo no hice nada, tu solito, en vez de escapar y seguir con el perfil bajo como un borracho más de la taberna empezaste a degollar cuellos con el niño ese tan raro... Segundo, ¿Seguirte yo? No sabía ni que te tenía en la espalda pero tú si sabes que estaba en la subasta de esclavos, ¿Quien sigue a quien? Y tercero pero no por ello menos importante, tuviese ganas o no, ese niño se merece un guantazo antes de que sea demasiado tarde... Además, tienes pinta de ser de esos que tendrían al hijo educado de forma militar- Comenté sonriendo, la verdad es que estaba más tranquilo fuera de Dark Home, pero no le iba a decir que hacía aquí...
Mientras degustaba la fruta me apoyé en una de las raíces de los arboles tan famosos de la isla, miré al muchacho y empecé a hablar seriamente como el hombre de negocios que iba a ser -Veamos, no entiendo las cosas... ¿Qué coño quieres?- Mi tono cambió, claramente el ambiente se tensó -Sabes mucho de mi, pero yo no se nada de ti, haces muchas preguntas, pero no estas abierto a que te las hagan... Por qué no hacemos lo siguiente. Tú me das información y yo te doy información. Tú preguntas pero luego respondes, un tira y afloja... Sabes quien soy, a que me dedicaba, no soy un civil que puedas amedrentar, me has visto disparar, saltar de edificios, morir de forma épica, me has visto matar a sangre fría, ¿Crees en serio que puedes tratarme como a un vulgar ratero? Creo que estás pecando de confiado, sabes que no soy ni vulgar ni ratero así que respira hondo y piensa en como vamos a entablar esta conversación- No, no soy tonto, las cosas hay que dejarlas claras desde el inicio, bastante me había hecho el payaso, pero lo que era un intento de relajar el ambiente se había confundido, ahora me tomaba por menos. Se que es más fuerte, lo demostró acabando con los ojeadores, tengo buen ojo para medir a la gente, pero que no se confunda, será un elefante y yo un ratón pero como se despiste le puedo asfixiar acabando así con su vida de forma inesperada... Seré un insecto para él, pero mi aguijón también tiene veneno... ¿Me explico?
Mientras degustaba la fruta me apoyé en una de las raíces de los arboles tan famosos de la isla, miré al muchacho y empecé a hablar seriamente como el hombre de negocios que iba a ser -Veamos, no entiendo las cosas... ¿Qué coño quieres?- Mi tono cambió, claramente el ambiente se tensó -Sabes mucho de mi, pero yo no se nada de ti, haces muchas preguntas, pero no estas abierto a que te las hagan... Por qué no hacemos lo siguiente. Tú me das información y yo te doy información. Tú preguntas pero luego respondes, un tira y afloja... Sabes quien soy, a que me dedicaba, no soy un civil que puedas amedrentar, me has visto disparar, saltar de edificios, morir de forma épica, me has visto matar a sangre fría, ¿Crees en serio que puedes tratarme como a un vulgar ratero? Creo que estás pecando de confiado, sabes que no soy ni vulgar ni ratero así que respira hondo y piensa en como vamos a entablar esta conversación- No, no soy tonto, las cosas hay que dejarlas claras desde el inicio, bastante me había hecho el payaso, pero lo que era un intento de relajar el ambiente se había confundido, ahora me tomaba por menos. Se que es más fuerte, lo demostró acabando con los ojeadores, tengo buen ojo para medir a la gente, pero que no se confunda, será un elefante y yo un ratón pero como se despiste le puedo asfixiar acabando así con su vida de forma inesperada... Seré un insecto para él, pero mi aguijón también tiene veneno... ¿Me explico?
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Aquello no iba a ser fácil.
Rokuro sabía lidiar con la gente de su calaña, pero no implicaba que le gustase. Su especialidad eran el hurto y los asesinatos, no los interrogatorios y la intimidación, y aquel hombre tenía más cartas a su favor de las que le hubiera gustado.
Extrañamente a cómo solía pensar, había algo en su aire de indignación que le hacía pensar que Mako decía la verdad. No, no se trataba de honor entre ladrones o como quiera que lo llamasen algunos, sino de algo diferente. Tampoco creía que fuese respeto, ¿o tal vez sí? «¿Respeto a este hombre» se encontró preguntándose. Era un ladrón, embustero, asesino y criminal que solo miraba por sí mismo, un hombre ambicioso con de sed riqueza y poder, además de un oportunista. Puede que Rokuro también fuese un asesino, pero poseía principios y su labor era en pos de un objetivo mayor. «No, no lo respeto, ni él a mí» decidió. Sin embargo, la conclusión era más sencilla: se odiaban.
Desde que se conocieron habían supuesto cada uno un estorbo para el otro, pero también se habían visto obligados a colaborar por lo que se vieron obligados a conocerse. El odia venía de ese conocimiento, y la sinceridad provenía del odio.
—Te reconozco que no eres un vulgar ratero —empezó a decir Rokuro, sin agachar la cabeza ni apartar la mirada en ningún momento—, pero te equivocas en una cosa: no peco de confiado. Puede que no sepas ni quién soy ni de dónde vengo, pero me conoces, y lo que es más importante, sabes de lo que soy capaz. Y antes de que digas nada, no, no busco problemas. Es más, los motivos por los que estoy en esta isla son única y exclusivamente de índole personal. El único motivo por el que te seguí es porque te vi entrando en una casa de subastas y codeándote con criminales, y puedes pensar que estoy loco pero si tu estuvieses en mi situación habrías pensado que también te estaba siguiendo.
Rokuro suspiró. Había llegado el momento de poner la carne en el asador.
—Tú no buscas bronca, y yo tampoco. Partiendo de esa base, estoy de acuerdo en negociar, pero no voy a permitir que te subas a la chepa. Si quisiera, podría conseguir la información que posees a través de otros medios; te recuerdo que ya he logrado seguirte sin que te percataras, así que no intentes aprovecharte de la situación. Sin embargo, te propongo lo siguiente: yo tengo mis objetivos, y tú tienes los tuyos. Voy a tener un gesto de cortesía y dar el primer paso, pero quiero que lleguemos a un acuerdo que nos beneficie a los dos. No quiero entrar en un tira y afloja, quiero que pactemos. ¿Conforme?
En el caso de que aquel hombre aceptase, continuaría hablando.
—Puede que ya lo hayas supuesto, pero soy un agente a las órdenes del Cipher Pol. Como ya te había dicho, mis motivos para estar en esta isla son totalmente personales y no están relacionados con mi trabajo, y hablar sobre ello está completamente descartado. Sin embargo, estoy seguro de que no es tu caso, así que quiero saber qué planeas hacer aquí para saber si me va a afectar o no y cómo sacar tajada de ello.
Rokuro sabía lidiar con la gente de su calaña, pero no implicaba que le gustase. Su especialidad eran el hurto y los asesinatos, no los interrogatorios y la intimidación, y aquel hombre tenía más cartas a su favor de las que le hubiera gustado.
Extrañamente a cómo solía pensar, había algo en su aire de indignación que le hacía pensar que Mako decía la verdad. No, no se trataba de honor entre ladrones o como quiera que lo llamasen algunos, sino de algo diferente. Tampoco creía que fuese respeto, ¿o tal vez sí? «¿Respeto a este hombre» se encontró preguntándose. Era un ladrón, embustero, asesino y criminal que solo miraba por sí mismo, un hombre ambicioso con de sed riqueza y poder, además de un oportunista. Puede que Rokuro también fuese un asesino, pero poseía principios y su labor era en pos de un objetivo mayor. «No, no lo respeto, ni él a mí» decidió. Sin embargo, la conclusión era más sencilla: se odiaban.
Desde que se conocieron habían supuesto cada uno un estorbo para el otro, pero también se habían visto obligados a colaborar por lo que se vieron obligados a conocerse. El odia venía de ese conocimiento, y la sinceridad provenía del odio.
—Te reconozco que no eres un vulgar ratero —empezó a decir Rokuro, sin agachar la cabeza ni apartar la mirada en ningún momento—, pero te equivocas en una cosa: no peco de confiado. Puede que no sepas ni quién soy ni de dónde vengo, pero me conoces, y lo que es más importante, sabes de lo que soy capaz. Y antes de que digas nada, no, no busco problemas. Es más, los motivos por los que estoy en esta isla son única y exclusivamente de índole personal. El único motivo por el que te seguí es porque te vi entrando en una casa de subastas y codeándote con criminales, y puedes pensar que estoy loco pero si tu estuvieses en mi situación habrías pensado que también te estaba siguiendo.
Rokuro suspiró. Había llegado el momento de poner la carne en el asador.
—Tú no buscas bronca, y yo tampoco. Partiendo de esa base, estoy de acuerdo en negociar, pero no voy a permitir que te subas a la chepa. Si quisiera, podría conseguir la información que posees a través de otros medios; te recuerdo que ya he logrado seguirte sin que te percataras, así que no intentes aprovecharte de la situación. Sin embargo, te propongo lo siguiente: yo tengo mis objetivos, y tú tienes los tuyos. Voy a tener un gesto de cortesía y dar el primer paso, pero quiero que lleguemos a un acuerdo que nos beneficie a los dos. No quiero entrar en un tira y afloja, quiero que pactemos. ¿Conforme?
En el caso de que aquel hombre aceptase, continuaría hablando.
—Puede que ya lo hayas supuesto, pero soy un agente a las órdenes del Cipher Pol. Como ya te había dicho, mis motivos para estar en esta isla son totalmente personales y no están relacionados con mi trabajo, y hablar sobre ello está completamente descartado. Sin embargo, estoy seguro de que no es tu caso, así que quiero saber qué planeas hacer aquí para saber si me va a afectar o no y cómo sacar tajada de ello.
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Tras asentir dos veces, a la de una tregua entre nosotros y en afirmar mi conformidad ante el pacto, una sonrisa pícara y un leve levantamiento de cejas invadieron mi cara, sabía que era algo, sí algo, este hombre tenía técnicas, poderes y capacidades superiores a la media, pero por su aspecto y forma de trabajar habría apostado por revolucionario, habría palmado pasta. Admitir que trabaja para el gobierno era una sentencia de muerte, pero quería aprovechar eso -Acepto tu "cortesía" confesar que trabajar para el gobierno puede traerte problemas, como supondrás ahora seré yo "cortes"... ¿Qué hago aquí? fácil, tratos... Mi objetivo es pasar de simple ratero, soy un asesino muy valorado y bien pagado, pero no me conformo con eso...- Hice una pausa y me aparté del árbol -Era un perro fiel y me han maltratado y abandonado, tengo mi corazón ¿Sabes? Por lo que a voz de pronto, no seré un problema para ti, mi objetivo es crecer, armarme e ir a por las tres grandes familias que han querido cortar la cabeza de una hydra, lo que no saben, es que han salido más...- Venga, era una buena metáfora ¿no?
Abrí mi chaqueta mostrando los cuchillos y el revolver -Claramente no los usaré, pero para que veas que esto me interesa- Comenté mientras lentamente cogía los cuchillos y el revolver y lo dejaba en el suelo frente a él. Claramente no tenerlos cerca no significaba no poder usarlos, pero por desgracia,, a este "capuleto" no puedo esconderle mi akuma no mi -Sabes como yo sé, que las armas no significa mucho, pero no usaré ningún truco, espero que tú no uses esa hoz que sale de tu pierna y me partas por la mitad- A decir verdad, siendo sinceros, no creo que pudiera esquivar ese corte, pero ya lo había visto, por lo que estaba preparado por si las moscas... Él sabía sobre mi y viceversa, por lo que la tensión era clara... -¿Qué tipo de negocio me propones? Podría darte información de cual es mi futuro, pero creo que te haces una idea global, seré más específico, armas... También te diré que serán más o menos legales por lo que no intentes buscar tres pies al gato...- Estaba hablando más de la cuenta, pero si ahora mismo no arriesgaba, esto no llevaría a ningún lugar y estaríamos en un punto muerto, en todo negocio hay que confiar un poco...
Abrí mi chaqueta mostrando los cuchillos y el revolver -Claramente no los usaré, pero para que veas que esto me interesa- Comenté mientras lentamente cogía los cuchillos y el revolver y lo dejaba en el suelo frente a él. Claramente no tenerlos cerca no significaba no poder usarlos, pero por desgracia,, a este "capuleto" no puedo esconderle mi akuma no mi -Sabes como yo sé, que las armas no significa mucho, pero no usaré ningún truco, espero que tú no uses esa hoz que sale de tu pierna y me partas por la mitad- A decir verdad, siendo sinceros, no creo que pudiera esquivar ese corte, pero ya lo había visto, por lo que estaba preparado por si las moscas... Él sabía sobre mi y viceversa, por lo que la tensión era clara... -¿Qué tipo de negocio me propones? Podría darte información de cual es mi futuro, pero creo que te haces una idea global, seré más específico, armas... También te diré que serán más o menos legales por lo que no intentes buscar tres pies al gato...- Estaba hablando más de la cuenta, pero si ahora mismo no arriesgaba, esto no llevaría a ningún lugar y estaríamos en un punto muerto, en todo negocio hay que confiar un poco...
Okada Rokuro
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Tratos. Una palabra que significaba mucho y a la vez nada. Rokuro ya se conocía esos «tratos», y por desgracia aquello no le decía nada. Por suerte, aunque no tuviera todos los detalles, Mako había compartido su objetivo. O al menos el primero de ellos. Tendría que conformase y trabajar con lo poco que tenía.
Le lanzó una mirada suspicaz cuando mostró sus armas, pero no reaccionó cuando las sacó y colocó en el suelo. Quizás se trataba de una estratagema, pero el ambiente había cambiado. Casi parecían dos hombres sentados en un despacho cerrando un acuerdo. Casi.
Como gesto de buena voluntad, sacó un par de kunais y los lanzó contra el suelo. Ambos sabían que era algo inútil: Rokuro no necesitaba armas y Mako podía usar su poder para recuperarlas. Aún con todo, parecía lo más adecuado.
—¿Que qué tipo de negocio te propongo? —preguntó en un intento de ganar tiempo. «¿Qué podría obtener de este tipo?» se preguntó seriamente. Ambos habían enseñado sus cartas y, aunque no se habían declarado abiertamente como enemigos, sí que pertenecían a facciones que se repelían como el agua y el aceite. Ahora estaban negociando, evitando el conflicto, pero el futuro era incierto. Quizás en el futuro se encontrasen como enemigos, y aquello era algo que no podía permitirse. «Ahora mismo no estoy de servicio —se recordó—, pero no por ello he dejado de pertenecer al Gobierno Mundial. Lo que consiga, debe ser provechoso»—. Lo primero de todo, te ofrezco un tratado de no agresión siempre y cuando tus intereses y los del Gobierno Mundial no entren en conflicto. Si en algún momento crees que esto puede ocurrir, deberás contactarme a mí primero.
Se llevó una mano al mentón y comenzó a caminar de un lado a otro, pensando en cómo presentaría su siguiente oferta.
—Lo segundo, mis superiores podrían agradecer la eliminación de algunos «estorbos» sin verse envueltos, ya sabes de lo que hablo. Yo soy bueno en mi trabajo, y no dejo rastro, como ya sabrás, pero hay objetivos que no son tan sencillos. Lógicamente la persona u organización que nos ayudase se vería recompensada. Por ello propongo establecer una línea de comunicación para tratar esta clase de asuntos: pactemos eliminar esos «estorbos» que podamos tener siempre que la otra parte se vea recompensada. Y tercero, pero no por ello menos importante, tanto esta conversación como las conversaciones futuras que tengamos, no existen ni existirán. Así que disculpa si no te hago firmar un documento.
«Con esto espero haber sido fiel a mis colores» —pensó mientras esperaba la respuesta.
Le lanzó una mirada suspicaz cuando mostró sus armas, pero no reaccionó cuando las sacó y colocó en el suelo. Quizás se trataba de una estratagema, pero el ambiente había cambiado. Casi parecían dos hombres sentados en un despacho cerrando un acuerdo. Casi.
Como gesto de buena voluntad, sacó un par de kunais y los lanzó contra el suelo. Ambos sabían que era algo inútil: Rokuro no necesitaba armas y Mako podía usar su poder para recuperarlas. Aún con todo, parecía lo más adecuado.
—¿Que qué tipo de negocio te propongo? —preguntó en un intento de ganar tiempo. «¿Qué podría obtener de este tipo?» se preguntó seriamente. Ambos habían enseñado sus cartas y, aunque no se habían declarado abiertamente como enemigos, sí que pertenecían a facciones que se repelían como el agua y el aceite. Ahora estaban negociando, evitando el conflicto, pero el futuro era incierto. Quizás en el futuro se encontrasen como enemigos, y aquello era algo que no podía permitirse. «Ahora mismo no estoy de servicio —se recordó—, pero no por ello he dejado de pertenecer al Gobierno Mundial. Lo que consiga, debe ser provechoso»—. Lo primero de todo, te ofrezco un tratado de no agresión siempre y cuando tus intereses y los del Gobierno Mundial no entren en conflicto. Si en algún momento crees que esto puede ocurrir, deberás contactarme a mí primero.
Se llevó una mano al mentón y comenzó a caminar de un lado a otro, pensando en cómo presentaría su siguiente oferta.
—Lo segundo, mis superiores podrían agradecer la eliminación de algunos «estorbos» sin verse envueltos, ya sabes de lo que hablo. Yo soy bueno en mi trabajo, y no dejo rastro, como ya sabrás, pero hay objetivos que no son tan sencillos. Lógicamente la persona u organización que nos ayudase se vería recompensada. Por ello propongo establecer una línea de comunicación para tratar esta clase de asuntos: pactemos eliminar esos «estorbos» que podamos tener siempre que la otra parte se vea recompensada. Y tercero, pero no por ello menos importante, tanto esta conversación como las conversaciones futuras que tengamos, no existen ni existirán. Así que disculpa si no te hago firmar un documento.
«Con esto espero haber sido fiel a mis colores» —pensó mientras esperaba la respuesta.
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Al parecer al muchacho si le interesaba, el hecho de que caminara de lado a lado me daba a entender que quería pensar bien lo que iba a salir de su boca y no haces eso ni no quieres un buen contrato sin pensarlo antes, por lo que, que quiera hacerlo ya sin nada de ante mano, mostraba interés y prisa -Tratado de no agresión aceptado, yo no atacaré ni al gobierno ni a ti y tú no me atacas a mi, pero yo soy una persona y tú una organización, así que por tu parte el trato de no agresión también aplica que si de casualidad el gobierno tiene algo contra mi, te enteres y me informes, se que no puedes hablar por ellos y que tienen la misma palabra que una mafia, pero están más organizados por lo que puedes enterarte...- Claro está que sabía que no me estaba ofreciendo inmunidad ante el gobierno, solo con él pero tras ver lo que puede hacer, por el momento me servía...
Los dos tercios del combate eran cuanto menos interesantes, solo escucharlos, me froté las manos mentalmente, físicamente no dejaría mostrar ese interés o las negociaciones podrían verse afectadas -Así que quieres contratarme de vez en cuando, no me esperaba esa parte sinceramente, pero me parece aceptable, te voy a ofrecer un presente por mi parte a ese trato, no solo me dejaré contratar, si no que, cuando me entere de algo interesante que pueda ser útil para el gobierno, te informaré, espero que si te enteras de cualquier cosa que pueda aprovechar, ya sea empresarial, financiero o bélico, podría sacar tajada de ello y darte a cambio un porcentaje... No sabes bien el dinero que puedes hacer si te enteras de un cambio de gobierno en una isla, de una refriega contra piratas, bandidos o revolucionarios y sobre todo... Adelantarte o aprovechar un vacío en el bajo mundo...- Tenía en la cabeza la decisión de ser grande, pero este hombre acababa de darme una ventaja enorme en el juego que iba a empezar, estaba jugando al monopoli con tres tarjetas que me permitían salir de la cartel y en doble de dinero que mis oponentes... Claramente no en sentido literal...
En este momento miraba fijamente al susodicho, pensando en... ¿Como habíamos acabado en esta situación? De pronto, se me empezó a escapar la risa, que aumentó poco a poco hasta soltar un par de carcajadas -No pienses que me río de ti, he intentado aguantar la risa pero... Solo de pensar en "esto" ¿Como hemos acabado así cuando empezamos como empezamos? El destino es caprichoso... Jajaja- Un pequeño desvarío...
Los dos tercios del combate eran cuanto menos interesantes, solo escucharlos, me froté las manos mentalmente, físicamente no dejaría mostrar ese interés o las negociaciones podrían verse afectadas -Así que quieres contratarme de vez en cuando, no me esperaba esa parte sinceramente, pero me parece aceptable, te voy a ofrecer un presente por mi parte a ese trato, no solo me dejaré contratar, si no que, cuando me entere de algo interesante que pueda ser útil para el gobierno, te informaré, espero que si te enteras de cualquier cosa que pueda aprovechar, ya sea empresarial, financiero o bélico, podría sacar tajada de ello y darte a cambio un porcentaje... No sabes bien el dinero que puedes hacer si te enteras de un cambio de gobierno en una isla, de una refriega contra piratas, bandidos o revolucionarios y sobre todo... Adelantarte o aprovechar un vacío en el bajo mundo...- Tenía en la cabeza la decisión de ser grande, pero este hombre acababa de darme una ventaja enorme en el juego que iba a empezar, estaba jugando al monopoli con tres tarjetas que me permitían salir de la cartel y en doble de dinero que mis oponentes... Claramente no en sentido literal...
En este momento miraba fijamente al susodicho, pensando en... ¿Como habíamos acabado en esta situación? De pronto, se me empezó a escapar la risa, que aumentó poco a poco hasta soltar un par de carcajadas -No pienses que me río de ti, he intentado aguantar la risa pero... Solo de pensar en "esto" ¿Como hemos acabado así cuando empezamos como empezamos? El destino es caprichoso... Jajaja- Un pequeño desvarío...
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—¿Qué como hemos llegado a esto? —pregunté, expectante—. Porque eres un grano en el culo.
Rokuro mostró un atisbo de sonrisa, haciendo denotar que también comprendía la ironía de la situación. Sin embargo, estaba convencido de que era lo mejor a lo que podía aspirar en el momento. Todavía no había vuelto al Cipher Pol, de modo que no tenía autoridad para arrestar a aquel hombre, y menos cuando no había realizado ningún delito aparente en la isla, y sacar beneficio de su presencia no solo le permitía obtener información relevante en el futuro sino que también era una manera de tener vigilado y controlado, si eso era posible, al criminal.
—Supongo que, si me informas sobre cualquier movimiento extraño que pueda perjudicar a mi organización, lo justo es que haga lo mismo contigo —decidió, sin estar del todo satisfecho. Aún así, seguía teniendo cierto sentido de la justicia—. Destino caprichoso o no, ahora estamos juntos en esto.
El sol se había ido desplazando, e iba atardeciendo. Aquel negocio estaba prácticamente cerrado, y no había ningún motivo para permanecer con aquel hombre, pero Rokuro seguía sintiendo un extraño y amargo sabor en la boca. Sentía que se le escapaba algo.
—Y ahora, antes de despedirnos, me gustaría saber cuáles son tus planes en esta isla; no me gustaría que interfirieran con los míos —«No pienso permitir que descubra que estoy visitando a un psicólogo, o que mi abuelo se encuentra en la isla»—. Tienes mi palabra de que no me interpondré siempre que no afecte a civiles inocentes, pero ahora que hemos llegado a un acuerdo preferiría no meterme en asuntos ajenos por error.
¿De verdad era capaz de dejar campar a sus anchas a un criminal con tal de que no se entrometiera en sus asuntos personales? Se encontró reflexionado sobre ello, y descubrió que era verdad. Y sabía a qué se debía. Prefería pactar con Mako a dejar en el aire la posibilidad de que descubriera su faceta más débil. De que descubriera sus puntos débiles. Y todo aquello se lo había enseñado su padre y la dura y estricta filosofía de su isla natal. ¿Algún día iba a poder escapar de esa maldición?
Rokuro mostró un atisbo de sonrisa, haciendo denotar que también comprendía la ironía de la situación. Sin embargo, estaba convencido de que era lo mejor a lo que podía aspirar en el momento. Todavía no había vuelto al Cipher Pol, de modo que no tenía autoridad para arrestar a aquel hombre, y menos cuando no había realizado ningún delito aparente en la isla, y sacar beneficio de su presencia no solo le permitía obtener información relevante en el futuro sino que también era una manera de tener vigilado y controlado, si eso era posible, al criminal.
—Supongo que, si me informas sobre cualquier movimiento extraño que pueda perjudicar a mi organización, lo justo es que haga lo mismo contigo —decidió, sin estar del todo satisfecho. Aún así, seguía teniendo cierto sentido de la justicia—. Destino caprichoso o no, ahora estamos juntos en esto.
El sol se había ido desplazando, e iba atardeciendo. Aquel negocio estaba prácticamente cerrado, y no había ningún motivo para permanecer con aquel hombre, pero Rokuro seguía sintiendo un extraño y amargo sabor en la boca. Sentía que se le escapaba algo.
—Y ahora, antes de despedirnos, me gustaría saber cuáles son tus planes en esta isla; no me gustaría que interfirieran con los míos —«No pienso permitir que descubra que estoy visitando a un psicólogo, o que mi abuelo se encuentra en la isla»—. Tienes mi palabra de que no me interpondré siempre que no afecte a civiles inocentes, pero ahora que hemos llegado a un acuerdo preferiría no meterme en asuntos ajenos por error.
¿De verdad era capaz de dejar campar a sus anchas a un criminal con tal de que no se entrometiera en sus asuntos personales? Se encontró reflexionado sobre ello, y descubrió que era verdad. Y sabía a qué se debía. Prefería pactar con Mako a dejar en el aire la posibilidad de que descubriera su faceta más débil. De que descubriera sus puntos débiles. Y todo aquello se lo había enseñado su padre y la dura y estricta filosofía de su isla natal. ¿Algún día iba a poder escapar de esa maldición?
Mako
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Dejé salir una risa breve -¿Mis negocios aquí? No te preocupes, ya están hechos, no podrías interferir ni queriendo... Parece ser que solo me empezaste a seguir cuando entré en la subasta... ¿Que hacía alguien de luz en un lugar tan oscuro?- Me entretenía como si hubiera pillado a un crío haciendo algo malo, pero no era de mi interés -Tranquilo, no hace falta que me respondas, tampoco me interesa...- Saqué una tarjeta del interior de mi bolsillo y se la ofrecí -Para que podamos contactar, te aconsejo que compres diferentes Den Den para proteger la llamada, ahora nadie tendría interés en nosotros, pero quizás en un futuro sí...- (Cuando cogiera la tarjeta) Levanté mis manos y las armas que dejé en el suelo pasaron a ellas de forma brusca, los cuchillos a la izquierda y el revolver a la derecha, después los guardé -Estaré encantado de hacer negocios contigo "Shinigami"- No sabía su nombre y no se lo iba a pedir, pero este apodo le pegaba pues llamarle akuma era demasiado... Obvio...
Empecé a caminar en dirección hacia Ryan, quien en cuanto me vio saludó enérgicamente -¿¡Donde estabas!? Me lo he pasado genial- Infantil... pero leal... -Calla, aparenta profesionalidad y no digas nada más, puede que nos estén siguiendo...- Ryan se puso normal y empezó a hacer su trabajo -Pero se te ve feliz... ¿Seguro que nos siguen?- Volví a sonreír -¿Feliz? Quizás, puede ser, la verdad es que he tenido una conversación bastante interesante con un vagabundo- Ryan se extrañó pero no preguntó mucho -Vamos a Litios, ahí empezará todo...- Comenté, todo iba en buen camino...
Mi objetivo estaba bien grabado en mi cabeza pero esto lo cambiaba todo, necesitaba replantear mi estrategia ya que puede ser que el "Shinigami" me diera el empujón necesario. Puede ser que los "Lister" vayan a tener más problemas de los que yo les pudiera haber dado ya que, conozco muchos negocios que al encapuchado le interesarían bastante... -Ryan, ¿Aún tienen los "Lister" los tratos con aquellos revolucionarios?- Pregunté -Cuando nos fuimos sí, les rentaba mucho, supongo que aún los tendrán- Mostré mi gran sonrisa -Tendremos que investigar, reunir información y datos, creo que tengo un perro hambriento que le encantará un hueso fresco...- Sí, si tenía que azuzar el avispero y soplar para que los insectos vayan a su miel, agitaría la colmena bailando un tango si hiciera falta... Necesitaba un nombre para ese tipo..."Shinigami" no está mal...
Empecé a caminar en dirección hacia Ryan, quien en cuanto me vio saludó enérgicamente -¿¡Donde estabas!? Me lo he pasado genial- Infantil... pero leal... -Calla, aparenta profesionalidad y no digas nada más, puede que nos estén siguiendo...- Ryan se puso normal y empezó a hacer su trabajo -Pero se te ve feliz... ¿Seguro que nos siguen?- Volví a sonreír -¿Feliz? Quizás, puede ser, la verdad es que he tenido una conversación bastante interesante con un vagabundo- Ryan se extrañó pero no preguntó mucho -Vamos a Litios, ahí empezará todo...- Comenté, todo iba en buen camino...
Mi objetivo estaba bien grabado en mi cabeza pero esto lo cambiaba todo, necesitaba replantear mi estrategia ya que puede ser que el "Shinigami" me diera el empujón necesario. Puede ser que los "Lister" vayan a tener más problemas de los que yo les pudiera haber dado ya que, conozco muchos negocios que al encapuchado le interesarían bastante... -Ryan, ¿Aún tienen los "Lister" los tratos con aquellos revolucionarios?- Pregunté -Cuando nos fuimos sí, les rentaba mucho, supongo que aún los tendrán- Mostré mi gran sonrisa -Tendremos que investigar, reunir información y datos, creo que tengo un perro hambriento que le encantará un hueso fresco...- Sí, si tenía que azuzar el avispero y soplar para que los insectos vayan a su miel, agitaría la colmena bailando un tango si hiciera falta... Necesitaba un nombre para ese tipo..."Shinigami" no está mal...
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«¿Alguien de luz?» pensó con ironía. Quizás trabajase para los buenos, pero su labor no se acercaba a la de la auténtica luz. Resultaba chocante que, alguien cuyo trabajo era tan similar, le viese de aquella forma. No pudo evitar esbozar otra sonrisa discreta, como riéndose él mismo del chiste.
—Sé como hacer mi trabajo —dije, recogiendo su tarjeta apenas sin mirarla. Más tarde memorizaría el número y me desharía de la tarjeta; no era tan estúpido como para llevar algo así encima, ni siquiera estando de baja—. Cuando llegue el momento contactaré contigo.
No hizo amago de despedirse, no eran amigos. Siguió su camino, haciendo como si nada hubiese pasado. Sí, podría haberlo seguido, pero habría sido algo demasiado obvio, y en el caso de que hubiese mentido y no haber terminado con sus negocios, tendría la suficiente cabeza para no llamar la atención y arriesgarse a que le pillase en una mentira. Por el momento había sido capaz de proteger sus secretos y, además, quizás fuese beneficioso en el futuro.
«En cuanto vuelva al trabajo debo comunicar lo sucedido a mis superiores —pensó mientras volvía al piso con su abuelo—. Sin duda aprobarán lo que ha sucedido hoy aquí. Al menos, hasta que decidan que Mako supone más riesgos que beneficios. Será mejor que me prepare para ese momento».
El Cipher Pol era parte del Gobierno Mundial, pero no se trataba precisamente de su rostro público. Había que ser demasiado ingenuo para creer que tras bambalinas no ocurría nada. Sin embargo, todo por lo que trabajaba la agencia de viaje era para hacer del mundo un lugar mejor. Los agentes se manchaban las manos y hacían los trabajos sucios para permitir que el Gobierno continuase brillando, como un símbolo. Sí, a Rokuro le hubiese gustado ser la cara pública a la que todos admiraban, pero no se engañaba. Nunca había destacado en nada, y en la mayoría de tareas erraba, pero en este no. Este era el único trabajo que era capaz de hacer bien, y desde hacía tiempo había asumido que sería la sombra tras la luz. No le disgustaba, nunca había sido un ser de luz, como podría pensar Mako. Su interior era oscuro y sombrío, más de lo que le gustaba admitir.
«Podré cambiarlo algún día? ¿Acaso las personas cambian o permanecen como son, inalterables? —se preguntó—. Mi abuelo parece haber cambiado. ¿Eso significa que yo también podré?»
Aquellos pensamientos no dejaron de acosarle en todo el día, aunque a la hora de dormir lo último que pensó fue una sola palabra: Shinigami.
—Sé como hacer mi trabajo —dije, recogiendo su tarjeta apenas sin mirarla. Más tarde memorizaría el número y me desharía de la tarjeta; no era tan estúpido como para llevar algo así encima, ni siquiera estando de baja—. Cuando llegue el momento contactaré contigo.
No hizo amago de despedirse, no eran amigos. Siguió su camino, haciendo como si nada hubiese pasado. Sí, podría haberlo seguido, pero habría sido algo demasiado obvio, y en el caso de que hubiese mentido y no haber terminado con sus negocios, tendría la suficiente cabeza para no llamar la atención y arriesgarse a que le pillase en una mentira. Por el momento había sido capaz de proteger sus secretos y, además, quizás fuese beneficioso en el futuro.
«En cuanto vuelva al trabajo debo comunicar lo sucedido a mis superiores —pensó mientras volvía al piso con su abuelo—. Sin duda aprobarán lo que ha sucedido hoy aquí. Al menos, hasta que decidan que Mako supone más riesgos que beneficios. Será mejor que me prepare para ese momento».
El Cipher Pol era parte del Gobierno Mundial, pero no se trataba precisamente de su rostro público. Había que ser demasiado ingenuo para creer que tras bambalinas no ocurría nada. Sin embargo, todo por lo que trabajaba la agencia de viaje era para hacer del mundo un lugar mejor. Los agentes se manchaban las manos y hacían los trabajos sucios para permitir que el Gobierno continuase brillando, como un símbolo. Sí, a Rokuro le hubiese gustado ser la cara pública a la que todos admiraban, pero no se engañaba. Nunca había destacado en nada, y en la mayoría de tareas erraba, pero en este no. Este era el único trabajo que era capaz de hacer bien, y desde hacía tiempo había asumido que sería la sombra tras la luz. No le disgustaba, nunca había sido un ser de luz, como podría pensar Mako. Su interior era oscuro y sombrío, más de lo que le gustaba admitir.
«Podré cambiarlo algún día? ¿Acaso las personas cambian o permanecen como son, inalterables? —se preguntó—. Mi abuelo parece haber cambiado. ¿Eso significa que yo también podré?»
Aquellos pensamientos no dejaron de acosarle en todo el día, aunque a la hora de dormir lo último que pensó fue una sola palabra: Shinigami.
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