Rayder
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Uno de los días más esperados en la isla de Shimotsuki, situada en el East Blue, un día en el que una gran cantidad de espadachines se enfrentarían por un premio en especial: la cinta que los condecoraría como el mejor del lugar. Y como no, nuestro querido pelinegro debía estar allí para dar "amor" a quien quisiera ponerse en su camino. Colgando de su cinturón grisáceo, su espada estaba atada de forma que no se cayera al moverse. Aquella funda negra y el mango bicolor combinado con telas blancas era algo que formaba parte de él. Desde muy pequeño había portado esa espada, empleándola en otros torneos y concursos del Reino de Lvneel. No sería la primera vez que la empleaba, pues ya había entrenado con ella en los dojos de su ciudad natal, cosa que le había servido para adquirir unos conocimientos mínimos de la lucha con espadas, a pesar de que todavía estuviera un poco verde en ese campo. Sin embargo, y con el paso del tiempo, aprendería y estaba totalmente seguro de que se convertiría en un auténtico espadachín de leyenda. Sólo había que dejar que los años pasasen.
Apresurando su paso, recorrió las calles de Shimotsuki persiguiendo el gran bullicio que era más que audible desde cualquier punto de la ciudad. La competición se llevaría a cabo en una extensión vasta de tierra y pradera, de forma que los participantes tuvieran suficiente sitio para demostrar sus habilidades y movimientos. Además, muchos cotillas irían a ver el percal de los luchadores, bien fuera por motivos ocultos o para contratarlos como guardaespaldas de gente importante. Pero Rayder no tenía en mente ninguna de esas cosas, él quería participar y ganar, como la persona competitiva que era. Le dolería demasiado echar a perder aquel día sin presentarse como espadachín, pero más le dolería asumir que no estaba preparado para ganar aquellos combates. Tal vez no fuera suficientemente paciente en aquellos instantes, tal vez su nivel no fuera el adecuado para los enemigos que encontrase en aquellas tierras. Pero un poco de "salsa" no le viene mal al plato, y él no descubriría su potencial hasta que no lo probase en combates de verdad.
- Es la hora de demostrar los resultados de mi entrenamiento. Y espero que los enemigos estén a la altura, los de Lvneel caían de un golpe, como las moscas - Dijo con una pequeña sonrisa naciendo de sus labios, recordando viejos campeonatos en los que desarmaba a participantes de una simple finta y terminaba de dejarlos K.O. con un solo golpe de su katana.
Ese tipo de gente no merecía su respeto, y si quería mejorar tendría que encontrar personas que le supusieran retos más grandiosos. No podía estancarse en un grupo concreto de personas, o sino terminaría por quedar al mismo nivel que ellos. La vida de un espadachín es una lucha constante, una búsqueda del rival más fuerte en cada momento, de forma que uno pueda superarse a sí mismo a cada instante.
Y al cabo de un tiempo, el pelinegro se encontraba en el punto de inicio de aquella aventura: el centro en el que los participantes se apuntaban a la competición, una "casucha" de cuatro paredes y madera vieja, en la cuál una persona anotaba en un libro a todos los que querían formar parte de aquel evento, pagando una suma despreciable de dinero, una simple moneda de plata. Mientras que aguardaba en la cola de espera, sacó de su chaqueta oscura la suma que debía pagar, manteniéndola en la palma de su mano cerrada para que no se cayera. Cuando le llegó el turno de presentarse, simplemente le pidieron el nombre y que pagase.
- Rayder Backstraw, marqués de Espadatiesa - Dijo con una semi-sonrisa en su expresión facial, ya que le gustaba presentarse con ese tipo de nombres tontos, para que cuando fuera el momento de su entrada todo fuera más especial, y con una pizca de gracia.
E increíblemente, el encargado de apuntarle escribió todo lo que dijo en el libro de recopilación. Le señaló con la mano el lugar al que debía dirigirse, puesto que los estaban organizando por cuadras. Y de las cuatro que había, había sido asignado a la segunda. Sus pasos le llevaron allí en cuestión de segundos, entrando por la verja hacia el interior de dicha zona. Estaba abarrotado de espadachines, y podían verse personas que portaban desde una espada hasta un número de cinco, que fue lo máximo que vio el pelinegro. Sin embargo, el manejar tantas espadas era un arma de doble filo, nunca mejor dicho: a pesar de que la velocidad de ataque y la posibilidad de tomar al enemigo por sorpresa se aumentasen desorbitadamente, se requería una concentración demasiado agobiante, que terminaba por cansar siempre al usuario. Por eso, Rayder empleaba únicamente una espada en todos sus combates, el estilo más versátil del mundo, pero a la vez el más mortífero de todos, si se utilizaba apropiadamente. Y a decir verdad, no importa el número de espadas que se porte: si el espadachín no da la talla, no servirá de nada.
Apresurando su paso, recorrió las calles de Shimotsuki persiguiendo el gran bullicio que era más que audible desde cualquier punto de la ciudad. La competición se llevaría a cabo en una extensión vasta de tierra y pradera, de forma que los participantes tuvieran suficiente sitio para demostrar sus habilidades y movimientos. Además, muchos cotillas irían a ver el percal de los luchadores, bien fuera por motivos ocultos o para contratarlos como guardaespaldas de gente importante. Pero Rayder no tenía en mente ninguna de esas cosas, él quería participar y ganar, como la persona competitiva que era. Le dolería demasiado echar a perder aquel día sin presentarse como espadachín, pero más le dolería asumir que no estaba preparado para ganar aquellos combates. Tal vez no fuera suficientemente paciente en aquellos instantes, tal vez su nivel no fuera el adecuado para los enemigos que encontrase en aquellas tierras. Pero un poco de "salsa" no le viene mal al plato, y él no descubriría su potencial hasta que no lo probase en combates de verdad.
- Es la hora de demostrar los resultados de mi entrenamiento. Y espero que los enemigos estén a la altura, los de Lvneel caían de un golpe, como las moscas - Dijo con una pequeña sonrisa naciendo de sus labios, recordando viejos campeonatos en los que desarmaba a participantes de una simple finta y terminaba de dejarlos K.O. con un solo golpe de su katana.
Ese tipo de gente no merecía su respeto, y si quería mejorar tendría que encontrar personas que le supusieran retos más grandiosos. No podía estancarse en un grupo concreto de personas, o sino terminaría por quedar al mismo nivel que ellos. La vida de un espadachín es una lucha constante, una búsqueda del rival más fuerte en cada momento, de forma que uno pueda superarse a sí mismo a cada instante.
Y al cabo de un tiempo, el pelinegro se encontraba en el punto de inicio de aquella aventura: el centro en el que los participantes se apuntaban a la competición, una "casucha" de cuatro paredes y madera vieja, en la cuál una persona anotaba en un libro a todos los que querían formar parte de aquel evento, pagando una suma despreciable de dinero, una simple moneda de plata. Mientras que aguardaba en la cola de espera, sacó de su chaqueta oscura la suma que debía pagar, manteniéndola en la palma de su mano cerrada para que no se cayera. Cuando le llegó el turno de presentarse, simplemente le pidieron el nombre y que pagase.
- Rayder Backstraw, marqués de Espadatiesa - Dijo con una semi-sonrisa en su expresión facial, ya que le gustaba presentarse con ese tipo de nombres tontos, para que cuando fuera el momento de su entrada todo fuera más especial, y con una pizca de gracia.
E increíblemente, el encargado de apuntarle escribió todo lo que dijo en el libro de recopilación. Le señaló con la mano el lugar al que debía dirigirse, puesto que los estaban organizando por cuadras. Y de las cuatro que había, había sido asignado a la segunda. Sus pasos le llevaron allí en cuestión de segundos, entrando por la verja hacia el interior de dicha zona. Estaba abarrotado de espadachines, y podían verse personas que portaban desde una espada hasta un número de cinco, que fue lo máximo que vio el pelinegro. Sin embargo, el manejar tantas espadas era un arma de doble filo, nunca mejor dicho: a pesar de que la velocidad de ataque y la posibilidad de tomar al enemigo por sorpresa se aumentasen desorbitadamente, se requería una concentración demasiado agobiante, que terminaba por cansar siempre al usuario. Por eso, Rayder empleaba únicamente una espada en todos sus combates, el estilo más versátil del mundo, pero a la vez el más mortífero de todos, si se utilizaba apropiadamente. Y a decir verdad, no importa el número de espadas que se porte: si el espadachín no da la talla, no servirá de nada.
Hayato
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Otro más, éste con Gotōryū... vaya bodrio. ¡Dios como me aburro!.
No paraba de pensar y maldecir por dentro sentado en la zona de espera.
Una semana antes de nuestro esperado reencuentro en Õkyū mazushī paré para uno de los eventos más aclamados para los espadachines: el torneo de la villa de Shimotsuki. Se trataba de un torneo en el que los espadachines de todos los lugares se reunían para competir por el título de mejor espadachín del lugar.
Después de llegar allí y esperar al menos una hora en la cola de pie para apuntarme, tuve que utilizar un apellido falso, ya que la recompensa por mi cabeza y que mis hermanos también eran conocidos, era un peligro dar mi verdadero nombre. Me apunté con el nombre de Hayato Aojiro, por mi color de pelo y mi color favorito. El hombre me señaló con desgana el panel donde debía ir, tercera cuadra.
Y allí me encontraba, sentado esperando mi turno para pelear, ya próximo. El combate anterior al mío estaba apunto de acabar. Un espadachín de Santōryū estaba perdiendo contra un cyborg con cuatro brazos que usaba Yontōryū.
Siempre el número de espadas. No es eso lo que determina la habilidad de un espadachín.
Cuando el segundo derrotó al primero, anunciaron mi nombre por megafonía seguido de uno que ni si quiera me molesté en comprender. Me dirigí al lugar donde se encontraban las peleas de mi cuadrante y me encontré con mi rival. Para esta gran ocasión, no dejé ninguna de mis espadas, llevé a las tres, a mi querida Shimei Kaeru, a Yamaoroshi y a Yashu. Mi rival era un Gyojin de tamaño medio, alrededor de dos metros y medio que parecía usar el Nitōryū. Éste se posicionó delante de mi con ambas espadas desenfundadas en una posición ofensiva. Justo antes de empezar, me acerqué al lateral del tatami de combate y dejé a Yashu, ya que no la usaría, allí. Pude ver como mucha gente allí presente se acercaba a ella levemente, quizás con intención de robarla. Por lo que advertí a los allí presentes de qué ocurriría si lo intentan.
~ El que se acerque a esa espada, pierde el carnet de espadachín. – dije con tono serio hacia las personas más cercanas.
Tras las serias e incrédulas miradas de la gente, volví a mi posición inicial. En cuanto recibimos la señal de que podíamos empezar mi rival se lanzó hacia mi usando un corte hacia cada lado cerrando los brazos a la altura de mi cuello. Ni siquiera tuve que usar mi Mantra, no fue difícil adivinar sus movimientos ya que ese ataque es muy predecible y yo conozco el Nitōryū perfectamente. Con la mano izquierda en el fin de la funda de Yamaoroshi en el lado izquierdo del cinturón, golpeé fuertemente con el pulgar la guardia haciendo que ésta saliera disparada hacia arriba, interponiéndose en el ataque de mi enemigo sin llegar a salir de la funda. Con la mano derecha, agarrando a Shimei Kaeru al revés, la desenvainé hacia arriba cortando ligeramente el pecho de mi adversario y golpeando la guardia de Yamaoroshi haciendo que volara apenas un metro hacia arriba girando 180º en el aire cogiéndola al vuelo al caer y adoptando la misma posición que usaba mi rival.
Esto va a ser fácil.
No pude evitar fijarme de nuevo en que detrás mío seguían intentando coger la espada cuando me descuidara por lo que decidí hacer real mi amenaza. Mi rival lanzó un corte descendente desde fuera del cuerpo con la mano derecha, que bloqueé con un tremendo golpe potenciado con Haki Armadura que partió su espada en dos y me quedó de espaldas a él. En ese instante, mi Mantra me permitió ver que mi rival iba a asestarme una punzada por la espalda, la cual bloqueé con ambas espadas llevando mis brazos hacia la espalda por encima de mi cabeza y en cuando tuve bloqueada su arma, lancé fuertemente mis brazos hacia adelante, desarmando a mi enemigo y haciendo que su espada saliera disparada a donde estaba Yashu, pasando justo al lado de un hombre que trataba de cogerla.
~ Hmmp..
Me guardé ambas espadas y dí la mano a mi contrincante, felicitándolo por el combate. Me di la vuelta y volví a por mi espada restante cogiéndola enérgicamente. Cuando volvía al sitio donde estaba sentado antes, para esperar a mi siguiente combate, pude percibir una presencia bastante más poderosa que las demás. Mi Mantra no era lo suficientemente avanzado como para detectar quién o qué era pero, ya sabía que alguien de allí merecía la pena, por lo que agudicé mis sentidos.
No paraba de pensar y maldecir por dentro sentado en la zona de espera.
Una semana antes de nuestro esperado reencuentro en Õkyū mazushī paré para uno de los eventos más aclamados para los espadachines: el torneo de la villa de Shimotsuki. Se trataba de un torneo en el que los espadachines de todos los lugares se reunían para competir por el título de mejor espadachín del lugar.
Después de llegar allí y esperar al menos una hora en la cola de pie para apuntarme, tuve que utilizar un apellido falso, ya que la recompensa por mi cabeza y que mis hermanos también eran conocidos, era un peligro dar mi verdadero nombre. Me apunté con el nombre de Hayato Aojiro, por mi color de pelo y mi color favorito. El hombre me señaló con desgana el panel donde debía ir, tercera cuadra.
Y allí me encontraba, sentado esperando mi turno para pelear, ya próximo. El combate anterior al mío estaba apunto de acabar. Un espadachín de Santōryū estaba perdiendo contra un cyborg con cuatro brazos que usaba Yontōryū.
Siempre el número de espadas. No es eso lo que determina la habilidad de un espadachín.
Cuando el segundo derrotó al primero, anunciaron mi nombre por megafonía seguido de uno que ni si quiera me molesté en comprender. Me dirigí al lugar donde se encontraban las peleas de mi cuadrante y me encontré con mi rival. Para esta gran ocasión, no dejé ninguna de mis espadas, llevé a las tres, a mi querida Shimei Kaeru, a Yamaoroshi y a Yashu. Mi rival era un Gyojin de tamaño medio, alrededor de dos metros y medio que parecía usar el Nitōryū. Éste se posicionó delante de mi con ambas espadas desenfundadas en una posición ofensiva. Justo antes de empezar, me acerqué al lateral del tatami de combate y dejé a Yashu, ya que no la usaría, allí. Pude ver como mucha gente allí presente se acercaba a ella levemente, quizás con intención de robarla. Por lo que advertí a los allí presentes de qué ocurriría si lo intentan.
~ El que se acerque a esa espada, pierde el carnet de espadachín. – dije con tono serio hacia las personas más cercanas.
Tras las serias e incrédulas miradas de la gente, volví a mi posición inicial. En cuanto recibimos la señal de que podíamos empezar mi rival se lanzó hacia mi usando un corte hacia cada lado cerrando los brazos a la altura de mi cuello. Ni siquiera tuve que usar mi Mantra, no fue difícil adivinar sus movimientos ya que ese ataque es muy predecible y yo conozco el Nitōryū perfectamente. Con la mano izquierda en el fin de la funda de Yamaoroshi en el lado izquierdo del cinturón, golpeé fuertemente con el pulgar la guardia haciendo que ésta saliera disparada hacia arriba, interponiéndose en el ataque de mi enemigo sin llegar a salir de la funda. Con la mano derecha, agarrando a Shimei Kaeru al revés, la desenvainé hacia arriba cortando ligeramente el pecho de mi adversario y golpeando la guardia de Yamaoroshi haciendo que volara apenas un metro hacia arriba girando 180º en el aire cogiéndola al vuelo al caer y adoptando la misma posición que usaba mi rival.
Esto va a ser fácil.
No pude evitar fijarme de nuevo en que detrás mío seguían intentando coger la espada cuando me descuidara por lo que decidí hacer real mi amenaza. Mi rival lanzó un corte descendente desde fuera del cuerpo con la mano derecha, que bloqueé con un tremendo golpe potenciado con Haki Armadura que partió su espada en dos y me quedó de espaldas a él. En ese instante, mi Mantra me permitió ver que mi rival iba a asestarme una punzada por la espalda, la cual bloqueé con ambas espadas llevando mis brazos hacia la espalda por encima de mi cabeza y en cuando tuve bloqueada su arma, lancé fuertemente mis brazos hacia adelante, desarmando a mi enemigo y haciendo que su espada saliera disparada a donde estaba Yashu, pasando justo al lado de un hombre que trataba de cogerla.
~ Hmmp..
Me guardé ambas espadas y dí la mano a mi contrincante, felicitándolo por el combate. Me di la vuelta y volví a por mi espada restante cogiéndola enérgicamente. Cuando volvía al sitio donde estaba sentado antes, para esperar a mi siguiente combate, pude percibir una presencia bastante más poderosa que las demás. Mi Mantra no era lo suficientemente avanzado como para detectar quién o qué era pero, ya sabía que alguien de allí merecía la pena, por lo que agudicé mis sentidos.
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Asignado a la segunda cuadra, el pelinegro observaba con atención los acontecimientos de las primeras peleas realizadas en la competición de espadachines. Un usuario de tres espadas peleaba contra un hombre-cyborg con cuatro armas de filo. El primero se movía bastante bien, y tenía unos movimientos rítmicos, pero la rapidez del hombre máquina, adjuntado a que sus brazos mecánicos no se cansaban, terminaron por ser la ruina del primero. Declarando vencedor al usuario de las cuatro espadas, el siguiente enfrentamiento se dio entre un peliazul que tenía cara de mala leche y un gyojin de más de dos metros de alto, ambos usuarios del estilo de dos espadas. "¿Cómo lo hará el chico contra semejante bestia del mar?", pensó mentalmente el ex-noble, mientras que se acercaba a las gradas para observar con mayor detenimiento. El humano dejó una de sus espadas en el suelo, puesto que únicamente emplearía las mismas que usaba el gyojin. Un combate igualado, podría pensar alguno, aunque más tarde se revelaría que todo era un simple juego para el peliazul.
La gente que estaba alrededor de la zona donde había dejado la espada se acercaban a ellas como buitres a un cadáver, buscando un instante de despiste para quitársela a su dueño y llevársela consigo. ¿Qué tendría de especial aquella arma? Agudizó sus sentidos, cerrando los ojos para concentrarse mejor. El combate comenzaba y el rechinar de los aceros entre sí soltaba alguna que otra chispa, mientras que los interesados en la espada del joven decían: "Mira, es una de las Wazamono" o "Una espada ancestral". Pero el pelinegro sabía que no podría obtenerla de aquella forma. La única manera de conseguir la espada de un espadachín era derrotarle en combate, puesto que en ese momento recaía la desgracia sobre su figura. Abriendo sus ojos, observó el final del combate, cómo el peliazul desarmaba a su oponente y lo dejaba con los huevos de corbata. Ambos se dieron la mano por la buena pelea y regresaron a sus respectivos lugares, mientras que los orbes incoloros de Rayder perseguían a aquella persona que se hacía llamar Hayato, sin que se diera cuenta de que le espiaba.
La gente que estaba alrededor de la zona donde había dejado la espada se acercaban a ellas como buitres a un cadáver, buscando un instante de despiste para quitársela a su dueño y llevársela consigo. ¿Qué tendría de especial aquella arma? Agudizó sus sentidos, cerrando los ojos para concentrarse mejor. El combate comenzaba y el rechinar de los aceros entre sí soltaba alguna que otra chispa, mientras que los interesados en la espada del joven decían: "Mira, es una de las Wazamono" o "Una espada ancestral". Pero el pelinegro sabía que no podría obtenerla de aquella forma. La única manera de conseguir la espada de un espadachín era derrotarle en combate, puesto que en ese momento recaía la desgracia sobre su figura. Abriendo sus ojos, observó el final del combate, cómo el peliazul desarmaba a su oponente y lo dejaba con los huevos de corbata. Ambos se dieron la mano por la buena pelea y regresaron a sus respectivos lugares, mientras que los orbes incoloros de Rayder perseguían a aquella persona que se hacía llamar Hayato, sin que se diera cuenta de que le espiaba.
¡Siguiente combate!: Yoshi Namunare vs. Rayder Backstraw
El micrófono gritó su nombre, era la hora de la verdad. Tomando su espada con la mano derecha, salió de entre la multitud para entrar a la arena de combate. El recinto era el mismo en el que habían peleado los anteriores participantes, no eran muy imaginativos para eso. Y una vez que el pelinegro estuvo situado en el centro de la zona, su enemigo entró a escena: un hombre que rondaría los treinta años, muy delgado y que rondaría los dos metros de altura. Consigo portaba una nodachi, aquellas espadas grandes como uno mismo, que en otras islas solían conocerlas como mandobles. La única característica de ese arma era que le ofrecía un rango de efectividad mucho mayor por la longitud de la hoja, pero reduciría considerablemente su capacidad de reacción al pesar mucho más que una espada normal.
Ambos se saludaron con una inclinación de espalda, y mientras que el llamado Yoshi empuñaba su arma con las dos manos, el ex-noble no se había dignado todavía en desenfundar la suya. Manteniéndola con la funda todavía, dio su visto bueno para que el combate comenzase. ¿Pelearía usando la vaina? Muchos podrían llamarle loco, pero en realidad era un calculador frío e innato. Y entonces, un gran pitido anunció el inicio de la pelea.
Ambos se saludaron con una inclinación de espalda, y mientras que el llamado Yoshi empuñaba su arma con las dos manos, el ex-noble no se había dignado todavía en desenfundar la suya. Manteniéndola con la funda todavía, dio su visto bueno para que el combate comenzase. ¿Pelearía usando la vaina? Muchos podrían llamarle loco, pero en realidad era un calculador frío e innato. Y entonces, un gran pitido anunció el inicio de la pelea.
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Fue el espadachín delgado el que inició el combate, cargando frontalmente hacia Rayder mientras este tomaba la vaina por el punto medio de su longitud, con una respiración tranquila y controlada. Una vez que ambos estuvieron lo suficientemente cerca como para comenzar con el intercambio de cortes, Yoshi lanzó una tajada vertical descendente. Los ojos del pelinegro no se separaban del arma, y esquivando la gran estocada pegándose al cuerpo de su enemigo, quedó en la abertura entre sus brazos y su pecho, con las rodillas semiflexionadas. Lanzando entonces el mango de su espada hacia arriba, golpeó con su arma envainada la barbilla del enemigo con toda su fuerza, haciendo que volase unos cuántos centímetros del suelo y soltando su espada. Nada más caer, el mismo golpe que se dio en la cabeza sirvió para que se quedara inconsciente, ganando el combate en apenas diez segundos.
Un cúmulo de gritos se hizo audible por el espectáculo otorgado, a la vez que Rayder se daba la vuelta y sujetaba su espada en el cinturón, saliendo de la zona de batalla mientras que, todavía, el cuerpo del contrincante era atendido por unos camilleros para sacarlo del lugar, debido a que no era capaz de hacerlo por sí mismo. Durante la salida triunfante, los incoloros ojos del ex-noble se cruzaron con los de la multitud, muchos de los cuáles le daban golpecitos amistosos en el hombro por su victoria, hasta que se cruzó con los de aquel que había desarmado a la bestia Gyojin. Tal vez, él fuera el hueso más duro de roer.
Un cúmulo de gritos se hizo audible por el espectáculo otorgado, a la vez que Rayder se daba la vuelta y sujetaba su espada en el cinturón, saliendo de la zona de batalla mientras que, todavía, el cuerpo del contrincante era atendido por unos camilleros para sacarlo del lugar, debido a que no era capaz de hacerlo por sí mismo. Durante la salida triunfante, los incoloros ojos del ex-noble se cruzaron con los de la multitud, muchos de los cuáles le daban golpecitos amistosos en el hombro por su victoria, hasta que se cruzó con los de aquel que había desarmado a la bestia Gyojin. Tal vez, él fuera el hueso más duro de roer.
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Tras mi combate y la sensación de un guerrero más poderoso a mi alrededor, decidí buscar a dicho espadachín. La curiosidad me invadía, quería saber quién era aquel guerrero.
Mi atención fue captada por el combate de la segunda cuadra que se estaba realizando, un moreno de una sola espada derrotó a un hombre con nodachis de un solo golpe en la barbilla con el mango de su espada.
Jajajajajaja interesante.
Estaba animándome y esperaba poder cruzarme con aquél espadachín. Creo por su mirada que yo también había logrado captar su atención. Sonreí levemente, tratando de disimular mi entusiasmo.
Quedaba una pelea de cuadra para comenzar con el verdadero torneo, así que, debía emplearme, como poco interesarme, por el combate para que acabara rápido. En ese momento, anunciaron que debía acudir a mi próximo combate. Escuché mi nombre por megafonía pero apenas atendí al de mi rival. Esta vez, por los intentos de robarme la espada, prefería dejar a Yashu en mi cinturón, junto a Yamaoroshi y mi fiel Shimei Kaeru. Mi enemigo en esta ocasión era un cyborg. Medía aproximadamente dos metros y portaba dos cuchillas en los antebrazos, del tamaño de un Tanto.
Saludé a mi rival con una pequeña reverencia para iniciar el combate con ambos ojos cerrados y cuando nos dieron el inicio del combate mi rival se abalanzó sobre mi con una estocada doble con ambas cuchillas. Pude prever este ataque con mi Mantra, mientras seguía concentrándome para seguir observando al otro espadachín. Desenvainé a Shimei Kaeru con la mano derecha con un movimiento descendente mientras daba un paso lateral a la derecha. Golpeé ambas cuchillas en su parte más próxima al brazo, haciendo que se partieran. El combate había acabado, mi enemigo no tenía con qué atacarme. Abrí los ojos y observé la cara de incredulidad del hombre cyborg que me había atacado. Tras una nueva reverencia para felicitar el combate, me bajé del tatami y volví a buscar la mirada de aquel hombre. Estaba decidido a cruzarme con él.
Ittōryū eh...
~ Nos lo vamos a pasar bien chicas. -Dije susurrando hacia mis espadas.
Estaba cada vez más animado. Quería que el combate siguiente llegara lo más rápido posible. Los filtros habían acabado, iba a comenzar el torneo de verdad.
Mi atención fue captada por el combate de la segunda cuadra que se estaba realizando, un moreno de una sola espada derrotó a un hombre con nodachis de un solo golpe en la barbilla con el mango de su espada.
Jajajajajaja interesante.
Estaba animándome y esperaba poder cruzarme con aquél espadachín. Creo por su mirada que yo también había logrado captar su atención. Sonreí levemente, tratando de disimular mi entusiasmo.
Quedaba una pelea de cuadra para comenzar con el verdadero torneo, así que, debía emplearme, como poco interesarme, por el combate para que acabara rápido. En ese momento, anunciaron que debía acudir a mi próximo combate. Escuché mi nombre por megafonía pero apenas atendí al de mi rival. Esta vez, por los intentos de robarme la espada, prefería dejar a Yashu en mi cinturón, junto a Yamaoroshi y mi fiel Shimei Kaeru. Mi enemigo en esta ocasión era un cyborg. Medía aproximadamente dos metros y portaba dos cuchillas en los antebrazos, del tamaño de un Tanto.
Saludé a mi rival con una pequeña reverencia para iniciar el combate con ambos ojos cerrados y cuando nos dieron el inicio del combate mi rival se abalanzó sobre mi con una estocada doble con ambas cuchillas. Pude prever este ataque con mi Mantra, mientras seguía concentrándome para seguir observando al otro espadachín. Desenvainé a Shimei Kaeru con la mano derecha con un movimiento descendente mientras daba un paso lateral a la derecha. Golpeé ambas cuchillas en su parte más próxima al brazo, haciendo que se partieran. El combate había acabado, mi enemigo no tenía con qué atacarme. Abrí los ojos y observé la cara de incredulidad del hombre cyborg que me había atacado. Tras una nueva reverencia para felicitar el combate, me bajé del tatami y volví a buscar la mirada de aquel hombre. Estaba decidido a cruzarme con él.
Ittōryū eh...
~ Nos lo vamos a pasar bien chicas. -Dije susurrando hacia mis espadas.
Estaba cada vez más animado. Quería que el combate siguiente llegara lo más rápido posible. Los filtros habían acabado, iba a comenzar el torneo de verdad.
Rayder
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La competición estaría a punto de comenzar, pero antes de eso las cuadras tenían que limpiarse de todos los participantes que se habían apuntado. Los nombres de los derrotados en los primeros combates eran borrados con tinta en el libro de registros, mientras que otros tantos se descalificaban por su propia cuenta para no pelear. Muchos llegaban con intenciones de ganar el torneo, pero una vez que revisaban el percal de la situación con sus propios orbes, se echaban hacia atrás como gatitos asustadizos. Aferrando sus armas con sus manos temblorosas, todos los que no iban a seguir en aquel torneo salían de las cuadras y del recinto programado para la celebración, pero quedándose para ver cómo terminarían aquellos encuentros que conseguían sacar aullidos de placer a los observadores ajenos. Todos expectantes, deseando ver con sus propios ojos a los mejores espadachines que se habían reunido en Shimotsuki desde hacía un tiempo importante. Cada uno con su estilo especial, sus habilidades innatas y su conocimiento estratégico.
Los megáfonos seguían hablando, llamando a los distintos participantes a la cuadra de batalla. Las que recogían a dichos señores y señoritas se iban vaciando poco a poco, con el objetivo de que el menor número de ellos pasase a la siguiente ronda. Mientras tanto, los ojos del pelinegro se entornaron hacia la zona de pelea cuando volvieron a llamar al "peliazul" de las tres espadas y fieros ojos. Su enemigo era un cyborg con cuchillas en los brazos, pero no sería demasiada carga para él. "No le durará ni un minuto", vaticinó mentalmente el ex-noble. Cruzando sus brazos por debajo del pecho, se acercó hasta la fina valla de madera que separaba el exterior del interior, quedándose afuera en mi primera fila y clavando sus ojos en ambos combatientes. El combate comenzó y, como bien había dicho el joven, se decantaría en favor del chico de las tres espadas, que lentamente iba ganando terreno, como todo buen espadachín frío y calculador. Mientras tanto, el pelinegro decía por lo bajo, con una tímida sonrisa en los labios:
- Venga, Hayato, termínalo ya - Dijo en el momento justo en que el espadachín cortaba por lo sano las cuchillas del cyborg a una distancia suficiente como para que este no intentase nada más durante el combate, retirándose en cuestión de segundos. El peliazul se proclamaba vencedor en su segundo combate, invicto hasta el momento, un gran objetivo a batir.
Aquella parte de Shimotsuki empezó a vitorear al ganador, gritando su nombre en alto mientras que el derrotado salía con la cabeza caída y su nombre era tachado de la lista de participantes. No se demoraron ni un minuto en anunciar la siguiente pelea que tendría lugar, siendo aquella voz por megafonía la que gritaba con euforia:
Los megáfonos seguían hablando, llamando a los distintos participantes a la cuadra de batalla. Las que recogían a dichos señores y señoritas se iban vaciando poco a poco, con el objetivo de que el menor número de ellos pasase a la siguiente ronda. Mientras tanto, los ojos del pelinegro se entornaron hacia la zona de pelea cuando volvieron a llamar al "peliazul" de las tres espadas y fieros ojos. Su enemigo era un cyborg con cuchillas en los brazos, pero no sería demasiada carga para él. "No le durará ni un minuto", vaticinó mentalmente el ex-noble. Cruzando sus brazos por debajo del pecho, se acercó hasta la fina valla de madera que separaba el exterior del interior, quedándose afuera en mi primera fila y clavando sus ojos en ambos combatientes. El combate comenzó y, como bien había dicho el joven, se decantaría en favor del chico de las tres espadas, que lentamente iba ganando terreno, como todo buen espadachín frío y calculador. Mientras tanto, el pelinegro decía por lo bajo, con una tímida sonrisa en los labios:
- Venga, Hayato, termínalo ya - Dijo en el momento justo en que el espadachín cortaba por lo sano las cuchillas del cyborg a una distancia suficiente como para que este no intentase nada más durante el combate, retirándose en cuestión de segundos. El peliazul se proclamaba vencedor en su segundo combate, invicto hasta el momento, un gran objetivo a batir.
Aquella parte de Shimotsuki empezó a vitorear al ganador, gritando su nombre en alto mientras que el derrotado salía con la cabeza caída y su nombre era tachado de la lista de participantes. No se demoraron ni un minuto en anunciar la siguiente pelea que tendría lugar, siendo aquella voz por megafonía la que gritaba con euforia:
Y ahora, "Hemura Shin", de la cuadra 1 vs. "Rayder Backstraw", de la cuadra 2
Los vítores y rugidos cesaron unos momentos, hasta que ambos participantes salieron a los ojos de todo el mundo, reanudándose aquella motivación extra de cada uno. En una esquina de la zona de pelea, el pelinegro sacaba su espada enfundada del cinturón, como lo había hecho la vez anterior, sin desenvainarla. Sosteniéndola con la mano derecha, esperaba a que su enemigo diera el paso al frente. Y en el otro lado de la cuadra, un semi-gigante de tres metros de altura, aproximadamente, crujía los nudillos de sus manos mientras levantaba con una sola mano un mandoble de la mitad de su envergadura. "Los grandes caen más rápido y mejor", pensó, comenzando a planear su estrategia. Todas aquellas personas de tal altura tenían un peso mayor, haciendo que la gravedad los hiciera caer mucho más llevaderamente que a las demás personas. Podría aprovechar eso para tumbarle y terminarle rápido, pero sería complicado con esa arma horrorosa de su lado.
El pitido de comienzo sonó, y esta vez fue el mismo pelinegro el que se lanzó a por su enemigo. Empleando su rapidez, y en el tiempo en que el semi-gigante había levantado su arma hasta la altura del codo, este ya se encontraba entre sus piernas, desenfundando su brillante espada y sosteniendo la funda con la mano contraria con la que sujetaba el arma. Girando en torno a su propio eje, golpeó los tobillos del enemigo, haciendo que este se arquease un poco hacia adelante, llevando la pierna izquierda hacia detrás para contrarrestar el peso. Aquello mismo hizo que su estocada vertical fallase por unos centímetros, meciendo el pelo y ropajes del pelinegro por la onda de viento generada por la velocidad de la espada. Empleando la parte no filosa de su katana y situándose rápidamente en la espalda del contrincante, lanzó un corte hacia el tendón de Aquiles de su pie derecho. El impacto fue exitoso, consiguiendo que este cayera apoyando la rodilla en el suelo, chillando por el dolor ocasionado. Los golpes en aquellos dolores interrumpían las conexiones nerviosas, y el que los sufriera estaría durante unos segundos a merced del próximo ataque. Vamos, lo mismo que si te golpeas el dedo pequeño del pie contra una esquina de madera. Pero el pelinegro no perdía el tiempo, y dando un salto para apoyarse en su espalda arqueada, llegó hasta su cuello, sosteniéndose dificultosamente con sus piernas y acercando la punta metálica de su arma a la yugular del enemigo.
- Ríndete, o te ensarto como a un cerdo - Dijo, a la par que el semi-gigante soltaba su arma y daba tres manotazos en el suelo para decir que se retiraba.
Muchos de los personajes que iban allí se creían más fuerte de lo que parecían, pero a la hora de la verdad todos apreciaban su vida. Un espadachín preferiría morir antes que ver dañado su orgullo, por eso Rayder se exigía tanto. Para que ese momento no llegase. Y tras bajar de un salto hacia la arena, enfundó su espada, hizo una afirmación de cabeza para dar su visto bueno sobre la decisión del oponente, y salió de la zona entre más gritos, al ritmo de "Ray Ray Ray Ray". Y con esa batalla, todas las batallas preparativas habían terminado, y la verdadera competición empezaba con las claras semifinales. El peliazul y el pelinegro ya formaban parte de ese torneo, pero todavía estaba por ver si llegarían a enfrentarse, lo cuál sería lo más lógico. Es más, muchos de los observadores lo estaban pidiendo a gritos.
El pitido de comienzo sonó, y esta vez fue el mismo pelinegro el que se lanzó a por su enemigo. Empleando su rapidez, y en el tiempo en que el semi-gigante había levantado su arma hasta la altura del codo, este ya se encontraba entre sus piernas, desenfundando su brillante espada y sosteniendo la funda con la mano contraria con la que sujetaba el arma. Girando en torno a su propio eje, golpeó los tobillos del enemigo, haciendo que este se arquease un poco hacia adelante, llevando la pierna izquierda hacia detrás para contrarrestar el peso. Aquello mismo hizo que su estocada vertical fallase por unos centímetros, meciendo el pelo y ropajes del pelinegro por la onda de viento generada por la velocidad de la espada. Empleando la parte no filosa de su katana y situándose rápidamente en la espalda del contrincante, lanzó un corte hacia el tendón de Aquiles de su pie derecho. El impacto fue exitoso, consiguiendo que este cayera apoyando la rodilla en el suelo, chillando por el dolor ocasionado. Los golpes en aquellos dolores interrumpían las conexiones nerviosas, y el que los sufriera estaría durante unos segundos a merced del próximo ataque. Vamos, lo mismo que si te golpeas el dedo pequeño del pie contra una esquina de madera. Pero el pelinegro no perdía el tiempo, y dando un salto para apoyarse en su espalda arqueada, llegó hasta su cuello, sosteniéndose dificultosamente con sus piernas y acercando la punta metálica de su arma a la yugular del enemigo.
- Ríndete, o te ensarto como a un cerdo - Dijo, a la par que el semi-gigante soltaba su arma y daba tres manotazos en el suelo para decir que se retiraba.
Muchos de los personajes que iban allí se creían más fuerte de lo que parecían, pero a la hora de la verdad todos apreciaban su vida. Un espadachín preferiría morir antes que ver dañado su orgullo, por eso Rayder se exigía tanto. Para que ese momento no llegase. Y tras bajar de un salto hacia la arena, enfundó su espada, hizo una afirmación de cabeza para dar su visto bueno sobre la decisión del oponente, y salió de la zona entre más gritos, al ritmo de "Ray Ray Ray Ray". Y con esa batalla, todas las batallas preparativas habían terminado, y la verdadera competición empezaba con las claras semifinales. El peliazul y el pelinegro ya formaban parte de ese torneo, pero todavía estaba por ver si llegarían a enfrentarse, lo cuál sería lo más lógico. Es más, muchos de los observadores lo estaban pidiendo a gritos.
Hayato
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Una vez terminado mi último combate de filtros, me acerqué mucho más a aquel espadachín moreno que tanto me había llamado la atención. En este combate debía enfrentarse a un semi gigante que empuñaba un gran mandoble. Su arma se veía pesada y poderosa, pero muy lenta incluso para él, cosa que, estoy seguro, de que aquel moreno aprovecharía en su favor.
Para mi sorpresa, en esta ocasión el moreno se lanzó a atacar a su adversario, cambiando su estrategia hasta ahora de contraatacar. Cuando el semi gigante alzó su arma, éste ya se encontraba golpeando los tobillos del enorme adversario y con rápido y sutil corte, acabó con los tendones de Aquiles de aquella mole, haciéndolo caer del dolor. Acto seguido subió a su espalda y lo amenazó con matarlo si no se rendia.
Este tío le echa huevos, eso está claro.
Estaba claro que el poderío físico no lo era todo, no existe un rival invencible, ya sea por velocidad o por fuerza. Se necesita de ambas, de estrategia y de técnica para ganar y por lo que a ese gigante respectaba, no tenía la suficiente.
El combate acabó y entre los gritos del gentío aclamando a sus competidores favoritos, pudimos escuchar las nuevas tablas de combates. El torneo había comenzado y se realizaría desde octavos de final con los dieciséis participantes que habían quedado en la competición. En cuanto mostraron la tabla en grande al lado del tatami busqué rápidamente el nombre de aquel muchacho, Rayder. Para mi decepción, se encontraba al otro lado de las tablas, por lo que sólo si ambos llegábamos a la final podríamos encontrarnos.
En seguida anunciaron que los primeros cuatro combates de un lado de la tabla tendrían lugar en los cuatro tatamis disponibles. En esta parte estaba yo y acudí rápidamente al tatami que me había sido asignado, con mis tres espadas enfundadas. Procuré cruzarme con el moreno al que tantas ganas tenía de ver pelear en primera persona, mirándolo fijamente con una sonrisa que hasta ahora, nadie en toda la competición había podido observar, ya que me había portado tan fríamente.
A ver a quién le tengo que patear el culo ahora...
Cuando subí al tatami, para mi sorpresa, mi rival se trataba de un pequeño. Y con pequeño quiero decir a un hombre de estatura mínima, casi rozando el enanismo. Calculé que medía un metro cuarenta centímetros escasos. No parecía portar arma alguna, algo que me extrañó profundamente. Cuando el árbitro indicó el principio del combate, mi enemigo alzó ambos brazos hacia mi, lanzando dos cuchillas que pude prever con mi mantra y esquivé dejándome caer hacia atrás, apoyando mi mano izquierda en el suelo y ejecutando el puente completo hasta quedar de pie de nuevo. Mi movimiento de evasión había hecho que quedara en el borde del tatami y el impulso casi me saca de el pero, apoyé a Shimei Kaeru con la mano derecha sin sacarla siquiera del cinturón en el suelo, usándola de punto de apoyo y quedando el enano en mi línea de visión. En ese momento aquel energúmeno se lanzó en un gran salto hacia mi, sacando de sus antebrazos dos cuchillos de tamaño medio que iban directos a mi torso.
Me voy a cag...
Golpeé con fuerza el suelo con Shimei Kaeru, haciéndome girar 360º hacia el lado izquierdo y apoyando esta vez a Yamaoroshi con la mano izquierda, golpeando con ambas para levantarme y volver a pisar firmemente el tatami. Pensé que mi maniobra sacaría del tatami a mi enemigo pero éste era ágil como yo y cuando quise darme cuenta gracias al Mantra ya se encontraba lanzándome un nuevo ataque a la espalda: Dos punzadas con los cuchillos. Salté hacia adelante apoyándome con los brazos y golpeé de forma ascendente con los talones las manos de mi adversario, desarmándolo. El impulso de mi movimiento me obligó a ejecutar la vuelta completa y al pisar de nuevo el suelo, desenvainé a Kashu con el filo de forma invertida, lanzando una potente onda de choque no cortante a mi enemigo que aunque bloqueó, fue lo bastante fuerte como para dejarle al borde del tatami.
Había medido mucho, no quería hacerlo volar por lo que usé solo una parte de mi fuerza. Para mi el combate había acabado por lo que saludé acto seguido de enfundar a Kashu de nuevo y me di la vuelta con la intención de bajar del tatami. Supongo que en parte por las miradas de los espectadores, como por mi mantra, pude ver que mi enemigo volvería atacarme por la espalda. Había lanzado dos cuchillos más pequeños a mi cabeza para matarme. Endurecí mis manos con el Haki Armadura aprovechando que es una habilidad invisible y calculando y prediciendo con mi Mantra atrapé ambos cuchillos sin darme la vuelta, cada uno con una mano, moviendo la cabeza de un lado a otro para equilibrar mi cuerpo.
Se acabó. Hijo de puta...
Acto seguido me di la vuelta bastante enfadado, lanzando los cuchillos apuntando a sus brazos. Ambos impactos tuvieron éxito, atravesando las mangas de su camisa, que de la fuerza de los cuchillos le hicieron caer de espaldas quedándole clavado en el suelo. Me acerqué a el con la mirada seria y desenfundé a Shimei Kaeru. Pude ver como los guardias se acercaban para detenerme por lo que decidí clavar mi espada en el tatami y acercarme al dichoso y traicionero enano con la funda. Cuando estuve lo suficientemente cerca, golpeé ambos antebrazos a la vez con la funda, partiendo totalmente sus huesos cúbito y radio, destrozando sus tendones y nervios.
~ No mereces llevar una espada, ni un arma. No volverás a ser un espadachín, has perdido tu honor.
Volviendo a por mi espada, la saqué del tatami y la enfundé, bajando del tatami y yendo a un banco para sentarme. Saqué de mi bolsillo delantero derecho un caramelo con palito sabor cereza de los que acostumbraba a tomar y me relajé para calmar mis humos y para poder observar el combate que esperaba de los cuatro restantes: el de mi esperado rival Rayder el pelinegro.
Para mi sorpresa, en esta ocasión el moreno se lanzó a atacar a su adversario, cambiando su estrategia hasta ahora de contraatacar. Cuando el semi gigante alzó su arma, éste ya se encontraba golpeando los tobillos del enorme adversario y con rápido y sutil corte, acabó con los tendones de Aquiles de aquella mole, haciéndolo caer del dolor. Acto seguido subió a su espalda y lo amenazó con matarlo si no se rendia.
Este tío le echa huevos, eso está claro.
Estaba claro que el poderío físico no lo era todo, no existe un rival invencible, ya sea por velocidad o por fuerza. Se necesita de ambas, de estrategia y de técnica para ganar y por lo que a ese gigante respectaba, no tenía la suficiente.
El combate acabó y entre los gritos del gentío aclamando a sus competidores favoritos, pudimos escuchar las nuevas tablas de combates. El torneo había comenzado y se realizaría desde octavos de final con los dieciséis participantes que habían quedado en la competición. En cuanto mostraron la tabla en grande al lado del tatami busqué rápidamente el nombre de aquel muchacho, Rayder. Para mi decepción, se encontraba al otro lado de las tablas, por lo que sólo si ambos llegábamos a la final podríamos encontrarnos.
En seguida anunciaron que los primeros cuatro combates de un lado de la tabla tendrían lugar en los cuatro tatamis disponibles. En esta parte estaba yo y acudí rápidamente al tatami que me había sido asignado, con mis tres espadas enfundadas. Procuré cruzarme con el moreno al que tantas ganas tenía de ver pelear en primera persona, mirándolo fijamente con una sonrisa que hasta ahora, nadie en toda la competición había podido observar, ya que me había portado tan fríamente.
A ver a quién le tengo que patear el culo ahora...
Cuando subí al tatami, para mi sorpresa, mi rival se trataba de un pequeño. Y con pequeño quiero decir a un hombre de estatura mínima, casi rozando el enanismo. Calculé que medía un metro cuarenta centímetros escasos. No parecía portar arma alguna, algo que me extrañó profundamente. Cuando el árbitro indicó el principio del combate, mi enemigo alzó ambos brazos hacia mi, lanzando dos cuchillas que pude prever con mi mantra y esquivé dejándome caer hacia atrás, apoyando mi mano izquierda en el suelo y ejecutando el puente completo hasta quedar de pie de nuevo. Mi movimiento de evasión había hecho que quedara en el borde del tatami y el impulso casi me saca de el pero, apoyé a Shimei Kaeru con la mano derecha sin sacarla siquiera del cinturón en el suelo, usándola de punto de apoyo y quedando el enano en mi línea de visión. En ese momento aquel energúmeno se lanzó en un gran salto hacia mi, sacando de sus antebrazos dos cuchillos de tamaño medio que iban directos a mi torso.
Me voy a cag...
Golpeé con fuerza el suelo con Shimei Kaeru, haciéndome girar 360º hacia el lado izquierdo y apoyando esta vez a Yamaoroshi con la mano izquierda, golpeando con ambas para levantarme y volver a pisar firmemente el tatami. Pensé que mi maniobra sacaría del tatami a mi enemigo pero éste era ágil como yo y cuando quise darme cuenta gracias al Mantra ya se encontraba lanzándome un nuevo ataque a la espalda: Dos punzadas con los cuchillos. Salté hacia adelante apoyándome con los brazos y golpeé de forma ascendente con los talones las manos de mi adversario, desarmándolo. El impulso de mi movimiento me obligó a ejecutar la vuelta completa y al pisar de nuevo el suelo, desenvainé a Kashu con el filo de forma invertida, lanzando una potente onda de choque no cortante a mi enemigo que aunque bloqueó, fue lo bastante fuerte como para dejarle al borde del tatami.
Había medido mucho, no quería hacerlo volar por lo que usé solo una parte de mi fuerza. Para mi el combate había acabado por lo que saludé acto seguido de enfundar a Kashu de nuevo y me di la vuelta con la intención de bajar del tatami. Supongo que en parte por las miradas de los espectadores, como por mi mantra, pude ver que mi enemigo volvería atacarme por la espalda. Había lanzado dos cuchillos más pequeños a mi cabeza para matarme. Endurecí mis manos con el Haki Armadura aprovechando que es una habilidad invisible y calculando y prediciendo con mi Mantra atrapé ambos cuchillos sin darme la vuelta, cada uno con una mano, moviendo la cabeza de un lado a otro para equilibrar mi cuerpo.
Se acabó. Hijo de puta...
Acto seguido me di la vuelta bastante enfadado, lanzando los cuchillos apuntando a sus brazos. Ambos impactos tuvieron éxito, atravesando las mangas de su camisa, que de la fuerza de los cuchillos le hicieron caer de espaldas quedándole clavado en el suelo. Me acerqué a el con la mirada seria y desenfundé a Shimei Kaeru. Pude ver como los guardias se acercaban para detenerme por lo que decidí clavar mi espada en el tatami y acercarme al dichoso y traicionero enano con la funda. Cuando estuve lo suficientemente cerca, golpeé ambos antebrazos a la vez con la funda, partiendo totalmente sus huesos cúbito y radio, destrozando sus tendones y nervios.
~ No mereces llevar una espada, ni un arma. No volverás a ser un espadachín, has perdido tu honor.
Volviendo a por mi espada, la saqué del tatami y la enfundé, bajando del tatami y yendo a un banco para sentarme. Saqué de mi bolsillo delantero derecho un caramelo con palito sabor cereza de los que acostumbraba a tomar y me relajé para calmar mis humos y para poder observar el combate que esperaba de los cuatro restantes: el de mi esperado rival Rayder el pelinegro.
Rayder
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Tras las batallas preliminares, los verdaderos combates daban comienzo con aquellos cuartos de final. Unas pancartas colocadas para que todo el mundo pudiera verlas mostraban los distintos emparejamientos de los participantes, mientras que Rayder observaba que él y Hayato se encontraban en lados opuestos de la organización. Vamos, que si querían pelear juntos, no les quedaba más remedio que llegar hasta la final. Los ojos incoloros del hijo de la familia Backstraw se dirigieron hacia los de su querido oponente, viendo cómo aquella cabellera azulada empezaba a moverse hacia el tatami que habían colocado instantes atrás. ¿Ya era su turno? Devolvió la vista hacia los emparejamientos, viendo que el primer combate sería entre la persona con la que quería pelear y otro cuyo nombre desconocía. Rápidamente se movió hasta la primera fila, para poder verlo en primera plana y fijarse en los movimientos y patrones de ataque de Hayato. Era de los que pensaban que se conocía mejor a un espadachín combatiendo con él y viéndolo combatir, puesto que así se adquirían los conocimientos previos necesarios para elaborar una buena estrategia en su contra. El oponente era un renacuajo que no llegaría al metro y medio, muy pequeñito, daban ganas de darle una patada y que saliera rodando. Sus armas eran unos puñales, y si era suficientemente rápido, eso podría ser un verdadero problema. La cadencia de ataque de los cuchilleros era muy alta, debido a la poca longitud de sus armas, convirtiéndolos en unos huracanes en el campo de batalla.
Apoyando su mejilla en la palma de su mano derecha, el joven se apoyó contra la valla que separaba el campo interior del exterior, rezagando su cuerpo y arqueando la espalda, viendo mucho mejor aquel enfrentamiento. Una vez que se dio la voz de alarma, ambos contrincantes comenzaron con una serie de rápidos movimientos, viéndose Hayato un poco contra las cuerdas. Quedó muy cerca del extremo límite del ring, pero consiguió sobreponerse a las adversidades y proseguir con unas habilidades gratamente sorprendentes para el pelinegro. Esquivaba los puñales que el otro le lanzaba, además de sus ataques, con relativa facilidad, como si supiera lo que iba a hacer su contrincante. "Es como si previera los movimientos de su rival ... Interesante", pensó el señor Backstraw, clavando sus ojos llenos de misterio en ambos espadachines. Sin embargo, a pesar de que el combate se alargase un poco más de lo normal, el resultado fue el mismo que en los anteriores: ganó Hayato. Mas la codicia de su adversario no estaba dispuesta a caer hasta la altura del suelo, e intentó atacar por la espalda al peliazul. Una clara expresión de odio apareció en la cara de Rayder, que dijo con una voz asqueada:
- ¡Hijo de perra, eso es trampa! - Chilló, intentando avisar al espadachín de las intenciones de su enemigo.
Pero este ya había emprendido acciones contra él, tomando en el aire los cuchillos que le había lanzado y devolviéndoselos, clavando dichas armas en sus extremidades y consiguiendo que cayera fuera. Más tarde, se acercó a él y golpeó sus brazos con la funda de la katana, hasta que los huesos crujieron sin poder aguantarse más. Gritó de dolor, pero se lo tenía merecido. El enano salió entre abucheos, montado en una camilla de atención médica, mientras que los vítores y aplausos se los llevaba el peliazul. Incluso el pelinegro dio unas cuántas palmas, alabando la gran capacidad que tenía aquel hombre de ver a través de los ataques de sus enemigos. Sería un plato muy difícil de comer.
Y tras aquello, se nombraron a otros dos contrincantes: un hombre de mediana edad y pelo negro, armado con cuatro espadas; y un hombre con brazos raros, como si tuviera dos codos en vez de uno. Había oído hablar de ellos, la Tribu de los Brazos Largos. Y este era interesante, pues portaba una espada sujeta a una cadena, seguramente para emplearla en giros como si se tratase de un huracán de cortes. El principio fue muy equilibrado, pero más tarde todo fue tornando a favor del usuario de Yontoryu. La velocidad de este era bastante increíble, y paraba todos los ataques que su contrincante lanzaba. Terminando con sus cuatro espadas extendidas, cortó varias veces a su enemigo hasta que este se rindió por propia voluntad.
Las batallas seguían el orden establecido en la pancarta, y tras esos dos primeros combates, hubo otros dos más. El vencedor del primer asalto resultaró ser un gladiador que luchaba con espada y escudo. La última batalla de aquellos cuartos de final fue la correspondiente al pelinegro, que había sido emparejado con lo que parecía ser un luchador de sumo. Sin embargo, llevaba consigo unos nunchakus terminados en puntas afiladas. "¿En serio esto es un espadachín?", pensó mientras subía a la zona de combate.
El combate comenzó. Ambos tenían una estatura más o menos parecida, pero el peso del adversario era mucho mayor que el del propio Rayder. Lento como una tortuga, este comenzó a mover sus dos nunchakus afilados alrededor de su propio cuerpo, intentando intimidar al ex-noble, que ni siquiera se había molestado en desenvainar su espada. Como en el primer enfrentamiento, la había tomado con la funda, no emplearía ni una cuarta parte de sus habilidades. Así, fue el gordito el que empezó lanzándose hacia él, llevando sus armas hacia adelante para atacarle frontalmente. Rodando hacia su derecha, el pelinegro levantó en pleno alzamiento su espada envainada con ambas manos, dirigiéndola hacia la parte noble del luchador de sumo. El crack que resonó por toda la sala dolió a todos los que lo presenciaron, mientras que el adversario caía al suelo, soltando sus armas y palpándose tus cascabeles. Un golpe rápido, preciso y, sobre todo, efectivo. Volviendo a anudar su espada en el cinturón, bajó por las escaleras a la vez que se le declaraba vencedor.
Los cuartos de final habían terminado, y ahora era tiempo de las semifinales.
Apoyando su mejilla en la palma de su mano derecha, el joven se apoyó contra la valla que separaba el campo interior del exterior, rezagando su cuerpo y arqueando la espalda, viendo mucho mejor aquel enfrentamiento. Una vez que se dio la voz de alarma, ambos contrincantes comenzaron con una serie de rápidos movimientos, viéndose Hayato un poco contra las cuerdas. Quedó muy cerca del extremo límite del ring, pero consiguió sobreponerse a las adversidades y proseguir con unas habilidades gratamente sorprendentes para el pelinegro. Esquivaba los puñales que el otro le lanzaba, además de sus ataques, con relativa facilidad, como si supiera lo que iba a hacer su contrincante. "Es como si previera los movimientos de su rival ... Interesante", pensó el señor Backstraw, clavando sus ojos llenos de misterio en ambos espadachines. Sin embargo, a pesar de que el combate se alargase un poco más de lo normal, el resultado fue el mismo que en los anteriores: ganó Hayato. Mas la codicia de su adversario no estaba dispuesta a caer hasta la altura del suelo, e intentó atacar por la espalda al peliazul. Una clara expresión de odio apareció en la cara de Rayder, que dijo con una voz asqueada:
- ¡Hijo de perra, eso es trampa! - Chilló, intentando avisar al espadachín de las intenciones de su enemigo.
Pero este ya había emprendido acciones contra él, tomando en el aire los cuchillos que le había lanzado y devolviéndoselos, clavando dichas armas en sus extremidades y consiguiendo que cayera fuera. Más tarde, se acercó a él y golpeó sus brazos con la funda de la katana, hasta que los huesos crujieron sin poder aguantarse más. Gritó de dolor, pero se lo tenía merecido. El enano salió entre abucheos, montado en una camilla de atención médica, mientras que los vítores y aplausos se los llevaba el peliazul. Incluso el pelinegro dio unas cuántas palmas, alabando la gran capacidad que tenía aquel hombre de ver a través de los ataques de sus enemigos. Sería un plato muy difícil de comer.
Y tras aquello, se nombraron a otros dos contrincantes: un hombre de mediana edad y pelo negro, armado con cuatro espadas; y un hombre con brazos raros, como si tuviera dos codos en vez de uno. Había oído hablar de ellos, la Tribu de los Brazos Largos. Y este era interesante, pues portaba una espada sujeta a una cadena, seguramente para emplearla en giros como si se tratase de un huracán de cortes. El principio fue muy equilibrado, pero más tarde todo fue tornando a favor del usuario de Yontoryu. La velocidad de este era bastante increíble, y paraba todos los ataques que su contrincante lanzaba. Terminando con sus cuatro espadas extendidas, cortó varias veces a su enemigo hasta que este se rindió por propia voluntad.
Las batallas seguían el orden establecido en la pancarta, y tras esos dos primeros combates, hubo otros dos más. El vencedor del primer asalto resultaró ser un gladiador que luchaba con espada y escudo. La última batalla de aquellos cuartos de final fue la correspondiente al pelinegro, que había sido emparejado con lo que parecía ser un luchador de sumo. Sin embargo, llevaba consigo unos nunchakus terminados en puntas afiladas. "¿En serio esto es un espadachín?", pensó mientras subía a la zona de combate.
El combate comenzó. Ambos tenían una estatura más o menos parecida, pero el peso del adversario era mucho mayor que el del propio Rayder. Lento como una tortuga, este comenzó a mover sus dos nunchakus afilados alrededor de su propio cuerpo, intentando intimidar al ex-noble, que ni siquiera se había molestado en desenvainar su espada. Como en el primer enfrentamiento, la había tomado con la funda, no emplearía ni una cuarta parte de sus habilidades. Así, fue el gordito el que empezó lanzándose hacia él, llevando sus armas hacia adelante para atacarle frontalmente. Rodando hacia su derecha, el pelinegro levantó en pleno alzamiento su espada envainada con ambas manos, dirigiéndola hacia la parte noble del luchador de sumo. El crack que resonó por toda la sala dolió a todos los que lo presenciaron, mientras que el adversario caía al suelo, soltando sus armas y palpándose tus cascabeles. Un golpe rápido, preciso y, sobre todo, efectivo. Volviendo a anudar su espada en el cinturón, bajó por las escaleras a la vez que se le declaraba vencedor.
Los cuartos de final habían terminado, y ahora era tiempo de las semifinales.
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Desde el banco donde me senté observé chupando mi caramelo de cereza dos combates más. El primero entre un usuario de Yontoryu y un hombre de larguísimos brazos que parecía ser familia del hombre al que le gané las espadas. El combate se declinó ante la velocidad del primer combatiente que aplastó al segundo hasta que se rindió. Ante esa escena miré a Rayder, se encontraba concentrado en el combate.
El siguiente asalto era un gladiador de espada y escudo que acabó destrozando literalmente el brazo de su contrincante de Ittoryu con un golpe de su tremendo escudo.
¡Ese!, ¡ese para mi!.
El último combate de cuartos era para Rayder. Éste se enfrentó a un hombre bastante más pesado que él que usaba nunchakus afilados. Cuando el enemigo se lanzó a él, éste rodó y lanzó un tremendo golpe con la funda a la parte innombrable de un hombre haciendo que el crack resonara enormemente y llamara la atención a todo el mundo. Ante el sonido que estalló salté del banco donde me encontraba con el caramelo en la mano saltando y gritando.
~ ¡Vaya pedazo de ostia!.
Estaba contento, ese chico cada vez me gustaba más. Tras unos minutos de espera para la preparación, unos diez, que empleé en acabar mi caramelo y beber algo de agua del dispensador, me dirigí al tatami, llamado por megafonía para enfrentarme al gladiador que había ganado anteriormente.
Cuando subí miré a aquel hombre despacio de arriba a abajo. No había peleado jamás contra ese tipo de adversario. Medía aproximadamente metro y noventa centímetros, estaba tremendamente musculado y portaba un gladio y un escudo muy reforzado. En cuanto el árbitro dio permiso para iniciar el combate el hombre empezó a rugir abriendo y golpeando su pecho para intimidarme.
Esto...ridículo....
Durante su generosa y genial exhibición de estupideces me percaté de que no portaba armadura ninguna. Ésa sería mi ventaja. El hombre adoptó una posición defensiva posicionándose detrás de su escudo y sacando la espada por encima de éste con la mano derecha. Puse a Yamaoroshi y a Shimei Kaeru en el lado izquierdo de mi cinturón preparadas para mi ataque. Miré a Rayder entre el público que crecía a cada ronda. Me lancé hacia él enemigo asestando un desenvaine en su escudo por el lado derecho con Shimei Kaeru obligando a éste a girarse hacia su izquierda. Mi mantra me ayudó a predecir su ataque, una punzada de su peligroso gladio, y usando la inercia de desenvainar a Yamaoroshi para ejecutar un salto mortal hacia atrás parando el golpe de mi enemigo. La sorpresa del público fui ver como su arma se rompía en dos.
~ Es obvio...tu arma es un gladio de cobre. Mis espadas son acero de la más alta calidad, no hay ni punto de diferencia entre tu arma y la mía.
El enfado de mi enemigo parecía aumentar sus ganas de pelea. En ese momento su gladio comenzó a regenerarse rápidamente. No sabía si su habilidad era esa o si era una habilidad de su espada. Para el caso no podía permitirme que ese arma fuera mi problema. Mi rival se lanzó a mi con una punzada en su embestida con el escudo y el gladio. Ejecuté un doble golpe de mis espadas en X, cruzando ambos brazos, golpeando con el derecho el escudo para frenarle y con el izquierdo el mango de su espada para desarmarlo. Su gladio salió volando fuera del ring. Me alejé de él por la inercia del golpe y envainé mis espadas. Estaba desarmado. Éste generó de su mano un gladio idéntico al anterior que lanzó a mi cara a toda velocidad y gracias a mi mantra pude desenvainar a Shimei Kaeru a toda velocidad cortándolo a la mitad y esquivando el ataque.
Esa es su habilidad, sin duda. Pues perfecto. Te dejaré en el suelo.
Comencé a correr con Shimei Kaeru agarrada hasta llegar a unos metros antes de mi rival que me esperaba con un nuevo gladio en su mano derecha. Ejecuté una onda de choque cortante que cortó el escudo levemente desenvainando y envainando a toda velocidad. Mi ataque lo dejó abierto para un nuevo golpe que fue un desenvaine con el filo inverso hacia el axila derecho, destrozando su articulación e impidiéndole usar su habilidad y su arma.
Ante los gritos de mi rival, el árbitro me declaró ganador y bajé del tatami pero en esta ocasión no me alejé sino que me quedé cerca de él, esperando ver claramente los movimientos de Rayder contra el usuario de Yontoryu.
A ver que sabes hacer de verdad...
El siguiente asalto era un gladiador de espada y escudo que acabó destrozando literalmente el brazo de su contrincante de Ittoryu con un golpe de su tremendo escudo.
¡Ese!, ¡ese para mi!.
El último combate de cuartos era para Rayder. Éste se enfrentó a un hombre bastante más pesado que él que usaba nunchakus afilados. Cuando el enemigo se lanzó a él, éste rodó y lanzó un tremendo golpe con la funda a la parte innombrable de un hombre haciendo que el crack resonara enormemente y llamara la atención a todo el mundo. Ante el sonido que estalló salté del banco donde me encontraba con el caramelo en la mano saltando y gritando.
~ ¡Vaya pedazo de ostia!.
Estaba contento, ese chico cada vez me gustaba más. Tras unos minutos de espera para la preparación, unos diez, que empleé en acabar mi caramelo y beber algo de agua del dispensador, me dirigí al tatami, llamado por megafonía para enfrentarme al gladiador que había ganado anteriormente.
Cuando subí miré a aquel hombre despacio de arriba a abajo. No había peleado jamás contra ese tipo de adversario. Medía aproximadamente metro y noventa centímetros, estaba tremendamente musculado y portaba un gladio y un escudo muy reforzado. En cuanto el árbitro dio permiso para iniciar el combate el hombre empezó a rugir abriendo y golpeando su pecho para intimidarme.
Esto...ridículo....
Durante su generosa y genial exhibición de estupideces me percaté de que no portaba armadura ninguna. Ésa sería mi ventaja. El hombre adoptó una posición defensiva posicionándose detrás de su escudo y sacando la espada por encima de éste con la mano derecha. Puse a Yamaoroshi y a Shimei Kaeru en el lado izquierdo de mi cinturón preparadas para mi ataque. Miré a Rayder entre el público que crecía a cada ronda. Me lancé hacia él enemigo asestando un desenvaine en su escudo por el lado derecho con Shimei Kaeru obligando a éste a girarse hacia su izquierda. Mi mantra me ayudó a predecir su ataque, una punzada de su peligroso gladio, y usando la inercia de desenvainar a Yamaoroshi para ejecutar un salto mortal hacia atrás parando el golpe de mi enemigo. La sorpresa del público fui ver como su arma se rompía en dos.
~ Es obvio...tu arma es un gladio de cobre. Mis espadas son acero de la más alta calidad, no hay ni punto de diferencia entre tu arma y la mía.
El enfado de mi enemigo parecía aumentar sus ganas de pelea. En ese momento su gladio comenzó a regenerarse rápidamente. No sabía si su habilidad era esa o si era una habilidad de su espada. Para el caso no podía permitirme que ese arma fuera mi problema. Mi rival se lanzó a mi con una punzada en su embestida con el escudo y el gladio. Ejecuté un doble golpe de mis espadas en X, cruzando ambos brazos, golpeando con el derecho el escudo para frenarle y con el izquierdo el mango de su espada para desarmarlo. Su gladio salió volando fuera del ring. Me alejé de él por la inercia del golpe y envainé mis espadas. Estaba desarmado. Éste generó de su mano un gladio idéntico al anterior que lanzó a mi cara a toda velocidad y gracias a mi mantra pude desenvainar a Shimei Kaeru a toda velocidad cortándolo a la mitad y esquivando el ataque.
Esa es su habilidad, sin duda. Pues perfecto. Te dejaré en el suelo.
Comencé a correr con Shimei Kaeru agarrada hasta llegar a unos metros antes de mi rival que me esperaba con un nuevo gladio en su mano derecha. Ejecuté una onda de choque cortante que cortó el escudo levemente desenvainando y envainando a toda velocidad. Mi ataque lo dejó abierto para un nuevo golpe que fue un desenvaine con el filo inverso hacia el axila derecho, destrozando su articulación e impidiéndole usar su habilidad y su arma.
Ante los gritos de mi rival, el árbitro me declaró ganador y bajé del tatami pero en esta ocasión no me alejé sino que me quedé cerca de él, esperando ver claramente los movimientos de Rayder contra el usuario de Yontoryu.
A ver que sabes hacer de verdad...
Rayder
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Las semifinales habían comenzado, y los cuatro últimos participantes que habían pasado con éxito los demás combates eran, supuestamente, los mejores espadachines de aquella generación del concurso. El espadachín de Yontoryu, armado con sus cuatro armas y su gran velocidad de ataque, un enemigo a tener en cuenta si se era lento o no precavido. El gladiador, armado con su escudo y su arma característica, embotado en diversos rugidos que hacía que la muchedumbre se decantase por él y por sus métodos chafados a la antigua. Hayato, la persona a la que le tenía más miedo y respeto de todos los allí presentes, que llevaba varias armas consigo, pero intercambiaba los estilos de combate como si fuera lo más fácil del mundo, un espadachín versátil. Y por último, el mismo pelinegro, apoyado contra una de las barandillas de madera que conformaban el perímetro alrededor del tatami, de brazos cruzados y la mirada fija en los dos próximos combatientes. El que resultase vencedor, iría directamente a la final, y claramente se podía preveer quien de los dos se alzaría como ganador. El momento resultaba único para Hayato y el gladiador, que habían sido llamados ambos para comenzar una de las peleas de semifinales. Los dos participantes subieron al tatami y se saludaron, para que con una señal del árbitro comenzase un nuevo enfrentamiento que prometía ser, al menos, un poco más entretenido que los anteriores, por cosa de que se estaba acercando la final, y no por las posibles habilidades del enemigo de Hayato.
- Bueno, bueno, bueno ... Vamos a ver con qué nos sale el peliazul en esta parte de la historia - Decía el chico de presencia oscura, mesándose los pelos de su barbilla con los dedos pulgar e índice de la mano derecha, mostrando una leve sonrisa que se hizo presente en su expresión facial. Sus ojos se clavaron en ambos combatientes, a la par que esperaba impacientemente para que el dichoso combate comenzase de una maldita vez.
El gladiador rugía, buscando intimidar al peliazul, mas eso sería contraproducente. Si un espadachín se dejaba llevar por los gritos de su adversario, estaba perdido, por eso siempre se enseñaba en los dojos a ser sereno con uno mismo y no perder los estribos. Rápidamente, Hayato hizo mella en el equipamiento del gladiador, además de partir su espada característica. Sin embargo, y lo más interesante, fue que el mismo contrincante creó de su mano una nueva espada de cobre, atacando sin piedad. Mas el espadachín se movía como si supiera dónde iba a atacar su adversario, cosa que ya había visto con anterioridad. "Uno es usuario de Akuma No Mi, y el otro de Haki ... Ya sabemos para quién está inclinada la balanza", pensó, mientras que el árbitro terminaba por dar la victoria a Hayato, a pesar de la insistencia en crear nuevas armas del gladiador para reemplazar las que perdía.
Por último, solo quedaba la pelea de Rayder contra el usuario de las cuatro espadas. Esta vez, teniendo que esforzarse un poco más, desenvainó a su espada Yoru del interior de su funda, mostrando el filo metálico que la caracterizaba. Una vez que se dio el pitido de comienzo, ambos espadachines tantearon el terreno, hasta que se lanzaron el uno a por el otro al mismo compás de tiempo. El enemigo, hombre de mediana edad, sujetaba dos de sus armas con las manos, mientras que las otras dos las sujetaba con la articulación de los codos. Sus ataques eran rápidos, y el pelinegro tenía que entonar su espada de forma que esta pudiera bloquear la mayor parte de las estocadas. La pelea seguía y seguía, y ninguno de los dos priorizaba por el otro. Básicamente, Rayder no tenía suficiente tiempo como para lanzar una estocada, y si lo hacía, el otro la paraba con sus cuatro armas. Casi parecido al revés, el usuario de Yontoryu atacaba, pero sus ataques eran bloqueados. "Me estoy empezando a cansar, creo que es el momento de terminar esto. Tengo que estar como una rosa para la final", pensó en un determinado momento, mientras que daba un salto atrás y quedaba muy cerca del límite del tatami. Envainó su katana, y adoptó una posición de Iai, también conocido como técnicas de envaine y desenvaine. Si no era capaz de golpear a su enemigo empleando su velocidad normal, tendría que hacerlo de tal forma que le resultase casi imposible "verle". El usuario de Yontoryu se lanzó a por Rayder, mas este ya estaba preparado para lo que iba a venir más tarde.
- Iai, Kanashī Ame No Uta (Poema de la Lluvia Triste)
Desapareciendo frente a la vista de los espectadores, el pelinegro apareció a la espalda de su enemigo, unos metros separados. La espada estaba desenvainada, y mientras se giraba para mirar a su contrincante la fue envainando lentamente, con una expresión seria en su mirada. Un corte bastante profundo se hizo presente en el cuerpo del adversario, que cayó al suelo y desparramó sus cuatro espadas por el tatami. Procalamando finalista al pelinegro, este ni siquiera bajó de la zona de combate, sino que dirigió su mirada hacia el peliazul para instarle con una sonrisa a que subiera donde se encontraba, para terminar de una vez por todas con lo que habían decidido empezar aquel día.
- Bueno, bueno, bueno ... Vamos a ver con qué nos sale el peliazul en esta parte de la historia - Decía el chico de presencia oscura, mesándose los pelos de su barbilla con los dedos pulgar e índice de la mano derecha, mostrando una leve sonrisa que se hizo presente en su expresión facial. Sus ojos se clavaron en ambos combatientes, a la par que esperaba impacientemente para que el dichoso combate comenzase de una maldita vez.
El gladiador rugía, buscando intimidar al peliazul, mas eso sería contraproducente. Si un espadachín se dejaba llevar por los gritos de su adversario, estaba perdido, por eso siempre se enseñaba en los dojos a ser sereno con uno mismo y no perder los estribos. Rápidamente, Hayato hizo mella en el equipamiento del gladiador, además de partir su espada característica. Sin embargo, y lo más interesante, fue que el mismo contrincante creó de su mano una nueva espada de cobre, atacando sin piedad. Mas el espadachín se movía como si supiera dónde iba a atacar su adversario, cosa que ya había visto con anterioridad. "Uno es usuario de Akuma No Mi, y el otro de Haki ... Ya sabemos para quién está inclinada la balanza", pensó, mientras que el árbitro terminaba por dar la victoria a Hayato, a pesar de la insistencia en crear nuevas armas del gladiador para reemplazar las que perdía.
Por último, solo quedaba la pelea de Rayder contra el usuario de las cuatro espadas. Esta vez, teniendo que esforzarse un poco más, desenvainó a su espada Yoru del interior de su funda, mostrando el filo metálico que la caracterizaba. Una vez que se dio el pitido de comienzo, ambos espadachines tantearon el terreno, hasta que se lanzaron el uno a por el otro al mismo compás de tiempo. El enemigo, hombre de mediana edad, sujetaba dos de sus armas con las manos, mientras que las otras dos las sujetaba con la articulación de los codos. Sus ataques eran rápidos, y el pelinegro tenía que entonar su espada de forma que esta pudiera bloquear la mayor parte de las estocadas. La pelea seguía y seguía, y ninguno de los dos priorizaba por el otro. Básicamente, Rayder no tenía suficiente tiempo como para lanzar una estocada, y si lo hacía, el otro la paraba con sus cuatro armas. Casi parecido al revés, el usuario de Yontoryu atacaba, pero sus ataques eran bloqueados. "Me estoy empezando a cansar, creo que es el momento de terminar esto. Tengo que estar como una rosa para la final", pensó en un determinado momento, mientras que daba un salto atrás y quedaba muy cerca del límite del tatami. Envainó su katana, y adoptó una posición de Iai, también conocido como técnicas de envaine y desenvaine. Si no era capaz de golpear a su enemigo empleando su velocidad normal, tendría que hacerlo de tal forma que le resultase casi imposible "verle". El usuario de Yontoryu se lanzó a por Rayder, mas este ya estaba preparado para lo que iba a venir más tarde.
- Iai, Kanashī Ame No Uta (Poema de la Lluvia Triste)
Desapareciendo frente a la vista de los espectadores, el pelinegro apareció a la espalda de su enemigo, unos metros separados. La espada estaba desenvainada, y mientras se giraba para mirar a su contrincante la fue envainando lentamente, con una expresión seria en su mirada. Un corte bastante profundo se hizo presente en el cuerpo del adversario, que cayó al suelo y desparramó sus cuatro espadas por el tatami. Procalamando finalista al pelinegro, este ni siquiera bajó de la zona de combate, sino que dirigió su mirada hacia el peliazul para instarle con una sonrisa a que subiera donde se encontraba, para terminar de una vez por todas con lo que habían decidido empezar aquel día.
Hayato
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Desde la valla del tatami observé la pelea de Rayder contra el usuario de Yontoryu. Durante un rato el enemigo del pelinegro lo manejó con su velocidad haciendo que el pelinegro retrocediera finalmente hasta el borde del tatami envainando su espada.
Obvio, necesita velocidad.
El pelinegro desenvainó cortando a su enemigo a gran velocidad y dejando a éste fuera de combate. Cuando éste cayó al suelo y Rayder había envainado su espada de nuevo, se giró para mirarme con una sonrisa, invitándome a subir a pelear de una vez. Yo lo observaba con los brazos cruzados y la mirada muy seria hasta que sonreí a la par que me llevaba la mano derecha a la oreja derecha y la movía ligeramente mientras la megafonía transmitía un mensaje.
Obvio, necesita velocidad.
El pelinegro desenvainó cortando a su enemigo a gran velocidad y dejando a éste fuera de combate. Cuando éste cayó al suelo y Rayder había envainado su espada de nuevo, se giró para mirarme con una sonrisa, invitándome a subir a pelear de una vez. Yo lo observaba con los brazos cruzados y la mirada muy seria hasta que sonreí a la par que me llevaba la mano derecha a la oreja derecha y la movía ligeramente mientras la megafonía transmitía un mensaje.
“Antes de la final, se efectuará un descanso de 10 minutos
para que los finalistas puedan descansar.”
para que los finalistas puedan descansar.”
Acto seguido me di la vuelta y comencé a andar de nuevo hacia la fuente, cuando llegué la accioné y comencé a beber. Estaba bastante tranquilo para lo que un combate de estas magnitudes representaba, aunque no me asombraba. Ni siquiera era mi habilidad en Haki lo que me daba esa seguridad. Desde siempre mi mejor arma son mis ojos.
Ittoryu, Katana de 80 centímetros aproximadamente. Domina el Iai... Bueno..
Tras esto sequé mis labios y palpé los bolsillos traseros y delanteros de mis pantalones esperando encontrar cierto objeto. Ahí estaban, por lo que me relajé y esperé los diez minutos tumbado en el césped, alejado en cierta medida del tumulto de gente. Cuando la megafonía volvió a anunciar la final, acudí al tatami entrando por mi lado muy despacio y dejando a Kashu en el borde del tatami. Tras mis demostraciones de habilidad nadie se atrevería a tocarla si no quería perder un brazo...o dos. Posicionándome en mi lugar con simplemente Shimei Kaeru en el lado izquierdo y Yamaoroshi en el derecho, esperé a mi rival: el pelinegro Rayder.
Seguro que lo paso de miedo, a ver de qué está hecho ese tipo.
Ittoryu, Katana de 80 centímetros aproximadamente. Domina el Iai... Bueno..
Tras esto sequé mis labios y palpé los bolsillos traseros y delanteros de mis pantalones esperando encontrar cierto objeto. Ahí estaban, por lo que me relajé y esperé los diez minutos tumbado en el césped, alejado en cierta medida del tumulto de gente. Cuando la megafonía volvió a anunciar la final, acudí al tatami entrando por mi lado muy despacio y dejando a Kashu en el borde del tatami. Tras mis demostraciones de habilidad nadie se atrevería a tocarla si no quería perder un brazo...o dos. Posicionándome en mi lugar con simplemente Shimei Kaeru en el lado izquierdo y Yamaoroshi en el derecho, esperé a mi rival: el pelinegro Rayder.
Seguro que lo paso de miedo, a ver de qué está hecho ese tipo.
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Una vez que las semifinales podían darse por terminadas a la perfección, solo quedaba hueco para la final. Allí arriba, en el tatami, Rayder esperaba impaciente a que su último contrincante subiera para terminar aquello, pronto. Sin embargo, un nuevo pitido seguido de una voz informativa señaló que se daría un descanso de diez minutos antes de retomar el combate final. Con una cara pobre de decepción, el pelinegro subió los hombros y le guiñó un ojo a Hayato, comenzando a andar hacia las escaleras de bajada y salir del recinto de combate. "¿Y ahora qué hago yo durante diez minutos?", pensaba aburrido e impaciente el ex-noble, apoyado en la barandilla de madera anexa al tatami. Sus dedos se entrelazaban detrás de la cabeza, como si fuera una almohada en la que pudiera apoyar su cabeza. De reojo pudo observar cómo su futuro adversario se dedicaba a tomar un poco de agua en una fuente que había en la periferia, mientras que él mismo le analizaba con cuidado. "Tres espadas, pero nunca le he visto usar más de dos. Rápido, versátil, usuario de Haki ...", decía para sus adentros, rascándose la cabeza con cierto matiz de deje. Pero al igual que él le había visto pelear, el peliazul también había presenciado los combates que le habían tocado a Rayder. Por ende, él también tendría una estrategia preparada contra sus habilidades. Sin embargo, estaba por jurar que ninguno de los dos espadachines había empleado más de la mitad de su repertorio de habilidades, que era lo que, en cierto modo, intrigaba al señor Backstraw.
Los espectadores se agrupaban alrededor de los dos finalistas, aunque ninguno de ellos les hacía mucho caso, para qué variar. Los que estaban cerca del pelinegro le alababan por sus métodos, intentando ponerles caras buenas por si en un futuro le pedían que les enseñase a ejercer de espadachín. Si ellos pensaban que se iba dignar a hacer algo de ese calibre, estaban perdiendo el tiempo. Lo único que hacía era firmar autógrafos a las chicas que pasaban por el lugar, en su mayoría normales. No había visto ninguna guapa desde que llegó al lugar, y su esperanza se desplomó en cuanto no le tocó pelear contra ninguna de las chicas que se habían apuntado al torneo de Shimotsuki. Pero bueno, no quedaba mucho para que aquel espectáculo terminase, y entonces podría lanzarse a la aventura de la "cacería" en la isla. Pero para ello, primero tenía que pelear contra Hayato, y eso era un plato muy duro de roer.
¡El descanso ha terminado! Los finalistas, diríjanse al tatami.
Comentó la voz informativa por megafonía, mientras que una gran sonrisa aparecía en el rostro del pelinegro. Haciéndose paso entre la marabunta de personas que se habían congregado alrededor de él, este se encaminó hacia la zona de combate, donde supuestamente terminaría la competición que había comenzado horas atrás. Una vez que estuvo en la plataforma, lo vio, de pie y esperándole, únicamente con dos espadas. "Tiene buen porte, ¿intenta intimidarme?", pensaba el pirata, siguiendo con aquellos pasos llenos de confianza y autoestima. No podía mostrarse frágil y quebradizo ante su enemigo, pues podría aprovecharse de aquello. Así que se comportaba frío, sereno y tranquilo, como si aquello no fuera más que un juego al que se divertía al probar.
- Espero que tengamos un buen combate - Dijo Rayder con una gran sonrisa llena de picardía, puesto que había estado esperando ese momento durante mucho tiempo. Con un asentimiento de cabeza, dio su consentimiento y saludo al joven que tenía delante de sí, por lo que tomó la funda de su espada y se preparó para lo que venía encima. Además, antes de dejar de hablar, añadió. - Que gane el mejor - Moviendo su mano hacia el mango de la espada.
Una vez que hizo contacto con su arma, el pelinegro empezó a desenvainarla. El sonido metálico que esta desprendía hendió el aire, cortando el silencio de todos los espectadores que estaban pendientes del que sería el mejor enfrentamiento del día. Una vez que el filo estuvo completamente fuera, la funda descansó sobre la cadera derecha del ex-noble, que sujetaba su arma con las dos manos por delante de su cuerpo. Con la espada recta, colcocada en vertical en un punto medio de sus ojos, de modo que no le dificultase la vista, relajó sus pulsaciones para no dejarse llevar por la emoción del momento. Un nuevo pitido indicó que el combate se daba por finalizado, y ante eso ya estaba atento el pelinegro. Moviéndose lo más rápido que le permitían sus piernas, se desplazó frontalmente hacia Hayato, con la espada en su costado izquierdo. Una vez que estuvo a un metro de él, aproximadamente, lanzó una estocada con la parte afilada de su arma en diagonal, de forma que el posible corte se efectuara desde la cadera derecha del peliazul hasta su hombro izquierdo. El tiempo que habría tardado en comenzar el ataque desde el pitido de comienzo no superaría el segundo y medio, puesto que ya estaba ansioso por cruzar espadas con su adversario.
- Kirikizu Nibui (Tajo Romo)
Los vítores comenzaban a hacerse audibles con el inicio de la final de aquella competición. La gente gritaba eufórica, y las manos se alzaban bajo sus pies. La emoción estaba en su punto álgido, pero de ahí solo saldría un vencedor.
Los espectadores se agrupaban alrededor de los dos finalistas, aunque ninguno de ellos les hacía mucho caso, para qué variar. Los que estaban cerca del pelinegro le alababan por sus métodos, intentando ponerles caras buenas por si en un futuro le pedían que les enseñase a ejercer de espadachín. Si ellos pensaban que se iba dignar a hacer algo de ese calibre, estaban perdiendo el tiempo. Lo único que hacía era firmar autógrafos a las chicas que pasaban por el lugar, en su mayoría normales. No había visto ninguna guapa desde que llegó al lugar, y su esperanza se desplomó en cuanto no le tocó pelear contra ninguna de las chicas que se habían apuntado al torneo de Shimotsuki. Pero bueno, no quedaba mucho para que aquel espectáculo terminase, y entonces podría lanzarse a la aventura de la "cacería" en la isla. Pero para ello, primero tenía que pelear contra Hayato, y eso era un plato muy duro de roer.
¡El descanso ha terminado! Los finalistas, diríjanse al tatami.
Comentó la voz informativa por megafonía, mientras que una gran sonrisa aparecía en el rostro del pelinegro. Haciéndose paso entre la marabunta de personas que se habían congregado alrededor de él, este se encaminó hacia la zona de combate, donde supuestamente terminaría la competición que había comenzado horas atrás. Una vez que estuvo en la plataforma, lo vio, de pie y esperándole, únicamente con dos espadas. "Tiene buen porte, ¿intenta intimidarme?", pensaba el pirata, siguiendo con aquellos pasos llenos de confianza y autoestima. No podía mostrarse frágil y quebradizo ante su enemigo, pues podría aprovecharse de aquello. Así que se comportaba frío, sereno y tranquilo, como si aquello no fuera más que un juego al que se divertía al probar.
- Espero que tengamos un buen combate - Dijo Rayder con una gran sonrisa llena de picardía, puesto que había estado esperando ese momento durante mucho tiempo. Con un asentimiento de cabeza, dio su consentimiento y saludo al joven que tenía delante de sí, por lo que tomó la funda de su espada y se preparó para lo que venía encima. Además, antes de dejar de hablar, añadió. - Que gane el mejor - Moviendo su mano hacia el mango de la espada.
Una vez que hizo contacto con su arma, el pelinegro empezó a desenvainarla. El sonido metálico que esta desprendía hendió el aire, cortando el silencio de todos los espectadores que estaban pendientes del que sería el mejor enfrentamiento del día. Una vez que el filo estuvo completamente fuera, la funda descansó sobre la cadera derecha del ex-noble, que sujetaba su arma con las dos manos por delante de su cuerpo. Con la espada recta, colcocada en vertical en un punto medio de sus ojos, de modo que no le dificultase la vista, relajó sus pulsaciones para no dejarse llevar por la emoción del momento. Un nuevo pitido indicó que el combate se daba por finalizado, y ante eso ya estaba atento el pelinegro. Moviéndose lo más rápido que le permitían sus piernas, se desplazó frontalmente hacia Hayato, con la espada en su costado izquierdo. Una vez que estuvo a un metro de él, aproximadamente, lanzó una estocada con la parte afilada de su arma en diagonal, de forma que el posible corte se efectuara desde la cadera derecha del peliazul hasta su hombro izquierdo. El tiempo que habría tardado en comenzar el ataque desde el pitido de comienzo no superaría el segundo y medio, puesto que ya estaba ansioso por cruzar espadas con su adversario.
- Kirikizu Nibui (Tajo Romo)
Los vítores comenzaban a hacerse audibles con el inicio de la final de aquella competición. La gente gritaba eufórica, y las manos se alzaban bajo sus pies. La emoción estaba en su punto álgido, pero de ahí solo saldría un vencedor.
Hayato
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El pelinegro Rayder subió al tatami y me saludó cordialmente. Parecía estar muy seguro de cada movimiento que hacía, daba la sensación de sentir claramente el espíritu de batalla pero de controlarlo para que sus impulsos no lo dominaran. Él era como yo, un auténtico espadachín.
~ ¡Suerte!. - grité de forma amigable justo antes de que el pelinegro desenvainara su arma y adoptara una posición de espera básica.
Cuando el pitido que inició el combate sonó Rayder se lanzó a toda velocidad hacia mi para cortarme de lado a lado con un corte diagonal. Fue difícil hasta para mi Mantra predecir aquel golpe, hasta el punto en que tuve que adoptar medidas desesperadas para evitar un corte probablemente grave. Adelanté levemente mi pie izquierdo balanceando mi cuerpo ligeramente hacía delante y a la izquierda, bloqueando con mis propias manos el golpe de mi adversario a la altura de las manos y el codo apartándolo un poco de la trayectoria que llevaba y haciendo que nuestras posiciones se intercambiaran en 180 grados, quedando yo ahora en su lado del tatami y él en el mío a aproximadamente unos metros de distancia.
Es muy rápido. Muchísimo. No he podido desenvainar. Pero ya le he visto golpear.
El público gritó eufórico ante la improvisada acción evasiva que había realizado para zafarme del célere ataque de mi rival. Decidí que tendría que emplear alguna de mis habilidades más especializadas para poder derrotarlo. Aprovechando la distancia y mi posición ejecuté una técnica de nivel medio. Me lancé a la misma velocidad de su anterior ataque hacia Rayder, demostrándole que su velocidad había sido asombrosa pero que no se relajara y desenvainé mi espada Shimei Kaeru que se encontraba en el lado izquierdo de mi cinturón hacia arriba y efectuaba el verdadero ataque hacia abajo en un ataque vertical de tremenda fuerza y magnitud, siendo este un engaño y un ataque para desestabilizar y dañar al enemigo, impidiendo que use uno de sus dos hombros. En mi caso mi objetivo era el derecho, ya que al portar a ese lado la funda de su espada deduje que su mano dominante era la izquierda.
Ittoryu, Nise Iai: Rakukoujin (Falso desenvaine: Hoja de acero que cae)
A ver como digieres esto amigo.
No podía evitar sonreír, estaba pasándolo realmente bien.
~ ¡Suerte!. - grité de forma amigable justo antes de que el pelinegro desenvainara su arma y adoptara una posición de espera básica.
Cuando el pitido que inició el combate sonó Rayder se lanzó a toda velocidad hacia mi para cortarme de lado a lado con un corte diagonal. Fue difícil hasta para mi Mantra predecir aquel golpe, hasta el punto en que tuve que adoptar medidas desesperadas para evitar un corte probablemente grave. Adelanté levemente mi pie izquierdo balanceando mi cuerpo ligeramente hacía delante y a la izquierda, bloqueando con mis propias manos el golpe de mi adversario a la altura de las manos y el codo apartándolo un poco de la trayectoria que llevaba y haciendo que nuestras posiciones se intercambiaran en 180 grados, quedando yo ahora en su lado del tatami y él en el mío a aproximadamente unos metros de distancia.
Es muy rápido. Muchísimo. No he podido desenvainar. Pero ya le he visto golpear.
El público gritó eufórico ante la improvisada acción evasiva que había realizado para zafarme del célere ataque de mi rival. Decidí que tendría que emplear alguna de mis habilidades más especializadas para poder derrotarlo. Aprovechando la distancia y mi posición ejecuté una técnica de nivel medio. Me lancé a la misma velocidad de su anterior ataque hacia Rayder, demostrándole que su velocidad había sido asombrosa pero que no se relajara y desenvainé mi espada Shimei Kaeru que se encontraba en el lado izquierdo de mi cinturón hacia arriba y efectuaba el verdadero ataque hacia abajo en un ataque vertical de tremenda fuerza y magnitud, siendo este un engaño y un ataque para desestabilizar y dañar al enemigo, impidiendo que use uno de sus dos hombros. En mi caso mi objetivo era el derecho, ya que al portar a ese lado la funda de su espada deduje que su mano dominante era la izquierda.
Ittoryu, Nise Iai: Rakukoujin (Falso desenvaine: Hoja de acero que cae)
A ver como digieres esto amigo.
No podía evitar sonreír, estaba pasándolo realmente bien.
Rayder
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Aullidos de éxtasis eran más que audibles en la zona de combate de aquella competición, donde los espectadores apabullaban todo el escenario y se pegaban a las vallas de detención para observar mejor cómo aquellos dos espadachines comenzaban la mejor pelea del día. El vencedor se llevaría el premio que la organización hubiera propuesto por sus habilidades, mas eso era algo que no importaba momentáneamente. Encima del tatami, tanto Hayato como Rayder habían comenzado a pelear, y pronto se verían los resultados del entrenamiento de cada uno de ellos. El camino del espadachín era distinto para cada persona, y cada hombre o mujer que lo recorriera debía plantearse los obstáculos que se le pusieran por el camino y derrotarlos por sí mismo, sin la ayuda de nadie más.
El pelinegro fue el primero que se tomó la iniciativa por su parte, lanzándose con un rápido movimiento a por el peliazul. Este, sin embargo, previó parte del ataque y no necesitó desenfundar su arma para bloquearlo. Interponiendo sus brazos a la altura del codo, paró en seco el arma, que se desvió unos cuantos centímetros de su trayectoria inicial. La espada pasó y erró en su objetivo, mientras que ambos contrincantes cambiaban las tornas de sus posiciones mediante un giro semi-completo. El pelinegro quedó donde anteriormente estaba Hayato, y este donde se había quedado previamente Rayder. Este último sujetó la espada con ambas manos, mientras que no apartaba sus ojos incoloros del enemigo, que parecía ser el turno de su ataque. "Es bueno, muy bueno. No le ha hecho falta un arma para defenderse de ese ataque, tendré que andarme con cuidado", pensó para sí mismo, mientras que observaba cómo su ahora nuevo enemigo se lanzaba a por él.
- Venga, que no se diga que nos estamos conteniendo - Afirmó con una grata sonrisa, puesto que estaba bastante contento con el nuevo adversario. Había sido el único que podría ponerle contra las cuerdas, y estaba seguro de que lo terminaría haciendo tarde o temprano. Mostrándose sereno, el pelinegro esperó el ataque de su rival.
La velocidad con que se movía Hayato era realmente difícil de seguir, y los ojos del ex-noble no permanecían quietos durante ningún segundo, intentando seguirle allá donde se moviera. Recorrió la distantcia que les separaba en cuestión de poco tiempo, para luego desenvainar una de sus armas e intentar cortarle vertical y descendentemente con ella. A Rayder se le ocurrió colocar su katana en medio de la trayectoria, pero no podía hacerlo tan rápido. La hoja se movía con mucha celeridad, y solo había una forma de escapar a aquel desgarrador corte que preveía que se avecinaría si no hacía nada para evitarlo.
- Kurai Sō (Capa Oscura)
Fue lo que dijeron sus labios mientras el frío metal se acercaba a su cuerpo. Del hombro asignado como objetivo para el ataque, comenzó a manar una capa de sustancia oscura propia de su Akuma No Mi, creando una película de consistencia dura para intentar "amortiguar" el daño de la técnica que había realizado Hayato. La espada hizo contacto, y el pelinegro mostró sus dientes ante un inminente dolor en aquella parte de su cuerpo. Su hombro se hundió hacia abajo, e incluso recibió un corte en él de unos dos centímetros de profundidad. "El primer golpe y ya tiene un hándicap contra mí. No por nada ha llegado a la final", pensó para sus adentros. De no haber sido por aquel manejo de la sustancia oscura, ese ataque podría haberle rebanado de cuajo mucha carne, músculos y tendones, y una de sus manos hubiera quedado inservible.
La misma sustancia oscura comenzó a brotar de su herida, agarrando el filo de la espada y tirando de él hacia arriba, liberándolo del contacto de la carne con el metal. La expresión de dolor en su cara era más que palpable, y pronto tuvo que dirigirse hacia el peliazul para atacar. Sin embargo, como agarrar de aquella forma el arma de su oponente con los poderes de su fruta, él mismo lo consideraba tramposo y rastrero, hizo que la sustancia oscura que retenía el arma de Hayato se disipara para dejarla suelta, mientras que él daba unos pasos hacia adelante para encararse a él. Aprovechando que había poca separación entre ellos, tal vez menos de un metro, el pelinegro dirigió su espada con la mano derecha hacia una de las muñecas de Hayato, con la intención de golpearle con la parte roma de su espada, de forma que no cortase nada importante. Con ello pretendía hacer que su enemigo soltase su arma, para que así pudiera tener una oportunidad de dejarle con el pecho al descubierto. Por tanto, dirigió a su espada Yoru hacia la mano con que tomaba el peliazul su arma.
Justo cuando el metal estaba a punto de tocar el cuerpo, pues era un movimiento rápido (aunque se podría esquivar perfectamente si uno era precavido), dejó que el arma "saltase" de su mano derecha hacia la izquierda, la cuál la tomó inversamente y lanzó un corte con la parte afilada hacia el estómago del peliazul. Claramente, la primera trayectoria hacia su muñeca no había sido nada más que una estratagema de mentira, el verdadero ataque era el final. Mientras que el filo recorría el vacío, el pelinegro decía:
- Sekai Itā (Comedor de Mundos)
No iba a dejarse llevar por la ira, pero tampoco iba a dejar que hiciera con él lo que quisiera. Al fin y al cabo, era una persona bastante competitiva, y no le gustaría por nada en el mundo perder en una final. Se esforzaría al máximo, y para ello debía de darlo todo.
El pelinegro fue el primero que se tomó la iniciativa por su parte, lanzándose con un rápido movimiento a por el peliazul. Este, sin embargo, previó parte del ataque y no necesitó desenfundar su arma para bloquearlo. Interponiendo sus brazos a la altura del codo, paró en seco el arma, que se desvió unos cuantos centímetros de su trayectoria inicial. La espada pasó y erró en su objetivo, mientras que ambos contrincantes cambiaban las tornas de sus posiciones mediante un giro semi-completo. El pelinegro quedó donde anteriormente estaba Hayato, y este donde se había quedado previamente Rayder. Este último sujetó la espada con ambas manos, mientras que no apartaba sus ojos incoloros del enemigo, que parecía ser el turno de su ataque. "Es bueno, muy bueno. No le ha hecho falta un arma para defenderse de ese ataque, tendré que andarme con cuidado", pensó para sí mismo, mientras que observaba cómo su ahora nuevo enemigo se lanzaba a por él.
- Venga, que no se diga que nos estamos conteniendo - Afirmó con una grata sonrisa, puesto que estaba bastante contento con el nuevo adversario. Había sido el único que podría ponerle contra las cuerdas, y estaba seguro de que lo terminaría haciendo tarde o temprano. Mostrándose sereno, el pelinegro esperó el ataque de su rival.
La velocidad con que se movía Hayato era realmente difícil de seguir, y los ojos del ex-noble no permanecían quietos durante ningún segundo, intentando seguirle allá donde se moviera. Recorrió la distantcia que les separaba en cuestión de poco tiempo, para luego desenvainar una de sus armas e intentar cortarle vertical y descendentemente con ella. A Rayder se le ocurrió colocar su katana en medio de la trayectoria, pero no podía hacerlo tan rápido. La hoja se movía con mucha celeridad, y solo había una forma de escapar a aquel desgarrador corte que preveía que se avecinaría si no hacía nada para evitarlo.
- Kurai Sō (Capa Oscura)
Fue lo que dijeron sus labios mientras el frío metal se acercaba a su cuerpo. Del hombro asignado como objetivo para el ataque, comenzó a manar una capa de sustancia oscura propia de su Akuma No Mi, creando una película de consistencia dura para intentar "amortiguar" el daño de la técnica que había realizado Hayato. La espada hizo contacto, y el pelinegro mostró sus dientes ante un inminente dolor en aquella parte de su cuerpo. Su hombro se hundió hacia abajo, e incluso recibió un corte en él de unos dos centímetros de profundidad. "El primer golpe y ya tiene un hándicap contra mí. No por nada ha llegado a la final", pensó para sus adentros. De no haber sido por aquel manejo de la sustancia oscura, ese ataque podría haberle rebanado de cuajo mucha carne, músculos y tendones, y una de sus manos hubiera quedado inservible.
La misma sustancia oscura comenzó a brotar de su herida, agarrando el filo de la espada y tirando de él hacia arriba, liberándolo del contacto de la carne con el metal. La expresión de dolor en su cara era más que palpable, y pronto tuvo que dirigirse hacia el peliazul para atacar. Sin embargo, como agarrar de aquella forma el arma de su oponente con los poderes de su fruta, él mismo lo consideraba tramposo y rastrero, hizo que la sustancia oscura que retenía el arma de Hayato se disipara para dejarla suelta, mientras que él daba unos pasos hacia adelante para encararse a él. Aprovechando que había poca separación entre ellos, tal vez menos de un metro, el pelinegro dirigió su espada con la mano derecha hacia una de las muñecas de Hayato, con la intención de golpearle con la parte roma de su espada, de forma que no cortase nada importante. Con ello pretendía hacer que su enemigo soltase su arma, para que así pudiera tener una oportunidad de dejarle con el pecho al descubierto. Por tanto, dirigió a su espada Yoru hacia la mano con que tomaba el peliazul su arma.
Justo cuando el metal estaba a punto de tocar el cuerpo, pues era un movimiento rápido (aunque se podría esquivar perfectamente si uno era precavido), dejó que el arma "saltase" de su mano derecha hacia la izquierda, la cuál la tomó inversamente y lanzó un corte con la parte afilada hacia el estómago del peliazul. Claramente, la primera trayectoria hacia su muñeca no había sido nada más que una estratagema de mentira, el verdadero ataque era el final. Mientras que el filo recorría el vacío, el pelinegro decía:
- Sekai Itā (Comedor de Mundos)
No iba a dejarse llevar por la ira, pero tampoco iba a dejar que hiciera con él lo que quisiera. Al fin y al cabo, era una persona bastante competitiva, y no le gustaría por nada en el mundo perder en una final. Se esforzaría al máximo, y para ello debía de darlo todo.
- Spoiler:
- https://www.youtube.com/watch?v=YDEoDoQNGSU
Te dejo el vídeo por si te liaste con mi último ataque. El movimiento en cuestión es el que aparece desde el minuto 1:35 hasta el 2:00. Lo único que cambia ahí es el que al principio intento dirigir el ataque falso contra la muñeca que sujeta tu espada, para luego atacar realmente a tu estómago con la parte afilada de la espada.
Hayato
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- Off:
- Gracias por la aclaración. Creo que me quedó claro, si ves algo que no entiendas de mi ataque o de mi defensa dímelo por Skype. De todas maneras al no ser una pelea propiamente dicha, edito si es necesario. Cada vez me gusta más este rol Rayder-dono. ^^
El pelinegro me sorprendió con su velocidad, con su manejo de la espada y por último con su defensa. Justo antes de llegar al objetivo de mi ataque una sustancia negra comenzó a salir del hombro de mi adversario Rayder. Estaba claro que era un usuario de Akuma no mi.
¿Logia?...
Mi espada tomó contacto con la materia oscura despedida desde el hombro de Rayder y comenzó a hundirse. Sentí todo a velocidad muy lenta, notando como se hendía mi filo en ella muy despacio mientras mi preocupación aumentaba. Entonces para mi alegría sentí como mi filo tocaba algo más duro y denso que la materia: carne. Estaba claro que era paramecia.
Paramecia, bien. No es intangible.
Rayder tenía en la cara una expresión de dolor y preocupación por su herida, que aunque no era grave, era un problema en un combate. Entonces el pelinegro me sorprendió de nuevo disolviendo la materia negra y no agarrando mi espada mientras se acercaba a mi con su espada tratando de golpear la muñeca derecha que sostenía mi espada, la derecha. Tenía que esquivarlo, no me apetecía soltar una espada. Me dispuse a bloquear el ataque, lo cual era sencillo con un movimiento de mi mano derecha hacia la suya, pasando por encima de mi brazo izquierdo, pero en el momento de contacto de nuestros filos Rayder soltó su espada saltando ésta a su mano contraria y dirigiendo un corte desde su mano izquierda a mi costado derecho. Ése si era un golpe peligroso.
¡No me da tiempo a girar!
Aunque mi mantra había previsto el ataque un segundo antes de que ocurriera, mi posición me impedía completamente bloquearlo, debería asumir un daño pero lo haría con cabeza. Estiré mi mano izquierda que estaba libre hacia su filo sin dejar de mirar a los ojos a Rayder, utilizando mi Haki Armadura para que la espada no me dañara pero frenando solo un poco la espada para que se hendiera en mis costillas pero no me dejara una herida muy grave, solo un corte y se quedara atascada entre mis costillas. En ese mismo instante en el que la espada de Rayder se detuvo en mi cuerpo, dejé de usar mi Haki Armadura dejando que mi mano sangrara un poco para que no notara que tenía habilidad en ese arte también.
~ Eres mío. - dije levemente entre los retortijones que me ocasionaba el corte que acababa de recibir.
Aprovechando que tenía los brazos cruzados del primer intento de bloqueo y del bloqueo posterior del ataque ficticio y el ataque real de Rayder, dejé caer a Shimei Kaeru que se clavaba en el tatami dejando mi mano derecha libre. Estirando el brazo ejecuté un movimiento rápido y preciso en diagonal imbuido con mi Haki Armadura para hendir mi brazo cerca de su clavícula derecha, machacando aún más su extremidad pero sin causarle absolutamente nada de dolor. El Haki Armadura era obvio, para traspasar mejor su materia negra si volvía a intentar amortiguar el golpe.
Mutoryu: Kaguya Yādo (Luz Brillante Rompehuesos)
Estaba dolorido, sangrando mucho más que mi rival pero si mi ataque era efectivo, el tendría un brazo fuera de combate, aunque podría recuperarlo. Ante todo mi honor me impedía dañar a mi rival de manera cruel. Hasta ahora todos mis ataques habían sido para mellar su habilidad hasta que no pudiera pelear, pero éste era un rival duro de roer y debería emplearme porque ahora estaba mucho más difícil para mi.
Tenía la sensación de estar tan metido en el combate que no oía los gritos que aclamaban a ambos competidores desde el público. Desde luego, esto es vivir la batalla.
Rayder
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Parece que el paso en falso que dio el pelinegro causó un poco de distracción en las habilidades motoras del peliazul, que se dejó llevar por la situación y se sorprendió ante el ataque real al que estaba sometido tras el falso. La hoja fue directa hacia su estómago, mientras que el ex-noble echaba su cuerpo hacia adelante, en la misma dirección que llevaba su arma, para imprimirla de más fuerza. Gracias a que la había tomado con la mano izquierda, no tendría ninguna pérdida de velocidad ni poder, puesto que ese miembro se encontraba en perfectas condiciones. Al contrario, si hubiera realizado el mismo ataque con la mano del hombro dañado, las cosas podrían haber resultado mucho menos satisfactorias, incluso a lo mejor le podría haber salido el tiro por la culata. Pero todo no salió como él lo había previsto, sino que su contrincante no se dejaría llevar tan fácilmente, aferrándose al premio de aquella competición con uñas y dientes. Dejando caer su espada al suelo, "paró" con la mano la embestida de la espada, creando un pequeño corte en su mano. ¿Qué tan duro era como para no habérsela rebanado de cuajo? A pesar de todo, que hubiera tenido aquel desangramiento indicaba que no era un portador del Haki Armadura, por lo que podía mostrarse con un poco más de tranquilidad, aunque no se fiaba del todo. Normalmente, si una persona era digna de despertar el Mantra, hacía lo propio con el Busoushoku Haki antes o después. O tal vez, simplemente no le hubiera dado la gana de mostrar su verdadero poder.
Como fuera, la espada de Rayder se clavó ínfimamente en las costillas de Hayato, para que luego el peliazul le lanzara un devastador ataque que ni él mismo se dio cuenta de por dónde venía. Como se había dejado llevar por la fuerza de su anterior ataque, había quedado en una posición en la que la cabeza no apuntaba directamente a su enemigo, sino que a su propia mano. Por tanto, un gran dolor en la clavícula cercana al hombro cortado se hizo presente en cuestión de segundos, entumeciéndolo. Para su propia suerte, portaba su arma con la mano contraria. Si lo hubiera hecho con la mano de la zona donde había recibido el golpe, la habría tenido que soltar directamente por la gravedad del impacto. "Me ha pillado ahí, joder", pensó, mostrando sus dientes mientras que una gran gota de sudor caía desde su sien izquierda por la mejilla, hasta estamparse en el suelo que sus pies besaban. El golpe había sido suficientemente fuerte como para dejarle atontado durante unos dos segundos, pero no para desencajarle el hueso de su posición. Sin embargo, y notando cómo le dolía a raudales, lo mejor sería no emplear esa parte del cuerpo, por mera precaución.
- Tsk, me has dejado sin brazo - Comentó el pelinegro rápidamente, mientras que una cantidad mayor de sustancia oscura nacía de sus heridas y tapaba completamente, en una especie de escayola, a su usuario en el brazo que había quedado semi-inútil. De esta forma podría cuidarlo mejor de los ataques, ya que contaría con una resistencia extra debido al poder de su Fruta del Diablo. Claramente, no emplearía más ese brazo en la pelea, por lo que se serviría únicamente del izquierdo y de sus todavía "mejorables" reflejos.
La verdad es que no había atinado con ninguna posición defensiva desde que aquel combate de final había empezado, por lo que ya sabía lo que tendría que hacer una vez todo terminara. Centrarse más en la defensa. Pero volviendo al tema que nos concierne, Hayato se encontraba con el brazo extendid tras su última técnica sin espadas, lo que demostraba que tenía un gran control sobre sí mismo. Del pie derecho de Rayder se abrió paso un látigo de sustancia oscura, que se dirigió hacia el lugar donde la espada del peliazul había quedado clavada antes de realizar su ataque. Tomándola en un fino lazo, se la devolvió con un lanzamiento lento, para que le diera tiempo a cogerla en el aire. "Venga, esto es una pelea de espadachines, coge tu arma", pensó interiormente, guiñándole un ojo con una sonrisa a su enemigo. De todos con los que había peleado, aquel era el que más se merecía un juego limpio y astuto, así que no realizaría ninguna acción de trampa contra él. Su propio código de honor ya se lo estaba prohibiendo a gritos, aunque el resultado no fuera favorable para el ex-noble.
Por último, empleando el brazo izquierdo que mantenía viable, giró sobre sí mismo dando la espalda unos momentos a su enemigo, mirando de reojo por si intentaba algo. Llevando su espada y girándola para que dejara de estar inversa, retomando una posición vertical adecuada, el pelinegro lanzó un tajo descendente hacia el hombro derecho de Hayato, con toda la fuerza que su estado de vitalidad le permitía. Los ojos se clavaron en su figura, mientras que la espada descendía rápidamente. Tenía que esforzarse al máximo, pero un golpe más contra su persona haría que se tuviera que retirar, ese último golpe en la clavícula le había dejado medio tocado. Así que dijo con una voz ronca:
- Yakō-Sei No Taiyō (Sol Nocturno)
Como fuera, la espada de Rayder se clavó ínfimamente en las costillas de Hayato, para que luego el peliazul le lanzara un devastador ataque que ni él mismo se dio cuenta de por dónde venía. Como se había dejado llevar por la fuerza de su anterior ataque, había quedado en una posición en la que la cabeza no apuntaba directamente a su enemigo, sino que a su propia mano. Por tanto, un gran dolor en la clavícula cercana al hombro cortado se hizo presente en cuestión de segundos, entumeciéndolo. Para su propia suerte, portaba su arma con la mano contraria. Si lo hubiera hecho con la mano de la zona donde había recibido el golpe, la habría tenido que soltar directamente por la gravedad del impacto. "Me ha pillado ahí, joder", pensó, mostrando sus dientes mientras que una gran gota de sudor caía desde su sien izquierda por la mejilla, hasta estamparse en el suelo que sus pies besaban. El golpe había sido suficientemente fuerte como para dejarle atontado durante unos dos segundos, pero no para desencajarle el hueso de su posición. Sin embargo, y notando cómo le dolía a raudales, lo mejor sería no emplear esa parte del cuerpo, por mera precaución.
- Tsk, me has dejado sin brazo - Comentó el pelinegro rápidamente, mientras que una cantidad mayor de sustancia oscura nacía de sus heridas y tapaba completamente, en una especie de escayola, a su usuario en el brazo que había quedado semi-inútil. De esta forma podría cuidarlo mejor de los ataques, ya que contaría con una resistencia extra debido al poder de su Fruta del Diablo. Claramente, no emplearía más ese brazo en la pelea, por lo que se serviría únicamente del izquierdo y de sus todavía "mejorables" reflejos.
La verdad es que no había atinado con ninguna posición defensiva desde que aquel combate de final había empezado, por lo que ya sabía lo que tendría que hacer una vez todo terminara. Centrarse más en la defensa. Pero volviendo al tema que nos concierne, Hayato se encontraba con el brazo extendid tras su última técnica sin espadas, lo que demostraba que tenía un gran control sobre sí mismo. Del pie derecho de Rayder se abrió paso un látigo de sustancia oscura, que se dirigió hacia el lugar donde la espada del peliazul había quedado clavada antes de realizar su ataque. Tomándola en un fino lazo, se la devolvió con un lanzamiento lento, para que le diera tiempo a cogerla en el aire. "Venga, esto es una pelea de espadachines, coge tu arma", pensó interiormente, guiñándole un ojo con una sonrisa a su enemigo. De todos con los que había peleado, aquel era el que más se merecía un juego limpio y astuto, así que no realizaría ninguna acción de trampa contra él. Su propio código de honor ya se lo estaba prohibiendo a gritos, aunque el resultado no fuera favorable para el ex-noble.
Por último, empleando el brazo izquierdo que mantenía viable, giró sobre sí mismo dando la espalda unos momentos a su enemigo, mirando de reojo por si intentaba algo. Llevando su espada y girándola para que dejara de estar inversa, retomando una posición vertical adecuada, el pelinegro lanzó un tajo descendente hacia el hombro derecho de Hayato, con toda la fuerza que su estado de vitalidad le permitía. Los ojos se clavaron en su figura, mientras que la espada descendía rápidamente. Tenía que esforzarse al máximo, pero un golpe más contra su persona haría que se tuviera que retirar, ese último golpe en la clavícula le había dejado medio tocado. Así que dijo con una voz ronca:
- Yakō-Sei No Taiyō (Sol Nocturno)
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Mi golpe fue un éxito. Rayder se encontraba ante mis manos con un hombro inservible. Mi ataque de Mutoryu había sorprendido a mi rival y por lo que parecía aún no se había percatado de que era usuario del Haki Armadura. Desde que el combate comenzó mi rival había demostrado una gran capacidad de improvisación en la pelea y de adaptación a mis movimientos haciéndose cada vez más fuerte y difícil de seguir con mi Mantra y mis ojos. Por lo que a mi respectaba me encontraba sin espadas en la mano y aunque Yamaoroshi seguía enfundada en mi cintura no estaba en disposición de cogerla. Para mi sorpresa y junto a una sonrisa pícara y un guiño uno de los látigos creados por la materia negra que manejaba Rayder alcanzó a Shimei Kaeru lanzándola lentamente hacia mi mano para que la cogiera, o al menos esa era la impresión que daba pues podría haberla lanzado muchísimo más lejos.
¿Me devuelve la espada?
Estaba sorprendido de veras. Una breve premonición de mi Mantra me indicó durante un giro en el que Rayder cargaba su arma que su próximo ataque sería directo hacia mi hombro derecho. Shimei Kaeru cayó directa hacia abajo y me moví levemente para que entrara directa a su funda, ahorrándome tiempo. El golpe de Rayder cayó fuerte sobre mi hombro justo después de que endureciera mi Haki Armadura al máximo. El combate se había alargado demasiado y ambos competidores habían mostrado prácticamente sus mejores habilidades, era la hora de jugar en serio para acabar con esto.
~ Me temo que no conseguirás que esa espada me corte.
Tras esto, agarré fuertemente la espada de Rayder con la mano derecha dando un poderoso tirón hacia mi y quitándome de la trayectoria del pelinegro, cambiando de nuevo los lugares en los que estábamos situados.
~ Vamos a acabar esto, ¿qué te parece? - dije con una gran enorme sonrisa en la cara, muestra de mi alegría por el combate.
Adoptando la posición de desenvaine básica para Shimei Kaeru miré a los ojos de mi rival el pelinegro, escudriñándonos la mirada uno a otro, estábamos listos para acabar. Tras unos segundos la modifiqué levemente intercambiando los pies y poniendo el contrario adelantado. Iba a realizar mi mejor técnica de Ittoryu y estoy seguro de que mi rival el pelinegro sabría apreciar aquel gesto. Desde fuera, un ojo inexperto ni siquiera podría apreciar que hubiera sacado mi espada de su funda pero embestí contra mi enemigo con un paso rápido pasando por su lado izquierdo ejecutando tres desenvaines a gran velocidad que se dirigían a su muslo, su cadera y su hombro izquierdo a la vez que proclamaba el nombre de mi técnica con una voz profunda.
Ittoryu Iai: Samuiejji (Corte frío)
Cuando mi ataque finalizó, quedé parado en la misma posición en la que había comenzado, unos metros por detrás de mi enemigo, mirando al suelo con los ojos cerrados y agarrando mi espada con fuerza.
¿Pero...qué?
¿Me devuelve la espada?
Estaba sorprendido de veras. Una breve premonición de mi Mantra me indicó durante un giro en el que Rayder cargaba su arma que su próximo ataque sería directo hacia mi hombro derecho. Shimei Kaeru cayó directa hacia abajo y me moví levemente para que entrara directa a su funda, ahorrándome tiempo. El golpe de Rayder cayó fuerte sobre mi hombro justo después de que endureciera mi Haki Armadura al máximo. El combate se había alargado demasiado y ambos competidores habían mostrado prácticamente sus mejores habilidades, era la hora de jugar en serio para acabar con esto.
~ Me temo que no conseguirás que esa espada me corte.
Tras esto, agarré fuertemente la espada de Rayder con la mano derecha dando un poderoso tirón hacia mi y quitándome de la trayectoria del pelinegro, cambiando de nuevo los lugares en los que estábamos situados.
~ Vamos a acabar esto, ¿qué te parece? - dije con una gran enorme sonrisa en la cara, muestra de mi alegría por el combate.
Adoptando la posición de desenvaine básica para Shimei Kaeru miré a los ojos de mi rival el pelinegro, escudriñándonos la mirada uno a otro, estábamos listos para acabar. Tras unos segundos la modifiqué levemente intercambiando los pies y poniendo el contrario adelantado. Iba a realizar mi mejor técnica de Ittoryu y estoy seguro de que mi rival el pelinegro sabría apreciar aquel gesto. Desde fuera, un ojo inexperto ni siquiera podría apreciar que hubiera sacado mi espada de su funda pero embestí contra mi enemigo con un paso rápido pasando por su lado izquierdo ejecutando tres desenvaines a gran velocidad que se dirigían a su muslo, su cadera y su hombro izquierdo a la vez que proclamaba el nombre de mi técnica con una voz profunda.
Ittoryu Iai: Samuiejji (Corte frío)
Cuando mi ataque finalizó, quedé parado en la misma posición en la que había comenzado, unos metros por detrás de mi enemigo, mirando al suelo con los ojos cerrados y agarrando mi espada con fuerza.
¿Pero...qué?
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Le dolía, el cúmulo de golpes en la zona del hombro derecho, además del corte semi-profundo, le estaban pasando factura en el menor tiempo posible. Tal vez, en aquel primer ataque se le hubiera cortado algún tendón, ya que notaba su brazo un poco más lento de lo normal. Pero envuelto en aquella sustancia oscura, no podía hacer otra cosa que esperar a que no sufriera más. El combate seguía desarrollándose, mientras que Rayder pensaba sobre las acciones de su adversario. Su corte con giro incluido fue "repelido" por una piel metálica, por parte del peliazul. "Así que además de Mantra sabe Busoushoku Haki, ¿eh? Este tío es un potencial muy peligroso", pensó para sí mismo, mientras que Hayato tomaba su arma con la mano y volvía a hacerle girar, quedando en tornas intercambiadas, como si estuvieran así desde el principio de la pelea. Con el éxtasis y dolor producido había dejado de escuchar los vítores y gritos de emoción que proferían los espectadores, los cuáles se agrupaban en las vallas de contención, moviéndolas con fuerza por el fragor de la batalla. El pelinegro comenzaba a respirar por la boca, su corazón latía bastante más rápido que de lo normal, ya que sabía que el momento estaba por llegar a su punto cenital y álgido. Debido al giro que habían realizado ambos combatientes tras el fallido ataque del pelinegro, ambos se encontraron a una distancia prudencial el uno del otro, preparados para terminar el mejor combate del día.
- ¿Qué más sorpresas tienes a parte del Haki, Hayato? Eres el primero que me encuentro en mucho tiempo que me pone las cosas bastante jodidas - Dijo el ex-noble mirándole con una sonrisa en sus labios. Parpadeó varias veces, mientras que escuchaba lo que le decía su contrincante. Asintió y le respondió, suspirando para calmar su aceleración vital. - De acuerdo, ya hemos estado mucho tiempo jugando - Comentó, irguiendo su espalda, mientras que la mirada en sus ojos se hacía aún más dura.
Si iba con todo en ese último ataque, tendría que tener los dos brazos al aire. Y por su honor de espadachín, le daría ese placer a su contrincante. La sustancia oscura que recubría su brazo con el objetivo de protegerle se deshizo, cayendo al suelo y liberando su brazo. Intentó moverlo para tocar la espada con ambas manos, mas sintió cómo unas punzadas de dolor recorrían toda su longitud. Con un poco de esfuerzo, consiguió envainar su arma. Claramente, ejecutaría una técnica de envaine y desenvaine, como Hayato. Así, las probabilidades de sorpresa serían del cincuenta por ciento para ambos. Así que enfundó su arma, dejando esta al lado derecho de su cadera, para desenvainarla con la mano izquierda, que era la que tenía en mejor estado. "Conoce el Haki en dos de sus extensiones, así que necesitaré ser muy rápido y preciso. Pero el cansancio es demasiado apabullante, ¿lo lograré?", pensó Rayder mientras que fijaba los ojos en Hayato.
- Es la hora - Dijo con una voz susurrante, tomando el mango de su arma todavía encubierta.
Al igual que su enemigo, desapareció de la escena de combate debido a la velocidad que ejercieron sus habilidades motoras en las piernas. El movimiento no duró más de un segundo y medio, en el que los dos espadachines aparecieron con las posiciones intercambiadas.
- Iai, Jagu Mūn (Luna Dentada)
El pelinegro tenía su espada desenvainada y tomada por las dos manos, mientras que un nuevo corte en diagonal aparecía desde su pecho derecho hasta la zona izquierda de la pelvis. Este se hizo presente en cuestión de segundos, sangrando un poco y manchando el suelo que tenía a sus pies. La espada se le cayó de las manos, debido a una nueva punzada de dolor en su brazo malo. El arma tintineó con su afilado metal sobre el suelo, mientras que el ex-noble caía de rodillas para seguirla. Manteniéndose en aquella posición, el fuego de la batalla que había avivado sus ojos instantes atrás desaparecía para dejar hueco a una ausencia de color propia de ellos.
- Creo que lo sabía desde el principio, pero he tardado demasiado en aceptarlo ... Felicidades, Hayato ...
Sus últimas palabras estuvieron acompañadas de un giro de cabeza con una gran sonrisa en ella, mientras que una fina línea de sangre caía por su labio, exactamente por la comisura derecha. Tras eso, el pelinegro cayó totalmente al suelo, quedando tumbado boca arriba. No había perdido el conocimiento, pero se encontraba demasiado cansado y dolido como para mantenerse de pie o, incluso, de rodillas.
Entonces volvió a escuchar los gritos de los espectadores, aclamando el nombre del vencedor: "Hayato, Hayato, Hayato, ..." ... Incluso él mismo sonrió. Sabía que había personas en el mundo mucho más fuertes que él, pero aquel combate le había servido de algo. Le había enseñado que había cosas en la vida por la que seguir luchando. Y algún día, retomaría un combate con el peliazul, donde las tornas cambiarían a su favor. Cerró los ojos, y se dejó llevar por la tranquilidad.
- ¿Qué más sorpresas tienes a parte del Haki, Hayato? Eres el primero que me encuentro en mucho tiempo que me pone las cosas bastante jodidas - Dijo el ex-noble mirándole con una sonrisa en sus labios. Parpadeó varias veces, mientras que escuchaba lo que le decía su contrincante. Asintió y le respondió, suspirando para calmar su aceleración vital. - De acuerdo, ya hemos estado mucho tiempo jugando - Comentó, irguiendo su espalda, mientras que la mirada en sus ojos se hacía aún más dura.
Si iba con todo en ese último ataque, tendría que tener los dos brazos al aire. Y por su honor de espadachín, le daría ese placer a su contrincante. La sustancia oscura que recubría su brazo con el objetivo de protegerle se deshizo, cayendo al suelo y liberando su brazo. Intentó moverlo para tocar la espada con ambas manos, mas sintió cómo unas punzadas de dolor recorrían toda su longitud. Con un poco de esfuerzo, consiguió envainar su arma. Claramente, ejecutaría una técnica de envaine y desenvaine, como Hayato. Así, las probabilidades de sorpresa serían del cincuenta por ciento para ambos. Así que enfundó su arma, dejando esta al lado derecho de su cadera, para desenvainarla con la mano izquierda, que era la que tenía en mejor estado. "Conoce el Haki en dos de sus extensiones, así que necesitaré ser muy rápido y preciso. Pero el cansancio es demasiado apabullante, ¿lo lograré?", pensó Rayder mientras que fijaba los ojos en Hayato.
- Es la hora - Dijo con una voz susurrante, tomando el mango de su arma todavía encubierta.
Al igual que su enemigo, desapareció de la escena de combate debido a la velocidad que ejercieron sus habilidades motoras en las piernas. El movimiento no duró más de un segundo y medio, en el que los dos espadachines aparecieron con las posiciones intercambiadas.
- Iai, Jagu Mūn (Luna Dentada)
El pelinegro tenía su espada desenvainada y tomada por las dos manos, mientras que un nuevo corte en diagonal aparecía desde su pecho derecho hasta la zona izquierda de la pelvis. Este se hizo presente en cuestión de segundos, sangrando un poco y manchando el suelo que tenía a sus pies. La espada se le cayó de las manos, debido a una nueva punzada de dolor en su brazo malo. El arma tintineó con su afilado metal sobre el suelo, mientras que el ex-noble caía de rodillas para seguirla. Manteniéndose en aquella posición, el fuego de la batalla que había avivado sus ojos instantes atrás desaparecía para dejar hueco a una ausencia de color propia de ellos.
- Creo que lo sabía desde el principio, pero he tardado demasiado en aceptarlo ... Felicidades, Hayato ...
Sus últimas palabras estuvieron acompañadas de un giro de cabeza con una gran sonrisa en ella, mientras que una fina línea de sangre caía por su labio, exactamente por la comisura derecha. Tras eso, el pelinegro cayó totalmente al suelo, quedando tumbado boca arriba. No había perdido el conocimiento, pero se encontraba demasiado cansado y dolido como para mantenerse de pie o, incluso, de rodillas.
Entonces volvió a escuchar los gritos de los espectadores, aclamando el nombre del vencedor: "Hayato, Hayato, Hayato, ..." ... Incluso él mismo sonrió. Sabía que había personas en el mundo mucho más fuertes que él, pero aquel combate le había servido de algo. Le había enseñado que había cosas en la vida por la que seguir luchando. Y algún día, retomaría un combate con el peliazul, donde las tornas cambiarían a su favor. Cerró los ojos, y se dejó llevar por la tranquilidad.
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Aún con los ojos cerrados estaba completamente sordo. Lo único que oía era mi respiración, profunda y crepitante desacompasada de mis latidos que golpeaban mi pecho como si mi corazón quisiera abrir su propia vía de escape entre mis costillas. Palpé firmemente el mango de Shimei Kaeru, sentía su algodón y me dolían levemente un par de durezas en las manos. Comencé a soltar despacio su mango mientras mi respiración se deceleraba al igual que mis latidos y mi oído parecía volver a conectarme con el mundo exterior. Oí un golpe tintineante de una espada al caer seguido por el golpe seco en el suelo de un cuerpo caer y escuché muchos gritos, vítores aclamando mi nombre. Pero la única voz que quería oír no estaba sonando. Sentía algo extraño, había usado mis habilidades y debería estar cansado pero, no más lejos de aquello me sentía cansado y extenuado, rozando la debilidad. ¿Qué me estaba pasando?. Mientras recuperaba despacio mi posición erguida abrí los ojos despacio palpando mi pecho, descubriendo una leve pero sangrante herida en forma de corte.
¿Lo ha...traspasado...?
Mi cara se tornó a un asombro completo. Aquel espadachín no solo había conseguido llevarme a usar mis habilidades sino que había conseguido traspasar mi Kenbonshoku asestando un golpe en mi pecho y además lo suficientemente fuerte como para que mi Busoshoku no consiguiera detenerlo. Ese muchacho había superado mis expectativas enormemente. Alcé la mirada al final del tatami donde la gente se agrupaba gritando y observé a Kashu, la Ryu Wazamono que había dejado ahí antes de empezar el combate. No sé si sería la emoción de la batalla, si el espíritu de guerrero de la espada y Rayder pero, algo se interponía entre ellos. Sus almas se estaban llamando y yo estaba justo entre ellos. Comencé a andar despacio hacía Kashu cogiéndola con ambas manos y volviendo al lugar donde Rayder yacía casi inconsciente. Dejando la espada a un lado, dí la vuelta a mi derrotado rival volviéndolo hacia mi mirando a sus ojos con una enorme sonrisa. Su heridas no eran demasiado graves y podría estar completamente recuperado pronto.
¿~ Rayder, la mejor arma de un espadachín es el corazón. Ninguna espada se sostendrá en tus manos sin un corazón que te de fuerzas.
Tras estas palabras que salían de lo más profundo de mi corazón cogí de nuevo a Kashu y ayudé al pelinegro a incorporarse de nuevo ayudándolo para que no cayera desplomado por el cansando acumulado de su cuerpo y le ofrecí a Kashu en recompensa por la gran batalla que me había brindado.
¿~ Si no eres capaz aún...quizás algún día puedas escuchar las espadas como y lo hago. Ésta sin duda alguna quiere estar contigo así que la veo un merecido segundo premio. - dije con una sonrisa en la cara, muestra de mi gran alegría al haber encontrado a un rival tan digno.
¿Estoy seguro de que será un grande con la espada y que volveremos a cruzar filos para medirnos si es necesario.
¿Lo ha...traspasado...?
Mi cara se tornó a un asombro completo. Aquel espadachín no solo había conseguido llevarme a usar mis habilidades sino que había conseguido traspasar mi Kenbonshoku asestando un golpe en mi pecho y además lo suficientemente fuerte como para que mi Busoshoku no consiguiera detenerlo. Ese muchacho había superado mis expectativas enormemente. Alcé la mirada al final del tatami donde la gente se agrupaba gritando y observé a Kashu, la Ryu Wazamono que había dejado ahí antes de empezar el combate. No sé si sería la emoción de la batalla, si el espíritu de guerrero de la espada y Rayder pero, algo se interponía entre ellos. Sus almas se estaban llamando y yo estaba justo entre ellos. Comencé a andar despacio hacía Kashu cogiéndola con ambas manos y volviendo al lugar donde Rayder yacía casi inconsciente. Dejando la espada a un lado, dí la vuelta a mi derrotado rival volviéndolo hacia mi mirando a sus ojos con una enorme sonrisa. Su heridas no eran demasiado graves y podría estar completamente recuperado pronto.
¿~ Rayder, la mejor arma de un espadachín es el corazón. Ninguna espada se sostendrá en tus manos sin un corazón que te de fuerzas.
Tras estas palabras que salían de lo más profundo de mi corazón cogí de nuevo a Kashu y ayudé al pelinegro a incorporarse de nuevo ayudándolo para que no cayera desplomado por el cansando acumulado de su cuerpo y le ofrecí a Kashu en recompensa por la gran batalla que me había brindado.
¿~ Si no eres capaz aún...quizás algún día puedas escuchar las espadas como y lo hago. Ésta sin duda alguna quiere estar contigo así que la veo un merecido segundo premio. - dije con una sonrisa en la cara, muestra de mi gran alegría al haber encontrado a un rival tan digno.
¿Estoy seguro de que será un grande con la espada y que volveremos a cruzar filos para medirnos si es necesario.
- Off:
- Bueno Rayder-dono, en cuanto cierres en tu próximo post el rol, procedo a regalarte a Kashu, una de mis dos Ryu Wazamono. Espero que la trates genial y te sirva en muchas batallas. Un placer rolear contigo. ^^
Rayder
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Las trompetillas iniciaron el fin de aquel gran encuentro que se había llevado en Shimotsuki, mientras que un millar de copos de confeti se lanzaban al aire por una dispensadora puesta a los pies del tatami, en su zona sur. Unas banderas blancas se colgaron de unos postes, donde se reflejaba escrito en tinta negra el nombre del peliazul, como completo vencedor de la batalla por el final de la competición. Allí boca abajo, Rayder podía escuchar a la perfección cómo se vitoreaba el nombre de Hayato, aunque una pequeña minoría lo hacía con su nombre, alegando varias afirmaciones para que no se rindiera y cayera en la penumbra. Pero él mismo había disfrutado el combate, y una mínima sonrisa se hacía eco en su expresión facial. A pesar de que sus ojos estuvieran cerrados y en una mueca de dolor aparente por los cortes recibidos contra su persona, el pelinegro se encontraba en paz consigo mismo. Tarde o temprano, tenía que haber encontrado un obstáculo de aquel calibre en su camino, que le serviría para entrenar con mucha más fuerza y pasión, en pos de una victoria triunfante de su parte. Pasarían días, meses, o tal vez años hasta que pudiera volver a pelear contra el peliazul, pero estaba seguro de que, cuando ese momento llegara, las cosas estarían mucho más igualadas. Así que suspiró con fuerza, mientras sentía con su propia mejilla derecha el frío suelo del tatami rozándolo en toda su plenitud. Tenía que estar dando una imagen deplorable, pero no tenía la suficiente fuerza ni integridad física como para levantarse por sí mismo.
Pudo escuchar unos pasos que se dirigían hacia él, mas no podía ver de quién se trataba al estar de espaldas y tener los ojos cerrados. "Por fin, ya vienen los enfermeros a llevarme en la camilla blanca del perdedor", comentó, mientras que tosía cuando le daban la vuelta para que pudiera mirar hacia arriba. Sus párpados se abrieron, y los orbes incoloros que allí se escondían observaron a la persona con la que había estado peleando minutos atrás. Tras un buen consejo por su parte, el pelinegro hizo acopio con su mano buena para levantarla y darle un golpe amistoso en el hombro, de poca fuerza debido a su mala constitución. Una vez que lo hizo, le digo con una voz lenta, muy pausada y cansada:
- Ahora mismo no puedo sujetar ni mi propia espada ... pero te prometo ... te prometo ... que algún día ... te superaré - Dijo con una sonrisa, mientras volvía su cara para ver cómo su espada descansaba a unos metros de él. Yoru había sido un regalo de su madre tiempo atrás, y era la única arma a la que había cogido tanto cariño como para llevarla siempre consigo. El más mínimo distanciamiento entre ellos le hacía sentirse como vacío, y era la sensación que portaba consigo en ese momento. Inconscientemente, estiró una mano hacia ella, mas cayó en el suelo por su poca vitalidad. - Te agradecería si ... me acercases mi katana ...
Mas los planes que tenía el peliazul con aquello eran mucho más disparatados de los que el mismo pelinegro habría podido imaginar. Tendiendo una de las tres espadas que llevaba consigo, le comentó que dicha arma quería estar con el ex-noble. ¿Extraño, no? Una persona normal no creería que las espadas tuvieran una voz con la que poder hablar, pero aquellas dos personas que empezaron a caminar apoyado el uno sobre el otro compartían la misma opinión. El camino del espadachín enternecía tanto la comunicación entre un usuario y su arma, que con el tiempo el mismo filo comenzaba a denotar una voz propia. Él no había tenido la suficiente experiencia como para probarlo en sus propias carnes, pero era algo que terminaría haciendo con el paso del tiempo.
- No te he derrotado, no merezco el honor de portar un arma de esa calidad. Sabes cómo somos los espadachines, y sinceramente me extraña que quieras desprenderte de tal exquisitez - Alegó, pues le parecía un poco burdo tomar la espada directamente con su mano y dar un "gracias" sin sentido.
Era más que palpable que el peliazul ya había tomado esa decisión durante la pelea, pues una sonrisa recorría su rostro con cada palabra que decía. Rayder, hasta el momento, solo había sido dueño de una katana, y le dolería demasiado tener que desprenderse de ella. Por eso mismo, tal vez no quisiera que Hayato sufriera lo mismo que pudiera sufrir él, mas era una especie de premio por su pelea. No era quién para contradecir el alegato de un espadachín mucho más fuerte que él, tal vez incluso se la hubiera regalado para darle un voto de confianza para el futuro. Si conseguía estar a su altura algún día, se la devolvería sin duda. Las personas a su alrededor, al ver el gesto del peliazul, clamaban: "¿Eso es una espada Wazamono?", por lo que el interés del pelinegro se acrecentó.
- Bueno, y ¿cuál es su nombre? ... - Dijo con una sonrisa entre sus labios, mientras que los espectadores comenzaban a retirarse del ring de combate.
El día había terminado de una forma que ni él mismo se esperaba. Una pérdida no demasiado importante, que le catapultaría a una vida mucho más sacrificada y dura con su entrenamiento, pero con la obtención de una de las mejores espadas del mundo. La balanza estaba más equilibrada a lo bueno, que a lo malo, por lo que el mismo Rayder se daba con un canto en los dientes. Sin más, se alegró de haber cruzado espadas con Hayato, pero no por la recompensa, sino que había encontrado a un amigo y rival a la vez, uno que podría ser de por vida.
Pudo escuchar unos pasos que se dirigían hacia él, mas no podía ver de quién se trataba al estar de espaldas y tener los ojos cerrados. "Por fin, ya vienen los enfermeros a llevarme en la camilla blanca del perdedor", comentó, mientras que tosía cuando le daban la vuelta para que pudiera mirar hacia arriba. Sus párpados se abrieron, y los orbes incoloros que allí se escondían observaron a la persona con la que había estado peleando minutos atrás. Tras un buen consejo por su parte, el pelinegro hizo acopio con su mano buena para levantarla y darle un golpe amistoso en el hombro, de poca fuerza debido a su mala constitución. Una vez que lo hizo, le digo con una voz lenta, muy pausada y cansada:
- Ahora mismo no puedo sujetar ni mi propia espada ... pero te prometo ... te prometo ... que algún día ... te superaré - Dijo con una sonrisa, mientras volvía su cara para ver cómo su espada descansaba a unos metros de él. Yoru había sido un regalo de su madre tiempo atrás, y era la única arma a la que había cogido tanto cariño como para llevarla siempre consigo. El más mínimo distanciamiento entre ellos le hacía sentirse como vacío, y era la sensación que portaba consigo en ese momento. Inconscientemente, estiró una mano hacia ella, mas cayó en el suelo por su poca vitalidad. - Te agradecería si ... me acercases mi katana ...
Mas los planes que tenía el peliazul con aquello eran mucho más disparatados de los que el mismo pelinegro habría podido imaginar. Tendiendo una de las tres espadas que llevaba consigo, le comentó que dicha arma quería estar con el ex-noble. ¿Extraño, no? Una persona normal no creería que las espadas tuvieran una voz con la que poder hablar, pero aquellas dos personas que empezaron a caminar apoyado el uno sobre el otro compartían la misma opinión. El camino del espadachín enternecía tanto la comunicación entre un usuario y su arma, que con el tiempo el mismo filo comenzaba a denotar una voz propia. Él no había tenido la suficiente experiencia como para probarlo en sus propias carnes, pero era algo que terminaría haciendo con el paso del tiempo.
- No te he derrotado, no merezco el honor de portar un arma de esa calidad. Sabes cómo somos los espadachines, y sinceramente me extraña que quieras desprenderte de tal exquisitez - Alegó, pues le parecía un poco burdo tomar la espada directamente con su mano y dar un "gracias" sin sentido.
Era más que palpable que el peliazul ya había tomado esa decisión durante la pelea, pues una sonrisa recorría su rostro con cada palabra que decía. Rayder, hasta el momento, solo había sido dueño de una katana, y le dolería demasiado tener que desprenderse de ella. Por eso mismo, tal vez no quisiera que Hayato sufriera lo mismo que pudiera sufrir él, mas era una especie de premio por su pelea. No era quién para contradecir el alegato de un espadachín mucho más fuerte que él, tal vez incluso se la hubiera regalado para darle un voto de confianza para el futuro. Si conseguía estar a su altura algún día, se la devolvería sin duda. Las personas a su alrededor, al ver el gesto del peliazul, clamaban: "¿Eso es una espada Wazamono?", por lo que el interés del pelinegro se acrecentó.
- Bueno, y ¿cuál es su nombre? ... - Dijo con una sonrisa entre sus labios, mientras que los espectadores comenzaban a retirarse del ring de combate.
El día había terminado de una forma que ni él mismo se esperaba. Una pérdida no demasiado importante, que le catapultaría a una vida mucho más sacrificada y dura con su entrenamiento, pero con la obtención de una de las mejores espadas del mundo. La balanza estaba más equilibrada a lo bueno, que a lo malo, por lo que el mismo Rayder se daba con un canto en los dientes. Sin más, se alegró de haber cruzado espadas con Hayato, pero no por la recompensa, sino que había encontrado a un amigo y rival a la vez, uno que podría ser de por vida.
- OFF:
- Ahí termina mi rol, man. Me ha encantado el topic contigo, y el placer es mío ^^
En un futuro, tú y yo pelearemos, y ese tema le dará mil vueltas a cualquiera que hayamos hecho antes ;D
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