Iku Hanna
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Era una mañana calurosa de verano y al fin había llegado al que llaman ´´archipiélago Shabaody´´ situado en el paraíso, y al que llevo semanas intentando llegar. Bajé del gran barco que dirigía un hombre canoso de avanzada edad y de gran bondad, le di unas berries por las molestias y bajé de dicho barco situando la vista al frente. Lo único que pude divisar es unos enormes árboles flotantes, justo lo que me esperaba. Me recoloqué la falda y puse en orden mis armas comenzando a caminar hacia delante. De fondo se escuchaba el canto de varios pájaros, pero no conseguía reconocer su especie. Respiré hondo. Al fin un día de descanso en un sitio tranquilo. La verdad es que llevo mucho tiempo de un lado a otro, y me merecía un día de descanso dejando de lado tanto entrenamiento y caza de piratas. Tras un rato caminando decidí hacer un buen uso de mi akuma y transformarme en una pantera de ojos verde esmeralda y subir hasta la copa de uno de los árboles y echarme a dormir un rato.
Pasado un rato dormida, un extraño ruido hizo que me despertara un tanto alterada y decidí ir a ver qué es lo que pasaba. Saltaba de árbol en árbol guiándome por mi instinto animal y llegue a un lugar un tanto extraño. Había una pequeña casa de tejado triangular hecho de paja y una superficie cuadrada de madera y, junto a ella unos niños jugando alrededor por lo que supuse que era una especie de cabaña en la que pasaban su tiempo libre. Volví a mi forma humana y bajé con ellos, los niños me encantaban, me volvía loca, y un par de ellos me recordaban a mí cuando era una niña que se divertía hasta con una piedra. Los saludé y al principio se quedaron un poco extrañados, pero después comenzaron a jugar conmigo. Una niña rubia con un vestido rosa y unos 5 años aproximadamente insistió en peinarme mi pelo, la gustó mucho y quería hacerme una trenza y yo accedí sentándome en el césped. Otro me pasaba una pelota de goma, y sentada en el suelo se la devolvía riendo, y todos los demás jugaban al escondite, pero de pronto, a lo lejos, observe una figura de un hombre bastante alto, de unos 2 metros de altura, puede que un poco menos pero no estaba segura, bastante musculoso y una vestimenta bastante oscura. Fruncí el ceño para ver si conseguía ver algo más del aspecto de aquel misterioso hombre pero no pude ver más que su oscuro cabello por lo que decidí esperar a que se acercara un poco a mí y a los niños poniéndome alerta por si era un pirata y así acabar con el si era necesario.
Pasado un rato dormida, un extraño ruido hizo que me despertara un tanto alterada y decidí ir a ver qué es lo que pasaba. Saltaba de árbol en árbol guiándome por mi instinto animal y llegue a un lugar un tanto extraño. Había una pequeña casa de tejado triangular hecho de paja y una superficie cuadrada de madera y, junto a ella unos niños jugando alrededor por lo que supuse que era una especie de cabaña en la que pasaban su tiempo libre. Volví a mi forma humana y bajé con ellos, los niños me encantaban, me volvía loca, y un par de ellos me recordaban a mí cuando era una niña que se divertía hasta con una piedra. Los saludé y al principio se quedaron un poco extrañados, pero después comenzaron a jugar conmigo. Una niña rubia con un vestido rosa y unos 5 años aproximadamente insistió en peinarme mi pelo, la gustó mucho y quería hacerme una trenza y yo accedí sentándome en el césped. Otro me pasaba una pelota de goma, y sentada en el suelo se la devolvía riendo, y todos los demás jugaban al escondite, pero de pronto, a lo lejos, observe una figura de un hombre bastante alto, de unos 2 metros de altura, puede que un poco menos pero no estaba segura, bastante musculoso y una vestimenta bastante oscura. Fruncí el ceño para ver si conseguía ver algo más del aspecto de aquel misterioso hombre pero no pude ver más que su oscuro cabello por lo que decidí esperar a que se acercara un poco a mí y a los niños poniéndome alerta por si era un pirata y así acabar con el si era necesario.
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El tiempo en Shabaody parecía pasar en otro ritmo con respecto al resto del mundo. Caminando entre los milenarios mangrooves y las enormes burbujas, Karl se sentía en paz interior. Parecía como si estuviese en otro mundo donde todo transcurriera de manera más lenta. Podría pasarse horas viendo ascender las pompas y estallar en los aires. El sonido que emitía formándose y rompiendo le resultaba de lo más relajante. "Esta isla es el punto intermedio entre dos mundos... el viejo y el nuevo. Es el lugar apropiado para la transición entre ambos." Esto era muy cierto, pero por más motivos. La isla era un lugar peligroso lleno de piratas fuertes que se preparaban para viajar al Nuevo Mundo, y esta situación complicaba las cosas para aventureros que no tuviesen un nivel de poder apropiado para navegar por el mismo. Sobrevivir a aquella isla era la primera prueba para llegar a la segunda parte del Grand Line.
Aquella cálida tarde Karl estaba atravesando algunas de las zonas más peligrosas de la isla. No porque buscase pelea, si no porque eran también algunas de las zonas más bellas y de naturaleza más exuberante, y confiaba en sus capacidades como luchador para salir vivo de cualquier situación peligrosa. Iba vestido con una especie de túnica negra que tapaba todo su cuerpo. Su altura y corpulencia quedaba patente incluso vestido de aquella manera, pero dificultaría que le identificasen. Llevaba su habitual parche cubriéndole el ojo izquierdo. Realmente su rostro y aquel parche era lo único que podía delatar que aquel hombre vestido de negro era en realidad Quimera Karl, el famoso marine. No le apetecía dar la nota, pues quería disfrutar de un rato de tranquilidad, y si decidía capturar a algún criminal sería mejor si este no lo veía venir.
Al cabo de unas horas de paseo vio a una mujer con unas bolsas en una mano y un fusil en la otra apoyado al hombro. El marine se ocultó velozmente tras una enorme raíz y asomó la cabeza, observándola. Era pelirroja y de pelo rizado recogido con una pañoleta amarilla. Llevaba vaqueros de tirantes, una camiseta del mismo color que su pañoleta con un corazón roto dibujado y fumaba un pitillo. La reconoció casi al instante. Era una revolucionaria medianamente famosa, Evelyn la pelirroja. Decidió seguirla para ver a dónde iba. Esperó a que estuviese a una distancia desde la cual no lo detectase fácilmente y comenzó a seguirla con cautela, procurando asegurarse de que nadie le veía. Al cabo de diez minutos llegaron hasta una casa con el tejado de paja. En el porche jugaban un grupo de niños de diferentes edades que corrieron hacia la revolucionaria chillando y dando voces. La abrazaron y intentaron tirar de ella para que se quedase, pero la mujer los apartó con firmeza pero suavidad para entrar en la casa cerrando la puerta a su espalda. Karl entrecerró los ojos. "¿Qué hace exactamente? ¿De qué va eso?" Dio un rodeo entre los árboles y intentó mirar a través de una ventana. Evelyn y un hombre que estaba de espaldas a él hablaban. "Si me acerco me detectarán, pero desde aquí no me enteraré de nada." Entonces un ruido le hizo ponerse alerta y volver a la parte delantera, ocultándose entre los árboles de nuevo. Había una nueva recién llegada, una chica muy joven que no debía tener ni veinte años. Tenía el pelo largo y oscuro, y llevaba una katana consigo. Estaba jugando con los niños. No pudo evitar mostrar una media sonrisa por un momento, pues le recordaba a Emily. Sin embargo aquella chica era más joven. Se quitó aquel pensamiento de la cabeza y borrando su sonrisa, avanzó fuera de los árboles, mostrándose. Ante su amenazadora figura y su imponente estatura, los niños se asustaron y corrieron a esconderse, unos tras la chica y otros hacia la casa. Uno un poco más valiente que el resto se le acercó con paso vacilante, pero cuando Karl le dirigió la miraba se asustó y escapó también. El parche y las líneas de expresión de su rostro le daban aspecto serio, dándole un aire intimidante. Miró directamente a la chica y dijo.
- Muy joven para ser revolucionaria. Deberías valorar más tu vida y aprovecharla en vez de tirarla a la basura por una causa perdida. Ahora dime, ¿qué hacéis aquí y cuántos sois?
Activó su Kuro no Arm. El tatuaje de su hombro, oculto por la túnica, comenzó a extenderse, haciendo que todo su brazo se volviese negro. A efectos visuales debido a que la ropa le tapaba solo se le vio cómo su mano derecha se volvía oscura. "Kuro no Arm: Ken" pensó. De repente su brazo derecho comenzó a alargarse bastante, y desde el codo hasta la se convirtió en una espada ancha de color negro. Algo más de cuarenta centímetros de filo asomaban por la manga de la túnica.
- Yo en tu lugar hablaría pronto. No soy un hombre paciente, y créeme que no tendré reparos en hacerte hablar por el medio que sea necesario.
Aquella cálida tarde Karl estaba atravesando algunas de las zonas más peligrosas de la isla. No porque buscase pelea, si no porque eran también algunas de las zonas más bellas y de naturaleza más exuberante, y confiaba en sus capacidades como luchador para salir vivo de cualquier situación peligrosa. Iba vestido con una especie de túnica negra que tapaba todo su cuerpo. Su altura y corpulencia quedaba patente incluso vestido de aquella manera, pero dificultaría que le identificasen. Llevaba su habitual parche cubriéndole el ojo izquierdo. Realmente su rostro y aquel parche era lo único que podía delatar que aquel hombre vestido de negro era en realidad Quimera Karl, el famoso marine. No le apetecía dar la nota, pues quería disfrutar de un rato de tranquilidad, y si decidía capturar a algún criminal sería mejor si este no lo veía venir.
Al cabo de unas horas de paseo vio a una mujer con unas bolsas en una mano y un fusil en la otra apoyado al hombro. El marine se ocultó velozmente tras una enorme raíz y asomó la cabeza, observándola. Era pelirroja y de pelo rizado recogido con una pañoleta amarilla. Llevaba vaqueros de tirantes, una camiseta del mismo color que su pañoleta con un corazón roto dibujado y fumaba un pitillo. La reconoció casi al instante. Era una revolucionaria medianamente famosa, Evelyn la pelirroja. Decidió seguirla para ver a dónde iba. Esperó a que estuviese a una distancia desde la cual no lo detectase fácilmente y comenzó a seguirla con cautela, procurando asegurarse de que nadie le veía. Al cabo de diez minutos llegaron hasta una casa con el tejado de paja. En el porche jugaban un grupo de niños de diferentes edades que corrieron hacia la revolucionaria chillando y dando voces. La abrazaron y intentaron tirar de ella para que se quedase, pero la mujer los apartó con firmeza pero suavidad para entrar en la casa cerrando la puerta a su espalda. Karl entrecerró los ojos. "¿Qué hace exactamente? ¿De qué va eso?" Dio un rodeo entre los árboles y intentó mirar a través de una ventana. Evelyn y un hombre que estaba de espaldas a él hablaban. "Si me acerco me detectarán, pero desde aquí no me enteraré de nada." Entonces un ruido le hizo ponerse alerta y volver a la parte delantera, ocultándose entre los árboles de nuevo. Había una nueva recién llegada, una chica muy joven que no debía tener ni veinte años. Tenía el pelo largo y oscuro, y llevaba una katana consigo. Estaba jugando con los niños. No pudo evitar mostrar una media sonrisa por un momento, pues le recordaba a Emily. Sin embargo aquella chica era más joven. Se quitó aquel pensamiento de la cabeza y borrando su sonrisa, avanzó fuera de los árboles, mostrándose. Ante su amenazadora figura y su imponente estatura, los niños se asustaron y corrieron a esconderse, unos tras la chica y otros hacia la casa. Uno un poco más valiente que el resto se le acercó con paso vacilante, pero cuando Karl le dirigió la miraba se asustó y escapó también. El parche y las líneas de expresión de su rostro le daban aspecto serio, dándole un aire intimidante. Miró directamente a la chica y dijo.
- Muy joven para ser revolucionaria. Deberías valorar más tu vida y aprovecharla en vez de tirarla a la basura por una causa perdida. Ahora dime, ¿qué hacéis aquí y cuántos sois?
Activó su Kuro no Arm. El tatuaje de su hombro, oculto por la túnica, comenzó a extenderse, haciendo que todo su brazo se volviese negro. A efectos visuales debido a que la ropa le tapaba solo se le vio cómo su mano derecha se volvía oscura. "Kuro no Arm: Ken" pensó. De repente su brazo derecho comenzó a alargarse bastante, y desde el codo hasta la se convirtió en una espada ancha de color negro. Algo más de cuarenta centímetros de filo asomaban por la manga de la túnica.
- Yo en tu lugar hablaría pronto. No soy un hombre paciente, y créeme que no tendré reparos en hacerte hablar por el medio que sea necesario.
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Uno de los niños se escondió detrás de mí, y los demás se escondieron. Uno quiso hacerse el valiente pero también salió despavorido ante su mirada. Aquel individuo se acercó y pude verlo nítidamente, y es que se trataba de un hombre musculoso y muy alto, con un parche en el ojo y unas grandes patillas de oscura vestimenta. Nunca lo llegué a conocer, pero sabía de quién se trataba, llevaba demasiado tiempo en los mares como para no saberlo: Quimera Karl, un marine, por lo que decidí estar tranquila, era improbable que nos hiciera daño a mí o a los niños, pero para mi sorpresa, al pronunciar una serie de palabras que escuché atentamente, de repente su brazo derecho comenzó a alargarse bastante, y desde el codo hasta la se convirtió en una espada ancha de color negro. Algo más de cuarenta centímetros de filo asomaban por la manga de la túnica y volvió a hablar. Inquieta ante aquel echo, un tanto sorprendida, en un movimiento ágil me levanté d¡el suelo y saqué mis dos espadas de sus correspondientes fundas. ¿Es que no me dejarán en paz ni en mis días de descanso? Pensé mientras me dispuse a contestarle apartando al niño que hay a mi lado para que no sufra ningún daño. Pero a ver, ¿a ti que te pasa? Para empezar, no soy revolucionaria, como sois los marines hoy en día, a cualquiera que veis ya pensáis que es revolucionario o pirata. ¿Qué hago aquí y cuantos somos? Me reí levemente ante aquello. Como podrás observar estoy yo sola, bueno… y los niños que hiciste huir, al menos que yo sepa, y no hago nada, solo vine a descansar de mi trabajo unas horas ¿es que es un delito? Alzo cada vez más mi voz dejando ver mi enfado pero confiada de que el mal entendido se haya solucionado y de que se le hayan bajado los humos a ese idiota guardé mis espadas y abracé al niño que corrió tras un árbol y comenzó a llorar, al cual abracé y le di un beso en la frente intentando consolarlo. Shhhh, ya pasó pequeño, no pasa nada, no te va a pasar nada, tranquilo. Le susurré sin dejar de abrazarlo y lo cogí en brazos. Seguidamente miré a Karl con odio y desprecio, mis ojos morados se volvieron de color verde esmeralda, como los de una pantera y la ira creció en mi hacia su persona.¿Ves lo que has conseguido? ¡Estarás contento! ¿Se puede saber qué coño te pasa para que vayas atemorizando niños por ahí así como así? Le grité furiosa sintiendo como el niño abrazaba con fuerza mi cuello por lo que le acaricié la cabeza tiernamente para intentar tranquilizarlo pero me di cuenta de que mis gritos no le ayudarán a tranquilizarlo, lo que me hizo suspirar hondo y tranquilizarme. Finalmente, ya más tranquila dirigí mi mirada a Karl de nuevo, pero esta vez, mis ojos eran del color de siempre. Soy Iku, Iku Hanna, veo que no oíste hablar mucho de mí ya que te presentas con esos modales. Ah por cierto, para tu información, soy una cazadora de recompensas y no tengo nada que ver con los revolucionarios ni tampoco tus problemas, así que te agradecería un poco de respeto por tu parte Quimera Karl.
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Karl contuvo su mal genio ante la iracunda respuesta de la cazarrecompensas. Era consciente de que se enfadaba con facilidad y aquel no era un buen momento. Había oído hablar de aquella tal Iku Hanna en algunos informes internos de la Marina, breves menciones sobre que había entregado a tal o cual criminal. Nunca se la hubiese imaginado tan joven desde luego. Sin embargo, ¿qué hacía una cazadora delante de la vivienda de una revolucionaria jugando con un grupo de niños? No iba a bajar la guardia, desde luego. Decidió ignorar por el momento sus provocaciones.
- Se te ha mencionado en un par de informes, sé quién eres. Sin embargo, ¿qué haces aquí? ¿Eres consciente siquiera de quién está ahora mismo en el interior de esa casa?
Suspiró y reconvirtió su espada en un brazo normal. Si era verdad que no tenía nada que ver, entonces tal vez podría ayudarle. Si alejaban a los niños de la casa podría simplemente hacerla saltar por los aires de un golpe, y acabar con los revolucionarios aprovechando el ataque sorpresa. Pensó en cómo hacerlo. ¿Quemar la casa? No, les daría tiempo a escapar si no lo hacía bien y corría el riesgo de incendiar el bosque. ¿Entrar a saco? Tampoco era buena idea. No sabía cuántas personas había en la casa. Lo mejor sería hacerla reventar con una onda de energía.
- Si de verdad no estás con estos revolucionarios, ayúdame. Aleja a estos niños de la casa; voy a destruirla. En su interior hay una reunión de criminales, entre los que está Evelyn la pelirroja.
Dicho esto miró a la casa entrecerrando los ojos y repentinamente comenzó a levitar. Sin hacer ruido alguno, su cuerpo se elevó en el aire unos cinco metros. Entonces comenzó a canalizar energía a sus músculos, y como movida por un viento invisible, su túnica se empezó a agitar. Un aura de colores rojizos, amarillentos y anaranjados surgió de él, adoptando forma de llama.
- Llévatelos de aquí lo más lejos posible. Es probable que la situación se ponga violenta.
- Se te ha mencionado en un par de informes, sé quién eres. Sin embargo, ¿qué haces aquí? ¿Eres consciente siquiera de quién está ahora mismo en el interior de esa casa?
Suspiró y reconvirtió su espada en un brazo normal. Si era verdad que no tenía nada que ver, entonces tal vez podría ayudarle. Si alejaban a los niños de la casa podría simplemente hacerla saltar por los aires de un golpe, y acabar con los revolucionarios aprovechando el ataque sorpresa. Pensó en cómo hacerlo. ¿Quemar la casa? No, les daría tiempo a escapar si no lo hacía bien y corría el riesgo de incendiar el bosque. ¿Entrar a saco? Tampoco era buena idea. No sabía cuántas personas había en la casa. Lo mejor sería hacerla reventar con una onda de energía.
- Si de verdad no estás con estos revolucionarios, ayúdame. Aleja a estos niños de la casa; voy a destruirla. En su interior hay una reunión de criminales, entre los que está Evelyn la pelirroja.
Dicho esto miró a la casa entrecerrando los ojos y repentinamente comenzó a levitar. Sin hacer ruido alguno, su cuerpo se elevó en el aire unos cinco metros. Entonces comenzó a canalizar energía a sus músculos, y como movida por un viento invisible, su túnica se empezó a agitar. Un aura de colores rojizos, amarillentos y anaranjados surgió de él, adoptando forma de llama.
- Llévatelos de aquí lo más lejos posible. Es probable que la situación se ponga violenta.
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¿Me escuchas cuando hablo? Te acabo de decir que lo único que estoy haciendo aquí es descansar unas horas de mi trabajo, pero vemos, lo veo complicado. Mi voz se volvió borde y un tanto agresiva pero cuando me hizo la última pregunta me intrigó bastante, y esta cambió siendo ahora menos agresiva. La verdad es que no tengo ni la más mínima idea.
Aquel hombre volvió a poner su brazo normal, algo que me aliviaba, eso quiere decir que se fiaba de mí, así nos ahorrábamos los dos momentos bastante desagradables. De su boca volvían a salir las palabras. ¿Es que no se va a callar nunca o qué? Pensé mientras escuchaba palabras sueltas de lo que decía e intentando tranquilizar al niño que parecía estar más tranquilo, pero de pronto mi rostro cambió al oír “Evelyn la pelirroja” esa revolucionaria me caía realmente mal y llevaba tiempo intentando darle caza. Una malévola sonrisa se dibujó en mi rostro y me volví a dirigir al marine. Cuenta conmigo.
Me acerqué al niño poniéndome en cunclillas ante él y hablándole con una dulce voz. Ahora te llevaré lejos de aquí porque es muy peligroso estar aquí ¿entiendes? Pero no te asustes, no te haré ningún daño. El niño asintió con la cabeza un poco sorprendido. Retrocedí unos pasos e hice uso de mi akuma transformándome en una pantera negra de ojos verdes esmeralda. Me acerqué al chico cogiéndolo con mis dientes subiéndolo a mi espalda y después a Karl para hablarle nuevamente. Volveré aquí en unos minutos. Le guiñé un ojo y, sin decir nada más me propuse salir corriendo para alejarse de aquel lugar pero pude ver tras la casa escondida la niña que me estaba peinando el pelo antes de que Karl apareciera. La subí en mi espalda junto al otro chico y antes de partir volví la cabeza hacia Karl Suerte compañero. Agarraos fuerte chicos. Les dije a los niños y comencé a correr a una velocidad inusual a una pantera desapareciendo enseguida de entre los árboles.
Aquel hombre volvió a poner su brazo normal, algo que me aliviaba, eso quiere decir que se fiaba de mí, así nos ahorrábamos los dos momentos bastante desagradables. De su boca volvían a salir las palabras. ¿Es que no se va a callar nunca o qué? Pensé mientras escuchaba palabras sueltas de lo que decía e intentando tranquilizar al niño que parecía estar más tranquilo, pero de pronto mi rostro cambió al oír “Evelyn la pelirroja” esa revolucionaria me caía realmente mal y llevaba tiempo intentando darle caza. Una malévola sonrisa se dibujó en mi rostro y me volví a dirigir al marine. Cuenta conmigo.
Me acerqué al niño poniéndome en cunclillas ante él y hablándole con una dulce voz. Ahora te llevaré lejos de aquí porque es muy peligroso estar aquí ¿entiendes? Pero no te asustes, no te haré ningún daño. El niño asintió con la cabeza un poco sorprendido. Retrocedí unos pasos e hice uso de mi akuma transformándome en una pantera negra de ojos verdes esmeralda. Me acerqué al chico cogiéndolo con mis dientes subiéndolo a mi espalda y después a Karl para hablarle nuevamente. Volveré aquí en unos minutos. Le guiñé un ojo y, sin decir nada más me propuse salir corriendo para alejarse de aquel lugar pero pude ver tras la casa escondida la niña que me estaba peinando el pelo antes de que Karl apareciera. La subí en mi espalda junto al otro chico y antes de partir volví la cabeza hacia Karl Suerte compañero. Agarraos fuerte chicos. Les dije a los niños y comencé a correr a una velocidad inusual a una pantera desapareciendo enseguida de entre los árboles.
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Desde luego aquella chica tenía muchísimo carácter. Sin embargo, al escuchar las palabras de Karl decidió cooperar. Se transformó en una pantera negra y se llevó a sus lomos a los niños. Esperó unos segundos a que se hubiesen alejado y centró su atención en la casa. Aquella situación era extraña. El marine comenzó a sospechar algo. Una reunión de revolucionarios en un lugar donde cualquiera podría localizarlos. Era una captura demasiado fácil... ni siquiera tenían a gente vigilando a los alrededores.
De repente Karl escuchó un silbido y acto seguido algo le pinchó en la espalda. Se giró violentamente, y vio a un hombre con el rostro tapado y ropas de camuflaje con una pistola con silenciador sobre una rama. De repente comenzó a marearse y a perder el sentido. Descendió al suelo y cayó de rodillas. "¿Un somnífero? He caído en el truco más estúpido de todos." De repente un grupo de revolucionarios se abalanzó sobre él corriendo. Estaba tan aturdido que ni los había visto llegar. Con un rugido feroz se levantó sacudiendo sus brazos, y haciendo caer a varios de ellos. Sin embargo entre todos trataron de agarrarle e inmobilizarle, mientras le disparaban un segundo dardo tranquilizante. Karl presentó una feroz resistencia, y dejó inconscientes a varios con sus poderosos golpes. Pareció por un momento que iba a derrotarlos aun en su estado semiconsciente, pero un tercer y un cuarto dardo le dieron, siendo más de lo que podía aguantar incluso alguien de su estatura y peso. Todo se nubló a su alrededor y perdió el sentido.
- ¡Arriba, perro!
Un chorro de agua fría terminó de espabilarlo. Tardó en comprender la situación, pues aun se sentía atontado por la enorme cantidad de tranquilizantes que le habían administrado. Frente a él estaba Evelyn sujetando un cubo de agua y dos hombres con fusiles al hombro y rostro tapado. Iban vestidos con ropas verdes. La mujer tenía una mueca de victoria y odio visceral. A pesar de su atontamiento, Karl pudo percibir perfectamente su instinto asesino y ganas de matarle.
- Tienes suerte, marine, de que valgas más como rehén que muerto. Si no ya te habríamos sentenciado.
Karl comprobó que estaba colgado de la pared por cadenas. El suelo era tierra viva, por lo que intuyó que se trataba de un sótano. La pelirroja le miró con odio y le escupió antes de irse. Abrió una puerta al fondo por la que Karl pudo ver unas escaleras y se fue. Uno de los revolucionarios la siguió, cerrando la puerta tras de sí. El se puso a rebuscar en una bolsa. "Imprudentes... mira que despertarme. Unas cadenas si no son de kairoseki no son ningún impedimento para mi." Estas eran muy gruesas y de buen metal, pero si Karl lograba activar alguna de sus técnicas podría romperlas o arrancarlas de la pared. Trató de concentrar su energía, pero se dio cuenta de le costaba. "Mierda... esto debe ser por el tranquilizante."
- Ahora nos vamos a divertir tú y yo, Quimera. Mataste a mi familia en el asalto a Saint Reia. Yo me ocuparé de hacer que pagues por ello.
Karl le prestó atención al revolucionario para ver lo que hacía. Entonces se fijó que lo que estaba sacando de la bolsa eran instrumentos de tortura. Este cogió un cuchillo de aspecto siniestro y se dirigió hacia él con una sonrisa que no indicaba nada bueno. El marine solo pudo esbozar una mueca de rabia y desprecio. "Con calma" No debía hacer movimientos bruscos hasta tenerlo a tiro, o se darían cuenta de su error. Cuando el hombre estuvo dentro de su rango de acción, Karl se colgó de las cadenas y le dio una doble patada en el pecho que le hizo atravesar la estancia volando y estamparse contra la pared.
- No es buena idea amenazar a un hombre que aun no está totalmente atado.
Notaba como empezaba a despejarse. En unos minutos podría concentrar energía de nuevo y actuar con normalidad y rompería aquellas molestas cadenas. Por el momento no quería correr el riesgo de tirar y derrumbar la pared encima suya.
De repente Karl escuchó un silbido y acto seguido algo le pinchó en la espalda. Se giró violentamente, y vio a un hombre con el rostro tapado y ropas de camuflaje con una pistola con silenciador sobre una rama. De repente comenzó a marearse y a perder el sentido. Descendió al suelo y cayó de rodillas. "¿Un somnífero? He caído en el truco más estúpido de todos." De repente un grupo de revolucionarios se abalanzó sobre él corriendo. Estaba tan aturdido que ni los había visto llegar. Con un rugido feroz se levantó sacudiendo sus brazos, y haciendo caer a varios de ellos. Sin embargo entre todos trataron de agarrarle e inmobilizarle, mientras le disparaban un segundo dardo tranquilizante. Karl presentó una feroz resistencia, y dejó inconscientes a varios con sus poderosos golpes. Pareció por un momento que iba a derrotarlos aun en su estado semiconsciente, pero un tercer y un cuarto dardo le dieron, siendo más de lo que podía aguantar incluso alguien de su estatura y peso. Todo se nubló a su alrededor y perdió el sentido.
...
- ¡Arriba, perro!
Un chorro de agua fría terminó de espabilarlo. Tardó en comprender la situación, pues aun se sentía atontado por la enorme cantidad de tranquilizantes que le habían administrado. Frente a él estaba Evelyn sujetando un cubo de agua y dos hombres con fusiles al hombro y rostro tapado. Iban vestidos con ropas verdes. La mujer tenía una mueca de victoria y odio visceral. A pesar de su atontamiento, Karl pudo percibir perfectamente su instinto asesino y ganas de matarle.
- Tienes suerte, marine, de que valgas más como rehén que muerto. Si no ya te habríamos sentenciado.
Karl comprobó que estaba colgado de la pared por cadenas. El suelo era tierra viva, por lo que intuyó que se trataba de un sótano. La pelirroja le miró con odio y le escupió antes de irse. Abrió una puerta al fondo por la que Karl pudo ver unas escaleras y se fue. Uno de los revolucionarios la siguió, cerrando la puerta tras de sí. El se puso a rebuscar en una bolsa. "Imprudentes... mira que despertarme. Unas cadenas si no son de kairoseki no son ningún impedimento para mi." Estas eran muy gruesas y de buen metal, pero si Karl lograba activar alguna de sus técnicas podría romperlas o arrancarlas de la pared. Trató de concentrar su energía, pero se dio cuenta de le costaba. "Mierda... esto debe ser por el tranquilizante."
- Ahora nos vamos a divertir tú y yo, Quimera. Mataste a mi familia en el asalto a Saint Reia. Yo me ocuparé de hacer que pagues por ello.
Karl le prestó atención al revolucionario para ver lo que hacía. Entonces se fijó que lo que estaba sacando de la bolsa eran instrumentos de tortura. Este cogió un cuchillo de aspecto siniestro y se dirigió hacia él con una sonrisa que no indicaba nada bueno. El marine solo pudo esbozar una mueca de rabia y desprecio. "Con calma" No debía hacer movimientos bruscos hasta tenerlo a tiro, o se darían cuenta de su error. Cuando el hombre estuvo dentro de su rango de acción, Karl se colgó de las cadenas y le dio una doble patada en el pecho que le hizo atravesar la estancia volando y estamparse contra la pared.
- No es buena idea amenazar a un hombre que aun no está totalmente atado.
Notaba como empezaba a despejarse. En unos minutos podría concentrar energía de nuevo y actuar con normalidad y rompería aquellas molestas cadenas. Por el momento no quería correr el riesgo de tirar y derrumbar la pared encima suya.
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Seguí corriendo donde el viento me llevara con aquellos niños en mi espalda y al cabo de escasos minutos me topé con un poblado, supongo que es allí de dónde venían los niños. Me escondí tras unos matorrales y los dejé allí. Agradecidos me abrazaron y se fueron a sus respectivas sacas. Era hora de volver con ´´migo´´ Karl tal y como le prometí, pero esta vez decidí volver por los árboles y pillarlos por sorpresa en caso de pelea.
Salté de árbol en árbol y de rama en rama haciendo el mínimo ruido posible para pasar desapercibida ante todo, pero cuando llegue no lo vi allí. Que extraño… Pensé mientras exploraba el terreno, cuando de pronto vi una especie de dardo, parecía uno de esos que dejaba dormido a los animales.
¡Maldición! No debí dejarle solo con uno montón de revolucionarios sueltos. Maldije mi suerte y puse a pensar donde le busco para ir en su rescate, ese hombre me caía realmente mal, pero se lo prometí y yo nunca falto a mi palabra. Cuando me disponía a irme del lugar escuché un tremendo golpe dentro de la cabaña. Algo en mi interior me decía que es allí donde lo encontraría por lo que me adentré en ella aún en mi forma de pantera negra de ojos esmeralda. En su interior vi a la tal Edelyn saliendo de una especie de sótano. Sonreí levemente y me adentré en ella y camuflándome en un lugar donde no daba la luz. Aquella estúpida ni se enteró de mi presencia. Poco a poco, sin hacer rito y tras transformarme en mi forma híbrida, saqué mis dos espadas de sus fundas y me lancé a por ella y su acompañante veloz como un rayo. Se percataron de mi presencia pero ya era demasiado tarde para ellos, al acompañante le corté la cabeza de un solo movimiento, y a Edelyn la espera el mismo destino. Vino a atacarme, pero y, para mi desgracia me causó una herida en el brazo derecho bastante grave, pero clave mis garras en su pecho y la espada en su cuello. A llegado tu fin querida. Y sin más dilaciones la arranqué el corazón y corté su preciosa cabeza. La sala estaba llena de sangre, y mi espada también, pero no es algo que me importara mucho precisamente. De pronto conseguí oír la voz de Karl en el interior del sótano del que salí Edelyn. No es buena idea amenazar a un hombre que aún no está totalmente atado. Este hombre es increíble.
Me transformé en humana y me adentré en su interior. Allí estaba Karl, atado a una pared, y un hombre yacía en el suelo dolorido. Así que divirtiéndote sin mi eeh, muy bonito. Dije riendo y muy tranquila y segura de mi misma. Me acerqué a Karl y con mis garras manipulé el cerrojo haciendo que las esposas cayeran al suelo y así dejarlo libre. Bueno, ¿te dejo a ti a este imbécil o lo remato yo? Dije sonriendo y le guiñé un ojo mientras no dejaba caer la guardia ante aquel sujeto que poco a poco iba a reincorporándose.
Salté de árbol en árbol y de rama en rama haciendo el mínimo ruido posible para pasar desapercibida ante todo, pero cuando llegue no lo vi allí. Que extraño… Pensé mientras exploraba el terreno, cuando de pronto vi una especie de dardo, parecía uno de esos que dejaba dormido a los animales.
¡Maldición! No debí dejarle solo con uno montón de revolucionarios sueltos. Maldije mi suerte y puse a pensar donde le busco para ir en su rescate, ese hombre me caía realmente mal, pero se lo prometí y yo nunca falto a mi palabra. Cuando me disponía a irme del lugar escuché un tremendo golpe dentro de la cabaña. Algo en mi interior me decía que es allí donde lo encontraría por lo que me adentré en ella aún en mi forma de pantera negra de ojos esmeralda. En su interior vi a la tal Edelyn saliendo de una especie de sótano. Sonreí levemente y me adentré en ella y camuflándome en un lugar donde no daba la luz. Aquella estúpida ni se enteró de mi presencia. Poco a poco, sin hacer rito y tras transformarme en mi forma híbrida, saqué mis dos espadas de sus fundas y me lancé a por ella y su acompañante veloz como un rayo. Se percataron de mi presencia pero ya era demasiado tarde para ellos, al acompañante le corté la cabeza de un solo movimiento, y a Edelyn la espera el mismo destino. Vino a atacarme, pero y, para mi desgracia me causó una herida en el brazo derecho bastante grave, pero clave mis garras en su pecho y la espada en su cuello. A llegado tu fin querida. Y sin más dilaciones la arranqué el corazón y corté su preciosa cabeza. La sala estaba llena de sangre, y mi espada también, pero no es algo que me importara mucho precisamente. De pronto conseguí oír la voz de Karl en el interior del sótano del que salí Edelyn. No es buena idea amenazar a un hombre que aún no está totalmente atado. Este hombre es increíble.
Me transformé en humana y me adentré en su interior. Allí estaba Karl, atado a una pared, y un hombre yacía en el suelo dolorido. Así que divirtiéndote sin mi eeh, muy bonito. Dije riendo y muy tranquila y segura de mi misma. Me acerqué a Karl y con mis garras manipulé el cerrojo haciendo que las esposas cayeran al suelo y así dejarlo libre. Bueno, ¿te dejo a ti a este imbécil o lo remato yo? Dije sonriendo y le guiñé un ojo mientras no dejaba caer la guardia ante aquel sujeto que poco a poco iba a reincorporándose.
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Mientras el revolucionario se retorcía de dolor en el suelo, Iku entró en la habitación con sus garras empapadas en sangre. Estaba en su forma híbrida. "Pues vaya con la chica. No es dura ni nada" pensó con un toque de sarcasmo. Lo liberó de sus ataduras forzando las cerraduras. Karl se frotó las muñecas mientras la chica le preguntaba si remataba ella al hombre del suelo o lo hacía él. Karl sopesó las opciones y le contestó, en un tono entre sádico y divertido.
- Me parece que mi buen amigo aun puede divertirnos un rato, y de paso contarnos qué pasa aquí. ¿Has visto a Evelyn y a su silencioso colega de camino a aquí? - preguntó a Iku.
Centró su atención en el hombre. Lo agarró por la camisa y lo levantó en el aire, dejándolo colgado de su ropa. Gracias a su prodigiosa fuerza y a que se le estaba pasando el efecto de los calmantes pudo hacerlo sin que le costase demasiado. El revolucionario debía tener la edad de Karl, tal vez un año o dos más. Tenía el pelo color caoba y era de piel morena. EL hombre se intentó debatir débilmente y tosió sonoramente. Un hilillo de sangre le bajó por la comisura de los labios. "Parece que con el golpe de antes le rompí alguna costilla. Tal vez pueda usar eso en mi favor."
- Revolucionario, contesta a mis preguntas y te liberaré. ¿Me has entendido? Si no, sufrirás lo indecible.
El hombre le miró con una mirada que reflejaba dolor, pero también asco y odio.
- Antes muerto... coff coff... que colaborar con el asesino que exterminó a trescientas personas en Saint Reia.
Karl cerró su único ojos y esbozó una ligera sonrisa. Se rió por lo bajo mientras pensaba en la mejor manera manera de intimidarle. Entonces comenzó a hablar en un tono suave y siniestro. Si bien se había vuelto sádico en los últimos tiempos, exagerar aquella faceta sería una buena forma de asustar al revolucionario.
- Me acuerdo de aquel día... sí, tanta sangre y cuerpos mutilados en el suelo - abrió su ojo y mostró una expresión diabólica con una sonrisa de oreja a oreja - Ese día disfruté mucho.
Un notorio estremecimiento recorrió el cuerpo del hombre, que comenzó a temblar con los ojos desencajados del miedo. Karl se giró con el hombre aun colgado de su mano y le estampó la espalda contra la pared. El hombre gruñó y soltó un quejido de dolor, mientras comenzaba a toser de nuevo. Había muchos interrogantes en todo lo que estaba pasando. ¿Qué hacía Evelyn allí y cómo habían sabido que les encontraría? No era muy difícil localizar el lugar donde estaban, eso era una clara señal de que querían que les localizasen. Pero, ¿por qué? Así como los había encontrado él, podría haberlo hecho alguien que no les conviniese. Puso la mano libre sobre el costillar del atormentado carcelero y comenzó a palparle hasta encontrarle la costilla rota. Apretó hacia dentro y el hombre dio un grito de auténtico dolor, mientras comenzaba a toser como un loco, empapando de sangre la mano de Karl.
- ¿Aun te niegas a colaborar conmigo? No seas loco y dime qué hacíais aquí.
El hombre simplemente le miró con terror y negó con la cabeza mientras balbuceaba algo ininteligible. Karl frunció el entrecejo en señal de impaciencia y le dio un suave puñetazo en el costillar, que fue suficiente para arrancarle otro alarido de dolor y un nuevo ataque de toses. No le gustaba hacer lo que hacía, pues sabía que se estaba acostumbrando a ser cruel y eso no le gustaba del todo. Sin embargo, era necesario. Estaban en guerra.
- Habla.
El hombre, con lágrimas rodándole por el rostro dijo una única frase, en un tono de voz bajo y nervioso.
- Está bien.
Respiró hondamente tratando de calmarse. Volvió a toser a causa de eso, y comenzó a hablar sin atreverse a mirar a los ojos a Karl.
- Es todo una distracción... sabíamos que estabas en la ciudad y debía vigilarte y atraerte hasta aquí... mientras nuestro líder asesina al gobernador de Shabaody.
Karl enarcó una ceja. Así que era eso. Pero, ¿quién era su líder?
- ¿Y quién es vuestro líder? Y si aquí me tenéis, ¿por qué no ha ordenado que me asesinaseis?
- No se quién es... no muestra su rostro. Es un hombre de ropas negras que lleva siempre una máscara de un hombre sonriente. Simplemente nos dijo que no te matásemos. No nos ha dado explicaciones.
El corazón de Karl dio un vuelco. De repente esbozó una mueca de incredulidad y abrió la boca de par en par. "¿Él? ¿Jack está aquí?" Con una mirada de total incomprensión, tiró a un lado al revolucionario y meneó la cabeza, sin saber qué hacer. Tenía que ser él, eso estaba claro. Otro revolucionario hubiese ordenador que le matasen al instante como venganza por la masacre de Saint Reia. En cambio Jack le debía la vida, y por lo que sabía él era una persona que solía devolver los favores. Sin embargo... si era Jack, el gobernador corría un peligro real. Era un asesino absolutamente letal y sin escrúpulo alguno.
- Iku, debemos irnos. Necesitaré tu ayuda para esto. Debemos ir de inmediato a la ciudad. Tenemos un asesino que impedir.
- Me parece que mi buen amigo aun puede divertirnos un rato, y de paso contarnos qué pasa aquí. ¿Has visto a Evelyn y a su silencioso colega de camino a aquí? - preguntó a Iku.
Centró su atención en el hombre. Lo agarró por la camisa y lo levantó en el aire, dejándolo colgado de su ropa. Gracias a su prodigiosa fuerza y a que se le estaba pasando el efecto de los calmantes pudo hacerlo sin que le costase demasiado. El revolucionario debía tener la edad de Karl, tal vez un año o dos más. Tenía el pelo color caoba y era de piel morena. EL hombre se intentó debatir débilmente y tosió sonoramente. Un hilillo de sangre le bajó por la comisura de los labios. "Parece que con el golpe de antes le rompí alguna costilla. Tal vez pueda usar eso en mi favor."
- Revolucionario, contesta a mis preguntas y te liberaré. ¿Me has entendido? Si no, sufrirás lo indecible.
El hombre le miró con una mirada que reflejaba dolor, pero también asco y odio.
- Antes muerto... coff coff... que colaborar con el asesino que exterminó a trescientas personas en Saint Reia.
Karl cerró su único ojos y esbozó una ligera sonrisa. Se rió por lo bajo mientras pensaba en la mejor manera manera de intimidarle. Entonces comenzó a hablar en un tono suave y siniestro. Si bien se había vuelto sádico en los últimos tiempos, exagerar aquella faceta sería una buena forma de asustar al revolucionario.
- Me acuerdo de aquel día... sí, tanta sangre y cuerpos mutilados en el suelo - abrió su ojo y mostró una expresión diabólica con una sonrisa de oreja a oreja - Ese día disfruté mucho.
Un notorio estremecimiento recorrió el cuerpo del hombre, que comenzó a temblar con los ojos desencajados del miedo. Karl se giró con el hombre aun colgado de su mano y le estampó la espalda contra la pared. El hombre gruñó y soltó un quejido de dolor, mientras comenzaba a toser de nuevo. Había muchos interrogantes en todo lo que estaba pasando. ¿Qué hacía Evelyn allí y cómo habían sabido que les encontraría? No era muy difícil localizar el lugar donde estaban, eso era una clara señal de que querían que les localizasen. Pero, ¿por qué? Así como los había encontrado él, podría haberlo hecho alguien que no les conviniese. Puso la mano libre sobre el costillar del atormentado carcelero y comenzó a palparle hasta encontrarle la costilla rota. Apretó hacia dentro y el hombre dio un grito de auténtico dolor, mientras comenzaba a toser como un loco, empapando de sangre la mano de Karl.
- ¿Aun te niegas a colaborar conmigo? No seas loco y dime qué hacíais aquí.
El hombre simplemente le miró con terror y negó con la cabeza mientras balbuceaba algo ininteligible. Karl frunció el entrecejo en señal de impaciencia y le dio un suave puñetazo en el costillar, que fue suficiente para arrancarle otro alarido de dolor y un nuevo ataque de toses. No le gustaba hacer lo que hacía, pues sabía que se estaba acostumbrando a ser cruel y eso no le gustaba del todo. Sin embargo, era necesario. Estaban en guerra.
- Habla.
El hombre, con lágrimas rodándole por el rostro dijo una única frase, en un tono de voz bajo y nervioso.
- Está bien.
Respiró hondamente tratando de calmarse. Volvió a toser a causa de eso, y comenzó a hablar sin atreverse a mirar a los ojos a Karl.
- Es todo una distracción... sabíamos que estabas en la ciudad y debía vigilarte y atraerte hasta aquí... mientras nuestro líder asesina al gobernador de Shabaody.
Karl enarcó una ceja. Así que era eso. Pero, ¿quién era su líder?
- ¿Y quién es vuestro líder? Y si aquí me tenéis, ¿por qué no ha ordenado que me asesinaseis?
- No se quién es... no muestra su rostro. Es un hombre de ropas negras que lleva siempre una máscara de un hombre sonriente. Simplemente nos dijo que no te matásemos. No nos ha dado explicaciones.
El corazón de Karl dio un vuelco. De repente esbozó una mueca de incredulidad y abrió la boca de par en par. "¿Él? ¿Jack está aquí?" Con una mirada de total incomprensión, tiró a un lado al revolucionario y meneó la cabeza, sin saber qué hacer. Tenía que ser él, eso estaba claro. Otro revolucionario hubiese ordenador que le matasen al instante como venganza por la masacre de Saint Reia. En cambio Jack le debía la vida, y por lo que sabía él era una persona que solía devolver los favores. Sin embargo... si era Jack, el gobernador corría un peligro real. Era un asesino absolutamente letal y sin escrúpulo alguno.
- Iku, debemos irnos. Necesitaré tu ayuda para esto. Debemos ir de inmediato a la ciudad. Tenemos un asesino que impedir.
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Karl se acariciaba las muñecas alegando que el solo se encargará de aquel tipo que estaba tirado en el suelo, al mismo tiempo que me preguntaba por Edelyn y ´´el otro´´. Sonreí sádica y perversamente y mi voz se puso en un tono siniestro. Digamos que Edelyn y su amiguito ya no serán un problema. Le sonreí guiñándole un ojo y sentándome en suelo observando la escena.
Karl comenzó a intentar sacarle información al revolucionario, pero este se negaba, aunque Karl no se daba por vencido, llegaba a sacar su lado más perverso. Hubo un momento que me dio miedo hasta a mí, pero para ser sincera me gustaba. En cierto modo me recordaba a Kaito, en ese sentido era como el pero en marine. Me dejé llevar por mis recuerdos, pero los eché de mi mente, no era nada bueno ponerme sentimental ahora.
Pasado un rato, Karl consiguió sacarle la información que quería, y es que era sorprendente, el motivo, aunque decidí no decir nada al respecto. El rostro de Karl cambió, y parecía un tanto preocupado, incluso me pidió ayuda. Cuenta conmigo, pero dime una cosa… ¿se trata de Jin verdad?
Karl comenzó a intentar sacarle información al revolucionario, pero este se negaba, aunque Karl no se daba por vencido, llegaba a sacar su lado más perverso. Hubo un momento que me dio miedo hasta a mí, pero para ser sincera me gustaba. En cierto modo me recordaba a Kaito, en ese sentido era como el pero en marine. Me dejé llevar por mis recuerdos, pero los eché de mi mente, no era nada bueno ponerme sentimental ahora.
Pasado un rato, Karl consiguió sacarle la información que quería, y es que era sorprendente, el motivo, aunque decidí no decir nada al respecto. El rostro de Karl cambió, y parecía un tanto preocupado, incluso me pidió ayuda. Cuenta conmigo, pero dime una cosa… ¿se trata de Jin verdad?
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Karl miró extrañado a Iku. "¿Jin? Ese nombre no me suena de nada." A lo mejor conocía también a algún hombre enmascarado en las filas revolucionarias, no era algo tan raro. Sin embargo el más famoso de todos los revolucionarios "enmascarados" era el Renegado. El marine era uno de los pocos que conocía su verdadera identidad, Jack Silvers, y no se la había revelado a nadie por respeto. Al fin y al cabo, compartían maestro y pasado.
- No sé quién es ese Jin, pero desde luego no es el causante de esto. Nuestro hombre no es otro que el Renegado. Posiblemente has visto los carteles de Se Busca. Es un peligroso asesino revolucionario que se dedica a dar muerte a alcaldes, oficiales marines y miembros del Gobierno. Lo llama "justicia del pueblo". En el pasado tuve la ocasión de, digamos, tratar con él. Se podría decir que nos conocemos.
Prefirió no ahondar en el tema. Hacía casi un año de aquello. Había ido al cuartel general del South Blue. Un mafioso estaba particularmente interesado en obtener datos sobre una investigación que un científico del Gobierno estaba llevando a cabo allí. Karl, atraído por la posibilidad de ganar una buena cantidad de dinero había ido. Sin embargo Jack se había entrometido en sus planes. Fue aquella vez cuando el revolucionario saltó a la fama. Entró en el cuartel, asesinó a un buen número de reclutas, saboteó la investigación, puso explosivos en los laboratorios y se dio a la fuga tras intentar matar al científico ante las mismísimas narices del sargento Felicius Grant. Karl se lo había encontrado cuando estaban a punto de acorrarle, y lo reconoció. Ambos habían sido aprendices del maestro de la Orden de monjes del Sokudan, Lao Xuan. En detrimento a aquello, accedió a salvarle y ayudarle a escapar del cuartel a cambio que de le diese los papeles de la investigación que había robado. Ensimismado en estos pensamientos, Karl puso camino hacia la ciudad.
- Si es J... quiero decir, el Renegado, será difícil dar con él. Es muy escurridizo y hábil. Cuento contigo y con los sentidos de tu zoan.
- No sé quién es ese Jin, pero desde luego no es el causante de esto. Nuestro hombre no es otro que el Renegado. Posiblemente has visto los carteles de Se Busca. Es un peligroso asesino revolucionario que se dedica a dar muerte a alcaldes, oficiales marines y miembros del Gobierno. Lo llama "justicia del pueblo". En el pasado tuve la ocasión de, digamos, tratar con él. Se podría decir que nos conocemos.
Prefirió no ahondar en el tema. Hacía casi un año de aquello. Había ido al cuartel general del South Blue. Un mafioso estaba particularmente interesado en obtener datos sobre una investigación que un científico del Gobierno estaba llevando a cabo allí. Karl, atraído por la posibilidad de ganar una buena cantidad de dinero había ido. Sin embargo Jack se había entrometido en sus planes. Fue aquella vez cuando el revolucionario saltó a la fama. Entró en el cuartel, asesinó a un buen número de reclutas, saboteó la investigación, puso explosivos en los laboratorios y se dio a la fuga tras intentar matar al científico ante las mismísimas narices del sargento Felicius Grant. Karl se lo había encontrado cuando estaban a punto de acorrarle, y lo reconoció. Ambos habían sido aprendices del maestro de la Orden de monjes del Sokudan, Lao Xuan. En detrimento a aquello, accedió a salvarle y ayudarle a escapar del cuartel a cambio que de le diese los papeles de la investigación que había robado. Ensimismado en estos pensamientos, Karl puso camino hacia la ciudad.
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Jack atravesaba el pasillo en silencio. La tensión era palpable en el ambiente. Aquello no era una sencilla misión en el South Blue, ni un asesinato de un oficial de bajo rango en un cuartel de mala muerte. Estaba nada menos que en el centro de poder de la Marina en Shabaody. Allí si algo se le iba de las manos, habría marines de rango alto y notablemente más fuertes que él cazándole. No podía arriesgarse a ser descuidado. Mientras atravesaba el edificio escuchó un ruido de bastantes pasos rítmicos. "Una patrulla." Abrió la primera puerta que encontró y se refugió dentro. Vio que se hallaba en una biblioteca.
- Mejor será que me esconda. A lo mejor han oído el ruido de la puerta - murmuró para sí.
Avanzó entre los grandes estantes y se escondió tras uno de las últimas filas. Se quedó callado en tensión, atento a todos los sonido. Al cabo de un rato escuchó los pasos frente a la puerta. Tras unos segundos que se le hicieron eternos, pasaron de largo. Jack suspiró y salió de su escondite. Aguardó unos minutos y salió de nuevo en silencio. Avanzó a mayor velocidad, aun a riesgo de hacer ruido. Llegó hasta las escaleras al piso superior. Se paró un momento, pero no escuchaba nada.
- Qué raro... esperaba mayor vigilancia.
Llegó al piso, moviéndose con cuidado. Por los planos de que disponía de la residencia, allí estaba el despacho del gobernador. Asomó la cabeza por el pasillo y vio una puerta vigilada por tres marines. "Ahora o nunca." Se ocultó de nuevo, sacó cuatro cuchillos y los imbuyó en energía. Salió de su escondrijo, veloz y mortal, y comenzó a lanzar las armas mientras corría hacia ellos. Los dos primeros cayeron al instante, atravesados por las armas. El tercero esquivó la que iba dirigida hacia él. Jack no fue capaz de manipular la trayectoria a tiempo y esta se clavó en la pared, y quedó vibrando allí. El marine sacó su espada y cargó hacia él, con un gesto fiero. Con el cuchillo que le quedaba, el asesino corrió también hacia su rival. Sin embargo, saltó hacia atrás en el último momento, evitando el tajo del marine, y le lanzó el cuchillo a la cara. Esta vez no falló, y en hombre cayó al suelo desangrándose. Arrancó el arma del cuerpo del moribundo y se dirigió a la puerta.
- Más fácil de lo que pensaba. Mi experiencia me dice que los problemas están por empezar aun.
- Mejor será que me esconda. A lo mejor han oído el ruido de la puerta - murmuró para sí.
Avanzó entre los grandes estantes y se escondió tras uno de las últimas filas. Se quedó callado en tensión, atento a todos los sonido. Al cabo de un rato escuchó los pasos frente a la puerta. Tras unos segundos que se le hicieron eternos, pasaron de largo. Jack suspiró y salió de su escondite. Aguardó unos minutos y salió de nuevo en silencio. Avanzó a mayor velocidad, aun a riesgo de hacer ruido. Llegó hasta las escaleras al piso superior. Se paró un momento, pero no escuchaba nada.
- Qué raro... esperaba mayor vigilancia.
Llegó al piso, moviéndose con cuidado. Por los planos de que disponía de la residencia, allí estaba el despacho del gobernador. Asomó la cabeza por el pasillo y vio una puerta vigilada por tres marines. "Ahora o nunca." Se ocultó de nuevo, sacó cuatro cuchillos y los imbuyó en energía. Salió de su escondrijo, veloz y mortal, y comenzó a lanzar las armas mientras corría hacia ellos. Los dos primeros cayeron al instante, atravesados por las armas. El tercero esquivó la que iba dirigida hacia él. Jack no fue capaz de manipular la trayectoria a tiempo y esta se clavó en la pared, y quedó vibrando allí. El marine sacó su espada y cargó hacia él, con un gesto fiero. Con el cuchillo que le quedaba, el asesino corrió también hacia su rival. Sin embargo, saltó hacia atrás en el último momento, evitando el tajo del marine, y le lanzó el cuchillo a la cara. Esta vez no falló, y en hombre cayó al suelo desangrándose. Arrancó el arma del cuerpo del moribundo y se dirigió a la puerta.
- Más fácil de lo que pensaba. Mi experiencia me dice que los problemas están por empezar aun.
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Al parecer no era Jin, algo que me tranquilizaba bastante, ya que aquel revolucionario era bastante peligroso y podría causar una masacre como si fuese lo más normal y fácil del mundo, aun que tras lo que dijo Karl de ese tal ´´renegado´´ no sabía si alegrarme o preferir enfrentarme a Jin. De nuevo quiero decir. Por tus palabras parece ser un hombre bastante peligroso y difícil de derrotar, aunque si te digo la verdad, eso no me preocupa demasiado. Tengo confianza en que la suerte estará de nuesta parte amigo mío. Le guiño un ojo y le sonrío coqueta, aunque sin malas intenciones ni con segundas, solo pretendía ser amable, intentarlo al menos ya que ese hombre, por muy compañero mío que sea seguía siendo un marine asqueroso que me trató de malas maneras.
Volví a mirarle, seria e intrigada esta vez. Por tu tono de voz y tus frases inacabadas detecto que tú y ese tal ´´renegado´´ tenéis un pasado común, ¿me equivoco? Volví a sonreír casi segura de que estaba en lo cierto. A propósito… ¿cómo pretendes llegar allí? Pregunto mirándole a los ojos con mis ojos morados. Por un momento me recordó tanto a Kaito que me entraron ganas de besarle, pero enseguida deseché esa idea de mi mente. No iba a entrelazar lazos con ese tipo, ni en broma. Además, no hay posibilidad alguna, va en contra de mis principios.
Volví a mirarle, seria e intrigada esta vez. Por tu tono de voz y tus frases inacabadas detecto que tú y ese tal ´´renegado´´ tenéis un pasado común, ¿me equivoco? Volví a sonreír casi segura de que estaba en lo cierto. A propósito… ¿cómo pretendes llegar allí? Pregunto mirándole a los ojos con mis ojos morados. Por un momento me recordó tanto a Kaito que me entraron ganas de besarle, pero enseguida deseché esa idea de mi mente. No iba a entrelazar lazos con ese tipo, ni en broma. Además, no hay posibilidad alguna, va en contra de mis principios.
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A pesar de que su fuerte carácter, Iku parecía una chica bastante agradable. En otras situaciones incluso hubiese pensado que tanta amabilidad repentina podía ser causada por algún interés oculto, pero en ese caso no le parecía factible. ¿Qué interés oculto iba a tener? ¿Capturar ella al Renegado y quedarse con la recompensa? Sería una tontería, pensó Karl, pues no es que tuviese una especialmente elevada y a una cazadora de su nivel no le costaría obtener una suma equivalente en muy poco tiempo. No, simplemente era joven y temperamental. No podía negar que le caía bien. Si no fuese cazadora sería una buena candidata a oficial de la Brigada.
- No me preocupa lo fuerte que sea. No me cabe duda de que es incluso más fuerte que la última vez que nos vimos, pero no me costaría vencerle. Me preocupa más el conflicto entre mi sentido del deber y el del respeto por los míos. El Renegado y yo es como si fuésemos familia en cierto modo, aunque no compartamos lazos sanguíneos. Hemos aprendido a luchar en la misma orden de monjes, y con el mismo maestro. Yo puedo ser un canalla sin honor en la mayoría de los casos, pero maldita sea, tengo mis límites. Nunca incumpliría los principios de mi orden o le levantaría la mano a un hermano.
Entonces cayó en la cuenta de que decidiese lo que decidiese, debía ir a toda prisa a las dependencias del gobernador. La pregunta de Iku le hizo pensar detenidamente en ello ¿Debía gastar una rumble ball? Jack se desplazaba bastante rápido, y lo más probable es que ya estuviese allí. Se preguntó qué quería hacer, o mejor dicho, qué iba a hacer cuando tuviese a Jack delante. "Supongo que lo sabré cuando le vea. Ahora lo prioritario es llegar."
- Como ya te habrás imaginado por mi apodo no eres la única con una zoan aquí. Mis habilidades nos llevarán hasta la residencia del gobernador más rápido de lo que podríamos avanzar por tierra.
Se metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita gris metálico. La abrió y depositó el contenido en su mano. "Me quedan doce. Es un buen número, pero no debo abusar de ellas. No tengo un suministro y no puedo saber cuándo las necesitaré." Eran unas bolas redondas de color amarillo que parecían caramelos. Las devolvió al interior de la caja y se quedó con una en la mano, con la que jugueteó pensativo, moviéndola entre los dedos. Entonces se la llevó a la boca. La transformación fue casi instantánea. Su cuerpo creció y comenzó a encorvarse, convirtiéndose en una especie de león de cinco metros de altura. Su cola sin embargo no era como la de un león. Era mucho más larga y ancha. Los otros rasgos que le diferenciaban de un león (además de su tamaño descomunal) eran las poderosas alas de murciélago que le brotaban de la espalda y un par de cuernos retorcidos en su cabeza. Con cuidado, se tumbó sobre el lomo para que pudiese subir.
- No me preocupa lo fuerte que sea. No me cabe duda de que es incluso más fuerte que la última vez que nos vimos, pero no me costaría vencerle. Me preocupa más el conflicto entre mi sentido del deber y el del respeto por los míos. El Renegado y yo es como si fuésemos familia en cierto modo, aunque no compartamos lazos sanguíneos. Hemos aprendido a luchar en la misma orden de monjes, y con el mismo maestro. Yo puedo ser un canalla sin honor en la mayoría de los casos, pero maldita sea, tengo mis límites. Nunca incumpliría los principios de mi orden o le levantaría la mano a un hermano.
Entonces cayó en la cuenta de que decidiese lo que decidiese, debía ir a toda prisa a las dependencias del gobernador. La pregunta de Iku le hizo pensar detenidamente en ello ¿Debía gastar una rumble ball? Jack se desplazaba bastante rápido, y lo más probable es que ya estuviese allí. Se preguntó qué quería hacer, o mejor dicho, qué iba a hacer cuando tuviese a Jack delante. "Supongo que lo sabré cuando le vea. Ahora lo prioritario es llegar."
- Como ya te habrás imaginado por mi apodo no eres la única con una zoan aquí. Mis habilidades nos llevarán hasta la residencia del gobernador más rápido de lo que podríamos avanzar por tierra.
Se metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita gris metálico. La abrió y depositó el contenido en su mano. "Me quedan doce. Es un buen número, pero no debo abusar de ellas. No tengo un suministro y no puedo saber cuándo las necesitaré." Eran unas bolas redondas de color amarillo que parecían caramelos. Las devolvió al interior de la caja y se quedó con una en la mano, con la que jugueteó pensativo, moviéndola entre los dedos. Entonces se la llevó a la boca. La transformación fue casi instantánea. Su cuerpo creció y comenzó a encorvarse, convirtiéndose en una especie de león de cinco metros de altura. Su cola sin embargo no era como la de un león. Era mucho más larga y ancha. Los otros rasgos que le diferenciaban de un león (además de su tamaño descomunal) eran las poderosas alas de murciélago que le brotaban de la espalda y un par de cuernos retorcidos en su cabeza. Con cuidado, se tumbó sobre el lomo para que pudiese subir.
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Todo lo que dijo Karl realmente me sorprendió ¿un marine y un revolucionario como hermanos y encima de la misma orden? Vaya, desde luego el mundo da muchas vueltas. Pero si Karl ya era un arrogante y bastante irrespetuoso, o al menos en la ocasión que le conocí, no quería ni imaginar cómo sería ese tal Jack. Bueno, solo espero que puedas dejar eso de lado y hacer lo que debes, que es pararle los pies a ese impresentable. Por otro lado, si no lo haces tú, lo haré yo.
Como ya te habrás imaginado por mi apodo no eres la única con una zoan aquí. Mis habilidades nos llevarán hasta la residencia del gobernador más rápido de lo que podríamos avanzar por tierra. Sonreí sin decir nada al respecto y, acto seguido Kalr sacó una rumble ball transformándose en kimera. Un león con cuernos y unas alas de murciélago. A decir verdad daba algo de grima ver aquello.
Se tumbó en su lomo, como si quisiera que me subiera encima. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no me lo pensé dos veces y subí de un salto. Bueno, tú dirás, pero cuidado anda, no quiero meterme la hostia del siglo. Dije bromeando y rodeando su cuello con mis brazos agarrándome con fuerza, pero sin hacerle daño. O al menos intentando no hacerlo.
Como ya te habrás imaginado por mi apodo no eres la única con una zoan aquí. Mis habilidades nos llevarán hasta la residencia del gobernador más rápido de lo que podríamos avanzar por tierra. Sonreí sin decir nada al respecto y, acto seguido Kalr sacó una rumble ball transformándose en kimera. Un león con cuernos y unas alas de murciélago. A decir verdad daba algo de grima ver aquello.
Se tumbó en su lomo, como si quisiera que me subiera encima. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no me lo pensé dos veces y subí de un salto. Bueno, tú dirás, pero cuidado anda, no quiero meterme la hostia del siglo. Dije bromeando y rodeando su cuello con mis brazos agarrándome con fuerza, pero sin hacerle daño. O al menos intentando no hacerlo.
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