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Un barco se acercaba a la isla de forma tranquila. Era un barco de pasajeros, en la cubierta principal parecía haber muchos turistas observando la isla de forma tranquila. Los camareros iban con copas de bebidas alcohólicas y con bandejas de canapés de un lado a otro de forma calmada. El día era precioso y no había rastro de nubes en el cielo. En ese barco se encontraban unos cuantos nobles pero como de costumbre vigilados por algunos guardas y marines. La isla de Galuna había sido el destino favorito de aquellas personas que se dedicaban a gritar y reír observando la isla. La voz de un hombre se escuchó en la cubierta del barco de forma seria.
- Señores en pocos minutos se desembarcara para que ustedes puedan pisar la isla, no se permite alejarse de los demás y no se permite dañar las plantas de esta. Esto es un crucero visita que ustedes han pagado y solo podrán ver y tocar como mucho de forma calmada. Ahora prepárense porque vamos a desembarcar.
Aquel hombre era el capitán del barco, tendría unos treinta años por lo que era joven. Su pelo era rubio y sus ojos azules claros. Tenía barba de algunos días al igual que bigote y no parecía un mal tipo. En la cabeza llevaba un gorro negro con una insignia, vestía con una camisa negra y una corbata roja con un traje negro también. Sus pantalones también eran negros al igual que sus zapatos y llevaba unos anillos de plata en la mano izquierda. Sin pensárselo se fue a timón y comenzó a hablar con unos hombres trajeados que se ocupaban de echar el ancla y parar el barco.
Las personas que había en cubierta cuchicheaban entre ellas, unas hablaban bien del capitán y otras decían que se creía alguien importante. Los nobles pasaban de todo y solo miraban por la borda esperando a que por fin comenzara la visita. Sin embargo aquel barco no parecía ser precisamente algo inaccesible. Se les había colado un polizón y no se habían dado cuenta. En uno de los camarotes que había quedado vacío se había alojado nuestro intruso. Se trataba del vagabundo que iba de un lado a otro. Era una persona amable y educada pero tenía la mala costumbre de colarse en los sitios por falta de dinero. Ahora estaba echado sobre la cama con su libro.
Leía de forma calmada cuando notó como el barco había parado, por fin habían llegado a la isla, el chico sonrió. Cogió su túnica marrón y se la echó por encima colocándose la capucha. Por dentro su túnica blanca y en su cintura camufladas sus dos espadas. El espadachín suspiró algo aburrido y empezó a crear una pequeña estaca a partir de hielo. Tenía el poder de controlar y crear el hielo desde que se comió aquella fruta. Se quedó allí esperando un rato a que todos bajaran para bajar después él. No quería que nadie le viera y por eso se había puesto aquella capucha.
- Señores en pocos minutos se desembarcara para que ustedes puedan pisar la isla, no se permite alejarse de los demás y no se permite dañar las plantas de esta. Esto es un crucero visita que ustedes han pagado y solo podrán ver y tocar como mucho de forma calmada. Ahora prepárense porque vamos a desembarcar.
Aquel hombre era el capitán del barco, tendría unos treinta años por lo que era joven. Su pelo era rubio y sus ojos azules claros. Tenía barba de algunos días al igual que bigote y no parecía un mal tipo. En la cabeza llevaba un gorro negro con una insignia, vestía con una camisa negra y una corbata roja con un traje negro también. Sus pantalones también eran negros al igual que sus zapatos y llevaba unos anillos de plata en la mano izquierda. Sin pensárselo se fue a timón y comenzó a hablar con unos hombres trajeados que se ocupaban de echar el ancla y parar el barco.
Las personas que había en cubierta cuchicheaban entre ellas, unas hablaban bien del capitán y otras decían que se creía alguien importante. Los nobles pasaban de todo y solo miraban por la borda esperando a que por fin comenzara la visita. Sin embargo aquel barco no parecía ser precisamente algo inaccesible. Se les había colado un polizón y no se habían dado cuenta. En uno de los camarotes que había quedado vacío se había alojado nuestro intruso. Se trataba del vagabundo que iba de un lado a otro. Era una persona amable y educada pero tenía la mala costumbre de colarse en los sitios por falta de dinero. Ahora estaba echado sobre la cama con su libro.
Leía de forma calmada cuando notó como el barco había parado, por fin habían llegado a la isla, el chico sonrió. Cogió su túnica marrón y se la echó por encima colocándose la capucha. Por dentro su túnica blanca y en su cintura camufladas sus dos espadas. El espadachín suspiró algo aburrido y empezó a crear una pequeña estaca a partir de hielo. Tenía el poder de controlar y crear el hielo desde que se comió aquella fruta. Se quedó allí esperando un rato a que todos bajaran para bajar después él. No quería que nadie le viera y por eso se había puesto aquella capucha.
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