(Privado) El legado de un caballero (Lion D. Émile y yo)

Kaín se encontraba tumbado en el jardín del dojo de su amigo, el maestro de esgrima. Había ido a visitarlo de camino a su siguiente destino y, como siempre, su buen amigo le había convencido para que se quedara un par de días. Kaín adoraba aquella isla y disfrutaba viendo el esfuerzo de los alumnos de su amigo, así que no se hizo demasiado de rogar.

Tras una pequeña siesta, el cazador salió a dar una vuelta por la ciudad. Conocía a algunas de las personas de la isla bastante bien debido al gran numero de veces que pasaba por la isla. El cazador tenía ganas de relajarse un poco más, aquel día no se sentía belicoso, así que se dirigió a su bar favorito, que era el más lujoso de la isla. Entró y se sentó en su sitio de siempre, una mesa en un rincón, justo al lado de la ventana que daba al mar. No hizo falta que pidiera, pues el cazador siempre tomaba lo mismo. El camarero le acercó una jarra de un litro de zumo de naranja y el cazador le dio un largo trago antes de depositar unos berries en la mano del camarero, que sonrió al ver que había una propina bastante cuantiosa.

Kaín miró por la ventana mientras bebía con calma y sin prisas, pensando en que le depararía el destino para aquella jornada.

Émile caminaba por las calles con cierta rapidez. Se le veía algo distraído y pensativo. Le habían salido enormes ojeras a base de dormir poco. Llevaba un tiempo preocupado por el hecho de que últimamente estaba abusando demasiado del poder de su akuma, y eso estaba volviéndolo más violento. "Camino por una línea muy fina. No quiero acabar igual que mi padre." Sin embargo, por cansado que estuviese tenía una misión que cumplir en esa ciudad. Había un marine que tenía información que necesitaba. Estaba preparando un plan para tenderle una trampa a su padre y derrotarlo, y para ello necesitaba una serie de planos. Sabía que todos los años había una reunión de altos cargos marines del East Blue en una isla alejada. Era un secreto casi a voces en la Marina, y se lo había sonsacado a un sargento no hacía demasiado. Émile había hecho pactos con los revolucionarios, pues a ellos también les interesaba actuar en esa reunión, y juntos colaborarían para llevarla al traste. Y daba la casualidad de que en Shimotsuki había un marine al que debían suplantar. Era un oficial encargado de la seguridad y transporte de oficiales al lugar de la reunión. Estaba vigilado en todo momento por un marine de rango medio, un teniente bastante fuerte. El plan era sencillo. Atacaría y mataría al Teniente, y los revolucionarios acabarían con el oficial. Después de eso, un espía experto de estos se encargaría de suplantarlo.

- El problema es localizar a ese capullo - masculló entre dientes.

Entró a una taberna y se sentó en la primera mesa vacía que encontró. Depositó la maleta a su lado y esperó a que el tabernero se acercase a servirle, tamborileando con los dedos en la madera. Aburrido y cansado, apoyó la cabeza sobre su mano y el codo sobre la mesa. Cuando fueron a atenderle, se limitó a pedir un plato de arroz y un café bien cargado. Bostezó, estirándose, y se fijó en un hombre de pelo blanco que había al otro lado de la estancia. Sonrió, se levantó y fue junto a él.

- ¡Kaín! ¡Cuánto tiempo! - dijo alegremente - ¿qué es de tu vida?

Kaín no había visto entrar a Émile en la taberna por lo que, cuando este le saludó, lo pilló por sorpresa.

-¡Émile! Ha pasado bastante tiempo desde la última vez.- Dijo mientras le tendía la mano izquierda, pues en la diestra llevaba la prótesis, para estrecharla.- He de admitir que Shimotsuki era uno de los últimos lugares donde esperaba encontrarte, amigo mío. ¡Robert! Trae el pedido de este chico a mi mesa. Y no me seas rata, que es un buen amigo.- Añadió mirando al camarero con una sonrisa maliciosa. Parte de la taberna se rió ante el comentario mientras Kaín se alegraba de ver a su amigo.- La verdad es que conozco bastante bien esta isla y sus gentes, un antiguo amigo vive aquí y cada vez que vengo me acabo quedando varios días. Pero bueno, ya basta de hablar de mi. ¿Como te han ido las cosas para que acabes en esta pacífica isla, amigo mío?