Flea
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Ah, mujeres. Yo, Flea D. Grohl, por cosas del destino, había llegado a la isla más femenina que uno pueda llegar a encontrar, superando con creces a la Isla Okama. Se trataba de Amazon Lily, una isla donde sólo había mujeres. Estaba por las costas de la isla, cuando unas mujeres pasaron corriendo, al parecer entrenando. Por suerte había un barco cerca de ahí, y logré tirarme y esconderme justo a tiempo, sin que me vieran.
Lo que había leído en los libros era que las mujeres de esta isla no permitían la entrada de hombres. De hecho, frente mío, había un cartel enorme con la leyenda: "Hombres: No pasar. Sólo entrar si tu nombre es Monkey D. Luffy". Obviamente no pude hacer otra cosa más que recordar al famosísimo pirata, el cual habría pasado por aquí, en una de sus tantas aventuras.
Cuando perdí de vista a las lindas muchachas que entrenaban, fui hasta el bosque, cogí varias plantas, y me las coloqué en el pelo, para pasar desapercibido por ahí. Escalé un árbol, para ver lo que sucedía, puesto que había muchos gritos y sobresaltos. Una grata sorpresa me llevé cuando un hombre, sí, otro hombre, estaba escapando de mujeres que lo perseguían a flechazos. En un momento, el tipo hizo un muro de hielo, lo cual me llamo mucho la atención.
Yo me reí y dije para mis adentros:
- Qué lástima que a ti no te ensenó Leonel a ser silencioso. Gracias jefe. - y bajé del árbol, cuando tres mujeres me vieron bajar, y comenzaron a gritar, al igual que con el otro muchacho, que no paraba de correr. Yo, opté por ser más estratega, y les mentí:
- Sh, calla, joder - tapando su boca - ¿No lo sabes? Mi nombre es Monkey D. Luffy. No vengo a hacerles daño - al momento en que quité mi mano de su boca, ya habían veinte Guerreras de la isla, apuntándome con sus flechas, a mi persona - ¿No han escuchado lo que le dije a ella? - pregunté, levantando las manos - me llamo Monkey D. Luffy. Me pusieron ese nombre en honor al legendario pirata - las chicas comenzaron a murmurar entre ellas, preguntándose si lo que yo les decía era verdad - insisto: no vengo a hacerles daño - luego de aquellas palabras, una guerrera se acercó hacia mí, mientras las demás bajaban sus arcos. Ésta me dijo:
- Es extraño. Y curioso a la vez, que dos hombres hayan decidido entrar al mismo tiempo a esta isla sólo de mujeres. Espero que no se estén aliando para hacernos cosas malas, y si es así, lo siento, pues el otro hombre ya ha sido aprisionado.
- He visto a ese tipo correr. En serio, no estoy relacionado para nada con él - conteste. Luego pensé en la oportunidad de poder sacarlo de las rejas - bueno, quizás si lo conozca, pero no arreglamos para... para... - en ese momento me había perdido en los enormes pechos de la guerrera, la cual me miraba con unos ojos amenazantes. Yo era más alto que ella, por lo que podía ver en buena cámara los globos casi saliendo de su sostén. Un poco de baba se me caía, pero recuperé el conocimiento, y terminé lo que estaba diciendo - pero no arreglamos para venir aquí a hacer estragos.
La guerrera, debido a mi actitud, no me creyó, por lo que fui atado con cuerdas, a una prisión con rejas de madera. Por casualidad, el otro tío estaba ahí, y empecé a carcajear demasiado, y le sonreí, saludándolo como bien podía, pues tenía las manos atadas a la cuerda.
- ¿Y? ¿Cómo va todo, Hielitos? - le pregunté, riendo mucho. La situación era extremadamente divertida, y muy extraña. Esperé respuesta, pero tal vez no la escucharía, pues estaba estallando de la risa en ese momento. Hasta que traté de acercarme a él como buenamente podía, arrastrando la silla hacia donde él estaba, y le consulté, susurrando - ¿Más o menos a qué hora escapamos?
Lo que había leído en los libros era que las mujeres de esta isla no permitían la entrada de hombres. De hecho, frente mío, había un cartel enorme con la leyenda: "Hombres: No pasar. Sólo entrar si tu nombre es Monkey D. Luffy". Obviamente no pude hacer otra cosa más que recordar al famosísimo pirata, el cual habría pasado por aquí, en una de sus tantas aventuras.
Cuando perdí de vista a las lindas muchachas que entrenaban, fui hasta el bosque, cogí varias plantas, y me las coloqué en el pelo, para pasar desapercibido por ahí. Escalé un árbol, para ver lo que sucedía, puesto que había muchos gritos y sobresaltos. Una grata sorpresa me llevé cuando un hombre, sí, otro hombre, estaba escapando de mujeres que lo perseguían a flechazos. En un momento, el tipo hizo un muro de hielo, lo cual me llamo mucho la atención.
Yo me reí y dije para mis adentros:
- Qué lástima que a ti no te ensenó Leonel a ser silencioso. Gracias jefe. - y bajé del árbol, cuando tres mujeres me vieron bajar, y comenzaron a gritar, al igual que con el otro muchacho, que no paraba de correr. Yo, opté por ser más estratega, y les mentí:
- Sh, calla, joder - tapando su boca - ¿No lo sabes? Mi nombre es Monkey D. Luffy. No vengo a hacerles daño - al momento en que quité mi mano de su boca, ya habían veinte Guerreras de la isla, apuntándome con sus flechas, a mi persona - ¿No han escuchado lo que le dije a ella? - pregunté, levantando las manos - me llamo Monkey D. Luffy. Me pusieron ese nombre en honor al legendario pirata - las chicas comenzaron a murmurar entre ellas, preguntándose si lo que yo les decía era verdad - insisto: no vengo a hacerles daño - luego de aquellas palabras, una guerrera se acercó hacia mí, mientras las demás bajaban sus arcos. Ésta me dijo:
- Es extraño. Y curioso a la vez, que dos hombres hayan decidido entrar al mismo tiempo a esta isla sólo de mujeres. Espero que no se estén aliando para hacernos cosas malas, y si es así, lo siento, pues el otro hombre ya ha sido aprisionado.
- He visto a ese tipo correr. En serio, no estoy relacionado para nada con él - conteste. Luego pensé en la oportunidad de poder sacarlo de las rejas - bueno, quizás si lo conozca, pero no arreglamos para... para... - en ese momento me había perdido en los enormes pechos de la guerrera, la cual me miraba con unos ojos amenazantes. Yo era más alto que ella, por lo que podía ver en buena cámara los globos casi saliendo de su sostén. Un poco de baba se me caía, pero recuperé el conocimiento, y terminé lo que estaba diciendo - pero no arreglamos para venir aquí a hacer estragos.
La guerrera, debido a mi actitud, no me creyó, por lo que fui atado con cuerdas, a una prisión con rejas de madera. Por casualidad, el otro tío estaba ahí, y empecé a carcajear demasiado, y le sonreí, saludándolo como bien podía, pues tenía las manos atadas a la cuerda.
- ¿Y? ¿Cómo va todo, Hielitos? - le pregunté, riendo mucho. La situación era extremadamente divertida, y muy extraña. Esperé respuesta, pero tal vez no la escucharía, pues estaba estallando de la risa en ese momento. Hasta que traté de acercarme a él como buenamente podía, arrastrando la silla hacia donde él estaba, y le consulté, susurrando - ¿Más o menos a qué hora escapamos?
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