Lo que no te mata... te obliga a ser más fuerte (Privado Alex y Dexter)

Paso a paso se arrastraba, lentamente, casi sin fuerzas para hacerlo. La sangre caía desde la herida de su vientre a pesar de taparla con la mano. Hacía minutos que no distinguía nada de lo que había a su alrededor a causa de su vista nublada. El desangre estaba a punto de llevarlo a la inconsciencia, pero aún podía aguantar un poco más, solo un poco más... Cada movimiento era un desastroso intento por avanzar, pero parecía un camino eterno y el cazador creía no avanzar. La muerte ya susurraba en la distancia con su melodioso y suave voz mientas acariciaba la nuca de Alex con su gélida y dolorosa mano. No iba a llegar, nunca iba a hacerlo. Su vida estaba llegando a su fin y lo único que podía hacer era andar... pero cayó al suelo.

Abrió los ojos. Todavía tenía la vista algo nublada, aunque se sentía cómodo y cálido. La boca ya no le sabía a hierro ni a sangre y tenía los labios húmedos. La piel estaba más caliente de lo normal, muy probablemente derivado de una fiebre. Miró alrededor con lentitud, la cabeza le dolía a horrores. Estaba en el interior de una sala. Su cuerpo yacía tendido sobre un blando colchón. No recordaba haber llegado a ningún lugar. De hecho no recordaba nada. La última imagen que tenía en su mente era la del puñal atravesando su abdomen. Todo lo demás eran lagunas. Podía ver el suelo, la sangre en sus manos... y el cadáver de aquel hombre. Ese intento de asesino que había tratado de matarlo tras matar a otro cazador y a una mujer ahora se pudría por aquello.

Pero Alex lo había matado. No era la primera vez que mataba a alguien, pero esta vez no lo lamentó tanto. Casi se podría decir que disfrutó cuando escuchó cómo crujía el cuello de aquel criminal bajo la presión de sus manos. Y eso lo asustaba. Temía convertirse en un monstruo como a los que daba caza. Se sentía mal no solo por haber deseado la muerte de alguien y propinársela, si no por disfrutarla. Que clase de justicia era aquella si se atrevía a juzgar mientras tenía las manos manchadas de sangre... Su cabeza palpitaba con fuerza y no tardó en perder la consciencia de nuevo. Esta vez se despertó algo antes y descubrió que seguía en aquella sala, no había sido un sueño. Pero, ¿cómo había llegado hasta ahí? Un primer vistazo indicó que no había nadie en el lugar.

Trató de levantarse, pero el dolor cruzó su abdomen por la herida todavía abierta y tuvo que tenderse de nuevo. Levantó la sábana que lo tapaba y pudo ver un vendaje bien puesto y algo similar a un ungüento que sobresalía de éste. Alguien había tratado su herida y de una manera bastante cuidada. Volvió a mirar, pero seguía sin ver a nadie. La sala era pequeña, debía ser una habitación. Pero no podía distinguir mucho más. había algunos muebles y una pequeña ventana. Las paredes eran blancas y la madera de la puerta antigua. Era un edificio algo viejo por la apariencia de las paredes. Apoyó los brazos en el colchón y, con mucho cuidado, se reincorporó. La herida le dolía bastante, pero era soportable. Al menos seguía vivo. Pero debía saber qué había ocurrido.

-¿Hay alguien? ¿Hola?- Preguntó.

Nadie respondió. Se levantó con gran dificultad y se apoyó en la pared. Sintió vértigo y creyó haber caído al suelo tres veces pero, cuando abría los ojos, seguía en pie. Era una sensación horrible. Pero... se sentía en calma, notaba una tranquilidad anormal. Se palpó el lugar donde estaba la herida. Dolía la tacto pero no un dolor típico, más bien como si volvieran a punzarlo. Miró su mano y no estaba ensangrentada. La venda que cubría la zona afectada también se mantenía limpia. Anduvo unos pasos y logró llegar hasta la puerta. El vértigo parecía cesar, aunque el ambiente se mantenía igual. Cerró los ojos y los apretó con fuerza. Cuando los abrió estaba en perfectas condiciones. Dentro de las posibilidades que tenía. Llevó la mano al pomo de la puerta. El hierro estaba templado, aunque le dolió como si estuviera congelado. Su mente le jugaba una mala pasada. Empujó con fuerza y la puerta se abrió con facilidad. Una brisa fresca inundó la estancia y renovó sus pulmones. Le hacía falta. Al salir pudo ver un pasillo que se bifurcaba desde ahí.

A la derecha estaba totalmente oscuro y no lograba verse el final. A su izquierda estaba claro e iluminado por una lejana y blanquecina luz. Había una infinidad de pared sin puertas ni ventanas. Su instinto lo obligó a ir hacia la luz. La oscuridad no aportaba más que inseguridad y frío. No había estado ahí, pero algo se lo decía. Fue entonces cuando escuchó algo. Era un leve sonido, un susurro casi imperceptible pero constante. Cuanto más andaba más alto lo escuchaba. Hasta que finalmente lo escuchó. "Date la vuelta, mi amor, date la vuelta". Se paró en seco y cayó de rodillas. La herida le dolía de repente y la sangre comenzó a brotar. Trató de taponar la salida del líquido carmesí con su mano izquierda mientras se apoyaba en la pared con la derecha e intentaba levantarse. Cuando lo consiguió miró hacia atrás. La oscuridad avanzó en su dirección de forma amenazante. La luz se tornó más cálida y cómoda... pero la voz se escuchó más clara y fuerte. "Por favor, mi amor, date la vuelta".

Pero la oscuridad era mala, no podía dar la vuelta. O quizás sí. Hizo ahínco de todo su valor y volvió sobre sus pasos internándose en la negrura. El frío calaba sus huesos y desgarraba su piel, pero no se sentía dañado ni impotente, si no protegido. La oscuridad intentaba dañarlo pero no era capaz. La luz no tardó en desaparecer, pero algo volvió a iluminar. Una presencia nívea eliminó la oscuridad alrededor de Alex. Sintió un abrazo que renovó sus fuerzas y lo llenó de vitalidad. Las lágrimas recorrieron su mejilla calentándola mientras el dolor desaparecía. Frente a él se mostró la presencia. Su belleza era inigualable, la muerte no había conseguido marchitarla y se mostraba tan hermosa y dulce como siempre. Su voz melodiosa llenaba de felicidad el corazón del moreno. Alex trató de moverse, de abrazarla, de impedir que se marchara mientras esta se alejaba lentamente. la voz no salía de su garganta, no podía gritar, no podía moverse, no podía impedir que volviera a marcharse. "Vive por los dos" dijo la presencia antes de desaparecer por completo.

-¡Anne!- Gritó Alex al despertarse bruscamente con la frente perlada de sudor y el rostro empapado pro las lágrimas.

Anne no estaba ahí, Anne no estaba en ningún lugar, se había marchado para siempre. Pero no podía sentirla más cerca que en aquel momento. Palpó la zona donde se encontraba su corazón y sonrió, después vio que había alguien más allí. No le costó mucho averiguar de quién se trataba, era alguien a quien había conocido hacía un tiempo, el único e inigualable Dexter. Aquel curioso y original sujeto le había sorprendido mucho, pero le sorprendía más que estuviera allí en aquel momento. ¿Que hacía junto a él y qué hacía Alex allí? Había lagunas en su mente y no podía recordar muy bien lo que había ocurrido. Y le costaba entender lo que su compañero cazador le decía. Se presentó y dijo algo sobre pollo crudo.

-Po... ¿pollo crudo y tofu? Hola de nuevo, Dexter- Dijo con una sonrisa.

Trató de recordar. Visualizaba un cuchillo ensangrentado. La hoja, teñida de rojo, acababa de salir de su abdomen. El dolor lacerante recorría su cuerpo justo antes de desmallarse. Pero algo había ocurrido antes de aquello. Pero... ¿qué? Sí, algo llegaba a su mente, una vibración recorría todo el suelo a su alrededor quebrándolo y criando grietas que se dirigían hacia alguien. Quizás un amigo o... ¡un enemigo! El asesino, estaba rodeado de los cadáveres de un grupo de mujeres. Alex se había dejado llevar por la ira y corrió hacia él. Apretó su cuello entre las manos y apretó tan fuerte como pudo. Aquella visión lo había trastocado de tal manera que ni si quiera había sentido la punzada del arma hasta acabar con la vida del criminal. Después la sacó él mismo de su cuerpo y perdió el conocimiento pro el desangre.

Por suerte había alguien que lo había salvado, el bicromado cazador con el que ya se había topado anteriormente. Debía agradecérselo, le debía la vida con total seguridad. Pero la culpabilidad azotaba su mente con fuerza. había matado a un hombre, otra vez, en vez de hacer justicia como debía. Si Anne hubiera estado ahí no habría estado orgullosa de aquello. Aunque tampoco habría perdonado al asesino por aquella matanza. ¿Qué podía llevar a una persona a cometer tal atrocidad? Alex no entendería jamás aquellos razonamientos, no podía comprender los actos de aquellos monstruos a los que perseguía y mucho menos los permitiría. Se reincorporó con dificultad quedándose sentado y miró a Dexter.

-Muchas gracias, creo que te debo la vida- Le dijo con los ojos brillantes y una sonrisa sincera.

Todavía sentía dolor todo era demasiado reciente y no se recuperaba tan rápido como desearía. Y el médico estaba preparado para decirle presto cual era su situación, aunque Alex lo detuvo con un gesto de la mano. No era la primera vez que lo atendían y estaba claro que no sería la última. Conocía de sobras el protocolo y todas las alertas que un médico podía decirle llegando a estar incluso una semana en cama. Pero no esta vez, no iba a dejar que le arrebataran otra semana de ida pro algo tan nimio... o casi tan nimio. Se levantó con dolor en la zona afectada y éste se extendió a casi todo el cuerpo. Respiro profundamente y terminó de ponerse en pie con suavidad.

-Sé que estoy grave y que no debería moverme, pero si no lo hago voy a empeorar- Aclaró.

Ciertamente odiaba quedarse tirado en la cama por culpa de una herida. El doctor no parecía estar de acuerdo con el paciente pues negó con la cabeza en ademán de reproche y exhaló un "ah" de resignación. Al ver que no tenía "poder" alguno sobre el cazador le indicó que podía marcharse y se sentó en el escritorio. Alex se vistió con sumo cuidado para no tocar la herida ni rozarla con al ropa, aunque falló en su empeño y se hizo daño varias veces. Podría haber pedido ayuda pero no creía que el señor lo ayudara de buen gusto después de aquello. Se acercó al médico y, con una mano en el hombro, le dio las gracias por el tratamiento. Se marchó y sintió la brisa que llegaba desde el exterior. La consulta era pequeña, pero no podía esperarse más de un pueblo. Y ahí estaba Dexter con su mirada tan atenta y tan perdida. A veces Alex se preguntaba si de verdad estaba loco o era el hombre más inteligente que había conocido.

-Quizás encaje en los dos- Se aseguró.

Y, por lo que había visto, no se equivocaba. A pesar de su aparente escasa cordura, Dexter mostraba momentos de gran lucidez en los que actuaba mejor que cualquier otra persona y el cazador admiraba aquello. pero ahora había algo que venía a su cabeza, comida. Siempre le venía el hambre después de una puñalada. ¿Por qué no celebrar la superviviencia de esa forma? No se le ocurría nada mejor.

-Has dicho algo de invitarme a comer. Te sigo- Le comentó a su compañero.

Había escuchado que había buenos restaurantes en la zona, aunque era curioso en un lugar tan pequeño. ¿Pero quién era él para cuestionar las habilidades gastronómicas de los habitantes sin ni siquiera probar la comida? Los juicios vendrían cuando tuviera la panza llena.