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Aburrido. Así me encontraba yo, ese maldito sentimiento que me hace olvidarme de muchas cosas, y sin embargo, allí me encontraba, volando por los aires, pasando de mar en mar, isla por isla buscando algo interesante que hacer. A veces... me veía obligado a volar por encima de las nubes. ¿Porqué? Por la simple razón de que si había algo que detestaba, era el simple hecho de tener que mojarme o pasar por tormentas de rayos. Vamos, que el hielo es un intenso conductor de electricidad, es agua en estado sólido a fin de cuentas; Vestía una camisa negra abotonada aunque no por completo, arremangada a 3/4 de brazo, un pantalón de vestir negro bien planchado con las piernas marcadas sujeto con un cinto del mismo color y un bucle cuadrado de plata pulida. Mocasines negros y ya. Nada más que eso es lo que me encontraba vistiendo, ya que me gustaba andar con ropa elegante de vez en cuando, me recordaba mi nuevo estatuto social y la cantidad excesiva de dinero que fluía de mis caudales monetarios gracias a las últimas recompensas que estuve cobrando; Pero el deseo de más dinero era lo que me hacía seguir, esta vez... rumores e información de fuentes confidenciales me llevaron hasta Shoko, una isla del West Blue más que extraña, a decir verdad, nunca me esperaría tener que 'aterrizar' en un lugar como este.
¿Aterrizar? Obvio, estaba volando, ¿cómo se imaginaban que estaba transportándome sino? Bajé por las nubes tormentosas, esquivando los granizos que por poco y me impactaban en la cara. Los relámpagos entre medio de las nubes caían también a una distancia muy cercana a mi dejándome los oídos algo aturdidos por el sonido tan crispante y rompe-tímpanos que estos tenían. Pero al fin pasé la gruesa capa de nubes, llegando a la isla. Aterricé en el puerto, el cual algo rupestre crujía con cada paso que daba. El ambiente era oscuro, lúgubre y hasta algo pobre. Se notaba que era una isla que no se destacaba por sus lujos y detalles en las edificaciones, sino en vivir con lo poco que tenían lo mejor que podían; Me dirigí al único lugar que en esos momentos se me apetecía: La taberna. No fue demasiado complicado encontrarla, era uno de los lugares mejor conservados de la isla ¿Tal vez porque era el más concurrido y el que más dinero acumulaba? Aunque quien sabe, en una de esas la pobreza los habría alcanzado a ellos por igual. Me adentré rápidamente, escuchando la música bien clásica de taberna, encabezando el sonido de un violín un tanto antiguo, sus cuerdas sonaban mejor que las de uno nuevo. Me acerqué a la barra, sentándome en una de las tantas bancas dispuestas a lo largo de esta, y cuando el dependiente se acercó, mirándome con esa característica expresión expectante de todo tabernero, le hablé.
— Una jarra de cerveza Stout bien fría, por favor. — dije goteando un tanto de agua, me había mojado con las nubes al pasar por estas. La ropa se me apegaba un tanto al cuerpo debido a esto; Viré mi mirada hacia un lado, pasando por lo que parecía ser un cartel que poseía un sin fin de carteles de "Se Busca", entre ellos algunos piratas del West Blue, y otros que sabía estaban entrando al Grand Line justo en estos momentos. — Heh...~ Nadie que valga la pena, me cago en Jebús. — bufé al final, arrugando un poco el ceño. Esperaba que la cosa se pusiera interesante pronto, o tendría que seguir volando hasta encontrar una isla en la cual no me aburriera como una puta ostra.
¿Aterrizar? Obvio, estaba volando, ¿cómo se imaginaban que estaba transportándome sino? Bajé por las nubes tormentosas, esquivando los granizos que por poco y me impactaban en la cara. Los relámpagos entre medio de las nubes caían también a una distancia muy cercana a mi dejándome los oídos algo aturdidos por el sonido tan crispante y rompe-tímpanos que estos tenían. Pero al fin pasé la gruesa capa de nubes, llegando a la isla. Aterricé en el puerto, el cual algo rupestre crujía con cada paso que daba. El ambiente era oscuro, lúgubre y hasta algo pobre. Se notaba que era una isla que no se destacaba por sus lujos y detalles en las edificaciones, sino en vivir con lo poco que tenían lo mejor que podían; Me dirigí al único lugar que en esos momentos se me apetecía: La taberna. No fue demasiado complicado encontrarla, era uno de los lugares mejor conservados de la isla ¿Tal vez porque era el más concurrido y el que más dinero acumulaba? Aunque quien sabe, en una de esas la pobreza los habría alcanzado a ellos por igual. Me adentré rápidamente, escuchando la música bien clásica de taberna, encabezando el sonido de un violín un tanto antiguo, sus cuerdas sonaban mejor que las de uno nuevo. Me acerqué a la barra, sentándome en una de las tantas bancas dispuestas a lo largo de esta, y cuando el dependiente se acercó, mirándome con esa característica expresión expectante de todo tabernero, le hablé.
— Una jarra de cerveza Stout bien fría, por favor. — dije goteando un tanto de agua, me había mojado con las nubes al pasar por estas. La ropa se me apegaba un tanto al cuerpo debido a esto; Viré mi mirada hacia un lado, pasando por lo que parecía ser un cartel que poseía un sin fin de carteles de "Se Busca", entre ellos algunos piratas del West Blue, y otros que sabía estaban entrando al Grand Line justo en estos momentos. — Heh...~ Nadie que valga la pena, me cago en Jebús. — bufé al final, arrugando un poco el ceño. Esperaba que la cosa se pusiera interesante pronto, o tendría que seguir volando hasta encontrar una isla en la cual no me aburriera como una puta ostra.
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Tan rápido como había llegado, ya había algo raro en el aire, como si se tratara de una mala presencia, un mal augurio u algo por el estilo. ¿Me importaba? En absoluto, de hecho me preocupaba más que el tabernero no me diera la cerveza fría como yo había pedido, antes que un par de personas yéndose del Bar con una expresión fría y preocupante. Arrugué el ceño, estaba aburrido realmente... y el lugar no es como si tuviese música demasiado animosa para aminorar ese aburrimiento. Un letargo presente en toda la isla se hacía presente, la gran mayoría parecía estar con un desanimo total, era deprimente ver aquello; Me levanté de mi asiento cuando un sujeto a mi lado hizo lo mismo, aunque no le seguí, solo me hice el tonto y estiré los brazos hacia el cielo. Curioso de ver a donde salía o a quien seguía -ya que realmente no tenía nada mejor que hacer a estas alturas- una vez aquel muchacho salió de la taberna posiblemente siguiendo al encapuchado y la joven que se había llevado con ella, me tomé de fondo blanco la cerveza Stout que había pedido. Acto seguido, salí con paso taciturno y pausado, con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón.
Como para variar un poco las cosas y no hacer evidente que todos nos estábamos siguiendo mutuamente, decidí emprender vuelo lo más disimulado y veloz que pude hacia encima de las casas, para así simplemente seguir desde arriba a aquellos individuos. tal vez levantaría sospechas rápidamente, pero entre ir por la calle y saltar de techo en techo por aquellos lugares realmente prefería la segunda opción; Aquel encapuchado individuo que ahora se hacía a notar como un secuestrador debido a la marca de pasos suyos y dos lineas algo curvilíneas proviniendo de los pies de la chica los cuales denotaba que los estaba arrastrando, haciendo saber que intentaba detener el paso ajeno, pero todo en vano. — "Tsé... ¿y este quien es, un asalta cunas?" — pensé en un momento. El cielo estaba oscuro, tormentoso. Algunos rayos caían, pero lo suficientemente lejos como para que su sonido tardara varios segundos en emitirse o al menos, llegar a nuestros oídos. Pero la respuesta no se hizo esperar. Parecía ser que se acercaban a una edificación abandonada, descuidada pero no tenía las pintas de querer desmoronarse o caerse en pedazos en un futuro cercano. Se adentraron a aquel lugar. La chica intentó emitir un grito ya que fue fácilmente audible inclusive entre la lluvia que empezaba a caer.
— No me quería mojar más... — murmuré hablando conmigo mismo, desviando la mirada de soslayo hacia aquel joven que había visto salir tras esos dos en la taberna. Me resultaba curioso, ¿porqué estábamos persiguiendo a la misma persona? A fin de cuentas, cada quien tiene sus motivos, pero cuando los dos tenemos el mismo, algo hay que hacer. Esperando que no se diera cuenta, salté de uno de los tantos techos de esos edificios circundantes al que el encapuchado y la fémina se habían metido, aterrizando en la calle, tras el chico aquel, desconocido para mi en esos momentos. No me sonaba de ningún lado su rostro. Aclaré mi garganta, estaba claro que quería hacer notar mi presencia, pero solamente a él. — Ahem... ¿así que nos trae por aquí el mismo motivo, no crees? Bueno, o eso he de suponer. — fue lo único que salió por mis labiales. Me crucé de brazos, aún se notaba mi ropa humedecida por la lluvia y ahora inclusive más. Apegada a mi cuerpo, incómoda. Vaya mierda de clima.
Como para variar un poco las cosas y no hacer evidente que todos nos estábamos siguiendo mutuamente, decidí emprender vuelo lo más disimulado y veloz que pude hacia encima de las casas, para así simplemente seguir desde arriba a aquellos individuos. tal vez levantaría sospechas rápidamente, pero entre ir por la calle y saltar de techo en techo por aquellos lugares realmente prefería la segunda opción; Aquel encapuchado individuo que ahora se hacía a notar como un secuestrador debido a la marca de pasos suyos y dos lineas algo curvilíneas proviniendo de los pies de la chica los cuales denotaba que los estaba arrastrando, haciendo saber que intentaba detener el paso ajeno, pero todo en vano. — "Tsé... ¿y este quien es, un asalta cunas?" — pensé en un momento. El cielo estaba oscuro, tormentoso. Algunos rayos caían, pero lo suficientemente lejos como para que su sonido tardara varios segundos en emitirse o al menos, llegar a nuestros oídos. Pero la respuesta no se hizo esperar. Parecía ser que se acercaban a una edificación abandonada, descuidada pero no tenía las pintas de querer desmoronarse o caerse en pedazos en un futuro cercano. Se adentraron a aquel lugar. La chica intentó emitir un grito ya que fue fácilmente audible inclusive entre la lluvia que empezaba a caer.
— No me quería mojar más... — murmuré hablando conmigo mismo, desviando la mirada de soslayo hacia aquel joven que había visto salir tras esos dos en la taberna. Me resultaba curioso, ¿porqué estábamos persiguiendo a la misma persona? A fin de cuentas, cada quien tiene sus motivos, pero cuando los dos tenemos el mismo, algo hay que hacer. Esperando que no se diera cuenta, salté de uno de los tantos techos de esos edificios circundantes al que el encapuchado y la fémina se habían metido, aterrizando en la calle, tras el chico aquel, desconocido para mi en esos momentos. No me sonaba de ningún lado su rostro. Aclaré mi garganta, estaba claro que quería hacer notar mi presencia, pero solamente a él. — Ahem... ¿así que nos trae por aquí el mismo motivo, no crees? Bueno, o eso he de suponer. — fue lo único que salió por mis labiales. Me crucé de brazos, aún se notaba mi ropa humedecida por la lluvia y ahora inclusive más. Apegada a mi cuerpo, incómoda. Vaya mierda de clima.
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Mucha cháchara literaria. Seguro este muchacho se come los libros de muchos filósofos contemporáneos y del pasado a su vez. Arrugué un poco el cejo y cuando se dio vuelta simplemente giré los ojos poniéndolos en blanco por unas milésimas de segundos. No es como si me interesara demasiado lo que él tenía para hacer, pero podría ser parte de ese dúo que estaba yendo a la edificación abandonada. Él se adentró primero, a lo que yo le seguí sin cerrar la puerta tras de mi para no hacer demasiado ruido, aunque seguro ya el hombre encapuchado y la fémina se habían dado cuenta de nuestra presencia. Era evidente, algo raro estaba sucediendo en aquel lugar. ¿Pero con qué nos encontramos a la hora de entrar a esa casona de buen tamaño, abandonada y descuidada por los años y el desinterés de aquellos que ya no parecían estar viviendo dentro de esta? Poseía una apariencia lúgubre por dentro, la madera estaba oscurecida y ennegrecida debido a la humedad. Por el techo caía un goteo constante debido al techo maltrecho. Era un verdadero asco. Cada madero del piso que llegábamos a pisar, rechinaba con un característico sonido crispante. De las paredes se desprendía en pedazos el empapelado que alguna vez decoró las paredes de esa casa. Las puertas, la mayoría estaba entreabierta, otras hongueadas, podridas por la humedad y las termitas que hacía mucho tiempo ya se habían ido, dejando solo cascarones vacíos de lo que alguna vez fue ese hogar, humilde hogar.
A la izquierda de la entrada, una escalera. Y asomando por lo que parecía ser una alfombra que hacía muchos años perdió su hermoso color y diseño distinguible, estaba lo que parecía ser una pequeña escotilla de madera, con una agarradera en forma de arandela hecha de hierro forjado. Parecía estar trancada su apertura por un candado realmente nuevo a juzgar por toda la apariencia de la casa. Algo raro a decir verdad, pero eran como piezas de un gran puzzle que debíamos, o al menos yo, resolver. — Tsé... a estas alturas debido al crujir de las tablas del suelo, ya se habrán dado cuenta de nuestra presencia. — comentaba en un murmullo dirigido a aquel chico de cabellera rubia. Mirándole de reojo por unos momentos me disponía a investigar lo que parecía ser el primer piso de la casa. Que en sí su estructura al menos de la planta baja era básica: Un largo pasillo con puertas dispuestas a cada lado, seguro habitaciones. Por último un umbral que daba hacia la cocina/comedor. Todas las demás daban hacia posibles dormitorios u alacenas, aunque eso seguro estaría abajo. Lo que más crispaba mis nervios era el simple hecho de que se escuchaban quejidos, como llantos desconsolados, deseosos de salir de una prisión en la que estaban. ¿Pero qué era lo que emitía esos ruidos? En un principio solo decidí ignorarlos, posiblemente era el viento pasando por debajo de las puertas y nada más.
— Subamos por la escalera, seguro estarán allí. — comentaba en un tono confianzudo y despreocupado. No tenía miedo, había pasado miles como esta y aún peores, y en lugares más espantosos que este. Lo que nos pudo confirmar tal vez el hecho de que estaban arriba en el ático era simple, se había escuchado las tablas crujir fácilmente, pasos que eran firmes, y un arrastre constante de algo contra el piso. Seguro era aquel tipo intentando hacer algo con la fémina. ¿Pero qué, a qué la había traído y porqué la secuestró? ¿Acaso pretendía violarla? Miré de soslayo nuevamente al muchacho, y sin hacer esperar la acción, empecé a subir lentamente por las escaleras, arrugando un poco el ceño y ya aprontándome para cualquier casualidad que fuese a presentarse; Cada paso que daba eran dos escalones que subía de aquella empinada pero corta escalera que llevaba al ático. A lo que asomaba la cabeza en ese húmedo y asqueroso espacio que olía a semen y mugre por doquier, aparte de un rancio aroma a sangre coagulada, podía verse en la pared que enfrentaba a la escalera, un ventanal enorme de forma circular, con un diseño curioso. Un triangulo con un círculo adentro, y una línea partiendo al medio en vertical aquel triangulo y circulo. Y más allá, en la esquina derecha al lado de la ventana se encontraban ellos dos. Uno forcejeando con la joven, y ella intentando desesperadamente zafarse de su agarre aunque fuese en vano. ¿Actuar o quedarme callado para ver qué hacía? De todos modos terminaría esperando a por aquel joven de cabellos rubios, de nombre aún desconocido. Inclusive, miraba para atrás, vigilándole con desconfianza, uno no puede ser demasiado precavido.
A la izquierda de la entrada, una escalera. Y asomando por lo que parecía ser una alfombra que hacía muchos años perdió su hermoso color y diseño distinguible, estaba lo que parecía ser una pequeña escotilla de madera, con una agarradera en forma de arandela hecha de hierro forjado. Parecía estar trancada su apertura por un candado realmente nuevo a juzgar por toda la apariencia de la casa. Algo raro a decir verdad, pero eran como piezas de un gran puzzle que debíamos, o al menos yo, resolver. — Tsé... a estas alturas debido al crujir de las tablas del suelo, ya se habrán dado cuenta de nuestra presencia. — comentaba en un murmullo dirigido a aquel chico de cabellera rubia. Mirándole de reojo por unos momentos me disponía a investigar lo que parecía ser el primer piso de la casa. Que en sí su estructura al menos de la planta baja era básica: Un largo pasillo con puertas dispuestas a cada lado, seguro habitaciones. Por último un umbral que daba hacia la cocina/comedor. Todas las demás daban hacia posibles dormitorios u alacenas, aunque eso seguro estaría abajo. Lo que más crispaba mis nervios era el simple hecho de que se escuchaban quejidos, como llantos desconsolados, deseosos de salir de una prisión en la que estaban. ¿Pero qué era lo que emitía esos ruidos? En un principio solo decidí ignorarlos, posiblemente era el viento pasando por debajo de las puertas y nada más.
— Subamos por la escalera, seguro estarán allí. — comentaba en un tono confianzudo y despreocupado. No tenía miedo, había pasado miles como esta y aún peores, y en lugares más espantosos que este. Lo que nos pudo confirmar tal vez el hecho de que estaban arriba en el ático era simple, se había escuchado las tablas crujir fácilmente, pasos que eran firmes, y un arrastre constante de algo contra el piso. Seguro era aquel tipo intentando hacer algo con la fémina. ¿Pero qué, a qué la había traído y porqué la secuestró? ¿Acaso pretendía violarla? Miré de soslayo nuevamente al muchacho, y sin hacer esperar la acción, empecé a subir lentamente por las escaleras, arrugando un poco el ceño y ya aprontándome para cualquier casualidad que fuese a presentarse; Cada paso que daba eran dos escalones que subía de aquella empinada pero corta escalera que llevaba al ático. A lo que asomaba la cabeza en ese húmedo y asqueroso espacio que olía a semen y mugre por doquier, aparte de un rancio aroma a sangre coagulada, podía verse en la pared que enfrentaba a la escalera, un ventanal enorme de forma circular, con un diseño curioso. Un triangulo con un círculo adentro, y una línea partiendo al medio en vertical aquel triangulo y circulo. Y más allá, en la esquina derecha al lado de la ventana se encontraban ellos dos. Uno forcejeando con la joven, y ella intentando desesperadamente zafarse de su agarre aunque fuese en vano. ¿Actuar o quedarme callado para ver qué hacía? De todos modos terminaría esperando a por aquel joven de cabellos rubios, de nombre aún desconocido. Inclusive, miraba para atrás, vigilándole con desconfianza, uno no puede ser demasiado precavido.
- Casa Abandonada Piso 1:
- Casa Abandonada Ático/Piso 2:
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Tras aquel sorpresivo ataque dado por aquel rubio que se impulsó de manera veloz hacia el sujeto encapuchado, se dio a descubrir una compuerta roja, extraña en verdad, con hermosos grabados en ella que daba aires de antigua, inmaculada a diferencia de toda la casa en la que nos encontrábamos. Me pintaba raro, en serio... y no podía evitarlo, pero había cosas más importantes de las que preocuparse. Aquel tipo encapuchado, al moverse la ropa con tanta violencia por esa patada, se vio que portaba una máscara en su rostro, una máscara que demostraba falta de vida, con una expresión fría y seria como la de una muñeca de porcelana. Un verdadero asco a decir verdad. Del interior de una de sus mangas sacó lo que parecía ser una pequeña esfera, la cual lanzó al suelo no sin antes dedicarnos unas palabras. — No saben en qué se han metido, niños... la luz lo consume todo hoy en día. Están cegados, pero nosotros... nosotros romperemos cada luz que ilumina al mundo, son luciérnagas, y nosotros los cazadores. — dijo en un tono de voz levemente agudo, ronco, parecía tener la voz rasposa aunque tuviese ese tono de voz agudo. Molesto, me recordaba a una rata realmente. Me estremecí un poco y cuando movió su brazo violentamente para tirar la esfera al suelo, antes de poder siquiera reaccionar, impactó en los maderos del suelo y un chasquido potente sonó.
Un chasquido lo suficientemente potente como para aturdir los oídos de cualquier persona, un chasquido que como resultado dejaría un pitido bastante molesto y constante, como si fuese el silbato de un tren resonando intensamente en nuestros cráneos. Pero no solo fue un chasquido lo que sonó, sino que de esa pequeña explosión una luz lo suficientemente potente como para cegar a cualquier ser humano común fue emitida de esa esfera pequeña. Un intenso grito se podría escuchar mientras mis ojos estaban cerrados con fuerzas ya que me sentía bastante molesto, era doloroso inclusive ese fuerte brillo que duró solo medio segundo. Cuando abrí los párpados, la joven a la que estaba violando aquel sujeto, estaba degollada por la zona frontal del cuello, desangrándose y ahogándose con su propia sangre. Sus ojos yacían abiertos de par en par, se notaba desesperada y asustada. — "Descansa en paz, preciosa..." — me dije a mi mismo en pensamiento, a lo que la chica lentamente dejaba de existir. Su vida se escapaba en un último suspiro burbujeante lleno de aquel líquido vital de color carmesí; En el aire se notaban pequeñas luces, como si fuesen... ¡Luciérnagas! Seguro esa esfera fue una bomba de luz que explotaba al ínfimo potente contacto contra una superficie dura.
La ventana circular se encontraba rota, seguro el sonido del vidrio al romperse fue tapado por el grito de la chica. Arrugué el ceño y se notaba en mi rostro el enojo. — Mierda... se fue. — murmuraba en un tono despreocupado, eso era lo que menos me interesaba la verdad, a fin de cuentas podía salir por la ventana, empezar a volar por los aires y encontrarlo al instante, no es como si eso me complicara demasiado. Pero había una muerte, ¿qué hacer con aquel cuerpo? Alguien debía contarle a las autoridades la verdad, y ahí a que nos creyeran. Puta isla... Sin seguridad, sin la Marina o alguna fuerza de la ley que pusiese orden, no me sorprendía en absoluto que aquello hubiese sucedido realmente. Me levanté del suelo ya que me encontraba arrodillado al lado de la chica, intentando evitar que el charco de sangre manchara mi ropa elegante. Le había cerrado los ojos a la joven, para que descansara en paz, o al menos hiciese el intento.
— Tenemos que encontrarlo, rápido. No vaya a ser que le vaya a contar a sus amigos si es que tiene... me da mala espina lo que ha dicho. De todos modos, me llamo Mark Kjellberg, no... no me des tu mano, no es necesario momentáneamente, no podemos perder el valioso poco tiempo que tenemos. Con decirme tu nombre es suficiente. — fue lo único que dije, antes de saltar por la ventana y de un instante al otro convertirme en mi forma híbrida de dragón, agitando mis alas en el aire, asomando la cabeza por la ventana rota y mirando fijo al Cipher Pol -aunque desconociera actualmente que se trataba de uno- — ¿Y, no vas a venir? ... Sígueme el paso, o el vuelo... — le guiñaba un ojo y luego solté una potente carcajada, emprendiendo vuelo nuevamente, empezando a recorrer la zona del pueblo de Shoko, buscando algun indicio de aquel sujeto encapuchado y enmascarado.
Un chasquido lo suficientemente potente como para aturdir los oídos de cualquier persona, un chasquido que como resultado dejaría un pitido bastante molesto y constante, como si fuese el silbato de un tren resonando intensamente en nuestros cráneos. Pero no solo fue un chasquido lo que sonó, sino que de esa pequeña explosión una luz lo suficientemente potente como para cegar a cualquier ser humano común fue emitida de esa esfera pequeña. Un intenso grito se podría escuchar mientras mis ojos estaban cerrados con fuerzas ya que me sentía bastante molesto, era doloroso inclusive ese fuerte brillo que duró solo medio segundo. Cuando abrí los párpados, la joven a la que estaba violando aquel sujeto, estaba degollada por la zona frontal del cuello, desangrándose y ahogándose con su propia sangre. Sus ojos yacían abiertos de par en par, se notaba desesperada y asustada. — "Descansa en paz, preciosa..." — me dije a mi mismo en pensamiento, a lo que la chica lentamente dejaba de existir. Su vida se escapaba en un último suspiro burbujeante lleno de aquel líquido vital de color carmesí; En el aire se notaban pequeñas luces, como si fuesen... ¡Luciérnagas! Seguro esa esfera fue una bomba de luz que explotaba al ínfimo potente contacto contra una superficie dura.
La ventana circular se encontraba rota, seguro el sonido del vidrio al romperse fue tapado por el grito de la chica. Arrugué el ceño y se notaba en mi rostro el enojo. — Mierda... se fue. — murmuraba en un tono despreocupado, eso era lo que menos me interesaba la verdad, a fin de cuentas podía salir por la ventana, empezar a volar por los aires y encontrarlo al instante, no es como si eso me complicara demasiado. Pero había una muerte, ¿qué hacer con aquel cuerpo? Alguien debía contarle a las autoridades la verdad, y ahí a que nos creyeran. Puta isla... Sin seguridad, sin la Marina o alguna fuerza de la ley que pusiese orden, no me sorprendía en absoluto que aquello hubiese sucedido realmente. Me levanté del suelo ya que me encontraba arrodillado al lado de la chica, intentando evitar que el charco de sangre manchara mi ropa elegante. Le había cerrado los ojos a la joven, para que descansara en paz, o al menos hiciese el intento.
— Tenemos que encontrarlo, rápido. No vaya a ser que le vaya a contar a sus amigos si es que tiene... me da mala espina lo que ha dicho. De todos modos, me llamo Mark Kjellberg, no... no me des tu mano, no es necesario momentáneamente, no podemos perder el valioso poco tiempo que tenemos. Con decirme tu nombre es suficiente. — fue lo único que dije, antes de saltar por la ventana y de un instante al otro convertirme en mi forma híbrida de dragón, agitando mis alas en el aire, asomando la cabeza por la ventana rota y mirando fijo al Cipher Pol -aunque desconociera actualmente que se trataba de uno- — ¿Y, no vas a venir? ... Sígueme el paso, o el vuelo... — le guiñaba un ojo y luego solté una potente carcajada, emprendiendo vuelo nuevamente, empezando a recorrer la zona del pueblo de Shoko, buscando algun indicio de aquel sujeto encapuchado y enmascarado.
- Apariencia del Encapuchado:
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— Zoan, es interesante... Puedes llamarme Plubio. — dijo él. Pude escucharlo afortunadamente por mis sentidos agudizados gracias a mi Akuma no Mi, si no fuera por eso seguro el sonido de la lluvia que ahora estaba empezando a caer en la zona seguro hubiese tapado su voz al instante y con facilidad. Pero no fue eso lo que me llamó la atención, ya que si sus palabras hubiesen quedado ahí, seguro hubiese seguido mi camino sin dudarlo ni dos segundos. Pero no, Plubio, aquel muchacho extraño, siguió soltando esas extrañas palabras siempre con un tono de voz que parecía querer denotar cierta superioridad, ¿conmigo? PFF~ Que no me haga reír, no hay nadie superior y más perfecto que yo, pero al menos le dejaría intentarlo, que fuese la sombra de mis talones. — Ese hombre no va a ir a ninguna parte. Esta ha sido su guarida siempre y no tiene aliados fuera de ella. Creo que me preocupa más el hecho de conocer que hay tras esa puerta que descubrimos. Piensa que él tarde o temprano volverá, quizá haya algo muy importante tras ella. — agregó como si supiese exactamente quien era aquel encapuchado que supuestamente había desaparecido de un segundo al otro por la ventana. Arrugué un poco el ceño, demostrando cierta desconfianza ante lo dicho.
— Me pregunto yo cómo sabrás tú tanto sobre este tipo, o mejor dicho... que tiene aliados y todas las manos. Más que misterioso terminas siendo sospechoso, enano. — ¿para qué llamar a alguien por su nombre cuando podías destacar fácilmente las diferencias de alturas que había entre los dos? Sin esperar mucho tiempo, empujé con literal facilidad al muchacho por aquel hueco que se mostraba al haber abierto la compuerta rojiza que daba a la gruta. Luego me lancé yo sin mucho cuidado realmente, sin siquiera anunciar un "cuidado abajo" como usualmente se hace. Básicamente porque me la sudaba si caía encima del cuerpo flácido y menudo de aquel chico. Miré a mis alrededores, o lo que se podía ya que estaba bastante oscuro el lugar, siquiera usando mis formas de Zoan podría hacer la gran diferencia realmente, así que solamente me quedé quieto, hasta que de repente, como si fuese arte de magia, cuatro antorchas se encendieron inmediatamente, demostrando allí que nos encontrábamos en una especie de pasillo cavado en la roca, una roca firme pero de apariencia húmeda y mohosa. Detrás, una pared, un "dead end", y al otro extremo a eso de cinco metros de distancia más o menos, una compuesta del mismo estilo, de color rojo que parecía entreabierta. De aquella leve apertura brotaba un halo de luz de color verdoso y misterioso. Mis pasos empezaron a llevarme hacia allí, mirando de reojo a Plubio. — No hay escalera, así que no hay otro camino que ese. — al menos para él, yo podía volar y listo, aunque seguro habría poco espacio... me cago en dios.
— Me pregunto yo cómo sabrás tú tanto sobre este tipo, o mejor dicho... que tiene aliados y todas las manos. Más que misterioso terminas siendo sospechoso, enano. — ¿para qué llamar a alguien por su nombre cuando podías destacar fácilmente las diferencias de alturas que había entre los dos? Sin esperar mucho tiempo, empujé con literal facilidad al muchacho por aquel hueco que se mostraba al haber abierto la compuerta rojiza que daba a la gruta. Luego me lancé yo sin mucho cuidado realmente, sin siquiera anunciar un "cuidado abajo" como usualmente se hace. Básicamente porque me la sudaba si caía encima del cuerpo flácido y menudo de aquel chico. Miré a mis alrededores, o lo que se podía ya que estaba bastante oscuro el lugar, siquiera usando mis formas de Zoan podría hacer la gran diferencia realmente, así que solamente me quedé quieto, hasta que de repente, como si fuese arte de magia, cuatro antorchas se encendieron inmediatamente, demostrando allí que nos encontrábamos en una especie de pasillo cavado en la roca, una roca firme pero de apariencia húmeda y mohosa. Detrás, una pared, un "dead end", y al otro extremo a eso de cinco metros de distancia más o menos, una compuesta del mismo estilo, de color rojo que parecía entreabierta. De aquella leve apertura brotaba un halo de luz de color verdoso y misterioso. Mis pasos empezaron a llevarme hacia allí, mirando de reojo a Plubio. — No hay escalera, así que no hay otro camino que ese. — al menos para él, yo podía volar y listo, aunque seguro habría poco espacio... me cago en dios.
- Subsuelo Túnel:
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Varios
Todo aquello me olía muy extraño, y no la situación en sí sino el lugar. Ahora empezaba a sentir cierto aroma a azufre que no podía evitar olfatear. No, no era incómodo, no como si estuviese en la boca de un volcán, pero si lo suficiente como para hacerme fruncir la nariz. Suspiré pesadamente mientras veía como aquel chico se iba alejando de mi hasta que se aproximó a las compuertas rojizas de las cuales salía esa luz verdosa y extraña, misteriosa. Noté que del suelo salían aquellas estatuas que evidentemente no veía el sentido a ellas, de todos modos no me importaban en lo más mínimo, parecía ser que aquel joven ya se me estaba adelantando y no quería dejarle toda la diversión a él, de hecho... no se lo permitiría, ni de broma. No hay huevos de dejarme afuera de todo, y seguramente él no los tendría; Empecé a caminar tras de él, y teniendo en cuenta mi altura y la longitud de mis piernas, en dos o tres zancadas ya estaba a su lado sin mucho esfuerzo a decir verdad. Le miraba con una sonrisa de medio labio, notando de vez en cuando a esas estatuas. Parecían estar moviéndose aunque... seguro y era solo mi imaginación. Sin mucho más preámbulo y como si estuviese entrando a mi casa, di una buena patada a las puertas aquellas, dándolas vuelta y obviamente rompiéndolas ya que las forzaba a ir hacia el lado opuesto del que abrían. — ¡Venga ya, dejen de masturbarse malditos! — vociferaba a todo pulmón, haciendo acto de presencia mandando a volar aquella puerta como si no fuese nada.
De inmediato se vio que tras la puerta se encontraba una gruta, una cueva inmensa con una apertura que su techo no se llegaba a ver de lo oscuro que estaba allí. Habían ciertas luces, sí. Lo que emitía esa intensa luz verdosa que salía de entre la puerta eran las luces incandescentes que hacían de asistencia para la gente que estaba allí. ¿Qué hacía toda esa gente? Porque se podía divisar que habían al menos 50 personas, algunos tosiendo... otros llorando, algunos siquiera hablaban, solo hacían lo que se les ordenaba a base de latigazos. Eran esclavos, se encontraban cavando usando picos de hierro, muchos de ellos gastados y con una punta chata ya de tanto uso. Era patética aquella situación en la que se encontraban. La gran mayoría eran hombres, pero habían niños y mujeres también, algunas de ellas embarazadas. Obvio, se percataron rápidamente de nuestra presencia, pero antes de que siquiera pudiesen pedirnos ayuda, ya nos encontrábamos siendo rodeados -o al menos arrinconados contra la puerta- por los que parecían ser subordinados del que llevaba todo en ese lugar, el cual se asomaba también. Todos vestían una especie de túnica negra con capucha, y una máscara muy similar a la que usaba aquel sujeto que seguimos desde la taberna. Se veían estalactitas y estalagmitas a lo lejos, era una cueva bastante grande con muchas ramificaciones en cuanto a túneles y excavaciones; Aquellos sujetos, que eran contando con el líder unos diez más o menos nos quedaron mirando fijo, siendo el líder de ellos el que habló. Cada uno sostenía una Katana en mano, y el que iba a hablar, dos.
— ¿Qué hacen ustedes aquí? No saben en lo que se han metido, niños. Ahora que han visto todo esto... significa que no podrán salir... nunca más verán la luz del día. Muchachos, mátenlos. — ordenó, no quería ensuciarse las manos. Cinco de los diez que habían ahí arremetieron hacia nosotros sin cuestionárselo ni dos veces, no se detuvieron a pensar qué habilidades teníamos o si éramos lo suficientemente poderosos como para derrotarles en un solo golpe. Me les quedé mirando de brazos cruzados, hasta que estuvieron a una aproximada distancia de tres metros. Me llevé velozmente lo que vendría siendo una Rumble Ball, y así, de inmediato tomar una forma de las que me era posible tomar luego de consumir dicha "droga"; Mi cuerpo cambió abruptamente en cuestión de instantes. Adoptando la forma llamada "Brawl Point", me quedé mirando despreocupadamente a aquellos que ahora estaban a mi alcance. Los esclavos intimidados por mi presencia, aquella que se levantaba tres metros y medio del suelo, salieron corriendo hacia todos lados pero nunca acercándose a nosotros. Los subordinados de aquel sujeto ya no podían recular.
Gruñí de tal modo que hizo eco en toda la cueva, y solté un zarpazo con mis filosas y poderosas garras, lo que causó que los cuerpos de quienes alcancé a golpear salieran despedidos y cortados en tres trozos iguales con suma facilidad, cortándolos como si fuesen mantequilla. Sus tripas se vertían sobre sus compañeros, y la sangre del mismo modo. Lo único que se podía ver eran sus miradas horrorizadas cuando sus máscaras se caían en medio del aire, inertes al instante, sufriendo escasos segundos antes de que su cerebro dejase de funcionar, cayendo en la inconsciencia. — ¿¡Quien más quiere venir!? — vociferé a todo pulmón. Más subordinados salieron de entre las sombras, ahora haciendo un total de veinticinco, contando al líder entre ellos que seguía escondiéndose entre las sombras, pero haciendo siempre acto de presencia como si nos investigara con su mirada. Pronto atacarían, pero ahora nosotros teníamos una clara ventaja. Era hora de que el rubio enano también actuara lo suyo.
Dragon Claw [AMF]
De inmediato se vio que tras la puerta se encontraba una gruta, una cueva inmensa con una apertura que su techo no se llegaba a ver de lo oscuro que estaba allí. Habían ciertas luces, sí. Lo que emitía esa intensa luz verdosa que salía de entre la puerta eran las luces incandescentes que hacían de asistencia para la gente que estaba allí. ¿Qué hacía toda esa gente? Porque se podía divisar que habían al menos 50 personas, algunos tosiendo... otros llorando, algunos siquiera hablaban, solo hacían lo que se les ordenaba a base de latigazos. Eran esclavos, se encontraban cavando usando picos de hierro, muchos de ellos gastados y con una punta chata ya de tanto uso. Era patética aquella situación en la que se encontraban. La gran mayoría eran hombres, pero habían niños y mujeres también, algunas de ellas embarazadas. Obvio, se percataron rápidamente de nuestra presencia, pero antes de que siquiera pudiesen pedirnos ayuda, ya nos encontrábamos siendo rodeados -o al menos arrinconados contra la puerta- por los que parecían ser subordinados del que llevaba todo en ese lugar, el cual se asomaba también. Todos vestían una especie de túnica negra con capucha, y una máscara muy similar a la que usaba aquel sujeto que seguimos desde la taberna. Se veían estalactitas y estalagmitas a lo lejos, era una cueva bastante grande con muchas ramificaciones en cuanto a túneles y excavaciones; Aquellos sujetos, que eran contando con el líder unos diez más o menos nos quedaron mirando fijo, siendo el líder de ellos el que habló. Cada uno sostenía una Katana en mano, y el que iba a hablar, dos.
— ¿Qué hacen ustedes aquí? No saben en lo que se han metido, niños. Ahora que han visto todo esto... significa que no podrán salir... nunca más verán la luz del día. Muchachos, mátenlos. — ordenó, no quería ensuciarse las manos. Cinco de los diez que habían ahí arremetieron hacia nosotros sin cuestionárselo ni dos veces, no se detuvieron a pensar qué habilidades teníamos o si éramos lo suficientemente poderosos como para derrotarles en un solo golpe. Me les quedé mirando de brazos cruzados, hasta que estuvieron a una aproximada distancia de tres metros. Me llevé velozmente lo que vendría siendo una Rumble Ball, y así, de inmediato tomar una forma de las que me era posible tomar luego de consumir dicha "droga"; Mi cuerpo cambió abruptamente en cuestión de instantes. Adoptando la forma llamada "Brawl Point", me quedé mirando despreocupadamente a aquellos que ahora estaban a mi alcance. Los esclavos intimidados por mi presencia, aquella que se levantaba tres metros y medio del suelo, salieron corriendo hacia todos lados pero nunca acercándose a nosotros. Los subordinados de aquel sujeto ya no podían recular.
Gruñí de tal modo que hizo eco en toda la cueva, y solté un zarpazo con mis filosas y poderosas garras, lo que causó que los cuerpos de quienes alcancé a golpear salieran despedidos y cortados en tres trozos iguales con suma facilidad, cortándolos como si fuesen mantequilla. Sus tripas se vertían sobre sus compañeros, y la sangre del mismo modo. Lo único que se podía ver eran sus miradas horrorizadas cuando sus máscaras se caían en medio del aire, inertes al instante, sufriendo escasos segundos antes de que su cerebro dejase de funcionar, cayendo en la inconsciencia. — ¿¡Quien más quiere venir!? — vociferé a todo pulmón. Más subordinados salieron de entre las sombras, ahora haciendo un total de veinticinco, contando al líder entre ellos que seguía escondiéndose entre las sombras, pero haciendo siempre acto de presencia como si nos investigara con su mirada. Pronto atacarían, pero ahora nosotros teníamos una clara ventaja. Era hora de que el rubio enano también actuara lo suyo.
Dragon Claw [AMF]
- Cueva:
Mark Kjellberg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me encontraba al lado de Plubio cuando todos aquellos encapuchados y enmascarados salieron a la luz. Sonreía bastante confiado, aún en mi forma Brawl Point. Parecía ser que se liaría una muy buena en aquella cueva, pero antes que pudiésemos todos reaccionar, aquel pelirrubio ya se encontraba haciendo algo raro. De su brazo salía algo de color un tanto anaranjado, curioso a decir verdad. Y ese aroma tan peculiar, me sonaba de algún lado... ¡Oh! ¡¿Así que era él, el emisor de esa fragancia molesta, como azufre?! Será cabrón, ahora entendía su poder, o al menos empezaba a sospecharlo. De mi Brawl Point mudé inmediatamente a aquel que llamaba Frost Point. Mi cuerpo dejó de ser tan musculoso, mis alas creciendo en demasía aunque el tamaño de mi cuerpo no era demasiado grande. Las escamas que antes eran azuladas ahora eran de un color cristalino muy parecido al hielo de un Iceberg. Arrugué el ceño notando que aquel tiburón que había lanzado el chico no le daría de lleno al líder, su posición era demasiado lejana como para acertar por completo. — ¡Pero no eres especial si lo dejas intacto! — vociferé inhalando una enorme cantidad de aire por mis fosas nasales, para luego soltarlas de golpe en un aliento congelante que no solamente fue frío, sino también potente. Lo suficientemente potente y a una distancia considerable que alcanzó a aquel tiburón antes de que se disipara en el suelo, congelando aquel líquido con facilidad. De este líquido helado salió una forma de dragón de color anaranjado blanquecino. Se dirigió a tal velocidad hacia aquel líder que no tuvo ni la oportunidad de esquivarlo, dándole de lleno en todo lo que vendría siendo su ser.
Freezing World [AB] + Liberatia [AB] = Sulfur Dragon Bite [AS]
Aquel azufre congelado con púas filosas atravesaron el cuerpo del líder de aquella secta religiosa esclavista. Uno de sus ojos fue perforado instantáneamente, haciendo que su cerebro también sufriera aquellas espantosas y mortales heridas que le dejaron sin vida al segundo. También sus pulmones, intestino y hasta su zona íntima masculina entre otras partes fueron perforadas violentamente por aquel ataque que terminaba de estamparlo en la pared y dejarlo clavado allí. El hielo se rompió en miles de pedazos que cayeron al suelo dejando una especie de alfombra que hacía de camino hacia el ahora inerte y destruido líder de ese grupo; Los esclavos nos miraban espantados, y los subordinados restantes cada uno de ellos, como si fuese una reacción automática, con sus cuchillas se cortaron los cuellos velozmente antes de que pudiesen ser capturados y así interrogados por la justicia que era la Marina o el Gobierno Mundial. Suspiré pesadamente, volviendo pronto a mi forma humana. Miré de reojo al rubio, respirando un poco agitadamente, frunciendo la nariz de nuevo debido al intenso aroma que el azufre concentrado había dejado en toda la gruta, como si fuese una flatulencia dentro de una lata sellada herméticamente o algo por el estilo. — Vaya aroma, chico... venga va. Llevémonos a todos estos esclavos, a un par de subordinados y al líder. Yo me encargo de cobrar la recompensa, nos la repartimos mitad y mitad. Seguro tú sabes de todos modos cuanto valen. — le decía en un tono algo confianzudo. A fin de cuentas, él parecía saber mucho más de lo que decía.
Tomé el cuerpo del líder habiéndolo congelado antes para que dejarse de sangrar, aparte de un par de cuerpos de los subordinados llevándolos a mis hombros como sacos de papas. Y antes de que pudiésemos siquiera cruzar la puerta aquella que yo con anterioridad había pateado, uno de los esclavos llamó nuestra atención con un grito a todo pulmón. — ¡ESPEREN! — vociferó. Yo volteé la cabeza y seguro Plubio también. — Sabemos de otro camino hacia la superficie... sígannos, como agradecimiento. Ustedes seguro podrán abrir la puerta sin necesidad de la llave. — decía la mujer que se notaba sucia en cuanto a ropa y piel, y delgada. Nos llevaron por los túneles subterráneos que ellos mismos habían cavado, se los conocían como las palmas de sus manos. Llegamos a una puerta que evidentemente llegaba al exterior, se escuchaba el viento soplar por las rejillas, y la lluvia había parado, dejando de todos modos un cielo cubierto, como siempre en Shoko. De una potente patada luego de haber congelado la cerradura, salimos a la luz. Al fin. Aire limpio; Bufé y los esclavos salieron libres, aunque muchos nos seguían hasta lo que vendría siendo la base del gobierno y Marines de aquel lugar. ¿Para qué? Para cobrar las recompensas, obviamente. Llegamos a ese sitio, y yo me encargué de la palabrería. Mucha parafernalia con esos tipos, pero al final me terminaron dando fácilmente los 40.000.000 Berries, además de 10.000.000 Extra por haber rescatado a todos aquellos esclavos. Haber descubierto y roto esa red de trafico de minerales preciosos y trabajo forzado fue resolver el trabajo de varios años tirado a la basura por la Marina, pero lo hecho, hecho estaba.
Salí del lugar, mirando fijo a Plubio mientras la gente caminaba como si nada. La lluvia seguro pronto estaría por caer nuevamente. Sonreí, contando el dinero y entregándole veinticinco millones de Berries. Los suficientes como para que seguro estuviese satisfecho de haber venido conmigo, ¿o yo haber ido con él? Quien sabe. El hecho era, que ya nuestro paseo por Shoko parecía haber terminado. — Aquí es cuando nuestros caminos se dividen, Plubio... aunque dudo mucho que ese sea tu nombre real. He aprendido que nunca he de confiar de alguien que sabe mucho pero dice poco... — hice una pausa y me convertí en mi forma completa de dragón, ya abarcando un gran espacio en la calle. Los Marines me miraban feo, como si no confiaran en mi, pero debían hacerlo, no había hecho nada malo de lo que tuviesen que quejarse más allá de intimidar a las personas que caminaban en las cercanías. Bufé soltando un aire frío sobre la cabeza del rubio, para luego mirarle desde arriba con mi imponente figura, agitando mis alas pronto para remontar vuelo. — Hasta pronto, enano. — fue lo último que le dije. Y en un rápido impulso de mis alas, tan rápido como nos habíamos encontrado, me fui... Volando a unos 480km/h aproximadamente, alejándome lo más posible de la isla, perdiéndome en el horizonte en cuestión de minutos... Tal vez, para nunca volver a ver a aquel muchacho con el que había compartido esa fugaz, pero más que interesante y curiosa aventura.
Freezing World [AB] + Liberatia [AB] = Sulfur Dragon Bite [AS]
Aquel azufre congelado con púas filosas atravesaron el cuerpo del líder de aquella secta religiosa esclavista. Uno de sus ojos fue perforado instantáneamente, haciendo que su cerebro también sufriera aquellas espantosas y mortales heridas que le dejaron sin vida al segundo. También sus pulmones, intestino y hasta su zona íntima masculina entre otras partes fueron perforadas violentamente por aquel ataque que terminaba de estamparlo en la pared y dejarlo clavado allí. El hielo se rompió en miles de pedazos que cayeron al suelo dejando una especie de alfombra que hacía de camino hacia el ahora inerte y destruido líder de ese grupo; Los esclavos nos miraban espantados, y los subordinados restantes cada uno de ellos, como si fuese una reacción automática, con sus cuchillas se cortaron los cuellos velozmente antes de que pudiesen ser capturados y así interrogados por la justicia que era la Marina o el Gobierno Mundial. Suspiré pesadamente, volviendo pronto a mi forma humana. Miré de reojo al rubio, respirando un poco agitadamente, frunciendo la nariz de nuevo debido al intenso aroma que el azufre concentrado había dejado en toda la gruta, como si fuese una flatulencia dentro de una lata sellada herméticamente o algo por el estilo. — Vaya aroma, chico... venga va. Llevémonos a todos estos esclavos, a un par de subordinados y al líder. Yo me encargo de cobrar la recompensa, nos la repartimos mitad y mitad. Seguro tú sabes de todos modos cuanto valen. — le decía en un tono algo confianzudo. A fin de cuentas, él parecía saber mucho más de lo que decía.
Tomé el cuerpo del líder habiéndolo congelado antes para que dejarse de sangrar, aparte de un par de cuerpos de los subordinados llevándolos a mis hombros como sacos de papas. Y antes de que pudiésemos siquiera cruzar la puerta aquella que yo con anterioridad había pateado, uno de los esclavos llamó nuestra atención con un grito a todo pulmón. — ¡ESPEREN! — vociferó. Yo volteé la cabeza y seguro Plubio también. — Sabemos de otro camino hacia la superficie... sígannos, como agradecimiento. Ustedes seguro podrán abrir la puerta sin necesidad de la llave. — decía la mujer que se notaba sucia en cuanto a ropa y piel, y delgada. Nos llevaron por los túneles subterráneos que ellos mismos habían cavado, se los conocían como las palmas de sus manos. Llegamos a una puerta que evidentemente llegaba al exterior, se escuchaba el viento soplar por las rejillas, y la lluvia había parado, dejando de todos modos un cielo cubierto, como siempre en Shoko. De una potente patada luego de haber congelado la cerradura, salimos a la luz. Al fin. Aire limpio; Bufé y los esclavos salieron libres, aunque muchos nos seguían hasta lo que vendría siendo la base del gobierno y Marines de aquel lugar. ¿Para qué? Para cobrar las recompensas, obviamente. Llegamos a ese sitio, y yo me encargué de la palabrería. Mucha parafernalia con esos tipos, pero al final me terminaron dando fácilmente los 40.000.000 Berries, además de 10.000.000 Extra por haber rescatado a todos aquellos esclavos. Haber descubierto y roto esa red de trafico de minerales preciosos y trabajo forzado fue resolver el trabajo de varios años tirado a la basura por la Marina, pero lo hecho, hecho estaba.
Salí del lugar, mirando fijo a Plubio mientras la gente caminaba como si nada. La lluvia seguro pronto estaría por caer nuevamente. Sonreí, contando el dinero y entregándole veinticinco millones de Berries. Los suficientes como para que seguro estuviese satisfecho de haber venido conmigo, ¿o yo haber ido con él? Quien sabe. El hecho era, que ya nuestro paseo por Shoko parecía haber terminado. — Aquí es cuando nuestros caminos se dividen, Plubio... aunque dudo mucho que ese sea tu nombre real. He aprendido que nunca he de confiar de alguien que sabe mucho pero dice poco... — hice una pausa y me convertí en mi forma completa de dragón, ya abarcando un gran espacio en la calle. Los Marines me miraban feo, como si no confiaran en mi, pero debían hacerlo, no había hecho nada malo de lo que tuviesen que quejarse más allá de intimidar a las personas que caminaban en las cercanías. Bufé soltando un aire frío sobre la cabeza del rubio, para luego mirarle desde arriba con mi imponente figura, agitando mis alas pronto para remontar vuelo. — Hasta pronto, enano. — fue lo último que le dije. Y en un rápido impulso de mis alas, tan rápido como nos habíamos encontrado, me fui... Volando a unos 480km/h aproximadamente, alejándome lo más posible de la isla, perdiéndome en el horizonte en cuestión de minutos... Tal vez, para nunca volver a ver a aquel muchacho con el que había compartido esa fugaz, pero más que interesante y curiosa aventura.
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