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Toma trueno que sonó en el cielo, una peligrosa tormenta azotaba el mar con fuerza, este fue el motivo por el que el barco Soul Of Demon estaba amarrado en el puerto. Era demasiado peligroso navegar de esa forma, sin embargo el líder de la banda no le importó salir a dar un paseo bajo la lluvia, era lo que menos le importaba en ese momento. Le encantaban los días de lluvia y sabía que no había rival para él en una isla del Este, aunque quizás se sorprendía y todo, eso era ahora decisión del mismo destino y él no tenía nada que ver.
Salió del barco saltando desde la borda a la arena y aterrizó clavando su rodilla derecha en ella para amortiguar el golpe. Llevaba puesta su sudadera blanca con la capucha colocada, además de portar un pañuelo blanco que le tapaba el rostro dejando ver solo sus dorados ojos, era demasiado siniestro debido a que lo blanco de los ojos, él lo tenía negro. En su rodilla llevaba su funda con su revólver y en la cintura una funda más pequeña con la de su navaja, en sus pies portaba unas botas blancas de acero que iban a juego con su pantalón largo y blanco.
- Esta isla debe de ser la de los espadachines, pondremos a prueba su gran capacidad, espero no llevarme un chasco.
Mencionó ahora en un susurro aquella figura de casi dos metros. Sus pisadas ahora comenzaron a desplazarle lentamente por la arena dirigiéndole al interior de la villa, la lluvia caía sobre sus espaldas con total suavidad, no le importaba quedar empapado, ya se secaría en el interior de alguna de las casas o edificios de la zona, por el momento se interesaba por algún dojo. La necesidad de combate era muy grande y de paso en alguno podría encontrar algún espadachín con habilidades considerables y eso significaba un potente aliado, aunque de momento el mejor espadachín que conocía, era el mismísimo Kirito, el ex shichibukai.
No tardó mucho en adentrarse en aquella villa, la gente paseaba con paraguas de un lado a otro, muchos volvían a casa a refugiarse y otros salían a pasear bajo la lluvia. De repente el chico lobo pudo ver lo que buscaba, un enorme dojo a unos treinta metros de su posición, parecía un buen sitio para buscar algo de diversión. Sonrió de lado mientras ahora sus pasos comenzaban a desplazarle lentamente hacia aquel edificio. Era hora de jugar un poco.
- Bueno, es hora de pasarlo bien.
Dijo ahora en un tono que apenas se podría escuchar debido al poco volumen que usó para hablar. Llegaba el momento de la diversión, un rival fuerte, un aliado poderoso, un día de entrenamiento, muchas cosas podían pasar ahora, solo faltaba ver cuál era el resultado.
Salió del barco saltando desde la borda a la arena y aterrizó clavando su rodilla derecha en ella para amortiguar el golpe. Llevaba puesta su sudadera blanca con la capucha colocada, además de portar un pañuelo blanco que le tapaba el rostro dejando ver solo sus dorados ojos, era demasiado siniestro debido a que lo blanco de los ojos, él lo tenía negro. En su rodilla llevaba su funda con su revólver y en la cintura una funda más pequeña con la de su navaja, en sus pies portaba unas botas blancas de acero que iban a juego con su pantalón largo y blanco.
- Esta isla debe de ser la de los espadachines, pondremos a prueba su gran capacidad, espero no llevarme un chasco.
Mencionó ahora en un susurro aquella figura de casi dos metros. Sus pisadas ahora comenzaron a desplazarle lentamente por la arena dirigiéndole al interior de la villa, la lluvia caía sobre sus espaldas con total suavidad, no le importaba quedar empapado, ya se secaría en el interior de alguna de las casas o edificios de la zona, por el momento se interesaba por algún dojo. La necesidad de combate era muy grande y de paso en alguno podría encontrar algún espadachín con habilidades considerables y eso significaba un potente aliado, aunque de momento el mejor espadachín que conocía, era el mismísimo Kirito, el ex shichibukai.
No tardó mucho en adentrarse en aquella villa, la gente paseaba con paraguas de un lado a otro, muchos volvían a casa a refugiarse y otros salían a pasear bajo la lluvia. De repente el chico lobo pudo ver lo que buscaba, un enorme dojo a unos treinta metros de su posición, parecía un buen sitio para buscar algo de diversión. Sonrió de lado mientras ahora sus pasos comenzaban a desplazarle lentamente hacia aquel edificio. Era hora de jugar un poco.
- Bueno, es hora de pasarlo bien.
Dijo ahora en un tono que apenas se podría escuchar debido al poco volumen que usó para hablar. Llegaba el momento de la diversión, un rival fuerte, un aliado poderoso, un día de entrenamiento, muchas cosas podían pasar ahora, solo faltaba ver cuál era el resultado.
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Estaba en el dojo entrenando la lucha con 2 espadas como de costumbre, deseando ser el mejor espadachín de todos y una de las personas mas famosas y temidas. Yo iba vestido como de costumbre, pantalón negro y mi camiseta de manga corta negra, la chaqueta y las botas las tenía en mi taquilla junto con todo lo demás. El dojo era bastante cómodo, ya que era tan grande que cuando uno entrenaba allí parecía que estuviera solo aunque hubiesen 20 personas más, además la parte del dojo en la que yo entrenaba estaba cerca de la ventana así que entraba airecito y se estaba muy fresquito, y ni cabe decir que olía mucho mejor que en la parte del fondo menos ventilada. De pronto escuche un fuerte estruendo, proveniente del exterior, por lo visto un trueno enorme, por lo que decidí asomarme por la ventana y vi que estaba cayendo un buen chaparrón así que volví a mis entrenamientos mientras refunfuñaba dando sablazos al aire a gran velocidad con las 2 katanas de madera que usaba para entrenar:
-Vaya mierda, otro día lluvioso con lo que me molesta la lluvia. Supongo que me quedaré en el dojo entrenando para no mojarme, aunque a decir verdad, tenía pensado entrenar lloviera o no, ya que es lo que llevo haciendo desde que llegué a esta isla cuando me separé de los cazadores de piratas que me rescataron de aquella isla. Ah que recuerdos, ¿Qué habrá sido de ellos? Espero volverme más fuerte y poder encontrarme con ellos otra vez. Al menos aquí me acogieron bien desde el primer día, aunque siendo una isla de espadachines y yo un espadachín no tuve que currármelo mucho la verdad.
Cuando terminé de refunfuñar y ahondar en mis recuerdos, comencé a ponerme más serio con los golpes al haber recuperado un alto porcentaje de la concentración perdida por mirar por la ventana y refunfuñar. Comencé a dar golpes giratorios, golpes en salto impulsándome con una katana y atacando con la otra, y todo tipo de golpes acrobáticos. Menos mal que estaba peleando solo contra un rival fantasma porque si llega a ver un hombre delante mía habría terminado mal incluso con las katanas de madera.
Cuando aterricé después de dar el último golpe volador, lo hice de cara a la ventana, lo que me permitió contemplar como se aproximaba una persona de extraño aspecto. Pese a la lluvia, avanzaba a su ritmo, sin prisas y muy recto, como si no estuviera lloviendo, como si no le importase. A medida que se acervaba podía contemplar su envergadura, deduje que era un hombre porque debía medir unos 2 metros, aunque tampoco podía tenerlo muy claro ya que estaba encapuchado y portaba algo parecido a un pañuelo blanco, al igual que todo su atuendo, a modo de máscara, enseñando solo unos amenazantes y extraños ojos, no tenían nada de blanco, eran en su totalidad negros y amarillos. Dado que su rostro esta cubierto, no podía ver con claridad su expresión facial por lo que no sabía si podía representar una amenaza. Lo único que era seguro era que se dirigía directamente hacia el dojo en el que me encontraba.
Por seguridad las katanas de acero las tenemos que dejar todas en las taquillas que estaban justo al otro lado del dojo junto con nuestras demás pertenencias así que si se disponía a atacar no tenía ningún arma real con la que plantarle cara, por lo visto aquella zona del dojo no iba a ser tan perfecta después de todo. Cuando estaba lo bastante cerca intenté parecer amable, no sabía seguro si era una amenaza así que si resultaba borde podría convertir en un problema algo que en realidad no lo fuera, pero eso si, las katanas de madera no las soltaba, las mantenía empuñadas pero con los brazos relajados, permitiendo que las puntas de las katanas descansasen sobre el impoluto suelo del dojo mientras le decía al extraño:
-Hola ¿busca un lugar dónde poder resguardarse de la lluvia o tal vez esté interesado en registrarse para practicar el mítico arte de la lucha con espadas en el mejor dojo del mar del Este?
Habría sido más educado, tratándole de señor o señora, pero dada su apariencia no sabía ni su sexo ni su edad y corría el riesgo de ofenderle por lo que opté por la opción más cautelosa.
-Vaya mierda, otro día lluvioso con lo que me molesta la lluvia. Supongo que me quedaré en el dojo entrenando para no mojarme, aunque a decir verdad, tenía pensado entrenar lloviera o no, ya que es lo que llevo haciendo desde que llegué a esta isla cuando me separé de los cazadores de piratas que me rescataron de aquella isla. Ah que recuerdos, ¿Qué habrá sido de ellos? Espero volverme más fuerte y poder encontrarme con ellos otra vez. Al menos aquí me acogieron bien desde el primer día, aunque siendo una isla de espadachines y yo un espadachín no tuve que currármelo mucho la verdad.
Cuando terminé de refunfuñar y ahondar en mis recuerdos, comencé a ponerme más serio con los golpes al haber recuperado un alto porcentaje de la concentración perdida por mirar por la ventana y refunfuñar. Comencé a dar golpes giratorios, golpes en salto impulsándome con una katana y atacando con la otra, y todo tipo de golpes acrobáticos. Menos mal que estaba peleando solo contra un rival fantasma porque si llega a ver un hombre delante mía habría terminado mal incluso con las katanas de madera.
Cuando aterricé después de dar el último golpe volador, lo hice de cara a la ventana, lo que me permitió contemplar como se aproximaba una persona de extraño aspecto. Pese a la lluvia, avanzaba a su ritmo, sin prisas y muy recto, como si no estuviera lloviendo, como si no le importase. A medida que se acervaba podía contemplar su envergadura, deduje que era un hombre porque debía medir unos 2 metros, aunque tampoco podía tenerlo muy claro ya que estaba encapuchado y portaba algo parecido a un pañuelo blanco, al igual que todo su atuendo, a modo de máscara, enseñando solo unos amenazantes y extraños ojos, no tenían nada de blanco, eran en su totalidad negros y amarillos. Dado que su rostro esta cubierto, no podía ver con claridad su expresión facial por lo que no sabía si podía representar una amenaza. Lo único que era seguro era que se dirigía directamente hacia el dojo en el que me encontraba.
Por seguridad las katanas de acero las tenemos que dejar todas en las taquillas que estaban justo al otro lado del dojo junto con nuestras demás pertenencias así que si se disponía a atacar no tenía ningún arma real con la que plantarle cara, por lo visto aquella zona del dojo no iba a ser tan perfecta después de todo. Cuando estaba lo bastante cerca intenté parecer amable, no sabía seguro si era una amenaza así que si resultaba borde podría convertir en un problema algo que en realidad no lo fuera, pero eso si, las katanas de madera no las soltaba, las mantenía empuñadas pero con los brazos relajados, permitiendo que las puntas de las katanas descansasen sobre el impoluto suelo del dojo mientras le decía al extraño:
-Hola ¿busca un lugar dónde poder resguardarse de la lluvia o tal vez esté interesado en registrarse para practicar el mítico arte de la lucha con espadas en el mejor dojo del mar del Este?
Habría sido más educado, tratándole de señor o señora, pero dada su apariencia no sabía ni su sexo ni su edad y corría el riesgo de ofenderle por lo que opté por la opción más cautelosa.
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Kedra estaba cada vez más cerca de aquel lugar de entrenamiento. La lluvia continuaba cayendo sobre él, cosa que no le importaba. De repente escuchó una voz dirigirse a él, levantó la mirada para ahora observar a la persona que tenía delante. Era un chico de pelo blanco y ojos claros, además vestía de forma normal. Sus palabras le llamaron la atención, le preguntaba si buscaba refugio o meterse en el famoso dojo de espadachines del Este. Qué raro, ni le temía, ni le atacaba ni corría al ver sus ojos. Al parecer ese chico no parecía mala persona, si se hubiera tratado de otra persona, el castaño no le contestaría, pero aquel chico era distinto, por lo que decidió contestarle. La voz de Kedra era una de las cosas que más le caracterizaba, su tono era siempre muy serio, además de ser bastante grave de voz y hablar con mucha calma y tranquilidad. Eso lo hacia una persona seria y alguien que se tomaba las cosas con mucha calma y tranquilidad, cosa que en parte era cierta, pero a la hora de los problemas cambiaba totalmente a alguien más rápido y letal.
- Saludos chico, me he movido hasta esta isla para buscar un dojo, dicen que aquí están los mejores espadachines y quisiera enfrentarme en un reto amistoso al mejor maestro de la zona, puño contra espada.
Una vez hubo terminado de hablar, se quedó con las manos en los bolsillos de forma tranquila esperando algunas palabras de parte del chico que tenía delante de sus ojos. Unas nuevas pisadas se estaban oyendo al parecer, parecían tres personas que corrían por la lluvia. El primero era un chico moreno de ojos azulados, parecía ser el cabecilla, el segundo un chico rubio de pelo largo y ojos castaños, el último era un chico rapado de ojos verdes. Los tres vestían de la misma forma, unas camisetas negras con una calavera grabada en ellas, además de pantalones negros y las típicas sandalias de andar por casa, cada uno llevaba en su mano derecha una navaja, salvo el rubio que la llevaba en la izquierda, sería zurdo seguramente. Estos tres individuos se acercaron rápidamente a la posición de ellos, el que habló fue el moreno de ojos azules, su tono iba dirigido al encapuchado de blanco y no era un tono muy amigable o respetuoso que digamos, además lo que pedía podía ser ofensivo y era algo que el asesino iba a reparar.
- Oye tu tío de blanco, danos ahora mismo todo el dinero que lleves encima y ten cuidado con lo que haces que te meto un navajazo y acabo con tu vida ahora mismo, rápido que me conozco y te mato aquí mismo.
El castaño no dijo nada y se quedó mirando al chico peliblanco ignorando a los otros tres como si no pasara nada. De hecho los ignoró, sin embargo el moreno se cabreó y lanzó una pinchada rumbo a las costillas del encapuchado. El arma blanca golpeó su costado, pero no llegó a hacer nada, el haki armadura del chico lobo consiguió pararlo, acto seguido estiró la mano derecha agarrando al moreno de la cabeza y con fuerza la estampó contra el suelo mojado. La sangre saltó manchando al castaño, además los trozos de cerebro y sesos quedaron esparcidos flotando en el agua del suelo. No iba a dejar a los otros irse fácilmente, se desplazó rápidamente hasta ellos, se quitó el pañuelo blanco mostrando unos dientes afilados y tomó al rapado del cuello. Clavó sus dientes en el pescuezo y tiró arrancándole la cabeza de cuajo llenándose la cara de sangre y rugiendo mientras sus ojos brillaban. El otro chico se asustó al verle el rostro.
- ¡Es Kedra, la pesadilla! ¡El tipo con 305.000.000 millones por su cabeza!
Los gritos del chico no servían de nada, el chico lobo lanzó una patada que reventó su cabeza, además por mala suerte pateó también el árbol de al lado, la madera crujió con fuerza y el troncó reventó en bastantes astillas que fueron al suelo. El árbol quedó tirado a un lado del suelo mientras la lluvia caía. El castaño miró el peliblanco con el rostro lleno de sangre y se volvió a colocar el pañuelo de forma tranquila y simple mientras ahora caminaba al interior del Dojo, tan solo le dedicó unas tranquilas palabras sin ninguna mala intención.
- Bueno amigo, entremos.
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Apenas había terminado de hablar cuando aparecen detrás de la extraña persona la triste banda de “los calaveras”, formada por su cabecilla Gnar Suchibi que se había autoproclamado “The Skull” y sus 2 amigos Kurt y Darrell, una pareja andrajosa que le seguían a todos lados. Eran 3 rufianes que lo único que hacían era emboscar a los extranjeros que llegaban a la isla pero nadie los respetaba, eran unos charlatanes y más de una vez se han llevado una tunda de parte de alguna de sus víctimas, sinceramente no se por qué seguían intentándolo.
Amenazaron como de costumbre a aquella extraña silueta blanca que se alzaba ante mí y dada su total indiferencia ante ellos, Gnar atacó con su navaja a esa peculiar persona. Yo intenté pararlo pero extrañamente la navaja no le hizo nada, debía de tener una especie de cota de malla o algo semejante debajo de la sudadera. Como respuesta a su ataque, el individuo vestido de blanco de reventó la cabeza contra el suelo literalmente, donde estaba su cabeza ahora solo había puré de tomate con tropezones. Antes de que pudieran reaccionar Kurt y Darrell, la nueva “víctima” de esta banda se quitó la máscara y le arrancó la cabeza de un solo bocado a Darrell, mientras Kurt se limitaba a observar aquella autentica masacre. Kurt le reconocío enseguida al verlo sin pañuelo y dijo que era Kedra la pesadilla, aunque fueron sus últimas palabras ya que Kedra le propinó tal patada que atravesó el gran cerezo del dojo por completo.
Conque Kedra la pesadilla, ya decía yo que esos ojos me sonaban de algo, vi su cartel en el barco de los cazadores de piratas que me acogieron, nada más y nada menos que un supernova.¿Qué estará haciendo alguien como él en el mar del Este? No tengo ni idea, lo único que se es que de momento parece ser pacífico conmigo y espero que eso no cambie por la cuenta que me trae.
-Pues si buscas un reto que este a tu altura creo que te has equivocado de lugar y de mar, pero aparte del sensei de este dojo, yo soy el mejor espadachín, de echo, soy el único capaz de empuñar con habilidad dos katanas simultáneamente así que acepto batirme en reto contigo siempre y cuando procures que salga mejor parado que aquellos 3.
Conforme terminé de hablar, me puse a revisar como habían quedado los alrededores, el gran cerezo del dojo destrozado, la pared cubierta de salpicaduras de barro y sangre con algún que otro trozo de carne.... todo hecho un estropicio.
-Intenta tener más cuidado que nos gusta tener esto limpio, no lo digo por mí, yo llevo poco tiempo aquí y dudo que me quede mucho más, pero respeto a las gentes de este lugar y por cierto, esos canallas que te has cargado eran 3 granujillas del 3 al cuarto que si no habían acabado ya con ellos había sido por pena ya que sus padres son gente honorable que vive al final de la calle que tienes a tu espalda.
Amenazaron como de costumbre a aquella extraña silueta blanca que se alzaba ante mí y dada su total indiferencia ante ellos, Gnar atacó con su navaja a esa peculiar persona. Yo intenté pararlo pero extrañamente la navaja no le hizo nada, debía de tener una especie de cota de malla o algo semejante debajo de la sudadera. Como respuesta a su ataque, el individuo vestido de blanco de reventó la cabeza contra el suelo literalmente, donde estaba su cabeza ahora solo había puré de tomate con tropezones. Antes de que pudieran reaccionar Kurt y Darrell, la nueva “víctima” de esta banda se quitó la máscara y le arrancó la cabeza de un solo bocado a Darrell, mientras Kurt se limitaba a observar aquella autentica masacre. Kurt le reconocío enseguida al verlo sin pañuelo y dijo que era Kedra la pesadilla, aunque fueron sus últimas palabras ya que Kedra le propinó tal patada que atravesó el gran cerezo del dojo por completo.
Conque Kedra la pesadilla, ya decía yo que esos ojos me sonaban de algo, vi su cartel en el barco de los cazadores de piratas que me acogieron, nada más y nada menos que un supernova.¿Qué estará haciendo alguien como él en el mar del Este? No tengo ni idea, lo único que se es que de momento parece ser pacífico conmigo y espero que eso no cambie por la cuenta que me trae.
-Pues si buscas un reto que este a tu altura creo que te has equivocado de lugar y de mar, pero aparte del sensei de este dojo, yo soy el mejor espadachín, de echo, soy el único capaz de empuñar con habilidad dos katanas simultáneamente así que acepto batirme en reto contigo siempre y cuando procures que salga mejor parado que aquellos 3.
Conforme terminé de hablar, me puse a revisar como habían quedado los alrededores, el gran cerezo del dojo destrozado, la pared cubierta de salpicaduras de barro y sangre con algún que otro trozo de carne.... todo hecho un estropicio.
-Intenta tener más cuidado que nos gusta tener esto limpio, no lo digo por mí, yo llevo poco tiempo aquí y dudo que me quede mucho más, pero respeto a las gentes de este lugar y por cierto, esos canallas que te has cargado eran 3 granujillas del 3 al cuarto que si no habían acabado ya con ellos había sido por pena ya que sus padres son gente honorable que vive al final de la calle que tienes a tu espalda.
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El castaño escuchó como el chico dijo que en aquella isla no había nadie del nivel del luchador y que se había equivocado de mar. Vaya decepción más grande se había llevado el lobo negro al sentir eso, sin embargo no había nada mejor que hacer y aquel chico se había ofrecido a pelear con él, según decía, era el único allí capaz de empuñar dos armas al mismo tiempo. Eso parecía un buen entretenimiento y seguramente le serviría para calentar un poco, el tiempo era bastante malo y lo mejor era entrar cuanto antes sin esperar nada más. Sin embargo el chico ahora dijo que no manchara mucho el suelo, que no era por él, sino por la gente del lugar. “Qué les den” Pensó el capitán de la oscuridad tranquilamente, después escuchó que aquellos tres idiotas eran hijos de unos hombres honorables, también le daba igual, el asesino castaño no conocía los remordimientos para nada.
- Bueno, ha sido mala suerte por mi parte elegir este mar entonces, pero de todas formas si vas a ser tú el que me da una buena lucha, no me quejare.
Una vez llegó a dentro, se fijó en aquel sitio, era un buen dojo, una sala grande donde poder pelear de forma cómoda sin chismes de por medio ni nada que estorbase, en ese momento el luchador se quitó su sudadera blanca echándola a un lado, su monstruoso y poderoso cuerpo salió a la luz. El tatuaje de aquella luna oscura en forma creciente brilló un poco, pero después cesó, la espalda de Kedra era impresionante y sus pectorales y abdominales mucho más. Su altura además le hacía un verdadero espectáculo y un peligro para cualquier luchador que se atreviera a echarle cara de mala forma. Sus botas de acerco permanecieron con él, estaba peleando contra un espadachín y seguramente las iba a necesitar, si fuera contra un luchador se las quitaría. Iba a tomarse una libertad primordial, iba a lanzar el primer ataque él. De esa forma dejaba claro su nivel de pelea para que el chico estuviera atento, aunque no pensaba esforzarse mucho si no era necesario. De hecho no iba a utilizar su fruta ya que nunca le hacía falta a la hora de luchar con alguien, sin embargo sus técnicas especiales si iban a salir a la luz en aquella pelea y el chico las iba a presenciar.
- Muy bien chico, ha llegado la hora de jugar un poco. Voy a realizar el primer movimiento del día. Más te vale usar todo tu potencial o podrías perder un brazo, una pierna o las costillas. Voy a comenzar normal, si veo que vas siendo difícil, subiré mi nivel, pero por ahora no lo hare.
Esas fueron las palabras de aquella mala bestia que observaba al chico con sus dorados ojos de forma siniestra. A continuación tomó aire mientras le miraba de forma calmada relajando su cuerpo, no pensaba usar su aura oscura, si lo hacía, tal vez el chico se asustaba demasiado y quedaba paralizado de forma temporal. Ahora no se lo pensó dos veces y comenzó a caminar hacia el chico despacio, sin embargo en un momento dado, salió corriendo a por él usando toda su velocidad. Su brazo derecho se puso de color negro metálico totalmente, mostrando así su buen dominio del haki armadura. Lanzó ese único puñetazo con fuerza que iba directo al pecho del chico, con la fuerza del lobo negro y encima el haki, podía hacerle daños muy graves, el ejemplo fue el árbol que había reventado fuera. Ahora el puño iba a toda velocidad a por su objetivo, le diera o no, saltaría después hacia atrás con la mirada fija en él, esperando y observando si había conseguido darle activando su haki de observación ahora.
Akumu: Demon Impact (Haki armadura Nvl2) (AIF)
- Bueno, ha sido mala suerte por mi parte elegir este mar entonces, pero de todas formas si vas a ser tú el que me da una buena lucha, no me quejare.
Una vez llegó a dentro, se fijó en aquel sitio, era un buen dojo, una sala grande donde poder pelear de forma cómoda sin chismes de por medio ni nada que estorbase, en ese momento el luchador se quitó su sudadera blanca echándola a un lado, su monstruoso y poderoso cuerpo salió a la luz. El tatuaje de aquella luna oscura en forma creciente brilló un poco, pero después cesó, la espalda de Kedra era impresionante y sus pectorales y abdominales mucho más. Su altura además le hacía un verdadero espectáculo y un peligro para cualquier luchador que se atreviera a echarle cara de mala forma. Sus botas de acerco permanecieron con él, estaba peleando contra un espadachín y seguramente las iba a necesitar, si fuera contra un luchador se las quitaría. Iba a tomarse una libertad primordial, iba a lanzar el primer ataque él. De esa forma dejaba claro su nivel de pelea para que el chico estuviera atento, aunque no pensaba esforzarse mucho si no era necesario. De hecho no iba a utilizar su fruta ya que nunca le hacía falta a la hora de luchar con alguien, sin embargo sus técnicas especiales si iban a salir a la luz en aquella pelea y el chico las iba a presenciar.
- Muy bien chico, ha llegado la hora de jugar un poco. Voy a realizar el primer movimiento del día. Más te vale usar todo tu potencial o podrías perder un brazo, una pierna o las costillas. Voy a comenzar normal, si veo que vas siendo difícil, subiré mi nivel, pero por ahora no lo hare.
Esas fueron las palabras de aquella mala bestia que observaba al chico con sus dorados ojos de forma siniestra. A continuación tomó aire mientras le miraba de forma calmada relajando su cuerpo, no pensaba usar su aura oscura, si lo hacía, tal vez el chico se asustaba demasiado y quedaba paralizado de forma temporal. Ahora no se lo pensó dos veces y comenzó a caminar hacia el chico despacio, sin embargo en un momento dado, salió corriendo a por él usando toda su velocidad. Su brazo derecho se puso de color negro metálico totalmente, mostrando así su buen dominio del haki armadura. Lanzó ese único puñetazo con fuerza que iba directo al pecho del chico, con la fuerza del lobo negro y encima el haki, podía hacerle daños muy graves, el ejemplo fue el árbol que había reventado fuera. Ahora el puño iba a toda velocidad a por su objetivo, le diera o no, saltaría después hacia atrás con la mirada fija en él, esperando y observando si había conseguido darle activando su haki de observación ahora.
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Sin responder a mis palabras, entró al dojo sin más dilación poniéndose el pañuelo que le cubría su monstruosa dentadura mientras que yo le miraba con la boca fruncida y las cejas levantadas esperando, sin éxito, alguna reacción o respuesta a lo que le había dicho anteriormente. Aunque pude presenciar su rostro durante su pelea con los 3 muchachos, el hombre parecía un cyborg más que un humano ya que no inmutaba el gesto, seguía con una expresión facial seria y tranquila, nada ni nadie le inmutaba.
Yo estaba paralizado, pensativo en la puerta del dojo, pero él entró en el dojo de todas formas pasando de largo mientras yo seguía en la puerta sacando conclusiones y deducciones de lo que acababa de presenciar. Para sacarme de mis pensamientos y devolverme al mundo real, se dirigió a mí diciendo que aceptaba el duelo y se quitó la sudadera, dejando a la luz una terrorífica vista, su cuerpo. No conforme con ser una mole de 2 metros, estaba muy musculoso, su brazo era prácticamente del tamaño de mi cuerpo y sus pectorales eran como dos cabezas mías cada uno.
Volví a quedarme petrificado y pensativo como antes mientras admiraba su escultórico cuerpo, pero el debió darse cuenta de que me había quedado como ido de nuevo, y volvió a hablarme para alejarme de mis divagaciones. Me dijo que iba a empezar a un nivel normal para tantearme y que luego iría subiendo. Por lo visto buscaba un reto, así que no creo que fuera a ser necesario contenerme.
Me quedé esperando unos segundos para ver si atacaba, pero parecía tener una postura muy relajada, por lo que entendí que me estaba cediendo el turno a mí, así que me dispuse a atacar, sin embargo, en cuanto di un paso para dirigirme a él y atacarle, el comenzó a desplazarse también hacia a mi con toda intención de atacarme.
Con apenas tiempo de reaccionar trató de propinarme un puñetazo al pecho, pero su brazo había cambiado de color, ahora era igual de negro que sus ojos, lo que me hizo sospechar que si eso me daba me podía dar por muerto. Dada su velocidad apenas tenía tiempo para reaccionar, pero yo tenía la ventaja de no ser tan corpulento, lo que me permitía ser ágil y escurridizo de forma natural, características que he potenciado aun más gracias a mi entrenamiento.
Salté para evitar el golpe, pero como sabía que a la altura que lo estaba dirigiendo no sería suficiente, use la katana de mi brazo derecho para tratar de desviarlo. Mi estrategia tuvo un éxito limitado, ya que apenas desvíe un par de centímetros el golpe antes de que mi katana se convirtiera en un amasijo de serrín y astillas, gracias al salto y a la pequeña desviación, su puñetazo solo me dio en la pierna derecha, aunque eso fue suficiente para hacerme dar una voltereta en el aire debido al impacto.
Aprovechando la voltereta que estaba dando debido al golpe, traté de asestarle un fuerte golpe al cuello con la katana de la mano izquierda cuando pasé volando boca arriba cerca de su hombro derecho, mientras daba el giro completo de mi cuerpo debido a la inercia del anterior impacto. Después del golpe aterrizaría a sus espaldas mientras intento reponerme del dolor considerable que me ha hecho sentir su puñetazo en mi pierna derecha.
Ataque volador al cuello (con la katana de madera)(AF)
El dolor me impedía mantenerme erguido, así que hinqué mi rodilla izquierda en el suelo, manteniendo la pierna derecha estirada. Mientras que me masajeaba mi dolorida pierna para calmar el dolor espeté:
-Oye, me da igual lo fuerte que seas, te he pedido antes que seas cuidadoso con este lugar ya que sus pobres gentes no se merecen que vengas a destruir lo que han levantado con el sudor de su frente porque a ti te apetezca ir de macho alfa. Y creo que tu y yo tenemos conceptos distintos de lo que es un “duelo amistoso” o “comenzar a dificultad normal”.
Ya reincorporándome por completo seguí con mi discurso:
-Sé que todo lo que te diga te va a dar igual, y que si te toco las narices me matarás de un solo movimiento, pero no tengo ya en esta vida nada que perder y me niego a vivir dejando que la gente de mi alrededor cometa injusticias contra personas inocentes y trabajadoras, no esperes que me acobarde ante ti. También soy consciente de que probablemente estés aburrido y busque pelea para divertirte, pues bien si sigues así terminaré el duelo y te quedarás sin tu ansiada pelea, no te voy a consentir ni un desperfecto más.
Yo estaba paralizado, pensativo en la puerta del dojo, pero él entró en el dojo de todas formas pasando de largo mientras yo seguía en la puerta sacando conclusiones y deducciones de lo que acababa de presenciar. Para sacarme de mis pensamientos y devolverme al mundo real, se dirigió a mí diciendo que aceptaba el duelo y se quitó la sudadera, dejando a la luz una terrorífica vista, su cuerpo. No conforme con ser una mole de 2 metros, estaba muy musculoso, su brazo era prácticamente del tamaño de mi cuerpo y sus pectorales eran como dos cabezas mías cada uno.
Volví a quedarme petrificado y pensativo como antes mientras admiraba su escultórico cuerpo, pero el debió darse cuenta de que me había quedado como ido de nuevo, y volvió a hablarme para alejarme de mis divagaciones. Me dijo que iba a empezar a un nivel normal para tantearme y que luego iría subiendo. Por lo visto buscaba un reto, así que no creo que fuera a ser necesario contenerme.
Me quedé esperando unos segundos para ver si atacaba, pero parecía tener una postura muy relajada, por lo que entendí que me estaba cediendo el turno a mí, así que me dispuse a atacar, sin embargo, en cuanto di un paso para dirigirme a él y atacarle, el comenzó a desplazarse también hacia a mi con toda intención de atacarme.
Con apenas tiempo de reaccionar trató de propinarme un puñetazo al pecho, pero su brazo había cambiado de color, ahora era igual de negro que sus ojos, lo que me hizo sospechar que si eso me daba me podía dar por muerto. Dada su velocidad apenas tenía tiempo para reaccionar, pero yo tenía la ventaja de no ser tan corpulento, lo que me permitía ser ágil y escurridizo de forma natural, características que he potenciado aun más gracias a mi entrenamiento.
Salté para evitar el golpe, pero como sabía que a la altura que lo estaba dirigiendo no sería suficiente, use la katana de mi brazo derecho para tratar de desviarlo. Mi estrategia tuvo un éxito limitado, ya que apenas desvíe un par de centímetros el golpe antes de que mi katana se convirtiera en un amasijo de serrín y astillas, gracias al salto y a la pequeña desviación, su puñetazo solo me dio en la pierna derecha, aunque eso fue suficiente para hacerme dar una voltereta en el aire debido al impacto.
Aprovechando la voltereta que estaba dando debido al golpe, traté de asestarle un fuerte golpe al cuello con la katana de la mano izquierda cuando pasé volando boca arriba cerca de su hombro derecho, mientras daba el giro completo de mi cuerpo debido a la inercia del anterior impacto. Después del golpe aterrizaría a sus espaldas mientras intento reponerme del dolor considerable que me ha hecho sentir su puñetazo en mi pierna derecha.
Ataque volador al cuello (con la katana de madera)(AF)
El dolor me impedía mantenerme erguido, así que hinqué mi rodilla izquierda en el suelo, manteniendo la pierna derecha estirada. Mientras que me masajeaba mi dolorida pierna para calmar el dolor espeté:
-Oye, me da igual lo fuerte que seas, te he pedido antes que seas cuidadoso con este lugar ya que sus pobres gentes no se merecen que vengas a destruir lo que han levantado con el sudor de su frente porque a ti te apetezca ir de macho alfa. Y creo que tu y yo tenemos conceptos distintos de lo que es un “duelo amistoso” o “comenzar a dificultad normal”.
Ya reincorporándome por completo seguí con mi discurso:
-Sé que todo lo que te diga te va a dar igual, y que si te toco las narices me matarás de un solo movimiento, pero no tengo ya en esta vida nada que perder y me niego a vivir dejando que la gente de mi alrededor cometa injusticias contra personas inocentes y trabajadoras, no esperes que me acobarde ante ti. También soy consciente de que probablemente estés aburrido y busque pelea para divertirte, pues bien si sigues así terminaré el duelo y te quedarás sin tu ansiada pelea, no te voy a consentir ni un desperfecto más.
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El golpe del chico lobo pasó a ser desviado unos centímetros, sin embargo notó como golpeaba su carne, precisamente la zona de la pierna. Era un milagro que no se la hubiera arrancado de cuajo, seguramente el chico había sido muy ágil moviéndose a un lado. Kedra había quedado unos pasos por delante al desplazarse con el puñetazo, sus ojos estaban cerrados totalmente y no temía permanecer con ellos cerrados. De repente su haki de observación le advirtió de las intenciones de aquel chico. De modo que un golpe con madera, al parecer el chico no tenía mucho cerebro, atacar al lobo con algo de madera era un suicidio. Al menos el castaño esperaba que el chico tuviera haki armadura o algo por el estilo, tranquilamente dejó salir su voz de nuevo de forma grave y seria como de costumbre. Las palabras iban dirigidas al chico en mitad del aire ahora.
- Un golpe a mi cuello con la espada de madera, no creo que eso sirva para detenerme chaval.
Dijo mientras sonreía de lado y se dejaba golpear. La espada chocó contra su cuello, estrellándose con este que estaba imbuido en haki, si la espada no se había roto, seguramente estaría en pésimas condiciones, aunque todo era posible y quizás estaba nueva. Había adivinado el ataque del chico fácilmente, sin duda alguna tenía un avanzado haki de observación. Lo único que se llevó, fue un ligero dolor en el cuello, aunque apenas le hizo algo, tan solo un pequeño golpecito. Eso fue al menos lo que sintió, el haki armadura era genial en todos los sentidos. Ahora se giró observando al chico de forma calmada, este comenzó a hablar. El chico se estaba pasando por sus palabras, sabía que podía morir fácilmente y sin embargo hablaba así, o estaba chiflado o tenía bastante valor. Pero lo peor fueron sus últimas palabras. No le iba a consentir ni un desperfecto más, eso dijo el chico. “No le arrancare la cabeza, tengo que contenerme…”
El castaño luchaba en su interior por no reventar al chico después de su osadía. Pero lo no le iba a permitir hablarle de esa forma, el chico miró al techo y sonrió de lado. Ahora comenzó a girar su brazo derecho a toda velocidad, de este comenzó a salir un aura oscura que se expandía por el hombro ahora. Estaba preparando una de sus técnicas destructoras y no iba a tener piedad.
- Esto es lo que opino de las pobres construcciones de los demás. Yami O Katto.
Sus últimas palabras sonaron algo más fuerte, de repente lanzó un puñetazo al aire rumbo al techo. De su puño surgió un aura oscura, de esta salió un enorme perro demoníaco de ojos rojos y cuernos negros y grandes. El animal rugió con fuerza chocando contra el techo seguido de aquella aura negra. El techo explotó en pedazos, aquello era una simple aura de perro maligno, pero tras ella iba una terrible onda de choque cortante. Los trozos de madera comenzaron a caer al suelo, se había cargado el techo totalmente, ahora la lluvia caía sobre la mayor parte central de la sala.
- Será mejor que vayas a por armas de verdad, las armas de madera solo me pueden dar risa chico. Ahora ve a por el arma más poderosa que tengas.
Le dijo ahora al chico mientras los escombros del techo aún seguían cayendo debido a la terrible onda. Había mandado al chico a por su mejor arma, sin embargo iba a ayudarle a ir hasta ella. Echó su puño hacia atrás observando al chico y sin pensárselo lanzó un puñetazo al aire formando una onda de choque que salió a por él con la intención de lanzarlo. Esta era menos peligrosa, la que había lanzado antes era mortal y podría haberlo despedazado. Con esta simple onda buscaba darle un simple paseo si es que le daba claro.
- ¡Vamos no tardes y demuéstrame lo que de verdad vales!
Onda de choque (AI)
- Un golpe a mi cuello con la espada de madera, no creo que eso sirva para detenerme chaval.
Dijo mientras sonreía de lado y se dejaba golpear. La espada chocó contra su cuello, estrellándose con este que estaba imbuido en haki, si la espada no se había roto, seguramente estaría en pésimas condiciones, aunque todo era posible y quizás estaba nueva. Había adivinado el ataque del chico fácilmente, sin duda alguna tenía un avanzado haki de observación. Lo único que se llevó, fue un ligero dolor en el cuello, aunque apenas le hizo algo, tan solo un pequeño golpecito. Eso fue al menos lo que sintió, el haki armadura era genial en todos los sentidos. Ahora se giró observando al chico de forma calmada, este comenzó a hablar. El chico se estaba pasando por sus palabras, sabía que podía morir fácilmente y sin embargo hablaba así, o estaba chiflado o tenía bastante valor. Pero lo peor fueron sus últimas palabras. No le iba a consentir ni un desperfecto más, eso dijo el chico. “No le arrancare la cabeza, tengo que contenerme…”
El castaño luchaba en su interior por no reventar al chico después de su osadía. Pero lo no le iba a permitir hablarle de esa forma, el chico miró al techo y sonrió de lado. Ahora comenzó a girar su brazo derecho a toda velocidad, de este comenzó a salir un aura oscura que se expandía por el hombro ahora. Estaba preparando una de sus técnicas destructoras y no iba a tener piedad.
- Esto es lo que opino de las pobres construcciones de los demás. Yami O Katto.
Sus últimas palabras sonaron algo más fuerte, de repente lanzó un puñetazo al aire rumbo al techo. De su puño surgió un aura oscura, de esta salió un enorme perro demoníaco de ojos rojos y cuernos negros y grandes. El animal rugió con fuerza chocando contra el techo seguido de aquella aura negra. El techo explotó en pedazos, aquello era una simple aura de perro maligno, pero tras ella iba una terrible onda de choque cortante. Los trozos de madera comenzaron a caer al suelo, se había cargado el techo totalmente, ahora la lluvia caía sobre la mayor parte central de la sala.
- Será mejor que vayas a por armas de verdad, las armas de madera solo me pueden dar risa chico. Ahora ve a por el arma más poderosa que tengas.
Le dijo ahora al chico mientras los escombros del techo aún seguían cayendo debido a la terrible onda. Había mandado al chico a por su mejor arma, sin embargo iba a ayudarle a ir hasta ella. Echó su puño hacia atrás observando al chico y sin pensárselo lanzó un puñetazo al aire formando una onda de choque que salió a por él con la intención de lanzarlo. Esta era menos peligrosa, la que había lanzado antes era mortal y podría haberlo despedazado. Con esta simple onda buscaba darle un simple paseo si es que le daba claro.
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Madre mía que animal, incluso atacando a una zona sensible y blanda, como es el cuello, no solo no conseguí herirle sino que además se partió en dos mi katana de madera, justo por el punto donde había impactado con su piel. Tiré con desprecio la mitad de la katana que tenía en mi mano al suelo y me quedé pensando sobre que podría hacer contra él. Sin armas, mi única opción era pegarle con las manos desnudas, pero si las katanas de madera se ha roto con tanta facilidad, mis nudillos parecerían un huevo crudo contra una pared.
Mientras pensaba, mi oponente me dijo que las armas de madera no servían para enfrentarme a el y que mirara lo que opinaba de las construcciones, acto seguido le salieron perros infernales de uno de sus brazos que destrozaron el techo por completo, haciendo que el agua que había sobre el techo, acumulada por la lluvia, cayera y empapara el suelo. “Al menos ha dejado de llover” pensé. Era curiosa su actitud, disfrutaba haciendo las cosas que se le prohibían o simplemente le pedían no hacer, es como un niño pequeño al que le dices no toques el jarrón, y no solo lo toca, sino que lo tira al suelo.
Claro que este niño medía dos metros estaba cachas y se convertía la piel en acero prácticamente a voluntad. Los niños siguen este comportamiento por curiosidad y experimentación, inicialmente el jarrón había pasado desapercibido, no conocían de su existencia, pero con esa prohibición, ya simbolizaba algo, yen sus cabecitas surgían las preguntas ¿Por qué no puedo tocarlo? ¿Qué pasará si lo hago? De hecho, así es como aprende el ser humano. Pero mi rival no era un niño, el ya había aprendido así que ¿Por qué lo ha hecho? ¿Una forma de mostrar su autoridad? ¿Por rebeldía? ¿Quería ver hasta donde era capaz de apretar mi paciencia? Fuera lo que fuera, disfrutaba con ello.
Mientras estaba analizándolo psicológicamente, me dijo que fuera a buscar mis mejores armas, y me demostró que tenía prisa. Lanzó un puñetazo, que salté para esquivar, pero su objetivo no era alcanzarme con el puño, sino con una especie de onde rara proveniente de él. Dado que estaba en al aire tratando de esquivar el falso puñetazo, no pude hacer nada por esquivar aquella onda, por lo que me alcanzó de pleno y me mando volando hasta la otra punta de la sala, atravesando dos paredes en mi camino, “Menos mal que las paredes aquí son de papel con palos finos de madera en forma de red que si no me espachurraba” pensé.
Cuando llegué a mi destino, aterricé contra el botiquín del vestuario, lo que hizo que se descolgara y cayera al suelo totalmente abierto. Aprovechando la situación, cogí el bote de alcohol para las heridas y me eché un poco en la cabeza, ya que por el impacto me había hecho una pequeña brecha. Eso me dio una genial idea. Me reincorporé de un salto, estaba emocionado por mi idea y no podía esperar a llevarla a cabo, y no iba a permitir que el dolor del golpe contra la pared me lo impidiera, estaba en éxtasis.
Abrí mi taquilla y saqué dos de mis katanas, una de acero, una de kairouseki y mi dial láser. Con el bote de alcohol, empapé el filo de las dos katanas por completo, lo volví a cerrar y me quedé mirando fijamente hacia donde estaba mi rival. Me metí el bote en mi bolsillo izquierdo del pantalón, y el dial en el derecho, para poder llevar mis katanas en las manos. Me acerqué un poco a el, pero no demasiado, solo lo necesario. Entonces, desde una distancia segura, solté mis katanas y llegaba el momento más difícil y vital de mi plan, si fallaba ahora, todo habría sido inútil.
Me saqué de los bolsillos el bote y el dial, le lancé el bote a mi oponente, y cuando estaba a su altura, dispare al bote con el dial, causando que explotara y que todo el líquido que contenía se inflamara, creando un gran fogonazo que lo salpicaría todo, y dado que el dojo era en su mayoría de papel y madera, todo prendería fuego con facilidad. Con la intención de que el fogonazo cegara y distrajera a mi rival, empuñe de nuevo mis katanas empapadas en alcohol y salí corriendo hacia él, abriendo los brazos para que los filos tocasen las llamas que lo rodeaban todo, causando que mis dos katanas tuviesen sus respectivos filos imbuidos por el fuego.
Cuando me acerqué a él lo suficiente, puse mis brazos completamente estirados, paralelo al suelo, y salté sobre Kedra mientras giraba cual peonza en el aire, de tal manera que saltara por encima de él y aterrizaría a sus espaldas. Cuando estuviera sobre su cabeza, todo mi cuerpo estaría en paralelo con el suelo y dado mi movimiento de rotación, sería como si un ventilador en llamas se dirigiera directamente a su cara. Al llegar al otro lado me prepararía para un contraataque con mis katanas aun cubiertas de fuego.
Espiral llameante (AMF)
Mientras pensaba, mi oponente me dijo que las armas de madera no servían para enfrentarme a el y que mirara lo que opinaba de las construcciones, acto seguido le salieron perros infernales de uno de sus brazos que destrozaron el techo por completo, haciendo que el agua que había sobre el techo, acumulada por la lluvia, cayera y empapara el suelo. “Al menos ha dejado de llover” pensé. Era curiosa su actitud, disfrutaba haciendo las cosas que se le prohibían o simplemente le pedían no hacer, es como un niño pequeño al que le dices no toques el jarrón, y no solo lo toca, sino que lo tira al suelo.
Claro que este niño medía dos metros estaba cachas y se convertía la piel en acero prácticamente a voluntad. Los niños siguen este comportamiento por curiosidad y experimentación, inicialmente el jarrón había pasado desapercibido, no conocían de su existencia, pero con esa prohibición, ya simbolizaba algo, yen sus cabecitas surgían las preguntas ¿Por qué no puedo tocarlo? ¿Qué pasará si lo hago? De hecho, así es como aprende el ser humano. Pero mi rival no era un niño, el ya había aprendido así que ¿Por qué lo ha hecho? ¿Una forma de mostrar su autoridad? ¿Por rebeldía? ¿Quería ver hasta donde era capaz de apretar mi paciencia? Fuera lo que fuera, disfrutaba con ello.
Mientras estaba analizándolo psicológicamente, me dijo que fuera a buscar mis mejores armas, y me demostró que tenía prisa. Lanzó un puñetazo, que salté para esquivar, pero su objetivo no era alcanzarme con el puño, sino con una especie de onde rara proveniente de él. Dado que estaba en al aire tratando de esquivar el falso puñetazo, no pude hacer nada por esquivar aquella onda, por lo que me alcanzó de pleno y me mando volando hasta la otra punta de la sala, atravesando dos paredes en mi camino, “Menos mal que las paredes aquí son de papel con palos finos de madera en forma de red que si no me espachurraba” pensé.
Cuando llegué a mi destino, aterricé contra el botiquín del vestuario, lo que hizo que se descolgara y cayera al suelo totalmente abierto. Aprovechando la situación, cogí el bote de alcohol para las heridas y me eché un poco en la cabeza, ya que por el impacto me había hecho una pequeña brecha. Eso me dio una genial idea. Me reincorporé de un salto, estaba emocionado por mi idea y no podía esperar a llevarla a cabo, y no iba a permitir que el dolor del golpe contra la pared me lo impidiera, estaba en éxtasis.
Abrí mi taquilla y saqué dos de mis katanas, una de acero, una de kairouseki y mi dial láser. Con el bote de alcohol, empapé el filo de las dos katanas por completo, lo volví a cerrar y me quedé mirando fijamente hacia donde estaba mi rival. Me metí el bote en mi bolsillo izquierdo del pantalón, y el dial en el derecho, para poder llevar mis katanas en las manos. Me acerqué un poco a el, pero no demasiado, solo lo necesario. Entonces, desde una distancia segura, solté mis katanas y llegaba el momento más difícil y vital de mi plan, si fallaba ahora, todo habría sido inútil.
Me saqué de los bolsillos el bote y el dial, le lancé el bote a mi oponente, y cuando estaba a su altura, dispare al bote con el dial, causando que explotara y que todo el líquido que contenía se inflamara, creando un gran fogonazo que lo salpicaría todo, y dado que el dojo era en su mayoría de papel y madera, todo prendería fuego con facilidad. Con la intención de que el fogonazo cegara y distrajera a mi rival, empuñe de nuevo mis katanas empapadas en alcohol y salí corriendo hacia él, abriendo los brazos para que los filos tocasen las llamas que lo rodeaban todo, causando que mis dos katanas tuviesen sus respectivos filos imbuidos por el fuego.
Cuando me acerqué a él lo suficiente, puse mis brazos completamente estirados, paralelo al suelo, y salté sobre Kedra mientras giraba cual peonza en el aire, de tal manera que saltara por encima de él y aterrizaría a sus espaldas. Cuando estuviera sobre su cabeza, todo mi cuerpo estaría en paralelo con el suelo y dado mi movimiento de rotación, sería como si un ventilador en llamas se dirigiera directamente a su cara. Al llegar al otro lado me prepararía para un contraataque con mis katanas aun cubiertas de fuego.
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El chico había salido volando derribando por el camino dos paredes, la lluvia había parado de caer. La mirada de Kedra era seria ante todo, no había otra expresión distinta en su rostro. El chico parecía esforzarse, pero no podía considerarlo un rival, si él era uno de los mejores, estaba perdiendo el tiempo claramente. Se esperaba un verdadero desafío, alguien que le obligara a sacar su forma bestial, alguien que al menos lograra amputarle una extremidad o suponerle un desafío verdadero. Estaba claro que se había equivocado de sitio, tal vez en el Grand Line le pusieran un verdadero desafío de una persona de su nivel. Había dejado al peliblanco ir a por las Katanas esperando que hiciese algo más, sin embargo notó un extraño olor, olor a alcohol. De repente el chico apareció, un olor muy fuerte provenía de sus armas, debía de ser el alcohol que olió, o bien pretendía curar a Kedra en sus cortes o bien usarlo para algo ardiente, era lo más probable.
De repente el chico lanzó un bote a por Kedra, esta rápidamente predijo lo que iba a pasar con su haki de observación. “Con que quemarme” Pensó mientras sonreía de lado y saltaba rodando por el suelo llevando su antebrazo a los ojos. la explosión comenzó a dejar rastros de llamas por doquier, el chico lobo se levantó rápidamente observando como el dojo comenzaba a arder. Definitivamente aquel chico era idiota, le regañaba por no romperlo y ahora lo quemaba, o era bipolar o tonto. Ahora observó como prendía sus armas en fuego, justo lo que pensaba el chico lobo que no se impresionó ni lo más mínimo. Atacar con armas prendidas de fuego, ya le habían atacado así antes muchas veces, no había nada que temer. De repente predijo el siguiente movimiento de su oponente, saltar por encima girando las espadas ardientes. “Vaya idiotez, acabare este combate tras su ataque” Pensó ahora mientras suspiraba quedándose quieto.
Esperó a que el chico saltara por encima para usar su haki armadura e interponer sus ante brazos. Notó como algunos cortes chocaban contra sus brazos haciéndole cosquillas, pero otros le hicieron algo de daño en estos, además las llamas cayeron sobre sus hombros haciéndole gruñir un poco por el dolor. Lo peor fue que durante algunos cortes notó una extraña sensación de debilidad, eso hizo que hincara una rodilla en el suelo cerrando su ojo derecho. Ahora el chico estaba tras él, el lobo miró hacia atrás y lo vio preparándose con sus katanas para defenderse. “Usa Kairouseki, maldito cobarde, además ha usado un dial, odio los diales” Pensó ahora despacio mientras se recuperaba tras unos segundos levantándose. Sus hombros estaban un poco enrojecidos y los antebrazos le sangraban con algunos cortes superficiales gracias a su haki. Iba siendo la hora de finalizar el combate, no iba a usar todo su poder, el chico no era digno de ello, solo había usado objetos como alcohol o diales y además un material sucio como el Kairouseki.
- Es hora de acabar con esto. Mayin Okami.
De repente un aura blanca comenzó a rodear al chico lobo totalmente. Sus ojos cambiaron ahora a un tono rojizo mientras que su aura aumentaba. Aquella aura blanca se trataba de su Mayin Okami, una habilidad que le permitía moverse a velocidad increíbles que el ojo humano apenas podría seguir, pero siendo algo inferior al Soru. Sonrió de lado mientras su brazo derecho ahora se envolvía en un color negro debido al haki de armadura. Otra capa negra se añadió, su tatuaje negro empezó a moverse como si estuviera vivo y se extendió por todo su brazo. De repente cuando parecía que todo había acabado, su brazo comenzó a brillar en un tono rojizo mientras ahora se formaba un aura en forma de cabeza de dragón en su brazo. Ahora tenía un brazo negro imbuido en un aura roja en forma de dragón de ojos dorados. Se trataba de Soul Of Dragón. Esta habilidad permitía al lobo concentrar en su brazo una terrible onda de choque mucho más brutal que una normal.
Además estaba imbuido en haki armadura y en el tatuaje que le daba más dureza y por lo tanto más fuerza y daño, añadiendo la velocidad del aura blanca Mayin Okami, cogería más impulso, si le pegaba con eso podría partirle la columna vertebral o reventarlo por dentro. Era un ataque brutal y encima el castaño ya tenía una fuerza monstruosa por sí solo. Aquel chico lo iba a pasar bastante mal con aquel ataque, no era el más poderoso de Kedra, el más poderoso implicaba su forma de Cadejo negro hibrido y eso ya era demasiado e indigno del peliblanco pues no lo merecía según Kedra. Sus colmillos se afilaron mientras observaba al chico sonriendo de lado y relamiéndose, en sus ojos se podía ver una mirada sádica y temible. Parecía que quería destrozarlo y bañarse en su sangre, el instinto asesino de Kedra había aparecido después de mucho tiempo.
- Voy a reventarte chaval, te dije que fueras por tus Katanas, no por alcohol ni diales, odio los que usan esos objetos cobardes. Un verdadero luchador pelea con lo que su cuerpo le ofrece y no objetos aparte.
Su brazo siguió brillando hasta que decidió que no le haría esperar más. Salió disparado a aquella velocidad de vértigo tratando de situarse en su espalda, pues con aquella velocidad no le llevaría ni dos segundos. A continuación con toda su rapidez lanzó un terrible puñetazo con su brazo derecho que iba al centro de la espalda, si le partía los huesos sería mala suerte, aunque temía más atravesarle el puño. En cuando los nudillos tocaran su piel o algo, la onda de choque se liberaría saliendo de lleno e impactando con lo primero que pillara dispuesta a reventar cualquier cosa. El puño letal de Kedra era increíble y aquello podía suponer el fin de la pelea, ahora faltaba ver que hacía el chico. ¿Lo esquivaría? ¿Lo bloquearía? ¿Sorprendería al lobo negro? Todo estaba por ver.
Ragnarok [Haki Armadura Nivel 2] [Yami Moon] [Soul Of Dragon] [Mayin Okami] [AMF]
De repente el chico lanzó un bote a por Kedra, esta rápidamente predijo lo que iba a pasar con su haki de observación. “Con que quemarme” Pensó mientras sonreía de lado y saltaba rodando por el suelo llevando su antebrazo a los ojos. la explosión comenzó a dejar rastros de llamas por doquier, el chico lobo se levantó rápidamente observando como el dojo comenzaba a arder. Definitivamente aquel chico era idiota, le regañaba por no romperlo y ahora lo quemaba, o era bipolar o tonto. Ahora observó como prendía sus armas en fuego, justo lo que pensaba el chico lobo que no se impresionó ni lo más mínimo. Atacar con armas prendidas de fuego, ya le habían atacado así antes muchas veces, no había nada que temer. De repente predijo el siguiente movimiento de su oponente, saltar por encima girando las espadas ardientes. “Vaya idiotez, acabare este combate tras su ataque” Pensó ahora mientras suspiraba quedándose quieto.
Esperó a que el chico saltara por encima para usar su haki armadura e interponer sus ante brazos. Notó como algunos cortes chocaban contra sus brazos haciéndole cosquillas, pero otros le hicieron algo de daño en estos, además las llamas cayeron sobre sus hombros haciéndole gruñir un poco por el dolor. Lo peor fue que durante algunos cortes notó una extraña sensación de debilidad, eso hizo que hincara una rodilla en el suelo cerrando su ojo derecho. Ahora el chico estaba tras él, el lobo miró hacia atrás y lo vio preparándose con sus katanas para defenderse. “Usa Kairouseki, maldito cobarde, además ha usado un dial, odio los diales” Pensó ahora despacio mientras se recuperaba tras unos segundos levantándose. Sus hombros estaban un poco enrojecidos y los antebrazos le sangraban con algunos cortes superficiales gracias a su haki. Iba siendo la hora de finalizar el combate, no iba a usar todo su poder, el chico no era digno de ello, solo había usado objetos como alcohol o diales y además un material sucio como el Kairouseki.
- Es hora de acabar con esto. Mayin Okami.
De repente un aura blanca comenzó a rodear al chico lobo totalmente. Sus ojos cambiaron ahora a un tono rojizo mientras que su aura aumentaba. Aquella aura blanca se trataba de su Mayin Okami, una habilidad que le permitía moverse a velocidad increíbles que el ojo humano apenas podría seguir, pero siendo algo inferior al Soru. Sonrió de lado mientras su brazo derecho ahora se envolvía en un color negro debido al haki de armadura. Otra capa negra se añadió, su tatuaje negro empezó a moverse como si estuviera vivo y se extendió por todo su brazo. De repente cuando parecía que todo había acabado, su brazo comenzó a brillar en un tono rojizo mientras ahora se formaba un aura en forma de cabeza de dragón en su brazo. Ahora tenía un brazo negro imbuido en un aura roja en forma de dragón de ojos dorados. Se trataba de Soul Of Dragón. Esta habilidad permitía al lobo concentrar en su brazo una terrible onda de choque mucho más brutal que una normal.
Además estaba imbuido en haki armadura y en el tatuaje que le daba más dureza y por lo tanto más fuerza y daño, añadiendo la velocidad del aura blanca Mayin Okami, cogería más impulso, si le pegaba con eso podría partirle la columna vertebral o reventarlo por dentro. Era un ataque brutal y encima el castaño ya tenía una fuerza monstruosa por sí solo. Aquel chico lo iba a pasar bastante mal con aquel ataque, no era el más poderoso de Kedra, el más poderoso implicaba su forma de Cadejo negro hibrido y eso ya era demasiado e indigno del peliblanco pues no lo merecía según Kedra. Sus colmillos se afilaron mientras observaba al chico sonriendo de lado y relamiéndose, en sus ojos se podía ver una mirada sádica y temible. Parecía que quería destrozarlo y bañarse en su sangre, el instinto asesino de Kedra había aparecido después de mucho tiempo.
- Voy a reventarte chaval, te dije que fueras por tus Katanas, no por alcohol ni diales, odio los que usan esos objetos cobardes. Un verdadero luchador pelea con lo que su cuerpo le ofrece y no objetos aparte.
Su brazo siguió brillando hasta que decidió que no le haría esperar más. Salió disparado a aquella velocidad de vértigo tratando de situarse en su espalda, pues con aquella velocidad no le llevaría ni dos segundos. A continuación con toda su rapidez lanzó un terrible puñetazo con su brazo derecho que iba al centro de la espalda, si le partía los huesos sería mala suerte, aunque temía más atravesarle el puño. En cuando los nudillos tocaran su piel o algo, la onda de choque se liberaría saliendo de lleno e impactando con lo primero que pillara dispuesta a reventar cualquier cosa. El puño letal de Kedra era increíble y aquello podía suponer el fin de la pelea, ahora faltaba ver que hacía el chico. ¿Lo esquivaría? ¿Lo bloquearía? ¿Sorprendería al lobo negro? Todo estaba por ver.
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Akuma no mi
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Mi ataque había funcionado, mi rival había hincado una de sus rodillas en el suelo debido al esfuerzo de detenerlo, o al menos eso pensé yo. Pero algo no encajaba, cuando se giró, apenas tenía unos rasguños superficiales, eso no era suficiente como para hacer que alguien así hincara una rodilla. Mirando más atentamente vi como me observaba con desprecio, como si hubiera hecho algo deshonroso, y luego pasó a observar con rabia mis katanas, ¿Qué le pasaba con ellas? Claro, todo encajaba, esa habilidad de poner su piel de acero y lo de los perros infernales..., seguro que era un usuario de akuma no mi, por eso hincó su rodilla en el suelo, no por el dolor, sino por la debilitación. Era una suposición arriesgada, pero me ayudaba a hilar muchas partes de los acontecimientos. Este descubrimiento me animó, había esperanza, podía ganar el combate si usaba el kairouseki con cabeza y no estaba equivocado en mis suposiciones claro, no podía imaginarme hasta que punto esas esperanzas de victoria no eran más que una quimera ilusión.
De su cuerpo comenzó a emanar un aura blanca misteriosa que no había visto antes, su brazo se volvió negro de nuevo por su habilidad de convertir la piel en acero, pero eso no era todo, su tatuaje se movía, era sorprendente. El tatuaje se dirigió hasta su brazo de acero, y le puso otra capa de negrura, si eso me daba iba a estar perdido. Pero lo que sucedió después hizo que mi corazón se acelerara, mi sangre corriera por mis venas como si fueran mis últimos minutos de vida, sentía que mi cuerpo comenzaba a fabricar adrenalina en cantidades industriales como acto reflejo a un peligro inminente. De su brazo, salió un dragón con unos ojos dorados, mientras que Kedra me miraba y se relamía. A partir de ese momento, todo pasó ante mí a cámara lenta, escuché su voz como trataba de decirme algo pero el miedo me impedía oírla, algo me decía que estaba muerto.
De pronto desapareció de mi vista, por instinto me giré, y ahí estaba él con una expresión asesina en el rostro. Prácticamente ya no era consciente de mis actos, mi cuerpo reaccionaba solo por el instinto animal de supervivencia sin que yo le diera órdenes. Por acto reflejo, salté en diagonal hacia la izquierda al mismo tiempo que puse mi katana de kairouseki junto a su cintura, justo por encima del pantalón, eso debería ser bastante para debilitar el golpe lo suficiente para que no fuera mortal, o al menos eso era lo que esperaba, era la última esperanza a la que me aferraba.
De pronto el tiempo se detuvo, todo se quedó paralizado mientras yo pensaba en todo lo que me quedaba pendiente y que no podría cumplir si mi rival cumplía su objetivo de darme aquel certero golpe. No podría hacerme fuerte, no podría surcar los mares de nuevo, jamás vería a mis antiguos amigos de nuevo, los shinri no tsukai, capitaneados por aquel al que llamaban Nocturne, que me regaló mi katana de kairouseki tan apreciada por mí, y un dial láser igual que el que él tenía, que yo me enseñé a usar para algunas manualidades como la que acababa de hacer con el alcohol, en mis combates. Que recuerdos de cuando aun tenía la akuma no mi de sangre, que perdí antes de poder siquiera acostumbrarme a ella, aunque si Kenshin no me llega a revivir tras el incidente que ocurrió, habría perdido algo más que la akuma no mi. Pero lo que más me dolía era no poder matar a los piratas que asesinaron a sangre fría a mi familia y a toda mi villa.
Así que allí estaba yo, enfrentándome a la que probablemente sería mi segunda muerte, ¿Pero sería la definitiva? Esperaba que no, todo mi cuerpo se llenó de arrepentimiento, ira e impotencia, por no poder cumplir mis objetivos. Entonces volví a la realidad, no parecía que hubiera saltado con la velocidad y la fuerza suficiente como para esquivar el puñetazo, y vi a cámara lenta como se aproximaba hasta la parte derecha de mi esternón, directo a las costillas. En cuanto el puño hizo contacto con mi piel, todo se volvió negro, no había dolor, no había arrepentimiento, no había ira, no había impotencia, tan solo oscuridad. Había llegado el momento de aceptar mi destino.
De su cuerpo comenzó a emanar un aura blanca misteriosa que no había visto antes, su brazo se volvió negro de nuevo por su habilidad de convertir la piel en acero, pero eso no era todo, su tatuaje se movía, era sorprendente. El tatuaje se dirigió hasta su brazo de acero, y le puso otra capa de negrura, si eso me daba iba a estar perdido. Pero lo que sucedió después hizo que mi corazón se acelerara, mi sangre corriera por mis venas como si fueran mis últimos minutos de vida, sentía que mi cuerpo comenzaba a fabricar adrenalina en cantidades industriales como acto reflejo a un peligro inminente. De su brazo, salió un dragón con unos ojos dorados, mientras que Kedra me miraba y se relamía. A partir de ese momento, todo pasó ante mí a cámara lenta, escuché su voz como trataba de decirme algo pero el miedo me impedía oírla, algo me decía que estaba muerto.
De pronto desapareció de mi vista, por instinto me giré, y ahí estaba él con una expresión asesina en el rostro. Prácticamente ya no era consciente de mis actos, mi cuerpo reaccionaba solo por el instinto animal de supervivencia sin que yo le diera órdenes. Por acto reflejo, salté en diagonal hacia la izquierda al mismo tiempo que puse mi katana de kairouseki junto a su cintura, justo por encima del pantalón, eso debería ser bastante para debilitar el golpe lo suficiente para que no fuera mortal, o al menos eso era lo que esperaba, era la última esperanza a la que me aferraba.
De pronto el tiempo se detuvo, todo se quedó paralizado mientras yo pensaba en todo lo que me quedaba pendiente y que no podría cumplir si mi rival cumplía su objetivo de darme aquel certero golpe. No podría hacerme fuerte, no podría surcar los mares de nuevo, jamás vería a mis antiguos amigos de nuevo, los shinri no tsukai, capitaneados por aquel al que llamaban Nocturne, que me regaló mi katana de kairouseki tan apreciada por mí, y un dial láser igual que el que él tenía, que yo me enseñé a usar para algunas manualidades como la que acababa de hacer con el alcohol, en mis combates. Que recuerdos de cuando aun tenía la akuma no mi de sangre, que perdí antes de poder siquiera acostumbrarme a ella, aunque si Kenshin no me llega a revivir tras el incidente que ocurrió, habría perdido algo más que la akuma no mi. Pero lo que más me dolía era no poder matar a los piratas que asesinaron a sangre fría a mi familia y a toda mi villa.
Así que allí estaba yo, enfrentándome a la que probablemente sería mi segunda muerte, ¿Pero sería la definitiva? Esperaba que no, todo mi cuerpo se llenó de arrepentimiento, ira e impotencia, por no poder cumplir mis objetivos. Entonces volví a la realidad, no parecía que hubiera saltado con la velocidad y la fuerza suficiente como para esquivar el puñetazo, y vi a cámara lenta como se aproximaba hasta la parte derecha de mi esternón, directo a las costillas. En cuanto el puño hizo contacto con mi piel, todo se volvió negro, no había dolor, no había arrepentimiento, no había ira, no había impotencia, tan solo oscuridad. Había llegado el momento de aceptar mi destino.
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“Fin del juego” Fue el último pensamiento del capitán antes de realizar el golpe contra la piel de su oponente. Al estamparlo el humo surgió de repente por la terrible onda de choque que surgió, derribando varias paredes de la potencia. Durante el ataque, el castaño había sentido la debilidad de nuevo en su cuerpo, pero ya no. Al golpearle o bien la katana de kairouseki había seguido a su dueño o bien había caído, pues las espadas no se quedan pegadas como un imán a la piel. Una vez el humo se dispersó, solo se pudo ver al castaño con los ojos iluminados y rodeado por el fuego de las llamas del lugar. Su mirada era seria y calmada, no tardó mucho en empezar a caminar rumbo a su presa, la cual parecía haber quedado inconsciente. Pudo ver los ojos del peliblanco cerrados, nada le impedía reventarle la cabeza ahora de un pisotón, sin embargo no había merito en matar a alguien que dormía o que estaba inconsciente. “Si tan solo hubieras jugado legal, no tendría que haber llegado a esto” Pensó ahora mientras se cruzaba de brazos observándolo. El sitio continuaba ardiendo, debía de salir de allí cuanto antes.
Se pensó por un momento dejar el cuerpo del chico allí para que ardiera, sin embargo sonrió de lado cogiéndolo por la cabeza con una sola mano y levantándolo como si de un trofeo se tratase. Lo dejó de espaldas a él, en ese momento los ojos del lobo brillaron. “Vas a acordarte del día en que jugaste sucio toda tu vida chico” Kedra estiró su mano libre sacando sus uñas mientras su mirada ahora era totalmente inexpresiva, tras unos segundos más alzó la mano. Sin pensárselo la bajó con fuerza, desde el hombro derecho del chico, pasando por la espalda y acabando en la parte inferior de la cintura por el lado izquierdo, realizó la marca. Un arañazo usando cuatro de sus dedos, recorría toda la espalda del chico y era lo suficiente profundo para que se le quedara una cicatriz permanente. La sangre fluía por las manos del lobo oscuro que ahora bajó al chico cogiéndolo por una sola pierna. Tras aquello salió del dojo y lo dejó en el suelo boca arriba. Le había entrado un poco de hambre, ahora pudo ver una casa, había un hombre castaño asomado mirando el incendio con los ojos muy abiertos.
El asesino entró en aquella casa cogiendo al tipo por el cuello y clavando sus dientes en su cuello para después pegar un tirón y arrancarle la cabeza de cuajo. La sangre recorrió su boca por completo y sus dientes se volvieron rojos y siniestros. A continuación sintió un pequeño quejido, era de una chica de unos dieciséis años que le miraba asustada con lágrimas en los ojos, rubia y de ojos azules. El chico lobo se acercó a ella y sin dudarlo de un rodillazo le reventó la cabeza contra la pared. Ya tenía más comida, le arranco después un brazo y salió de la casa mientras iba comiéndoselo como si de una brocheta se tratase, crudo y sin ningún miramiento. Tragaba la carne y la sangre de forma calmada como si aquello fuera lo más normal del mundo, no temía nada de nada. De repente pudo ver como un chico se ponía frente a él con el ceño fruncido. Un chaval joven de ojos verdes y cabello rojizo, además portaba una ninjato de color azul oscura y con el mango de color blanco con algunas piedras esmeraldas incrustadas en él. El chico ahora miró a Kedra con odio mientras apretaba los dientes aguantando no llorar, seguramente era algún familiar de las dos presas que se había comido.
- Maldito asesino, voy a matarte, lo juro.
Kedra asintió a sus palabras mientras mordía otro trozo del brazo con mucha calma. Eso hizo que el pelirrojo se mosqueara de una forma increíble y lanzó un tajo directo al cuello del capitán. Este por su parte lo esquivó prediciendo el golpe gracias a su haki y después lanzó un simple golpe con la mano abierta a su cuello y se lo partió. El cadáver cayó al suelo y el lobo negro terminó de comerse el brazo de la rubia. Una carne bastante mala, pero no había nada mejor. Ahora cogió la Ninjato de color azul y la guardó en su pantalón, sería un buen regalo para Kira. Ahora caminó a donde estaba el chico inconsciente lo cogió por la pierna de nuevo y empezó a caminar arrastrándolo por todos los charcos de la zona, de ese modo se divertía un poco y de paso podía disfrutar del sonido de la carne saliendo y entrando al agua. Había decidido llevárselo al barco consigo, aún quedaban unos minutos hasta llegar a la embarcación. De repente vio una tienda de dulces y un cartelito “El mejor chocolate del Este” Kedra se quedó mirándolo unos momentos y decidió dejar al chico allí echado, ahora se dispuso a entrar de forma tranquila. “Mira, seguro que esto junto a la NInjato le agrada más”
Se pensó por un momento dejar el cuerpo del chico allí para que ardiera, sin embargo sonrió de lado cogiéndolo por la cabeza con una sola mano y levantándolo como si de un trofeo se tratase. Lo dejó de espaldas a él, en ese momento los ojos del lobo brillaron. “Vas a acordarte del día en que jugaste sucio toda tu vida chico” Kedra estiró su mano libre sacando sus uñas mientras su mirada ahora era totalmente inexpresiva, tras unos segundos más alzó la mano. Sin pensárselo la bajó con fuerza, desde el hombro derecho del chico, pasando por la espalda y acabando en la parte inferior de la cintura por el lado izquierdo, realizó la marca. Un arañazo usando cuatro de sus dedos, recorría toda la espalda del chico y era lo suficiente profundo para que se le quedara una cicatriz permanente. La sangre fluía por las manos del lobo oscuro que ahora bajó al chico cogiéndolo por una sola pierna. Tras aquello salió del dojo y lo dejó en el suelo boca arriba. Le había entrado un poco de hambre, ahora pudo ver una casa, había un hombre castaño asomado mirando el incendio con los ojos muy abiertos.
El asesino entró en aquella casa cogiendo al tipo por el cuello y clavando sus dientes en su cuello para después pegar un tirón y arrancarle la cabeza de cuajo. La sangre recorrió su boca por completo y sus dientes se volvieron rojos y siniestros. A continuación sintió un pequeño quejido, era de una chica de unos dieciséis años que le miraba asustada con lágrimas en los ojos, rubia y de ojos azules. El chico lobo se acercó a ella y sin dudarlo de un rodillazo le reventó la cabeza contra la pared. Ya tenía más comida, le arranco después un brazo y salió de la casa mientras iba comiéndoselo como si de una brocheta se tratase, crudo y sin ningún miramiento. Tragaba la carne y la sangre de forma calmada como si aquello fuera lo más normal del mundo, no temía nada de nada. De repente pudo ver como un chico se ponía frente a él con el ceño fruncido. Un chaval joven de ojos verdes y cabello rojizo, además portaba una ninjato de color azul oscura y con el mango de color blanco con algunas piedras esmeraldas incrustadas en él. El chico ahora miró a Kedra con odio mientras apretaba los dientes aguantando no llorar, seguramente era algún familiar de las dos presas que se había comido.
- Maldito asesino, voy a matarte, lo juro.
Kedra asintió a sus palabras mientras mordía otro trozo del brazo con mucha calma. Eso hizo que el pelirrojo se mosqueara de una forma increíble y lanzó un tajo directo al cuello del capitán. Este por su parte lo esquivó prediciendo el golpe gracias a su haki y después lanzó un simple golpe con la mano abierta a su cuello y se lo partió. El cadáver cayó al suelo y el lobo negro terminó de comerse el brazo de la rubia. Una carne bastante mala, pero no había nada mejor. Ahora cogió la Ninjato de color azul y la guardó en su pantalón, sería un buen regalo para Kira. Ahora caminó a donde estaba el chico inconsciente lo cogió por la pierna de nuevo y empezó a caminar arrastrándolo por todos los charcos de la zona, de ese modo se divertía un poco y de paso podía disfrutar del sonido de la carne saliendo y entrando al agua. Había decidido llevárselo al barco consigo, aún quedaban unos minutos hasta llegar a la embarcación. De repente vio una tienda de dulces y un cartelito “El mejor chocolate del Este” Kedra se quedó mirándolo unos momentos y decidió dejar al chico allí echado, ahora se dispuso a entrar de forma tranquila. “Mira, seguro que esto junto a la NInjato le agrada más”
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De pronto, abrí los ojos, estaba de pie en medio de la nada, todo era oscuridad. Me revisé el cuerpo para comprobar daños pero no tenía ni un rasguño, acto seguido, comencé a andar hacia adelante, y mis pasos resonaban con un fuerte eco. Después de andar un rato, me quede totalmente paralizado, no podía mover ni un músculo.
Apareció una katana delante mía, tenia la empuñadura blanca, y una hoja muy afilada y larga. La katana estaba flotando en el aire, con su filo apuntando hacia mi pecho, pero empezó a moverse por encima de mi cabeza, dirigiéndose a mi retaguardia. Una vez que la perdí de vista por completo, note como me hacia un profundo y continuo surco comenzando por mi hombro derecho, mientras avanzaba muy lentamente hasta la parta inferior izquierda de mi cintura. Si me hubiera podido mover, me habría retorcido de dolor en el suelo, pero dada mi situación, solo podía chillar con gritos desgarradores de agonía.
Cuando pensé que todo había acabado, volví a sentir la misma sensación , pero esta vez un poco más abajo que el surco anterior, la sentí otra vez, y otra, así hasta cuatro veces. Después del cuarto surco, me caí al suelo de frente, por fin podía moverme de nuevo. Traté de tocar los surcos, pero el simple roce de mi mano hacía que sintiera un dolor inimaginable.
Alcé la cabeza mirando al frente, y pude ver un lobo negro con tonalidades grises y los ojos amarillos, estaba sentado y parecía bastante relajado. Me levanté costosamente y me puse de pie de nuevo, intenté echar mano de mis katanas pero no estaban allí. El lobo se acostó poniendo la cabeza sobre las patas mientras me miraba con los ojos totalmente hacia arriba y hacia pequeños gemidos, como si estuviera asustado.
Sonreí e incliné mi cabeza pensando que era bastante adorable, me acerqué para acariciarlo pero entonces, el lobo sacó los dientes y de un solo impulso saltó hacia mi cuello. Yo me quedé paralizado y con cara de horror, pero conforme llegó hasta mi cabeza desapareció sin dejar rastro, aquello era muy raro. Cuando por fin pude reaccionar, vi que delante de mí había aparecido una roca algo grande de extensión, pero muy bajita y decidí subirme encima.
Una vez en el centro de la roca, toda la oscuridad de mi alrededor se convirtió en agua, la parte que correspondería al suelo, y en noche nublada, la parte que correspondía a todo lo demás. Di dos pasos más, para situarme cerca del borde de la roca y apareció otra más de características similares. Seguí avanzando y apareció otra más, me giré y pude ver como la primera de todas había desaparecido. Seguí avanzando y las rocas aparecían y desaparecían a mi paso de tal manera que solo habían dos o tres rocas al mismo tiempo.
Después de estar un rato así, vi una roca más grande delante mía, con una mesa y varias sillas alrededor de dicha mesa, con alguien sentado en una de ellas. Me acerqué extrañado hasta estar justo enfrente de aquella persona, al lado opuesto de la mesa. Tenía la estatura de un niño de unos ocho años más o menos, pero toda su piel era lisa y negra, parecía un maniquí de plástico. En su cabeza, solo se podía notar su boca y un pequeño montículo que parecía ser su nariz, no tenía ojos y su pelo era muy similar al mío, blanco y de punta, pero más corto.
De pronto, escuché un ruido a mis espaldas, me giré bruscamente y vi a una mujer dándome la espalda, parecía que estaba cocinando. Su aspecto era muy similar al de aquel chico, pero era más alta, y su pelo no era blanco, era marrón y lo tenía recogido en un moño. Se escuchaba ruidos de sartenes, y el aceite chisporroteando, pero no había nada delante de ella. Me quedé mirándola fijamente un rato, hasta que de repente se le cayó la cabeza, y después de un par de segundos, el cuerpo se precipitó también contra el suelo. Me giré hacia el niño rápidamente, pero la silla donde se encontraba estaba vacía. Volví a mirar hacia adelante, pero el cuerpo y la cabeza de la mujer habían desaparecido también.
Apareció una katana delante mía, tenia la empuñadura blanca, y una hoja muy afilada y larga. La katana estaba flotando en el aire, con su filo apuntando hacia mi pecho, pero empezó a moverse por encima de mi cabeza, dirigiéndose a mi retaguardia. Una vez que la perdí de vista por completo, note como me hacia un profundo y continuo surco comenzando por mi hombro derecho, mientras avanzaba muy lentamente hasta la parta inferior izquierda de mi cintura. Si me hubiera podido mover, me habría retorcido de dolor en el suelo, pero dada mi situación, solo podía chillar con gritos desgarradores de agonía.
Cuando pensé que todo había acabado, volví a sentir la misma sensación , pero esta vez un poco más abajo que el surco anterior, la sentí otra vez, y otra, así hasta cuatro veces. Después del cuarto surco, me caí al suelo de frente, por fin podía moverme de nuevo. Traté de tocar los surcos, pero el simple roce de mi mano hacía que sintiera un dolor inimaginable.
Alcé la cabeza mirando al frente, y pude ver un lobo negro con tonalidades grises y los ojos amarillos, estaba sentado y parecía bastante relajado. Me levanté costosamente y me puse de pie de nuevo, intenté echar mano de mis katanas pero no estaban allí. El lobo se acostó poniendo la cabeza sobre las patas mientras me miraba con los ojos totalmente hacia arriba y hacia pequeños gemidos, como si estuviera asustado.
Sonreí e incliné mi cabeza pensando que era bastante adorable, me acerqué para acariciarlo pero entonces, el lobo sacó los dientes y de un solo impulso saltó hacia mi cuello. Yo me quedé paralizado y con cara de horror, pero conforme llegó hasta mi cabeza desapareció sin dejar rastro, aquello era muy raro. Cuando por fin pude reaccionar, vi que delante de mí había aparecido una roca algo grande de extensión, pero muy bajita y decidí subirme encima.
Una vez en el centro de la roca, toda la oscuridad de mi alrededor se convirtió en agua, la parte que correspondería al suelo, y en noche nublada, la parte que correspondía a todo lo demás. Di dos pasos más, para situarme cerca del borde de la roca y apareció otra más de características similares. Seguí avanzando y apareció otra más, me giré y pude ver como la primera de todas había desaparecido. Seguí avanzando y las rocas aparecían y desaparecían a mi paso de tal manera que solo habían dos o tres rocas al mismo tiempo.
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De pronto, escuché un ruido a mis espaldas, me giré bruscamente y vi a una mujer dándome la espalda, parecía que estaba cocinando. Su aspecto era muy similar al de aquel chico, pero era más alta, y su pelo no era blanco, era marrón y lo tenía recogido en un moño. Se escuchaba ruidos de sartenes, y el aceite chisporroteando, pero no había nada delante de ella. Me quedé mirándola fijamente un rato, hasta que de repente se le cayó la cabeza, y después de un par de segundos, el cuerpo se precipitó también contra el suelo. Me giré hacia el niño rápidamente, pero la silla donde se encontraba estaba vacía. Volví a mirar hacia adelante, pero el cuerpo y la cabeza de la mujer habían desaparecido también.
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El chico finalmente entró en aquella tienda, su mirada era sádica y estaba deseando llegar de una vez al barco. Cuando entró, la primera persona a la que se dirigió fue al dueño, era un tipo joven de cabellos morenos y ojos verdes claros. Simplemente alzó la mano saludándole y se fue a la sección de los dulces, se puso a ver las distintas tabletas de chocolates de todo tipo, además había bastantes más dulces. No sabía si cogerlos todos en un saco y largarse al barco, también le daban ganas de comerse algunos antes, parecían oler bastante bien. Justo cuando iba a estirar la mano para coger una tableta roja, escuchó las palabras del dueño tras su espalda, eran bastante arrogantes y encima soltó una amenaza que hizo que el chico lobo abriera bastante los ojos.
- Nunca pensé que el mismísimo Kedra viniera hasta mi tienda. ¿Qué debería hacer con un criminal como tú? ¿Matarte y entregarte o simplemente destriparte por todo lo que has estado haciendo?
Kedra se giró despacio observándole de forma seria, el tipo tenía en sus manos un arco y le estaba apuntando con el ceño fruncido. De repente un aura oscura comenzó a salir del cuerpo del castaño, esta llegó hasta aquel tipo que empezó a temblar como si estuviera delante del diablo. Sus ojos se entrecerraron y las gotas de sudor resbalaban por su rostro. El chico lobo comenzó a andar hacia su posición con la mirada fija en los ojos de aquel hombre. El miedo continuó apoderándose del payaso del arco, hasta que provocó que el asustado moreno disparara. El miedo le hizo fallar y la flecha se clavó en el hombro derecho de Kedra, sin embargo este había activado su haki armadura a tiempo y tan solo había perforado dos centímetros. A continuación, el Cadejo estiró su mano izquierda tomando al arquero por el cuello y mirándolo a los ojos de forma sádica y temible.
- Rompiste con la historia.
Tras aquellas palabras apretó la mano hasta partir el cuello de aquel hombre, después lo lanzó contra una estantería y reventó los cristales de esta con el cuerpo del moreno. Avanzó hasta sentarse en el mostrador y se arrancó la flecha, no le costó mucho pues estaba a poca profundidad. Una vez lo hizo comenzó a coger trozos de tela de una silla en la que el tipo estaba sentado anteriormente. Era un buen cirujano y sabía perfectamente lo que tenía que hacer, se vendó la zona para detener el pequeño sangrado y después examinó la flecha. No estaba oxidada, más bien estaba nueva, por lo que no había problemas y no debía preocuparse por si estaba infectada. Su mirada ahora se fijó en un saco lleno de barras de pan, se acercó cogiéndolo y lo vació en el suelo, a continuación empezó a coger todos los dulces que había, fijándose y cogiendo más bien todo lo que llevaba chocolate. No tardó ni dos minutos en cogerlo todo. A continuación salió a fuera y dejó el saco junto al chico inconsciente.
En ese momento el chico recordó que se había dejado la sudadera en el dojo, no podía dejársela allí y menos cuando el sitio estaba ardiendo, seguramente estaba ya derretida, pero se arriesgaría. Cerró un momento los ojos mientras su aura blanca aparecía a su alrededor. A continuación sus ojos se pusieron rojizos y salió disparado a gran velocidad rumbo al dojo. No tardó mucho en llegar y pudo ver todo en llamas, sin embargo derribó una de las pocas paredes que habían sobrevivido y pudo ver su chaqueta blanca rodeada en llamas. Rápidamente la cogió y salió de allí, estaba muy caliente por milagro del destino no se había quemado, ahora se la colocó y se puso la capucha. Ya estaba todo listo para volver al barco de una vez. Volvió a donde estaba el chico y el saco y sonrió de lado mientras cogía el saco con su mano izquierda y se lo echaba sobre el hombro. Después se quedó mirando el cuerpo del chico y suspiró un poco mientras entrecerraba los ojos.
- Vas a aprender a ser un espadachín de verdad, sin diales ni estupideces. Bienvenido a Kage Akuma chico.
Tras aquellas palabras cogió al chico con su mano libre de la pierna de nuevo y empezó a caminar rumbo al barco. El chico se iba comiendo todos los charcos por el camino, cosa que le daba igual al lobo negro, tan solo quería salir de aquel sitio y no tenía el hombro en condiciones tras el flechazo para cargar a una persona sobre él. Una vez llegó al barco llevó al chico a un camarote y lo dejó allí, a continuación llevó el chocolate a su habitación, a una nevera que él mismo tenía guardada allí. Metió los dulces y tiró el saco a un lado, tras eso se dirigió a cubierta y pegó una voz. Después se dirigió a la sala de entrenamiento para ponerse a entrenar.
- ¡Rumbo al Grand Line!
- Nunca pensé que el mismísimo Kedra viniera hasta mi tienda. ¿Qué debería hacer con un criminal como tú? ¿Matarte y entregarte o simplemente destriparte por todo lo que has estado haciendo?
Kedra se giró despacio observándole de forma seria, el tipo tenía en sus manos un arco y le estaba apuntando con el ceño fruncido. De repente un aura oscura comenzó a salir del cuerpo del castaño, esta llegó hasta aquel tipo que empezó a temblar como si estuviera delante del diablo. Sus ojos se entrecerraron y las gotas de sudor resbalaban por su rostro. El chico lobo comenzó a andar hacia su posición con la mirada fija en los ojos de aquel hombre. El miedo continuó apoderándose del payaso del arco, hasta que provocó que el asustado moreno disparara. El miedo le hizo fallar y la flecha se clavó en el hombro derecho de Kedra, sin embargo este había activado su haki armadura a tiempo y tan solo había perforado dos centímetros. A continuación, el Cadejo estiró su mano izquierda tomando al arquero por el cuello y mirándolo a los ojos de forma sádica y temible.
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Tras aquellas palabras apretó la mano hasta partir el cuello de aquel hombre, después lo lanzó contra una estantería y reventó los cristales de esta con el cuerpo del moreno. Avanzó hasta sentarse en el mostrador y se arrancó la flecha, no le costó mucho pues estaba a poca profundidad. Una vez lo hizo comenzó a coger trozos de tela de una silla en la que el tipo estaba sentado anteriormente. Era un buen cirujano y sabía perfectamente lo que tenía que hacer, se vendó la zona para detener el pequeño sangrado y después examinó la flecha. No estaba oxidada, más bien estaba nueva, por lo que no había problemas y no debía preocuparse por si estaba infectada. Su mirada ahora se fijó en un saco lleno de barras de pan, se acercó cogiéndolo y lo vació en el suelo, a continuación empezó a coger todos los dulces que había, fijándose y cogiendo más bien todo lo que llevaba chocolate. No tardó ni dos minutos en cogerlo todo. A continuación salió a fuera y dejó el saco junto al chico inconsciente.
En ese momento el chico recordó que se había dejado la sudadera en el dojo, no podía dejársela allí y menos cuando el sitio estaba ardiendo, seguramente estaba ya derretida, pero se arriesgaría. Cerró un momento los ojos mientras su aura blanca aparecía a su alrededor. A continuación sus ojos se pusieron rojizos y salió disparado a gran velocidad rumbo al dojo. No tardó mucho en llegar y pudo ver todo en llamas, sin embargo derribó una de las pocas paredes que habían sobrevivido y pudo ver su chaqueta blanca rodeada en llamas. Rápidamente la cogió y salió de allí, estaba muy caliente por milagro del destino no se había quemado, ahora se la colocó y se puso la capucha. Ya estaba todo listo para volver al barco de una vez. Volvió a donde estaba el chico y el saco y sonrió de lado mientras cogía el saco con su mano izquierda y se lo echaba sobre el hombro. Después se quedó mirando el cuerpo del chico y suspiró un poco mientras entrecerraba los ojos.
- Vas a aprender a ser un espadachín de verdad, sin diales ni estupideces. Bienvenido a Kage Akuma chico.
Tras aquellas palabras cogió al chico con su mano libre de la pierna de nuevo y empezó a caminar rumbo al barco. El chico se iba comiendo todos los charcos por el camino, cosa que le daba igual al lobo negro, tan solo quería salir de aquel sitio y no tenía el hombro en condiciones tras el flechazo para cargar a una persona sobre él. Una vez llegó al barco llevó al chico a un camarote y lo dejó allí, a continuación llevó el chocolate a su habitación, a una nevera que él mismo tenía guardada allí. Metió los dulces y tiró el saco a un lado, tras eso se dirigió a cubierta y pegó una voz. Después se dirigió a la sala de entrenamiento para ponerse a entrenar.
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Seguía en aquel extraño lugar, pero de pronto, la piedra sobre la que estaba desapareció y comencé a caer al vacío. No se cuanto tiempo estuve cayendo, pero aterricé de bruces sobre un suelo de parqué, y no me dolió tanto como me debería a ver dolido después de una caída tan grande. Alcé la cabeza sin levantarme del suelo y observé que estaba en una cocina. Veía una mesa con sillas alrededor y las piernas de un niño que colgaban de una de ellas. Giré mi cabeza hacia el otro lado y pude ver una mujer de espaldas al niño, me levanté para contemplar mejor la escena, y me quedé petrificado cuando me di cuenta de que aquella escena era la misma que había visto antes con los maniquís negros, pero esta vez tenían piel, esta vez eran humanos.
Ahora si que los reconocí, yo era el niño y aquella mujer mi madre, entonces, la mujer que perdía la cabeza... Se abrió la puerta de la cocina de golpe y entraron dos piratas, uno cogió al niño, mientras que el otro se dirigía espada en mano a por la mujer, traté de interponerme pero el pirata me atravesó como si fuera un fantasma, y degolló a la mujer, es decir, mi madre. Al darme cuenta de lo sucedido, me caí de rodillas, apoyé las manos y la frente en el suelo, y levanté la cabeza de nuevo, echándola hacia atrás con las manos sobre mi pelo dando un grito desgarrador. El entorno parecía reaccionar a mis emociones, ya que al mismo tiempo que di el grito, todo se envolvió en llamas. Comencé a dar puñetazos contra el suelo para descargar mi rabia, con cada puñetazo, las llamas cambiaban de color y se hacían mas fuertes durante un instante, el instante que duraba el puñetazo.
Me levanté ya más relajado, las paredes de la cocina se cayeron hacia atrás, devolviéndome de nuevo al mundo de antes, donde todo era oscuridad y tenía que avanzar por piedras que aparecían y desaparecían. Las llamas se dividieron en dos, la mitad a mi izquierda y la otra a mi derecha. Eran como las paredes de aquel pasillo de piedra, por lo que no tenía más remedio que seguir avanzando en línea recta.
Al cabo de andar durante un rato, empezaba a sentirme muy mojado, por el sudor del calor de aquellas llamas así que me llevé las manos a la cara para secármelo, fue entonces cuando me di cuenta de que aquello no era sudor, era sangre. Cuantos mayores eran mis esfuerzos por quitármela, mas aparecía, ahora bañaba por completo mis ropajes. Pese a la incomodidad de la sangre, decidí no darle importancia y seguir avanzando. Cuando pensaba que aquel camino no iba a terminar nunca, encontré un cofre, parecía ser el final del camino, ya que detrás de ese cofre había un muro de llamas que me impedía seguir avanzando.
Era un cofre de madera, me llegaba hasta las rodillas y tenía grabas las palabras “la salida esta cerca”. Decidí abrirlo para ver si terminaba por fin con todo aquel extraño sueño, pero dentro solo habían....¿Clavos? El cofre esta lleno de clavos, me quedé agachado frente al cofre mientras, escuchaba un ruido, era como el silbido de una serpiente, provenía del cofre. Escarbé un poco y vi la fuente del sonido, la mecha de un cartucho de dinamita. Me levanté y traté de huir, como el explosivo de detonó y todos los clavos salieron despedidos y se incrustaron en la parte derecha de mis costillas. Eso me hizo sentir un dolor muy grande, que me hizo gritar con todas mis fuerzas, grité tanto que me desperté.
Ahora si que los reconocí, yo era el niño y aquella mujer mi madre, entonces, la mujer que perdía la cabeza... Se abrió la puerta de la cocina de golpe y entraron dos piratas, uno cogió al niño, mientras que el otro se dirigía espada en mano a por la mujer, traté de interponerme pero el pirata me atravesó como si fuera un fantasma, y degolló a la mujer, es decir, mi madre. Al darme cuenta de lo sucedido, me caí de rodillas, apoyé las manos y la frente en el suelo, y levanté la cabeza de nuevo, echándola hacia atrás con las manos sobre mi pelo dando un grito desgarrador. El entorno parecía reaccionar a mis emociones, ya que al mismo tiempo que di el grito, todo se envolvió en llamas. Comencé a dar puñetazos contra el suelo para descargar mi rabia, con cada puñetazo, las llamas cambiaban de color y se hacían mas fuertes durante un instante, el instante que duraba el puñetazo.
Me levanté ya más relajado, las paredes de la cocina se cayeron hacia atrás, devolviéndome de nuevo al mundo de antes, donde todo era oscuridad y tenía que avanzar por piedras que aparecían y desaparecían. Las llamas se dividieron en dos, la mitad a mi izquierda y la otra a mi derecha. Eran como las paredes de aquel pasillo de piedra, por lo que no tenía más remedio que seguir avanzando en línea recta.
Al cabo de andar durante un rato, empezaba a sentirme muy mojado, por el sudor del calor de aquellas llamas así que me llevé las manos a la cara para secármelo, fue entonces cuando me di cuenta de que aquello no era sudor, era sangre. Cuantos mayores eran mis esfuerzos por quitármela, mas aparecía, ahora bañaba por completo mis ropajes. Pese a la incomodidad de la sangre, decidí no darle importancia y seguir avanzando. Cuando pensaba que aquel camino no iba a terminar nunca, encontré un cofre, parecía ser el final del camino, ya que detrás de ese cofre había un muro de llamas que me impedía seguir avanzando.
Era un cofre de madera, me llegaba hasta las rodillas y tenía grabas las palabras “la salida esta cerca”. Decidí abrirlo para ver si terminaba por fin con todo aquel extraño sueño, pero dentro solo habían....¿Clavos? El cofre esta lleno de clavos, me quedé agachado frente al cofre mientras, escuchaba un ruido, era como el silbido de una serpiente, provenía del cofre. Escarbé un poco y vi la fuente del sonido, la mecha de un cartucho de dinamita. Me levanté y traté de huir, como el explosivo de detonó y todos los clavos salieron despedidos y se incrustaron en la parte derecha de mis costillas. Eso me hizo sentir un dolor muy grande, que me hizo gritar con todas mis fuerzas, grité tanto que me desperté.
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