3 Tipos con smoquin [Raze, Sawn & Xiba]

Pasé por ultima vez la mano por el pelo, por fin estaba como me gustaba, peinado pero con aspecto casual. Me coloqué el cuello de la camisa y me cercioré de que la pajarita estuviese en perfectas condiciones. Podía verme perfectamente reflejado en el gran espejo que había frente a mi. Ayudándome con las manos me levante del pequeño taburete acolchado con piel roja muy suave, y me dirigí a la cama que quedaba a unos pocos pasos, para una vez allí ponerme los pantalones. La imagen ahora reflejada en el espejo no era tan espectacular pero si muy extravagante. Un tipo con la parte de arriba de un esmoquin perfectamente vestido, y con unos calzoncillos blancos con rayas azules en la parte de abajo. Me puse los pantalones dando saltitos con la pierna izquierda en lo que me ponía la pierna contraria, y luego al revés para ponerme la izquierda. Me calcé unos zapatos de punta y me escondí bajo el fajín mis dos pistolas, las armas no estaban permitidas en el casino, por lo que decidí llevar estas que era mas discretas.

Al salir por la puerta, cogí 2000 berris que tenía en dos fajos de billetes y les guardé en el bolsillo interior de la chaqueta, la noche acababa de empezar y yo lo iba a dar todo. Cerré la puerta tras atravesarla y recorrí el largo pasillo hasta llegar a una gran puerta con dos hojas al tiempo que me encendía un largo puro con un mechero que había en la habitación. El humo salia por el lado de la boca en el que no tenía el puro, y una vez hube guardado el mechero en el bolso del pantalón abría las dos hojas de la puerta y me encaminé hacia la zona de juegos.

Meh. Me encontraba en una isla del Grand Line, Casino Island la llamaban. ¿Qué por qué me encontraba allí? Sinceramente, no tenía intención de pasarme ya que me aseguraban que no era más que una isla llena de lujuria, prejuicios, de adicciones, y en definitiva, de desgracia para la billetera. Sin embargo me quedé sin suministros para seguir con mi viaje de rumbo desconocido, seguía buscando a gente para la banda. De nuevo, con mi peinado puntiagudo, del mismo tono rojizo que siempre y mis ropas para nada habituales –según el resto de personas– hicieron que encajara bien en dicha isla. Para colmo, podría vivir la vida nocturna de la isla, la cual sería aún más de lo mismo de su fama pero a un nivel superior. Atraqué a la hora de cenar, y me moría de hambre. Lo único de civilización que había, era el gigantesco casino. –Claro… De allí el nombre…– Me dije a mi mismo al ver todas aquellas luces de neón en la entrada anunciando algunos de sus juegos más exitosos y novedades. Cielo despejado, aunque sin posibilidad de ver las estrellas por tanta luz. Gente con traje de gala, y yo como un bufón.
Observé que había un par de porteros en la puerta, verificando los atuendos –pues había que ir vestido de etiqueta para poder pasar– y que nadie llevara armas. Eso sería un problema, no tenía ni ropa de recambio ni iba a dejar en mi pequeño bote mi vara con altas probabilidades de ser birlada. Bueno, en realidad nadie podría cogerla, pero no me quería alejar de ella.

Decidí acercarme a la puerta, pasar y ver qué me depararía el destino. –Hola chicos.– Les dije a los muchachos. –¿Eres parte del espectáculo de ésta noche, verdad? – Me dijo uno de los dos tipos. –Sí seguramente se trate de uno del grupo de bufones, tan sólo hay que mirarle las pintas. –Continuó el otro. Perfecto, al final parece que podría pasar por la cara. Y no contento con ello, uno de los dos seguratas –muy guapos con sus esmóquines beige –me dio una bolsa con varios berris. Me dijo que ya que íbamos a actuar nos podríamos tomar un par de copas y jugar a algunos juegos a costa del casino.
Pues vaya, sin comerlo ni beberlo, seguramente acabe pasándomelo bien esa noche. El interior del lugar era sumamente espectacular, alfombras rojas con detalles dorados, las paredes todas con cuadros marrones flojos que pegaban a la perfección. Y la luminosidad que tenía el sitio debido a sus máquinas tragaperras, entre otras cosas, era muy alta. Ciertamente me quedé bastante impresionado. Me acerqué a la barra para pedir algo de beber –pues seguramente de comer no tuvieran nada – mientras era observado por todos como un extraño. Claro, todos ellos con traje y yo no, pues bueno, al menos podré reírme por ir todos iguales.
¿Y ahora qué podría hacer en el casino? Empezaré con una buena copa, y ya veremos el resto. –Camarero, un vaso de leche.