[Pasado][Privado][Midorima y Kimura]Conociendo la isla del máximo conocimiento.

Midorima viajaba de forma veloz en un gran barco pesquero, robado, directo a la isla de Ohara. Una isla muy interesante y que demostraría si era alguien en verdad inteligente o bien, simplemente, era otro idiota más que pisaba este mundo, el barco que había robado funcionaba a motor y a pesar que el viento estaba en su contra, llegaría a la isla en unos cinco minutos, sin más agarró un par de pescados –suerte para él que aun había un canasto lleno de ellos- y lentamente empezó a entrar en el barco, suponía que debía de haber alguna cocina, buscó y buscó hasta que finalmente la encontró, era la última habitación de todas, entró con cuidado y entonces empezó a cocinar aquellos pescados, su habilidad culinaria era increíble, los dio vuelta un par de veces, les echó algo de mantequilla para que quedaran dorados, pimienta, orégano, aceite de oliva y finalmente un poco de limón y sal, en menos de cinco minutos, los dos pescados ya estaban listos para comer.

Fue entonces que sintió que el barco chocaba contra algo Al fin llegué, Ohara aquí voy…de nuevo. pensó mientras agarraba con sus dos manos su comida, y empezaba a caminar lentamente hacia la salida, la luz del sol lo cegó un par de segundos, apagó el motor del barco, echó el ancla –teniendo un pescado en la boca y agarrando el ancla solo con una- una vez comprobó que todo estaba listo, de un solo salto puso un pie en la hermosa playa de Ohara, sabía de su pasado, de cómo el Gobierno Mundial la había destruido porque los genios de esta isla sabían demasiado de Siglo Vacío, una mera excusa para probar su máximo poder, la Buster Call. Un poder que llama a diez acorazados dirigidos por cinco vicealmirantes y que arrasan con todo a su paso, un poder impresionante y que de verdad daba miedo incluso a Midorima quien caminaba dando mordiscos a sus pescados, el sabor era de verdad increíble, y aparte al estar recién sacados del horno pues aun humeaban y en el aire quedaba aquel rico aroma de su comida.

Caminaba sin un rumbo fijo, solo buscaba algo interesante que hacer, en su visita anterior había peleado contra un marine de poca monta, nada divertido como para que fuera si quiera un calentamiento, así que ahora en verdad buscaba pasarlo en grande en esta isla, que por ahora, daba cuenta que aun a pesar de todos los años que habían pasado desde la Buster Call parecía que esta isla de verdad estaba deshabitada, o por lo menos, eso se demostraba a primera vista.

Allí todo era caos, no había nada más que escombros y ruinas, y todas ellas estaban cubiertas por la maleza y la hiedra que escalaba por entre las rocas destruídas y las paredes derruídas. Aquí fue donde se libró la mítica guerra de Ohara, donde la mayor arma devastadora del gobierno mundial entró en escena, aniquilando toda existencia que se interpusiera en dicha isla.

He de reconocer que aunque el gobierno mundial es aliado de la marina, aquél genocidio era una barbarie tan solo comparada con los ataques de los sanguinarios piratas. ¿Por qué diablos habría querido el gobierno mundial causar tal genocidio? ¿Por qué mancharse las manos con sangre inocente? No me gustaba creer que fue una masacre sin sentido, y en los informes que había encontrado apenas había hallado información suficiente que me sacase de dudas, por lo que pensé que tal vez lo mejor sería ir a la propia isla de Ohara a tratar de averiguar algo.

Y en efecto allí me hallaba, en el centro de lo que parecía ser un enorme cráter, tal vez donde antaño se había hallado el gran árbol del conocimiento. Pero ahora no queda más que restos de madera carcomida y ruinas en un estado lamentable. Salí de aquél cráter y me adentré en las ruinas. Allí no había nada que ver. La isla era un cementerio viviente, dentro de alguna casa todavía se podía contemplar algún pedazo de hueso entre las enredaderas que lo cubrían todo. Todo salvo la vegetación más salvaje murió en aquél ataque.

El viento comenzó a soplar con fuerza desde el este. Me sujeté el gorro, pues sentí que iba a salir volando. Lo sujeté con fuerza. No tenía sentido haber venido hasta allí, entre las ruinas no podría hallar nada jamás. Miré de un lado a otro. Lo más seguro es que fuese algo relacionado con que sabían más de la cuenta, pero no se hasta qué punto podría estar algo así justificado como para causar tal devastación y masacre. Sentí que nunca iba a estar de acuerdo, y eso me dejó un pequeño vació dentro de mí.

De pronto noté algo extraño, un agradable y cálido olor venía junto al viento, olía como a... ¿Pescado frito? Me quedé olisqueando al aire, no había duda, era pescado frito, parecía que no estaba solo en aquella isla. Miré en dirección hacia donde venía el viento, pues si era éste quien traía el aroma debería de haber algo o alguien en aquella dirección.

Enseguida lo encontré, nada más mirar pude ver un tipo extraño que tenía el cabello de un color verdoso y que comía pescado. Mi vena amigable salió a la luz casi sin darme cuenta y comencé a acercarme hacia ese tipo, le alcé la mano derecha y comencé a hablarle.

-¡Hey! No esperaba encontrar nadie por aquí. Soy Kimura Hayate. Un placer.

Me acercaba poco a poco a él con una gran sonrisa en el rostro.

Midorima tragaba cada pedazo de su propio pescado a medida que miraba cada ruina de la isla, intentaba entender porque el Gobierno Mundial habría hecho esto, entre la gran maleza aun se distinguían huesos de los habitantes, botó las espinas del pescado al suelo, después de todo ya no importaba dejar o no basura tirada por ahí, todo indicaba que esta isla estaba deshabitada ¿o no? Escuchó a lo lejos una voz, se giró lentamente para ver a un joven que se acercaba a su posición, estaba armado con lo que parecían ser dos espadas, no tenía pinta de ser alguien malo, escuchó su nombre era Kimura Hayate, no tenía idea de quién era pero al parecer tampoco era de esta isla y eso hacía más peso en que la isla estaba deshabitada en su totalidad, algo normal, después de todo ¿quién sería tan idiota como para vivir en un cementerio gigante?

Hola, soy Midorima Shintaro, un gusto…¿quieres?- Le estaba ofreciendo su segundo pescado, no tenía tanta hambre y ese lo tenía solo por si acaso, en caso de necesitarlo pero al parecer no iba estar mucho tiempo en esta isla, no había nada y no había alguna pisca de que había algún cambio notable desde su última visita.- Tranquilo, no tiene veneno, lo hice yo mismo y está muy bueno. Aparte te ayudará a recuperar energías.- le dijo entre algunas risitas, a decir verdad, ahora le entraba la curiosidad de lo que estaba haciendo aquí, en Ohara, lo analizó con la mirada y era un joven de unos veinte y tantos, era alto y su composición era robusta, pero nunca tan voluminosa…era un luchador o alguien que entrenaba su cuerpo, su pelo era rojo, sus ojos eran extraños, uno de un color muy azulado que nunca había visto y el otro de un color marrón llegando casi al negro…extraño. Con el pie apartó unos cuantos huesos y se sentó en el suelo, el viento era tranquilizador. No era mala idea quedarse a descansar un rato, aparte ahora ya no estaba solo.

Y dime ¿Qué haces aquí? ¿Qué te trae a este infierno generado por el Gobierno Mundial? ¿Acaso eres un hijo que tiene la sangre de los “Demonios de Ohara”?

Preguntó sin siquiera pensarlo un poco más, no tenía miedo de lo que hiciera aquel joven, aparte eran preguntas que podría hacerle cualquiera, seguía siendo un extraño pero ahora que seguramente querría el pescado sería un amigo, o quizás no ¿Quién sabe? El tono de sus preguntas era algo serio, pero rozaba lo amigable, su mirada estaba perdida en algún punto de la gran maleza. Su postura si bien no reflejaba que tenía la guardia en alto era todo lo contrario, de hecho, sus brazos estaban cubierto por una capa invisible de su Haki Armadura por si aquel “amigo” decidía atacarlo de la nada, sin más guardó silencio mientras esperaba alguna respuesta de aquel joven de pelo rojo y ojos raros, y por supuesto, también esperaba las preguntas que él le lanzaría a modo de ataque, era un juego de pregunta y respuesta y Shintaro no iba a perder.

Aquél tipo estaba aproximándose sujetando un pescado, acababa de tirar las espinas de uno que ya se había comido. Entonces se presentó como Midorima Shintaro. Ese nombre se me antojó algo conocido, como si ya lo hubiese escuchado en alguna otra parte. Seguramente sería mi imaginación al haber escuchado algún nombre similar, uno escucha tantos nombres en los cuarteles que al final acaba con un baile de nombres irreconocibles en su mente. Sería solo una casualidad.

Nada más presentarse me ofreció aquél pescado que tenía, al parecer no tenía hambre y me lo ofreció. Lo cierto es que en el preciso instante en el cual me lo tendió sentí así como un vacío en el estómago. Habría que ser tonto para rechazar comida cuando realmente estás hambriento, aunque me dio la sensación que solo fue gula al ver lo bien que olía. Cuando le pegué el primer mordisco me dijo que estuviera tranquilo, que no tenía veneno. Ni siquiera lo había pensado y me quedé con el pescado entre los dientes sin masticar del todo. Le miré de arriba abajo, pensé que podía confiar en él, parecía ser un tipo bastante majo. Pegué el bocado y comencé a comer.

-Hmm. Está muy bueno.
-Y dime ¿Qué haces aquí? ¿Qué te trae a este infierno generado por el Gobierno Mundial? ¿Acaso eres un hijo que tiene la sangre de los “Demonios de Ohara”?
-Precisamente eso es lo que me ha traído aquí. El infierno generado por el Gobierno Mundial. Simplemente sentía curiosidad por ver qué es lo que les habría llevado a descargar toda la artillería y causar un maldito genocidio en toda la isla. -Pequé otro bocado- Y no, no soy ningún descendiente de Ohara, yo vengo del North Blue. Llegué hará menos de una hora con mi bote. Me encanta viajar en mis ratos libres.

Aquel pescado estaba bastante bueno, hacía tiempo que no probaba un pescado tan bueno, los cocineros de oficio de la marina no son gran cosa y no se molestan en lo más mínimo a la hora de hacer unas buenas comidas. Pero si era verdad y éste tipo había cocinado eso, con lo simple que parecía la comida ya estaba mejor que la mayoría de lo que preparaban en los cuarteles. Miré a un lado y a otro, ya me había terminado el pescado y no sabía donde tirarlo. Miré a Midorima, levanté los hombros y tiré la raspa de pescado por detrás de mí.

-Bueno, más abono para las plantas jeje. Y bueno. Es muy extraño encontrar aquí alguien que no esté enterrado entre la maleza -señalé un saco de huesos que se podía entrever entre ciertas enredaderas, restos de un antíguo habitante de Ohara- ¿Puedo preguntar qué te trae por aquí Midorima?

El viento volvía a soplar con fuerza, nuevamente me tuve que ajustar el gorro para evitar que se moviese y tuviera que reajustármelo, era un rollo estar todo el día gorro arriba, gorro abajo. Me quedé mirándole con una sonrisa en el rostro y con la mano derecha sujetándome el gorro por arriba, hasta que dejara de soplar ese viento tan fuerte.

Midorima escuchaba atento las respuesta de Kimura, no un descendiente de Ohara, cosa que en parte lo desanimo un poco, y que venía por la misma razón de saber el porqué el Gobierno Mundial había generado tal genocidio No parece ser un marine… ¿acaso será un pirata? Podría ser también un revolucionario o inclusive un Cipher Pol, no imposible, ellos si sabrían la verdadera razón del genocidio…este chico es interesante. pensaba a la par que escucha la pregunta de su nuevo compañero, no le dio mucha importancia a que alagara su comida, solo le dio importancia a la pregunta…aunque no era nada de otro mundo era mejor tener cierto cuidado a la hora de responder, solo por si acaso.

Digamos que son…vacaciones, no tenía mucho que hacer así que decidí venir a esta isla, investigar un poco más y confirmar algunas teorías que tenía, pero no creo que sirva en este estado…El Gobierno Mundial actuó de una manera estúpida, me pregunto qué secretos esconderán.

Respondió con calma mientras veía como es que arreglaba el gorro, el viento cada vez más crecía en intensidad, Midorima se levantó tranquilamente a la par que desactivaba su Haki puesto que algo en su interior le había confirmado que ese sujeto, no era malo, de hecho, solo al ver su rostro podría decirse que era una buena persona. Pero nunca estaba demás tener un poco de cuidado cuando se trataba de conocer gente nueva, aunque, en su ya basta experiencia no había tenido muchos problemas en conocer a alguien nuevo. Recordó con gracia cuando conoció a Kedra, aquel supernova con gran fuerza que al final terminó por desaparecer, también recordaba cuando conoció a Dexter Black, su actual capitán, y de momento, su mejor amigo-rival que tenía. Solo había fallado al toparse con Lion D Karl y el vicealmirante Krauser, dos marines muy fuertes y que casi lo matan en su momento, aunque tuvo suerte quizás, pero de todas maneras, no quería encontrárselos de nueva cuenta.

Dime Kimura-kun, ¿has descubierto ya la razón? Así yo podría decirte mis teorías y ver cual tiene más causa probable, aunque parece que ambos concordamos en que el Gobierno Mundial son una manga de idiotas.

Preguntó mirándolo a los ojos, era una pregunta simple, pero lo que quería ver era su reacción al insultar al Gobierno Mundial, si lo defendía sería un paso más para comprobar que era un marine o bien alguien del Cipher Pol, si era la última opción, ya sabría quién era y a qué banda pertenecía actualmente y seguramente intentaría sacarle alguna información de Dexter o de alguno de sus nakamas, de ser así, lo tendría que dejar fuera de combate y largarse de la isla rápidamente, por suerte su barco –robado- era a motor y ahora el viento soplaría a su favor. Si era un marine, seguramente, era algún recluta o alguien de bajo rango en la jerarquía marine pues ya debería de hablarse de él en las reuniones o bien, de la junta extraña de él con Dexter Black… o bien, si en vez de proteger al Gobierno Mundial, apoyaba aquel insulto, su teoría se iría con el viento, ya que podría ser un pirata o un revolucionario o bien un Cipher Pol actuando...todo era confuso respecto a su nuevo amigo ahora todo estaba lanzado, Kimura parecía un tipo bastante inteligente pero si era por inteligencia, Midorima ganaría con una diferencia aplastante. Solo era cuestión de tiempo para que revelara su verdadera identidad.

Midorima escuchó mis palabras y enseguida me contestó con una nueva pregunta, su tono de voz resultó bastante agradable. Preguntaba si había descubierto algo al respecto de lo ocurrido hace ya años, si había descubierto el motivo de la guerra de Ohara y de su total exterminio. Mas no tenía mucho para responder, lo único que podía saber era que no repararon en gastos para destrozarlo todo allí. Algo bastante curioso.

-Realmente nada salvo lo que ya puedes ver. Todo destrozado. La buster call, el máximo poder del gobierno mundial, asoló la isla sin reparar en gastos, sin importarle absolutamente nada. -Me giré mirando hacia el cráter donde había estado el gran árbol.- Creo que tuvo que ver con el gran árbol que había. Por lo que se en su interior había una gran biblioteca, donde tal vez había información que no debía ser mostrada a la luz, o tal vez la biblioteca era tan solo una tapadera y realmente era el refugio de alguna banda criminal importante. No he podido averiguar mucho antes de venir pero es lo que parece.

Nada más empezar a hablar había puesto un gesto de seriedad en mi rostro, había hablado mal del gobierno, pero no todo el mundo está contento con las acciones que el gobierno mundial hace. Sin ir más lejos creo que fue desmedida la fuerza utilizada en Ohara, por más que se libraron de perder bajas, eliminaron salvaje y cruelmente a todo civil que se hospedaba en la isla, y eso era muy ruín y cruel.

En mi interior sentía un profundo odio por el gobierno mundial, por más que fuesen mis aliados y tuviera que contenerme en contra de ellos, no podía causar conflictos entre la marina y el gobierno mundial, tan solo lograría ser desterrado de mi propia organización, y con ese destierro mis sueños y objetivos futuros se verían destrozados e inalcanzables. En éste momento tenía pensamientos revolucionarios, y eso no me gustaba lo más mínimo.

Me quedé mirando a Midorima y tras pensarlo unos segundos quise decirle unas últimas palabras, me había mantenido en silencio tan solo unos segundos desde que había terminado de hablar, y lo único que había hecho era volver a mirarle directamente a los ojos. Sentía curiosidad. ¿Qué tipo de persona sería él? Había hablado mal del gobierno mundial, por lo que estaba claro que no podía pertenecer a sus filas, lo cual podría conllevar un posible conflicto entre nosotros si resultaba ser un pirata o un revolucionario. Aunque el verdadero problema sería en caso de ser un pirata, al fin y al cabo los revolucionarios no asaltan pueblos solo por la sed de sangre. Sentía la curiosidad por saber a qué bando pertenecía ese tipo de afable parecer.

-Y estoy de acuerdo con que son una manga de idiotas. Pero al fin y al cabo los que cargan los cañones no son más que mandados. ¿No es así señor Shintaro? Los que no tienen escrúpulos son los altos cargos, los que están en las sombras con sus ocultas identidades, los que manejan todos los hilos que entretejen las guerras y batallas que se dan en los mares. -alcé la mirada al cielo poniéndome un poco melancólico- El único delito de los soldados es ser lo bastante leales como para seguir unas órdenes tan crueles.

Cerré los ojos relajando todos mis músculos. El cielo comenzaba a llenarse muy poco a poco de nubes, el viento parecía calmarse, pero estaba claro que en cuanto el cielo se encapotase más las rachas de viento aumentarían gradualmente. Ahora bajé la mirada para, tras abrir los ojos de nuevo, quedarme mirando a Midorima Shintaro a los ojos directamente. Debía encontrar una forma de descubrir su posición sin ser directo, había algo en él que me hacía desconfiar, tal vez demasiada amabilidad por su parte. En mi propia experiencia he podido advertir que las apariencias engañan, y por ello obtuve mi espada maestra. Observé su reacción con disimulo, pero todavía estaba serio y un poco tenso.

Midorima escuchaba atentamente las palabras de Kimura, al parecer no tenía mucha información de lo que había pasado hace tiempo atrás, era interesante. Al parecer pocos sabían la verdad a través de la masacre, bueno…no le dio mucha importancia, tenía más curiosidad en el hecho de averiguar que era su nuevo acompañante, para ver si de una vez por todas, podía relajarse. Algo le incomodaba de él, quizás era como es que se dirigía a los soldados, era verdad que eran unas simples marionetas que eran controladas por los Altos Cargos, quienes manipulaban la palabra justicia como si fuera un juguete, decorándola con palabras bonitas ellos podían hacer que todos aquellas marionetas creyeran que hacían los correcto, cuando en verdad, no era así.

Suspiró tranquilamente mientras miraba al cielo, veía como es que lentamente se oscurecía y el viento frenaba en intensidad, todo indicaba que se acercaba una tormenta o por lo menos sería un poco de lluvia, luego de eso bajo su mirada y observó a Kimura a los ojos, tenía que tener cuidado con sus palabras, no podía dar algún indicio de que era un pirata, no quería problemas. Estaba en Ohara por mera diversión, algo de curiosidad y una pizca de esperanza de toparse con algún descendiente de los grandes sabios. Tenía que analizar sus palabras, se demoró un par de segundos en encontrar las oraciones correctas.

Pues Kimura tienes razón, los soldados son marionetas pero ellos también tienen la culpa. Nunca he oído que un marine se revelará contra los Altos Cargos, denota miedo e inclusive, demuestra una falsa autoridad..- tomó una breve pausa para luego suspirar, lo siguiente lo iba a decir a posta, quería que Kimura picara el anzuelo.- ¿Sabes? Los soldados son idiotas, faltan verdaderos guerreros, que no se traguen las falsas palabras de justicia…quizás que haya un marine pero con ideología pirata, que sea libre como el viento, que no le interese la autoridad, que navegue sin rumbo. Que busque su propia justicia. Ese es el marine perfecto..- nuevamente una pausa, tenía sus ojos verdes clavados en los de Kimura, su tono era serio, rozando lo gutural pero era necesario para descubrirlo.- Lamentablemente, la Marina no cambiara, eso de la “Justicia Verdadera” es una utopía. La marina es corrupta, eso es todo.

Finalizó su discurso casi moral, suspiró tranquilamente mientras ahora miraba al horizonte, este juego de averiguar a qué facción pertenecía le estaba divirtiendo mucho más que una pelea a golpes limpios, una pelea psicológica que demostraba quien era más inteligente y más rápido en averiguar cosas del otro, eso también era fundamental para sobrevivir, sacar información de manera disimulada, esconder emociones, cualquier cosa. Y ahora, todo dependía de la respuesta de Kimura…el juego pronto iba a acabar.

Ante mis últimas palabras se hizo un breve silencio, como si ese tipo que estaba enfrente de mí estuviese buscando qué palabras decir. No se por qué pero me sentía bastante identificado con él, ambos parecíamos amables a simple vista, a primera impresión, y sin embargo pensamos mucho cada cosa que decimos, puede que incluso estemos jugando a lo mismo. Antes de hacer ningún movimiento estúpido ambos dos estamos intentando averiguar a qué bando pertenece el otro, y eso parece estar generando una tensión en el ambiente.

¿Un juego? No, esto no es un juego, es más bien una batalla. Aquí perderá el primero en decir las palabras equivocadas. Algo me dice que tanto Midorima Shintaro como yo somos iguales, y eso es algo que me preocupa, aunque por otro lado me relaja, pues dudo que un simple y sádico pirata pueda ser de esa forma y meditar en sus acciones. Pero como ya bien he aprendido en mis pasadas experiencias, las apariencias engañan, y muchas veces yo mismo engaño, por lo que debo de tener los ojos puestos en él en todo momento por si acaso resulta ser alguien hostil.

Sus palabras me hicieron meditar un breve periodo de tiempo, tan solo unos segundos, realmente tan solo dos segundos, me sentí ofendido en parte por esas palabras. ¿Marines con ideología pirata? Ese hombre no sabe lo que está diciendo. Afirma que los piratas son libres y no les interesa la autoridad, que buscan su propia justicia. ¿Realmente piensa que así es como debería ser un marine perfecto? En parte debo darle razón, salvo por el respeto a la autoridad. Por otra parte está completamente equivocado en cuanto a la ideología pirata. Comencé a pensar que ese tipo no es pirata, un pirata es un carroñero sádico y asesino, un maleante que tan solo vive para la muerte de otros y para su propio regocijo. Seres impuros y sin honor alguno, sin derecho a ser llamados hombres, sin piedad ni compasión por la vida ajena. Esos son los verdaderos piratas, y este hombre no había conocido a ninguno por lo que parecía. ¿O tal vez estaba tratando de engañarme a base de falacias?

-Es muy cierto eso que dices. -ya no había ningún tipo de sonrisa en mi rostro- Pero también debes comprobar que hay diversas ideologías. Hay un alto cargo revolucionario que desertó del gobierno mundial precisamente por la corrupción interna, o al menos eso se ha dicho. ¿Qué piensas que habría ocurrido si en vez de desertar avanza escalones hasta ser uno de los altos cargos? Un hombre con su forma de ver las cosas y con su poder actual podría haber cambiado el gobierno mundial a día de hoy. La corrupción podría haber sido historia si ese revolucionario se hubiera sacrificado así mismo con un fin mayor. Un verdadero soldado de la paz es lo que debería de hacer. ¿Por qué convertirte en un enemigo directo pudiendo serlo desde las sombras? Es mucho más sensato que marcharte con el rabo entre las piernas.

Me llevé la mano a la boca y tosí un poco, me picaba la garganta de tanto hablar de golpe. Carraspeé y volví a mirarle, todo el rato analizando su postura y gestos, tratando de ser disimulado. Antes él me había lanzado una ofensiva, ahora era mi turno.

-En lo que si que no estoy de acuerdo es en la visión de un marine con ideología pirata. Tienes razón cuando dices que un pirata es libre, eso es cierto, es libre de ir donde le plazca y hacer cuanto le plazca, pero esa libertad a menudo corrompe a las personas y oscurece los corazones señor Shintaro. No se si usted habrá podido contemplar alguna vez un ataque pirata, pero cuando ellos atacan arrasan con todo cuanto ven, no les importa que sea hombre, mujer o niño, todo lo que se les ponga por delante de su camino se verá duramente golpeado con su espada. ¿Eso es lo que piensa usted? ¿Busca un marine que no se corte un pelo y ataque civiles inclusive?

Volví a toser, necesitaba dar un trago de agua. Una pena no tener una cantimplora a mano, debía acabar con ésto pronto, pero tampoco podía descuidarme.

-La ideología pirata no es correcta. Aunque no se esté de acuerdo con las leyes que hay, debe de haber cierta autoridad que mantenga el orden. No obstante fíjese usted en la revolución. Son una armada más, son como la marina o el gobierno mundial, pero quitando lo malo que éstos tienen. El ejército revolucionario lucha en contra de la corrupción -tos-, tal vez un marine con ideología revolucionaria si sería lo correcto. Al fin y al cabo quien busca eliminar la corrupción no la admitirá entre sus filas. Pueden tener otras cosas malas, pero lo que no está para nada bien es la ideología pirata. Ellos tan solo conocen la sed de sangre.

Sentía curiosidad por saber hasta qué punto podría Midorima Shintaro discutir conmigo. Su paciencia podría ser lo que desvelase su posición, en ambos extremos puede decir una cosa u otra. El problema es que no se si sabría reconocer en qué punto pasaría de una posibilidad a otra. Sentía que la tensión podía palparse en el ambiente. La situación había cambiado enormemente desde el principio hasta ahora, y no habíamos hecho más que charlar. Algo me decía que la conversación se estaba tornando bastante peligrosa. Por si fuera poco el nombre de Midorima Shintaro aún se me asemejaba algo familiar, como si lo hubiera escuchado anteriormente, el único problema era averiguar si realmente lo había escuchado con anterioridad o si tan solo era una coincidencia de parecido con otro nombre distinto.

Midorima estaba tranquilo, miraba a Kimura de vez en cuando para luego ver el horizonte, escuchaba cada palabra con atención, quizás la ofensiva había sido demasiada obvia pero no importaba. Empezaba a pensar que no era un marine, no encajaba con todos los que conocía o quizás era una mera tapadera, su instinto le decía que debía tener mucho cuidado. Notaba como es que tosía y mucho, seguramente su garganta estaba seca, suspiró tranquilamente mientras sacaba su cantimplora, suerte que la había traído…se había acordado hace poco que la tenía, a pesar de la distancia, la tiró despacio hacía donde estaba mientras analizaba las palabras de su nuevo amigo. Era interesante su manera de pensar, quizás tenía razón pero le había dolido que lo encajara con el resto de los piratas, él no era así. Aunque a pesar de eso, mantuvo la compostura.

Necesitaba contraatacar de una forma disimulada, pero ya la tensión iba subiendo, en cualquier momento uno se iba a delatar, no tenía ganas de luchar no de una forma directa, se estaba divirtiendo de ese modo y por lo mismo no quería que esto acabara, no de momento, aún podía seguir discutiendo de alguna forma sin revelar su verdadera naturaleza, aunque bueno, si bien era un pirata él era distinto al resto, lo había demostrado hace mucho tiempo, había salvado a muchas personas de diversos ataques…él era diferente, pero aun así, tipos como él habían pocos…y eso solo hacía que los piratas se vieran mal, como bien dijo Kimura, solo buscaban sed de sangre.

¿Sabes, Kimura? No es por defender a los piratas, pero no todos buscan saciar su sed de sangre.- tomó una breve pausa, no podía darse el lujo de delatarse tan fácilmente, aquellas palabras salieron casi por instinto, en un modo quizás hasta defensivo y aparte su sonrisa también había desaparecido, al igual que la de Kimura…al parecer ya no quedaba mucho. Necesitaba averiguar que era su amigo ahora.- No estaría mal un marine revolucionario, pero tampoco serviría, y sobre el Alto Cargo, uno no es ninguno…para dar un buen golpe se necesita cambiar todo. Incluso cambiar al Gorosei ¿no crees?

Mencionó tranquilamente, no tenía nada contra la jerarquía de la Marina, de hecho, tampoco le interesaba el término de la justicia. Pero viendo que necesitaba ideas para descubrir a Kimura, era difícil hacerlo sin tener que hacer una tapadera que si le interesaba, que era un vengador del pueblo, un pirata con fines buenos…o por lo menos, así tendría que actuar de momento, hasta saber que era Kimura, si al final terminaría siendo un aliado u otro enemigo que debería anotar en su larga lista, que ya llevaba cerca de unos tres o cuatro nombres.

A mi me gustaría luchar contra la Marina, destruirla completamente, pero sería imposible. No soy lo suficientemente fuerte como para intentarlo, me gustaría luchar por una justicia verdadera justa y por lo mismo, apoyo a los piratas. Ellos son la clase de hombres que lograrían mi objetivo, si es necesario, lucharía a su lado. Entiendo que hay personas que sufren por ellos, pero hay algunos que son buenos, que solo les interesa la aventura…¿o no recuerdas la famosa leyenda de los Mugiwara? Ellos son el claro ejemplo que debemos seguir, todos.

Finalizó su discurso con un tono serio, algo cortante quizás, pero aun así tenía confianza en que lograría averiguar la verdadera cara de Kimura, se sentía reflejado en él y por lo mismo, creía conocerlo y también sabía como provocarlo para caer en sus manos, en su trampa…o eso esperaba, si fallaba pues iba a perder…sonrió de forma divertida al finalizar sus palabras, y puso sus dos manos detrás de su cabeza, no quería aparentar algo hostil…sino todo lo contrario.

Nada más terminar de hablar pude ver cómo Midorima sacaba una cantimplora y me la arrojaba, La atrapé al vuelo y se lo agradecí con un gesto. Di un trago mientras él comenzaba a hablar. Decía que no defendía a los piratas, cuando también estaba negándome que todos los piratas fuesen igual. Por otra parte dijo que una sola persona, por lejos que llegase, no podría hacer nada estando sola, y lamentablemente ahí me sentía en la obligación de darle la razón, al fin y al cabo una sola persona puede buscar hacer lo que desee, pero siempre habrán obstáculos en su camino que a menudo requerirán de ayuda para sortearlos.

Todavía no tenía claro de qué lado podría estar Midorima, y comenzaba a impacientarme. Era obvio que ambos estábamos jugando al mismo juego, y tarde o temprano alguno cometería un error de utilizar las palabras erróneas y desvelar su posición e intenciones. Tan solo esperaba no ser yo el primero en caer ante las provocaciones, no podía dejarme engañar y no debía escuchar todo lo que decía, sobretodo no debía de perder los nervios. Ese tipo estaba serio, nos mirábamos a los ojos. Cerré la cantimplora tras haberme hidratado de nuevo.

Pero entonces ocurrió algo inesperado. Ese hombre dijo que le gustaría luchar contra la marina, pero que se ve débil como para intentarlo, además insta en que lucharía por la verdadera justicia, y que por ello apoya a los piratas, y que si fuera necesario lucharía a su lado. Se acababa de delatar, había cometido un error y había mostrado sus cartas. Quien lucha contra la marina pertenece a la revolución o a la piratería, y si afirma que los piratas son quienes traerían la verdadera justicia es por que desde luego no tiene ni idea de lo que hace un revolucionario. Eso solo dejaba una posibilidad, éste hombre lucha por la piratería.

Pero es extraño, no tiene aspecto de ser un maníaco asesino, de ser así ya habría buscado mi sangre hacía tiempo, además trataba de cambiar mi forma de ver a los piratas. Realmente era un tipo curioso como nunca había visto, y lo último que trató de lanzar en contraataque fue la leyenda de los Mugiwara. Monkey D. Luffy y su tripulación pirata. Cuentan las leyendas que luchaban por el bien de las islas y por su salvación, ayudaban a todos cuantos se encontraban en su camino, luchaban contra los grandes piratas para eliminarles la sed de sangre que les consumía. Por supuesto que les conocía, pero no creía su historia.

-Amigo Midorima -comencé a reir ligeramente, ya le había descubierto, ahora necesitaba otro indicio que me lo confirmase, o tal vez su confesión directa- Por supuesto que conozco la historia de los Mugiwara. Monkey D. Luffy y su tripulación, los piratas bonachones que ayudaban a los civiles y peleaban contra los piratas, la marina e incluso el gobierno mundial. -le arrojé su cantimplora devolviéndosela- No dudo de la existencia de esas personas, al fin y al cabo hay indicios, pero si dudo de la veracidad de sus historias. Al fin y al cabo es una leyenda, no existe nadie de esa tripulación que se conozca con vida a dia de hoy. ¿Quién puede confirmar esas historias? El gobierno mundial siempre censura lo que no les conviene. ¿Realmente piensas que dejarían rondando historias sobre piratas con la mejor ideología sobre justicia que jamás se haya pensado? Por no decir que todo aquél que se enfrentó a éstos perdieron desastrosamente, incluído el mismo gobierno mundial. Nunca aceptarían como historia real anécdotas de ese tipo. Por eso la leyenda todavía existe. Esos hechos jamás ocurrieron Midorima Shintaro.

Me quedé mirándole, buscando su reacción. Pero no había terminado de hablar. Negaba con la cabeza con una ligera sonrisa irónica, entonces volví a hablar, finalizando mi pequeño discurso en contra de la piratería.

-Todos los piratas son iguales. ¿O acaso usted ha conocido algún pirata que luche por la justicia y el bien común de una nación o pueblo?

Dejé la pregunta en el aire.

Midorima no pudo evitar reír ante las palabras de su amigo, estaba tranquilo y al parecer Kimura había picado en su trampa, la idea de casi delatarse era algo interesante pero arriesgado. No hay duda que Hayate era listo, había podido evitar cada trampa que le había lanzado, el chico era interesante, no pudo pasar por alto la risa ligera de su nuevo compañero, por un segundo en su corazón había nerviosismo pero se tranquilizó rápidamente, escuchó cada palabra de este y mientras lo escuchaba agarró la cantimplora, bebió un poco de agua y luego la tiró por ahí, no la iba a necesitar. Ya no más. Sentía como es que las palabras de Hayate dejaban de ser una indirecta, ¿buscaba alguna confesión? Seguramente ¿O acaso buscaba que Midorima dijera algo equivocado? Era la teoría más probable de todas.

Suspiró ligeramente, se sentía acorralado, es como si de la nada lo tuvieran enjaulado, a la bestia de la nada le pusieron garrotes, había perdido y el crédito era todo para su nuevo amigo, había fracasado y lo peor de todo, no había logrado descubrir a que bando jugaba aquel tipo. Sonrió de forma divertida mientras posaba sus dos manos detrás de la cabeza y lentamente se relajaba más, por muy orgulloso que fuera no podía negar que había perdido y que ahora tendría que seguramente escapar, o bien, en caso de ser lo contrario…poder bajar la guardia, pero el ambiente tenso y presionado que se sentía lentamente se volvía aun peor, era hora ya de asumir su derrota.

Pues Hayate….- tomó una leve pausa mientras cerraba sus ojos y mantenía aquella misma sonrisa de antes.- En todo lo que llevo de viaje, si me he topado con piratas buenos, como con marines malos que usan mal la palabra justicia, el mundo es muy grande y divertido. Hay un mundo de personas diferentes.- volvió a abrir los ojos y a ponerse un poco más serio, bajo sus brazos mientras ahora miraba al cielo.- De hecho, yo soy ese pirata del que hablo, lo único que es busco aventuras, gente fuerte y que complazca mis deseos. Odio a las personas fuertes que abusan de los débiles, por consiguiente, creo que odio a la marina y al Gobierno Mundial. Yo creo en esa leyenda de los Mugiwaras, creo que personas como Monkey D Luffy, Roronoa Zoro, Nami, Chopper, Ussopp, Franky, Nico Robin, Brook y Sanji algún día reencarnarán y pondrán este mundo de cabeza, si eso pasa mientras yo esté vivo, pues claro que los ayudaré con todo mi poder. Y entonces ¿ahora qué harás? ¿Ahora que al fin sabes que soy pirata? ¿Lucharás contra mí o me dejarás huir?

Preguntó mientras lo miraba directo a los ojos, no se movió ni siquiera se inmutó, se quedó tranquilo ante Hayate. Suspiró tranquilamente mientras volvía a sonreír tranquilamente, quizás era hasta mejor decir la verdad y dejar de lanzar tantas indirectas, de tratar de quitarle la máscara a su rival o quizás, su nuevo amigo. No quería luchar contra Hayate, no tenía las ganas, le estaba cayendo bien y aunque fuera marine, revolucionario, o un maldito agente del Cipher Pol, su mirada hacía el no iba a cambiar, ya lo consideraba su amigo y Midorima nunca atacaría a un amigo o por lo menos, no sin alguna razón de peso.

Midorima rió. Por un momento no comprendí ese gesto, aunque bien era cierto que yo también me reía de mis propios pensamientos. Lo que en principio me hizo pensar era que volvería a la carga con nuevos argumentos. Yo ya me estaba quedando en blanco, sin saber qué diantres decir para ocultar mi identidad y tratar de destapar la suya. Comenzaba a ser peligroso, lo presentía, y no me gustaba lo más mínimo.

El tipo cogió la cantimplora y bebió, se estaba haciendo un silencio muy incómodo que se alargaba demasiado, lo cual solo empeoraba la situación, sintiendo la tensión acechando tus propios músculos y al borde del tembleque por la obligación moral de mantener la calma sin hacer actos extraños. Midorima saltó la cantimplora arrojándola hacia un lado, entonces fue cuando suspiró y tras una leve pausa comenzó a hablarme.

Me confirmó que realmente había visto piratas cuyo único objetivo no era el mal ni la sangre, al igual que me afirmó que había visto marines como aquellos piratas. Ciertamente lo segundo no lo podía dudar, bien es cierto que la marina busca proteger el mundo de la piratería más cruel, pero muchos se apoyan del hecho de pertenecer a la marina para hacer actos más crueles que el de cualquier pirata, bien es sabido por muchos que se han dado casos como esos de ciertas personas que han renegado y otras que han sido capturadas y ajusticiadas. Por otra parte me costaba entender eso, al pobre Midorima le habían logrado engañar en algún momento de su vida, tal vez alguien que solo fardaría de ser pirata para que no se atreviesen a entablar batalla con él.

Pero esa última idea rápidamente se esfumó de mi mente ante la brutal confesión de Midorima Shintaro, donde él mismo afirmaba ser ese mismo pirata que se hacía llamar bueno. Se había destapado como un pirata, y ahora afirmaba que lo que buscaba como tal era castigar a los fuertes que no hacían otra cosa que aprovecharse de los débiles, me pareció un poco paradójico, pues precisamente los piratas son los que saquean ciudades y barcos, acabando con todos sin importarles siquiera que sepan combatir, aunque ni siquiera opongan resistencia. ¿Y éste decía ser pirata y querer enfrentarse a todo ésto? Después alegó que se uniría a los propios Mugiwara si existiesen.

Me quedé mirándole con el ceño fruncido, era un pirata, y yo un marine, cosa que él no sabía pero no tardaría mucho en descubrir. Sentí el impulso de desenfundar ambas espadas y cortarle la cabeza como si de una serpiente se tratase, una serpiente que solo trata de embaucarme para abandonar mi camino, a base de mentiras y engaños trata de hacer que me encamine hacia su bando. Al fin y al cabo un pirata no juega limpio nunca. Sin embargo, ¿porqué no le ataqué? Había algo que todavía me hacía confiar en él, algo me decía que no le atacase. ¿Habría logrado engañarme sin que me diese cuenta. En cierto modo hasta le caía bien Midorima Shintaro, aún sabiendo que se trataba de un pirata.

-Señor Shintaro. -comencé a decir muy serio- Acaba de confirmar que es un pirata que odia que los fuertes se aprovechen de los débiles. Eso no es nada creíble caballero. ¿Trata usted de engañarme de alguna forma? Si usted fuese un pirata de verdad me habría atacado nada más verme, su actitud afable no sería la cara que habría visto de usted. De eso estoy seguro, y puede creerme.

No sabía ni por qué, pero ahora le estaba dando una lección de piratería. No podía llegar a creer que un tipo que se hiciese llamar pirata estuviese actuando de esa forma, ni siquiera tiene aspecto de pirata, es imposible que esas palabras fuesen ciertas, y pronto lo descubriría. Llevé mi mano derecha a la empuñadura de la espada maestra y la desenfundé. La coloqué verticalmente y de lado sobre mi rostro, delante de mi frente, para que la pudiera observar bien, entonces proseguí.

-Me he encontrado con una gran cantidad de piratas, un buen número de ellos, sin embargo ninguno era como usted dice ser. Todos atacan a la primera, sin dejar oportunidad, la única forma de sobrevivir es pasarlos por la espada. No hay pirata que haya tratado de hablar, o que cuidara su aspecto antes que preocuparse por su sed de sangre o sus ganas irrefrenables de matar sin motivo alguno. Un pirata es un desquiciado mental, un loco que piensa que el único camino en la vida está marcado con la sangre que derramas y que tan solo una vida de sufrimiento y dolor ajeno es la que merece la pena... Odiado por todos, buscado por todos. Los piratas no tienen aliados, están en contra del mundo entero, ni siquiera la armada revolucionaria quiere saber nada al respecto de ellos. No tienen un solo aliado... Como marine que soy, te puedo asegurar que me he visto en la obligación de pasar a todos ellos por esta espada, la cual también robé a un pirata tras aniquilarlo.

Mis palabras habían sido con un tono endurecido durante todo el rato, estaba completamente serio, ahora giré la espada para que la viera desde la parte plana, todavía en perfecto estado aunque ya había acabado con muchos piratas y maleantes con esa espada, pero todavía no había perdido su brillo ni su filo. La aparté unos centímetros hacia mi derecha para que no me ocultase la vista y, por fin, fuí al grano.

-Usted Midorima, no puede ser un pirata, no da con el perfil, en ningún aspecto. Si lo decía por temor a que yo también pudiera ser uno de ellos, debe saber que mi lugar está entre las filas de la marina, y si realmente usted es un pirata me veré obligado a llevarle ante la justicia, o acabarle aquí mismo si se resiste.

Sin embargo. ¿Por qué diablos deseaba tanto que no fuese un pirata ni revolucionario? Ese hombre realmente tenía algo que me hacía confiar en él, por ello presentía que no me mentiría con las siguientes palabras que me dijese. Por fuera estaba realmente serio, pero por dentro sentía una llama apagarse en mí. Fuera de la brigada disciplinaria no conocía a nadie, no tenía amistad alguna con ningún otro marine, tal vez no más que el simple conocimiento de su existencia, pero ninguna amistad forjada, ahora que presentía estar haciendo una amistad tenía pinta de que más bien sería una rivalidad, y eso me consumía el ánimo y la buena fe que podía haber en mí en ese momento, me dejaba algo deprimido ante la mera idea de que alguien que parecía ser un buen tipo pudiera ser un sádico asesino.

Estaba tranquilo, ya no tenía miedo. No sentía aquella sensación desde que había dicho la verdad, Kimura Hayate era interesante por lo que lograba desprender tenía una personalidad fuerte, parecía más adulto que alguien joven, aparentaba con sus palabras anteriores cierto odio a los piratas y maleantes en general, aparte de eso era bastante inteligente, capaz de esquivar tantas indirectas en este pequeño juego, la tensión aumentaba con cada segundo pero aun así Shintaro estaba tranquilo. Ya no quedaba nada, sabía que podía vencer en caso de que su nuevo amigo lo atacara ¿Amigo? Si amigo, no lo consideraba alguien extraño, compartían mucho más que solo la aparente pasión y fervor por la batalla, sino que también su ideología era bastante similar, definitivamente, no quería luchar contra él. Ni ahora ni en un futuro próximo.

Kimura al parecer no entendía, no quería creer la verdad, se había confesado, era un marine. Según la norma, debía atacarlo, matarlo y robarle todas sus pertenencias, aquella espada que le mostraba estaba en perfecto estado, y si seguía con la norma general, le sacaría un buen dinero. Pero no lo iba hacer más no le interesaba, su amigo afirmaba que Midorima no podía ser pirata que no encajaba con el perfil de todos los demás, pero siempre había uno que no lograba encajar en un grupo, distinto, que solo seguía una línea y en este caso era Shintaro. Suspiró de forma suave mientras sonreía, bien podría atacarlo para demostrarle que era pirata, pero no necesitaba más que sus palabras para hacerlo. Kimura era el ejemplo de ser un marine correcto, buscaba una justicia llevadera y duradera, era en parte lo mismo que buscaba Shintaro solo que de una manera distinta, él buscaba acabar tanto con piratas, marines, revolucionarios y también agentes del Cipher Pol malos, que no funcionaran en su sueño, su utopía.

Lo dejaré a tu criterio creerme o no, soy pirata y puedes confirmarlo en tu base marine o con quien sea y yo tengo una recompensa. Debo admitir que quizás sea diferente al resto, pero ¿no siempre hay alguien distinto? Kimura tu viaje se nota que ha sido más corto que el mío, he visto de todo como te dije, te falta experiencia y te aseguro que yo no soy el único pirata que piensa así.

El aire corría de manera fresca, relajadora en cierta manera, se sentía bien así. Era hora de desafiar a Kimura, de ver que tanta determinación tenía, abrió sus brazos haciendo una cruz con su cuerpo, sonrió de manera tranquila mientras lo miraba a los ojos, si en verdad era alguien que hablaba y cumplía, no iba a dudar en darle una estocada mortal, pero si por algún causal de la vida ahora confiaba en Midorima no lo iba a hacer. Shintaro no iba a hacer nada, ni siquiera se movería, no iba a esquivarlo ni protegerlo, en su corazón sabía que no iba a recibir ningún ataque, no tenía miedo. Había conversado mucho con Kimura como para poner en riesgo su vida, eran iguales solo que en bandos distintos y con ciertas diferencias en sus objetivos finales, daba igual, era hora de ver la determinación de aquel marine, de aquel amigo, compañero y quizás en el que en un futuro, sería un rival más que interesante.

Kimura Hayate, atácame. Anda sigue con la norma, que la rivalidad entre piratas y marines continúe, sigue las reglas de ser un buen marine y mátame aquí mismo pero si me asesinas ¿qué? ¿Seguirás ciego sin ver otras opciones? ¿Seguirás encerrado en aquel cuadrado que es tu ideología? Quizás este es el momento para que reafirmes tu voluntad, no te aseguro que haya más piratas buenos que malos, pero sé que en algún rincón del mundo los hay, y están marcando la diferencia. Yo también he matado gente, piratas, marines, revolucionarios, lo que sea. Soy el protector del pueblo, soy lo que los niños llamarían héroe, entonces ¿por qué elegí ser pirata? Simple, no me gusta seguir las reglas de los demás.

Mencionó tranquilo, con un tono algo confiado, seco y excesivamente serio, sin más se quedó callado, con una sonrisa confiada esperando la reacción de Kimura, ver lo que haría ahora sería de lo más interesante, pero estaba seguro que no lo iba a atacar, su instinto se lo decía con fuerza, gritaba con que ahora aquel marine sería su nuevo amigo. Ya todo dependía de él.

Aunque me mostré serio y rotundo en mi decisión de cumplir con mi deber, Midorima Shintaro no parecía para nada nervioso, como si estuviera confiado, o como si realmente no le importase lo que le ocurriese. ¿Quién diablos eres de verdad Midorima? ¿Por qué me cuentas ésto? ¿Por qué actúas así?... Mi cabeza se inundaba de multitud de preguntas cuya respuesta seguramente jamás obtendría, pues no eran más que mis pensamientos, unos que no pretendía llevar a la luz a través de las palabras.

Su rostro reflejaba determinación, no tenía la mirada ida o desviada, no se veía inmerso en ningún sueño ni esperanzado en algún tipo de deseo. Se le veía confiado en su propia determinación, que a saber cuál podría ser. Yo estaba delante de él, sosteniendo la espada con la que amenazaba su vida ante su rotunda afirmación de ser un pirata. Dicha espada se movió lentamente y su extremo puntiagudo se posó sobre su pecho, casi rozándolo. Su pose era de total aceptación, aceptaría lo que ocurriese en ese momento. ¿Pero qué pensaría él que ocurriría?

Extrañamente me sentía mal solo por lo que estaba haciendo. Aun con toda su afirmación yo me negaba a creer que realmente Midorima se tratase de un pirata. No es ningún pirata, por lo menos en cuanto a su carácter y su forma de ser consta. Bien es cierto que puedo estar siendo sometido a una inteligencia superior, no me considero estúpido, pero cabe la posibilidad de que tan solo piense torturar mi sentido de la justicia como marine. ¿Tan retorcido podría llegar a ser?... Fingir ser quien realmente no eres y llevar a la locura a otras personas por medio de las palabras... Si esto fuese así, este tipo no es peor que los piratas sádicos.

No obstante... ¿Por qué diantres no hundía la espada en su pecho y acababa con todo ésto de una buena vez? Había algo que me hacía tener fe en que realmente es un buen tipo, y por más que me niegue a creer en la existencia de éste tipo de piratería, había muchas cosas que indicaban a que realmente así era, que estaba ante un pirata con ideas revolucionarias más que asesinas. Lo cual no es tan malo como parece.

Miré a Midorima directamente a los ojos, fruncí el ceño mientras apretaba los dientes. Finalmente comencé a hablarle.

-Mi deber como marine es coger a los piratas y llevarlos a la justicia, o impartir la propia justicia -respiré hondo-. ¿Pero qué justicia debería aplicarte a tí Midorima Shintaro?

Me quedé unos instantes mirándole, no trataba de encontrar una respuesta en sus labios, tan solo en mi alocada y caótica mente llena de conflictos internos ante la decisión de qué debería hacer con éste hombre.

-Para mí la justicia es hacer pagar a los criminales por sus pecados. Tengo una confesión tuya afirmando haber acabado con marines y agentes del gobierno... Pero también con piratas y revolucionarios. Podría afirmar que unos crimenes son compensados por ciertas acciones.

No era cierto, la ley real no dictaba nada similar, mas mi propia ley con una compensación era suficiente. Al fin y al cabo todos cometemos errores, de eso trata la humanidad en cierto modo.

-Tu único crimen sería no seguir las reglas de los demás... Mas aun por ello debería entregarte a la justicia.

Relajé la mano que sujetaba la espada, la cual dejó de amenazar el pecho de Midorima Shintaro y pasó a reposar en mi brazo caído y relajado. No sabía exactamente lo que estaba haciendo.

-Pero por otro lado. ¿A quién le agrada seguir las leyes dictadas por un par de astutos gobernantes que tan solo buscan su propio bien? Sabía que tu nombre me sonaba de algo... Es cierto que te conozco, mas había olvidado el lugar donde lo pude escuchar. Midorima Shintaro, he escuchado ese nombre en varios lugares. El primero fue en mi propio cuartel, en uno de los llamados de información sobre los nuevos piratas reconocidos. No se especificó el motivo de tu recompensa, lo cual ya era digno de inquietud.

Envainé mi espada lentamente haciendo una breve pausa, no tenía intención de atacar al pirata, si es que realmente lo era.

-Y lo escuché de camino a esta isla, no se exactamente dónde me detuve, desconozco el nombre de la isla, tan solo venía camino hacia aquí, y escuché un grupo de gente en una taberna brindando por un tal Midorima Shintaro...

En ese momento sonreí con un deje de ironía a la vez que firmemente concienciado de lo que iba a hacer hasta ahora. Durante todo el monólogo había estado serio cual estatua, tenso ante la situación, pero ahora mis músculos estaban relajados por completo y mi rostro esbozaba una sonrisa. Se podría decir que realmente toda la conversación fue para convencerme a mí mismo, rebuscar en mi mente y hallar la respuesta más acertada. Tenía la esperanza de no equivocarme.

-No tengo pruebas para afirmar que hayas acabado con vidas marines o de miembros del gobierno. Pero para mí es una prueba más que suficiente de buena bondad el ver gente alegre en un bar brindando por tí. No tengo motivos ni razones para llevarte ante la justicia Midorima. Y por supuesto tampoco tengo razones para no creer tus palabras, puesto que acabo de comprobar que has sido sincero por lo menos en algún punto. ¿Eres pirata? Eso es algo que se decide con tu compañía, con quien viajas y a quién defiendes. No es un delito buscar el bienestar de una persona que deseas proteger.

Le tendí la mano derecha. Toda la tensión que había ido acumulando se había desvanecido con gran rapidez, ahora tan solo sentía una extraña sensación de haber ganado una amistad. No sabía si el sentimiento sería mútuo, pero lo que si que sabía era que no me importaba que realmente fuese un pirata, ese hombre no era como un pirata, y es lo que importaba en realidad, aún a diferencia de con quién compartiera viajes.

-En fin, me siento honrado de conocer un pirata bondadoso, aunque tan solo sea por esta vez Midorima Shintaro.

Midorima no pudo evitar pegar un suspiro, se había todo de la mejor forma posible Kimura finalmente, luego de apuntarlo con su espada y casi rozando su pecho, la había bajado. Shintaro se sentía tranquilo, seguro de sí mismo y de que aquel joven marine definitivamente no iba a hacer nada. No pudo evitar sonreír al escuchar las afirmaciones de su nuevo amigo ¿Amigo? Claro, ahora todo era diferente. Incluso le hizo gracia escuchar cómo en una taberna brindaban por él, no tenía claro que había hecho pero ya daba igual, seguro que había salvado a un pueblo o algo así. Al parecer, venir a Ohara no había sido una pérdida de tiempo, de hecho, ahora había ganado a un nuevo amigo y compañero. Y estaba seguro, que en un futuro sería un rival digno para él. No dudo un segundo en estrecharle la mano a Hayate. Lo miró a los ojos, y sonrió con tranquilidad.

– Eres un gran tipo. – tomó una leve pausa mientras le soltaba la mano al espadachín. Ya era hora de la despedida. – No me cabe duda que llegarás lejos. Tienes una buena personalidad, mas debes seguir tu viaje y conocer el mundo. – Se dio media vuelta y con una mano en los bolsillos y con la otra haciendo gestos de despedida, empezó a alejarse. – Esta será la primera y última vez que hablemos de esta manera. Entrena duro y alcánzame, y un día, definitivamente lucharemos. – bajó su mano, mientras ahora se detenía para sentir el viento, un último giro para ver a Kimura. – Hasta luego, amigo. – finalizó con una sonrisa de oreja a oreja. Para luego seguir su camino.

No tardó mucho en llegar a su barco. Estaba tal cual lo había dejado, de un salto entró. Y nuevamente, empezó a navegar con tranquilad ”Es un buen chico, no cabe duda que algún día será conocido. ¿Qué tan lejos llegará?” pensaba mientras entraba a la cocina y empezaba a cocinar. Le habían bajado ganas de comer algo y también, de entrenar. La idea de tener un nuevo rival de cara al futuro, era divertido, emocionante. Ya tenía ganas de ver que tan fuerte se hacía aquella joven promesa, Kimura Hayate.

Midorima no tardó en estrechar su mano, fue agradable, aunque era un pirata me sentía estrecharle la mano a un gran amigo, aunque era extraño, acababa de conocerlo y en un momento me sentí haber renunciado a todo lo que en su día me hice prometer, una promesa que ahora parecía vacía, una promesa que decía acabar con todos los piratas a la primera ocasión que tuviera. Pero ahora no había promesa que valiera la pena.

Las palabras que me ofreció fueron un tanto reconfortantes. Mi respuesta tan solo fue una sonrisa, sentía que ahí las palabras estarían de más. ¿Para qué decir nada? No hacía falta, la situación ya hablaba por si sola. Midorima soltó mi mano y se dio media vuelta, se alejaba, yo tan solo le observaba con una sonrisa en el rostro. Jamás pude imaginarme que haría un amigo entre la pirateria. Y si, realmente le sentía como un amigo.

Justo antes de alejarse del todo volvió a girarse, me llamó amigo y me dijo que la próxima vez no nos encontraríamos en las mismas condiciones. Por supuesto que lo haría, le haría caso a sus palabras, entrenaría duro, tanto como pudiese y mi condición me permitiese. Mi objetivo era llegar a ser un alto cargo en la marina, y solo lo lograría entrenando duro. Si deseaba cambiar el mundo de la forma que deseaba, necesitaba mucho poder y fuerza. Y en nuestro próximo encuentro le demostraría a Midorima cuanto habría mejorado. No perdería el tiempo.

Agaché la cabeza cerrando los ojos, Mido ya había desaparecido de mi vista. Era extraño, pensé que me arrepentiría, pero mas bien era al contrario. No me arrepentía de haber comenzado una amistad con un pirata. Aunque por más que él se hacía llamar pirata, su forma de ser no era la de un pirata, tal vez un revolucionario, pero tampoco. No, Midorima era un tipo realmente extraño, bastante peculiar y con una personalidad e ideología realmente intrigante. No hay bando donde poder meterle, la piratería es demasiado cruel para como él es, y el bando recolucionario es muy disciplinado. Sentía una gran curiosidad por ese hombre, estaría al tanto cada vez que escuchase su nombre.

-Adios amigo. Nos volveremos a ver -dije aun a sabiendas de que no me escucharía.

Me giré. En esta isla no había nada que hacer ya, no había nada para investigar, todo era un desierto y un enorme cementerio. Por suerte este viaje no resultó ser en vano. Había conocido una persona realmente interesante.