Revancha Aki-Byakuro

- ¡Aki! -Byakuro se incorporó con rapidez y medio corrió medio gateó hacia ella. Estaba pálido y sudando por la pesadilla. En cuanto comprobó que estaba bien, su corazón empezó a tranquilizarse ligeramente, aunque aún tardaría en volver a su ritmo normal.

Sus ojos la miraban con inquietud. No podía dejarla ir, no podía dejar que algo le pasara. Sus ojos se humedecieron levemente. Ella era ahora como parte de su familia. Se hizo a un lado, frotándose los ojos para que no se notara que estaba a punto de llorar. Klaus lo miraba con su indiferencia absoluta, aunque no gruñía. El cazador se dijo a sí mismo que sólo era un sueño. Pero había algo horriblemente real en él. No sabía decir lo que era, pero sí sabía que no era el típico sueño normal.

Observó la forma entrecortada de respirar de la chica, tal vez la había lesionado durante la pelea. No había podido ser su último ataque, basado en ilusiones, y el siguiente ataque más fuerte que había usado eran ondas de choque. Seguramente le había roto algo. Pensó en donde le había golpeado. Cabeza y abdomen. En la cabeza no parecía tener heridas graves, aunque él tampoco es que fuera médico, mientras que el abdomen... bueno, no podía vérselo. Le apoyó la mano donde suponía que le había golpeado y apretó con cuidado. Observó el rostro de Aki, para ver si mostraba alguna reacción. Si le había roto una costilla, podía curársela con una ilusión. En efecto, parecía que le dolía, así que Byakuro se concentró para crear una ilusión que evitaría el dolor de Aki, y otra que le animaría la costilla para que se moviera al lugar del que se había desprendido. El proceso era infinitamente doloroso, al moverse la costilla por el tejido dañado, pero para eso estaba la primera ilusión. Tras realizar el experimento, Byakuro decidió que estaba bien así, y se dejó caer rendido por el esfuerzo. El combate había mellado sus fuerzas, y aquellas ilusiones nada más recuperar la conciencia no habían ayudado a que se recuperase. Apoyó la cabeza en el pecho de la chica y se durmió. Esperaba que no se lo tomase mal, porque si ahora algo lo movía, caería al suelo, debido a la atroz falta de fuerzas.

Byakuro estaba preocupándome de verdad. Gateaba en vez de caminar y en su rostro solo veía sufrimiento y preocupación. Intenté preguntarle qué le ocurría, pero vino hacia mí antes de que pudiera abrir la boca. Me apretó el abdomen y apreté los dientes con fuerza, intentando no soltar un alarido. ¿A santo de qué venía eso? De repente, el dolor desapareció y la siguiente sensación fue muy extraña. Notaba la costilla (o presuponía que era eso) moverse en mi interior, aunque no me dolía. Examiné el rostro de Byakuro, pero no vi nada más allá de una infinita concentración. Entonces sonrió y cayó rendido en mi pecho. Preocupada, traté de moverle, pero no respondía. Al parecer yo estaba curada, pero eso había acabado con sus energías... Miré a mi alrededor y vi a Cetus, que había despertado. Le susurré algo y creció un poco de tamaño, me llegaría a la rodilla. Comenzó a coger mi abrigo y el de Byakuro y otras ropas y formó un improvisado lecho en el suelo de la caverna; ahí tumbé a Byakuro, con cuidado. Le pedí a Cetus que le guardara y me avisase si despertaba, y acompañada por la alfombra, salí de la caverna. Corté varias ramas que apilé en la alfombra, y pasó un rato hasta que conseguí dos conejos. Añadí un montón respetable de nieve y volví a entrar. Cetus prendió fuego a la leña y con más ramas puse los animales en la improvisada fogata. Mientras se cocinaban, bajé a la caverna en la que habíamos luchado y agarré dos pedazos respetables de piedra. Transformé mis manos en garras y las vacié, formando dos rudimentarios cuencos. Cuando subí de nuevo, Byakuro aún no se levantaba...pero al menos no tenía fiebre. Imaginé que solo estaba cansado, o al menos quise pensar que era eso. Llené uno de los cuencos de nieve y lo puse al lado del fuego, esperando a que se fundiera e hirviera. Cuando eso sucedió, le coloqué las hojas de la planta que había ido a buscar a Gelum. Los conejos los dejé en los palos aparte, aunque corté unos pedazos y los coloqué en el cuenco.

Té y carne asada. No era la mejor comida del mundo, pero ambos necesitábamos recuperar fuerzas. Ya conseguiría el chocolate. También yo comí un poco y entonces me puse a velar a Byakuro. Sin embargo, antes de lo que pensaba, los párpados se me cerraron y caí dormida a su lado.

Byakuro olisqueó el aire. Había una esencia en el aire: carne asada. El cazador sintió como su boca empezaba a salivar, hambrienta. El cazador no había tomado gran cosa desde hacía un rato, y su estómago exigía comida.

- Mmmm... cag... ne... -el cazador abrió los ojos, sintiendo como un hilillo de saliva se deslizaba por la comisura de los labios. Sorbió la saliva y se sentó. Ya no estaba apoyado en Aki, pero parecía que ella le había procurado un lugar donde reposar. Se levantó y vio la hoguera donde se estaba haciendo la merienda-. Eso tiene buena pinta... -se acercó y agarró uno de los conejos sin dudarlo. Pese a que casi se quema, no le importaba, así que se comió el trozo de carne a toda prisa. Su lengua le empezó a arder, así que la echó fuera, para tratar de airearla y librarse del quemazón, lo que le dio un aspecto verdaderamente cómico.

Tras el momento cómico, se fijó en que Aki estaba dormida, a su lado. Le acarició la cabeza, pasando su mano por su pelo y se fijó en Klaus. El camaleón estaba dando vueltas en el suelo, cerca de ellos dos. Parecía que se lo estaba pasando bien. O tal vez no... a saber, su expresión de apatía no ayudaba precisamente a averiguar su estado de ánimo.

- Mmmmm... bueno, vamos a ver donde está esa cosa brillante. -el cazador sonrió y observó a Aki. ¿Dónde la había guardado? Se inclinó sobre ella y empezó a buscar, primero por los hombros, para luego ir bajando por los costados del cuerpo hasta la cintura. Vio la parte rota de la camisa. No recordaba habérsela roto. Aquella zona no hacía falta cachearla, se veía la piel desnuda y no había ninguna bolita mágica brillante. Así que continuó bajando por las piernas y buscando por la zona del vientre. Los pechos no se los tocó, sería una desfachatez. Así que si la había guardado en el escote, habría que esperar a que se despertase.

Desperté notando una sensación extraña, y al incorporarme, vi a alguien examinando mis piernas muy de cerca. Mi primera reacción, aún dormida, fue pegarle una bofetada al desconocido. Parpadeé mientras me encogía y entonces reconocí a Byakuro. Me llevé una mano a la boca, arrepentida y me acerqué a él.

-Dios, lo siento. Fue sin querer, no sabía que eras tú.

Al menos, parecía que tenía buena pinta. Miré hacia el fuego, todavía quedaba conejo. Fui hasta allí y tras beber algo del té busqué a Cetus y le di también unos bocados. Acto seguido, suspiré y fui hasta el lecho en el que había acostado a Byakuro. Rebuscando en mi abrigo, rescaté la bolita brillante que le había prometido. Me daba algo de rabia deshacerme de ella, pero de todas maneras a mí de poco me servía, más que de linterna. De todas maneras, no sabía de donde venía y si lo averiguaba siempre podía pedírsela de vuelta. Me giré hacia el joven y se la tendí mientras me sentaba contra la pared.

-Supongo que te mereces esto, espero que te valga. Va a brillar esté donde esté y no importa lo que haya a su alrededor. Pero tiene otra aplicación que creo que te gustará más.

Giré la bolita. En su superficie, en letras rojas, aparecía escrito ''Isla de Gelum''. Sonriéndole, expliqué:

-Te muestra el lugar en el que me encuentro. Si estoy despierta, como ahora, las letras aparecerán en rojo. Si estoy dormida, en negro. Byakuro.- Le dije mientras me ponía algo seria y le miraba a los ojos.- Tienes en mí a una amiga fiel. Pídeme ayuda siempre que la necesites, y responderé.

Aki abrió los ojos y intentó darle una bofetada. El cazador levantó la mano y paró el golpe agarrándola por la muñeca. Cuando ella se dio cuenta de quien era, trató de disculparse.

- No pasa nada, imoto -el cazador sonrió-. Solo estoy buscando la bolita brillante.

Ella se acercó a la hoguera y tras coger su trozo de carne recogió su abrigo. Así que estaba allí la bolita. El brillo de su mano delató que así era. Le explicó su funcionamiento, y el cazador sonrió. Aquella bolita le sería muy útil.

- Sabes que al darme esto sabré siempre donde estás... y sabrás donde estoy yo. -el cazador la miró a los ojos-. A partir de ahora, vas a tener que aguantarme mucho, imoto. Apareceré cuando menos te lo esperes. -el cazador recogió la pequeña esfera y se la guardó en un bolsillo del abrigo-. Es una buena recompensa... creo que vale... setenta y seis millones, novecientos noventa y nueve mil ochocientos berries. Un chocolate, y estaremos en paz.

Klaus seguía correteando como un loco. Era divertido verlo dar círculos. El cazador se tumbó de nuevo y bostezó. Estaba cansado aún, pero era algo soportable.

- Bueno... ¿cuando quieres tomar ese chocolate?