¿Un nuevo Señor de los 7 Mares?

La Joya lamía las olas con placidez, deslizándose por las aguas marinas de manera calmada, mientras el aroma a sal y a frescor inundaba los pulmones de Dexter, y la brisa se hacía oír en su cerebro. Todo era perfecto, salvo, tal vez, los graznidos del hombre que lo había atacado en Water 7. ¿Es que no podía callarse? Decía no se qué de admitirlo y algo de una venganza. En cierto modo se preguntaba qué significarían aquellas  palabras, pero no le interesaba en absoluto, realmente. Tan sólo iba a entregarlo en Ennies Loby y ya luego pediría permiso para hacerle preguntas. Y otra vez el tipo del casco hablaba...

-¿Pero te quieres callar? Disfruta un poco del día, hombre, que estás amargado- dijo, algo cansado del tipo. Vestía como un turista cualquiera, pero llevaba un maldito casco de espartano en la cabeza. Sin duda era raro-. Pasea por la cubierta un poco, come algo, o lo que sea.

Reparó tarde en que su comentario era de lo más desafortunado. Aquel delincuente debía tener todos los huesos rotos. "Ops", dijo para sí, justo antes de recordar que él se lo había buscado. Nada se interponía entre un dragón y sus imanes, y aún por encima lo había atacado y le había hecho sangre. Cuando lo entregara, pediría su recompensa para comprar un pony, la ropa que aquel cretino le había manchado e imanes. ¡Quería sus malditos imanes! Y... Pensándolo bien, le gustaba aquel casco. Mientras el tipo seguía rebuznando le quitó el casco y lo tiró por ahí. Tal vez haría un tótem o algo así, con aquello en el centro, pero ya cuando tuviera algo de tiempo. Tenía que ponerse manos a la obra.

-Reez, ¿Cuánto para llegar a la isla judicial?- gritó el Zafiro a su Navegante, que estaba al timón como un campeón, dirigiéndose hacia lo que podría ser una mala idea-. Pero bueno, ¿Qué podría salir mal?

-Dijo el dragón mientras todos los planetas se alineaban, haciendo que efectivamente todo vaya a salir mal- sonó a su espalda. Miró, extrañado por no reconocer aquella voz. No era nadie, se lo había imaginado. "Qué raro".

-Estamos a unos dos minutos del puerto principal, y parece que nos han visto.

Tal vez aquello no significara nada, aquel chico solía ser un poco alarmista. Sin embargo podía resultar ser verdad, aunque sinceramente le daba igual. Cargó al Shichibukai al hombro y se encaminó hacia el puente, esperando atracar para bajar.

El barco se detuvo, y Dexter descendió por la pasarela. Ya estaba en Ennies Loby, ahora quedaba ver qué se encontraría ahí. Comenzó a caminar con calma, despreocupado tal vez en exceso.

Off:

Bueno, en cuanto bajas, un montón de focos se centran sobre ti. No parecen precisamente amigables, tal vez si les invitas a un té sean más amables. En cualquier caso, un grupo de unos veinte hombres con uniforme corren hasta formar un semicírculo frente a ti. Todos ellos se quedan a una distancia de unos veinte metros. Uno de ellos, vestido con un sombrero negro y de aspecto retaco, te mira y habla con un tono agudo:

- Dexter Black, cuatrocientos millones. No ha sido un movimiento muy inteligente por tu parte el venir a Ennies Loby, ¿no crees?

Mientras tanto, con tu haki mantra puedes notar como un montón de gente se ha colocado en los edificios cercanos al puerto. Posiblemente estén armados. La gente de tu tripulación está en el barco, tal vez quieran pelear a tu lado si es lo que deseas.

En su hombro el delincuentucho aquel se revolvía débilmente, intentando liberarse, pero el brazo del dragón se mantenía férreo, esperando que aquel tipo recibiera su justo castigo por mirar sospechosamente a Galley-la. "Dicho así suena un poco estúpido entregarlo", pensó, al tiempo que una extraña situación se preparaba. Los guardianes de Ennies Loby (o los mayordomos) comenzaban a rodearlo, con sus impolutos trajes negros de cara hacia él, aunque se notaba el miedo, o eso reflejaba la distancia a la que se situaban de él. Él no mordía, pero tal vez su wanted indicara lo contrario.

Sonó una voz entre todos aquellos pitufos, una molesta y aguda voz, casi como un graznido de pato mordido en el pie por una marmota, amenazante en cierto modo, al tiempo que una recua de olores comenzaron a subirse a los tejados del puerto, seguramente observándolo. ¿Por qué era tan famoso? Ni siquiera lo merecía, era injusto. "Sólo maté a un asesino...". Pero tenía razón, la verdad era que con su recompensa no tenía mucho sentido ir hasta allí. Básicamente porque seguro que alguno preferiría cazarlo a él y no darle el dinero, pero... "Que les follen".

-Aquí os traigo esto- dijo, tirando al hombre al suelo, dejándolo a merced de quien lo quisiera llevar-. Sólo dadme lo que cueste y me iré, necesito unos zapatos nuevos.

Se movió ligeramente, fingiendo que le apretaban de manera muy falsa, sin dejar de prestar atención a todo lo que lo rodeaba, sabiendo que se la jugaba mucho cada minuto que seguía ahí, pero quería hacerlo. Tal vez pudiera llegar a algún trato con aquella gente para recuperar su posición de cazador, perder su recompensa, o cualquier cosa por el estilo para volver a ser libre totalmente. En aquellos momentos era libre, pero debía huir de demasiada gente.

-Aunque también, con esto, vengo a hablar- hizo una pausa, sonriendo-. Es un gesto de buena voluntad, tomadlo como tal, por favor.

El hombre retaco, que parece ser el que dirige al resto de agentes, se acerca a ti. Ahora ves con claridad todos sus rasgos.

- Mmmm... -observa a Cleón con interés-. Así que vienes a hablar... -te mira y tras una milésima de segundo, sientes un agudo dolor en la entrepierna. Te acaba de golpear a tal velocidad que tu sobrehumano ojo ha sido incapaz de detectarlo. Sin embargo, el hombrecillo sonríe-. Bien, tal vez sea buena idea que vengas conmigo entonces. Trae a ese tipo contigo, creo que a alguien le interesará saber que lo has derrotado.

El hombre alza la mano y el grupo de personal que lo acompañaba se retira. El retaco no parece asustado de ti. Se mete una mano en el bolsillo y te tiende unas esposas de kairoseki.

- Por simple seguridad... no me gustaría que destruyeras la isla con tu akuma, ya sabes -tras eso, empieza a caminar lentamente hacia las puertas de la justicia y la Torre Judicial. No es precisamente una guía turística, el tipo no parece excesivamente hablador. Un grupo de agentes pasan a tu lado y se dirigen hacia el puerto-. Tranquilo, no atacarán a tus nakamas, sólo están vigilando que no hagan nada... imprudente.

Contuvo la respiración mientras su cara se coloreaba ligeramente al recibir la patada en sus gónadas. Las piernas le temblequearon momentáneamente a causa de la fuerza de aquel hombrecillo, pero no quería mostrar debilidad. Al fin y al cabo en cualquier momento podrían abalanzarse sobre él, y no le gustaba la idea. Escuchó atentamente a aquel hombre. Al parecer había cogido a alguien importante, ya que se mostraba muy dispuesto a dialogar, aunque podía ser una trampa. "Pero siempre puedes marcharte volando", susurró su mente, y de inmediato le tendieron unas esposas. "Qué inesperado... Kairoseki". Aquella gente sí que tenía miedo, pese a reflejar lo contrario, o tal vez un amor exagerado por aquella isla llena de gente sin la menor idea de moda. "Traje negro y corbata negra. Ni que fueran espías...".

Cerró momentáneamente la esposa, sin nada dentro, y acercó el dedo a la cerradura, descargando cierta cantidad de viento, que metido por todos los recovecos de la cerradura, formó una llave sólida en su mano. Sólo tuvo que girarla ligeramente para que se abriera. Esperaba que aquel hombre lo hubiera visto ante de darse la vuelta y marchar hacia la gran torre judicial, el edificio que daba nombre a la isla. La isla judicial. Se colocó la esposa en la mano izquierda, y se sintió algo mermado, aunque mantenía muchos de sus poderes, gracias a haberlos desarrollado de forma independiente a su Akuma no mi, aunque las presencias a su alrededor parecieron apagarse. Recogió al tipo con el brazo derecho y se lo puso al hombro, inconsciente, probablemente el choque de todos sus huesos rotos contra el suelo lo dejó KO. Comenzó a caminar tras aquel hombre, deseando saber qué sucedía. ¿Cuánto valdría el guerrerito? Ya estaba deseando enterarse del precio.

-Vosotros- dijo, cruzándose de frente con un grupo de agentes que iban hacia su barco-. No subáis al barco, no hablís a la gente de abordo, y no ataquéis. Si no os mataré con mis propias manos- su actitud amable siempre se esfumaba cuando presentía algún peligro hacia sus compañeros. Al fin y al cabo, era su deber protegerlos. Hizo una pausa y se dirigió al hombre bajito que tenía delante-. Disculpe, ¿Quién es este hombre? Me atacó en Water 7 y no se presentó ni siquiera. Tiene muy malos modales.

Siguió al hombre a la espera de respuestas, o tal vez de una taza de té. En cualquier caso el hombre debía ser consciente de que sabía retirarse las esposas, tal vez sólo estuviera poniéndolo a prueba. ¿Tal vez fuera a ficharlo para esa organización de tipos de traje y corbata negra? Él jamás renunciaría a su corbata escarlata, aunque algunos sombreros eran bonitos y todo.

El hombrecillo se gira momentáneamente para ver cómo hablas "amablemente" con los agentes. Luego sigue caminando hasta llegar a una muralla.

- Agente Ivanovich. Traigo algo interesante. -el hombrecillo empieza a patear el suelo bajo él, y se eleva por el aire, mientras la puerta se abre frente a ambos.

Frente a vosotros se encuentra una enorme ciudad. Y al fondo, la torre judicial. Mientras camináis por la calle ves que hay muchos más hombres caminando por la calle. Todos de negro. Bueno, no, aquel de allí lleva un traje que parece que solo es gris oscuro.

- Te diré quien es este tonto cuando lleguemos a la torre. -Cleón, que parece haberse despertado de pronto, gruñe algo y se dirige al enano.
- ¿A quién llamas tonto, renacuajo?

De pronto sientes un fuerte viento. La cara de Cleón está hundida, y de su nariz cae un chorro de sangre. Un par de dientes se le han caído. Y el retaco ni siquiera parece haberse girado.

- Bien, bien... sigamos.

Tras un rato llegáis a la entrada de la torre. Dos gigantes uniformados os flanquean el paso. La puerta se abre y frente a vosotros hay una gran sala. Vuestras pisadas hacen eco en la sala vacía. El enano empieza a subir por una escalera y te hace un gesto para que le sigas.

- Antes has dicho que quieres la recompensa de ese tipo. Te haré una oferta tras consultarlo con mis superiores.

Llegáis a una sala con algunos sillones de cuero negro. También hay cuadros y algunas esculturas de jóvenes donceles en paños menores. El retaco te indica que te quedes esperando y se mete en una sala. Tras unos minutos, abre la puerta y te invita a pasar.

Sintió un leve viento, y una sensación similar a la que lo recorrió cuando el tal agente Ivanovich fue llamado "renacuajo", y acto seguido soltó casi instintivamente a su presa. No quería mancharse más con la sangre que comenzó a manar de la cara hundida de aquel enclenque. Aquel hombre era rápido, aunque no tanto como parecía, seguramente. En medio de un combate estaría alerta y sería capaz de verlo, o de escucharlo al menos. "De todas formas sigue siendo impresionante", dijo su mente, cortando completamente sus pensamientos.

-¡Oh dios mío!- gritó Dexter, al tiempo que recogía al tipo del casco de espartano (aunque ya no llevaba el casco, claro)-. ¡Ese hombre lleva traje gris!- exclamaba con sorpresa y júbilo, al menos alguien rompía aquella estúpida gama cromática digna de una cebra-. Seguro que es un tipo importante, o el traje es muy viejo y ha desteñido...

"Una oferta...", dijo su mente cuando atravesaron a los guardias de la torre y ascendieron por las escaleras de la torre, llegando a una amplia sala con cuadros y esculturas de jóvenes enseñando el pene. Algo le decía que en aquel lugar había líos bastante turbios, y era el tipo de cosa que no se podía admitir en una organización gubernamental. Aunque había algunas verdaderas obras de arte, como el tapiz que colgaba de una pared, hermoso a su manera. La forma en que hacía sangrar los ojos de horripilancia a quien lo mirara convertía la flagrante violación de cualquier código del buen gusto que allí se posicionaba en una verdadera ambrosía, o algo así. La verdad es que era horrible, pero de tan feo que era se hacía hermoso, apenas podía apartar la vista del tapiz, cuando el hombre menudo, del que ni se había percatado en su desaparición, lo invitó a pasar a una sala un poco más pequeña, de la que no tenía ni siquiera constancia. Se retiró una vez más la esposa y entró, dándole al hombre las esposas tranquilamente en la mano.

-Puedes confiar en mí- dijo, con una sonrisa, al tiempo que dejaba al tipo en una esquina, refunfuñando-. Al fin y al cabo, no habría venido si no estuviera dispuesto a hablar con calma y sin causar alboroto.

El agente suspira y recoge las esposas, mientras te señala un Den-den mushi de color gris en la mesa. El aparatito está caracterizado con una pequeña barba y bigote negros, y con unos mechones del mismo color. En sus ojos pedunculares hay un par de gafas ahumadas.

- ¿Dexter Black? -la voz al otro lado es levemente rasposa, como la de alguien con muchos años encima. Cuando se ha cerciorado de que eres tú, continua con lentitud, como si le costara hablar-. Tienes una amplia recompensa. ¿Qué darías por recuperar la libertad? ¿Qué harías si te prometo que puedo eliminar esa recompensa? -tras una leve pausa continúa-. Te estoy hablando de una forma de vivir libre por el mar, tan solo con un pequeño compromiso. Te aseguro que la oferta vale la pena. ¿Estarías de acuerdo en poner tu poder al servicio del Gobierno Mundial, a cambio de eliminar tu recompensa y la de tu tripulación?

El Den-Den Mushi se calla, y tan solo se escucha la pesada respiración al otro lado. Espera una respuesta. Impaciente, el agente Ivanovich empieza a revolotear por la sala a toda velocidad, soltando una risita de vez en cuando.

En la sala se disponían un par de sillas y una mesa, un par de plantas... Lo típico de un despacho, y lo que más le llamaba la atención era el aparatejo de la mesa. Un den den mushi. ¿Quién estaría al otro lado de la línea? Era un misterio que sólo algunos investigadores podrían resolver, o él mismo, en aquel caso. El agente Ivanovich le señaló el objeto, y Dexter se acercó y lo tomó, escuchando atentamente cada palabra al otro lado de la línea. Era una voz pausada y tranquila, algo ronca, y parecía no ser capaz de hilar una frase completamente. Sin embargo las palabras que le decía sonaban dulces. ¿Recuperar su libertad? Era algo con lo que había soñado, algo que lo hacía seguir viviendo aunque Nadia estuviese muerta. "Y eliminar la recompensa...". Las palabras resonaron en su cabeza, penetrando en lo más hondo de su mente. A él le daba igual su recompensa, sólo quería la libertad, poder vivir sin ser perseguido, y proteger con ello a su tripulación. ¿Por qué aquello sonaba tan bien? Sonaba irrechazable, pero no sabía si debería aceptarlo o no. Debía saber más antes de responder.

-¿Qué es lo que me propones?- respondió con voz tranquila, intentando ocultar su curiosidad, dejando sólo entrever un leve interés, como el que ve una baratija en el mercado-. Mis datos están en el Cuartel del North Blue. Cualquiera sabrá que si se elimina mi recompensa volveré a esa vida. Siempre que no encuentre Marines haciendo prácticas de tiro con presos vivos- su tono se volvió sombrío con aquellas últimas palabras. Aún recordaba la ira que sintió al ver aquel muchacho ser bombardeado vivo, atado. Algo ardía dentro de él, y tuvo que soltar momentáneamente el micrófono para no romperlo haciendo presión.

Recuperó la compostura y agarró el micrófono de nuevo, atento a los movimientos del pequeño agente, que brincaba por la habitación alegremente, ignorando la conversación, o tal vez extremadamente atento a ella. De esa gente nunca se podía esperar algo claro, pero no parecía hostil. No del todo...

-Dime, ¿Qué me estás ofreciendo?- sentenció finalmente-. Quiero recuperar mi libertad.

- ¿Eliges tu libertad? Perfecto. -hay una tos rota al otro lado de la linea-. Solo tienes que responder cuando se te llame. No suele ser a menudo, y tan solo en situaciones de crisis -un breve silencio-. El tipo al que has derrotado... es Cleón, el Shichibukai. No se si estarás al tanto de lo que implica ese puesto, pero te ahorraré detalles. Ya que has vencido a este hombre, puedes ocupar su lugar como uno de los miembros del Ouka -otro silencio, algo más largo que el anterior-. Esto supone la congelación de tu recompensa... y tu libertad. Por supuesto, los hombres que estén a tu servicio también se beneficiarán de estas ventajas.

El Den-Den Mushi queda en silencio. Ivanovich aparece de repente a tu lado. Te mira con un aire travieso que no puedes deducir si es normal en él. Parece emocionado por algo.

- Vaya, vaya, vaya... parece que has llamado la atención de alguien importante, dragoncito. -una sonrisa diabólica se dibuja en su rostro, y el Den-Den Mushi de la mesa vuelve a sonar.
- ¿Aceptas unirte al Ouka, Dexter Black? Todo ese cuartel será revisado, y cualquiera que sea sospechoso, será ejecutado de inmediato. Tus datos quedarán archivados... -sientes que tiene algo más que decir-. Pero si algún día dejas el Ouka, volverás a ser un criminal buscado. Has cometido demasiados crímenes contra el Gobierno Mundial como para que se olviden. -el interlocutor estalla en un ataque de tos ahogada durante unos segundos. Cuando consigue recuperarse, el aparato queda en silencio.

"El Ouka Shichibukai...". La cara de Dexter se tensó de inmediato, pensando en lo que aquello significaba. Por un lado, ser Shichibukai significaba, en cierto modo, recuperar todo lo que tuvo, volver a rozar todo lo que le importó en su día, pero no lo convencía tampoco demasiado la idea. ¿Qué podía ganar él? Tan sólo un título y trabajar como un corsario, pero siendo aún visto como un criminal. No era precisamente algo que le convenciera, pero en aquel momento necesitaba dinero para el barco, y últimamente todos en su tripulación comenzaban a tener recompensas exageradas, haciéndolos un blanco seguro para cazadores listillos. Creía recordar que Midorima ya se había metido en líos indebidos varias veces, y no podía dejar que siguiera recorriendo ese camino.

Y el caracol volvió a hablar. Sus palabras eran amables y directas, al tiempo que amenazantes. Sólo por su petición iban a ejecutar a los responsables de aquello. ¿Cabría la posibilidad de que el gobierno no fuera tan malo después de todo? ¿O simplemente serían una panda de incompetentes que se mantuvo en la inopia respecto a aquel asunto durante años? No, la opción más probable era que estuvieran necesitados de un aliado, y él mismo por casualidad se había ofrecido. "¿Y eso es malo? Todos ganáis", dijo su mente con un tono cariñoso, similar al que ponía Nadia cuando lo regañaba en ocasiones, y la idea de repente pareció buena.

-Ser Shichibukai...- dijo, pensativo, mirando a Ivanovich, manteniendo cerca el micrófono para que el desconocido escuchara-. Un pirata cazador... ¿Es eso, no? El tercer poder- sus propias palabras lo golpeaban en la cabeza. ¿Debía servir de nuevo a los que le dieron la espalda? Sólo podía si en algún momento podía ganar la redención.

La respuesta estaba bastante clara, pero si negociaba podría obtener una reducción de su recompensa, tal vez.

-¿Y si lo que quiero es conseguir que mis crímenes sean perdonados?- su voz resonó en toda la estancia, alzándose sin que él mismo se diese cuenta hasta que el eco rebotó en la pared-. Todos mis delitos vienen a raíz de que intenté salvar la vida a un preso en el lugar que ahora vais a investigar- su voz fue bajando, al tiempo que casi se quebraba-. Ya no podéis devolverme a la mujer que me habéis quitado, ni a la hija que esperaba de ella. Sólo devolvedme mi libertad, de alguna forma...

El otro lado del Den-Den Mushi permanece callado. La respiración entrecortada era lo único que se escucha durante unos segundos.

- Reducción... es planteable -parece comprensivo-. Pero por supuesto, no es algo que se pueda hacer de inmediato. Tal vez si cumples el papel de Shichibukai podría verse una futura reducción de esa molesta recompensa.
- Uuuuuuh -el enano está a tu lado, sonriendo de oreja a oreja-. ¿No parece mala oferta, verdad?

¿Y bien, qué harás, dragón?

-La respuesta parece clara...- Una lágrima de alegría resbalaba por su cara mientras respondía al desconocido que, finalmente, había aceptado su petición de perder precio sobre su cabeza. Casi necesitaba dar las gracias a aquel hombre que tanto le estaba dando en aquellos momentos.

El enano sonreía, sin quitarse el maldito sombrero ni dejar entrever sus verdaderas intenciones, que eran desconocidas para el dragón, por mucho que intentara adivinarlo. ¿Qué misterios entrañaría la mente de aquel simpático homúnculo? Era muy difícil saberlo. La gran pregunta era... ¿Estaba tomando el camino correcto? ¿Era aquella la forma de volver a ser el hombre que un día todos admiraban en su isla, en lugar de señalarlo con el dedo insinuando el asesinato de su padre? En cualquier caso, debía intentarlo. Bebió de un vaso de agua cercano, apoyado en la mesa, como preparado para él. Sabían que iba a quedarse seco, tal vez... El muñeco era una caja de sorpresas, al parecer.

-Acepto- sentenció, más calmado, sin perder de vista a Ivanovich, que podría ponerse a dar más botes por ahí, y no era de interés que lo hiciera. Menudo mareo-. Ahora dime, ¿Cuánto valía ese tal Cleón? No parece muy famoso, ni muy fuerte.

Esperó a que alguno de los dos contestara, mirando al hombre sin casco, totalmente machacado y tirado contra el suelo, semiinconsciente. Menuda vergüenza de shichibukai, seguramente su mayor mérito habría sido mantenerse invicto a base de esconderse en una cueva y sólo salir cuando tenía que delinquir, como aquella misma mañana en Galley-la. "En fin, al menos ahora podré buscar cachivaches tranquilamente", se dijo, mientras tomaba asiento, quedando más o menos a la altura de Ivanovich, tal vez un poco más alto, pero no importaba ahora.

-Y bien, ¿Por qué me diste una patada? ¿En serio era necesario?

- Cleón... un hombre potente, aunque la verdad, nunca me cayó bien... -Ivanovich se encoge de hombros-. Su recompensa congelada es de doscientos cincuenta millones. Claro que por ser un pir... Shichibukai, tan sólo tendrás acceso a la mitad -el Cipher Pol sonríe arqueando las cejas-. Creo que tendrás para un buen par de zapatos, Dexter Black.

Se acerca a ti cuando te sientas y su sonrisa se ensancha ante tu pregunta. No responde, sino que se dirige al Den-Den Mushi con un tono divertido:

- Sin duda el Ouka va a ser más interesante ahora. Aunque para mi gusto hay demasiados usuarios de Zoan... -el hombrecillo se pasa la mano por la barbilla-. Señor, me despido. Enviaré al nuevo Shichibukai de vuelta a su barco.

Dicho esto, te mira con los ojos desorbitados, lo que le da un aspecto demencial. Se acerca a ti y te extiende las ya conocidas esposas. Sin embargo, cuando las tienes al alcance de la mano, mueve rápidamente el brazo alejándolas de tu rango de acción.

- Creo que podemos considerar que no necesitas esto, ahora que trabajas para el gobierno, dragón. -el hombrecillo se gira hacia la puerta y la abre, invitándote a salir con un gesto de manos. Te señala un maletín en una de las mesas de la sala de espera. Por su forma, olor y sabor, puedes suponer que está lleno de berries: la recompensa de Cleón.

Bien, has entrado a formar parte del Ouka Shichibukai, tienes derecho a un post más y doy por terminado el moderado.

Miró al hombrecillo, que le tendió las esposas e inmediatamente las retiró, dándole en su lugar un maletín de lo que por sus sentidos deducía, eran berries. Ahora sólo le quedaban 124.999.999 berries de la recompensa de Cleón, pero sabía que eran verdaderos.

-En fin, un placer conocerte, agente Ivanovich- tendió la mano al hombrecillo, en gesto de confianza, y tras unos instantes se dirigió a su barco de nuevo. Ahora era Shichibukai.

Las calles de Ennies Loby parecían distintas ahora que no había tanta presencia de los agentes del gobierno. Era casi hasta bonito, y se sentía bastante cómodo. En aquella isla, al parecer, siempre era de día, lo que debía ser, a todas luces, maravilloso. "A todas luces. Qué gracioso, porque siempre es de día", rió su mente mientras él se encaminaba hacia el puerto, donde, otra vez, comenzó la marea de agentes a moverse hacia él. Sólo que esta vez dejaban el barco en lugar de ir hacia él. Su gente estaba a salvo, y tal vez algún día recuperase su libertad.