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Tanto tiempo había pasado desde su última visita que ya casi no recordaba el aroma de aquel lugar. Inspiró con fuerza para guardar la fragancia de nuevo en sus recuerdos. Dulce y juguetón olor a... ¿estiércol? Sí, también había olvidado que su lugar favorito era una zona frecuentada por todo tipo de vulgares y malolientes hombres. Cuanta felicidad residía en la ignorancia y el olvido y cuán cruel volvía el recuerdo para golpear con fuerza. Debía dejar de leer el libro de poesías que le habían regalado, empezaba a ver el mundo de una forma demasiado poética. Y teniendo en cuenta cómo era su mundo no encajaba muy bien esa visión.
Se acercó a uno de los inmensos árboles y palpó sus raíces. Era áspera y rugosa como su suegra, pero también era dura, gruesa y fuerte... como su suegra. Aquella mujer daba realmente miedo. Siempre se preguntaba cómo podía haber dado a luz a un ángel como Anne siendo ella más bien un animal de corral. Los misterios de la vida. Se recostó sobre la raíz cavilando en su delirios. Había venido para algo a Shabaody, pero lo había olvidado pro completo. De ser así carecería de importancia o lo recordaría, ¿no? Odiaba este lugar, ¿por qué había pensado que era maravilloso? Había criminales, había esclavistas, había nobles mundiales y demás sabandijas. Y, para colmo, no podía tocar a la mayoría sin que el Gobierno Mundial pusiera precio a su cabeza.
Sería gratificante destrozar una casa de subastas y liberar unos cuantos esclavos, pero no podía hacerlo y aquello lo mortificaba. ¿Acaso el miedo era más fuerte que su sentido del honor y su moral? No solo eso, actuando así perjudicaría a muchísima gente y no solo a él. Pero haría algo por cambiarlo, lo tenía claro y no iba a cesar en su empeño de lograrlo.
-Dame todo lo que tengas si no quieres morir- Dijo alguien cercano.
Cuando Alex miró vio a tres hombres fornidos. Podría acabar con los tres sin dificultad, pero prefirió ignorarlos. Dado su estado físico dudaba que pudieran llegar hasta la parte alta de la raíz en la que él se encontraba. Rió a carcajadas ante las amenazas en vana que proferían los "atracadores" y se recostó aún más para acomodarse. Los brazos en la nuca y las piernas entrecruzadas. una postura agradable y que daba fácil acceso al sueño. Hasta que recordara a qué había venido no tenia nada mejor que hacer.
Se acercó a uno de los inmensos árboles y palpó sus raíces. Era áspera y rugosa como su suegra, pero también era dura, gruesa y fuerte... como su suegra. Aquella mujer daba realmente miedo. Siempre se preguntaba cómo podía haber dado a luz a un ángel como Anne siendo ella más bien un animal de corral. Los misterios de la vida. Se recostó sobre la raíz cavilando en su delirios. Había venido para algo a Shabaody, pero lo había olvidado pro completo. De ser así carecería de importancia o lo recordaría, ¿no? Odiaba este lugar, ¿por qué había pensado que era maravilloso? Había criminales, había esclavistas, había nobles mundiales y demás sabandijas. Y, para colmo, no podía tocar a la mayoría sin que el Gobierno Mundial pusiera precio a su cabeza.
Sería gratificante destrozar una casa de subastas y liberar unos cuantos esclavos, pero no podía hacerlo y aquello lo mortificaba. ¿Acaso el miedo era más fuerte que su sentido del honor y su moral? No solo eso, actuando así perjudicaría a muchísima gente y no solo a él. Pero haría algo por cambiarlo, lo tenía claro y no iba a cesar en su empeño de lograrlo.
-Dame todo lo que tengas si no quieres morir- Dijo alguien cercano.
Cuando Alex miró vio a tres hombres fornidos. Podría acabar con los tres sin dificultad, pero prefirió ignorarlos. Dado su estado físico dudaba que pudieran llegar hasta la parte alta de la raíz en la que él se encontraba. Rió a carcajadas ante las amenazas en vana que proferían los "atracadores" y se recostó aún más para acomodarse. Los brazos en la nuca y las piernas entrecruzadas. una postura agradable y que daba fácil acceso al sueño. Hasta que recordara a qué había venido no tenia nada mejor que hacer.
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El archipiélago Shaboady seguía como siempre, lleno de gentes, barcos atracados en el puerto a la espera de un recubrimiento y vendedores que engañaban a los ingenuos compradores al ofrecerle máquinas que hacen uso de las burbujas que solo podían vivir en el agua o en aquella atmósfera. Caminaba tranquilamente por las calles, veía algún que otro puesto interesante, me acerqué a un puesto en el que una baratija había captado mi atención. Se trataba de una pulsera de cristales azulados, ojalá tuviese a quién regalársela.
Pasé de largo del puesto, mi objetivo en aquel archipiélago era simplemente vigilar por si algún pirata descarriado quería montar un incidente, era el final del Paraíso y la puerta de entrada al Nuevo Mundo, el lugar donde los más peligrosos criminales campaban en libertad. El gobierno desde hacía siglos había recurrido a la ayuda de siete grandes delincuentes, los Sichibukai, para ayudarles a mantener el orden. Recientemente habían aparecido los Yonkaikyo, cuatro piratas menos poderosos, pero igualmente poderosos, que también estaban a las órdenes del gobierno, al menos en teoría. En el nuevo mundo los Yonkou, los cuatro señores de la piratería campaban a sus anchas, y no podíamos dejar que más piratas se uniesen a sus filas.
Miré hacia el cielo, el cual estaba soleado a excepción de algunas nubes blancas dispersas por el archipiélago, no parecían nubes de lluvia, pero no era climatólogo para poder asegurarlo. Iba moviéndome por los distintos distritos, procurando no llamar la atención y fijándome en cada altercado posible. No pasaba nada, estaba inusualmente tranquilo, como la calma que precede a la tempestad. No me gustaba nada aquella situación.
Lo normal sería que hubiese un pequeño alercado por aquí, otro por allá, algo que no requiere prácticamente intervención por parte del gobierno, ya que no suelen pasar de un par de voces y un puñetazo como mucho. Eso hizo que no pudiese seguir repasando mentalmente los componentes de la resina de los groves y quizá reproducir sus características de dicho material.
Por si acaso, preparé mi mantra, dispuesto a enfrentarme a cualquiera que se sobrepasase con las leyes. Era rápido, podría superar con facilidad un número relativamente elevado de malhechores, pero lo mejor era que no pasase nada, no quería tener que ensuciarme las manos.
Pasé de largo del puesto, mi objetivo en aquel archipiélago era simplemente vigilar por si algún pirata descarriado quería montar un incidente, era el final del Paraíso y la puerta de entrada al Nuevo Mundo, el lugar donde los más peligrosos criminales campaban en libertad. El gobierno desde hacía siglos había recurrido a la ayuda de siete grandes delincuentes, los Sichibukai, para ayudarles a mantener el orden. Recientemente habían aparecido los Yonkaikyo, cuatro piratas menos poderosos, pero igualmente poderosos, que también estaban a las órdenes del gobierno, al menos en teoría. En el nuevo mundo los Yonkou, los cuatro señores de la piratería campaban a sus anchas, y no podíamos dejar que más piratas se uniesen a sus filas.
Miré hacia el cielo, el cual estaba soleado a excepción de algunas nubes blancas dispersas por el archipiélago, no parecían nubes de lluvia, pero no era climatólogo para poder asegurarlo. Iba moviéndome por los distintos distritos, procurando no llamar la atención y fijándome en cada altercado posible. No pasaba nada, estaba inusualmente tranquilo, como la calma que precede a la tempestad. No me gustaba nada aquella situación.
Lo normal sería que hubiese un pequeño alercado por aquí, otro por allá, algo que no requiere prácticamente intervención por parte del gobierno, ya que no suelen pasar de un par de voces y un puñetazo como mucho. Eso hizo que no pudiese seguir repasando mentalmente los componentes de la resina de los groves y quizá reproducir sus características de dicho material.
Por si acaso, preparé mi mantra, dispuesto a enfrentarme a cualquiera que se sobrepasase con las leyes. Era rápido, podría superar con facilidad un número relativamente elevado de malhechores, pero lo mejor era que no pasase nada, no quería tener que ensuciarme las manos.
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A punto estuvo de dormir cuando los gritos subieron de tono. Se acabó, ¿por qué el mundo se empeñaba en castigarle con el insomnio? No recordaba haber cometido crimen tan atroz como para merecer semejante tortura. Saltó de la raíz aterrizando con estilo, o eso creía, y se acercó a los hombres que intentaban robarle. Estos debatían algo, seguramente en qué gastarse lo que robaran. Por desgracia para ellos solo había un par de monedas en el bolsillo de Alex y no tenía intención de permitir que se las arrebataran. Al menos sobrio.
-Tenéis una oportunidad de iros antes de que me enfade- Advirtió.
Sus amenazas siempre eran vacuas, rara vez se enfadaba y aún más raro era que dichas advertencias fueran efectivas. Cargó su puño con el poder de la gura gura dejando que se viera. Quizás aquello amedrentara a sus agresores y decidieran dejarlo estar. Pero el aire viciado del lugar atolondraba más de lo que pensaba, aunque quizás era la mala cerveza aguada, y esos hombres no atendían a razones. Ni si quiera prestaban atención a la luminosa y blanca aura que rodeaba el puño del cazador. Una molestia, no eran más que mosquitos que restaban horas de sueño. Seguro que no había recompensa por sus cabezas y que no le darían dinero ni por la ropa que llevaban. ¿De verdad iba a perder el tiempo para pelear con ellos? No, estaba claro que no.
Se giró para marcharse y algo captó su atención. Frente a él había un corro de gente que no dejaba salida alguna. Se giró de nuevo para ver a los otros hombres y el corro había aumentado rodeando toda la zona. Morbosos borrachos, cuando querían hacían gala de una velocidad inimaginable. Incluso estaban haciendo apuestas. Aquello no podía estar pasando realmente. Debía ser una broma de mal gusto o quizás le iban a hacer una ataque entre todos. No, un hombre recogiendo apuestas le confirmó que la pelea era con los atracadores. Debían aburrirse mucho para hacer apuestas por una pelea callejera de forma tan "coordinada".
-¡Sí señor! Esto va a ser una pelea épica como no se ha visto en siglos. Apuesto todo el oro que llevo encima por el gordo de verde- Advirtió.
Ninguno de los participantes de la pelea vestía de verde. Aunque era cierto que sus contrincantes estaban orondos. Avanzó unos pasos y mostró el poder de su fruta haciendo que el suelo vibrara levemente y ambas manos se cubrieran con el aura blanca. Y nadie lo miró. Todos estaban atentos a otra cosa. Lo estaban ignorando completamente. Al parecer tenían una confianza excesiva por los atracadores. Los gritos empezaron y el dinero ya corría.
-Tenéis una oportunidad de iros antes de que me enfade- Advirtió.
Sus amenazas siempre eran vacuas, rara vez se enfadaba y aún más raro era que dichas advertencias fueran efectivas. Cargó su puño con el poder de la gura gura dejando que se viera. Quizás aquello amedrentara a sus agresores y decidieran dejarlo estar. Pero el aire viciado del lugar atolondraba más de lo que pensaba, aunque quizás era la mala cerveza aguada, y esos hombres no atendían a razones. Ni si quiera prestaban atención a la luminosa y blanca aura que rodeaba el puño del cazador. Una molestia, no eran más que mosquitos que restaban horas de sueño. Seguro que no había recompensa por sus cabezas y que no le darían dinero ni por la ropa que llevaban. ¿De verdad iba a perder el tiempo para pelear con ellos? No, estaba claro que no.
Se giró para marcharse y algo captó su atención. Frente a él había un corro de gente que no dejaba salida alguna. Se giró de nuevo para ver a los otros hombres y el corro había aumentado rodeando toda la zona. Morbosos borrachos, cuando querían hacían gala de una velocidad inimaginable. Incluso estaban haciendo apuestas. Aquello no podía estar pasando realmente. Debía ser una broma de mal gusto o quizás le iban a hacer una ataque entre todos. No, un hombre recogiendo apuestas le confirmó que la pelea era con los atracadores. Debían aburrirse mucho para hacer apuestas por una pelea callejera de forma tan "coordinada".
-¡Sí señor! Esto va a ser una pelea épica como no se ha visto en siglos. Apuesto todo el oro que llevo encima por el gordo de verde- Advirtió.
Ninguno de los participantes de la pelea vestía de verde. Aunque era cierto que sus contrincantes estaban orondos. Avanzó unos pasos y mostró el poder de su fruta haciendo que el suelo vibrara levemente y ambas manos se cubrieran con el aura blanca. Y nadie lo miró. Todos estaban atentos a otra cosa. Lo estaban ignorando completamente. Al parecer tenían una confianza excesiva por los atracadores. Los gritos empezaron y el dinero ya corría.
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Sentí un temblor en el suelo, ¿un terremoto?, pensé. Pero me pareció muy extraño, en Shaboady no había nunca terremotos, ¡nunca! Recurrí al kamisori kempo para moverme con velocidad, la gente se agolpaba en las calles, quizá temerosas por el seísmo o puede que a la espera de que pasase algo. Me elevé en el aire, donde podía moverme sin contratiempos y en apenas unos minutos llegué al lugar donde todo se estaba llevando a cabo.
En medio de un círculo de gente se encontraba Alex Drachen, el Yonkaikyo, me preguntaba qué es lo que esta ocurriendo allí. También había otras personas en el interior del círculo, ¿es posible que se estuviesen peleando?
Por el momento me quedé a observar desde una distancia prudente, no quería tener que intervenir si no era necesario. Aquel hombre trabajaba para el gobierno, aunque fuese un pirata, por lo que en caso de necesidad debería pelear sa su lado, pero era algo que no me gustaba del todo. Además un puesto importante como ese no se lo dan a cualquiera, no creía que necesitase ayuda.
Las personas seguían aglomerándose en torno a al pirata y los otros hombres a los cuales no conocía de nada, pero que a partir de aquel momento nunca olvidaría, me senté en una de las ramas de un enorme árbol, a observar como se desenvolvía el combate. La curiosidad no era mala, y yo tenía mucha, quizá demasiada. Sobre todo por conocer las habilidades del pirata. Había una cosa que me preocupaba de todo aquello, los tenryubiito, era posible que alguno se acercase a mirar, momento en el que todo el que no quisiese ser asesinado debía escapar de allí, miré que tenía bambas de humo y las preparé por si hacía falta dispersar a la población.
En medio de un círculo de gente se encontraba Alex Drachen, el Yonkaikyo, me preguntaba qué es lo que esta ocurriendo allí. También había otras personas en el interior del círculo, ¿es posible que se estuviesen peleando?
Por el momento me quedé a observar desde una distancia prudente, no quería tener que intervenir si no era necesario. Aquel hombre trabajaba para el gobierno, aunque fuese un pirata, por lo que en caso de necesidad debería pelear sa su lado, pero era algo que no me gustaba del todo. Además un puesto importante como ese no se lo dan a cualquiera, no creía que necesitase ayuda.
Las personas seguían aglomerándose en torno a al pirata y los otros hombres a los cuales no conocía de nada, pero que a partir de aquel momento nunca olvidaría, me senté en una de las ramas de un enorme árbol, a observar como se desenvolvía el combate. La curiosidad no era mala, y yo tenía mucha, quizá demasiada. Sobre todo por conocer las habilidades del pirata. Había una cosa que me preocupaba de todo aquello, los tenryubiito, era posible que alguno se acercase a mirar, momento en el que todo el que no quisiese ser asesinado debía escapar de allí, miré que tenía bambas de humo y las preparé por si hacía falta dispersar a la población.
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-Se acabó, voy a terminar con esta soberana tontería- Finalizó Alex.
Dio un paso al frente y algo casi choca contra él. de no haberse apartado un inmenso manatí lo hubiera atropellado. Un momento, ¿un manatí? Era uno de los atracadores. Miró hacia el resto y un hombre ataviado de verde se enfrentaba a ellos. Era bastante grueso y todo el mundo lo miraba con entusiasmo. Se deleitaban con sus torpes pero brutos movimientos y parecían adorarlo. Sin lugar a dudas esto debía ser una broma. Alex, atónito por la situación, se alejó lo suficiente como para perderse entre el gentío. Aunque la curiosidad le impidió marcharse y le obligó a permanecer atento. Los presentes no dejaban de nombrar el corte épico que había tomado la batalla. Quizás era por la inexistente cantidad de alcohol que le cazador había tomado, pero aquella refriega tenía de todo menos epicidad.
Los hombres rodaban, caían tropezando entre ellos, se movían con dificultad y parecían estar bailando una conga más que peleando. Aunque el "gordo de verde" tenía cierto mérito pues mantenía a raya a los tres. De vez en cuando alguno propinaba un puñetazo mientras otro volaba. Pero ea más bien un espectáculo circense. O eso pensó hasta que llegaron las piruetas. Jamás habría pensado que alguien con tanto índice de grasa corporal podía realizar un salto a tanta altura, tan rápido y de forma tan ágil. El verdoso guerrero saltaba de un lugar a otro mientras el resto hacía lo mismo. No, el cariz que había tomado esto ya rayaba la locura. Tenía intención de marchar, pero no podía hacerlo. Aquellos bovinos batalladores eran hipnóticos. El enfrentamiento duró unos más pero tras unas cabriolas imposibles incluso para malabaristas expertos, el "gordo de verde" terminó el combate victorioso.
-¡Sí, Gordo de Verde! ¡Eres el amo y lo supe desde que te vi hace unos minutos!- Grito el hombre de antes.
El dinero empezó a cambiar de manos otra vez mientras el campeón recibía las ovaciones del público y mandaba besos a señoras, señoritas e incluso a algún perro. Alex no era nadie para juzgar sus gustos. Por fin había terminado el embrollo y podía marcharse sin haberse ensuciado la ropa ni haber perdido el poco dinero que tenía... hora de gastarlo en algún lugar. Pero, visto como eran los borrachos de la zona, ni se acercaría a las tabernas locales. Quizás algún puesto tenía algo interesante que comprar. o comida ambulante. La comida ambulante casi siempre era deliciosa. Casi siempre.
Dio un paso al frente y algo casi choca contra él. de no haberse apartado un inmenso manatí lo hubiera atropellado. Un momento, ¿un manatí? Era uno de los atracadores. Miró hacia el resto y un hombre ataviado de verde se enfrentaba a ellos. Era bastante grueso y todo el mundo lo miraba con entusiasmo. Se deleitaban con sus torpes pero brutos movimientos y parecían adorarlo. Sin lugar a dudas esto debía ser una broma. Alex, atónito por la situación, se alejó lo suficiente como para perderse entre el gentío. Aunque la curiosidad le impidió marcharse y le obligó a permanecer atento. Los presentes no dejaban de nombrar el corte épico que había tomado la batalla. Quizás era por la inexistente cantidad de alcohol que le cazador había tomado, pero aquella refriega tenía de todo menos epicidad.
Los hombres rodaban, caían tropezando entre ellos, se movían con dificultad y parecían estar bailando una conga más que peleando. Aunque el "gordo de verde" tenía cierto mérito pues mantenía a raya a los tres. De vez en cuando alguno propinaba un puñetazo mientras otro volaba. Pero ea más bien un espectáculo circense. O eso pensó hasta que llegaron las piruetas. Jamás habría pensado que alguien con tanto índice de grasa corporal podía realizar un salto a tanta altura, tan rápido y de forma tan ágil. El verdoso guerrero saltaba de un lugar a otro mientras el resto hacía lo mismo. No, el cariz que había tomado esto ya rayaba la locura. Tenía intención de marchar, pero no podía hacerlo. Aquellos bovinos batalladores eran hipnóticos. El enfrentamiento duró unos más pero tras unas cabriolas imposibles incluso para malabaristas expertos, el "gordo de verde" terminó el combate victorioso.
-¡Sí, Gordo de Verde! ¡Eres el amo y lo supe desde que te vi hace unos minutos!- Grito el hombre de antes.
El dinero empezó a cambiar de manos otra vez mientras el campeón recibía las ovaciones del público y mandaba besos a señoras, señoritas e incluso a algún perro. Alex no era nadie para juzgar sus gustos. Por fin había terminado el embrollo y podía marcharse sin haberse ensuciado la ropa ni haber perdido el poco dinero que tenía... hora de gastarlo en algún lugar. Pero, visto como eran los borrachos de la zona, ni se acercaría a las tabernas locales. Quizás algún puesto tenía algo interesante que comprar. o comida ambulante. La comida ambulante casi siempre era deliciosa. Casi siempre.
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¡Joo!, me había equivocado por completo, no se trataba de un enfrentamiento, más bien de un espectáculo de circo que de otra cosa. En cierto modo me desilusioné un poco, pero me alegré al saber que no tenía que intervenir en nada. Me levanté de donde estaba y me dispuse a irme de allí, pero enseguida vi el intercambio de dinero, lo cual no me gustó nada, pero bueno, no había ninguna ley que prohibiese hacerlo en esta isla. Lo único que había eran los esclavos, los cuales si eran legales aquí.
Me moví de dónde estaba, bajé al suelo y me dispuse a moverme siguiendo al gentío. De repente sentí un movimiento tras de mí, me giré a tiempo de ver como un cuchillo se dirigía hacia mi, sin importarme llamar la atención, le solté un poderoso chorro de aire que lo elevó y lo mandó lejos. Luego me moví con velocidad y volví a lanzar otro chorro de aire mientras que estaba en el suelo, desarmándolo con facilidad. Lancé el cuchillo lejos, el cual terminó clavándose en el tronco de uno de los grandes árboles de la isla.
-¿Sabes lo que has hecho? -pregunté con calma acercándome al hombre.
-Un perro del gobierno ¿eh? -dijo como si escupiese las palabras -¡te conozco yourei oshi!
No era la primera vez que me llamaban así, hacía tiempo, en una infiltración recibí es nombre por el manejo de mi espada, pero muchas cosas había cambiado desde entonces. El hombre empezó a levantarse, pero no había terminado de interrogarlo, por lo que le lancé otro chorro de aire, derribándole.
¿Qué es lo que quieres de mi? -pregunté con tono serio.
El mismo corro de gente que antes había visto el espectáculo se quedó mirando, sin acercarse, intuyendo que esto no era una mera exhibición. El hombre que estaba en el suelo, de piel morena, cabellos rubios y cortos y profundos ojos azules sonreía de manera tétrica mientras miraba a todo el mundo, como si planease algo.
Me moví de dónde estaba, bajé al suelo y me dispuse a moverme siguiendo al gentío. De repente sentí un movimiento tras de mí, me giré a tiempo de ver como un cuchillo se dirigía hacia mi, sin importarme llamar la atención, le solté un poderoso chorro de aire que lo elevó y lo mandó lejos. Luego me moví con velocidad y volví a lanzar otro chorro de aire mientras que estaba en el suelo, desarmándolo con facilidad. Lancé el cuchillo lejos, el cual terminó clavándose en el tronco de uno de los grandes árboles de la isla.
-¿Sabes lo que has hecho? -pregunté con calma acercándome al hombre.
-Un perro del gobierno ¿eh? -dijo como si escupiese las palabras -¡te conozco yourei oshi!
No era la primera vez que me llamaban así, hacía tiempo, en una infiltración recibí es nombre por el manejo de mi espada, pero muchas cosas había cambiado desde entonces. El hombre empezó a levantarse, pero no había terminado de interrogarlo, por lo que le lancé otro chorro de aire, derribándole.
¿Qué es lo que quieres de mi? -pregunté con tono serio.
El mismo corro de gente que antes había visto el espectáculo se quedó mirando, sin acercarse, intuyendo que esto no era una mera exhibición. El hombre que estaba en el suelo, de piel morena, cabellos rubios y cortos y profundos ojos azules sonreía de manera tétrica mientras miraba a todo el mundo, como si planease algo.
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Y fue entonces cuando peligró su vida. Un cuchillo volador pasó cerca de su rostro casi perfilando su nariz y clavándose en un árbol cercano. De estar un poco más cerca podría haber quedado como algún villano de un libro sobre escuelas de magia. O algo así. Miró hacia el origen de ese proyectil, pero no encontró nada pues no sabía quién lo había lanzado. Intentó averiguar el camino recorrido y pudo contemplar otro enfrentamiento. había un hombre en desventaja y otro sobre él. ¿le había lanzado el cuchillo alguno de ellos y estaban ahora disimulando? Decidió ir a comprobarlo pero, entre el gentío, pudo ver unos cuantos más hombres armados. Salían del grupo de gente que había hecho las apuestas en la dirección que el cazador iba a tomar. La cosa se iba a poner fea, un espectáculo no era nada pero cuando las armas estaban de por medio... el drama se hacía real.
-Disculpe, buen hombre, ¿podría decirme quién es ese sujeto?- Preguntó a uno de los tipos armados.
Su receptor se giró y, al parecer, se sintió amenazado pues trató de hacerle cosquillas en el estómago con una hoja de catorce centímetros. No era agradable que a uno le respondiesen de esa forma y Alex se sintió muy ofendido. Podría haberle nombrado al hombre el diminuto tamaño de dicha arma, pero quizás el ridículo lo hacía enfurecer más. Optó por lo más seguro para él. Agarró la mano que sujetaba el cuchillo y la retorció hasta que la pieza de hierro cayó al suelo mientras el hombre profería un grito de dolor. Ese sonido hizo que gran parte de los atacantes se girara hacia él y lo miraran de forma sospechosa. Quizás se había convertido en un nuevo enemigo para ellos. Había actuado precipitadamente y ahora era otro objetivo. Debía hacer algo para librarse de ello, no quería llamar la atención ni meterse en problemas cuando acababa de llegar a la isla. "Piensa rápido, Alex, piensa rápido" se repetía.
-¡¿Alguien me indica dónde está el baño?! ¡Tengo las tripas sueltas y creo que ya empieza a asomar el topo!- Gritó sin pensarlo demasiado.
No había sido la mejor respuesta, pero quizás sí la más óptima. Funcionaba a la perfección. Corrió hacia los que supuestamente le habían tirado el cuchillo alejándose del resto de hombres armados. Cuando llegó pudo ver que el tipo que estaba en el suelo era como el resto. la deducción fácil es que iban a por el hombre de pelo blanco por alguna razón. Viendo que a él lo habían atacado sin motivos quizás la otra víctima no era mala después del todo. Se agachó y quedó cerca de ellos. Y, tras comprobar que los hombres se movían de nuevo, se decidió a hablar.
-Creo que van a por ti y no me gustaría meterme en líos. ¿Qué te parece si cogemos a este y nos vamos antes de que nos den alcance?- Propuso.
-Disculpe, buen hombre, ¿podría decirme quién es ese sujeto?- Preguntó a uno de los tipos armados.
Su receptor se giró y, al parecer, se sintió amenazado pues trató de hacerle cosquillas en el estómago con una hoja de catorce centímetros. No era agradable que a uno le respondiesen de esa forma y Alex se sintió muy ofendido. Podría haberle nombrado al hombre el diminuto tamaño de dicha arma, pero quizás el ridículo lo hacía enfurecer más. Optó por lo más seguro para él. Agarró la mano que sujetaba el cuchillo y la retorció hasta que la pieza de hierro cayó al suelo mientras el hombre profería un grito de dolor. Ese sonido hizo que gran parte de los atacantes se girara hacia él y lo miraran de forma sospechosa. Quizás se había convertido en un nuevo enemigo para ellos. Había actuado precipitadamente y ahora era otro objetivo. Debía hacer algo para librarse de ello, no quería llamar la atención ni meterse en problemas cuando acababa de llegar a la isla. "Piensa rápido, Alex, piensa rápido" se repetía.
-¡¿Alguien me indica dónde está el baño?! ¡Tengo las tripas sueltas y creo que ya empieza a asomar el topo!- Gritó sin pensarlo demasiado.
No había sido la mejor respuesta, pero quizás sí la más óptima. Funcionaba a la perfección. Corrió hacia los que supuestamente le habían tirado el cuchillo alejándose del resto de hombres armados. Cuando llegó pudo ver que el tipo que estaba en el suelo era como el resto. la deducción fácil es que iban a por el hombre de pelo blanco por alguna razón. Viendo que a él lo habían atacado sin motivos quizás la otra víctima no era mala después del todo. Se agachó y quedó cerca de ellos. Y, tras comprobar que los hombres se movían de nuevo, se decidió a hablar.
-Creo que van a por ti y no me gustaría meterme en líos. ¿Qué te parece si cogemos a este y nos vamos antes de que nos den alcance?- Propuso.
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El hombre seguía en el suelo, pero intentó levantarse, seguramente para escapar. No lo dejé hacer, endurecí mi cuerpo con tekkai kempo y le metí un puñetazo en el estómago que hizo que se doblara de dolor.
A lo lejos, un grupo de hombres increpaba de nuevo al Yonkaikyo, se libró de ellos y se acercó a mí, se puso de agachó al llegar a donde me encontraba y me sugirió llevarnos a aquel hombre, antes de que los demás viniesen. Alcé la cabeza y hacia nosotros se dirigía un grupo de hombre, con el mismo aspecto del hombre que tenía contra el suelo, por lo que supuse que serían compañeros.
-Es probable, pero no sé por qué vienen por mí –dicho aquello, moví mi mano con velocidad, dándole un golpe en la nuca al hombre que estaba en el suelo -será mejor seguir tu consejo por ahora, Alex Drachen.
Quería dejar claro que sabía de quién se trataba, de ahí que dijese su nombre. Agarré al hombre y lo cargué al hombro junto al uso de mis habilidades, no quería mostrar cual era el verdadero poder de mi fruta, me gustaba ser precavido. Solté varias bombas de humo, el cual esparcí con un poco de aire, ahora podíamos escapar fácilmente.
-A 486 metros al norte de aquí hay una casa semiderruida, ¿crees que podrás llegar allí sin ser encontrado ni perseguido por esos que vienen detrás? –es esperé a que contestase para añadir -te espero allí, no quiero que nuestro amigo se despierte.
Recurrí a kamisori kempo para moverme con velocidad, apenas me costó cinco segundos llega a la casa que había dicho, salté y entré por el balcón. El tejado hacía tiempo que se había caído, sin duda por el abandono. Allí quedaban todavía algunos mueves dañados por el tiempo y el clima. Solté al hombre en el suelo y usando uno de los trapos que cubrían los muebles improvisé una cuerda con la que até al prisionero. Estaba noqueado y seguramente continuase así un tiempo.
Ahora solo debía esperar a que se despertase y si decidía venir el Yonkikyo, también a él, ¿qué haría en aquella isla, y qué pretendían conseguir este hombre y sus compañeros de mí?, ¿acaso sabían que era miembro del Cipher Pol?
Muchas preguntas acudían a mi cabeza, no tenía una respuesta para ellas, si varias teorías, pero nada seguro hasta que no lo confirmase.
A lo lejos, un grupo de hombres increpaba de nuevo al Yonkaikyo, se libró de ellos y se acercó a mí, se puso de agachó al llegar a donde me encontraba y me sugirió llevarnos a aquel hombre, antes de que los demás viniesen. Alcé la cabeza y hacia nosotros se dirigía un grupo de hombre, con el mismo aspecto del hombre que tenía contra el suelo, por lo que supuse que serían compañeros.
-Es probable, pero no sé por qué vienen por mí –dicho aquello, moví mi mano con velocidad, dándole un golpe en la nuca al hombre que estaba en el suelo -será mejor seguir tu consejo por ahora, Alex Drachen.
Quería dejar claro que sabía de quién se trataba, de ahí que dijese su nombre. Agarré al hombre y lo cargué al hombro junto al uso de mis habilidades, no quería mostrar cual era el verdadero poder de mi fruta, me gustaba ser precavido. Solté varias bombas de humo, el cual esparcí con un poco de aire, ahora podíamos escapar fácilmente.
-A 486 metros al norte de aquí hay una casa semiderruida, ¿crees que podrás llegar allí sin ser encontrado ni perseguido por esos que vienen detrás? –es esperé a que contestase para añadir -te espero allí, no quiero que nuestro amigo se despierte.
Recurrí a kamisori kempo para moverme con velocidad, apenas me costó cinco segundos llega a la casa que había dicho, salté y entré por el balcón. El tejado hacía tiempo que se había caído, sin duda por el abandono. Allí quedaban todavía algunos mueves dañados por el tiempo y el clima. Solté al hombre en el suelo y usando uno de los trapos que cubrían los muebles improvisé una cuerda con la que até al prisionero. Estaba noqueado y seguramente continuase así un tiempo.
Ahora solo debía esperar a que se despertase y si decidía venir el Yonkikyo, también a él, ¿qué haría en aquella isla, y qué pretendían conseguir este hombre y sus compañeros de mí?, ¿acaso sabían que era miembro del Cipher Pol?
Muchas preguntas acudían a mi cabeza, no tenía una respuesta para ellas, si varias teorías, pero nada seguro hasta que no lo confirmase.
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Parecía que el hombre lo conocía de algo, pues lo miraba de forma curiosa y tenía un brillo extraño en la mirada... y dijo su nombre completo. No recordaba haberse hecho tan famoso en ningún momento como para que lo reconocieran por cualquier lugar. Famoso... famoso... ¡famoso! ¡Claro! Había venido a Shabaody a conocer al famoso hombre que hacía el recubrimiento de los barcos. Ahora se acordaba, pero tenía problemas más importantes de los que preocuparse en ese momento. Una turba de hombres se dirigían hacia ello... él. Su nuevo compañero había desaparecido con el otro hombre, aunque le había dado unas indicaciones. medio kilómetro no era nada, pero sería difícil llegar sin que lo siguieran.Podía pedírselo por favor, pero no estaba seguro de que funcionara. De hecho nunca lo hacía.
Empezó a correr tan rápido como pudo pero no tardó en darse cuenta de que lo seguían desde muy cerca. Si hubiera sido más distancia su resistencia le habría dado una indudable ventaja de la que carecía ahora. A tan pocos metros no serviría nada aguantar pues el enemigo también lo haría. La única forma sería engañarlos recorriendo otro camino pero tardaría demasiado. Ojalá le pagaran por su irrefrenable habilidad de meterse en problemas. Sería de los hombres más ricos del mundo. Aunque, claro, dicha habilidad era la que le hacía capturar a las mejores presas. Sí, después de todo cobraba por meterse en líos. O, al menos, casi siempre. Se giró y comprobó que todavía estaban todos allí. ¿Qué podía hacer para librarse? solo había una solución.
Cargó su pie derecho con el poder de la fruta y pisó el suelo. La vibración se extendió frente a él y elevó el suelo después de quebvrarlo creando una estructura que bien hacía de muro. Era muy rudimentaria y no distraería demasiado tiempo a sus perseguidores, pero sí lo suficiente como para esconderse y llegar. De no ser porque fuera línea recta. ¿Le daría tiempo a alcanzar su objetivo antes de que se abriera el muro y siguieran en su búsqueda? Quizás sí, aunque cabía la posibilidad de que no. Y ahora la respuesta era obvia. tanto había pasado pensando que habían roto su protección y estaban llegando a él. "Perdonadme" pensó. Volvió a hacer lo mismo pero esta vez bajo los pies de aquellos hombres. Creó unas grietas que los apresaron al caer estos en su interior.
Tardarían un buen rato en salir. Esta vez sí tendría tiempo para llegar y eso hizo. inició de nuevo la carrera y, tras bastante dificultad, consiguió llegar a la casa. El peliblanco se había olvidado de nombrarle que había otras cinco casas en condiciones desastrosas. De no ser porque lo habían echado de todas ellas a escobazos no habría sabido si estaba en la correcta o no. Por eliminación debía se la última. Y así era. En cuanto entró pudo ver a ambos hombres. Se acercó y se sentó contra una pared. Crujió por el tiempo y la podredumbre. No era un sitio muy seguro.
-Ya estoy aquí. ¿Podrías explicarme quién son esos tipos y por qué me conoces?- Preguntó.
Empezó a correr tan rápido como pudo pero no tardó en darse cuenta de que lo seguían desde muy cerca. Si hubiera sido más distancia su resistencia le habría dado una indudable ventaja de la que carecía ahora. A tan pocos metros no serviría nada aguantar pues el enemigo también lo haría. La única forma sería engañarlos recorriendo otro camino pero tardaría demasiado. Ojalá le pagaran por su irrefrenable habilidad de meterse en problemas. Sería de los hombres más ricos del mundo. Aunque, claro, dicha habilidad era la que le hacía capturar a las mejores presas. Sí, después de todo cobraba por meterse en líos. O, al menos, casi siempre. Se giró y comprobó que todavía estaban todos allí. ¿Qué podía hacer para librarse? solo había una solución.
Cargó su pie derecho con el poder de la fruta y pisó el suelo. La vibración se extendió frente a él y elevó el suelo después de quebvrarlo creando una estructura que bien hacía de muro. Era muy rudimentaria y no distraería demasiado tiempo a sus perseguidores, pero sí lo suficiente como para esconderse y llegar. De no ser porque fuera línea recta. ¿Le daría tiempo a alcanzar su objetivo antes de que se abriera el muro y siguieran en su búsqueda? Quizás sí, aunque cabía la posibilidad de que no. Y ahora la respuesta era obvia. tanto había pasado pensando que habían roto su protección y estaban llegando a él. "Perdonadme" pensó. Volvió a hacer lo mismo pero esta vez bajo los pies de aquellos hombres. Creó unas grietas que los apresaron al caer estos en su interior.
Tardarían un buen rato en salir. Esta vez sí tendría tiempo para llegar y eso hizo. inició de nuevo la carrera y, tras bastante dificultad, consiguió llegar a la casa. El peliblanco se había olvidado de nombrarle que había otras cinco casas en condiciones desastrosas. De no ser porque lo habían echado de todas ellas a escobazos no habría sabido si estaba en la correcta o no. Por eliminación debía se la última. Y así era. En cuanto entró pudo ver a ambos hombres. Se acercó y se sentó contra una pared. Crujió por el tiempo y la podredumbre. No era un sitio muy seguro.
-Ya estoy aquí. ¿Podrías explicarme quién son esos tipos y por qué me conoces?- Preguntó.
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Alex tardaba demasiado, me lo suponía, no todo el mundo era tan rápido como yo. Estaba mirando por la ventana cuando lo vi entrar y subir hacia nosotros. Me preguntaba que quién eran esos tipos y que por qué lo conocía. Sonreí un poco y me dirigí hacia él.
-No sé quiénes son, de hecho espero que se despierte pronto –dije mirando al hombre atado -tampoco sé por qué soy su objetivo.
Luego me paré un momento a pensar cuál era la mejor forma de responder a su pregunta. Lo miré y empecé a hablar con clama y procurando ser todo lo preciso que podía.
-Alex Drachen, 31 años, poseedor de la Gura-Gura no mi, actual miembro del Yonkaikyo –dije informándole un poco de lo que sabía de él -ahora que te lo he dicho, me presentaré. Etsu Shiroi CP7
No sabía cómo se tomaría mi pertenencia al gobierno y mucho menos una reacción a lo que sabía de él, cuando él apenas sabía nada de mí. Miré de nuevo al hombre atado que seguía inconsciente en la silla. Luego miré de nuevo a aquel hombre.
-¿Te has asegurado de que no te siguiera nadie? –pegunté enarcando una ceja -no quisiera tener que derramar sangre.
No sabía si podría fiarme de él, al fin y al cabo no se trataba de otra cosa que un delincuente que había sido reconocido por el gobierno. Pero a pesar de ello seguía siendo un delincuente. Lo pero era que tanto los Yonkaikyo como los Sichibukai pasaban olímpicamente del gobierno a pesar de que este les otorgaba cierta inmunidad. Unos personajes raros, sin duda.
Ahora solo tenía que esperar a que el hombre atado se despertase para poder interrogarlo. No me gustaba ser agresivo, pero no tenía inconveniente en sacarle la información como fuese necesario, incluso mediante tortura.
-No sé quiénes son, de hecho espero que se despierte pronto –dije mirando al hombre atado -tampoco sé por qué soy su objetivo.
Luego me paré un momento a pensar cuál era la mejor forma de responder a su pregunta. Lo miré y empecé a hablar con clama y procurando ser todo lo preciso que podía.
-Alex Drachen, 31 años, poseedor de la Gura-Gura no mi, actual miembro del Yonkaikyo –dije informándole un poco de lo que sabía de él -ahora que te lo he dicho, me presentaré. Etsu Shiroi CP7
No sabía cómo se tomaría mi pertenencia al gobierno y mucho menos una reacción a lo que sabía de él, cuando él apenas sabía nada de mí. Miré de nuevo al hombre atado que seguía inconsciente en la silla. Luego miré de nuevo a aquel hombre.
-¿Te has asegurado de que no te siguiera nadie? –pegunté enarcando una ceja -no quisiera tener que derramar sangre.
No sabía si podría fiarme de él, al fin y al cabo no se trataba de otra cosa que un delincuente que había sido reconocido por el gobierno. Pero a pesar de ello seguía siendo un delincuente. Lo pero era que tanto los Yonkaikyo como los Sichibukai pasaban olímpicamente del gobierno a pesar de que este les otorgaba cierta inmunidad. Unos personajes raros, sin duda.
Ahora solo tenía que esperar a que el hombre atado se despertase para poder interrogarlo. No me gustaba ser agresivo, pero no tenía inconveniente en sacarle la información como fuese necesario, incluso mediante tortura.
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Aquel hombre se presentó como Etsu Shiroi, un miembro del "inexistente" Cipher Pol. Le añadió un número, pero Alex desconocía la importancia de dicho número pues solo sabía sobre la existencia de la organización gracias a su padre. Aunque no era aquello lo que le sorprendió. El tal CP7 conocía bastante sobre el cazador de recompensas. Tenía cierta lógica ya que si era alguien importante en el Gobierno Mundial tendría acceso a información clasificada sobre los yonkaikyo y los shchibukais. Siendo Alex perteneciente a los primeros. No era algo que le gustara, pero necesitaba el puesto y no iba a lamentarse por ello. El peliblanco quiso saber si habían seguido al moreno, cosa que no había pasado, alegando que no quería derramar sangre. Típico de un afiliado al Cipher Pol. o eso creía.
-Veo que me conoces bastante bien. Encantado, Etsu- Respondió.
No le causaba ninguna gracia que alguien conociera tantos detalles sobre él. Podía ser algo personal de aquel hombre o podía ser que ciertamente el Gobierno Mundial poseyera información sobre el yonkaikyo. Aunque siendo vicealmirante su padre tenía seguro que era él el que lo había dicho todo. Aquello solo lo hacía más difícil para alejarse de la Marina y sus designios. Cada vez las responsabilidades aumentaban y tarde o temprano lo reclamarían. Y odiaba que lo reclamaran si él no quería participar en algo. Se asomó a la ventana y comprobó que nadie lo había seguido. Su estrategia había funcionado a la perfección y seguramente estuvieran intentando salir todavía. Nunca había hecho algo así, pero se alegraba de que hubiera funcionado.
-No te preocupes, soy un simple cazador de recompensas, pero conozco algunos truquitos. Estamos solos. A excepción de ese- Afirmó señalando al hombre inconsciente.
Se acercó a él y lo miró de cerca. No le sonaba de nada y no tenía ninguna característica que lo definiera. A simple vista era un borracho cualquiera. Quizás un ladronzuelo de pacotilla que había tenido la mala suerte de toparse con ellos. Aunque el tiempo había enseñado a Alex que las apariencias engañaban. Que se lo dijeran si no al Cipher Pol que estaba con el. ¡Claro! Su afinidad al Gobierno Mundial era la primera sospechosa de aquel ataque. Era posible que tuviera una misión complicada, que algo hubiera salido mal o incluso que contara a alguien su objetivo. No sabía cómo preguntarlo sin ofender a su acompañante, así que tras pensárselo un poco lo hizo de la mejor forma que pudo.
-Es posible que este ataque tenga algo que ver con tu trabajo. ¿Sabes de alguien más que conozca tu situación?- Quiso informarse.
No sería la primera vez que el Gobierno Mundial mandaba a morir a alguno de los suyos sin que él lo supiera. Aunque no había pruebas y eran meras conjeturas, el cazador estaba totalmente concienciado en que eran capaces de hacer algo así. Aunque no encajaba con lo que ocurría. Aquel hombre se había desecho del atacante con aparente facilidad y dudaba que el resto fueran una amenaza para él. De hecho parecía totalmente seguro de su capacidad para ganar. A él no podían estar acechándolo, pues no era un criminal. Aunque también podrían estar vigilándolo por su condición de "aliado" del gobierno. Muchas ideas pasaron pro su mente haciendo que le doliera la cabeza. Espero a que Etsu le despejara algunas dudas. Si es que lo tenía permitido o deseaba hacerlo.
-Veo que me conoces bastante bien. Encantado, Etsu- Respondió.
No le causaba ninguna gracia que alguien conociera tantos detalles sobre él. Podía ser algo personal de aquel hombre o podía ser que ciertamente el Gobierno Mundial poseyera información sobre el yonkaikyo. Aunque siendo vicealmirante su padre tenía seguro que era él el que lo había dicho todo. Aquello solo lo hacía más difícil para alejarse de la Marina y sus designios. Cada vez las responsabilidades aumentaban y tarde o temprano lo reclamarían. Y odiaba que lo reclamaran si él no quería participar en algo. Se asomó a la ventana y comprobó que nadie lo había seguido. Su estrategia había funcionado a la perfección y seguramente estuvieran intentando salir todavía. Nunca había hecho algo así, pero se alegraba de que hubiera funcionado.
-No te preocupes, soy un simple cazador de recompensas, pero conozco algunos truquitos. Estamos solos. A excepción de ese- Afirmó señalando al hombre inconsciente.
Se acercó a él y lo miró de cerca. No le sonaba de nada y no tenía ninguna característica que lo definiera. A simple vista era un borracho cualquiera. Quizás un ladronzuelo de pacotilla que había tenido la mala suerte de toparse con ellos. Aunque el tiempo había enseñado a Alex que las apariencias engañaban. Que se lo dijeran si no al Cipher Pol que estaba con el. ¡Claro! Su afinidad al Gobierno Mundial era la primera sospechosa de aquel ataque. Era posible que tuviera una misión complicada, que algo hubiera salido mal o incluso que contara a alguien su objetivo. No sabía cómo preguntarlo sin ofender a su acompañante, así que tras pensárselo un poco lo hizo de la mejor forma que pudo.
-Es posible que este ataque tenga algo que ver con tu trabajo. ¿Sabes de alguien más que conozca tu situación?- Quiso informarse.
No sería la primera vez que el Gobierno Mundial mandaba a morir a alguno de los suyos sin que él lo supiera. Aunque no había pruebas y eran meras conjeturas, el cazador estaba totalmente concienciado en que eran capaces de hacer algo así. Aunque no encajaba con lo que ocurría. Aquel hombre se había desecho del atacante con aparente facilidad y dudaba que el resto fueran una amenaza para él. De hecho parecía totalmente seguro de su capacidad para ganar. A él no podían estar acechándolo, pues no era un criminal. Aunque también podrían estar vigilándolo por su condición de "aliado" del gobierno. Muchas ideas pasaron pro su mente haciendo que le doliera la cabeza. Espero a que Etsu le despejara algunas dudas. Si es que lo tenía permitido o deseaba hacerlo.
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admitió que lo conocía bastante bien, como para no hacerlo. Había devorado con ansias todos los informes del gobierno sobre personas relevantes, y un Yonkaikyo lo era. Así que estaba almacenado en mi cabeza. También dijo haberse librado de los perseguidores, lo cual debía de ser verdad porque nadie más nos había interrumpido desde su llegada, estábamos solos, excepto por el hombre inconsciente, como Alex me hizo notar al señalarlo.
Mi nuevo compañero se acercó a examinarlo, le miró la cara pero no mostró signos de reconocerlo, lo cual se confirmó con sus siguientes palabras. Según él, como era obvio, esos hombres venían por mi, pero no sabía el por qué y si se debía a algo mi presencia en el archipiélago.
-Mis órdenes eran vigilar esta zona para evitar altercados, nada más -comenté con tranquilidad mientras me dirigá hacia aquel hombre.
Me agaché frente a él y procedí a despertarlo. A un lado del de la habitación había un charco de agua de lluvia, hice levitar una poca y se la arrojé al hombre sobre la cara, que se movió asustado.
-Bien, ahora que estás despierto, dime quién eres y porqué vais tras de mi -pregunté inclinando ligeramente la silla y acercando mi cara a la de él, desenfundé a Houkou y lo puse sobre su cuello -más te vale hablar, me tiembla el pulso cuando me pongo nervioso.
El hombre me miró a la cara, sonriendo de una manera un tanto extraña, luego hizo un leve movimiento con el que las fibras del trapo empezaron a deshilacharse y a volverse en mi contra. Yo estaba preparado, por lo que me alejé rápidamente.
-Etsu Shiroi... he venido a detenerte -dijo lanzando las fibras hacia mi -eres un peligro, para la revolución. Mi Nui-Nui no mi te apresará.
Los hilos empezaban a retorcerse de forma extraña y a venir hacia mí, Me iba alejando poco a poco de ellos, pero el incesante ataque no paraba, incluso parecía que estos se multiplicaban, sin duda una fruta interesante.
-Incinera -musité y HouKou se envolvió de llamas azules que quemaban cualquier hilo que tocaban.
Mi nuevo compañero se acercó a examinarlo, le miró la cara pero no mostró signos de reconocerlo, lo cual se confirmó con sus siguientes palabras. Según él, como era obvio, esos hombres venían por mi, pero no sabía el por qué y si se debía a algo mi presencia en el archipiélago.
-Mis órdenes eran vigilar esta zona para evitar altercados, nada más -comenté con tranquilidad mientras me dirigá hacia aquel hombre.
Me agaché frente a él y procedí a despertarlo. A un lado del de la habitación había un charco de agua de lluvia, hice levitar una poca y se la arrojé al hombre sobre la cara, que se movió asustado.
-Bien, ahora que estás despierto, dime quién eres y porqué vais tras de mi -pregunté inclinando ligeramente la silla y acercando mi cara a la de él, desenfundé a Houkou y lo puse sobre su cuello -más te vale hablar, me tiembla el pulso cuando me pongo nervioso.
El hombre me miró a la cara, sonriendo de una manera un tanto extraña, luego hizo un leve movimiento con el que las fibras del trapo empezaron a deshilacharse y a volverse en mi contra. Yo estaba preparado, por lo que me alejé rápidamente.
-Etsu Shiroi... he venido a detenerte -dijo lanzando las fibras hacia mi -eres un peligro, para la revolución. Mi Nui-Nui no mi te apresará.
Los hilos empezaban a retorcerse de forma extraña y a venir hacia mí, Me iba alejando poco a poco de ellos, pero el incesante ataque no paraba, incluso parecía que estos se multiplicaban, sin duda una fruta interesante.
-Incinera -musité y HouKou se envolvió de llamas azules que quemaban cualquier hilo que tocaban.
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Aquel hombre era una caja de sorpresas con mucho fondo. Hizo levitar agua y se la lanzó al hombre inconsciente. ¿Cómo había hecho eso? Debía ser el poder de algún tipo de fruta del diablo. Cuando el otro despertó mostró una cara muy diferente a la que debía haber enseñado. Se mostraba frío y satisfecho, como si hubieran caído en algún tipo de trampa. ¿Podía ser? Sí, lo era. El hombre se convirtió en algún material e intentó atrapar a Etsu. Por suerte había ignorado al cazador y se había centrado en el Cipher Pol. Como Alex sospechaba, el tipo conocía al peli blanco y su oficio era la causa del ataque. Había algo que olía mal y él se había duchado hacía relativamente poco tiempo. Etsu consiguió destruir los hilos cubriendo su arma con fuego. Aquello estropeaba la idea de Alex de que había usado el poder de una fruta. O tenía más de un poder.
El hombre hacía retroceder al afiliado del Gobierno Mundial, aunque no servía de mucho su estrategia pues el otro conseguía destruir sus hilos. Había una gran diferencia de poder y el atacante no tendría oportunidad de vencer. Solo estaba consiguiendo que el combate se alargara demasiado. Alex se acercó a él y, tras imbuir el puño en haki, golpeó su cabeza haciendo que esta se clavara en el suelo. Después la agarró con la mano y envió una vibración desde sus dedos. No era mortal, pero a aquel hombre se le iba a caer el pelo. Literalmente. Y permanecería un buen tiempo inconsciente. Esperaba no haber molestado a Etsu por interferir en el combate, había mucha gente que no se lo tomaba a bien. Pero prefería haber hecho eso y que el hombre sobreviviera a que el miembro del CP se viera "obligado" a derramar sangre. Sí, sin duda había sido la mejor elección posible.
-Siento interrumpir tu combate, pero queda muy feo que lo ignoren a uno. Supongo que querrás llevarlo a algún cuartel de... los tuyos. Lo lamento mucho, pero no me gusta interponerme en los asuntos del Gobierno Mundial si puedo evitarlo. Si nos volvemos a ver... ya me explicarás algo de tus poderes- Se despidió cordialmente.
Antes de recibir respuesta saltó por una ventana. Si hubiera querido detener al tipo él mismo podría haber iniciado una discusión y no tenía ningún interés de meterse en problemas con sus "jefes" después de todo. Además, era Etsu el que tenía asuntos pendientes con el agresor y no Alex. Por su parte el cazador de recompensas tenía que visitar al hombre de los recubrimientos. Quería saber cuán caro era y por qué era tan famoso. No debía ser muy difícil realizar su albor. Aunque, si no lo era, debería haber muchos más. Pero recibió una fuerte decepción al ver que el taller estaba cerrado por embriaguez del dueño. El alcohol era demasiado barato y peligroso en aquel lugar. Se sentía feliz de no ser un asiduo de dicha bebida o estaría tirado en el suelo posiblemente desnudo.
Ya no tenía mucho que hacer en la isla y habría llamado la atención más de lo que quería. Pero era una tontería marcharse cuando había llegado hacía a penas unas horas. pasaría primero por los puestos de comida del puerto. No podía irse de allí sin probar los famosos buñuelos de Shabaody o ese popular plato de tallarines picantes. Las posibilidades eran casi infinitas... pero realmente limitadas pro su presupuesto, Seguramente se limitara a comer lo más barato y volver a por aquellas delicias cuando sus bolsillos no suspiraran pro el vacío al que estaban sometidos. Sonrió, ¿qué remedio le restaba más que aquello?
El hombre hacía retroceder al afiliado del Gobierno Mundial, aunque no servía de mucho su estrategia pues el otro conseguía destruir sus hilos. Había una gran diferencia de poder y el atacante no tendría oportunidad de vencer. Solo estaba consiguiendo que el combate se alargara demasiado. Alex se acercó a él y, tras imbuir el puño en haki, golpeó su cabeza haciendo que esta se clavara en el suelo. Después la agarró con la mano y envió una vibración desde sus dedos. No era mortal, pero a aquel hombre se le iba a caer el pelo. Literalmente. Y permanecería un buen tiempo inconsciente. Esperaba no haber molestado a Etsu por interferir en el combate, había mucha gente que no se lo tomaba a bien. Pero prefería haber hecho eso y que el hombre sobreviviera a que el miembro del CP se viera "obligado" a derramar sangre. Sí, sin duda había sido la mejor elección posible.
-Siento interrumpir tu combate, pero queda muy feo que lo ignoren a uno. Supongo que querrás llevarlo a algún cuartel de... los tuyos. Lo lamento mucho, pero no me gusta interponerme en los asuntos del Gobierno Mundial si puedo evitarlo. Si nos volvemos a ver... ya me explicarás algo de tus poderes- Se despidió cordialmente.
Antes de recibir respuesta saltó por una ventana. Si hubiera querido detener al tipo él mismo podría haber iniciado una discusión y no tenía ningún interés de meterse en problemas con sus "jefes" después de todo. Además, era Etsu el que tenía asuntos pendientes con el agresor y no Alex. Por su parte el cazador de recompensas tenía que visitar al hombre de los recubrimientos. Quería saber cuán caro era y por qué era tan famoso. No debía ser muy difícil realizar su albor. Aunque, si no lo era, debería haber muchos más. Pero recibió una fuerte decepción al ver que el taller estaba cerrado por embriaguez del dueño. El alcohol era demasiado barato y peligroso en aquel lugar. Se sentía feliz de no ser un asiduo de dicha bebida o estaría tirado en el suelo posiblemente desnudo.
Ya no tenía mucho que hacer en la isla y habría llamado la atención más de lo que quería. Pero era una tontería marcharse cuando había llegado hacía a penas unas horas. pasaría primero por los puestos de comida del puerto. No podía irse de allí sin probar los famosos buñuelos de Shabaody o ese popular plato de tallarines picantes. Las posibilidades eran casi infinitas... pero realmente limitadas pro su presupuesto, Seguramente se limitara a comer lo más barato y volver a por aquellas delicias cuando sus bolsillos no suspiraran pro el vacío al que estaban sometidos. Sonrió, ¿qué remedio le restaba más que aquello?
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Seguí evadiendo con facilidad los intentos de atraparme de aquel hombre, el cual seguía extendiendo sus hilos en un intento de atraparme, pero todo el que se acercaba a mi terminaba convertido en ceniza. Pues Houkou se interponía en medio. Estaba empezando a cansarme de aquel hombre cuando el puño del Yonkaikyo golpeó contra la cabeza de este, dejándola clavada en el suelo. Luego colocó su dedo sobre ella y pareció soltar una onda de choque, que dejó al hombre inconsciente y completamente calvo.
Se disculpó por interrumpir la pequeña pelea y desapareció por la ventana antes de que pudiese decirle que no pasaba nada. Todo se había terminado, ese hombre ya no diría nada y el resto de los hombres no sabían donde me encontraba. Cargué con aquel cuerpo y salí de la casa, en dirección al cuartel más cercano.
Cuando llegué abrí la puerta y dejé al hombre sobre el suelo, luego me dirigí al marine de guardia el cual parecúa sobresaltado por mi entrada en aquel lugar. Seguramente estaba distraido en sus asuntos, algo bastante normal, por desgracia.
-Etsu Siro, CP7. Quiero entregar a éste revolucionario o al menos incitaba a la revolución -dije en tono duro, como si estuviese dando una orden, lo que hizo que el marine se pusiese firme.
-Enseguida señor, espere un momento, señor -dijo mientras hacía el saludo militar y desaparecía tras una puerta.
Marines, ellos y sus cosas, siempre me provocaba una sonrisa ver a algún novato reaccionar así ante mi presencia, enseguida que empezaban a ascender se olvidaban del respeto hacia los no marines. Volvió junto un hombre de más alto rango, y se retiró para dejarnos a solas.
-Bien señor CP, nosotros nos encargamos de esto, gracias por su colaboración -dijo mientras agarra el cuerpo inerte del revolucionario.
-Si, claro, lo que usted diga -musité mientras me daba media vuelta -tenga cuido, es usuario.
Salí del cuartel sin darle tiempo a responder, otra vez volvían a llevarse ellos la gloria, pero me daba igual. Metí las manos en los bolsillos y continué con mi travesía, en busca de criminales.
Se disculpó por interrumpir la pequeña pelea y desapareció por la ventana antes de que pudiese decirle que no pasaba nada. Todo se había terminado, ese hombre ya no diría nada y el resto de los hombres no sabían donde me encontraba. Cargué con aquel cuerpo y salí de la casa, en dirección al cuartel más cercano.
Cuando llegué abrí la puerta y dejé al hombre sobre el suelo, luego me dirigí al marine de guardia el cual parecúa sobresaltado por mi entrada en aquel lugar. Seguramente estaba distraido en sus asuntos, algo bastante normal, por desgracia.
-Etsu Siro, CP7. Quiero entregar a éste revolucionario o al menos incitaba a la revolución -dije en tono duro, como si estuviese dando una orden, lo que hizo que el marine se pusiese firme.
-Enseguida señor, espere un momento, señor -dijo mientras hacía el saludo militar y desaparecía tras una puerta.
Marines, ellos y sus cosas, siempre me provocaba una sonrisa ver a algún novato reaccionar así ante mi presencia, enseguida que empezaban a ascender se olvidaban del respeto hacia los no marines. Volvió junto un hombre de más alto rango, y se retiró para dejarnos a solas.
-Bien señor CP, nosotros nos encargamos de esto, gracias por su colaboración -dijo mientras agarra el cuerpo inerte del revolucionario.
-Si, claro, lo que usted diga -musité mientras me daba media vuelta -tenga cuido, es usuario.
Salí del cuartel sin darle tiempo a responder, otra vez volvían a llevarse ellos la gloria, pero me daba igual. Metí las manos en los bolsillos y continué con mi travesía, en busca de criminales.
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- [Rol privado Iku y Alex] Sólo el Sol brilla entre las gotas de lluvia
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