Makoto Urishima
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Akuma no mi
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El sol brillaba en lo alto del despejado firmamento, ni una nube podía verse a kilómetros a la redonda por lo que no había forma de que Mako pudiera protegerse de sus rayos; hacía cinco días que había partido de Ohara en el pequeño bote a vela que logró conseguir con la ayuda de sus padres. No era una embarcación muy grande, apenas cabrían unas dos personas y el mástil en el centro mismo del bote restaba lugar. Sus preparaciones habían sido todo lo minuciosas que podría haber pensado, revisado los cambios climáticos y otros factores y llegado a la conclusión que el viaje le duraría tres días y tres noches hasta la isla más cercana; solo cuando estuvo en altamar y tras su primera noche logró darse cuenta que no tenía ni idea de lo que debía hacer, todo lo aprendido en libros era completamente diferente ahí, la marea, el viento, todo le jugó en contra provocando que perdiera el rumbo y terminara a la deriva.
Cinco días ya habían pasado y sus provisiones habían terminado, apenas desayunando un pedazo de pan duro y salado. Hacía tres días que no había corriente de aire alguna por lo que bajó la vela y la quitó del mástil para intentar improvisar un techo contra el sol; esa misma noche hubo una tormenta que azotó el bote y rasgó por completo la vela, dejándola inservible para cualquier uso que pudiera pensar. Se sentía cansado y hambriento pero sobre todo, acostado boca arriba con la vista perdida en el cielo azul sentía resignación ¿Acaso así terminaba su historia? ¿Con un naufragio más? Su bote terminaría hundido o abordado pero seguramente él estaría muerto bastante tiempo antes y su cuerpo echado al mar para formar parte de los miles perdidos en el océano; sus pensamientos se perdían a cada momento bajo el calor y sus ojos se cerraban lentamente mientras perdía la conciencia cuanto repentinamente el bote tuvo una sacudida brusca que lo hizo volver en sí; con dificultad se sostuvo del borde del bote con ambas manos, sentía su cuerpo dolerle en casi todos los músculos y pesar como tres veces más pero aún así logró incorporarse.
Sus ojos quedaron como platos y una sonrisa comenzaba a asomar por sus labios. De alguna forma su bote había encallado en lo que parecía ser el extremo de un puerto formado por la amalgama de decenas de embarcaciones, por donde pasaba la vista veía mástiles partidos, popas y proas, mascarones de viejas embarcaciones, timones y puertas. El lugar le sonaba de algún lado pero no podía pensar correctamente en ese momento, la tripa le rugía con tal fuerza que se llevó una mano a la barriga y terminó de sonreír- Si, primero lo primero, encontrar algo de comida -Se ajustó el cinto del kimono, acomodó el abrigo y pasó el cinto de la bolsa por sobre la cabeza, quedando diagonalmente sobre el pecho; tomó su espada, la enfundó a la izquierda de su cintura y con la mano derecha sostuvo su sombrero en su cabeza antes de saltar fuera del bote.
Tal como esperaba, la madera del puerto se hallaba firme en su lugar y no tuvo problemas en resistir su peso. Girando la cabeza hacia atrás examinó el bote con la mirada; el casco se había roto en varias partes por lo que lo mismo valdría que usara un rallador de queso como embarcación si quería volver a hacerse a la mar. No pudo evitar sentir algo de pena por él, después de todo sus padres lo habían conseguido y había sido culpa suya el que terminara como un pedazo de basura- Como dice mamá, no hay que llorar por la leche derramada -Volvió a girar la vista hacia el centro del puerto, donde parecía haber movimiento de personas- Espero poder conseguir ayuda ahí -Su estómago volvió a rugir con fuerza y le dio palmaditas alegres con una sonrisa-Si, si, y comida también por supuesto -Soltó una risa alegre y comenzó a caminar tranquilamente por sobre los viejos maderos hacia el centro del puerto.
Cinco días ya habían pasado y sus provisiones habían terminado, apenas desayunando un pedazo de pan duro y salado. Hacía tres días que no había corriente de aire alguna por lo que bajó la vela y la quitó del mástil para intentar improvisar un techo contra el sol; esa misma noche hubo una tormenta que azotó el bote y rasgó por completo la vela, dejándola inservible para cualquier uso que pudiera pensar. Se sentía cansado y hambriento pero sobre todo, acostado boca arriba con la vista perdida en el cielo azul sentía resignación ¿Acaso así terminaba su historia? ¿Con un naufragio más? Su bote terminaría hundido o abordado pero seguramente él estaría muerto bastante tiempo antes y su cuerpo echado al mar para formar parte de los miles perdidos en el océano; sus pensamientos se perdían a cada momento bajo el calor y sus ojos se cerraban lentamente mientras perdía la conciencia cuanto repentinamente el bote tuvo una sacudida brusca que lo hizo volver en sí; con dificultad se sostuvo del borde del bote con ambas manos, sentía su cuerpo dolerle en casi todos los músculos y pesar como tres veces más pero aún así logró incorporarse.
Sus ojos quedaron como platos y una sonrisa comenzaba a asomar por sus labios. De alguna forma su bote había encallado en lo que parecía ser el extremo de un puerto formado por la amalgama de decenas de embarcaciones, por donde pasaba la vista veía mástiles partidos, popas y proas, mascarones de viejas embarcaciones, timones y puertas. El lugar le sonaba de algún lado pero no podía pensar correctamente en ese momento, la tripa le rugía con tal fuerza que se llevó una mano a la barriga y terminó de sonreír- Si, primero lo primero, encontrar algo de comida -Se ajustó el cinto del kimono, acomodó el abrigo y pasó el cinto de la bolsa por sobre la cabeza, quedando diagonalmente sobre el pecho; tomó su espada, la enfundó a la izquierda de su cintura y con la mano derecha sostuvo su sombrero en su cabeza antes de saltar fuera del bote.
Tal como esperaba, la madera del puerto se hallaba firme en su lugar y no tuvo problemas en resistir su peso. Girando la cabeza hacia atrás examinó el bote con la mirada; el casco se había roto en varias partes por lo que lo mismo valdría que usara un rallador de queso como embarcación si quería volver a hacerse a la mar. No pudo evitar sentir algo de pena por él, después de todo sus padres lo habían conseguido y había sido culpa suya el que terminara como un pedazo de basura- Como dice mamá, no hay que llorar por la leche derramada -Volvió a girar la vista hacia el centro del puerto, donde parecía haber movimiento de personas- Espero poder conseguir ayuda ahí -Su estómago volvió a rugir con fuerza y le dio palmaditas alegres con una sonrisa-Si, si, y comida también por supuesto -Soltó una risa alegre y comenzó a caminar tranquilamente por sobre los viejos maderos hacia el centro del puerto.
Makoto Urishima
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La tripa le volvió a rugir como si fuera algún tipo de bestia salvaje que buscaba desesperadamente su libertad. Las personas que pasaban cerca suyo caminando lo miraban como si fuera alguna clase de bicho extraño y Makoto les devolvía la mirada con una sonrisa de falsa alegría que los ponía más nerviosos- Vaya, los modales en esta isla dejan bastante que desear –Le volvió a rugir el estómago, esta vez con más insistencia y desesperación.
Buscó con la vista a alguien que pudiera darle indicaciones pero cuando se acercaba a uno este se giraba o desviaba de su camino. Todos parecían más interesados en lo que estaban haciendo que en prestarle un poco de ayuda. Dejó caer los brazos y la cabeza con resignación y la tripa le rugió de nuevo.
-Parece que debe alimentar a la bestia, joven -Mako levantó la vista extrañado, buscando la fuente de la voz y la encontró en un anciano, sentado en una reposera frente a lo que debió haber sido la proa de un gran navío años anteriores pero unas ventanas y puerta la convirtieron en una suerte de hogar. El anciano de cuerpo reducido lo observaba con sus profundos ojos color ámbar y una sonrisa bonachona que Mako no pudo evitar devolver al acercarse.
- La verdad es que sí, pero no encuentro por ningún lado algún lugar para alimentarla -Trató de reír amigablemente pero el estómago rugió molesto por la tardanza. El anciano alzó una ceja y soltó una carcajada estridente.
- Ya veo, pues eso sería un problema, si va por el puerto haciendo tal sonido es probable que la gente se asuste y llame a la guardia -Levantó su delgada mano y apuntó con el dedo a una calle cercana- Si sigue por ahí encontrará una taberna, la comida no es tan elaborada pero es cálida y sabrosa -Mako observó la ruta con esperanza y agradeciendo las indicaciones salió disparado como una bala de cañón.
Cuando llegó a la taberna se encontraba exhausto, jadeando con fuerza y casi tirado en el suelo de lo encorvado que estaba. Aún así pudo levantar la vista y cuando leyó el letrero con la palabra “Taberna de Billy” los ojos se le llenaron de lágrimas. Como el resto de edificaciones, la taberna fue en sus días parte de un barco, la popa de un gran galeón. El tiempo y el mar habían eliminado las pinturas pero aún se podía apreciar los detalles labrados en la madera del ventanal de popa. Un arco en el medio de la popa hacía de entrada única y de él provenía uno de los aromas más deliciosos que Mako hubiese olfateado en mucho tiempo, reconociendo el olor a pescado en sopa de verduras que le hacía agua la boca mientras su tripa gruñía alegremente. Con sus últimas fuerzas ingresó a la taberna, casi arrastrándose por el piso hasta que llegó a la barra, clavando sus dedos en la vieja y húmeda madera para no caer. Buscó con la vista y desesperación hasta que encontró a una rechoncha mujer de cabellos rizados castaños, ojos negros como el carbón y sonrisa cariñosa y maternal que se encontraba tras la barra vistiendo un delantal sobre el vestido- Una sopa de pescado, si fuera tan amable -Trató de sonreír pero se sentía muy débil; aún así, la mujer le devolvió la sonrisa con calidez.
- Claro que si, amor, solo siéntate y te la traigo enseguida -Se alejó y desapareció tras un telar mientras Mako se deslizaba sobre un taburete antes de casi desfallecer y que su cabella se estampara sobre la barra.
Buscó con la vista a alguien que pudiera darle indicaciones pero cuando se acercaba a uno este se giraba o desviaba de su camino. Todos parecían más interesados en lo que estaban haciendo que en prestarle un poco de ayuda. Dejó caer los brazos y la cabeza con resignación y la tripa le rugió de nuevo.
-Parece que debe alimentar a la bestia, joven -Mako levantó la vista extrañado, buscando la fuente de la voz y la encontró en un anciano, sentado en una reposera frente a lo que debió haber sido la proa de un gran navío años anteriores pero unas ventanas y puerta la convirtieron en una suerte de hogar. El anciano de cuerpo reducido lo observaba con sus profundos ojos color ámbar y una sonrisa bonachona que Mako no pudo evitar devolver al acercarse.
- La verdad es que sí, pero no encuentro por ningún lado algún lugar para alimentarla -Trató de reír amigablemente pero el estómago rugió molesto por la tardanza. El anciano alzó una ceja y soltó una carcajada estridente.
- Ya veo, pues eso sería un problema, si va por el puerto haciendo tal sonido es probable que la gente se asuste y llame a la guardia -Levantó su delgada mano y apuntó con el dedo a una calle cercana- Si sigue por ahí encontrará una taberna, la comida no es tan elaborada pero es cálida y sabrosa -Mako observó la ruta con esperanza y agradeciendo las indicaciones salió disparado como una bala de cañón.
Cuando llegó a la taberna se encontraba exhausto, jadeando con fuerza y casi tirado en el suelo de lo encorvado que estaba. Aún así pudo levantar la vista y cuando leyó el letrero con la palabra “Taberna de Billy” los ojos se le llenaron de lágrimas. Como el resto de edificaciones, la taberna fue en sus días parte de un barco, la popa de un gran galeón. El tiempo y el mar habían eliminado las pinturas pero aún se podía apreciar los detalles labrados en la madera del ventanal de popa. Un arco en el medio de la popa hacía de entrada única y de él provenía uno de los aromas más deliciosos que Mako hubiese olfateado en mucho tiempo, reconociendo el olor a pescado en sopa de verduras que le hacía agua la boca mientras su tripa gruñía alegremente. Con sus últimas fuerzas ingresó a la taberna, casi arrastrándose por el piso hasta que llegó a la barra, clavando sus dedos en la vieja y húmeda madera para no caer. Buscó con la vista y desesperación hasta que encontró a una rechoncha mujer de cabellos rizados castaños, ojos negros como el carbón y sonrisa cariñosa y maternal que se encontraba tras la barra vistiendo un delantal sobre el vestido- Una sopa de pescado, si fuera tan amable -Trató de sonreír pero se sentía muy débil; aún así, la mujer le devolvió la sonrisa con calidez.
- Claro que si, amor, solo siéntate y te la traigo enseguida -Se alejó y desapareció tras un telar mientras Mako se deslizaba sobre un taburete antes de casi desfallecer y que su cabella se estampara sobre la barra.
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Mako sentía su cuerpo como si fuera una gelatina, entumecido por el hambre mientras su estómago se retorcía constantemente. Había cerrado los ojos mientras esperaba a que la mujer le trajera la comida; diferentes aromas inundaban la taberna, deliciosos y apetitosos se colaban por su nariz y le abrían cada vez más el apetito. Su mente desvariaba con los diferentes platillos que desearía estar devorando en ese momento, un emparedado de carne, un filete de pescado, unas ensaladas, y otros tantos platillos que veía flotar dentro de su cabeza cuando una voz lo hizo salir de su ensimismamiento.
Abrió lentamente los ojos y al principio no vio a nadie pero la voz seguía hablándole, percatándose de que provenía de la dirección contraria. Con un esfuerzo casi sobrehumano giró su cabeza sin despegarla de la barra de madera hasta que sus ojos dieron con un hombre de cabello negro y facciones suaves vestido con una gabardina negra- Blui bable -Balbuceó aún algo adormilado mientras su cerebro terminaba de despertarse, cerrando los ojos con fuerza y volviéndolos a abrir; con gran esfuerzo apoyó ambas manos en la barra y se incorporó con lentitud, temblando casi por todos lados y dándose cuenta que había estado babeando mientras soñaba despierto. Pasó el brazo por sobre la boca para limpiársela y sonrió al extraño algo avergonzado y con el rostro demacrado- Joooo, me disculpo por eso -En ese momento llegó la mujer con la sopa y amablemente se lo entregó a Mako- ¡Arigatou! -Sus ojos brillaron de la emoción al sentir el tazón caliente en sus manos y el olor del pescado llegar hasta su nariz, aspirándolo con fuerza y casi volviendo a babear cuando recordó que no estaba solo; volvió la vista al pelinegro con el rostro renovado- Jeje, como estaba diciendo… muy amable, sería un placer unirme a ustedes, coincidentemente yo también soy viajero -Se levantó de la butaca con cuidado de no derramar nada de la sopa y se dispuso a acompañar al pelinegro.
Abrió lentamente los ojos y al principio no vio a nadie pero la voz seguía hablándole, percatándose de que provenía de la dirección contraria. Con un esfuerzo casi sobrehumano giró su cabeza sin despegarla de la barra de madera hasta que sus ojos dieron con un hombre de cabello negro y facciones suaves vestido con una gabardina negra- Blui bable -Balbuceó aún algo adormilado mientras su cerebro terminaba de despertarse, cerrando los ojos con fuerza y volviéndolos a abrir; con gran esfuerzo apoyó ambas manos en la barra y se incorporó con lentitud, temblando casi por todos lados y dándose cuenta que había estado babeando mientras soñaba despierto. Pasó el brazo por sobre la boca para limpiársela y sonrió al extraño algo avergonzado y con el rostro demacrado- Joooo, me disculpo por eso -En ese momento llegó la mujer con la sopa y amablemente se lo entregó a Mako- ¡Arigatou! -Sus ojos brillaron de la emoción al sentir el tazón caliente en sus manos y el olor del pescado llegar hasta su nariz, aspirándolo con fuerza y casi volviendo a babear cuando recordó que no estaba solo; volvió la vista al pelinegro con el rostro renovado- Jeje, como estaba diciendo… muy amable, sería un placer unirme a ustedes, coincidentemente yo también soy viajero -Se levantó de la butaca con cuidado de no derramar nada de la sopa y se dispuso a acompañar al pelinegro.
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