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La puerta se abrió. Las armas estaban a la vista y era hora de ir y terminar con su parte, la sola idea de tener que ir y acabar con un tirano le causaba algo de risa e incertidumbre ¿En verdad acabarían con este régimen? En su cabeza seguía la idea que había un gato encerrado y que era una gigantesca trampa, pero no tenía pruebas y a veces su instinto fallaba, quizás hoy no era la excepción y fallaba como siempre ¿Quién sabía? Habían victorias más fáciles que el resto y esta podía ser una de ellas. Suspiró mientras notaba que la gente del pueblo, la que cogió las armas de fuego, no tenía idea de cómo manejarlas ”En serio… ¿Son idiotas?” – pensó en darles algunas clases, pero no había tiempo, ya iba a improvisar sobre la marcha. Dentro de la armería revisó el mapa y se dio cuenta de un detalle… El castillo estaba demasiado lejos… ”Mierda” – si caminaban se iban a tirar la vida en ello, tenía que buscar otra forma de llegar de forma rápida y segura a ese lugar.
Salió de la armería con una idea… Si no mal recordaba, a unas cuadras había un establo, eran caballos y esperaban que fueran fáciles de domar, no quería más problemas y con ellos podría llegar mucho más rápido al castillo que a pi. Era una apuesta que podría estar en su favor, se dio media vuelta y miró a sus nuevos compañeros de guerra. Quizás muchos morirían, pero eso ya no era su problema. Solo iba a hacerse cargo de los más fuertes, nada más… No iba a pelear por la libertad de ellos, si de verdad la querían, arriesgarían su vida por ello mismo. Era tan simple y tan complicado a la vez. Solo suspiró mientras nuevamente alzaba la voz.
– Bien, para irnos usaremos los caballos. – dijo señalando aquel establo. – Irán dos personas por caballo y luego seguiremos todo recto para destruir al Rey. Es todo. Vamos. – dijo mientras ahora él empezaba a caminar con firmeza. Aunque de todas formas, Midorima no iba a necesitar de un caballo, inclusive en su forma más normal, era más rápido que esos animales. Así que lograría ir por delante de ellos sin mayores complicaciones. Lo siguieran o no, se iría al castillo por su cuenta. Ya había cumplido su labor y si el pueblo estaba lleno de cobardes que no querían su libertad, no era su problema. No iba a lidiar con esas personas, un cobarde muere cobarde.
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