"Chiquichún" (?) | Privado Rong Rikuto

ZZZZzzzzzZZZZzzzzZZZ… ¡AH! What the fuck is this? ¿Por qué mierdas me había caído un pomelo en la cabeza? Ay… Yo que me encontraba disfrutando plácidamente de mi siesta hasta que ese maldito chimpancé… El cual encima se reía en mi cara, dejaba caer “sin quererlo” un enorme pomelo que tenía en las manos. En fin… Al menos eso haría que me levantara de una maldita vez. Ciertamente, me estaba volviendo bastante holgazán. ¿Por qué la vida era tan dura? Seguía el curso normal de las llamadas a la agencia, mas como únicamente la única persona que se ocupaba de ellas era yo mismo no podía cogerlas todas, y lo más normal es que acabara agobiado. Bueno, en ocasiones se pasa un viejo amigo del grupo de mi padre, el cual necesitaba dinero, pero lo más normal era verme a mi solito. A este paso no podré cumplir lo que prometí… ¡Pero por qué me encontraba pensando de esto ahora! Si había venido a esta desértica isla era para olvidarme un poco de las cosas y tomar un descanso. Siempre iba d emisión en misión o de búsqueda en búsqueda, y cuando parecía que había encontrado a alguien, desaparecen o mueren. La verdad es que eso me deja en mal lugar, no sabía elegir a gente de buena pasta… ¡Agg! ¡Otra vez pensando en eso! Mejor sería que despejara mi mente o me enfadaría mucho conmigo mismo.
Me levanté y estiré bien mis músculos. Para no derrochar aquello que el mono me lanzo, decidí comerme aquella jugosa fruta, que gustito. Aunque tenía más hambre… Así pues haré algo divertido, ¡Caza de piñas! Esta isla era famosa, en cierta forma, por sus buenas piñas. No estaba seguro del todo, pero islas mercantes cercanas mandaban gente a por esas piñas, lo mejor es aprovechar y comerlas frescas, o eso dicen.

*Masticando… Masticando* Guao, están bastante buenas las piñas, aunque para poder abrirlas tuve que usar mi vara… Eso no es que las dejara muy limpias en cuanto a corte se refiere, y seguramente si Sharp me hubiera visto se reiría de mi, pero no tenía nada mejor que hacer, y estaban muy, muy buenas. Dulces, jugosas, parecía que tenían nicotina por el enganche que te producía el comer un trozo de ellas, siempre querrías más, hasta llenarte. También era bastante chulo el espectáculo que daban aquellos primates saltando de rama en rama y de árbol en árbol. La verdad es que me recordaba a mi niñez, cuando jugaba con los monos que se encontraban en el templo. La verdad es que me daba algo de envidia y… ¡Qué demonios! Hacía ya mucho tiempo que no lo hacía, y había venido a divertirme, ¿no? Así pues no tenía ningún problema en unirme a ellos, si es que me dejaban, claro. El sol que llenaba el claro de sol, ante la hierba reseca con manchas cual vaca, aunque de tierra. Y los magníficos árboles con grandes ramificaciones y aquellas hojas pistacho, era un buen lugar para jugar.
Dejé mi vara apoyada en un árbol y cogí una de las piñas que no me había acabado para lanzársela al mismo mono que me tiró aquél pomelo. Aunque no tuviera muy buena puntería, conseguí llegar a darle en la cabeza, y eso le enfadó un poquito, aunque dejó que me explicara. ¡Era hora de demostrar mi habilidad de comunicarme con los animales! No me había criado con ellos para nada. –Eh, tú. Te reto. Veamos quién es más rápido haciendo un recorrido de árboles y lianas. –El primate se me quedó mirando con mala uva, sin embargo pareció entenderme, puesto que comenzó a “partirse el culo”. Ya se lo partiré yo, pero de la paliza que le iba a dar a la hora del jugar al mono. Nadie me ganaba en agilidad… Je, veamos de qué pasta estaba hecho.

Puto mono de mierda. No era moco de pavo, utilizaba su rabo de una forma muy buena y eficiente. Oh, por dios, ni se os ocurra pensar mal sobre lo que acabáis de leer, pedazo de mentes sucias. Limítense a ser coherentes con el hecho de que los monos tienen una cola a la espalda que les sirve de tercer brazo. Vale, a cada cosa que escribo, creo que peor pensáis. Así pues cambiemos de tema, porque no me agrada que me uséis para obligaros a limpiar vuestra pantalla al rato de leerme.
El caso es que me pisaba los talones aquél primate peludito. ¿Osaba el intentar ganarme en una carrera de lianas? Menudo su atrevimiento. Desde que yo tengo uso de razón nadie ni nada me había ganado, y no debía de empezar a perder esa grandiosa racha de victorias. Aunque siempre me costaba jugar en desventaja, ya que aunque en mis ropajes tuviera la cola de un tigre colgando de la cintura, no podría usarla cual mono. Me hizo sudar, sí, pero tras treinta carreras por la supervivencia quién no sudaría. Y más importante aún, me estaba divirtiendo un montón, y el peludito parece ser que también. Al final, de tirarnos fruta, habíamos acabado por hacer buenas migas. –Al final me has caído bien, amiguito. –Le dije al final, exhausto por tanta carrera. Me encontraba tirado en la rama del árbol, jadeando. Mi nuevo amigo había decidido traerme un poco de fruta, la cual compartimos con los demás chimpancés.

La verdad es que me lo estaba pasando realmente bien, y después de haber descansado un poco sobre aquél plácido lugar. La rama se encontraba un poco dura, sin embargo se encontraba a la sombra gracias a las frondosas ramificaciones superiores del árbol, que con sus hojas tapaban la luz solar para que no molestase. Era relajante y gratificante. Estaba hasta por echarme la… *Bostezo* La siesta… Pero no, ya me la había echado antes. Me levanté y salté del árbol. Mis ahora amigos los monos, sí que iban a descansar un poco. –Me voy a explorar un poco el sitio, luego vengo para jugar. –Les decía mientras uno con la mano me hacía un gesto como de “Vale, vale, pero vete ya que me estoy durmiendo”, je, era gracioso.
Así pues cogí mi vara y me decidí por darme un paseo por la isla, seguramente acabase por encontrarme algo interesante. Y no iba a tardar mucho, pues escuchaba algo que se acercaba… Corriendo, como si fuera una especie de ser corriendo. Choc, choco choc, choc choc… Sonaba algo así… Pero qué era. Empecé a olfatear. –Huele como a tierra mojada… Barro… ¡AHH! –Grité cuando de entre los árboles salió un rinoceronte con cara de pocos amigos, el cual venía corriendo a por mi. No tuve más opción que la de correr despavorido. ¿Por qué leches me tenía que perseguir un rinoceronte? ¿Qué se supone que le había hecho? Y yo que pensaba que sería un rato de relax en ésta isla… A la caca todo. Corre Xiba, corre.