Drago Kasov
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Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aquella carabela me recogió hace dos días de la isla donde el tiempo no transcurría, la verdad que la experiencia allí me salió rentable ya que aprendí nuevas técnicas y estaba notando que un poder estaba dentro de mí mismo. El barco era de un cascarón ancho y unas velas grandes con una cruz roja en cada una. Para el capitán, llamado Zhuang, significaba su poder y su pasión ya que era religioso. Me contó uno de los libros sagrados de su dogma intentando convencerme pero no lo consiguió. Las religiones no iban conmigo, me sentía mal creyendo algo así, pienso que los que creen se están auto engañando a ellos mismos pero yo los respeto.
Me desperté, estaba tumbado en la cama de arriba de una litera de tres camas. Me asomé y todos los marineros con los que dormía se habían levantado ya. Tal vez ya sería de día. De un salto descendí hasta abajo. Me coloqué mis botas y mi sudadera. La daga no hacía falta cogerla ya que siempre la llevaba conmigo incluso para dormir, era mi "ángel de la guarda". Salí del camarote y un sol resplandeciente hizo que desviara mi vista hacia adentro de nuevo. Me froté los ojos con la mano derecha para quitarme las lagañas y las lágrimas que habían brotado. Salí a la cubierta y todos los marineros estaban corriendo de un lado para otro, velas para arriba, velas para abajo, timón para la derecha, timón para la izquierda. Un grupo estaba entrenando en proa, eran cuatro novatos junto al subcapitán del navío, el encargado de enseñar a defender a la tripulación.
-¡¡TÚ!!-gritó el subcapitán levantando su brazo izquierdo para llamar mi atención.-¡VEN!
Me acerqué a paso ligero hacia aquel individuo de dos metros de altura. Tenía que alzar la cabeza completamente para verle la cabeza. Sus pintas eran algo extrañas, parecía un mago o un malabarista.
Todos los novatos dirigieron su mirada hacia mí y me sentí avergonzado.
-¿Tú eres el nuevo? Vamos, a entrenar. ¡Dai! Te toca luchar contra él.-se giró y nos lanzó dos espadas de madera de medio metro de longitud.
Dai era un joven con los pelos blancos medianamente blancos. Se veía un chico misterioso de ojos verdosos. Tenía una tez pálida, casi como el color de su cabello. Vestía una gabardina de un verde más oscuro que sus ojos con una camiseta de tirantas blanca. De sus oscuros pantalones salía una cadena que se colgaba en su pierna izquierda. Terminaba su conjunto con unas botas de color marrón claro con cordones plateados. Parecía un tipo habilidoso, no sabía contra quién me iba a enfrentar.
Hizo una reverencia, me apuntó con la espada y se puso mirando perpendicularmente hacia mí. Yo, me arrodillé levemente y cerré los ojos mientras me concentraba en la defensa que lo iba a dejar atacar primero, cuestión de cortesía. Noté su movimiento y abrí instantáneamente los ojos, me sobresalté por la expectación que teníamos. Me agaché para evitar su golpe. Me coloqué la espada en una posición la cual consistía que la punta miraba hacia atrás y lancé mi brazo hacia él para ocasionarle un duro golpe en el pecho. Sorprendentemente se abalanzó hacia atrás para esquivar mi golpe y dio una vuelta en el aire. Sus pelos se habían caído hacia delante pero se pasó su mano izquierda para poder ver. Sus ojos desprendían odio, me paralicé, aquel tipo venía hacia mí y yo lo único que podía hacer era aguantar el golpe que se disponía a efectuar. Intenté apretar mis músculos al máximo para amortiguar el ataque y que no me afectara mucho, pero no tenía práctica por lo que el impacto hizo que me tuviera que arrodillar y que él pudiera darme una patada que me lanzó por los aires hasta chocar contra la madera del barco. Un gran silencio invadía la cubierta. Me coloqué en pie y alcé mi brazo y me puse a girar la espada rápidamente. Una onda se estaba creando, bajé mi espada rápidamente con lo que aquella onda se dirigió velozmente hacia Dai el cual intentó defender con la espada pero le dio. Utilicé mi técnica de velocidad para situarme rápidamente donde él estaba pero él movió sus piernas por el suelo intentando hacer que me cayera pero di un salto y cuando me dispuse a colocarme encima de él para terminar el combate, éste giró por el suelo saliendo de mi alcance.
-Vamos, muy bien los dos, seguid así.-dijo el subcapitán. Todos empezaron a reír y empezaron a apostar, la verdad que entre los gritos no podía diferenciar lo que votaba cada uno.
Me abalancé sobre él, pero de su mano izquierda salió una especie de color azulado que la envolvió y me ocasionó un puñetazo en mi vientre el cual me hizo retroceder varios metros. "Qué fuerza", pensé. No era un recluta normal, era bastante fuerte y lo estaba manteniendo a raya. Me llego a enfrentar a él antes de visitar la isla sin vida y hubiera perdido en el primer golpe que me dio. Noté que mi cuerpo había aumentado su resistencia física y eso hacía que las fuerza fluyera por mis venas haciéndome más veloz y veloz. Me sentía vivo y con probabilidades de ganar. Dai emprendió su rumbo hacia mí y yo me quedé quieto hasta que su espada estuvo a pocos cm de mi cuello, no podía creérmelo, ¡hasta mi vista había mejorado! ¡podía ver los objetos a más velocidad! Giré mi cabeza hacia la derecha y su cuerpo quedó a mi merced. Le di con la espada fuertemente en el vientre, pero rugió de dolor cuando le di una estocada en la zona de los riñones. Se retorció del dolor y lo vi apretar sus dientes. Me alejé de él mientras que otros tripulantes lo cogían y se lo llevaban al camarote para curarlo.
-Muy bien hecho, esto... no sé tu nombre.-el subcapitán me apretó mi mano con la suya en símbolo de saludo. Soy Kuri Kyu, algunos me dicen Kaka, llámame como gustes, ganador.-rió.
-So...soy Dick.-dije mientras soltaba su mano y me alejaba un poco de él sin que lo notara.
-Bien, a descansar todos, Dick, ve y échale un vistazo a Dai.
Todos volvieron al trabajo. Yo me quedé ahí de pie divagando sobre lo que iba a hacer. Terminé concluyendo en que debería de ver a mi contrincante ya que no sabía de qué grado sería la herida, aunque predecía que muy grave no debería de ser. Entré al camarote tras que unos marineros me dieran las felicidades por haberlos divertido. Me equivoqué tres veces hasta encontrar el camarote donde Dai estaba. En uno me encontré a un marinero acostado, en el otro uno se estaba masturbando brutalmente, su cara parecía explotar de lo rojo que estaba y el último me encontré a dos marineros besuqueándose, "¿en qué barco me había metido?" me pegunté un par de veces.
El médico de la tripulación dijo que tenía un hematoma en el costado pero era leve. El joven me dijo que yo había luchado mejor él y que tenía gran futuro. Me preguntó que como había hecho para tener tanta velocidad a lo que le contesté que era mi punto fuerte, la velocidad y la agilidad, al igual que para otros son la fuerza bruta. Estuvimos conversando amablemente hasta que cayó la noche. Se quedó dormido y salí del camarote. La luz de la llena luna iluminaba el barco completamente. No quedaba nadie en el barco y un viento más fresco se había levantado. Mis pelos comenzaron a bailar al ritmo de la brisa y me relajaba mucho. Me encantaba la noche, paz y tranquilidad. No entendía como a algunas personas le podía dar miedo. En algunos de mis libros, a los protagonista no le gustaba la oscuridad.
Cerré los ojos y respiré profundamente para relajarme antes de irme a la cama. Cuando me di la vuelta para disponerme a entrar al camarote una sombra me sobresaltó. No sabía quién era. Desvainé rápidamente mi daga y me puse a la defensiva. Aquella figura estaba en pie y sus ojos rojizos me intimidaban. Una sonrisa apareció en su rostro cuando la luz de la luna lo iluminó y desapareció. Miré a mi alrededor rápidamente y no conseguí divisarlo. "¿Qué clase de poder era ese?". Corrí hasta la otra parte del barco para ver si estaba allí, pero no. Me empezó a entrar el pánico y entré a los camarotes rápidamente y me fui a la cama. Una vez allí, no paraba de titiritar. "Debo ir a avisar al capitán" me dije a mí mismo. Cuando bajé de un salto de la litera, un brazo se posó en mi hombro izquierdo, yo automáticamente me giré sobre mi pies y me dispuse a darle un corte con mi daga al que estuviera detrás mía pero una firme mano detuvo mi trayectoria. Reconocí aquel rostro, cabello blanco...tez clara... era Dai.
-¿¡Qué haces, Dai!?-dije con un tono de voz fuerte.-¿Qué son esos ojos?
Aquel individuo comenzó a esbozar una sonrisa mientras me apretaba el brazo. No mencionó ni una única palabra durante un minuto el cual pareció estar pensando en algo. Tras ese corto y a la vez eterno periodo de tiempo el rojo de sus ojos comenzó a volverse más vivo, incluso llegué a creer que era algo viviente. Un humo celeste cubrió su brazo izquierdo y se estampó en mi vientre como una flecha. Noté que la sangre me fluía por las piernas hasta salir de mis botas. Me estaba empezando a marear y luchaba por seguir con los ojos abiertos. El respirar se me hacía cada vez más cuesta arriba. Soltó mi brazo y caí al suelo al instante, no tenía ningún control sobre mi cuerpo. Me tocó y aparecimos instantáneamente en la cubierta del barco donde ya se divisaban los primeros rayos de luz. Dai se quedó paralizado cuando un rayo de luz iluminó su piel. Me puse de pie a duras penas y levanté mi daga con firmeza y me dispuse a clavársela en la nuca para acabar con la vida de ese miserable, pero alguien se interpuso entre yo y él. Aquel hombre abrazó a aquel chico y se cayó instantáneamente al suelo. Gabardina roja con la parte de los hombros negra y con esbozos dorados. Una chaqueta negra con una camisa blanca y un lacito, pantalones pegados negros excepto por la zona de debajo de la pierna que es roja con, de nuevo, esbozos dorados y unas zapatos grisáceos. Su oscuro cabello le caía por la parte de atrás del cuello. El hombre era el capitán.
-Dick, creo que te debo una explicación.-dijo fríamente.-Primero es lo primero, ¡Hel!-toda la tripulación salió a la cubierta y el médico, Hel, me cogió y me llevó a un camarote.
Una vez allí, me tumbó en la cama y me quitó la ropa de cintura para arriba. Me dio una especie de goma para que la mordiera mientras él cosía la herida. El dolor era insoportable, tres marines tuvieron que asistir para agarrarme ya que no me podía quedar quieto, me estaban cociendo el vientre. Tardó poco y apenas solté sangre. Hel me dio una pastilla y me dijo que me echara a descansar.
Me desperté a los tres días y sentí el barco mecerse, seguíamos en mar. Me levanté fácilmente. La cicatriz ya se notaba muy poco. Cuando salí del camarote el médico me examinó y dijo que estaba como nuevo. Fui al camarote del capitán, el cual era de un tono vivo de rojo. Tenía un escritorio de madera oscura la cual se veía muy pesada, dos crucifijos en la habitación y una pequeña papelera de aluminio con una bolsa blanca.
-Siéntate Dick-me mandó el capitán y obedecí.-Quería ponerte a prueba y tuve que obligar a Dai. La realidad es que no se llama así, sino Xuh, Xuh Zo. Es el mejor mercader de estas aguas. Todo lo que ves aquí me lo consiguió él. Lo planeamos todo en cuanto te subiste a mi barco ya que no confiábamos en ti, pero ahora, sí confío en ti. Estuve vigilando cada movimiento de Xuh para que no se pasara de la raya. Le pedí que se dejara perder con el único fin de ver si tú te sentías superior a los demás y los ibas a asesinar. Eso no sucedió, pero no me convencía así que le pedí que se pusiera unas lentillas de color rojo que hizo un amigo mío y te intentara matar para ver hasta que punto aguantabas, y para mi sorpresa, has estado a punto de ganar ya que Xuh no pudo seguir con su misión ya que no te mató, tal vez por respeto hacia ti o por una chispa de amistad que por algo se haya producido, no se la razón, no me ha querido decir nada.-paró de hablar, tal vez por mi cara de atónito que se me había dejado, no me lo podía creer, ¿todo esto para ver que era de confianza? Es algo...algo...indescriptible, no sabía como reaccionar.-Por cierto, Xuh me dijo que te dijera que te acercaras a tu camarote cuando te recuperaras.
Salí de allí sin decir ni una palabra y me dirigí hacia mi camarote. Una vez allí, abrí la puerta y me encontré a Xuh sentado en el suelo con las piernas cruzadas mirándome fijamente, el tono de color de sus ojos, ahora, era el plateado.
-Siento mucho lo sucedido, Dick. Le dije al capitán que no hacía falta seguir con ese plan en cuanto me ganaste y observamos todos que no te volviste loco, pero es un tío muy desconfiado. Tengo una propuesta para ti, la cual ni Zhuang sabe todavía. Te entrenaré, por lo menos hasta que lleguemos a la próxima isla o a la siguiente. Hasta que domines lo que tengo pensado para ti. ¿Qué dices?-de nuevo, no sabía como reaccionar, mi boca se había abierto completamente cuando la información que decía Xuh llegaba a mi cerebro.
Pues claro que iba a aceptar, encima de que casi me mata, me la iba a devolver.
-Te reto a luchar sin que te contengas conmigo, Xuh.-dije fríamente mientras observaba el rostro de sorpresa de Xuh Zo que asentía con la cabeza.
Salimos a la cubierta y toda la tripulación se quedó mirándonos. Ahora iba a luchar con otra persona completamente diferente, ¿cómo lucharía? Desvainé mi daga y él lucharía con su cuerpo ya que no desvainó ni una sola arma. Levantó su brazo derecho levemente hasta su oreja y en cuanto se la tocó desapareció, giré sobre mi mismo estirando mi brazo derecho para cortar lo que hubiera en un radio de un metro y medio, peor no apareció. Me puse nervioso y empecé a fijarme en las caras de los marineros, todos me miraban, tanto el capitán que salió de la puerta que llevaba a los camarotes como el subcapitán. ¿Qué clase de habilidad sería la de aquel tipo? Tras unos largos segundos, apareció delante de mí y me dejó completamente indefenso con un golpe en seco en el paratiroides con el cual caí al suelo paralizado ya que no podía mover ninguna parte de mi cuerpo. Xuh se agachó para ayudarme riéndose. Me dijo que tenía mucho que aprender. Todos los tripulantes rieron y empezaron a saltar como manifestándose de que no se habían quedado satisfecho. Me levanté y le reté de nuevo. Lancé la daga hacia un trozo de madera en popa y se quedó clavada. Iba a luchar con mis puños, ya era hora de no tener que depender de armas externas y poder defenderme yo mismo con mis propias fuerza interior. La cara de mi adversario era de incoherencia y sorpresa, la verdad, que era un tanto graciosa. No pude evitar esbozar una riza cunado me abalancé sobre el para darle un puñetazo con mi brazo derecho rápidamente sin apenas seguir una combinación. Le fue fácil detener mi golpe, después, dio una vuelta sobre sí mismo y me dio una patada en la pierna izquierda con la que me dejó dormida la pierna. Como no podía moverla, caí al suelo. Todos de nuevo empezaron a reírse y yo me estaba empezando a avergonzar.
-Anda, no te avergüences tontorrón.-me tendió la mano para ayudarme a levantarme por lo que la agarré. Una vez levantado, el capitán regresó al camarote y los demás empezaron a trabajar. El subcapitán se acercó a nosotros y le dijo a Xuh que podía entrenarme hasta que él viera que yo estuviera preparado.
-Bien Dick, ¿sabes lo que es el haki?
Sí, se lo que es ya que lo he leído en libros y tal pero nunca he sabido utilizarlo.
-Me gustaría decirte que por lo menos uno de ellos lo tienes vivo en ti. Se acercó a mí más de lo que estábamos y me empecé a sentir algo incómodo. -No te alejes. Cuando en nuestra anterior lucha lograste esquivar mi espada a una distancia tan estrecha, hiciste uso del haki de observación . Por tu reacción veo que no tienes ni idea de que lo usaste. Bien, espero que no seas un mal alumno y aprendas al igual que yo.
Se alejó de mí e hizo un gesto con su mano izquierda animándome a atacar primero. Utilicé mi técnica de velocidad para situarme cercano a él y noté que apenas se inmutó por lo que deduje que yo dominaba completamente ese haki pero cuando fui a efectuar mi golpe, se agachó y me dio un puñetazo en la herida del vientre la cual me dolió bastante. Caí al suelo casi llorando. Se había pasado bastante. Algunas lágrimas brotaban de mis ojos. Me tendió la mano y me advirtió que no me lo tuviera creído porque así, no se llegaba a ningún lado. Me comentó que al día siguiente íbamos a seguir y que era menester de que descansara lo suficiente.
Dormí en el camarote entre susurros de mis compañeros de éste los cuales dialogaban acerca de mí persona, por lo visto tenían un poco de envidia porque me entrenara Xuh Zo. Yo estaba acostado de lado mirando hacia la pared con mi oído captando todo lo que decían. Por lo visto él era un mocoso problemático de pequeño y sus padres le daban unas palizas increíbles, para contrarrestar esto, decidió meterse en el mundo del comercio para llevar a su casa suficiente dinero y conseguir de alguna manera que las palizas se menguaran. No logré escuchar nada más ya que me quedé dormido.
Me desperté al día siguiente tras un baño de agua de mar completamente fría. Me di la vuelta corriendo y me dispuse a darle un puñetazo al que me echó el agua que era un hombre con perilla abundante ya que de la barbilla le colgaba un moñito donde recogía el pelo. Tenía unas entradas notables y un pendiente rojo en la oreja izquierda. Desvió mi ataque con solamente levantar su brazo y con la mano abierta del otro, me dio una colleja tan fuerte que me tiró de la litera al suelo. No caí de cabeza ya que su dura pierna paró mi trayectoria, pero acabé con dolor en el pecho. Aquel tipo parecía ser el que me iba a entrenar físicamente. Dijo que Xuh se iba a encargar únicamente de enseñarle los haki y que él se iba a dedicar a mejorar mis dotes físicos.
Salimos a la cubierta y una tormenta parecía azotar el barco. Corría un gran viento que consiguió llevarse unos barriles de ron que se encontraban en popa, los cuales se estrellaron contra el mástil haciendo que se reventara y el líquido se esparciera completamente por el barco. Comentó que se llamaba Leo. Lo primero que me dijo nada más salir fue que hiciera 100 flexiones seguidas sin parar. Una risa instantánea se esbozó en mi rostro y su enorme puño fue a parar a mi herido vientre. Caí al suelo y escupí un poco de sangre. Lo primero que pensé fue que me iba a morir cuando aquel tipo decía una y otra vez que me pusiera de una vez a hacer flexiones. Hice 10 seguidas a duras penas y me caí al suelo con los brazos destrozados. Nunca había ejercitado mis músculos de aquella manera ni quería. Velocidad y agilidad le dije a Leo, pero no me echó cuenta. Volvió a pegarme tres patadas en las piernas y me obligó a seguid haciendo flexiones. “¡¡ENTRENAMIENTO DURO!!” gritó. Tras lograr hacer 14 seguidas, me dijo que descansara unos minutos. Tras esto, sacó un látigo y me empezó a azotar, dolía bastante y picaba. Salí corriendo rápidamente mientras él aguantaba mi ritmo. “¿Por qué este tipo será así? Me cago en…” Un azote en el glúteo izquierdo interrumpió mis pensamientos. Picó muchísimo, me puse a arrascarme por lo que desvié un poco mi atención y él logro enredarme el látigo en el cuello y tirarme al suelo.
[color=#ff6600]-Tío, déjate de tonterías. El entrenamiento va a ser muy duro. Si sigues así no podremos enseñarte todo lo que tenemos pensado, que aparte, será lo más seguro ya que no creo que quede más de 4 meses para llegar a la isla que tenemos planteado dejarte. Te divertirás…-rió brutalmente mientas me volvía a dar un puñetazo, esta vez se notó que era menos fuerte pero seguía doliendo. Me encerró en el camarote con la misión de hacer 100 flexiones seguidas en dos días. Si no lo conseguía antes de que él volviera a entrar, me volvería a meter una paliza. Me dejó 3 botijos de agua y uno vacío para hacer mis necesidades. También una cesta llena de frutas de las cuales me alimentaría ese periodo. La verdad que cada vez empezaba a pensar que me había metido en un barco de locos. Lo primero que hice fue echarme en la litera de abajo para recuperarme. Me quité la ropa y me quedé solo en ropa interior. “Quiero hacerme más fuerte, Aaron Dick Mall, lo conseguirás como sea” me decía una y otra vez, cada vez que no lograba pasar de las 20 primeras flexiones sin detenerme. Era bastante duro, cuando logré hacer las 23 seguidas, noté flojear mis brazos. Los tríceps vibraban sin que yo hiciera ningún gesto. Cogí tres plátanos y me los zampé. Volví a intentar hacer las flexiones pero me quedé por 8, estaba agotado. Me metí en la cama y decidí seguir al día siguiente.
Cuando me levanté, la habitación olía a sudor. Cogí una manzana y 4 plátanos y me los comí. Tras andar tres vueltas alrededor del camarote, me coloqué en posición para hacer las flexiones, pero lamentablemente solo logré el mísero número de 12. “Joder, si ayer llegué a 23, ¿por qué no puedo llegar?” Sorprendentemente no me habían salido agujetas, tal vez no le habría dado tiempo para que salieran. Una, dos, tres… hasta, esta vez, llegar a las 20. No bastaba, me quedaba poco menos de 2 días para llegar a las 100 y mi máximo estaba en 23. Cada vez el pensamiento de que me iba a llevar una paliza tenía más papeletas. “Aaaggh” mi grito de dolor retumbó por el camarote. Estaba boca arriba con el puño en alto, 26 flexiones, mi nuevo récord. Cada vez me estaba sintiendo más animado, pero seguía viendo que no lo iba a conseguir. Fui a coger mi daga porque echaba de menos su tacto, pero no la encontré por ningún lado. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, ¿había perdido mi daga? Aporreé la puerta fuertemente hasta que un marinero habló por el lado opuesto. Grité que donde estaba mi daga y no dijo nada. “¿¡Dóoonde está mi dagaaaa!?” volví a gritar y mi furioso vocerrío retumbó por todo el camarote y la puerta vibró. Se escuchó un golpe al lado opuesto y volví a aporrear. No había respuesta. “Bueno, ¿dónde la he podido dejar? No…¿no la habré perdido cuando salí a la tormenta…?” me coloqué mis manos en mi cabeza angustiado. Esa daga significaba mucho para mí, en ella siento a mis padres cuando la empuño y necesito de sus acaricias… Me puse a hacer flexiones como un loco llegando a alcanzar 32 hasta que mi brazo izquierdo no pudo seguir. Le di dos puñetazos con el derecho se me quitó el dolor que sentía. Cuanto antes lograra hacer las 100 flexiones, antes iba a saber de mi daga, puto Xuh, puto Leo. El dolor del brazo izquierdo no se me quitó. Me senté en el suelo con mi mano derecha puesta en el bíceps. Cerré los ojos , en la oscuridad logré encontrar luz. Una luz oscura que me inundaba. Abrí los ojos y me coloqué en posición para hacer las flexiones. Las hice una tras otra muy lentamente, 23, volví a ponerme, 21, volví, 26 y así hasta conseguir batir mi récord. Había logrado llegar a las 37 hasta que caí derrotado en el suelo. Estaba tanto con los brazos como las piernas abiertas, boca arriba en el suelo, mirando el techo. Cerré mis ojos.
Desperté con un hambre impresionante. Me levanté de un salto y cogí los últimos 5 plátanos y me los comí. Todavía quedaba fruta, pero bananas ya no. El brazo izquierdo me seguía molestando pero no podía darme por vencido. Mientas hacía las flexiones evitaba pensar en el brazo izquierdo y en mi daga por lo que la idea de qué hora podía ser fue mi gran pasatiempo. Había perdido completamente la noción. No tenía ni idea de qué hora podría ser, el barco dejó de mecerse tanto por lo que supuse que la tormenta ya habría pasado. Alcancé el número de 39, poco a poco iba consiguiendo cada vez más, pero creía que de ahí no iba a pasar ya que sabía que estaba lesionado. Decidí dejar de intentar hacer más ejercicio y curarme el brazo el cual se me había hinchado por la parte de atrás. No me dolía, pero sabía que era una lesión. Cogí la almohada y le quité la funda. Me até ésta al brazo pareciendo una venda ya que no se me ocurría otra cosa que hacer ya que no era médico. Me dormí en la cama pensando en qué iría a ocurrir cuando aquella puerta se abriera.
En efecto, desperté de un golpetazo que dieron en la puerta. La mirada desafiante de Leo se fijó en mi brazo y esbozó una sonrisa. Se sentó al lado de mi cama y me preguntó a cuántas había logrado llegar. Le contesté fríamente y con la cabeza cabizbaja: “39”. Echó un brazo por encima de mí y me apretó fuertemente contra él.
-¡¡¡HEEEEEEEEEL!!!- gritó tanto que casi creí que me iban a explotar los tímpanos. Por la puerta apareció el médico, el mismo que me había tratado del golpe en el vientre. Me llevó a la enfermería y me colocó hielo en el brazo. No era nada serio, en pocas horas se me pasaría. Me dio el alta mientras escuchaba los pasos de los marineros por encima nuestra corriendo de un lado para otro. Salí a la cubierta, habíamos llegado a una isla totalmente desértica, era un montón de arena, no había absolutamente nada. Atracamos en la isla y el subcapitán fue el primero que bajo en ella, no me dio tiempo de ver nada más cuando Xuh y Leo se interpusieron en mi vista. Me dijeron que había que entrenar. Leo me dio un puñetazo en la boca, el cual no llegó a tirarme al suelo, pero era fuerte. Me dijo que no había cumplido con lo que le dije pero que se alegraba de haberme visto esforzarme. A continuación, Leo sacó su famoso látigo y me dio un azote en el brazo izquierdo, la verdad que ya no me dolía tanto. Después me dio un azote en la cabeza y sangró un poco. Salí corriendo velozmente intentando no entrar en el radio de ataque de él, pero era bastante complicado por lo que volvió a capturarme, esta vez tardó algo más en capturarme por lo que notaba un ligero cambio en mí aunque llevaba muy poco tiempo entrenando. Reconoció que había aumentado ligeramente la velocidad pero todavía no era suficiente. Me dijo que el día siguiente lo iba a dedicar únicamente a observarme hacer flexiones y como me quejara me iba a dar una paliza. No llegaba a entender por qué querría que entrenara flexiones…
Leo me despertó al día siguiente con un instrumento musical. Había dado una nota aguda la cual resonó en mi cabeza durante un buen rato. Habíamos salido a cubierta y estaba sin camiseta bajo el abrasador sol. Logré llegar a 40 durante unas horas entrenando. Me llevé un puñetazo en la zona de los riñones y me obligó estar hasta el anochecer haciendo flexiones sin descanso. Al final del día y tras ocho golpes fuertes en zonas diversas del cuerpo logré llegar al número de 57 flexiones. Me quedé bastante sorprendido conmigo mismo, me notaba cada vez con más ganas de seguir con este entrenamiento y sentía una gran fuerza de voluntad en mí.
Me desperté, estaba tumbado en la cama de arriba de una litera de tres camas. Me asomé y todos los marineros con los que dormía se habían levantado ya. Tal vez ya sería de día. De un salto descendí hasta abajo. Me coloqué mis botas y mi sudadera. La daga no hacía falta cogerla ya que siempre la llevaba conmigo incluso para dormir, era mi "ángel de la guarda". Salí del camarote y un sol resplandeciente hizo que desviara mi vista hacia adentro de nuevo. Me froté los ojos con la mano derecha para quitarme las lagañas y las lágrimas que habían brotado. Salí a la cubierta y todos los marineros estaban corriendo de un lado para otro, velas para arriba, velas para abajo, timón para la derecha, timón para la izquierda. Un grupo estaba entrenando en proa, eran cuatro novatos junto al subcapitán del navío, el encargado de enseñar a defender a la tripulación.
-¡¡TÚ!!-gritó el subcapitán levantando su brazo izquierdo para llamar mi atención.-¡VEN!
Me acerqué a paso ligero hacia aquel individuo de dos metros de altura. Tenía que alzar la cabeza completamente para verle la cabeza. Sus pintas eran algo extrañas, parecía un mago o un malabarista.
Todos los novatos dirigieron su mirada hacia mí y me sentí avergonzado.
-¿Tú eres el nuevo? Vamos, a entrenar. ¡Dai! Te toca luchar contra él.-se giró y nos lanzó dos espadas de madera de medio metro de longitud.
Dai era un joven con los pelos blancos medianamente blancos. Se veía un chico misterioso de ojos verdosos. Tenía una tez pálida, casi como el color de su cabello. Vestía una gabardina de un verde más oscuro que sus ojos con una camiseta de tirantas blanca. De sus oscuros pantalones salía una cadena que se colgaba en su pierna izquierda. Terminaba su conjunto con unas botas de color marrón claro con cordones plateados. Parecía un tipo habilidoso, no sabía contra quién me iba a enfrentar.
Hizo una reverencia, me apuntó con la espada y se puso mirando perpendicularmente hacia mí. Yo, me arrodillé levemente y cerré los ojos mientras me concentraba en la defensa que lo iba a dejar atacar primero, cuestión de cortesía. Noté su movimiento y abrí instantáneamente los ojos, me sobresalté por la expectación que teníamos. Me agaché para evitar su golpe. Me coloqué la espada en una posición la cual consistía que la punta miraba hacia atrás y lancé mi brazo hacia él para ocasionarle un duro golpe en el pecho. Sorprendentemente se abalanzó hacia atrás para esquivar mi golpe y dio una vuelta en el aire. Sus pelos se habían caído hacia delante pero se pasó su mano izquierda para poder ver. Sus ojos desprendían odio, me paralicé, aquel tipo venía hacia mí y yo lo único que podía hacer era aguantar el golpe que se disponía a efectuar. Intenté apretar mis músculos al máximo para amortiguar el ataque y que no me afectara mucho, pero no tenía práctica por lo que el impacto hizo que me tuviera que arrodillar y que él pudiera darme una patada que me lanzó por los aires hasta chocar contra la madera del barco. Un gran silencio invadía la cubierta. Me coloqué en pie y alcé mi brazo y me puse a girar la espada rápidamente. Una onda se estaba creando, bajé mi espada rápidamente con lo que aquella onda se dirigió velozmente hacia Dai el cual intentó defender con la espada pero le dio. Utilicé mi técnica de velocidad para situarme rápidamente donde él estaba pero él movió sus piernas por el suelo intentando hacer que me cayera pero di un salto y cuando me dispuse a colocarme encima de él para terminar el combate, éste giró por el suelo saliendo de mi alcance.
-Vamos, muy bien los dos, seguid así.-dijo el subcapitán. Todos empezaron a reír y empezaron a apostar, la verdad que entre los gritos no podía diferenciar lo que votaba cada uno.
Me abalancé sobre él, pero de su mano izquierda salió una especie de color azulado que la envolvió y me ocasionó un puñetazo en mi vientre el cual me hizo retroceder varios metros. "Qué fuerza", pensé. No era un recluta normal, era bastante fuerte y lo estaba manteniendo a raya. Me llego a enfrentar a él antes de visitar la isla sin vida y hubiera perdido en el primer golpe que me dio. Noté que mi cuerpo había aumentado su resistencia física y eso hacía que las fuerza fluyera por mis venas haciéndome más veloz y veloz. Me sentía vivo y con probabilidades de ganar. Dai emprendió su rumbo hacia mí y yo me quedé quieto hasta que su espada estuvo a pocos cm de mi cuello, no podía creérmelo, ¡hasta mi vista había mejorado! ¡podía ver los objetos a más velocidad! Giré mi cabeza hacia la derecha y su cuerpo quedó a mi merced. Le di con la espada fuertemente en el vientre, pero rugió de dolor cuando le di una estocada en la zona de los riñones. Se retorció del dolor y lo vi apretar sus dientes. Me alejé de él mientras que otros tripulantes lo cogían y se lo llevaban al camarote para curarlo.
-Muy bien hecho, esto... no sé tu nombre.-el subcapitán me apretó mi mano con la suya en símbolo de saludo. Soy Kuri Kyu, algunos me dicen Kaka, llámame como gustes, ganador.-rió.
-So...soy Dick.-dije mientras soltaba su mano y me alejaba un poco de él sin que lo notara.
-Bien, a descansar todos, Dick, ve y échale un vistazo a Dai.
Todos volvieron al trabajo. Yo me quedé ahí de pie divagando sobre lo que iba a hacer. Terminé concluyendo en que debería de ver a mi contrincante ya que no sabía de qué grado sería la herida, aunque predecía que muy grave no debería de ser. Entré al camarote tras que unos marineros me dieran las felicidades por haberlos divertido. Me equivoqué tres veces hasta encontrar el camarote donde Dai estaba. En uno me encontré a un marinero acostado, en el otro uno se estaba masturbando brutalmente, su cara parecía explotar de lo rojo que estaba y el último me encontré a dos marineros besuqueándose, "¿en qué barco me había metido?" me pegunté un par de veces.
El médico de la tripulación dijo que tenía un hematoma en el costado pero era leve. El joven me dijo que yo había luchado mejor él y que tenía gran futuro. Me preguntó que como había hecho para tener tanta velocidad a lo que le contesté que era mi punto fuerte, la velocidad y la agilidad, al igual que para otros son la fuerza bruta. Estuvimos conversando amablemente hasta que cayó la noche. Se quedó dormido y salí del camarote. La luz de la llena luna iluminaba el barco completamente. No quedaba nadie en el barco y un viento más fresco se había levantado. Mis pelos comenzaron a bailar al ritmo de la brisa y me relajaba mucho. Me encantaba la noche, paz y tranquilidad. No entendía como a algunas personas le podía dar miedo. En algunos de mis libros, a los protagonista no le gustaba la oscuridad.
Cerré los ojos y respiré profundamente para relajarme antes de irme a la cama. Cuando me di la vuelta para disponerme a entrar al camarote una sombra me sobresaltó. No sabía quién era. Desvainé rápidamente mi daga y me puse a la defensiva. Aquella figura estaba en pie y sus ojos rojizos me intimidaban. Una sonrisa apareció en su rostro cuando la luz de la luna lo iluminó y desapareció. Miré a mi alrededor rápidamente y no conseguí divisarlo. "¿Qué clase de poder era ese?". Corrí hasta la otra parte del barco para ver si estaba allí, pero no. Me empezó a entrar el pánico y entré a los camarotes rápidamente y me fui a la cama. Una vez allí, no paraba de titiritar. "Debo ir a avisar al capitán" me dije a mí mismo. Cuando bajé de un salto de la litera, un brazo se posó en mi hombro izquierdo, yo automáticamente me giré sobre mi pies y me dispuse a darle un corte con mi daga al que estuviera detrás mía pero una firme mano detuvo mi trayectoria. Reconocí aquel rostro, cabello blanco...tez clara... era Dai.
-¿¡Qué haces, Dai!?-dije con un tono de voz fuerte.-¿Qué son esos ojos?
Aquel individuo comenzó a esbozar una sonrisa mientras me apretaba el brazo. No mencionó ni una única palabra durante un minuto el cual pareció estar pensando en algo. Tras ese corto y a la vez eterno periodo de tiempo el rojo de sus ojos comenzó a volverse más vivo, incluso llegué a creer que era algo viviente. Un humo celeste cubrió su brazo izquierdo y se estampó en mi vientre como una flecha. Noté que la sangre me fluía por las piernas hasta salir de mis botas. Me estaba empezando a marear y luchaba por seguir con los ojos abiertos. El respirar se me hacía cada vez más cuesta arriba. Soltó mi brazo y caí al suelo al instante, no tenía ningún control sobre mi cuerpo. Me tocó y aparecimos instantáneamente en la cubierta del barco donde ya se divisaban los primeros rayos de luz. Dai se quedó paralizado cuando un rayo de luz iluminó su piel. Me puse de pie a duras penas y levanté mi daga con firmeza y me dispuse a clavársela en la nuca para acabar con la vida de ese miserable, pero alguien se interpuso entre yo y él. Aquel hombre abrazó a aquel chico y se cayó instantáneamente al suelo. Gabardina roja con la parte de los hombros negra y con esbozos dorados. Una chaqueta negra con una camisa blanca y un lacito, pantalones pegados negros excepto por la zona de debajo de la pierna que es roja con, de nuevo, esbozos dorados y unas zapatos grisáceos. Su oscuro cabello le caía por la parte de atrás del cuello. El hombre era el capitán.
-Dick, creo que te debo una explicación.-dijo fríamente.-Primero es lo primero, ¡Hel!-toda la tripulación salió a la cubierta y el médico, Hel, me cogió y me llevó a un camarote.
Una vez allí, me tumbó en la cama y me quitó la ropa de cintura para arriba. Me dio una especie de goma para que la mordiera mientras él cosía la herida. El dolor era insoportable, tres marines tuvieron que asistir para agarrarme ya que no me podía quedar quieto, me estaban cociendo el vientre. Tardó poco y apenas solté sangre. Hel me dio una pastilla y me dijo que me echara a descansar.
Me desperté a los tres días y sentí el barco mecerse, seguíamos en mar. Me levanté fácilmente. La cicatriz ya se notaba muy poco. Cuando salí del camarote el médico me examinó y dijo que estaba como nuevo. Fui al camarote del capitán, el cual era de un tono vivo de rojo. Tenía un escritorio de madera oscura la cual se veía muy pesada, dos crucifijos en la habitación y una pequeña papelera de aluminio con una bolsa blanca.
-Siéntate Dick-me mandó el capitán y obedecí.-Quería ponerte a prueba y tuve que obligar a Dai. La realidad es que no se llama así, sino Xuh, Xuh Zo. Es el mejor mercader de estas aguas. Todo lo que ves aquí me lo consiguió él. Lo planeamos todo en cuanto te subiste a mi barco ya que no confiábamos en ti, pero ahora, sí confío en ti. Estuve vigilando cada movimiento de Xuh para que no se pasara de la raya. Le pedí que se dejara perder con el único fin de ver si tú te sentías superior a los demás y los ibas a asesinar. Eso no sucedió, pero no me convencía así que le pedí que se pusiera unas lentillas de color rojo que hizo un amigo mío y te intentara matar para ver hasta que punto aguantabas, y para mi sorpresa, has estado a punto de ganar ya que Xuh no pudo seguir con su misión ya que no te mató, tal vez por respeto hacia ti o por una chispa de amistad que por algo se haya producido, no se la razón, no me ha querido decir nada.-paró de hablar, tal vez por mi cara de atónito que se me había dejado, no me lo podía creer, ¿todo esto para ver que era de confianza? Es algo...algo...indescriptible, no sabía como reaccionar.-Por cierto, Xuh me dijo que te dijera que te acercaras a tu camarote cuando te recuperaras.
Salí de allí sin decir ni una palabra y me dirigí hacia mi camarote. Una vez allí, abrí la puerta y me encontré a Xuh sentado en el suelo con las piernas cruzadas mirándome fijamente, el tono de color de sus ojos, ahora, era el plateado.
-Siento mucho lo sucedido, Dick. Le dije al capitán que no hacía falta seguir con ese plan en cuanto me ganaste y observamos todos que no te volviste loco, pero es un tío muy desconfiado. Tengo una propuesta para ti, la cual ni Zhuang sabe todavía. Te entrenaré, por lo menos hasta que lleguemos a la próxima isla o a la siguiente. Hasta que domines lo que tengo pensado para ti. ¿Qué dices?-de nuevo, no sabía como reaccionar, mi boca se había abierto completamente cuando la información que decía Xuh llegaba a mi cerebro.
Pues claro que iba a aceptar, encima de que casi me mata, me la iba a devolver.
-Te reto a luchar sin que te contengas conmigo, Xuh.-dije fríamente mientras observaba el rostro de sorpresa de Xuh Zo que asentía con la cabeza.
Salimos a la cubierta y toda la tripulación se quedó mirándonos. Ahora iba a luchar con otra persona completamente diferente, ¿cómo lucharía? Desvainé mi daga y él lucharía con su cuerpo ya que no desvainó ni una sola arma. Levantó su brazo derecho levemente hasta su oreja y en cuanto se la tocó desapareció, giré sobre mi mismo estirando mi brazo derecho para cortar lo que hubiera en un radio de un metro y medio, peor no apareció. Me puse nervioso y empecé a fijarme en las caras de los marineros, todos me miraban, tanto el capitán que salió de la puerta que llevaba a los camarotes como el subcapitán. ¿Qué clase de habilidad sería la de aquel tipo? Tras unos largos segundos, apareció delante de mí y me dejó completamente indefenso con un golpe en seco en el paratiroides con el cual caí al suelo paralizado ya que no podía mover ninguna parte de mi cuerpo. Xuh se agachó para ayudarme riéndose. Me dijo que tenía mucho que aprender. Todos los tripulantes rieron y empezaron a saltar como manifestándose de que no se habían quedado satisfecho. Me levanté y le reté de nuevo. Lancé la daga hacia un trozo de madera en popa y se quedó clavada. Iba a luchar con mis puños, ya era hora de no tener que depender de armas externas y poder defenderme yo mismo con mis propias fuerza interior. La cara de mi adversario era de incoherencia y sorpresa, la verdad, que era un tanto graciosa. No pude evitar esbozar una riza cunado me abalancé sobre el para darle un puñetazo con mi brazo derecho rápidamente sin apenas seguir una combinación. Le fue fácil detener mi golpe, después, dio una vuelta sobre sí mismo y me dio una patada en la pierna izquierda con la que me dejó dormida la pierna. Como no podía moverla, caí al suelo. Todos de nuevo empezaron a reírse y yo me estaba empezando a avergonzar.
-Anda, no te avergüences tontorrón.-me tendió la mano para ayudarme a levantarme por lo que la agarré. Una vez levantado, el capitán regresó al camarote y los demás empezaron a trabajar. El subcapitán se acercó a nosotros y le dijo a Xuh que podía entrenarme hasta que él viera que yo estuviera preparado.
-Bien Dick, ¿sabes lo que es el haki?
Sí, se lo que es ya que lo he leído en libros y tal pero nunca he sabido utilizarlo.
-Me gustaría decirte que por lo menos uno de ellos lo tienes vivo en ti. Se acercó a mí más de lo que estábamos y me empecé a sentir algo incómodo. -No te alejes. Cuando en nuestra anterior lucha lograste esquivar mi espada a una distancia tan estrecha, hiciste uso del haki de observación . Por tu reacción veo que no tienes ni idea de que lo usaste. Bien, espero que no seas un mal alumno y aprendas al igual que yo.
Se alejó de mí e hizo un gesto con su mano izquierda animándome a atacar primero. Utilicé mi técnica de velocidad para situarme cercano a él y noté que apenas se inmutó por lo que deduje que yo dominaba completamente ese haki pero cuando fui a efectuar mi golpe, se agachó y me dio un puñetazo en la herida del vientre la cual me dolió bastante. Caí al suelo casi llorando. Se había pasado bastante. Algunas lágrimas brotaban de mis ojos. Me tendió la mano y me advirtió que no me lo tuviera creído porque así, no se llegaba a ningún lado. Me comentó que al día siguiente íbamos a seguir y que era menester de que descansara lo suficiente.
Dormí en el camarote entre susurros de mis compañeros de éste los cuales dialogaban acerca de mí persona, por lo visto tenían un poco de envidia porque me entrenara Xuh Zo. Yo estaba acostado de lado mirando hacia la pared con mi oído captando todo lo que decían. Por lo visto él era un mocoso problemático de pequeño y sus padres le daban unas palizas increíbles, para contrarrestar esto, decidió meterse en el mundo del comercio para llevar a su casa suficiente dinero y conseguir de alguna manera que las palizas se menguaran. No logré escuchar nada más ya que me quedé dormido.
Me desperté al día siguiente tras un baño de agua de mar completamente fría. Me di la vuelta corriendo y me dispuse a darle un puñetazo al que me echó el agua que era un hombre con perilla abundante ya que de la barbilla le colgaba un moñito donde recogía el pelo. Tenía unas entradas notables y un pendiente rojo en la oreja izquierda. Desvió mi ataque con solamente levantar su brazo y con la mano abierta del otro, me dio una colleja tan fuerte que me tiró de la litera al suelo. No caí de cabeza ya que su dura pierna paró mi trayectoria, pero acabé con dolor en el pecho. Aquel tipo parecía ser el que me iba a entrenar físicamente. Dijo que Xuh se iba a encargar únicamente de enseñarle los haki y que él se iba a dedicar a mejorar mis dotes físicos.
Salimos a la cubierta y una tormenta parecía azotar el barco. Corría un gran viento que consiguió llevarse unos barriles de ron que se encontraban en popa, los cuales se estrellaron contra el mástil haciendo que se reventara y el líquido se esparciera completamente por el barco. Comentó que se llamaba Leo. Lo primero que me dijo nada más salir fue que hiciera 100 flexiones seguidas sin parar. Una risa instantánea se esbozó en mi rostro y su enorme puño fue a parar a mi herido vientre. Caí al suelo y escupí un poco de sangre. Lo primero que pensé fue que me iba a morir cuando aquel tipo decía una y otra vez que me pusiera de una vez a hacer flexiones. Hice 10 seguidas a duras penas y me caí al suelo con los brazos destrozados. Nunca había ejercitado mis músculos de aquella manera ni quería. Velocidad y agilidad le dije a Leo, pero no me echó cuenta. Volvió a pegarme tres patadas en las piernas y me obligó a seguid haciendo flexiones. “¡¡ENTRENAMIENTO DURO!!” gritó. Tras lograr hacer 14 seguidas, me dijo que descansara unos minutos. Tras esto, sacó un látigo y me empezó a azotar, dolía bastante y picaba. Salí corriendo rápidamente mientras él aguantaba mi ritmo. “¿Por qué este tipo será así? Me cago en…” Un azote en el glúteo izquierdo interrumpió mis pensamientos. Picó muchísimo, me puse a arrascarme por lo que desvié un poco mi atención y él logro enredarme el látigo en el cuello y tirarme al suelo.
[color=#ff6600]-Tío, déjate de tonterías. El entrenamiento va a ser muy duro. Si sigues así no podremos enseñarte todo lo que tenemos pensado, que aparte, será lo más seguro ya que no creo que quede más de 4 meses para llegar a la isla que tenemos planteado dejarte. Te divertirás…-rió brutalmente mientas me volvía a dar un puñetazo, esta vez se notó que era menos fuerte pero seguía doliendo. Me encerró en el camarote con la misión de hacer 100 flexiones seguidas en dos días. Si no lo conseguía antes de que él volviera a entrar, me volvería a meter una paliza. Me dejó 3 botijos de agua y uno vacío para hacer mis necesidades. También una cesta llena de frutas de las cuales me alimentaría ese periodo. La verdad que cada vez empezaba a pensar que me había metido en un barco de locos. Lo primero que hice fue echarme en la litera de abajo para recuperarme. Me quité la ropa y me quedé solo en ropa interior. “Quiero hacerme más fuerte, Aaron Dick Mall, lo conseguirás como sea” me decía una y otra vez, cada vez que no lograba pasar de las 20 primeras flexiones sin detenerme. Era bastante duro, cuando logré hacer las 23 seguidas, noté flojear mis brazos. Los tríceps vibraban sin que yo hiciera ningún gesto. Cogí tres plátanos y me los zampé. Volví a intentar hacer las flexiones pero me quedé por 8, estaba agotado. Me metí en la cama y decidí seguir al día siguiente.
Cuando me levanté, la habitación olía a sudor. Cogí una manzana y 4 plátanos y me los comí. Tras andar tres vueltas alrededor del camarote, me coloqué en posición para hacer las flexiones, pero lamentablemente solo logré el mísero número de 12. “Joder, si ayer llegué a 23, ¿por qué no puedo llegar?” Sorprendentemente no me habían salido agujetas, tal vez no le habría dado tiempo para que salieran. Una, dos, tres… hasta, esta vez, llegar a las 20. No bastaba, me quedaba poco menos de 2 días para llegar a las 100 y mi máximo estaba en 23. Cada vez el pensamiento de que me iba a llevar una paliza tenía más papeletas. “Aaaggh” mi grito de dolor retumbó por el camarote. Estaba boca arriba con el puño en alto, 26 flexiones, mi nuevo récord. Cada vez me estaba sintiendo más animado, pero seguía viendo que no lo iba a conseguir. Fui a coger mi daga porque echaba de menos su tacto, pero no la encontré por ningún lado. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, ¿había perdido mi daga? Aporreé la puerta fuertemente hasta que un marinero habló por el lado opuesto. Grité que donde estaba mi daga y no dijo nada. “¿¡Dóoonde está mi dagaaaa!?” volví a gritar y mi furioso vocerrío retumbó por todo el camarote y la puerta vibró. Se escuchó un golpe al lado opuesto y volví a aporrear. No había respuesta. “Bueno, ¿dónde la he podido dejar? No…¿no la habré perdido cuando salí a la tormenta…?” me coloqué mis manos en mi cabeza angustiado. Esa daga significaba mucho para mí, en ella siento a mis padres cuando la empuño y necesito de sus acaricias… Me puse a hacer flexiones como un loco llegando a alcanzar 32 hasta que mi brazo izquierdo no pudo seguir. Le di dos puñetazos con el derecho se me quitó el dolor que sentía. Cuanto antes lograra hacer las 100 flexiones, antes iba a saber de mi daga, puto Xuh, puto Leo. El dolor del brazo izquierdo no se me quitó. Me senté en el suelo con mi mano derecha puesta en el bíceps. Cerré los ojos , en la oscuridad logré encontrar luz. Una luz oscura que me inundaba. Abrí los ojos y me coloqué en posición para hacer las flexiones. Las hice una tras otra muy lentamente, 23, volví a ponerme, 21, volví, 26 y así hasta conseguir batir mi récord. Había logrado llegar a las 37 hasta que caí derrotado en el suelo. Estaba tanto con los brazos como las piernas abiertas, boca arriba en el suelo, mirando el techo. Cerré mis ojos.
Desperté con un hambre impresionante. Me levanté de un salto y cogí los últimos 5 plátanos y me los comí. Todavía quedaba fruta, pero bananas ya no. El brazo izquierdo me seguía molestando pero no podía darme por vencido. Mientas hacía las flexiones evitaba pensar en el brazo izquierdo y en mi daga por lo que la idea de qué hora podía ser fue mi gran pasatiempo. Había perdido completamente la noción. No tenía ni idea de qué hora podría ser, el barco dejó de mecerse tanto por lo que supuse que la tormenta ya habría pasado. Alcancé el número de 39, poco a poco iba consiguiendo cada vez más, pero creía que de ahí no iba a pasar ya que sabía que estaba lesionado. Decidí dejar de intentar hacer más ejercicio y curarme el brazo el cual se me había hinchado por la parte de atrás. No me dolía, pero sabía que era una lesión. Cogí la almohada y le quité la funda. Me até ésta al brazo pareciendo una venda ya que no se me ocurría otra cosa que hacer ya que no era médico. Me dormí en la cama pensando en qué iría a ocurrir cuando aquella puerta se abriera.
En efecto, desperté de un golpetazo que dieron en la puerta. La mirada desafiante de Leo se fijó en mi brazo y esbozó una sonrisa. Se sentó al lado de mi cama y me preguntó a cuántas había logrado llegar. Le contesté fríamente y con la cabeza cabizbaja: “39”. Echó un brazo por encima de mí y me apretó fuertemente contra él.
-¡¡¡HEEEEEEEEEL!!!- gritó tanto que casi creí que me iban a explotar los tímpanos. Por la puerta apareció el médico, el mismo que me había tratado del golpe en el vientre. Me llevó a la enfermería y me colocó hielo en el brazo. No era nada serio, en pocas horas se me pasaría. Me dio el alta mientras escuchaba los pasos de los marineros por encima nuestra corriendo de un lado para otro. Salí a la cubierta, habíamos llegado a una isla totalmente desértica, era un montón de arena, no había absolutamente nada. Atracamos en la isla y el subcapitán fue el primero que bajo en ella, no me dio tiempo de ver nada más cuando Xuh y Leo se interpusieron en mi vista. Me dijeron que había que entrenar. Leo me dio un puñetazo en la boca, el cual no llegó a tirarme al suelo, pero era fuerte. Me dijo que no había cumplido con lo que le dije pero que se alegraba de haberme visto esforzarme. A continuación, Leo sacó su famoso látigo y me dio un azote en el brazo izquierdo, la verdad que ya no me dolía tanto. Después me dio un azote en la cabeza y sangró un poco. Salí corriendo velozmente intentando no entrar en el radio de ataque de él, pero era bastante complicado por lo que volvió a capturarme, esta vez tardó algo más en capturarme por lo que notaba un ligero cambio en mí aunque llevaba muy poco tiempo entrenando. Reconoció que había aumentado ligeramente la velocidad pero todavía no era suficiente. Me dijo que el día siguiente lo iba a dedicar únicamente a observarme hacer flexiones y como me quejara me iba a dar una paliza. No llegaba a entender por qué querría que entrenara flexiones…
Leo me despertó al día siguiente con un instrumento musical. Había dado una nota aguda la cual resonó en mi cabeza durante un buen rato. Habíamos salido a cubierta y estaba sin camiseta bajo el abrasador sol. Logré llegar a 40 durante unas horas entrenando. Me llevé un puñetazo en la zona de los riñones y me obligó estar hasta el anochecer haciendo flexiones sin descanso. Al final del día y tras ocho golpes fuertes en zonas diversas del cuerpo logré llegar al número de 57 flexiones. Me quedé bastante sorprendido conmigo mismo, me notaba cada vez con más ganas de seguir con este entrenamiento y sentía una gran fuerza de voluntad en mí.
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