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La noche reinaba en aquella isla del Este, el lobo negro se hallaba en una posada de la isla de Villa Orange, estaba dormido en una cama de una de las salas del piso de arriba. Había llegado después de haber estado en la isla de Dawn, allí encontró gente peculiar pero por el momento no había terminado de encontrarse cómodo. El antiguo asesino roncaba como un oso, con los brazos tras el cuello y con un pantalón blanco como única prenda de ropa. Se había alojado en aquel sitio con el poco dinero que le quedaba pero no le era ningún problema, desde que perdió la memoria le habían ido mucho mejor las cosas, no tenía a la marina ni al gobierno detrás, era como si hubiese desaparecido. Ni siquiera se había comido un pedazo de pan antes de dormir, el apetito no era tan voraz como el de antes a decir verdad, tampoco había ningún tipo de motivo por el que esforzarse o algo parecido.
Por el momento tan solo dormía plácidamente en aquel lugar, eran como las dos de la mañana y no había gente en la calle, el bar estaba cerrado y el silencio reinaba en aquella isla. Lo que más odiaba el castaño era encontrarse carteles con precio por su cabeza, odiaba esas tonterías ya que según él no los merecía y no había hecho nada. La gracia iba a ser el día que recuperase su memoria, dónde una autentica bestia renacería. De repente se movió un poco en la cama, hasta que dé un giro cayó al suelo con violencia, su frente quedó pegada al piso de madera pero aún así lo único que se escuchó fue otro ronquido pues no estaba despertándose ni nada parecido, maldita marmota. De repente llegó a la sala el sonido de un cristal rompiéndose y acto seguido algunos pasos, era como si hubiese ladrones en el piso de abajo, por si fuera poco el lobo estaba en la habitación más cercana a las escaleras.
Abrió un poco los ojos cuando escuchó a alguien abrir la puerta de su habitación, pudo ver un pequeño resplandor, como si hubiese alguien usando una vela, los pasos se acercaban a él y en ese momento se levantó clavando la mirada en su visitante. Aquellos ojos dorados de fondo negro eran tétricos y temibles, pero lo que vieron fue al dueño del lugar, el cual parecía asustado y tragaba saliva. Kedra se quedó callado esperando unas palabras o algo parecido para ver qué diablos ocurría, en ese momento aquel hombre le dijo que escuchaba ruidos abajo y que estaba asustado de bajar pues parecía haber más de una persona. Era irónico que le pidieran ayuda a un tío de más de cien millones por su cabeza pero era lo que tocaba y por ello el lobo negro soltó un suspiro y se puso en pie mientras le decía que no se moviera de la sala. Después empezó a bajar las escaleras despacio y completamente calmado.
Por el momento tan solo dormía plácidamente en aquel lugar, eran como las dos de la mañana y no había gente en la calle, el bar estaba cerrado y el silencio reinaba en aquella isla. Lo que más odiaba el castaño era encontrarse carteles con precio por su cabeza, odiaba esas tonterías ya que según él no los merecía y no había hecho nada. La gracia iba a ser el día que recuperase su memoria, dónde una autentica bestia renacería. De repente se movió un poco en la cama, hasta que dé un giro cayó al suelo con violencia, su frente quedó pegada al piso de madera pero aún así lo único que se escuchó fue otro ronquido pues no estaba despertándose ni nada parecido, maldita marmota. De repente llegó a la sala el sonido de un cristal rompiéndose y acto seguido algunos pasos, era como si hubiese ladrones en el piso de abajo, por si fuera poco el lobo estaba en la habitación más cercana a las escaleras.
Abrió un poco los ojos cuando escuchó a alguien abrir la puerta de su habitación, pudo ver un pequeño resplandor, como si hubiese alguien usando una vela, los pasos se acercaban a él y en ese momento se levantó clavando la mirada en su visitante. Aquellos ojos dorados de fondo negro eran tétricos y temibles, pero lo que vieron fue al dueño del lugar, el cual parecía asustado y tragaba saliva. Kedra se quedó callado esperando unas palabras o algo parecido para ver qué diablos ocurría, en ese momento aquel hombre le dijo que escuchaba ruidos abajo y que estaba asustado de bajar pues parecía haber más de una persona. Era irónico que le pidieran ayuda a un tío de más de cien millones por su cabeza pero era lo que tocaba y por ello el lobo negro soltó un suspiro y se puso en pie mientras le decía que no se moviera de la sala. Después empezó a bajar las escaleras despacio y completamente calmado.
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El viento movía las ojas de los árboles, a la vez que una farola iluminaba suavemente la calzada. Se podían escuchar levemente las pisadas, madera con piedra. La verdad, mis sandalias estaban demasiado desgastadas ya. Me encontraba en un pueblo oscuro, sin vida a penas. Caminaba por la calzada, pateando una pequeña piedra. Tenía las manos en los bolsillos, y la luna era mi única compañera.
Había una gran cantidad de casas, pero ninguna mostraba señales de vida. Todas tenían las luces apagadas, y de ninguna provenía un solo ruido. En cierto momento algo sonó, provocando eco en la calle.
Grrr...!
Mi estómago rugía con fuerza, y era que hacía tiempo que no había provado bocado. Había estado demasiado ocupado torturando a esos tipos de la paloma azul y buscando el tesoro con mi nuevo amigo Low. Algo me llamó la atención en una de las casas. Sobre una gran puerta había un gran letrero luminoso: - ''Meet Or Nothing'' - Decía el cartel. Aquello sonaba bien, por lo que decidí acercarme a rebuscar. Me agaché colocándome en posición de cuclillas, a la vez que con mi mano sostenía un candado.
-Maldita sea...- Pensaba a la vez que miraba a ambos lados de la calle.
No parecía venir nadie, y la verdad, ya era tener mala suerte que apareciese alguien después de andar tanto sin encontrar una sola alma apareciesen alguien ahora. Tras levantar mi dedo meñique, lo acerqué a la cerradura. Usándolo a modo de ganzúa hice que se abriese. - Bingo, humanos ingénuos...- Me dije a mí mismo.
Intentando hacer el menor ruido posible elevé lentamente la persiana. Posteriormente, cogí un palo de madera que estaba unido a una especie de cepillo (una escoba), no sabía lo que era, pero me sirvió para aguantar la persiana. Me colé dentro, dejando abierta la puerta, no esperaba tardar mucho. Me colé dentro. Había muchas mesas, y un mostrador. Entré en este y sin pensármelo dos veces pasé por la puerta que había tras este. Había una cocina. Abrí un congelador, y dentro de él había...¡CARNE!
Cogiendo un buen pedazo de ternera me lo llevé a la boca, aquello era la ''divina papaya''...
Había una gran cantidad de casas, pero ninguna mostraba señales de vida. Todas tenían las luces apagadas, y de ninguna provenía un solo ruido. En cierto momento algo sonó, provocando eco en la calle.
Grrr...!
Mi estómago rugía con fuerza, y era que hacía tiempo que no había provado bocado. Había estado demasiado ocupado torturando a esos tipos de la paloma azul y buscando el tesoro con mi nuevo amigo Low. Algo me llamó la atención en una de las casas. Sobre una gran puerta había un gran letrero luminoso: - ''Meet Or Nothing'' - Decía el cartel. Aquello sonaba bien, por lo que decidí acercarme a rebuscar. Me agaché colocándome en posición de cuclillas, a la vez que con mi mano sostenía un candado.
-Maldita sea...- Pensaba a la vez que miraba a ambos lados de la calle.
No parecía venir nadie, y la verdad, ya era tener mala suerte que apareciese alguien después de andar tanto sin encontrar una sola alma apareciesen alguien ahora. Tras levantar mi dedo meñique, lo acerqué a la cerradura. Usándolo a modo de ganzúa hice que se abriese. - Bingo, humanos ingénuos...- Me dije a mí mismo.
Intentando hacer el menor ruido posible elevé lentamente la persiana. Posteriormente, cogí un palo de madera que estaba unido a una especie de cepillo (una escoba), no sabía lo que era, pero me sirvió para aguantar la persiana. Me colé dentro, dejando abierta la puerta, no esperaba tardar mucho. Me colé dentro. Había muchas mesas, y un mostrador. Entré en este y sin pensármelo dos veces pasé por la puerta que había tras este. Había una cocina. Abrí un congelador, y dentro de él había...¡CARNE!
Cogiendo un buen pedazo de ternera me lo llevé a la boca, aquello era la ''divina papaya''...
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Kedra bajaba las escaleras medio dormido, al final no le iban a dejar tranquilo, iba soltando bostezos con toda la confianza del mundo, como si le diese igual que le vieran los posibles asaltantes. Cuando por fin había encontrado el lugar se dio cuenta de que no había nadie, sin embargo su gran olfato le indicaba un olor exagerado a pez, siguió caminando hasta llegar a la maldita cocina, ahí el olor a animal marino se mezcló con el de ternera, sus ojos estaban entrecerrados y solo pudo ver una silueta. Se llevó la mano derecha al rostro, frotándose los ojos despacio para después abrir la boca y soltar un nuevo y enorme bostezo allí mismo, delatando su propia posición. A continuación se dio cuenta de que ese tipo era un Gyojin o eso parecía, dio un paso hacia delante y después empezó a hablarle con una pereza enorme en el cuerpo, le daba mucho palo.
- Tío hay mucho día para robar, no te pongas a hacerlo a estas horas que me da mucho palo detenerte.
De repente cerró los ojos tambaleándose un poco, el sueño le invadía de una forma horrible, seguía sin entender la razón por la que tenía que ayudar al dueño del bar, no le daba cosas gratis y no era nada justo hacerle favores. En otra época se lo habría cargado por pesado pero por el momento el luchador estaba realmente calmado, se acercó hasta el hombre pez de forma lenta pero imponente. Nada más llegar olfateó un poco y en ese momento se dio cuenta de que la ternera que olía la estaba robando aquel ser, el lobo negro se puso a su lado con toda confianza y en lugar de atacarle simplemente le pidió permiso para ponerse a comer él también, vaya cara.
- ¿Eso es ternera? Déjame coger a mí también camarada. Además creo que escuché que en el tercer cajón guardaban los solomillos más sabrosos de unos toros o algo así.
Mencionó de forma interesada mientras cogía un pedazo de aquella deliciosa carne y se lo llevaba a la boca también de forma cruda, le encantaba la sangre. Estaba ya muy acostumbrado a aquello y no lo iba a cambiar, además pudo ver que había botes de helados al ser un congelador, tenía gracia pues había ido a impedir el robo y se había puesto a ayudar al intruso a comer como vacas.
- Tío hay mucho día para robar, no te pongas a hacerlo a estas horas que me da mucho palo detenerte.
De repente cerró los ojos tambaleándose un poco, el sueño le invadía de una forma horrible, seguía sin entender la razón por la que tenía que ayudar al dueño del bar, no le daba cosas gratis y no era nada justo hacerle favores. En otra época se lo habría cargado por pesado pero por el momento el luchador estaba realmente calmado, se acercó hasta el hombre pez de forma lenta pero imponente. Nada más llegar olfateó un poco y en ese momento se dio cuenta de que la ternera que olía la estaba robando aquel ser, el lobo negro se puso a su lado con toda confianza y en lugar de atacarle simplemente le pidió permiso para ponerse a comer él también, vaya cara.
- ¿Eso es ternera? Déjame coger a mí también camarada. Además creo que escuché que en el tercer cajón guardaban los solomillos más sabrosos de unos toros o algo así.
Mencionó de forma interesada mientras cogía un pedazo de aquella deliciosa carne y se lo llevaba a la boca también de forma cruda, le encantaba la sangre. Estaba ya muy acostumbrado a aquello y no lo iba a cambiar, además pudo ver que había botes de helados al ser un congelador, tenía gracia pues había ido a impedir el robo y se había puesto a ayudar al intruso a comer como vacas.
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Me llevaba comida a la boca con ambas manos, aquello estaba delicioso, se notaba que aquello era un local de carne... ¡Y de la de primera!
Aquella ternera era una verdadera delicia. -Me encanta tener una mandíbula que se pueda abrir tanto.- Pensé a la vez que me llevaba varios trozos a la boca. De repente, escuché abrirse una puerta a mis espaldas, y una persona apareció por ella. Giré levemente la cabeza para ver que ocurría, pero no presté demasiada atención. Tras unos segundos pensando, reaccioné.
La persona se acercó a mi posición, y tras olisquear un poco, me pidió...¡Permiso para comer! No me creía lo que estaban viendo mis ojos. Aquel hombre había llegado con la intención de detenerle, o al menos eso había dicho, e iba a acabar comiendo con él, aquello si que era un buen humano.
-Pilla ternera colega, hay para los dos.- Le dije a la vez que le dejaba un trozo.
Entonces, aquel chico dijo algo que, por una vez, me llamó la atención.-Además creo que escuché que en el tercer cajón guardaban los solomillos más sabrosos de unos toros o algo así. Aquellas palabras resonaron en mi mente, no me lo podía estar creyendo, tanto tiempo sin dar bocado y ahora podía comer... solomillo...
Sin pensármelo dos veces me acerqué hacia el lugar citado por el muchacho. Abrí el tercer cajón, y... ¡Allí estaba el ansiado solomillo! Pero, había un pequeño problema, solo había un trozo. Esperaba no tener que pelearme por él, como mucho, podríamos apalear al dueño del local por aquella acción.
Mi conciencia estaba dividida, por una parte tenía demasiada hambre, pero sin embargo, no quería problemas por aquello. Giraba la cabeza lentamente, mirando una vez al chico y otra al solomillo. Aquello me daba demasiado dolor de cabeza, y para el estrés no hay nada mejor que... Cuando me di cuenta me había comido de uno aquel tierno y delicioso trozo de carne.
Miraba al muchacho de reojo, esperaba que no se diese cuenta, pero en fin, siempre quedaba la opción de correr... ¿Verdad?
Aquella ternera era una verdadera delicia. -Me encanta tener una mandíbula que se pueda abrir tanto.- Pensé a la vez que me llevaba varios trozos a la boca. De repente, escuché abrirse una puerta a mis espaldas, y una persona apareció por ella. Giré levemente la cabeza para ver que ocurría, pero no presté demasiada atención. Tras unos segundos pensando, reaccioné.
La persona se acercó a mi posición, y tras olisquear un poco, me pidió...¡Permiso para comer! No me creía lo que estaban viendo mis ojos. Aquel hombre había llegado con la intención de detenerle, o al menos eso había dicho, e iba a acabar comiendo con él, aquello si que era un buen humano.
-Pilla ternera colega, hay para los dos.- Le dije a la vez que le dejaba un trozo.
Entonces, aquel chico dijo algo que, por una vez, me llamó la atención.-Además creo que escuché que en el tercer cajón guardaban los solomillos más sabrosos de unos toros o algo así. Aquellas palabras resonaron en mi mente, no me lo podía estar creyendo, tanto tiempo sin dar bocado y ahora podía comer... solomillo...
Sin pensármelo dos veces me acerqué hacia el lugar citado por el muchacho. Abrí el tercer cajón, y... ¡Allí estaba el ansiado solomillo! Pero, había un pequeño problema, solo había un trozo. Esperaba no tener que pelearme por él, como mucho, podríamos apalear al dueño del local por aquella acción.
Mi conciencia estaba dividida, por una parte tenía demasiada hambre, pero sin embargo, no quería problemas por aquello. Giraba la cabeza lentamente, mirando una vez al chico y otra al solomillo. Aquello me daba demasiado dolor de cabeza, y para el estrés no hay nada mejor que... Cuando me di cuenta me había comido de uno aquel tierno y delicioso trozo de carne.
Miraba al muchacho de reojo, esperaba que no se diese cuenta, pero en fin, siempre quedaba la opción de correr... ¿Verdad?
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Ese hombre era un buen samaritano sin duda alguna, le estaba dejando coger trozos de ternera, pero en ese momento se puso a pensar que se trataba de un ladrón y se puso a dudar por un momento, segundos después negó con la cabeza. Cogió dos filetes totalmente crudos y abrió la boca empezando a comer con avaricia mientras iba saboreando el delicioso sabor de aquella suculenta comida. La sangre bajaba por su garganta con total facilidad, haciendo que todo su estómago sintiera la refrescante sensación pues aquel manjar se hallaba en una nevera. Sus afilados dientes trituraban y despedazaban la carne como si de mantequilla se tratase, con suma facilidad y de una forma voraz.
Aquel Gyojin también se alimentaba y además parecía ser un buen tipo, pero de repente el cabrón hizo la acción más cobarde, sucia y ruin del planeta tierra. Kedra se dio cuenta de cómo solo había un solomillo, el capullo no lo compartió ni nada por el estilo, ni siquiera le ofreció una mínima porción de aquella ofrenda. Se lo tragó todo él solo, eso provocó que el luchador castaño abriera los ojos como platos y se tragará de golpe lo que tenía en la boca, se puso en pie y ahora soltó un enorme grito de desesperación. Usó su poderoso dedo índice para señalar a su acompañante y después abrió la boca todo lo que pudo, todo aquello para quejarse y decirle un par de cosas al hombre pez que tenía frente a sus ojos. Él confiaba en ese tiburón y ahora se sentía traicionado.
- ¡Pensaba que tú y yo éramos amigos! ¡Podrías haberlo compartido conmigo pedazo de avaricioso!
Entrecerró los ojos despacio analizando a aquel ser para después estirar su puño con fuerza a un lado y destrozar una nevera como si de plastilina se tratase, de repente notó una sensación fría invadirle toda la mano. Bastantes cubos de helados empezaron a caer al suelo, estaban cerrados por tapas de plástico y parecía haber de todos y cada uno de los sabores del mundo. Piña, fresa, chocolate, manzana y demás. En ese momento suspiró y se dio cuenta de que la luz se encendió de golpe, el dueño estaba allí con una escopeta y por si fuera poco parecía mosqueado. Le habían encargado proteger aquello y se había puesto a comer también, sin embargo Kedra no tenía motivos para ayudar y tan solo se quedó quieto unos momentos, después señaló al Gyojin con toda la confianza del mundo.
- No pasa nada, este tipo es conocido mío, se llama Paco y va a casarse con mi hermana ahora a principio de mes.
Aquel Gyojin también se alimentaba y además parecía ser un buen tipo, pero de repente el cabrón hizo la acción más cobarde, sucia y ruin del planeta tierra. Kedra se dio cuenta de cómo solo había un solomillo, el capullo no lo compartió ni nada por el estilo, ni siquiera le ofreció una mínima porción de aquella ofrenda. Se lo tragó todo él solo, eso provocó que el luchador castaño abriera los ojos como platos y se tragará de golpe lo que tenía en la boca, se puso en pie y ahora soltó un enorme grito de desesperación. Usó su poderoso dedo índice para señalar a su acompañante y después abrió la boca todo lo que pudo, todo aquello para quejarse y decirle un par de cosas al hombre pez que tenía frente a sus ojos. Él confiaba en ese tiburón y ahora se sentía traicionado.
- ¡Pensaba que tú y yo éramos amigos! ¡Podrías haberlo compartido conmigo pedazo de avaricioso!
Entrecerró los ojos despacio analizando a aquel ser para después estirar su puño con fuerza a un lado y destrozar una nevera como si de plastilina se tratase, de repente notó una sensación fría invadirle toda la mano. Bastantes cubos de helados empezaron a caer al suelo, estaban cerrados por tapas de plástico y parecía haber de todos y cada uno de los sabores del mundo. Piña, fresa, chocolate, manzana y demás. En ese momento suspiró y se dio cuenta de que la luz se encendió de golpe, el dueño estaba allí con una escopeta y por si fuera poco parecía mosqueado. Le habían encargado proteger aquello y se había puesto a comer también, sin embargo Kedra no tenía motivos para ayudar y tan solo se quedó quieto unos momentos, después señaló al Gyojin con toda la confianza del mundo.
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