[Pasado][Byakuro y Akagami] Encuentro de depredadores

- Le pido disculpas señor, no sabe cuanto lo lamento.

La tabernera no hacía más que disculparse una y otra vez, inclinándose hacia el joven de cabellos cobrizos que se encontraba sentado en una de las mesas y cuyas ropas se parecían más un puñado de esponjas que prendas como tal. Le habían derramado por encima toda una jarra de agua tras un choque entre dos de las jóvenes camareras que atendían las mesas del local. Normalmente no le habría importado demasiado, de no ser porque el agua había bañado también su comida, de modo que tuvieron que llevársela y preparar otro plato. Aquello no haría más que retrasar su hora del almuerzo.

- No importa -dijo con el ceño levemente fruncido, apoyando la cabeza sobre la mano mientras trataba de calmarse, mirando hacia una de las ventanas- No es para tanto.

La tabernera volvió a disculparse otras cuatro o cinco veces antes de dejar en paz al pelirrojo. ¿Por qué tenían que pasarle siempre ese tipo de cosas? ¿No podría disfrutar nunca de una comida tranquilamente? En cualquier caso, tocaba esperar de nuevo. Las ropas del pelirrojo seguían bastante húmedas, aunque eso no seguiría así durante mucho tiempo. Al fin y al cabo, era un dragón, y pronto terminarían por secarse. Lo único malo era el tabaco. Empapado no tenía utilidad alguna. ¿Qué iba a hacer mientras esperaba? No mucho más que echar un vistazo a la gente que compartía la sala con él. No era un lugar demasiado grande, pero estaba abarrotado de gente. Probablemente el único sitio libre estaba justo frente a él, en una pequeña butaca escondida bajo la mesa de madera. Era extraño que nadie le hubiese pedido permiso para tomar asiento, pero también algo que agradecía. Con suerte, no volverían a perturbar su paz en lo que restaba de día.

Byakuro se movió con la suavidad de una pluma mecida por el viento. Practicaba la décima kata del Ryu Yoshiki en una plaza, y un pequeño grupo de personas se había reunido a su alrededor. Los lugareños parecían sorprendidos ante aquellos movimientos, que para el cazador no eran nada del otro mundo.

"Salto, giro, doble punzada..." los movimientos del cazador eran automáticos tras tanto entrenamiento repitiendo aquella sucesión continuamente. Su mente empezó a vagar por otros derroteros que no eran la realización de la kata. Se preguntó cuánto tiempo llevaba navegando. No podía recordarlo con exactitud.

La serie de movimientos fue acelerándose hasta rematar con un barrido del bastón en horizontal. El cazador se quedó inmóvil unos instantes mientras la gente le aplaudía. Entonces una mujer gritó:

- ¡Me han robado! ¡Socorro! -un hombre corría por la calle, llevando en sus manos un bolso rojo. Byakuro agarró con calma a Mostaza, su cría de loro gigante, y se echó la mochila a la espalda. Tras eso, con un rápido movimiento de mano hizo surgir una cadena energética que se enganchó en un tejado cercano, y salió disparado ante la atónita mirada de los presentes.

El cazador observó desde la altura al ladronzuelo, que se metió a toda prisa por una puerta. El chico de pelo blanco aterrizó en el suelo, descolgándose con la misma cadena, y la hizo desaparecer. Entonces entró en el lugar. Parecía una especie de taberna, o un comedor de algún tipo. Buscó con la mirada al ladrón, pero no lo lograba ver entre todo el gentío. Al menos, mientras no abandonase el umbral, el criminal no tendría escapatoria.

No tardaron demasiado en traerle otro plato, más teniendo en cuenta que el lugar estaba lleno de gente. Le supuso una espera de unos quince minutos, aunque aquello fue toda una eternidad para el pelirrojo. Odiaba... No, detestaba tener que esperar por la comida, más aún cuanto se la habían tenido que retirar. Era como darle un caramelo para después quitárselo en sus propias narices. "Al menos me han traído un poco" pensó mientras observaba la cajetilla de cigarros que había ahora sobre la mesa. Cortesía de la casa como disculpa por haber derramado el agua sobre él. Se encendió uno usando su aliento, teniendo sumo cuidado de que nadie le viera hacerlo. Era una manía tal vez algo inadecuada que había cogido, pero seguía sin dignarse a conseguir un mechero pese a las múltiples súplicas del subcapitán. Si podía escupir fuego, ¿por qué narices tenía que rebajarse a usar uno de esos artilugios? Ese era el argumento con el que finalizaba siempre aquellas discusiones, sin admitir réplica alguna.

Una vez le trajeron la comida dejó el cigarrillo aún encendido sobre el cenicero al tiempo que se disponía a disfrutar de su comida. Una pata de conejo, muy hecha, sin siquiera guarnición. La verdad era que andaba algo escaso de dinero, por lo que no podía permitirse más que eso. Sin embargo, para él era una ocasión especial. Por culpa de Rito, su compañera, la cual tenía una obsesión insana por los conejos, no había podido probar uno de estos casi desde que se unió a la banda. Qué habría visto Naram en ella era algo que todavía desconocía, pese a que no pudiese poner en duda su potencial. Fue justo antes de dar el primer bocado cuando un hombre entró de forma un tanto apresurada, como si tratase de huir de alguien.

- ¿Y ahora qué? -se preguntaba el chico al tiempo que el hombre se situaba justo donde esperaba: frente a él, tomando la butaca de debajo de la mesa. Definitivamente no iba a poder comer tranquilo.

Con un margen de tiempo bastante pequeño, entró seguidamente otro hombre, de cabellos níveos y ojos blancos, con cierto tono violáceo. Un aspecto algo extravagante, tal vez, aunque el pelirrojo no era el más indicado para calificarlo como tal. Parecía ser el perseguidor del misterioso individuo que se hallaba ahora frente a él, temblando ligeramente y escondiendo algo en su regazo, bajo la mesa. Ya que no eran asuntos suyos, mientras no le molestase no intervendría, pero debido a los nerviosos temblores del tipo la mesa no dejaba de tambalearse, moviendo el plato del joven dragón.

- Si no te detienes tendrás problemas, amigo.

- ¿Dónde estás, ladronzuelo? -se preguntaba el cazador, mientras se frotaba el ojo derecho, tal vez se le había metido una mota de polvo en él.

El chico empezó a rastrear el lugar, paseando la mirada por todos los rostros de los presentes. La multitud era un problema a la hora de encontrar al ladrón. Una mujer mayor, una familia en una esquina, un hombre con pinta de culturista, un hombre con aspecto de drogadicto, un par de hombres brindando en una esquina, un grupo de viejos entrenteniéndose en una mesa en la esquina, con un juego que el chico de pelo blanco no llegaba a entender. Y entonces lo vio, sentado en una mesa frente a un hombre con cabellos rojizos, ¿un jefe, tal vez?

- Ahí estás... -murmuró, mientras se acercaba de forma relajada. Al tiempo que lo hacía, su brazo derecho empezó a brillar bajo la ropa, dándole un aspecto extraño, mientras se formaba una cadena de energía. Si el ladrón intentaba huir, lo atraparía con la cadena. No pensaba hacerle daño, pero si el otro le atacaba no dudaría en pelear. Mientras se acercaba a la mesa, se fijó en el tipo de pelo rojo, esperando para sus adentros que no interviniese. No le apetecía montar un espectáculo aún mayor peleándose con aquellos dos.

El tipo le miró abriendo mucho los ojos, con una mezcla de nerviosismo y miedo. ¿Por qué estaba así? El pelirrojo tan solo le había avisado, no había motivo para alarmarse de esa forma. Le bastaba con que dejase de mover la mesa. Se fijó en que el peliblanco comenzaba a acercarse a la mesa, sin quitarles el ojo de encima. "¿Será un ajuste de cuentas o algo así?" se preguntaba sin apartar la mirada de él. Fue entonces cuando el hombre sentado frente a él se giró, viendo al peliblanco y palideciendo al instante.

- ¡Toma, todo tuyo! -dijo al tiempo que le lanzaba al chico una especie de bolso rojo y trataba de escabullirse entre la gente, aparentando normalidad.

El pelirrojo lo cogió al vuelo, sin comprender absolutamente nada, al tiempo que observaba cómo el extraño individuo se alejaba. Devolvió la vista al bolso, alzando una ceja. ¿Qué quería decir con "todo tuyo"? ¿Se lo estaba regalando? Desde luego, era una forma muy rara de entregarle un obsequio a alguien, más aún sin conocerle de nada. Ya resolvería aquellas dudas después. ¿Quién sabe? Tal vez tuviese algo de dinero. Lo dejó sobre la mesa, al lado de la comida, mientras se disponía a atacar el plato, aunque no pudo evitar echarle un último vistazo al hombre de ojos blanquecinos. Algo le decía que no iba a poder dar ni un bocado, aunque esperaba que fuese tras el tipo y le dejase comer en paz.

Mientras tanto, la gente parecía haberse alterado un poco y el ruido aumentaba al tiempo que el señor del bolso trataba de abrirse paso entre un grupo de varios hombres bastante fornidos en comparación a él, lo cual le impidió avanzar. El otro ya estaba casi al lado. "Como me lleve un solo empujón, les aplastaré a ambos".

Byakuro se acercó a la mesa. El ladrón le lanzó el bolso a su acompañante y se levantó a toda prisa. El cazador lo dejó pasar, tan solo le interesaba aquel complemento para poder devolvérselo a la mujer. Se acercó al asiento en el que un instante antes había estado sentado el hombre, y observó al muchacho de pelo rojizo.

- ¿Te importaría darme ese bolso? Ese hombre se lo ha robado a una mujer que debe estar buscándolo. -le preguntó al pelirrojo.

Tras eso, echó un vistazo hacia el ladronzuelo, que trataba de abrirse paso entre la multitud de forma infructuosa. En cierto modo le daba pena. A saber si lo había robado por necesidad. Pese a que no está bien robar, Byakuro entendía que en situaciones límite la gente podía cometer actos de los que no se debía estar orgulloso.

- Bueno, si no te importa voy a tomar asiento. -sin esperar una respuesta por parte del otro, se sentó frente a él, sin dejar de observar el bolso rojo.

Un camarero se pasó por la mesa para tomar el pedido del cazador. Era un chico joven, de apenas dieciséis o diecisiete años, posiblemente el hijo o sobrino del dueño, y parecía algo ajetreado por el gran número de personas que había en el lugar en aquel momento.

- ¿Qué va a pedir el señor? -preguntó, con una voz aguda que aún tenía restos de la niñez.
- Tomaré un poco de repostería y un zumo de manzana. -respondió sin dudarlo el cazador, sin separar sus ojos ni un momento del hombre que estaba frente a él. El chico garabateó un par de cosas en su libreta de pedidos y salió a paso ligero en dirección a la cocina.

El peliblanco pareció perder todo interés en el tipo del bolso, pues ni siquiera se molestó en tratar de cogerle pese a que su fuga había sido todo un fracaso. ¿Tal vez no le andaba persiguiendo? Le parecía extraño, aunque siempre podía haberse tratado de una simple casualidad. Sus dudas fueron resueltas en cuando el hombre se dirigió a él, pidiéndole aquel bolso rojo, al parecer, robado. Comprendió entonces la situación y asintió tranquilamente, encogiéndose de hombros. Tampoco tenía interés en él.

- Claro -respondió al tiempo que lo empujaba con una mano para acercárselo al hombre de cabello blanco- Todo tuyo.

Tras eso volvió su atención al plato, no sin antes echar un último vistazo al torpe ladrón, que al ver que no trataban de cogerle salió rápidamente del local, dándose una buena carrera. Su espontaneo acompañante tomó asiento tras pedir permiso, sin esperar siquiera su respuesta. No le dio mayor importancia, a fin de cuentas no parecía que fuese a chafar su comida. Comenzó a degustar la jugosa pata de conejo al tiempo que uno de los camareros, el que parecía más joven, tomaba nota al peliblanco. Volvió a echarle un vistazo, tratando de fijarse más detalladamente. No parecía alguien extremadamente fuerte, lo cual le chocaba con la idea de que fuese el perseguidor del otro tipo.

Se formó un silencio que para muchos resultaría incómodo, aunque no para el pelirrojo. No era muy dado a hablar con desconocidos, sin importar la impresión que tuviese de ellos, así que se limitó a comer tranquilamente, pensando qué haría tras ello. Tal vez dar un paseo por la ciudad viniese bien para bajar la comida. "Siempre puedo buscar un sitio donde echarme un rato" pensó mientras trataba de sacarse con la lengua un trozo de carne que había quedado entre sus dientes, interrumpiendo la comida unos segundos.

Byakuro sonrió para sí mismo, y entonces metió la mano en su bolsa. Cogió un pequeño cuchillo de la mesa y lo usó para cortar lo que llevaba allí dentro. Aquella especie de esfera era blanda y el cuchillo la atravesó con facilidad. Cuando hubo cortado una rodaja de aquella cosa, lo extrajo con lentitud y le dio un mordisco.

- ¡Puaj, que asco! No recordaba que estas cosas supieran tan mal... -se quejó, mientras tragaba el trozo de fruta a duras penas y tiraba el resto del pedazo en la mesa. El trozo del fruto, de color oscuro y aspecto oleoso, parecía reflejar las luces de las lámparas del local.

El cazador se levantó con lentitud del sitio y suspiró, mientras trataba de lograr algo que solo él sabía. Fuera lo que fuera que intentaba, no parecía lograrlo, por lo que volvió a sentarse, cogiendo el bolso rojo y sonriendo al otro comensal:

- Gracias. - sonrió, y se levantó de nuevo, dejando unos billetes en la mesa. El sabor de la Inku-Inku No Mi le había quitado el apetito. Saldría del local y le devolvería el bolso a su dueña.

No le prestó demasiada atención al peliblanco mientras tragaba los últimos trozos de su comida. La verdad es que aquello era un placer que escasas veces podía disfrutar. El pelirrojo podía confirmar que solo cuando carecemos de algo es cuando realmente lo apreciamos. Sacó una extraña fruta del interior de su bolsa, la cual probó para acto seguido arrojarla sobre la mesa, como si le hubiese sabido a mil infiernos. Tras eso hizo algunas cosas que extrañaron al joven dragón, aunque decidió ignorarle. Tras eso recogió y le dio las gracias, supuestamente por haberle entregado el bolso, antes de hacer ademán de marcharse.

- No hay de qué -contestó haciendo un gesto con la mano, quitándole importancia y bostezando ligeramente. La comida le había dado sueño.

Tras ver cómo el peliblanco soltaba su dinero sobre la mesa, el chico hizo lo mismo, deshaciéndose de los pocos berries que le quedaban. Seguramente tuviese que recurrir a Naram cuando vinieran a buscarle. Al fin y al cabo, no le costaba nada dejarle un poco de dinero... Literalmente. Se quedó observando al otro, sin añadir palabra alguna, cruzándose de brazos y apoyándose sobre la mesa con ellos. Esperaría a que cobrasen antes de marcharse. No quería meterse en líos porque a alguien más se le ocurriese coger el dinero... Aunque tal vez no pudiese evitarlo. ¿Quién sabe?

Byakuro iba a salir del local, cuando de pronto, un destello iluminó su mente. El motivo por el que había ido a aquella isla. Metió la mano en la bolsa, justo al lado de la Akuma No Mi, y sacó un papel arrugado. Se trataba de un WANTED que había encontrado. Era de un pirata cuya cabeza valía 15.000.000, y el cazador quería atraparlo para tener algo de liquidez. Los crímenes cometidos por aquel hombre eran el asesinato de civiles y el ataque a un cuartel. La verdad es que lo segundo no le importaba mucho a Byakuro.

- Por cierto... -dijo mientras volvía a girarse hacia el pelirrojo-. ¿No habrás visto a este hombre? Creo que se encuentra en esta isla. -el cazador extendió el cartel para que el otro hombre pudiera ver la cara del pirata.

El peliblanco se disponía a marcharse mientras que el pelirrojo llevaba la mano al cigarrillo, que había permanecido prendido en el cenicero durante todo ese tiempo. Lo golpeó suavemente con un dedo para desprenderse de la ceniza sobrante y se lo llevó a la boca, dando una larga calada antes de dejar escapar el humo por entre sus labios. No le había ido tan mal, después de todo. Pudo disfrutar de su comida y se llevó una cajetilla gratis. Le mereció la pena aquella jarra de agua. De nuevo se acercó el chico que había tomado nota al desconocido, tomando el dinero y llevándoselo tras desearle un buen día. Estaba dispuesto a marcharse, justo cuando el peliblanco volvió a dirigirse a él.

- Pensaba que ya te habías marchado -comentó el chico con tranquilidad, prestándole toda su atención mientras se preguntaba qué querría.

Se quedó mirándole a los ojos mientras hablaba. Llevaba en la mano un papel... Que parecía ser la foto de alguien. Al principio casi ni se fijó, pensando que sería algún familiar de él o algo por el estilo, pero las letras de imprenta de la Marina le hicieron volver toda su atención en este. Casi se quedó en blanco al ver de quién era la foto. El hombre que salía, de cabellos azules y piel rosada tenía un parecido extremo a su antiguo capitán, llegando incluso a pensar que se trataba de la misma persona. Pero no, eso no podía ser. Su vivre card había ardido. Un conflicto de emociones invadió el cuerpo del pelirrojo, que no era capaz de reaccionar. Tras unos segundos, volvió su mirada a los ojos del peliblanco. No parecía un marine, pero si andaba tras el hombre del cartel...

- ¿Eres un cazarrecompensas? -preguntó en un tono serio, tal vez algo elevado. Sus ojos parecían estar ardiendo por dentro.

Apoyó ambas manos en el borde de la mesa, mostrándose calmado pese a la ira que comenzaba a apoderarse de él. No sabía si era por el extraordinario parecido de ese tipo con Mikoto, o si la razón era el hecho de que el otro fuese un cazador. Sentía demasiado asco en aquel momento. Comenzó a incorporarse lentamente, sin separar las manos del mueble de madera mientras cerraba los ojos un instante.

- Lo siento, no le conozco -respondió el pelirrojo- Y... Creo que tú tampoco llegarás a hacerlo.

Abrió los ojos, mirándole con el ceño fruncido al tiempo que activaba su mantra por lo que pudiera ocurrir. Al fin y al cabo, si se trataba de un cazador debía de ser alguien fuerte. Hizo fuerza con los brazos en un rápido movimiento, lanzando la mesa por los aires en dirección al peliblanco con la intención de arrollarle con ella, sin moverse del sitio.

Byakuro sonrió. Tal vez aquel hombre pudiera ayudarle a encontrar al pirata. Si lo hacía, pondría rumbo para capturarlo de inmediato. Sin embargo, el hombre pareció molestarse por lo que le había dicho, y le preguntó con un tono quizás algo elevado si se trataba de un cazador de recompensas.

- Hay quien me llama así, aunque la verdad no me importa mucho todo ese asunto. -dijo Byakuro. El otro parecía haberse calmado de nuevo, menos mal. Pero aún no le había respondido acerca del paradero del hombre peliazul.

Sin embargo, cuando el otro hombre le dijo que no lo había visto, el cazador puso una expresión compungida y asintió levemente. Lo que dijo a continuación el pelirrojo le hizo mirarlo con extrañeza, justo en el momento en que la mesa se dirigía hacia él. Por suerte, al ser una mesa tan grande, el impacto se distribuyó por todo el cuerpo del cazador. Ambos, hombre y mueble, salieron disparados contra la pared, rompiéndose en dos el segundo.

- Ouch... ¡Oye! -se quejó Byakuro-. ¡Eso duele! -mientras tanto, se incorporó, centrando su haki de observación en el hombre de pelo rojo, que seguía en la misma posición. Mostaza revoloteaba por el local, gritando las palabras de Byakuro con su estridente voz: "¡Eso duele!¡Eso duele!".

Mirando al joven pelirrojo, agarró su bastón en posición de guardia con una sola mano, y empezó a caminar lentamente hacia la puerta del local. Si el hombre intentaba algo raro, tenía pensado un plan.

Su rostro permaneció inexpresivo mientras hombre y mesa eran estampados contra la pared del local, partiéndose esta última en dos. En un principio se decepcionó al ver que no había sido capaz de evadirlo, llegando a pensar que se trataba de un don nadie al creer que le había dejado fuera de combate con ese simple golpe. Grata fue su sorpresa al ver que se incorporaba, tomando su bastón y adoptando una posición de guardia. "Entonces me harás frente, ¿eh?" pensaba el pelirrojo sin apartar la mirada de él, aún con su haki de observación activado. Alzó una ceja mientras veía cómo se desplazaba lentamente hacia la puerta de la taberna. ¿Acaso pensaba huir? Si era así el chico no se lo permitiría, seguía demasiado alterado pese a no dar señales de ello en su gesto.

- Podría haber sido más duro -comentó con una ligera sonrisa ante su queja.

Adoptó una posición defensiva, flexionando ligeramente las piernas y alzando ambos brazos con las manos abiertas mientras se movía de forma paralela a él. Aún era muy pronto para mostrar sus poderes, por lo que de momento se limitaría a usar su fuerza y sus conocimientos de las artes marciales. Lo cierto era que tampoco pensaba que el cazador pudiera darle tantos problemas como para hacerle usar el poder de su Akuma no mi. Estaba dispuesto a lanzarse al ataque cuando, tras avanzar un primer paso, una sartén golpeó la cabeza del pelirrojo.

- ¡Si vais a pelear hacedlo fuera de mi taberna! ¡No me obliguéis a alertar a la Marina! -era el dueño, que estaba notablemente cabreado con ambos, cosa que podía verse en el tono rojizo que había adquirido su rostro.

El chico se rascó la zona del golpe, sintiendo un ligero dolor y volviendo a dirigir la mirada al peliblanco. La verdad era que aquellas personas no tenían por qué verse involucradas en ese asunto y, aunque no le importase demasiado, probablemente la mayoría se pusieran en su contra, lo cual complicaría bastante las cosas y podría meterle en un buen lío con la ley. Relajó un poco el cuerpo sin dejar de prestarle toda su atención al hombre de cabellos níveos.

- Será mejor que salgamos... ¿Lo harás por tu propio pie o tendré que ayudarte?

Byakuro observó la situación. Aquel loco quería ponerse a pelear sin motivo. Bueno, no era algo que le desagradase, pero estaba molesto. Aquel ataque por sorpresa había sido un truco sucio.

- Si querías pelear, podías haberme avisado... -dijo, con un tono de mosqueo bastante marcado-. Y no, gracias, puedo salir por mi propio pie.

Empezó a caminar al exterior, sin abandonar su posición de guardia. En cuanto salió, la mujer del bolso llegó corriendo, posiblemente para recuperar lo que era suyo. Al ver al cazador en aquella posición, se detuvo. Byakuro le tendió su bolso, mientras le decía:

- Sal de aquí, ahora -su tono no dejaba lugar a réplica. La mujer agarró su bolso rojo y salió corriendo-. Bien, y ahora déjame decirte que me ha parecido muy mal que me ataques sin avisar, Akage-chan... -una leve sonrisa se formó en la boca del chico, a medias entre la diversión y la burla.

Se alejó un par de saltos hacia atrás, dejando espacio entre él y la entrada al local. Seguía manteniendo su posición de guardia frente a él, con el bastón frente al pecho y la mano derecha cerrada, a la altura de la cintura. Su haki mantra estaba activo, listo para prever cualquier ataque proveniente de aquel tipo de pelo rojo.

Chasqueó la lengua ante la respuesta del cazador, siguiéndole hasta salir de la taberna tras escuchar un "¡Y no volváis más!" del tabernero a sus espaldas. Observó entonces a la mujer que había aparecido, corriendo a toda prisa. Al parecer el otro había dicho la verdad. En su menté barajó la idea de que realmente el bolso no fuese de una mujer a la cual se lo hubiesen robado, sino que el peliblanco se tratase de un simple timador. Alzó una ceja al escuchar la manera en la que se refirió a él.

- Tal vez debería disculparme por ello entonces -le dijo con una ligera sonrisa en su rostro, algo arrogante.

El peliblanco no había tratado de atacarle aún, cosa que le extrañaba en parte. Tal vez tuviera algún tipo de plan, o puede que no se viera con fuerzas suficientes como plantarle cara, cosa que descartó inmediatamente por su actitud. Parecía bastante seguro de sí mismo a la par que muy decidido a combatir. Ambos se mantuvieron quietos, en guardia, observándose detenidamente, como si estuviesen analizándose. El pelirrojo mantenía su mantra activado, centrándose en el cazador por si intentaba algo.

- ¿Cuál es tu nombre? -preguntó en un tono serio, sin bajar la guardia- Me gustaría saber quién es el hombre al que voy a matar.

Sentía verdadero asco hacia él en ese momento. ¿Por qué dedicarse a capturar a aquellos que no siguen las normas dictadas por un gobierno corrupto? Arrebatarles la vida a cambio de dinero, como si esta pudiese comprarse. Al final las presas eran encarceladas, ejecutadas o esclavizadas, esta última opción muy ligada a su pasado. Probablemente aquello fuese el motivo por el que repudiase tanto a los cazarrecompensas, casi tanto como al propio Gobierno Mundial. Tras escuchar su contestación, en caso de que la hubiera, se lanzaría rápidamente a por él, comenzando a cargar electricidad en su brazo derecho mientras estiraba los dedos de la mano. Cuando se encontrase a unos tres metros de él lanzaría un ataque directo a su pecho, a 23 m/s, con la intención de atravesar su torso y acabar con su vida. Le daban igual los problemas que pudiesen surgir a raíz de eso, no pensaba detenerse. Tal vez en otra situación no habría actuado así, pero el recuerdo de su capitán que aquel cartel había despertado en él le había enfurecido demasiado.

- Thunder Lance

Byakuro sonrió levemente cuando el otro le preguntó por su nombre. Decía algo de que iba a matarlo. Aquello le resultaba gracioso al chico, que no podía evitar pensar en su cautiverio. Aquel chico tan solo estaba soltando una bravata sin fundamento.

- Me llamo Byakuro, pero tú puedes llamarme "Bykauro-san". -hizo un rápido molinete con su bastón en la mano derecha, sin dejar de sonreír. Un par de personas se habían agolpado en la puerta de la taberna, esperando para ver la pelea que se iba a desarrollar.

En ese momento, el chico de pelo rojo empezó a correr hacia él a toda velocidad. Byakuro alzó ante él su bastón con la mano derecha, agarrándolo por un extremo, para tratar de evitar el inminente ataque. Mientras tanto, con el izquierdo activó el dial que hacía un rato que tenía listo. Un dial de feromonas, lo suficientemente potente como para dejar en un estado próximo a la embriaguez a una persona. Apuntó a la cara de su oponente al tiempo que lo activaba, mientras con el bastón imbuido en haki trataba de desviar el puñetazo.

El golpe con el bastón desvió el puñetazo un mínimo, lo suficiente como para evitar que las costillas fueran dañadas. Sin embargo, una sensación dolorosa recorrió el cuerpo de Byakuro a la altura del pectoral izquierdo, cuando el golpe le golpeó en las costillas. Con un gruñido animalizado, el chico lanzó una patada a la entrepierna del pelirrojo, imbuida con sus flamas vitales. Si recibir ese golpe no le hacía respirar aquella nube de feromonas, entonces empezaría a pelear en serio.

"Byakuro", tenía la sensación de que había escuchado ese nombre en alguna parte, aunque no era capaz de recordarlo. ¿Tal vez era un cazador famoso o alguien importante? No lo sabía, pero si le estaba plantando cara definitivamente no era moco de pavo, como quien dice. El ataque había sido bastante rápido, aunque su oponente logró reaccionar a tiempo antes de alcanzarle. La mano se desvió y, aunque le golpeó, no llegó a atravesar su cuerpo como había esperado que hiciera. Mientras tanto el peliblanco llevó una especie de concha hacia su cara, la cual pareció expulsar algo cuando de repente...

- ¡MIERDA!

Soltó un exagerado gruñido de dolor al tiempo que se inclinaba hacia delante, llevando las manos hacia la zona de la entrepierna. El muy ruin le acababa de propinar una patada en aquella zona tan sensible, y no una patada cualquiera. Juraría que ese golpe había sido más fuerte de lo normal, aunque entre toda esa horrible sensación que comenzó a ascender por su vientre no sabía si estaba en lo cierto o no. "Jodido bastardo, ahora verás". Ya no le importaba absolutamente nada, tan solo quería destrozar a aquel hombre aunque fuese lo último que hiciera en toda su vida. Y si para ello debía mostrar sus poderes, que así fuera. De su coxis nació una dorada cola escamada, la cual se lanzó rápidamente hacia el cuello del peliblanco. Su intención era la de sujetarle y, acto seguido, girar con él hasta lanzarlo con suficiente fuerza como para que saliese despedido unos cuantos metros antes de chocar contra el edificio que había frente a la taberna, haciendo desaparecer la cola inmediatamente después. Tras esto se pondría en cuclillas y mantendría esa posición, con su mantra activado por lo que pudiera ocurrir mientras trataba de recuperarse de la patada.

- A ver cómo respondes ahora -dijo tras esto, irguiéndose y adoptando la misma posición de guardia que al principio, preparándose para enfrentarse a él en serio.

Byakuro sintió una fuerte opresión en el cuello cuando Akagami le rodeó con su cola salida de la nada, y de pronto... nada. Sintió cómo su visión se volvía extraña, como si se estuviese inclinando a toda velocidad y cayendo hacia el suelo, pero él sentía los pies en el suelo. Y entonces vio su cuerpo, en pie aún, a su lado. Decapitado.

- ¿¡QUÉEEEEEE!? -gritó, mientras su cabeza se golpeaba contra el suelo, deshaciéndose parcialmente en un montón de moco negruzco que se esparció por el suelo.

Hubo un grito, un la gente que estaba en los alrededores empezó a correr, huyendo de aquel lugar. Al fin y al cabo acababan de contemplar una decapitación en primera persona. Byakuro, sin embargo, no sentía dolor. Pero seguía viendo al hombre pelirrojo a su lado.

- ¿Qué cojones has hecho? -le incriminó-. ¿Por qué no estoy muerto? ¿POR QUÉ MI CUERPO ESTÁ AHÍ Y YO AQUÍ? -mientras gritaba, su cuerpo se agachó y trató de colocarse la cabeza en su sitio. El resultado fue bastante decente, y los hilillos de tinta negra se entrelazaron entre ellos para unir la cabeza al cuello de nuevo- Vale, eso ha sido raro... -dijo el cazador- Mejor no vuelvas a hacerlo.

Aquella experiencia había sido bastante chocante para Byakuro. Acababa de ser decapitado sin morir, lo que no dejaba de ser en cierto modo traumático. Agitó la cabeza un par de veces para asegurarse de su fijación y asintió satisfecho.

Observó, incrédulo, cómo la cabeza del cazador se desprendía de su cuerpo tras el agarre de su cola dorada, sin derramamiento de sangre alguno ni nada que incitase a deducir que le había decapitado. "¿Qué mierda...?", juraría que no había hecho tanta fuerza como para separar su cabeza del cuerpo. De hecho, jamás se había visto en una situación como aquella. Era físicamente imposible que aquel agarrón hubiese bastado para acabar con el peliblanco.

- Imposible... -murmuró perplejo ante tal imagen, quedándose inmóvil y con la mirada fija en la cabeza voladora que acababa de precipitarse contra el suelo.

Este quedó bañado de una extraña sustancia negruzca, como si de un enorme moco se tratase mientras el cazador seguía... ¿Hablando? ¿¡Cómo narices iba a estar hablando tras haberle decapitado!? La situación era, cuanto menos, macabra. El pelirrojo miró intermitentemente a la bola parlante y al cuerpo de esta, que permanecía erguido como si nada hubiera ocurrido.

- ¿¡Y yo qué cojones se!? ¡Es a ti al que se le ha caído la cabeza! -le gritó, nervioso y confuso aún por la situación en la que se habían metido ambos mientras la gente corría despavorida. "Esto no puede ser bueno" pensaba mientras les veía marcharse antes de volver su mirada a Byakuro y observar, incrédulo, cómo este se volvía a "montar", como si de un juguete se tratase- Pero tú... ¿Qué coño eres?

La ira y rabia que había sentido en un primer momento se habían esfumado como el humo en el aire, probablemente por la inesperada y "cómica" situación que se había generado. Trató de calmarse un poco e incluso palpó el cuello del otro con un dedo, preguntándose si volvería a desmontarse al hacer aquello. Le miró fijamente entonces, clavando sus anaranjados orbes en los ojos violáceos del peliblanco, aguardando alguna especie de explicación por su parte. Ni siquiera tenía ganas de continuar el enfrentamiento. "Un día de estos me voy a volver completamente loco".

Byakuro sonrió mientras se preparaba para otro ataque, pero el hombre no parecía querer pelear tras haber visto aquello. Mejor, al fin y al cabo. Aquel hombre se había vuelto loco sin motivo. El cazador sonrió, el otro no debía haberse fijado en la fruta que había ingerido delante de él unos minutos antes. Con un tono medio burlón dijo:

- ¿En serio? deberías graduarte de la vista, amigo. Tú debes ser usuario, por lo que acabas de hacer... Zoan, si no me equivoco. Así que deberías saber qué es una Akuma no mi -su sonrisa se ensanchó-. Y aunque me has dejado con ganas de una buena pelea, no tengo más tiempo que perder. -el chico se giró, dándole la espalda a su oponente y observó la calle, ahora desierta.

Tras uno de los edificios, un hombre de pelo azul apareció, con la mirada aburrida, mirando la calle abandonada. Su pelo puntiagudo, de color azulado, y su característico abrigo: ese hombre era Makoto. El pirata fijó su atención en ambos, el cazador y el dragón. Byakuro se echó a reír.

- Vaya... qué casualidad, justo al hombre al que estaba buscando -sin pensarlo dos veces, agarró su bastón y echó a correr hacia él-. ¡Eh, tú! -le gritó al tipo de pelo azul-. ¡Vengo a por ti!

El hombre de pelo azul lo miró con los ojos abiertos por el asombro y sacó una espada para defenderse del golpe brutal que lanzó el cazador contra su costado. Byakuro realizó una rápida finta seguida de un golpe a la garganta, que el hombre detuvo sin muchos problemas. El cazador sonrió.

- Bien vales quince millones. -el hombre de pelo azul lo miró con rabia.
- ¿Otro perro del Gobierno? ¿No os llegó con lo que le hicisteis a mi hija? -el chico de cabellos marinos lanzó un tajo a la pierna del cazador que se convirtió en tinta, con lo que la hoja la atravesó.
- ¿Qué? -el cazador dio un pequeño salto hacia atrás. Aquello era inesperado.

Akagami frunció el ceño, cada vez más molesto tras cada palabra que pronunciaba. ¿Cómo era capaz alguien de irritarle de esa manera? Tal vez fuese por su condición de cazador, aunque aun así no solía perder los nervios tan rápidamente. Probablemente el parecido del hombre del cartel fue el factor que propició aquella reacción. El peliblanco afirmó que, efectivamente, lo que había ocurrido se debía a los poderes de una akuma no mi, del tipo Logia por lo que pudo deducir.

- Sí, son los poderes de una Zoan -corroboró tras su afirmación, aunque fuese bastante lógico- Mejor, tampoco tengo interés en malgastar más tiempo contigo, perro -le dijo poniéndose de lado a él al ver que tenía tan pocas ganas de continuar el combate como él mismo.

Sin embargo, no todos los problemas terminarían allí, pues el hombre de cabello azul del cartel acababa de aparecer tras uno de los edificios cercanos, mirándoles a ambos probablemente sin comprender demasiado bien qué ocurría. El pelirrojo mantuvo su mirada clavada en él, casi como si estuviese viendo un fantasma. "Es demasiado parecido a él..." Fue lo que pensó mientras parecía que estuviera paralizado, sin mover ni un músculo antes de que Byakuro comenzara a correr tras él, dispuesto a capturarle.

- Serás... -musitó al tiempo que salía corriendo, persiguiéndole. No pensaba tolerar que capturasen a alguien en su presencia.

Cuando llegaron Makoto bloqueó los ataques del cazador con una facilidad bastante asombrosa. El joven dragón iba a intervenir justo en el momento en el que el criminal dijo algo referente a su hija, a la cual parecía haberle ocurrido algo. ¿Un secuestro? ¿O tal vez un asesinato? No lo tenía muy claro, pero aquellas palabras habían hecho retroceder a Byakuro, como si se estuviese planteando luchar o no.

- Nunca os perdonaré lo que habéis hecho -siguió el hombre, con los ojos relampagueando de pura ira- ¡No me detendré hasta que paguéis por ello!

Y tras aquellas palabras el peliazul se lanzó hacia el cazador, dispuesto a atravesarle con su espada. Pero, justo antes de que esta llegara a alcanzarle, la mano de Akagami sujetó su brazo, deteniéndole en seco mientras le miraba fijamente a los ojos. No entendía muy bien por qué lo había hecho. Tal vez por haber visto algo de empatía en el peliblanco o puede que por simple miedo a que aquel hombre tan parecido a su antiguo capitán pudiera salir herido.

- ¿Otro perro más? -le gritó- ¿Acaso no podéis valeros por vosotros mismos?

- ¿De qué hablas? -comenzó en un tono tranquilo, aún sin soltarle- ¿Qué le ocurrió a tu hija?

- Eso no es asunto tuyo... -respondió, consiguiendo liberarse de su brazo y tomando cierta distancia de ambos.

Byakuro sacó el cartel arrugado de su bolsa y lo extendió, mostrándoselo al hombre de pelo azulado.

- Bueno, yo creo que sí es asunto mío... así que o hablas o tendré que ponerme serio, amigo. -dijo el cazador, con el semblante serio. El hombre pareció dudar durante unos instantes, pero al final accedió a hablar.
- Está bien, está bien... esos malditos agentes del gobierno vinieron y se llevaron a mi hija. Al poco tiempo me enteré de que la habían llevado a un centro médico para investigar sobre una posible enfermedad. Me dijeron que tenía un extraño gen en su ADN que provocaba muerte prematura -el hombre apretó los dientes-. Pero en realidad mentían. Aquellos hombres estaban sometían a mi niña a experimentos. Fui hasta allí y los maté a todos, pero mi hija estaba en un estado muy delicado. Murió en mis manos. Aquellos hijos de perra no merecían vivir -el hombre estaba furioso, y apuntó con su espada a Byakuro-. Y por eso ahora los carroñeros como tú venís tras mi cabeza. Por tratar de defender a mi hija de unos malnacidos.

Byakuro bajó su bastón y lo dejó caer al suelo. No pensaba matar a aquel hombre, y aunque podría estar mintiendo, sus ojos reflejaban rabia y tristeza. No parecían los ojos de un asesino.

- No pienso cobrar tu cabeza, pero tener un cartel como el tuyo implica que muchos vendrán tras ella -Byakuro miró al pelirrojo-. Y aunque alguno de nosotros te ofreciéramos protección dudo que la aceptases. Así que solo te diré que tengas cuidado. No todos los cazadores somos carroñeros, pero como en todos los lados, hay gente dispuesta a hacer lo que sea por dinero.

El pelirrojo escuchó con atención al peliazul mientras le miraba a él y al cazador de forma intermitente. "Una niña secuestrada... ¿Cuántas veces se habrá repetido esto?" se preguntaba, pensando entonces en Anna y lo que le ocurrió a su familia. Apretó los puños, estaba cansado de escuchar este tipo de historias sobre el gobierno. Cada vez estaba más convencido de que destruirlo sería la opción correcta, incluso si hacerlo reclamase su vida. Les haría pagar por todo el dolor y sufrimiento que habían provocado en el mundo. Se sorprendió un poco al ver que Byakuro soltaba su bastón, negándose a luchar. ¿Un cazador renunciando a la recompensa de un criminal? No todos los días podía verse aquello. Otra excepción más, igual que la pelirroja que, sin embargo, no le haría cambiar su visión sobre los cazarrecompensas. Tras escuchar las palabras del peliblanco desvió la mirada, frunciendo ligeramente el ceño.

- Supongo que juzgué demasiado rápido -susurró, sin importarle si llegaba a escucharle o no antes de volver su mirada al peliazul- Tal vez no deberías acercarte a lugares tan poblados como este. O si lo haces, deberías cuidar de que sea más complicado distinguirte.

Metió las manos en los bolsillos y volvió a desviar la mirada. Realmente le costaba observar a ese hombre. Era como ver a su capitán con vida de nuevo, sabiendo a la vez que tan solo se trataba de una simple coincidencia, lo cual producía sentimientos contradictorios en el pelirrojo. Makoto pareció calmarse un poco y envainó su espada, aunque aún permanecía alerta.

- Eso haré... La verdad es que no sé cómo actuar. Ninguno de los cazadores que vinieron anteriormente había mostrado algo de corazón -hizo una pequeña pausa- Supongo que... Gracias.

Byakuro observó a Makoto y al pelirrojo, del que aún no sabía el nombre. Al final todo había salido bien para todos, salvo, tal vez para el bolsillo del cazador.

- Ah, esto de hacer buenas obras me va a dejar pobre... -murmuró mientras se llevaba las manos a la nuca, y ponía expresión compungida-. Y tú aún no me has dicho tu nombre, lagarto-chan. -se dirigió al tipo de pelo rojo.

No es que le preocupase saber como se llamaba aquel muchacho, pero nunca estaba de más conocer gente. Gente con cola de lagartija hiperdesarrollada.

- Bueno, dado que ya no hay nada que hacer en esta isla, creo que me voy a ir... -concluyó el chico.

Miró al peliblanco de forma condescendiente tras soltar un largo y pesado suspiro, guardando las manos en los bolsillos de su pantalón. Supuso que ya había perdido los motivos para seguir el conflicto con aquél extraño tipo. Ante su pregunta alzó una ceja, pues no comprendía demasiado bien cómo alguien al que acababa de atacar instantes atrás podía mostrarse de una forma tan... ¿Amable?

- Souh Akagami -le respondió, frunciendo el ceño- No lo he hecho porque no lo he visto necesario... Pienso que estabas mejor con la cabeza en el suelo.

Contuvo las ganas de desmontarle de nuevo de un golpe. Makoto se dirigió a ambos, expresando su gratitud por no tratar de capturarle y despidiéndose al tiempo que marchaba, dejando a ambos allí. El pelirrojo volvió su mirada a Byakuro y se acercó un poco.

- No te equivoques conmigo. No me caes bien ni creo que vayas a hacerlo en un futuro, pero es raro ver cazadores con tu forma de pensar. Nuestra pelea simplemente se ha aplazado -le dijo a regañadientes mientras hacía ademán de irse, pues ya no le quedaba nada por hacer allí.