Keth - Selim
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Pescado. Otra vez pescado. Llevaba cuatro días seguidos comiendo pescado. Y todo porque me había perdido y no sabía a cuánto estaba de la siguiente isla. Y por supuesto, el mar estaba tan desangelado y desierto, por no decir asquerosamente salado, como siempre. Porque esa era otra. Llevaba bastante sin llover, por lo que mis reservas de agua se estaban acabando. Y necesitaba, necesitaba, encontrarme con alguien más, oír su voz, convencerme de que no estaba solo en este mundo.
Igual tantos días en el mar habían acabado por volverme loco. Siempre me gustó el agua, pero como bien se dice, todo es mejor en su justa medida.
-La verdad es que si tengo que tomar más pescado, no se qué haré... esto no puede ser bueno para la salud.
Mi propia voz sonó rasposa después de varios días sin hablar. Soy silencioso por naturaleza, y más todavía si no tengo a nadie con quién hablar. Casi no reconocí el sonido de mi propia voz. Sonriendo, alargué la mano hacia mi flauta y comencé a tocar el instrumento. Una melodía algo apresurada, agitada, comenzó a formarse. Utilizando la escala menor como base, fui construyendo la canción, que al rato comenzó a tornarse más lenta y pausada. Me recosté contra la madera sin dejar de tocar, sintiendo la débil vibración bajo mis dedos. Ahora estaba algo mejor, tocar siempre me ayudaba. Tanto que a veces parecía que la flauta me representara mejor que mi propia voz. Aunque pensamientos como ese nunca saldrían de mi cabeza. Al fin y al cabo, a nadie le importaría escucharlos.
Suspiré. Estaba ya atardeciendo. Fui a coger una capa azul a mi camarote, no fuera a ser que refrescase. Entré a la despensa mientras me la anudaba y eché un vistazo a mis provisiones. No era buena idea comerlas a no ser que hubiera una emergencia, no quedaban muchas. Tenía algo parecido al dinero, pero en alta mar no me servía de nada. Ya preveía otra cena a base de pescado. -No tendré la suerte de que se haya ahogado una cabra, no...pero no, no caerá esa breva.- Iba pensando mientras volvía a la cubierta caña de pescar en mano. Menos mal que el velero estaba bien equipado.
Me senté dispuesto a esperar a que mi cena se dignara a aparecer, pero entonces distinguí algo en la lejanía. Todavía no podía distinguir lo que era, pero veía dos posibilidades: Un iceberg o un barco. En silencio recé por que fuera lo primero.
Igual tantos días en el mar habían acabado por volverme loco. Siempre me gustó el agua, pero como bien se dice, todo es mejor en su justa medida.
-La verdad es que si tengo que tomar más pescado, no se qué haré... esto no puede ser bueno para la salud.
Mi propia voz sonó rasposa después de varios días sin hablar. Soy silencioso por naturaleza, y más todavía si no tengo a nadie con quién hablar. Casi no reconocí el sonido de mi propia voz. Sonriendo, alargué la mano hacia mi flauta y comencé a tocar el instrumento. Una melodía algo apresurada, agitada, comenzó a formarse. Utilizando la escala menor como base, fui construyendo la canción, que al rato comenzó a tornarse más lenta y pausada. Me recosté contra la madera sin dejar de tocar, sintiendo la débil vibración bajo mis dedos. Ahora estaba algo mejor, tocar siempre me ayudaba. Tanto que a veces parecía que la flauta me representara mejor que mi propia voz. Aunque pensamientos como ese nunca saldrían de mi cabeza. Al fin y al cabo, a nadie le importaría escucharlos.
Suspiré. Estaba ya atardeciendo. Fui a coger una capa azul a mi camarote, no fuera a ser que refrescase. Entré a la despensa mientras me la anudaba y eché un vistazo a mis provisiones. No era buena idea comerlas a no ser que hubiera una emergencia, no quedaban muchas. Tenía algo parecido al dinero, pero en alta mar no me servía de nada. Ya preveía otra cena a base de pescado. -No tendré la suerte de que se haya ahogado una cabra, no...pero no, no caerá esa breva.- Iba pensando mientras volvía a la cubierta caña de pescar en mano. Menos mal que el velero estaba bien equipado.
Me senté dispuesto a esperar a que mi cena se dignara a aparecer, pero entonces distinguí algo en la lejanía. Todavía no podía distinguir lo que era, pero veía dos posibilidades: Un iceberg o un barco. En silencio recé por que fuera lo primero.
"Bien, el plan es sencillo", pensó el capitán observando el vasto mas desde una altura de un par de kilómetros. ¿Que cómo había subido? Bueno, generando una gigantesca columna de hielo y ascendiendo por ella, obviamente. Casi podía oler las nubes, pero prefería empezar con lo que iba. ¿Hasta donde podría llegar antes de caer al vacío generando una pasarela de hielo desde la cima de su columna. Así se aplacaba el aburrimiento en el South Blue. Tal vez no fuera la mejor opción, pero sin duda la más divertida. Y para mejorarlo, seguiría ascendiendo en diagonal para caer desde más alto. "Suena perfecto".
Comenzó la carrera. ¿Cuánto iba a tardar en comenzar a caer? Quién sabe. Un paso, dos, tres, cuatro... ¡Dieciséis! Dieciséis pasos tardó la estructura en temblar y derrumbarse, y así el Marine volvió a caer como un martes cualquiera. Por suerte esta vez llevaba los pantalones subidos, y podía esquivar las gaviotas con mayor facilidad que gastando su esfuerzo en bajarse hacia la parte superior del cuerpo la ropa. "¿Por qué sigo haciendo esto?", se decía mientras caía al vacío al lado de una pasarela de hielo de dieciséis metros de largo. El plan principal era hacer caída libre, pero aquello también era una buena opción. Se pegó al pedazo de hielo y comenzó a generar hielo a una velocidad de espanto, formando algo similar a un barco de hielo, y se montó en la "cubierta".
Seguía cayendo, pero era divertido, y ya podía ver el agua más cercana. El barco iba muy rápido, y casi no podía ni calcular cuándo debía hacerlo... Y ¡Pum! El barco chocó contra el agua, levantando un tremendo oleaje que se congeló al instante, dejando un curioso iceberg con forma de barco en medio de las olas. "Una escultura bastante bonita, la verdad", se planteó antes de darse cuenta de que estaba perdido en medio de la nada, y entonces bajó de la nave para caminar un poco a ver si encontraba algo.
-Un barco de verdad- dijo, notando en la lejanía algo moverse, y corrió sobre el agua, helándola a su paso. No le apetecía caer al mar, la verdad.
Se acercó y subió con el mismo disimulo que una manada de bueyes, pero no le importaba. Los patrones de barco solían ser bastante amables con los náufragos, y si no una simple mirada de corderito degollado sería suficiente para convencerlo. "Corderito degollado... ¿Por qué se usa esa expresión si al degollar un cordero lo matas?", se preguntaba. Además tenía serias dudas sobre si finalmente sería suficiente con una mirada. Había mucho depravado suelto, y tal vez una mirada no fuera suficiente... ¿Por qué se habría olvidado su chaqueta de oficial Marine en el cuartel? Si es que era un despistado...
-¡Hola!- saludó a un tipo que pescaba en el barco. ¿Amigo o enemigo? quién sabe. Una nueva aventura de Al Naion esperaba.
Comenzó la carrera. ¿Cuánto iba a tardar en comenzar a caer? Quién sabe. Un paso, dos, tres, cuatro... ¡Dieciséis! Dieciséis pasos tardó la estructura en temblar y derrumbarse, y así el Marine volvió a caer como un martes cualquiera. Por suerte esta vez llevaba los pantalones subidos, y podía esquivar las gaviotas con mayor facilidad que gastando su esfuerzo en bajarse hacia la parte superior del cuerpo la ropa. "¿Por qué sigo haciendo esto?", se decía mientras caía al vacío al lado de una pasarela de hielo de dieciséis metros de largo. El plan principal era hacer caída libre, pero aquello también era una buena opción. Se pegó al pedazo de hielo y comenzó a generar hielo a una velocidad de espanto, formando algo similar a un barco de hielo, y se montó en la "cubierta".
Seguía cayendo, pero era divertido, y ya podía ver el agua más cercana. El barco iba muy rápido, y casi no podía ni calcular cuándo debía hacerlo... Y ¡Pum! El barco chocó contra el agua, levantando un tremendo oleaje que se congeló al instante, dejando un curioso iceberg con forma de barco en medio de las olas. "Una escultura bastante bonita, la verdad", se planteó antes de darse cuenta de que estaba perdido en medio de la nada, y entonces bajó de la nave para caminar un poco a ver si encontraba algo.
-Un barco de verdad- dijo, notando en la lejanía algo moverse, y corrió sobre el agua, helándola a su paso. No le apetecía caer al mar, la verdad.
Se acercó y subió con el mismo disimulo que una manada de bueyes, pero no le importaba. Los patrones de barco solían ser bastante amables con los náufragos, y si no una simple mirada de corderito degollado sería suficiente para convencerlo. "Corderito degollado... ¿Por qué se usa esa expresión si al degollar un cordero lo matas?", se preguntaba. Además tenía serias dudas sobre si finalmente sería suficiente con una mirada. Había mucho depravado suelto, y tal vez una mirada no fuera suficiente... ¿Por qué se habría olvidado su chaqueta de oficial Marine en el cuartel? Si es que era un despistado...
-¡Hola!- saludó a un tipo que pescaba en el barco. ¿Amigo o enemigo? quién sabe. Una nueva aventura de Al Naion esperaba.
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Tardé unos minutos en darme cuenta de que el barco que veía en la lejanía no se estaba moviendo. Pero estábamos en alta mar, y era imposible que hubieran echado el ancla. Me incliné sobre el borde de mi barquito de cáscara de nuez, como quien dice, intentando resolver el misterio. Podía ver que parecía blanco y se mecía suavemente sobre las olas, pero efectivamente no avanzaba. ¿Sería un barco de la marina? Igual no era buena idea acercarse, estarían... hmm... ¿Haciendo cosas de marines?
Volví a mirar a la cubierta, a la red llena de pescados que serían mi alimento los próximos días... e inmediatamente puse rumbo a ese barco. Estaba centrado en su silueta, que cada vez se hacía más y más grande, y no vi al hombre hasta que se subió a mi barquito, autoinvitándose. Era rubio, alto y bien vestido. En su cuerpo no se apreciaba ni una gota de agua, y por lo que podía distinguir, había salido de la nada. Me caí al suelo enfrente a él, perplejo, y entonces divisé una raya blanca en el agua. Alarmado, me levanté inclinándome por la borda hasta tocar el hielo con la mano. Porque si, era hielo. Lentamente me volví a mirar al extraño.
-Tú... ¿Has hecho esto?
Recordé historias acerca de frutas que poseían tu cuerpo a cambio de poderes especiales. Si esa era la explicación, esta en particular parecía muy útil. De repente, me di cuenta de que ni siquiera había saludado. Un rubor cubrió mis mejillas, a mi no me habían educado así.
-Esto... hola. Mi nombre es Keth - Selim. ¿Sería indiscreto preguntarte por qué motivo te has colado en mi barco?
Mientras ''charlábamos'', mi cáscara de nuez se había logrado acercar al barco blanco que había divisado y ahora estábamos justo a su lado, tan cerca que podría tocarlo sin peligro. Pues el barco estaba helado. Por eso no se movía apenas, tan solo se deslizaba. Mi mente ató cabos con asombrosa rapidez. Si el barco era de hielo, ese tipo debía de haberlo construido. Si él lo había construido, eso significaba que no había nada en su interior, más que hielo. Y si solo había hielo, eso significaba que tendría que seguir consumiendo pescado hasta encontrar tierra firme.
Tan pronto llegué a esa conclusión caí de nuevo al suelo, de la impresión.
-¡¡Más pescado noo...!!
Volví a mirar a la cubierta, a la red llena de pescados que serían mi alimento los próximos días... e inmediatamente puse rumbo a ese barco. Estaba centrado en su silueta, que cada vez se hacía más y más grande, y no vi al hombre hasta que se subió a mi barquito, autoinvitándose. Era rubio, alto y bien vestido. En su cuerpo no se apreciaba ni una gota de agua, y por lo que podía distinguir, había salido de la nada. Me caí al suelo enfrente a él, perplejo, y entonces divisé una raya blanca en el agua. Alarmado, me levanté inclinándome por la borda hasta tocar el hielo con la mano. Porque si, era hielo. Lentamente me volví a mirar al extraño.
-Tú... ¿Has hecho esto?
Recordé historias acerca de frutas que poseían tu cuerpo a cambio de poderes especiales. Si esa era la explicación, esta en particular parecía muy útil. De repente, me di cuenta de que ni siquiera había saludado. Un rubor cubrió mis mejillas, a mi no me habían educado así.
-Esto... hola. Mi nombre es Keth - Selim. ¿Sería indiscreto preguntarte por qué motivo te has colado en mi barco?
Mientras ''charlábamos'', mi cáscara de nuez se había logrado acercar al barco blanco que había divisado y ahora estábamos justo a su lado, tan cerca que podría tocarlo sin peligro. Pues el barco estaba helado. Por eso no se movía apenas, tan solo se deslizaba. Mi mente ató cabos con asombrosa rapidez. Si el barco era de hielo, ese tipo debía de haberlo construido. Si él lo había construido, eso significaba que no había nada en su interior, más que hielo. Y si solo había hielo, eso significaba que tendría que seguir consumiendo pescado hasta encontrar tierra firme.
Tan pronto llegué a esa conclusión caí de nuevo al suelo, de la impresión.
-¡¡Más pescado noo...!!
-Sí, yo he... Hola, sí, lo he hecho porque... ¿Pescado?
Al no tenía tiempo de responder a todas las inquisiciones de su acompañante. Parecía como si ni en su mente tuviera un orden racional, o como si ver a un tipo surgir de la nada lo aturullase. Tal vez sólo se hacía el distraído para robarle su cesta de verduras. "Imposible, me la dejé en el cuartel", pensó mientras examinaba el aspecto del pescador: Pelo azul, alto (no tanto como él), y elegante. Aunque se le hacía raro ver a alguien así, con postura de galán pescando en medio de Alta Mar. ¿No tendría cosas mejores que hacer alguien así como sojuzgar aves de corral gigantes? Ese pensamiento era tan estúpido que hasta podía ser cierto.
-Pues... la verdad es que no sabía que fuera tu barco. Lo habría hecho igual, pero la cuestión es que ir andando por el mar hasta tierra me parecía demasiado irónico y prefiero no hacerlo.
Tal vez aquello dejara más en jaque al tipo de la caña, al amante de la pesca que odiaba el pescado, al barquero que tenía un barco. "Espera, eso último no es un oxímoron, Al", dijo para sí mientras empezaba una disputa literaria en su cabeza al tiempo que trataba de concentrarse en el chico, que se llamaba... ¿Keth? Sí, algo así.
-Yo soy Al, por cierto. Tu barco parecía mejor opción desde lejos. Creo que el mío podría ser más veloz y cómodo- dijo, señalando la masa de hielo que, evidentemente, no iba a ser más cómoda ni rápida, pero por lo menos así parecería un idiota generoso y no un simple aprovechado. Aunque era las dos cosas a la vez, pero poco le importaba-. Y ahora que hemos roto el hielo...- se le escapó una risa estúpida. No sabía por qué, pero se rió. Ahora tenía que hacer un chiste para arreglarlo.
Desenvainó rápidamente su espada y rajó una de las olas heladas de su navío, ya que estaban cerca, y continuó.
-Bueno, ahora que hemos roto el hielo... ¿Hay algo para comer?
Al no tenía tiempo de responder a todas las inquisiciones de su acompañante. Parecía como si ni en su mente tuviera un orden racional, o como si ver a un tipo surgir de la nada lo aturullase. Tal vez sólo se hacía el distraído para robarle su cesta de verduras. "Imposible, me la dejé en el cuartel", pensó mientras examinaba el aspecto del pescador: Pelo azul, alto (no tanto como él), y elegante. Aunque se le hacía raro ver a alguien así, con postura de galán pescando en medio de Alta Mar. ¿No tendría cosas mejores que hacer alguien así como sojuzgar aves de corral gigantes? Ese pensamiento era tan estúpido que hasta podía ser cierto.
-Pues... la verdad es que no sabía que fuera tu barco. Lo habría hecho igual, pero la cuestión es que ir andando por el mar hasta tierra me parecía demasiado irónico y prefiero no hacerlo.
Tal vez aquello dejara más en jaque al tipo de la caña, al amante de la pesca que odiaba el pescado, al barquero que tenía un barco. "Espera, eso último no es un oxímoron, Al", dijo para sí mientras empezaba una disputa literaria en su cabeza al tiempo que trataba de concentrarse en el chico, que se llamaba... ¿Keth? Sí, algo así.
-Yo soy Al, por cierto. Tu barco parecía mejor opción desde lejos. Creo que el mío podría ser más veloz y cómodo- dijo, señalando la masa de hielo que, evidentemente, no iba a ser más cómoda ni rápida, pero por lo menos así parecería un idiota generoso y no un simple aprovechado. Aunque era las dos cosas a la vez, pero poco le importaba-. Y ahora que hemos roto el hielo...- se le escapó una risa estúpida. No sabía por qué, pero se rió. Ahora tenía que hacer un chiste para arreglarlo.
Desenvainó rápidamente su espada y rajó una de las olas heladas de su navío, ya que estaban cerca, y continuó.
-Bueno, ahora que hemos roto el hielo... ¿Hay algo para comer?
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Keth quedó recostado contra el lateral de su barco, ya deshecho, cuando un pensamiento pasó por su cabeza. El hielo al derretirse era agua, agua dulce. Por lo menos podría reabastecer sus reservas de agua y así no se moriría como mínimo hasta que tocara tierra. No estaba nada mal. ¿Le molestaría al hombre que le robase un poco de hielo? Pedirlo sonaría un poco estúpido... ''Hola, señor que se ha colado en mi barco de la nada, ¿Le importaría si le cojo un poco del hielo que mágicamente hace aparecer? No soy un maniático, solo quiero agua''. Si sonaba ridículo hasta dentro de su cabeza, mejor no abría la boca. Keth se levantó por fin mientras escuchaba al hombre preguntar por la cena. Se le escapó una risa histérica y señaló a su red llena de pescado.
-Escoge el que más rabia te de, como ves me sobran. Llevo casi una semana comiendo solo pescado. Empiezo a estar harto. ¿Por casualidad no sabrás hacia donde hay tierra firme, no?
Esperó a que le respondiera y mientras entró a coger un par de garrafas. Iba a inclinarse por la borda para coger el hielo cuando se dio cuenta de que no cabría. Volvió a entrar y regresó con dos cubos. Y mientras el barquito avanzaba hacia allí de donde Al había venido, Keth iba recogiendo pacientemente el hielo y colocándolo en los cubos. Cuando se derritiera tendría agua de sobra, y tal vez podría hacer un caldo y todo. Aunque fuera de pescado. Por lo menos sabría algo diferente.
Una vez hecho eso, fue a coger el pescado que Al hubiera escogido para cocinarlo junto a la chimenea del barco. Se sobresaltó al comprobar que el rubio era más alto que él, cosa que no se veía todos los días. Hm, curioso.
-En fin, el caso es que eres bienvenido, Al. Encantado. ¿De dónde vienes, por cierto? Prácticamente has salido de la nada.
-Escoge el que más rabia te de, como ves me sobran. Llevo casi una semana comiendo solo pescado. Empiezo a estar harto. ¿Por casualidad no sabrás hacia donde hay tierra firme, no?
Esperó a que le respondiera y mientras entró a coger un par de garrafas. Iba a inclinarse por la borda para coger el hielo cuando se dio cuenta de que no cabría. Volvió a entrar y regresó con dos cubos. Y mientras el barquito avanzaba hacia allí de donde Al había venido, Keth iba recogiendo pacientemente el hielo y colocándolo en los cubos. Cuando se derritiera tendría agua de sobra, y tal vez podría hacer un caldo y todo. Aunque fuera de pescado. Por lo menos sabría algo diferente.
Una vez hecho eso, fue a coger el pescado que Al hubiera escogido para cocinarlo junto a la chimenea del barco. Se sobresaltó al comprobar que el rubio era más alto que él, cosa que no se veía todos los días. Hm, curioso.
-En fin, el caso es que eres bienvenido, Al. Encantado. ¿De dónde vienes, por cierto? Prácticamente has salido de la nada.
Al observó cómo Keth intentaba llevarse los bidones que había traído, seguramente para afanar un poco de hielo. Al fin y al cabo, el hielo venía siendo agua muy, muy fría, y el agua era un elemento necesario para sobrevivir. ¿Tal vez debería llenarle esas enormes botellas y hacer que se ahorrara el esfuerzo de buscar un recipiente más sencillo donde dispensarse de hielo? Seguramente debería, pero estaba demasiado ocupado escogiendo un pescado que pareciera en buen estado. Todos eran frescos, pero unos eran más pequeños, estaban aplastados o, simplemente, le recordaban a la cara de Arthur, y eso tenía que estar malo de cojones.
-No sé si decidirme por el salmón este de aquí o por la merluza que me pone ojitos- dijo, muy serio, observando la deliciosa pescadilla que parecía estar casi viva. Era apetecible, atractiva, sexy... "¿De verdad acabas de decir que un pez es sexy? Necesitas una novia ya", pensó para sí mientras Keth volvía con unas palanganas, dispuesto a arrancar su precioso barco a cachos. Ahora que lo pensaba, lo veía con otros ojos, como si tras el muchacho de cabello azul hubiera una muchacha de cabello negro. "Estás enfermo, Al"-. Oye Keth, ésta tiene buena pinta.
Levantó con ambas manos la enorme merluza que había encontrado en el cesto, tratando de no romper su columna y que un pez herniado le atizase en la cara, lo que repentinamente le traía imágenes demasiado bizarras acerca de niñas y pulpos... Tenía que dejar de leer cómics para adultos, o como lo llamaban en su isla, prensa local. Venía de un sitio muy raro, con demasiadas costumbres y un gremio de asesinos. Por un momento recordó a su madre tras pensar en los asesinos, el pecado atizándole, las niñas y los pulpos. ¿De verdad recordaba a su madre así? Si se lo contara a alguien parecería un Dios Primigenio más alto que cualquier montaña... ¿Tal vez Khatala? ¿Mhuvunu? Algo así, un bicho bizarro a más no poder, y todo por una merluza. "En fin...".
-Por cierto, me llamo Al- dijo, sin recordar que hacía un instante acababa de presentarse. Aquel accidente hacía dos años lo había hecho perder la memoria a corto plazo-. Tengo una merluza en las manos, y en esa isla parecen tener madera- continuó, señalando hacia una isla cercana que, por algún motivo no habían visto antes, pero ahí estaba. Si en verdad a veces los árboles no te dejan ver el bosque-. Y bueno, cuéntame, ¿Qué hace un elegante pescador como tú en mis dominios?
-No sé si decidirme por el salmón este de aquí o por la merluza que me pone ojitos- dijo, muy serio, observando la deliciosa pescadilla que parecía estar casi viva. Era apetecible, atractiva, sexy... "¿De verdad acabas de decir que un pez es sexy? Necesitas una novia ya", pensó para sí mientras Keth volvía con unas palanganas, dispuesto a arrancar su precioso barco a cachos. Ahora que lo pensaba, lo veía con otros ojos, como si tras el muchacho de cabello azul hubiera una muchacha de cabello negro. "Estás enfermo, Al"-. Oye Keth, ésta tiene buena pinta.
Levantó con ambas manos la enorme merluza que había encontrado en el cesto, tratando de no romper su columna y que un pez herniado le atizase en la cara, lo que repentinamente le traía imágenes demasiado bizarras acerca de niñas y pulpos... Tenía que dejar de leer cómics para adultos, o como lo llamaban en su isla, prensa local. Venía de un sitio muy raro, con demasiadas costumbres y un gremio de asesinos. Por un momento recordó a su madre tras pensar en los asesinos, el pecado atizándole, las niñas y los pulpos. ¿De verdad recordaba a su madre así? Si se lo contara a alguien parecería un Dios Primigenio más alto que cualquier montaña... ¿Tal vez Khatala? ¿Mhuvunu? Algo así, un bicho bizarro a más no poder, y todo por una merluza. "En fin...".
-Por cierto, me llamo Al- dijo, sin recordar que hacía un instante acababa de presentarse. Aquel accidente hacía dos años lo había hecho perder la memoria a corto plazo-. Tengo una merluza en las manos, y en esa isla parecen tener madera- continuó, señalando hacia una isla cercana que, por algún motivo no habían visto antes, pero ahí estaba. Si en verdad a veces los árboles no te dejan ver el bosque-. Y bueno, cuéntame, ¿Qué hace un elegante pescador como tú en mis dominios?
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Cuando terminé con lo que estaba haciendo me giré hacia Al. Estaba examinando mis pescados con una mirada que me hacía querer echarlos al mar solo para librarles de sus garras. ¿Qué pretendía, con esos ojos pervertidos? Incluso yo, que no estaba acostumbrado a relacionarme con personas podía notarlo. Entonces me miró y por un momento pensé que me veía igual que a la merluza. Fuera de la manera que fuera. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, pero en cuanto abrí los ojos descubrí que ese extraño brillo en su mirada se había ido. Menos mal.
El chico cogió en ambas manos la enorme merluza, seleccionándola para la cena. Pero con lo siguiente que pasó Keth se olvidó totalmente del pescado. Lo primero que notó es que el joven volvía a presentarse y hablaba como si no recordara donde estaba. ¿Pero qué...? Pero acabó la frase y Keth giró a tal rapidez que acabó sentado en la cubierta del velerito. ¡Había tierra! ¡Ahí! ¡Justo ahí, en frente de sus ojos! ¿Cómo no la había visto? Corrió a los remos de emergencia y comenzó a acercar el barquito a la orilla.
- ¿No te habías presentado ya? ¿De dónde vienes?.- Dijo sin dejar de remar.
Tanto era su entusiasmo que en menos de 10 minutos estaban encallados en la playa.
-Oh, bueno... supongo que en cuanto suba la marea no importará. ¡Venga, ven! Y trae la merluza, ya que estamos.
Keth estaba eufórico, frenético. Tanto que olvidó su habitual timidez. Echó el ancla a la arena y cogiendo una mochila con un par de cosas imprescindibles bajó de un salto. Echó a correr hacia los árboles y volvió con un montón de ramitas y hojas con las que se puso a hacer una hoguera. Acto seguido volvió a salir corriendo hasta las rocas de la playa y volvió con tres gigantescos cangrejos. Solo entonces se permitió sentarse y comenzar a limpiar el pescado y los cangrejos, para rellenarlos con fruta y algunas hierbas. Era todo lo que tenía además del pescado, pero qué importaría.
-Espero que te guste el cangrejo, aunque pienso dejarte toda la merluza. Pero no, ahora en serio: ¿Qué te trae por aquí?
El chico cogió en ambas manos la enorme merluza, seleccionándola para la cena. Pero con lo siguiente que pasó Keth se olvidó totalmente del pescado. Lo primero que notó es que el joven volvía a presentarse y hablaba como si no recordara donde estaba. ¿Pero qué...? Pero acabó la frase y Keth giró a tal rapidez que acabó sentado en la cubierta del velerito. ¡Había tierra! ¡Ahí! ¡Justo ahí, en frente de sus ojos! ¿Cómo no la había visto? Corrió a los remos de emergencia y comenzó a acercar el barquito a la orilla.
- ¿No te habías presentado ya? ¿De dónde vienes?.- Dijo sin dejar de remar.
Tanto era su entusiasmo que en menos de 10 minutos estaban encallados en la playa.
-Oh, bueno... supongo que en cuanto suba la marea no importará. ¡Venga, ven! Y trae la merluza, ya que estamos.
Keth estaba eufórico, frenético. Tanto que olvidó su habitual timidez. Echó el ancla a la arena y cogiendo una mochila con un par de cosas imprescindibles bajó de un salto. Echó a correr hacia los árboles y volvió con un montón de ramitas y hojas con las que se puso a hacer una hoguera. Acto seguido volvió a salir corriendo hasta las rocas de la playa y volvió con tres gigantescos cangrejos. Solo entonces se permitió sentarse y comenzar a limpiar el pescado y los cangrejos, para rellenarlos con fruta y algunas hierbas. Era todo lo que tenía además del pescado, pero qué importaría.
-Espero que te guste el cangrejo, aunque pienso dejarte toda la merluza. Pero no, ahora en serio: ¿Qué te trae por aquí?
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