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Las nubes se arremolinan en Grand Line, encapotan el cielo con un gris amenazante, la brisa pronto se vuelve el viento que aúlla y encrespa las olas de la mar. Una tormenta se avecina, una tempestad que cambiará el destino de este mundo. Todos lo notan en sus huesos, ricos y pobres, débiles y poderosos, hombres y mujeres de todas las razas (excepto quizás los tontatta). Hoy no va a ser un día cualquiera, hoy va a ser un día que, para bien o para mal, hará historia.
Desde lo alto sus ojos se cruzan con los de ese hombre. Lo llevan encadenado, escoltado por cuatro hombres que tiran y mantienen tensas sus ataduras, toda precaución es poca. Va seguido de dos escuadrones enteros, todos en formación saliendo de las oscuras profundidades de la prisión. Los escasos rayos de sol que se cuelan entre las nubes se reflejan en sus blanquecinos cabellos, trata de llevarse una de las manos esposadas encima de la cabeza para tapar la deslumbrante luz, pero uno de los guardias tira de las cadenas para que siga andando. La procesión avanza con paso ligero, no hay tiempo que perder, en a penas un par de minutos recorren la distancia hasta el muelle y la figura de aquel hombre se pierde en las entrañas de la nave que lo llevará a su último destino. Legan Legim, uno de los más poderosos de su época, alguien que en su día fue uno de los emperadores de los mares, ahora convertido en un prisionero más, uno que se dirige al capítulo final de su historia.
Desde lo alto sus ojos brillan con el reflejo de un relámpago lejano, la tempestad se avecina, pronto este mundo se sacudirá.
Los agentes encubiertos (y cuya tapadera no haya sido descubierta) pueden actuar como vean conveniente para cumplir con su objetivo.
Desde lo alto sus ojos se cruzan con los de ese hombre. Lo llevan encadenado, escoltado por cuatro hombres que tiran y mantienen tensas sus ataduras, toda precaución es poca. Va seguido de dos escuadrones enteros, todos en formación saliendo de las oscuras profundidades de la prisión. Los escasos rayos de sol que se cuelan entre las nubes se reflejan en sus blanquecinos cabellos, trata de llevarse una de las manos esposadas encima de la cabeza para tapar la deslumbrante luz, pero uno de los guardias tira de las cadenas para que siga andando. La procesión avanza con paso ligero, no hay tiempo que perder, en a penas un par de minutos recorren la distancia hasta el muelle y la figura de aquel hombre se pierde en las entrañas de la nave que lo llevará a su último destino. Legan Legim, uno de los más poderosos de su época, alguien que en su día fue uno de los emperadores de los mares, ahora convertido en un prisionero más, uno que se dirige al capítulo final de su historia.
Desde lo alto sus ojos brillan con el reflejo de un relámpago lejano, la tempestad se avecina, pronto este mundo se sacudirá.
- Fuerzas del Gobierno Mundial:
- Como ya sabéis hoy es el día en el cual Legim será ajusticiado. El alto mando no es estúpido,
ha repasado la historia reciente y no tan reciente. Siempre que una figura poderosa va a ser ejecutada o encarcelada el mundo tiembla.
Fuerzas poderosas se mueven y colisionan. Marineford ya fue devastada en el pasado por un evento similar, Loguetown por un motivo parecido no muchos años atrás. Esta vez será algo diferente. La ejecución se realizará en Gray Rock, una isla-fortaleza no muy lejos de Marineford. La isla es, literalmente, una enorme roca grisácea que emerge de la superficie del mar, sus escarpadas paredes rocosas se elevan más de 20 metros sobre las olas, dejando como único acceso un puerto excavado en su cara Oeste. A lo largo de su línea costera se pueden distinguir varias torretas con cañones navales y demás fortificaciones. El interior de la isla es bastante plano, siendo una roca con cortes naturales en un ángulo casi perpendicular a las paredes, lo que hizo fácil el asentamiento de edificios en este suelo. Desde una grieta natural en el centro se asciende desde el puerto hasta las instalaciones, con una plaza, no tan amplia como la de Marineford, para reuniones y eventos. En este caso se ha montado un patíbulo donde se realizará la ejecución.
Preparaos soldados, tomad posiciones, pues los enemigos de la justicia piensan aprovechar este momento para atacar.
Es hora de realizar los preparativos que veáis necesarios. Vuestro objetivo es defender la isla. Podéis empezar en las instalaciones de la isla y tomar posiciones o en uno de los barcos que patrullan al rededor de la isla esperando estar en primera línea por si pasa algo.
- Revolucionarios y afines:
- Caballeros, el día ha llegado, la marina planea llevar a cabo otra ejecución, de Legim ni más ni menos.
Todos somos conscientes de el revuelo que todo esto va a armar, por lo que tenemos que aprovechar la situación lo mejor posible.
Piratas de todos los rincones de los mares van a congregarse en Gray Rock, bien sea para rescatar a Legim, bien para matarlo y proclamar su título, o bien para desatar algo de caos y enriquecerse con lo que puedan saquear. La marina, sin duda va a tener las manos ocupadas con su asalto, es ahí donde nosotros actuaremos. El plan será aprovechar el caos de la batalla y asaltar la base que tienen en Gray Rock para causar el mayor daño posible. No la tomaremos a pesar de ser una fortificación muy buena, debido a una posición demasiado cercana a Marineford, pero si podemos intentaremos robar algún barco o información importante. Todo lo que le pueda hacer daño al Gobierno Mundial es bien recibido.
Aquellas personas que estén con la revolución tienen dos opciones:
La primera es prepararse para la batalla en los carriers que se dirigen a las cercanías de Gray Rock. Estos son cuatro enormes barcos con una cubierta plana libre de velas. Encima de esta hay una serie de cápsulas metálicas con unas aspas encima, cada una tiene capacidad para transportar a 6 hombres. Las armas de los barcos están en una cubierta inferior. los cuatro carriers están escoltados por una flota de unos 16 navíos más pequeños, 2 acorazados, 7 cruceros ligeros, 5 destructores pequeños y alguna que otra lancha patrullera.
La segunda opción es unirse al grupo de asalto. Este tratará de asaltar los barcos que escoltan a Legim a la isla y rescatarlo antes de que llegue. Es muy probable que pueda sernos de utilidad en un futuro, pero al mínimo indicio de que la cosa salga mal habrá que retirarse y unirse al otro grupo.
- Porretas digo piratas:
- Bueno panda de cabrones, un pajarito ha corrido el rumor por las bandas piratas de los siete mares que Legan Legim va a ser ejecutado hoy en el bastión marine de Gray Rock. Sólo a un loco se le ocurriría asaltar semejante fortaleza con todos esos marines de por medio, afortunadamente todos sabemos que no estamos muy bien del coco. ¿Tenemos un plan? ni siquiera sabemos si podremos trabajar juntos, pero seguro que ya improvisaremos algo.
Hay muchos motivos que traerían a un pirata a esta peligrosa misión, rescatar a Legim, matar a Legim, follarse a Legim, tomar su título de Yonkou o defenderlo, puede que simplemente ser testigo de los acontecimientos o saquear a marines y a piratas por igual.
También parece que muchos de los piratas que se reunieron en Long Ring Long Island planean venir y unirse a la fiesta, y hay algunos peces gordos entre ellos. Cual serán sus motivos. Nadie lo sabe.
Los piratas empezaréis dirigiéndoos a la isla en vuestro navío, quedan minutos para llegar cerca del cerco que ha establecido la marina así que ultimad vuestros preparativos.
Los agentes encubiertos (y cuya tapadera no haya sido descubierta) pueden actuar como vean conveniente para cumplir con su objetivo.
Dexter Black
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Akuma no mi
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A lo lejos, un pequeño montículo se alzaba en el horizonte. Nunca había estado en Gray Rock, y apenas había oído hablar de ella. Se trataba de una fortaleza legendaria e inexpugnable, a poco trecho de Marineford, lo suficientemente cercana como para enviar tropas de apoyo y lo suficientemente lejana como para no arriesgar el valioso fortín de la Marina, uno de los pocos reductos de poder del Gobierno Mundial. Ennies Lobby y su isla suspendida en el vacío, Mariejoa en la cúspide de la Red Line, y el centro del mundo... Geográficamente gozaban de la localización más propicia, pero aun así habían sufrido innumerables bajas y su poder fáctico se había reducido totalmente. El Gobierno era débil, y una ejecución en la inexpugnable fortaleza de Gray Rock resultaba audaz, pero totalmente necesaria. No podían perder Marineford otra vez, ni arriesgar Mariejoa como hacía apenas ocho años. La Revolución estaba armada, los Piratas por una vez unidos, todos con el objetivo de encumbrar a Zane D. Kenshin como nuevo Emperador del Nuevo Mundo, y ahí se decidiría todo. No quedaba más que lanzar la moneda al aire y esperar.
-Slade- dijo friamente. No solía llamarlo por su nombre, eso lo haría más personal-. ¿Recuerdas lo que hablamos?
-Sí- respondió él, algo distraído. Debía estar pensando en el plan más loco que jamás su capitán le había propuesto. Y eso era bueno.
-Perfecto. Vamos a dar comienzo- le lanzó el anillo para controlar la Joya, y con un gesto indicó que le preparasen su antiguo barco-. Asegúrate de que todos recuerden su parte, y que nadie interfiera.
La Joya original era un pequeño barco construido en los mejores astilleros del North Blue, pero no se podía comparar a la grandeza de su enorme heredera. Sin embargo, dirigir una flota de trece barcos implicaba avanzar despacio, y el enorme contingente de mil doscientos defensores del Ojo requería instrucciones claras y concisas. Para eso estaban los miembros de la banda, uno en cada barco y Deathstroke asegurándose de coordinarlo todo mientras Akagami guiaba los barcos por el camino seguro. Estaban demasiado cerca del Florian Triangle, y no querían llevarse sorpresas. Todos los cañones estaban preparados, todos los soldados concienciados. Aquello era el comienzo de algo grande. Y él era la dama en ese tablero de ajedrez.
Tarareaba una vieja canción alegremente mientras manejaba su antigua nave con premura. Con el viento a favor nadie podría seguirle el ritmo, o al menos no sin encender las turbinas, y se sorprendió al darse cuenta del enorme cordón marítimo que se había formado alrededor de la isla. No era tan espectacular como se había imaginado, con cientos de barcos y una poderosa cadena de Kairoseki uniéndolos para evitar cualquier tipo de acercamiento, pero una patrulla activa era en cierto modo algo que podía esperarse. Que no le disparasen, también lo era. Al fin y al cabo, Aunque lo viesen a través de catalejos, prismáticos, el telescopio espacial Havel o los ojos de un halcón, no serían tan estúpidos de dispararle antes de comenzar las hostilidades. Sin embargo, sí que notó cómo las precauciones iban siendo cada vez mayores y un par de buques de guerra se estaban acercando desde la isla. No eran estúpidos, pero sí estaban muy, muy, nerviosos.
Casi podía oler el casco de los barcos de lo cerca que estaba, y veía desde los ojos de buey las miradas inquietas de decenas de Marines. Todos conocían la historia de cómo había levantado Impel Down con sus propias manos, de cómo había enfrentado a los gyojins en Mariejoa y derrotado dos Yonkous sin recibir un solo rasguño. Para muchos era un dios o un demonio, y en boca de tantos otros estaba que la desaparición de Derian Markov era culpa suya. No andaban muy desencaminados, pero ninguno en aquel barco tenía motivos para temerle. Al menos no mientras no hubiera un Midorima abordo.
No saludó a los oficiales que miraban desde la cubierta ni el puente de mando. Simplemente ancló su pequeña Joya y de un salto se situó en la parte más alta del buque Marine. Todos lo observaban con miedo, salvo algunos que simplemente estaban ya cansados de las locuras del dragón azul. ¿Qué querría ahora? ¿Sólo aparecía para molestar? ¿Pretendía que le entregasen a Legim? Quién sabía...
-Quiero línea directa con el Almirante de la Flota.
-Slade- dijo friamente. No solía llamarlo por su nombre, eso lo haría más personal-. ¿Recuerdas lo que hablamos?
-Sí- respondió él, algo distraído. Debía estar pensando en el plan más loco que jamás su capitán le había propuesto. Y eso era bueno.
-Perfecto. Vamos a dar comienzo- le lanzó el anillo para controlar la Joya, y con un gesto indicó que le preparasen su antiguo barco-. Asegúrate de que todos recuerden su parte, y que nadie interfiera.
La Joya original era un pequeño barco construido en los mejores astilleros del North Blue, pero no se podía comparar a la grandeza de su enorme heredera. Sin embargo, dirigir una flota de trece barcos implicaba avanzar despacio, y el enorme contingente de mil doscientos defensores del Ojo requería instrucciones claras y concisas. Para eso estaban los miembros de la banda, uno en cada barco y Deathstroke asegurándose de coordinarlo todo mientras Akagami guiaba los barcos por el camino seguro. Estaban demasiado cerca del Florian Triangle, y no querían llevarse sorpresas. Todos los cañones estaban preparados, todos los soldados concienciados. Aquello era el comienzo de algo grande. Y él era la dama en ese tablero de ajedrez.
Tarareaba una vieja canción alegremente mientras manejaba su antigua nave con premura. Con el viento a favor nadie podría seguirle el ritmo, o al menos no sin encender las turbinas, y se sorprendió al darse cuenta del enorme cordón marítimo que se había formado alrededor de la isla. No era tan espectacular como se había imaginado, con cientos de barcos y una poderosa cadena de Kairoseki uniéndolos para evitar cualquier tipo de acercamiento, pero una patrulla activa era en cierto modo algo que podía esperarse. Que no le disparasen, también lo era. Al fin y al cabo, Aunque lo viesen a través de catalejos, prismáticos, el telescopio espacial Havel o los ojos de un halcón, no serían tan estúpidos de dispararle antes de comenzar las hostilidades. Sin embargo, sí que notó cómo las precauciones iban siendo cada vez mayores y un par de buques de guerra se estaban acercando desde la isla. No eran estúpidos, pero sí estaban muy, muy, nerviosos.
Casi podía oler el casco de los barcos de lo cerca que estaba, y veía desde los ojos de buey las miradas inquietas de decenas de Marines. Todos conocían la historia de cómo había levantado Impel Down con sus propias manos, de cómo había enfrentado a los gyojins en Mariejoa y derrotado dos Yonkous sin recibir un solo rasguño. Para muchos era un dios o un demonio, y en boca de tantos otros estaba que la desaparición de Derian Markov era culpa suya. No andaban muy desencaminados, pero ninguno en aquel barco tenía motivos para temerle. Al menos no mientras no hubiera un Midorima abordo.
No saludó a los oficiales que miraban desde la cubierta ni el puente de mando. Simplemente ancló su pequeña Joya y de un salto se situó en la parte más alta del buque Marine. Todos lo observaban con miedo, salvo algunos que simplemente estaban ya cansados de las locuras del dragón azul. ¿Qué querría ahora? ¿Sólo aparecía para molestar? ¿Pretendía que le entregasen a Legim? Quién sabía...
-Quiero línea directa con el Almirante de la Flota.
- Resumen:
- Me subo a un barco a molestar.
Era poco más de las ocho de la tarde. El sol comenzaba a ocultarse por el oeste de la isla, haciendo que el cielo se tornara de una combinación de colores cálidos y fríos, degradando un naranja muy intenso y el azul oscuro de cielo nocturno, y el número de piratas y maleantes que había en la isla se había multiplicado notablemente. Al parecer, o eso escuchó el pelirrojo mientras rondaba por allí de un lado a otro observando el percal, los rumores de una reunión de piratas se había propagado por aquella parte del Grand Line, y los curiosos habían decidido ir hacia allí para echar un ojo, con la suerte de encontrarse con una gran fiesta. Sin embargo, la improvista llegada a aquella isla solo contribuyó a la que la cantidad de alcohol y la buena música mejorara considerablemente, pues Viktor no contaba con el gran buche que tenían todos los presentes.
-Tanta gente y ni una tía buenorra.
Comentó Zane en voz alta, apoyándose sobre la barra de uno de los tenderetes que había montado los lacayos del mafioso, precisamente en el que estaba Berthil, el individuo que le había dado una reprimenda en los bosques de Jaya hacía pocos días. No obstante, no le guardaba rencor por ello, ya que le hizo espabilar de cierta manera y le hizo ver la clase de monstruos que poblaban los mares; además de deberle una por curarle las heridas en lugar de dejarlo allí a su suerte.
-¡Jefe! –alzó la voz el viejo supernova-. Ponle una jarra de tu mejor licor a este hombre, cortesía del ganador del evento –presumió, acercándose a Berthil-. Aunque en realidad no sirva de mucho, porque no veo a nadie del gobierno informando sobre lo sucedido.
Bromearon durante unos minutos, en los que de nuevo el moreno llamó descerebrado a Zane, para variar. Le dio un apretón de manos al contramaestre de Dexter y se fue de allí en busca de sus compañeros. Tardó un poco en encontrarlos, pues cada pocos metros había un grupo distinto de delincuentes pasándolo bien, cantando, bailando y bebiendo, sobre todo bebiendo. Con suerte, conocía lo que le gustaba a Therax y Luka, pues el primero era un tiquismiquis y el segundo le gustaba tomar cosas que no se solía compartir, así que fue al extremo más alejado de aquella zona, un lugar tranquilo donde el jaleo era casi imperceptible. Ante mi sorpresa, allí estaban nuestros aliados –Marc, Balagus, Syxel y Nailah–.
-¿Aún te queda mierda de esa? –preguntó Zane, con cierta felicidad en el rostro-. Dame un poco.
Pasados unos minutos, en los que la sensación de estar más en un mundo fantástico que terrenal y que todo, en apariencia, le daba igual al pelirrojo, cogió uno de los trozos de queso que, posiblemente, habría hecho Marc, llevándoselo a la boca, dando pequeños bocados para saborear un manjar como aquel, un vicio que había descubierto que le gustaba.
-¿Qué vamos a hacer señores? ¿Iremos al juicio del yonkou o volvemos al archipiélago? –dijo todo lo serio que podía estar en unas condiciones como aquellas–. Ese es uno de esos acontecimientos que van a sacudir el mundo, después de todo, aunque la fama que le precede a Legim es de putero, era uno de los pilares del status quo del mundo, y allí va a repartirse los trozos del pastel. Además de… -en ese momento pensó en decir que era aliado de Dexter, pero prefirió callárselo, pues no sabía si el emperador iría a la ejecución del otro yonkou-, que tengo que reclamar el título que me habéis otorgado en este estúpida competición. No obstante, no puedo hacerlo solo. Allí van a estar los miembros más galardonados de la marina y sus aliados, y por muy fuerte que me considere siempre va a ver alguien más poderoso que yo. Así que todo depende de vosotros, muchachos. ¿Me acompañáis a cambiar el mundo?
Los primeros rayos de sol del día siguiente despertaron al pelirrojo sobre la arena de la isla. Esperó a que los últimos atisbos de resaca se fueran de su cuerpo, bebiendo ingentes cantidades de agua y aprovechando el queso que sobró del día anterior; acompañado de otros manjares con mal aspecto. Tras ello, dijo de subir a Rosamel Forrito y poner rumbo a Gray Rock, un lugar desconocido hasta la noche anterior para él. Llegando a su destino, el pelirrojo bloqueó el timón para que el barco fuera en línea recta. Hacía buen día y el viento soplaba a favor, así que iba rápido y sin muchos contratiempos. Desde allí se podían vislumbrar un gran cercado hechos por una infinidad de barcos unidos con gruesas cadenas para impedir el paso a cualquiera que osara entrar en la isla.
-Tengo que hablar con vosotros, muchachos –les dijo con semblante serio-. En cuanto crucemos ese cerco no hay vuelta atrás, ¿sois conscientes de ello, verdad? Así que os voy a dar una orden directa que tenéis que cumplir sí o sí; incluido tú Marc. Si la cosa se pone fea marchaos sin mirar a atrás, yo me quedaría para ganar tiempo mientras huis sobre Therax.
Mientras tanto, el barco continuaba en línea recta hacia el cerco, encontrándose a pocas millas náuticas de barcos con banderas conocida, incluida la de los blue roses.
-Tanta gente y ni una tía buenorra.
Comentó Zane en voz alta, apoyándose sobre la barra de uno de los tenderetes que había montado los lacayos del mafioso, precisamente en el que estaba Berthil, el individuo que le había dado una reprimenda en los bosques de Jaya hacía pocos días. No obstante, no le guardaba rencor por ello, ya que le hizo espabilar de cierta manera y le hizo ver la clase de monstruos que poblaban los mares; además de deberle una por curarle las heridas en lugar de dejarlo allí a su suerte.
-¡Jefe! –alzó la voz el viejo supernova-. Ponle una jarra de tu mejor licor a este hombre, cortesía del ganador del evento –presumió, acercándose a Berthil-. Aunque en realidad no sirva de mucho, porque no veo a nadie del gobierno informando sobre lo sucedido.
Bromearon durante unos minutos, en los que de nuevo el moreno llamó descerebrado a Zane, para variar. Le dio un apretón de manos al contramaestre de Dexter y se fue de allí en busca de sus compañeros. Tardó un poco en encontrarlos, pues cada pocos metros había un grupo distinto de delincuentes pasándolo bien, cantando, bailando y bebiendo, sobre todo bebiendo. Con suerte, conocía lo que le gustaba a Therax y Luka, pues el primero era un tiquismiquis y el segundo le gustaba tomar cosas que no se solía compartir, así que fue al extremo más alejado de aquella zona, un lugar tranquilo donde el jaleo era casi imperceptible. Ante mi sorpresa, allí estaban nuestros aliados –Marc, Balagus, Syxel y Nailah–.
-¿Aún te queda mierda de esa? –preguntó Zane, con cierta felicidad en el rostro-. Dame un poco.
Pasados unos minutos, en los que la sensación de estar más en un mundo fantástico que terrenal y que todo, en apariencia, le daba igual al pelirrojo, cogió uno de los trozos de queso que, posiblemente, habría hecho Marc, llevándoselo a la boca, dando pequeños bocados para saborear un manjar como aquel, un vicio que había descubierto que le gustaba.
-¿Qué vamos a hacer señores? ¿Iremos al juicio del yonkou o volvemos al archipiélago? –dijo todo lo serio que podía estar en unas condiciones como aquellas–. Ese es uno de esos acontecimientos que van a sacudir el mundo, después de todo, aunque la fama que le precede a Legim es de putero, era uno de los pilares del status quo del mundo, y allí va a repartirse los trozos del pastel. Además de… -en ese momento pensó en decir que era aliado de Dexter, pero prefirió callárselo, pues no sabía si el emperador iría a la ejecución del otro yonkou-, que tengo que reclamar el título que me habéis otorgado en este estúpida competición. No obstante, no puedo hacerlo solo. Allí van a estar los miembros más galardonados de la marina y sus aliados, y por muy fuerte que me considere siempre va a ver alguien más poderoso que yo. Así que todo depende de vosotros, muchachos. ¿Me acompañáis a cambiar el mundo?
* * * * *
Los primeros rayos de sol del día siguiente despertaron al pelirrojo sobre la arena de la isla. Esperó a que los últimos atisbos de resaca se fueran de su cuerpo, bebiendo ingentes cantidades de agua y aprovechando el queso que sobró del día anterior; acompañado de otros manjares con mal aspecto. Tras ello, dijo de subir a Rosamel Forrito y poner rumbo a Gray Rock, un lugar desconocido hasta la noche anterior para él. Llegando a su destino, el pelirrojo bloqueó el timón para que el barco fuera en línea recta. Hacía buen día y el viento soplaba a favor, así que iba rápido y sin muchos contratiempos. Desde allí se podían vislumbrar un gran cercado hechos por una infinidad de barcos unidos con gruesas cadenas para impedir el paso a cualquiera que osara entrar en la isla.
-Tengo que hablar con vosotros, muchachos –les dijo con semblante serio-. En cuanto crucemos ese cerco no hay vuelta atrás, ¿sois conscientes de ello, verdad? Así que os voy a dar una orden directa que tenéis que cumplir sí o sí; incluido tú Marc. Si la cosa se pone fea marchaos sin mirar a atrás, yo me quedaría para ganar tiempo mientras huis sobre Therax.
Mientras tanto, el barco continuaba en línea recta hacia el cerco, encontrándose a pocas millas náuticas de barcos con banderas conocida, incluida la de los blue roses.
- Resumen:
- Narrar lo sucedido tras la captura de banderas en la zona de festejos que puso Viktor y poner rumbo a Gray Rock.
Rocket Raccoon
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Un mapache de ochenta y tres centímetros al mando de un destacamento de cien hombres. ¿Eso es ser un comandante? Lo cierto es que al animal le daba igual. Había pagado por aquel barco y con gusto. Era una copia casi exacta de La Joya, surcando los mares orgullosa, con la diferencia de que no tenía el preciado cañón que tanto le gustaba a Rocket y que tan poco le dejaban usar. Tampoco importaba, pues no era quien para desobedecer a Dexter. Se lo debía. Y aquella admiración del animal fue la que llevó a llamar El Dragón Azul al barco. Por su parte, sus hombres no parecían tener ningún problema en seguir sus órdenes. Respetaban las decisiones del Yonkou.
Lo cierto es que la flota era intimidante. Cualquiera que la viese venir se acobardaría. ¿Sería la marina lo suficientemente inteligente? Por supuesto que no, siempre predicaban su justicia y poder. El mapache se encontraba justo sobre el mascarón del barco, observando desde su puesto a La Joya. El dragón había decidido dar el primer paso de su plan, llamando la atención de la marina y subiendo a uno de sus barcos. El mapache no podía oír desde allí lo que se hablaba, pero podía notar la tensión en el ambiente. Su instinto le alertaba del peligro, de lo que se acercaba.
Pero le habían ordenado que mantuviese la calma, que no se alterase como lo hizo cuando disparó al asesino. Debía mantenerse tranquilo mientras esperaba nuevas órdenes.
Lo cierto es que la flota era intimidante. Cualquiera que la viese venir se acobardaría. ¿Sería la marina lo suficientemente inteligente? Por supuesto que no, siempre predicaban su justicia y poder. El mapache se encontraba justo sobre el mascarón del barco, observando desde su puesto a La Joya. El dragón había decidido dar el primer paso de su plan, llamando la atención de la marina y subiendo a uno de sus barcos. El mapache no podía oír desde allí lo que se hablaba, pero podía notar la tensión en el ambiente. Su instinto le alertaba del peligro, de lo que se acercaba.
Pero le habían ordenado que mantuviese la calma, que no se alterase como lo hizo cuando disparó al asesino. Debía mantenerse tranquilo mientras esperaba nuevas órdenes.
- Resumen:
- Esperar ordenes
Hayden Ashworth
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Zuko se ajustó la gorra y mordió, con ansiedad, el caramelo con palo que tenía en la boca. Nunca antes había tenido tantas ganas de sacarse un cigarro del bolsillo, encenderlo y dar una bocanada. Sin embargo, había incinerado hace tiempo todas sus reservas de tabaco y no había comprado más, prometiéndole a aquella pintoresca recluta que iba a dejarlo. Para algo estaban los caramelos, aunque en aquel momento no calmaban para nada su mono. Las órdenes eran sencillas: Asegurarse de que la ejecución de Legan Legim seguía según lo previsto. Sin embargo, sabía que aquella sería una misión difícil de cumplir. Sobre todo por lo que acababa de ocurrir.
─¡Se acerca una flota! ¡Es la bandera de los Blue Rose!
La dentadura de Zuko se cerró, pulverizando el caramelo. Por algún motivo se lo esperaba, aunque deseaba que no ocurriese. Todo a su alrededor se agitó. La gente preparaba los cañones, el vicealmirante puesto al cargo gritaba órdenes de un lado a otro. El dragón, utilizando su desmesurada fuerza, ayudó a mover los cañones y ponerlos en su sitio. Conocía al yonkou y no tenía motivo ninguno para odiarlo. Es más, había algo que le debía. Sin embargo… no podía permitir que el pirata desbaratase todo aquello. Era la oportunidad perfecta para demostrar al mundo que la marina está para protegerles. Que la justicia prevalece. Legan Legim debía morir aquel día.
De un salto, el Yonkou se posicionó en la parte más alta del barco. El dragón se ajustó la gorra, esperando que no lo reconociese, pues la última vez que lo vio aún era miembro del Cipher Pol. Si el pirata desvelaba aquel secreto, su posición en la marina podría verse comprometida y sería juzgado por espionaje. No podía perder aquello. Aunque sabía que Dexter no era tan idiota y que se daría cuenta de algo así.
Sabía que enemistarse con ese hombre era un suicidio, pero si pretendía rescatar a Legim… El dragón se interpondría en su camino.
─¡Se acerca una flota! ¡Es la bandera de los Blue Rose!
La dentadura de Zuko se cerró, pulverizando el caramelo. Por algún motivo se lo esperaba, aunque deseaba que no ocurriese. Todo a su alrededor se agitó. La gente preparaba los cañones, el vicealmirante puesto al cargo gritaba órdenes de un lado a otro. El dragón, utilizando su desmesurada fuerza, ayudó a mover los cañones y ponerlos en su sitio. Conocía al yonkou y no tenía motivo ninguno para odiarlo. Es más, había algo que le debía. Sin embargo… no podía permitir que el pirata desbaratase todo aquello. Era la oportunidad perfecta para demostrar al mundo que la marina está para protegerles. Que la justicia prevalece. Legan Legim debía morir aquel día.
De un salto, el Yonkou se posicionó en la parte más alta del barco. El dragón se ajustó la gorra, esperando que no lo reconociese, pues la última vez que lo vio aún era miembro del Cipher Pol. Si el pirata desvelaba aquel secreto, su posición en la marina podría verse comprometida y sería juzgado por espionaje. No podía perder aquello. Aunque sabía que Dexter no era tan idiota y que se daría cuenta de algo así.
Sabía que enemistarse con ese hombre era un suicidio, pero si pretendía rescatar a Legim… El dragón se interpondría en su camino.
- Resumen:
- Colocarse en posición en el barco y ver como Dexter llega y sube, haciendo su petición
Nocturne93
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Aquello había tomado un rumbo realmente preocupante. Se avecinaba una gran batalla de la cual nadie en este mundo saldría ileso. El curso de la historia tomaría un rumbo distinto el día de hoy, puesto que la decisión del la marina era hacer pública la ejecución del yonko conocido como Legan Legim, uno de los piratas más conocidos y temidos en estos mares.
No sabía cómo debía de actuar, había escuchado historias sobre el pirata, había leído cosas, Jiro me había contado pequeños detalles, como que estuvo navegando con otro de los ya extinguidos yonkou, Mihasy Hayato. De este último sabía más dadas las circunstancias, pero desconocía que tuvo trato con el que hoy en día iba a ser ejecutado.
Por desgracia aquello no iba a ser nada fácil. Como uno de los yonkou del nuevo mundo, tendría muchos aliados que no dudarían en volver sus rumbos hacia este lugar. Maldita sea. ¿Por qué tenía que hallarme yo allí? ¿Por qué ese afán por buscar el peligro? Definitivamente no tenía remedio y, aunque todavía no sabía cómo, iba a hacer todo lo posible por hacer posible la ejecución. La piratería debía recibir un duro golpe. El mundo debía recibir el mensaje. La piratería debe tener los días contados, y estaba seguro que los almirantes no iban a permitir que nada cambiase lo que hoy debía de ocurrir.
Jamás perdonaré a los piratas por todo lo que hicieron, ellos arrebataron todo lo preciado que tuve en esta vida. Aunque mi vida esté en juego, no dudaré si se trata de darle un golpe a la piratería. Al fin y al cabo, si hoy me dejo caer aquí, si permito que todo acabe, tan solo demostraré que no estaba a la altura de las circunstancias, y eso si que no es cierto.
Llevé mi mirada hacia atrás, el patíbulo se alzaba allí. No sabía cómo había acabado en ese lugar tan problemático, pero lo único que sabía era que había que prepararse para lo peor. Desde lo alto de aquella escalinata que daba al puerto había buena perspectiva, era una buena localización para atrapar al enemigo de frente, y el único medio de acceso para ascender hacia la plaza donde estaba el patíbulo. Pero no hay que subestimar a los piratas, encontrarán la forma de flanquear la isla y atacar desde todas direcciones, de eso no me cabe duda. Tan solo hay que saber cómo hacer los preparativos.
Me quedé observando, si había algún superior próximo lo inmediato sería tratar de asegurarme de que esa idea está contemplada. Pero estoy seguro de que si a mí se me ha ocurrido, no seré el único. Se dice que el almirante de flota es una persona astuta en el combate. Espero que así sea en realidad.
No sabía cómo debía de actuar, había escuchado historias sobre el pirata, había leído cosas, Jiro me había contado pequeños detalles, como que estuvo navegando con otro de los ya extinguidos yonkou, Mihasy Hayato. De este último sabía más dadas las circunstancias, pero desconocía que tuvo trato con el que hoy en día iba a ser ejecutado.
Por desgracia aquello no iba a ser nada fácil. Como uno de los yonkou del nuevo mundo, tendría muchos aliados que no dudarían en volver sus rumbos hacia este lugar. Maldita sea. ¿Por qué tenía que hallarme yo allí? ¿Por qué ese afán por buscar el peligro? Definitivamente no tenía remedio y, aunque todavía no sabía cómo, iba a hacer todo lo posible por hacer posible la ejecución. La piratería debía recibir un duro golpe. El mundo debía recibir el mensaje. La piratería debe tener los días contados, y estaba seguro que los almirantes no iban a permitir que nada cambiase lo que hoy debía de ocurrir.
Jamás perdonaré a los piratas por todo lo que hicieron, ellos arrebataron todo lo preciado que tuve en esta vida. Aunque mi vida esté en juego, no dudaré si se trata de darle un golpe a la piratería. Al fin y al cabo, si hoy me dejo caer aquí, si permito que todo acabe, tan solo demostraré que no estaba a la altura de las circunstancias, y eso si que no es cierto.
Llevé mi mirada hacia atrás, el patíbulo se alzaba allí. No sabía cómo había acabado en ese lugar tan problemático, pero lo único que sabía era que había que prepararse para lo peor. Desde lo alto de aquella escalinata que daba al puerto había buena perspectiva, era una buena localización para atrapar al enemigo de frente, y el único medio de acceso para ascender hacia la plaza donde estaba el patíbulo. Pero no hay que subestimar a los piratas, encontrarán la forma de flanquear la isla y atacar desde todas direcciones, de eso no me cabe duda. Tan solo hay que saber cómo hacer los preparativos.
Me quedé observando, si había algún superior próximo lo inmediato sería tratar de asegurarme de que esa idea está contemplada. Pero estoy seguro de que si a mí se me ha ocurrido, no seré el único. Se dice que el almirante de flota es una persona astuta en el combate. Espero que así sea en realidad.
- Resumen:
- Estar en la plaza y pensar que se va a liar gorda. Buscar un superior próximo.
AEG93
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La escarpada pared de Grey Rock se alzaba imponente a mi espalda. Aquel día, sin importar qué ocurriese finalmente, sería recordado durante muchísimos años. Era, sin ningún tipo de dudas, uno de esos acontecimientos que marcan el rumbo del mundo durante varios años. En el patíbulo que en aquellos momentos tantísimas personas protegían debía ser ajusticiado en pocas horas o, incluso, minutos el infame Yonkou Legan Legim, uno de los más afamados piratas de los últimos tiempos.
El Gobierno Mundial, necesitado de una exhibición pública de fuerza, había decidido ejecutar al temido corsario de forma que todo el mundo lo viese, aún sabiendo las consecuencias que aquello, con casi total seguridad, traería. En la plaza, atestada de marines y agentes del Cipher Pol, reinaba una extraña calma que casi podría considerarse silencio. No obstante, algo en el aire dejaba claro que aquella tranquilidad no duraría mucho. Y más aún cuando, tras la línea de defensa que formaban los enormes buques de guerra de la Marina, apareció en el horizonte el estandarte de los Blue Rose.
¿Qué haría allí Dexter Black? Que se supiera, el Emperador del Nuevo Mundo no debía nada al condenado a muerte. Sin embargo, y pensándolo bien, parecía ingenuo creer que él y su banda no aparecerían en un evento de tal magnitud. ¿Cuál sería su propósito? Lo que estaba claro era que, si ellos habían acudido, muchísimos más les seguirían.
Me ajusté una vez más el nudo de la corbata, aguardando a que la creciente tensión que se mascaba en el ambiente acabase desembocando en la que probablemente iba a ser una de las más violentas tormentas que los mares habían conocido. Si algo tenía claro, era que en acontecimientos de tanta importancia los más poderosos de entre los hombres decidían el destino del mundo, y yo no pensaba dejar pasar la oportunidad de convertirme en uno de ellos.
El Gobierno Mundial, necesitado de una exhibición pública de fuerza, había decidido ejecutar al temido corsario de forma que todo el mundo lo viese, aún sabiendo las consecuencias que aquello, con casi total seguridad, traería. En la plaza, atestada de marines y agentes del Cipher Pol, reinaba una extraña calma que casi podría considerarse silencio. No obstante, algo en el aire dejaba claro que aquella tranquilidad no duraría mucho. Y más aún cuando, tras la línea de defensa que formaban los enormes buques de guerra de la Marina, apareció en el horizonte el estandarte de los Blue Rose.
¿Qué haría allí Dexter Black? Que se supiera, el Emperador del Nuevo Mundo no debía nada al condenado a muerte. Sin embargo, y pensándolo bien, parecía ingenuo creer que él y su banda no aparecerían en un evento de tal magnitud. ¿Cuál sería su propósito? Lo que estaba claro era que, si ellos habían acudido, muchísimos más les seguirían.
Me ajusté una vez más el nudo de la corbata, aguardando a que la creciente tensión que se mascaba en el ambiente acabase desembocando en la que probablemente iba a ser una de las más violentas tormentas que los mares habían conocido. Si algo tenía claro, era que en acontecimientos de tanta importancia los más poderosos de entre los hombres decidían el destino del mundo, y yo no pensaba dejar pasar la oportunidad de convertirme en uno de ellos.
- Resumen:
- Narrar lo que va sucediendo mientras espero en la plaza a que comiencen las hostilidades.
Maki
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Guerra. La sola palabra bastaba para helarle a Maki la sangre y la babilla olorosa que le goteaba de la boca entreabierta. Su unidad de los Centellas iba a ser enviada a la batalla contra la Marina para aprovechar que estarían ocupando lidiando con los piratas. A Maki se lo habían explicado muy detenidamente durante un buen rato y, después de solo ocho veces, lo había entendido. Nada mejor para comprender las sutilezas de una guerra a tres bandas como los muñecos de plastilina.
No tenía ni idea de si alguien se había fijado en su actuación estelar durante el importante torneo que habían llevado a cabo hacía poco. ¿Le ascenderían? ¿Por fin tendría un despacho para él solo con un letrero en la puerta? Lo había visto en sueños muchas veces: "Augustus I. Makintosh. Presidente". En realidad no sabía si sería presidente o no, pero seguro que su futuro rango tendría algo que ver con eso. O eso, o se quedaba estancado en su triste posición de cadete sin poder ni autoridad.
No soportaría eso. El Comandante necesitaba comandar.
Ése fue el motivo principal por el que eligió participar en la operación de rescate. Bueno, la idea de atacar de frente sin más plan que el de atacar de frente tampoco le atraía mucho, y no se manejaba bien en los barcos. Siempre le decían cosas como "Bicho, no te enredes en las cuerdas" o "¿Por qué esa cosa se está comiendo la vela?".
Para evitar eso, decidió ir con el grupo que intentaría evitar que matasen al pirata. Es más, pensaba que sería su oportunidad de demostrar sus dotes de líder. Reunió a su equipo, formado por Chinchilla Joe -una chinchilla de verdad que Maki llevaba en el bolsillo-, Rudy, su rodillo mascota, y su amiga imaginaria, Margaret, y se plantó delante del amplio grupo de revolucionarios para dedicarles unas palabras:
-¡Atención! -proclamó-. Yo, Augustus, dirigiré la operación de rescate del Capitán... ¿Cómo se llama? -susurró a su apuntador.
Fruto Seco Ivar, amigo, compañero y proveedor de cacahuetes, siempre tenía respuesta para todo. Por desgracia, Maki no tenía muy buen oído y no captó el complicado nombre del pirata al que iban a rescatar por razones que se le escapaban.
-¡¡Yo rescataré al Capitán Comosellame!! ¡Seguidme hasta la victoria!
Y dicho esto, cogió su imprescindible bolsa de cacahuetes y se lanzó al agua para perseguir a los barcos en los que le habían dicho que llevaban al prisionero.
No tenía ni idea de si alguien se había fijado en su actuación estelar durante el importante torneo que habían llevado a cabo hacía poco. ¿Le ascenderían? ¿Por fin tendría un despacho para él solo con un letrero en la puerta? Lo había visto en sueños muchas veces: "Augustus I. Makintosh. Presidente". En realidad no sabía si sería presidente o no, pero seguro que su futuro rango tendría algo que ver con eso. O eso, o se quedaba estancado en su triste posición de cadete sin poder ni autoridad.
No soportaría eso. El Comandante necesitaba comandar.
Ése fue el motivo principal por el que eligió participar en la operación de rescate. Bueno, la idea de atacar de frente sin más plan que el de atacar de frente tampoco le atraía mucho, y no se manejaba bien en los barcos. Siempre le decían cosas como "Bicho, no te enredes en las cuerdas" o "¿Por qué esa cosa se está comiendo la vela?".
Para evitar eso, decidió ir con el grupo que intentaría evitar que matasen al pirata. Es más, pensaba que sería su oportunidad de demostrar sus dotes de líder. Reunió a su equipo, formado por Chinchilla Joe -una chinchilla de verdad que Maki llevaba en el bolsillo-, Rudy, su rodillo mascota, y su amiga imaginaria, Margaret, y se plantó delante del amplio grupo de revolucionarios para dedicarles unas palabras:
-¡Atención! -proclamó-. Yo, Augustus, dirigiré la operación de rescate del Capitán... ¿Cómo se llama? -susurró a su apuntador.
Fruto Seco Ivar, amigo, compañero y proveedor de cacahuetes, siempre tenía respuesta para todo. Por desgracia, Maki no tenía muy buen oído y no captó el complicado nombre del pirata al que iban a rescatar por razones que se le escapaban.
-¡¡Yo rescataré al Capitán Comosellame!! ¡Seguidme hasta la victoria!
Y dicho esto, cogió su imprescindible bolsa de cacahuetes y se lanzó al agua para perseguir a los barcos en los que le habían dicho que llevaban al prisionero.
- Resumen. :
- Ofrecerse para liderar la operación de rescate, coger sus cacahuetes y saltar al agua esperando que alguien le siga.
Dretch
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El joven Búho observaba como, allí bajo sus pies, compañías de marines que vestían sus blancos uniformes estaban formando por regimientos a lo largo y ancho de las diversas fortificaciones de Gray Rock. No pudo reprimir el estornudo que le produjo el respirar aquella fría brisa marina y a punto estuvo de perder el equilibrio y caerse del tejado del barracón, donde hacía ya varios minutos que observaba en silencio. Lo cierto era, que no le gustaba nada de lo que veía ¿Qué necesidad había de montar aquel circo mediático? Por mucho que su fe en el Gobierno Mundial fuese inquebrantable, aun le costaba entender como una simple ejecución podía armar tanto revuelo.
- Tsk… Y lo llaman Justicia Absoluta, más bien deberían llamarlo Justicia Relativa – musitó en voz baja, sin separar la vista de los marines.
Retrocedió un par de pasos para alejarse de la cornisa del edificio y se acuclilló. Podría haberse reunido con sus superiores, contribuido a trazar un plan y aportado sus peculiares poderes. Sin embargo, desde que aquella misteriosa carta llegó a sus manos, su percepción del mundo había cambiado por completo. Su paso por el Archipiélago Sabaody y Marineford le habían hecho cambiar su forma de pensar. Había comprendido que ya no era un simple iniciado al que tuviesen que tutelar e indicar constantemente cuales deberían ser sus próximos movimientos. Le bastaba con saber que ese tal Legim debía de ser ejecutado y, puesto que él no era un soldado, su lugar no estaba en primera línea.
- ¿Nervioso Zor-El? – inquirió, girándose hacia el sombrío shandian que se encontraba a su derecha – Apuesto a que con esa tribu tuya jamás te viste metido en un conflicto similar a este. Tu a fin de cuentas eres un soldado ¿Nos estamos dejando algo en el tintero? – dijo mientras realizaba un amplio arco con su brazo izquierdo, abarcando la gran mayoría de formaciones de marines.
- Tsk… Y lo llaman Justicia Absoluta, más bien deberían llamarlo Justicia Relativa – musitó en voz baja, sin separar la vista de los marines.
Retrocedió un par de pasos para alejarse de la cornisa del edificio y se acuclilló. Podría haberse reunido con sus superiores, contribuido a trazar un plan y aportado sus peculiares poderes. Sin embargo, desde que aquella misteriosa carta llegó a sus manos, su percepción del mundo había cambiado por completo. Su paso por el Archipiélago Sabaody y Marineford le habían hecho cambiar su forma de pensar. Había comprendido que ya no era un simple iniciado al que tuviesen que tutelar e indicar constantemente cuales deberían ser sus próximos movimientos. Le bastaba con saber que ese tal Legim debía de ser ejecutado y, puesto que él no era un soldado, su lugar no estaba en primera línea.
- ¿Nervioso Zor-El? – inquirió, girándose hacia el sombrío shandian que se encontraba a su derecha – Apuesto a que con esa tribu tuya jamás te viste metido en un conflicto similar a este. Tu a fin de cuentas eres un soldado ¿Nos estamos dejando algo en el tintero? – dijo mientras realizaba un amplio arco con su brazo izquierdo, abarcando la gran mayoría de formaciones de marines.
- resumen:
- Echar la mañana divagando sobre uno de los tejados junto a Eric
Roland von Klauswitz
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Kodama paseaba por la cavernosa fortaleza de la justicia con su curioso carrito. Miles de soldados atareados se preparaban para la inminente ejecución -y para la batalla que inevitablemente acompañaba a esas cosas-, revisando las armas por enésima vez, haciendo apuestas sobre que piratas aparecerían o echando un último vistazo a las fotos de familia. Los marines más novatos miraban admirados y esperanzados a las leyendas de la profesión, confiados en que ellos los salvarían; los más veteranos, compartían hazañas de guerra y comparaban logros. La tensión era tal que se notaba en cada respiración, como un sabor arenoso y seco. O quizás fuese el polvo, que encontraba su reino entre los rocosos muros de Gray Rock.
Mientras tanto, Kodama repartía árbolitos.
Ajeno a las miradas que le dedicaban sus compañeros de armas, el Roble depositaba con sumo cuidado las macetas en lugares estratégicos. Dentro de la montaña, en lugares elevados desde los que un hombre podría ver bien el único acceso natural y la plataforma donde Legan Legim sería ejecutado. También fuera, cerca del Puerto del Oeste y junto a algunas torretas superiores. En cada maceta, un pequeño árbol decoraba con su verdor el ambiente gris de la isla-fortaleza.
Pero Kodama no era decorador. Esos árboles, mientras siguiesen en pie -esperaba que todos sobreviviesen o iba a enfadarse- serían sus ojos y sus oídos. Podría usarlos como sistema de vigilancia para estar bien atento a todo lo que sucedía. Los había dejado en sitios donde esperaba que no los matasen y donde nadie podría aplastarlos sin querer, pero con buenas vistas de los puntos clave.
No tardó en oír las noticias de los primeros invitados indeseados, y se dirigió de inmediato al exterior en cuanto oyó que la banda de un Yonko al completo estaba a la vista. La presencia de Black era una mala noticia, pero no podía decirse que fuese algo inesperado. Él no podría encargarse de él, pero para algo tenían almirantes.
Se preguntaba a qué habría acudido. ¿Pensaría salvar a Legim? ¿O solo quería asegurarse de su muerte? Los piratas eran gente pendenciera, incluso más que el resto de los humanos, por lo que no le extrañaría que quisiese asegurar la caída de su competencia. En el peor de los casos, sus intenciones serían hostiles para con la Marina, y era para ese caso para el que Kodama tenía obligación de prepararse.
Cinco minutos después ya flotaba en una burbuja a cientos de metros de altura. Los barcos, tanto aliados como enemigos, eran motas de polvo en la infinidad del mar, y él sería un observador privilegiado de los primeros compases de la batalla. No obstante, había cogido un Den Den Mushi por si tenían otras órdenes que darle.
Todo estaba tranquilo por el momento, así que se limitó a esperar y disfrutar de los últimos instantes de paz. Al fin y al cabo, era un ser muy paciente, y no iban a gozar de mucha paz próximamente.
Mientras tanto, Kodama repartía árbolitos.
Ajeno a las miradas que le dedicaban sus compañeros de armas, el Roble depositaba con sumo cuidado las macetas en lugares estratégicos. Dentro de la montaña, en lugares elevados desde los que un hombre podría ver bien el único acceso natural y la plataforma donde Legan Legim sería ejecutado. También fuera, cerca del Puerto del Oeste y junto a algunas torretas superiores. En cada maceta, un pequeño árbol decoraba con su verdor el ambiente gris de la isla-fortaleza.
Pero Kodama no era decorador. Esos árboles, mientras siguiesen en pie -esperaba que todos sobreviviesen o iba a enfadarse- serían sus ojos y sus oídos. Podría usarlos como sistema de vigilancia para estar bien atento a todo lo que sucedía. Los había dejado en sitios donde esperaba que no los matasen y donde nadie podría aplastarlos sin querer, pero con buenas vistas de los puntos clave.
No tardó en oír las noticias de los primeros invitados indeseados, y se dirigió de inmediato al exterior en cuanto oyó que la banda de un Yonko al completo estaba a la vista. La presencia de Black era una mala noticia, pero no podía decirse que fuese algo inesperado. Él no podría encargarse de él, pero para algo tenían almirantes.
Se preguntaba a qué habría acudido. ¿Pensaría salvar a Legim? ¿O solo quería asegurarse de su muerte? Los piratas eran gente pendenciera, incluso más que el resto de los humanos, por lo que no le extrañaría que quisiese asegurar la caída de su competencia. En el peor de los casos, sus intenciones serían hostiles para con la Marina, y era para ese caso para el que Kodama tenía obligación de prepararse.
Cinco minutos después ya flotaba en una burbuja a cientos de metros de altura. Los barcos, tanto aliados como enemigos, eran motas de polvo en la infinidad del mar, y él sería un observador privilegiado de los primeros compases de la batalla. No obstante, había cogido un Den Den Mushi por si tenían otras órdenes que darle.
Todo estaba tranquilo por el momento, así que se limitó a esperar y disfrutar de los últimos instantes de paz. Al fin y al cabo, era un ser muy paciente, y no iban a gozar de mucha paz próximamente.
- Resumen:
- Dejar arbolitos en macetas por toda la isla (tengo una técnica para poder espiar a través de ellos) - Meterse en una burbuja de las suyas y flotar a cientos de metros de altura, esperando a que se líe
Elya Edelweiss
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El torneo había terminado hacía días, sin pena ni gloria. Supo desde el momento en el que terminó su tercer combate que no estaba entre los finalistas y no podría aspirar al puesto de almirante. No había ganado ni uno solo de los tres enfrentamientos de forma clara, en conocimientos bélicos la superaban por mucho. Habría mentido si dijera que no se había ilusionado ni un poco, pero las noticias que acababan de llegarle borraron eso de su mente. Agarró su arma y partió de inmediato. Y ahora...
Ahora se encontraba en primera línea de defensa, en uno de los barcos que patrullaban Gray Rock. Se sentía exultante, expectante. Casi vibraba de lo enérgica que se sentía, pero nada de esto se dejaba ver. Oteaba silenciosa el horizonte, atenta a cada pequeño detalle. Estaban allí para defender la ejecución de Legim, antiguo y poderoso Yonkou. Su era terminaría hoy para cuando se pusiera el sol. ¿Lo haría? Viendo el espectáculo que se desarrollaba delante de sus ojos, lo dudaba. La flota de los Blue Rose Pirates se estaba acercando. Si ellos estaban aquí no era descabellado que otros piratas de menor calado decidieran aparecer. Al fin y al cabo, ¿Qué podían perder?
Sabía que Gray Rock había sido su mejor baza. Protegida tanto de forma natural como artificial, si bien igual que Impel Down por lo visto se podía levantar a pulso, tenía bastante menos utilidad. Era un cacho de roca hueca, nada más. Incluso si resultase destrozada no sería una gran pérdida, porque a penas se utilizaba. No, lo único importante hoy era cumplir la ejecución de Legim. No solo por llevar a cabo la sentencia otorgada por sus crímenes, si no para demostrar que seguirían ejerciendo justicia sin importar cuantos se opusieran al respecto.
Sin embargo...
Uno de los barcos de la flota se acercaba más que los demás. Vio como sus superiores se ladraban órdenes por los DDM y otros barcos comenzaban a arremolinarse poco sutilmente alrededor del suyo. Algo iba a ocurrir y todos lo sabían. Se fue a proa sin meterse en el camino de nadie, queriendo ver el espectáculo de cerca. Oyó a dos reclutas a su espalda preguntarse por qué no habían dado todavía la orden de disparar. Estaban locos si creían que un par de balas iban a servir de algo aquí; hacía falta diplomacia.
Vio a Dexter Black anclar su barco con parsimonia y elegancia, antes de dirigirse hacia ellos. Se tensó casi por instinto, mirando por el rabillo del ojo en busca de... ¿Qué? No lo sabía exactamente. Se encontraba nerviosa. Había oído hablar de él, de sus conquistas y su temple. Pero hasta ahora nadie había sabido decirle cuáles eran sus objetivos, si es que los tenía. El precio por su cabeza superaba por mucho cualquier cantidad que ella pudiera ahorrar en lo que le quedaba de vida y aún así, a ella solo le generaba preguntas y no miedo. Quizás habría sido más sensato tenerlo.
Subió al barco de la marina con la misma calma. Quieto en el castillo de proa, dijo una sola frase que hizo que todos se quedaran perplejos. ¿Línea directa con el almirante? Veía el pavor en la cara de sus compañeros y no podía reprochárselo. Que estaban en peligro era innegable, pero ante una situación así lo mejor era actuar deprisa y no dar pie a acciones inesperadas.
Se movió rápido, pasando al lado del Contraalmirante que gobernaba ese barco y agarrando el DDM de su cintura sin pedir permiso. Se dio cuenta, por supuesto, y la agarró de la muñeca sin miramientos, pero Elya le contestó con una mirada antes de que pudiera abrir la boca. La soltó, claramente molesto, y ella se dirigió hacia el que a todas luces era el enemigo. No creía que estuviera ahí para ver la ejecución con palomitas.
Mientras caminaba, acariciaba el DDM negro con la yema del pulgar. Le servía para calmar su respiración. Su concentración se encontraba afilada como siempre, pero debía calmarse. O por lo menos aparentarlo. Su DDM personal no tenía esa clase de contactos, por descontado. El del Contraalmirante, por el contrario... Si la había dejado ir era para que sirviera de carnaza y era consciente. Aunque si él intentaba algo siempre podía tirarse al agua. Eso le granjearía unos segundos, tirando por lo alto. Quizás si que fuera una locura, pero ya le tenía delante. Marcó el número correspondiente sin decir nada. Antes de que respondiera, le tendió el aparato, mirándole a los ojos sin soltar el arma con la otra mano.
- Tan solo, por favor, tenga presentes todas las vidas en juego. Las venderemos caras.
Ahora se encontraba en primera línea de defensa, en uno de los barcos que patrullaban Gray Rock. Se sentía exultante, expectante. Casi vibraba de lo enérgica que se sentía, pero nada de esto se dejaba ver. Oteaba silenciosa el horizonte, atenta a cada pequeño detalle. Estaban allí para defender la ejecución de Legim, antiguo y poderoso Yonkou. Su era terminaría hoy para cuando se pusiera el sol. ¿Lo haría? Viendo el espectáculo que se desarrollaba delante de sus ojos, lo dudaba. La flota de los Blue Rose Pirates se estaba acercando. Si ellos estaban aquí no era descabellado que otros piratas de menor calado decidieran aparecer. Al fin y al cabo, ¿Qué podían perder?
Sabía que Gray Rock había sido su mejor baza. Protegida tanto de forma natural como artificial, si bien igual que Impel Down por lo visto se podía levantar a pulso, tenía bastante menos utilidad. Era un cacho de roca hueca, nada más. Incluso si resultase destrozada no sería una gran pérdida, porque a penas se utilizaba. No, lo único importante hoy era cumplir la ejecución de Legim. No solo por llevar a cabo la sentencia otorgada por sus crímenes, si no para demostrar que seguirían ejerciendo justicia sin importar cuantos se opusieran al respecto.
Sin embargo...
Uno de los barcos de la flota se acercaba más que los demás. Vio como sus superiores se ladraban órdenes por los DDM y otros barcos comenzaban a arremolinarse poco sutilmente alrededor del suyo. Algo iba a ocurrir y todos lo sabían. Se fue a proa sin meterse en el camino de nadie, queriendo ver el espectáculo de cerca. Oyó a dos reclutas a su espalda preguntarse por qué no habían dado todavía la orden de disparar. Estaban locos si creían que un par de balas iban a servir de algo aquí; hacía falta diplomacia.
Vio a Dexter Black anclar su barco con parsimonia y elegancia, antes de dirigirse hacia ellos. Se tensó casi por instinto, mirando por el rabillo del ojo en busca de... ¿Qué? No lo sabía exactamente. Se encontraba nerviosa. Había oído hablar de él, de sus conquistas y su temple. Pero hasta ahora nadie había sabido decirle cuáles eran sus objetivos, si es que los tenía. El precio por su cabeza superaba por mucho cualquier cantidad que ella pudiera ahorrar en lo que le quedaba de vida y aún así, a ella solo le generaba preguntas y no miedo. Quizás habría sido más sensato tenerlo.
Subió al barco de la marina con la misma calma. Quieto en el castillo de proa, dijo una sola frase que hizo que todos se quedaran perplejos. ¿Línea directa con el almirante? Veía el pavor en la cara de sus compañeros y no podía reprochárselo. Que estaban en peligro era innegable, pero ante una situación así lo mejor era actuar deprisa y no dar pie a acciones inesperadas.
Se movió rápido, pasando al lado del Contraalmirante que gobernaba ese barco y agarrando el DDM de su cintura sin pedir permiso. Se dio cuenta, por supuesto, y la agarró de la muñeca sin miramientos, pero Elya le contestó con una mirada antes de que pudiera abrir la boca. La soltó, claramente molesto, y ella se dirigió hacia el que a todas luces era el enemigo. No creía que estuviera ahí para ver la ejecución con palomitas.
Mientras caminaba, acariciaba el DDM negro con la yema del pulgar. Le servía para calmar su respiración. Su concentración se encontraba afilada como siempre, pero debía calmarse. O por lo menos aparentarlo. Su DDM personal no tenía esa clase de contactos, por descontado. El del Contraalmirante, por el contrario... Si la había dejado ir era para que sirviera de carnaza y era consciente. Aunque si él intentaba algo siempre podía tirarse al agua. Eso le granjearía unos segundos, tirando por lo alto. Quizás si que fuera una locura, pero ya le tenía delante. Marcó el número correspondiente sin decir nada. Antes de que respondiera, le tendió el aparato, mirándole a los ojos sin soltar el arma con la otra mano.
- Tan solo, por favor, tenga presentes todas las vidas en juego. Las venderemos caras.
- Resumen:
- Robar un DDM y dárselo a Dexter para que le diga cosas sucias al Almirante.
Rylanor
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En lo alto, fuera de la vista de la gran mayoría, había un punto casi imperceptible sobre Gray Rock. Sólo alguien con una vista excepcional o algún aparato como unos prismáticos podría percatarse de que aquel punto no era otra cosa que un avión triangular con una gran cara sonriente pintada en el morro, manteniéndose estático a unos tres kilómetros sobre la base marine. Era el transporte aéreo de desplazamiento de tropas y bombardeo táctico, Flying Kai como nombre informal. En su interior un grupo de marines tomaba posiciones y se preparaba para la inminente batalla, mientras en la cabina de pilotaje un hombre alto enfundado en una armadura roja de cuerpo completo observaba en las pantalla el mar bajo él. Los primeros enemigos ya comenzaban a presentarse en el horizonte pese a la no muy propicia visibilidad, fruto de las inclemencias del tiempo. Y algo más cerca, junto al bloqueo marítimo de la flota de defensa, un pequeño y veloz barco con una bandera que conocía bien. El Vicealmirante frunció el ceño y se aproximó a la pantalla, observando la imagen con gesto pensativo.
- Viejo zorro... ya tardabas en aparecer. ¿Qué te propones esta vez?
Cada vez que aquel hombre aparecía, ocurrían las cosas más inesperadas y sorprendentes. Tanto como lograr convencer a un Vicealmirante de la Marina de combatir del lado de un Yonkou contra los gobernantes de una nación. Pero esta vez era muy diferente. Simplemente, no podía permitir que Dexter cruzara el bloqueo. Legim debía ser ejecutado por el bien del orden en el mundo. La mera existencia de los Yonkou era una amenaza a la paz mundial y al Gobierno, como la historia había demostrado ya en el pasado. El Vicealmirante frunció el ceño, tratando de quitarse pensamientos desagradables de la cabeza, y abrió un compartimento en la armadura sacando un pitillo. Su padre iba a ser ejecutado... y aún no había tenido ocasión de dirigirse a él. Ni siquiera había podido preguntarle por qué. Por qué había seducido a una mujer casada para luego abandonarla con un niño nonato. Por qué había sido tan egoísta de simplemente dejar a sus hijos desperdigados por el mundo, a su suerte, sin un padre que se ocupara de ellos. Encendiendo el cigarro con un chasquido de dedos, le dio una calada aspirando tan fuerte que un cacho considerable del cigarro se consumió de golpe.
- ¡Silver! ¡Mueve tu culo metálico y preparara a tus hombres! Pronto vamos a tener que repartir estopa a esas sucias ratas de mar - mientras hablaba, una gran humareda de tabaco salió por su boca y fosas nasales. Acto seguido se giró hacia el artillero - Sargento, quiero los cañones apuntando a ese barco, pero no dispare hasta que le de la orden o me encargaré de degradarlo tan rápido que hasta las ratas de las mazmorras de Marineford tendrán más graduación que usted. ¿He sido claro?
- Sí, señor. Preparando los Bombarderos Payum.
Kai esbozó una sonrisa infantil al escuchar el nombre, conteniendo una risotada. Acto seguido se dirigió a un gran botón rojo en la pared cubierto por una tapa de cristal en la que estaba escrito "pulsar en caso de guerra."[/i] Ensanchando aún más su sonrisa, levantó la tapa y pulsó el botón. Al instante un sonido comenzó a sonar en toda la aeronave... una canción.
- ¡Quiero a todo el mundo listo! - vociferó por el micrófono, sonando su voz por todo el avión - ¡Preparen sus armas y sus culos señoritas, porque hoy volamos hacia el puto infierno! - soltó una carcajada feroz - Hoy enseñaremos a esos perros piratas por qué somos los guardianes del orden y la justicia en el mundo. No dejaremos a ni uno solo de esos cerdos cruzar el cordón de defensa.
Acto seguido se apartó del micrófono, aún con una sonrisa.
- Iron Kai, máscara - el casco se cerró totalmente - Llamada vía DDM a la base de Gray Rock.
- En seguida, Vicealmirante - dijo la voz artificial de la armadura.
Esperaría a que se conectase la llamada, para decir:
- Aquí el Vicealmirante Kai a bordo del Flying Kai. Tengo visual del barco del Yonkou Dexter Black en el cordón de defensa. Solicito órdenes del Almirante al mando, base. Cambio.
- Viejo zorro... ya tardabas en aparecer. ¿Qué te propones esta vez?
Cada vez que aquel hombre aparecía, ocurrían las cosas más inesperadas y sorprendentes. Tanto como lograr convencer a un Vicealmirante de la Marina de combatir del lado de un Yonkou contra los gobernantes de una nación. Pero esta vez era muy diferente. Simplemente, no podía permitir que Dexter cruzara el bloqueo. Legim debía ser ejecutado por el bien del orden en el mundo. La mera existencia de los Yonkou era una amenaza a la paz mundial y al Gobierno, como la historia había demostrado ya en el pasado. El Vicealmirante frunció el ceño, tratando de quitarse pensamientos desagradables de la cabeza, y abrió un compartimento en la armadura sacando un pitillo. Su padre iba a ser ejecutado... y aún no había tenido ocasión de dirigirse a él. Ni siquiera había podido preguntarle por qué. Por qué había seducido a una mujer casada para luego abandonarla con un niño nonato. Por qué había sido tan egoísta de simplemente dejar a sus hijos desperdigados por el mundo, a su suerte, sin un padre que se ocupara de ellos. Encendiendo el cigarro con un chasquido de dedos, le dio una calada aspirando tan fuerte que un cacho considerable del cigarro se consumió de golpe.
- ¡Silver! ¡Mueve tu culo metálico y preparara a tus hombres! Pronto vamos a tener que repartir estopa a esas sucias ratas de mar - mientras hablaba, una gran humareda de tabaco salió por su boca y fosas nasales. Acto seguido se giró hacia el artillero - Sargento, quiero los cañones apuntando a ese barco, pero no dispare hasta que le de la orden o me encargaré de degradarlo tan rápido que hasta las ratas de las mazmorras de Marineford tendrán más graduación que usted. ¿He sido claro?
- Sí, señor. Preparando los Bombarderos Payum.
Kai esbozó una sonrisa infantil al escuchar el nombre, conteniendo una risotada. Acto seguido se dirigió a un gran botón rojo en la pared cubierto por una tapa de cristal en la que estaba escrito "pulsar en caso de guerra."[/i] Ensanchando aún más su sonrisa, levantó la tapa y pulsó el botón. Al instante un sonido comenzó a sonar en toda la aeronave... una canción.
- ¡Quiero a todo el mundo listo! - vociferó por el micrófono, sonando su voz por todo el avión - ¡Preparen sus armas y sus culos señoritas, porque hoy volamos hacia el puto infierno! - soltó una carcajada feroz - Hoy enseñaremos a esos perros piratas por qué somos los guardianes del orden y la justicia en el mundo. No dejaremos a ni uno solo de esos cerdos cruzar el cordón de defensa.
Acto seguido se apartó del micrófono, aún con una sonrisa.
- Iron Kai, máscara - el casco se cerró totalmente - Llamada vía DDM a la base de Gray Rock.
- En seguida, Vicealmirante - dijo la voz artificial de la armadura.
Esperaría a que se conectase la llamada, para decir:
- Aquí el Vicealmirante Kai a bordo del Flying Kai. Tengo visual del barco del Yonkou Dexter Black en el cordón de defensa. Solicito órdenes del Almirante al mando, base. Cambio.
- Aspecto de la armadura:
- Resumen:
- Divago, ordeno que los cañones de mi avión apunten al barco de Dexter sin disparar, pongo música para los presentes en el transporte (NPCs varios y los miembros de Loyal Army) y llamo a base para pedir órdenes del Almirante al cargo.
Kazuo Tanaka
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Kazuo se encontraba totalmente dormido en uno de los mejores lugares que pudo encontrar. ¿Dónde? Dentro de los compartimientos de carga de un avión. Nunca había tenido la oportunidad de volar en uno, pero tampoco le interesaba, era el lugar más silencioso que había localizado. No era muy despistado como saber lo que estaba por pasar, pero si había decidido que lo mejor era tener sus mayores energías para no fallar. Aunque también tenía claro que quizás podía no ser de mucha utilidad. Se despreocupó de todo eso y solo se dedicó a dormir, hasta que los ruidos de las ordenes o bien gritos de batalla lo despertaran.
No supo cuánto tiempo había pasado, pero los ruidos incrementaron y eso lo forzó a abrir sus ojos. Cuando se quiso dar cuenta, la puerta estaba cerrada y, para su sorpresa, veía todo desde un punto de vista… Más alto. ”Mierda” – ordenó un poco sus ropas y empezó a caminar rumbo a dónde procedían los gritos. Al parecer, ya habían despegado y, es más, según lo que escuchaba ya habían divisado un barco enemigo. ¿Tan pronto? Si que generaba expectación la ejecución de un pirata. No es que le importara mucho, pero era su deber hacer que se cumpliera la muerte del ex Emperador del Mar, Legan Legim. No sabía muy bien qué hacer, pero ahora no había marcha atrás. Al parecer, no iban a hacer nada con el barco enemigo y solo esperarían órdenes. ¿Tan pronto empezaría la guerra? Tragó saliva nervioso y prendió un cigarro, necesitaba calmarse.
– Solo sigue las órdenes, ya no te puedes devolver. Idiota. – Se murmuró.
Vio sus dos pistolas en sus fundas y como nunca antes, tenía más de dos cargadores extras. Iría armado hasta los dientes de ser necesario, pero solo había sacado unos seis u ocho de la armería. No quería quedarse sin balas en plena batalla. Luego de eso, se quedaría callado, tratando de no molestar a sus superiores y a seguir cada orden como mejor pudiera. ”Me pregunto si tendremos que saltar. Espero que no. Espero que no” – se dijo. Si podían tener la ventaja en un combate aéreo, quizás no debían hacerlo. Tocar suelo no parecía ser la mejor opción, pero inevitablemente, iba a suceder.
– Recluta Kazuo Tanaka a sus órdenes, señor. – Se presentó ante el vicealmirante Kai. Antes de que entrara en aquella armadura, lo había reconocido y, seguramente, quizás se sorprendía en encontrarlo ahí… Pero ya nada se podía hacer y pese a su despiste, entre más hombres dispuestos a combatir, mejor, ¿no?
No supo cuánto tiempo había pasado, pero los ruidos incrementaron y eso lo forzó a abrir sus ojos. Cuando se quiso dar cuenta, la puerta estaba cerrada y, para su sorpresa, veía todo desde un punto de vista… Más alto. ”Mierda” – ordenó un poco sus ropas y empezó a caminar rumbo a dónde procedían los gritos. Al parecer, ya habían despegado y, es más, según lo que escuchaba ya habían divisado un barco enemigo. ¿Tan pronto? Si que generaba expectación la ejecución de un pirata. No es que le importara mucho, pero era su deber hacer que se cumpliera la muerte del ex Emperador del Mar, Legan Legim. No sabía muy bien qué hacer, pero ahora no había marcha atrás. Al parecer, no iban a hacer nada con el barco enemigo y solo esperarían órdenes. ¿Tan pronto empezaría la guerra? Tragó saliva nervioso y prendió un cigarro, necesitaba calmarse.
– Solo sigue las órdenes, ya no te puedes devolver. Idiota. – Se murmuró.
Vio sus dos pistolas en sus fundas y como nunca antes, tenía más de dos cargadores extras. Iría armado hasta los dientes de ser necesario, pero solo había sacado unos seis u ocho de la armería. No quería quedarse sin balas en plena batalla. Luego de eso, se quedaría callado, tratando de no molestar a sus superiores y a seguir cada orden como mejor pudiera. ”Me pregunto si tendremos que saltar. Espero que no. Espero que no” – se dijo. Si podían tener la ventaja en un combate aéreo, quizás no debían hacerlo. Tocar suelo no parecía ser la mejor opción, pero inevitablemente, iba a suceder.
– Recluta Kazuo Tanaka a sus órdenes, señor. – Se presentó ante el vicealmirante Kai. Antes de que entrara en aquella armadura, lo había reconocido y, seguramente, quizás se sorprendía en encontrarlo ahí… Pero ya nada se podía hacer y pese a su despiste, entre más hombres dispuestos a combatir, mejor, ¿no?
- Resumen:
- Dormir, despertar en el avion de Kai, prepararse para la guerra. Rezar para no saltar (?) Presentarse ante Kai y... Ya.
«No me lo puedo creer. Esto es increíble», se quejaba Therax mientras caminaba de puesto en puesto en busca de un whiskey decente. Como no podía ser de otro modo, después de recorrer uno a uno los diferentes establecimientos fue incapaz de identificar alguno que se adecuara a sus exigencias. Para una que tenía...
Fuera como fuere, lo cierto era que la situación había derivado en algo casi obsceno. No, aquello era obsceno incluso para un pirata... Incluso para un pirata obsceno. Un tipo que jamás había hondeado su bandera había montado un espectáculo lamentable para elegir a un Yonkou. Él, no alguien que tuviese una mínima relevancia real dentro del mundo de la piratería, no. Él. Respiró hondo, reconociendo la hipocresía que emanaba de la contradicción entre sus actos y sus pensamientos. Había tragado, de eso no cabía duda, así que debía callarse. ¿¡Pero por qué demonios nadie había pensado en llevar un par de botellas de licor de Ériu Land!? ¿Es que nadie había pensado en eso?
Harto de dar vueltas y de obtener una larga ristra de "no" como respuesta, se alejó del bullicio y se dirigió a uno de los puestos más alejados. Se dejó caer sobre el primer taburete que vio, dándose la vuelta para observar el gentío. Había mucha gente, muchísima. Tal vez hubiese más piratas congregados que en Jaya. Therax volvió a arrugar el gesto, descontento ante la imagen que veían sus ojos: decenas de tripulaciones postradas ante el alcohol servido por el manipulador de turno. Casi podía notar cómo la bilis acudía a su boca.
«Al menos Zane ha salido vencedor, y no se puede decir que los demás se lo hayan puesto fácil», reflexionó, recordando la asistencia de monstruos del mar como los Blue Rose o Arribor Neus. No pudo evitar rememorar el encuentro con Dexter Black en aquel pilar infernal. ¿Qué esperaba de ellos? No tenía ni la menor idea, y eso le hacía estar intranquilo. De un modo u otro, la elección entre el Zafiro Negro y Viktor estaba clara. A sus ojos, si de ellos dos alguien tenía derecho a influir en el mundo de la piratería, a decidir realmente, era el primero.
Se giró en su asiento para encarar la barra. Cuál fue su sorpresa al comprobar que Luka ya se encontraba allí. ¿Sería él capaz de sacar aquella tormenta de pensamientos de su mente o le haría enfadar aún más? «No lo sabré hasta que lo compruebe», pensó, abandonando su posición y dirigiéndose al gyojin. No obstante, él no era el único que se encontraba allí. Syxel -o Syxel menos su brazo- y su banda también estaban en el lugar.
Zane no tardó en llegar y formular la pregunta clave: ¿irían al espectáculo que habían montado en torno a Legim? Claro que irían; acababa de ser elegido como una de las personas más poderosas de los océanos y no podía darse la vuelta y huir con el rabo entre las piernas. Eso estaba claro. Él mismo no se lo permitiría, aunque tuviese que arrastrarle hasta el peñasco en el que al parecer todo iba a tener lugar. No obstante, no podía evitar sentir que en todo momento eran meras marionetas en manos del maldito enano.
Therax no respondió a la pregunta de su capitán. Simplemente le dirigió una mirada que dejaba ver todo lo que pensaba y pidió algo de beber que no fuera veneno. Tal vez borracho pudiese dejar de dar vueltas en torno a lo mismo.
Al día siguiente aquellas sensaciones no habían disminuido, pero iban acompañadas de una desagradable resaca ya en remisión. En lugar de mitigarse, se habían transformado en una suerte de rabia contenida que amenazaba con salir en cualquier momento. Frente al Rosamel Forrito, interponiéndose en su trayectoria hacia Gray Rock, una hilera de barcos de la Marina unidos por una cadena aguardaba la llegada de los piratas.
El espadachín observó la imagen desde la cubierta del barco. Numerosos navíos se encontraban por delante de ellos. Muchas de sus banderas eran reconocibles, como las de la imponente flota de los Blue Rose. Otras no tanto, y pasaban casi inadvertidas en un mar de cráneos y tibias. ¿Sería la suya una de esas? Lo dudaba mucho. De cualquier modo, aunque había muchas flotas más numerosas que el modesto grupo de los Arashi, el domador no se sentía en absoluto intimidado por ello.
El "sí" de Therax en respuesta a Zane se asemejó más a un gruñido que a una verdadera afirmación. A fin de cuentas, no podía llevarle la contraria a su capitán de forma abierta frente a toda la tripulación. En privado probablemente su respuesta hubiera sido otra, pero en esas circunstancias era mejor aceptar y callar. No obstante, sus intenciones estaban muy lejos de cumplir lo que le habían ordenado sin más.
Si había llegado hasta allí, asumiendo que Viktor jugase con ellos como simples muñecos de trapo, no iba a salir corriendo en cuanto el viento comenzase a soplar en contra. No. Le había dicho que sí a Zane, pero no abandonaría Gray Terminal sin él o cualquiera de los miembros de la tripulación. ¿Trasluciría su mirada lo que pensaba su mente? Seguramente, pero estaba convencido de que quienes llevaban más tiempo con él intuirían qué pensaba sin necesidad de mirarle siquiera.
Fuera como fuere, lo cierto era que la situación había derivado en algo casi obsceno. No, aquello era obsceno incluso para un pirata... Incluso para un pirata obsceno. Un tipo que jamás había hondeado su bandera había montado un espectáculo lamentable para elegir a un Yonkou. Él, no alguien que tuviese una mínima relevancia real dentro del mundo de la piratería, no. Él. Respiró hondo, reconociendo la hipocresía que emanaba de la contradicción entre sus actos y sus pensamientos. Había tragado, de eso no cabía duda, así que debía callarse. ¿¡Pero por qué demonios nadie había pensado en llevar un par de botellas de licor de Ériu Land!? ¿Es que nadie había pensado en eso?
Harto de dar vueltas y de obtener una larga ristra de "no" como respuesta, se alejó del bullicio y se dirigió a uno de los puestos más alejados. Se dejó caer sobre el primer taburete que vio, dándose la vuelta para observar el gentío. Había mucha gente, muchísima. Tal vez hubiese más piratas congregados que en Jaya. Therax volvió a arrugar el gesto, descontento ante la imagen que veían sus ojos: decenas de tripulaciones postradas ante el alcohol servido por el manipulador de turno. Casi podía notar cómo la bilis acudía a su boca.
«Al menos Zane ha salido vencedor, y no se puede decir que los demás se lo hayan puesto fácil», reflexionó, recordando la asistencia de monstruos del mar como los Blue Rose o Arribor Neus. No pudo evitar rememorar el encuentro con Dexter Black en aquel pilar infernal. ¿Qué esperaba de ellos? No tenía ni la menor idea, y eso le hacía estar intranquilo. De un modo u otro, la elección entre el Zafiro Negro y Viktor estaba clara. A sus ojos, si de ellos dos alguien tenía derecho a influir en el mundo de la piratería, a decidir realmente, era el primero.
Se giró en su asiento para encarar la barra. Cuál fue su sorpresa al comprobar que Luka ya se encontraba allí. ¿Sería él capaz de sacar aquella tormenta de pensamientos de su mente o le haría enfadar aún más? «No lo sabré hasta que lo compruebe», pensó, abandonando su posición y dirigiéndose al gyojin. No obstante, él no era el único que se encontraba allí. Syxel -o Syxel menos su brazo- y su banda también estaban en el lugar.
Zane no tardó en llegar y formular la pregunta clave: ¿irían al espectáculo que habían montado en torno a Legim? Claro que irían; acababa de ser elegido como una de las personas más poderosas de los océanos y no podía darse la vuelta y huir con el rabo entre las piernas. Eso estaba claro. Él mismo no se lo permitiría, aunque tuviese que arrastrarle hasta el peñasco en el que al parecer todo iba a tener lugar. No obstante, no podía evitar sentir que en todo momento eran meras marionetas en manos del maldito enano.
Therax no respondió a la pregunta de su capitán. Simplemente le dirigió una mirada que dejaba ver todo lo que pensaba y pidió algo de beber que no fuera veneno. Tal vez borracho pudiese dejar de dar vueltas en torno a lo mismo.
***
Al día siguiente aquellas sensaciones no habían disminuido, pero iban acompañadas de una desagradable resaca ya en remisión. En lugar de mitigarse, se habían transformado en una suerte de rabia contenida que amenazaba con salir en cualquier momento. Frente al Rosamel Forrito, interponiéndose en su trayectoria hacia Gray Rock, una hilera de barcos de la Marina unidos por una cadena aguardaba la llegada de los piratas.
El espadachín observó la imagen desde la cubierta del barco. Numerosos navíos se encontraban por delante de ellos. Muchas de sus banderas eran reconocibles, como las de la imponente flota de los Blue Rose. Otras no tanto, y pasaban casi inadvertidas en un mar de cráneos y tibias. ¿Sería la suya una de esas? Lo dudaba mucho. De cualquier modo, aunque había muchas flotas más numerosas que el modesto grupo de los Arashi, el domador no se sentía en absoluto intimidado por ello.
El "sí" de Therax en respuesta a Zane se asemejó más a un gruñido que a una verdadera afirmación. A fin de cuentas, no podía llevarle la contraria a su capitán de forma abierta frente a toda la tripulación. En privado probablemente su respuesta hubiera sido otra, pero en esas circunstancias era mejor aceptar y callar. No obstante, sus intenciones estaban muy lejos de cumplir lo que le habían ordenado sin más.
Si había llegado hasta allí, asumiendo que Viktor jugase con ellos como simples muñecos de trapo, no iba a salir corriendo en cuanto el viento comenzase a soplar en contra. No. Le había dicho que sí a Zane, pero no abandonaría Gray Terminal sin él o cualquiera de los miembros de la tripulación. ¿Trasluciría su mirada lo que pensaba su mente? Seguramente, pero estaba convencido de que quienes llevaban más tiempo con él intuirían qué pensaba sin necesidad de mirarle siquiera.
- Resumen:
- Narrar la llegada a Gray Rock y "aceptar" la orden de Zane (sí, con muchas comillas).
Por octava vez consecutiva, me levanté rápidamente de mi asiento y comencé a fregar la misma esquina. Lo cierto era que a base de frotes para disimular había llegado a quedar limpia y reluciente. Un trío de uniformados pasó a gran velocidad a mi espalda, azuzado por las imperiosas órdenes del oficial al mando de aquel trozo de chatarra volador. Según había oído era un vice-almirante, y era "oído" porque, pese a no haberle visto la cara, ya había sido capaz de escuchar varios de sus gritos. «Una colleja suya tiene que estar a la altura de las del capitán Kensington», me dije, sentándome de nuevo sobre un cubo vacío al que le había dado la vuelta.
A decir verdad no tenía muy claro cómo había llegado hasta allí. Un cúmulo de órdenes y enfados había desembocado en que se me asignase al mando de aquel hombre, teniendo como misión la defensa de Gray Rock. Al parecer iban a ejecutar a un Yonkou al que habían capturado hacía algún tiempo. Todos allí estaban al tanto de lo sucedido, incluso ensalzaban la figura de otro vice-almirante, un tal Al Naion, al que no había visto en mi vida. «Tal vez debería ponerme un poco al día», pensé, entrelazando los dedos de las manos y usándolos de almohada para apoyarme en la pared.
No obstante, no alcanzaba a comprender por qué era obligatorio organizar semejante espectáculo para acabar con la vida de un pirata. Más aún cuando era previsible una reacción como aquélla por parte de los suyos. Aunque, pensándolo bien, nadie sabía qué querían... al menos yo. Si por algo se caracterizaban aquellas bandas era por tener motivaciones diferentes, por lo que bien podrían querer rescatarlo o acabar con su vida, o las dos cosas. A saber, la cuestión era que hubiese sido mucho más sencillo darle sepultura de forma discreta y rápida.
Súbitamente, un gran estruendo comenzó a sonar en todo el lugar. Los pasos del resto de marines comenzaron a acelerarse y los gritos a hacerse cada vez más fuertes y frecuentes. Todo iba a dar comienzo, o eso parecía. Por fortuna, creía haber seleccionado una de las zonas menos transitadas de la aeronave. Se encontraba bastante alejada del punto por el que abandonaríamos aquel trasto... ¡porque ésa era otra! ¡Íbamos a saltar al vacío! No. Desde luego, si estaba en mi mano no me precipitaría desde a saber cuántos metros de altura sobre una flota de piratas sedientos de sangre.
A decir verdad no tenía muy claro cómo había llegado hasta allí. Un cúmulo de órdenes y enfados había desembocado en que se me asignase al mando de aquel hombre, teniendo como misión la defensa de Gray Rock. Al parecer iban a ejecutar a un Yonkou al que habían capturado hacía algún tiempo. Todos allí estaban al tanto de lo sucedido, incluso ensalzaban la figura de otro vice-almirante, un tal Al Naion, al que no había visto en mi vida. «Tal vez debería ponerme un poco al día», pensé, entrelazando los dedos de las manos y usándolos de almohada para apoyarme en la pared.
No obstante, no alcanzaba a comprender por qué era obligatorio organizar semejante espectáculo para acabar con la vida de un pirata. Más aún cuando era previsible una reacción como aquélla por parte de los suyos. Aunque, pensándolo bien, nadie sabía qué querían... al menos yo. Si por algo se caracterizaban aquellas bandas era por tener motivaciones diferentes, por lo que bien podrían querer rescatarlo o acabar con su vida, o las dos cosas. A saber, la cuestión era que hubiese sido mucho más sencillo darle sepultura de forma discreta y rápida.
Súbitamente, un gran estruendo comenzó a sonar en todo el lugar. Los pasos del resto de marines comenzaron a acelerarse y los gritos a hacerse cada vez más fuertes y frecuentes. Todo iba a dar comienzo, o eso parecía. Por fortuna, creía haber seleccionado una de las zonas menos transitadas de la aeronave. Se encontraba bastante alejada del punto por el que abandonaríamos aquel trasto... ¡porque ésa era otra! ¡Íbamos a saltar al vacío! No. Desde luego, si estaba en mi mano no me precipitaría desde a saber cuántos metros de altura sobre una flota de piratas sedientos de sangre.
- Resumen:
- Ser testigo de todo lo que sucede en el Flying Kai e intentar librarme de la que se me viene encima.
Syxel
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Akuma no mi
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Me encontraba a solas en mi camarote, sentado frente a la mesa y con la mirada fija en la moneda con la que jugueteaba entre los dedos. Una pequeña pieza bastante común, sin ningún grabado llamativo ni nada que la hiciera especial. Pero por algún motivo llevaba conmigo muchos años y al hacerla girar de aquella forma, observándola con atención, me ayudaba a concentrarme y pensar con claridad. Y sin duda alguna en ese momento lo necesitaba.
No podía dejar de darle vueltas en mi cabeza a todo cuanto había ocurrido en los últimos días. Desde que acudimos a aquella misteriosa reunión, aceptando luego participar en la ridícula y desastrosa competición, hasta la última de las vidas pérdidas en un... juego. ¿Cuántos piratas habrían perdido la vida en aquel lugar?, ¿cuántos miembros menos había ahora en la hermandad? Y lo peor de todo, es que yo mismo le había quitado la vida a uno de ellos... Y todo para qué, ¿para volver a ensalzar a un hombre por encima del resto? Aunque en este caso concreto ese hombre fuese uno al que había llegado a apreciar como a un hijo, toda esa farsa iba en contra de mi concepción de lo que debería ser la hermandad pirata.
Entonces, porqué estaba ahora dirigiendo a mis hombres a esa batalla, dispuesto a arriesgar sus vidas y la mía para tratar de salvar a otro de los denominados emperadores del mar. Tenía mis motivos, sí, pero no podía evitar preguntarme si serían suficientes, o si por el contrario estaba cometiendo un error. Pero debía apartar esas dudas de mis pensamientos, ya poco importaba e iba a tener que estar centrado para lo que se avecinaba.
Esperaba que en cualquier momento las puertas se abriesen y apareciese Nassor para avisarme de que todo estaba listo, o puede que antes sonase el den den mushi con noticias de Yuu. Pero fue otra cosa la que sucedió antes y captó mi atención, haciendo que abandonase mis pensamientos durante un instante y volviese a sonreír.
- A mí también me resulta muy raro no verlo, amigo - bromeé al ver como Spark, encaramado a mi hombro, palpaba confuso el lugar donde debía tener el brazo derecho. - Aún tardará un par de días en regenerarse.
Detuve el baile de la moneda y volví a guardármela en el bolsillo, utilizando luego la mano libre para acariciar al pequeño mono. Y al cabo de unos minutos, finalmente se abrieron las puertas de par en par y el pelirrojo atravesó su umbral.
- Ya están aquí - me informó Nassor con su habitual tono impasible.
Dejé escapar el aire de los pulmones, alcé la vista y nuestras miradas se cruzaron. No necesitaba utilizar mis poderes para saber lo que pensaba, no con él. A ambos nos bastaba una mirada para comprender lo que al otro se le pasaba por la cabeza. Y en ese instante podía ver muchas cosas a través de sus ojos, pero la duda no era una de ellas.
- Ojalá todos confiaran tanto en mi cómo vosotros - le comenté mientras me ponía en pie. Estiré el brazo hasta la mesa, recogí mi espada, que descansaba sobre esta, y me la coloqué en el cinturón. Aunque en el lado contrario al que acostumbraba, ya que así me sería más cómodo desenvainarla con la zurda. Acto seguido abandoné la habitación, y en seguida me encontraba recorriendo la cubierta con paso firme y Nassor a mi lado.
El ajetreo se hizo notar enseguida a bordo se hizo notar enseguida. Más de doscientos hombres yendo de un lado para otro y preparando un barco como aquél para la batalla, bajo las órdenes de un contramaestre como Balagus. Sin duda alguna era un espectáculo digno de verse. Y aun así, no había ni una sola alma en aquel lugar que no estuviese lista para dar lo mejor de si en la batalla. Había optado por dejar a Airok y a Jish a cargo del Pandora en Jaya, y a nuestros hombres menos experimentados con ellos. No estaban listos para lo que iba a acontecer y yo no estaba dispuesto a poner sus vidas en peligro.
- ¿Crees que me he vuelto loco? - pregunté a mi subcapitán mientras avanzábamos.
Cuando al fin puse un pie en el castillo de proa alcé la vista, oteando el horizonte, y allí estaban. Decenas de barcos surcando el mar a nuestro lado, avanzando todos en una misma dirección y, aunque con motivos muy distintos, todos con un mismo objetivo. Había más banderas de las que podía contar, y la mayoría ni tan siquiera las reconocía. Pero eso era lo de menos, en ese momento me sentí más vivo de lo que lo había hecho en años, y el corazón me latía tan rápido que sentí que me iba a salir del pecho.
Y frente a nosotros, aún a cierta distancia, ya podía verse la imponente fortaleza a la que nos dirigíamos y la flota que la rodeaba. Nos acercábamos desde el sureste, naves y tripulaciones llegadas de hasta el último rincón del Paraíso. Y eso no era todo, ni de lejos. Aunque no pudiésemos verlo desde nuestra posición, estaba seguro de que una flota igual de grande o incluso más llegarían desde el otro lado, provenientes del Nuevo Mundo. Me pregunté si él estaría entre ellos, y no pude evitar plantearme si las fuerzas de la marina estarían a la altura de la contienda que prometían, o por el contrario todo terminaría tan rápido como había empezado. Pero de nuevo, perder el tiempo con esos pensamientos no serviría de nada en ese momento.
- Situadnos a la cabeza de la flota.
Tras dar la orden di un par de pasos más al frente, para luego darme la vuelta y encararme a toda la tripulación. Todos los allí presentes fijaron la vista en mí. Sabían a donde nos dirigíamos, sabían por qué debíamos de ir allí y por qué íbamos a luchar, pero aun así se encontraban deseosos de que se los recordase. E iba a hacerlo, y no solo a ellos.
- ¡Camaradas! - grité a pleno pulmón para asegurarme de que hasta el último hombre a bordo pudiese oírme. Y al mismo tiempo utilicé mis poderes para que las palabras que pronunciaba llegasen también a las mentes de hasta el último pirata que navegaba en aquella flota. - ¡Os habla el capitán Syxel, de la tripulación de los Jigoku no Kaizoku, y tengo un mensaje para todos vosotros! Mirad a vuestro alrededor, observad los barcos que navegan a vuestro lado. Puede que la mayoría no os conozcáis, y puede que eso no os importe lo más mínimo. Pero hoy, eso ha de cambiar. Los hombres a los que nos enfrentaremos creen que no somos nada, que pueden convertir la muerte de uno de los nuestros en un espectáculo, pero se equivocan. Somos más fuertes cuando estamos juntos, cuando se nos teme. Y si lo que prometen que va a pasar realmente pasa y convierten en trofeo a uno de los capitanes más reconocidos, puede que no se nos vuelva a temer nunca más. Así que yo sugiero que hagamos algo al respecto. ¡Sugiero que le saquemos de aquí, que les demostremos lo muy equivocados que están y, sobre todo, que les recordemos porqué han de temernos!
No podía dejar de darle vueltas en mi cabeza a todo cuanto había ocurrido en los últimos días. Desde que acudimos a aquella misteriosa reunión, aceptando luego participar en la ridícula y desastrosa competición, hasta la última de las vidas pérdidas en un... juego. ¿Cuántos piratas habrían perdido la vida en aquel lugar?, ¿cuántos miembros menos había ahora en la hermandad? Y lo peor de todo, es que yo mismo le había quitado la vida a uno de ellos... Y todo para qué, ¿para volver a ensalzar a un hombre por encima del resto? Aunque en este caso concreto ese hombre fuese uno al que había llegado a apreciar como a un hijo, toda esa farsa iba en contra de mi concepción de lo que debería ser la hermandad pirata.
Entonces, porqué estaba ahora dirigiendo a mis hombres a esa batalla, dispuesto a arriesgar sus vidas y la mía para tratar de salvar a otro de los denominados emperadores del mar. Tenía mis motivos, sí, pero no podía evitar preguntarme si serían suficientes, o si por el contrario estaba cometiendo un error. Pero debía apartar esas dudas de mis pensamientos, ya poco importaba e iba a tener que estar centrado para lo que se avecinaba.
Esperaba que en cualquier momento las puertas se abriesen y apareciese Nassor para avisarme de que todo estaba listo, o puede que antes sonase el den den mushi con noticias de Yuu. Pero fue otra cosa la que sucedió antes y captó mi atención, haciendo que abandonase mis pensamientos durante un instante y volviese a sonreír.
- A mí también me resulta muy raro no verlo, amigo - bromeé al ver como Spark, encaramado a mi hombro, palpaba confuso el lugar donde debía tener el brazo derecho. - Aún tardará un par de días en regenerarse.
Detuve el baile de la moneda y volví a guardármela en el bolsillo, utilizando luego la mano libre para acariciar al pequeño mono. Y al cabo de unos minutos, finalmente se abrieron las puertas de par en par y el pelirrojo atravesó su umbral.
- Ya están aquí - me informó Nassor con su habitual tono impasible.
Dejé escapar el aire de los pulmones, alcé la vista y nuestras miradas se cruzaron. No necesitaba utilizar mis poderes para saber lo que pensaba, no con él. A ambos nos bastaba una mirada para comprender lo que al otro se le pasaba por la cabeza. Y en ese instante podía ver muchas cosas a través de sus ojos, pero la duda no era una de ellas.
- Ojalá todos confiaran tanto en mi cómo vosotros - le comenté mientras me ponía en pie. Estiré el brazo hasta la mesa, recogí mi espada, que descansaba sobre esta, y me la coloqué en el cinturón. Aunque en el lado contrario al que acostumbraba, ya que así me sería más cómodo desenvainarla con la zurda. Acto seguido abandoné la habitación, y en seguida me encontraba recorriendo la cubierta con paso firme y Nassor a mi lado.
El ajetreo se hizo notar enseguida a bordo se hizo notar enseguida. Más de doscientos hombres yendo de un lado para otro y preparando un barco como aquél para la batalla, bajo las órdenes de un contramaestre como Balagus. Sin duda alguna era un espectáculo digno de verse. Y aun así, no había ni una sola alma en aquel lugar que no estuviese lista para dar lo mejor de si en la batalla. Había optado por dejar a Airok y a Jish a cargo del Pandora en Jaya, y a nuestros hombres menos experimentados con ellos. No estaban listos para lo que iba a acontecer y yo no estaba dispuesto a poner sus vidas en peligro.
- ¿Crees que me he vuelto loco? - pregunté a mi subcapitán mientras avanzábamos.
Cuando al fin puse un pie en el castillo de proa alcé la vista, oteando el horizonte, y allí estaban. Decenas de barcos surcando el mar a nuestro lado, avanzando todos en una misma dirección y, aunque con motivos muy distintos, todos con un mismo objetivo. Había más banderas de las que podía contar, y la mayoría ni tan siquiera las reconocía. Pero eso era lo de menos, en ese momento me sentí más vivo de lo que lo había hecho en años, y el corazón me latía tan rápido que sentí que me iba a salir del pecho.
Y frente a nosotros, aún a cierta distancia, ya podía verse la imponente fortaleza a la que nos dirigíamos y la flota que la rodeaba. Nos acercábamos desde el sureste, naves y tripulaciones llegadas de hasta el último rincón del Paraíso. Y eso no era todo, ni de lejos. Aunque no pudiésemos verlo desde nuestra posición, estaba seguro de que una flota igual de grande o incluso más llegarían desde el otro lado, provenientes del Nuevo Mundo. Me pregunté si él estaría entre ellos, y no pude evitar plantearme si las fuerzas de la marina estarían a la altura de la contienda que prometían, o por el contrario todo terminaría tan rápido como había empezado. Pero de nuevo, perder el tiempo con esos pensamientos no serviría de nada en ese momento.
- Situadnos a la cabeza de la flota.
Tras dar la orden di un par de pasos más al frente, para luego darme la vuelta y encararme a toda la tripulación. Todos los allí presentes fijaron la vista en mí. Sabían a donde nos dirigíamos, sabían por qué debíamos de ir allí y por qué íbamos a luchar, pero aun así se encontraban deseosos de que se los recordase. E iba a hacerlo, y no solo a ellos.
- ¡Camaradas! - grité a pleno pulmón para asegurarme de que hasta el último hombre a bordo pudiese oírme. Y al mismo tiempo utilicé mis poderes para que las palabras que pronunciaba llegasen también a las mentes de hasta el último pirata que navegaba en aquella flota. - ¡Os habla el capitán Syxel, de la tripulación de los Jigoku no Kaizoku, y tengo un mensaje para todos vosotros! Mirad a vuestro alrededor, observad los barcos que navegan a vuestro lado. Puede que la mayoría no os conozcáis, y puede que eso no os importe lo más mínimo. Pero hoy, eso ha de cambiar. Los hombres a los que nos enfrentaremos creen que no somos nada, que pueden convertir la muerte de uno de los nuestros en un espectáculo, pero se equivocan. Somos más fuertes cuando estamos juntos, cuando se nos teme. Y si lo que prometen que va a pasar realmente pasa y convierten en trofeo a uno de los capitanes más reconocidos, puede que no se nos vuelva a temer nunca más. Así que yo sugiero que hagamos algo al respecto. ¡Sugiero que le saquemos de aquí, que les demostremos lo muy equivocados que están y, sobre todo, que les recordemos porqué han de temernos!
- Resumen:
- Dirigirme a todas las tripulaciones que llegan desde el Paraíso (sureste de la fortaleza) y darles un discurso para motivarles y ponerme al mando de la flota. Si lo haces, hazlo a lo grande (?).
Ichimura Hachiro
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¿Cómo había acabado allí? Todo había sido demasiado... caótico, apresurado, tal vez incluso no sería descabellado decir absurdo. Primero aquella visita reglamentaria al G-8, que teóricamente en un inicio iba a ser poco menos que una tarea tediosa y sin sobresaltos. Si le hubiesen dicho cómo iba a acabar aquella encomienda que tan fortuitamente le habían asignado, no se lo hubiera creído. La misión había degenerado en una operación a contrarreloj para detener a un capitán traidor y evitar que un preso revolucionario huyera de la base. Aunque no logró recuperar con vida al prisionero, sí que evitó que huyese matándolo junto al traidor y una revolucionaria con una bomba estratégicamente colocada. Además logró coordinar la defensa de la base y arrestar a todos los demás revolucionarios infiltrados. Un trabajo tan excepcional que sus superiores tomaron la decisión de ofrecerle participar en la competición del Superhombre, mediante la que se pretendía elegir al nuevo Almirante. Si por él fuera no hubiera participado, pero Izumi se había encargado de aceptar por él. Que su madre fuese miembro del CP7 a veces era un auténtico dolor de cabeza... pero le había tocado lidiar con la realidad, y así había acabado en aquella loca secuencia de retos: la misión contra la mafia (y contra su propio equipo), las peleas en Marineford y, interrumpiéndose estas, el traslado a Gray Rock para participar en la defensa de la base durante la ejecución de Legan Legim.
- Este es sin duda el pago más de mierda que podría haber recibido por un trabajo bien hecho: un billete de ida a la maldita guerra - esbozó una sonrisa nerviosa - Y por añadidura, en el mismísimo ojo del huracán.
En un primer momento aquella guerra le había parecido estúpida; ¿por qué no ejecutar a Legan Legim en un lugar discreto, grabar la ejecución y luego mostrarla al mundo? Luego comprendió que el Gobierno no era tan estúpido como para cometer el mismo error por tercera vez. No tenía muy claro que estuviesen llevando al verdadero Legim al patíbulo, si eran el listos el verdadero estaría ya criando malvas o pudriéndose aún en una celda de Impel Down. Y aunque lo fuera, en esta ocasión el Gobierno no estaba llevando a cabo la ejecución en un lugar cuya pérdida fuese un duro golpe como Loguetown o Marineford, sino en una roca perdida en mitad de Paraíso. Y poniendo a un cebo tan jugoso como Legan Legim... sin duda los tiburones olerían la sangre y acudirían. Los revolucionarios, antiguos aliados del Yonkou que en un pasado incluso había pertenecido a sus filas, sin duda intentarían acudir al rescate del amado capitán. Mientras que diferentes piratas bien por alianza con Shirokami o buscando la gloria personal vendrían en tropel. La trampa estaba dispuesta, y si el Gobierno jugaba bien sus bazas matarían dos pájaros de un tiro. Todo eso asumiendo que en realidad no estuvieran regidos por una panda de ineptos e incompetentes. El problema de toda aquella situación era que él estaba ahí, en medio de aquel caos. No podía negarlo, tenía miedo. Una horrible sensación de desazón se había asentado en su pecho desde el mismo momento en que dejaron Marineford rumbo a aquella base. Al fin y al cabo, él no era un soldado. Era un buen luchador con un extenso entrenamiento encima, pero no había tomado parte en batalla alguna, tan sólo duelo y refriegas con pocos participantes.
- Si estuvieses aquí, probablemente te reirías de mi cobardía - murmuró con una sonrisa triste, conteniendo las ganas de llorar - Megumi...
En un gesto ansioso, se llevó la mano derecha al colgante de su cuello y lo aferró con fuerza. Este era una pequeña cabeza de tigre tallada a mano en madera, el único recuerdo que tenía de ella. La melancolía y una agónica tristeza le golpearon con tanta fuerza que hubiese jurado que podía sentir el dolor en su pecho. Cada latido le hacía dolorosamente consciente de cada momento desaprovechado. Consciente de cómo se acercaba, inexorable y más rápido de lo que le gustaría, el fatídico desenlace de aquella tragicomedia. Si al menos hubiese sido más insistente... si hubiese buscado a Megumi, intentado conseguir de sus superior una manera de contactar con ella... pero no lo había hecho, y ahora tal vez nunca volvería a verla. Era irónico que escogiera aquel momento para lamentarse de no haber tenido una vida amorosa, pero hasta hacía unas semanas nunca había sentido prisa por tenerla. De hecho, con lo vivido en Arabasta casi podría decirse que la había rehuido activamente. Con un suspiro de derrota, avanzó por las murallas de la base. En el horizonte comenzaban a asomar los primeros navíos enemigos, aún lejanos del bloqueo pero ya a la vista. El comienzo de la guerra, para bien o para mal, ya no estaba lejano. Caminando con calma, se acercó a una figura solitaria, ofreciéndole la mano amistosamente. Respiró hondo y camufló sus emociones tras su habitual fachada confiada y orgullosa.
- Veo que también has acabado en medio de esta locura, Anders - una media sonrisa asomó a su rostro - Será un placer combatir a tu lado, para bien o para mal.
Observando de nuevo el horizonte, se remangó la chaqueta del traje dejando a la vista un brazal negro. Esbozó una mueca de concentración mientras daba una orden mental a Kameleon mediante el implante, y el brazalete comenzó a moldearse y moverse hacia su mano, estirándose hasta tomar forma de un elegante fusil de francotirador. El agente apoyó este contra la muralla y sacó una pequeña caja negra, extrayendo tres balas de gran calibre de esta. Deslizó dos en su bolsillo derecho y volvió a tomar el fusil, cargándolo con la tercera bala.
- Sospecho que no tardaré en necesitar usarlo - dijo, manteniendo su media sonrisa - ¿Alguna idea para sobrevivir a la carnicería que se aproxima?
- Este es sin duda el pago más de mierda que podría haber recibido por un trabajo bien hecho: un billete de ida a la maldita guerra - esbozó una sonrisa nerviosa - Y por añadidura, en el mismísimo ojo del huracán.
En un primer momento aquella guerra le había parecido estúpida; ¿por qué no ejecutar a Legan Legim en un lugar discreto, grabar la ejecución y luego mostrarla al mundo? Luego comprendió que el Gobierno no era tan estúpido como para cometer el mismo error por tercera vez. No tenía muy claro que estuviesen llevando al verdadero Legim al patíbulo, si eran el listos el verdadero estaría ya criando malvas o pudriéndose aún en una celda de Impel Down. Y aunque lo fuera, en esta ocasión el Gobierno no estaba llevando a cabo la ejecución en un lugar cuya pérdida fuese un duro golpe como Loguetown o Marineford, sino en una roca perdida en mitad de Paraíso. Y poniendo a un cebo tan jugoso como Legan Legim... sin duda los tiburones olerían la sangre y acudirían. Los revolucionarios, antiguos aliados del Yonkou que en un pasado incluso había pertenecido a sus filas, sin duda intentarían acudir al rescate del amado capitán. Mientras que diferentes piratas bien por alianza con Shirokami o buscando la gloria personal vendrían en tropel. La trampa estaba dispuesta, y si el Gobierno jugaba bien sus bazas matarían dos pájaros de un tiro. Todo eso asumiendo que en realidad no estuvieran regidos por una panda de ineptos e incompetentes. El problema de toda aquella situación era que él estaba ahí, en medio de aquel caos. No podía negarlo, tenía miedo. Una horrible sensación de desazón se había asentado en su pecho desde el mismo momento en que dejaron Marineford rumbo a aquella base. Al fin y al cabo, él no era un soldado. Era un buen luchador con un extenso entrenamiento encima, pero no había tomado parte en batalla alguna, tan sólo duelo y refriegas con pocos participantes.
- Si estuvieses aquí, probablemente te reirías de mi cobardía - murmuró con una sonrisa triste, conteniendo las ganas de llorar - Megumi...
En un gesto ansioso, se llevó la mano derecha al colgante de su cuello y lo aferró con fuerza. Este era una pequeña cabeza de tigre tallada a mano en madera, el único recuerdo que tenía de ella. La melancolía y una agónica tristeza le golpearon con tanta fuerza que hubiese jurado que podía sentir el dolor en su pecho. Cada latido le hacía dolorosamente consciente de cada momento desaprovechado. Consciente de cómo se acercaba, inexorable y más rápido de lo que le gustaría, el fatídico desenlace de aquella tragicomedia. Si al menos hubiese sido más insistente... si hubiese buscado a Megumi, intentado conseguir de sus superior una manera de contactar con ella... pero no lo había hecho, y ahora tal vez nunca volvería a verla. Era irónico que escogiera aquel momento para lamentarse de no haber tenido una vida amorosa, pero hasta hacía unas semanas nunca había sentido prisa por tenerla. De hecho, con lo vivido en Arabasta casi podría decirse que la había rehuido activamente. Con un suspiro de derrota, avanzó por las murallas de la base. En el horizonte comenzaban a asomar los primeros navíos enemigos, aún lejanos del bloqueo pero ya a la vista. El comienzo de la guerra, para bien o para mal, ya no estaba lejano. Caminando con calma, se acercó a una figura solitaria, ofreciéndole la mano amistosamente. Respiró hondo y camufló sus emociones tras su habitual fachada confiada y orgullosa.
- Veo que también has acabado en medio de esta locura, Anders - una media sonrisa asomó a su rostro - Será un placer combatir a tu lado, para bien o para mal.
Observando de nuevo el horizonte, se remangó la chaqueta del traje dejando a la vista un brazal negro. Esbozó una mueca de concentración mientras daba una orden mental a Kameleon mediante el implante, y el brazalete comenzó a moldearse y moverse hacia su mano, estirándose hasta tomar forma de un elegante fusil de francotirador. El agente apoyó este contra la muralla y sacó una pequeña caja negra, extrayendo tres balas de gran calibre de esta. Deslizó dos en su bolsillo derecho y volvió a tomar el fusil, cargándolo con la tercera bala.
- Sospecho que no tardaré en necesitar usarlo - dijo, manteniendo su media sonrisa - ¿Alguna idea para sobrevivir a la carnicería que se aproxima?
- Resumen:
- Pensamientos varios, una pequeña crisis de pánico y existencial. Me acerco a AEG y le saludo. Paso a Kameleon a Sniper Mode y lo cargo con una bala especial de francotirador.
Lord Vader
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Maldito era la hora en que había cogido un barco con destino aquel peñón alejado de la mano de Dios, y todo, por un negocio que no había salido tan rentable como esperaba. Parecía que todo el mundo estaba preocupado, que aquella calma que se respiraba días atrás se hubiera esfumado como viento de otoño. No era para menos, pues iban a ejecutar a uno de los peces más gordos del mundo criminal. A pesar de todo, pude observar desde una de las plazas que la Marina opondría resistencia ante cualquier tipo de fuga o rescate. Había recibido noticias de los últimos combates hace tiempo de Marineford y Longuetown, y la verdad, quería quedarme a presenciar esto. A pesar de que todo esto me había pillado de improvisto como un "mercader" encubierto haciendo negocios legales, no estaba dispuesto a poder sacar tajada.
Me acerqué hacia donde el revuelo se formaba, y me quedé pensando en varias cuestiones: Si me uno a los piratas podría hacer más daño que bien para mi, y eso no me conviene....pero, si llegasen a venir los revolucionarios posiblemente tuvieran alguna oportunidad de penetrar en esta fortaleza. Sin embargo, ya estoy metido aquí como quien no quiere la cosa, e irme ahora como tenía planeado no es viable...además, necesito el apoyo de la marina. Bien, tengo menos que perder y mucho con ganar si apoyo a los paletos de blanco.
Intenté buscar en aquel revuelo a algún oficial menor o encargado por la zona, para ofrecer mis servicios a la marina a modo de ayuda, esperaba que me reconocieran por mi pelo, o al menos por pronunciar el nombre de la Familia Pegasus de Dressrosa. No esperaba un cálido recibimiento, pero si la Marina me veía como una ayuda,mejor, sino tendría que tirar de mi akuma para engañar a dichos oficiales o marines.
Se que no debería estar ahí, pero eso me daba igual, la guerra se avecinaba y me había pillado de por medio, así que lo único que podía hacer era buscar a algún marine al que pudiera engañar para "ayudar" a la causa marina y de este modo evitar la expulsión de mi persona de la fortaleza, cosa que vería normal ante una instalación militar, pues los mercadees y negociantes que pudieran abastecer a la isla, no tendrían cabida en ella al menos, si no pudieran sostener un arma. Que suerte que yo pueda sostener una ¿no?. A pesar de mis ganas por "colaborar", los marineros que me habían traído habían decidido largarse antes de que fuera imposible escapar.
-Señor Pegasus, ¡tenemos que largarnos ya!,si usted no estuvo en Longuetown no sabe lo arriesgado que es estar aqui, no acabará bien. Soltamos vela en 2 minutos.
Mi intento de buscar un oficial se vió truncado por aquel pobre hombre, asi que me acerqué a él y le dije con un tono amable, apoyando mi mano sobre su hombro.
-Por eso tu nombre será olvidado.
Tras decir aquellas palabras, me giré y caminé hacia el interior, retomando mi objetivo de colaborar con la Marina.
Me acerqué hacia donde el revuelo se formaba, y me quedé pensando en varias cuestiones: Si me uno a los piratas podría hacer más daño que bien para mi, y eso no me conviene....pero, si llegasen a venir los revolucionarios posiblemente tuvieran alguna oportunidad de penetrar en esta fortaleza. Sin embargo, ya estoy metido aquí como quien no quiere la cosa, e irme ahora como tenía planeado no es viable...además, necesito el apoyo de la marina. Bien, tengo menos que perder y mucho con ganar si apoyo a los paletos de blanco.
Intenté buscar en aquel revuelo a algún oficial menor o encargado por la zona, para ofrecer mis servicios a la marina a modo de ayuda, esperaba que me reconocieran por mi pelo, o al menos por pronunciar el nombre de la Familia Pegasus de Dressrosa. No esperaba un cálido recibimiento, pero si la Marina me veía como una ayuda,mejor, sino tendría que tirar de mi akuma para engañar a dichos oficiales o marines.
Se que no debería estar ahí, pero eso me daba igual, la guerra se avecinaba y me había pillado de por medio, así que lo único que podía hacer era buscar a algún marine al que pudiera engañar para "ayudar" a la causa marina y de este modo evitar la expulsión de mi persona de la fortaleza, cosa que vería normal ante una instalación militar, pues los mercadees y negociantes que pudieran abastecer a la isla, no tendrían cabida en ella al menos, si no pudieran sostener un arma. Que suerte que yo pueda sostener una ¿no?. A pesar de mis ganas por "colaborar", los marineros que me habían traído habían decidido largarse antes de que fuera imposible escapar.
-Señor Pegasus, ¡tenemos que largarnos ya!,si usted no estuvo en Longuetown no sabe lo arriesgado que es estar aqui, no acabará bien. Soltamos vela en 2 minutos.
Mi intento de buscar un oficial se vió truncado por aquel pobre hombre, asi que me acerqué a él y le dije con un tono amable, apoyando mi mano sobre su hombro.
-Por eso tu nombre será olvidado.
Tras decir aquellas palabras, me giré y caminé hacia el interior, retomando mi objetivo de colaborar con la Marina.
- Resumen:
- Pegasus se encontraba en la roca haciendo negocios legales con la Marina. Se ve envuelto en los acontecimientos y decide ayudar
la marina, solo para sacar tajada, bien en reputación o dineros
El Diamante en Bruto atracó en la bahía de Gray Rock, a casi un kilómetro de la costa, rozando el Calm Belt. Todos en la isla reconocerían el blanco inmaculado, así como la gaviota de la Marina y el lema de la Brigada en la vela mayor. Tras dos años, dos largos años desde la caída de Legim, por fin iban a verse envueltos en la mayor batalla que el mundo hubiese visto jamás. Todavía sentía escalofríos cuando pensaba en Loguetown, no quería saber lo que podría suceder en aquel lugar. El pirata había predicho que aparecerían los otros tres emperadores, pero poco se acercaba aquello a la realidad: Nanzumg Aksubi estaba muerto, y aunque Émile era más sanguinario, no estaba interesado en rescatar a su rival; Dexter Black tenía una personalidad relajada y apacible, como la de Zero, y aunque los rumores lo situasen a la vanguardia de una enorme flota pirata... Algo le decía que no era una verdadera amenaza; Mihasy Hayato habría acudido a la cita con todos sus hombres, enfurecido como la salvaje bestia que era, si Krauser Redfield no hubiese decidido ocuparse de él y, en consecuencia, muerto por las heridas de su batalla. Los Cuatro Emperadores ahora eran dos, y la Revolución había visto mermado su poder enormemente con la muerte del oficial, no había forma de que perdiesen aquel día.
-Kiritsu Ryodan- susurró a su Den Den Mushi plateado-, a formar.
Por primera vez en mucho tiempo, Al había sido el primero en levantarse. En su cinturón tres espadas, una de ellas Okami. En su chaquetón blanco, a la espalda, la palabra Justicia. No era un día para rangos ni galones, aunque había llevado sus condecoraciones consigo. Recitaba a veces como un mantra los nombres de los criminales capturados, repasaba los méritos cumplidos. Él podría haber sido Almirante de haberlo deseado, pero no quería... ¿Quería? No, no podría dormir por las noches si atendiese a una responsabilidad semejante. No podría vivir si conociese todos los secretos ocultos bajo la confidencialidad del almirantazgo. Hyoshi, Minato... No parecían dormir muy bien, y Al Naion no había nacido para entrar al club de los insomnes. Incluso, tras el cese de Papuhebi, la incorporación del Oso no parecía muy esperanzadora. Servidor de la Justicia, amante de la Justicia, devoto de la Justicia; si no veía los defectos del sistema no haría nada por arreglarlos, no haría nada por mejorar el mundo. La cúpula estaba podrida sin saberlo.
Formó un largo puente de hielo mientras ajustaba la caja de su violín al cinto, y la vaina de Fuego Helado al lado contrario, lista para ser desenvainada. Cuatro espadas, dos dagas y un violín. Cuatro pasos, dos suspiros y una mirada atrás. Aquel día podría ser el último, igual que en cada guerra. Aquel día podría ser el que lo hiciese por fin enloquecer. Ese día, incierto e inefable, iba a cambiar el mundo para bien o para mal. Si la tendencia continuaba, seguramente para mal. Siguió avanzando lentamente, cabizbajo.
Tardó cerca de veinte minutos en recorrer el largo trecho, pero no le importó. Cuando llegó a Gray Rock las armas le apuntaron por un instante, pero tardaron poco en ponerse en formación. "Descansen", había dicho, y los fusiles rozaron el suelo con delicadeza. A su espalda dejaba el mar, y frente a él la masacre esperaba. Piratas mermados, Revolucionarios sin liderazgo, Marines descabezados... Una pelea de ciegos, niños peleando unos contra otros a ver quién daba la bofetada más fuerte. Pero la bofetada más fuerte siempre estaba por llegar.
Rodeó el cuartel, no quería ver a Minato. Sería la primera vez desde la muerte de Fred, y aún deseaba matarlo cuando pensaba en él. ¿Con qué derecho lo había ejecutado? Treinta años oculto, sin hacer nada, permaneciendo a la espera sin siquiera moverse, tan sólo buscando un futuro mejor. No había tratado de cobrar venganza, no había intentado recuperar su fortuna... Sólo había abierto una taberna, criado a dos hijas y perdido a una mujer... Pero los fundamentalistas como Kazuo no dudaban en recurrir a la ejecución y a la tortura, a asesinar sin honor de ningún tipo a sus enemigos... Algún día vería caer a Minato, y estaría allí para recordarle que no era nadie, sólo un alfeñique ascendido porque nadie más quedaba.
Dejó el patíbulo detrás, y con un catalejo observó los extraños movimientos de la flota. Un pequeño barco se acercaba desde el suroeste, y en la proa un dragón despuntaba. "No puede ser", pensó, sabiendo que sí podía. Lo vio desde la distancia subir a uno de los barcos, y no supo qué hacer. Mucha gente a su alrededor, muchos marines entrenados que poco podrían hacer si la tormenta llegaba. Dexter Black estaba frente a ellos, y si por cualquier razón decidía unirse a la refriega estaban condenados.
-Kimura- dijo, secamente, cuando lo vio acercarse a él-. Echa un vistazo hacia esos buques- le pasó el catalejo-. Y reúne a tus cachorritos, si es que están aquí. El Apocalipsis es para pasarlo en familia.
-Kiritsu Ryodan- susurró a su Den Den Mushi plateado-, a formar.
Por primera vez en mucho tiempo, Al había sido el primero en levantarse. En su cinturón tres espadas, una de ellas Okami. En su chaquetón blanco, a la espalda, la palabra Justicia. No era un día para rangos ni galones, aunque había llevado sus condecoraciones consigo. Recitaba a veces como un mantra los nombres de los criminales capturados, repasaba los méritos cumplidos. Él podría haber sido Almirante de haberlo deseado, pero no quería... ¿Quería? No, no podría dormir por las noches si atendiese a una responsabilidad semejante. No podría vivir si conociese todos los secretos ocultos bajo la confidencialidad del almirantazgo. Hyoshi, Minato... No parecían dormir muy bien, y Al Naion no había nacido para entrar al club de los insomnes. Incluso, tras el cese de Papuhebi, la incorporación del Oso no parecía muy esperanzadora. Servidor de la Justicia, amante de la Justicia, devoto de la Justicia; si no veía los defectos del sistema no haría nada por arreglarlos, no haría nada por mejorar el mundo. La cúpula estaba podrida sin saberlo.
Formó un largo puente de hielo mientras ajustaba la caja de su violín al cinto, y la vaina de Fuego Helado al lado contrario, lista para ser desenvainada. Cuatro espadas, dos dagas y un violín. Cuatro pasos, dos suspiros y una mirada atrás. Aquel día podría ser el último, igual que en cada guerra. Aquel día podría ser el que lo hiciese por fin enloquecer. Ese día, incierto e inefable, iba a cambiar el mundo para bien o para mal. Si la tendencia continuaba, seguramente para mal. Siguió avanzando lentamente, cabizbajo.
Tardó cerca de veinte minutos en recorrer el largo trecho, pero no le importó. Cuando llegó a Gray Rock las armas le apuntaron por un instante, pero tardaron poco en ponerse en formación. "Descansen", había dicho, y los fusiles rozaron el suelo con delicadeza. A su espalda dejaba el mar, y frente a él la masacre esperaba. Piratas mermados, Revolucionarios sin liderazgo, Marines descabezados... Una pelea de ciegos, niños peleando unos contra otros a ver quién daba la bofetada más fuerte. Pero la bofetada más fuerte siempre estaba por llegar.
Rodeó el cuartel, no quería ver a Minato. Sería la primera vez desde la muerte de Fred, y aún deseaba matarlo cuando pensaba en él. ¿Con qué derecho lo había ejecutado? Treinta años oculto, sin hacer nada, permaneciendo a la espera sin siquiera moverse, tan sólo buscando un futuro mejor. No había tratado de cobrar venganza, no había intentado recuperar su fortuna... Sólo había abierto una taberna, criado a dos hijas y perdido a una mujer... Pero los fundamentalistas como Kazuo no dudaban en recurrir a la ejecución y a la tortura, a asesinar sin honor de ningún tipo a sus enemigos... Algún día vería caer a Minato, y estaría allí para recordarle que no era nadie, sólo un alfeñique ascendido porque nadie más quedaba.
Dejó el patíbulo detrás, y con un catalejo observó los extraños movimientos de la flota. Un pequeño barco se acercaba desde el suroeste, y en la proa un dragón despuntaba. "No puede ser", pensó, sabiendo que sí podía. Lo vio desde la distancia subir a uno de los barcos, y no supo qué hacer. Mucha gente a su alrededor, muchos marines entrenados que poco podrían hacer si la tormenta llegaba. Dexter Black estaba frente a ellos, y si por cualquier razón decidía unirse a la refriega estaban condenados.
-Kimura- dijo, secamente, cuando lo vio acercarse a él-. Echa un vistazo hacia esos buques- le pasó el catalejo-. Y reúne a tus cachorritos, si es que están aquí. El Apocalipsis es para pasarlo en familia.
- Resumen:
- Blah Blah Blah, vamos a morir todos, blah blah blah, frase edgy a Nocturne.
Osuka Sumisu
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Su pie derecho no paraba de moverse debido a los nervios. La ausencia de Krauser por primera vez en una misión de esta magnitud le hacía dudar si volvería él y sus hombres con vida, o al menos sin unas esposas de kairoseki en las muñecas. Desde que el sargento de piedra se había convertido en el nuevo líder de la Quimera, tenía miedo de cagarla en algún momento.
Al menos contaría que Dexter estuviera cerca para echarles una mano si hiciera falta, y si iba a ocurrir semejante follon entre criminales y marines, no le extrañaría que cierto pelirrojo descamisado también rondaba por ahí buscando jaleo como hacía dos años en Siderios.
Subido en uno de los imponentes carriers, observó toda la flota que le escoltaba. Sinceramente, Osu no creía que la revolución usase tantos efectivos para una sola misión, pero estaban hablando de un Yonkou. Si conseguían sacarlo de ahi quiza consiguieran una alianza con un segundo Emperador y supondría el inicio de una Armada Revolucionaria invencible.
Lo único que le animaba la batalla de verdad era el objetivo, Gray Rock. Ya por el nombre de la isla se debe suponer que pasara si el sargento llega a pisarla. El gobierno pensara que estarán a salvo en aquella isla, pero no esperaran que se les ponga en su contra. Los efectivos de la revolución no serían tan numerosos como los del gobierno, pero la piedra en sus pies al pisar la isla se convertiría en una legión de soldados pétreos, como la decena que se había traído antes de embarcar. La tripulación miraban con curiosidad y con cierto inquieto a las entes de piedras que permanecían quietas hasta nueva orden de su amo. Era el único suministro de piedra que podía aprovechar hasta alcanzar la isla y tenía que usarlo con cuidado.
Algunos iniciaron el asalto directamente contra el barco que transportaba a Legan Legim. Cosa que solo podía desear suerte, porque asi evitarian una batalla mayor, pero a saber.
- Espero que sepais a lo que nos enfrentamos -dijo, girándose para ver a la tripulación del navío y mirar especialmente a los miembros de su división-. No va a ser un camino de rosas, pero confío plenamente en cada uno de vosotros para que esta batalla acabe con la victoria revolucionaria. El Gobierno cree que ejecutar al yonkou Legan Legim significara un mensaje al mundo sobre cómo nadie puede detenerlos, ¡pero el único mensaje que habrá es que la revolucion sigue siendo igual o mas poderosa que antaño! Se que algunos aun estais afligidos por lo que le paso al Oficial Krauser, que pese a su pasado, se convirtió en un simbolo para la Armada Revolucionaria. Yo el que más, lo consideraba como el hermano mayor que nunca tuve, pero lamentarnos no hará que vuelva. El demonio de la niebla era fuerte, pero nosotros, todos juntos, ¡seremos una fuerza aun mayor! Hoy no vamos a simplemente a luchar contra el gobierno una vez más, ¡hoy vamos hacer que los pobres niños se tengan que estudiar una nueva pagina mas del libro de historia que contara nuestras hazañas!
Al menos contaría que Dexter estuviera cerca para echarles una mano si hiciera falta, y si iba a ocurrir semejante follon entre criminales y marines, no le extrañaría que cierto pelirrojo descamisado también rondaba por ahí buscando jaleo como hacía dos años en Siderios.
Subido en uno de los imponentes carriers, observó toda la flota que le escoltaba. Sinceramente, Osu no creía que la revolución usase tantos efectivos para una sola misión, pero estaban hablando de un Yonkou. Si conseguían sacarlo de ahi quiza consiguieran una alianza con un segundo Emperador y supondría el inicio de una Armada Revolucionaria invencible.
Lo único que le animaba la batalla de verdad era el objetivo, Gray Rock. Ya por el nombre de la isla se debe suponer que pasara si el sargento llega a pisarla. El gobierno pensara que estarán a salvo en aquella isla, pero no esperaran que se les ponga en su contra. Los efectivos de la revolución no serían tan numerosos como los del gobierno, pero la piedra en sus pies al pisar la isla se convertiría en una legión de soldados pétreos, como la decena que se había traído antes de embarcar. La tripulación miraban con curiosidad y con cierto inquieto a las entes de piedras que permanecían quietas hasta nueva orden de su amo. Era el único suministro de piedra que podía aprovechar hasta alcanzar la isla y tenía que usarlo con cuidado.
Algunos iniciaron el asalto directamente contra el barco que transportaba a Legan Legim. Cosa que solo podía desear suerte, porque asi evitarian una batalla mayor, pero a saber.
- Espero que sepais a lo que nos enfrentamos -dijo, girándose para ver a la tripulación del navío y mirar especialmente a los miembros de su división-. No va a ser un camino de rosas, pero confío plenamente en cada uno de vosotros para que esta batalla acabe con la victoria revolucionaria. El Gobierno cree que ejecutar al yonkou Legan Legim significara un mensaje al mundo sobre cómo nadie puede detenerlos, ¡pero el único mensaje que habrá es que la revolucion sigue siendo igual o mas poderosa que antaño! Se que algunos aun estais afligidos por lo que le paso al Oficial Krauser, que pese a su pasado, se convirtió en un simbolo para la Armada Revolucionaria. Yo el que más, lo consideraba como el hermano mayor que nunca tuve, pero lamentarnos no hará que vuelva. El demonio de la niebla era fuerte, pero nosotros, todos juntos, ¡seremos una fuerza aun mayor! Hoy no vamos a simplemente a luchar contra el gobierno una vez más, ¡hoy vamos hacer que los pobres niños se tengan que estudiar una nueva pagina mas del libro de historia que contara nuestras hazañas!
- RESUMEN:
- Dirigirse a Gray Rock, haberse traído unos cuantos soldados de piedra antes de embarcar y dar una pequeña charla motivadora
Luka Rooney
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Luka se tocó el estómago tras las reprimendas lanzadas a Viktor, el cual sencillamente no respondió. Quizá no tenía nada que decir. Notó una desmesurada hambre, y recordó entonces que llevaba todo el día sin comer nada a excepción del trozo de queso que su nuevo semigigante amigo le había dado.
Caminó lentamente por los puestos, parándose a degustar cada cosa que le llamaba la atención, y compró un par de camisetas de recuerdo, así como dos banderines con tonalidades llamativas.
-Toma uno, jefe, el recuerdo de tu nombramiento.
Pero el pelirrojo no quería un simple recuerdo de la compleja estancia allí. Quería otras cosas más… apetecibles. En el rostro del nuevo Yonko se podía ver una mezcla entre una sonrisa pícara y una mirada que pedía a gritos un poco de aquella endiosada sustancia que te hacía viajar a lugares desconocidos. Aquella que transportaba tu mente a otra dimensión en la que nada importaba. Y de eso Luka entendía.
-Dejé la mayoría en el barco, bebamos antes, esta mierda es digna de ser tu postre.
Y así, el habitante del mar fue de barra en barra al lado del rubio Therax, pidiendo un ron por cada rechazo que éste lanzaba.
-Eres un puto sibarita, tío -comentó bebiéndose una nueva copa-. El alcohol es como una pelea. ¿Te niegas a pelear, eh? ¿Para qué quieres esos sables si no los usas? El que tiene katanas y no las usa, es un parguela, ¿lo entiendes?
El tiburón trató con toda su energía de imitar a una gallina. Pero el sonido característico del animal parecía muy complejo para el estado en el que se encontraba el Gyojin, por lo que la imitación quedó un poco en el aire. Puede que aún así, el domador hubiese entendido a qué se refería. Sería, desde luego, digno de elogio.
Tras unos minutos más, Zane se unió a la fiesta, y entonces el tiburón sacó su manjar obtenido en la isla Gyojin. Preparó y aliñó el cigarro, y se lo tendió a su capitán.
-La primera calada -hizo una pausa para respirar y sonarse la nariz- para el nuevo Yonko de este mundo.
Tras ello, se fueron pasando el cigarro hasta que el pelirrojo les pidió que fueran a aquél evento, que lucía peligroso. ¿Rescatar a un pirata que ni conocía? Peores locuras había hecho.
-Lo único que conozco de ese hombre, es su cargo y alguna trastada que hizo. Poca cosa. Aún así, si tú lo pides, ahí estaré. Siempre iré a tu lado, capitán, no lo dudes -comentó para después soltar una gran nube de humo y notar como sus pulmones se inflaban y desinflaban casi en su totalidad en segundos-. Y así seguirá, tengas el cargo que tengas.
Con un fuerte dolor en la cabeza, Luka se encontraba tirado en la cubierta del barco, ojeando el azulado cielo e imaginándose cómo sería el mundo siendo un pájaro en libertad. Volando continuamente sobre el mar, sabiendo que en caso de parar, aguardaría la muerte. Pero entonces algo le sacó de su ensimismamiento. El capitán se dispuso a hablar. Y lo que dijo no gustó al tiburón. Sin embargo, oyó un “Sí” del rubio espadachín que le hizo arquear una ceja.
-Irónicamente, el domador es el más dócil de la banda -comentó lanzando una reprimenda con la mirada a Therax-. No cuentes con ello por mi parte, capitán. Sería un deshonor que jamás me perdonaría en la vida. Prefiero la muerte que vivir con la culpa de haber dejado a algún compañero tirado.
Tras sus palabras, el tiburón se levantó y se marchó hacia la proa, desde donde empezó a divisar lo que tenían enfrente. Ni más ni menos que una red de barcos conectados con cadenas -de kairoseki probablemente-, que les frenaba el paso momentaneamente.
También veía un gran grupo de barcos pirata con distintas banderas. Reconocía muy pocas, la mayoría de la pantomima de Jaya. Entonces llamó al capitán y al resto, y con una pícara sonrisa, lanzó una pregunta cuya respuesta sólo podía ser afirmativa.
- ¿Habéis visto esas cadenas? -comentó con una sonrisa en el rostro, dejando ver sus afilados colmillos- ¿No sería una pena que alguien hundiese algunos de esos barcos? Seguramente las cadenas dejasen de ser útiles entonces -comentó apuntando a tres de ellos al azar-. Espero tus órdenes, mi capitán.
Luka se había concienciado de que aquello sería una fiesta. Una fiesta con sangre, vísceras, muerte, más muerte y un poquito de destrucción. Pero si algo tenía claro, es que él no iba a morir allí.
Caminó lentamente por los puestos, parándose a degustar cada cosa que le llamaba la atención, y compró un par de camisetas de recuerdo, así como dos banderines con tonalidades llamativas.
-Toma uno, jefe, el recuerdo de tu nombramiento.
Pero el pelirrojo no quería un simple recuerdo de la compleja estancia allí. Quería otras cosas más… apetecibles. En el rostro del nuevo Yonko se podía ver una mezcla entre una sonrisa pícara y una mirada que pedía a gritos un poco de aquella endiosada sustancia que te hacía viajar a lugares desconocidos. Aquella que transportaba tu mente a otra dimensión en la que nada importaba. Y de eso Luka entendía.
-Dejé la mayoría en el barco, bebamos antes, esta mierda es digna de ser tu postre.
Y así, el habitante del mar fue de barra en barra al lado del rubio Therax, pidiendo un ron por cada rechazo que éste lanzaba.
-Eres un puto sibarita, tío -comentó bebiéndose una nueva copa-. El alcohol es como una pelea. ¿Te niegas a pelear, eh? ¿Para qué quieres esos sables si no los usas? El que tiene katanas y no las usa, es un parguela, ¿lo entiendes?
El tiburón trató con toda su energía de imitar a una gallina. Pero el sonido característico del animal parecía muy complejo para el estado en el que se encontraba el Gyojin, por lo que la imitación quedó un poco en el aire. Puede que aún así, el domador hubiese entendido a qué se refería. Sería, desde luego, digno de elogio.
Tras unos minutos más, Zane se unió a la fiesta, y entonces el tiburón sacó su manjar obtenido en la isla Gyojin. Preparó y aliñó el cigarro, y se lo tendió a su capitán.
-La primera calada -hizo una pausa para respirar y sonarse la nariz- para el nuevo Yonko de este mundo.
Tras ello, se fueron pasando el cigarro hasta que el pelirrojo les pidió que fueran a aquél evento, que lucía peligroso. ¿Rescatar a un pirata que ni conocía? Peores locuras había hecho.
-Lo único que conozco de ese hombre, es su cargo y alguna trastada que hizo. Poca cosa. Aún así, si tú lo pides, ahí estaré. Siempre iré a tu lado, capitán, no lo dudes -comentó para después soltar una gran nube de humo y notar como sus pulmones se inflaban y desinflaban casi en su totalidad en segundos-. Y así seguirá, tengas el cargo que tengas.
***
Con un fuerte dolor en la cabeza, Luka se encontraba tirado en la cubierta del barco, ojeando el azulado cielo e imaginándose cómo sería el mundo siendo un pájaro en libertad. Volando continuamente sobre el mar, sabiendo que en caso de parar, aguardaría la muerte. Pero entonces algo le sacó de su ensimismamiento. El capitán se dispuso a hablar. Y lo que dijo no gustó al tiburón. Sin embargo, oyó un “Sí” del rubio espadachín que le hizo arquear una ceja.
-Irónicamente, el domador es el más dócil de la banda -comentó lanzando una reprimenda con la mirada a Therax-. No cuentes con ello por mi parte, capitán. Sería un deshonor que jamás me perdonaría en la vida. Prefiero la muerte que vivir con la culpa de haber dejado a algún compañero tirado.
Tras sus palabras, el tiburón se levantó y se marchó hacia la proa, desde donde empezó a divisar lo que tenían enfrente. Ni más ni menos que una red de barcos conectados con cadenas -de kairoseki probablemente-, que les frenaba el paso momentaneamente.
También veía un gran grupo de barcos pirata con distintas banderas. Reconocía muy pocas, la mayoría de la pantomima de Jaya. Entonces llamó al capitán y al resto, y con una pícara sonrisa, lanzó una pregunta cuya respuesta sólo podía ser afirmativa.
- ¿Habéis visto esas cadenas? -comentó con una sonrisa en el rostro, dejando ver sus afilados colmillos- ¿No sería una pena que alguien hundiese algunos de esos barcos? Seguramente las cadenas dejasen de ser útiles entonces -comentó apuntando a tres de ellos al azar-. Espero tus órdenes, mi capitán.
Luka se había concienciado de que aquello sería una fiesta. Una fiesta con sangre, vísceras, muerte, más muerte y un poquito de destrucción. Pero si algo tenía claro, es que él no iba a morir allí.
- Resumen:
Narrar el final del evento de las banderas y la entrada en Gray Rock.
Zane, pussy, da luz verde a tu Gyojin.
Yoko Littner
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Yoko se abrió paso hasta llegar al centro de Gray Rock, en donde se encontraban muchos más miembros del gobierno y la marina, acompañados de sus mercenarios bien pagados. Ella era una más, una de tantos cazadores que habían venido a cobrar vidas a la fortaleza inexpugnable. ¿Acaso la pelirroja era diferente? Si, ella no había venido a arrebatarle nadie su vida, ni siquiera le importaba el dinero que le pagaran, pero sabía que en aquel lugar habría demasiadas bajas y el gobierno necesitaría ayuda.
En un principio se había planteado la idea de no asistir, marcharse con Jaspe al Nuevo Mundo y olvidarse de los problemas políticos con los Emperadores del Mar, pero algo en su corazón le impedía hacerlo. Su fiel compañero le pidió que tuviese cuidado, pues el no asistiría a un evento tan atroz como asesinar una persona ante miles de espectadores.
La pelirroja miró al cielo, ignorando el jaleo que armaban los regimientos de la mar. La tormenta ya estaba cerca, en poco tiempo estaría sobre ellos y nadie tendría escapatoria. Respiró profundamente y se cruzó de brazos. Era un día triste para algunos, pero feliz para otros. Yoko se giró y miró el patíbulo, que contenía al pirata encadenado.
Caminó un poco, observando la situación de la plaza y los puntos clave de esta. Los edificios y las altas paredes de roca que protegían el lugar. ¿Qué tan seguro sería aquella piedra si se venía abajo con la batalla? Los golpes de alguien poderoso podían hacer que se viniera abajo o incluso al revolucionario que conoció en Síderos, teniendo conocimientos sobre la roca podría aplastar esa zona si quisiera.
Se detuvo y sus ojos ambarinos centellearon fugazmente. En aquella plaza las auras de las personas se convirtieron en un arco iris de colores y no pudo evitar sonreír. Desde el más bueno hasta el más malo, reunidos todos juntos. Tenía ganas de ver como se desarrollaría todo y si sus queridos amigos de la piratería se presentaban, sobre todo alguien en especial al que tenía muchas ganas de ver.
-Si nos vemos esta vez sí que tendremos que pelear de verdad, Berthil - Pensó en su fuero interno mirando hacia el horizonte.
En un principio se había planteado la idea de no asistir, marcharse con Jaspe al Nuevo Mundo y olvidarse de los problemas políticos con los Emperadores del Mar, pero algo en su corazón le impedía hacerlo. Su fiel compañero le pidió que tuviese cuidado, pues el no asistiría a un evento tan atroz como asesinar una persona ante miles de espectadores.
La pelirroja miró al cielo, ignorando el jaleo que armaban los regimientos de la mar. La tormenta ya estaba cerca, en poco tiempo estaría sobre ellos y nadie tendría escapatoria. Respiró profundamente y se cruzó de brazos. Era un día triste para algunos, pero feliz para otros. Yoko se giró y miró el patíbulo, que contenía al pirata encadenado.
Caminó un poco, observando la situación de la plaza y los puntos clave de esta. Los edificios y las altas paredes de roca que protegían el lugar. ¿Qué tan seguro sería aquella piedra si se venía abajo con la batalla? Los golpes de alguien poderoso podían hacer que se viniera abajo o incluso al revolucionario que conoció en Síderos, teniendo conocimientos sobre la roca podría aplastar esa zona si quisiera.
Se detuvo y sus ojos ambarinos centellearon fugazmente. En aquella plaza las auras de las personas se convirtieron en un arco iris de colores y no pudo evitar sonreír. Desde el más bueno hasta el más malo, reunidos todos juntos. Tenía ganas de ver como se desarrollaría todo y si sus queridos amigos de la piratería se presentaban, sobre todo alguien en especial al que tenía muchas ganas de ver.
-Si nos vemos esta vez sí que tendremos que pelear de verdad, Berthil - Pensó en su fuero interno mirando hacia el horizonte.
- Resumen:
- Situarse en la plaza central, donde tendrá lugar la ejecución y curiosear si la gente que hay allí es buena o mala con la mirada divina.
Maze
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El sonido del mar aremolinandose a causa de la incontable cantidad de navíos que se encontraban en el mismo lugar, así como el color del cielo auguraban una más que palpable tragedia, ya fuera para un bando u otro. Los "más poderosos" eran aquellos que iban a enfrentarse en aquella fortaleza del gobierno. Pero... ¿Para qué? Podía comprender en parte los motivos de su capitán y el plan ideado por él. Sin embargo, no estaba contenta al respecto, algo a lo que llevaba dando vueltas incluso antes de la segunda "prueba". Otro confrontamiento estúpido. Sin embargo, solo le quedaba acatar por ahora. Una orden era una orden... Mientras estuviera a su mando era algo que debía respetar, aunque eso no le quitaba el derecho a exponer su opinión a Dexter una vez todo terminase.
Todo esas divagaciones se pasaban por la mente de la felina mientras se apoyaba en el palo mayor del "Rubí", subida en el carajo del barco que tripulaba Berthil. Sus labios se mantenían completamente sellados, mientras sus dedos se aferraban a la tela de la chaqueta que se había puesto, dejando sus nudillos blancos. "¿No deberías relajarte? a este paso acabaras atacando al primero que te sople, sea aliado o no." Comentó Kouga, haciendo que Akane soltase un bufido, el cual llamó la atención al dragón.
-Espero que no hayas venido a mi barco simplemente para estar bufando, gato. Se supone que has subido a la vigía para ayudar, no para pasar el rato.- Le dijo Berthil, logrando sacarla de su ensimismamiento.
-Dejame. Solo estaba pensando.- Refunfuño ella.- Hay muchos barcos, tanto de un lado como del contrario, pero no entiendo el porque de la presencia de algunos. ¿Solo quieren llamar la atención?-
-Puede ser... Seguro que el mequetrece de Zane va a volver a hacer de las suyas. Parece que no quiere hacer caso a mis consejos.- Contestó con resignación el dragón, rascándose la nuca.
-Bueno, a mí esa gente me da igual. Son solo idiotas si vienen para eso...- Comentó, antes de bajar de un salto y quedar al lado de su compañero. -Manda a otro a vigilar. Quiero descansar un rato aquí.- Dijo sentándose cerca del timón para poder seguir conversando con él.
-¿Ahora me das ordenes? A este paso te tirare por la borda.-
-Cómo si fueras capaz.- Se burló Mura, logrando sacar un amago de sonrisa a su compañero.
-Debería haberte pateado de vuelta a tu barco con Sumire.-
-No. A mí no se me da bien esto de "comandar a la gente". Sumire es mejor para ese trabajo. Además, quería hablar contigo. ¿Quién sabe si tendré más ocasión de hacerlo luego?- Dijo haciendo una mueca.
-No digas tonterías, Mura.-
-Ya...-
Todo esas divagaciones se pasaban por la mente de la felina mientras se apoyaba en el palo mayor del "Rubí", subida en el carajo del barco que tripulaba Berthil. Sus labios se mantenían completamente sellados, mientras sus dedos se aferraban a la tela de la chaqueta que se había puesto, dejando sus nudillos blancos. "¿No deberías relajarte? a este paso acabaras atacando al primero que te sople, sea aliado o no." Comentó Kouga, haciendo que Akane soltase un bufido, el cual llamó la atención al dragón.
-Espero que no hayas venido a mi barco simplemente para estar bufando, gato. Se supone que has subido a la vigía para ayudar, no para pasar el rato.- Le dijo Berthil, logrando sacarla de su ensimismamiento.
-Dejame. Solo estaba pensando.- Refunfuño ella.- Hay muchos barcos, tanto de un lado como del contrario, pero no entiendo el porque de la presencia de algunos. ¿Solo quieren llamar la atención?-
-Puede ser... Seguro que el mequetrece de Zane va a volver a hacer de las suyas. Parece que no quiere hacer caso a mis consejos.- Contestó con resignación el dragón, rascándose la nuca.
-Bueno, a mí esa gente me da igual. Son solo idiotas si vienen para eso...- Comentó, antes de bajar de un salto y quedar al lado de su compañero. -Manda a otro a vigilar. Quiero descansar un rato aquí.- Dijo sentándose cerca del timón para poder seguir conversando con él.
-¿Ahora me das ordenes? A este paso te tirare por la borda.-
-Cómo si fueras capaz.- Se burló Mura, logrando sacar un amago de sonrisa a su compañero.
-Debería haberte pateado de vuelta a tu barco con Sumire.-
-No. A mí no se me da bien esto de "comandar a la gente". Sumire es mejor para ese trabajo. Además, quería hablar contigo. ¿Quién sabe si tendré más ocasión de hacerlo luego?- Dijo haciendo una mueca.
-No digas tonterías, Mura.-
-Ya...-
- Spoiler:
- Charlar con el npc de Bakagami, observar la situación actual y esperar ordenes.
Nocturne93
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Llevando la mirada alrededor podía ver varias personas, pero no encontraba a ningún superior, por lo menos no a ninguno que fuera capaz de reconocer como tal. Tan solo una persona de entre todos aquellos presentes me resultó conocida, me alegré de verle allí y rápidamente me aproximé para saludarle.
-Agente Thawne. Me alegro de verle -dije mientras extendía mi mano para estrechársela. Estaba acompañado, por cortesía le saludé también-. Buenas caballero, soy Kimura Hayate, encantado -volví con Thawne-. Realmente no se si alegrarme o compadecer a los presentes en este lugar. Esto se va a volver un campo de sangre de un momento a otro, pues dudo que los piratas dejen que uno de los emperadores sea ejecutado de esa forma. En cualquier caso, creo que sería buena idea mantenernos próximos en lo que se avecine. ¿No te parece?
Mientras escuchaba su respuesta pude notar una presencia extraña. Algunos presentes se giraban para ver a una sola persona, alguien que debería ser importante. No pude evitar darme la vuelta para ver al vicealmirante Al Naion. Justo lo que estaba esperando, un superior como él.
-Thwne, debo hablar con el vicealmirante. Dame un momento.
Me aproximé hacia Al Naion, y cuando estaba llegando a él, este se percató de mi presencia. Parece ser, que todavía me recordaba, aunque la última vez que nos cruzamos fue aquella fatídica ocasión en Síderos, donde no hice más que cometer un error tras otro. Esta vez sería distinto.
El vicealmirante me cedió su catalejo para que observase en una dirección, obedecí, y lo que vi a través de las lentes no hizo más que provocarme una sensación de agobio. Esa bandera era inconfundible, el origen de aquel navío, sus tripulantes. La banda de Dexter Black, el yonko. Tal vez la única persona que podría ser capaz de provocar verdaderos problemas. Además, fue aquél que me dio aquella espada que reposaba en mi cinturón junto a la hoja del caos y la espada maestra. No era capaz de utilizar tres armas a la vez, pero tal vez no fuese necesario mostrar ciertas habilidades al comienzo del combate, por ello iba preparado, ataviado hasta arriba con las armas que era capaz de portar.
-Dexter Black -murmuré sin darme cuenta. Bajé el catalejo y se lo devolví al vicealmirante Al-. Señor, me temo que no podré reunir al completo a los Crimson Wolves, desconozco su ubicación actual, ya que antes de venir aquí, cada uno estaba en sus propias misiones. Les envié un correo urgente para hacerles venir, haciéndoles acudir con prestreza, pues la situación así lo requiere. Pero antes señor, quiero saber una cosa. Es cierto que parece que la única entrada es a través del puerto, por los acantilados, pero no debemos subestimar a los piratas, y menos ahora que sabemos que Dexter Black está aquí. Probablemente traten de entrar por los flancos también y superar las defensas desde dentro. Lo único que deseo saber, es si los almirantes son conscientes de la posibilidad, y si hay defensas en esas posiciones, señor.
Aguardé la respuesta, pero dijera lo que dijese, acataría sus órdenes. Esperaba no parecer demasiado ingenuo al hacerle esa pregunta, ya que si a mí se me había ocurrido, estaba seguro de que a ellos también, pero no estaría tranquilo con ese asunto hasta que no lo confirmase el vicealmirante.
-Agente Thawne. Me alegro de verle -dije mientras extendía mi mano para estrechársela. Estaba acompañado, por cortesía le saludé también-. Buenas caballero, soy Kimura Hayate, encantado -volví con Thawne-. Realmente no se si alegrarme o compadecer a los presentes en este lugar. Esto se va a volver un campo de sangre de un momento a otro, pues dudo que los piratas dejen que uno de los emperadores sea ejecutado de esa forma. En cualquier caso, creo que sería buena idea mantenernos próximos en lo que se avecine. ¿No te parece?
Mientras escuchaba su respuesta pude notar una presencia extraña. Algunos presentes se giraban para ver a una sola persona, alguien que debería ser importante. No pude evitar darme la vuelta para ver al vicealmirante Al Naion. Justo lo que estaba esperando, un superior como él.
-Thwne, debo hablar con el vicealmirante. Dame un momento.
Me aproximé hacia Al Naion, y cuando estaba llegando a él, este se percató de mi presencia. Parece ser, que todavía me recordaba, aunque la última vez que nos cruzamos fue aquella fatídica ocasión en Síderos, donde no hice más que cometer un error tras otro. Esta vez sería distinto.
El vicealmirante me cedió su catalejo para que observase en una dirección, obedecí, y lo que vi a través de las lentes no hizo más que provocarme una sensación de agobio. Esa bandera era inconfundible, el origen de aquel navío, sus tripulantes. La banda de Dexter Black, el yonko. Tal vez la única persona que podría ser capaz de provocar verdaderos problemas. Además, fue aquél que me dio aquella espada que reposaba en mi cinturón junto a la hoja del caos y la espada maestra. No era capaz de utilizar tres armas a la vez, pero tal vez no fuese necesario mostrar ciertas habilidades al comienzo del combate, por ello iba preparado, ataviado hasta arriba con las armas que era capaz de portar.
-Dexter Black -murmuré sin darme cuenta. Bajé el catalejo y se lo devolví al vicealmirante Al-. Señor, me temo que no podré reunir al completo a los Crimson Wolves, desconozco su ubicación actual, ya que antes de venir aquí, cada uno estaba en sus propias misiones. Les envié un correo urgente para hacerles venir, haciéndoles acudir con prestreza, pues la situación así lo requiere. Pero antes señor, quiero saber una cosa. Es cierto que parece que la única entrada es a través del puerto, por los acantilados, pero no debemos subestimar a los piratas, y menos ahora que sabemos que Dexter Black está aquí. Probablemente traten de entrar por los flancos también y superar las defensas desde dentro. Lo único que deseo saber, es si los almirantes son conscientes de la posibilidad, y si hay defensas en esas posiciones, señor.
Aguardé la respuesta, pero dijera lo que dijese, acataría sus órdenes. Esperaba no parecer demasiado ingenuo al hacerle esa pregunta, ya que si a mí se me había ocurrido, estaba seguro de que a ellos también, pero no estaría tranquilo con ese asunto hasta que no lo confirmase el vicealmirante.
- Resumen:
- Hablar con AEG, encontrarme con Al, escucharle, sentir como se encogen las bolas de dragón al ver el barco de Dexter y hablar al vicealmirante.
Katharina von Steinhell
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No tenía sentido alguno que ella estuviera involucrada en ese asunto, pues nada obtendría de aquello. Para bien o para mal, su mundo seguiría siendo el mismo. Pero ahí estaba, con los codos apoyados sobre la baranda de la cubierta, mirando cómo aparecían los primeros rayos de sol. Sintió la suave brisa golpear ligeramente su rostro, siendo tal vez la última que volvería a sentir. ¿Cómo podía describir lo que sentía...? En tan solo un momento de la historia podía perder todo lo que le importaba, a pesar de que no era mucho. ¿Se sentía preocupada? ¿Aterrada, tal vez? Katharina era una historiadora que sabía defenderse medianamente bien, no una guerrera hecha para la guerra. El miedo era el sentimiento más humano que podía tener, estar preocupada era lo más normal del mundo, pero ¿por qué, pese a todo, su rostro reflejaba completa serenidad?
Esperó a que el resto de sus compañeros despertase, al parecer habían tenido una buena noche en donde se enteraron de todo lo que estaba por pasar. ¿El descamisado capitán tendría un buen plan? Esperaba que sí, de lo contrario, sería una verdadera estupidez saltar a la boca del lobo. Quería contar con la seguridad de que todos volverían tras la guerra, seguirían sus aventuras y ella, por su parte, continuaría estudiando la historia del mundo. ¿Pedía demasiado...? Quizás, pero ¿quién en su sano juicio quería tener el cuerpo sin vida de alguno de sus compañeros entre sus brazos? La sola idea le hacía estremecerse, pues las frías garras de la muerte se tenderían una vez más sobre lo único que le importaba. Había estado viajando y entrenando para un momento como ese, pero al tener que enfrentarse al destino no podía evitar tener dudas.
—Sé inteligente, Katharina, ¿a quién quieres impresionar? —Se dijo casi en un susurro— Aún estás a tiempo de dar marcha atrás...
Quería creer que tenía esa opción, pero no era así. No tenía ninguna promesa que cumplir ni un compromiso de sangre con Zane y el resto de la tripulación, pero ¿por qué seguía ahí? En un evento de tal magnitud aparecería gente de otro nivel, uno inimaginable... ¿Acaso lo que sucedió en Marineford, hacía más de un siglo, no era motivo suficiente para no entrometerse? La historia estaba condenada a repetirse, y tenía la certeza de que Legim moriría. Se golpeó suavemente el rostro con la palma de su mano izquierda, queriendo entrar en razón y despejarse de dudas para enfrentar a su capitán. Incluso para ella sonaba increíble... ¿En qué minuto pasó de ser una loba solitaria a formar parte de una manada? Sí, eso era. La ejecución no le interesaba, tampoco lo que pasaría con el mundo, pero estando allí tendría la oportunidad de decirle a la muerte que esta vez no vencería, no se llevaría a ninguno de los Arashi.
Pronto, más de lo deseado, el barco llegó a su destino. En el horizonte vio la flota de buques que formaban una barrera, estando sujetos el uno del otro mediante una gruesa cadena, seguramente de kairoseki. Sin embargo, la Marina no fue la única que hizo alarde de su increíble fuerza militar. Había cientos de barcos cuyos emblemas desconocía, piratas de todo el mundo con diferentes motivos, pero tal vez un único objetivo: darle una lección al mundo y decirle que con ellos nadie se metía. Katharina miró hacia el cielo y sin ser climatóloga supo que se avecinaba una tormenta, una que cambiaría el curso de la historia. Ni siquiera tuvo tiempo de despedirse... Si caía ante el Gobierno Mundial, al menos lo haría luchando. Moriría de pie, como la persona que siempre fue.
Escuchó atentamente cada palabra que salió de la boca del capitán. No podía creer lo egoísta que estaba siendo al pedirles tal cosa a sus amigos, sus compañeros de aventura, su familia. ¿Dejarle abandonado para salvar su propio pellejo? Incluso alguien sin honor como Katharina no huiría mientras su capitán arriesgaba la vida por todos. Sin embargo, debía ser racional y no cuestionar la orden de Zane frente a todos, aunque no pudo evitar expresar desaprobación con los gestos de su rostro. No conocía muy bien a los Arashi como para juzgar a cada uno de ellos, pero le pareció una ofensa a la autoridad de Zane lo que dijo Luka.
—Nadie quiere dejarle, estúpido pez —le diría una vez estando a solas, si es que se lo permitía—, y es por eso que debemos prepararnos para cualquier cosa. Debes luchar con esto —apuntó hacia su cabeza—, no con eso —y luego a sus puños—. No llevo mucho tiempo con ustedes, pero incluso yo quiero salir de esta isla con todos mis compañeros.
Esperó a que el resto de sus compañeros despertase, al parecer habían tenido una buena noche en donde se enteraron de todo lo que estaba por pasar. ¿El descamisado capitán tendría un buen plan? Esperaba que sí, de lo contrario, sería una verdadera estupidez saltar a la boca del lobo. Quería contar con la seguridad de que todos volverían tras la guerra, seguirían sus aventuras y ella, por su parte, continuaría estudiando la historia del mundo. ¿Pedía demasiado...? Quizás, pero ¿quién en su sano juicio quería tener el cuerpo sin vida de alguno de sus compañeros entre sus brazos? La sola idea le hacía estremecerse, pues las frías garras de la muerte se tenderían una vez más sobre lo único que le importaba. Había estado viajando y entrenando para un momento como ese, pero al tener que enfrentarse al destino no podía evitar tener dudas.
—Sé inteligente, Katharina, ¿a quién quieres impresionar? —Se dijo casi en un susurro— Aún estás a tiempo de dar marcha atrás...
Quería creer que tenía esa opción, pero no era así. No tenía ninguna promesa que cumplir ni un compromiso de sangre con Zane y el resto de la tripulación, pero ¿por qué seguía ahí? En un evento de tal magnitud aparecería gente de otro nivel, uno inimaginable... ¿Acaso lo que sucedió en Marineford, hacía más de un siglo, no era motivo suficiente para no entrometerse? La historia estaba condenada a repetirse, y tenía la certeza de que Legim moriría. Se golpeó suavemente el rostro con la palma de su mano izquierda, queriendo entrar en razón y despejarse de dudas para enfrentar a su capitán. Incluso para ella sonaba increíble... ¿En qué minuto pasó de ser una loba solitaria a formar parte de una manada? Sí, eso era. La ejecución no le interesaba, tampoco lo que pasaría con el mundo, pero estando allí tendría la oportunidad de decirle a la muerte que esta vez no vencería, no se llevaría a ninguno de los Arashi.
Pronto, más de lo deseado, el barco llegó a su destino. En el horizonte vio la flota de buques que formaban una barrera, estando sujetos el uno del otro mediante una gruesa cadena, seguramente de kairoseki. Sin embargo, la Marina no fue la única que hizo alarde de su increíble fuerza militar. Había cientos de barcos cuyos emblemas desconocía, piratas de todo el mundo con diferentes motivos, pero tal vez un único objetivo: darle una lección al mundo y decirle que con ellos nadie se metía. Katharina miró hacia el cielo y sin ser climatóloga supo que se avecinaba una tormenta, una que cambiaría el curso de la historia. Ni siquiera tuvo tiempo de despedirse... Si caía ante el Gobierno Mundial, al menos lo haría luchando. Moriría de pie, como la persona que siempre fue.
Escuchó atentamente cada palabra que salió de la boca del capitán. No podía creer lo egoísta que estaba siendo al pedirles tal cosa a sus amigos, sus compañeros de aventura, su familia. ¿Dejarle abandonado para salvar su propio pellejo? Incluso alguien sin honor como Katharina no huiría mientras su capitán arriesgaba la vida por todos. Sin embargo, debía ser racional y no cuestionar la orden de Zane frente a todos, aunque no pudo evitar expresar desaprobación con los gestos de su rostro. No conocía muy bien a los Arashi como para juzgar a cada uno de ellos, pero le pareció una ofensa a la autoridad de Zane lo que dijo Luka.
—Nadie quiere dejarle, estúpido pez —le diría una vez estando a solas, si es que se lo permitía—, y es por eso que debemos prepararnos para cualquier cosa. Debes luchar con esto —apuntó hacia su cabeza—, no con eso —y luego a sus puños—. No llevo mucho tiempo con ustedes, pero incluso yo quiero salir de esta isla con todos mis compañeros.
- Resumen:
- Mucho blah blah acerca de qué siente Katharina,
acata la orden de Zane y tiene una conversación con Luka.
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Akuma no mi
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