Encuentro fugaz [Flashback Mariejoa - Privado] [Dexter, Alice]

Observaba a un par de transeúntes que caminaban con prisa por el suelo empedrado del puerto. No eran demasiados, pero a pesar de todo, tenía miedo de que en algún momento vieran una figura en el aire, el contorno de alguien que prefería seguir escondido a su vista. "Sigh." Ni siquiera me atrevía a suspirar de verdad, con el temor de descubrir mi posición. Y era un tontería porque a ellos sólo les preocupaba su propia seguridad. Salir de allí o adentrarse más, rodearse de muros que no permitieran el paso. El rumor del estallido de una guerra se escuchaba en todas partes, incluso aunque muchos no lo pusieran en palabras y lo mejor sería que yo también tomara la decisión rápidamente, antes de que fuera demasiado tarde.

"Aquí atrapada y sin haber conseguido nada todavía." El problema de viajar escondida en un barco cualquiera para llegar a tu destino, es que no puedes largarte en cualquier momento y una vez subes, es tarde para redirigir. Otro lugar más que visitaba, aún sin esperanza de encontrar lo que estaba buscando, una familia que empezaba a creer que fuera inexistente. En fin, quizás mi memoria me engañaba. Quizás no hubiera naufragio, ni hubiera aparecido ante la abuelita empapada. Puede que simplemente no me quisieran y me apartaran de su lado, sin más. Tampoco yo hacía mucho por mantener a mis seres queridos conmigo, por lo visto. Quien no estuviera cerca y me recordara de vez en cuando que debía hacerle caso, sería relegado a un puesto secundario en mi mente.

Ya no quedaba nadie más en el puerto aparte de unos guardias que llevaba a un hombre cabizbajo en una jaula. Lo que en un principio parecía alguien deprimido, a juego con aquel día gris, se convirtió en una fiera cuyos gritos hacían que me estremeciera por alguna razón. Aunque no era dolor lo suyo, sino desesperación, o eso creí. ¿Debería ayudarle? Sentía ese extraño impulso que me recorría a veces, instándome a ayudar a quien lo necesitara. Sabía que aullaba cosas sin sentido para mí pero... No podía oír a alguien sufriendo. Si me encontraba en peligro no dudaría ni un segundo en mirar antes por mí y después por los demás, sólo que no era el caso.

Miré a un punto un tanto alejado. Había dejado las katanas atrás, para poder hacerme invisible y no llamar tanto la atención. Los gritos se iban apagando mientras la fe se perdía. Me dirigí hacia ellos y rasqué un barrote de la jaula con una uña, produciendo un sonido desagradable pero apenas perceptible. No podría yo sola, ni en un millón de años repletos de entrenamientos para hacerme más fuerte. Dolía pensarlo. Me alejé para volver a donde estaba antes. Tic, tac. Debería irme ya, dentro o fuera. Pero ya. El ambiente estaba cargado, como antes de un tormenta.

El ambiente estaba cargado de terrible aroma a tensión, casi tan sólida que se hacía irrespirable. En cierto modo le gustaba, lo hacía sentir vivo, y el peligro que efluviaba el mar lo hacía casi enardecer. Ya pocas veces lograba sentirlo desde la muerte de Nadia... El pozo en el que había caído era muy difícil de escalar y, aun cuando lo intentaba, más duro era huir. Pero en aquellos momentos en que su vida podía verse fácilmente truncada en cualquier instante, allí junto a Yazori Sky y Kaín, se sentía en cierta manera feliz. Odiaba luchar a muerte, pero se sentía feliz. Dexter era una persona de contrastes.

-Mantened la formación. Si morís, que al menos sea llevándoos a alguien por delante- sonó en un Den Den mushi que portaba la mujer. La voz le recordaba al tipo que habló arriba, el Comandante en Jefe o como fuera. Parecía que sin duda iba a ser una batalla cruenta, y una sonrisa cansada surgió de su cara. En parte asustado, en parte harto de todo aquel paripé. Destruir al gobierno era una meta tan justa como defenderlo, y el único motivo de que Dexter estuviera allí era la promesa de que si el gobierno caía unos tiranos aún peores se apoderarían del mundo.

-Bueno, al menos esto es mejor que aguantar a Derian- dijo, más entre risas, olvidando la situación durante unos instantes, aunque no tardó en recordar que muy pronto todo aquello cambiaría. Los Gyojins se elevarían desde los mares para atacarlos, y entonces...

"Ese olor...". No sabía por qué, pero ese olor necesariamente debía ser investigado. Todo lo bueno pareció multiplicarse con aquello, y se sintió casi grácil sin saber por qué. Además, de la misma zona emanaba un poder que ya le era conocido, Haki del Rey. ¿Quién portaría aquella habilidad? Tenía que conocerlo, y de paso investigar el olor. ¿Qué le esperaría? Quién sabe.

En su espalda brotaron alas, y bajo el brillo del sol el dragón se dirigió al lugar. Frente a él, un prisionero con aspecto bastante derrotado, que sin embargo era la fuente de poder que percibía. Y... Ella.

-Dejad libre a mi hombre- dijo, con tono de mal humor y liberando algo de su presencia-. ¡Ya!.

¿Qué hacía ella allí? Bueno, en realidad no era tan malo verla otra vez, otra vez tras tantos años. Los recuerdos se aglomeraban borrosos en su memoria, pero había tanto que aún deseaba contarle...

Alguien gritó con voz potente a las personas que llevaban a jaula para que dejaran libre al prisionero, haciendo que un escalofrío recorriera mi columna.

Esa voz... Esa voz parecía que me traía recuerdos de tiempos mejores, en los que todavía no perdía la esperanza de lograr mis objetivos. Hmmm no, no eso. Me recordaba palabras bonitas, confianza, la definición del amor que no estaba segura de conocer, pero que creí experimentar por un momento en una charca. ¿Valía la pena descubrirme o sería mejor dejar que siguiera su camino, sin ser consciente de mi presencia? Que ilusa. No me daba cuenta de que maneras de detectar a alguien había muchas y él podía conocer unas cuantas. Y era una traidora, no había cumplido mi promesa... Todavía no era el momento de afrontarlo, y quizás nunca lo sería.

En fin, es posible que él pudiera ayudarme con aquel hombre; nuestro objetivo era similar, si no el mismo. Parecía más fuerte, más poderoso. Me moría de ganas por saber qué había hecho en ese tiempo, y también qué había hecho antes de conocerme, cuál era su historia. En el fondo era una estupidez, no sabía nada de él. ¿Cómo podía despertar en mí esos sentimientos entonces? Sacudí la cabeza tal y como era típico en mí, fui a coger mis katanas y las até al cinturón, para luego dirigirme otra vez a la jaula. Sin duda las espadas voladoras eran un espectáculo gracioso, pero estaba tan ensimismada que me di cuenta un poco tarde. Llegué hasta Dex, me hice visible, y sin mirarlo dije:

-Hola, Dexter. ¿Te acuerdas de mí? -dije de forma un tanto tensa, colocándome un mechón de pelo detrás de la oreja en un gesto nervioso, sin dejar de mirar a la jaula o mejor dicho, a los que se encontraban alrededor y dentro de ella. Era increíble que me hubiera costado recordar su nombre, que estuviera atrapado muy al fondo de mi mente... donde seguramente era yo quien lo había sepultado.

Era una pregunta estúpida, lo sabía entonces y lo sé ahora. Pero, ¿qué podía decirle que no fuera eso? Los años pasaban y el recuerdo de una tarde era fácil de olvidar. Aunque para mí no se desvanecían un hombre que podía ser mujer a voluntad, ni un brazo con escamas de lagarto, ni un dálmata correteando entre nuestras piernas, un eclipse, el olor de las naranjas... Ni otros muchos detalles más.

Los hombres que custodiaban la jaula se alejaron asustados, y a su lado apareció Alice. Seguía pálida, y portaba el aroma que causó estragos en su mente hacía apenas unos instantes. La miró momentáneamente a la cara y se dio cuenta de que estaba hermosa, más de lo que la recordaba; sin embargo, no sabía si realmente aquello sería posible. Sus ojos castaños lo miraban, casi atravesándolo, leyendo en su mente un deseo dormido durante mucho tiempo. "Lo que dirían las miradas si los ojos cantasen...", pensó, mientras la muchacha le preguntaba si se acordaba de ella. Qué coincidencia más extraña, pues dudaba que ella aún lo recordase.

-No podría olvidarte ni queriendo- sonrió, en cierta manera triste, y por otro lado contento. Se había reencontrado con Alice tras tanto tiempo, tras tantos años soñando una cara que se desvanecía en su mente más y más, una sonrisa que curaba el daño de mil lágrimas se ocultaba en el rostro de la chica con la que hizo un pacto en su día. Cuando las cosas estuvieran bien, él aparecería. ¿Premonitorio o idealista? La pregunta no tenía real respuesta, y si debía interpretar señales, sin duda al encontrarse ahora se equivocaban. Como dijo aquella mañana, podía morir cualquier noche, y aquel día cualquiera de los dos podría exhalar su último aliento. Y más él, que debía enfrentarse al grueso de la ofensiva Gyojin.

No había tratado de buscarla, ni tampoco de seguirla. En todos aquellos años había tratado de olvidar, y por desgracia casi llegó a tener éxito en su empresa. Su cuerpo se había vuelto borroso en el recuerdo, y su cara difuminada cada vez estaba más lejos, pero lo había golpeado apareciendo de nuevo frente a él, perfectamente visible y totalmente enfocada. Un recuerdo distorsionado enfrentando a una demasiado hermosa realidad, triste por no tenerla de nuevo con él, por no ver más segundos amaneceres, por no oler más fruta recién cogida de la cesta... No era el momento, debían seguir adelante un poco más, unos meses o quizá un año. Ya llevaban mucho separados, un poco más no iba a matarlos, ¿o sí? Lo único claro era que hoy no era el día que ambos ansiaban, y el destino jugueteaba con ellos sin tenerlos en cuenta. "En fin...".

Trató de poner su mejor sonrisa, pero el cansancio y la tristeza lo abatían. Su último recuerdo con ella no era especialmente alegre, y de nuevo otro para la colección. Encontrarse en una guerra, ¿Había algo peor? Dudoso, muy dudoso. Tan sólo quería abrazarla, pero tan sólo lo haría más duro para ambos, y era un trance por el que no quería pasar. Convivir con la infelicidad era mucho más sencillo cuando la salida no se presentaba botando delante de sus ojos... No recordaba apenas ya el día juntos, ni por qué sentía lo que sentía, pero lo hacía, y cada instante una batalla se desarrollaba en su mente, sonrisa o rostro fruncido, alejarse o abrazarla... En ambos aspectos, tomó el punto intermedio.

-Pero hoy no es el día aún- lo intentó, pero no lo consiguió, y el abatimiento se apoderó momentáneamente de su cara, aunque la recuperó en un momento. Le habría gustado decir "Te quiero", pero aún no era el momento. ¿Llegaría alguna vez?

Y entonces, un tipo realmente alto salió de la jaula.

Causé el efecto que quería, intimidarlos. Excepto con él, claro. A él pocas cosas lo asustarían, o al menos eso pensaba yo. Y por alguna extraña razón el pensamiento me hacía sentir seguridad, como cuando estás en casa, o mejor, dicho, en tu hogar... "¿Qué digo? Nunca he tenido un hogar al que regresar, en que refugiarse del peligro. No sé lo que se siente." Y a pesar de todo la sensación estaba ahí, acechando. Quizás no lo sabía, pero podía recordarlo en cierto modo. Puede que eso fuera lo que me impulsaba a rebuscar en el pasado sin descanso.  

-No... por desgracia, no es el día -respondí, girando la cabeza hacia un lado para mirar al suelo y retener algunas lágrimas que querían escaparse. -Ni siquiera tenía muy claro que siguieras queriendo que llegara el momento. Desde aquel día en Orange ha pasado bastante tiempo -seguí, tratando de retomar la frialdad característica de mi voz que casi todos conocían. Aunque él ya había oído otros tonos, otras maneras, y no valiera la pena intentar engañarlo.

¿Por qué me afectaba tanto? Durante años se había ido difuminando su recuerdo hasta casi desaparecer... O eso pensaba. Puede que solo hubiera echado mucha mucha tierra encima con el propósito de ocultarlo, de engañarme a mí misma. Pero, ¿por qué? Era duro, pero también un aliciente para avanzar, para retomar la meta con más ganas, llegar hasta ella antes. ¿En qué momento lo había perdido de vista? "En el momento en que decidiste no aferrarte a deseos con pocas posibilidades de cumplirse" me dije. Pensar de esa manera cuanto lo tenía al lado, cuando solo necesitaba estirar un poco el brazo y rozarlo, para descubrir que no era un espejismo. Mi mano se sacudió como víctima de un pequeño espasmo que mi cabeza reprimió a tiempo. No lo haría más difícil de lo que ya era.

No quería explotar allí y ahora, que se desbordara un torrente que no sabía que corría bajo mi piel, que había seguido su curso durante tanto tiempo sin notarlo. No era el momento. Existían prioridades, como el enorme hombre que salía de la jaula y se ponía en pie, preguntando por una niña perdida. O la guerra a punto de estallar, los tritones saliendo del agua. Si tan solo hubiera manera de alargarlo un poco más...

-Yo no he visto ninguna niña por aquí, pero puedo ayudarte a buscarla -ofrecí mi ayuda al ¿gigante? ¿semigigante? tras haber oído que era lo que estaba buscando en Mariejoa. -De todos modos no tengo nada que hacer excepto irme de aquí y lo veo complicado. Solo necesito unos minutos -dije, mirando de reojo a Dexter.

Empecé a rebuscar en mi mochila. Había algo que Dex tenía que ver. Yo no lo había sacado de allí en mucho tiempo, así que no era posible que se hubiese esfumado... La prueba de que podía olvidarme de él o intentarlo, pero que seguía teniendo un lugar en mi corazón, o mi mente, o lo que fuera. No me importaba dónde, el caso es que tenía su sitio asegurado por mucho tiempo al menos. Los "para siempre" me parecían demasiado falsos.

Miedo no era exactamente lo que sentía cuando observó al enorme hombre salir de la jaula. Más o menos de la altura de su padre, el gesto era bastante menos grato, como si la presencia de cualquier persona agravase su carácter. Más que alguien temible, con esa cara parecía un pedazo de gilipollas, no más que un niñato tuerto, alguien que bufaba temeroso de que se acercaran y le hicieran daño físico. Parecía tan frágil cuando pretendía ser intimidante... Realmente patético. Por un instante el hombre se calló, y agradeció en una jerga extraña que lo hubiesen liberado. Dexter jamás había escuchado "podría haberlo hecho solo" como forma de corresponder su gesto, y eso le bastó para sospechar que, definitivamente, estaba ante un anormal de carrito.

Comenzó a degradar su vanidad por medio del nombre más horrible y vil que existía, al final de cada frase y comenzando cada otra. Como repetición, exageración y dativo de interés. Casi un minuto de constantes Timmothys, intentando hacerle entender que sus formas no eran las correctas, rozando casi la cansinería más absoluta, hasta que Alice lo sorprendió con algo, y trató de ajustar el nudo de su garganta con las manos, sin poder dejar salir ni el más leve ruido por mucho que lo pretendiera. Casi le temblequearon las piernas, y sus brazos congelados sobre el pecho descubierto de su camisa sin cerrar. Tantos años sin vestir su corbata favorita, sin verla ni siquiera. "Una prueba de su memoria" fue el pensamiento que divagó en su mente mientras trataba con todo su empeño de acercarse y acariciarle las mejillas una vez más. ¿Tal vez un beso fuera pedir demasiado?

-No llegan unos minutos para recuperar los años, ni la eternidad para recuperar estos minutos si te dejo ir ahora- dijo, acercándose muy lentamente a ella, paso a paso, tratando de tomarla por las manos un momento, sólo un momento. ¿La eternidad? Un suspiro en la exhalación del tiempo al menos. Al fin y al cabo, ¿Qué tenía que perder? Sólo una oportunidad, o tal vez la penúltima en el futuro. ¿A quién quería engañar? Daba igual lo que ella hiciera, él bebería los vientos por aquellos preciosos ojos castaños-. Tan sólo dime que me quieres. Dime que la distancia te duele como a mí me duele, y que nos veremos nuevamente aunque sea en el fin de los tiempos- esperaba tenerla muy cerca, lo suficiente para que sus latidos se sintieran en la cabeza de la muchacha, llenos de nervio y furia-, prométeme que el tiempo no apagará la llama como el viento esparce los rescoldos. Dime que me quieres... Y puedes irte a ayudar a Timmothy.

Estaba seguro que había estropeado su declaración-petición con la última frase, pero no podía evitarlo. Las situaciones de riesgo lo ponían nervioso, y tan sólo esperaba que embargada por los nervios ella también no escuchara lo último. "Todo está muy en calma. Parece que el universo nos deja un respiro, pequeña".

Sus manos rozaron las mías y me así a ellas temblorosa, como si con ello pudiera retenerlo más tiempo allí conmigo. Si todo se detuviera y esos pocos minutos se repitieran una y otra vez, creo que sería feliz. Aunque quizás lo viviera tantas veces que al final no sabría valorarlo como algo tan bueno, como una oportunidad que no se iba a repetir y que me daba fuerzas. El gigante salía de su jaula y daba las gracias, pero eso ya no estaba en mi cabeza. Sonaba apagado, a lo lejos, mientras veía a Dexter, cada pequeño movimiento suyo, como queriendo grabar ese momento en mi cabeza. Tampoco recordaba el resto de lo que tuviera que ver con la guerra. O mejor dicho, procuraba olvidarlo para no estropearme a mí misma el momento. ¿No conseguiría lo contrario con eso? De todos modos no podía evitar seguir sintiendo el ambiente tenso que hacía que me costara respirar y me aceleraba el puso. ¿O era el chico el causante de eso?

Tuve que salir del trance a medias cuando escuché sus palabras, que me estremecieron. ¿De verdad seguía sintiendo aquello? Era como si los años no hubieran pasado.

-Me pides cada cosa, Dexter... -murmuré con la voz un poco rota y muy bajito, como si lo dijera solo para mí.

Después la risa sacudió mi cuerpo por primera vez en mucho tiempo, estando yo ajena a la situación que se desarrollaba a nuestro alrededor, sin que nosotros nos diéramos cuenta. ¿Cómo cambiaba de casi llorar a soltar una pequeña carcajada de un momento para otro? Lo absurdo de aquel instante supuse. Todo culpa de Dexter, estaba clarísimo. Él era quien me estaba volviendo loca, quizás en más sentidos de los que pensaba. Lo miré a los ojos, casi segura que los míos brillaban, y de que me estaba poniendo roja como un tomate en el momento menos oportuno. O al menos, notaba que el calor iba invadiendo mi cara.

Volví la vista al suelo, dudando, otra vez seria. ¿Qué quería y qué debía hacer? ¿Era buena idea hacerse esperanzas o dárselas a él de nuevo, después de años?

-Deja a "Timothy" -remarqué el nombre- tranquilo, anda, que ya has repetido ese nombre bastante y luego me toca a mí acompañarlo en su enfado. Este instante es nuestro.

Rodeé su cintura con los brazos y hundí la cabeza en su pecho, o lo intenté. ¿Había crecido?

-Claro que te quiero, Dex. -Vacilé. -O por lo menos, quería al Dex que conocí en Orange tiempo atrás... Los dos hemos cambiado mucho, seguro. Bueno, yo creo que lo he hecho. No, antes de que me lo digas, no vamos a discutir ahora sobre el amor, como la otra vez -añadí antes de que intentara contradecirme. Un escalofrío recorrió mi espalda por lo que estaba a punto de decir. -La distancia duele, sí, pero no me apetece mentir. De no habernos encontrado aquí, quien sabe si seguiría buscando o si se borraría de mi memoria lo que dije una vez sobre nuestro reencuentro. No me juzgues demasiado por esto -le dije, con lágrimas en los ojos otra vez.

Y todo esto sin soltarlo. No fuera a ser que se me escapara, cuando por fin había vuelto. Me sentía cansada de repente, tras tantas emociones y altibajos. También me sentía protegida y como en casa.

"Mientes", fue la única palabra que logró articular su mente mientras abrazaba a Alice. Ella había estrechado su cintura con los brazos, y el mínimo ademán de separación que hizo fue impedido por la férrea presa. Sin duda estaba mintiendo. Podía creer que decía la verdad, no lo dudaba, pero sólo se engañaba a sí misma. Tres años sin sacar la corbata del interior de la mochila era una bonita metáfora de lo que había pasado entre ellos. Protegida de las inclemencias, siempre con su dueño, oculta para los demás e intocable, imposible acercarse sin robarlo, y ni siquiera el olvido podía apagar el brillo escarlata de la prenda. Sin duda era su símbolo, el de ella y él, de nadie más... "Te quiero, Alice", dijo en silencio por no oírla otra vez rebatir teorías románticas, por no quebrar el momento que compartían tras encontrarse sin buscar nada.

-Para encontrar lo que quieres, muchas veces tienes que dejar de buscar.

Trató de apoyar su mentón sobre la mollera de Alice, pero no lo logró. ¿Tanto había crecido desde Orange? Por primera vez se daba cuenta de cuánto había cambiado. ¿Tan lejos estaban sus pies del suelo? Incluso veía sus hombros más lejos que hacía unos años. ¿De verdad se había obsesionado tanto? Horas y horas matando la soledad con entreno, ¿Se vería como un monstruo? No, Alice lo había reconocido y no mencionaba nada al respecto, tal vez incluso no se hubiera dado cuenta de aquello. Pobre e inocente criaturita, ¿Cómo alguien tan cándido podía meterse en líos de la magnitud de una guerra? Bueno, a decir verdad él se había metido en sus mayores líos por confiado también. Cómo culparla...

-¿Sabes? Yo también dejé de buscarte un tiempo. Es una larga historia...- "Que tal vez nunca escuches", pensó, acordándose de cómo casi había olvidado el olor que desprendía-. He tenido que seguir viviendo, aunque estuve muy cerca de dejarme arrastrar por los sueños. Los sueños de los que, de una forma o de otra, nunca te has ido.

Sabía que Timmothy escuchaba, pero le importaba un bledo. Ella estaba allí, por una vez con él tras tanto tiempo separados. Y si no lo entendía podía irse él solo... No, que no se fuera. Alice pretendía seguirlo, y si se daba cuenta de la marcha prematuramente lo dejaría a él otra vez solo. Lo mejor era aprovechar la situación el máximo tiempo que pudiera.

-Lo siento pequeña, pero esto no puede seguir así- dijo, con un tono serio, tratando de apartarla. Si lo lograba era momento de continuar-. Sé que hoy te vas a ir, y por eso...

Trataría de tomar las caderas de la muchacha y alzarla hasta estar rostro con rostro, donde esperaba que ella se colgase de él, de alguna forma. Esperaba no tener que indicarle que lo rodeara con los brazos a la altura del cuello, o que se colgara de él como un Koala usando las piernas. "Aunque nunca imaginé que la primera vez que usarías tu elasticidad conmigo sería sólo por darme un abrazo", pensó, cayendo en cuenta de que mientras no le hiciera daño a ella podía sostenerla sin demasiada dificultad.

-Por eso quiero que estés más cerca mientras no te tenga lejos- le diría, cara contra cara, nariz contra nariz. Esta vez sin pretender nada, sólo respondería ante un primer paso-. Sé que volveré a verte.

Su sonrisa por una vez no era fingida. Había madurado desde la primera vez, hacía ya mucho. Sabía que aunque no fuera cierto del todo, ya que no sabía si la encontraría de nuevo, era toda la certeza que necesitaba para estar alegre. Tal vez no alegre del todo, pero volver a tener esperanza era, al fin y al cabo, una sensación maravillosa.

Me mordí el labio cada vez más fuerte, casi hasta el punto de hacer que brotara una pequeña gota de sangre, disminuyendo por fin la presión. Un escalofrío recorrió mi columna e hizo que me estremeciera. Cada vez estaba peor. Hasta mi cuerpo me recordaba que esa sensación agradable se iba a acabar pronto. Agradable a pesar de que prácticamente Dexter me estaba ahogando por la fuerza que imprimía en el abrazo. A lo mejor no era él y simplemente sentía que me faltaba el aire estando a su lado.

-Algún día me gustaría oír esa historia -murmuré, aunque presentía que no me iba a gustar demasiado. - Algún día tendremos tiempo para...

"Hacer tantas cosas juntos." No seguí, dándome cuenta de nuevo de que quizás eran falsas esperanzas. Y es que esas palabras, bueno, cualquier mínima expresión en realidad, delataba para mí lo que ya venía pensando desde hacía tiempo, que habíamos rehecho nuestras vidas por separado, o que por lo menos lo habíamos intentado. Con escasos resultados, en mi caso, aunque no por la separación sino por otras circunstancias que no venían mucho al caso. Quién era la que había ocupado mi lugar... Temblé, pensando que en realidad en realidad no debía importarme, pero vaya si lo hacía. En el momento de la despedida ya había dejado las cosas claras y ambos sabíamos lo que podía pasar; en la teoría estaba aceptado. En la práctica er más duro.

Intenté dejar de pensar en el pasado o en el futuro y concentrarme en lo que tenía en ese momento, lo poco que estaba asegurado. Estábamos tan cerca... ¿Existía acaso algo aparte de nosotros allí, en aquel momento? Si lo hacía, se me había olvidado por completo y no quería recordarlo nunca.

-Dexter, no me quiero ir... -dije con la voz rota, como si fuera una niña con un berriche ya medio calmado, intentando aferrarse todo lo posible a lo que quiere. Sabiendo que la batalla ya estaba perdida y que no dejaría mis ocupaciones a un lado por alguien.

Ya me caían algunas lágrimas por la cara. ¿Compartiría con el algún día sin llegar a llorar? Sentí que me agarraba por las caderas y me elevaba sin demasiado esfuerzo hasta que nuestras caras quedaron a la misma altura. No pude evitar reírme, a pesar de estar llorando. Estaría ridícula, sin duda. Una imagen lamentable de mí, pero como ya era sabido, él me convertía en un vaivén de emociones constante.

-¿Tanto has crecido y tan fuerte te has hecho? -le pregunté mientras rodeaba su cuello con los brazos, aunque no esperaba una respuesta. -Vaya, estoy a años luz de ti... En casi todos los sentidos.

Escuché sus palabras, muy oportunas. Estaba tan tan cerca, nariz con nariz. Me mordí el labio otra, el machacado labio. A este paso me quedaría sin él. ¿Cómo no me iba a convencer si solo con sus ojos y una sonrisa ya me hipnotizaba?

-Está bien, te creo. Sí que nos volveremos a ver.

Me incliné con intención de besarlo, porque quién sabía cuánto tiempo pasaría antes de poder hacerlo otra vez.

"Igual debería escribirla para no olvidarla", pensó por un momento cuando escuchó el tono bajo de Alice diciéndole que querría escucharla. Sin embargo algo le decía, tal vez precisamente el tono, o quizá solamente su instinto... Quizá que tanto tiempo recordando su cara y teniendo únicamente ratos de tristeza juntos la voz se había quedado grabada en su memoria. Todo podía ser, y al fin y al cabo ella no querría escucharla ni él recordarla. "Pero la recuerdas a cada instante. No intentes negarlo". Y era cierto. Por mucho que llegara a arrepentirse del tiempo que olvidó su cálida compañía, por mucho que quisiera olvidar sus manos manchadas de sangre en una venganza por un perro... ¿Debía decirle que Robin había muerto? El perro ya iba viejo, pero no debía caer así, y... ¿De verdad el perro le importaba más que una mujer y la hija que se suponía iba a tener? Era un verdadero monstruo. "Un monstruo enamorado, de todas formas".

-No creo, pero si tú me lo pides... Tal vez algún día- dijo, con tono sombrío en cierto modo. No quería que su pasado eclipsara el futuro que ansiaba alcanzar con ella, aunque ¿Alguna vez lo alcanzaría? No podía renunciar a ella, no ahora. No cuando por fin estaban juntos y una voz infantil salía a relucir en Alice. No cuando era Alice la que no quería irse... ¿Se atrevería a pedirle que se fueran juntos?

No se atrevió, pero la alzó finalmente, y su comentario lo hizo sonreír.

-Años luz marcan distancia, no tiempo- sentenció, mientras la cara de Alice se acercaba más y más a su rostro-, y te tengo a centímetros.

Incluso menos. Milímetros, micras, ¿Qué importaba? Estaba con ella, y el ardor contenido de años salió a relucir. Amor húmedo y caliente, apasionado como el baile de dos almas confundidas o el palpitar de dos luces de vela. Una poesía tocada desde una lira de tesoros agotados mientras el sol los vestía de sedas y oros. Ni su veloz mente había calculado el abismo que el tiempo creó entre los dos, pero habían caído en él para estar por fin juntos... Y el viento le había traído el olor de su perfume. ¿Por qué aquel amor era tan parecido a un poema? El recuerdo en la corbata, el beso en la lira, y las caricias.

"¡Las caricias!", dijo en su mente, sin dejar que el beso muriese con su inquietud, pero tenerla tan cerca y no poder tocar su piel, sentir con las yemas cada palmo de su cara y palpar cada escurridizo rincón de lo que conocía de ella. ¿Cómo se sentiría si tratara de hacer algo más atrevido? Apretarla contra él por tener una mano libre y recorrer cada centímetro de lo que sabía de ella. Aquella espalda que apenas vio pero llegó a tocar; Aquellas mejillas rosadas que encandilaban a quien las mirase... Y su pelo de olor a rosa azul. Después de tanto tiempo sin sentirla... Tan cerca que su aliento se mezclaba con el propio, y a la vez tan lejos que no la volvería a ver en mucho tiempo. Porque daban igual las promesas de reencontrarse, o las declaraciones de amor. Sólo eran dos desconocidos confusos que se amaban sin saber muy bien por qué. "Pero yo sé bien por qué te quiero, y esta vez no renunciaré a ti".

Separó un poco la cara, lo suficiente para hacerle entender que necesitaba una pausa o se asfixiaría (aunque probablemente no fuera un problema tanto de oxigenación como de concentración sanguínea donde, en un momento de tensión, debería ser inviable), aún teniendo esperanzas de poder retomarlo pasados unos segundos, y además quería poder hablar con ella un poco. Tres años no se recuperan así como así, al fin y al cabo.

-A veces creo que sólo dices esas cosas porque te deje tranquila- dijo, con una sonrisa. Al fin y al cabo estaba con ella, no podía salir nada mal aquel día-. No te veo muy esperanzada. Vamos, repite conmigo: Vamos a vernos de nuevo.

Aunque no parecía haberlo dudado, jugar nunca estaba de más. Un pequeño mordisquito e la nariz si ella no lo evitaba y querría retomar el beso, al margen de si repetía su frase o no. Al fin y al cabo, ¿Qué clase de idiota derrocharía su segunda oportunidad? No el idiota de Dexter, por supuesto. Inclinaría la cabeza hacia ella, queriendo tomar él la iniciativa esta vez. Que se la acabaría devolviendo, pero compartirla era delicioso.

Nos separamos, por fin. Aunque si por mí fuera, no lo hubiera dejado ir; es posible que me diera igual ahogarme. Jadeaba y me brillaban los ojos; seguía teniéndolo tan cerca, nariz con nariz. Y no podía evitar preguntarme, ¿qué había estado pensando mientras nos besábamos así? Eso si había pensado algo. Si a mí ya me costaba bastante enlazar ideas solo con tenerlo cerca... Esos momentos me dejaban la mente en blanco por completo. Solo después de unos minutos mi corazón parecía ir bajando las revoluciones, y notaba que mi piel dejaba de arder. La verdad es que no me importaba demasiado sentir que me iba a explotar el pecho. ¿Por cuánto tiempo podría experimentar esa sensación? No podía saberlo y eso era lo que más me dolía.

No pude evitar sonreír al oír su voz. Luego procesé sus palabras y tuve más motivos todavía para hacerlo. Sí, hacía ya un buen rato que no me funcionaba bien el cerebro, y era todo culpa suya. Nuestros arrebatos espontáneos estaban anulando mi racionalidad.

-¿De verdad? ¿Sigues creyendo que quiero que me dejes tranquila después de esto? -pregunté, inclinado un poco la cabeza a un lado. -Sería una forma bastante extraña de demostrarlo, ¿no? Y en cuanto a las esperanzas... -titubeé; no sabía si compartir todo lo que se me pasaba por la cabeza. La confianza era algo que pocos conseguían de mí, pero si había alguien que lo había logrado en un tiempo record, ese era Dexter. -Me da miedo, claro. Hacerme falsas esperanzas para luego descubrir que se han quedado en nada. -Subí el tono, y lo cambié por uno un poco más alegre. No era un día en el que estar triste, no quería estar así, ni ser así. -Pero sí, vamos a vernos de nuevo. Aunque me cueste encontrarte otra vez.

Apoyé la cabeza como pude en su hombro. Me apetecía quedarme allí por un rato, disfrutar de la cálida sensación de estar en sus brazos. Quería dormir, y permitirme soñar con un futuro ideal y tranquilo, donde nadie interrumpiera nuestra paz, aunque ya sabía o intuía que no era algo posible para nosotros. También era consciente de que el tiempo no se para así como así. Y yo había hecho una promesa a un semigigante y a una niña perdida que puede que ni siquiera estuviera en aquel lugar.

-Dexter -le acaricié la mejilla-, se nos acaban los minutos. Bájame, venga -dije, entre risas. ¿Me haría caso? -Y no sigas creciendo o la próxima vez que nos veamos pareceré un tontatta a tu lado. Y no quieres tener una novia tontatta, ¿a que no?

Ya estaba hablando de más, y demasiado rápido. Le dediqué una de las sonrisas más brillantes que había hecho en toda mi vida, sin saber si aquel último comentario era exagerar las cosas o no. Me daba igual, aunque lo cierto es que sonreía intentando no llorar y no dejar ver que se me quebraba la voz por momentos. Sí, por enésima vez. Mi otro propósito era no hacer que la despedida se alargara hasta el punto de perder de vista lo que había prometido. ¿Me estaba escabullendo? Hmmmm puede. Esperé, sin saber cuál sería su siguiente movimiento. ¿Me dejaría ir sin más...?

Había mil y una formas de entender aquello, y tan sólo un millón serían correctas. Tantos besos en uno, y tantos abrazos en un simple rato de tan escasa duración. Tantas palabras nunca dichas habladas sin decir nada en aquel momento, y tantos sentimientos contenidos que rezumaban por cada poro. Un deseo pedido tantas noches de soledad cumplido sin pedirlo en aquel instante, y una pareja que no nació por su voluntad cuando quiso que apareció de unos labios sin querer. ¿Había dicho novia?¿Había asumido que lo iban a intentar? Cómo describir el momento...

Una jaula abierta para un pirata libre, un águila imperial alzando el vuelo más allá de la vista, o tal vez el Zafiro más brillante que jamás una joya fue. Un Dragón que era todo de repente tras un bárbaro gañido, un cuerpo de cera recompuesto o dos golondrinas, tal vez tres, cantando una dulce melancolía mientras de las cenizas surgían los rosales. Todos sus pensamientos en amplia perspectiva, a la vez y organizados, examinados como un reloj recompuesto después de caer al suelo y con su mecanismo aún dolido, pero útil. ¿Arreglado era la palabra? Extasiado tal vez era excesivo y... Vivo. Se sentía vivo por fin tras mucho tiempo. Era difícil ver cómo su mente reconstruía el mundo tras el Apocalipsis, pero el fuego de una hoguera de acampada lo hacía sentir cálido y ver vívidamente todo el panorama. Eran dos polos opuestos atrayéndose, destinados a chocar si no juntarse, y el calor del verano con el placer de la alegría hacían que sus dos mitades se unieran, que su corazón atravesado se cosiera, y como si la guadaña que sesgó su cuello tejiera cariñosa de nuevo usando palabras de Alice. Así era el momento.

La cabeza por un instante de ella apoyada en su hombro, casi una promesa más importante que la que hacía con sus labios, y una sonrisa que embargó toda Mariejoa aunque Mariejoa no lo supiese. Era la mujer más linda en años luz a la redonda, y en eones a la larga. ¿Tal vez sólo él la veía así? Él veía la sonrisa, y los ojos grandes como perlas de ámbar pulido, una alegría reservada para él, un derecho que le pertenecía... Una novia tontatta.

-Nunca me planteé tener una novia tontatta. Supongo que por ti podría hacer una excepción- rió, mientras la dejaba en el suelo. Y se arrodillaba. Efectivamente, era algo que tenía que intentar antes de dejarla ir de nuevo. No tenía en absoluto claro si funcionaría, pero... Allá iba.

-Ahora yo soy el bajito- dijo, mirándola desde unos cinco centímetros bajo ella, y volviendo a abrazarla. Ahora era él el vulnerable (¿En algún momento no lo había sido?), el indefenso que debía ser protegido entre los brazos de aquella novia tontatta. Aquella mujer que lo hacía feliz aunque no hubiera motivos para sonreír... Aquella mujer que quería al tipo más estúpido del planeta, al tipo más afortunado del planeta-. Ahora que los dos somos Tontattas, ¿Nos despedimos como es debido pequeña?

Trató de empuñar un beso como arma contra ella. ¿Herirla de amor nuevamente era la respuesta? Sólo si ella deseaba podría hacer que sus ataques funcionaran, una estrategia tan arriesgada como perfecta, tan pensada como improvisada y tan estúpida como sólo a Dexter se le ocurriría. Un beso que decía hasta luego desde el suelo, como si se rindiera ante ella, como un siervo ante su dama, como un peón ante su reina. Sólo que aquella vez apostaba porque la reina disfrutara de ese jaque.

Mi intento de fuga no había resultado como quería, aunque sí como esperaba. ¿O había sido al revés? Mis palabras, atrevidas, fuera de lugar y tiempo, parecían haberle gustado, pero a saber. ¿En qué estaría pensando esa cabecita mientras me miraba? Seguramente ideas demasiado complejas que yo no llegaría a entender ni aunque se esforzara en explicármelas. Había tanto de lo que pensaba que me gustaría conocer... ¿Tendría suficientes minutos en esta vida como para hacerlo?

-Desde luego, tienes un concepto de bajito algo peculiar... ¿no crees? -bromeé, pinchándole el moflete con un dedo. -Ni arrodillándote consigues dar la impresión de ser más pequeñito. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez... No dejemos que pase otra vez, ¿vale?

Me dolía la cara de sonreír y la garganta de la tensión; me sentía extraña. No tenía remedio; trataba de arrancarle una promesa, una esperanza, cuando yo no solía corresponderlas. Había veces que me merecía todo lo malo solo por esos pequeños detalles. Me agaché unos pocos centímetros muy rápido para darle un beso a Dex que apenas duró unos segundos. Daba la impresión de que tenía la fuerza de la gravedad en sí mismo, me atraía como un imán. Y sus brazos eran la excusa perfecta para quedarme allí un rato más. ¿Cómo me iba a despegar de él si no dejábamos de alargar cada momento? El día que pudiéramos estar juntos varias horas seguidas no sé si volveríamos a separarnos. "Ojalá que no."

-Se acabó por ahora -murmuré, remarcando las dos últimas palabras-, aunque no negaré que tengo ganas de más y si por mí fuera seguiría. -Era como si estuviera prometiendo algo que no sabía si podría cumplir; hacía que me sintiera mal. Ni con él olvidaba lo poco que me gustaban las promesas y lo mucho que me llenaban de ansiedad. Suspiré. Necesitaba romper como fuera aquella tensión, y conseguir que no me doliera la garganta de aguantarme lágrimas. -De novia tontatta a novia lapa, creo que voy de mal en peor.

Resonaban algunos ruidos fuertes que hacían que me estremeciera, mas no me importaba o no era del todo consciente de ellos. Notaba a leguas la impaciencia de alguien a quien habíamos olvidado, ocupados como estábamos en fusionarnos el uno con el otro, y pude ver por el rabillo del ojo una cabellera rubia pasar, de alguien que no reconocía. Hmmmm...

-Creo que es la hora de la despedida, Dexter.

Fui despegando sus brazos de mi cuerpo, o al menos lo intenté. Llegaba la hora de irse, pero confiaba en que habría un reencuentro. Se lo debía a él y me lo debía a mí. La próxima vez iba a ser egoísta. La próxima vez esperaba ser yo quien tirara de él y lo guiara donde quisiera, la que no lo soltara ni aunque él me lo pidiera, la que le hiciera olvidar dónde estaba y cuáles eran sus obligaciones. Pero ahora... ahora era otro tema. Si me soltaba, y por el bien de ambos debería hacerlo, me iría con Date y nos volveríamos a ver cuando el destino lo decidiera.

Demasiado poco. Poco tiempo de un beso que dejó sabor amargo en su boca, aunque las agujas giraron dulces lo que duró. ¿Era ya hora de terminar? Demasiado poco tiempo para su reencuentro, demasiado apasionado para lo que debían permitirse, y demasiados ojos indiscretos que miraban. Una cabellera rubia que pasó por un lado, y el gigante que los miraba a él con odio y a ella con prisa. ¿De verdad iba a dejarla ir con él? A la mierda las promesas, ¿Por qué siempre tenía que ser él el bueno? No había respuesta posible que hallar, ni tampoco una forma humana de expresar la ira que sentía. Pero aquella vez no iba a ser bueno. No podía, no si de serlo o no dependía estar más con ella.

Desplegó dos alas azules, que brillaban translúcidas dando un brillo cristalino al suelo, poco a poco desvanecido en las escamas que acorazaban sus nuevas extremidades, y aún abrazado a ella, pese a sus intentos de zafarse, salió volando. El viento lo golpeaba en la cara y la velocidad cada vez era mayor, hasta el punto de casi no ver más que una mancha borrosa en el horizonte, y entonces Alice cayó.

Dexter salió de su ensoñación, dándose cuenta de que Alice se le había escapado de entre los brazos. Se habías escurrido de él mientras se la llevaba volando en la mente, y poco a poco tomó conciencia de las palabras que ella decía con cierta resignación, aunque para él no sonaba de otra forma que "Por favor, vuelve" con un tono suplicante. ASí era Dexter, un idiota feliz triste por la marcha de su amada y contento porque ella quería el regreso del dragón.

-Tienes razón, ya es hora. Y la nuestra llegará muy pronto- dijo, poniendo en su mano uno de los auriculares que Deathstroke le había propuesto fabricar. La verdad es que eran muy útiles, y aunque sólo abarcaban cinco kilómetros de radio, para Alice podría significar algo mucho más grande, con alcance mayor y más fiable: Esperanza-. Mientras lleves esto podré encontrarte. Y te prometo que lo haré pronto.

Se levantó finalmente del suelo, y tras frotarse momentáneamente las empolvadas rodillas lanzó otro a Timmothy, que lo rompió al instante como muestra de desprecio. O tal vez sólo era torpe, pero no le quedaban más repuestos y sólo le quedaba el suyo. Bueno, mientras Alice no se alejara de él podría tenerlos localizados y con suerte ayudar. ¿Se dejaría ayudar por él tras haberlo vilipendiado con un nombre tan horrendo? Qué más daría, era grande y poseía Haki del Rey. Todo lo demás estaba servido, tal vez. Más le valía proteger a Alice, y más ahora que había aceptado por fin sus ansias de verlo otra vez. Si a Alice la perdía... No sabía lo que podía llegar a hacer, pero nada bueno para los culpables.

-Esta vez seré yo quien te dé la espalda. No quiero verte marchar- dijo, con una sonrisa y pretendiendo robarle un último beso-. Hasta pronto, Alice. Nos veremos, te lo prometo.

Y así, Dexter dio la vuelta para volver a la formación, aunque el caos se desataba a su alrededor y ya no sabía por dónde empezar. Esperaba todavía que se colgara a él y le pidiera volar más allá de las nubes, pero aquello no iba a pasar. Por muy apasionada que pudiera llegar a ser, cumplía sus promesas... Cómo le molestaba aquello, pero al mismo tiempo le era una cualidad tan adorable... Sólo podía decir que la quería como a nadie, por lo que le gustaba y por lo que le gustaba. Sí, por lo que le gustaba y por lo que le gustaba. Aunque se quejara, todo le encantaba.

-Adiós, pequeña- dijo, desplegando ahora sí las alas. Era hora de volar.