[Caddie y Angle] Primer acto de rebeldía

Los pasos de Mondo pasaban inadvertidos entre los transeúntes de la isla de Banaro. No hacían ruido, sin embargo la imagen si que llamaba la atención. Si el husky hubiese estado sólo cualquiera habría pensado que era un perro callejero y simplemente habrían apartado la mirada. Pero sobre la espalda del perro había un caballero sentado. Un caballero ratón con ropas verdes y capa roja, espada al cinto y mirando a los lados.

El ratón ignoraba las miradas curiosas de la gente, pasando una mano por su flequillo rubio. El ratón había oído que, recientemente, una pequeña brigada marine había llegado a Banaro y su líder tenía un comportamiento errático ante sus gentes. Como defensor de los inocentes y su deber de caballero, debía tomar cartas en el asunto. El lamento de Mondo rompió la concentración de Caddie.

- Si... yo también tengo hambre. -El ratón cogió el trozo de queso que colgaba de su cinturón y le dio un bocado. - Vamos al mercado, te compraré algo de carne.

Al oír la palabra carne, la boca del perro se torció en algo parecido a una sonrisa. Con la lengua fuera y los ojos abiertos, empezó a correr por las calles, sorteando a los transeúntes que se quejaban ante tal indecencia.

Caminaba por las calles arrastrando los pies y levantando arena a mi paso. Iba muy muy despistada, mirando al suelo, pero sin mirar nada; mucho más distraída de lo que me hubiera permitido normalmente por miedo a que pasara algo. Sin duda ya estaba un poco mejor, pero no lo suficiente. Las pesadillas me perseguían todavía, aunque no me asustaban, solo no me dejaban dormir y me encontraba cansada noche y día. ¿Y qué podía hacer ante eso? Nada. Limitarme a distraerme y buscarme otro objetivo. Vagar por el mundo igual que antes, buscando un reencuentro que no sabía si llegaría, protegiendo a los que no pudieran luchar por sí mismos, o no tuvieran la voz o la fuerza suficiente.

Salí de mi ensoñación cuando mis tripas empezaron a rugir.

-Ugh... -gemí llevándome la mano al estómago.

En esos días se me olvidaba hasta comer de cuando en cuando, pero por suerte mi cuerpo ya se encargaba de recordármelo. Me encaminé hacia el mercado en busca de algún puesto, dándome cuenta de algunas miradas de curiosidad y asombro que mostraba la gente a mi alrededor. ¿Tan rara era? Porque por más que mirara a mi alrededor, ahora que por fin había decidido levantar la cabeza, no veía nada fuera de lo común. Quizás era solo que no estaban acostumbrados a los forasteros, aunque era raro porque me habían tratado bien los días que llevaba allí...

Unos pocos días después de salir del extraño hospital en Water Seven había buscado como alma en pena algún grupo de revolucionarios que me dejara alistarme y ahora me habían soltado allí, en medio de aquella isla mientras ellos se encargaban de cosas que yo como novata todavía no podía conocer. O puede que fuera que no se fiaban de mí, o que me veían muy mal todavía después de la experiencia traumática que había vivido. Quien sabe.

Desperté otra vez y sacudí la cabeza y seguí caminando hasta un puesto de fruta. Me apetecía algo dulce.

Escuché un saludo a mi lado y me giré, viendo alrededor, pero solo había un par de personas más cerca y miraban en otra dirección. ¿Quién era? ¿Me hablaba a mí? Ya empezaba a pensar que alguien compartía el poder de mi akuma conmigo cuando algo peludo rozó mi pierna y me di cuenta de que debía volver la cabeza hacia abajo. Parpadeé varias veces seguidas y me froté un ojo, tratando de averiguar si estaba viendo realmente un ratón vestido de caballero medieval sobre un bonito perro, o si estaba atrapada en una pesadilla, o si seguía delirando presa de alguna extraña fiebre. En ese instante cualquiera de las opciones parecía posible.

-Ho-hola... -musité, sacudiendo la cabeza para asegurarme de que no veía visiones. Pues no, o era un sueño muy real o de verdad estaban allí.

-¿Va a comprar algo o va quedarse ahí parada sin más, conversando con...? -Miró al ratón también.- Bu-bueno, conversando. -Había empezado con sorna el tendero, pero estaba igual de asombrado que yo. Al menos consiguió que mi atención volviera a centrarse en la fruta.

-Ya voooy, ya vooooy -le contesté con una mirada gélida. Sin duda no estaba como para que intentaran tomarme el pelo.

Escogí un par de naranjas, mordiéndome el labio para que no temblara y reflejara la poca estabilidad emocional de la que podía hacer gala en esos momentos. Saqué dinero de la mochila, pagué y empecé alejarme a paso rápido, sin recordar apenas los extraños animales que acababa de ver. Aunque quise pelar un naranja, mis manos se movían como querían y no como mi cabeza les decía que lo hicieran, y la fruta cayó al suelo y se fue rodando...

Otra vez los extraños animales, el perro y el ratón. ¿Solo uno de ellos era parlante? ¿O es que el otro no tenía nada relevante que decir por el momento? Nunca me había encontrado con nada parecido. Me agaché para estar más a su altura y tomé con delicadeza la naranja que me ofrecía con esa mano pequeñita.

-Gracias -murmuré. Se me pasó por la cabeza sonreír por lo extraño de la situación, pero dudo que llegara a hacerlo, todavía no era capaz. -Estoy un poco despistada. Creo que debería presentarme yo también... Me llamo Alice ehhhh -dudé por un momento sobre si decir la letra y después recordé que me había prometido guardármela para mí- Turner. Y no te preocupes, sospecho que por ahora no necesito tus servicios -dije de forma irónica, aunque sin acritud. -Ni los de nadie en realidad.

Me sentí tentada de darles alguna que otra palmadita en la cabeza a modo de caricia, pero sospechaba que al menos el ratón no se sentiría muy cómodo con eso. Se comportaba como... como si fuera alguien importante y poderoso, a pesar de que a simple vista parecía todo lo contrario. Puede que fuera la viva imagen de que las apariencias engañan, aunque yo aún no podía saberlo. La curiosidad me venció por fin, y me senté en el suelo justo enfrente a él.

- Y, señor Cadogan... ¿de dónde viene un animal que habla como usted, y qué lo trae por estos lares? -pregunté, olvidando que quizás estaba siendo demasiado directa. La verdad es que últimamente no tenía claro cuándo hablaba de más y cuándo no, ni me importaba lo más mínimo.

-No decía lo de animal de forma despectiva, por supuesto no era mi intención ofenderlo. -Ni siquiera me planteaba tutearlo ante su porte regio y su actitud propia de un noble. -¿Cómo debería tratarle entonces, ratoncillo? -a más lo escuchaba, más me fascinaba el pequeño. Esperaba que no se tomara a mal la forma en que lo llamaba, ni ciertas confianzas que me estaba tomando. -Hmmmm no sé dónde está Leonwood... Quizás debería visitar ese reino algún día -me dije a mí misma, rascándome la cabeza.

Al oír hablar de la armada revolucionaria solté una risa seca y rota, que no se podía considerar ni de alegría, ni de nada; como mucho de sorpresa. Vaya con las casualidades, esperaban la vuelta de la esquina, donde menos las esperabas.

-¿No cree que no debería soltarle a cualquiera que forma parte de ese ejército? Por su propia seguridad. No puede saber quién soy yo ni a qué bando pertenezco... Aunque no tengo interés en atrapar a ningún revo, sería tirar piedras contra mi propio tejado, ¿sabe? -me preguntaba, como seguramente hacía él también, si estaba soltando demasiada información comprometedora. Por eso prefería dar rodeos y expresarme de forma críptica, sin decir las cosas como eran. -De hecho puede decirse que ambos tenemos el mismo objetivo, por lo menos en teoría.

Me iba animando a medida que hablaba más con alguien que parecía igual de perdido que yo en su misión. Vi cómo se alejaba de vuelta hacia el puesto de la fruta, pero no hice ademán de seguirlo. Me levanté y sacudí la arena de mi ropa y esperé. No sabía si se fijaría en mí y volvería, o si tendría que seguirlo. En cualquier caso le preguntaría qué planes tenía para esos marines y me ofrecería a ayudarle. Estaba cansada de no hacer nada, y no tenía claro que el ratón pudiera solo con esa misión.

No me moví del sitio al ver que Cadogan volvía a donde estaba yo tras hacer sus compras. Mejor, así no tendría que irme por el momento, aunque la gente ya me había mirado mal por estar allí tirada en el suelo. Por suerte no interrumpía el paso ni nada por el estilo, que sabiendo lo despistada que era, tampoco sería tan raro que lo hiciera y no me diera cuenta de buenas a primeras.

-Aish... ¿Y qué planes malvados tienes? -le pregunté con una media sonrisa, un poco rota.

No hizo falta que me respondiera. Empezaron a oírse gritos detrás de él y cuando se dio la vuelta pude ver cómo se tensaba. Dos tipos con uniforme marine trataban de intimidar y ¿robar? sí, podría considerarse que quitar algo por la fuerza a una tercera persona, abusando de su poder. Le eché una mirada algo preocupada, sin saber cómo reaccionaría a continuación, algo que él ni siquiera debió notar.

-No hagas ninguna locura, ratón...

Intenté pararlo cogiéndole del cuello de su ropa, pero ya se estaba alejando a toda velocidad. "A este paso no durarás mucho..." Aunque, ¿no tenía razón? Era buena persona, iba directo a salvar al desvalido. ¿No me había alistado yo en la armada revolucionaria para tener la oportunidad de hacer lo mismo? Todavía se me olvidaba de vez en cuando, hasta que recordaba a Scott y... No, mejor no acordarse de todo aquello. Uf, a saber si era buena idea o no sepultar más cosas en esa mente trastornada que tenía.

Lo seguí mientras desenfundaba una katana. No es que quisiera montar un numerito y asustar a la gente, simplemente fue lo primero que se me vino a la cabeza. Sin esperar al ratoncillo, apoyé el filo contra el cuello de uno de los marines, que estaba demasiado distraído pegándole a un pobre hombre que no parecía tener al culpa de nada. Alternaba la vista entre ambos marines, procurando darme cuenta de si uno de ellos hacía algún movimiento extraño.

-¿Vais a parar o saco las otras katanas?

Al final era ella la que hacía la locura, después de sermonear al ratón sobre los peligros de lanzarse al ataque demasiado pronto, desafiando a la autoridad que existía en la isla. Pero es que en el fondo no pensaban de forma tan diferente, ¿no? "Bien Alice, bien. No solo te ha convencido para unirte a su causa, en la que de hecho ya estabas aunque todavía no demasiado metida, sino que además te emocionas tú sola." Solté un suspiro casi imperceptible, esperando que mi rehén no lo notara. Mi conciencia se contradecía a cada minuto, eso no podía ser sano. Y empezaba a tener cierto miedo a las consecuencias de lo que estaba haciendo en aquel preciso momento.

-¿Una niña? Vaya, creo que eso me halaga... No lo tengo muy claro -me reí un poco ante el comentario, pero sin cambiar para nada la mirada fría. Me estaba volviendo cruel y socarrona por momentos, y no tenía muy claro si eso me gustaba realmente.

Las palabras del marine al que no estaba amenazando empezaban a resultarme más molestas de lo que había esperado. Si no tuviera que retener al que tenía al lado... ¿Cómo es que arriesgaba tanto la vida de su compañero con esos comentarios ácidos? Si el ratón y yo no fuéramos más o menos buenos y tuviéramos unos pocos escrúpulos, hace tiempo que se habría callado. Me distrajo... mi "rehén" trató de zafarse y golpearme.

-¡Eh!- exclamé por la sorpresa y con un poco de rabia, encajando el golpe del marine con el hombro. Dolía, sí.

Me giré hacia él despreocupándome del que estaba con Cadogan, esperando que no tuviera problemas a la hora de encargarse de él. Saqué una segunda katana por si acaso, y utilicé la primera para hacerle un tajo en el pecho, con la única intención de que se apartara más de mí, sin llegar a hacerle un corte profundo. Casi era más difícil eso que atacarlo con saña... pero no pretendía hacer demasiado daño si no era necesario. ¿Era demasiado buena ahora? ¿Demasiado mala otras veces?

El marine soltó un gemido, asustado, llevándose las manos al pecho.

-¡Asesina! -gritó aterrorizado.

-¿Asesina? Yo te veo bastante vivo -le respondí. -¿Qué tal por ahí, Caddie?

-Cuidado, ratón -le dije con un hilillo de voz. -Sé que lo que estabas pensando es muy tentador, pero no es cuestión de matar por matar, ¿no? Vamos, vamos. Creo que ya terminamos por aquí. -Eché una ojeada a los marines, dudando. -Más os vale no volver a hacer algo así. Tened por seguro que nos enteraremos y vendremos si os dedicais a joder a más gente.

En verdad solo habíamos empezado. En cuanto nos fuéramos la escena en la que habíamos intervenido seguramente se repetiría y no es que pudiéramos hacer gran cosa contra eso. A no ser que quisiéramos dar un paso más y convertirnos en ases... No, yo creía que la gente podía cambiar, reformarse. Quitarles esa oportunidad segándoles la vida iría en contra de mis principios, siempre y cuando no hubiera una causa mayor que lo justificara. Y a pesar de todo entendía el gesto de duda de Caddie, como queriendo acabar con el problema de raíz...

Fui alejándome del marine al que había cortado poco a poco en dirección a pequeño caballero ratón, vigilando que nadie hiciera movimientos extraños.

-¡Agredir a un marine! ¿Acaso no tenéis respeto por la autoridad ni por nada? -gritaba mientras le levantaba y sacudía su ropa, alejándose cada vez más. -Nuestro cuartel va a saber de esto. ¡Irán a por vosotros antes de que podáis tocarnos un pelo otra vez!

-Tengo respeto por unas cuantas cosas, pero creo que está claro que por alguien como tú, no -me reí. Me sentía un poco más viva después de que nos enfrentáramos a ellos. -Además, si solo tienes un rasguño... Y por cierto, ¿vuestro cuartel también sabrá que os atacamos por hacer daño a alguien inocente o solo alguna patraña que les vais a contar? -Puse cara inocente. -No sé, por curiosidad. Hay testigos suficientes.

Debía ir calmándome si no quería más altercados. La tensión, que parecía haber bajado en medio de la pelea, estaba subiendo otra vez de forma alarmante. Era hora de largarse...

Me quedé quieta mirando a Caddie, notando que parecía de acuerdo con lo que yo había dicho, aunque todavía parecía que estaba bastante furioso y que las cosas no querían así. No iba a dejar que escaparan tan fácilmente, lo cual también había pensado yo, porque de ese modo la situación que acabábamos de ver se repetiría. ¿Qué tenía en mente? Desde luego daba la impresión de ser un animalillo muy inteligente, alguien a quien convenía mantener al lado. Lo que no me esperaba era que...

-¡Ay! -exclamé, aunque en voz no demasiado alta al notar que el ratón empezaba a subir por mi cuerpo hasta llegar a mi hombro y detenerse allí.

-Suerte que nunca he tenido miedo a los ratones y otros bichillos -susurré muy bajito, no fuera a ser que aquel comentario le sentara mal. Además, tampoco quería distraerlo de lo que fuera a hacer a continuación; se le veía bastante serio.

No pude evitar sonreír al oír sus palabras. ¡Pues claro! Veía caras largas entre nuestro público improvisado, pero también algunas expresiones de esperanza. Si al menos conseguíamos convencer a una o dos personas, habríamos logrado nuestro objetivo. El pensamiento que estábamos sembrando se extendería como la pólvora en el pueblo, o por lo menos, no sería tan fácil callar a sus habitantes. Si todos fuera así de fácil...

-¡Sí! ¡Vamos! No son tan fuertes, lo habéis visto todos -decía risueña, sintiéndome emocionada por una vez en mucho tiempo. Empezaba a implicarme en la causa.

Yo también alcé un par de katanas, recordando en el último momento que no debía hacer movimientos bruscos por el bien de Caddie, que estaba de pie, de forma bastante precaria, en mi hombro. Hice dos movimientos rápidos con las muñecas y mims armas también empezaron a humear, aunque no estuvieran envueltas en llamas. Lo pienso ahora y debíamos parecer ridículos... En aquel momento no me importaba.

Escuché una disculpa, pero la verdad es que era de lo que menos importaba. Estaba un poquito feliz, aunque procuraba que no se me notara demasiado. Pronto descubrí que con mi cara delatándome, eso se hacía prácticamente imposible. Bueh, qué importaba.

-No pasa nada, ratoncito -le dije, sonriendo y todavía con las katanas en alto, a pesar de que se me cansaban los brazos. -Ha estado bien, ¿eh? Mira a toda esta gente. Si están la mitad de emocionados que nosotros dos... Significaría que ya hemos ganado esta partida contra la marina.

Decidí bajarlas por fin. La gente ya estaba encendida, no paraban de ir a buscar posibles armas, aunque fuera sacaban tenedores de sus casas con tal de hacerle frente a los marines corruptos. La verdad es que estos últimos muy listos no eran. Podía haberlo tenido todo, haber llegado a ser bastante importantes... y preferían cagarla con cosas que hasta niños de cinco años sabían que no debían hacer. Hacerle daño a alguien que no les había hecho nada... Repugnante, en aquel momento me parecía repugnante. Me lo hubieran preguntado en otro momento... y quizás lo hubiera justificado. Pero no ahora.

Oí las palabras del caballero ratón y noté que su perro acariciaba mi pierna, como queriendo decirme algo. ¿Me daba las gracias por estar con ellos?

-Vayamos un rato con ellos, pero quedémonos al margen -le dije a Caddie. -Esta ya no es nuestra lucha, creo. Ahora mismo ya estorbamos si nos metemos por el medio.

Me parecía que era el momento de observar desde lejos y ayudar solo si fuera estrictamente necesario. Desde nuestra posición a unos metros, podía ver cómo más de la mitad del pueblo irrumpía en el cuartel y sacaba a esos dos que había corrido a refugiarse en las faldas de sus superiores. Ni ellos los salvarían, teniendo en cuenta lo que habían hecho. Ahora ya tenían nuestra cara, no es que estuviéramos muy a salvo. Tampoco me importaba, sabía que habíamos hecho bien.

En el fondo sabía que aunque nuestros actos de ese día encendían una pequeña chispa de esperanza, no habría grandes consecuencias para los marines. Se los llevarían a otro lugar y seguirían igual o les impondrían alguna pequeña sanción, pretendiendo reeducarlos, hasta que se hicieran más fuertes y volvieran a las andadas. O no, puede que estuviera volviendo a mi línea pesimista. Si los trasladaban y seguían haciendo estupideces era posible que nos encontráramos de nuevo. El caso es que el trabajo allí ya estaba hecho y ni siquiera tenía sentido seguir mirando en la distancia; no quedaba mucho más por ver. Suspiré. En comparación lo poco que estaba haciendo últimamente mientras me recuperaba, aquello había sido demasiado cansado. Necesitaba sentarme, comer algo, y a pesar de todo sentía que volvería a hacerlo otra vez en ese instante si fuera necesario. Una sensación extraña, sin duda. Pero tan agradable...

La voz del pequeño revo que me había acompañado en la aventura me despertó de mi ensueño. Parecía estar de acuerdo en que allí ya no pintábamos nada y era hora de irse. Bajé el brazo para recoger el pedazo de papel que me tendía y miré al caballero. No parecía entender el funcionamiento.

-Hmmmm, una Vivre Card. Tienes que partirla así -dije, enseñándole cómo. -Si te fijas, verás que las dos partes se atraen; así es como puede saberse en qué dirección hay que ir para encontrar a la otra persona. Y acepto, claro. Seguro que acabamos coincidiendo en alguna misión que otra.

Guardé el papel en un bolsillo. Luego tendría que acordarme de marcarla para saber que era la suya y guardarla en la mochila. Suspiré, me di la vuelta y eché a caminar. No tenía claro qué era lo que tocaba a continuación, pero me sentía preparada.