[Privado] I see fire again

Un imperio gris comenzaba a expandirse lentamente, empujando los tonos añiles que bañaban aquél techo abovedado que formaba el cielo, obstaculizando la tarea que los rayos del Sol desempeñaban. La lluvia no tardó en hacer acto de presencia, al principio escasa e inofensiva, una trampa para aquellos que confiasen en que la situación no variaría. Tras unos primeros minutos en los que el aroma a hierba y tierra mojada comenzaba a propagarse por todos lados, el núcleo de aquella fuerza cayó sobre la isla en forma de infinidad de gotas que se precipitaban sobre todo aquél que no hubiera buscado refugio alguno. Los pueblerinos corrían de un lado a otro, haciendo que salpicase barro con cada paso que daban, asegurándose de que las cosechas y el ganado estuviesen seguros hasta que llegase el fin de las precipitaciones. Las madres gritaban para que sus retoños volvieran lo antes posible a casa y los pastores dirigían al rebaño hacia sus respectivos recintos.

- ¿Quiere acompañar la bebida con algo de comer? -preguntó la dueña de la posada, mirando al joven que se encontraba frente a él con una leve mueca... O tal vez fuesen sus arrugas. Parecía que el tiempo había pasado factura por su cuerpo, y lo que antes fuera terso e inmaculado ahora era sucio y fofo.

Sin embargo, no hubo respuesta alguna por parte de su anfitrión, el cual permanecía con la mirada perdida más allá de la ventana, la cual era golpeada frenéticamente por innumerables soldados del cielo. "Casi parece que el mundo se haya detenido." ¿Tanto tiempo había pasado desde entonces? La misma isla, el mismo pueblo... Incluso la misma tormenta. Por un momento se había planteado si tal vez todo lo ocurrido no habría sido un mal sueño. Una pesadilla de la que se acababa de despertar, volviendo junto a aquellos que eran importantes para él de una u otra forma. Pero no, no podía tratarse de un sueño. Nunca olvidaría aquellas sensaciones, que aún sentía en lo más profundo de su ser y que le helaban la sangre. Todo aquello no podría haber sido producto de su imaginación. Exhaló el humo, dejándolo escapar entre sus labios mientras comenzaba a ascender hacia el techo de la sala, adoptando diferentes y abstractas formas a medida que se alejaba del pelirrojo hasta que, finalmente, justo antes de alcanzar su destino, se desvanecía por completo. Justamente lo que le había ocurrido a él un año antes.

- Pero incluso donde el fuego se extingue, puede volver a renacer una llama -susurró, aún perdido en sus pensamientos.

La oscura capucha cubría su cabeza y ennegrecía su rostro, imposibilitando distinguir los rasgos de este a partir de los labios y en sentido ascendente. No le preocupaba que la gente pudiera reconocerle. Al fin y al cabo, nadie intentaría encontrar a un muerto, por lo que no estarían pendientes de su apariencia. Recordaba bien que la primera vez que se hospedó en aquél lugar. La comida fue buena y la calidez de un hogar que le habían arrebatado podía sentirse hasta en el rincón más oculto. Tantas cosas vividas desde ese día... Y "pum". Un ligero temblor, seguido del sonido seco que se produciría al golpear madera hizo que su mente volviera al mundo real, dirigiendo su mirada a la madura mujer que trataba de llamar su atención.

- Le he preguntado si quiere algo para acompañar la bebida -dijo con cierto toque malhumorado, como si le hubiera ofendido el hecho de que aquél insolente cliente la hubiese ignorado.

- Uh... No, no quiero nada. Así está bien -fue su respuesta, en un tono tan bajo que casi parecía un susurro, aunque la mujer pareció escucharle.

- Está bien... ¿Qué le trae a Galuna? No suele haber gente de fuera por estas tierras... Y que no haya reservado habitación me tiene sumergida en la incertidumbre.

- Digamos que... -comenzó, hablando en un tono neutro mientras trataba de responder lo mejor posible sin levantar ninguna sospecha- Estoy esperando a un viejo amigo. Debería llegar aquí en poco tiempo.

La dueña de la posada pareció darse por satisfecha tras aquellas palabras ya que decidió dejarle tranquilo para atender a otros clientes (los cuales no eran demasiados, a decir verdad). Aún así, Mikoto estaba seguro de que, en el momento en que aquél hombre hiciera acto de presencia, la mujer mantendría ojos y oídos bien abiertos para enterarse todo lo posible de los asuntos que les habían llevado hasta allí. "Ha pasado mucho tiempo... ¿En qué clase de persona te habrás convertido? ¿Seguirás igual o habrás evolucionado?" Se preguntaba mientras trataba de imaginarse lo que sus compañeros habrían vivido desde su muerte. Una leve sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en su rostro al tiempo que cerraba los ojos, tratando de imaginar cómo reaccionaría cuando le viera.

Missing King:

Cuanto tiempo había pasado, había pasado casi un año, era el primer aniversario de la leyenda de la lucha del fuego en lo alto de la montaña, había pasado casi un año desde que los señores de Galuna vieran fuego por última vez en la montaña...

El clima era similar, nublado, amenazante de lluvia que nunca llegaba, tal como aquella vez, en aquel mismo lugar. Aún era capaz de recordar todos y cada uno de los movimientos que realizó aquella mañana, también era capaz de recordar las respuestas de su adversario, cada suspiró, cada detalle, la oferta, la marca, todo. Y entonces comenzó a llover, primero chispeando y progresivamente de una forma más fuerte, después de todo no todo era igual como aquella vez. Aquel día había decidido llover y el hombre al que había jurado y entregado su vida había muerto, era la segunda vez que no conseguía salvar a alguien, aún no era un Dios a fin de cuentas.

-Mikoto...contigo murió el sentido de ser un Demon- susurré al viento y a la lluvia que empapaba mi rostro y mis lentes.

La tormenta arreció trasladándose el oscuro nubarrón a la ciudad, dejando tras de sí una suave y ligera nevada, tal como el último día que vimos a Mikoto en Sakura, tal como aquel día que terminó en tormenta y tragedia, aún podía notar la sensación de cómo se quemaba y consumía rápidamente la vivre card.

-¿Lo escuchas Mikoto? Fuiste el mejor capitán que podíamos haber deseado- finalicé antes transformarme en aquella ave en llamas eternas que descendió a la ciudad en tormenta sin que sus llamas se extinguieran, tal como se había extinguido aquel sentimiento de pertenecía a la banda.

Poco quedaba de la banda que Mikoto había fundado, Naram también había muerto después de dejar la banda y Akagami en ocasiones le seguía pareciendo aquel contramaestre que conoció con el pelirrojo fallecido, era la voluntad de Mikoto, pero no podía dejar de preguntarse por qué él no me eligió a mi como su legado, tal como le correspondía al subcapitan. Pero eso no era lo peor de todo, alguien había descubierto mis verdaderas intenciones de la infiltración en la banda y había comenzado a chantajearle citándolo primero en una taberna, iría a por él y lo mataría y luego acabaría con las pruebas, después de todo era difícil acusar a un noble mundial, además de ser un proceso costoso no permitía las acusaciones anónimas por lo que en caso de que hubiera dejado las pruebas a algún conocido bajo la promesa de desvelarlas si el moría, no serviría puesto que también acabaría con él.

Sí, era hora de dejar la banda, de volver a ser ese agente de la Cipher Pol que tanto ansiaba recuperar su grado pensaba a la vez que descendía en una calle adyacente a la taberna. Evitando llamar la atención. Una vez en el suelo me ajuste la larga y oscura gabardina marrón que vestía y me ajuste el sombrero ocultando parcialmente el rostro justo antes de entrar en la taberna. La misma taberna que me dio pistas la primera vez que fui tras Mikoto, dudaba que aquella mujer se acordará de mi rostro. El interior de la taberna seguía igual, aquel aspecto hogareño y humilde. El fuego de la chimenea calentaba la estancia, pequeños grupos de hombres estaban en la sala. Y solo había un hombre solo, un encapuchado en el centro el cual tenía un cenicero al lado con múltiples colillas consumidas, era él, no había duda, el haberlo hecho esperar le habría puesto nervioso sin duda y fumar solía relajar a la gente, a fin de cuentas, lo sabía por experiencia.

-Así que es usted mi querido amigo...-dije mientras me sentaba en la mesa y lanzaba un fajo de billetes a la tabernera -Quiero el lugar despejado, esto es una charla privada- le ordené depositando una de las pistolas en la mesa a modo de amenaza.

Los hombres y la mujer, la cual se aferraba al dinero, abandonaron la taberna despavoridos. Tras lo cual un incómodo silencio se dio en la sala, un silencio que se interrumpió cuando yo levantándome de un rápido movimiento lancé la mesa apartándola a un lado mientras le trataba de propinar una patada al sujeto en todo el abdomen.

-Empecemos a negociar querido amigo- dije irónicamente tras lanzarle la patada.

El tiempo pasaba de forma lenta, aunque sin pausa. No habría sabido decir cuánto había esperado antes de que "él" atravesara la puerta que había frente a su mesa. Dioses, ya se había olvidado de su tremenda estatura. ¿Cómo podía un humano desarrollarse de esa forma? Seguía sin comprender qué narices le habían dado de comer a ese hombre de pequeño. Sin embargo, parecía no haber cambiado nada, como si el tiempo no pasara para el Fuego Eterno... Igual para el Fuego Infernal. El Dúo Ígneo volvía a encontrarse, de nuevo, en la misma isla, un año después de la batalla de fuego.

No le sorprendió en absoluto que Lanx pidiera que desalojasen la taberna, de hecho, era lo que esperaba. Intuía que las "negociaciones" se iban a volver bastante agresivas, cosa que era bastante lógica. Al fin y al cabo le había citado allí a través de una amenaza, debía de arder en deseos de arrancarle la cabeza al escritor de la carta, pero si no le hubiera citado de ese modo estaba seguro de que el subcapitán jamás habría hecho acto de presencia. De hecho, lo más probable es que se hubiese mofado de la cita para después incinerar el documento. "¿Seguirán nuestras fuerzas a la par?" Los clientes y la tabernera abandonaron el local con prisa, ahuyentados al ver el revolver sobre la mesa de madera. Sin lugar a dudas aquello iba a ser muy divertido, aunque probablemente su compañero quisiera matarle una vez descubriera su identidad. Ante su afirmación el pelirrojo se limitó a asentir con la cabeza, sin pronunciar palabra alguna. No quería que le reconociera por su voz... Al menos no aún. Debía darle una pequeña compensación por haberles abandonado.

La mesa salió por los aires en cuanto Lanxerot se puso en pie, haciendo volar también al arma. Mikoto se limitó a sonreír, sin moverse ni un centímetro. Pese al tiempo que había pasado seguía conociéndole igual de bien. La forma en la que lanzó aquella patada tenía su propio toque personal, basado en su estilo de combate. Imposible no reconocerlo para alguien que había sido, bajo su criterio, su mejor amigo durante un largo tiempo. Se dejó golpear sin intención alguna de bloquear o evadir su ofensiva, recibiendo un fuerte impacto en el abdomen. Perdió la respiración durante un instante y su cuerpo salió propulsado hacia atrás al tiempo que la silla caía. Aprovechando esto, el pelirrojo se dejó llevar y siguió inclinando su cuerpo hacia atrás, apoyando las manos en el suelo y recuperando el equilibrio tras tomar algo de distancia. Se había vuelto más fuerte y eso le agradaba.

- No está mal. Parece que has aprovechado estos meses, Lanx~ -le respondió, ya sí, a su viejo amigo. Seguramente reconociera la voz o, al menos, le resultase familiar. Pero, antes de que se percatara de quién era su contrincante, decidió darle una prueba más.

Su estilo de combate había cambiado tras su muerte pero aún conservaba su esencia. Estaba seguro de que el rubio reconocería sus movimientos. Tomó impulso hacia el frente y se elevó de un salto para posicionarse a la altura de su cabeza, girando en el aire para propinarle una potente patada en el rostro. Sin embargo, no esperaba hacerle daño con eso. Supuso que lo bloquearía o, simplemente, se dejaría dar para alardear de sus poderes. Tras esto se detendría en el suelo, sin continuar el combate. No debía (ni podía) alargar más la espera. No porque pudieran correr peligro sus vidas, sino porque un enfrentamiento con su segundo al mando podía llegar a suponer un riesgo elevado para todos los que se encontraran cerca. Sus manos ascendieron lentamente y tomaron la capucha por los bordes, echándola hacia atrás poco a poco hasta descubrir su cabello pelirrojo y sus dorados ojos, junto al resto de su rostro.

- Ha pasado mucho tiempo, amigo mío -le dijo con una leve sonrisa despreocupada, como si nada hubiese pasado.

Le había dado, es más el sujeto ni siquiera se inmutó saliendo disparado. Pero el sujeto bastante ágil, se dejó llevar por la fuerza del golpe antes de frenarse con las manos y los pies de una forma bastante habilidosa, reincorporándose con aparente facilidad. -Maldición- pensé mientras mi expresión facial se tensaba, frunciendo el ceño -Lo mataré- proseguía pensando, mientras me imaginaba punto por punto cada uno de los movimientos que haría.

El hombre tras incorporarse soltó unas sutiles palabras en un tono a la mar de familiar, con una muletilla que tan solo habían utilizado dos personas en este mundo, y las dos estaban muertas ¿Cómo era aquello posible?

-No puede ser- musité yo en un momento terrible de vacilación.

Entre tanto el hombre salto hacía mi con todas sus fuerzas, alcanzando una gran altura para la diferencia que nos separaba, propinándome una patada de lleno que me lanzó varios metros a la izquierda, rompiendo la mesa que había arrojado unos instantes antes. Yo me encontraba perplejo, aquel hombre luchaba exactamente igual que él, pero no podía ser él, su vibre card se desintegró ante mis ojos, aunque cierto era que nunca encontramos su cuerpo... Cabía la posibilidad...después de todo. El hombre finalmente se quitó la capucha que llevaba puesta mostrándome su verdadero rostro.

-Mi.…Mikoto- dije de forma entre cortada, mientras trataba de reponerme del shock, después de todo era psicólogo.

Recogiendo discretamente el arma que había arrojado al suelo me reincorporé, comprobando el estado de mis gafas, no me había roto la montura ni sus cristales, por fortuna. Reincorporarme por completo y guardándome el arma entre la ropa de tal forma que me permitiera desenfundar rápido a la vez que permanecía oculta a la vista. Miré a aquel sujeto, no cabía duda que era idéntico, pero sabía la cantidad de cosas raras que había por el mundo. Akumas que permitían la transmutación, la suplantación, la copia e incluso la resurrección, aun así, algo decía en su interior que era él, pero solo había una manera de averiguarlo.

-Bueno querido “amigo”, permítame que le haga un interrogatorio para comprobar que realmente es quien dice ser- dije con aquel tono soez que tuvimos la primera vez que nos encontramos.



Observé la taberna al mi alrededor, aquel pub irlandés era precioso, incluso después de haber destrozado un par de mesas la barra con aquellas estanterías repletas de botellas y licores variados, aquella jukebox que iluminaba ligeramente la estancia con sus luces de neón que se alternaban según la canción.

Suspiré brevemente, mientras levantaba una de las sillas tiradas de la taberna y me sentaba en ella. Acto seguido sacándome un pitillo rubio de la cajetilla de Lucky Strike, tras lo cual arrojé la cajetilla al pelirrojo el cual se habría acabado, si no me equivocaba, su cigarro. Aunque mucho debería haber cambiado para que le hiciera ascos al tabaco ahora.

-Así que Suoh Mikoto, apodado Fuego infernal, hombre con más de treinta millones por su cabeza, antiguo capitán de los Red Demons, bueno, de lo que queda de ellos- le dije mientras me mantenía la compostura a la vez me encendía el pitillo en la boca. - ¿Sabes que Naram Glod, tú querido contramaestre murió a manos de un joven cazarecompensas? - le dije con sorna tratando de provocarle alguna reacción, en particular una vacilación.



Acto seguido saqué sendas pistolas de chispa gemelas disparando contra aquel hombre sin tan siquiera reincorporarme de la silla, dispararía hasta casi vaciar el cargador, manteniéndome alerta a cualquiera de sus movimientos y preparado para el combate cuerpo a cuerpo.

-Comienza el examen Mikoto, Pratītya-samutpāda: Avidyā- grité mientras descargaba la furia de mis armas con gran placer, sumergido en el mismo frenesí que sentí la primera vez que peleamos.

Avidya:

Observó al rubio volver a erguirse tras recibir su patada. Ciertamente le sorprendió que no hubiera sido capaz de esquivarla, aunque supuso que el motivo fue que él también se había vuelto más fuerte durante ese tiempo. Casi pareció palidecer en cuanto pudo ver su rostro, como si hubiera visto un fantasma... Y lo cierto era que no se alejaba mucho de la realidad, ¿no? Al fin y al cabo, su vivre card ardió y estuvo realmente muerto durante algún tiempo. Sin embargo, había llegado el momento de volver a la vida.

Sus ojos ambarinos siguieron al contrario mientras este trataba de asimilar la situación, tomando asiento mientras se encendía un pitillo, lanzándole la cajetilla, la cual cogió al vuelo en un alarde de reflejos. Al mismo tiempo, el pelirrojo había comenzado a bordear una mesa, de modo que esta quedara entre ambos. Le conocía demasiado bien y, si no había cambiado demasiado durante todo ese tiempo, las hostilidades no habrían terminado aún. Se vería obligado a enfrentarse a aquél endemoniado estilo de nuevo, el cual casi llegó a cobrarse su vida la primera vez que se encontraron. Primero usaría las pistolas para desconcertarle, sin siquiera molestarse en apuntar. Simplemente dispararía a bocajarro, de modo que, con suerte, lograría varios impactos que incapacitaran a su oponente. Los que lograban superar esa fase se verían envueltos en un enfrentamiento contra un supuesto tirador, durante el cual Lanxerot analizaría su estilo de combate para, después, explotarlo con sus verdaderas habilidades de lucha cuerpo a cuerpo. "Aunque supongo que en esta ocasión te saltarás esta parte... Si es que recuerdas mi forma de pelear." Extrajo un cigarro de la caja mientras observaba aquel tabaco rubio, como siempre, de una marca conocida y, sobre todo, cara. Parecía seguir conservando aquellos gustos tan refinados. Se la devolvió en un lanzamiento antes de encenderlo con el mechero y dar un par de caladas, dejando que el humo recorriera su garganta y saliera por sus labios segundos después.

Hasta ese momento Mikoto había permanecido tranquilo, sin que ocurriera nada que no esperara ya. Sin embargo, las siguientes palabras rompieron esta férrea determinación. ¿Lo estaba diciendo en serio o simplemente trataba de provocarle? ¿Naram estaba muerto? ¿Cómo había podido ocurrir algo así? El tono de su voz no dejaba lugar a dudas, y por retorcida que fuera su estrategia jamás bromearía con algo así. No con él. El pelirrojo apretó los puños, quedándose en blanco por un momento, con la imagen del engreído rey clavada en su mente. Su voz, su exagerada risa y sus arrebatos egoístas propios de la nobleza, pero, sin embargo, siempre había sido un buen compañero y, sobre todo, un amigo. ¿Sería su culpa? ¿Tal vez habría podido evitarlo de haber permanecido con ellos? Parecía haber corrido la misma suerte que él, la misma forma de morir... Con la diferencia de que solo uno había regresado a la vida. Las pistolas fueron desenfundadas y, en un acto reflejo, alzó la mesa de una patada para interponerla en la trayectoria de los disparos al tiempo que se apartaba un poco de esta. Las balas atravesaron el mueble, aunque vieron mermada su fuerza y muchas se desviaron... Pese a que una de ellas le alcanzara en el hombro, haciéndole volver a la realidad. El Demonio frunció el ceño al tiempo que comenzaba a notar cómo la ira se apoderaba de él, producida por la tristeza y la culpabilidad de haberles abandonado. Como un chispazo su aura estalló, envolviéndole de forma violenta en su máximo potencial y, ignorando la herida de bala, bordeó la mesa y se zafó de los disparos siguientes echándose hacia un lado, cargando frenéticamente contra su antiguo subcapitán. Un puñetazo envuelto en un ardiente rojo se dirigió a toda velocidad hacia el rostro del rubio. Le diera o no, tras esto dirigiría hacia él una serie de patadas, una alza, otra al torso y, finalmente, una hacia sus piernas, todas ellas envueltas en el aura.

- ¿¡Quién fue!? -le gritó mientras golpeaba- ¿¡Por qué no pudisteis impedirlo!? ¿¡Por qué no le protegiste!?

No había lágrimas ni sollozos, solo dolor y rabia. Rabia que estaba liberando en aquel enfrentamiento, sin contenerse lo más mínimo. Sabía que no podría dañarle, al menos no de gravedad, gracias a los poderes que poseía. Tal vez no estaba siendo justo, pues él mismo fue quien les abandonó con su muerte. Sin embargo, había confiado en que Fried se haría cargo de ellos, que les protegería mejor de lo que él pudo... Y, como resultado, a su regreso, el contramaestre había muerto a manos de un cazador. Detuvo entonces su ofensiva, frenándose y quedándose mirando a Lanxerot fijamente, con la respiración agitada a causa de los jadeos. Su aura poco a poco comenzó a desvanecerse, desapareciendo a los pocos segundos. Algunas cosas se habían chamuscado, y el cigarro que momentos antes reposara entre sus labios se había visto incinerado por completo.

- ¿Cómo fue? -le preguntó, en un tono más calmado. No era momento de buscar culpables. Había vuelto a reunirse con él, y eso era lo importante. Vengaría su muerte, sin duda alguna, pero antes había cosas que debían arreglarse.

El pelirrojo, utilizó un movimiento ágil e increíblemente ingenioso alzó la mesa utilizando esta como cobertura, desviando alguna de ellas, aunque por el gesto que realizó supuse que impactó uno de forma superficial. El hombre continuaba siendo igual de hábil que de costumbre. Eso en el fondo me alegró, esa floreciente y llameante sensación de volverme a enfrentar al demonio rojo renacía lentamente.

El hombre cargó violentamente. Yo, en consecuencia, levantándome rápidamente de la silla y desplazándome ligeramente a la derecha alejándose lo más posible de la carga esquivando el primer puñetazo flexionando mi espalda, apoyándome ligeramente el kami-e. Retrocediendo un paso hacia tras para musitar -Tenkai- aunque lo suficientemente alto como para lo escuchará el demonio rojo. El cual me propinaba una serie de golpes, primero ascendentes para finalizar con una cadena descendente. Su aura magenta brillaba y ardía con más fuerza aún.

-Tu odio te hace más fuerte, canaliza tu ira, explosiona tu poder- le decía mientras recibía casi con satisfacción los impactos. Fue en justo en ese instante cuando el pelirrojo insinuó que no pude evitarlo, como acto reflejo, en mitad de su cadena de golpes le realicé un disparo en el bazo a quemarropa, aunque el disparo fue realizado de una forma ortopédica ya que aún no controlaba el “Tenkai” en movimiento ni mucho menos.

Esgrimí una sonrisa irónica mientras sentía las quemaduras en las zonas del impacto, la piel quemada, se regeneraban lentamente, me había dejado la ropa algo harapienta, debería volverla llevar al mi sastre particular en North Blue. Mikoto se había detenido jadeante se intentaba de recomponer psicológicamente.

-Te sientes menos culpable ahora, Mikoto- le dije para acentuar aún más esa depresión, esta vez el juego psicológico sería mucho más intenso que la última vez. Pero el recibir aquellos impactos no había sido en vano, realmente las quemaduras me habían hecho daño, tampoco podría admitir varios impactos de ese tipo y menos aún de forma tan gratuita. Aun así notaba a Mikoto algo oxidado, estaba bastante seguro de que no había tenido muchos enfrentamientos duros desde aquella misteriosa resurrección.

Quitándome la americana y las sobaqueras de cuero y dejándolas colgando en el respaldo de la silla. Di una calada para acabar soltando el humo con un suspiro. -Es una historia muy larga- le dije con tono soez. Sin dar tregua al compañero, cargué realizando una trayectoria elipse iniciando una cadena, primero propiné una patada a media altura para continuar con una cinta para golpearle con el codo, encadenado un barrido con las piernas realizado a ras de suelo, para realizar luego una serie de puñetazos simples a media altura, para finalizar realicé un salto para propinarle una fuerte patada en la yugular. Tras la cadena de golpes daría un salto hacia atrás para recuperar las distancias y el aliento.

Apenas logró evadir el disparo del rubio, donde el mérito fue mayor en la escasa puntería que demostró más que en él mismo. Le miró entre sorprendido y nostálgico. "Sigues siendo un jodido loco" pensó, mirándole fijamente, mientras parecía esbozar un amago de sonrisa con sus labios. Sonrisa que no tardó mucho tiempo en borrarse. ¿Que si se sentía menos culpable? ¿Qué clase de pregunta era esa? Claro que no. Probablemente jamás lograría que ese sentimiento le abandonara por completo, y ya era demasiado tarde para remediarlo. Su ceño se frunció mientras observaba a su viejo compañero ponerse más cómodo, quitándose algunas de las prendas superiores. Estaba claro que las hostilidades no habían terminado todavía, algo que quedó más que claro cuando su aura comenzó a envolver su cuerpo de nuevo.

- No te preocupes, tenemos toda la noche -respondió mientras se preparaba para continuar tras aquel breve descanso, no pudiendo evitar fijarse en las quemaduras que le había provocado. Pese a haber resistido sus golpes con relativa facilidad, no pudo evitar los daños causados por su aura... Aunque claramente se había vuelto mucho más fuerte, e incluso pareció haber utilizado algo de aquella disciplina que tan solo se les enseñaba a los Cipher Pol. Una de la que el rubio había hablado en contadas ocasiones y que no le era del todo desconocida.

Poco después de pronunciar aquellas últimas palabras se vio obligado a retroceder, evadiendo por los pelos una patada que bien podría haberle destrozado el costado. Su aura ondeó ante la patada, pero había sido tan rápida que probablemente ni siquiera habría sentido el calor. Saltando levemente logró evadir el segundo ataque pero el tercero, el más fuerte de todos, fue incapaz de esquivarlo. Anteponiendo el brazo izquierdo y sujetando este con el derecho para una mayor resistencia, recibió la patada de Fried de lleno, con tal potencia que le hizo retroceder y chocar de espaldas contra la barra del local, lo que provocó que soltara un gruñido de dolor. Sin embargo, no tardó en reaccionar y rápidamente volvió a la carga, aumentando la intensidad y el rojo de su mayor arma. Lanx era considerablemente más alto que él, y aquello suponía ciertas ventajas y desventajas. Trató de pegarse todo lo posible y, una vez vio la oportunidad, lanzó un puñetazo directo a la boca del estómago con la intención de cortarle la respiración, aunque tal vez tuviera los mismos resultados que la vez anterior... Con la diferencia de que la quemadura sería mayor.

- ¿Cómo se llama y de dónde salió? -le preguntó, refiriéndose claramente al asesino de Naram, justo antes de lanzar un gancho directo a su mandíbula.

Si todo salía bien, retrocedería unos pocos pasos y se prepararía para el siguiente asalto, con la guardia arriba. Podía sentir la adrenalina recorrer cada fibra de su cuerpo, incluso le pareció sentir la lluvia caer sobre él por un momento, así como el frío en la cúspide de la montaña y el tronar de los rayos, cayendo a su alrededor mientras desataban una tormenta de fuego. Como una reminiscencia del día en que se conocieron. Definitivamente, aquella ocasión no podría ser más parecida.

El pelirrojo se manejó bastante bien con los golpes tan solo recibiendo la última caricia saliendo despedido contra la barra -Vaya, esto va a ser más aburrido de lo que pensaba- razoné mientras me mantenía en el sitio. El pelirrojo se reincorporó ante lo cual no pude evitar excitarme,el pirata cargó una vez más contra mí -¿Vas a intentar lo mismo qué la última vez y esperas que funcione?- me desilusioné al ver que trataba de entablar un combate a distancias cortas, literalmente a bocajarro. El resucitado trató de asestarme un golpe al estomago, en la boca de este para ser exactos, además el fuego de la llama parecía más intenso que la última vez, si realmente me daba seguramente me obligaría a pelear con seriedad. -Kami_e- susurré a la vez que me dejaba caer hacia atrás, como si fuera un trozo de papel, pero el movimiento no pareció lo suficientemente ágil para esquivar el golpe que fue dirigido un poco más abajo por lo que no llego a cortarme la respiración del todo. Simultáneamente realicé una patada dirigida al costado, activando justamente el Tekkai para mitigar el impacto a la vez que el cuerpo en movimiento debido a la principio de la acción y reacción, que pese a no permitirme modificar la trayectoria, se dirigiría con fuerza aumentada por el Tekkai, tratando de impactar casi cuando el pelirrojo me daba un gancho en la barbilla sin mucho éxito.

Tras eso caí al suelo a la vez que sentía un terrible dolor en el estomago, hacía cuanto que no sentía dolor, tras retorcerme un poco en el suelo y levantarme la mano a la zona del impacto me reincorporé rápidamente para evitar cualquier tipo de contraataque que pudiera hacerme. Tras ver donde se encontraba mi rival sonreí -Esperas que un agente de la Cipher Pol te cuente sus secretos sin ningún tipo de resistencia, ¿Quieres saberlo? Ven a por mí- le increpé mientras me quitaba un poco de sangre de la comisura de mis labios y me ponía en una posición de guardia.

Una gran cantidad de sentimientos volvieron a renacer de sus cenizas una vez más, aquella empatía que tenía por el pirata, me permitía olvidar aunque fuera por unos instantes la vulgaridad de todos los piratas. Transformando la zona del impacto en híbrida regeneré rápidamente la quemadura y la herida abierta, tapándome con la mano el agujero que me había hecho en la ropa, para evitar que viera nada -Maldito me has dejado la ropa hecha jirones- pensaba a la vez que me desabrochaba la camisa y la tiraba a un lado, dando a entender a mi compañero que la verdadera pelea comenzaba ahora. Volvería a ver el tatuaje de mi espalda, aquel cerezo de mi espalda que terminaba de florecer en mi hombro izquierdo, aquellos bordes negros entintados y aquellas hojas que alternaban entre tonos claros rosados e incluso blancos. En el costado derecho vería la marca, que el tiempo atrás me hizo, perdonándome la vida y haciéndome su capitán.


Me mantuve en guardia mientras le mire con esa mirada de rabia acumulada exactamente igual que hacia casi un año, mientras recordaba lo que dije aquella vez entre dientes “La justicia prevalecerá”