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Akuma no mi
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Había regresado a mi hogar. Mi lugar de origen y donde nadie me vería extraño por ser quien era. La isla Gyojin. Al fin había vuelto luego de una larga y penosa aventura, ¿Por qué volvía? Simple, ya había decidido terminar mi viaje aquí. Sin la gran banda de Atesaki, o mejor dicho, sin Kaiser o Cánabar me sentía solo… No tenía razón ni motivo para seguir conviviendo con los humanos y tratar de conseguir mi gran utopía. ”Las personas siempre se sentirán superiores al resto… Es una verdad innegable” – pensaba mientras recordaba cada decepción que había vivido allá en la superficie. Fui un incrédulo, un debilucho y un idiota al pensar que yo los haría cambiar. La gran guerra en Mariejoa me hizo abrir los ojos… Ver esa cantidad de sangre derramada porque sí, por un odio irracional y sin sentido… Me hizo darme cuenta de qué ninguno de mis esfuerzos iba a servir. Tan simple y banal como eso. ¡¿Qué maldito sentido tenía luchar por algo tan inútil?! Golpeé el suelo con rabia, quebrándolo y haciendo un hoyo en donde había impactado mi puño.
– ¡Todos son unos inútiles! – grité desgarrando mi voz. Las lágrimas no tardaron en llegar y salir disparadas al suelo… Estaba entre dos grandes emociones. La primera, rabia. ¿Rabia? Sí, contra Kaiser y Cánabar… Me abandonaron cuando más los necesitaba, cuando más los requería se fueron. Desaparecieron de mi vida y me dejaron tirado como basura. Ante ellos tenía rabia y también contra mí mismo, de ser más fuerte, de estar más preparado para lo que era el mundo real al salir de la maldita burbuja que era mi hogar, quizás, solo quizás, hubiera logrado seguirles el paso. ¿Hubiera cambiado algo? O bien… ¿Solo era un perro siguiendo su propia cola? Estaba seguro que era la segunda opción, mas no era del todo definitorio. La segunda emoción que me rodeaba el cuerpo era pena. ¿De qué? De no darme cuenta antes que mis metas, objetivos o sueños eran una, ¡Basura! Los humanos nunca iban a cambiar y tampoco la estúpida mentalidad de los Gyojin, tritones o lo que sea. Nosotros siempre los veremos como esos bastardos esclavistas y ellos, sin importar qué hiciéramos o qué tanto cambiáramos, como simples especies subdesarrolladas y de un gran valor tanto para vender a las subastas o bien para tener como esclavos.
– Oye… El rubiales ese, no es uno de los oficiales de Atesaki ¿verdad? – escuché desde mis espaldas. Por sus pisadas y voces parecían ser humanos. Me levanté y me sequé las lágrimas para girarme y verlos. Un grupo de unas cuatro personas se acercaban a mí posición. Llevaban bolsas grandes a sus espaldas y portaban con armas de fuego, espadas e incluso logré divisar un arco. No había que ser un genio para ver lo que tramaban… Eran traficantes de esclavos – Dimos con un pez gordo ¿A cuánto lo podríamos vender? – no pude evitar sonreír con malicia. Eran humanos que se estaban buscando una fortuna a través de vendernos a nosotros. Se detuvieron a unos cinco metros y uno de ellos sacó una especie de libro, lo hojeó un rato para luego confirmar con la cabeza.
– Sí, ese es Sawaki. No tiene mucha trayectoria como Kaiser o Cánabar, pero tiene cierta fama. Creo que nos vendría bien venderlo – su voz era más grave que la del otro y tenía un cierto aire de seriedad que reflejaba en su voz. ¿Atraparme? Eso ni en sus mejores sueños. – Nos darán una fortuna por un pez como este. Entre él y las 5 sirenas podemos ser millonarios. – finalizó mientras dejaba las bolsas a un lado y las pateaba como si fueran unas meras basuras. ¿Esto no tendría fin? Seguramente, no o sí, tal vez en un futuro tan lejano que no lograría a ver. Los cuatro me rodearon, dejando las bolsas cerca, tal vez en caso de ser necesario huir como las ratas que eran. Pegué un largo y tendido suspiro mientras los iba mirando a cada uno. Ninguno de los cuatro parecía realmente peligroso, aunque bueno, nunca nadie me parecía peligroso hasta que me demostraba lo contrario.
– Les daré una oportunidad para que liberen a las sirenas y se larguen de este lugar… Ilesos, claro.. – escuché como el que estaba a mi derecha cargaba sus armas y las dejaba listas para que al apretar el gatillo saliera una bala buscando atravesar un cuerpo. – Ustedes humanos. ¿Le tienen miedo a la muerte? ¿Qué es la vida para ustedes? ¡¿Por qué nuestra raza no es igual a la suya?! ¿Qué tienen ustedes que nosotros no? – la respuesta nunca llegó porque antes de darme cuenta los dos espadachines se abalanzaban. Suspiré, sin quitarle los ojos al que tenía el arco y las pistolas. Me moví de lado a lado para esquivar a los espadachines, sin tardar, les di un fuerte puñetazo en su abdomen. Lo vi caer mientras escuchaba el sonido de una bala rompiendo el aire, moví mi cabeza a tiempo para que esta solo rozara mi piel dejando una suave quemadura. – ¡Largo! Usen su maldita inteligencia y váyanse ahora. ¿No se creen los seres más listos del mundo? ¿El rey de todas las especies? ¿El depredador absoluto? Pues hasta ustedes deben saber cuándo una pelea no es favorable. Esta es una ocasión. – los miré a los dos con odio. Noté que retrocedían levemente y vi cómo les temblaban sus manos.
– ¡Pagarás por esto! Acabas de despertar a un monstruo. – soltó el de las pistolas antes de salir corriendo. El del arco no tardó en seguirlo. ¿Monstruo? ¿En qué problema me había metido ahora? Me encogí de hombros y suspiré al tiempo que liberaba a las sirenas. Una de ellas se acercó y besó mi mejilla antes de irse, no sin antes soltar un “Gracias”.
– Gracias. De verdad muchas gracias. Los escuché hablar y, según lo que entendí, pertenecen a una organización especializada en el secuestro de sirenas – me dijo una bella mujer de pelo café claro y unos ojos pardos. Su cuerpo tenía algo de músculos, pero sin exagerar. Su busto era ligeramente grande y su cola era hermosa. – Hay muchos rumores en la isla de que esos tipos se son los culpables de la desaparición de muchas sirenas… Su líder y su mano derecha están al nivel de grandes piratas. – noté que el resto ya se había ido. Las palabras de aquella mujer me parecían muy extrañas… ¿Qué hacían tipos como ellos aquí? ¿Qué querían?
– Bueno, da igual. Seguramente ahora me tomarán como su objetivo. Gracias por la información. – dije mientras volvía a caminar por donde había venido. ¿Dirección? Distrito Gyojin. Mi verdadero hogar.
– ¿Cómo te llamas? – me preguntó.
– Soy Sawaki – dije sin frenarme o darme la vuelta. – Si tienes pensado seguirme, no lo hagas. Ya no hay necesidad de mayor daño colateral. Acabaré con esto desde la raíz. – si yo era el objetivo sería hasta más divertido mi estancia en esta isla. Aparte, si planeaba quedarme aquí de nada servía si era un lugar peligroso.
– Soy Asuka. Y, para tu mala suerte, no le hago caso a nadie. Iré contigo. – dijo tajantemente. Suspiré mientras me giraba y la miraba a los ojos. Vi su determinación arder. Asentí con la cabeza… Esto cada vez era más interesante…
– ¡Todos son unos inútiles! – grité desgarrando mi voz. Las lágrimas no tardaron en llegar y salir disparadas al suelo… Estaba entre dos grandes emociones. La primera, rabia. ¿Rabia? Sí, contra Kaiser y Cánabar… Me abandonaron cuando más los necesitaba, cuando más los requería se fueron. Desaparecieron de mi vida y me dejaron tirado como basura. Ante ellos tenía rabia y también contra mí mismo, de ser más fuerte, de estar más preparado para lo que era el mundo real al salir de la maldita burbuja que era mi hogar, quizás, solo quizás, hubiera logrado seguirles el paso. ¿Hubiera cambiado algo? O bien… ¿Solo era un perro siguiendo su propia cola? Estaba seguro que era la segunda opción, mas no era del todo definitorio. La segunda emoción que me rodeaba el cuerpo era pena. ¿De qué? De no darme cuenta antes que mis metas, objetivos o sueños eran una, ¡Basura! Los humanos nunca iban a cambiar y tampoco la estúpida mentalidad de los Gyojin, tritones o lo que sea. Nosotros siempre los veremos como esos bastardos esclavistas y ellos, sin importar qué hiciéramos o qué tanto cambiáramos, como simples especies subdesarrolladas y de un gran valor tanto para vender a las subastas o bien para tener como esclavos.
– Oye… El rubiales ese, no es uno de los oficiales de Atesaki ¿verdad? – escuché desde mis espaldas. Por sus pisadas y voces parecían ser humanos. Me levanté y me sequé las lágrimas para girarme y verlos. Un grupo de unas cuatro personas se acercaban a mí posición. Llevaban bolsas grandes a sus espaldas y portaban con armas de fuego, espadas e incluso logré divisar un arco. No había que ser un genio para ver lo que tramaban… Eran traficantes de esclavos – Dimos con un pez gordo ¿A cuánto lo podríamos vender? – no pude evitar sonreír con malicia. Eran humanos que se estaban buscando una fortuna a través de vendernos a nosotros. Se detuvieron a unos cinco metros y uno de ellos sacó una especie de libro, lo hojeó un rato para luego confirmar con la cabeza.
– Sí, ese es Sawaki. No tiene mucha trayectoria como Kaiser o Cánabar, pero tiene cierta fama. Creo que nos vendría bien venderlo – su voz era más grave que la del otro y tenía un cierto aire de seriedad que reflejaba en su voz. ¿Atraparme? Eso ni en sus mejores sueños. – Nos darán una fortuna por un pez como este. Entre él y las 5 sirenas podemos ser millonarios. – finalizó mientras dejaba las bolsas a un lado y las pateaba como si fueran unas meras basuras. ¿Esto no tendría fin? Seguramente, no o sí, tal vez en un futuro tan lejano que no lograría a ver. Los cuatro me rodearon, dejando las bolsas cerca, tal vez en caso de ser necesario huir como las ratas que eran. Pegué un largo y tendido suspiro mientras los iba mirando a cada uno. Ninguno de los cuatro parecía realmente peligroso, aunque bueno, nunca nadie me parecía peligroso hasta que me demostraba lo contrario.
– Les daré una oportunidad para que liberen a las sirenas y se larguen de este lugar… Ilesos, claro.. – escuché como el que estaba a mi derecha cargaba sus armas y las dejaba listas para que al apretar el gatillo saliera una bala buscando atravesar un cuerpo. – Ustedes humanos. ¿Le tienen miedo a la muerte? ¿Qué es la vida para ustedes? ¡¿Por qué nuestra raza no es igual a la suya?! ¿Qué tienen ustedes que nosotros no? – la respuesta nunca llegó porque antes de darme cuenta los dos espadachines se abalanzaban. Suspiré, sin quitarle los ojos al que tenía el arco y las pistolas. Me moví de lado a lado para esquivar a los espadachines, sin tardar, les di un fuerte puñetazo en su abdomen. Lo vi caer mientras escuchaba el sonido de una bala rompiendo el aire, moví mi cabeza a tiempo para que esta solo rozara mi piel dejando una suave quemadura. – ¡Largo! Usen su maldita inteligencia y váyanse ahora. ¿No se creen los seres más listos del mundo? ¿El rey de todas las especies? ¿El depredador absoluto? Pues hasta ustedes deben saber cuándo una pelea no es favorable. Esta es una ocasión. – los miré a los dos con odio. Noté que retrocedían levemente y vi cómo les temblaban sus manos.
– ¡Pagarás por esto! Acabas de despertar a un monstruo. – soltó el de las pistolas antes de salir corriendo. El del arco no tardó en seguirlo. ¿Monstruo? ¿En qué problema me había metido ahora? Me encogí de hombros y suspiré al tiempo que liberaba a las sirenas. Una de ellas se acercó y besó mi mejilla antes de irse, no sin antes soltar un “Gracias”.
– Gracias. De verdad muchas gracias. Los escuché hablar y, según lo que entendí, pertenecen a una organización especializada en el secuestro de sirenas – me dijo una bella mujer de pelo café claro y unos ojos pardos. Su cuerpo tenía algo de músculos, pero sin exagerar. Su busto era ligeramente grande y su cola era hermosa. – Hay muchos rumores en la isla de que esos tipos se son los culpables de la desaparición de muchas sirenas… Su líder y su mano derecha están al nivel de grandes piratas. – noté que el resto ya se había ido. Las palabras de aquella mujer me parecían muy extrañas… ¿Qué hacían tipos como ellos aquí? ¿Qué querían?
– Bueno, da igual. Seguramente ahora me tomarán como su objetivo. Gracias por la información. – dije mientras volvía a caminar por donde había venido. ¿Dirección? Distrito Gyojin. Mi verdadero hogar.
– ¿Cómo te llamas? – me preguntó.
– Soy Sawaki – dije sin frenarme o darme la vuelta. – Si tienes pensado seguirme, no lo hagas. Ya no hay necesidad de mayor daño colateral. Acabaré con esto desde la raíz. – si yo era el objetivo sería hasta más divertido mi estancia en esta isla. Aparte, si planeaba quedarme aquí de nada servía si era un lugar peligroso.
– Soy Asuka. Y, para tu mala suerte, no le hago caso a nadie. Iré contigo. – dijo tajantemente. Suspiré mientras me giraba y la miraba a los ojos. Vi su determinación arder. Asentí con la cabeza… Esto cada vez era más interesante…
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