Espera, eso es una rana o un príncipe [Fran y Corvo]

Me encontraba en una isla del mar del norte, mis servicios de herrero eran bastante cotizados aquí por lo que parecía no quedaban demasiados. Me estaba sacando bastantes cosas de mis trabajillos como para ir tirando. Después del último que hice en lo que parecía una mansión o un palacete, no me importaba demasiado a decir verdad había recibido una buena suma. Decidí que por un día no trabajaría y haría turismo por una villa cercana. Visite sus parques, el puerto, el ayuntamiento, tenían hasta un pequeño museo en el que me hicieron dejar mis armas fuera, yo tampoco me fiaría de gente armada con mi aspecto. Cuando salí del museo me apeteció ir a tomar un chocolate con algún tipo de dulce. Los agentes del museo me recomendaron uno cuando me devolvieron mis armas. Me encamine al bar como lo habían llamado. Estaba en la calle principal y era un bonito edificio de varias plantas con una terraza fuera. Me resulto extraño después de las buenas referencias a sí que me acerque a ver si es que estaba cerrado.

Cuál fue mi sorpresa al ver a dos atracadores con mascara robando a aquella gente. Uno de ellos estaba delante de alguien del cual solo podía ver lo que parecía un sombrero o gorro con forma de……¿rana? Aquello parecía surrealista. Pero no podía permitir que aquella gente sufriera a manos de esa gentuza. Prepare mi arma, y todo lo despacio y en silencio que pude entré. Le hice gesto de silencio a la gente que me vio. Agachado repose el rifle de asalto en una mesa y apunte al tipo que estaba lejos del de la rana.

-Si queréis conservar la cabeza dejar las armas en el suelo despacio y arrojarlas hacia mí con el pie.- Se lo dije tranquilo pero con voz autoritaria.

El tipo con cabeza, o sombrero de rana no sé muy bien, ataco al atracador, y este le disparó. El tipo al que estaba apuntando se giró listo para disparar por lo que no tuve más remedio y le dispare tres veces en el pecho en una trayectoria ascendente para que las balas de atravesarle no dañaran a nadie más. Todos los clientes con aquellos dos muertos se volvieron para ver que le había pasado al hombre con cabeza de rana. Para sorpresa y alarma de todos hablo con mucha tranquilidad diciendo que estaba bien y no había muerto. Al final resultaba que era un gorro, tuvo suerte que el agujero solo fuera en él y el tipo no fuera más listo o ahora habría tres cuerpos que enterrar. Tras ese incidente no podía quedarme en el bar, vendría la guardia y habría muchas preguntas que responder. Mientras algunos me felicitaban por el tiro y otros cuchicheaban entre ellos me escabullí hasta la salida mientras me quitaba la máscara, abrí la puerta y me fui.

En la calle ya se hablaba de lo ocurrido, algunos clientes se habían ido en cuanto maté al segundo atracador y la noticia corría como la pólvora. No pude dar ni tres pasos cuando uno de los clientes me paro y me dio las gracias. Me presento a su familia que estaba dentro con él y me dio algo de dinero por salvarles, resulta que eran los que estaban justo donde el tipo que maté yo. El dinero me vendría bien, pero mejor su ofrecimiento a darme casa al enterarse que era herrero ambulante.

La casa de la familia era un chalé, de dos plantas, las paredes exteriores de piedra y un muro alto alrededor. Bueno más bien era una finca pues en la parte de atrás tenían un gran terreno con animales de granja y un pequeño cobertizo con una fragua rudimentaria. Por dentro la clase tenía todo tapizado de madera y una cocina y salón grandes. En la planta de arriba las habitaciones incluida la de invitados que ocuparía. Tenía una buena cama, un armario, mesilla y una gran ventana. Como estaba ya anocheciendo nos pusimos a cenar, tenían mayordomo y cocinero por lo que no pude ayudar en mucho. La cena estuvo exquisita, pato a la naranja, embutidos de entrante y de postre un pastel de chocolate. Además las cantidades no eran pequeñas. El marido toco el piano después de la cena, varias canciones clásicas, y luego la hija el arpa. Fue una velada interesante, ya era tarde cuando nos fuimos a dormir. Casi me había quedado dormido cuando oí una voz llamando al enmascarado, despertaría a muchos y atraería la atención, y no podía permitirlo. M levante y con cuidado y en silencio salí de la casa con la máscara y el fusil. No tarde en encontrar al hombre rana que gritaba lo de enmascarado, que querría aquel personaje. Me acerque en silencio a él por la espalda, cuando lo tuve al lado lo sujeté por el cuello con un brazo, le empujé las piernas hacia delante con las mías y sujete uno de sus brazos en la espalda.

-Si te callas y no te mueves no te hare daño.- Lo intente arrastrar hacia un callejón.- ¿Qué quieres de mi hombre-rana? ¿Estabas con esos ladrones? ¿Buscas dinero, fama o qué?

¿Qué clase de persona era aquel chico? ¿Quién busca a un desconocido que dispara a alguien? Y más importante, que ni siquiera se preocupó por si estaba vivo o muerto. La verdad es que le intrigaba todo de aquel joven con cabeza de rana. Ni siquiera sabía si era marine, del gobierno o panadero. Sujetara al chico en esa posición hasta que respondiera a las preguntas, si no le gustaba lo que oía, bueno, seguro que le agradecían que lo hubiera hecho callar.

-Voy a hacerte una serie de preguntas, y quiero que seas sincero, pues sino terminaras como los de la cafetería, pero aquí no hay testigos, ¿De acuerdo?- Tras una pausa comencé, haciendo una pausa para sus respuestas.- ¿Cómo te llamas y de dónde eres? ¿A qué te dedicas habitualmente? ¿Cómo has llegado y que haces aquí?

Si todas las respuestas me satisfacían lo soltaría y podríamos seguir la conversación como caballeros, si no habría un nuevo arbusto en el jardín de la gente que me acogía por la mañana. La verdad es que no quería hacerle daño, pero alguien tan insistente era perjudicial para él y para lo que hacía. Quien sabe, lo mismo encontraba un ayudante y todo.

Lo libere de la llave y me alejé un poco, a una zona algo más oscura. Así que un príncipe, podría liberar toda una tierra de su yugo. Pero ahora me urgía más otras cosas cosa en la que acababa de reparar. ¿Cómo un príncipe andaba solo por la ciudad sin guardias? y más aún, ¿Cómo es que no sabía nada de su maestro si vino con él?

-Vale, pongamos que creo que eres un príncipe. ¿Dónde están tus guardaespaldas? ¿Dónde está tu maestro y como se llama? ¿Cómo llegasteis a la isla?- esperaba que me respondiera a todas las preguntas, pero no me fiaría de él.

Ese chico tenía algo, no sabría decir el qué, que no me gustaba un pelo. Quizás que sus respuestas fueran vagas, o incluso inverosímiles. Puede que fuera el hecho de que había apuñalado a un tipo a sangre fría, incluso con riesgo de morir. Tendría que estar muy atento a sus movimientos e intentar averiguar lo máximo sobre él. Además debía evitar que descubriera nada sobre mí, cosa que me pondría en peligro a mí y a la familia que me acogía y no podía permitirlo.

El chico rana había rehusado responder a mis preguntas alegando que era su turno, cosa que me pareció lógica. Yo ya había una tanda de ellas, ahora respondería o no a las suyas. Además me propuso ir a otro lugar más calentito. No lo llevaría a la casa donde me alojaba y no me fiaba de él como para acompañarle.

-No, este lugar es el único en el que charlare contigo de momento, no te ofendas príncipe.-esta última palabra fue con rintintin- pero no me fio de ti aún. Respondiendo a tus preguntas, para que no se me conozca lo que hace que tu segunda pregunta quede sin responder.- Tras una pausa larga seguí- bien ahora te toca a ti responder a las preguntas antes formuladas.

Aquel joven me empezaba a poner de los nervios pero no podía permitir que se me notara, cambie el arma de brazo para sentarme tranquilamente sobre unas cajas del callejón mientras observaba sus movimientos y reacciones. Además estaba atento a movimientos en el callejón de uno u otro lado. Cuanto más tiempo pasáramos allí más posibilidades habría de que nos descubriera alguien y eso podía dar lugar a confusiones. Cuanto antes respondiera el chico y me pudiera ir de allí mejor.

- Supongo que te seguiré llamando enmascarado.- me susurró.- Esto es complicado... Pero podemos decir que nadie de mi reino sabe que estoy aquí.

Entonces había huido de su reino, o solamente escapado, no podía arriesgarme por un quizás a secuestrarlo y no sacar nada. Aquel chico cada vez me resultaba más extraño, ahora parecía enfrascado en algún tipo de dilema mental. El callejón seguía vacio, solo el silencioso paso de unos gatos desvió mí mirada.

- Oye... Creo que se ha hecho un poco tarde.- me dijo bostezando, a pesar de todo era joven y era muy tarde.- Creo que nos veremos otro día.

-La próxima no grites tanto, te reconoceré por ese sombrero. Que te vaya bien.

Lo observé mientras se alejaba, ahora solo en el callejón la sensación de somnolencia también me llegó a mí. Subí de nuevo a los tejados y me dirigí a la casa de mis benefactores, esperaba poder dormir algo del nuevo día en el que seguramente tuviera que trabajar en la forja. Y volver a mi rutina normal. El camino seme hizo largo, pero no tuve problemas para llegar y subir a la ventana. Volvía meterme en la mullida cama y me dispuse a descansar, solo esperaba que nade más gritase buscándome.