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La lluvia comenzó a caer con fuerza al poco de que las primeras gotas cayeran al suelo. En el cielo cubierto de negras nubes algún rayo hacía que la oscuridad se volviera en luz. Después de todo la vida era como ese cielo. Un lugar oscuro que se iluminaba de forma fugaz con las pasiones que hacían a las personas sentirse vivas. Y la chica de largos cabellos azabaches estaba a punto de encender una de esas pasiones en su victima. En la cama de una pequeña habitación llena de polvo, en una casa que se encontraba a varios kilómetros de la Villa, se encontraba un hombre que debía rondar los treinta y cinco años, aunque cuya barba descuidada y su pelo graso y alborotado hacía parecer más viejo. Frente a la cama, la menuda figura de una joven que apenas habría alcanzado la mayoría de edad, le miraba con una sonrisa divertida, al tiempo que su ojo izquierdo, rojo como la sangre se fijaba en zona de su entrepierna.
-¿Cuál sería la mejor forma para pagarte por tú información y por lo de anoche?- Preguntaba al tiempo que comenzaba a pasearse por la estancia. En verdad, el que su escondite se encontrara en un lugar como aquel había sido demasiado conveniente. -Sabes...En teoría no tengo derecho a arrebatarte la vida...ya que eres un simple cómplice sin precio por tú cabeza ni valor para tú jefe...Pero...- Murmuró al tiempo que apuntaba con su pistola a la cabeza del hombre. -Siempre puedo decir que no me quedó otra forma para defenderme....o acusar a uno de tus compinches...Pero eso sería tan aburrido-
Tras esas palabras la chica se tumbo encima suya, comenzando a sobar distintas partes del cuerpo de ese hombre, quien se encontraba maniatado y con la boca vendada, de forma que era incapaz de hacer escapar los gritos desde su garganta hasta fuera de su boca. Su rostro sin duda era el de una persona en medio de una terrible pesadilla. Aunque no estaba lejos de la realidad. La chica por su parte, continuo con sus provocaciones, desabrochándose la camisa...siguiendo con su falda...Empleando toda la noche en devolverle el favor que le había hecho durante los días pasados, antes de terminar por dejar su...zona viril inutilizada y sangrando.
Los rayos, la lluvia y la oscuridad de la tarde anterior habían sido sustituidos por una agradable mañana con cielos despejados y el sol en lo alto acariciando el terreno que constituía la isla, cosa que trajo ánimos y energías renovadas a la Haine, quien había abandonado la estrecha casa de madera enferma en la que estuvo ayer "acabando su misión" apenas hacia un par de horas, no sin antes avisar a sus superiores del éxito que la misión había supuesto y darles la información que había logrado del subordinado de "N" que era como habían apodado al maleante que buscaban. Aunque bueno, eso no era algo que a ella le importara. Después de todo lo único que hacía era seguir ordenes a cambio de poder algún día cumplir su objetivo. Eso sí, no podía negar que esa clase de trabajos le resultaban divertidos. Había hombres tan fáciles de engañar...
-Bueno, supongo que ahora que esto ha finalizado puedo tomarme un descanso y divertirme un poco, ¿no crees, Rom? - Decía la azabache que apenas había entrado en el cuarto que había alquilado, con motivo de su misión, en un hostal de dos estrellas de la Villa. -¿Te gustaría visitar la zona? No hemos podido pasar mucho tiempo juntas por culpa de mi pequeño juguete, pero ahora que hemos acabado con eso...- La gatita, que hasta entonces había estado acurrucada en la cama, se levanto y acerco a la chica, maullando como respuesta, al tiempo que se sobaba en sus piernas, frotando su cabecita contra ella. -Tomaré eso como un sí- Dijo al tiempo que sonreía tiernamente a la pequeña, antes de llevar las manos a las cintas que sostenían su cabello en dos coletas altas y dejaba que este cayera sobre su espalda, alborotandolo un poco antes de seguir desvistiéndose. Después de todo, necesitaba tomar una buena ducha y ponerse ropa más...apropiada para la ocasión. Ir por la calle manchada de sangre y sudor (además de otras cosas) No era algo propio de una dama.
Se dio prisa en salir del baño, sin preocuparse siquiera de taparse con la toalla, después de todo ¿Quién iba a verla desnuda? Y aún si lo hicieran, no sería la primera vez. Mientras sus observadores no le hicieran perder tiempo le daría igual que se alegraran la vista con ella. Tras terminar de vestirse, la chica finalizó por atar su cabello en dos coletas bajas y guardar en la funda que llevaba sujeta en la pierna derecha, su pistola, la cual era ocultada por su falda. -¿Estas lista, Rom?- Preguntó Haine mientras se sentaba en la cama a su lado y le acariciaba la cabeza.- Venga, no seas perezosa, no tenemos muchos días como este.- Dijo mientras ella ronroneaba por los mimos, antes de soltar un quejido por ser tomaba en brazos. No tardaron mucho más en salir del hostal, dispuestas a dar un relajante paseo. ¿Qué encontrarían en el?
-¿Cuál sería la mejor forma para pagarte por tú información y por lo de anoche?- Preguntaba al tiempo que comenzaba a pasearse por la estancia. En verdad, el que su escondite se encontrara en un lugar como aquel había sido demasiado conveniente. -Sabes...En teoría no tengo derecho a arrebatarte la vida...ya que eres un simple cómplice sin precio por tú cabeza ni valor para tú jefe...Pero...- Murmuró al tiempo que apuntaba con su pistola a la cabeza del hombre. -Siempre puedo decir que no me quedó otra forma para defenderme....o acusar a uno de tus compinches...Pero eso sería tan aburrido-
Tras esas palabras la chica se tumbo encima suya, comenzando a sobar distintas partes del cuerpo de ese hombre, quien se encontraba maniatado y con la boca vendada, de forma que era incapaz de hacer escapar los gritos desde su garganta hasta fuera de su boca. Su rostro sin duda era el de una persona en medio de una terrible pesadilla. Aunque no estaba lejos de la realidad. La chica por su parte, continuo con sus provocaciones, desabrochándose la camisa...siguiendo con su falda...Empleando toda la noche en devolverle el favor que le había hecho durante los días pasados, antes de terminar por dejar su...zona viril inutilizada y sangrando.
A la mañana siguiente
Los rayos, la lluvia y la oscuridad de la tarde anterior habían sido sustituidos por una agradable mañana con cielos despejados y el sol en lo alto acariciando el terreno que constituía la isla, cosa que trajo ánimos y energías renovadas a la Haine, quien había abandonado la estrecha casa de madera enferma en la que estuvo ayer "acabando su misión" apenas hacia un par de horas, no sin antes avisar a sus superiores del éxito que la misión había supuesto y darles la información que había logrado del subordinado de "N" que era como habían apodado al maleante que buscaban. Aunque bueno, eso no era algo que a ella le importara. Después de todo lo único que hacía era seguir ordenes a cambio de poder algún día cumplir su objetivo. Eso sí, no podía negar que esa clase de trabajos le resultaban divertidos. Había hombres tan fáciles de engañar...
-Bueno, supongo que ahora que esto ha finalizado puedo tomarme un descanso y divertirme un poco, ¿no crees, Rom? - Decía la azabache que apenas había entrado en el cuarto que había alquilado, con motivo de su misión, en un hostal de dos estrellas de la Villa. -¿Te gustaría visitar la zona? No hemos podido pasar mucho tiempo juntas por culpa de mi pequeño juguete, pero ahora que hemos acabado con eso...- La gatita, que hasta entonces había estado acurrucada en la cama, se levanto y acerco a la chica, maullando como respuesta, al tiempo que se sobaba en sus piernas, frotando su cabecita contra ella. -Tomaré eso como un sí- Dijo al tiempo que sonreía tiernamente a la pequeña, antes de llevar las manos a las cintas que sostenían su cabello en dos coletas altas y dejaba que este cayera sobre su espalda, alborotandolo un poco antes de seguir desvistiéndose. Después de todo, necesitaba tomar una buena ducha y ponerse ropa más...apropiada para la ocasión. Ir por la calle manchada de sangre y sudor (además de otras cosas) No era algo propio de una dama.
Se dio prisa en salir del baño, sin preocuparse siquiera de taparse con la toalla, después de todo ¿Quién iba a verla desnuda? Y aún si lo hicieran, no sería la primera vez. Mientras sus observadores no le hicieran perder tiempo le daría igual que se alegraran la vista con ella. Tras terminar de vestirse, la chica finalizó por atar su cabello en dos coletas bajas y guardar en la funda que llevaba sujeta en la pierna derecha, su pistola, la cual era ocultada por su falda. -¿Estas lista, Rom?- Preguntó Haine mientras se sentaba en la cama a su lado y le acariciaba la cabeza.- Venga, no seas perezosa, no tenemos muchos días como este.- Dijo mientras ella ronroneaba por los mimos, antes de soltar un quejido por ser tomaba en brazos. No tardaron mucho más en salir del hostal, dispuestas a dar un relajante paseo. ¿Qué encontrarían en el?
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El pirata bostezó sonoramente y estiró los brazos. Emitió un ligero gruñido mientras se desperezaba y abría los ojos. El sol entre las ramas le cegó por unos instantes, obligándole a cerrarlos. Notaba un agradable calor en todo el cuerpo, así como un poco de dolor en la espalda. Con un nuevo gruñido se incorporó, apoyándose contra el tronco del árbol. ¿Cómo había acabado allí? Echó un vistazo a su alrededor, y confirmó que efectivamente había estado durmiendo sobre la rama de un naranjo. Aun tardó unos segundos en hacer memoria, y recordar los sucesos del día anterior: tras el combate contra Kenneth, ahora rebautizado como Amon, había decidido quedarse dando una vuelta a pesar de la tormenta. Al fin y al cabo, a él no le molestaba. Se había limitado a pasar por el barco a recoger una botella de vino y una bolsa en la que llevaba ropa limpia para el día siguiente, y había pasado el resto del día paseando por los bosques y campos de la isla. Al igual que cuando decidió recalar en aquella isla, fue una decisión carente de un objetivo claro. Simplemente le apetecía. ¿Quién iba a negarle un capricho? En cuanto estuvo cansado, se tumbó en una rama lo bastante gruesa y resistente para soportar su peso y había colgado la cesta en la que llevaba sus manzanas, empanada y el vino junto con la bolsa.
Tras una cena ligera pero deliciosa, bebió vino mientras escuchaba la hermosa sinfonía de la tormenta. Cada soplido del viento, cada gota golpeando contra el suelo o las hojas era como una nota de una canción hermosa, solemne y grandiosa. Pasó las horas escuchándola, sustituyendo mentalmente cada sonido por instrumentos. Imaginó cientos de composiciones, algunas conmovedoras y evocativas, otras majestuosas y terribles. Deseó tener algún instrumento a mano para tocarlas él mismo, y trató de memorizar alguna melodía. Finalmente, acunado por los sonidos de la tormenta y arropado por el calor del alcohol, quedó dormido. Sonrió con cierta nostalgia al recordarlo, y alargó la mano hacia la cesta. Sacó una manzana y lo que quedaba del vino. Al probarlo se dio cuenta de que se había avinagrado un poco, pero decidió no hacerle ascos. Desayunó con calma, bebiendo a ratos mientas devoraba la fruta.
Unas gotas de vino cayeron sobre su pecho, y se apresuró a recogerlas con el dedo, llevándoselas a la boca de nuevo. Fue entonces cuando reparó en que seguía desnudo. Suspiró algo molesto ante la idea de vestirse. Se estaba tan cómodo así... hacía una temperatura agradable, y la brisa sobre su piel hacía un contraste perfecto. Tras remolonear unos minutos, dudando entre si ponerse algo o arriesgarse a quedar así, se puso los calzoncillos y los vaqueros. Algo era algo, al menos sus pies y su tronco quedaban al aire libre. Se fijó entonces en sus brazos y torso, examinándolos con cierta nostalgia. Estaban curtidos por su dura vida. No era corpulento, si no más bien delgado, bastante fibroso y de músculos definidos. Si bien no estaba ni la mitad de marcado de cicatrices que su padre, tenía una buena colección de recuerdos de sus batallas y entrenamientos. Las observó, recordando las historias de cada uno. Los cortes de sus brazos y del pecho de sus peripecias con Jack, cicatrices de entrenamiento con Lao-sensei, de su batalla junto con Adam Windwalker en los mares del North Blue... los recuerdos se agolparon en su mente, y la melancolía estropeó el momento. Algo malhumorado, vació la botella de un último trago, en un vano intento de ahogar a sus fantasmas y penas en alcohol.
- Al menos ahora tengo a mi tripulación... - murmuró.
Sin embargo, en el fondo sabía que no eran ningún alivio. Tener gente leal a él por su poder o por miedo no aliviaba la soledad. Ni siquiera la presencia de Ivana en su cama la mayoría de noches lograba calmar su dolor. Al fin y al cabo, ella era poco más que un entretenimiento para él, y su relación no iba más allá del sexo. Ni siquiera habían hablado nunca de ningún tema particularmente profundo... al fin y al cabo, ella era su subordinada, no su amiga. Recordó los viejos tiempos, cuando todo parecía más fácil y se sentía capaz de comerse el mundo. Cuando aun soñaba con la idea de encontrar a alguien con quién compartir su vida. Ya había abandonado aquel sueño juvenil. La vida no era tan sencilla, y las cosas tienen la mala costumbre de salir de manera diferente a como uno las planea. "Maldita sea, estaba siendo un momento tan agradable y me he dejado llevar. Se un poco más optimista, al fin has encontrado a Ira, y de la manera más inesperada posible." Lo mejor sería ser un poco más optimista. Dejando de lado los recuerdos, cogió su segunda manzana de la mañana y comenzó a comérsela mientras observaba el paisaje, tratando de reconstruir mentalmente las melodías de anoche.
Tras una cena ligera pero deliciosa, bebió vino mientras escuchaba la hermosa sinfonía de la tormenta. Cada soplido del viento, cada gota golpeando contra el suelo o las hojas era como una nota de una canción hermosa, solemne y grandiosa. Pasó las horas escuchándola, sustituyendo mentalmente cada sonido por instrumentos. Imaginó cientos de composiciones, algunas conmovedoras y evocativas, otras majestuosas y terribles. Deseó tener algún instrumento a mano para tocarlas él mismo, y trató de memorizar alguna melodía. Finalmente, acunado por los sonidos de la tormenta y arropado por el calor del alcohol, quedó dormido. Sonrió con cierta nostalgia al recordarlo, y alargó la mano hacia la cesta. Sacó una manzana y lo que quedaba del vino. Al probarlo se dio cuenta de que se había avinagrado un poco, pero decidió no hacerle ascos. Desayunó con calma, bebiendo a ratos mientas devoraba la fruta.
Unas gotas de vino cayeron sobre su pecho, y se apresuró a recogerlas con el dedo, llevándoselas a la boca de nuevo. Fue entonces cuando reparó en que seguía desnudo. Suspiró algo molesto ante la idea de vestirse. Se estaba tan cómodo así... hacía una temperatura agradable, y la brisa sobre su piel hacía un contraste perfecto. Tras remolonear unos minutos, dudando entre si ponerse algo o arriesgarse a quedar así, se puso los calzoncillos y los vaqueros. Algo era algo, al menos sus pies y su tronco quedaban al aire libre. Se fijó entonces en sus brazos y torso, examinándolos con cierta nostalgia. Estaban curtidos por su dura vida. No era corpulento, si no más bien delgado, bastante fibroso y de músculos definidos. Si bien no estaba ni la mitad de marcado de cicatrices que su padre, tenía una buena colección de recuerdos de sus batallas y entrenamientos. Las observó, recordando las historias de cada uno. Los cortes de sus brazos y del pecho de sus peripecias con Jack, cicatrices de entrenamiento con Lao-sensei, de su batalla junto con Adam Windwalker en los mares del North Blue... los recuerdos se agolparon en su mente, y la melancolía estropeó el momento. Algo malhumorado, vació la botella de un último trago, en un vano intento de ahogar a sus fantasmas y penas en alcohol.
- Al menos ahora tengo a mi tripulación... - murmuró.
Sin embargo, en el fondo sabía que no eran ningún alivio. Tener gente leal a él por su poder o por miedo no aliviaba la soledad. Ni siquiera la presencia de Ivana en su cama la mayoría de noches lograba calmar su dolor. Al fin y al cabo, ella era poco más que un entretenimiento para él, y su relación no iba más allá del sexo. Ni siquiera habían hablado nunca de ningún tema particularmente profundo... al fin y al cabo, ella era su subordinada, no su amiga. Recordó los viejos tiempos, cuando todo parecía más fácil y se sentía capaz de comerse el mundo. Cuando aun soñaba con la idea de encontrar a alguien con quién compartir su vida. Ya había abandonado aquel sueño juvenil. La vida no era tan sencilla, y las cosas tienen la mala costumbre de salir de manera diferente a como uno las planea. "Maldita sea, estaba siendo un momento tan agradable y me he dejado llevar. Se un poco más optimista, al fin has encontrado a Ira, y de la manera más inesperada posible." Lo mejor sería ser un poco más optimista. Dejando de lado los recuerdos, cogió su segunda manzana de la mañana y comenzó a comérsela mientras observaba el paisaje, tratando de reconstruir mentalmente las melodías de anoche.
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Un paso tras otro, la chica iba caminando con paso alegre, observado todo lo que le parecía interesante de la ciudad. Los distintos puestos del mercado comenzaban a abrirse y había una gran variedad de productos que no había visto en su vida mientras estaba encerrada en su casa. Pero eso había acabado ya...o casi. Todavía estaba atada por los hilos de sus padres, aunque eso no duraría...Solo necesitaba tomar la oportunidad adecuada. Después de todo su plan apenas había comenzado unos pocos años atrás, cuando sedujo a aquel agente, compañero de su padre. Y de él ya había logrado librarse. "Ya queda menos para disfrutar de la libertad."
Un maullido sacó a la chica de sus pensamientos, haciendo que bajara la mirada para encontrarse así con los ojos de la pequeña gatita, los cuales parecían pedirle a gritos que le comprara algo de uno de los puestos de comida. -¿Tienes hambre, Rom-chan?- La gatita hizo un movimiento de cabeza al tiempo que maullaba otra vez. -Tomaré eso como un sí...Ven, vamos. Compraré algo para las dos.- Dijo antes de ponerse a caminar tranquilamente hacia uno de los puestos, sintiendo como el sol acariciaba su piel al tiempo que el viento mecía su cabello, logrando apartar parte del flequillo que cubría su ojo izquierdo. Su paso era elegante, como el de cualquier chica sofisticada, aunque no era algo forzado, sino que se movía con total naturalidad, esquivando a la pequeña Rom que se divertía saltando entre sus piernas, como si de un juego se tratara.
Una vez en el puesto, la chica de cabellos azabache tomó en brazos a su compañera, preocupada de que alguien pudiera pisarla o patearla por error. No tenía ganas de que les amargaran el día y menos aún de mostrar su verdadero ser a todos los presentes. Una vez llegaron al tenderete, tuvieron que esperar varios minutos para poder pedir, ya que por lo visto aquel era uno de los más cotizados puestos de comida de la villa. Cuando al fin fue su turno, la chica alzó a su gatita, quien se había acomodado entre sus brazos y casi se había quedado dormida. Esta abrió los ojos al sentir el olor de la comida recién echa, al tiempo que movía la cola de un lado a otro. -Mmm...Creo que tomaremos un par de empanadillas de carne...y unas napolitanas de chocolate...Todo para llevar, por favor.- Exclamó la chica al tiempo que le dedicaba una sonrisa provocadora al chico que las estaba atendiendo, a quien casi se le cae el cuaderno de los pedidos mientras miraba a Haine de forma descarada. "Ya podría intentar ocultar su excitación...Así es demasiado fácil." Pensó al tiempo que llevaba la mano al bolso para sacar su dinero y pagar. -¿Cuánto es?- Preguntó sin llegar a sacar nada aún. -P-Para usted es gratis...s-señorita...- Respondió mientras se limpiaba la baba con la manga de la camisa. -¿En verdad? Es usted todo un caballero...Bien, en ese caso nos marchamos ya.- Dijo tomando su comida antes de darle la espalda y alejarse, tratando de contener la risa.
La chica tuvo que contener la risa mientras se alejaba del puesto, aguantándose a duras penas. Eso había sido demasiado gracioso, en verdad, había hombres demasiado estúpidos y fáciles de manipular. Pero eso era un punto a su favor, así que... -Rom, ¿te apetece comer aquí o buscamos un lugar más tranquilo?- Preguntó la chica de forma amable a la gata, quien había vuelto a caminar sola nada más se alejaron de la muchedumbre. No era molestia el tener que llevarla en brazos, al contrario. Pero sabía que si lo hacía esta se dormiría en nada. -Este lugar es demasiado ruidoso, además...a pesar de ser un día tan bueno, todos se ven como un grupo de delincuentes y perturbados...-Murmuró más para sí misma que como explicación a la gatita de porque quería alejarse. Tampoco le molestaba aquello, de hecho, le parecía una buena oportunidad para soltarse un poco y divertirse con alguno de los hombres que andaban por ahí sobando el trasero a mujeres, de forma descarada. Pero esperaría un poco más antes de divertirse.
La chica sacó dos de las empanadillas que había comprado y le ofreció una a su acompañante al tiempo que introducía una en su boca, dándole una mordisco y saboreando la masa crujiente y la carne hecha en su punto. Había hecho una buena elección comprando esas, seguro que Rom también estaba disfrutando la suya. De hecho, la disfrutó tanto que prácticamente la devoró en segundos. -¿Tanta hambre tenías?- Le preguntó antes de dar otro bocado a la suya, moviendo las piernas de un lado a otro mientras con una mano acariciaba la cabeza de la felina.
Al rato de terminar de comer, ambas se encaminaron en otro agradable paseo, el cual de una manera u otra las condujo hasta un sendero que atravesaba por un bosque a las afueras de la villa, compuesto en su mayor parte por árboles frutales, así como otros árboles de hoja caduca, cuyas hojas de un verde claro, brillaban gracias a la luz del sol que impactaba en ellas, sino se colaba entre estas para dar una visión casi mágica del lugar. Era una escena alentadora y parecía un lugar perfecto para descansar después de una buena comida y un largo paseo, ¿no? Seguro que a Rom le encantaría dormirse en algún lecho de hojas o entre las ramas de uno de los árboles. Aunque...Por alguna razón la chica sentía algo en aquel lugar...que la atraía. ¿Habría más que solo vegetación y fauna en ese lugar?
Un maullido sacó a la chica de sus pensamientos, haciendo que bajara la mirada para encontrarse así con los ojos de la pequeña gatita, los cuales parecían pedirle a gritos que le comprara algo de uno de los puestos de comida. -¿Tienes hambre, Rom-chan?- La gatita hizo un movimiento de cabeza al tiempo que maullaba otra vez. -Tomaré eso como un sí...Ven, vamos. Compraré algo para las dos.- Dijo antes de ponerse a caminar tranquilamente hacia uno de los puestos, sintiendo como el sol acariciaba su piel al tiempo que el viento mecía su cabello, logrando apartar parte del flequillo que cubría su ojo izquierdo. Su paso era elegante, como el de cualquier chica sofisticada, aunque no era algo forzado, sino que se movía con total naturalidad, esquivando a la pequeña Rom que se divertía saltando entre sus piernas, como si de un juego se tratara.
Una vez en el puesto, la chica de cabellos azabache tomó en brazos a su compañera, preocupada de que alguien pudiera pisarla o patearla por error. No tenía ganas de que les amargaran el día y menos aún de mostrar su verdadero ser a todos los presentes. Una vez llegaron al tenderete, tuvieron que esperar varios minutos para poder pedir, ya que por lo visto aquel era uno de los más cotizados puestos de comida de la villa. Cuando al fin fue su turno, la chica alzó a su gatita, quien se había acomodado entre sus brazos y casi se había quedado dormida. Esta abrió los ojos al sentir el olor de la comida recién echa, al tiempo que movía la cola de un lado a otro. -Mmm...Creo que tomaremos un par de empanadillas de carne...y unas napolitanas de chocolate...Todo para llevar, por favor.- Exclamó la chica al tiempo que le dedicaba una sonrisa provocadora al chico que las estaba atendiendo, a quien casi se le cae el cuaderno de los pedidos mientras miraba a Haine de forma descarada. "Ya podría intentar ocultar su excitación...Así es demasiado fácil." Pensó al tiempo que llevaba la mano al bolso para sacar su dinero y pagar. -¿Cuánto es?- Preguntó sin llegar a sacar nada aún. -P-Para usted es gratis...s-señorita...- Respondió mientras se limpiaba la baba con la manga de la camisa. -¿En verdad? Es usted todo un caballero...Bien, en ese caso nos marchamos ya.- Dijo tomando su comida antes de darle la espalda y alejarse, tratando de contener la risa.
La chica tuvo que contener la risa mientras se alejaba del puesto, aguantándose a duras penas. Eso había sido demasiado gracioso, en verdad, había hombres demasiado estúpidos y fáciles de manipular. Pero eso era un punto a su favor, así que... -Rom, ¿te apetece comer aquí o buscamos un lugar más tranquilo?- Preguntó la chica de forma amable a la gata, quien había vuelto a caminar sola nada más se alejaron de la muchedumbre. No era molestia el tener que llevarla en brazos, al contrario. Pero sabía que si lo hacía esta se dormiría en nada. -Este lugar es demasiado ruidoso, además...a pesar de ser un día tan bueno, todos se ven como un grupo de delincuentes y perturbados...-Murmuró más para sí misma que como explicación a la gatita de porque quería alejarse. Tampoco le molestaba aquello, de hecho, le parecía una buena oportunidad para soltarse un poco y divertirse con alguno de los hombres que andaban por ahí sobando el trasero a mujeres, de forma descarada. Pero esperaría un poco más antes de divertirse.
La chica sacó dos de las empanadillas que había comprado y le ofreció una a su acompañante al tiempo que introducía una en su boca, dándole una mordisco y saboreando la masa crujiente y la carne hecha en su punto. Había hecho una buena elección comprando esas, seguro que Rom también estaba disfrutando la suya. De hecho, la disfrutó tanto que prácticamente la devoró en segundos. -¿Tanta hambre tenías?- Le preguntó antes de dar otro bocado a la suya, moviendo las piernas de un lado a otro mientras con una mano acariciaba la cabeza de la felina.
Al rato de terminar de comer, ambas se encaminaron en otro agradable paseo, el cual de una manera u otra las condujo hasta un sendero que atravesaba por un bosque a las afueras de la villa, compuesto en su mayor parte por árboles frutales, así como otros árboles de hoja caduca, cuyas hojas de un verde claro, brillaban gracias a la luz del sol que impactaba en ellas, sino se colaba entre estas para dar una visión casi mágica del lugar. Era una escena alentadora y parecía un lugar perfecto para descansar después de una buena comida y un largo paseo, ¿no? Seguro que a Rom le encantaría dormirse en algún lecho de hojas o entre las ramas de uno de los árboles. Aunque...Por alguna razón la chica sentía algo en aquel lugar...que la atraía. ¿Habría más que solo vegetación y fauna en ese lugar?
Lion D. Émile
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La segunda manzana duró poco más que la primera. Pronto se quedó con los restos en la mano, algo triste porque le hubiese acabado tan rápido. Ya no tenía hambre, pero estaban de vicio, y si seguía así se quedaría sin ninguna en nada. "Antes de irme del pueblo me llevaré otro cesto." Comenzó a silbar mientras se acomodaba en el árbol, tumbándose de nuevo. No era ni de lejos tan agradable como estar tumbado en la cama de su camarote, arrullado por el suave balanceo del barco, pero no se estaba mal. Cerró los ojos e inspiró profundamente, disfrutando de la sensación. Hacía tiempo que no se tomaba unos días libres para simplemente hacer el vago. Hasta aquel momento no se había dado cuenta de lo mucho que lo había echado de menos, así que tendría que remediarlo de ahora en adelante. Lo más parecido a un descanso que había tenido había sido cuando practicó sus poderes contra aquella chica durante una semana... ¿cuál era su nombre? Ya no lo recordaba. Había logrado manipularla para corromper su mente y convertirla en una asesina, para luego arrebatarle su alma. Había sido divertido, sí, pero tan cansado como seguir trabajando.
Abrió los ojos y cambió de posición, tumbándose de costado. Entonces se fijó en que una persona se acercaba por el camino, aun a lo lejos. Su privilegiada visión le permitió fijarse en bastantes detalles pese a la distancia. Una chica vestida de una manera bastante llamativa, con dos largas coletas y un vestido negro. Un gatito correteaba a su lado. Mirándola con curiosidad, reparó en que era bastante hermosa y joven en cuanto se hubo acercado un poco más. Una serie de ideas comenzaron a pasarse por su mente: podía intentar manipularla como a la otra chica... ya fuese para arrebatarle también su alma o para fines más lúdicos. Sin embargo, al pensar nuevamente en la segunda idea, la descartó. No le apetecía volver a pasar por una experiencia como la de la cazadora. Contuvo un gesto de rabia al recordar el rostro de Mitsuki... "Trató de engañarme, pero lo pagó muy caro."
Volvió a mirarla. Pronto estaría lo bastante cerca de él como para verlo. Si tenía intención de hacer algo debía pensarlo ya. Decididamente no tenía ganas de llevarse una sorpresa desagradable otra vez, pero... ¿qué probabilidades había? Por un lado podía pasar y seguir a su rollo, pero no era su estilo. A parte, seguía siendo una oportunidad de divertirse un rato, ya fuese jugando con su mente, simplemente ligando un rato o de cualquier otra manera. Por otro lado... tuvo una corazonada, y probó a activar su visión demoníaca. Un aura intensa y rojiza brotaba de la chica. "Menos mal que primero he comprobado esto... con semejante nivel de maldad igual me hubiese cortado los testículos si me hubiese atrevido a jugar con ella." Por otro lado, el riesgo era divertido. Además, aquel aura, ¿no le recordaba a la de Kenneth? "Tal vez tenga una afortunada candidata." Por otro lado, no tenía ni idea de su carácter o en cuál pecado podría encajar. Con ese cuerpo, sería una hermosa coincidencia que resultara encajar como Lujuria... bueno, siempre podía probar. Y si no, al menos se divertiría un rato. Activó su Influencia Satánica, y comenzó a tratar de influir sobre ella, despertando su apetito sexual. Entonces la saludó con la mano en cuanto estuvo lo bastante cerca del árbol, y le dijo:
- Bonita mañana para pasear - Émile sonrió - ¿No crees? Hace un gran día, y las plantas lucen más verdes y hermosas tras la tormenta.
De momento pretendía comenzar como quien no quería la cosa. Tenía curiosidad por ver cuál era su reacción con un desconocido saludándola medio desnudo justo en el momento en que su poder la excitaba sexualmente. El resultado de aquel encuentro podía llegar a ser muy divertido. De momento no la afectaría demasiado con la Influencia, e iría aumentando el grado de poder poco a poco, hasta ponerla a cien. Tal vez si era demasiado sencilla de manipular incluso se hiciera el difícil. Le gustaba sentirse deseado, no por nada era el Orgullo. ¿Quién iba a resistirse a sus encantos?
Abrió los ojos y cambió de posición, tumbándose de costado. Entonces se fijó en que una persona se acercaba por el camino, aun a lo lejos. Su privilegiada visión le permitió fijarse en bastantes detalles pese a la distancia. Una chica vestida de una manera bastante llamativa, con dos largas coletas y un vestido negro. Un gatito correteaba a su lado. Mirándola con curiosidad, reparó en que era bastante hermosa y joven en cuanto se hubo acercado un poco más. Una serie de ideas comenzaron a pasarse por su mente: podía intentar manipularla como a la otra chica... ya fuese para arrebatarle también su alma o para fines más lúdicos. Sin embargo, al pensar nuevamente en la segunda idea, la descartó. No le apetecía volver a pasar por una experiencia como la de la cazadora. Contuvo un gesto de rabia al recordar el rostro de Mitsuki... "Trató de engañarme, pero lo pagó muy caro."
Volvió a mirarla. Pronto estaría lo bastante cerca de él como para verlo. Si tenía intención de hacer algo debía pensarlo ya. Decididamente no tenía ganas de llevarse una sorpresa desagradable otra vez, pero... ¿qué probabilidades había? Por un lado podía pasar y seguir a su rollo, pero no era su estilo. A parte, seguía siendo una oportunidad de divertirse un rato, ya fuese jugando con su mente, simplemente ligando un rato o de cualquier otra manera. Por otro lado... tuvo una corazonada, y probó a activar su visión demoníaca. Un aura intensa y rojiza brotaba de la chica. "Menos mal que primero he comprobado esto... con semejante nivel de maldad igual me hubiese cortado los testículos si me hubiese atrevido a jugar con ella." Por otro lado, el riesgo era divertido. Además, aquel aura, ¿no le recordaba a la de Kenneth? "Tal vez tenga una afortunada candidata." Por otro lado, no tenía ni idea de su carácter o en cuál pecado podría encajar. Con ese cuerpo, sería una hermosa coincidencia que resultara encajar como Lujuria... bueno, siempre podía probar. Y si no, al menos se divertiría un rato. Activó su Influencia Satánica, y comenzó a tratar de influir sobre ella, despertando su apetito sexual. Entonces la saludó con la mano en cuanto estuvo lo bastante cerca del árbol, y le dijo:
- Bonita mañana para pasear - Émile sonrió - ¿No crees? Hace un gran día, y las plantas lucen más verdes y hermosas tras la tormenta.
De momento pretendía comenzar como quien no quería la cosa. Tenía curiosidad por ver cuál era su reacción con un desconocido saludándola medio desnudo justo en el momento en que su poder la excitaba sexualmente. El resultado de aquel encuentro podía llegar a ser muy divertido. De momento no la afectaría demasiado con la Influencia, e iría aumentando el grado de poder poco a poco, hasta ponerla a cien. Tal vez si era demasiado sencilla de manipular incluso se hiciera el difícil. Le gustaba sentirse deseado, no por nada era el Orgullo. ¿Quién iba a resistirse a sus encantos?
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Siguiendo su camino, la chica no tardo en divisar algo que llamó notoriamente su curiosidad. En uno de los árboles que comenzaban a divisarse unos cientos de metros más adelante, una persona parecía disfrutar de la naturaleza en unas prendas cuanto menos informales. El hombre, que parecía observarla mientras divagaba en su mente sobre algún tema trivial, apenas llevaba un pantalón para cubrir su zona íntima y sus piernas, quedando su torso y sus pies al descubierto. "Vaya...parece que a alguien le gusta disfrutar de la naturaleza de forma muy...cercana a su estado natural..." Pensó antes de tomar a Rom en sus brazos. -¿Qué tal si no acercamos a saludar, Rom? Tal vez podamos divertirnos con él un rato.- Preguntó a la pequeña que casi podría estar asfixiándose entre sus brazos y su pecho si la chica no tuviera suficiente cuidado.
Sin esperar respuesta, ya que obviamente y por desgracia Rom no sabía hablar el idioma de los humanos, la joven de cabellos azabaches retomo el paso, dirigiéndose al árbol en el que había vislumbrado al joven, pudiendo observar conforme llegaba que este era bastante...atractivo. Si bien era verdad que no poseía un volumen muscular excesivo, su musculatura estaba perfectamente definida. Su cuerpo parecía carecer totalmente de grasa bajo la piel. Otra característica del chico que pudo observar era se trataba de un hombre bastante alto, al menos en comparación con la menuda figura de Haine que apenas sobrepasaba el metro sesenta por unos centímetros. Por lo demás nada especialmente llamativo o fuera de lo común: ojos y cabello castaño y una piel bastante clara, que indicaba que no se trataba precisamente de un trabajador del pueblo que estuviera tomando un descanso. Pero si era tan "normal" ¿Por qué se sentía tan extraña?
¿Extraña? Mejor dicho...apasionada. Era como sí su apetito sexual, el cual apenas había saciado la noche anterior se estuviera desbordando. Como si quisiera "devorar" a la persona frente a ella y disfrutar de todo su ser. ¿Acaso esa persona tenía algo especia? ¿O simplemente se tiraría a lo primero que viera (animales no incluidos) ? Cómo fuera, sus ganas de intentar divertirse con el empezaban a verse reflejadas en su rostro, cosas como un pequeño sonrojo o una sonrisa algo...perturbadora comenzaban a aflorar ante la idea de desfogarse un poco, pero alguien como ella no podía simplemente dejar entrever esos deseos. Sabiendo eso, la chica oculto parte de su rostro, tapando así su sonrisa para fingir que sus sentimientos eran de vergüenza o pudor. Si quería divertirse de verdad.
-Realmente hace un día esplendido, perfecto para disfrutar del sol acariciando tú piel y del aire fresco.- Dijo al tiempo que le dedicaba una alegre sonrisa, como si el ponerse a conversar con él en esa situación fuera lo más normal del mundo. -Aunque...a medida que ha ido avanzando la mañana el calor se ha vuelto cada vez mayor...¿No cree usted? Y siendo así temo haber elegido una ropa demasiado calurosa.- Comento al tiempo que posaba una de sus manos sobre su mejilla. -¿Cree usted que debería seguir su ejemplo y quitarme un par de prendas para disfrutar mejor el clima?- Preguntó antes llevar la mano que había posado sobre su mejilla hasta el lazo que mantenía atado el corsé de su vestido en aquel momento, deteniéndose antes de empezar a tirar de él para desalarlo para voltear y darle la espalda. - Aunque pensándolo mejor...no quiero molestarle exhibiendo mi cuerpo.-
Sin esperar respuesta, ya que obviamente y por desgracia Rom no sabía hablar el idioma de los humanos, la joven de cabellos azabaches retomo el paso, dirigiéndose al árbol en el que había vislumbrado al joven, pudiendo observar conforme llegaba que este era bastante...atractivo. Si bien era verdad que no poseía un volumen muscular excesivo, su musculatura estaba perfectamente definida. Su cuerpo parecía carecer totalmente de grasa bajo la piel. Otra característica del chico que pudo observar era se trataba de un hombre bastante alto, al menos en comparación con la menuda figura de Haine que apenas sobrepasaba el metro sesenta por unos centímetros. Por lo demás nada especialmente llamativo o fuera de lo común: ojos y cabello castaño y una piel bastante clara, que indicaba que no se trataba precisamente de un trabajador del pueblo que estuviera tomando un descanso. Pero si era tan "normal" ¿Por qué se sentía tan extraña?
¿Extraña? Mejor dicho...apasionada. Era como sí su apetito sexual, el cual apenas había saciado la noche anterior se estuviera desbordando. Como si quisiera "devorar" a la persona frente a ella y disfrutar de todo su ser. ¿Acaso esa persona tenía algo especia? ¿O simplemente se tiraría a lo primero que viera (animales no incluidos) ? Cómo fuera, sus ganas de intentar divertirse con el empezaban a verse reflejadas en su rostro, cosas como un pequeño sonrojo o una sonrisa algo...perturbadora comenzaban a aflorar ante la idea de desfogarse un poco, pero alguien como ella no podía simplemente dejar entrever esos deseos. Sabiendo eso, la chica oculto parte de su rostro, tapando así su sonrisa para fingir que sus sentimientos eran de vergüenza o pudor. Si quería divertirse de verdad.
-Realmente hace un día esplendido, perfecto para disfrutar del sol acariciando tú piel y del aire fresco.- Dijo al tiempo que le dedicaba una alegre sonrisa, como si el ponerse a conversar con él en esa situación fuera lo más normal del mundo. -Aunque...a medida que ha ido avanzando la mañana el calor se ha vuelto cada vez mayor...¿No cree usted? Y siendo así temo haber elegido una ropa demasiado calurosa.- Comento al tiempo que posaba una de sus manos sobre su mejilla. -¿Cree usted que debería seguir su ejemplo y quitarme un par de prendas para disfrutar mejor el clima?- Preguntó antes llevar la mano que había posado sobre su mejilla hasta el lazo que mantenía atado el corsé de su vestido en aquel momento, deteniéndose antes de empezar a tirar de él para desalarlo para voltear y darle la espalda. - Aunque pensándolo mejor...no quiero molestarle exhibiendo mi cuerpo.-
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Émile le devolvió la sonrisa casi inconscientemente. No se le había escapado su gesto. ¿Avergonzada? Vaya, así que la pobrecilla se había visto afectada pero intentaba mostrarse recatada como una señorita. Qué tierno. Émile se rió para sus adentros, sin exteriorizarlo. Cuántas chicas inocentes que se creen pudorosas acaban bajando las bragas en cuanto tienen ocasión... "Pues toca darle un empujoncito para que se olvide de su pudor. Si se hace la difícil... ya pensaré algo." Sin saberlo, Émile empezó a caer en su propio juego, perdiendo sus objetivos iniciales de vista. La observó con una actitud aparentemente amigable, pero disfrutando de la vista y tratando de imaginársela desnuda. Fue entonces cuando ella logró descolocarle totalmente con sus siguientes palabras. ¿Estaba insinuándosele? ¿Pero hacía un momento no...? Si su gesto parecía tan inocente.
- ¿Cree usted que debería seguir su ejemplo y quitarme un par de prendas para disfrutar mejor el clima?
Aquello perdió totalmente al pirata, que pensó en contestarle inmediatamente que sí sin pensarlo más. Pero eso sería dejarse llevar como un virgen inexperimentado... no. Comenzaba a intuir la trampa en la que había caído.
- Si así te sientes más cómoda... al fin y al cabo, así podrás disfrutar más el día - dijo, con una voz calmada y alegre.
Pensó en insinuarse él también, pero se contuvo. "Joder Émile, ¿en serio? No te dejes llevar así por una chica." La desconocida parecía a punto de comenzar a desvestirse. El pirata se mordió el labio para intentar evitar perder el control, y trató de relajarse, cuando de repente ella alegó que no quería "molestarle". "Oh, mierda... he caído de lleno." Estaba jugando con él. Bueno, le estaba bien empleado. Él también había estado a punto de intentar lo mismo. Chica lista... el pirata le dirigió una sonrisa pícara y dijo:
- Adelante, no voy a ser tan cruel de negaros un placer del que yo estoy disfrutando - dijo, en un tono cortés sobreactuado intencionadamente, al que siguió una risa alegre - No te cortes, no voy a escandalizarme.
Había logrado recuperar la compostura en esa última respuesta, pero poco más y hubiese caído de lleno. Dios, no se reconocía. Normalmente él solía llevar el control. Pero normalmente las chicas que solía conocer eran jovencitas de algún puerto alejado, que rara vez habían sido cortejadas por algo mejor que algún paleto sin la menor idea de ligar. De ahí que al salirle una competidora tan dura se sintiese tan torpe. "Pero este juego no ha hecho más que empezar. De momento aun no he cometido grandes deslices..." De hecho, todo esto lo hacía más emocionante. Cambió de postura sobre la rama a propósito, colocándose recostado contra el tronco con la pierna izquierda flexionada y el brazo apoyado sobre la rodilla. Se fijó disimuladamente mientras lo hacía en ella para comprobar sus reacciones. Se apartó el pelo de la cara y se fijó en que tenía un poco de sudor en la frente. Si no hacía tanto calor...
- Perdóname por mis malos modales, si aun no me he presentado... Mi nombre es Émile. ¿Y vos, mi dama? - en la pregunta empleó el mismo tono sobreactuado de antes añadiendo una exagerada inclinación de cabeza y una floritura con la mano, volviendo a reírse de nuevo.
Si bien no acostumbraba a hablar como un barriobajero, hablar de vos o de usted se le antojaba anticuado a Émile, y evitaba ambas formas excepto en las situaciones más formales o cuando debía dar órdenes a algún miembro de la tripulación con el que no tenía confianza. Por un instante no pudo evitar una mirada seductora. Eh, ¿dónde se había quedado lo de hacerse el difícil? ¿No se suponía que iba a hacerse desear? Ay... en fin, ahora tocaba ver a dónde llevaría aquella situación. Fuese lo que fuese, estaba seguro de que se lo iba a pasar bien. Desde luego, vista la actitud de la chica era obvio que le estaba tanteando, y la idea de darse un revolcón era tentadora. Pero por otro lado... ¿y si realmente era excesivamente inocente y estaba malinterpretándola totalmente? No... no le cuadraba. Entonces la otra posibilidad era que buscase divertirse tentándolo. "No, me estoy olvidando de un factor importante. He utilizado mi Influencia sobre ella. Ahora mismo debe estar bastante caliente, lo cuál me da ventaja. He sido tonto al no tenerlo en cuenta desde un principio. Me ha desconcentrado." Pero daba igual... bastaba con no olvidarse de aquel detalle y todo marcharía sobre ruedas. Aumentó un poco más la intensidad de su poder sobre ella y fingió bostezar, mientras se estiraba para dejarla verle bien. "En breves debería empezar a estar desesperada por tenerme" pensó, bastante confiado acerca de sus capacidades.
- Dime, ¿eres de por aquí? - preguntó, sonriendo.
- ¿Cree usted que debería seguir su ejemplo y quitarme un par de prendas para disfrutar mejor el clima?
Aquello perdió totalmente al pirata, que pensó en contestarle inmediatamente que sí sin pensarlo más. Pero eso sería dejarse llevar como un virgen inexperimentado... no. Comenzaba a intuir la trampa en la que había caído.
- Si así te sientes más cómoda... al fin y al cabo, así podrás disfrutar más el día - dijo, con una voz calmada y alegre.
Pensó en insinuarse él también, pero se contuvo. "Joder Émile, ¿en serio? No te dejes llevar así por una chica." La desconocida parecía a punto de comenzar a desvestirse. El pirata se mordió el labio para intentar evitar perder el control, y trató de relajarse, cuando de repente ella alegó que no quería "molestarle". "Oh, mierda... he caído de lleno." Estaba jugando con él. Bueno, le estaba bien empleado. Él también había estado a punto de intentar lo mismo. Chica lista... el pirata le dirigió una sonrisa pícara y dijo:
- Adelante, no voy a ser tan cruel de negaros un placer del que yo estoy disfrutando - dijo, en un tono cortés sobreactuado intencionadamente, al que siguió una risa alegre - No te cortes, no voy a escandalizarme.
Había logrado recuperar la compostura en esa última respuesta, pero poco más y hubiese caído de lleno. Dios, no se reconocía. Normalmente él solía llevar el control. Pero normalmente las chicas que solía conocer eran jovencitas de algún puerto alejado, que rara vez habían sido cortejadas por algo mejor que algún paleto sin la menor idea de ligar. De ahí que al salirle una competidora tan dura se sintiese tan torpe. "Pero este juego no ha hecho más que empezar. De momento aun no he cometido grandes deslices..." De hecho, todo esto lo hacía más emocionante. Cambió de postura sobre la rama a propósito, colocándose recostado contra el tronco con la pierna izquierda flexionada y el brazo apoyado sobre la rodilla. Se fijó disimuladamente mientras lo hacía en ella para comprobar sus reacciones. Se apartó el pelo de la cara y se fijó en que tenía un poco de sudor en la frente. Si no hacía tanto calor...
- Perdóname por mis malos modales, si aun no me he presentado... Mi nombre es Émile. ¿Y vos, mi dama? - en la pregunta empleó el mismo tono sobreactuado de antes añadiendo una exagerada inclinación de cabeza y una floritura con la mano, volviendo a reírse de nuevo.
Si bien no acostumbraba a hablar como un barriobajero, hablar de vos o de usted se le antojaba anticuado a Émile, y evitaba ambas formas excepto en las situaciones más formales o cuando debía dar órdenes a algún miembro de la tripulación con el que no tenía confianza. Por un instante no pudo evitar una mirada seductora. Eh, ¿dónde se había quedado lo de hacerse el difícil? ¿No se suponía que iba a hacerse desear? Ay... en fin, ahora tocaba ver a dónde llevaría aquella situación. Fuese lo que fuese, estaba seguro de que se lo iba a pasar bien. Desde luego, vista la actitud de la chica era obvio que le estaba tanteando, y la idea de darse un revolcón era tentadora. Pero por otro lado... ¿y si realmente era excesivamente inocente y estaba malinterpretándola totalmente? No... no le cuadraba. Entonces la otra posibilidad era que buscase divertirse tentándolo. "No, me estoy olvidando de un factor importante. He utilizado mi Influencia sobre ella. Ahora mismo debe estar bastante caliente, lo cuál me da ventaja. He sido tonto al no tenerlo en cuenta desde un principio. Me ha desconcentrado." Pero daba igual... bastaba con no olvidarse de aquel detalle y todo marcharía sobre ruedas. Aumentó un poco más la intensidad de su poder sobre ella y fingió bostezar, mientras se estiraba para dejarla verle bien. "En breves debería empezar a estar desesperada por tenerme" pensó, bastante confiado acerca de sus capacidades.
- Dime, ¿eres de por aquí? - preguntó, sonriendo.
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La chica no pudo evitar reírse antes la forma de hablar del hombre que tenía en frente. Se notaba que era forzada, una forma exagerada de dirigirse a una persona educadamente. ¿Esas eran sus estrategias para intentar engatusar a las mujeres? Bueno, cierto era que a las mujeres les gusta divertirse...aunque ella pensaba que molestar a un hombre serio en apariencia haciendo que perdiera el control era también interesante. -Bueno...sí no es mucha molestia...- Dijo al tiempo que soltaba las mangas que no se encontraban unidas al vestido, desatando las cintas que evitaban que estas se resbalaran por su brazos, antes de girarse otra vez, observándole con una sonrisa provocadora, antes de desatar su corsé y bajar sus tirantes, de forma que su busto apenas quedaba tapado por la prenda de forma sutil, lo justo para que no se vieran sus pezones. Además, al aflojarse el cordón de todo su corsé, este quedó entreabierto por delante, dejando entrever la piel de su vientre. Además, más para evitar que su cabello impidiera que el chico gozará de una buena vista que por calor, deshizo sus coletas para recoger su cabello en una sola cola alta, la cual permitía ver perfectamente su busto y cuello. Eso sumado al hecho de que el sol golpeaba suavemente su piel, hacía que esta se viera aún más bella si cabía, como si de porcelana se tratara, en contraste con su negro cabello.
-Oh, cierto...Que descuido más tonto por mi parte el no presentarme...- Dijo al tiempo que situaba uno de sus brazos bajo sus senos y llevaba las yemas de los dedos de su otra mano hasta sus labios, los cuales habían dibujado una sensual sonrisa. -Mi nombre es Haine y temo que no soy de la zona.- Respondió a la pregunta del castaño antes de fijar sus ojos en él, momento en que sintió como sus deseos aumentaban aún más, cosa que provocó en la chica la sospecha de que él estaba siendo el causante de aquello. "Gran error...realmente es un gran error el intentar jugar así conmigo..." Pensó antes de preparar su próximo "ataque". Ella no era una novata en lo que a pasión se trataba y sabía bien como ocultarla y dejarla salir en el momento oportuno.
-Sabe señor Emile, realmente me alegro de que no le molestara que decidiera quedar a la par con usted, sentirse así es tan cómodo que envidio el hecho de que usted haya decidido deshacerse de su ropa antes que yo.- Dijo intentando ver cual era su reacción ante aquellas palabras. -Aunque...todavía no estamos del todo a la par en cuanto a ropa...¿Debería igualarlo más?- Con esas palabras y sin esperar respuesta, la chica se sentó apoyando su espalda en el tronco de un árbol paralelo a donde se encontraba el joven, sin preocuparse de si este era capaz de ver o no su ropa interior, al tiempo que soltaba uno de sus calcetines del enganche que evitaba que este se soltara, no sin antes haberse quitado los zapatos. Tras eso, comenzó a bajar el calcetín lentamente por su pierna, deteniéndose segundos antes de terminar, para mirarle de refilón y ver que tanto le había provocado de momento.
-Oh, cierto...Que descuido más tonto por mi parte el no presentarme...- Dijo al tiempo que situaba uno de sus brazos bajo sus senos y llevaba las yemas de los dedos de su otra mano hasta sus labios, los cuales habían dibujado una sensual sonrisa. -Mi nombre es Haine y temo que no soy de la zona.- Respondió a la pregunta del castaño antes de fijar sus ojos en él, momento en que sintió como sus deseos aumentaban aún más, cosa que provocó en la chica la sospecha de que él estaba siendo el causante de aquello. "Gran error...realmente es un gran error el intentar jugar así conmigo..." Pensó antes de preparar su próximo "ataque". Ella no era una novata en lo que a pasión se trataba y sabía bien como ocultarla y dejarla salir en el momento oportuno.
-Sabe señor Emile, realmente me alegro de que no le molestara que decidiera quedar a la par con usted, sentirse así es tan cómodo que envidio el hecho de que usted haya decidido deshacerse de su ropa antes que yo.- Dijo intentando ver cual era su reacción ante aquellas palabras. -Aunque...todavía no estamos del todo a la par en cuanto a ropa...¿Debería igualarlo más?- Con esas palabras y sin esperar respuesta, la chica se sentó apoyando su espalda en el tronco de un árbol paralelo a donde se encontraba el joven, sin preocuparse de si este era capaz de ver o no su ropa interior, al tiempo que soltaba uno de sus calcetines del enganche que evitaba que este se soltara, no sin antes haberse quitado los zapatos. Tras eso, comenzó a bajar el calcetín lentamente por su pierna, deteniéndose segundos antes de terminar, para mirarle de refilón y ver que tanto le había provocado de momento.
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Émile se mordió el labio inferior y trató de relajarse. Notaba su corazón aumentando su ritmo con rapidez, y empezaba a sentir calor. Si en ese momento la hubiese tenido al lado, quién sabe lo que hubiera hecho. Trató de relajarse y se recordó a sí mismo que debía ser él quien controlara la situación. Al fin y al cabo, podía hacerla sentirse todo lo excitada que quisiera. El problema era que ella lograra hacer lo mismo. Respiró hondo calmándose, y le sonrió pícaramente. Sin embargo, aun no le contestó. El calentón del momento lo distraía, y le impedía pensar con claridad. ¿Y si se olvidaba de su plan original y se pegaba un buen revolcón con ella? Al fin y al cabo, no ganaba nada tentándola sin más... ¿no? Además, ella era muy atractiva. Pero no era sólo eso. Había algo en su actitud que atraía al chico. Estaba deseando bajar de aquel árbol, agarrarla y hacerla suya. Conteniéndose, le dijo:
- Tal vez lo prefieras... estoy seguro de que estarás mucho más cómoda.
Por otro lado... ¿igualar? Si jugaba bien sus cartas tal vez pudiera lograr que ella siguiese quitándose ropa. ¿Y si probaba a dejarse de tonterías y empezar a ir a saco? Con una sonrisa traviesa, se desabrochó el cinturón y se quitó los pantalones. Los colgó de la rama y miró a la chica, colocándose en una posición en que de momento le ocultara su entrepierna. Llevaba los calzoncillos, pero no quería que el bulto en la tela delatase su excitación. La miró sin disimulo, deleitándose con la vista e invitándola con la mirada a imitarlo.
- Se está muy bien así... ¿no quieres probar tú también?
A continuación alargó la mano y sacó una manzana de su cesto. Había tenido una idea. Se agarró a la rama con el brazo libre y se dejó caer, quedando colgado de esta. Tras guiñarle el ojo, se soltó y cayó con una agilidad felina. Entonces comenzó a acercarse, caminando lentamente y sin ningún pudor. Con un atisbo de sonrisa, se llevó la manzana a la boca y le dio un mordisco. Estaba deseando actuar ya, pero no podía ir tan a lo bruto. No... la tentaría para que fuese ella la que siguiera aproximándose. Se detuvo a un metro de ella y le tendió la manzana con una sonrisa.
- ¿Te apetece? Resulta muy refrescante... sobre todo con el calor que hace ahora.
Se lamió ligeramente el labio superior, en parte para humedecerlo y en parte a modo de provocación. Mientras esperaba su reacción, procuró mantenerse calmado. La tenía muy cerca, y podía ahora ver con más detalle su piel desnuda, sus labios, sus curvas... su corazón volvió a acelerarse, y sintió un repentino deseo de agarrarla por los hombros y besarla. Sin embargo, parte del juego era contenerse. Entonces recordó el motivo inicial de aquello: había visto el aura de aquella chica. ¿No se estaba confiando mucho al fiarse de aquella manera de ella? ¿No cabía la posibilidad de que estuviese cayendo de nuevo en la trampa de una cazadora atractiva? Ya se lo habían hecho una vez y había picado. ¿Por qué no otra? Por otro lado, tal vez cabía la posibilidad de que pudiera convertirla en Lilith, consiguiendo un nuevo miembro para Shichi no Akuma. Sin embargo, seguía ignorando su seguridad personal por una vaga promesa de sexo. Podía acabar costándole la vida. "Por otro lado, eso sólo lo hace más emocionante. Me arriesgaré."
- Este es un lugar apartado. Podría no pasar nadie en horas... qué lástima, ¿no? - dijo, en un tono de voz insinuante.
- Tal vez lo prefieras... estoy seguro de que estarás mucho más cómoda.
Por otro lado... ¿igualar? Si jugaba bien sus cartas tal vez pudiera lograr que ella siguiese quitándose ropa. ¿Y si probaba a dejarse de tonterías y empezar a ir a saco? Con una sonrisa traviesa, se desabrochó el cinturón y se quitó los pantalones. Los colgó de la rama y miró a la chica, colocándose en una posición en que de momento le ocultara su entrepierna. Llevaba los calzoncillos, pero no quería que el bulto en la tela delatase su excitación. La miró sin disimulo, deleitándose con la vista e invitándola con la mirada a imitarlo.
- Se está muy bien así... ¿no quieres probar tú también?
A continuación alargó la mano y sacó una manzana de su cesto. Había tenido una idea. Se agarró a la rama con el brazo libre y se dejó caer, quedando colgado de esta. Tras guiñarle el ojo, se soltó y cayó con una agilidad felina. Entonces comenzó a acercarse, caminando lentamente y sin ningún pudor. Con un atisbo de sonrisa, se llevó la manzana a la boca y le dio un mordisco. Estaba deseando actuar ya, pero no podía ir tan a lo bruto. No... la tentaría para que fuese ella la que siguiera aproximándose. Se detuvo a un metro de ella y le tendió la manzana con una sonrisa.
- ¿Te apetece? Resulta muy refrescante... sobre todo con el calor que hace ahora.
Se lamió ligeramente el labio superior, en parte para humedecerlo y en parte a modo de provocación. Mientras esperaba su reacción, procuró mantenerse calmado. La tenía muy cerca, y podía ahora ver con más detalle su piel desnuda, sus labios, sus curvas... su corazón volvió a acelerarse, y sintió un repentino deseo de agarrarla por los hombros y besarla. Sin embargo, parte del juego era contenerse. Entonces recordó el motivo inicial de aquello: había visto el aura de aquella chica. ¿No se estaba confiando mucho al fiarse de aquella manera de ella? ¿No cabía la posibilidad de que estuviese cayendo de nuevo en la trampa de una cazadora atractiva? Ya se lo habían hecho una vez y había picado. ¿Por qué no otra? Por otro lado, tal vez cabía la posibilidad de que pudiera convertirla en Lilith, consiguiendo un nuevo miembro para Shichi no Akuma. Sin embargo, seguía ignorando su seguridad personal por una vaga promesa de sexo. Podía acabar costándole la vida. "Por otro lado, eso sólo lo hace más emocionante. Me arriesgaré."
- Este es un lugar apartado. Podría no pasar nadie en horas... qué lástima, ¿no? - dijo, en un tono de voz insinuante.
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Observó al chico de cabello castaño quitarse otra prenda, al tiempo que cambiaba de posición, como si tratara de ocultar algo. Así que quería jugar a "las prendas" con ella de forma indirecta para lograr que se desnudara para él. ¿Tan inocente creía que era? No...seguramente se hubiera dado cuenta hace rato de que ella no era la típica niña sin experiencia que se deja manipular con un par de comentarios, halagos...o un par de mimos. ¿Entonces? Quizá solo se sentía especialmente confiado. Si bien era verdad que la chica se sentía como si le hubieran dado a beber un afrodisíaco o la hubieran golpeado con uno de esos famosos diales de feromonas sin que se enterara, eso no sería suficiente para que la tuviera a su merced. Aunque si era verdad que había logrado que su respiración fuera algo forzada, volviéndose en ocasiones un leve jadeo, y sus mejillas estaban sonrojadas, aunque con una piel tan blanca era algo relativamente fácil de lograr.
La chica tuvo que aguantar la risa. Esa situación era como la de un tablero de ajedrez, en el que ella sutilmente hace creer a su adversario que tiene vía libre para ir a por el rey, aunque en realidad solo va hacía su propia perdición. "Supongo que en el próximo movimiento estaremos más cerca de su "checkmate" Pensó la chica mientras observaba al castaño tomar una manzana, antes de dejarse caer del árbol, no sin antes mirarla de forma pícara. Ella le siguió el juego, mirando al chico a ratos, como si estuviera insinuándose o diciéndole algo con la mirada, aunque realmente solo intercalaba el mirarle a él con asegurarse de que Rom (no se había olvidado de ella, obviamente) se encontrara cerca de ella, durmiendo en la rama baja de uno de los árboles, en la que el sol golpeaba de lleno. "Debe estar a gusto...Bien, entonces yo también debería ponerme cómoda para seguir..." Se dijo a si misma antes de apartar la falda de su vestido, de forma que esta apenas le cubría la zona púbica, manteniendo oculta la ropa interior. Después de todo, no había algo que atrajera más al hombre que la curiosidad y lo desconocido. Preguntas como ¿Qué tipo de lencería llevara debajo?...Preguntas por el estilo suelen surcar la mente de los que observan con deseo a una mujer, cosa que lleva a la imaginación y, por ende, a la excitación.
El chico empezó a acercarse a ella, sosteniendo la fruta en la mano, a la cual le dio un mordisco antes de detenerse frente a ella, ofreciéndole el probarla. Era irónico. ¿No debería ser a la inversa? -¿No se supone que fue Eva quien ofreció el fruto del pecado a Adam?- Preguntó al tiempo que le miraba pícara. -O al menos eso es lo que se supone que dicen, aunque yo no creo que el pecado sea algo malo....Entonces...¿Debería o no tomar tú ofrecimiento?- Cuestionó al tiempo que sus dedos se posaban sobre sus labios, momentos antes de relamer estos con su lengua, terminando por morder uno de sus dedos con suavidad. -¿Y sí decido aceptarla solo sí me la das tú en mano?- Preguntó al tiempo que le tendía la mano, dejando claro que si quería hacer algo con ella, primero tendría que aceptar que ella sería la que mandaba. Si no lo aceptaba...quizá acabara sometiéndole de otra forma...
La chica tuvo que aguantar la risa. Esa situación era como la de un tablero de ajedrez, en el que ella sutilmente hace creer a su adversario que tiene vía libre para ir a por el rey, aunque en realidad solo va hacía su propia perdición. "Supongo que en el próximo movimiento estaremos más cerca de su "checkmate" Pensó la chica mientras observaba al castaño tomar una manzana, antes de dejarse caer del árbol, no sin antes mirarla de forma pícara. Ella le siguió el juego, mirando al chico a ratos, como si estuviera insinuándose o diciéndole algo con la mirada, aunque realmente solo intercalaba el mirarle a él con asegurarse de que Rom (no se había olvidado de ella, obviamente) se encontrara cerca de ella, durmiendo en la rama baja de uno de los árboles, en la que el sol golpeaba de lleno. "Debe estar a gusto...Bien, entonces yo también debería ponerme cómoda para seguir..." Se dijo a si misma antes de apartar la falda de su vestido, de forma que esta apenas le cubría la zona púbica, manteniendo oculta la ropa interior. Después de todo, no había algo que atrajera más al hombre que la curiosidad y lo desconocido. Preguntas como ¿Qué tipo de lencería llevara debajo?...Preguntas por el estilo suelen surcar la mente de los que observan con deseo a una mujer, cosa que lleva a la imaginación y, por ende, a la excitación.
El chico empezó a acercarse a ella, sosteniendo la fruta en la mano, a la cual le dio un mordisco antes de detenerse frente a ella, ofreciéndole el probarla. Era irónico. ¿No debería ser a la inversa? -¿No se supone que fue Eva quien ofreció el fruto del pecado a Adam?- Preguntó al tiempo que le miraba pícara. -O al menos eso es lo que se supone que dicen, aunque yo no creo que el pecado sea algo malo....Entonces...¿Debería o no tomar tú ofrecimiento?- Cuestionó al tiempo que sus dedos se posaban sobre sus labios, momentos antes de relamer estos con su lengua, terminando por morder uno de sus dedos con suavidad. -¿Y sí decido aceptarla solo sí me la das tú en mano?- Preguntó al tiempo que le tendía la mano, dejando claro que si quería hacer algo con ella, primero tendría que aceptar que ella sería la que mandaba. Si no lo aceptaba...quizá acabara sometiéndole de otra forma...
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Émile sonrió para sí, y le dirigió una mirada ahora cargada de deseo. No se había equivocado; aquella chica era lista, muy lista. E ingeniosa, lo que le daba más puntos. Y las palabras que había elegido eran curiosamente perfectas para la situación, pero por motivos muy distintos a los que pensaba ella. Tal vez había llegado el momento de desvelarse. Igual era un poco pronto, y claramente se estaba precipitando... pero estaba aprendiendo a confiar en su instinto. Al fin y al cabo era lo que le había llevado hasta aquella isla, con agradables resultados. La miró a los ojos con una sonrisa enigmática, y mantuvo el silencio un par de segundos antes de comenzar a hablar. Quería crear una atmósfera apropiada para lo que iba a contar, y aunque resultase un poco teatrero hacerlo así, le gustaba la idea. Iba muy con su estilo.
- Así es. Eva le dio la manzana a Adán - confirmó. Entonces, su sonrisa se ensanchó un poco - Sin embargo, ¿quién se la ofreció primero?
Los ojos de Émile brillaron, y se volvieron de color rojo intenso. Clavó su mirada en los de ella, examinándolos. Eran muy singulares y hermosos a su manera. Al fin y al cabo, ¿cuánta gente los tenía de esos colores? Eran toda una rareza, y eso los hacía más atractivos. Dos enormes y bellas alas como de ángel pero negras surgieron de la espalda del pirata durante un instante. Dejó que Haine las viera, y luego las replegó y desaparecieron. Ahora aquello ya no era un mero juego de ligar. Con aquellas palabras había logrado despertar la curiosidad del joven y recordarle qué estaba haciendo en aquella isla. A parte de vaguear y comer manzanas, claro. Se acercó un paso más a ella al escuchar sus palabras. ¿Así que dárselo él? Tenía una idea mucho mejor. Su sonrisa se convirtió en una pose solemne e intensa.
- ¿Quién le dio la manzana a Eva? - repitió - El Pecado no es otra cosa que nuestros deseos más ocultos, aquellos que tememos expresar, pero que no deberíamos reprimir - esbozó una media sonrisa - Tal vez no hayas oído hablar de mi, o simplemente no me hayas reconocido, pero soy alguien que va buscando a ciertas personas muy especiales. Y creo que puedes ayudarme con eso.
No podía soltarle sin más que quería que fuese Lilith, la representación de la Lujuria, o simplemente insinuarle que ella era una de esas personas, o lo consideraría un simple truco de ligar. A parte, aun no las tenía todas consigo. No le quedaba otra para averiguar si realmente ella podría ser Lujuria que... bueno, que ponerla a prueba como había hecho con Amon. Sólo que de una manera bastante más placentera y agradable que la pelea que habían mantenido la noche anterior. Alzó la mano con calma y delicadeza y le hizo alzar la cabeza hacia él, mirándola con intensidad.
- ¿Quieres tomar la manzana de mi? - le dio un mordisco al fruto - Entonces prueba su sabor en mis labios - finalmente se aproximó más a ella y le susurró al oído - Peca conmigo...
- Así es. Eva le dio la manzana a Adán - confirmó. Entonces, su sonrisa se ensanchó un poco - Sin embargo, ¿quién se la ofreció primero?
Los ojos de Émile brillaron, y se volvieron de color rojo intenso. Clavó su mirada en los de ella, examinándolos. Eran muy singulares y hermosos a su manera. Al fin y al cabo, ¿cuánta gente los tenía de esos colores? Eran toda una rareza, y eso los hacía más atractivos. Dos enormes y bellas alas como de ángel pero negras surgieron de la espalda del pirata durante un instante. Dejó que Haine las viera, y luego las replegó y desaparecieron. Ahora aquello ya no era un mero juego de ligar. Con aquellas palabras había logrado despertar la curiosidad del joven y recordarle qué estaba haciendo en aquella isla. A parte de vaguear y comer manzanas, claro. Se acercó un paso más a ella al escuchar sus palabras. ¿Así que dárselo él? Tenía una idea mucho mejor. Su sonrisa se convirtió en una pose solemne e intensa.
- ¿Quién le dio la manzana a Eva? - repitió - El Pecado no es otra cosa que nuestros deseos más ocultos, aquellos que tememos expresar, pero que no deberíamos reprimir - esbozó una media sonrisa - Tal vez no hayas oído hablar de mi, o simplemente no me hayas reconocido, pero soy alguien que va buscando a ciertas personas muy especiales. Y creo que puedes ayudarme con eso.
No podía soltarle sin más que quería que fuese Lilith, la representación de la Lujuria, o simplemente insinuarle que ella era una de esas personas, o lo consideraría un simple truco de ligar. A parte, aun no las tenía todas consigo. No le quedaba otra para averiguar si realmente ella podría ser Lujuria que... bueno, que ponerla a prueba como había hecho con Amon. Sólo que de una manera bastante más placentera y agradable que la pelea que habían mantenido la noche anterior. Alzó la mano con calma y delicadeza y le hizo alzar la cabeza hacia él, mirándola con intensidad.
- ¿Quieres tomar la manzana de mi? - le dio un mordisco al fruto - Entonces prueba su sabor en mis labios - finalmente se aproximó más a ella y le susurró al oído - Peca conmigo...
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Unas alas negras salieron de la espalda del chico, al tiempo que sus ojos se tornaban del color de la sangre. Vaya...realmente era una forma curiosa de conocerse y, sus palabras solo lograron que la chica recordara otra de esas historias bíblicas, anteriores incluso que a Eva. En especial una que usaba uno de los maestros que la utilizaban como su juguete, el primero que la uso de hecho. Un cura amigo de su madre que comparó a las mujeres como el principal causante del mal y decía estar castigando al pecado de esa forma para excusar lo que hacia. La chica mantuvo los ojos clavados en Èmile durante todo momento mientras recordaba la historia que aquel desgraciado le contó, saliendo de sus pensamientos en el momento en que el chico, con sus alas de ángel caído ocultas otra vez, la tomó del mentón para hacer que le mirara, continuando con sus palabras. ¿Tal vez no le hubiera reconocido? ¿Eso significaba acaso que era alguien de renombre? Pensando en ello,puede que le sonara de algo...Si su rostro estaba en un "se busca" debería saber quien es, ¿no? Es decir, era un miembro del CP, pero tampoco le importaban las recompensas de los piratas ni sentía interés en cazarles, a no ser que realmente sea obligatorio en una misión o hubieran hecho algo que molestara a la chica realmente.
-Es un honor que hasta el mismo Lucifer desee pecar conmigo, aunque. Sí acepto aquella manzana, ¿te harás responsable? - Preguntó antes de llevar una mano hasta la correa que mantenía la funda de su pistola, con el arma dentro, atada a su pierna izquierda, soltando esta sin disimulo alguno, antes de mostrársela al chico. Tras aquello, lanzó el arma a varios metros de distancia de ambos y, sin esperar a ver su reacción o escuchar si había respondido aún, cosa que dudaba por lo rápida que había sido, junto sus labios con los de él, al tiempo que se impulsaba con intención de hacerle caer, quedando encima. -Sabes, esto es muy divertido...realmente divertido.- Dijo sin al tiempo que se relamía los labios. Aunque...Émile-san, no deberías fiarte así de las mujeres que pasan por tú lado.- Dijo antes de echar su flequillo a un lado, dejando que el chico pudiera observar mejor sus ojos.- La verdad es que no recuerdo haber visto tú rostro en ningún "Wanted" en el cuartel....Cierto, no se lo dije. ¿Cree que una transeúnte llevaría consigo un arma?- Preguntó divertida, al tiempo que enlazaba sus dedos con los de él.- Esto me recuerda mucho a la historia de Lilith, ¿no cree? La primera Eva que abandono el Edén y se quedo con Lucifer. Creo que sería un buen ejemplo de esto.- Dijo antes de volver a fundir sus labios con los de él.
Seguramente el chico se encontraba en aquel momento confuso, y quizá hubiera entrado en cólera también por la forma en que le había tomado por sorpresa. Después de todo, con el calentón cualquiera se acuerda de activar su Haki, ¿no? Aunque bueno, al menos podía tener la seguridad de que la chica no intentaría matarle, fuera quien fuese...sino no tenía sentido el haberse descubierto de la nada. Y también estaba el hecho de haber usado aquella comparación con Lilith. ¿No tenía curiosidad? Bueno, pronto se vería el resultado.
-Entonces...¿Te harás responsable?- Preguntó de nuevo al tiempo que posaba su dedo indice sobre su labio inferior y le guiñaba un ojo.
-Es un honor que hasta el mismo Lucifer desee pecar conmigo, aunque. Sí acepto aquella manzana, ¿te harás responsable? - Preguntó antes de llevar una mano hasta la correa que mantenía la funda de su pistola, con el arma dentro, atada a su pierna izquierda, soltando esta sin disimulo alguno, antes de mostrársela al chico. Tras aquello, lanzó el arma a varios metros de distancia de ambos y, sin esperar a ver su reacción o escuchar si había respondido aún, cosa que dudaba por lo rápida que había sido, junto sus labios con los de él, al tiempo que se impulsaba con intención de hacerle caer, quedando encima. -Sabes, esto es muy divertido...realmente divertido.- Dijo sin al tiempo que se relamía los labios. Aunque...Émile-san, no deberías fiarte así de las mujeres que pasan por tú lado.- Dijo antes de echar su flequillo a un lado, dejando que el chico pudiera observar mejor sus ojos.- La verdad es que no recuerdo haber visto tú rostro en ningún "Wanted" en el cuartel....Cierto, no se lo dije. ¿Cree que una transeúnte llevaría consigo un arma?- Preguntó divertida, al tiempo que enlazaba sus dedos con los de él.- Esto me recuerda mucho a la historia de Lilith, ¿no cree? La primera Eva que abandono el Edén y se quedo con Lucifer. Creo que sería un buen ejemplo de esto.- Dijo antes de volver a fundir sus labios con los de él.
Seguramente el chico se encontraba en aquel momento confuso, y quizá hubiera entrado en cólera también por la forma en que le había tomado por sorpresa. Después de todo, con el calentón cualquiera se acuerda de activar su Haki, ¿no? Aunque bueno, al menos podía tener la seguridad de que la chica no intentaría matarle, fuera quien fuese...sino no tenía sentido el haberse descubierto de la nada. Y también estaba el hecho de haber usado aquella comparación con Lilith. ¿No tenía curiosidad? Bueno, pronto se vería el resultado.
-Entonces...¿Te harás responsable?- Preguntó de nuevo al tiempo que posaba su dedo indice sobre su labio inferior y le guiñaba un ojo.
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Émile sonrió de nuevo al escucharla y se dispuso a pasar a la acción, cuando de repente ella mencionó lo de "hacerse responsable". Arqueó una ceja, extrañado. ¿A qué se refería? Fue entonces cuando le mostró la pistola que llevaba oculta, y la tiró lejos. Vaya, vaya, otra prueba más de que no se había equivocado. No era una simple chiquilla de pueblo que estuviese dando su paseo mañanero. Sí... tenía que convencerla como fuera de aceptar el Pacto. Mientras pensaba en esto, Haine se le tiró repentinamente encima besándolo. Totalmente pillado por sorpresa, el pirata cayó de espaldas con la chica encima. Las sugerentes palabras de ella y sus gestos hicieron que volviese a excitarse. "Creo que puedo olvidarme de la banda por unos minutos... o unas horas." Entonces ella continuó hablando, y mencionó algo que llamó la atención del pirata: Lilith. El destino era una cosa curiosa, y aquella situación era bastante irónica. Dejando eso de lado... era la primera vez que lo pillaban de aquella manera, y le apetecía vengarse al tiempo que se divertía un poco. Repentinamente levantó la cabeza y la besó con pasión, buscando su lengua con la suya. Le mordió el labio suavemente y volvió a apartarse, mirándola con deseo:
- Sabré cuidar de mi mismo - dijo, guiñándole un ojo - Y de todos modos, aunque hubieses pretendido matarme, ni estando desarmado estoy indefenso. A parte... - alzó la mano derecha y recorrió su cuello desde el hombro a la oreja con un dedo - creo que contigo no me importa correr el riesgo. Sólo lo hace más emocionante. Aunque sería una verdadera lástima tener que matarte.
Entonces, tras darle un segundo beso más fugaz, trató de agarrarla por los hombros y rodar a un lado, para quedar él encima. La miró con una sonrisa traviesa. Antes de hacer nada debía aclarar un par de cosas... quería saber si aquello se quedaría en sexo esporádico o si tenía oportunidades de llevársela consigo. La miró a los ojos y le acarició la mejilla, sonriendo de nuevo.
- Mi poder es mucho mayor al que pueda alcanzar tu imaginación. Puedo concederte miles de cosas que imagines... incluso podría llegar a concederle una segunda oportunidad a un muerto, o por supuesto arrebatarle la vida a alguien... el único precio eres tú.
Bajó su cabeza y le dio un mordisco en el cuello, con pasión. Su piel era suave y hermosa. Comenzó a recorrer su cuello con los labios, dirigiéndose a los de ella. Al llegar a estos sonrió y se apartó de nuevo. Aquello empezaba a parecer una disputa por ver quién dominaba. Y si ella estaba buscando algo así, él no iba a ceder fácilmente. No por nada era el Orgullo. No iba a venderlo tan fácilmente. Lograría dominarla, y se la llevaría a su barco. Aunque, por otro lado... si resultaba ser una competidora dura, ¿qué había de malo en ceder ante la Lujuria? Se lamió los labios y sonrió para sí ante la idea. Desde luego sería una buena manera de demostrar que valía para ello. "No mucha gente hubiese aguantado tanto tiempo sin caer en mis brazos con mi poder activo. Y Lujuria debería ser alguien capaz de controlar su deseo... así como de causarlo. Y de momento ha logrado ambas cosas."
- Me gustaría saber más sobre ti, y sobre quién eres realmente... pero me temo que ahora mismo tengo más ganas de conocerte en otro sentido - dijo, colocando su mano izquierda sobre su pecho y hundiendo el dedo en el pezón - Me intrigas, como nunca lo ha hecho ninguna mujer. Y eso me gusta.
Trataba de mantener el tipo y aparentar seguridad, pero en aquel momento luchaba por contenerse y no lanzarse ya sobre ella. Estaba muy caliente, y cada segundo que pasaba esperando era una agonía. Deseaba besarla, acariciar su cuerpo desnudo y hacérselo hasta caer ambos rendidos del agotamiento. Estaba esperando a un gesto por parte de ella, cualquier cosa, que lo invitara a comenzar de una vez. Incluso hubiese aceptado dejarla tomar las riendas... Al fin y al cabo, podría recuperar el control de la situación en cualquier momento. ¿O no?
- Sabré cuidar de mi mismo - dijo, guiñándole un ojo - Y de todos modos, aunque hubieses pretendido matarme, ni estando desarmado estoy indefenso. A parte... - alzó la mano derecha y recorrió su cuello desde el hombro a la oreja con un dedo - creo que contigo no me importa correr el riesgo. Sólo lo hace más emocionante. Aunque sería una verdadera lástima tener que matarte.
Entonces, tras darle un segundo beso más fugaz, trató de agarrarla por los hombros y rodar a un lado, para quedar él encima. La miró con una sonrisa traviesa. Antes de hacer nada debía aclarar un par de cosas... quería saber si aquello se quedaría en sexo esporádico o si tenía oportunidades de llevársela consigo. La miró a los ojos y le acarició la mejilla, sonriendo de nuevo.
- Mi poder es mucho mayor al que pueda alcanzar tu imaginación. Puedo concederte miles de cosas que imagines... incluso podría llegar a concederle una segunda oportunidad a un muerto, o por supuesto arrebatarle la vida a alguien... el único precio eres tú.
Bajó su cabeza y le dio un mordisco en el cuello, con pasión. Su piel era suave y hermosa. Comenzó a recorrer su cuello con los labios, dirigiéndose a los de ella. Al llegar a estos sonrió y se apartó de nuevo. Aquello empezaba a parecer una disputa por ver quién dominaba. Y si ella estaba buscando algo así, él no iba a ceder fácilmente. No por nada era el Orgullo. No iba a venderlo tan fácilmente. Lograría dominarla, y se la llevaría a su barco. Aunque, por otro lado... si resultaba ser una competidora dura, ¿qué había de malo en ceder ante la Lujuria? Se lamió los labios y sonrió para sí ante la idea. Desde luego sería una buena manera de demostrar que valía para ello. "No mucha gente hubiese aguantado tanto tiempo sin caer en mis brazos con mi poder activo. Y Lujuria debería ser alguien capaz de controlar su deseo... así como de causarlo. Y de momento ha logrado ambas cosas."
- Me gustaría saber más sobre ti, y sobre quién eres realmente... pero me temo que ahora mismo tengo más ganas de conocerte en otro sentido - dijo, colocando su mano izquierda sobre su pecho y hundiendo el dedo en el pezón - Me intrigas, como nunca lo ha hecho ninguna mujer. Y eso me gusta.
Trataba de mantener el tipo y aparentar seguridad, pero en aquel momento luchaba por contenerse y no lanzarse ya sobre ella. Estaba muy caliente, y cada segundo que pasaba esperando era una agonía. Deseaba besarla, acariciar su cuerpo desnudo y hacérselo hasta caer ambos rendidos del agotamiento. Estaba esperando a un gesto por parte de ella, cualquier cosa, que lo invitara a comenzar de una vez. Incluso hubiese aceptado dejarla tomar las riendas... Al fin y al cabo, podría recuperar el control de la situación en cualquier momento. ¿O no?
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-Tras la parte censurada para los menores-
La chica se mantuvo un par de minutos tumbada sobre el suave manto de hierba, jadeando. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y sus mejillas algo sonrojadas, reflejando el calor del momento, sin embargo en su rostro se dibujaba una sonrisa que mostraba...¿Satisfacción? Puede que fuera la primera vez que hacer eso le resultaba tan gratificante, cosa a favor del chico, quien todavía debía explicarle a que se refería con hacer un "pacto" con él, antes de desmadrarse como una bestia en celo...Aunque el romper sus cintas de pelo y la correa de la funda de su pistola le quitaba puntos también..."Espero que sea un caballero y me consiga otras..." Pensó antes de incorporarse, quedando sentada sobre el suelo, buscando con la mirada sus prendas para vestirse. Esa no era forma de tratar temas importantes. No señor, como dama que era debía ir bien ataviada, ¿no?
En un rápido movimiento, la joven de cabellos azabaches, tomó sus prendas y se levantó, vistiéndose de forma ágil frente al chico, quien parecía más agotado que ella, pues aún no se había levantado. Este parecía estar perdido en sus divagaciones, de las cuales solo salió al recordar algo que quizá le pudiera meter en un aprieto. "¿Anticonceptivos?" La chica terminó de atar las cintas de su corsé en el momento que el chico dijo esa palabra, apretando un poco más de la cuenta por aquello, al tiempo que trataba de contener la risa, en vano. -No tiene que preocuparse por eso Emile-san. Tengo la suerte de poder asegurarle que no voy a quedar preñada.- Dijo dedicándole una lánguida sonrisa antes de terminar de vestirse. Quizá esa fuera una de las pocas cosas buenas de la forma en que le dieron a luz. Al menos para la vida que había llevado. La joven y atractiva Haine era estéril de nacimiento. Algo que para la mayoría de mujeres que sueñan con casarse y tener una familia sería motivo de depresión, para ella cuyo único sueño es ser libre fue una bendición. Si no, nada más llegó a la pubertad hubiera quedado preñada, con todo lo que le hacían. Pero ese no era momento para pensar en esas cosas.
-Por cierto, Emile-san...Sigo sintiendo curiosidad por lo que me dijiste hace un rato...¿Cree qué podría explicarse mejor? Tal vez pudiéramos hablar de ello en algún lugar- Dijo al tiempo que colocaba su cabello, suelto, a un lado de su cabeza, haciendo que cayera por delante de su cuerpo, y colocaba su flequillo de forma que su ojo ambarino quedase oculto a la vista de los demás. Después, llamó a Rom, quien había estado durmiendo en la rama sobre la que se había posado durante todo el tiempo. "No se como es capaz de dormir tanto." Se dijo a sí misma al tiempo que una sonrisa alegre se dibujaba en su rostro, observando a la pequeña.
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Con una ligera sonrisa y la respiración algo más calmada, observó cómo Haine se levantaba y se vestía, tomándose la libertad de echarle un último vistazo a su cuerpo desnudo antes de que lo cubriese. Al fin y al cabo, ¿para qué ser caballeroso? Era el Diablo. No se iba a molestar en desviar la mirada en situaciones como aquella, más aun viendo que a Haine no parecía importarle mucho. Tras unos segundos, decidió que aunque las vistas fuesen agradables, él también debía ir vistiéndose. Era una lástima no poder quedar desnudo como antes, pero ahora no estaba solo. Y tocaba hacer negocios, para lo cuál convenía más estar al menos ligeramente presentable. Se puso una de sus camisas negras que había llevado consigo desde el barco, y los pantalones y calzoncillos de antes. Como calzado llevaba unos botines marrón oscuro. No llevaba consigo a Hades y Averno, pero tampoco las necesitaba. La lástima era que las fundas de sus pistolas eran elegantes, y le quedaban bien con la ropa. Estaba recogiendo su cesta, cuando de repente escuchó que Haine le preguntaba algo.
- Todo a su tiempo. ¿Te apetece comer y beber? Conseguiré un sitio donde no nos molesten. También podremos hablar, claro.
Acto seguido mandó una orden telepática a sus Oficiales. Debían encontrar una casa alejada, librarse de los ocupantes sin causar ninguna clase de alteración en la zona, dejarles algo para desayunar de su despensa privada y un buen vino e irse sin dejarse notar. Y remarcó el hecho de que se dieran prisa. Mientras tanto, comenzó a caminar con decisión por las afueras, como si tuviese claro a dónde se dirigían. En realidad esperaba a que le confirmasen el lugar, pero prefería mantener el secretismo. No pasó mucho antes de que le llegase un mensaje de Diego: una imagen de una casa y unas palabras: "costa noroeste, a diez minutos de la bahía que hay frente al barco." Perfecto. No esperaba menos eficiencia por parte de su élite. Para ellos, eliminar a un par de plebeyos sin dejar huellas era un juego de niños. Se puso en dirección hacia la zona indicada, con una media sonrisa.
- Digamos, por irte adelantando algunas cosas, que busco a personas... especiales, como te dije antes. Gente que destaque no sólo por sus capacidades, si no por ciertos rasgos distintivos. Concretamente siete personas contándome a mi - dijo guiñándole un ojo - Con todo lo que te he dicho antes sobre mi, ¿el número siete te dice algo?
Tras decir eso, la adelantó con una sonrisa traviesa. Ahora le tocaba a ella demostrarle su astucia y conocimientos, a ver si lograba averiguar qué tramaba. Sin embargo, por ahora tenían otra cosa a la que atender. Habían llegado al lugar, una pequeña casa de campo a pocos metros de un precipicio. El pirata se dirigió a esta y abrió la puerta con total naturalidad, encontrándola tal y como esperaba, abierta. Comenzó a abrir puertas por el rellano, hasta localizar el comedor. En este había ya en la mesa dos platos, servicio de cubiertos para ambos, un par de copas, una botella de vino, una bandeja de frutas, empanadas de diferentes clases y otras viandas. Émile dejó su cesta en la entrada de la estancia, y se acomodó en una silla.
- Como si estuvieras en tu casa - dijo, con una risa ante lo irónico de su frase - En fin... vayamos al grano. Mi nombre es Lion D. Émile, hijo del fallecido Lion D. Karl y capitán de la banda pirata Shichi no Akuma. ¿Qué busco? A los que serán mis siete oficiales de confianza... y cada uno representará uno de los siete pecados capitales.
Cogió un trozo de una empanada de carne y le dio un mordisco, deteniéndose unos segundos a disfrutar del sabor, sin prisas. Tras un par de bocados, volvió a dirigirse a Haine.
- Seguramente tendrás un montón de preguntas en mente, como qué hago buscando a esos oficiales fuera de mi tripulación o cómo estoy tan loco como para estar interesado en ti sin saber siquiera si serías leal... - sonrió con una ligera risa - Todo tiene su sentido, aunque de momento no pueda parecerlo. Tengo métodos para asegurarme la lealtad de mi gente... y como te mostré antes, no soy una persona normal. Es normal que Lucifer quiera otros seis demonios a su lado. Hay muchas otras cosas que aun debo contarte, pero antes de seguir, hay algo que debo preguntarte. ¿Hay algo que desees con todas tus fuerzas? ¿Alguna meta, o algo que ansíes y no seas capaz de obtener? - agachó ligeramente su cabeza y rostro quedó parcialmente sumido en las sombras, mientras su sonrisa se ensanchaba - Yo puedo conseguírtelo. El único precio es tu lealtad. Y créeme, estás recibiendo un trato preferente. A otras personas les impongo costes más... permanentes.
- Todo a su tiempo. ¿Te apetece comer y beber? Conseguiré un sitio donde no nos molesten. También podremos hablar, claro.
Acto seguido mandó una orden telepática a sus Oficiales. Debían encontrar una casa alejada, librarse de los ocupantes sin causar ninguna clase de alteración en la zona, dejarles algo para desayunar de su despensa privada y un buen vino e irse sin dejarse notar. Y remarcó el hecho de que se dieran prisa. Mientras tanto, comenzó a caminar con decisión por las afueras, como si tuviese claro a dónde se dirigían. En realidad esperaba a que le confirmasen el lugar, pero prefería mantener el secretismo. No pasó mucho antes de que le llegase un mensaje de Diego: una imagen de una casa y unas palabras: "costa noroeste, a diez minutos de la bahía que hay frente al barco." Perfecto. No esperaba menos eficiencia por parte de su élite. Para ellos, eliminar a un par de plebeyos sin dejar huellas era un juego de niños. Se puso en dirección hacia la zona indicada, con una media sonrisa.
- Digamos, por irte adelantando algunas cosas, que busco a personas... especiales, como te dije antes. Gente que destaque no sólo por sus capacidades, si no por ciertos rasgos distintivos. Concretamente siete personas contándome a mi - dijo guiñándole un ojo - Con todo lo que te he dicho antes sobre mi, ¿el número siete te dice algo?
Tras decir eso, la adelantó con una sonrisa traviesa. Ahora le tocaba a ella demostrarle su astucia y conocimientos, a ver si lograba averiguar qué tramaba. Sin embargo, por ahora tenían otra cosa a la que atender. Habían llegado al lugar, una pequeña casa de campo a pocos metros de un precipicio. El pirata se dirigió a esta y abrió la puerta con total naturalidad, encontrándola tal y como esperaba, abierta. Comenzó a abrir puertas por el rellano, hasta localizar el comedor. En este había ya en la mesa dos platos, servicio de cubiertos para ambos, un par de copas, una botella de vino, una bandeja de frutas, empanadas de diferentes clases y otras viandas. Émile dejó su cesta en la entrada de la estancia, y se acomodó en una silla.
- Como si estuvieras en tu casa - dijo, con una risa ante lo irónico de su frase - En fin... vayamos al grano. Mi nombre es Lion D. Émile, hijo del fallecido Lion D. Karl y capitán de la banda pirata Shichi no Akuma. ¿Qué busco? A los que serán mis siete oficiales de confianza... y cada uno representará uno de los siete pecados capitales.
Cogió un trozo de una empanada de carne y le dio un mordisco, deteniéndose unos segundos a disfrutar del sabor, sin prisas. Tras un par de bocados, volvió a dirigirse a Haine.
- Seguramente tendrás un montón de preguntas en mente, como qué hago buscando a esos oficiales fuera de mi tripulación o cómo estoy tan loco como para estar interesado en ti sin saber siquiera si serías leal... - sonrió con una ligera risa - Todo tiene su sentido, aunque de momento no pueda parecerlo. Tengo métodos para asegurarme la lealtad de mi gente... y como te mostré antes, no soy una persona normal. Es normal que Lucifer quiera otros seis demonios a su lado. Hay muchas otras cosas que aun debo contarte, pero antes de seguir, hay algo que debo preguntarte. ¿Hay algo que desees con todas tus fuerzas? ¿Alguna meta, o algo que ansíes y no seas capaz de obtener? - agachó ligeramente su cabeza y rostro quedó parcialmente sumido en las sombras, mientras su sonrisa se ensanchaba - Yo puedo conseguírtelo. El único precio es tu lealtad. Y créeme, estás recibiendo un trato preferente. A otras personas les impongo costes más... permanentes.
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-Quizá no sea mala idea ir a tomar algo.- Respondió la chica ante su invitación al tiempo que tomaba a Rom en brazos, antes de voltear par dirigirse hacia él. Una vez a su altura, ambos comenzaron a caminar según el castaño les iba guiando. ¿Era acaso de la zona? Si no, al menos parecía haber memorizado bien los lugares que había visitado. Eso o era un cuentista de primera, cosa que no sería extraña, siendo Lucifer... Aunque eso ella aún no lo sabía, pero podía hacerse una idea de ello tras haber visto sus alas, similares a las de un ángel ero de color negro. Aquello, junto a el comentario que le hizo mientras iban caminando, dejo claro cual era el propósito de todo aquello. -En resumen...estás buscando a seis personas que junto a ti equivaldrían a los siete pecados capitales.- Dijo con total naturalidad, como si sorprenderla a esas alturas de la vida fuera algo imposible. De hecho, desde que conoció a Issei-san, su capacidad para sorprenderse había ido menguando cada vez más. Leer la mente, clonarse, convertirse en un animal...¿Por qué iba a ser extraño que un demonio buscará gente pecaminosa?
"Supongo que el "interrogatorio"tendrá que esperar un poco más." Se dijo a sí misma antes de detenerse a escasos metros del umbral que daba al interior de una acogedora casa al borde del acantilado. ¿Quién iba a decir que el caminito que había escogido la llevaría hasta ese lugar? El chico se adelantó, abriendo la puerta para entrar y empezar a inspeccionar la casa. La chica tardó un poco más en adentrarse en esta, más llevada por Rom que acababa de saltar de sus brazos, seguramente sintiéndose atraída por el olor a comida que provenía de una de las estancias cuya puerta acababa de abrir Emile, quien no parecía conocer muy bien el lugar. "Esto es lo que llaman allanamiento de morada." Se dijo a sí misma al al tiempo que sonreía lánguidamente. Hacer eso no era algo que atrajera especialmente a la chica. Por mucho que fuera una agente del orden porque no le quedaba más remedio, seguía sintiendo parte de culpa, aunque solo por el hecho de que la casa en que se encontraban era humilde. Seguramente si fuera una mansión o algo por el estilo hubiera sido ella la primera en entrar de forma "espectacular" para adueñarse de esta.
Entró a la sala, siguiendo a su acompañante, y lo primero que pudo divisar fue una mesa especialmente preparada para dos comensales. La cubertería y la vajilla se encontraban impecables, y la mantelería no tenía ni una sola arruga. El chico se acomodó en una de las sillas y la chica, hizo lo propio, sentándose en la silla que había frente a su anfitrión. -Creo que me podría sentir incluso mejor que en mi propia casa.- Comentó antes de tomar con los cubiertos una de las empanadillas y empezar a cortarla, sin dejar de prestar atención al contrario en ningún momento, escuchando sus deseos y lo que le ofrecía a cambio de aceptar sus condiciones.
El rostro de la azabache se ensombreció un momento ante la pregunta de si quería algo, si había algo que realmente deseara con todas sus fuerzas. Claro que lo había. Desde hacía mucho había querido ser libre, pero para eso solo había una forma de lograrlo. -Es obvio que todas las personas desean algo, y normalmente suele ser inalcanzable.- Dijo antes de dirigir una mirada a Rom, quien maullaba en su regazo, hambrienta. -¿Sigues con hambre?- Preguntó al tiempo que le sonreía a la pequeña, antes de ofrecerle uno de los trozos de empanadilla que acababa de cortar. "Supongo que Issei-san no lo aprobaría nunca...después de estos casi cuatro años esforzándose por mí...supongo que le romperé el corazón a mi "hermano mayor" ....se lo descubre..."
-Por lo que has dicho...tengo entendido que te intereso para formar parte de tus "pecados capitales"...Aunque ni siquiera te has preocupado en preguntar si yo estaba de acuerdo o si podía unirme a ti. ¿Acaso pensaste que lograría lo que quieres solo por quién eres?...¿Y si me niego, me mataras? Aunque bueno, tampoco digo que me vaya a negar...siempre que no esté obligada a ir con vosotros en el barco...¿Y bien?-
"Supongo que el "interrogatorio"tendrá que esperar un poco más." Se dijo a sí misma antes de detenerse a escasos metros del umbral que daba al interior de una acogedora casa al borde del acantilado. ¿Quién iba a decir que el caminito que había escogido la llevaría hasta ese lugar? El chico se adelantó, abriendo la puerta para entrar y empezar a inspeccionar la casa. La chica tardó un poco más en adentrarse en esta, más llevada por Rom que acababa de saltar de sus brazos, seguramente sintiéndose atraída por el olor a comida que provenía de una de las estancias cuya puerta acababa de abrir Emile, quien no parecía conocer muy bien el lugar. "Esto es lo que llaman allanamiento de morada." Se dijo a sí misma al al tiempo que sonreía lánguidamente. Hacer eso no era algo que atrajera especialmente a la chica. Por mucho que fuera una agente del orden porque no le quedaba más remedio, seguía sintiendo parte de culpa, aunque solo por el hecho de que la casa en que se encontraban era humilde. Seguramente si fuera una mansión o algo por el estilo hubiera sido ella la primera en entrar de forma "espectacular" para adueñarse de esta.
Entró a la sala, siguiendo a su acompañante, y lo primero que pudo divisar fue una mesa especialmente preparada para dos comensales. La cubertería y la vajilla se encontraban impecables, y la mantelería no tenía ni una sola arruga. El chico se acomodó en una de las sillas y la chica, hizo lo propio, sentándose en la silla que había frente a su anfitrión. -Creo que me podría sentir incluso mejor que en mi propia casa.- Comentó antes de tomar con los cubiertos una de las empanadillas y empezar a cortarla, sin dejar de prestar atención al contrario en ningún momento, escuchando sus deseos y lo que le ofrecía a cambio de aceptar sus condiciones.
El rostro de la azabache se ensombreció un momento ante la pregunta de si quería algo, si había algo que realmente deseara con todas sus fuerzas. Claro que lo había. Desde hacía mucho había querido ser libre, pero para eso solo había una forma de lograrlo. -Es obvio que todas las personas desean algo, y normalmente suele ser inalcanzable.- Dijo antes de dirigir una mirada a Rom, quien maullaba en su regazo, hambrienta. -¿Sigues con hambre?- Preguntó al tiempo que le sonreía a la pequeña, antes de ofrecerle uno de los trozos de empanadilla que acababa de cortar. "Supongo que Issei-san no lo aprobaría nunca...después de estos casi cuatro años esforzándose por mí...supongo que le romperé el corazón a mi "hermano mayor" ....se lo descubre..."
-Por lo que has dicho...tengo entendido que te intereso para formar parte de tus "pecados capitales"...Aunque ni siquiera te has preocupado en preguntar si yo estaba de acuerdo o si podía unirme a ti. ¿Acaso pensaste que lograría lo que quieres solo por quién eres?...¿Y si me niego, me mataras? Aunque bueno, tampoco digo que me vaya a negar...siempre que no esté obligada a ir con vosotros en el barco...¿Y bien?-
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Pues vaya con la chica. No tenía un pelo de tonta, aunque eso no era novedad. Terminó su trozo de empanada y cogió una magdalena, quitándole el papel que recubría su base con cuidado para procurar que se quedase lo mínimo de ella pegado. Le dio un mordisco, saboreándola con fruición, y pensó en la mejor manera de contestarle. Era cierto que ni siquiera había pensado en la posibilidad de que rechazase su oferta, pero tenía buenos motivos para pensar así. Al fin y al cabo, le estaba ofreciendo concederle uno de sus mayores deseos sin los costes habituales. Normalmente exigía el alma del individuo como pago, estableciendo en el contrato un tiempo de calma en el que este seguiría siendo libre. Una vez transcurridos los años o meses fijados (o en ocasiones días u horas), la vida de aquella persona pasaba a pertenecerle totalmente. Émile podía decidir darle órdenes y manipularla a placer, o arrebatarle el alma para aumentar su poder y matarla en el proceso. A Haine en cambio sólo le estaba pidiendo su lealtad. Una diferencia bastante grande, aunque claro, ella no sabía nada de lo anterior.
- Estoy bastante seguro de que aceptarás, Haine-chan - dijo, con una sonrisa siniestra - Eventualmente, todos lo hacen. ¿Por qué crees que te he preguntado tu deseo? Pídemelo, y emplearé todos mis poderes para concedértelo. Y créeme, no son pocos.
Con un último bocado acabó la magdalena, y cogió la botella. Mientras esperaba la respuesta de la chica, descorchó el vino y se sirvió una generosa cantidad de este. Acto seguido se lo ofreció a ella, preparado para echárselo en la copa si aceptaba. Ciertamente, había ido un poco al grano de más ahora que lo pensaba, pero ¿importaba? Al fin y al cabo los métodos eran irrelevantes mientras sus objetivos llegasen a buen puerto. Y hablando de puertos, ¿qué era eso de no ir con ellos en el barco? Se preguntó qué pretendería la chica. Obviamente no obligaba a sus oficiales a ir siempre con él, algunos se iban durante un par de semanas o meses y luego volvían al barco. Al fin y al cabo, Émile no necesitaba que estuvieran físicamente presentes para darles órdenes o mantenerlos vigilados. Sin embargo, todo dependería de que lo pretendiese hacer Haine mientras no estuviera con ellos.
- Por supuesto, no tienes que venir siempre con nosotros. Gracias al peculiar juramento de lealtad que me harás si aceptas, podré mantener el contacto contigo aunque estés en la otra punta del mundo, lo cuál hace las cosas más fáciles en casos como el tuyo. Te explicaré los detalles al respecto una vez tenga tu respuesta. Sin embargo... - se puso algo más serio y entrecruzó los dedos de las manos frente a él - No voy preguntando a mi tripulación sobre su pasado. En mi banda no importa quién fueras ni lo que hiciste antes de entrar, con contadas excepciones. Pero eso no implica que no quiera tomar ciertas medidas. Obviamente quiero saber a qué te dedicas, y qué harás mientras no estés con nosotros. No necesito los detalles. Creo que sabes de sobra de qué clase de cosas quiero saber.
Clavó sus ojos en los de ella, y sus pupilas volvieron a volverse rojas mientras activaba su Mirada del Diablo. Mientras mantuviese aquel poder y no rompiese el contacto visual, Haine sería incapaz de mentir. Podía intentarlo, pero hacerlo o intentar jugar con las palabras para engañarle le causaría un intenso dolor. Tomar precauciones era lo más apropiado... aun no la tenía sometida al Pacto de Lealtad, así que quería evitarse sustos. Se llevó la copa de nuevo a los labios, sin desviar la mirada ni parpadear.
- Se me olvidaba. Si te niegas a aceptar, no te mataré. Pero estarás perdiendo una gran oportunidad para cumplir tus deseos... y he visto tu corazón, Haine. No eres la clase de persona que tendría escrúpulos en pactar con alguien como yo... ¿o me equivoco a caso?
Una sonrisa se dibujó de nuevo en el rostro del pirata, que se rió por lo bajo. Si todo salía bien, pronto la tendría bajo su control. A este paso completaría a los Siete Demonios pronto, y más aun si lograba localizar a Vinnie Estacado. De todos modos, con Haine y Kenneth de momento ya le sobraban tareas. Debería entrenarlos a los dos si quería convertirlos en oficiales apropiados para su banda.
- Estoy bastante seguro de que aceptarás, Haine-chan - dijo, con una sonrisa siniestra - Eventualmente, todos lo hacen. ¿Por qué crees que te he preguntado tu deseo? Pídemelo, y emplearé todos mis poderes para concedértelo. Y créeme, no son pocos.
Con un último bocado acabó la magdalena, y cogió la botella. Mientras esperaba la respuesta de la chica, descorchó el vino y se sirvió una generosa cantidad de este. Acto seguido se lo ofreció a ella, preparado para echárselo en la copa si aceptaba. Ciertamente, había ido un poco al grano de más ahora que lo pensaba, pero ¿importaba? Al fin y al cabo los métodos eran irrelevantes mientras sus objetivos llegasen a buen puerto. Y hablando de puertos, ¿qué era eso de no ir con ellos en el barco? Se preguntó qué pretendería la chica. Obviamente no obligaba a sus oficiales a ir siempre con él, algunos se iban durante un par de semanas o meses y luego volvían al barco. Al fin y al cabo, Émile no necesitaba que estuvieran físicamente presentes para darles órdenes o mantenerlos vigilados. Sin embargo, todo dependería de que lo pretendiese hacer Haine mientras no estuviera con ellos.
- Por supuesto, no tienes que venir siempre con nosotros. Gracias al peculiar juramento de lealtad que me harás si aceptas, podré mantener el contacto contigo aunque estés en la otra punta del mundo, lo cuál hace las cosas más fáciles en casos como el tuyo. Te explicaré los detalles al respecto una vez tenga tu respuesta. Sin embargo... - se puso algo más serio y entrecruzó los dedos de las manos frente a él - No voy preguntando a mi tripulación sobre su pasado. En mi banda no importa quién fueras ni lo que hiciste antes de entrar, con contadas excepciones. Pero eso no implica que no quiera tomar ciertas medidas. Obviamente quiero saber a qué te dedicas, y qué harás mientras no estés con nosotros. No necesito los detalles. Creo que sabes de sobra de qué clase de cosas quiero saber.
Clavó sus ojos en los de ella, y sus pupilas volvieron a volverse rojas mientras activaba su Mirada del Diablo. Mientras mantuviese aquel poder y no rompiese el contacto visual, Haine sería incapaz de mentir. Podía intentarlo, pero hacerlo o intentar jugar con las palabras para engañarle le causaría un intenso dolor. Tomar precauciones era lo más apropiado... aun no la tenía sometida al Pacto de Lealtad, así que quería evitarse sustos. Se llevó la copa de nuevo a los labios, sin desviar la mirada ni parpadear.
- Se me olvidaba. Si te niegas a aceptar, no te mataré. Pero estarás perdiendo una gran oportunidad para cumplir tus deseos... y he visto tu corazón, Haine. No eres la clase de persona que tendría escrúpulos en pactar con alguien como yo... ¿o me equivoco a caso?
Una sonrisa se dibujó de nuevo en el rostro del pirata, que se rió por lo bajo. Si todo salía bien, pronto la tendría bajo su control. A este paso completaría a los Siete Demonios pronto, y más aun si lograba localizar a Vinnie Estacado. De todos modos, con Haine y Kenneth de momento ya le sobraban tareas. Debería entrenarlos a los dos si quería convertirlos en oficiales apropiados para su banda.
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¿Así que había leído su corazón y sabía que aceptaría su propuesta sin más? ¿Tan manipulable se creía que era? Si ese era el caso, se equivocaba completamente. Ella no era la manipulada, sino la que manipula, y así ha sido siempre. Aunque...era innegable que aquella propuesta y todo ese misterio le causaban cierta curiosidad. -Es probable que haya surgido cierto interés en mi, aunque me temo que si quieres cumplir mi deseo, pero no te interesa mi pasado, no podré decirte que es lo que quiero.- Contestó al tiempo que tomaba la copa de vino con delicadeza y la inclinaba, indicando al chico que le pusiera un poco. No era una de sus bebidas favoritas, pero tampoco le desagradaba. Además, hubiera sido una falta de educación rechazar su ofrecimiento.
-Aunque supongo que podría ir contestando a algunas tus preguntas.- Dijo al tiempo que balanceaba la copa con un suave movimiento de muñeca, haciendo que el vino recorriera sus paredes, aunque sin llegar a salir de estas. Antes de llevar el recipiente a sus labios y empapar su boca con el líquido. Tras dar un trago a su bebida, dejo la copa sobre la misa y se relamió el labio inferior, limpiadolo así de un par de gotas que habían quedado sobre este. -Aunque...espero que no me intente matar después, Emile-san- Comentó al tiempo que reía por lo bajo. -Entenderá que, si se lo digo es porque entiendo que tiene cierto interés en mi, y eso hace que mí vida no corra peligro...de momento.- Tras decir eso, su sonrisa se desdibujo, mostrándose en ella un rostro serio, con el ceño levemente fruncido. -Aunque sea increíble el que no le reconociera, sabiendo que es un hombre buscado y de gran valor...Soy un miembro de la agencia del gobierno conocida como el Cipher Pol, y como tal es más que obvio que no revelaría mi identidad a cualquiera...menos aún a un pirata buscado...Sin embargo...- La chica de cabello azabache hizo una pequeña pausa para tomar otro sorbo. -Sin embargo...Yo no siento interés alguno en el gobierno...al menos no como agente fiel a este. Pero hay algo que he de lograr en este antes de poder cumplir mi objetivo...Entonces, ¿qué tal si hacemos un pequeño pacto?-
Dicho esto, la chica se reclinó sobre su asiento, apartando su flequillo mientras lo hacía, de forma que ambos ojos se fijaran en los del chico, de color carmesí. Quien parecía tratar de influir con ellos en ella. De hecho, le sorprendía bastante el haber dicho todo aquello con tanta soltura, por mucho que no temiera contárselo...Y estuvo a nada de detallar que era lo que realmente deseaba, pero "se mordió la lengua" para no hacerlo. Tampoco era algo que le incumbiera, ¿no? Ahora solo faltaba esperar su reacción ante lo dicho...así como su respuesta.
-Aunque supongo que podría ir contestando a algunas tus preguntas.- Dijo al tiempo que balanceaba la copa con un suave movimiento de muñeca, haciendo que el vino recorriera sus paredes, aunque sin llegar a salir de estas. Antes de llevar el recipiente a sus labios y empapar su boca con el líquido. Tras dar un trago a su bebida, dejo la copa sobre la misa y se relamió el labio inferior, limpiadolo así de un par de gotas que habían quedado sobre este. -Aunque...espero que no me intente matar después, Emile-san- Comentó al tiempo que reía por lo bajo. -Entenderá que, si se lo digo es porque entiendo que tiene cierto interés en mi, y eso hace que mí vida no corra peligro...de momento.- Tras decir eso, su sonrisa se desdibujo, mostrándose en ella un rostro serio, con el ceño levemente fruncido. -Aunque sea increíble el que no le reconociera, sabiendo que es un hombre buscado y de gran valor...Soy un miembro de la agencia del gobierno conocida como el Cipher Pol, y como tal es más que obvio que no revelaría mi identidad a cualquiera...menos aún a un pirata buscado...Sin embargo...- La chica de cabello azabache hizo una pequeña pausa para tomar otro sorbo. -Sin embargo...Yo no siento interés alguno en el gobierno...al menos no como agente fiel a este. Pero hay algo que he de lograr en este antes de poder cumplir mi objetivo...Entonces, ¿qué tal si hacemos un pequeño pacto?-
Dicho esto, la chica se reclinó sobre su asiento, apartando su flequillo mientras lo hacía, de forma que ambos ojos se fijaran en los del chico, de color carmesí. Quien parecía tratar de influir con ellos en ella. De hecho, le sorprendía bastante el haber dicho todo aquello con tanta soltura, por mucho que no temiera contárselo...Y estuvo a nada de detallar que era lo que realmente deseaba, pero "se mordió la lengua" para no hacerlo. Tampoco era algo que le incumbiera, ¿no? Ahora solo faltaba esperar su reacción ante lo dicho...así como su respuesta.
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Émile sonrió para sí. ¿Así que una agente del Cipher Pol que no guardaba lealtad hacia estos? Maravilloso, desde luego. Había ido a topar con una auténtica joya en bruto. Hubiese sospechado de una trampa si no fuese porque su Mirada del Diablo estaba activa, impidiendo a Haine mentir. Y parecía dispuesta a cerrar el trato... definitivamente algo le interesaba, y estaba seguro de poder proporcionárselo. Por supuesto, no era un problema que fuese una agente del CP mientras les pasase información de la agencia gubernamental. Y mientras fuese leal, pero de eso se ocuparía el Pacto. Con una sonrisa seductora, alzó la copa frente a ella y dio un sorbo.
- Brindo por ti. Como esperaba, eres justo lo que buscaba. No me equivoqué al proponértelo a ti... - su sonrisa se ensanchó - Aunque has malinterpretado mis palabras. Nunca he dicho que no me interese tu pasado, tan sólo que no tienes por qué revelármelo mientras no comprometa a la banda. Si es algo relacionado a tu deseo, entonces quiero escuchar lo que tengas que decir.
Se recostó en su asiento, evaluándola con la mirada. Por lo que tenía entendido y había podido comprobar con Etsu, los agentes del CP estaban entrenados en el arte marcial del rokushiki. Así pues, sería una gran adquisición para la banda. Les serviría de espía, informadora y asesina... y siempre era agradable a la vista tener mujeres hermosas cerca. Más aun una como ella, tan buena y fiera en la cama. Realmente era un peligro para cualquiera que estuviera cerca... di no fuese por sus poderes, sería una auténtica locura intentar reclutarla. Podría haberle seducido para manipularle a su gusto. Sin embargo, su Pacto impediría cualquier clase de traición, y hasta entonces su Mirada del Diablo le prevendría de posibles engaños.
- Que seas una agente del CP no hace si no incrementar mis ganas de conseguir que te vengas conmigo. Tan sólo plantea tu proposición, y si así lo ves conveniente, tu deseo.
¿Qué se traería ella entre manos? Por un lado se había negado a contarle su deseo, pero por otro había mencionado un pacto. Comenzaba a intrigarle lo que pudiera tener en mente. La observó con curiosidad, llevándose una tostada con mermelada a la boca. ¿Habría alguna clase de engaño tras todo aquello? ¿Alguien que conociese sus planes jugando con él? Todo estaba saliendo demasiado bien. Dos Pecados en menos de veinticuatro horas. Le preocupaba que no fuera fruto de la casualidad o del destino, si no el plan de alguien. Por otro lado, era altamente improbable dado que la única persona que conocía de sus intenciones había pronunciado el Pacto de Lealtad. Era improbable que fuese un plan de un tercero para tratar de embaucarle.
- Brindo por ti. Como esperaba, eres justo lo que buscaba. No me equivoqué al proponértelo a ti... - su sonrisa se ensanchó - Aunque has malinterpretado mis palabras. Nunca he dicho que no me interese tu pasado, tan sólo que no tienes por qué revelármelo mientras no comprometa a la banda. Si es algo relacionado a tu deseo, entonces quiero escuchar lo que tengas que decir.
Se recostó en su asiento, evaluándola con la mirada. Por lo que tenía entendido y había podido comprobar con Etsu, los agentes del CP estaban entrenados en el arte marcial del rokushiki. Así pues, sería una gran adquisición para la banda. Les serviría de espía, informadora y asesina... y siempre era agradable a la vista tener mujeres hermosas cerca. Más aun una como ella, tan buena y fiera en la cama. Realmente era un peligro para cualquiera que estuviera cerca... di no fuese por sus poderes, sería una auténtica locura intentar reclutarla. Podría haberle seducido para manipularle a su gusto. Sin embargo, su Pacto impediría cualquier clase de traición, y hasta entonces su Mirada del Diablo le prevendría de posibles engaños.
- Que seas una agente del CP no hace si no incrementar mis ganas de conseguir que te vengas conmigo. Tan sólo plantea tu proposición, y si así lo ves conveniente, tu deseo.
¿Qué se traería ella entre manos? Por un lado se había negado a contarle su deseo, pero por otro había mencionado un pacto. Comenzaba a intrigarle lo que pudiera tener en mente. La observó con curiosidad, llevándose una tostada con mermelada a la boca. ¿Habría alguna clase de engaño tras todo aquello? ¿Alguien que conociese sus planes jugando con él? Todo estaba saliendo demasiado bien. Dos Pecados en menos de veinticuatro horas. Le preocupaba que no fuera fruto de la casualidad o del destino, si no el plan de alguien. Por otro lado, era altamente improbable dado que la única persona que conocía de sus intenciones había pronunciado el Pacto de Lealtad. Era improbable que fuese un plan de un tercero para tratar de embaucarle.
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La chica respondió a su sonrisa con otra, al tiempo que se cruzaba de piernas y acomodaba en la silla. Ahora era cuando ella tenía que decidir si contarle quien era en realidad y con ello su deseo, algo que solo conocía una persona de momento, Issei, y que descubrió mirando en su mente. Aún no había perdonado eso al que ahora era como su hermano. También podía negarse, aunque hubiera captado su interés... Ya que dicho pacto haría que se atase otra vez. ¿No haría eso que su libertad se perdiera? Aunque bueno...hay gente que piensa que la libertad consiste en ser capaz de atarse a quien uno mismo desee. "Lo siento...Issei." Pensó sintiéndose culpable por lo que iba a hacer. Tan solo esperaba que la perdonase por ello algún día. -Bien...Émile-san, te diré mi deseo, el cual creo que entenderás una vez conozcas parte de mi pasado.- Dijo antes de empezar a relatar su vida, de forma resumida. Tampoco tenía porque contarle lo que había comido ayer ni nada por el estilo.
-Mi nombre es Haine Kodoku, soy la hija de una mujer descendiente de una familia con lazos de sangre de los primeros nobles mundiales, aunque esta no forma parte de ellos, mi padre por otro lado es un miembro del CP...Y el motivo de que yo esté en dicha organización...aunque no por los motivos que cualquiera pensaría. Al contrario de lo que suele ser una familia, la mía siempre ha estado dividida...aunque sería mejor decir que nunca existió para mí, al fin y al cabo, yo nací con el único objetivo de intentar salvar la vida de el que un día fue mi hermano. Por increíble que resulte, yo sobreviví y el pereció al cabo de unos años después de mi nacimiento. Desde aquello, digamos que fueron sucediendo distintos acontecimientos que me hicieron querer escapar...Pero por la situación en la que me encontraba era imposible...y aún sigue siéndolo.- Se detuvo un instante, aprovechando así para tomar un trago de vino, humedeciendo así su garganta antes de seguir con su relato. -Sin embargo, en cierto momento encontré algo que podría servirme para escapar de aquella "prisión", jugandome todo a esa carta. "si gano seré libre, si pierdo...no volveré a ver la luz del sol." Por ello entré a la Cihper Pol...Para hacerme más fuerte y así poder matar a mi padre.- Afirmó al tiempo que centraba sus ojos en su acompañante, intentando descubrir por su expresión, que pensaba de todo aquello. -No se equivoque... no quiero esto solo por venganza...Lo único que busco es mi libertad...¿ Y qué mejor forma de conseguirla que traicionando al gobierno? Si hay una recompensa por mi cabeza? Así ni siquiera el poder de mi madre serviría de algo.- Tomó otro sorbo a la bebida. -Aunque es obvio que no podría hacer eso sin ayuda... Y bien, Émile-san...¿Cumplirás mí deseo? -
-Mi nombre es Haine Kodoku, soy la hija de una mujer descendiente de una familia con lazos de sangre de los primeros nobles mundiales, aunque esta no forma parte de ellos, mi padre por otro lado es un miembro del CP...Y el motivo de que yo esté en dicha organización...aunque no por los motivos que cualquiera pensaría. Al contrario de lo que suele ser una familia, la mía siempre ha estado dividida...aunque sería mejor decir que nunca existió para mí, al fin y al cabo, yo nací con el único objetivo de intentar salvar la vida de el que un día fue mi hermano. Por increíble que resulte, yo sobreviví y el pereció al cabo de unos años después de mi nacimiento. Desde aquello, digamos que fueron sucediendo distintos acontecimientos que me hicieron querer escapar...Pero por la situación en la que me encontraba era imposible...y aún sigue siéndolo.- Se detuvo un instante, aprovechando así para tomar un trago de vino, humedeciendo así su garganta antes de seguir con su relato. -Sin embargo, en cierto momento encontré algo que podría servirme para escapar de aquella "prisión", jugandome todo a esa carta. "si gano seré libre, si pierdo...no volveré a ver la luz del sol." Por ello entré a la Cihper Pol...Para hacerme más fuerte y así poder matar a mi padre.- Afirmó al tiempo que centraba sus ojos en su acompañante, intentando descubrir por su expresión, que pensaba de todo aquello. -No se equivoque... no quiero esto solo por venganza...Lo único que busco es mi libertad...¿ Y qué mejor forma de conseguirla que traicionando al gobierno? Si hay una recompensa por mi cabeza? Así ni siquiera el poder de mi madre serviría de algo.- Tomó otro sorbo a la bebida. -Aunque es obvio que no podría hacer eso sin ayuda... Y bien, Émile-san...¿Cumplirás mí deseo? -
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Émile escuchó su historia con un brillo extraño en su mirada, ocultando su creciente satisfacción. Sí... el resentimiento y la rabia eran la clase de sentimientos que él podía entender, y de los que se podía beneficiar. Definitivamente no sólo había encontrado a la persona idónea, si no que las circunstancias eran las ideales para lograr que aceptase el Pacto. Y la libertad... bueno, él podía dársela. Al fin y al cabo, mientras no le perjudicase ni fuese contra la banda, permitía a su gente hacer lo que quisiera. Realmente Haine tenía mucho que ganar uniéndose a él. Ganaba la protección de un capitán pirata poderoso una vez traicionase al Gobierno, además de un aliado cuando asesinase a su padre.
- Puedo darte la libertad que ansias. Ven conmigo, y no sólo te ayudaré a vengarte y a romper tus cadenas; te liberaré del miedo. Te entrenaré en persona para que seas tan fuerte que nunca más debas temer a que te arrebaten tu libertad. Y el Gobierno no podrá tomar represalias contra ti, porque además de enseñarte a defenderte por ti misma, tendrás la ayuda de toda la banda.
Se levantó y comenzó a pasearse por la habitación, pensando en cuáles serían sus siguientes palabras. No tardó demasiado en continuar su discurso.
- El Gobierno es mi enemigo. Me arrebató a mi padre, y trataron de asesinar ante mi a un... antiguo amigo. Estaré más que encantado de ayudarte contra ellos, y de asegurarme de que cumplas tu venganza. A cambio, te pido lealtad, y que me ayudes en mis propios propósitos. Nunca te exigiré nada más allá de que me prestes tu fuerza en mis objetivos, y por lo demás serás libre de hacer lo que veas. Como te he dicho, ni siquiera exijo que estés en el barco.
De repente recibió un mensaje telepático de Diego. Este le dijo secamente: "Te traigo algo. Estoy fuera." Émile se extrañó profundamente y dejó de hablar. ¿Qué podía haber llevado a su primer oficial a molestarle en un momento como aquel? Estaba seguro de que era muy consciente de que no querían que le molestasen, más aun después de que les hubiera pedido que armasen todo aquello. Así pues, ¿qué podía ser tan importante como para que se atreviera a importunarlo? En fin, Diego no era ningún inconsciente, y solía pensarse las cosas antes de actuar. Si allí estaba, sería por un buen motivo. "¿Qué es lo que ocurre, Diego?" le preguntó mentalmente. La respuesta no se hizo esperar: "Ha llegado "eso." Acaba de traerlo el gato." El capitán tardó unos instantes en situarse y recordar a qué se refería Diego con "eso." Sin embargo, en cuanto se dio cuenta, esbozó una fiera sonrisa de triunfo y comenzó a dirigirse hacia la puerta.
- Por favor, aguarda aquí. Acabo de recibir un mensaje, y tengo que resolver un asunto. No tardaré nada.
Al fin... aquellas preciosidades, en sus manos. Si eran tan poderosas como le habían contado, con ellas se volvería imparable. "Está siendo un día magnífico. Una nueva Demonio, una agradable sesión de sexo en la hierba y las mejores pistolas que hubiera podido desear caen en mis manos." Salió del comedor, conteniéndose para no comenzar a reírse de pura alegría, y se dirigió a pasos rápidos hacia la puerta principal. ¿Qué hacía tan feliz a Émile? ¿Qué tenían aquellas pistolas que le llevaba Diego de especial? Pues eran nada más ni nada menos que las armas originales en las que se habían inspirado para hacer a Hades y a Averno, las dos armas del joven pirata. Sin embargo, al lado de sus originales eran casi juguetes, pistolas de feria. Aquellas dos habían sido armas fabricadas especialmente para un antiguo aliado del Gobierno, hacía ya más de medio siglo. A partir de ellas había comenzado a hacerse armas de fuego que canalizaban la propia energía del cuerpo, pero ninguna llegaba al nivel de las dos primeras. Se perdió el paradero de estas con la muerte de su propietario original, pero tras un chivatazo de su buen amigo Garoon de que estaban en manos de un terrateniente del West Blue, envió a uno de sus diez oficiales a buscarlas. El elegido fue Carlos "el Pardo", el gato parlante de su tripulación, un experto en infiltración y robos. Esperaba que tuviese éxito, pero había preferido no hacerse ilusiones, sabiendo que el rumor podría ser falso, o tratarse de unas pistolas diferentes. Sin embargo, no se había equivocado.
- Buen trabajo, Pardo - murmuró, al tiempo que lo decía telepáticamente a su oficial.
Como respuesta, obtuvo lo que parecía un "ronroneo telepático". Supuso que sería la manera del gato de decirle que estaba conforme con el cumplido, y que lo habría pillado en una de sus partidas de póker. Abrió la puerta de la casa, para encontrarse con Diego frente a esta sujetando un maletín metálico. En cuanto vio a Émile, se lo ofreció con su habitual actitud desapasionada y tranquila. Incapaz de contener la emoción, el joven agarró la caja y le quitó los cierres apresuradamente, abriéndola. Retiró un paño que cubría el contenido, revelando dos hermosas pistolas negras con marcas rojas, dos cuchillas de los mismos colores que las armas bajo los cañones y con caras demoníacas en la boca de estos. No podían ser más perfectas para él, y tenía los nombres perfectos.
- Desde hoy serán Estigia y Tártaro - declaró, observándolas con codicia y deleite - Gracias por traérmelas, Diego. Ya puedes irte.
Extrajo ambas armas del maletín y le devolvió este a su oficial. Acto seguido, se las guardó en el interior de la ropa, enganchando los cañones por dentro del pantalón y cubriéndolas con la camisa, y volvió a entrar en la casa. Tratando de calmar su creciente emoción y sus ansias por probarlas, volvió a entrar en el comedor y miró a Haine. La alegría y sus emociones desatadas volvieron a despertar su deseo. ¿Por qué no darse un gusto para celebrar la adquisición? Se acercó a ella, mientras decía:
- Disculpa por la interrupción, tenía algo importante que hacer. Como te decía, haré todo lo posible por cumplir tu deseo. Todo lo que tienes que hacer es jurarme lealtad y aceptar llevar mi marca. Esta nos permitirá comunicarnos sin importar lo lejos que estemos, me avisará si intentas traicionarme o si estás en peligro y me permitirá ayudarte en tus combate, aumentando tus capacidades físicas... entre otras cosas. Obviamente también me asegura tu lealtad, pero irá implícito en la promesa que no emplearé el Pacto para darte órdenes que no conciernan a la banda. Y por supuesto, en cualquier momento puedes rechazar el Pacto y romperlo, perdiendo la marca. Por supuesto, a menos que hubiese un motivo excepcionalmente bueno para ello esto supondría que te ganarías mi enemistad. Pero no creo que tengamos que llegar a eso nunca...
A medida iba hablando se fue acercando a ella. Apoyó el brazo en el respaldo de su asiento, y continuó hablándole a su lado. Mientras pronunciaba las últimas palabras se acercó bastante a la chica, dejando que notase su cálido aliento en su cuello. Entonces le dio un juguetón mordisco en el lóbulo, y le susurró al oído:
- ...al fin y al cabo, creo que nos llevaremos bastante bien, Haine-chan.
- Puedo darte la libertad que ansias. Ven conmigo, y no sólo te ayudaré a vengarte y a romper tus cadenas; te liberaré del miedo. Te entrenaré en persona para que seas tan fuerte que nunca más debas temer a que te arrebaten tu libertad. Y el Gobierno no podrá tomar represalias contra ti, porque además de enseñarte a defenderte por ti misma, tendrás la ayuda de toda la banda.
Se levantó y comenzó a pasearse por la habitación, pensando en cuáles serían sus siguientes palabras. No tardó demasiado en continuar su discurso.
- El Gobierno es mi enemigo. Me arrebató a mi padre, y trataron de asesinar ante mi a un... antiguo amigo. Estaré más que encantado de ayudarte contra ellos, y de asegurarme de que cumplas tu venganza. A cambio, te pido lealtad, y que me ayudes en mis propios propósitos. Nunca te exigiré nada más allá de que me prestes tu fuerza en mis objetivos, y por lo demás serás libre de hacer lo que veas. Como te he dicho, ni siquiera exijo que estés en el barco.
De repente recibió un mensaje telepático de Diego. Este le dijo secamente: "Te traigo algo. Estoy fuera." Émile se extrañó profundamente y dejó de hablar. ¿Qué podía haber llevado a su primer oficial a molestarle en un momento como aquel? Estaba seguro de que era muy consciente de que no querían que le molestasen, más aun después de que les hubiera pedido que armasen todo aquello. Así pues, ¿qué podía ser tan importante como para que se atreviera a importunarlo? En fin, Diego no era ningún inconsciente, y solía pensarse las cosas antes de actuar. Si allí estaba, sería por un buen motivo. "¿Qué es lo que ocurre, Diego?" le preguntó mentalmente. La respuesta no se hizo esperar: "Ha llegado "eso." Acaba de traerlo el gato." El capitán tardó unos instantes en situarse y recordar a qué se refería Diego con "eso." Sin embargo, en cuanto se dio cuenta, esbozó una fiera sonrisa de triunfo y comenzó a dirigirse hacia la puerta.
- Por favor, aguarda aquí. Acabo de recibir un mensaje, y tengo que resolver un asunto. No tardaré nada.
Al fin... aquellas preciosidades, en sus manos. Si eran tan poderosas como le habían contado, con ellas se volvería imparable. "Está siendo un día magnífico. Una nueva Demonio, una agradable sesión de sexo en la hierba y las mejores pistolas que hubiera podido desear caen en mis manos." Salió del comedor, conteniéndose para no comenzar a reírse de pura alegría, y se dirigió a pasos rápidos hacia la puerta principal. ¿Qué hacía tan feliz a Émile? ¿Qué tenían aquellas pistolas que le llevaba Diego de especial? Pues eran nada más ni nada menos que las armas originales en las que se habían inspirado para hacer a Hades y a Averno, las dos armas del joven pirata. Sin embargo, al lado de sus originales eran casi juguetes, pistolas de feria. Aquellas dos habían sido armas fabricadas especialmente para un antiguo aliado del Gobierno, hacía ya más de medio siglo. A partir de ellas había comenzado a hacerse armas de fuego que canalizaban la propia energía del cuerpo, pero ninguna llegaba al nivel de las dos primeras. Se perdió el paradero de estas con la muerte de su propietario original, pero tras un chivatazo de su buen amigo Garoon de que estaban en manos de un terrateniente del West Blue, envió a uno de sus diez oficiales a buscarlas. El elegido fue Carlos "el Pardo", el gato parlante de su tripulación, un experto en infiltración y robos. Esperaba que tuviese éxito, pero había preferido no hacerse ilusiones, sabiendo que el rumor podría ser falso, o tratarse de unas pistolas diferentes. Sin embargo, no se había equivocado.
- Buen trabajo, Pardo - murmuró, al tiempo que lo decía telepáticamente a su oficial.
Como respuesta, obtuvo lo que parecía un "ronroneo telepático". Supuso que sería la manera del gato de decirle que estaba conforme con el cumplido, y que lo habría pillado en una de sus partidas de póker. Abrió la puerta de la casa, para encontrarse con Diego frente a esta sujetando un maletín metálico. En cuanto vio a Émile, se lo ofreció con su habitual actitud desapasionada y tranquila. Incapaz de contener la emoción, el joven agarró la caja y le quitó los cierres apresuradamente, abriéndola. Retiró un paño que cubría el contenido, revelando dos hermosas pistolas negras con marcas rojas, dos cuchillas de los mismos colores que las armas bajo los cañones y con caras demoníacas en la boca de estos. No podían ser más perfectas para él, y tenía los nombres perfectos.
- Desde hoy serán Estigia y Tártaro - declaró, observándolas con codicia y deleite - Gracias por traérmelas, Diego. Ya puedes irte.
Extrajo ambas armas del maletín y le devolvió este a su oficial. Acto seguido, se las guardó en el interior de la ropa, enganchando los cañones por dentro del pantalón y cubriéndolas con la camisa, y volvió a entrar en la casa. Tratando de calmar su creciente emoción y sus ansias por probarlas, volvió a entrar en el comedor y miró a Haine. La alegría y sus emociones desatadas volvieron a despertar su deseo. ¿Por qué no darse un gusto para celebrar la adquisición? Se acercó a ella, mientras decía:
- Disculpa por la interrupción, tenía algo importante que hacer. Como te decía, haré todo lo posible por cumplir tu deseo. Todo lo que tienes que hacer es jurarme lealtad y aceptar llevar mi marca. Esta nos permitirá comunicarnos sin importar lo lejos que estemos, me avisará si intentas traicionarme o si estás en peligro y me permitirá ayudarte en tus combate, aumentando tus capacidades físicas... entre otras cosas. Obviamente también me asegura tu lealtad, pero irá implícito en la promesa que no emplearé el Pacto para darte órdenes que no conciernan a la banda. Y por supuesto, en cualquier momento puedes rechazar el Pacto y romperlo, perdiendo la marca. Por supuesto, a menos que hubiese un motivo excepcionalmente bueno para ello esto supondría que te ganarías mi enemistad. Pero no creo que tengamos que llegar a eso nunca...
A medida iba hablando se fue acercando a ella. Apoyó el brazo en el respaldo de su asiento, y continuó hablándole a su lado. Mientras pronunciaba las últimas palabras se acercó bastante a la chica, dejando que notase su cálido aliento en su cuello. Entonces le dio un juguetón mordisco en el lóbulo, y le susurró al oído:
- ...al fin y al cabo, creo que nos llevaremos bastante bien, Haine-chan.
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El que prácticamente se había convertido en su capitán, parecía más que...¿Satisfecho? Con su historia, cosa que causaba confusión en la joven. Si bien entendía que su deseo de ser libre y la forma en que deseaba lograrlo sin duda agradaría a un pirata...A veces se sentía mal por haberse vuelto así...Pero eso era en aquel momento y, si debía ser egoísta para seguir viviendo y poder vivir como deseara, así lo haría. "¿Un pacto?...Bueno, dudo que este pacto sea peor que el que hice con esa mujer..." Pensó mientras escuchaba lo que tenía que decir su anfitrión, quien interrumpió su discurso al ser avisado de algo por un miembro de su tripulación, pero...¿de qué? Era más que obvio el hecho de que la chica sentía curiosidad de como habían logrado comunicarse sin un Den Den Mushi o si no era un truco para ir a pensar cuales serían sus próximas palabras.
-Claro, no se preocupe Émile-san. No pienso marcharme de esta sala.- Contestó, dedicándole una sonrisa lánguida mientras observaba como se dirigía a la puerta, abriéndola de par en par y sin preocuparse en cerrar al salir. Si en verdad era un mensaje de sus subordinados...¿Qué podía haber hecho al castaño salir tan apresurado? -Bueno, ya me demostró que era una persona acelerada y que se emociona con facilidad...- Dijo en voz alta, sin poder contener la risa. -En verdad es una persona divertida, me pregunto como será desde más cerca...aunque bueno, tampoco es que pueda acercarme mucho a él...a no ser...- Siguió divagando en sus pensamientos, planteándose como lograr que el CP no interfiriera en su trato y poder pasar más tiempo en el barco de Émile. -Siempre podemos jugar a los agentes dobles, ¿no?-
Los minutos pasaron y el chico regresó frente a ella, disculpándose por haber tardado, antes de retomar su discurso, acercándose hasta donde se encontraba, apoyando uno de los brazos sobre el respaldo de la silla, como si pretendiera acorralarla, provocando con trucos como el dejar que su aliento acariciara su pálida piel, o morderle la oreja, cosa que saco una sonrisa a la chica. -Concuerdo en que nos llevaremos realmente bien, Émile-san...¿O debería decir capitán?- Susurró en su oído justo antes de morderle el cuello, con las mismas intenciones que el mordisco que le dio él antes.
-Claro, no se preocupe Émile-san. No pienso marcharme de esta sala.- Contestó, dedicándole una sonrisa lánguida mientras observaba como se dirigía a la puerta, abriéndola de par en par y sin preocuparse en cerrar al salir. Si en verdad era un mensaje de sus subordinados...¿Qué podía haber hecho al castaño salir tan apresurado? -Bueno, ya me demostró que era una persona acelerada y que se emociona con facilidad...- Dijo en voz alta, sin poder contener la risa. -En verdad es una persona divertida, me pregunto como será desde más cerca...aunque bueno, tampoco es que pueda acercarme mucho a él...a no ser...- Siguió divagando en sus pensamientos, planteándose como lograr que el CP no interfiriera en su trato y poder pasar más tiempo en el barco de Émile. -Siempre podemos jugar a los agentes dobles, ¿no?-
Los minutos pasaron y el chico regresó frente a ella, disculpándose por haber tardado, antes de retomar su discurso, acercándose hasta donde se encontraba, apoyando uno de los brazos sobre el respaldo de la silla, como si pretendiera acorralarla, provocando con trucos como el dejar que su aliento acariciara su pálida piel, o morderle la oreja, cosa que saco una sonrisa a la chica. -Concuerdo en que nos llevaremos realmente bien, Émile-san...¿O debería decir capitán?- Susurró en su oído justo antes de morderle el cuello, con las mismas intenciones que el mordisco que le dio él antes.
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Con una sonrisa, se dejó hacer, disfrutando de la sensación. Entonces se apartó de repente de ella y le hizo un gesto para que se levantara. Era la hora de realizar el juramento. La observó con solemnidad y alzó la mano derecha mientras esta comenzaba a brillarle con intensidad. Tuvo un breve flashback de la noche anterior, cuando hizo a Kenneth realizar el mismo ritual. Todo estaba marchando sobre ruedas... pronto tendría su segundo pecado, y estaría un paso más cerca de completar sus planes. Cuántas noches habría pasado en vela planeando todo aquello, preparando su venganza contra el mundo. Sería el portador de la destrucción, aquel que llevase a los tenryuubitos a su inevitable final, completando la obra de su padre. Sus ojos de volvieron rojos de nuevo, como preludio de lo que estaba por suceder.
- A partir del día de hoy, eres la emisaria de mi Deseo en el mundo. Yo te bautizo como Lilith, demonio de la Lujuria. Que nada nunca se interponga en tus designios.
El joven cerró los ojos y se estremeció por un instante. Cuando los abrió, se habían vuelto totalmente negros excepto por el rojizo iris. Dos alas negras surgieron a su espalda, y en su frente brilló un símbolo: un pentáculo invertido. Entonces apoyó la mano derecha sobre la cabeza de Haine, y comenzó a recitar:
- ¿Juras servirme con lealtad, protegerme y obedecerme, así como respetar y defender a todos los que yo tome bajo mi protección? ¿Juras perseguir y dar muerte a todo aquel que me desee algún mal? ¿Y juras aceptar mi marca, no liberarte de ella si yo no te lo ordeno y por último, perseguir a nuestros enemigos los Tenryuubitos allá donde se hallen?
La estancia se iluminó con la intensa luz que despedía su mano, mientras se completaba el ritual. Una vez Haine hubiera dicho que sí, apoyaría la mano en la base de su columna para ponerle la marca, en su espalda, y proclamaría:
- Per potestas mea, ego baptizo te Lilith.
Un nuevo Pecado había sido creado.
- A partir del día de hoy, eres la emisaria de mi Deseo en el mundo. Yo te bautizo como Lilith, demonio de la Lujuria. Que nada nunca se interponga en tus designios.
El joven cerró los ojos y se estremeció por un instante. Cuando los abrió, se habían vuelto totalmente negros excepto por el rojizo iris. Dos alas negras surgieron a su espalda, y en su frente brilló un símbolo: un pentáculo invertido. Entonces apoyó la mano derecha sobre la cabeza de Haine, y comenzó a recitar:
- ¿Juras servirme con lealtad, protegerme y obedecerme, así como respetar y defender a todos los que yo tome bajo mi protección? ¿Juras perseguir y dar muerte a todo aquel que me desee algún mal? ¿Y juras aceptar mi marca, no liberarte de ella si yo no te lo ordeno y por último, perseguir a nuestros enemigos los Tenryuubitos allá donde se hallen?
La estancia se iluminó con la intensa luz que despedía su mano, mientras se completaba el ritual. Una vez Haine hubiera dicho que sí, apoyaría la mano en la base de su columna para ponerle la marca, en su espalda, y proclamaría:
- Per potestas mea, ego baptizo te Lilith.
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Émile indicó que debía levantarse y ella así lo hizo, suponiendo que era hora de cerrar el acuerdo que habían pactado. Y exactamente, de eso parecía tratar todo aquello. El chico levantó la mano derecha y comenzó con su rito, pronunciado que debería cumplir para que el trato se cerrara. Debía jurarle lealtad, ayudar a su causa, defenderle...No era distinto a lo que solían tener que prometer al gobierno. Pero la diferencia estaba en que aceptando aquello, por lo demás sería libre una ve terminara lo que pretendía hacer desde que entró en el cp...Y también podría pasar más tiempo al cuidado de Rom. Si eso era lo que hacía falta para lograrlo, firmar un pacto con el diablo no era tan grave...Aunque, todavía le dolía pensar en su "hermano" y en otras personas a las que debería dejar atrás... "Da igual como lo mires, tarde o temprano les hubieras tenido que abandonar por tu cuenta, así solo estas ganando otro lugar al que poder regresar tras esa despedida." Se dijo a sí misma.
-Lo juro.- Contestó decidida, tras lo que su mano se poso sobre su espalda. Esta parecía arder mientras el símbolo de la persona a la que ahora le debía lealtad se marcaba. Ya estaba hecho, ahora era un pecado, Lilith. Quizá ese apodo fuera demasiado acertado para ella. Traicionando a los supuestos buenos para marcharse con el mismísimo demonio.
Ahora solo quedaba una cosa por hacer. Que Émile le explicará como poder comunicarse con él y planear la mentira que inventaría para el Cipher Pol. De esa forma podría ir de un bando a otro con mayor libertad. Además de poder aprovechar lo que ambos lados le ofrecían. Era una situación demasiado buena para sus objetivos. "Esperemos que las cosas no se tuerzan."
-Lo juro.- Contestó decidida, tras lo que su mano se poso sobre su espalda. Esta parecía arder mientras el símbolo de la persona a la que ahora le debía lealtad se marcaba. Ya estaba hecho, ahora era un pecado, Lilith. Quizá ese apodo fuera demasiado acertado para ella. Traicionando a los supuestos buenos para marcharse con el mismísimo demonio.
Ahora solo quedaba una cosa por hacer. Que Émile le explicará como poder comunicarse con él y planear la mentira que inventaría para el Cipher Pol. De esa forma podría ir de un bando a otro con mayor libertad. Además de poder aprovechar lo que ambos lados le ofrecían. Era una situación demasiado buena para sus objetivos. "Esperemos que las cosas no se tuerzan."
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En cuanto pronunció las palabras, la luz se intensificó por un instante, y luego se desvaneció. Émile separó sus manos de la chica y se concentró, notando el vínculo entre ambos. Sí, había funcionado. Perfecto... ya estaba un paso más cerca de sus metas. Con una sonrisa, se acercó a una ventana y observó la costa desde esta. El Corazón del Diablo estaba anclado en la bahía. Kenneth debía estar aguardando en este ya... una lástima que Haine no fuese a irse con ellos, le habría gustado tener a sus demonios juntos. Pero bueno, tener una espía en el CP sería extremadamente útil.
- Tan sólo piensa en mi al tiempo que en lo que quieras decirme, y yo lo oiré - le dijo telepáticamente - Gracias a este poder, no sólo podremos comunicarnos y las demás cosas que te he dicho antes, si no que podré prestarte mi fuerza cuando estés en apuros, o incluso pelear por ti.
Se giró hacia ella y la observó, con una media sonrisa enigmática. Al final había funcionado. Pronto tendría que ponerse a entrenarlos a ambos para que estuvieran a la altura... al fin y al cabo, con su nivel actual, no estaban preparados para el Grand Line. Ahora sólo quedaba una cosa por arreglar:
- Bueno, espero que volvamos a vernos pronto, Haine-chan. Me lo he pasado muy bien contigo, y espero tener la ocasión de... - se acercó a ella y le susurró sensualmente lo último - divertirnos juntos otra vez.
Se dirigió hacia la puerta y dijo:
- Puedes decirles al Cipher Pol lo que quieras sobre hoy mientras eso no ponga en peligro a la banda o a mi. Y creo que era obvio, pero si te enteras de cualquier movimiento importante del CP, quiero conocerlo. Hasta la vista, Haine-chan. Si necesitas cualquier cosa, sólo necesitas hablarme.
Salió del comedor y de la casa, con una sonrisa de triunfo. Uno menos.
- Tan sólo piensa en mi al tiempo que en lo que quieras decirme, y yo lo oiré - le dijo telepáticamente - Gracias a este poder, no sólo podremos comunicarnos y las demás cosas que te he dicho antes, si no que podré prestarte mi fuerza cuando estés en apuros, o incluso pelear por ti.
Se giró hacia ella y la observó, con una media sonrisa enigmática. Al final había funcionado. Pronto tendría que ponerse a entrenarlos a ambos para que estuvieran a la altura... al fin y al cabo, con su nivel actual, no estaban preparados para el Grand Line. Ahora sólo quedaba una cosa por arreglar:
- Bueno, espero que volvamos a vernos pronto, Haine-chan. Me lo he pasado muy bien contigo, y espero tener la ocasión de... - se acercó a ella y le susurró sensualmente lo último - divertirnos juntos otra vez.
Se dirigió hacia la puerta y dijo:
- Puedes decirles al Cipher Pol lo que quieras sobre hoy mientras eso no ponga en peligro a la banda o a mi. Y creo que era obvio, pero si te enteras de cualquier movimiento importante del CP, quiero conocerlo. Hasta la vista, Haine-chan. Si necesitas cualquier cosa, sólo necesitas hablarme.
Salió del comedor y de la casa, con una sonrisa de triunfo. Uno menos.
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