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-Es una pena no poder quedarme mucho más, pero si no regreso a la sede pronto podría empezar a levantar sospechas. No sería la primera infiltrada del gobierno que es acusada por traición al estar "infiltrada" en un barco pirata. Sin embargo, todavía nos quedan un par de días antes del adiós, estaría bien aprovecharlos de buena forma...- Dijo la chica de cabellos azabaches, mirando divertida al capitán de la embarcación, sentada sobre su escritorio, con las piernas cruzadas y una ropa excesivamente provocadora, quizá demasiado, aunque eso a Émile no parecía disgustarle...Salvo por ser un impedimento entre su piel y la de él, pero eso no iba a ser posible en esa ocasión. Antes de marcharse, a la chica le tocaría conocer por fin a los demás miembros de la tripulación. Al fin y al cabo, había siete pecados...O esa era la cantidad que esperaba Émile conseguir. Una persona por pecado. De momento, eran cinco, incluyéndole a él. Así que había tres a quienes no conocía: Ira, gula y pereza. -Supongo que mínimo deberé conocer a uno de ellos antes de marcharme...¿No es así, capi?- Esas fueron las últimas palabras de la chica antes de salir del camarote del castaño, encaminándose por los pasillos del barco a la "sala común", donde había dejado a Rom. Con suerte, se encontraría con alguno de los pecados ahí.
Cuando llegó a dicha habitación, la chica comenzó a buscar con la mirada a su pequeña compañera felina, quien no se encontraba sobre el sofá en el que se había quedado dormida cuando ella se fue. Aquello hizo que el pulso se le acelerara. ¿Le habría hecho alguien del barco algo? Sí era así, dicho sujeto se quedaría sin manos, ni piernas y, obviamente, sin poder volver a mantener relaciones sexuales con nadie. Pero sus ganas de matar a alguien o torturarle hasta que suplicara morir se esfumaron al poco. Un leve maullido, similar al de un gato asustado, llorando, resonó en el cuarto. Este provenía de una bolita peluda que se encontraba en lo alto de una estantería, manteniéndose en el borde de esta con un equilibro un tanto delicado. Nada más verla, la chica corrió a cogerla, tras lo que comenzó a acariciar su lomo y a rascarla por detrás de las orejas, tratando de calmarla, antes de sentarse en el sofá con ella en su regazo. Momento en el que sintió algo extraño bajo ella. Ese sofá no era tan duro y abultado.
Cuando llegó a dicha habitación, la chica comenzó a buscar con la mirada a su pequeña compañera felina, quien no se encontraba sobre el sofá en el que se había quedado dormida cuando ella se fue. Aquello hizo que el pulso se le acelerara. ¿Le habría hecho alguien del barco algo? Sí era así, dicho sujeto se quedaría sin manos, ni piernas y, obviamente, sin poder volver a mantener relaciones sexuales con nadie. Pero sus ganas de matar a alguien o torturarle hasta que suplicara morir se esfumaron al poco. Un leve maullido, similar al de un gato asustado, llorando, resonó en el cuarto. Este provenía de una bolita peluda que se encontraba en lo alto de una estantería, manteniéndose en el borde de esta con un equilibro un tanto delicado. Nada más verla, la chica corrió a cogerla, tras lo que comenzó a acariciar su lomo y a rascarla por detrás de las orejas, tratando de calmarla, antes de sentarse en el sofá con ella en su regazo. Momento en el que sintió algo extraño bajo ella. Ese sofá no era tan duro y abultado.
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Qué bonito era todo, el pobre luchador iba al baño y de repente un felino le quitaba el sitio. Con un solo gruñido había logrado echarlo de allí, después volvió a tumbarse con toda la calma del mundo. La postura en la que dormía solía ser bocabajo, de aquella forma la luz del Sol no le molestaba si entraba. Sus ojos estaban totalmente cerrados. No parecía haber nadie en la sala salvo aquel jodido gato al que se había contenido las ganas de comerse. La pereza que le daba era enorme y por ello no lo había hecho. Soltó un pequeño quejido al estar tan cómodo. Era una sensación demasiado buena para ser cierto. Justamente estaba empezando a soñar con una montaña de marines muertos. Él se hallaba sobre ellos mirando la luna llena, una visión muy buena a decir verdad.
Entonces no pudo evitar despertar de su lindo sueño. Tenía algo encima y encima pesaba lo suficiente como para molestarle. En ese momento alzó una ceja y soltó un suspiro. Dio un leve giro quedando con ella sentaba en el abdomen y vio quien era. El ser del terror no llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo musculoso y curtido. En la zona del corazón tenía tatuada una media luna. Sus pectorales estaban bien desarrollados, sus abdominales bien trabajados y sus brazos anchos. El tono de sus ojos era dorado y el fono oscuro. Un par de colmillos afilados sobresalían de su boca. Tan solo portaba un pantalón blanco largo y unas sandalias de madera. Se quedó mirando a la chica, era pequeña y de cabellos oscuros. Además de tener un orbe de cada color, cosa que le recordó al capullo de Akashi. Iba vestida muy provocativa, cosa que le deba lo mismo al lobo.
No tardó en llevar la mano derecha al rostro para después colocarse en pie. Su enorme silueta de casi dos metros resultaba imponente y más con aquel cuerpo. – Mira que le dije a Émile que me dejaran dormir. – Dijo mientras comenzaba a estirarse un poco. Cerró los ojos y soltó un enorme bostezo, indicando que estaba recién levantado. En ese momento la miró de arriba abajo, buscando en ella una sartén o rasgo que indicara que sabía cocinar. – Encima me ha dado hambre. Maldito demonio… – Susurró simplemente mientras se relamía un poco. Miraba alrededor, buscando algo de carne que hubiese por la zona. No la olía y aquello era mala señal. Además su mantra le indicaba que Émile estaba cerca. – Niña, vístete en mi presencia. – Mencionó con autoridad mientras se rascaba la cabeza como buen lobo. Era gracioso que le dijera aquello, caminando él con un solo pantalón.
Entonces no pudo evitar despertar de su lindo sueño. Tenía algo encima y encima pesaba lo suficiente como para molestarle. En ese momento alzó una ceja y soltó un suspiro. Dio un leve giro quedando con ella sentaba en el abdomen y vio quien era. El ser del terror no llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo musculoso y curtido. En la zona del corazón tenía tatuada una media luna. Sus pectorales estaban bien desarrollados, sus abdominales bien trabajados y sus brazos anchos. El tono de sus ojos era dorado y el fono oscuro. Un par de colmillos afilados sobresalían de su boca. Tan solo portaba un pantalón blanco largo y unas sandalias de madera. Se quedó mirando a la chica, era pequeña y de cabellos oscuros. Además de tener un orbe de cada color, cosa que le recordó al capullo de Akashi. Iba vestida muy provocativa, cosa que le deba lo mismo al lobo.
No tardó en llevar la mano derecha al rostro para después colocarse en pie. Su enorme silueta de casi dos metros resultaba imponente y más con aquel cuerpo. – Mira que le dije a Émile que me dejaran dormir. – Dijo mientras comenzaba a estirarse un poco. Cerró los ojos y soltó un enorme bostezo, indicando que estaba recién levantado. En ese momento la miró de arriba abajo, buscando en ella una sartén o rasgo que indicara que sabía cocinar. – Encima me ha dado hambre. Maldito demonio… – Susurró simplemente mientras se relamía un poco. Miraba alrededor, buscando algo de carne que hubiese por la zona. No la olía y aquello era mala señal. Además su mantra le indicaba que Émile estaba cerca. – Niña, vístete en mi presencia. – Mencionó con autoridad mientras se rascaba la cabeza como buen lobo. Era gracioso que le dijera aquello, caminando él con un solo pantalón.
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Al poco de sentarse, la chica de cabellos azabaches noto como algo se movía debajo de ella, realizando un movimiento...¿rotatorio? Como alguien volteándose...-¡¿Qué diablos?!- Exclamó la chica al tiempo que se levantaba, dando un salto con Rom aún den brazos. Al hacerlo y dirigir su mirada al mueble, se encontró con un chico, vestido únicamente con un pantalón, que se quejaba diciendo que le había pedido al capitán que nadie le molestara. Haine resopló al escuchar aquello, junto con sus otros comentarios, entre los que iba incluida una orden para que se vistiera. ¿Acaso era tonto? Aquello había molestado a la agente, cuyo precioso rostro (¿Dónde quedó la humildad) dibujaba en ese momento una mueca de desagrado con el ceño fruncido y un intento de sonrisa, algo torcida por la molestia.
-Disculpeme, señor que se pasea por ahí medio desnudo, por llevar un vestido sin tirantes y algo de escote, pensaba que esto no era una iglesia.- Contestó con ironía y un tono que denotaba todo lo contrario al respeto que el chico parecía esperar. Ni que ella le debiera algo a ese hombre. Ella solo obedecía a una persona en el barco, Émile, con quien había cerrado un trato de mutua ayuda antes de aceptar ser un miembro de su tripulación y, si bien es verdad que podía hablar de forma amable con los demás y ser agradable, no soportaba a las personas que la trataban como alguien inferior, menos por ser una mujer. -Y respecto a lo de "molestar", creo que debería pensar un poco antes. Este no es tu camarote, es una sala de estar, para TODOS los miembros de la tripulación. Así que es culpa tuya por tumbarte ahí a la bartola.- Le espetó la chica, dejando a Rom en el suelo antes de cruzarse de brazos. Al hacerlo, esta se puso detrás de Haine, transformándose en una niña pequeña que se aferraba asustada a la falda de su hermana mayor. -Y lo de tener hambre, prefiero no preguntar a que vino, pero si quieres algo..ahí está la puerta y creo que sabes dónde está la cocina.-
-Disculpeme, señor que se pasea por ahí medio desnudo, por llevar un vestido sin tirantes y algo de escote, pensaba que esto no era una iglesia.- Contestó con ironía y un tono que denotaba todo lo contrario al respeto que el chico parecía esperar. Ni que ella le debiera algo a ese hombre. Ella solo obedecía a una persona en el barco, Émile, con quien había cerrado un trato de mutua ayuda antes de aceptar ser un miembro de su tripulación y, si bien es verdad que podía hablar de forma amable con los demás y ser agradable, no soportaba a las personas que la trataban como alguien inferior, menos por ser una mujer. -Y respecto a lo de "molestar", creo que debería pensar un poco antes. Este no es tu camarote, es una sala de estar, para TODOS los miembros de la tripulación. Así que es culpa tuya por tumbarte ahí a la bartola.- Le espetó la chica, dejando a Rom en el suelo antes de cruzarse de brazos. Al hacerlo, esta se puso detrás de Haine, transformándose en una niña pequeña que se aferraba asustada a la falda de su hermana mayor. -Y lo de tener hambre, prefiero no preguntar a que vino, pero si quieres algo..ahí está la puerta y creo que sabes dónde está la cocina.-
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El lobo no tardó en fulminar a la chica con la mirada. Al parecer no tenía ni jodida idea de con quién estaba hablando. Las posibilidades de comerse a la morena allí mismo, estaban aumentando bastante. Los ojos de la pesadilla tomaron un ligero brillo, cosa que era debido al poder de su fruta. Encima le recriminaba, dormir en una sala común no era motivo para sentarse sobre él. La culpable era ella por no haber mirado dónde se había sentado. También pudo ver como ahora el gato tomaba la apariencia de una pequeña niña. Alzó la ceja intuyendo que podía ser una usuaria, en aquel momento le dio igual y simplemente frunció el ceño. Ahora que tenía su memoria, disponía de su crueldad de siempre y de su forma de ser. Un tipo frio y sangriento, que mataba a todo aquel que le molestaba. De hecho gracias a Dexter, ya no se cargaba a inocentes.
No tardó mucho en suspirar. Entonces una especie de humo negro comenzó a inundar la sala. Se trataba de su poder especial, el miedo. Trataba de atemorizar a las dos mujeres de aquella forma. Tan solo los seres con un poder superior a Kedra o cercano, podían librarse de la terrible sensación. A continuación perdió las ganas de comer y se sentó de nuevo en aquel sillón, clavando sus ojos en la chica. – No sabes con quién estás hablando. Quitando a Émile, soy el ser más poderoso del barco. Tú vida podría acabar aquí mismo si lo deseo. – En ese momento dos sombras empezaron a formarse a su lado, se trataban de dos perros de color negro, ojos rojos y dientes afilados.
Las bestias se quedaron mirando a la chica. – Kage, Yami, coméosla si queréis. – En ese momento ambos seres se acercaron a la chica, sin embargo trataron de tumbarse junto a ella en vez de hacerle nada. – Traidores… – Susurró un poco molesto al ver como sus fieras preferían estar con la chica. Obviamente si les daba la orden atacarían. – Tienes suerte, por el momento mi objetivo es proteger a los miembros de esta banda. Pero eso podría cambiar, no oses volver a sentarte en mi espalda. – Dicho aquello, se cruzó de brazos.
No tardó mucho en suspirar. Entonces una especie de humo negro comenzó a inundar la sala. Se trataba de su poder especial, el miedo. Trataba de atemorizar a las dos mujeres de aquella forma. Tan solo los seres con un poder superior a Kedra o cercano, podían librarse de la terrible sensación. A continuación perdió las ganas de comer y se sentó de nuevo en aquel sillón, clavando sus ojos en la chica. – No sabes con quién estás hablando. Quitando a Émile, soy el ser más poderoso del barco. Tú vida podría acabar aquí mismo si lo deseo. – En ese momento dos sombras empezaron a formarse a su lado, se trataban de dos perros de color negro, ojos rojos y dientes afilados.
Las bestias se quedaron mirando a la chica. – Kage, Yami, coméosla si queréis. – En ese momento ambos seres se acercaron a la chica, sin embargo trataron de tumbarse junto a ella en vez de hacerle nada. – Traidores… – Susurró un poco molesto al ver como sus fieras preferían estar con la chica. Obviamente si les daba la orden atacarían. – Tienes suerte, por el momento mi objetivo es proteger a los miembros de esta banda. Pero eso podría cambiar, no oses volver a sentarte en mi espalda. – Dicho aquello, se cruzó de brazos.
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Un escalofrío recorrió el cuerpo de la morena cuando el chico soltó aire, en un suspiro que llenó la sala con una especie de neblina negra. Por alguna razón, de repente sentía miedo, mucho...Se sentía como años atrás, cuando era una niña pequeña e indefensa, al igual que Rom... Por un momento, quiso gritar y salir corriendo, llorando. Pero su cuerpo se mantenía inmóvil, paralizado, y ninguna lágrima surgía de sus ojos. La chica felina se encontraba escondiendo el rostro tras la espalda de Haine. Temblaba de miedo y poco le faltó para mojar sus pantalones. Por suerte, aquello no llegó a pasar.
El chico volvió a sentarse al poco sobre el sillón, diciéndole a Haine que no sabía con quien hablaba, que él era uno de los más poderosos en el barco, siendo superado únicamente por Émile, y otras cosas por el estilo. Además de amenazarla, diciendo que no le costaría nada acabar con su vida en ese momento, pero que no lo haría porque pretendía cuidar a la tripulación...de momento. O eso creyó entender la chica, que apenas comenzaba a recuperarse del susto, mientras observaba como dos lobos se aparecían frente a ella, a quienes el chico les dio permiso para atacarla. Estos, sin embargo, parecieron encariñarse con la agente de cabellos azabaches, pues se tumbaron a su lado, sin ninguna intención de hacerle nada. -No parecen querer lastimarme, Señor "soy mejor que los demás por mi fuerza". Sin duda tienen más cerebro que su dueño.- Comentó la chica, con tono divertido, antes de agacharse para acariciarle la cabeza a ambos, en la zona de detrás de las orejas. -Que buenos chicos...- Murmuró antes de volver a incorporarse para mirar al otro, con su confianza de vuelta. -Dudo que a Émile-san le hiciera gracia escuchar que un chucho ha lastimado o devorado a uno de sus miembros de "alto rango". Y creo que le haría aún menos gracia si supiera que dicho miembro asesinado era lujuria.- Añadió al tiempo que dibujaba una sonrisa ladeada, antes de sentarse en uno de los brazos del sofá y arquear la espalda, para dejar su cara cerca de la del chico. -¿Me equivoco?-
El chico volvió a sentarse al poco sobre el sillón, diciéndole a Haine que no sabía con quien hablaba, que él era uno de los más poderosos en el barco, siendo superado únicamente por Émile, y otras cosas por el estilo. Además de amenazarla, diciendo que no le costaría nada acabar con su vida en ese momento, pero que no lo haría porque pretendía cuidar a la tripulación...de momento. O eso creyó entender la chica, que apenas comenzaba a recuperarse del susto, mientras observaba como dos lobos se aparecían frente a ella, a quienes el chico les dio permiso para atacarla. Estos, sin embargo, parecieron encariñarse con la agente de cabellos azabaches, pues se tumbaron a su lado, sin ninguna intención de hacerle nada. -No parecen querer lastimarme, Señor "soy mejor que los demás por mi fuerza". Sin duda tienen más cerebro que su dueño.- Comentó la chica, con tono divertido, antes de agacharse para acariciarle la cabeza a ambos, en la zona de detrás de las orejas. -Que buenos chicos...- Murmuró antes de volver a incorporarse para mirar al otro, con su confianza de vuelta. -Dudo que a Émile-san le hiciera gracia escuchar que un chucho ha lastimado o devorado a uno de sus miembros de "alto rango". Y creo que le haría aún menos gracia si supiera que dicho miembro asesinado era lujuria.- Añadió al tiempo que dibujaba una sonrisa ladeada, antes de sentarse en uno de los brazos del sofá y arquear la espalda, para dejar su cara cerca de la del chico. -¿Me equivoco?-
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Los dorados ojos de la bestia continuaban clavados en aquella morena. No tenía muchas ganas de continuar discutiendo por la pereza que le daba hacerlo. Su objetivo ya estaba hecho, el cual había sido dejar a las dos temblando. El miedo había hecho bien su trabajo y el castaño lo había notado. Trató de relajarse lo más rápido posible y que de aquella forma volviese a tener hambre e irse a comer. Le encantaba hincharse a carne ya fuese cruda o asada. Tenía la habilidad de comerse cosas que a los demás les daría asco. Un buen ciervo desangrado por la garganta y con cada órgano disponible para él, era algo que le hacía relamerse debido a lo que le gustaba aquel tipo de cosas. Muchos podían pensar que era gula o ira debido a su forma de ser, pero la verdad es que tenía más de un tipo de pecado. Aunque pereza le venía mejor que ningún otro.
En ese momento observó como rascaba la cabeza de los dos animales. Ambos seres de oscuridad se dejaron hacer mientras emitían sonidos de gusto, cosa que hizo al lobo alzar una ceja. Esos malditos se comportaban así la mayoría de las veces, sobre todo con las mujeres. No debían de ser así de blandos pero de todas formas no podía mantenerlo invocados por mucho tiempo. Al cabo de unos instantes desaparecieron del sitio, dejando una leve humareda oscura. El luchador escuchó las palabras de aquella chica, a cada segundo que pasaba, estaba más enfurecido al ver que no era una simple. Se trataba del pecado de la lujuria, debió sospecharlo en el momento en que la vio ir tan ligera de ropa. No tardó mucho en fruncir el ceño al escucharla decir lo último.
Cuando se colocó tan cerca de él, no pudo evitar mostrar una expresión despreocupada. Sus orbes estaban clavados en los de ella de forma intensa, observando cada uno de ellos. Se quedó así durante unos momentos hasta que contestó en un tono frío como el hielo. – Parece ser que no. No eres el único pecado por aquí, pero por mucho rango que poseas… – No llegó a terminar la frase para no alargar mucho aquello, sin embargo empezaba a sentirse un poco incómodo al tenerla tan cerca. Entonces desvió la mirada a otro lado y simplemente soltó un leve gruñido. – Lujuria, pensaba que los pecados serían seres terribles de poder similar al mío. Pero si el demonio te tiene en este cargo, por algo será, de modo que no te subestimaré. – A continuación el lobo del terror se colocó de nuevo en pie, mirándola con aquella expresión fría de costumbre. Estuvo a punto de decir algo pero entonces se llevó la mano al pecho, tratando de aguantar la sensación que sentía.
Se dio la vuelta dándole la espalda a la morena y clavando una rodilla en el suelo. Cerró el ojo derecho para después soltar un rugido considerable. Unos momentos después, escupió una cantidad considerable de sangre y después empezó a toser de forma exagerada. Su enfermedad llevaba semanas sin manifestarse y lo había hecho ahora de forma fuerte. Tras unos momentos respiró de forma agitada y se colocó en pie, sudando un poco y dándose la vuelta. – Ni una palabra a Émile ni a nadie. – Mencionó de forma seria para después llevarse la mano derecha a la frente. – Voy a la cocina a comer algo ¿Vienes o te quedas ahí? – Dijo en ese momento para después comenzar a caminar hacia la cocina de forma calmada. Justo antes de atravesar la sala sonrió de lado. – Recuerda que mi deber es protegeros a todos… – En ese momento continuó su camino le siguiera o no, tratando de calmarse y con la mano derecha en el pecho. Notaba como su corazón palpitaba muy rápido debido a la dificultad que tenía al respirar. Esa jodida enfermedad era un problema que nadie debía conocer. De todas formas no iba a permitir que esa putada le impidiera defender a la morena, al capitán y a cualquier otro miembro de la tripulación.
En ese momento observó como rascaba la cabeza de los dos animales. Ambos seres de oscuridad se dejaron hacer mientras emitían sonidos de gusto, cosa que hizo al lobo alzar una ceja. Esos malditos se comportaban así la mayoría de las veces, sobre todo con las mujeres. No debían de ser así de blandos pero de todas formas no podía mantenerlo invocados por mucho tiempo. Al cabo de unos instantes desaparecieron del sitio, dejando una leve humareda oscura. El luchador escuchó las palabras de aquella chica, a cada segundo que pasaba, estaba más enfurecido al ver que no era una simple. Se trataba del pecado de la lujuria, debió sospecharlo en el momento en que la vio ir tan ligera de ropa. No tardó mucho en fruncir el ceño al escucharla decir lo último.
Cuando se colocó tan cerca de él, no pudo evitar mostrar una expresión despreocupada. Sus orbes estaban clavados en los de ella de forma intensa, observando cada uno de ellos. Se quedó así durante unos momentos hasta que contestó en un tono frío como el hielo. – Parece ser que no. No eres el único pecado por aquí, pero por mucho rango que poseas… – No llegó a terminar la frase para no alargar mucho aquello, sin embargo empezaba a sentirse un poco incómodo al tenerla tan cerca. Entonces desvió la mirada a otro lado y simplemente soltó un leve gruñido. – Lujuria, pensaba que los pecados serían seres terribles de poder similar al mío. Pero si el demonio te tiene en este cargo, por algo será, de modo que no te subestimaré. – A continuación el lobo del terror se colocó de nuevo en pie, mirándola con aquella expresión fría de costumbre. Estuvo a punto de decir algo pero entonces se llevó la mano al pecho, tratando de aguantar la sensación que sentía.
Se dio la vuelta dándole la espalda a la morena y clavando una rodilla en el suelo. Cerró el ojo derecho para después soltar un rugido considerable. Unos momentos después, escupió una cantidad considerable de sangre y después empezó a toser de forma exagerada. Su enfermedad llevaba semanas sin manifestarse y lo había hecho ahora de forma fuerte. Tras unos momentos respiró de forma agitada y se colocó en pie, sudando un poco y dándose la vuelta. – Ni una palabra a Émile ni a nadie. – Mencionó de forma seria para después llevarse la mano derecha a la frente. – Voy a la cocina a comer algo ¿Vienes o te quedas ahí? – Dijo en ese momento para después comenzar a caminar hacia la cocina de forma calmada. Justo antes de atravesar la sala sonrió de lado. – Recuerda que mi deber es protegeros a todos… – En ese momento continuó su camino le siguiera o no, tratando de calmarse y con la mano derecha en el pecho. Notaba como su corazón palpitaba muy rápido debido a la dificultad que tenía al respirar. Esa jodida enfermedad era un problema que nadie debía conocer. De todas formas no iba a permitir que esa putada le impidiera defender a la morena, al capitán y a cualquier otro miembro de la tripulación.
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El rostro de la chica se tornó serio al momento de escuchar sus palabra: "Pensaba que los pecados serían seres terribles, de poder similar al mío. Pero si el demonio te tiene en este cargo, por algo será, de modo que no te subestimaré." Por lo visto, aquel individuo era otro de los "generales", por llamarlos de alguna forma, de Émile y aquello suponía que debían llevarse...o bien o de forma neutral. Vaya, esa no era la mejor forma de empezar una relación...Y que la hubiera llamado débil, de forma "sutil", le había sentado como una patada en el estómago. Si ni siquiera había visto su forma de luchar u otras cosas... "Como si la fuerza bruta fuera lo único importante...Hay más tipos de fuerza, chucho estúpido".Haine chasqueó la lengua, molesta, al tiempo que observaba al supuesto pecado levantarse, cayendo de rodillas al poco, de espaldas a ella. Sus ojos se abrieron como platos al ver al chico caer, casi tanto como a Rom, que le tenía de frente y pudo ver, horrorizada, como la sangre emanaba de su boca tras un gruñido. Los ojos de la pequeña felina se inundaron de lágrimas al momento. La habitación no tardó mucho en impregnarse con el olor metálico de la sangre. Un incomodo silencio tuvo lugar durante unos segundos, en los que solo se escuchaban la tos y los jadeos del lobo. Este, tardó un poco en recuperar el aliento, levantándose y volviendo a mirarla, advirtiéndola de que nadie debía descubrir su secreto, además de indicarle que iba a la cocina, sin siquiera preocuparse por limpiar la sangre del suelo. Si pensaba ocultarlo así, mal iba.
-Parece que este va a ser un compañero problemático...- Murmuró antes de dirigirse a Rom y acariciarle la cabeza. -Siento que tengas que aguantar esto...Y que hayas visto algo tan desagradable, Rom...- La pequeña forzó una sonrisa y negó con la cabeza, indicando que no debía preocuparse. -Prometo compensarte. El mundo que encontraremos al final no se parecerá a esto, pero por el momento...¿Podrías buscar por mí a alguien que limpie esto? Puedes alegar cualquier escusa que se te ocurra, pero no menciones al chucho? ¿Vale?- La niña asintió con la cabeza y la chica de cabello azabache se dirigió a la cocina también, con intención de encontrarse al chico. Al hacerlo, lo primero que haría seguramente fuese amenazarle con castrarlo por haber salido así y haberla llamado débil, además de preguntarle como se encontraba y cosas como "su pecado".
-Parece que este va a ser un compañero problemático...- Murmuró antes de dirigirse a Rom y acariciarle la cabeza. -Siento que tengas que aguantar esto...Y que hayas visto algo tan desagradable, Rom...- La pequeña forzó una sonrisa y negó con la cabeza, indicando que no debía preocuparse. -Prometo compensarte. El mundo que encontraremos al final no se parecerá a esto, pero por el momento...¿Podrías buscar por mí a alguien que limpie esto? Puedes alegar cualquier escusa que se te ocurra, pero no menciones al chucho? ¿Vale?- La niña asintió con la cabeza y la chica de cabello azabache se dirigió a la cocina también, con intención de encontrarse al chico. Al hacerlo, lo primero que haría seguramente fuese amenazarle con castrarlo por haber salido así y haberla llamado débil, además de preguntarle como se encontraba y cosas como "su pecado".
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Los pasos de Kedra no tardaron en llevarle a la cocina. Empezaba a sentirse mejor después de aquel pequeño ataque que le había dado. Siempre pensaba que era bueno que le diese estando calmado y no en una pelea, de lo contrario podía costarle mucho más que una simple tos. Si por ejemplo recibía aquel síntoma en mitad de una pelea con un estúpido marine o similar, fácilmente podía llevarse un par de tiros o un corte peligroso. Vivía con aquel riesgo y eso le hacía dudar muchísimas veces a la hora de combatir. Por suerte no le había pasado por el momento y se sentía afortunado por ello. Pero no debía de bajar la guardia. De hecho empezaba a pensar en fabricar un fármaco para contrarrestar los efectos en intervalos de tiempo. De aquella forma podría tomarse una pastilla antes de un combate y de aquella forma no tener el miedo a caer.
No tardó mucho más en mirar bien aquel sitio. Había muchos armarios, una mesa con sillas, un grifo y una enorme nevera. Con toda la confianza del mundo la abrió y comenzó a mirar lo que había. Tomó un enorme pedazo de carne y además cogió una bolsa de nubes de chocolate. Se sentó en la mesa junto con una botella de agua y comenzó a comerse el enorme filete crudo. Su boca volvía a estar llena de sangre pero, esta vez no era suya. El sabor le calmó un poco y además combinarlo con una de aquellas nubes le agradó. Terminó dando un enorme trago a la botella de agua para después entrecerrar los ojos. Entonces notó el olor de la chica a poca distancia. Cuando entró, simplemente la miró con aquella expresión fría que tenía siempre. Sus tenebrosos ojos la analizaban, buscando armas u objetos peligrosos. No había terminado de fiarse del todo de aquellas personas. Él tenía que protegerlas pero no le caía bien a mucha gente y ya había amenazado a un par de hombres del demonio.
Mordió otro pedazo de la carne y después movió con el pie la silla de en frente, sacándola un poco de su sitio. Era una indirecta para que tomase asiento pues le ponía nervioso ver a una persona de pie en la misma sala que él. – Bueno, Lujuria… – Justo en ese momento no supo que decir. Nunca hablaba con las personas y en ese momento se quedó en blanco. No había nada de lo que hablar. Apartó la mirada de ella para llevarla a la bolsa de nubes con chocolate, cogiendo una de nuevo y llevándosela a la boca. La masticó con toda la calma del mundo y después la volvió a mirar. – ¿Conoces al resto de pecados? – Dijo entonces. Le interesaba aquella respuesta pues así podría saber cómo eran. El aura de la chica todavía tenía que crecer, por el momento parecía fuerte pero dentro de la media del resto de hombres de Émile. Al menos de un par que había visto, como el guardia fortachón o el gato espadachín. No tardó mucho en acercar a ella aquella bolsa de nubes pero, manteniendo la mirada de frialdad que tenía. De hecho incluso su mano estaba imbuida en haki armadura.
No tardó mucho más en mirar bien aquel sitio. Había muchos armarios, una mesa con sillas, un grifo y una enorme nevera. Con toda la confianza del mundo la abrió y comenzó a mirar lo que había. Tomó un enorme pedazo de carne y además cogió una bolsa de nubes de chocolate. Se sentó en la mesa junto con una botella de agua y comenzó a comerse el enorme filete crudo. Su boca volvía a estar llena de sangre pero, esta vez no era suya. El sabor le calmó un poco y además combinarlo con una de aquellas nubes le agradó. Terminó dando un enorme trago a la botella de agua para después entrecerrar los ojos. Entonces notó el olor de la chica a poca distancia. Cuando entró, simplemente la miró con aquella expresión fría que tenía siempre. Sus tenebrosos ojos la analizaban, buscando armas u objetos peligrosos. No había terminado de fiarse del todo de aquellas personas. Él tenía que protegerlas pero no le caía bien a mucha gente y ya había amenazado a un par de hombres del demonio.
Mordió otro pedazo de la carne y después movió con el pie la silla de en frente, sacándola un poco de su sitio. Era una indirecta para que tomase asiento pues le ponía nervioso ver a una persona de pie en la misma sala que él. – Bueno, Lujuria… – Justo en ese momento no supo que decir. Nunca hablaba con las personas y en ese momento se quedó en blanco. No había nada de lo que hablar. Apartó la mirada de ella para llevarla a la bolsa de nubes con chocolate, cogiendo una de nuevo y llevándosela a la boca. La masticó con toda la calma del mundo y después la volvió a mirar. – ¿Conoces al resto de pecados? – Dijo entonces. Le interesaba aquella respuesta pues así podría saber cómo eran. El aura de la chica todavía tenía que crecer, por el momento parecía fuerte pero dentro de la media del resto de hombres de Émile. Al menos de un par que había visto, como el guardia fortachón o el gato espadachín. No tardó mucho en acercar a ella aquella bolsa de nubes pero, manteniendo la mirada de frialdad que tenía. De hecho incluso su mano estaba imbuida en haki armadura.
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Haine llegó poco después a la cocina, encontrándose al llegar con el chico, con la cara manchada de sangre, al igual que los dedos, y comiendo algo que parecían golosinas. Aquello era cuanto menos desagradable, al menos desde su perspectiva. Aunque al menos aquella persona parecía encontrarse mejor. ¿Lo de antes había sido por una herida reciente? Quién sabía. Aunque si ese no era el caso...La morena no podía evitar mirar al chico con...precaución...Por un lado, por mucho que fuera su compañero, nadie le aseguraba que no intentara matarla. A parte, la sacaba de quicio. Era maleducado, engreído y la había tachado de débil y de chacha. Bueno, ella no sabía esto último, pero quitando eso, no podía evitar verle como un animal herido, o eso le pareció cuando este cayó de rodillas y comenzó a toser de espaldas a ella.
Kedra le hizo un gesto para indicarle que se sentara y ella así lo hizo, asintiendo antes con la cabeza. ¿Qué hacía ahí? Le había seguido para asegurarse de que no se muriera. No quería ser tachada de asesina, que lo era, pero no...no mataría a sus compañeros a no ser que hubiera un buen motivo, y no tenía ninguno. Tampoco es que le agradara matar a otros, en general. Pero haría lo que fuera para sobrevivir. Un silencio se formó, interrumpido solo por el sonido de la bolsa al meter el chico la mano para coger más de esos malvaviscos y llevárselos a la boca, hasta que el chico hizo el intento de hablar con ella: "Lujuria..." Dijo, quedándose unos segundos en silencio antes de preguntarle por los demás pecados y ofrecerle una d esas nubes de color marrón. La chica la tomó entre sus dedos y la observó, apretándola entre sus dedos pulgar e indice, sorprendida. Nunca había visto esa clase de comida. Sin darle mucha importancia, la introdujo en su boca, como hacía el lobo y comenzó a masticarla, con algo de dificultad antes de tragarla. tenía un sabor dulce que asemejaba al chocolate. Tras eso, volvió la vista al chico y se encogió de hombros. -Me temo que no les conozco.- Dijo al fin. -Yo soy una informadora, después de todo. Apenas permanezco en el barco por ello un par de días cada cierto tiempo, así que no he tenido la oportunidad. Pensaba que era la única.-
Kedra le hizo un gesto para indicarle que se sentara y ella así lo hizo, asintiendo antes con la cabeza. ¿Qué hacía ahí? Le había seguido para asegurarse de que no se muriera. No quería ser tachada de asesina, que lo era, pero no...no mataría a sus compañeros a no ser que hubiera un buen motivo, y no tenía ninguno. Tampoco es que le agradara matar a otros, en general. Pero haría lo que fuera para sobrevivir. Un silencio se formó, interrumpido solo por el sonido de la bolsa al meter el chico la mano para coger más de esos malvaviscos y llevárselos a la boca, hasta que el chico hizo el intento de hablar con ella: "Lujuria..." Dijo, quedándose unos segundos en silencio antes de preguntarle por los demás pecados y ofrecerle una d esas nubes de color marrón. La chica la tomó entre sus dedos y la observó, apretándola entre sus dedos pulgar e indice, sorprendida. Nunca había visto esa clase de comida. Sin darle mucha importancia, la introdujo en su boca, como hacía el lobo y comenzó a masticarla, con algo de dificultad antes de tragarla. tenía un sabor dulce que asemejaba al chocolate. Tras eso, volvió la vista al chico y se encogió de hombros. -Me temo que no les conozco.- Dijo al fin. -Yo soy una informadora, después de todo. Apenas permanezco en el barco por ello un par de días cada cierto tiempo, así que no he tenido la oportunidad. Pensaba que era la única.-
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El chico observaba cómo la morena tomaba la nube y se la comía. Su fría mirada no se apartaba de ella ni un solo momento. Al parecer no era tan plasta como pensaba, de hecho, no estaba haciendo nada que le molestase. A lo mejor la había juzgado mal pero, continuaba pensando que el demonio no metía a débiles. Debía de tener unas capacidades que escapaban al haki del cadejo. Tal vez era mucho más fuerte de lo que decía su aura. De todas formas debía de dejar aquella obsesión sobre quién era el más poderoso. Le venía sin cuidado a la hora de lo bélico. Eran compañeros y no iba a tener que luchar con ella. No al menos si la morena no trataba de atacarle o algo similar. Por lo menos sabía que no era el único pecado y que existían. Aunque si ostentaba aquel titulo, debía de ser por algún motivo. De hecho se esperaba que lujuria fuese una mujer. Tal vez le iba demasiado la marcha aunque, no era algo que al lobo de las sombras le importase mucho. Tan solo sabía que era su compañera de banda y nada más, no había motivo para ponerse a pensar en cosas como el tipo de pecado. Él por ejemplo se consideraba más de un pecado, mínimo cinco pero, sólo podía ponerse uno en aquel equipo. Tenía sentido pues, no había que ser avariciosos, anda, otro que le venía como anillo al dedo, la avaricia.
El cadejo no tardó mucho en asentir a sus palabras. Ella no conocía al resto y además pensaba que era la única. Si uno de los pecados era un informador, todo empezaba a tener sentido. Una sonrisa ladeada se formó en el rostro del asesino. El demonio debía tenerla infiltrada en algún lado, debía de ser buena espía. Ahora todo tenía sentido. El sitio le daba lo mismo. El gobierno, la marina, la rebelión u en otra banda de piratas. Pasaba de todo pues, su objetivo no era saber sobre los demás. De hecho ya ni sabía cuál era su meta salvo proteger a Kira. Se rascó un poco la cabeza y entrecerró los ojos, tomando un par de nubes más y metiéndolas en su boca. Allí estaba, sentado junto a una de los generales del demonio. Nunca se esperó aquel resultado pero, no se quejaba para nada. Al menos Émile tenía personas fieles que luchaban a su lado, no como pasó con los suyos. Los malditos de Inaga y de Midorima habían tirado cada uno por su lado. Esos malditos traidores no se merecían nada bueno.
De repente el luchador se colocó en pie, sentándose después en la mesa. La verdad es que todo aquello era demasiado aburrido. No quería continuar durmiendo. – Soy Kedra, el pecado de la pereza. Dime una cosa… – Mencionó de forma fría para después cruzarse de brazos. Había preferido hacer una pausa para después continuar con lo que le estaba diciendo a ella. – ¿Tú que sueles hacer cuando te aburres? No hay nada que hacer y paso de continuar durmiendo. – Dijo en un tono bastante serio, como de costumbre. Vivía de forma inteligente, sin fiarse de nadie y cumpliendo con su forma de ser. Ahora debía de estar haciendo pesas o algo similar pero, le daba demasiada pereza ese día.
El cadejo no tardó mucho en asentir a sus palabras. Ella no conocía al resto y además pensaba que era la única. Si uno de los pecados era un informador, todo empezaba a tener sentido. Una sonrisa ladeada se formó en el rostro del asesino. El demonio debía tenerla infiltrada en algún lado, debía de ser buena espía. Ahora todo tenía sentido. El sitio le daba lo mismo. El gobierno, la marina, la rebelión u en otra banda de piratas. Pasaba de todo pues, su objetivo no era saber sobre los demás. De hecho ya ni sabía cuál era su meta salvo proteger a Kira. Se rascó un poco la cabeza y entrecerró los ojos, tomando un par de nubes más y metiéndolas en su boca. Allí estaba, sentado junto a una de los generales del demonio. Nunca se esperó aquel resultado pero, no se quejaba para nada. Al menos Émile tenía personas fieles que luchaban a su lado, no como pasó con los suyos. Los malditos de Inaga y de Midorima habían tirado cada uno por su lado. Esos malditos traidores no se merecían nada bueno.
De repente el luchador se colocó en pie, sentándose después en la mesa. La verdad es que todo aquello era demasiado aburrido. No quería continuar durmiendo. – Soy Kedra, el pecado de la pereza. Dime una cosa… – Mencionó de forma fría para después cruzarse de brazos. Había preferido hacer una pausa para después continuar con lo que le estaba diciendo a ella. – ¿Tú que sueles hacer cuando te aburres? No hay nada que hacer y paso de continuar durmiendo. – Dijo en un tono bastante serio, como de costumbre. Vivía de forma inteligente, sin fiarse de nadie y cumpliendo con su forma de ser. Ahora debía de estar haciendo pesas o algo similar pero, le daba demasiada pereza ese día.
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-Hmmm... ¿Siendo la pereza no sería lo suyo que te fueras a dormir por aburrimiento?- Preguntó la chica, mirándole un tanto sorprendida ante aquella pregunta. Si se paraba a pensarlo...¿Acaso se había aburrido alguna vez? Hartado de hacer cosas, claro, en infinitas ocasiones, pero no había tenido tiempo para aburrirse. Quizá en los viajes en barco, pero siempre iba acompañada por Rom, así que tampoco lo pasaba mal. Le leía cuentos a su hermanita y, si necesitaba desfogarse iba a divertirse con algún miembro de la tripulación., Últimamente siempre quedaba con el "Capitán", Kusanagi Yu. Quizá eso fuera lo que hiciera cuando se aburriese. -La verdad es que no sabría decirte. No tengo tiempo para aburrirme. Siempre hay algo que hacer.- Acabó diciendo, al tiempo que se encogía de hombros.- Supongo que siempre te queda el buscar algo que te guste hacer y ponerte a ello, siempre que no te de demasiada pereza. O buscar a alguien con quien conversar. Esa clase de cosas.- Finalizó, antes de levantarse de la silla y dirigirse al frigorífico. Tanto ver comer al contrario le había dado un poco de hambre, aunque seguramente esta no duraría mucho como el lobo decidiera deleitarse con algo ensangrentado y sin cocinar, otra vez.
Una vez escogió algo apetecible y que no necesitase ser cocinado (natillas de chocolate), cogió una cuchara y se sentó de nuevo a la mesa, para disfrutar de el postre. "Vaya, no esperaba que los demás pecados fueran así...Aunque supongo que así son los piratas. No tienen recelos por hacer lo que les apetezca, cuando les apetezca. A veces resultando asqueroso... Pero al menos son libres. Creo que no está tan mal". Se dijo a sí misma mientras saboreaba las natillas. En su rostro se veía que estaban deliciosas y que las estaba disfrutando. -Y bien, ¿te ha servido mi consejo?-
Una vez escogió algo apetecible y que no necesitase ser cocinado (natillas de chocolate), cogió una cuchara y se sentó de nuevo a la mesa, para disfrutar de el postre. "Vaya, no esperaba que los demás pecados fueran así...Aunque supongo que así son los piratas. No tienen recelos por hacer lo que les apetezca, cuando les apetezca. A veces resultando asqueroso... Pero al menos son libres. Creo que no está tan mal". Se dijo a sí misma mientras saboreaba las natillas. En su rostro se veía que estaban deliciosas y que las estaba disfrutando. -Y bien, ¿te ha servido mi consejo?-
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El lobo escuchó las palabras de la chica. De todas formas no le ayudaron mucho, y lo que hizo a continuación, fue llevarse la mano derecha a la cabeza. Dormir le daba pereza, y eso ya era muy raro. Sentía un profundo aburrimiento, algo que no iba a poder remediar por mucho que lo intentase. Era el castigo por sus crímenes pasados, estar solo y sin nada que hacer. Miró un momento el techo de la sala, quería ver el cielo, pero le era imposible estando allí encerrado. Entonces observó como la chica se comía unas natillas de chocolate. No le dio envidia ni nada parecido, de hecho, amaba la carne demasiado. Entonces soltó un leve suspiro al escuchar sus palabras. – No. No tengo nada que hacer, y bueno… – El cadejo no dijo nada. Simplemente le dio la espalda un momento a ella, y se quedó pensativo. No entendía nada de hacer cosas interesantes, tan sólo luchar. No había con quien hacerlo, y por ello no pudo evitar fruncir un poco el ceño. – Yo solo vivo para luchar, y últimamente no tengo mucho que hacer. – Una vez dijo aquello, hizo sus ojos brillar un poco. El lobo entonces se estiró unos momentos, y después caminó tranquilo al salón. Por último se dirigió a la cubierta de forma simple.
Cuando estuvo en ella, se sentó en la borda, y se puso a mirar el cielo. El aire ondeaba sus cabellos, pero eso le daba lo mismo. Demasiados años habían pasado desde que era un asesino cruel y detestable. Ahora solo mataba a quien le molestaba o a los que trataban de atacar a los miembros de aquella banda. El pecado de la pereza no tardó en soltar un bostezo, después se tiró de espaldas. Cayó en la cubierta, y cerró los ojos. No tenía nada que hacer. Mantenía su haki de observación listo para poder detectar a Lujuría si se movía por el barco. Quería tener todo controlado, y por ello lo estaba haciendo.
Cuando estuvo en ella, se sentó en la borda, y se puso a mirar el cielo. El aire ondeaba sus cabellos, pero eso le daba lo mismo. Demasiados años habían pasado desde que era un asesino cruel y detestable. Ahora solo mataba a quien le molestaba o a los que trataban de atacar a los miembros de aquella banda. El pecado de la pereza no tardó en soltar un bostezo, después se tiró de espaldas. Cayó en la cubierta, y cerró los ojos. No tenía nada que hacer. Mantenía su haki de observación listo para poder detectar a Lujuría si se movía por el barco. Quería tener todo controlado, y por ello lo estaba haciendo.
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La chica se quedó mirándole mientras se marchaba, terminándose las natillas. "Es una persona problemática". Se dijo a sí misma, antes de tomar otra cucharada y notar que no tenía nada. Miró la tarrina de la que estaba comiendo y vio que esta estaba vacía. -Supongo que yo también me voy.- Se dijo a sí misma antes de levantarse y salir de la cocina, tirando primero el recipiente a la basura, aunque dejando las cosas que había sacado el chico fuera. No eran su responsabilidad. Tras aquello, echó a andar dirección a la cubierta. Seguramente pronto avistaría la isla en la que iban a dejarla para que los del CP Fuesen a por ella.
Haine abrió la puerta y nada más lo hizo, vio otra vez al chico de antes, tirado en el suelo, justo en medio de su camino. Quería asomarse a la barandilla y el estaba en medio. "Habrá que hacerlo al estilo del Cipher Pol para no molestar al bello durmiente". Exclamó en su cabeza con tono irónico, antes de utilizar su Soru, para impulsarse y saltar por encima del chico, quedando con los pies sobre la baranda, sin hacer ruido pero con un equilibrio cuestionable. Creó un par de brazos para que la sujetaran y no caerse. -Vale, quizás había formas menos peligrosas, pero así ha sido más divertido-. Murmuró para sí antes de mirar hacia el frente, disfrutando de las vistas y de la suave brisa marina, que revolvía su cabello. Al cabo de un rato, extendió los brazos y cerró los ojos. Aquello era agradable. Se sentía libre. No como cuando estaba presa en su casa...Había cambiado mucho desde entonces. Había perdido su infancia a cambio de conseguir una vida plena. No tendría una familia estable ni podría vivir como otros. Tendría riesgo de morir desde que dejara el CP, pero al menos sería ella quien decidiera hacer eso.
-Esta clase de sensación...Hace que valga la pena haberme unido a esta banda...- Susurró, olvidando que el chico estaba detrás suya...O más bien, pensando que sí era la pereza debía estar dormido y no la escucharía.
Haine abrió la puerta y nada más lo hizo, vio otra vez al chico de antes, tirado en el suelo, justo en medio de su camino. Quería asomarse a la barandilla y el estaba en medio. "Habrá que hacerlo al estilo del Cipher Pol para no molestar al bello durmiente". Exclamó en su cabeza con tono irónico, antes de utilizar su Soru, para impulsarse y saltar por encima del chico, quedando con los pies sobre la baranda, sin hacer ruido pero con un equilibrio cuestionable. Creó un par de brazos para que la sujetaran y no caerse. -Vale, quizás había formas menos peligrosas, pero así ha sido más divertido-. Murmuró para sí antes de mirar hacia el frente, disfrutando de las vistas y de la suave brisa marina, que revolvía su cabello. Al cabo de un rato, extendió los brazos y cerró los ojos. Aquello era agradable. Se sentía libre. No como cuando estaba presa en su casa...Había cambiado mucho desde entonces. Había perdido su infancia a cambio de conseguir una vida plena. No tendría una familia estable ni podría vivir como otros. Tendría riesgo de morir desde que dejara el CP, pero al menos sería ella quien decidiera hacer eso.
-Esta clase de sensación...Hace que valga la pena haberme unido a esta banda...- Susurró, olvidando que el chico estaba detrás suya...O más bien, pensando que sí era la pereza debía estar dormido y no la escucharía.
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El lobo continuaba con los ojos cerrados, manteniéndose alerta en todo momento para de esa forma poder controlar la situación desde su posición. Su haki de observación pronto le rebeló que la joven se estaba acercando. Simplemente fingió estar dormido, y por ello su artimaña de espionaje sería totalmente perfecta, y nadie podría decirle nada. Estaba haciendo lo que supuestamente mejor sabía hacer, dormir. Se relamió despacio, y después de unos momentos notó una leve brisa. Su olfato también estaba listo para percibir cualquier cosa que no fuera común en aquel barco. Era una especie de guardián ante todo, y por ello tenía la perfecta capacidad de vigilar. Desde hacía años había sido el terror de los mares, asesinando a todo tipo de persona que se aventurase en ellos. El oscuro ente de las pesadillas, Kedra.
Sintió cómo la chica se colocaba en la borda, y por ello abrió su ojo derecho despacio. Estuvo todo el rato alerta a lo que pudiese hacer la mujer. En poco tiempo ella habló, y el espectro escuchó sus palabras. No hizo nada aparte de mirar unos momentos a otro lado. El mero hecho de estar allí parecía hacerla sentir mejor. El cadejo sin embargo no conocía aquello, siempre estaba de un lado a otro, luchando y sintiéndose bien cuando combatía. En ese momento se colocó en pie, quedando a la espalda de la joven. No hizo intento alguno de permanecer oculto, y por ello simplemente tosió un poco. Su objetivo de esa forma sería el de llamar la atención de ella, y entonces la miraría con aquella expresión fría que solía tener en la mirada. El lobo del terror sabía que la morena pronto abandonaría el barco, pues no solía estar mucho por aquella zona. En el fondo, era una compañera más pese a todo.
En ese momento el luchador soltó un pequeño suspiro. – Este mundo no es nada agradable, por ello escogí eliminarlo hace años. Pero ahora, tan solo paso de todos sus habitantes. Quedan pocos que me hagan querer caminar sobre sus islas, y navegar por sus mares. – En cuanto dijo aquello, saltó quedando sobre la borda y a su lado, observando el mar con calma. No necesitaba sujetarse a nada, pues se encontraba cómodo de aquella forma. Entrecerró los ojos, y continuó observando el horizonte de forma calmada. Tan sólo desvió la mirada unos momentos, observando a la chica que estaba allí con él.
Sintió cómo la chica se colocaba en la borda, y por ello abrió su ojo derecho despacio. Estuvo todo el rato alerta a lo que pudiese hacer la mujer. En poco tiempo ella habló, y el espectro escuchó sus palabras. No hizo nada aparte de mirar unos momentos a otro lado. El mero hecho de estar allí parecía hacerla sentir mejor. El cadejo sin embargo no conocía aquello, siempre estaba de un lado a otro, luchando y sintiéndose bien cuando combatía. En ese momento se colocó en pie, quedando a la espalda de la joven. No hizo intento alguno de permanecer oculto, y por ello simplemente tosió un poco. Su objetivo de esa forma sería el de llamar la atención de ella, y entonces la miraría con aquella expresión fría que solía tener en la mirada. El lobo del terror sabía que la morena pronto abandonaría el barco, pues no solía estar mucho por aquella zona. En el fondo, era una compañera más pese a todo.
En ese momento el luchador soltó un pequeño suspiro. – Este mundo no es nada agradable, por ello escogí eliminarlo hace años. Pero ahora, tan solo paso de todos sus habitantes. Quedan pocos que me hagan querer caminar sobre sus islas, y navegar por sus mares. – En cuanto dijo aquello, saltó quedando sobre la borda y a su lado, observando el mar con calma. No necesitaba sujetarse a nada, pues se encontraba cómodo de aquella forma. Entrecerró los ojos, y continuó observando el horizonte de forma calmada. Tan sólo desvió la mirada unos momentos, observando a la chica que estaba allí con él.
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Haine miró de reojo al chico de cabellos castaños, en silencio, pensando en lo que aquellas palabras significaban. Algo de curiosidad surgió en ella en esos momentos. ¿Acaso le había sucedido algo? Las personas evolucionan según sus vivencias y ella era la prueba de lo mismo. ¿Qué habría tenido que pasar aquella persona para decir eso? Esa clase de preguntas comenzaron a rondar la mente de la joven de cabellos azabaches, que se mantuvo un tiempo mirándole de forma descarada. -Ya veo...- Murmuró tras un rato sin decir nada, volviendo a dirigir su mirada al océano. -¿Y si en vez de destruirlo creas otro mundo que sea solo tuyo? Ignorando a los demás, haciendo lo que quieras? Un mundo en el que seas libre...¿No sería mejor que solo vagar sin sentido?- Añadió ella, pensando en lo que había hecho que acabará en aquel lugar. Eso era lo que buscaba. Un mundo en el que poder ser dueña de si misma y cumplir con lo que quisiera, sin que nadie le cortara las alas.
La isla en la que la habían citado para volver a la base del gobierno se dejó ver mientras ella pronunciaba aquellas palabras. Era hora de despedirse y volver con su otro bando. Bueno, al menos había recaudado algo de información, aunque solo una pequeña parte de esta iría a parar al gobierno, y no del todo correcta. -Bueno, supongo que es hora de despedirnos, chucho. Espero que no vuelvas a intentar atacar a Rom la próxima vez que nos veamos...Y que te cuides esa enfermedad o se lo contaré a Émile.- Añadió antes de ponerse en pie. Tras aquello, se dirigió a su camarote y termino de recoger sus cosas, entregó un informe a su capitán y se dirigió con Rom al bote con el que llegaría al lugar designado.
"No me apetece tener que dar más informes y que me asignen otra misión..." Se quejó en un suspiro la chica antes de partir, pensando en lo que le esperaba.
La isla en la que la habían citado para volver a la base del gobierno se dejó ver mientras ella pronunciaba aquellas palabras. Era hora de despedirse y volver con su otro bando. Bueno, al menos había recaudado algo de información, aunque solo una pequeña parte de esta iría a parar al gobierno, y no del todo correcta. -Bueno, supongo que es hora de despedirnos, chucho. Espero que no vuelvas a intentar atacar a Rom la próxima vez que nos veamos...Y que te cuides esa enfermedad o se lo contaré a Émile.- Añadió antes de ponerse en pie. Tras aquello, se dirigió a su camarote y termino de recoger sus cosas, entregó un informe a su capitán y se dirigió con Rom al bote con el que llegaría al lugar designado.
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