Un breve encuentro en Shellstown

El enmascarado acababa de llegar a Shellstown. Había viajado desde Splent durante un par de días en una linea de transporte de pasajeros, y aún estaba completamente mareado por el viaje. El pelirrojo sentía como si sus tripas le pidieran echar todo lo que habían almacenado durante los últimos días. Las náuseas continuadas le mataban, metafóricamente hablando, en los viajes largos. Pero por fin volvía a pisar tierra firme. Ocultos tras su máscara, el chico observaba el lugar. Con algo de suerte las noticias desde Splent tardarían en llegar hasta ahí, y podría tener una estancia tranquila. Además, seguro que en una ciudad de tal magnitud era sencillo encontrar algún negocio rentable. Se llevó la mano al cinto, donde reposaba su espada de hoja roja, y dejó que sus hombros se relajasen. En cualquier caso, había que mantener una actitud relajada y serena para no levantar sospechas.

El hombre de pelo escarlata empezó a caminar por las calles del puerto, buscando alguna taberna portuaria, donde el alcohol y los rumores corrieran a partes iguales. Pese a todo, no dejaba de sentirse observado por la gente a su alrededor: "Mierda, lo saben... sabes que he sido yo..." pensaba mientras trataba de dejar atrás esas ideas, con poco resultado.

Tras un cuarto de hora caminando, aproximadamente, el enmascarado entró en una taberna con las características que estaba buscando. Un bullicio sonaba en su interior. El pelirrojo entró por la puerta para ver un ambiente que podría llegar a definirse como "salvaje". Parecía que había entrado en medio de una pelea de bar. Era increíble ver cómo el cristal tras la barra aún seguía intacto, con todos aquellos golpes, gritos, botellas de sake voladoras y sillas partiéndose en las espaldas de los participantes. Fenrir decidió que tal vez lo mejor fuera irse y buscar un lugar más tranquilo, cuando una sombra apareció tras él. Un hombre, con aspecto de matón, vestido con una camiseta de asas que le quedaba claramente pequeña, lo miraba de forma bastante hostil.

- ¡Aparta, gilipollas! -le gruñó mientras lo lanzaba al interior del bullicio de un brusco empujón.

La siguiente parada de mi viaje era Shellstown, una isla cuartel, en la que además del gran cuartel de la marina se reúnen muchos cazarecompensas, ya sea para cobrar recompensas o buscar los carteles de se busca actualizados. Nosotros atracamos sobre medio día, formando en el gran patio, a la espera de que nos dijeran cuanto íbamos a tener de permiso tras la larga travesía. Pero para desconcierto de todos, el Comodoro de la base nos mando de patrulla por la isla. Había habido problemas en una isla cercana y teníamos que estar atentos a cualquier tipo sospechoso.

Las patrullas, el cometido más aburrido de la marina, pero era lo que tocaba. La gente se nos quedaba mirando cuando pasábamos por las calles, algunos nos daban la bienvenida, y otros simplemente nos saludaban. La gente del lugar parecía conocer bien a los marines destacados en la isla, por lo que averiguar más o menos quienes eran los extranjeros sería fácil, los que no saludaran. Recorrimos bastante zona, a pesar de caminábamos despacio fijándonos bien en toda la gente, detuvimos a un par de piratas de poco monta, unos despistados con menos de diez mil berys de recompensa, y paramos un par de tumultos tabernarios.

Cuando estábamos regresando ya al cuartel escuchamos mucho jaleo dentro de una taberna, seguramente otra riña de cazarecompensas ebrios. Cuando entramos había dos tipos mirándose fijamente en la puerta hasta que uno empujo a otro al tumulto. Este parecía más grande que los otros dos, pero aún así teníamos que pararlo.

-¡Esto se ha acabado!- grité cuando la mayoría de la patrulla había entrado-Si no paráis y deponéis la actitud beligerante seréis arrestados. Además de eso realizaremos un control a cada uno, si os resistís perderéis la licencia de cazador en caso detenerla.

El pelirrojo se vio rodeado de pronto por el tumulto de gente que peleaba en una melee que había dejado atrás todo rastro de honor o estrategia. Los puñetazos, patadas y empujones estaban a la orden del día, e incluso le pareció ver volar sobre su cabeza un par de ondas de energía, provenientes de un hombre que se había situado sobre una mesa.

Fenrir supuso que aquel tipo era de los más fuertes de la sala, así que se mantendría alejado de él. No es que dudase de sus propias capacidades de derrotarlo, pero pelear en medio de toda aquella gente sería mucho más difícil. Cualquiera podría atacarle por la espalda, y ese era un riesgo que no iba a correr. El hombre de la entrada, el mismo que lo había tirado, se había girado a ver dios sabe qué. Sobre el batiburrillo de ruidos, le pareció oír a alguien gritando afuera. "Mierda, ¿y ahora qué?"

Tratando de pasar desapercibido, el pelirrojo se arrastró bajo una mesa y evitó por los pelos una puñalada trapera y una bala perdida. Una vez bajo la mesa, el chico de pelo rojo como la sangre sacó su arma, lentamente, como saboreando el momento, y se concentró. La hoja empezó a brillar de forma amenazadora, como si un fuego inextinguible  la recorriese en su interior. El arma empezó a calentarse, y entonces el chico se levantó de golpe, soltando un tajo a la mesa y lanzándola hacia atrás en el proceso, hacia un grupo de tres personas. La madera, empapada en alcohol de las miles de cervezas derramadas que debieron pasar por ella desde la última vez que había sido limpiada, prendió, y el fuego empezó a arder en el lugar. "Vaya... no me esperaba esto" pensó el enmascarado, mientras frente a él empezaba a desatarse el infierno. Miró hacia la entrada, ¿qué demonios estaba pasando allí fuera?

Los participantes de la pelea más cercanos a nosotros ya se estaban calmando y haciéndose a un lado, para que el resto pudiera vernos bien. Pero el centro de la pelea parecía no oír bien mis palabras, ni esta se disolvía tan rápido como yo esperaba. Me fui acercando a la barra, a la que me subí, esquivando dos ondas cortantes provenientes de algún lugar del centro de la pelea, alguno de los hombres subidos a la mesas seguramente.

-Repito, calmaos u os tendremos que llevar al calabozo a todos, y perderéis las licencias.- grite desde arriba.- Avisa al cartel que manden más patrullas- le comenté a uno de mis compañeros.

En ese momento una de las mesas cercanas al centro salto hacia arriba incendiándose casi al instante, y la zona se lleno de gritos de asombro y miedo. Mire detrás mío, en busca de algo que usar para apagar el fuego y vi un grifo, seguramente usado para enjuagar las jarras. Le di un con el pie a la manivela, mientras me concentraba en el agua que empezaba a manar de él. Con varios movimientos de mis brazos, como me había enseñado el maestro, redirigí el choro de agua hacia la mesa en llamas para apagarlas. Esto provocó que además del asombro por el fuego el consiguiente asombro por su extinción terminara casi por completo con la pelea. Termine bastante agotado, pero intenté no mostrarlo, aún necesitaba practicar mucho para hacer cosas así sin agotarme. Aproveché el consiguiente silenció para repetir que todos se separaran y esperaran ordenes para no terminar durmiendo en el calabozo.

Fenrir vio cómo su fuego quedaba sofocado por un chorro de agua que elevó una gran nube de vapor hacia el techo del bar. Observó el lugar de procedencia del agua y logró ver a un hombre, vestido de marine, que ordenaba a la gente que se calmase y se separase, para evitar que la pelea llegase a males mayores. El pelirrojo guardó su arma, en completo silencio, mientras el marine y el cuerpo de hombres que lo acompañaban trataban de imponer orden. El enmascarado se movió ligeramente hacia la salida. No parecía haber gente allá afuera. Tal vez fuera una buena idea escapar por allí. Llamaría la atención, sí, pero se libraría de la prisión si no lo atrapaban. Y dado su entrenamiento con Smitch, ahora podía correr bastante rápido y bastante tiempo, con lo que dudaba que aquellos agentes de la ley lo atrapasen.

El pelirrojo estaba a apenas cuatro metros de la entrada del local, y entre él y la libertad había un grupo de personas que obviamente habían participado en la reyerta, como bien mostraban sus labios sangrantes y sus ojos morados. Fenrir se agachó ligeramente, listo para huir si las cosas se ponían feas. "De verdad espero que los carteles no hayan llegado..." pensó para sí.

La mesa carbonizada yacía a su lado, y el agua empezaba a filtrarse entre los huecos de los maderos del suelo. Por suerte para él, el marine que parecía estar tomando las riendas de la situación estaba separado de él por cuatro metros y un montón de gente que se preguntaba si habían hecho bien al meterse en aquella pelea. Se notaba el nerviosismo creciente en el ambiente cargado de la taberna.

Con el fuego apagado todos empezaron a calmarse, aunque el vapor y el humo generado habían dejado el ambiente cargado y pesado. Bajé de la barra de un salto y me dirigí hacia uno de los otros marines, para que abrieran puertas y ventanas, además de que se quedaran varios por cada una para que nadie escapara. El hombre además me informó que estaban llegando varias patrullas más de refuerzo.

-Muy bien, ahora que todos estamos más calmados solo queremos saber que ha pasado aquí. Por favor ir saliendo cuando os lo pidan por la puerta para hacer una declaración. Si alguien se siente responsable puede dejar un donativo para el dueño de la taberna, ya sabéis como va.- Tras una pequeña pausa- También os pido que os quitéis mascaras u objetos que hagan más difícil vuestra identificación, así como que no tengáis las manos cerca de vuestras armas.

Tras el pequeño discurso me dirigí hacia la puerta, me quedaría en ella por dentro controlando a todos los que salieran, la verdad con tanto cazador por allí no creía que pudiera haber ningún pirata o revolucionario conocido cerca. Aunque toda precaución era poca. Además esperaba que alguna de las patrullas que venían de refuerzo trajera los nuevos carteles de “Se busca”. Los hombres y mujeres del local empezaban a salir de uno en uno, era un proceso lento aunque necesario. Casi todos los presentes ya estaban calmados, pero no podía ver bien a los que estaban en el centro del grupo. Ninguno se había acercado a las ventanas abiertas ni a la barra, otra pelea rutinaria por borrachera, en poco estaríamos de vuelta en cuartel y podría descansaar.

Fenrir suspiró relajado cuando el marine pidió que todo el mundo se quitase máscaras y objetos que impidiesen su reconocimiento facial. Si estaba en lo cierto, su cartel de Se Busca ni siquiera estaría en la isla, y de estarlo, estaba seguro de que sería con su máscara. Al fin y al cabo, no se la había quitado para matar a Thomas. El espadachín sonrió mientras se quitaba su antifaz y lo guardaba en un pliegue de la chaqueta. Sus ojos escarlatas observaron el lugar con cierto recelo. Pese a que estaba seguro de que así no lo reconocerían, seguía sintiendo cierta incomodidad al dejar su rostro expuesto a las miradas analíticas de los demás. Odiaba que la gente lo viese a la cara.

Caminando con lentitud hacia delante según el lugar se iba vaciando, y cuando uno de los marines lo señaló, el pelirrojo asintió y se encaminó a la salida del local, en completo silencio. Nada más salir del mismo, vio frente a él al tipo que había iniciado la redada y a lo que parecía un pelotón de marines acercándose desde una calle lateral. El hombre tragó saliva mientras observaba la panorámica, que cada vez se le estaba poniendo más y más peligrosa. "Seguro que tienen carteles... espero  que no esté el mío. Boh, qué demonios, ¡seguro que está! Al menos no llevo la máscara... les será difícil reconocerme..." pensaba mientras buscaba posibles vías de escape por si la cosa se ponía fea. La más cercana era un callejón al lado del local, pero no era la única salida. Empezó  a  calcular sus posibilidades de salir de allí sin que lo atrapasen, y se dio cuenta de que si lo descubrían, tendría que hacer uso de la fuerza para huir.

Todos los hombres salían como habíamos pedido y sin oponer resistencia alguna, no se tomarían acciones legales a petición del dueño como en la mayoría de estos casos. Las otras patrullas estaban llegando, pero sin los carteles nuevos, al parecer aún no habían llegado por varios introducidos a última hora. Pero estas patrullas traían ordenes de apuntar nombres, lugares de hospedaje y custodia preventiva de los visitantes de la ciudad no cazarecompensas. La mayoría de ellos no se habían opuesto y solamente a uno lo habíamos tenido que detener por oponerse de manera violenta a esta petición.

Le tocaba a un joven de ojos escarlata y pelo rojo, acababa de salir del restaurante y parecía nervioso, le señalé a uno de los marines que estaba a mi izquierda para que fuera hacia este. Mientras yo me dirigí hacia la última patrulla que llegaba, justo a tiempo, ya que me estaba quedando sin efectivo por los viajeros extranjeros. A ellos tampoco les habían entregado carteles de “se busca”, pero me transmitieron las mismas órdenes que los de las patrullas anteriores. Si todo seguía así no habría problemas y no necesitaríamos a todos los hombres que habíamos reunido.

Fenrir salió de la taberna, y el hombre que parecía estar dirigiendo la operación lo envió hacia uno de los marines para que iniciase un chequeo. El marine que lo interrogaría era un chico joven, debía rondar los veinte y parecía no llevar mucho en el cuerpo. Fenrir sonrió, con una fingida afabilidad, mientras el marine agarraba una libretita y un lápiz y empezaba a preguntarle cosas:

- ¿Nombre?
- Okaji Funsen. -Fenrir no pensaba darle su verdadero nombre a un marine cuando posiblemente en un par de días llegarían sus carteles.
- ¿Edad? -preguntó el marine mientras garabateaba algo en el cuaderno.
- Treinta y siete. -respondió parcamente el pelirrojo.
- ¿Origen? -el marine seguía garabateando cosas en su bloc de notas.
- Aldea Cocoyasi, Isla Conomi. -dijo, mientras soltaba lo primero que se le ocurría. Una isla cualquiera de aquel mar sería lo mejor para evitar descubrirse.
- ¿Qué vio usted de la pelea? -preguntó finalmente y tras una breve pausa el marine.
- No lo sé. Iba a tomar un trago cuando un hombre me tiró dentro de la trifulca. Lo último que recuerdo es una mesa ardiendo y mucha agua. -en esto Fenrir no había mentido... exactamente. El marine pareció darse por satisfecho, tomando las últimas notas y le indicó que se juntase con el resto de personas interrogadas mientras terminaban de preguntar a los presentes.

Fenrir se juntó con el grupo de testigos y participantes de la pelea, y se cruzó de brazos. En cuanto tuviese la menor ocasión se largaría de aquel lugar, a dios sabe dónde.

Ya estábamos casi terminando, pero se nos habían acumulado varios cuidadnos extranjeros en la plaza, casi todos ellos habían estado en la pelea por obligación, o bien por ser empujados o bien por estar en medio de todo cuando empezó. Muchos de ellos habían correspondido con el bote que habíamos puesto para el tabernero, el cual entré a entregarle en persona. Había suficiente para sufragar gastos y bebidas impagadas, aunque por los pelos.

Cuando salí me dirigí a los soldados para que formaran, y luego hacia los ciudadanos que aún estaban allí y no habían sido a acompañados y les pedí que se pusieran en medio de la patrulla. Así mismo les pedí que nos fueran comunicando sus lugares de hospedaje para ir dejándolos en ellos, si no disponían de él les acompañaríamos al más cercano de las características que indicaran. Dejaría a tres marines con ellos para evitar fugas hasta aclararlo todo y tener los carteles de “se busca”.

El grupo fue reduciéndose paulatinamente hasta que solo quedaban un chico pelirrojo de ojos carmesí y uno de pelo blanco y ojos verdes. Ninguno había especificado lugar de pernocta hasta ese momento por lo que me acerque hasta ellos para preguntarles, y en caso de no tener ninguno le daríamos una habitación en el cuartel, para tenerle controlado y no deambulando por las calles de noche.

-Bien, son ustedes los únicos que quedan, ¿Donde debemos acompañarles?

Fenrir observó al otro hombre que se había quedado con él. Era un foráneo de la isla, al igual que él, y parecía bastante perdido. El marine que parecía estar dirigiendo la operación se acercó a ellos dos y les preguntó con cortesía:

- Bien, son ustedes los únicos que quedan, ¿dónde debemos acompañarles? -Fenrir lo miró a los ojos. Los demás, o eran gente de la isla que se habían ido a sus casas o bien eran extranjeros que simplemente se estaban hospedando en lugares cercanos. Pero él no tenía a dónde ir, porque acababa de llegar.
- No tengo ningún cuarto alquilado, si es a lo que se refieren... -dijo mientras se metía las manos en los bolsillos del pantalón, con aire aburrido. En realidad, por dentro tan solo quería largarse de aquel lugar. Pegarse con tantos marines al mismo tiempo no era algo que desease, menos aún en una ciudad donde se encontraba un importante cuartel de la Marina-. De todos modos -añadió-, pensaba irme hoy mismo en el próximo barco que saliera de la isla. Con algo de suerte me podré embarcar en el siguiente. -su estómago rugió, prediciendo el fuerte mareo que tendría nada más abandonar el puerto.
- Yo... supongo que tendré que esperar a que ustedes me lleven a algún lugar, agentes. Al igual que este hombre, no tengo un lugar donde dormir. -dijo el chico de pelo blanco y ojos verdes.

Por lo que me decían los dos hombres ninguno tenia habitación en la isla, ¿como tenían pensado pasar la noche pues? Aquello me hacia sospechar un poco, y más que uno de ellos quisiera marcharse tan pronto y con tantas prisas, y que no llevaran equipaje encima no les ayudaba. Bueno, quizás estuviera exagerando un poco, al día siguiente con los carteles de recompensa se solucionaría deprisa todo.

-Muy bien, esta noche se quedaran los dos con nosotros en el cuartel.-dije con tono que no admitía reproches.- ¿No tienen equipaje? -Mirando al pelirrojo pregunté- ¿Espero qué no le importe pasar la noche en la isla? Pero por desgracia hasta mañana no podemos permitirle abandonarla. Y si me lo permite, - comenté mirando al peliblanco- ¿Como tenia pensado pasar la noche?

El hombre del pelo blanco me explico que estaba de peregrinaje y que solo llevaba lo puesto, se hospedaba y comía en casa de gente de las islas por las que pasaba hasta que llegara a su destino. La verdad nunca había oído hablar de esa costumbre y si podía le preguntaría mas acerca de ella de camino al cuartel y en este.

Fenrir soltó un taco para sí mismo. Si se quedaba en la ciudad, acabarían por descubrirlo. Tenía que ser capaz de salir de allí cuanto antes, más ahora que tenía precio por su cabeza. Empezó a caminar hacia el cuartel, acompañado por un par de marines, mientras pensaba en sus posibilidades. Lo mejor sería salir de allí cuanto antes, pero huir de la autoridad solo le traería más problemas. Respiró profundamente mientras el cuartel se hacía más y más imponente conforme se iba acercando a él.

- Mierda... -gruñó, mientras se llevaba la mano al mango de la espada.

El camino que ascendía hasta el cuartel estaba bordeado por un montón de árboles de todo tipo, formando un pequeño bosque. Si lograba reducir a los marines, podría escapar sin muchos problemas, y sin tener que preocuparse de posibles disparos.

Al girar en un recodo del camino, el pelirrojo observó los árboles a su lado, a lo largo de un terraplén, y supo que era su oportunidad, posiblemente la única que tenía de huir. Saltó por el desnivel, deslizándose entre la hojarasca mientras escuchaba a los marines gritar tras de él que se detuviese. Ignorándolos, el hombre empezó a correr hacia la costa, descendiendo a toda prisa, mientras un par de disparos se oían cerca, golpeando en los árboles cercanos. Fenrir empezó a correr como alma que lleva el diablo, sin dejar de maldecir.

El peliblanco quería acercarse a un templo que había en la ciudad antes de ir al cuartel, por lo que mande a un par de hombres con el pelirrojo que si iba para el cuartel ya. Por el camino al templo le pregunte al peliblanco más por su peregrinaje, quería saber más del mismo y de por qué lo hacían. Al parecer al llegar a la mayoría de edad de su pueblo, los dieciséis años, todos hacían un peregrinaje del que no todos volvían en busca de un objetivo para su vida. Algunos parecían tenerlo muy claro hasta antes de salir y su peregrinaje solo era un trámite mientras que otros descubrían su objetivo en el, o cambiaban lo que creían antes de salir. Por lo que me dijo todos los que regresaban traían algo consigo, determinación. Cuando estábamos cerca del templo ya una llamada por el DDM hizo que me parara, al parecer el pelirrojo había escapado.

-Disculpas, pero, tengo que irme. Le dejo a estos seis marines para que le acompañen, si tiene cualquier duda puede preguntársela.

Me di la vuelta y me dirigí hacia el cuartel de nuevo para ver que había pasado, el comandante se iba a cabrear mucho por esto, a sique habría que poner patrullas especiales para que no escapara de la isla, ¿Por qué lo habría hecho? Lo más seguro es que fuera la nueva incorporación a los carteles, ¿Cuanto seria su recompensa? Bueno lo importante era proteger el puerto y patrullar las calas en las que pudiera tener escondida una balsa o barca.

Fenrir había logrado dejar atrás a los hombres que le perseguían, llegando a una pequeña cala donde una pequeña casa de madera descansaba, protegida del viento por los altos acantilados. Menuda suerte, tal vez allí hubiese alguien a quien poder pedirle prestado un barco. Y si no se lo cedían, tal vez se viese forzado a insistir, espada en mano.

El pelirrojo de la máscara tribal se acercó con pasos rápidos y ligeros a la pequeña caseta, y llamó tres veces a la puerta, esperando una respuesta al otro lado. Un ruido al otro lado del umbral le indicó que su aviso había sido escuchado por quienquiera que estuviese en su interior. Un hombre de gesto amable le abrió la puerta, y entonces Fenrir respiró hondo y le dijo:

- Viejo, necesito un barco. -el enmascarado no parecía tener tiempo para tonterías. El hombre de la casa arqueó las cejas, y simplemente le preguntó el porqué de aquella necesidad.
- ¿Tal vez quieras pasar y tomar algo de té? -preguntó, mientras se movía de nuevo hacia el interior de la casucha, dándole la espalda al pelirrojo, que sentía cómo cada segundo que pasaba allí era un segundo malgastado.
- Escucha... -dijo con voz neutra, monocorde-. Necesito un barco. Dámelo. -al tiempo que lo decía, el chico llevó la mano a la espada, haciendo sonar la hoja contra la vaina mientras despojaba al arma de ésta.
- ¿Qué...? -preguntó el anciano mientras se giraba de nuevo, hacia la amenazadora figura armada que estaba en la entrada de su hogar.
- ¡Dame una barca! -aulló el mercenario, haciendo palidecer al pobre viejo.
- Ha-hay una fuera, en la cala, escondida entre unas rocas... -tembló el hombre, derrumbándose sobre sus rodillas y cubriéndose la cabeza con las manos-. Por-por favor... no me hagas daño. -imploró.
- Tranquilo... -respondió secamente Fenrir mientras se daba media vuelta y salía hacia la cala, buscando la barca-. No me han pagado para ello.

Espada aún en mano, empezó a escuchar gritos de gente en el bosque. Los marines parecían estarle cercando. El espadachín soltó un taco y empezó a correr hacia las rocas. Un disparo pasó rozándole, impactando en la pared del acantilado.

- ¡Está allí! -gritó uno de los marines, con un rifle humeante en la mano.

Fenrir giró tras unas rocas y vio una barca unos cincuenta metros más adelante, atada con un cabo a una piedra. Los gritos se multiplicaron tras él, y un par de disparos se escucharon tras él. El pelirrojo saltó en la embarcación y de un rápido corte partió la cuerda y guardó la hoja. Agarrando los remos, empezó a mover el bote hacia mar abierto, mientras los marines se acercaban, cerca ya de su posición. Con suerte para cuando llegasen, no podrían darle con sus rifles.

- Putos marines... -gruñó, mientras el barquito se deslizaba sobre el agua.

Mientras volvía al cuartel me comunicaron por el DDM que el sujeto estaba escapando hacia la costa este y que lo estaban persiguiendo. “Genial, si se mete en el agua ser presa fácil a menos que tenga un gran barco con muchos hombres” pensé mientras cambiaba de rumbo a la costa.

-No le perdáis de vista, e irme indicando si cambia de dirección o si consigue un transporte.- Les indique a los marines que estaban tras el fugado.

El camino que elegí era bastante recto y cuesta abajo, no quise correr ya que en el mar recuperaría el tiempo perdido y me adelantaría a el por mucha fuerza que tuviera no podía remar más rápido que yo nadar. Por el camino me encontré bastante gente que me retraso un poco, aun así esperaba llegar a tiempo para poderlo capturar, o al menos eso intentaría. Una vez ya en la costa me lancé al agua y me encamine hacia la costa que me habían indicado, hacia unos minutos me habían comunicado que el chico había conseguido una barca y ya había zarpado. Esperaba poder atraparle a cierta distancia de la costa donde tuviera más impedimentos para pelear, y si era usuario de Akuma le seria aún más complicado. Con mi alta velocidad de nado no tardaría más que unos pocos minutos en llegar a la zona, más que de sobra para que el resto de marines de la costa lo hubieran hundido ya o si no aún lo tuvieran en los prismáticos.

"Así no voy a poder escapar" Fenrir se giró con rabia sobre la barca. Empezaba a sentirse verdaderamente furioso. ¿Quienes eran aquellos hijos de perra para atreverse a dispararle? El pelirrojo se colocó bien su máscara y simplemente se giró de nuevo hacia la costa, y agarró los remos para volver. Tres marines lo esperaban allí, armados con tres rifles, mientras lo apuntaban con ellos.

Fenrir empezó a remar hacia ellos, alzando una mano, haciendo un gesto para indicar que se rendía. A cada palada que daba, se acercaba un poco más a la costa. Los marines no dejaban de apuntarle con sus rifles, mientras él se acercaba poco a poco a ellos. Con un gruñido, dejó que la barca se quedase de nuevo entre las rocas, encajada como una pieza de un rompecabezas colocada a la fuerza en un hueco que no le correspondía.

- Las manos tras la cabez... -el marine del rifle apenas pudo decir la frase, cuando Fenrir sacó su espada de un solo movimiento de muñeca, rápido y letal, apuntándole al cuello, pero sin llegar a dañarlo más allá de un ligero rasguño que hizo que una gotita de sangre se deslizase por su cuello.
- Controla tu lengua, si no quieres que te la corte. -respondió el enmascarado.
- ¡Tú! ¿¡Te has vuelto loco!? -le gritó otro de los marines, mientras le apuntaba a la cabeza con su arma, temblándole ligeramente por la tensión acumulada. Fenrir sonrió de forma siniestra.
- ¿En serio queréis morir tan jóvenes, chicos? -les dijo, mientras su espada se separaba unos milímetros del cuello del marine, que estaba pálido como un cirio-. No me hagáis manchar mi hoja. -Fenrir bajó la hoja, haciendo el gesto de enfundarla, agarrando la empuñadura con ambas manos, para entonces tomar una decisión.

Su hoja voló rauda, inflamándose con todo el cabreo que había acumulado en aquella estúpida persecución, mientras él se tiraba en plancha al suelo. El filo de la espada cortó con la fuerza de un demonio las piernas de los tres marines, atravesándola con la misma facilidad con que un cuchillo atraviesa mantequilla caliente. El calor que despedía la hoja era tal que los pantalones de los hombres se incendiaron, y el sonido de las olas rompiendo contra las rocas fue ahogado por los gritos de los tres agentes. Un disparo sonó, y Fenrir sintió calor a la altura de su mejilla: una bala acababa de rasgarle en la parte derecha de la cabeza, a escasos milímetros de reventarle la oreja.

El golpe de Fenrir contra el suelo fue duro. Se había dejado caer contra el suelo, golpeándose en el pecho con fuerza. Por suerte, sería un dolor pasajero que se pasaría enseguida. Posiblemente le quedaría un cardenal, eso sí. Con un rápido movimiento, se incorporó de golpe, dándole una patada a uno de los marines, que no había soltado su arma y estaba tratando de apuntarle, sobreponiéndose al dolor. Luego pateó los rifles al agua. Un marine le agarró por la pernera del pantalón, pero se desembarazó de un tirón. El mercenario escuchó pasos acercándose desde más allá del acantilado, posiblemente más marines, que se habían quedado con el viejo. No parecían ser muchos. Fenrir se colocó pegado a la esquina del acantilado, con la espada preparada, y cuando el primer hombre pasó, le dio un rápido corte ardiente en el cuello. Los gritos de los marines seguían escuchándose. Tan solo parecía quedar uno más, que se acercaba corriendo. Fenrir preparó su espada, pero cuando iba a dar el golpe, una hoja chocó contra la suya. El hombre lo esperaba, y se había defendido. La hoja ardiente empezó a cortar la espada del hombre, y el pelirrojo aprovechó el momento de desconcierto para dar una patada en la espinilla al marine y luego golpearle con el mango de la espada en la nariz, dejándolo inconsciente.

- ¡Señor, el intruso ha escapado! -la voz de uno de los marines sin piernas, distorsionada por el dolor, hizo que Fenrir se girase hacia él. El maldito tipo tenía un Den-Den Mushi en la mano, y le estaba delatando.
- ¡Muere! -gritó Fenrir mientras le atravesaba la espalda con la espada de fuego y luego la retorcía para rematarlo, entre gritos de agonía. Después, observó que los otros parecían estar inconscientes por el dolor. Agarró el cuerpo del último de ellos y le quitó la chaqueta, poniéndosela por encima de la suya propia y saliendo corriendo hacia el interior de la isla. Sintió que tenía algo en un bolsillo, y lo sacó: un Den-Den Mushi  azul claro. El problema es que no sabía usarlo. "Meh, tal vez sirva para algo" pensó mientras corría de vuelta al bosquecillo.

Cuando llegue a la zona no encontré ninguna barca, cuando intente contactar con mis compañeros estos no dieron señal, o estaban llamando o el DDM había sido destruido. Contacte con otro de mis compañeros para indicarles la zona en la que estaban los anteriores que yo me dirigía ya a ella. Cuando asome fuera del agua el espectáculo me horrorizo, mis compañeros estaban por la orla esparcidos, algunos sin piernas desangrados y otros con diversas heridas. Aquel sujeto pagaría por ello, y además no tardando demasiado ya que vi una sombra meterse en el bosque. No me dio tiempo a comunicar el estado pues el DDM se activo con una llamada entrante, era uno de los Capitanes de la base.

-Acabo de oír morir a uno de nuestros compañeros, quiero a todos los marines de esta isla, de permiso o no montando un perímetro alrededor del cuadrante XD 98. Es peligroso, no os acerquéis a él, retenerlo desde lejos sin dejar de apuntarle y avisar a un alto mando.

-A sus órdenes mi capitán.- respondí por el DDM

Me dirigí hacia el bosque, pero teniéndolo tan cerca no lo dejaría escapar así como así. El camino por el bosque era arduo, pero nada como el entrenamiento al que había sido sometido durante la instrucción, y con algo de suerte pillaría cansado al sujeto que perseguía antes de que hiciera daño a nadie más.

Fenrir se internó por la parte más profunda del bosque. Viajar hacia la parte alta de la ladera era una estupidez, pues allí se encontraba el cuartel. El pelirrojo empezó a rodear la isla por aquel bosquecillo. Con algo de suerte encontraría un lugar en el que refugiarse. Según avanzaba, empezó a ver pequeñas cuadrillas de barcos en la zona de la costa. Vaya, sí que parecía haber causado un gran revuelo. Bueno, culpa de aquellos hombres, él no había querido matar a nadie, al menos no en un principio. Su espada ardía con furia incandescente en su mano, y el enmascarado sabía que si empezaba a quemar los árboles, aun por accidente, posiblemente lo único que lograse sería delatar su posición.

El enmascarado empezó a correr hacia el interior del bosque, aunque una vez pasada la zona del cuartel, el terreno se allanaba lo suficiente como para que avanzar a grandes trancos no fuese una tarea agotadora. El hombre supuso que un contingente interesante de marines estaría buscándolo, así que lo más seguro era evitar las zonas pobladas. Quizás por ese motivo, lo mejor que podía hacer era ir hacia zonas pobladas, dado que sería el último lugar en el que lo buscarían. El hombre se detuvo tras un enorme árbol, cercionándose de que no hubiese nadie cerca, y agarró su chaqueta negra, rasgándola sin compasión, haciéndola harapos. Entonces se quitó la máscara y echó a correr de nuevo, esta vez con una camisa roja bajo la chaqueta. Sus pantalones también estaban quedando en mal estado debido a la carrera por el bosque.

Antes de alejarse demasiado, el hombre giró de vuelta hacia Shellstown, tomando un desvío a la izquierda. El sendero apenas era visible entre la maleza que había crecido, ocultándolo a la vista, por lo que el hombre avanzaba con cierta dificultad. Por suerte para él, cualquiera que lo buscase por aquella zona se encontraría en el mismo problema. El mercenario se desvió del camino, y corrió a través del monte salvaje, hasta llegar a una zona algo menos densa. Frente a él, a unos cinco minutos de camino, estaba la ciudad. El hombre agarró un poco de barro, aún fresco bajo las hojas caídas, y se embadurnó el pelo. Con suerte podría pasar desapercibido, debido a su nuevo atuendo.

Estaba algo agitado, pero aún podría correr en caso de necesidad. Agradeció en silencio a Smitch el haberlo entrenado. Sin aquellas palizas, posiblemente ahora mismo estaría desfondado. Empezó a revolverse el pelo y se puso del revés la chaqueta. Además, se ensució un poco la cara con tierra húmeda y empezó a caminar hacia la ciudad. Aún a cinco minutos de entrar en ella, ya se sentía intranquilo. ¿Funcionaría su plan?

Una disculpa:

Aquel joven era más rápido y ágil de lo que había supuesto, pero eso no me pararía, el entrenamiento de marine y en el templo al que le habían sometido le daba las capacidades suficientes como para no perder el ritmo. Aunque de poco le servirían estas si perdía el rastro del sujeto, aunque a estas alturas la zona ya debía estar acordonada no debían permitir escapar a aquel asesino, y si lo hacia no descansaría hasta encontrarlo y llevarlo ante la justicia el mismo.

El bosque era bastante frondoso por aquella zona y acabe perdiendo el rastro del objetivo, lo comunique inmediatamente por DDM indicando mi posición. El Capitán me hecho algo la bronca por no seguir sus ordenes, pero agradeció la información. Continué por el bosque intentando encontrar algo que me indicara donde podía estar el pelirrojo asesino sin suerte, hasta que a lo lejos pude ver un leve resplandor como de algo quemándose que se empezó a mover con rapidez por entre los árboles. Sin pensármelo dos veces me puse a seguirlo, hubiera sido complicado avanzar por la zona si no fuera por que ahora tenia un punto al que seguir.

Tras un buen rato tras la tenue luz esta se paró y desapareció, pero algo sabia, ese individuo volvía al pueblo. Quizás sus ansias de matar aún no se habían saciado y quería matar más. Avance en silencio hasta ponerme tras un árbol, la figura que tenia delante ahora bestia camisa roja y los pantalones estaban sucios y rotos, me mire el kimono y no difería mucho de como estaban los del otro. Comunique los nuevos datos por DDM al Capitán y me dispuse a seguir de lejos al chico.

off:

Fenrir se acercó a la villa, oculto bajo su nueva identidad. El pelirrojo simplemente entró en las calles, tratando de pasar desapercibido. En lugar de avanzar por las calles principales, se internó en el primer callejón que encontró. Cuanto más evitase los lugares públicos, mejor. Le apetecía dejar de ser el centro de atención de la gente que seguramente estaba removiendo cielo y tierra para encontrarlo.

El hombre empezó a caminar en silencio por el pequeño callejón, oculto de miradas indiscretas por los altos muros que lo rodeaban. El hombre llevó la mano a la empuñadura, por precaución. Posiblemente ya estaban buscándolo por toda la villa. El hombre supuso que lo mejor sería ocultarse en una de las casas. El hombre caminaba en silencio, atento a cualquier posible movimiento sospechoso.

- Mmmm... -el hombre empezó a pensar si lo mejor sería correr hacia el puerto o bien esperar a que cayese la noche. Por suerte para él, con todo el rato que se había pasado caminando por el bosque apenas debía quedar un rato para que atardeciese. El crepúsculo podría llegar a darle una oportunidad para escapar de la isla de forma sigilosa. Lo mejor sería esperar a que anocheciese para ocultarse con las penumbras y largarse aprovechando el embozo nocturno.

Desde el lugar en el que se encontraba, se oían ruidos en las calles principales. El hombre sabía que aquello podía significar que patrullas de marines lo estarían buscando. Sus pasos lo llevaron a un lugar relativamente tranquilo dentro de la ciudad: una pequeña plaza de pequeño tamaño, encuadrada entre cuatro altas casas de piedra, y en cuyo centro había una pequeña fuente de roca. Parecía un lugar perfecto para ocultarse y esperar a que pasasen las horas hasta la noche. El hombre se acercó a una de las esquinas de la plaza, desde donde podía ver sin problemas el lugar, y se apoyó en la pared, con la espada preparada y los sentidos alerta.

Seguí a mi objetivo por el campo hasta la villa, donde lo perdí entre la gente y las calles tan laberínticas de esa zona de la ciudad. Intente encontrar pistas de donde se había metido, como puertas de casa abiertas o gritos de gente pidiendo ayuda, pero nada, parecía que intentaría pasar desapercibido o estaría ya en alguna casa asesinando a alguien, no podía saberlo. Comunique por DDM mi posición al capitán, que me mando un pequeño grupo e marines, ademas insistí en que se revisara las puertas de las casa para comprobar que todas estaban cerradas, y las casas sospechosas de allanamiento fueran registradas.

El capitán me dijo que se encargaría de ello, pero que mi cometido era patrullar por las calles cercanas al puerto, en especial parques y plazas ornamentadas que le pudieran servir de cobertura a aquel fugitivo. No era lo que más me gustara pero eran mis ordenes, por lo que eso hice, no conseguía que el resto de miembros de la patrulla caminaran en silencio y eso delataría nuestra posición seguro. Aún así revisamos varios parques sin ningún resultado y nos encaminamos a la plaza Font d' piedra.

La plaza estaba ubicada en el cruce de cuatro calles y tenia una pequeña fuente de piedra en medio, la verdad es que seria el lugar idóneo para encontrarlo y poder usar el agua contra él, aunque todavía no nos habíamos enfrentado esperaba poder ganarle sobradamente, o al menos empujarlo hacia el puerto si lo descubría donde tendría ventaja.

Fenrir escuchó un montón de pasos acercarse de forma más o menos suave. No eran solo dos o tres personas, sino que eran al menos seis. Si no hubiera sido por el número de personas que parecían estar acercándose allí, posiblemente ni los habría escuchado. El pelirrojo masculló algún tipo de improperio antes de buscar una salida: dudaba que una comitiva de aquel tamaño fueran simplemente unos pueblerinos, y aunque así fuera, no podía arriesgarse a que alguno lo reconociese. Los pasos rebotaban por la plaza, pero parecían venir de la calle del norte de la misma, por lo que el ahora desenmascarado hombre corrió hacia una de las calles de la derecha.

La calle estaba entre dos altos edificios construidos con madera y ladrillo, de dos alturas, y con los tejados ligeramente inclinados, con canalones en las partes más bajas de los mismos para recoger el agua. Uno de ellos parecía contar con una pequeña carbonera. Quiso la diosa fortuna que la portezuela de la trampilla se encontrase bloqueada con un cerrojo. Fenrir masculló, maldiciendo su suerte, y entonces tuvo una idea. Con un movimiento rápido, desenvainó su fiel arma y trató de partir la trampilla, o al menos dañar la cerradura para dar la impresión de que había sido forzada.

Su golpe hizo algo de ruido, un "cling" metálico que resonó momentáneamente en la calle, con lo que Fenrir echó a correr hacia el primer callejón que encontró a la vista: una pequeña y estrecha callejuela adoquinada en la que se amontonaban un montón de sacos vacíos y cajas de madera, posiblemente antes llenos de comida, y que terminaba en una valla de madera de unos tres metros de altura. El hombre se colocó de nuevo la máscara, y una vez enmascarado se ocultó tras un grupo de cajas, esperando a que su corazón se volviese a calmar. Esperaba escuchar a los marines llegando hasta la carbonera e investigando el lugar. Si se entretenían lo suficiente, el pelirrojo podría saltar la valla y salir corriendo hacia el puerto sin más problemas.

La plaza estaba desierta, llevábamos ya mucho tiempo buscando y no había ni rastro de él, parecía que se había esfumado cual fantasma. Solo esperaba que no hubiera entrado a alguna casa y asesinado a más gente. Justo cuando estaba pensando en esto se escuchó un ruido de algo de metal contra algo de metal, dirigí a la patrulla hacia la calle donde lo habia escuchado.

-Buscar bien en todas las cerraduras, si encontráis algo avisar enseguida. – Me volví hacia dos reclutas.- Vosotros dos, vigilar los tejados y ventanas, no quiero que nos sorprenda desde lo alto.

Los marines miraron durante un rato hasta que uno hizo señas de que había encontrado algo en una de las puertas de la calle. Parcia que alguien había forzado la entrada de aquella casa, aunque dentro no se veía ninguna luz. Necesitaba pillar al hombre por sorpresa, y si estaba vigilando notaria si todos los marines se acercaban.

-Tú y tú, conmigo, el resto seguir buscando. –Dije señalando a dos, y luego entrando en la casa sigilosamente.

Dentro de esta nos dividimos para inspeccionar la parte de abajo, ninguno encontró nada asique subimos al segundo piso. En este había dos personas durmiendo en una habitación, o al menos esperaba que estuvieran dormidas, y el resto de habitaciones vacías. Me acerqué con otro para comprobarlo, tapándoles la boca con la mano para que no gritaran, no era el método más efectivo para despertar a civiles, pero su seguridad era más importante. El hombre y la mujer se despertaron de golpe al sentir las manos, pero tras reconocer los trajes y gestos de silencio se calmaron algo. Les explique que su cerradura estaba forzada y entramos a comprobar si estaban bien. Después de una inspección con ellos de la casa dimos el asunto por zanjado, no les faltaba nada, ni había nadie, se nos había vuelto a escapar ese maldito.

Fenrir escuchó unos pasos entrando en el callejón. Una persona, posiblemente un marine. Maldita sea, lo descubriría y tendría que matarlo. Por suerte, no era especialmente remilgado a la hora de mojar su hoja. Llevó la mano a la empuñadura, y entonces fue cuando una ventana se abrió en el otro lado del callejón, en la pared de enfrente. Una mujer de exuberantes pechos y piel blanca como la leche salió a sacudir una especie de pequeña alfombrilla. El pelirrojo masculló algo en voz baja, en silencio.

- Oh, buenos días, señor agente. -escuchó la cantarina voz de la mujer. Su alegría implícita simplemente hizo que al hombre se le retorcieran las tripas. Cuán inocente era. Seguramente una niña de papá que nunca había tenido que ganarse la vida.
- Señorita, ¿no habrá usted visto a un hombre pasar por aquí cerca, verdad? -preguntó el marine-. Tiene pinta de vagabundo, y el pelo manchado con barro, según la última descripción conocida.
- Mmmm... -la mujer pareció pensárselo durante un tiempo-. No, lo siento, no me suena de nada -Fenrir sintió un escalofrío que le bajaba desde la nuca hasta la base de la espina dorsal. ¿Acaso la dama fortuna le sonreía al fin?-. De todos modos, por este barrio hay bastantes hombres que podrían ajustarse a esa descripción, me temo. No estamos en una zona precisamente rica, como la de ahí arriba.
- Bueno, no se preocupe, señorita. Si ve algo extraño avíseme. -los pasos del marine se alejaron de nuevo, pasando de ver los últimos tres metros del callejón donde se ocultaba el mercenario.

Sin poder creerse la suerte que acababa de tener, el hombre suspiró y esperó a que la mujer terminase de agitar la ropa y se metiese de nuevo en la ventana. La oía canturrear desde su posición. El pelirrojo estuvo en aquella incómoda posición durante tres minutos que se le hicieron verdaderamente eternos, y justo cuando temía que iba a quedarse ahí hasta la medianoche, la mujer entró de nuevo en la casa y se pudo levantar.
- Gracias, puta. -murmuró en voz baja, haciendo un ligero gesto hacia la ventana. El hombre saltó y se encaramó al muro, saltando al otro lado.

Tras una breve carrera, el mercenario alcanzó por fin la zona del puerto. Por suerte para él, la actividad ahora era intensa, al ser las últimas horas del día, cuando los marineros se dedicaban a ir a tabernas a descansar tras la dura jornada, y los pordioseros pedían ayuda a los ricachones que aprovechaban para disfrutar de los últimos instantes de luz de un sol ya puesto. El pelirrojo cogió su chaqueta y la dejó colgada en una ventana de lo que suponía que era un baño de un local, pasándose la mano por el pelo para retirar la capa de barro, ahora medio seco. Tras eso, empezó a buscar con la mirada un pequeño barco en el que ocultarse. Sus ojos se posaron en una embarcación, al otro lado de los muelles, iluminada con farolillos dorados: un barco de viajeros, de lujo. Posiblemente podría colarse como polizón y huir en él.

Con paso calmado, tratando de hacerse pasar por un transeúnte más, el hombre se dirigió al navío.