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Danio Rerio
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Akuma no mi
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Cuando salimos a la calle nada había cambiado, todos los marines respondieron, incluso uno conto que un mujer le había dicho que por la zona había bastantes indigentes, que respondían a la descripción del huido. Eso ralentizaría la búsqueda, solo esperaba que no hubiera matado a nadie más.
-Bien, daré aviso para que nos traigan otra patrulla, luego seguiremos peinando la zona en busca de ese malnacido. -Les hablé a los demás, a pesar de ser recluta aún, era el que llevaba más tiempo, y por eso me solían hacer caso.- Base aquí Danio, necesitamos otra patrulla en la zona. Nos han comunicado los vecinos la existencia de indigentes inofensivos con el mismo aspecto que el hombre. Repito, inofensivos, corto.
Mientras esperábamos los refuerzos continuamos calle abajo, había demasiadas casas y callejones como para descubrirlo a tiempo, quizás ya estuviera hasta en alta mar tras asaltar un barco. Si lo que quería era huir esa sería su dirección el puerto, pero no estaba seguro de sus intenciones, el hombre había dado la vuelta en alta mar para regresar a la isla. Algo se me estaba pasando, algo que no acertaba a ver, y eso me exasperaba.
-Bien chicos, sigamos revisando las puertas y ventanas, algunos mirar balcones y tejados. Cuando terminemos esta calle bajaremos a la siguiente hasta que lleguemos al puerto, no puede haberse esfumado así como así.
-Bien, daré aviso para que nos traigan otra patrulla, luego seguiremos peinando la zona en busca de ese malnacido. -Les hablé a los demás, a pesar de ser recluta aún, era el que llevaba más tiempo, y por eso me solían hacer caso.- Base aquí Danio, necesitamos otra patrulla en la zona. Nos han comunicado los vecinos la existencia de indigentes inofensivos con el mismo aspecto que el hombre. Repito, inofensivos, corto.
Mientras esperábamos los refuerzos continuamos calle abajo, había demasiadas casas y callejones como para descubrirlo a tiempo, quizás ya estuviera hasta en alta mar tras asaltar un barco. Si lo que quería era huir esa sería su dirección el puerto, pero no estaba seguro de sus intenciones, el hombre había dado la vuelta en alta mar para regresar a la isla. Algo se me estaba pasando, algo que no acertaba a ver, y eso me exasperaba.
-Bien chicos, sigamos revisando las puertas y ventanas, algunos mirar balcones y tejados. Cuando terminemos esta calle bajaremos a la siguiente hasta que lleguemos al puerto, no puede haberse esfumado así como así.
Fenrir
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Fenrir alcanzó el barco sin que ninguna persona lo detuviese, y eso le dio un mal presentimiento. Seguro que ahora todo salía mal. Maldita sea, además tenía que ir en un jodido barco. Acabaría mareado y vomitando. Aunque posiblemente eso fuera bastante mejor a quedar atrapado en aquella isla de mala muerte donde los marines parecían proliferar como las moscas.
El pelirrojo se acercó al muelle donde estaba amarrado el barco y observó el atraque donde estaba atado el cabo del barco. Mirando a ambos lados para fijarse en que nadie lo descubriese, el hombre saltó y se agarró con fuerza a la cuerda, descolgándose y llegando a la altura de un ojo de buey. Cerrado. Con un gesto de rabia, el mercenario golpeó el ventanuco, pero no parecía ocurrir nada.
- ¡Maldita sea, joder! -dijo mordiéndose la lengua para no gritar de frustración.
Observó a su alrededor. Bajo él el agua turbia del puerto, y algo más allá, a un par de metros, un ojo de buey que parecía entornado. Extendió el brazo, pero no lo alcanzaba. Con un gesto de enfado, el hombre se aferró al borde del orificio cerrado con los dedos e hizo fuerza para incorporarse sobre la cuerda floja. Con cuidado de no caer, se apoyó en el casco del barco, haciendo equilibrios. A continuación estiró la pierna, golpeando el ojo de buey entreabierto y apartándolo, dejando libre el paso. Una vez con el pie colocado, se impulsó, colocando ambos pies en el agujero, mientras con los dedos se agarraba a un pequeño saliente del casco.
- Una... dos... ¡Y tres! -dijo, colándose en el barco y aterrizando en un montón de sacos de grano. Posiblemente aquello fuera la despensa del navío. Al menos ahora estaba a salvo de los estúpidos marines. Pocos minutos después una bocina indicó que el barco abandonaba el puerto. La batalla contra los marines había finalizado. Ahora comenzaba la batalla contra las náuseas.
El pelirrojo se acercó al muelle donde estaba amarrado el barco y observó el atraque donde estaba atado el cabo del barco. Mirando a ambos lados para fijarse en que nadie lo descubriese, el hombre saltó y se agarró con fuerza a la cuerda, descolgándose y llegando a la altura de un ojo de buey. Cerrado. Con un gesto de rabia, el mercenario golpeó el ventanuco, pero no parecía ocurrir nada.
- ¡Maldita sea, joder! -dijo mordiéndose la lengua para no gritar de frustración.
Observó a su alrededor. Bajo él el agua turbia del puerto, y algo más allá, a un par de metros, un ojo de buey que parecía entornado. Extendió el brazo, pero no lo alcanzaba. Con un gesto de enfado, el hombre se aferró al borde del orificio cerrado con los dedos e hizo fuerza para incorporarse sobre la cuerda floja. Con cuidado de no caer, se apoyó en el casco del barco, haciendo equilibrios. A continuación estiró la pierna, golpeando el ojo de buey entreabierto y apartándolo, dejando libre el paso. Una vez con el pie colocado, se impulsó, colocando ambos pies en el agujero, mientras con los dedos se agarraba a un pequeño saliente del casco.
- Una... dos... ¡Y tres! -dijo, colándose en el barco y aterrizando en un montón de sacos de grano. Posiblemente aquello fuera la despensa del navío. Al menos ahora estaba a salvo de los estúpidos marines. Pocos minutos después una bocina indicó que el barco abandonaba el puerto. La batalla contra los marines había finalizado. Ahora comenzaba la batalla contra las náuseas.
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Cuando terminamos de recorrer la calle, bajamos a la siguiente. Por el DDM los compañeros iban informado de los mendigos que iban encontrando e inspeccionando. En alguno de los momentos en los que un mendigo se resistía casi salimos todos corriendo pensando que era el hombre que buscábamos, pero rápidamente todo volvía a la normalidad. En la calle siguiente no encontramos puertas ni ventanas forzadas, pero uno de los hombres encontró una chaqueta embarrada y rota. “Mierda”, pensé, sabiendo que ese maldito se había escurrido de nuestros delante de nuestras narices.
-Esta por aquí cerca chicos, y ahora va sin la chaqueta, quizás tenga mejor aspecto. Quiero que preguntéis a cualquiera que veáis por la calle por él. – Tras las ordenes comunique al mando el hallazgo y mis inquietudes con que pudiera estar ya en el puerto, o incluso esperando en alguna casa esperando a que todo se calmara, recomendando que informara para que fuera aumentada su recompensa e informando de que era extremadamente peligroso.
Cuando acabe de hablar seguimos con la búsqueda de cualquier indicio por la zona, un poco más adelante una señora nos comentó que había visto a alguien parecido dirigirse hacia el puerto, salimos corriendo en la dirección que la señora indicó. Algunos “testigos” más nos fueron dirigieron, terminamos en el puerto, donde nadie lo había visto ni llegar. Al final vi subir por la pasarela a un hombre que parecía coincidir con la descripción, tras darle el alto y comprobar su nombre, cara y demás lo dejamos ir, habíamos seguido al hombre equivocado. Jamás olvidaría a ese tipo, y cuando me lo volviera a encontrar no tendría tanta suerte como esta vez, lo juro.
-Esta por aquí cerca chicos, y ahora va sin la chaqueta, quizás tenga mejor aspecto. Quiero que preguntéis a cualquiera que veáis por la calle por él. – Tras las ordenes comunique al mando el hallazgo y mis inquietudes con que pudiera estar ya en el puerto, o incluso esperando en alguna casa esperando a que todo se calmara, recomendando que informara para que fuera aumentada su recompensa e informando de que era extremadamente peligroso.
Cuando acabe de hablar seguimos con la búsqueda de cualquier indicio por la zona, un poco más adelante una señora nos comentó que había visto a alguien parecido dirigirse hacia el puerto, salimos corriendo en la dirección que la señora indicó. Algunos “testigos” más nos fueron dirigieron, terminamos en el puerto, donde nadie lo había visto ni llegar. Al final vi subir por la pasarela a un hombre que parecía coincidir con la descripción, tras darle el alto y comprobar su nombre, cara y demás lo dejamos ir, habíamos seguido al hombre equivocado. Jamás olvidaría a ese tipo, y cuando me lo volviera a encontrar no tendría tanta suerte como esta vez, lo juro.
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