VS
El enorme hombretón da una vuelta sobre sí mismo, girando como una peonza mientras evita tu ataque, como una bailarina de ballet desproporcionadamente corpulenta. El okama se encuentra de puntillas ahora, dando cortos pasitos a mucha velocidad para alejarse de ti un par de metros, y luego correr con una gracilidad que parece impropia de un cuerpo tan enorme como el suyo hacia tu posición. Antes de llegar apoya el pie izquierdo en el suelo, dando un giro de ciento ochenta grados, tratando de golpear en el vientre con el talón. La pierna va completamente imbuida en un aura de color negro hasta los dedos del pie, y sabes que si te da, te va a doler mucho, posiblemente generándote hemorragias internas (lo cual no debería suponerte un problema, a fin de cuentas).
El enorme hombretón da una vuelta sobre sí mismo, girando como una peonza mientras evita tu ataque, como una bailarina de ballet desproporcionadamente corpulenta. El okama se encuentra de puntillas ahora, dando cortos pasitos a mucha velocidad para alejarse de ti un par de metros, y luego correr con una gracilidad que parece impropia de un cuerpo tan enorme como el suyo hacia tu posición. Antes de llegar apoya el pie izquierdo en el suelo, dando un giro de ciento ochenta grados, tratando de golpear en el vientre con el talón. La pierna va completamente imbuida en un aura de color negro hasta los dedos del pie, y sabes que si te da, te va a doler mucho, posiblemente generándote hemorragias internas (lo cual no debería suponerte un problema, a fin de cuentas).
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"Realmente no puedo luchar contra este tipo", pensó Arribor al verle danzar a su alrededor para evitar su ataque y alejarse un poco de él. Era como si en lugar de luchar estuviera bailando ballet y lo peor de todo era que no había logrado darle. Los Okamas eran de lo más irritante. ¿Tal vez si aprendía a bailar le iría mejor contra ellos? No quería ni pensarlo.
De no haberse distraído al ver como el enorme travesti corría hacia él con una elegancia casi hipnótica quizás hubiera podido evitar su ataque. Su patada cargada con Haki impactó contra su estómago con una fuerza mucho más acorde con el tamaño de su oponente que todos esos gráciles y delicados movimientos con los que se movía y lo levantó varios centímetros del suelo. En cuanto el pie se hundió en su abdomen, supo que eso iba a dejarle un buen moratón. "Seguro que se ha roto algo ahí dentro", pensó, más preocupado por su próximo ataque que por las consecuencias de haber recibido aquel golpe.
Antes siquiera de tocar el suelo, se mordió la lengua y escupió una ráfaga de dardos de sangre para hacerle bailar. Por alguna razón ya se lo imaginaba dando piruetas para esquivarlas y a duras penas pudo evitar que le entrara la risa. Afortunadamente consiguió contenerse y no perder la poca concentración que era capaz de recabar; desafortunadamente, Franklin no lo consiguió. La morsa estalló en carcajadas en cuanto vio a su dueño ser pateado y palmeó las aletas en un burdo intento de aplauso.
-¡¡Cállate morsa!! -exclamó el pirata.
Ignorando al molesto animal, Arribor avanzó hacia el okama dando un único paso con todas sus fuerzas, una técnica con la que salvar la distancia que los separaba en un solo segundo. Imbuyó su brazo derecho con su Haki más poderoso y un color oscuro tiñó su cuerpo desde el hombro hasta la mano. Una cuchilla roja creció en su antebrazo y, en cuanto estuvo a la altura de su rival, la catapultó en un movimiento descendente para partirlo literalmente en dos.
De no haberse distraído al ver como el enorme travesti corría hacia él con una elegancia casi hipnótica quizás hubiera podido evitar su ataque. Su patada cargada con Haki impactó contra su estómago con una fuerza mucho más acorde con el tamaño de su oponente que todos esos gráciles y delicados movimientos con los que se movía y lo levantó varios centímetros del suelo. En cuanto el pie se hundió en su abdomen, supo que eso iba a dejarle un buen moratón. "Seguro que se ha roto algo ahí dentro", pensó, más preocupado por su próximo ataque que por las consecuencias de haber recibido aquel golpe.
Antes siquiera de tocar el suelo, se mordió la lengua y escupió una ráfaga de dardos de sangre para hacerle bailar. Por alguna razón ya se lo imaginaba dando piruetas para esquivarlas y a duras penas pudo evitar que le entrara la risa. Afortunadamente consiguió contenerse y no perder la poca concentración que era capaz de recabar; desafortunadamente, Franklin no lo consiguió. La morsa estalló en carcajadas en cuanto vio a su dueño ser pateado y palmeó las aletas en un burdo intento de aplauso.
-¡¡Cállate morsa!! -exclamó el pirata.
Ignorando al molesto animal, Arribor avanzó hacia el okama dando un único paso con todas sus fuerzas, una técnica con la que salvar la distancia que los separaba en un solo segundo. Imbuyó su brazo derecho con su Haki más poderoso y un color oscuro tiñó su cuerpo desde el hombro hasta la mano. Una cuchilla roja creció en su antebrazo y, en cuanto estuvo a la altura de su rival, la catapultó en un movimiento descendente para partirlo literalmente en dos.
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El enorme okama aterrizó gracilmente cual cisne blanco en el suelo, colocando ambas manos sobre su cabeza y alzando la pierna derecha en el aire, colocándose de puntillas, apoyando todo su enorme cuerpo en tan solo la puntera del pie izquierdo. Los dardos no le pillaron desprevenido, haciendo una serie de complicados pointé para evitar ser golpeado. Casi parecía como si no tocase el suelo con los pies.
El hombre saltó de nuevo, bailando hacia la derecha, evitando así la zona afectada por los dardos, y se colocó en postura defensiva, si es que a aquella extraña pose de baile se le podía llamar como tal. Cuando el pirata saltó sobre él, alzó los brazos, completamente imbuidos en un aura negra, deteniendo la hoja sangrienta que caía sobre él con las manos, y agarrándola, a costa de un par de profundos cortes en las palmas de las mismas.
De un rápido movimiento tiró de la guadaña que había brotado del brazo del pirata, tirando hacia atrás al tiempo que daba una voltereta invertida, alzando primero el pie derecho y luego el izquierdo, directos al mentón de Arribor. Si el hombre sin corazón soltaba su guadaña, se quedaría completamente en la trayectoria de las patadas, y si no recibiría un perfecto suplex Okama, posiblemente acabando con aquella mole encima de él.
El hombre saltó de nuevo, bailando hacia la derecha, evitando así la zona afectada por los dardos, y se colocó en postura defensiva, si es que a aquella extraña pose de baile se le podía llamar como tal. Cuando el pirata saltó sobre él, alzó los brazos, completamente imbuidos en un aura negra, deteniendo la hoja sangrienta que caía sobre él con las manos, y agarrándola, a costa de un par de profundos cortes en las palmas de las mismas.
De un rápido movimiento tiró de la guadaña que había brotado del brazo del pirata, tirando hacia atrás al tiempo que daba una voltereta invertida, alzando primero el pie derecho y luego el izquierdo, directos al mentón de Arribor. Si el hombre sin corazón soltaba su guadaña, se quedaría completamente en la trayectoria de las patadas, y si no recibiría un perfecto suplex Okama, posiblemente acabando con aquella mole encima de él.
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"Es tan fuerte como suponía", pensó Arribor en cuanto su extraño oponente detuvo su ataque. El Haki había convertido sus brazos en dos gruesas barras de músculos azabaches con la dureza del acero. Aquel combate prometía. Su intención desde un principio era luchar contra Derian pero la lucha contra el travesti sería un buen calentamiento. Claro que tendría que derrotarle primero.
Se le hacía bastante raro pelear con alguien con quien había viajado durante cerca de una semana. Estando solos en su bote había soñado con matarlo cientos de veces, lo había intentado cuatro y había estado a punto de hacerlo una. Luego lo había salvado por culpa de su estúpida e inoportuna conciencia, aunque, curiosamente, no se arrepentía. No es que las buenas acciones abundaran en su vida pero para una que hacía no iba a lamentarla. Simplemente le daría una paliza y estarían en paz... O algo así.
El Okama agarró su arma de sangre y lo levantó como a un niño. Arribor lo consideró un ataque absurdo hasta que vio como saltaba dispuesto a patearle con sus piernas gruesas como troncos. Sabía que si le daba le dolería, quizás incluso perdiese algún diente. Pero también sabía que no quería que acabase aplastándole. La sangre que formaba la guadaña roja se volvió líquida y empapó el pantalón de Armstrong. El líquido carmesí se movió alrededor de las piernas del travesti, como multitud de riachuelos. En cuanto recibió la patada, el pirata usó su brazo izquierdo para detener una de las piernas del enorme calvo y recibió el impacto de la otra de lleno en la mandíbula.
Se le partió el labio y a punto estuvo de caérsele el parche. La fuerza del golpe fue tal que el brazo izquierdo, aun estando cargado de Haki, se le entumeció y quedó aplastado contra su pecho. Notó como una costilla cedía bajo el impacto y le dio la sensación de que su cerebro retumbaba dentro de su cabeza como una pelota de goma descontrolada. Con su sangre aún empapando las piernas del Okama, Arribor salió disparado varios metros hacia arriba sin saber donde aterrizaría mientras la lluvia le empapaba.
Pero no desaprovecharía la oportunidad. Era capaz de controlar su sangre a distancia, así que movió la que permanecía adherida al cuerpo de Armstrong para que llegase a su cuello y se endureciera a su alrededor estrangulándole. Como imaginaba que ese monstruo no se ahogaría, se aseguraría de cambiar su forma y convertirla en afiladas agujas que perforasen su musculoso cuello en cuanto se cerrasen sobre él.
Se le hacía bastante raro pelear con alguien con quien había viajado durante cerca de una semana. Estando solos en su bote había soñado con matarlo cientos de veces, lo había intentado cuatro y había estado a punto de hacerlo una. Luego lo había salvado por culpa de su estúpida e inoportuna conciencia, aunque, curiosamente, no se arrepentía. No es que las buenas acciones abundaran en su vida pero para una que hacía no iba a lamentarla. Simplemente le daría una paliza y estarían en paz... O algo así.
El Okama agarró su arma de sangre y lo levantó como a un niño. Arribor lo consideró un ataque absurdo hasta que vio como saltaba dispuesto a patearle con sus piernas gruesas como troncos. Sabía que si le daba le dolería, quizás incluso perdiese algún diente. Pero también sabía que no quería que acabase aplastándole. La sangre que formaba la guadaña roja se volvió líquida y empapó el pantalón de Armstrong. El líquido carmesí se movió alrededor de las piernas del travesti, como multitud de riachuelos. En cuanto recibió la patada, el pirata usó su brazo izquierdo para detener una de las piernas del enorme calvo y recibió el impacto de la otra de lleno en la mandíbula.
Se le partió el labio y a punto estuvo de caérsele el parche. La fuerza del golpe fue tal que el brazo izquierdo, aun estando cargado de Haki, se le entumeció y quedó aplastado contra su pecho. Notó como una costilla cedía bajo el impacto y le dio la sensación de que su cerebro retumbaba dentro de su cabeza como una pelota de goma descontrolada. Con su sangre aún empapando las piernas del Okama, Arribor salió disparado varios metros hacia arriba sin saber donde aterrizaría mientras la lluvia le empapaba.
Pero no desaprovecharía la oportunidad. Era capaz de controlar su sangre a distancia, así que movió la que permanecía adherida al cuerpo de Armstrong para que llegase a su cuello y se endureciera a su alrededor estrangulándole. Como imaginaba que ese monstruo no se ahogaría, se aseguraría de cambiar su forma y convertirla en afiladas agujas que perforasen su musculoso cuello en cuanto se cerrasen sobre él.
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El okama no parecía satisfecho del todo con el resultado de su patada, pero no se movió del sitio. Estaba manteniendo su posición, evitando que Arribor llegase hasta Derian. Al fin y al cabo, tampoco quería matarlo, solo alejarlo del hombre que proabablemente derrotaría a la Marina e iniciaría un imperio autoritario en el North Blue. El gigantón entonces sintió una fuerza aprisionándole la garganta, por lo que endureció la parte superior del cuerpo con haki armadura, tensando a su vez los músculos del cuello para volverlos tenaces como el mismo titanio.
Sin embargo, todo esto no pudo evitar que la sangre penetrase a través de su piel varios centímetros en forma de dolorosas agujas. Por suerte para él, había entrenado tanto su cuerpo que entre su traquea y el exterior había una enorme capa de músculo puro para hacer de protección, y aunque con dificultad, lograba mantener la respiración.
Por puro instinto, el hombre trató de agarrar el collarín de sangre que lo mantenía oprimido, sin aparente éxito. El dolor del cuello era molesto, pero podría soportarlo un poco más. Rápido como una gacela, el enorme hombre corrió hacia Arribor, sabiendo que si lo dejaba fuera de combate evitaría que atacase a Derian y además se libraría del molesto collar de púas. Echó el puño hacia atrás, para terminar lanzando un fuerte amago de puñetazo a la cabeza del pirata del parche. Sin embargo, su verdadero ataque era un intento de aplastamiento de la delantera del hombre sangriento con la rodilla izquierda, imbuida en haki. Un ataque que el okama llamaba cariñosamente "el Cascanueces".
Sin embargo, todo esto no pudo evitar que la sangre penetrase a través de su piel varios centímetros en forma de dolorosas agujas. Por suerte para él, había entrenado tanto su cuerpo que entre su traquea y el exterior había una enorme capa de músculo puro para hacer de protección, y aunque con dificultad, lograba mantener la respiración.
Por puro instinto, el hombre trató de agarrar el collarín de sangre que lo mantenía oprimido, sin aparente éxito. El dolor del cuello era molesto, pero podría soportarlo un poco más. Rápido como una gacela, el enorme hombre corrió hacia Arribor, sabiendo que si lo dejaba fuera de combate evitaría que atacase a Derian y además se libraría del molesto collar de púas. Echó el puño hacia atrás, para terminar lanzando un fuerte amago de puñetazo a la cabeza del pirata del parche. Sin embargo, su verdadero ataque era un intento de aplastamiento de la delantera del hombre sangriento con la rodilla izquierda, imbuida en haki. Un ataque que el okama llamaba cariñosamente "el Cascanueces".
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Una auténtica catarata de insultos y maldiciones surgieron de la boca de Arribor. Eran cosas que jamás había pronunciado, que ni siquiera sabía que era capaz de pronunciar. Blasfemias de tal envergadura que los oídos de cualquiera sangrarían al oírlas, que la gente de bien lo temería eternamente si lo escuchara. Eran las palabras de un ser maligno bramando furioso a través de él, no podía ser de otra forma. Acudieron a sus labios maldiciones tan gráficas, crueles y delirantes que pensó que algún demonio lo había poseído. Incluso provocó que Franklin, quien no había podido evitar hacer un gesto de dolor cuando el pirata recibió el golpe, se tapó los oídos con las aletas con una expresión de asombro y miedo para no escuchar tales palabras.
El pirata alzó la vista hacia el Okama, con la cara crispada por el dolor, la vergüenza y la rabia, furioso como nunca. Usando su habilidad intentó apretar más el collar de sangre que rodeaba el cuello de aquel loco, sin entender porqué diablos no se moría de una vez.
Se sentía como un idiota. Siempre había sabido que los Okamas no eran de fiar. ¿Cómo iban a serlo? Lo persiguieron, lo capturaron y lo exhibieron como un trofeo en un ridículo concurso. Luego le pusieron una banda y un absurdo mote que le perseguía todavía e intentaron retenerlo por la fuerza. Todo eso sin dejar de alabar su belleza y su fuerza. Prefería encontrarse con un pelotón de marines que volver a la isla rosa con forma de corazón.
Y aún así... ¿Porqué diablos se había fiado del maldito calvo? Resultaba más inquietante aún que Elisabeth el Rudo, cuyo recuerdo todavía le atormentaba algunas noches oscuras, y había demostrado ser tan inexplicablemente fuerte como sus compatriotas. Sin embargo había imaginado que lucharía limpio, no con trucos sucios y crueles. Pero si él podía hacer trampas, Arribor también.
Se enderezó e intentó disimular su expresión de dolor, sustituyéndola por una de ira. Cubrió sus dos puños con su sangre, como si fuese una fina armadura roja con pequeñas púas, e imbuyó Haki en ellos para fortalecerlos. Habías usado bastante sangre, endureciéndola para que, a pesar de finos, sus guanteletes improvisados fueran resistentes y además había decidido añadirles un pequeño toque afilado en forma de púas de sangre endurecida. Sin dejar de blasfemar, atacó.
Alzó el puño derecho, amagando un golpe, pero dejó que sus intenciones se reflejaran en sus ojos... Bueno, en su ojo y su parche. Cada paso era una llamada auxilio de su cuerpo, pidiéndole que parara, pero se resistió. Era cuestión de orgullo. Apoyó su peso sobre la pierna izquierda y se preparó para devolverle a Armstrong su sucia jugarreta al grito "Muere Okama, muere". No era su grito de guerra más original, pero tampoco estaba muy lúcido ese día.
Pero en lugar de lanzarle una rastrera patada, saltó sobre su pierna izquierda y soltó un gancho desde ese mismo lado directo a la mandíbula. Confiaba en que el calvo cayera en la trampa, pensando que su querido e impulsivo Míster Newkama iba a usar su mismo truco sucio contra él. Pero en lugar de eso pensaba darle una buena tunda como venganza, una lluvia de puñetazos que no se detendría hasta que acabase con él o se le pasase el cabreo. Y no es que no se hubiera planteado jugar según sus reglas y soltarle un golpe bajo, pero le daba miedo que ese loco lo malinterpretara como algo lujurioso o soez. No quería más grititos y tampoco soportaría sus muestras exageradas de dolor. Ya tenía bastante con las suyas propias.
El pirata alzó la vista hacia el Okama, con la cara crispada por el dolor, la vergüenza y la rabia, furioso como nunca. Usando su habilidad intentó apretar más el collar de sangre que rodeaba el cuello de aquel loco, sin entender porqué diablos no se moría de una vez.
Se sentía como un idiota. Siempre había sabido que los Okamas no eran de fiar. ¿Cómo iban a serlo? Lo persiguieron, lo capturaron y lo exhibieron como un trofeo en un ridículo concurso. Luego le pusieron una banda y un absurdo mote que le perseguía todavía e intentaron retenerlo por la fuerza. Todo eso sin dejar de alabar su belleza y su fuerza. Prefería encontrarse con un pelotón de marines que volver a la isla rosa con forma de corazón.
Y aún así... ¿Porqué diablos se había fiado del maldito calvo? Resultaba más inquietante aún que Elisabeth el Rudo, cuyo recuerdo todavía le atormentaba algunas noches oscuras, y había demostrado ser tan inexplicablemente fuerte como sus compatriotas. Sin embargo había imaginado que lucharía limpio, no con trucos sucios y crueles. Pero si él podía hacer trampas, Arribor también.
Se enderezó e intentó disimular su expresión de dolor, sustituyéndola por una de ira. Cubrió sus dos puños con su sangre, como si fuese una fina armadura roja con pequeñas púas, e imbuyó Haki en ellos para fortalecerlos. Habías usado bastante sangre, endureciéndola para que, a pesar de finos, sus guanteletes improvisados fueran resistentes y además había decidido añadirles un pequeño toque afilado en forma de púas de sangre endurecida. Sin dejar de blasfemar, atacó.
Alzó el puño derecho, amagando un golpe, pero dejó que sus intenciones se reflejaran en sus ojos... Bueno, en su ojo y su parche. Cada paso era una llamada auxilio de su cuerpo, pidiéndole que parara, pero se resistió. Era cuestión de orgullo. Apoyó su peso sobre la pierna izquierda y se preparó para devolverle a Armstrong su sucia jugarreta al grito "Muere Okama, muere". No era su grito de guerra más original, pero tampoco estaba muy lúcido ese día.
Pero en lugar de lanzarle una rastrera patada, saltó sobre su pierna izquierda y soltó un gancho desde ese mismo lado directo a la mandíbula. Confiaba en que el calvo cayera en la trampa, pensando que su querido e impulsivo Míster Newkama iba a usar su mismo truco sucio contra él. Pero en lugar de eso pensaba darle una buena tunda como venganza, una lluvia de puñetazos que no se detendría hasta que acabase con él o se le pasase el cabreo. Y no es que no se hubiera planteado jugar según sus reglas y soltarle un golpe bajo, pero le daba miedo que ese loco lo malinterpretara como algo lujurioso o soez. No quería más grititos y tampoco soportaría sus muestras exageradas de dolor. Ya tenía bastante con las suyas propias.
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El okama sintió cómo el collarín se le apretaba aún más en el cuello, compitiendo en fuerza con el portento que tenía por esternocleidomastoideo. Su flujo de aire disminuía rápidamente, y el golpe que recibió en la mandíbula podía haberlo tumbado... de no ser por la enorme mole de músculos que era. Empezó a recibir varios golpes que le perforaron la piel a la altura de la cara, haciéndole sangrar profusamente, y obligándolo a retroceder.
El hombretón entonces se llevó las manos al cuello, agarrando el collarín de sangre y estrujándolo con fuerza, tratando de zafarse de él. Mientras tanto, dio una patada en un arco de 180 grados frente a él, tratando de ganar algo de espacio. Sus músculos, ya de por sí exageradamente hinchados, parecían crecer a cada segundo, y si ya antes era más grande que Arribor, ahora mismo lo superaba ampliamente en tamaño.
La patada era más un gesto disuasorio que un ataque en sí mismo. El okama siguió manteniendo la distancia, mientras todo su cuerpo se volvía negro como el azabache, preparado para el asalto final. Esta postura desafiante contrastaba con su tono afeminado.
- ¡Ven y pelea conmigo, New-Kama-chan! -al acabar la frase, le mandó un besito, siendo esta una escena tan bizarra que hasta la morsa de Arribor pareció sentir un escalofrío.
El hombretón entonces se llevó las manos al cuello, agarrando el collarín de sangre y estrujándolo con fuerza, tratando de zafarse de él. Mientras tanto, dio una patada en un arco de 180 grados frente a él, tratando de ganar algo de espacio. Sus músculos, ya de por sí exageradamente hinchados, parecían crecer a cada segundo, y si ya antes era más grande que Arribor, ahora mismo lo superaba ampliamente en tamaño.
La patada era más un gesto disuasorio que un ataque en sí mismo. El okama siguió manteniendo la distancia, mientras todo su cuerpo se volvía negro como el azabache, preparado para el asalto final. Esta postura desafiante contrastaba con su tono afeminado.
- ¡Ven y pelea conmigo, New-Kama-chan! -al acabar la frase, le mandó un besito, siendo esta una escena tan bizarra que hasta la morsa de Arribor pareció sentir un escalofrío.
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"Uno, dos. Uno, dos..." pensaba el pirata mientras sus puños chocaban contra el rostro de Armstrong. Contempló con deleite como la sangre manaba de su cara y se sintió algo mejor. Aun así, le sorprendía que pudiese continuar respirando. Era evidente que su collar de sangre no tenía bastante fuerza para competir con la ridícula fuerza de aquel hombre. Lo sujetaba con ambas manos, intentando arrancarlo de su cuello mientras apretaba los músculos para no asfixiarse. Sin embargo, transmitía la sensación de que podría pasarse así todo el día.
Arribor saltó hacia atrás en cuanto vio como la pierna del Okama volaba hacia él. Logró evitarla, pero eso detuvo su ataque antes de lo que hubiera querido. Armstrong continuaba teniendo fuerzas para pelear, y no solo eso. El enorme calvo parecía ahora dispuesto a luchar en serio. Su cuerpo se oscureció a ojos vistas, tiñendo sus portentosos y cada vez más grandes músculos de un negro oscuro como la lluviosa y eterna noche de Hallstat.
-Por fin te pones serio, maldito engendro. -dijo el pirata con arrogancia.
Al mismo tiempo, cargó su Haki en sus puños, a pesar de que sabía que el de su oponente era superior al suyo. Estaba ya preparado para atacar, cuando Armstrong le incitó a pelear con él. Su tono de voz fue para Arribor como el sonido que se obtiene al arañar una pizarra. Se le pusieron los pelos de punta, perdió la concentración y un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba abajo, sacudiéndolo como una descarga eléctrica. Ese tipo tenía el don de ponerle de los nervios.
-!!CÁLLATE, MONSTRUO!! -exclamó. Incluso Franklin parecía turbado, Se cubrió los ojos con las aletas y se alejó un poco más.
En ese momento, tomó la decisión de acabar con él seriamente. Parte de él habría querido disfrutar más el combate, pero le aterraba lo que ese loco pudiera decir después. Aceleró la circulación de su sangre por su cuerpo con el objetivo de aumentar su fuerza y velocidad, valiéndose de su poder como sustituto de su inexistente corazón. En momentos como ese recordaba el apodo que habían decidido ponerle: Heartless. No iba a decir que no le gustaba, pero no entendía los apodos. Claro que él no entendía muchas cosas.
Esbozando una última sonrisa siniestra, Arribor avanzó a toda velocidad hacia el Okama valiéndose de su "parpadeo". El suelo se agrietó cuando dio el potente y único paso con el que salvaría la distancia entre ambos para aparecer frente a él, con una velocidad mucho mayor de lo normal. Juntó ambos puños y concentró su Haki en ellos. Apretó los músculos e hizo acopio de todas las fuerzas que su vida como luchador le había proporcionado. Su intención era golpear la cabeza del Okama con ambos puños a la vez, con todo su poder, a tal velocidad que la barrera del sonido cedería ante su fuerza y una onda expansiva sacudiría a su objetivo. Esa vez no usaría su sangre, derrotaría a aquel monstruo con sus mismas armas, con los puños desnudos. Y no le importaba si golpeaba tan fuerte que se partía uno o dos huesos. Tenía muchos más.
Arribor saltó hacia atrás en cuanto vio como la pierna del Okama volaba hacia él. Logró evitarla, pero eso detuvo su ataque antes de lo que hubiera querido. Armstrong continuaba teniendo fuerzas para pelear, y no solo eso. El enorme calvo parecía ahora dispuesto a luchar en serio. Su cuerpo se oscureció a ojos vistas, tiñendo sus portentosos y cada vez más grandes músculos de un negro oscuro como la lluviosa y eterna noche de Hallstat.
-Por fin te pones serio, maldito engendro. -dijo el pirata con arrogancia.
Al mismo tiempo, cargó su Haki en sus puños, a pesar de que sabía que el de su oponente era superior al suyo. Estaba ya preparado para atacar, cuando Armstrong le incitó a pelear con él. Su tono de voz fue para Arribor como el sonido que se obtiene al arañar una pizarra. Se le pusieron los pelos de punta, perdió la concentración y un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba abajo, sacudiéndolo como una descarga eléctrica. Ese tipo tenía el don de ponerle de los nervios.
-!!CÁLLATE, MONSTRUO!! -exclamó. Incluso Franklin parecía turbado, Se cubrió los ojos con las aletas y se alejó un poco más.
En ese momento, tomó la decisión de acabar con él seriamente. Parte de él habría querido disfrutar más el combate, pero le aterraba lo que ese loco pudiera decir después. Aceleró la circulación de su sangre por su cuerpo con el objetivo de aumentar su fuerza y velocidad, valiéndose de su poder como sustituto de su inexistente corazón. En momentos como ese recordaba el apodo que habían decidido ponerle: Heartless. No iba a decir que no le gustaba, pero no entendía los apodos. Claro que él no entendía muchas cosas.
Esbozando una última sonrisa siniestra, Arribor avanzó a toda velocidad hacia el Okama valiéndose de su "parpadeo". El suelo se agrietó cuando dio el potente y único paso con el que salvaría la distancia entre ambos para aparecer frente a él, con una velocidad mucho mayor de lo normal. Juntó ambos puños y concentró su Haki en ellos. Apretó los músculos e hizo acopio de todas las fuerzas que su vida como luchador le había proporcionado. Su intención era golpear la cabeza del Okama con ambos puños a la vez, con todo su poder, a tal velocidad que la barrera del sonido cedería ante su fuerza y una onda expansiva sacudiría a su objetivo. Esa vez no usaría su sangre, derrotaría a aquel monstruo con sus mismas armas, con los puños desnudos. Y no le importaba si golpeaba tan fuerte que se partía uno o dos huesos. Tenía muchos más.
- Técnicas usadas:
- Kanpekina jukan: Kyokutan´na pawa (Circulación perfecta: poder extremo)
-Aumenta la velocidad a la que circula la sangre por su sistema circulatorio para aumentar sus capacidades físicas (su fuerza normal se duplica y su velocidad normal se triplica). Cada vez que se utiliza supone un importante desgaste físico.
Breaker Soul
-Usando esta técnica puede lanzar ataques extremadamente rápidos y fuertes que rompen la barrera del sonido. Al romper la barrera del sonido se forma una onda expansiva y otra onda aún más fuerte al impactar contra algo, lo que amplifica su poder destructivo.
Mabataki (parpadeo)
-Debido a su constante entrenamiento y a su gran fuerza es capaz de dar un potente paso con tanta fuerza y velocidad que da la sensación de que desaparece. Es capaz de recorrer hasta 10 metros en un segundo de un solo paso.
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