Loyal D.Edward
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Akuma no mi
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Apenas un par de días en aquel roñoso bote y PUM, por fin se alzaba ante mis ojos el destino que tanto ansiaba, el lugar donde se forjó el inicio de una leyenda, donde crecieron todas sus ambiciones y donde nació aquella promesa que tantos otros se habían hecho con el paso de los años.Realmente no podía esperar a pisar tierra firme, así que reme con todas las fuerzas que me quedaban hasta acercarme lo suficiente como para saltar del bote a tierra.-No me voy a engañar, a simple vista no parece nada del otro mundo..-Fue lo primero que vino a mi cabeza al dar un rápido vistazo a la zona.Me propuse seguir caminando en linea recta ya que la primera impresión fue algo desesperanzadora.-Vamos..vamoooooos...tiene que estar por aquí.-Me repetía en voz baja con el nerviosismo y la ilusión propia de un niño.-Aquí estás cabronazo.-Exclamé con una amplia sonrisa al ver mi destino frente a mis ojos, el famoso dojo donde se formó Roronoa Zoro, a simple vista bastante demacrado por fuera, pero aun así alcancé a escuchar el choque de los boken a lo lejos.Pasé sin mas por la entrada con la cabeza bien alta, empapando mi cabeza con cada detalle de aquel famoso lugar para cualquier espadachín que se precie.
Ragnar Asborn
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Akuma no mi
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Tras días de tormentas y fuertes vientos logré llegar a mi destino, el lugar donde un gran espadachín creció, el lugar donde una leyenda nació, el lugar donde el hombre al que pensaba superar se crio. Salí de mi bote, pisando así la misma madera que tiempo atrás “él” pisó, caminé hacía el que obviamente era mi primer destino, el Dojo de Koushiro, el que una vez fue el maestro de Rorona Zoro.
Mi visita a aquel lugar no era simplemente con fines lúdicos, al visitar una isla como aquella, una isla de espadachines, esperaba poder toparme con alguien digno del filo de mi espada, alguien capaz de darme un buen combate. Tras unos minutos caminando unidireccionalmente llegué a mi destino, la verdad es que el edificio estaba viejo y algo desgastado por fuera, pero no dejes que las apariencias te engañen amigo mío, pues los tesoros más valioso no suelen relucir.
Antes de entrar al Dojo, me fijé en alguien que al parecer también estaba interesado en el lugar, alguien que al igual que yo utilizaba el arte del Santoryu, un joven de más o menos mi misma estatura, no logré ver su cara, pues me estaba dando la espalda, pero sus tres katanas me resultaban sumamente familiares ¿Sería aquel un rival digno? Fuera como fuera, eso era algo que el tiempo desvelaría por sí solo. Siguiendo los pasos del espadachín entré en el edificio, analizando bien cada espada de madera, cada mancha en el tatami, cada grieta en la pared… Aquel era un lugar lleno de historia, un hermoso lugar donde poder desconectar de los problemas del mundo real para poder centrarse en una sola cosa, el arte de la espada.
Mi visita a aquel lugar no era simplemente con fines lúdicos, al visitar una isla como aquella, una isla de espadachines, esperaba poder toparme con alguien digno del filo de mi espada, alguien capaz de darme un buen combate. Tras unos minutos caminando unidireccionalmente llegué a mi destino, la verdad es que el edificio estaba viejo y algo desgastado por fuera, pero no dejes que las apariencias te engañen amigo mío, pues los tesoros más valioso no suelen relucir.
Antes de entrar al Dojo, me fijé en alguien que al parecer también estaba interesado en el lugar, alguien que al igual que yo utilizaba el arte del Santoryu, un joven de más o menos mi misma estatura, no logré ver su cara, pues me estaba dando la espalda, pero sus tres katanas me resultaban sumamente familiares ¿Sería aquel un rival digno? Fuera como fuera, eso era algo que el tiempo desvelaría por sí solo. Siguiendo los pasos del espadachín entré en el edificio, analizando bien cada espada de madera, cada mancha en el tatami, cada grieta en la pared… Aquel era un lugar lleno de historia, un hermoso lugar donde poder desconectar de los problemas del mundo real para poder centrarse en una sola cosa, el arte de la espada.
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