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El calor era muy molesto, encima las ropas que llevaba Kasai eran oscuras y eso empeoraba la situación. Había viajado hasta aquella isla en busca de un pequeño criminal que se dedicaba a unos asuntos algo extraños y macabros con animales. El rubio avanzaba por el desierto, llevaba consigo todas sus armas y municiones, por suerte también había sido astuto y portaba varias botellas de agua, de hecho ahora iba bebiendo de una de ellas. La sensación del líquido de la vida bajándole por la garganta era impresionante, estaba demasiado contento ese día. Llevaba mucho sin capturar a nadie y hoy se sentía motivado para llevarse la presa y poder comer algo decente pues llevaba ya unas semanas alimentándose de bocadillos de atún. No le disgustaba el sabor pero comenzó a ser repetitivo y eso llevó a ser una especie de rutina agobiante a la hora de comer.
Después de unos minutos llevó a aquella localidad y sonrió de felicidad, la verdad es que llevaba meses sin ver a ninguno de sus compañeros. De hecho el pistolero tenía ganas de encontrarse con Alex y hablar con él pero al parecer iba a ser imposible pues se había perdido y ni recordaba dónde estaba la base. Mientras avanzaba por el lugar, pudo ver un letrero moviéndose por el leve viento que hacía, pertenecía a una taberna llamada “Horno De Judas”. Emitió una ligera carcajada al hacerle gracia el nombre y después entró con toda la confianza del mundo. El ambiente allí era mucho más fresco y agradable, era un sitio maravilloso hasta que el cazador observó un cartel en el que ponía “Beber para permanecer” eso le hizo soltar un suspiro y mirar en su bolsillo, todavía tenía algo de dinero. Antes de empezar a buscar deseaba tomarse un pequeño refresco.
Se acercó a la barra y se sentó con calma, el bar no estaba vacío pero tampoco había mucha gente, un camarero le atendió en ese momento, era mayor, de unos cincuenta años o así, su pelo era largo y grisáceo. Sus penetrantes ojos azulados se clavaron en los cristales de las gafas de Sol del tirador y en ese momento le preguntó lo que deseaba tomar. – Póngame un refresco de limón por favor, tan solo un cubito. – Dijo eso último recordando la última experiencia que tuvo en un bar, le pusieron tres pedazos de hielo y apenas había bebida, encima costaba lo mismo. Esta vez no le iban a pillar por sorpresa, activó su haki de observación y esperó a que le pusieran la bebida, estaba acostumbrado a ataques por la espalda y ahora no le apetecía nada llevarse uno. Sin embargo esta vez parecía que todo estaba muy tranquilo, era genial pues así no había peligro pero al mismo tiempo eso no le ayudaba en su misión.
De repente el sonido de la puerta se escuchó y unos marines aparecieron, parecían bastante cansados y se sentaron en una mesa pidiendo algunas cervezas, parecían ser buena gente, incluso uno saludó a Kasai sin ni siquiera conocerlo. El cazador volvió a lo suyo y por un lado se alegró de que hubiese gente buena por allí, por otro se puso a rezar para que no le quitaran a su presa, de todas formas no iba a dar el nombre a nadie y tampoco el aspecto físico. Eso se acabó cuando vio un cartel con la cabeza del idiota al que buscaba “Benjamín García 6.000.000” Una gotita de sudor cayó por su cabeza para después soltar un suspiro inmenso. Ahora todo el mundo de aquella isla sabría sobre el criminal y tendría mucha competencia, además ahora empezó a sonarle el estómago, lo que hizo que se desanimara un poco más de lo habitual. – Con lo cerca que estaba y ahora tengo que darme mucha prisa, que mala suerte la mía. – Dijo en voz alta mientras inflaba los mofletes cual niño pequeño.
Después de unos minutos llevó a aquella localidad y sonrió de felicidad, la verdad es que llevaba meses sin ver a ninguno de sus compañeros. De hecho el pistolero tenía ganas de encontrarse con Alex y hablar con él pero al parecer iba a ser imposible pues se había perdido y ni recordaba dónde estaba la base. Mientras avanzaba por el lugar, pudo ver un letrero moviéndose por el leve viento que hacía, pertenecía a una taberna llamada “Horno De Judas”. Emitió una ligera carcajada al hacerle gracia el nombre y después entró con toda la confianza del mundo. El ambiente allí era mucho más fresco y agradable, era un sitio maravilloso hasta que el cazador observó un cartel en el que ponía “Beber para permanecer” eso le hizo soltar un suspiro y mirar en su bolsillo, todavía tenía algo de dinero. Antes de empezar a buscar deseaba tomarse un pequeño refresco.
Se acercó a la barra y se sentó con calma, el bar no estaba vacío pero tampoco había mucha gente, un camarero le atendió en ese momento, era mayor, de unos cincuenta años o así, su pelo era largo y grisáceo. Sus penetrantes ojos azulados se clavaron en los cristales de las gafas de Sol del tirador y en ese momento le preguntó lo que deseaba tomar. – Póngame un refresco de limón por favor, tan solo un cubito. – Dijo eso último recordando la última experiencia que tuvo en un bar, le pusieron tres pedazos de hielo y apenas había bebida, encima costaba lo mismo. Esta vez no le iban a pillar por sorpresa, activó su haki de observación y esperó a que le pusieran la bebida, estaba acostumbrado a ataques por la espalda y ahora no le apetecía nada llevarse uno. Sin embargo esta vez parecía que todo estaba muy tranquilo, era genial pues así no había peligro pero al mismo tiempo eso no le ayudaba en su misión.
De repente el sonido de la puerta se escuchó y unos marines aparecieron, parecían bastante cansados y se sentaron en una mesa pidiendo algunas cervezas, parecían ser buena gente, incluso uno saludó a Kasai sin ni siquiera conocerlo. El cazador volvió a lo suyo y por un lado se alegró de que hubiese gente buena por allí, por otro se puso a rezar para que no le quitaran a su presa, de todas formas no iba a dar el nombre a nadie y tampoco el aspecto físico. Eso se acabó cuando vio un cartel con la cabeza del idiota al que buscaba “Benjamín García 6.000.000” Una gotita de sudor cayó por su cabeza para después soltar un suspiro inmenso. Ahora todo el mundo de aquella isla sabría sobre el criminal y tendría mucha competencia, además ahora empezó a sonarle el estómago, lo que hizo que se desanimara un poco más de lo habitual. – Con lo cerca que estaba y ahora tengo que darme mucha prisa, que mala suerte la mía. – Dijo en voz alta mientras inflaba los mofletes cual niño pequeño.
Yarmin Prince
Fama
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Bueno, siempre es buen momento para un poco de relax, ¿verdad? En esta ocasión había pospuesto mis planes de apropiación de Ennies Loby para disfrutar de una de las cosas que más me gustan en este mundo: Provocar jolgorio allá donde voy, con su subsiguiente altercado y, si puede ser, un par de muertes. Normalmente estos reveses tan estúpidos no los tengo, pero en el calor de Arabasta... ¿Quién no haría alguna locura?
-¡Otra ronda más, camarero!- grité, casi borracho por las cuatro o doce cervezas que llevaba encima-, ¡Martin invita!
-¡Sí, yo invito!- contestó otro, más emocionado que yo, con la cara enrojecida. Aquel pobre estúpido llevaba ya unas diez rondas pagadas, pero no es algo que me importara realmente. Al fin y al cabo, yo me lo estaba pasando bien y no hacía daño a nadie. Aunque esto último hacía que me lo pasara un poco menos bien. Pero, a pesar de ello, el estado de embriaguez en el que me encontraba hacía que no me molestase aplazar torturas y tan sólo estuviera disfrutando de una gran juerga que, si todo iba bien, terminaría en un par de muertes.
¿Os he contado alguna vez lo bien que se me da convencer a la gente? Me pasé toda la fiesta seleccionando a mis sujetos, a mis compinches y a mis siervos para ver cuál podría ser más susceptible de hacer algo sin llegar a traicionarme luego. La conclusión terminó siendo lógica, una pandilla de borrachos no recordarían luego la voz que dijo "¡Basta ya de abusos! ¡Matemos al rey!". Sin duda sería divertido ver el periódico en un tiempo: Borrachos asedian Alubarna, Una panda de desarrapados atacan al Rey, o algo por el estilo sería lo que mañana leería si los convenciera. La única pregunta era... ¿Estaban ya lo suficientemente borrachos?
-Oye, martin- susurré, tras verlo pagar-. ¿Sabes que si no fuera por el rey tu cartera ahora estaría llena?- al menos en mi mente así sonaba, aunque sería una oración aramea para alguien sobrio-, nos matan a impuestos para vivir lujosamente en Palacio. ¡Hasta la cerveza lo tiene!
-¡Hasta la cerveza lo tiene!- gritaron todos ante mi repentina efusividad. Definitivamente, aunque ninguno sabía lo que estaba sucediendo, yo acababa de prender la mecha.
Ni cinco minutos pasaron hasta que una turba furiosa salió por la puerta del local, y yo fingí caerme (o fingí fingirlo, ya no me acuerdo) para no tener que acompañarlos.
Según me levantaba, el camarero me vio y por algún extraño motivo necesitó ayudarme. ¿Tal vez hechizado? Puedes jurarlo. Un café con sal, mucha agua y una cerveza por cuenta de la casa para terminar con mi borrachera, que al rato acabó diluyéndose y sólo estaba yo ahí, de nuevo, con la cabeza algo dolorida y los ojos vidriosos, pero de nuevo con la cabeza en su sitio.
Y entonces entró un tipo que parecía salido de una película de cazavampiros, para que a su espalda llegaran dos Marines a repartir un cartel de Wanted. Menos mal que no me identificaron como Cipher Pol, o si no tal vez estuviera en un lío por dar mala imagen al cuerpo.
-¡Otra ronda más, camarero!- grité, casi borracho por las cuatro o doce cervezas que llevaba encima-, ¡Martin invita!
-¡Sí, yo invito!- contestó otro, más emocionado que yo, con la cara enrojecida. Aquel pobre estúpido llevaba ya unas diez rondas pagadas, pero no es algo que me importara realmente. Al fin y al cabo, yo me lo estaba pasando bien y no hacía daño a nadie. Aunque esto último hacía que me lo pasara un poco menos bien. Pero, a pesar de ello, el estado de embriaguez en el que me encontraba hacía que no me molestase aplazar torturas y tan sólo estuviera disfrutando de una gran juerga que, si todo iba bien, terminaría en un par de muertes.
¿Os he contado alguna vez lo bien que se me da convencer a la gente? Me pasé toda la fiesta seleccionando a mis sujetos, a mis compinches y a mis siervos para ver cuál podría ser más susceptible de hacer algo sin llegar a traicionarme luego. La conclusión terminó siendo lógica, una pandilla de borrachos no recordarían luego la voz que dijo "¡Basta ya de abusos! ¡Matemos al rey!". Sin duda sería divertido ver el periódico en un tiempo: Borrachos asedian Alubarna, Una panda de desarrapados atacan al Rey, o algo por el estilo sería lo que mañana leería si los convenciera. La única pregunta era... ¿Estaban ya lo suficientemente borrachos?
-Oye, martin- susurré, tras verlo pagar-. ¿Sabes que si no fuera por el rey tu cartera ahora estaría llena?- al menos en mi mente así sonaba, aunque sería una oración aramea para alguien sobrio-, nos matan a impuestos para vivir lujosamente en Palacio. ¡Hasta la cerveza lo tiene!
-¡Hasta la cerveza lo tiene!- gritaron todos ante mi repentina efusividad. Definitivamente, aunque ninguno sabía lo que estaba sucediendo, yo acababa de prender la mecha.
Ni cinco minutos pasaron hasta que una turba furiosa salió por la puerta del local, y yo fingí caerme (o fingí fingirlo, ya no me acuerdo) para no tener que acompañarlos.
Según me levantaba, el camarero me vio y por algún extraño motivo necesitó ayudarme. ¿Tal vez hechizado? Puedes jurarlo. Un café con sal, mucha agua y una cerveza por cuenta de la casa para terminar con mi borrachera, que al rato acabó diluyéndose y sólo estaba yo ahí, de nuevo, con la cabeza algo dolorida y los ojos vidriosos, pero de nuevo con la cabeza en su sitio.
Y entonces entró un tipo que parecía salido de una película de cazavampiros, para que a su espalda llegaran dos Marines a repartir un cartel de Wanted. Menos mal que no me identificaron como Cipher Pol, o si no tal vez estuviera en un lío por dar mala imagen al cuerpo.
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