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Un grupo de niños gyojins corrían tras otro que se diferenciaba bastante de ellos, tenía la piel clara y el cabello, oscuro. Tenía una manera extraña de correr y por su cara corrían gotas de sudor. Sin previo aviso, el chico de la piel clara saltó, se agarró a un saliente de una casa y como si se tratase de goma, su brazo se estiró, y aprovechando el impulso subió a uno de los tejados de las diversas cabañas repartidas por las inmediaciones.
Sin pensárselo durante un momento, siguió corriendo, estirando sus piernas para saltar fácilmente de tejado en tejado.
Cuando quiso darse cuenta ya los había perdido de vista, pero se encontraba en una zona desconocida para él. Se tiró sobre el tejado, pegándose lo máximo posible para no ser visto desde abajo. Asomó la cabeza por el borde y lo que vio no le gustó nada. Una serie de gyojins deambulaban por aquellas calles, todos ellos con caras aterradoras, tenía que salir de allí.
Poco a poco fue arrastrándose por los tejados, hasta salir de aquella zona a la que nunca antes había estado y llegar a su casa, una cabaña destartalada de la que colgaban unas chapas que con una patada seguramente se caerían. Bajó del tejado, con un ligero salto y abrió la puerta para colarse por ella rápidamente.
-¿Ya has llegado? -preguntó una voz femenina desde el interior.
-Si -contestó Hiruko con desgana.
-Pues come y vete a tu cuarto antes de que vuelva tu padre-dijo la voz de mujer con el mismo tono frío.
-Si, madre -contestó Hiruko mientras se dirigía a la cocina y cargaba con una hogaza de pan.
-No me llames madre, ¡monstruo! -gritó la voz femenina.
Hiruko bajó por una trampilla semioculta al fondo de la casa, hasta un pequeño, húmedo y oscuro cuarto donde había un lecho de algas secas que hacían de colchón. La situación era la misma de siempre, llegar a casa y mantenerse oculto mientras estaba su padre en ella. Suponía que no era igual para todas las personas, pero él era un monstruo, su aspecto era como el de los humanos de la superficie, pero extraño. Su padre no lo quería, su madre tampoco, pero lo mantenían en casa para que la gente no hablase.
Hiruko estaba harto de aquella vida y muy pronto, cuando cumpliese los diez años se iría, por suerte ya solo le quedaban unas semanas.
Metió las manos entre las algas secas, sacando un pequeño bote, lo destapó y de repente se hizo la luz. Varias luciérnagas salieron de él y empezaron a revolotear por el pequeño cuarto.
Rebuscó de nuevo y sacó un papel desvencijado, lo estiró y leyó claramente lo que decía. “Dojo Ryujin”
Había ido al dojo anteriormente, a ver como los jóvenes aprendían diversas técnicas. Ese era su sueño, aprender artes marciales y poderse valer por sí mismo. Se recostó sobre su lecho y se quedó mirando los revoloteos de los insectos, que se sentían libres de su prisión. Y mientras miraba, daba pequeños mordiscos a lo que sería la comida del día.
Las semanas pasaron y por fin llegó el gran día, esa mañana se levantó temprano, cogió sus escasas pertenencias, que consistían en la ropa raída que llevaba puesta, el bote con las luciérnagas y el papel del dojo. Abrió la trampilla y echó la última mirada al agujero que había sido su único refugio en la vida. Caminó con decisión y salió por la tabla que hacía las veces de puerta.
Corrió por la calle en penumbra, en dirección al dojo y veinte minutos después ya se encontraba frente a las puertas. Sin pensárselo estiró el brazo, y tiró de la campana que colgaba a la derecha del templo, emitió un leve sonido y minutos más tarde las puertas crujieron, como dándole la bienvenida.
Ahora empezaba un nuevo camino en su vida, el camino de las artes marciales.
Los años pasaron rápidamente y tras ocho años de intenso entrenamiento, su cuerpo y su mente habían madurado lo suficiente como para permitirle salir al mundo exterior. Había aprendido el Ryujin kempo y no había vuelto a saber nada de su familia. Lo que más lamentó fue la muerte de sus luciérnagas, que murieron pocos meses después de haber entrado al dojo.
En ese momento, a las puertas de la que había sido su casa y escuela durante los últimos años, ataviado con nada más que un kimono, Hiruko hizo un balance de su vida. En la isla n había nada para él, tenía amigos y un sitio al que llamar hogar, pero también quería explorar lo desconocido. No podía contar con la familia, de hecho, no sabía nada de ellos, quizá ya no estuviesen vivos. Los suburbios no eran precisamente el mejor lugar para vivir.
Puso una sonrisa en su cara y empezó a caminar hacia la barrera que rodeaba la isla, con la intención de subir a la superficie.
Dos años pasaron y ya había descubierto que el mundo era enorme, tenía sus problemas y hacía falta gente que pudiese resolverlo, ¿por qué no él? Con esa idea en mente y con la intención de estudiar se unió a una organización gubernamental conocida como Cipher Pol, cuyo objetivo era conservar la paz en el mundo, o al menos es lo que había entendido. En ese momento sí que daba por iniciado el viaje. EL CP le permitiría luchar por lo correcto, tener la protección del gobierno y por qué no, costearse algunos ligeros retoques corporales que no eran necesarios, pero que sí que harían más sencilla su vida.
Sin pensárselo durante un momento, siguió corriendo, estirando sus piernas para saltar fácilmente de tejado en tejado.
Cuando quiso darse cuenta ya los había perdido de vista, pero se encontraba en una zona desconocida para él. Se tiró sobre el tejado, pegándose lo máximo posible para no ser visto desde abajo. Asomó la cabeza por el borde y lo que vio no le gustó nada. Una serie de gyojins deambulaban por aquellas calles, todos ellos con caras aterradoras, tenía que salir de allí.
Poco a poco fue arrastrándose por los tejados, hasta salir de aquella zona a la que nunca antes había estado y llegar a su casa, una cabaña destartalada de la que colgaban unas chapas que con una patada seguramente se caerían. Bajó del tejado, con un ligero salto y abrió la puerta para colarse por ella rápidamente.
-¿Ya has llegado? -preguntó una voz femenina desde el interior.
-Si -contestó Hiruko con desgana.
-Pues come y vete a tu cuarto antes de que vuelva tu padre-dijo la voz de mujer con el mismo tono frío.
-Si, madre -contestó Hiruko mientras se dirigía a la cocina y cargaba con una hogaza de pan.
-No me llames madre, ¡monstruo! -gritó la voz femenina.
Hiruko bajó por una trampilla semioculta al fondo de la casa, hasta un pequeño, húmedo y oscuro cuarto donde había un lecho de algas secas que hacían de colchón. La situación era la misma de siempre, llegar a casa y mantenerse oculto mientras estaba su padre en ella. Suponía que no era igual para todas las personas, pero él era un monstruo, su aspecto era como el de los humanos de la superficie, pero extraño. Su padre no lo quería, su madre tampoco, pero lo mantenían en casa para que la gente no hablase.
Hiruko estaba harto de aquella vida y muy pronto, cuando cumpliese los diez años se iría, por suerte ya solo le quedaban unas semanas.
Metió las manos entre las algas secas, sacando un pequeño bote, lo destapó y de repente se hizo la luz. Varias luciérnagas salieron de él y empezaron a revolotear por el pequeño cuarto.
Rebuscó de nuevo y sacó un papel desvencijado, lo estiró y leyó claramente lo que decía. “Dojo Ryujin”
Había ido al dojo anteriormente, a ver como los jóvenes aprendían diversas técnicas. Ese era su sueño, aprender artes marciales y poderse valer por sí mismo. Se recostó sobre su lecho y se quedó mirando los revoloteos de los insectos, que se sentían libres de su prisión. Y mientras miraba, daba pequeños mordiscos a lo que sería la comida del día.
Las semanas pasaron y por fin llegó el gran día, esa mañana se levantó temprano, cogió sus escasas pertenencias, que consistían en la ropa raída que llevaba puesta, el bote con las luciérnagas y el papel del dojo. Abrió la trampilla y echó la última mirada al agujero que había sido su único refugio en la vida. Caminó con decisión y salió por la tabla que hacía las veces de puerta.
Corrió por la calle en penumbra, en dirección al dojo y veinte minutos después ya se encontraba frente a las puertas. Sin pensárselo estiró el brazo, y tiró de la campana que colgaba a la derecha del templo, emitió un leve sonido y minutos más tarde las puertas crujieron, como dándole la bienvenida.
Ahora empezaba un nuevo camino en su vida, el camino de las artes marciales.
Los años pasaron rápidamente y tras ocho años de intenso entrenamiento, su cuerpo y su mente habían madurado lo suficiente como para permitirle salir al mundo exterior. Había aprendido el Ryujin kempo y no había vuelto a saber nada de su familia. Lo que más lamentó fue la muerte de sus luciérnagas, que murieron pocos meses después de haber entrado al dojo.
En ese momento, a las puertas de la que había sido su casa y escuela durante los últimos años, ataviado con nada más que un kimono, Hiruko hizo un balance de su vida. En la isla n había nada para él, tenía amigos y un sitio al que llamar hogar, pero también quería explorar lo desconocido. No podía contar con la familia, de hecho, no sabía nada de ellos, quizá ya no estuviesen vivos. Los suburbios no eran precisamente el mejor lugar para vivir.
Puso una sonrisa en su cara y empezó a caminar hacia la barrera que rodeaba la isla, con la intención de subir a la superficie.
Dos años pasaron y ya había descubierto que el mundo era enorme, tenía sus problemas y hacía falta gente que pudiese resolverlo, ¿por qué no él? Con esa idea en mente y con la intención de estudiar se unió a una organización gubernamental conocida como Cipher Pol, cuyo objetivo era conservar la paz en el mundo, o al menos es lo que había entendido. En ese momento sí que daba por iniciado el viaje. EL CP le permitiría luchar por lo correcto, tener la protección del gobierno y por qué no, costearse algunos ligeros retoques corporales que no eran necesarios, pero que sí que harían más sencilla su vida.
- Peticiones:
- -Experiencia
-Algunos berries sueltos, quizá 100.000 para ir empezando.
-Acceso al Karate Gyojin, si da la nota.
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Buenas noches, soy Murasaki y hoy seré tu correctora. Puedes intentar sobornarme con pescado, pero solo lograras que te baje la nota pues será considerado como una falta a mi persona. Dicho esto, comencemos:
Veamos...Para empezar, tu diario me ha parecido excesivamente corto, pues hay varios post que suelen iguala o superar esta longitud y, aunque entiendo que cada uno tiene sus limitaciones, que no llegue a cierto limite...baja bastante. Por otra parte...
He cogido el primer párrafo para señalarte fallo que se suceden en todo el diario.
- Primero: Nada más comenzar tienes faltas de puntuación. La forma correcta de puntuar es: "Un grupo de niños corrían tras otro que se diferenciaba bastante de ellos. Tenía la piel clara y el cabello oscuro."
- Segundo: En vez de separar con un punto después del oscuro y usar una redundancia, lo correcto hubiera sido: "... cabello oscuro y además corría de forma extraña..."
- Tercero: Hay incoherencias y cambios de tema que hacen que el hilo de la historia se pierda. Además de no tener sentido y ser innecesario: "Tenía una manera extraña de correr y por su cara corrían gotas de sudor. Sin previo aviso, el chico de la piel clara saltó..."
- Cuarto: La historia es muy escueta, hasta el punto de hacerla aburrida. No tiene ningún punto que cause emoción y resulta ser la típica historia, sin contar el hecho de que saltas de los diez a los dieciocho pero no sabemos como fueron los entrenamientos, su relación con los otros miembros del dojo...
- Quinto: Incoherencias.
(ignorando la falta por tecleo)
Estas son, de forma resumida, las cosas que me han llevado a ponerte un 1,7. No te llevas nada de lo pedido. Si no estas conforme puedes pedir una segunda moderación o corregir, al estar suspenso y pedir que vuelva a pasarme, aunque te recomendaría que rehicieras el diario.
Además, decirte que dudo que te diera ningún moderador x cantidad de berries a no ser que apareciera en el diario la forma en que los consigues. Dicho esto, pasa buena noche.
Veamos...Para empezar, tu diario me ha parecido excesivamente corto, pues hay varios post que suelen iguala o superar esta longitud y, aunque entiendo que cada uno tiene sus limitaciones, que no llegue a cierto limite...baja bastante. Por otra parte...
Etsu escribió:Un grupo de niños gyojins corrían tras otro que se diferenciaba bastante de ellos, tenía la piel clara y el cabello, oscuro. Tenía una manera extraña de correr y por su cara corrían gotas de sudor. Sin previo aviso, el chico de la piel clara saltó, se agarró a un saliente de una casa y como si se tratase de goma, su brazo se estiró, y aprovechando el impulso subió a uno de los tejados de las diversas cabañas repartidas por las inmediaciones.
He cogido el primer párrafo para señalarte fallo que se suceden en todo el diario.
- Primero: Nada más comenzar tienes faltas de puntuación. La forma correcta de puntuar es: "Un grupo de niños corrían tras otro que se diferenciaba bastante de ellos. Tenía la piel clara y el cabello oscuro."
- Segundo: En vez de separar con un punto después del oscuro y usar una redundancia, lo correcto hubiera sido: "... cabello oscuro y además corría de forma extraña..."
- Tercero: Hay incoherencias y cambios de tema que hacen que el hilo de la historia se pierda. Además de no tener sentido y ser innecesario: "Tenía una manera extraña de correr y por su cara corrían gotas de sudor. Sin previo aviso, el chico de la piel clara saltó..."
- Cuarto: La historia es muy escueta, hasta el punto de hacerla aburrida. No tiene ningún punto que cause emoción y resulta ser la típica historia, sin contar el hecho de que saltas de los diez a los dieciocho pero no sabemos como fueron los entrenamientos, su relación con los otros miembros del dojo...
- Quinto: Incoherencias.
Etsu escribió: En la isla n había nada para él, tenía amigos y un sitio al que llamar hogar, pero también quería explorar lo desconocido.
(ignorando la falta por tecleo)
Estas son, de forma resumida, las cosas que me han llevado a ponerte un 1,7. No te llevas nada de lo pedido. Si no estas conforme puedes pedir una segunda moderación o corregir, al estar suspenso y pedir que vuelva a pasarme, aunque te recomendaría que rehicieras el diario.
Además, decirte que dudo que te diera ningún moderador x cantidad de berries a no ser que apareciera en el diario la forma en que los consigues. Dicho esto, pasa buena noche.
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Para 20 minutos no está tan mal, de todas formas era por probar. En mi siguiente diario notarás la diferencia. Gracias.
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