Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Había llegado a Villa Orange por la tarde. Cansada de volar, cuando vi la isla en el horizonte, busqué un barco en el mar y descendí para pedirle al capitán que me hiciera un hueco. Por un par de berries, no hubo ningún problema. Hacía buen día, y una brisa ligera me despeinaba. Sonreí, me apoyé en la cubierta y fui mirando como la isla se hacía más y más grande.
Descendí y anduve callejeando un tiempo. Esta era la isla en la que... pero no, no tenía por qué recordar. Era mejor seguir caminando y disfrutar de mis vacaciones. Al final encontré una posada y pedí una habitación. Dejé a la alfombra y a Cetus allí, junto con mi mochila. Fui a salir y continuar paseando cuando la dueña me detuvo.
- No llevas una máscara, no vas a participar?
Extrañada, me giré y le pregunté - ¿Participar en qué? No he visto a nadie con máscaras.
- Bueno, aún es pronto. Pero dentro de una hora la gente comenzará a salir para ir hasta la alameda que hay a dos calles. Hay un baile de máscaras, aprovechando que hoy hace calor. Se acerca el otoño, tenemos que sacarle partido al buen tiempo mientras podamos. - Se quedó callada y luego fue a trastear a una habitación que había a la derecha. Volvió con una bonita máscara en plateado, con un montón de joyas pequeñitas. - Mira, toma. Yo estoy mayor para ir, y si prometes devolverla creo que se alegrará de ser usada una vez más.
Sonriendo agradecida, cogí la máscara. Salí a la calle y me entretuve entre las tiendas hasta encontrar un vestido azul largo, bastante simple pero elegante a la vez. Quedaba bien, aunque no estaba acostumbrada a ir así… pero arreglarse por una vez estaba bien. Me recogí el pelo con esmero y siguiendo las indicaciones de la mujer llegué a la alameda, donde ya había empezado el baile. El sol se estaba escondiendo , pero igual hacía calor. Había luces colgadas por todas partes, y un grupo de gente tocando. Bailé durante varias horas, con hombres, mujeres y todo aquel que lo pidió. Incluso bebí un par de copas. Me encantaban las máscaras y los vestidos, eran como sacados de un cuento. Pero al final, cansada y sonriente abandoné mis zapatos en una esquina y traté de volver a la posada.
A lo mejor giré mal en una calle, o tal vez solo iba embobada mirando la luna, pero de pronto estaba perdida. Y no estaba segura de que me apeteciera ir a dormir. Mientras seguía caminado despistada, los recuerdos que llevaban toda la tarde tratando de llegar a mi se desbordaron. Aquí había conocido a Karl. Recordé su expresión cuando probó la tarta que le había ofrecido. Era tan niña en aquel entonces...Y el tan serio. Esbocé una sonrisa y de repente vi a lo lejos lo que parecía un teatro; decidí acercarme. Evidentemente estaría cerrado, no eran horas, pero los teatros siempre me han traído buenos recuerdos. Sin embargo, cuanto más me acercaba más me daba cuenta de un detalle: Este estaba abandonado. Aun así no me detuve. Puede que llevara una copa de más, o que me diera pereza volver porque significaría empezar a buscar la posada. O simplemente podía ser curiosidad... ¿Quién sabe?
Descendí y anduve callejeando un tiempo. Esta era la isla en la que... pero no, no tenía por qué recordar. Era mejor seguir caminando y disfrutar de mis vacaciones. Al final encontré una posada y pedí una habitación. Dejé a la alfombra y a Cetus allí, junto con mi mochila. Fui a salir y continuar paseando cuando la dueña me detuvo.
- No llevas una máscara, no vas a participar?
Extrañada, me giré y le pregunté - ¿Participar en qué? No he visto a nadie con máscaras.
- Bueno, aún es pronto. Pero dentro de una hora la gente comenzará a salir para ir hasta la alameda que hay a dos calles. Hay un baile de máscaras, aprovechando que hoy hace calor. Se acerca el otoño, tenemos que sacarle partido al buen tiempo mientras podamos. - Se quedó callada y luego fue a trastear a una habitación que había a la derecha. Volvió con una bonita máscara en plateado, con un montón de joyas pequeñitas. - Mira, toma. Yo estoy mayor para ir, y si prometes devolverla creo que se alegrará de ser usada una vez más.
Sonriendo agradecida, cogí la máscara. Salí a la calle y me entretuve entre las tiendas hasta encontrar un vestido azul largo, bastante simple pero elegante a la vez. Quedaba bien, aunque no estaba acostumbrada a ir así… pero arreglarse por una vez estaba bien. Me recogí el pelo con esmero y siguiendo las indicaciones de la mujer llegué a la alameda, donde ya había empezado el baile. El sol se estaba escondiendo , pero igual hacía calor. Había luces colgadas por todas partes, y un grupo de gente tocando. Bailé durante varias horas, con hombres, mujeres y todo aquel que lo pidió. Incluso bebí un par de copas. Me encantaban las máscaras y los vestidos, eran como sacados de un cuento. Pero al final, cansada y sonriente abandoné mis zapatos en una esquina y traté de volver a la posada.
A lo mejor giré mal en una calle, o tal vez solo iba embobada mirando la luna, pero de pronto estaba perdida. Y no estaba segura de que me apeteciera ir a dormir. Mientras seguía caminado despistada, los recuerdos que llevaban toda la tarde tratando de llegar a mi se desbordaron. Aquí había conocido a Karl. Recordé su expresión cuando probó la tarta que le había ofrecido. Era tan niña en aquel entonces...Y el tan serio. Esbocé una sonrisa y de repente vi a lo lejos lo que parecía un teatro; decidí acercarme. Evidentemente estaría cerrado, no eran horas, pero los teatros siempre me han traído buenos recuerdos. Sin embargo, cuanto más me acercaba más me daba cuenta de un detalle: Este estaba abandonado. Aun así no me detuve. Puede que llevara una copa de más, o que me diera pereza volver porque significaría empezar a buscar la posada. O simplemente podía ser curiosidad... ¿Quién sabe?
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Al fin la tenía delante. Podía tener el rostro tapado, pero jamás olvidaría aquella esbelta figura, aquellos cabellos carmesíes o la sensación que le transmitía su aura. La observó bailar, sintiendo una añoranza tan intensa y dolorosa que no pudo evitar una expresión melancólica que quedó oculta por su máscara. ¿Por qué? ¿Por qué no tenía valor para levantarse y acercarse al fin a ella? ¿A caso no llevaba las últimas semanas buscándola? Hasta se la había encontrado en la misma ciudad donde se habían conocido. Algo le impedía lanzarse, sin embargo... en su interior, sabía que no era buena idea volver junto con ella, por múltiples razones. Suspiró y se levantó, alejándose de la plaza. Iba vestido con ropas holgadas de tonos apagados y una capa negra por encima. Se había recogido la melena en una larga coleta, y para cubrirse el rostro se había puesto una máscara blanca que le cubría toda la cara. Había sido una suerte el tema del festival. Le había dado una muy buena excusa para ir con el rostro tapado y evitarse situaciones incómodas.
Vagabundeó erráticamente por las calles, viéndose atraído de manera inconsciente como un imán por lugares que le traían agridulces recuerdos. Aquella ciudad que en un pasado casi había llegado a considerar un hogar ahora era tan sólo un lugar triste, lleno de fantasmas. Fantasmas de su pasado que se negaban a irse, y torturaban cada minuto de su existencia. Cada vez que se daba cuenta de a dónde se dirigía, cambiaba su rumbo y se iba en otra dirección, pero sus pies y su subconsciente le acabaron traicionando. Al cabo de un rato, estaba en una calle vacía, frente a un edificio cerrado que en un pasado había sido un bar. Se acercó a la fachada del edificio del frente, donde había un punto donde la piedra estaba agrietada y ligeramente hundida hacia dentro, como si algo grande y pesado la hubiese golpeado con fuerza. Esbozó una sonrisa amarga recordando su primer encuentro con Allen, y se llevó la mano derecha a la cicatriz que el peliblanco le había causado. "Fuimos grandes rivales y enemigos mortales, pero si hoy en día te encontrara no te consideraría como tal. Al fin y al cabo, fuiste uno de mis motivos para mejorar y llegar a convertirme en la persona que soy hoy en día. ¿Qué ha sido de ti, maldito loco?"
Con un suspiro, se alejó del lugar y se aproximó al antiguo bar, notando algo de angustia. No quería entrar en el interior, pero al mismo tiempo era como si su cuerpo tuviese voluntad propia. Abrió la puerta de un fuerte empujón, rompiendo la cerradura y entró bloqueando el acceso con una mesa, quedándose a oscuras. "Me gustaría poder beber una cerveza... pero dudo que dejaran nada cuando cerraron." Sacó su zippo y lo encendió, tras lo cuál se puso a buscar velas. Al cabo de un rato estaba sentado en una mesa, sin la máscara y fumando de un puro. Se entretuvo un rato formando anillos de humo mientras reunía valor para salir de la sala común y subir al piso de arriba. Observó la vieja y desvencijada barra, y recordó el día en que un maniático había intentado secuestrar a Emily frente a sus mismas narices. Sentimientos encontrados despertaron en su interior: ira, amor, melancolía, dolor... Aquel día se habían dado su primer beso, y algo más. Se levantó y comenzó a dar vueltas por la estancia, tratando de olvidarse de todo aquello. Se le habían quitado la ganas de seguir fumando. Apagó el puro contra la mesa y volvió a ponerse su máscara. Definitivamente, no tenía valor para subir y volver a ver aquella habitación.
Tras salir del edificio y dar algunas vueltas, acabó encontrándosela de nuevo. Por suerte la vio de lejos y ella iba distraída, con lo que tuvo tiempo a ocultarse y alejarse un par de calles. Al cabo de unos segundos, se arrepintió de su decisión. "¿Pero qué hago? He venido específicamente para buscarla, y ahora que la veo..." No podía hacerlo, sin más. Había demasiados motivos, y muchos de ellos de peso. Había sido un egoísta y elegido su venganza a estar con ella, abandonándola y muriendo en el proceso. No podía dedicarse a entrar y salir de su vida cuando le apeteciera, menos con la resolución que había tomado. Además... ¿cómo se lo tomaría? La idea de ver el reproche en su hermoso rostro le destrozaba los ánimos. ¿Y si simplemente lo rechazaba? ¿Si había rehecho su vida y estaba con otro? Y había más razones... no quería arrastrarla a su lucha. Ya había sido un egoísta estando con ella en el pasado, y habían tenido suerte de que sus enemigos no los hubieran relacionado. Otro motivo era el inverso. ¿Y si el CP sabía que aquí había sido su pareja? De ser así era probable que la tuvieran vigilada, aunque fuese sólo para descartar la posibilidad de que pudiera tener algún otro hijo a parte de Émile. "Es la clase de cosas que lleva haciendo de siempre el Gobierno... no me extrañaría nada:" De ser así, encontrarse con Aki podría ponerlos en serios apuros a ambos y estropear sus planes. Sin embargo...
- Necesito verla - murmuró para sí, dando media vuelta.
Aunque no le desvelara su identidad, no podía dejarlo pasar sin más. Necesitaba hablar con ella y verla antes de irse de nuevo. Era muy consciente de que podía ser la última vez que pudiera ver a su amada... quería aprovechar unos últimos momentos a su lado y atesorar los recuerdos. Le esperaba aun mucha lucha y mucho sufrimiento, y la idea de afrontarlos era terrible, pero más llevadera si al menos podía tener al menos unos minutos junto a ella. Tras volver a la calle, llegó a verla fugazmente colándose en un edificio abandonado. Un millar de pensamientos se colaron en su mente, algunos bastante desagradables. ¿Se estaba metiendo allí para tener un encuentro con algún amante? Se quitó la idea de la cabeza, y se tranquilizó bastante al activar su mantra y no percibir más presencias en el interior. "Soy un idiota y un egoísta... si no voy a estar con ella, ¿por qué me preocupa que esté con nadie? Tiene derecho a hacer lo que quiera." Se acercó al lugar, observando un desvencijado cartel. ¿Un teatro? Levitando ascendió hasta el tejado y se coló por un agujero en este, procurando no hacer ruido. Tras salir de un desván lleno de polvo y telarañas y dar un par de vueltas por el enorme lugar, se encontró una habitación que llamó poderosamente su atención: una estancia donde sólo había un enorme órgano. Se aproximó a este y se sentó en el banco, comenzando a tocar melodías sólo para comprobar que funcionaba perfectamente. Tras hacerlo, empezó a tocar una canción lenta y melancólica, dejando a sus dedos recorrer el teclado y volcando en este sus emociones.
Vagabundeó erráticamente por las calles, viéndose atraído de manera inconsciente como un imán por lugares que le traían agridulces recuerdos. Aquella ciudad que en un pasado casi había llegado a considerar un hogar ahora era tan sólo un lugar triste, lleno de fantasmas. Fantasmas de su pasado que se negaban a irse, y torturaban cada minuto de su existencia. Cada vez que se daba cuenta de a dónde se dirigía, cambiaba su rumbo y se iba en otra dirección, pero sus pies y su subconsciente le acabaron traicionando. Al cabo de un rato, estaba en una calle vacía, frente a un edificio cerrado que en un pasado había sido un bar. Se acercó a la fachada del edificio del frente, donde había un punto donde la piedra estaba agrietada y ligeramente hundida hacia dentro, como si algo grande y pesado la hubiese golpeado con fuerza. Esbozó una sonrisa amarga recordando su primer encuentro con Allen, y se llevó la mano derecha a la cicatriz que el peliblanco le había causado. "Fuimos grandes rivales y enemigos mortales, pero si hoy en día te encontrara no te consideraría como tal. Al fin y al cabo, fuiste uno de mis motivos para mejorar y llegar a convertirme en la persona que soy hoy en día. ¿Qué ha sido de ti, maldito loco?"
Con un suspiro, se alejó del lugar y se aproximó al antiguo bar, notando algo de angustia. No quería entrar en el interior, pero al mismo tiempo era como si su cuerpo tuviese voluntad propia. Abrió la puerta de un fuerte empujón, rompiendo la cerradura y entró bloqueando el acceso con una mesa, quedándose a oscuras. "Me gustaría poder beber una cerveza... pero dudo que dejaran nada cuando cerraron." Sacó su zippo y lo encendió, tras lo cuál se puso a buscar velas. Al cabo de un rato estaba sentado en una mesa, sin la máscara y fumando de un puro. Se entretuvo un rato formando anillos de humo mientras reunía valor para salir de la sala común y subir al piso de arriba. Observó la vieja y desvencijada barra, y recordó el día en que un maniático había intentado secuestrar a Emily frente a sus mismas narices. Sentimientos encontrados despertaron en su interior: ira, amor, melancolía, dolor... Aquel día se habían dado su primer beso, y algo más. Se levantó y comenzó a dar vueltas por la estancia, tratando de olvidarse de todo aquello. Se le habían quitado la ganas de seguir fumando. Apagó el puro contra la mesa y volvió a ponerse su máscara. Definitivamente, no tenía valor para subir y volver a ver aquella habitación.
Tras salir del edificio y dar algunas vueltas, acabó encontrándosela de nuevo. Por suerte la vio de lejos y ella iba distraída, con lo que tuvo tiempo a ocultarse y alejarse un par de calles. Al cabo de unos segundos, se arrepintió de su decisión. "¿Pero qué hago? He venido específicamente para buscarla, y ahora que la veo..." No podía hacerlo, sin más. Había demasiados motivos, y muchos de ellos de peso. Había sido un egoísta y elegido su venganza a estar con ella, abandonándola y muriendo en el proceso. No podía dedicarse a entrar y salir de su vida cuando le apeteciera, menos con la resolución que había tomado. Además... ¿cómo se lo tomaría? La idea de ver el reproche en su hermoso rostro le destrozaba los ánimos. ¿Y si simplemente lo rechazaba? ¿Si había rehecho su vida y estaba con otro? Y había más razones... no quería arrastrarla a su lucha. Ya había sido un egoísta estando con ella en el pasado, y habían tenido suerte de que sus enemigos no los hubieran relacionado. Otro motivo era el inverso. ¿Y si el CP sabía que aquí había sido su pareja? De ser así era probable que la tuvieran vigilada, aunque fuese sólo para descartar la posibilidad de que pudiera tener algún otro hijo a parte de Émile. "Es la clase de cosas que lleva haciendo de siempre el Gobierno... no me extrañaría nada:" De ser así, encontrarse con Aki podría ponerlos en serios apuros a ambos y estropear sus planes. Sin embargo...
- Necesito verla - murmuró para sí, dando media vuelta.
Aunque no le desvelara su identidad, no podía dejarlo pasar sin más. Necesitaba hablar con ella y verla antes de irse de nuevo. Era muy consciente de que podía ser la última vez que pudiera ver a su amada... quería aprovechar unos últimos momentos a su lado y atesorar los recuerdos. Le esperaba aun mucha lucha y mucho sufrimiento, y la idea de afrontarlos era terrible, pero más llevadera si al menos podía tener al menos unos minutos junto a ella. Tras volver a la calle, llegó a verla fugazmente colándose en un edificio abandonado. Un millar de pensamientos se colaron en su mente, algunos bastante desagradables. ¿Se estaba metiendo allí para tener un encuentro con algún amante? Se quitó la idea de la cabeza, y se tranquilizó bastante al activar su mantra y no percibir más presencias en el interior. "Soy un idiota y un egoísta... si no voy a estar con ella, ¿por qué me preocupa que esté con nadie? Tiene derecho a hacer lo que quiera." Se acercó al lugar, observando un desvencijado cartel. ¿Un teatro? Levitando ascendió hasta el tejado y se coló por un agujero en este, procurando no hacer ruido. Tras salir de un desván lleno de polvo y telarañas y dar un par de vueltas por el enorme lugar, se encontró una habitación que llamó poderosamente su atención: una estancia donde sólo había un enorme órgano. Se aproximó a este y se sentó en el banco, comenzando a tocar melodías sólo para comprobar que funcionaba perfectamente. Tras hacerlo, empezó a tocar una canción lenta y melancólica, dejando a sus dedos recorrer el teclado y volcando en este sus emociones.
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aki se acercó al desvencijado teatro. Era una construcción enorme y al parecer antigua. Las ventanas estaban tapiadas, y las paredes habían sido conquistadas por la vegetación. Sin embargo, la puerta principal estaba abierta. Mientras la traspasaba, mil pensamientos giraban en su cabeza. A lo mejor no era buena idea, ni siquiera iba calzada. ¿Habría alguien dentro? Se le ocurrió buscar con su mantra, pero rechazó la posibilidad; ¿Para qué? Si había alguien prefería que fuera una sorpresa. Las mejores personas en su vida habían sido una sorpresa tras otra. Sonriendo con tristeza, se paró en el marco de la puerta y la acarició. El gigantesco edificio estaba lleno de esa nostalgia y ese aire enrarecido que suele acompañar como una presencia constante a los lugares abandonados. Los colores desvaídos y los escombros aquí y allá. Algunos panfletos por el suelo y un millar de pasillos vacíos; los restos de mil historias que ahora yacían olvidadas.
La joven pelirroja paseó por las entrañas del teatro, mirando tan bien como podía donde pisaba. No quería clavarse nada, y las copas se le habían subido un poco a la cabeza. No lo suficiente para embriagarla, tan solo para colorearle las mejillas. Sin embargo no había peligro para sus pies; todo estaba cubierto de polvorientas alfombras y en general bastante ordenado. No había ventanas rotas o jarrones tirados. Así que pasó por la taquilla y el pasillo que conducía a la sala principal, con el gigantesco escenario esperándola a lo lejos. Salpicado de manchas de luz de luna aquí y allá, seguramente había agujeros en el tejado.
Y entonces lo oyó: Alguien estaba tocando. Un órgano, identificó en seguida. Su corazón se saltó un latido antes de volver a la calma previa; simplemente se había sobresaltado. Miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Enfiló el pasillo central, dejando que su mano fuera rozando las butacas al pasar y cerró los ojos. El sonido venía de arriba, tal vez de la zona de los camerinos o de un posible desván. La música era hermosa, lenta y muy triste. Era la clase de canción que atrae de ti los recuerdos tristes y te obliga a examinarlos con una mezcla de dulzura y añoranza. Como si te compadecieras de ti misma.
Aki avanzó hasta el escenario como había hecho algunas veces de pequeña. No muchas, prefería actuar al aire libre, pero... los teatros siempre tuvieron para ella algo imponente, melancólico... Subió las escaleras por el lado derecho y por un momento se quedó quieta. Volvió a cerrar los ojos y entonces empezó a bailar. Elevó los brazos como si estuviera con algún amante imaginario y bailó lentamente, dando vueltas y levantando el polvo de la madera. Cada nota de la melodía le dolía, pero no era un dolor que le molestara. Antes de que pudiera darse cuenta, estaba pensando en Karl. En la manera en que la miraba, con esa intensidad. ¿Volverían a mirarla así? En su voz, profunda y decidida. Nadie tenía una voz así... En lo pequeña y segura que se había sentido aquel día a su lado, cuando se habían conocido...
Y entonces, la música paró. La joven se dio cuenta de que tenía lágrimas en las mejillas, pero no se molestó en secarlas. Nadie iba a verlas. Miró a su alrededor hasta que encontró una escalera escondida entre bambalinas. Recogiéndose el vestido con una mano, la subió despacito. Al llegar arriba, se encontró con que solo había una puerta. Seguramente la música venía de ahí. ¿Le molestaría a la persona que tocaba? Esperaba que no. Cogió aire y llamó a la puerta.
Toc toc toc.
La joven pelirroja paseó por las entrañas del teatro, mirando tan bien como podía donde pisaba. No quería clavarse nada, y las copas se le habían subido un poco a la cabeza. No lo suficiente para embriagarla, tan solo para colorearle las mejillas. Sin embargo no había peligro para sus pies; todo estaba cubierto de polvorientas alfombras y en general bastante ordenado. No había ventanas rotas o jarrones tirados. Así que pasó por la taquilla y el pasillo que conducía a la sala principal, con el gigantesco escenario esperándola a lo lejos. Salpicado de manchas de luz de luna aquí y allá, seguramente había agujeros en el tejado.
Y entonces lo oyó: Alguien estaba tocando. Un órgano, identificó en seguida. Su corazón se saltó un latido antes de volver a la calma previa; simplemente se había sobresaltado. Miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Enfiló el pasillo central, dejando que su mano fuera rozando las butacas al pasar y cerró los ojos. El sonido venía de arriba, tal vez de la zona de los camerinos o de un posible desván. La música era hermosa, lenta y muy triste. Era la clase de canción que atrae de ti los recuerdos tristes y te obliga a examinarlos con una mezcla de dulzura y añoranza. Como si te compadecieras de ti misma.
Aki avanzó hasta el escenario como había hecho algunas veces de pequeña. No muchas, prefería actuar al aire libre, pero... los teatros siempre tuvieron para ella algo imponente, melancólico... Subió las escaleras por el lado derecho y por un momento se quedó quieta. Volvió a cerrar los ojos y entonces empezó a bailar. Elevó los brazos como si estuviera con algún amante imaginario y bailó lentamente, dando vueltas y levantando el polvo de la madera. Cada nota de la melodía le dolía, pero no era un dolor que le molestara. Antes de que pudiera darse cuenta, estaba pensando en Karl. En la manera en que la miraba, con esa intensidad. ¿Volverían a mirarla así? En su voz, profunda y decidida. Nadie tenía una voz así... En lo pequeña y segura que se había sentido aquel día a su lado, cuando se habían conocido...
Y entonces, la música paró. La joven se dio cuenta de que tenía lágrimas en las mejillas, pero no se molestó en secarlas. Nadie iba a verlas. Miró a su alrededor hasta que encontró una escalera escondida entre bambalinas. Recogiéndose el vestido con una mano, la subió despacito. Al llegar arriba, se encontró con que solo había una puerta. Seguramente la música venía de ahí. ¿Le molestaría a la persona que tocaba? Esperaba que no. Cogió aire y llamó a la puerta.
Toc toc toc.
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Era como llorar sin lágrimas. Todos aquellos sentimientos reprimidos que trataba de ahogar, todo aquello que pretendía encerrar para siempre, salía ahora en forma de notas. Su música era como un lamento de dolor, el grito de socorro de alguien que lleva demasiado sufriendo en silencio. Había tenido una vida complicada, con la muerte y su mala estrella siguiendo cada paso que daba y arrebatándole todo aquello cuanto había sido importante para él. Y ahora que había recibido una segunda oportunidad, su sino no era mejor. En momento como aquel casi pensaba que tal vez hubiera estado mejor muerto, en lugar de volver a continuar derramando sangre, lágrimas y dando su salud y su ánimo por una causa por la que había dado incluso la vida misma. Y ahora, en una cruel broma, se veía obligado a contemplar desde la lejanía al amor de su vida, sin poder acercarse, abrazarla y quedarse con ella para siempre.
Por un momento se vio tentado a abandonarlo todo. A dejar de lado la venganza, la lucha contra el Gobierno... pero eso entonces todos sus sacrificios anteriores perderían su sentido. ¿De que le había servido morir en Mariejoa si ahora no aprovechaba la debilidad creciente del Gobierno? Además aun tenía que volver a encontrar a Krauser y combatir juntos. Había visto carteles de recompensa suyos, así que sabía que estaba vivo. La idea de quedarse con Aki era tentadora, muy tentadora... pero sentía aquella lucha como su deber. Si ella se lo pidiera no sería capaz de negarse, pero estaba resuelto a no dejar que supiera que seguía vivo. Poco a poco sus dedos comenzaron a tocar cada vez más lento, hasta detenerse. En ese momento se dio cuenta de que su máscara estaba húmeda. Sorprendido, se la quitó para descubrir que estaba llorando. Se secó la cara con la mano mientras se calmaba, justo cuando Aki llamó a la puerta. Rápidamente se puso la máscara de nuevo y tratando de sonar firme al tiempo que trataba de poner un tono de voz ligeramente más grave que el suyo propio, dijo:
- Pasa - en cuanto ella hubo abierto la puerta, dijo - Tocar en solitario ayuda a limpiar el corazón y a comprenderse a uno mismo, pero la música es algo que debe compartirse.
Evitó girarse, no queriendo ver aun su rostro. Algo se lo impedía... sentía que si la veía no podría evitar levantarse, arrancarse la máscara y besarla. Comenzó a tocar de nuevo, esta vez una melodía menos triste. Una majestuosa al tiempo que oscura. Era una canción sacada de una historia sobre un amor imposible. Curioso que hubiese elegido justo esa en aquel momento, pero tampoco cuestionó su propia elección. Era lo primero que se le había venido a la mente y en cierto modo era muy apropiada para el momento. Se preguntó si Aki la conocería. Sería una hermosa coincidencia, pues hacían falta dos voces para cantarla: una femenina y otra masculina. Dejando al azar si ella se le unía o no, siguió tocando, empezando a cantar su parte con voz potente y grave.
Por un momento se vio tentado a abandonarlo todo. A dejar de lado la venganza, la lucha contra el Gobierno... pero eso entonces todos sus sacrificios anteriores perderían su sentido. ¿De que le había servido morir en Mariejoa si ahora no aprovechaba la debilidad creciente del Gobierno? Además aun tenía que volver a encontrar a Krauser y combatir juntos. Había visto carteles de recompensa suyos, así que sabía que estaba vivo. La idea de quedarse con Aki era tentadora, muy tentadora... pero sentía aquella lucha como su deber. Si ella se lo pidiera no sería capaz de negarse, pero estaba resuelto a no dejar que supiera que seguía vivo. Poco a poco sus dedos comenzaron a tocar cada vez más lento, hasta detenerse. En ese momento se dio cuenta de que su máscara estaba húmeda. Sorprendido, se la quitó para descubrir que estaba llorando. Se secó la cara con la mano mientras se calmaba, justo cuando Aki llamó a la puerta. Rápidamente se puso la máscara de nuevo y tratando de sonar firme al tiempo que trataba de poner un tono de voz ligeramente más grave que el suyo propio, dijo:
- Pasa - en cuanto ella hubo abierto la puerta, dijo - Tocar en solitario ayuda a limpiar el corazón y a comprenderse a uno mismo, pero la música es algo que debe compartirse.
Evitó girarse, no queriendo ver aun su rostro. Algo se lo impedía... sentía que si la veía no podría evitar levantarse, arrancarse la máscara y besarla. Comenzó a tocar de nuevo, esta vez una melodía menos triste. Una majestuosa al tiempo que oscura. Era una canción sacada de una historia sobre un amor imposible. Curioso que hubiese elegido justo esa en aquel momento, pero tampoco cuestionó su propia elección. Era lo primero que se le había venido a la mente y en cierto modo era muy apropiada para el momento. Se preguntó si Aki la conocería. Sería una hermosa coincidencia, pues hacían falta dos voces para cantarla: una femenina y otra masculina. Dejando al azar si ella se le unía o no, siguió tocando, empezando a cantar su parte con voz potente y grave.
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Pasa.- Sonó su voz.
La puerta no hizo ruido cuando Aki la abrió. Miró la habitación ante sus ojos: era enorme y estaba casi completamente vacía. La luna entraba a través de una ventana, posiblemente la única que se había salvado de ser tapiada en otro tiempo. Con un movimiento distraído, la joven llevó la mano hacia su pelo y dio un suave tirón a la cinta con la que se ataba el cabello. Le apretaba. Los rojos mechones cayeron en todas direcciones, rodeándole el rostro y acariciándole la espalda en silencio. Aki se giró hacia el hombre que hablaba y sus hombros se tensaron, su respiración se cortó. Cerró los ojos mientras otra lágrima traicionera bajaba por su mejilla. Esa voz, tan parecida... ese pelo... pero no. Había bebido sin duda más de lo que calculaba y después de tanto pensar había llegado al grado de verle en todas partes. ¿Cómo evitarlo? No mirándole, por supuesto.
Sin responder, se dirigió hacia la ventana que había algo a la derecha del órgano. Era sin duda un instrumento imponente, enorme y majestuoso. La capa de polvo que lo cubría no hacía más que añadirle presencia. Pero lo mejor era que el gigantesco órgano tapaba al caballero que tocaba, dejándolo a su espalda. Por supuesto no eran más que alucinaciones, pero si empezaba a llorar delante de un desconocido y a mirarle con ojitos de cordero lo más probable era que llamase a las autoridades. Posó las manos en el marco de la ventana, con suavidad, todavía con los ojos cerrados. Sentía que debía decir algo.
-Llevas mucha razón en lo que dices. Tu música me ha atraído hasta aquí; parece que tengas magia en los dedos.- Añadió mientras una sonrisa triste acariciaba sus labios. Se apoyó en el alfeizar y abrió los ojos. Miró a la luna en lo alto y suspiró. Así mejor. Tranquila. Respira. Se iba diciendo, y poco a poco se fue relajando. Tenía que olvidarse de todo, dejar ir los malos pensamientos y los tristes recuerdos.
-Es una pena que haya penas que ni siquiera la más dulce de las melodías logre aliviar. Pero por favor, no te detengas. Puede que lo mío no tenga solución, pero me distraes y haces de este teatro un lugar muy hermoso.
El hombre, como respuesta a su petición comenzó a tocar de nuevo. Esta vez no era una música tan triste; Aki conocía la canción. La historia hablaba de un amor imposible... oh, maravillosa ironía. Él comenzó a cantar y más lágrimas cayeron por la cara de Aki, sin que mudara su expresión. ¿Por qué, de entre todos, tenía que tener esa voz tan hermosa y tan similar a...? No. Era el vino y el alcohol. Llegó la parte en la que entraba la voz femenina y antes de que se diera cuenta, la joven se descubrió interpretándola. No cantaba; no sabía. Pero susurró la letra al compás de la música, como pudo. Contrario a lo esperado, el órgano no acalló su voz. Tan solo sacaba a relucir su delicadeza.
Y mientras las últimas notas se desvanecían, Aki se resistía a girar la cabeza. Miraba a la luna llena en el cielo con intensidad, imaginando una cara en la blanca superficie. La miraba como exigiéndole la respuesta a sus preguntas y la solución a sus problemas. Pero el satélite no tenía manera de contestarle, así que al final, lentamente, Aki se dio la vuelta y miró al desconocido a los ojos.
La puerta no hizo ruido cuando Aki la abrió. Miró la habitación ante sus ojos: era enorme y estaba casi completamente vacía. La luna entraba a través de una ventana, posiblemente la única que se había salvado de ser tapiada en otro tiempo. Con un movimiento distraído, la joven llevó la mano hacia su pelo y dio un suave tirón a la cinta con la que se ataba el cabello. Le apretaba. Los rojos mechones cayeron en todas direcciones, rodeándole el rostro y acariciándole la espalda en silencio. Aki se giró hacia el hombre que hablaba y sus hombros se tensaron, su respiración se cortó. Cerró los ojos mientras otra lágrima traicionera bajaba por su mejilla. Esa voz, tan parecida... ese pelo... pero no. Había bebido sin duda más de lo que calculaba y después de tanto pensar había llegado al grado de verle en todas partes. ¿Cómo evitarlo? No mirándole, por supuesto.
Sin responder, se dirigió hacia la ventana que había algo a la derecha del órgano. Era sin duda un instrumento imponente, enorme y majestuoso. La capa de polvo que lo cubría no hacía más que añadirle presencia. Pero lo mejor era que el gigantesco órgano tapaba al caballero que tocaba, dejándolo a su espalda. Por supuesto no eran más que alucinaciones, pero si empezaba a llorar delante de un desconocido y a mirarle con ojitos de cordero lo más probable era que llamase a las autoridades. Posó las manos en el marco de la ventana, con suavidad, todavía con los ojos cerrados. Sentía que debía decir algo.
-Llevas mucha razón en lo que dices. Tu música me ha atraído hasta aquí; parece que tengas magia en los dedos.- Añadió mientras una sonrisa triste acariciaba sus labios. Se apoyó en el alfeizar y abrió los ojos. Miró a la luna en lo alto y suspiró. Así mejor. Tranquila. Respira. Se iba diciendo, y poco a poco se fue relajando. Tenía que olvidarse de todo, dejar ir los malos pensamientos y los tristes recuerdos.
-Es una pena que haya penas que ni siquiera la más dulce de las melodías logre aliviar. Pero por favor, no te detengas. Puede que lo mío no tenga solución, pero me distraes y haces de este teatro un lugar muy hermoso.
El hombre, como respuesta a su petición comenzó a tocar de nuevo. Esta vez no era una música tan triste; Aki conocía la canción. La historia hablaba de un amor imposible... oh, maravillosa ironía. Él comenzó a cantar y más lágrimas cayeron por la cara de Aki, sin que mudara su expresión. ¿Por qué, de entre todos, tenía que tener esa voz tan hermosa y tan similar a...? No. Era el vino y el alcohol. Llegó la parte en la que entraba la voz femenina y antes de que se diera cuenta, la joven se descubrió interpretándola. No cantaba; no sabía. Pero susurró la letra al compás de la música, como pudo. Contrario a lo esperado, el órgano no acalló su voz. Tan solo sacaba a relucir su delicadeza.
Y mientras las últimas notas se desvanecían, Aki se resistía a girar la cabeza. Miraba a la luna llena en el cielo con intensidad, imaginando una cara en la blanca superficie. La miraba como exigiéndole la respuesta a sus preguntas y la solución a sus problemas. Pero el satélite no tenía manera de contestarle, así que al final, lentamente, Aki se dio la vuelta y miró al desconocido a los ojos.
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Dejó sus dedos bailar, mientras cantaba la triste historia. Esta trataba de un hombre cuyo rostro estaba desfigurado, por lo que lo ocultaba con una máscara para evitar que la gente lo viera. Este vivía en un teatro de ópera, y estaba enamorado de una de las actrices. No se mostraba ante ella por miedo al rechazo, y se dedicaba a enseñarle a cantar y a tratar de influir sobre ella haciéndose pasar por un fantasma. La historia completa terminaba con un final trágico, con el hombre rechazado y convertido en un monstruo que le causaba un enorme dolor a la chica. "Es una historia apropiada para mi. Decidí aferrarme a mi máscara rechazando mis verdaderos sueños y deseos, y morí a causa de ello. Todo por elegir la venganza antes que a mi mismo... dejándola sola" Cuando Aki se unió a él cantando, notó un sentimiento cálido y hermoso floreciendo en su pecho. Comenzó a cantar con más emoción, llevado por el amor que sentía por aquella mujer y tratando de transmitirlo en esta. Durante unos maravillosos minutos se sintió completo. Eran como un único ser con dos voces que se entrelazaban, en perfecta armonía. Sin embargo, el momento acabó. La magia murió, y la alegría se convirtió en amargura y dolor. Karl se llevó una mano a la máscara, como si pretendiera taparse la cara, y comenzó a llorar en silencio.
Era bella. Bella y triste, como una última flor ante la llegada del invierno. La contempló mirar la luna con su hermoso rostro mojado por las lágrimas. Aquella imagen quebró toda su entereza y toda su resolución. ¿Cómo podía haber sido tan cruel como para abandonar a aquella mujer a su suerte? No quería ni imaginarse el sufrimiento que le habría causado con su muerte. Aki giró la cabeza hacia él, ante lo que Karl desvió la vista hacia el teclado para que no lo viera llorar. Nuevamente comenzó a tocar, dejando fluir el dolor a través de la música. Sin embargo, no se iba. "Al fin estoy frente a ella, pero... no puedo abrazarla, besarla, reír con ella, bailar, sonreírle, decirle lo mucho que significa para mi." Su canción pronto se volvió más rápida y ominosa, convirtiéndose en un auténtico lamento. Era un grito de puro dolor y agonía vuelto música, su única vía de escape. Y lo peor no era no poder amarla; si no tener que ver su dolor... y ser incapaz de hacer nada más que lamentarse por sí mismo, demostrando una vez más el ser egoísta que era. El monstruo en que se había convertido, y que parecía que nunca dejaría de ser. Alzó el rostro hacia ella, confiado sabiendo que no podía ver su expresión y dijo:
- La música es la voz del alma. Mediante ella podemos mostrar los sentimientos más profundos, y desahogarse de una manera más hermosa y triste que cualquier llanto - se paró un instante, eligiendo con cuidado las palabras - La música no miente, e incita al alma a mostrar su verdadero rostro. Y por nuestra canción veo que no soy el único que ha sufrido. ¿Qué os aflige a vos?
Era todo cuanto podía hacer. La idea de abandonar sus intenciones iniciales y desvelar su identidad rondaba su mente, tentándolo, pero... quería saber porqué lloraba. ¿Le echaba de menos? ¿Lloraba por él, o por otra cosa? Se imaginó de nuevo que se mostraba ante ella, y como en la historia de la canción, la mujer lo rechazaba. Cerró los ojos, conteniendo las lágrimas, y aguardó su respuesta. "Si tan sólo supiera que aun me ama..." Pero no era lo correcto. Nuevamente comenzó a tocar una canción, al tiempo que cantaba en un tono solemne y triste. La canción que había elegido también narraba una historia triste, un poco más fantástica. Hablaba de un hombre que sufría una terrible maldición que lo convertía en un monstruo todas las lunas llenas, y cómo su amada lo veía una noche en medio de su transformación. Al acabar, destrozado por el peso de sus propios sentimientos, suspiró y dejó caer los brazos. ¿Cómo un sentimiento tan dulce, cálido y grandioso podía volverse en la más terrible de las penas? Hubiera preferido volver a sufrir diez mil veces el dolor de las peores heridas que había recibido a tener que sentir aquello... o a volver a ver ese dolor en el rostro de su amada. Sollozó y comenzó a llorar de nuevo, no logrando contenerse esta vez.
- Supongo que esta canción me define en parte. En el fondo siempre fui un monstruo, Aki. Sólo se hacer daño a la gente - dijo, decaído - Nunca he hecho otra cosa. Fuese amigo, enemigo o mi propia amada... sólo se llevar la muerte y la tristeza a los que me rodean.
Se llevó las manos a la máscara, tapándola. Comenzó a temblar, conteniéndose para no seguir llorando. Sin embargo, aunque contenía los sollozos, las lágrimas brotaban de sus ojos a mares. ¿Por qué tenía que ser el destino tan cruel e injusto? ¿No había sufrido ya suficiente? "Me arrebataste a Rino y a Emily. Déjame quedarme con Aki, por favor..." suplicó en silencio al aire. "Me da igual todo lo demás. Únicamente no quiero perderla... es todo cuanto me queda en este mundo." No sabía ni a quién le hablaba, pero le daba igual. Se apartó las manos de la cara y sacudió la cabeza, intentando recomponerse. No se dio cuenta de que la había llamado antes por su nombre, y trató de mantener la tapadera.
- Lo siento, os he dado un espectáculo lamentable. Toda persona tiene momentos de debilidad, y me temo que me habéis visto en uno de los míos.
Era bella. Bella y triste, como una última flor ante la llegada del invierno. La contempló mirar la luna con su hermoso rostro mojado por las lágrimas. Aquella imagen quebró toda su entereza y toda su resolución. ¿Cómo podía haber sido tan cruel como para abandonar a aquella mujer a su suerte? No quería ni imaginarse el sufrimiento que le habría causado con su muerte. Aki giró la cabeza hacia él, ante lo que Karl desvió la vista hacia el teclado para que no lo viera llorar. Nuevamente comenzó a tocar, dejando fluir el dolor a través de la música. Sin embargo, no se iba. "Al fin estoy frente a ella, pero... no puedo abrazarla, besarla, reír con ella, bailar, sonreírle, decirle lo mucho que significa para mi." Su canción pronto se volvió más rápida y ominosa, convirtiéndose en un auténtico lamento. Era un grito de puro dolor y agonía vuelto música, su única vía de escape. Y lo peor no era no poder amarla; si no tener que ver su dolor... y ser incapaz de hacer nada más que lamentarse por sí mismo, demostrando una vez más el ser egoísta que era. El monstruo en que se había convertido, y que parecía que nunca dejaría de ser. Alzó el rostro hacia ella, confiado sabiendo que no podía ver su expresión y dijo:
- La música es la voz del alma. Mediante ella podemos mostrar los sentimientos más profundos, y desahogarse de una manera más hermosa y triste que cualquier llanto - se paró un instante, eligiendo con cuidado las palabras - La música no miente, e incita al alma a mostrar su verdadero rostro. Y por nuestra canción veo que no soy el único que ha sufrido. ¿Qué os aflige a vos?
Era todo cuanto podía hacer. La idea de abandonar sus intenciones iniciales y desvelar su identidad rondaba su mente, tentándolo, pero... quería saber porqué lloraba. ¿Le echaba de menos? ¿Lloraba por él, o por otra cosa? Se imaginó de nuevo que se mostraba ante ella, y como en la historia de la canción, la mujer lo rechazaba. Cerró los ojos, conteniendo las lágrimas, y aguardó su respuesta. "Si tan sólo supiera que aun me ama..." Pero no era lo correcto. Nuevamente comenzó a tocar una canción, al tiempo que cantaba en un tono solemne y triste. La canción que había elegido también narraba una historia triste, un poco más fantástica. Hablaba de un hombre que sufría una terrible maldición que lo convertía en un monstruo todas las lunas llenas, y cómo su amada lo veía una noche en medio de su transformación. Al acabar, destrozado por el peso de sus propios sentimientos, suspiró y dejó caer los brazos. ¿Cómo un sentimiento tan dulce, cálido y grandioso podía volverse en la más terrible de las penas? Hubiera preferido volver a sufrir diez mil veces el dolor de las peores heridas que había recibido a tener que sentir aquello... o a volver a ver ese dolor en el rostro de su amada. Sollozó y comenzó a llorar de nuevo, no logrando contenerse esta vez.
- Supongo que esta canción me define en parte. En el fondo siempre fui un monstruo, Aki. Sólo se hacer daño a la gente - dijo, decaído - Nunca he hecho otra cosa. Fuese amigo, enemigo o mi propia amada... sólo se llevar la muerte y la tristeza a los que me rodean.
Se llevó las manos a la máscara, tapándola. Comenzó a temblar, conteniéndose para no seguir llorando. Sin embargo, aunque contenía los sollozos, las lágrimas brotaban de sus ojos a mares. ¿Por qué tenía que ser el destino tan cruel e injusto? ¿No había sufrido ya suficiente? "Me arrebataste a Rino y a Emily. Déjame quedarme con Aki, por favor..." suplicó en silencio al aire. "Me da igual todo lo demás. Únicamente no quiero perderla... es todo cuanto me queda en este mundo." No sabía ni a quién le hablaba, pero le daba igual. Se apartó las manos de la cara y sacudió la cabeza, intentando recomponerse. No se dio cuenta de que la había llamado antes por su nombre, y trató de mantener la tapadera.
- Lo siento, os he dado un espectáculo lamentable. Toda persona tiene momentos de debilidad, y me temo que me habéis visto en uno de los míos.
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aki se mordió el labio, intentando dejar de llorar sin conseguirlo. Cerró los ojos cuando la música terminó. Se sentía destrozada, consumida por el silencio que de repente se había instalado entre ambos. Quiso gritar, llorar y tirarse del pelo, pedirle que por favor siguiera cantando. Que no volviera a abrir la boca. Le dolía. Se llevó una mano al pecho tratando de contener su corazón. Esa era la voz de Karl, y ella lo sabía. Esa emoción, ese amor y esa tristeza que se deslizaban entre las notas contándole promesas imposibles le confesaban lo que sus ojos no veían. Está muerto, está muerto... Se repetía ella una y otra vez sin hablar, intentando aferrarse a las últimas migajas de realismo que tenía a su alcance, antes de que se perdiera en el dolor y la esperanza y cometiera algún error.
Cuando le miró, él desvió la mirada. Estaba llorando también, era imposible no verlo. La postura de los hombros, esa manera de esquivarla y el silencio que los envolvía a ambos le delataban. Quería decir algo, pero no sabía el qué. -Por favor...-Susurró tan bajito que ni siquiera ella estaba segura de haberse oído. El hombre comenzó a tocar y Aki se dejó caer al suelo, acunada por las notas. Se apoyó en la pared y se abrazó a las rodillas, escondiendo la cara. Cada sonido que él hacía salir del instrumento se clavaba en su pecho. Le parecía que describía todo su sentir, pero en lugar de aliviarla simplemente lo acrecentaba. Necesitaba, lo necesitaba... ¿Qué necesitaba? Desesperada, se levantó en cuanto la música se aceleró. Se llevó las manos a la cabeza, paseó por la estancia apresurada, volvió a mirar por la ventana mientras los pensamientos y las sensaciones dentro de ella se revolvían como una tormenta. Ira, dolor, miedo, amor, rechazo, esperanza, más dolor...
Nuevamente, el final de la canción la cogió enfrente de él, de espaldas. Se detuvo al oír su voz, igual que sus lágrimas. Se giró para mirarle y una sonrisa triste, apareció en su rostro sin que pudiera controlarla. Era una tristeza que habla de noches sin dormir, de largas plegarias a dioses lejanos y de días encerrada, llorándole a una tumba vacía. Pero le contestó sin vacilar, aprovechando para verter su dolor en las palabras.
-El hombre al que amaba. Murió en la guerra y yo no estaba a su lado. Habría querido ayudarle, mostrarle apoyo aunque fuera. Nada. No pude hacer nada. Se fue y no pude decirle que le amaba...-Su voz le parecía rota y extraña, ajena. Respiró hondo, tratando de calmarse. Pasaron unos segundos hasta que nuevamente fue capaz de hablar. Se secó las lágrimas de las mejillas y miró al suelo, algo avergonzada de su arrebato. -Ni siquiera me lo contaron. Lo oí en una taberna, mientras otros celebraban su muerte. Lamento... todo. Pensé que empezaba a olvidarlo pero... esta noche parece que le vea en todas partes.- Le miró, esbozando una pequeña sonrisa de disculpa.
Él volvió a tocar. Aki se acercó con cuidado y se apoyó en el lateral del órgano, observando como sus dedos se deslizaban por las teclas. Al contrario que la anterior, esta canción a calmaba. Tal vez fuera por que ya había dicho lo que le pasaba por la mente o porque estaba mirando a las manos del desconocido en lugar de su cara. Aunque fuera con máscara, igual que ella... mientras pensaba eso, se la quitó y la colocó en lo alto de la repisa del órgano. Siguió escuchando y entonces él habló y el tiempo se detuvo.
Aki se incorporó de golpe tapándose la boca, mientras Karl se echaba a llorar. Le observó con los ojos muy abiertos. Era cierto... era él. Lo sabía, lo había sabido desde que le había visto. No importaba que estuviera de espaldas, ella lo había sabido. Lo había intuido y no había querido verlo. Temerosa del dolor si todo era una mentira, había preferido contarse excusas estúpidas. Pero la había llamado...Después de tanto tiempo, de tanto dolor, era... era... ni siquiera era capaz de pensar su nombre. Su mente se había quedado en blanco por una vez. La había llamado por su nombre... había vuelto... estaba ahí, tan cerca... podría tocarlo. Solo tenía que acercar la mano, la cara, el cuerpo y abrazarle. Solo eso y todo volvería a estar bien. Pero estaba clavada en el sitio. Las lágrimas volvieron a acudir a sus ojos, y ella no pudo evitar que se derramasen. Él habló, pero Aki no le oyó. Sonriendo entre las lágrimas, susurró con la voz entrecortada:
- Karl... ¿Estoy soñando...? ¿Es... es un sueño...?
Se acercó más a él y con infinito cariño y delicadeza alargó las manos, que le temblaban, para tratar de quitarle la máscara. Por favor... por favor, no dejes que sea mentira. Por favor, que sea él. Si me equivoco, si no lo es... por favor...lo suplico...
Cuando le miró, él desvió la mirada. Estaba llorando también, era imposible no verlo. La postura de los hombros, esa manera de esquivarla y el silencio que los envolvía a ambos le delataban. Quería decir algo, pero no sabía el qué. -Por favor...-Susurró tan bajito que ni siquiera ella estaba segura de haberse oído. El hombre comenzó a tocar y Aki se dejó caer al suelo, acunada por las notas. Se apoyó en la pared y se abrazó a las rodillas, escondiendo la cara. Cada sonido que él hacía salir del instrumento se clavaba en su pecho. Le parecía que describía todo su sentir, pero en lugar de aliviarla simplemente lo acrecentaba. Necesitaba, lo necesitaba... ¿Qué necesitaba? Desesperada, se levantó en cuanto la música se aceleró. Se llevó las manos a la cabeza, paseó por la estancia apresurada, volvió a mirar por la ventana mientras los pensamientos y las sensaciones dentro de ella se revolvían como una tormenta. Ira, dolor, miedo, amor, rechazo, esperanza, más dolor...
Nuevamente, el final de la canción la cogió enfrente de él, de espaldas. Se detuvo al oír su voz, igual que sus lágrimas. Se giró para mirarle y una sonrisa triste, apareció en su rostro sin que pudiera controlarla. Era una tristeza que habla de noches sin dormir, de largas plegarias a dioses lejanos y de días encerrada, llorándole a una tumba vacía. Pero le contestó sin vacilar, aprovechando para verter su dolor en las palabras.
-El hombre al que amaba. Murió en la guerra y yo no estaba a su lado. Habría querido ayudarle, mostrarle apoyo aunque fuera. Nada. No pude hacer nada. Se fue y no pude decirle que le amaba...-Su voz le parecía rota y extraña, ajena. Respiró hondo, tratando de calmarse. Pasaron unos segundos hasta que nuevamente fue capaz de hablar. Se secó las lágrimas de las mejillas y miró al suelo, algo avergonzada de su arrebato. -Ni siquiera me lo contaron. Lo oí en una taberna, mientras otros celebraban su muerte. Lamento... todo. Pensé que empezaba a olvidarlo pero... esta noche parece que le vea en todas partes.- Le miró, esbozando una pequeña sonrisa de disculpa.
Él volvió a tocar. Aki se acercó con cuidado y se apoyó en el lateral del órgano, observando como sus dedos se deslizaban por las teclas. Al contrario que la anterior, esta canción a calmaba. Tal vez fuera por que ya había dicho lo que le pasaba por la mente o porque estaba mirando a las manos del desconocido en lugar de su cara. Aunque fuera con máscara, igual que ella... mientras pensaba eso, se la quitó y la colocó en lo alto de la repisa del órgano. Siguió escuchando y entonces él habló y el tiempo se detuvo.
Aki se incorporó de golpe tapándose la boca, mientras Karl se echaba a llorar. Le observó con los ojos muy abiertos. Era cierto... era él. Lo sabía, lo había sabido desde que le había visto. No importaba que estuviera de espaldas, ella lo había sabido. Lo había intuido y no había querido verlo. Temerosa del dolor si todo era una mentira, había preferido contarse excusas estúpidas. Pero la había llamado...Después de tanto tiempo, de tanto dolor, era... era... ni siquiera era capaz de pensar su nombre. Su mente se había quedado en blanco por una vez. La había llamado por su nombre... había vuelto... estaba ahí, tan cerca... podría tocarlo. Solo tenía que acercar la mano, la cara, el cuerpo y abrazarle. Solo eso y todo volvería a estar bien. Pero estaba clavada en el sitio. Las lágrimas volvieron a acudir a sus ojos, y ella no pudo evitar que se derramasen. Él habló, pero Aki no le oyó. Sonriendo entre las lágrimas, susurró con la voz entrecortada:
- Karl... ¿Estoy soñando...? ¿Es... es un sueño...?
Se acercó más a él y con infinito cariño y delicadeza alargó las manos, que le temblaban, para tratar de quitarle la máscara. Por favor... por favor, no dejes que sea mentira. Por favor, que sea él. Si me equivoco, si no lo es... por favor...lo suplico...
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ella... ¿lo estaba llamando por su nombre? Se quedó paralizado por la impresión, al tiempo que comenzaba a temblar ligeramente. Era obvio que le había reconocido, pero eso no era lo que le importaba en ese momento. Las palabras de ella, su tono voz cargado de cariño y dolor... Karl se mordió el labio, conteniéndose para no perder la compostura y echarlo todo a perder. "Se suponía que iba a ver a Aki por última vez. Que venía aquí a despedirme. En su lugar me he dejado llevar y he hablado de más, y ahora me ha descubierto." Se levantó y la miró a los ojos, estremeciéndose al ver su expresión. Podría haberse pasado mirando a aquellos ojos toda la noche... La pelirroja alzó sus manos, intentando quitarle la máscara. Por un instante pensó en dejarle hacerlo, y que fuese lo que tuviera que ser. Olvidarlo todo y escoger estar con su amada, dejando de lado todos sus anteriores propósitos. En el fondo sabía que si la dejaba ir se arrepentiría durante toda su vida, pero ¿a caso iba a ser tan cruel como para hacerla sufrir de nuevo? A su lado sólo le esperaba una existencia difícil, pues él ya nunca podría descansar mientras el Gobierno siguiera existiendo. Aunque él decidiera abandonar su lucha, sus enemigos le perseguirían allá a dónde fuera si descubrían que seguía vivo.
Aki... - comenzó, agarrándole las manos con suavidad.
No fue capaz de continuar. ¿Cómo hacerlo? Una cosa era evitar que descubriera que seguía vivo, otra muy distinta decirle que no podían estar juntos. Era irónico... rara vez había flaqueado tanto como aquel día. Siempre había tenido claro el camino a seguir y lo había recorrido con resolución hasta sus últimas consecuencias, aun cuando las cosas se pusieron más negras y toda esperanza parecía perdida. Incluso cuando se vio sólo y sin aliados en Mariejoa, no dudó y continuó luchando con todas sus fuerzas, hasta que sus esfuerzos dieron frutos y Drako, Flea y tantos otros se sumaron a su lucha. Pero en aquella situación no tenía clara la opción que debía tomar. Tenía claro el destino al que debía llevarle el camino: completar su misión y acabar con los tenryuubitos y el Gobierno Mundial, pero el sendero a elegir no estaba claro. ¿Renunciaría a tener a Aki a su lado para protegerla, o la mantendría a su lado, arriesgándose a arrastrarla a la lucha y que muriera por su culpa? Ambas ideas eran desalentadoras... no quería perderla y tener que continuar su lucha sin el consuelo de su apoyo, pero la perspectiva de un mundo sin ella le parecía aun más terrible. Podía elegir llevársela consigo y protegerla, pero aquella idea era cuanto menos estúpida y utópica. Estaba tan débil que acabaría siendo Aki quien lo protegiera y no al revés, y aunque la idea no lo desagradaba ya la había hecho sufrir demasiado. Pero, ¿realmente le correspondía la elección a él? Suspiró, acariciándole las manos con cariño.
- ¿Estás segura de lo que quieres hacer? ¿Eres consciente de lo que estás eligiendo? Podrías ignorar que este encuentro haya ocurrido alguna vez y retomar tu vida. Olvidar todo lo que supiste alguna vez de mi, y encontrar la felicidad. A mi lado sólo te espera más dolor, y una existencia marcada por el temor y la muerte, huyendo y matando para sobrevivir. ¿Realmente es eso lo que quieres?
La elección debía ser cosa de Aki. Acababa de comprender que él no era quién para elegir lo que más le convenía. Si no hubiese sido tan idiota como para mostrarle que seguía vivo, podría habérselo ocultado. Era cierto que sólo hubiese sido posponer lo inevitable hasta que el mundo descubriera que Karl había regresado, pero al menos no la hubiese forzado a tomar una elección ahora. Una parte de sí deseaba que decidiese ignorar sus advertencias y eligiese estar con él, mientras que por otro lado prefería que eligiera marcharse y no se metiera en aquel ciclo infinito de muerte y venganza. "Debería haber reprimido mis emociones. Haber venido a mentirle y decirle que ya no quiero estar con ella. Entonces podría haberla protegido de mi mismo." Pero las decisiones que había ido tomando lo habían llevado a ese punto, y ahora le tocaba vivir con ello y esperar que Aki escogiera bien.
Aki... - comenzó, agarrándole las manos con suavidad.
No fue capaz de continuar. ¿Cómo hacerlo? Una cosa era evitar que descubriera que seguía vivo, otra muy distinta decirle que no podían estar juntos. Era irónico... rara vez había flaqueado tanto como aquel día. Siempre había tenido claro el camino a seguir y lo había recorrido con resolución hasta sus últimas consecuencias, aun cuando las cosas se pusieron más negras y toda esperanza parecía perdida. Incluso cuando se vio sólo y sin aliados en Mariejoa, no dudó y continuó luchando con todas sus fuerzas, hasta que sus esfuerzos dieron frutos y Drako, Flea y tantos otros se sumaron a su lucha. Pero en aquella situación no tenía clara la opción que debía tomar. Tenía claro el destino al que debía llevarle el camino: completar su misión y acabar con los tenryuubitos y el Gobierno Mundial, pero el sendero a elegir no estaba claro. ¿Renunciaría a tener a Aki a su lado para protegerla, o la mantendría a su lado, arriesgándose a arrastrarla a la lucha y que muriera por su culpa? Ambas ideas eran desalentadoras... no quería perderla y tener que continuar su lucha sin el consuelo de su apoyo, pero la perspectiva de un mundo sin ella le parecía aun más terrible. Podía elegir llevársela consigo y protegerla, pero aquella idea era cuanto menos estúpida y utópica. Estaba tan débil que acabaría siendo Aki quien lo protegiera y no al revés, y aunque la idea no lo desagradaba ya la había hecho sufrir demasiado. Pero, ¿realmente le correspondía la elección a él? Suspiró, acariciándole las manos con cariño.
- ¿Estás segura de lo que quieres hacer? ¿Eres consciente de lo que estás eligiendo? Podrías ignorar que este encuentro haya ocurrido alguna vez y retomar tu vida. Olvidar todo lo que supiste alguna vez de mi, y encontrar la felicidad. A mi lado sólo te espera más dolor, y una existencia marcada por el temor y la muerte, huyendo y matando para sobrevivir. ¿Realmente es eso lo que quieres?
La elección debía ser cosa de Aki. Acababa de comprender que él no era quién para elegir lo que más le convenía. Si no hubiese sido tan idiota como para mostrarle que seguía vivo, podría habérselo ocultado. Era cierto que sólo hubiese sido posponer lo inevitable hasta que el mundo descubriera que Karl había regresado, pero al menos no la hubiese forzado a tomar una elección ahora. Una parte de sí deseaba que decidiese ignorar sus advertencias y eligiese estar con él, mientras que por otro lado prefería que eligiera marcharse y no se metiera en aquel ciclo infinito de muerte y venganza. "Debería haber reprimido mis emociones. Haber venido a mentirle y decirle que ya no quiero estar con ella. Entonces podría haberla protegido de mi mismo." Pero las decisiones que había ido tomando lo habían llevado a ese punto, y ahora le tocaba vivir con ello y esperar que Aki escogiera bien.
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Karl se levantó lentamente y le agarró las manos con suavidad, mientras decía su nombre. No había podido quitarle la máscara, pero notaba como la mirada de él la traspasaba. Nadie más era capaz de mirarla así. Pero... ¿La estaba rechazando...? Los ojos de Aki se abrieron, llenos de miedo, dolor y dudas. No era capaz de moverse, y notaba como las lágrimas caían por sus mejillas. Pero no podía hacer nada... nada más que seguir mirándolo.
¿Cómo podía estar vivo? Si no lo hubiera oído varias veces en distintas islas habría pensado que simplemente era un rumor. Pero no lo era. Karl había estado muerto... y había vuelto. Las caras de Vento y de Ketrine aparecieron como flashes por la mente de Aki, antes de desvanecerse y ser sustituidas por la de Karl...en carne y hueso. Recordó todo lo que le había ocurrido a ella, lo furiosa que estaba porque le parecía que la muerte se había llevado todo lo que amaba. Una, dos y tres veces. Porque no puedes recuperar lo perdido ni arreglar lo roto. Y no puedes devolver la vida a los muertos; todo lo que queda después es el vacío de los que aún están vivos. Y su dolor, pesaroso y cansado. La furia, a veces, como le había pasado a ella. Pero Karl... había vuelto. Había desafiado a toda lógica. Había atravesado el portal y había ido a buscarla. Porque que se hubieran encontrado no podía ser una casualidad... él no se había sobresaltado. Había estado ocultándole su identidad todo el tiempo... hasta que se le escapó su nombre. ¿Por qué?
-¿Por... qué?-Susurró, más para ella que para él. Giró la cabeza, pero no aguantó más de un par de segundos sin volver a mirarle. Sus ojos brillaban; él también había llorado antes. Y esos ojos le atraían como si fueran imanes. Lo único que quería era abrazarle, pero no estaba segura ya de nada. ¿Por qué no le había dicho quién era? ¿Por qué se quedó callado cuando vio que estaba llorando por él? ... ¿Acaso ya... ya no la quería? A lo mejor era eso lo que le dolía, tener que rechazarla...
Pero todos esos pensamientos habían ocurrido en apenas segundos, y de repente él estaba hablando de nuevo. Su voz, intensa y grave, cálida, la sacó de su ensimismamiento. Aki fue abriendo los ojos en sorpresa más y más a la vez que le oía hablar. Cuando acabó, se soltó con suavidad de sus manos y dio un par de pequeños pasos hacia atrás. La joven se sujetaba las muñecas en el pecho, y miraba al suelo como si estuviera ida.
Otro recuerdo asaltó su mente. Uno mucho más reciente. Ella estaba sentada, apoyada contra la pared de una caseta de metal en una isla remota. Delante de ella había una niña pequeña, también pelirroja, y Aki sonreía mientras le acariciaba el pelo con cariño.
-Si. No importa lo que nos pase a nosotras. Hemos amado tres veces. Si amamos una cuarta, sería algo único y maravilloso. Aunque muriéramos por ese amor, sería lo correcto.
Volvió al presente y se miró las manos, como dándose cuenta de ellas por primera vez. Levantó la mirada y buscó los ojos de su amado. De las lágrimas solo quedaba el rastro, y en su rostro se reflejaba la decisión. Volvió a acercarse a Karl y le posó la mano en la mejilla, acariciándosela con suavidad.
-Hace mucho que tomé esa decisión. Y mi respuesta no ha cambiado desde entonces.
Elevó la otra mano y trató nuevamente de quitarle la máscara. Si volvía a resistirse haría más fuerza, hasta que se rindiera. No quería ceder más. No quería esperar más. Necesitaba que él lo entendiera, porque... porque no había otro camino. Por lo menos para ella. El saber que Karl estaba vivo en algún lugar, luchando y cumpliendo sus propósitos sin saber nada de él, sin saber sin volvería a verlo... acabaría con ella, seguramente. No lo soportaría mucho tiempo, lo notaba dentro de si misma. Pero por supuesto, no era eso lo que iba a decirle. Él también tenía derecho a elegir. Sabía que no todo serían alegrías, que correrían mucho peligro y que seguían sin conocerse apenas. Pero no le importaba, tan solo le quería a él. El resto lo resolvería por el camino... a la manera del circo, pensó mientras esbozaba una sonrisa.
-Sé lo complicado y peligroso que va a ser. Que tienes cosas que hacer, y supongo que ese es el motivo por el que volviste. Que posiblemente no nos veamos mucho a causa de eso. O si, no lo sé. Pero yo ya no soy una niña... y tú te lo mereces.-Le cogió una mano entre las suyas y la llevó hacia su propia mejilla, cerrando los ojos y tratando de rodearle con la otra, como si estuviera a punto de abrazarle.
-Yo he hecho mi elección. Te toca a ti.-Abrió los ojos nuevamente y le miró, con todo el amor que sentía reflejado en su mirar.-Piénsalo bien, porque si me escoges... no voy a dejar que vuelvas a irte.
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Karl se perdió en sus hermosos ojos azules, dejándose llevar por estos. Hacía mucho que no veía aquella mirada que lo había salvado de sí mismo hacía casi cinco años. Supo qué iba a decirle antes de que hablara, y sintió cómo todas sus dudas y miedos se evaporaban. Notó una cálida sensación, al tiempo que la negra nube de tormenta que ahogaba su alma se disipaba, herida de muerte por el amor que sentía por Aki. En cuanto ella alzó las manos, esta vez no la detuvo, dejando que le quitara la máscara. Mientras, él se llevó una mano al pelo, quitándose la goma que retenía su larga melena. Se dejó llevar por sus palabras, notando una felicidad tan pura como no había sentido en mucho tiempo. Le acarició el rostro con cariño, para luego llevar la mano a su espalda, mientras con el otro brazo le rodeaba la cintura. Le dirigió una sonrisa de calma y alegría, mientras decía:
- He vuelto por ti, mi amor. Yo también hice mi elección.
La estrechó entre sus brazos, recordando el momento en que cruzó el portal y volvió a la vida. "En ese momento, tú me diste fuerzas Aki. Me diste el coraje que necesitaba para volver." Apretó algo más al tiempo que la acariciaba, tratando de transmitirle todo su amor y cariño en ese gesto. Tal vez no pudiera compensarle todo el dolor y sufrimiento o todo el tiempo perdido, pero podía hacerla sentirse querida y darle la felicidad que se merecía. Siguió abrazándola, inclinándose para ponerse a su altura y darle un suave beso en la mejilla. En aquel momento sentía que podía comerse al mundo, derribar montañas o desafiar al Gorosei de nuevo. Pues mientras tuviera a Aki a su lado, tendría fuerzas para hacer cualquier cosa. ¿Qué importaba su debilidad actual? Podía entrenar de nuevo y recuperar sus viejas fuerzas. Lo haría por ella, y volvería a ser lo suficientemente poderoso para impedir que saliese herida por culpa de su lucha.
- No dejaré que nada nos separe de nuevo. Te amo, Aki - le susurró al oído.
Enterró los dedos en su suave cabello y le acarició la cabeza con cariño. Suspiró, en paz al fin. Se apartó un poco de ella para mirarla a los ojos, apoyándole una mano en la cintura y otra en el hombro, tratando de decirle con aquel gesto todo cuanto sentía por ella. Aquella mujer había cambiado todo su mundo al llegar a su vida. Era increíble como conociéndose tan poco, podían amarse de aquella manera tan profunda e intensa. Desde un principio se había sentido atraído hacia Aki, sintiendo algo muy fuerte al tiempo que familiar, como si llevase toda su vida esperándola. Acercó lentamente su rostro al suyo y le dio un suave beso en los labios, acariciándoselos con los suyos mientras volvía a envolverla en su abrazo. Apoyó su frente contra la suya, con los ojos cerrados.
- Ven conmigo... no quiero volver a tener que irme sin ti - suplicó, en un susurro.
La idea de irse sin Aki era casi agónica. Tenía miedo de que se separaran y no volvieran a encontrarse. Al fin y al cabo, la experiencia le decía justamente eso: si se iban cada uno por su lado, podían pasar años antes de reencontrarse, y no podría soportarlo. Además, esta vez no tenía obligaciones, y tenía un medio de transporte. Podían viajar juntos mientras él seguía entrenando. Como no tenía un rumbo fijo, podía llevarla a donde quisiera. Mientras no pretendiera que se plantara en mitad de una sede del Gobierno Mundial, a él le servía. Siempre podía entrenar sin salir del propio submarino, aunque fuese más incómodo y tuviese que reducir los ejercicios que realizaría a unos pocos. Pero el caso era que ahora tenía la oportunidad de no separarse de ella, y no pensaba desperdiciarla. Si moría de nuevo, no quería que fuese con Aki lejos. Esta vez quería verla para poder despedirse y darle un último beso. Era un pensamiento un tanto triste, pero... ¿a caso no hablaba con la voz de la experiencia?
- Nunca hemos tenido tiempo a hablar de estas cosas, y es algo que lamento, así que por favor... háblame de ti.
La amaba, pero aun no sabía casi nada de ella. Quería llegar a conocerla, y hablarle sobre sus propias vivencias. Quería saber más sobre Aki para poder entenderla mejor. Aunque aspirar a entender a la pelirroja era un poco osado, más aun sabiendo cómo era. Sin embargo, si no fuese tan particular como era, ¿le hubiese llamado la atención? Sin sus costumbres, sus pequeñas manías y peculiaridades y su maldita obsesión por sorprenderle no sería ella. Recordó con una sonrisa melancólica su combate en Dark Dome City, cuando ella decidió saltar sobre él y convertirse en tigresa en mitad del aire, aplastándole. En aquel momento le había metido un buen susto (y dado un buen tortazo), pero ahora sólo podía pensar en aquel momento y los que compartieron en los días siguientes con añoranza.
- He vuelto por ti, mi amor. Yo también hice mi elección.
La estrechó entre sus brazos, recordando el momento en que cruzó el portal y volvió a la vida. "En ese momento, tú me diste fuerzas Aki. Me diste el coraje que necesitaba para volver." Apretó algo más al tiempo que la acariciaba, tratando de transmitirle todo su amor y cariño en ese gesto. Tal vez no pudiera compensarle todo el dolor y sufrimiento o todo el tiempo perdido, pero podía hacerla sentirse querida y darle la felicidad que se merecía. Siguió abrazándola, inclinándose para ponerse a su altura y darle un suave beso en la mejilla. En aquel momento sentía que podía comerse al mundo, derribar montañas o desafiar al Gorosei de nuevo. Pues mientras tuviera a Aki a su lado, tendría fuerzas para hacer cualquier cosa. ¿Qué importaba su debilidad actual? Podía entrenar de nuevo y recuperar sus viejas fuerzas. Lo haría por ella, y volvería a ser lo suficientemente poderoso para impedir que saliese herida por culpa de su lucha.
- No dejaré que nada nos separe de nuevo. Te amo, Aki - le susurró al oído.
Enterró los dedos en su suave cabello y le acarició la cabeza con cariño. Suspiró, en paz al fin. Se apartó un poco de ella para mirarla a los ojos, apoyándole una mano en la cintura y otra en el hombro, tratando de decirle con aquel gesto todo cuanto sentía por ella. Aquella mujer había cambiado todo su mundo al llegar a su vida. Era increíble como conociéndose tan poco, podían amarse de aquella manera tan profunda e intensa. Desde un principio se había sentido atraído hacia Aki, sintiendo algo muy fuerte al tiempo que familiar, como si llevase toda su vida esperándola. Acercó lentamente su rostro al suyo y le dio un suave beso en los labios, acariciándoselos con los suyos mientras volvía a envolverla en su abrazo. Apoyó su frente contra la suya, con los ojos cerrados.
- Ven conmigo... no quiero volver a tener que irme sin ti - suplicó, en un susurro.
La idea de irse sin Aki era casi agónica. Tenía miedo de que se separaran y no volvieran a encontrarse. Al fin y al cabo, la experiencia le decía justamente eso: si se iban cada uno por su lado, podían pasar años antes de reencontrarse, y no podría soportarlo. Además, esta vez no tenía obligaciones, y tenía un medio de transporte. Podían viajar juntos mientras él seguía entrenando. Como no tenía un rumbo fijo, podía llevarla a donde quisiera. Mientras no pretendiera que se plantara en mitad de una sede del Gobierno Mundial, a él le servía. Siempre podía entrenar sin salir del propio submarino, aunque fuese más incómodo y tuviese que reducir los ejercicios que realizaría a unos pocos. Pero el caso era que ahora tenía la oportunidad de no separarse de ella, y no pensaba desperdiciarla. Si moría de nuevo, no quería que fuese con Aki lejos. Esta vez quería verla para poder despedirse y darle un último beso. Era un pensamiento un tanto triste, pero... ¿a caso no hablaba con la voz de la experiencia?
- Nunca hemos tenido tiempo a hablar de estas cosas, y es algo que lamento, así que por favor... háblame de ti.
La amaba, pero aun no sabía casi nada de ella. Quería llegar a conocerla, y hablarle sobre sus propias vivencias. Quería saber más sobre Aki para poder entenderla mejor. Aunque aspirar a entender a la pelirroja era un poco osado, más aun sabiendo cómo era. Sin embargo, si no fuese tan particular como era, ¿le hubiese llamado la atención? Sin sus costumbres, sus pequeñas manías y peculiaridades y su maldita obsesión por sorprenderle no sería ella. Recordó con una sonrisa melancólica su combate en Dark Dome City, cuando ella decidió saltar sobre él y convertirse en tigresa en mitad del aire, aplastándole. En aquel momento le había metido un buen susto (y dado un buen tortazo), pero ahora sólo podía pensar en aquel momento y los que compartieron en los días siguientes con añoranza.
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Cuando por fin logró quitarle la máscara, el corazón de Aki brincó en su pecho. Casi se echa a llorar nuevamente al ver por fin ese rostro con el que tantas veces había soñado. Cuando él la estrechó entre sus brazos ella le correspondió con pasión y entusiasmo. Necesitaba el contacto, necesitaba sentirle. Convencerse de que era real, de que Karl había vuelto y la quería con él. Las palabras que estaba escuchando la llenaban de amor y alegría, tanta que casi no era capaz de contenerse. Había desafiado a la muerte por estar con ella... una mujer a la que apenas había visto un par de veces. Hay mucho amor en este mundo, pero ¿Cuánto amor hace falta para desafiar a las leyes de la naturaleza? Aki conocía la respuesta. No mucho: Una chispa, prendida con una mirada, un cacho de tarta, un refresco y un paseo. Una conversación, un abrazo. Una chispa en medio de un mar de inseguridades. Eso era todo lo que hacía falta. Si las personas eran las adecuadas, la chispa crecería y se convertiría en un fuego abrasador, capaz de sortear cualquier barrera.
Se separaron un poco, sin dejar de sostenerse el uno al otro y él la besó en la mejilla. Ella sonrió con calidez, sonrojada de repente. Sonrió al escucharle, y antes de que él hubiera acabado la frase ella ya le estaba respondiendo.
-Yo también... te amo.
Era la primera vez que se lo decía, pero sentía en su corazón que era el momento correcto. Era consciente de lo que significaba, y eso tan solo la hacía más y más feliz. Cuando Karl quiso besarla, ella le rodeó los hombros con las manos y se entregó al beso en cuerpo y alma, cerrando los ojos y disfrutando del suave contacto. Cuando volvieron a separarse y él se apoyó en ella, el corazón de Aki parecía que fuera a salirse de su pecho. ¿Lo estaría oyendo? Esperaba que no. Cuando le pidió que se fuese con él, Aki se llevó la mano al pecho, acariciando el anillo que Jester le había dado y dudando. Pensó también en las cartas que había mandado. No era como si se planteara negarse, pero... tampoco podía quedarse para siempre. Había dejado demasiados cabos sueltos, no se esperaba el encuentro. Le miró a los ojos de nuevo y volvió a besarle, sin poder resistir la tentación.
-Como si te fuera a dejar solo ahora que te he encontrado... pero tarde o temprano tendré que irme. Volveré, siempre volveré, pero... aún tengo cosas que hacer y promesas que cumplir. Supongo-Añadió con una sonrisa traviesa.-que tú más que nadie entiendes eso.
Sin perder la sonrisa, le agarró del brazo y medio le guió medio le arrastró hasta fuera del teatro. Le apetecía poder dar un paseo y disfrutar de la luna con él. Quería saber más de ella... ¿Qué podía contarle? Había tantas cosas... pero lo mejor sería empezar por el principio.
-Nací en el Red Line...o eso creo. No conocí a mis padres, una secta quería utilizarme para un sacrificio pero algo salió mal. De ahí mi cicatriz. - Explicó mientras la rozaba, en la base de la garganta. -Me abandonaron, y una troupe itinerante me recogió. Allí pasé mi infancia, pero... cuando crecí un poco se me quedó pequeño. Así que me colé en un barco y me hice a la mar. Conocí a mucha gente y me pasaron muchas cosas... hasta que te encontré.
Podría seguir hablando toda la noche, pero también le apetecía escuchar. Él se lo debía, era un trato justo. -Puedo contarte más, pero... te toca a ti. Yo también... ansío conocerte. Entonces se le ocurrió cómo podía animarle para que se soltase. Sabía por experiencia que hablar del pasado no siempre era sencillo. Si me cuentas algo interesante-continuó mirándole divertida.-Te contaré cuando y como conocí a Émile. ¿Hace? -Le dedicó una sonrisa tierna. Suspiró sin darse cuenta, mientras le miraba. Lo había añorado tanto... no podía creerse todo lo que estaba pasando.
Se separaron un poco, sin dejar de sostenerse el uno al otro y él la besó en la mejilla. Ella sonrió con calidez, sonrojada de repente. Sonrió al escucharle, y antes de que él hubiera acabado la frase ella ya le estaba respondiendo.
-Yo también... te amo.
Era la primera vez que se lo decía, pero sentía en su corazón que era el momento correcto. Era consciente de lo que significaba, y eso tan solo la hacía más y más feliz. Cuando Karl quiso besarla, ella le rodeó los hombros con las manos y se entregó al beso en cuerpo y alma, cerrando los ojos y disfrutando del suave contacto. Cuando volvieron a separarse y él se apoyó en ella, el corazón de Aki parecía que fuera a salirse de su pecho. ¿Lo estaría oyendo? Esperaba que no. Cuando le pidió que se fuese con él, Aki se llevó la mano al pecho, acariciando el anillo que Jester le había dado y dudando. Pensó también en las cartas que había mandado. No era como si se planteara negarse, pero... tampoco podía quedarse para siempre. Había dejado demasiados cabos sueltos, no se esperaba el encuentro. Le miró a los ojos de nuevo y volvió a besarle, sin poder resistir la tentación.
-Como si te fuera a dejar solo ahora que te he encontrado... pero tarde o temprano tendré que irme. Volveré, siempre volveré, pero... aún tengo cosas que hacer y promesas que cumplir. Supongo-Añadió con una sonrisa traviesa.-que tú más que nadie entiendes eso.
Sin perder la sonrisa, le agarró del brazo y medio le guió medio le arrastró hasta fuera del teatro. Le apetecía poder dar un paseo y disfrutar de la luna con él. Quería saber más de ella... ¿Qué podía contarle? Había tantas cosas... pero lo mejor sería empezar por el principio.
-Nací en el Red Line...o eso creo. No conocí a mis padres, una secta quería utilizarme para un sacrificio pero algo salió mal. De ahí mi cicatriz. - Explicó mientras la rozaba, en la base de la garganta. -Me abandonaron, y una troupe itinerante me recogió. Allí pasé mi infancia, pero... cuando crecí un poco se me quedó pequeño. Así que me colé en un barco y me hice a la mar. Conocí a mucha gente y me pasaron muchas cosas... hasta que te encontré.
Podría seguir hablando toda la noche, pero también le apetecía escuchar. Él se lo debía, era un trato justo. -Puedo contarte más, pero... te toca a ti. Yo también... ansío conocerte. Entonces se le ocurrió cómo podía animarle para que se soltase. Sabía por experiencia que hablar del pasado no siempre era sencillo. Si me cuentas algo interesante-continuó mirándole divertida.-Te contaré cuando y como conocí a Émile. ¿Hace? -Le dedicó una sonrisa tierna. Suspiró sin darse cuenta, mientras le miraba. Lo había añorado tanto... no podía creerse todo lo que estaba pasando.
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Karl respiró hondo, al tiempo que notaba cómo sus hombros se relajaban. Era como si hasta entonces una fuerza invisible los hubiera estado oprimiendo, y ahora los hubiera soltado de golpe. Cierto era que no le gustaba la idea de perderla de vista... no quería que alguien intentase eliminarla y no estar cerca para socorrerla. Al fin y al cabo Aki tenía recompensa por su cabeza, y no poca precisamente. Sin embargo, tampoco era cuestión de atarla a sí mismo. Eso hubiera sido injusto y egoísta, pues al fin y al cabo, ¿no acostumbraba a ir y venir él a su libre albedrío, sin dar explicaciones? Esa había sido la razón de que Aki no hubiera podido despedirse siquiera de él cuando se fue a la guerra de Mariejoa. "Desde luego, no tengo derecho a quejarme" pensó, con una leve sonrisa y negando con la cabeza. De repente ella lo agarró del brazo y trató de sacarlo fuera.
- Eh... ¡espera! - dijo, soltándose y cogiendo la máscara - Lo siento, pero no puedo salir sin tomar precauciones. Nunca se sabe quién podría estar mirando, y es pronto para que el Gobierno sepa que sigo vivo. Supongo que ya lo habrás notado... pero no estoy en mi mejor momento. Volver me ha pasado factura, y no estoy en condiciones para pelear ni contra un novato.
Se aseguró de tener la cara bien cubierta y volvió a recogerse el pelo con la goma, para luego echarse la capucha por encima. Acto seguido se acercó a Aki, sonriéndole. Entonces se dio cuenta de que no podía verle hacerlo, así que le agarró la mano en un gesto cariñoso. Recordando que Aki también era reconocible por los carteles, cogió su máscara y se la pasó:
- Tal vez quieras taparte el rostro tú también. Nunca se sabe.
Por si acaso activó su mantra mientras salían a la calle, atento a todas las presencias. Mientras, Aki comenzó a explicarle de dónde venía, hablándole del grupo de artistas en el que se había criado. "Es cierto... creo que ya me había mencionado de pasada que había estado en un circo" recordó. Mientras tanto, comenzó a guiarla discretamente hacia las afueras. No le dijo a dónde iban, y si le preguntaba le daría largas. Al fin y al cabo, quería darle una sorpresa. Cuando dijo que él también debía contarle algo se dispuso a decirle que lo veía justo, pero sus siguientes palabras le hicieron frenarse en seco, mudo de la impresión.
- ¿Qué? ¿Conoces a Emile? - soltó una breve risotada - Eso es jugar sucio, tramposa. Ahora me tienes en ascuas.
Se quedó un instante callado, pensando por dónde empezar y dedicando unos instantes a comprobar que no había nadie cerca o siguiéndoles. El principio de todo parecía lo más adecuado... aunque era una historia peligrosa de contar. Empezaría cuando salieran de la población. En cuanto estuvieron a unos metros de las últimas casas, alejándose por las lomas, comenzó a hablar:
- Yo nací aquí, en el East Blue, en una aldea de pescadores del archipiélago Arashi. No se si has oído hablar de él, pero es un lugar sin ley. Se supone que es parte del Gobierno, pero nunca tuvimos ayuda de la Marina. Es territorio pirata desde hace décadas, y hasta que el Ju Senshi Jeremy Brighthand no decidió tomar el control de las islas y declararlas bajo su protección, era un sitio difícil para vivir. Sin embargo tuve una infancia medianamente normal, supongo, y no puedo quejarme. Tuve que trabajar desde joven para ayudar a mis padres, pero viví en una familia feliz y tuve buenos compañeros. En cuanto tuve edad suficiente para irme, me fui con mi mejor amigo a hacernos piratas - se quedó callado por un instante - Dejémoslo en que el viaje no acabó bien. Tuvimos un desafortunado encuentro con un tenryuubito y sus guardias, y mi amigo Rino no sobrevivió.
Dejó de hablar, algo taciturno, mientras le apretaba ligeramente la mano a Aki. Aun en un momento tan feliz como ese, los recuerdos de aquel día bastaban para enturbiar su espíritu. Tratando de sacárselo de la cabeza, se centró en lo que tenían frente a ellos: una pradera al borde de un acantilado y un viejo faro en ruinas. Sabiendo que estaban ya lo bastante lejos y viendo con su mantra que no había nadie cerca, se sacó la máscara y la miró, sonriendo:
- ¿Recuerdas este sitio?
Acto seguido, sin esperar su respuesta, se inclinó para besarla. A diferencia de antes, esta vez no se anduvo con rodeos y junto sus labios con los de ella con pasión, acariciándoselos y mordiéndoselos con delicadeza, para luego buscar su lengua con la suya. Soltando la máscara, la rodeó con sus brazos de nuevo. Entonces se le vino una idea a la mente, y separándose de ella con una sonrisa traviesa, trató de sujetarla por detrás de las piernas y la espalda y llevársela en brazos hasta el faro. La dejaría en una de las rocas cercanas al faro, las mismas en las que se habían sentado la última vez que habían estado allí, para luego decirle:
- Creo que tienes algo que contarme - sonrió, robándole un beso de nuevo - ¿o creías que iba a olvidarme?
- Eh... ¡espera! - dijo, soltándose y cogiendo la máscara - Lo siento, pero no puedo salir sin tomar precauciones. Nunca se sabe quién podría estar mirando, y es pronto para que el Gobierno sepa que sigo vivo. Supongo que ya lo habrás notado... pero no estoy en mi mejor momento. Volver me ha pasado factura, y no estoy en condiciones para pelear ni contra un novato.
Se aseguró de tener la cara bien cubierta y volvió a recogerse el pelo con la goma, para luego echarse la capucha por encima. Acto seguido se acercó a Aki, sonriéndole. Entonces se dio cuenta de que no podía verle hacerlo, así que le agarró la mano en un gesto cariñoso. Recordando que Aki también era reconocible por los carteles, cogió su máscara y se la pasó:
- Tal vez quieras taparte el rostro tú también. Nunca se sabe.
Por si acaso activó su mantra mientras salían a la calle, atento a todas las presencias. Mientras, Aki comenzó a explicarle de dónde venía, hablándole del grupo de artistas en el que se había criado. "Es cierto... creo que ya me había mencionado de pasada que había estado en un circo" recordó. Mientras tanto, comenzó a guiarla discretamente hacia las afueras. No le dijo a dónde iban, y si le preguntaba le daría largas. Al fin y al cabo, quería darle una sorpresa. Cuando dijo que él también debía contarle algo se dispuso a decirle que lo veía justo, pero sus siguientes palabras le hicieron frenarse en seco, mudo de la impresión.
- ¿Qué? ¿Conoces a Emile? - soltó una breve risotada - Eso es jugar sucio, tramposa. Ahora me tienes en ascuas.
Se quedó un instante callado, pensando por dónde empezar y dedicando unos instantes a comprobar que no había nadie cerca o siguiéndoles. El principio de todo parecía lo más adecuado... aunque era una historia peligrosa de contar. Empezaría cuando salieran de la población. En cuanto estuvieron a unos metros de las últimas casas, alejándose por las lomas, comenzó a hablar:
- Yo nací aquí, en el East Blue, en una aldea de pescadores del archipiélago Arashi. No se si has oído hablar de él, pero es un lugar sin ley. Se supone que es parte del Gobierno, pero nunca tuvimos ayuda de la Marina. Es territorio pirata desde hace décadas, y hasta que el Ju Senshi Jeremy Brighthand no decidió tomar el control de las islas y declararlas bajo su protección, era un sitio difícil para vivir. Sin embargo tuve una infancia medianamente normal, supongo, y no puedo quejarme. Tuve que trabajar desde joven para ayudar a mis padres, pero viví en una familia feliz y tuve buenos compañeros. En cuanto tuve edad suficiente para irme, me fui con mi mejor amigo a hacernos piratas - se quedó callado por un instante - Dejémoslo en que el viaje no acabó bien. Tuvimos un desafortunado encuentro con un tenryuubito y sus guardias, y mi amigo Rino no sobrevivió.
Dejó de hablar, algo taciturno, mientras le apretaba ligeramente la mano a Aki. Aun en un momento tan feliz como ese, los recuerdos de aquel día bastaban para enturbiar su espíritu. Tratando de sacárselo de la cabeza, se centró en lo que tenían frente a ellos: una pradera al borde de un acantilado y un viejo faro en ruinas. Sabiendo que estaban ya lo bastante lejos y viendo con su mantra que no había nadie cerca, se sacó la máscara y la miró, sonriendo:
- ¿Recuerdas este sitio?
Acto seguido, sin esperar su respuesta, se inclinó para besarla. A diferencia de antes, esta vez no se anduvo con rodeos y junto sus labios con los de ella con pasión, acariciándoselos y mordiéndoselos con delicadeza, para luego buscar su lengua con la suya. Soltando la máscara, la rodeó con sus brazos de nuevo. Entonces se le vino una idea a la mente, y separándose de ella con una sonrisa traviesa, trató de sujetarla por detrás de las piernas y la espalda y llevársela en brazos hasta el faro. La dejaría en una de las rocas cercanas al faro, las mismas en las que se habían sentado la última vez que habían estado allí, para luego decirle:
- Creo que tienes algo que contarme - sonrió, robándole un beso de nuevo - ¿o creías que iba a olvidarme?
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Suspiró mientras él se ponía la máscara, aunque no podía evitarlo. Le frustraba no verle la cara, pero sería peor si les reconocían. A cualquiera de los dos, recordó mientras él le tendía su propia máscara. Encogiéndose de hombros se la puso y se arregló el pelo con las manos. De todas maneras luego tendría que devolverla. Sonriendo y bromeando, le dijo antes de que salieran:
-Bueno, si se diera el caso siempre podría protegerte.
Comenzaron a caminar, al principio sin rumbo fijo, pero Aki pronto dedujo a donde iban. Suspirando, se recostó un poco contra él mientras seguían caminando. Era igual que la primera vez, solo que ahora estaban envueltos en oscuridad; tan solo la luna les observaba. Ahora se alejarían del pueblo y recorrerían el camino hasta los acantilados...
Aki salió de sus pensamientos cuando Karl frenó en seco. La sonrisa de la pelirroja se amplió hasta convertirse en una carcajada. ¿Tramposa? Oh, él no sabía lo tramposa que podía llegar a ser... sus pensamientos derivaron y su expresión se fue haciendo algo más tímida mientras se sonrojaba. Esperaba que él no lo notara. Escuchó intrigada la historia de Karl, y sin que se diera cuenta poco a poco fueron acercándose a ese lugar.
Le apenó un poco como terminó su relato, pero bien sabía ella que las historias no tienen por qué tener un final feliz. Además... pensó ella mirándole. Seguramente si no fuera por esa historia que forma parte de él, no sería el mismo. Conmigo sucedió...
Volvió a salir de las nubes y se dio cuenta de que le estaba mirando fijamente. Fue a apartar la vista, pero entonces él se quitó la máscara. Él primer impulso de la pelirroja fue mirar a los lados por si acaso y al girar la cabeza de nuevo, él la atrapó... y la besó. No fue un beso tímido, ni romántico en el sentido ñoño de la palabra: Buscó sus labios y los hizo suyos, para luego atacar su boca y reclamarla. Aki, al sentirlo, le correspondió mientras le atrapaba el cuello con una mano para atraerle y le colocaba la otra en el pecho, notándolo igual de acelerado que el suyo propio.
Cuando al fin se separaron, Aki jadeaba y le brillaban los ojos. Sonreía, tratando de asimilar todo lo que acababa de sentir. Y entonces, antes de que se calmara, él la alzó en el aire rodeándola con sus brazos. Sobresaltada, se abrazó a su cuello por acto reflejo y le miró, perdiéndose en sus ojos y volviendo a sonrojarse. Dios mio, había perdido la cuenta y ya le parecía que llevaba toda la noche con las mejillas rojas. Ya no era una adolescente, esto era... ¿Ah?
-Como para no acordarme... estaba tan nerviosa ese día. Tratando de controlar cada cosa que decía y a la vez tratando de adivinar qué pensabas tú de mi. -Dijo mientras se soltaba de él y le devolvía el beso. La había dejado en la misma roca en la que se había sentado aquella vez. Qué memoria para los detalles... eso le gustaba. -Te sentaste ahí-Dijo señalando.-Tan imponente y firme... y yo no paraba de tumbarme, sentarme, rodar...como una niña inquieta. ¡Qué cuadro, por dios!-Terminó riendo al recordarlo.
-Émile... Es tu hijo, ¿Verdad? Ya lo sé, pero es fácil olvidarlo. Para mi sois muy diferentes, y no solo por la edad... el día en que le conocí acabamos huyendo de unos marines, enrolándonos en la misma tripulación y mientras tanto, él intentaba ligar conmigo. Era alguien muy alegre, de esos que te hacen sonreír.- Mientras hablaba, se giró hacia Karl haciéndole señas para que se sentase a su lado. Si le hacía caso, se apoyaría en su hombro mientras sonreía y cerraba los ojos. -Lo de la banda no salió bien, y pronto nos fuimos cada uno por nuestro lado. La última vez que le vi... fue en la guerra de Hallstat. Había cambiado mucho, y se le veía más maduro e... imponente, no, intimidante. Acabamos peleando por una estupidez, pero... espero sinceramente que podamos hacer las paces.
Aki se desperezó y entonces se acordó de Derian. Miró a Karl y volvió a mirar sus manos, sin saber qué hacer. ¿Debía decírselo? No quería que se enfadase... vale, estaba muerto pero... aún así... Tomó aire y le miró, un poco preocupada. -Tengo algo que decirte. Lo cierto es que... mientras no estabas, no... no te he sido completamente fiel. No hubo sentimientos de por medio, era más bien una relación de conveniencia, pero aún así... quería decírtelo. - Se acercó a él y le acarició la cara, mirándole con intensidad. -No quiero tener secretos contigo. Eres demasiado importante para mí como para pensar en ocultarte algo.
Y lo decía en serio. Tan solo esperaba no... ¿Herirle? ¿Enfadarle? Lo cierto es que nunca había estado en esta situación. Sin saber qué más decir, esperó tratando de controlar su acelerado corazón.
-Bueno, si se diera el caso siempre podría protegerte.
Comenzaron a caminar, al principio sin rumbo fijo, pero Aki pronto dedujo a donde iban. Suspirando, se recostó un poco contra él mientras seguían caminando. Era igual que la primera vez, solo que ahora estaban envueltos en oscuridad; tan solo la luna les observaba. Ahora se alejarían del pueblo y recorrerían el camino hasta los acantilados...
Aki salió de sus pensamientos cuando Karl frenó en seco. La sonrisa de la pelirroja se amplió hasta convertirse en una carcajada. ¿Tramposa? Oh, él no sabía lo tramposa que podía llegar a ser... sus pensamientos derivaron y su expresión se fue haciendo algo más tímida mientras se sonrojaba. Esperaba que él no lo notara. Escuchó intrigada la historia de Karl, y sin que se diera cuenta poco a poco fueron acercándose a ese lugar.
Le apenó un poco como terminó su relato, pero bien sabía ella que las historias no tienen por qué tener un final feliz. Además... pensó ella mirándole. Seguramente si no fuera por esa historia que forma parte de él, no sería el mismo. Conmigo sucedió...
Volvió a salir de las nubes y se dio cuenta de que le estaba mirando fijamente. Fue a apartar la vista, pero entonces él se quitó la máscara. Él primer impulso de la pelirroja fue mirar a los lados por si acaso y al girar la cabeza de nuevo, él la atrapó... y la besó. No fue un beso tímido, ni romántico en el sentido ñoño de la palabra: Buscó sus labios y los hizo suyos, para luego atacar su boca y reclamarla. Aki, al sentirlo, le correspondió mientras le atrapaba el cuello con una mano para atraerle y le colocaba la otra en el pecho, notándolo igual de acelerado que el suyo propio.
Cuando al fin se separaron, Aki jadeaba y le brillaban los ojos. Sonreía, tratando de asimilar todo lo que acababa de sentir. Y entonces, antes de que se calmara, él la alzó en el aire rodeándola con sus brazos. Sobresaltada, se abrazó a su cuello por acto reflejo y le miró, perdiéndose en sus ojos y volviendo a sonrojarse. Dios mio, había perdido la cuenta y ya le parecía que llevaba toda la noche con las mejillas rojas. Ya no era una adolescente, esto era... ¿Ah?
-Como para no acordarme... estaba tan nerviosa ese día. Tratando de controlar cada cosa que decía y a la vez tratando de adivinar qué pensabas tú de mi. -Dijo mientras se soltaba de él y le devolvía el beso. La había dejado en la misma roca en la que se había sentado aquella vez. Qué memoria para los detalles... eso le gustaba. -Te sentaste ahí-Dijo señalando.-Tan imponente y firme... y yo no paraba de tumbarme, sentarme, rodar...como una niña inquieta. ¡Qué cuadro, por dios!-Terminó riendo al recordarlo.
-Émile... Es tu hijo, ¿Verdad? Ya lo sé, pero es fácil olvidarlo. Para mi sois muy diferentes, y no solo por la edad... el día en que le conocí acabamos huyendo de unos marines, enrolándonos en la misma tripulación y mientras tanto, él intentaba ligar conmigo. Era alguien muy alegre, de esos que te hacen sonreír.- Mientras hablaba, se giró hacia Karl haciéndole señas para que se sentase a su lado. Si le hacía caso, se apoyaría en su hombro mientras sonreía y cerraba los ojos. -Lo de la banda no salió bien, y pronto nos fuimos cada uno por nuestro lado. La última vez que le vi... fue en la guerra de Hallstat. Había cambiado mucho, y se le veía más maduro e... imponente, no, intimidante. Acabamos peleando por una estupidez, pero... espero sinceramente que podamos hacer las paces.
Aki se desperezó y entonces se acordó de Derian. Miró a Karl y volvió a mirar sus manos, sin saber qué hacer. ¿Debía decírselo? No quería que se enfadase... vale, estaba muerto pero... aún así... Tomó aire y le miró, un poco preocupada. -Tengo algo que decirte. Lo cierto es que... mientras no estabas, no... no te he sido completamente fiel. No hubo sentimientos de por medio, era más bien una relación de conveniencia, pero aún así... quería decírtelo. - Se acercó a él y le acarició la cara, mirándole con intensidad. -No quiero tener secretos contigo. Eres demasiado importante para mí como para pensar en ocultarte algo.
Y lo decía en serio. Tan solo esperaba no... ¿Herirle? ¿Enfadarle? Lo cierto es que nunca había estado en esta situación. Sin saber qué más decir, esperó tratando de controlar su acelerado corazón.
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Karl se sentó frente a ella y escuchó sus palabras con una sonrisa. Observó sus hermosos ojos azules, dejándose llevar por la calma y paz que le hacían sentir. Recordó la escena que ella describía, ampliando su sonrisa al venirse a su mente la imagen de una Aki más joven e inquieta sentada donde estaba ahora la actual. Eran recuerdos felices que atesoraría para siempre. Entonces ella comenzó a hablar sobre Émile, captando toda su atención. Le hizo gracia que su hijo hubiese intentando ligar con ella, y le hizo feliz saber que tenía un carácter tan alegre. Aunque fuese lo lógico, se le hacía extraño pensar que su hijo era prácticamente un desconocido para él. Nunca había tenido ocasión de pasar tiempo con él, a parte de el mes que pasó recuperando sus fuerzas tras revivir. Escuchar, por otro lado, que se había vuelto más intimidante... bueno, tenía sentido. El joven que le había cuidado en Yuki no era la persona jovial que describía Aki. "Él tampoco lo ha tenido fácil" pensó. Algo similar le había pasado a él mismo. No siempre había sido tan melancólico.
- Es gracias a Émile que estoy aquí de vuelta. Él fue quien me trajo de nuevo al mundo de los vivos, aunque... - se aproximó mucho a ella, hasta que sus rostros casi se tocaron - Sin la esperanza de volver a verte, no se si hubiera tenido el coraje necesario para volver. Tú me diste fuerzas.
La besó de nuevo, acariciando su rostro con cariño. Tras eso la miró con intensidad a los ojos, al tiempo que agarró sus manos y las apretó suavemente.
- Si hay algo que quiero, es aprovechar esta segunda vida contigo. Quiero cumplir mi misión también, pero... me arrepentiría si volviera a cometer el mismo error y dedicara todos mis esfuerzos y tiempo a ella.
Las siguientes palabras de la pelirroja lo sorprendieron un poco, y lo dejaron sin saber muy bien qué decir. No se había planteado seriamente aquella posibilidad, aunque lo tranquilizó enormemente el que fuese sólo algo pasajero y que no hubiera habido sentimientos. "Era lo que me faltaba... un competidor por el amor de Aki" pensó, sacudiendo su cabeza. Como si no tuviera ya bastantes problemas, aunque por suerte aquel parecía que no iba a ser uno. Disfrutó de la caricia de ella, cerrando los ojos al sentir el suave tacto de su mano.
- Tranquila... te entiendo. Yo estaba muerto y la gente no tiene por costumbre levantarse de la tumba - dijo con una sonrisa irónica - Realmente no se puede considerar que no me fueras fiel. Tan sólo... ¿se ha acabado ya? - preguntó, tratando de ocultar su inquietud.
Entonces cayó en la cuenta de algo. ¿Qué eran ellos? Realmente nunca habían llegado a hablar del tema. ¿Realmente se podía hablar de fidelidad o algo así? Ambos sabían que se amaban mutuamente, pero más allá de compartir su sentimiento nunca habían llegado a decidir si eran pareja ni nada similar. Realmente no tenía claro que tuviese mayor importancia, pero por otro lado, estaba bien dejar ciertas cosas habladas. Prefería saber qué era lo que había entre los dos y no llevarse sorpresas desagradables en un futuro. Le agarró la mano de nuevo y la miró con seriedad.
- Aki, ¿qué somos nosotros? - preguntó - A mi me gustaría compartir mi vida contigo. La pregunta es... ¿quieres tú también?
Le dedicó una media sonrisa y esperó a su respuesta. Se hacía una idea de lo que iba a decir ella, pero lo justo era que diera su opinión. Además... a lo mejor lo sorprendía, con sus palabras o actos, pero el caso es que tenía la manía de hacerlo. Y para qué negarlo, le gustaba que lo hiciera. "Si sus actos fuesen demasiado predecibles, esto sería aburrido" pensó, conteniendo una sonrisa "Al fin y al cabo, Aki es así."
- Es gracias a Émile que estoy aquí de vuelta. Él fue quien me trajo de nuevo al mundo de los vivos, aunque... - se aproximó mucho a ella, hasta que sus rostros casi se tocaron - Sin la esperanza de volver a verte, no se si hubiera tenido el coraje necesario para volver. Tú me diste fuerzas.
La besó de nuevo, acariciando su rostro con cariño. Tras eso la miró con intensidad a los ojos, al tiempo que agarró sus manos y las apretó suavemente.
- Si hay algo que quiero, es aprovechar esta segunda vida contigo. Quiero cumplir mi misión también, pero... me arrepentiría si volviera a cometer el mismo error y dedicara todos mis esfuerzos y tiempo a ella.
Las siguientes palabras de la pelirroja lo sorprendieron un poco, y lo dejaron sin saber muy bien qué decir. No se había planteado seriamente aquella posibilidad, aunque lo tranquilizó enormemente el que fuese sólo algo pasajero y que no hubiera habido sentimientos. "Era lo que me faltaba... un competidor por el amor de Aki" pensó, sacudiendo su cabeza. Como si no tuviera ya bastantes problemas, aunque por suerte aquel parecía que no iba a ser uno. Disfrutó de la caricia de ella, cerrando los ojos al sentir el suave tacto de su mano.
- Tranquila... te entiendo. Yo estaba muerto y la gente no tiene por costumbre levantarse de la tumba - dijo con una sonrisa irónica - Realmente no se puede considerar que no me fueras fiel. Tan sólo... ¿se ha acabado ya? - preguntó, tratando de ocultar su inquietud.
Entonces cayó en la cuenta de algo. ¿Qué eran ellos? Realmente nunca habían llegado a hablar del tema. ¿Realmente se podía hablar de fidelidad o algo así? Ambos sabían que se amaban mutuamente, pero más allá de compartir su sentimiento nunca habían llegado a decidir si eran pareja ni nada similar. Realmente no tenía claro que tuviese mayor importancia, pero por otro lado, estaba bien dejar ciertas cosas habladas. Prefería saber qué era lo que había entre los dos y no llevarse sorpresas desagradables en un futuro. Le agarró la mano de nuevo y la miró con seriedad.
- Aki, ¿qué somos nosotros? - preguntó - A mi me gustaría compartir mi vida contigo. La pregunta es... ¿quieres tú también?
Le dedicó una media sonrisa y esperó a su respuesta. Se hacía una idea de lo que iba a decir ella, pero lo justo era que diera su opinión. Además... a lo mejor lo sorprendía, con sus palabras o actos, pero el caso es que tenía la manía de hacerlo. Y para qué negarlo, le gustaba que lo hiciera. "Si sus actos fuesen demasiado predecibles, esto sería aburrido" pensó, conteniendo una sonrisa "Al fin y al cabo, Aki es así."
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aki volvió la cabeza de repente al oírle hablar. El sonido de su voz rompiendo el silencio todavía la extrañaba a ratos. Había asumido y llevado tan dentro de si el que no volvería a oírla que ahora parecía algo ajeno... Y sin embargo cada vez que le escuchaba más le parecía que llevaba una vida aguardando a oírla de nuevo. De todas formas no fue eso lo que la sobresaltó, si no lo que Karl había dicho.
¿Émile? ¿Había sido Émile quién le había traído de vuelta? Por supuesto, jamás diría que era algo malo, pero no podía evitar preguntarse cómo lo había hecho. ¿Acaso su fruta era capaz de traer de vuelta a los muertos? Sabía que era un demonio poderoso, pero aún con eso... pensaba que los humanos tenían ciertos límites. ¿Cuál había sido el precio? Desde luego nada sencillo. ¿Cuántas vidas, y cuanta cordura o bondad habría sacrificado Émile para devolver a su padre a la vida? No estaba segura de querer saber la respuesta. Aki alargó la mano y agarró la de Karl con firmeza. Sus siguientes palabras la hicieron sonrojarse y sonreír mientras le miraba maravillada. El hecho de que pensar en ella le hubiera ayudado a volver... era muy reconfortante.
Él volvió a besarla y Aki suspiró encantada. No creía cansarse jamás de esos besos, y eso que apenas llevaban un par de horas juntos.
-Tranquilo... esta vez no estarás solo. Yo estaré a tu lado, y si me lo permites te ayudaré en lo que pueda. Pero no hablemos ahora de negocios.-Añadió con una sonrisa. ¿Para qué hablar de temas tristes? Aunque tenía que decirle lo de Derian...
Y sorprendentemente, se lo tomó bien. Aún así, no le pasó desapercibido el interés en su pregunta. ¿Celos, tal vez? Eso le agradaba, le hacía sentirse querida... aunque no fuera ninguna sorpresa. El hecho de que tratara de disimularlo era muy tierno... pero no tenía nada que temer.
-En realidad, acabó hace ya un par de meses. Él quería una amante, yo quería desestresarme y robarle un par de joyas. Después estalló la guerra y yo me fui con Émile a defender Hallstat. Derian tenía muchas cosas que hacer, ni siquiera nos despedimos. Y creo que es mejor así.-Terminó hablando más para ella que para él, sin darse cuenta.
Estaba empezando a sentir frío, así que se levantó y se estiró mientras miraba al cielo. Era hermoso, de color negro azabache y con la enorme luna blanca mirándolos de frente. Notó como a su lado Karl le agarraba la mano y le preguntaba algo. Notó a su corazón brincar en su pecho y varios pensamientos acudieron a su mente en tropel, antes de que lograse calmarse. ''¿Me está pidiendo en matrimonio? Pero él ya está casado. Bueno, viudo. ¡Agh! Qué tontería, ¿Por qué siempre me complico tanto? Sólo hay una respuesta y....- Aki se dio el equivalente mental a una colleja y sonrió, calmada de repente. Habían pasado unos 4 segundos.
Se giró hacia Karl y le acarició la mejilla con una mano... para después moverla hasta su pecho y empujarle con suavidad. Su intención era que retrocediera dos pasos y con un poco más de presión, lograr que terminara sentado contra un enorme escombro de piedra que había ahí. Se inclinaría hacia delante, arrodillándose en la hierba y sujetaría la barbilla de Karl con delicadeza.
-¿Una vida dices? Está claro que contigo eso no basta.- Le diría. Y entonces se inclinaría para rozarle la oreja con los labios y susurrarle: -Yo contigo quiero pasar cada vida de mi existencia, Karl.
Y entonces le besaría, con cariño y con amor. Pondría en ese beso todos y cada uno de sus sentimientos por él, dejando que la sobrepasaran y le alcanzaran. ¿Qué eran? No lo sabía. Novios sonaba pueril. Pareja algo formal. Tampoco eran marido y mujer. Amantes, tal vez. Pero no se estaban escondiendo. No... se separó de su boca y apoyó su frente en la suya, cerrando los ojos y sonriendo con dulzura.
-Si quieres dar un nombre a lo que tenemos, hazlo. El que prefieras. Pero ahora... esta noche solo quiero estar contigo, mi amor. No me dejas pensar en nada más.
Y volvería a besarle, con fiereza esta vez. Le mordería el labio suavemente, como había hecho antes él, e invadiría su boca sin pararse a pensar. Le rodearía los hombros con los brazos y le soltaría el pelo para poder acariciarle. Él la había estado besando toda la noche, y había llegado el punto en el que ya no soportaba el estarse quieta. Esperaba sinceramente que no le rechazara. A algunos hombres les disgustaba tanta iniciativa... pero Aki sabía que Karl no era de esos.
¿Émile? ¿Había sido Émile quién le había traído de vuelta? Por supuesto, jamás diría que era algo malo, pero no podía evitar preguntarse cómo lo había hecho. ¿Acaso su fruta era capaz de traer de vuelta a los muertos? Sabía que era un demonio poderoso, pero aún con eso... pensaba que los humanos tenían ciertos límites. ¿Cuál había sido el precio? Desde luego nada sencillo. ¿Cuántas vidas, y cuanta cordura o bondad habría sacrificado Émile para devolver a su padre a la vida? No estaba segura de querer saber la respuesta. Aki alargó la mano y agarró la de Karl con firmeza. Sus siguientes palabras la hicieron sonrojarse y sonreír mientras le miraba maravillada. El hecho de que pensar en ella le hubiera ayudado a volver... era muy reconfortante.
Él volvió a besarla y Aki suspiró encantada. No creía cansarse jamás de esos besos, y eso que apenas llevaban un par de horas juntos.
-Tranquilo... esta vez no estarás solo. Yo estaré a tu lado, y si me lo permites te ayudaré en lo que pueda. Pero no hablemos ahora de negocios.-Añadió con una sonrisa. ¿Para qué hablar de temas tristes? Aunque tenía que decirle lo de Derian...
Y sorprendentemente, se lo tomó bien. Aún así, no le pasó desapercibido el interés en su pregunta. ¿Celos, tal vez? Eso le agradaba, le hacía sentirse querida... aunque no fuera ninguna sorpresa. El hecho de que tratara de disimularlo era muy tierno... pero no tenía nada que temer.
-En realidad, acabó hace ya un par de meses. Él quería una amante, yo quería desestresarme y robarle un par de joyas. Después estalló la guerra y yo me fui con Émile a defender Hallstat. Derian tenía muchas cosas que hacer, ni siquiera nos despedimos. Y creo que es mejor así.-Terminó hablando más para ella que para él, sin darse cuenta.
Estaba empezando a sentir frío, así que se levantó y se estiró mientras miraba al cielo. Era hermoso, de color negro azabache y con la enorme luna blanca mirándolos de frente. Notó como a su lado Karl le agarraba la mano y le preguntaba algo. Notó a su corazón brincar en su pecho y varios pensamientos acudieron a su mente en tropel, antes de que lograse calmarse. ''¿Me está pidiendo en matrimonio? Pero él ya está casado. Bueno, viudo. ¡Agh! Qué tontería, ¿Por qué siempre me complico tanto? Sólo hay una respuesta y....- Aki se dio el equivalente mental a una colleja y sonrió, calmada de repente. Habían pasado unos 4 segundos.
Se giró hacia Karl y le acarició la mejilla con una mano... para después moverla hasta su pecho y empujarle con suavidad. Su intención era que retrocediera dos pasos y con un poco más de presión, lograr que terminara sentado contra un enorme escombro de piedra que había ahí. Se inclinaría hacia delante, arrodillándose en la hierba y sujetaría la barbilla de Karl con delicadeza.
-¿Una vida dices? Está claro que contigo eso no basta.- Le diría. Y entonces se inclinaría para rozarle la oreja con los labios y susurrarle: -Yo contigo quiero pasar cada vida de mi existencia, Karl.
Y entonces le besaría, con cariño y con amor. Pondría en ese beso todos y cada uno de sus sentimientos por él, dejando que la sobrepasaran y le alcanzaran. ¿Qué eran? No lo sabía. Novios sonaba pueril. Pareja algo formal. Tampoco eran marido y mujer. Amantes, tal vez. Pero no se estaban escondiendo. No... se separó de su boca y apoyó su frente en la suya, cerrando los ojos y sonriendo con dulzura.
-Si quieres dar un nombre a lo que tenemos, hazlo. El que prefieras. Pero ahora... esta noche solo quiero estar contigo, mi amor. No me dejas pensar en nada más.
Y volvería a besarle, con fiereza esta vez. Le mordería el labio suavemente, como había hecho antes él, e invadiría su boca sin pararse a pensar. Le rodearía los hombros con los brazos y le soltaría el pelo para poder acariciarle. Él la había estado besando toda la noche, y había llegado el punto en el que ya no soportaba el estarse quieta. Esperaba sinceramente que no le rechazara. A algunos hombres les disgustaba tanta iniciativa... pero Aki sabía que Karl no era de esos.
Lion D. Karl
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ella tardó bastante en contestarle. De hecho, su expresión pensativa y su silencio le parecieron una mala señal a Karl, que se preocupó un poco y llegó a preguntarse si no se habría emocionado demasiado. Pero, ¿a caso no eran ciertas las palabras que le había dicho hasta ahora? ¿Entonces por qué habría de molestarle su pregunta? Entonces Aki lo sorprendió empujándolo suavemente hasta una roca, tras lo cuál se arrodilló a su lado. Lo agarró por la barbilla y le hizo sostenerle la mirada, tras lo cuál le dijo unas palabras tan dulces que cualquier posible duda que hubiese podido albergar se disipó. Se perdió en su mirada, dejándose llevar por sus emociones, y le devolvió el beso apasionadamente, enterrando los dedos en su hermosa melena y acariciando su cuello. Sin soportar estar ni un instante más sin sentir su cuerpo junto al suyo, la abrazó y le susurró al oído:
- Ya he malgastado una vida. Esta vez no pienso dejar pasar la ocasión. Tú eres mi sueño, Aki. Terminar con esta lucha e irme a vivir contigo es lo que más quiero.
Sonrió al escuchar sus palabras, y respondió a sus besos y caricias con otras. A pesar del frío aire nocturno, sentía calor, inflamado por el fuego de su pasión. Se sentía un poco cohibido por el hecho de que no sabía hasta qué punto podía llegar, pero poco a poco se fue dejando llevar por el momento y sus emociones, y sus caricias se volvieron más audaces. Finalmente la agarró y rodó con ella por la hierba hasta quedar encima. Entonces, tras robarle otro beso, le dijo:
- Esta noche no quiero separarme de ti.
Se dio cuenta de que les verían si se quedaban allí, pero tampoco quería irse hasta el pueblo y arriesgarse a que lo vieran, a parte de que... no quería esperar más. Había pasado años deseando que llegara aquel momento. Miró a su alrededor y se fijó en los resto del faro. Ya no tenía techo, pero aun quedaba el círculo de piedra de las paredes. Suficiente para ocultarlos de la vista de curiosos y darles algo de intimidad. Ahora sólo faltaba ver si ella quería. La miró con una sonrisa e hizo un gesto con la cabeza hacia el lugar, al tiempo que le agarraba la mano con cariño.
- Igual es un poco repentino, pero te deseo, y quiero sentirte. Aki, hagamos el amor.
Era curioso, pero nunca había tenido tantos reparos en relaciones anteriores. Se había limitado a insinuarse y continuar si veía que no intentaban pararle o le correspondían. Sin embargo, no quería estropearlo con Aki. Era cierto que no era la forma más delicada de pedirlo, pero no estaba en condiciones de pararse a pensar. Llevaba mucho tiempo deseando estar con ella, no sólo por lo excepcionalmente bella que era, si no por sus sentimientos. Aquel era un momento muy especial para él. Si lo rechazaba, lo entendería. Podía esperar a otro momento más propicio o a que ella se sintiera lista, aunque la idea no fuese especialmente agradable. En todo caso, esperar sería un sacrificio pequeño. Ya llevaba años haciéndolo, ¿no?
- Ya he malgastado una vida. Esta vez no pienso dejar pasar la ocasión. Tú eres mi sueño, Aki. Terminar con esta lucha e irme a vivir contigo es lo que más quiero.
Sonrió al escuchar sus palabras, y respondió a sus besos y caricias con otras. A pesar del frío aire nocturno, sentía calor, inflamado por el fuego de su pasión. Se sentía un poco cohibido por el hecho de que no sabía hasta qué punto podía llegar, pero poco a poco se fue dejando llevar por el momento y sus emociones, y sus caricias se volvieron más audaces. Finalmente la agarró y rodó con ella por la hierba hasta quedar encima. Entonces, tras robarle otro beso, le dijo:
- Esta noche no quiero separarme de ti.
Se dio cuenta de que les verían si se quedaban allí, pero tampoco quería irse hasta el pueblo y arriesgarse a que lo vieran, a parte de que... no quería esperar más. Había pasado años deseando que llegara aquel momento. Miró a su alrededor y se fijó en los resto del faro. Ya no tenía techo, pero aun quedaba el círculo de piedra de las paredes. Suficiente para ocultarlos de la vista de curiosos y darles algo de intimidad. Ahora sólo faltaba ver si ella quería. La miró con una sonrisa e hizo un gesto con la cabeza hacia el lugar, al tiempo que le agarraba la mano con cariño.
- Igual es un poco repentino, pero te deseo, y quiero sentirte. Aki, hagamos el amor.
Era curioso, pero nunca había tenido tantos reparos en relaciones anteriores. Se había limitado a insinuarse y continuar si veía que no intentaban pararle o le correspondían. Sin embargo, no quería estropearlo con Aki. Era cierto que no era la forma más delicada de pedirlo, pero no estaba en condiciones de pararse a pensar. Llevaba mucho tiempo deseando estar con ella, no sólo por lo excepcionalmente bella que era, si no por sus sentimientos. Aquel era un momento muy especial para él. Si lo rechazaba, lo entendería. Podía esperar a otro momento más propicio o a que ella se sintiera lista, aunque la idea no fuese especialmente agradable. En todo caso, esperar sería un sacrificio pequeño. Ya llevaba años haciéndolo, ¿no?
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Tú eres mi sueño, Aki. Terminar con esta lucha e irme a vivir contigo es lo que más quiero.
Ella suspiró, perdida en el momento. Era increíble poder estar con él así, y era tan fácil simplemente actuar... intuía que él no la rechazaría, fuera cual fuera su comportamiento. Valoraba eso. Volvieron a besarse, sin poder contenerse. Tenían tantas cosas que decirse, y tanta ansia dentro, que las palabras simplemente ya no bastaban. Por ese motivo, cuando él la agarró y rodó con ella sobre la hierba, se dejó llevar sin sorprenderse. No podía dejar de sonreír, ni de mirarle a los ojos. Se dejó placar con facilidad, en señal de rendición. Elevó una mano para acariciarle la cara y se inclinó para volver a besarle.
Cuando se recostó de nuevo en la hierba, él habló. La sonrisa de Aki se hizo más grande al escucharle, mientras notaba sus mejillas enrojecer. No de vergüenza; con él a su lado ya no podía experimentarla. Lo que había entre ambos se palpaba en el ambiente y no hacía falta preguntar. Pero él había preguntado, como todo un caballero. Le habría gustado levantarse y llevarle, arrastrarle hasta el faro a medio derrumbar como respuesta... pero no podía, todavía no. Había dos razones.
No podía comportarse como una adolescente ansiosa, por lo menos no todavía. Esta sería su primera vez juntos; no quería apresurarse. Prefería disfrutarlo... disfrutarle. Pero además, había una idea que se había ido formando en su mente desde hacía un rato. Se sentó en la hierba y besó a Karl en los labios, suavemente. Le dio un pequeño mordisco para que no pensase que le había rechazado; simplemente necesitaba un momento. Temía que si lo dejaba pasar, después no se acordaría.
Así que con delicadeza llevó las manos a su cuello y desató el cordón que allí había. De él colgaba el anillo de plata que Jester le había dado, con la inscripción de Xella Corps en el interior. Sabía que en cuanto le diera otro, podría localizar este. Él le había explicado como funcionaban, pero ahora eso no importaba. Lo deslizó por la cinta hasta que quedó en la palma de su mano. Con cariño, agarró la de Karl y lo posó ahí. Le miró a los ojos y le explicó:
-Quiero que te quedes esto. Así podré encontrarte allá donde estés. Si volvemos a separarnos... no. Cuando volvamos a separarnos, porque sé que pasará, esto marcará la diferencia. Es mi manera de prometerte que esta vez no te dejaré solo. Y tiene otra función. Cuélgatelo del cuello o llévalo en el dedo, no importa, pero que sea visible. Habrá gente que lo reconozca, y te prestará ayuda sin hacer más preguntas, o desaparecerá si así se lo pides.
Mientras iba hablando, mirando al anillo brillar en la palma de su mano, más iba cambiando de idea. Se puso colorada por el mero pensamiento, que tomaba un cariz un tanto diferente a los anteriores. Pero lo quería tanto... cogió aire intentando aparentar tranquilidad y cogiéndolo de nuevo, trató de deslizárselo en el dedo. No quería que lo llevara al cuello. Si las cosas iban bien, otra gente lo portaría así. Quería que Karl fuera diferente. Le miró a los ojos y sonrió:
-Ya hablaremos de eso cuando haya tiempo. Quería dártelo ahora porque se que en cuanto te bese de nuevo perderé la noción del espacio y del tiempo.
Y entonces le soltó la mano y fue a besarle. Ya estaba hecho, ahora quería descansar. Quería hundirse en sus brazos, entregarse aunque solo fuera una noche. Pero esperaba que fuera la primera de muchas. Le beso, lento y dulce, y luego se levantó. Le ayudaría a incorporarse y le guiaría hasta el faro, para hacer el amor bajo las estrellas.
Ella suspiró, perdida en el momento. Era increíble poder estar con él así, y era tan fácil simplemente actuar... intuía que él no la rechazaría, fuera cual fuera su comportamiento. Valoraba eso. Volvieron a besarse, sin poder contenerse. Tenían tantas cosas que decirse, y tanta ansia dentro, que las palabras simplemente ya no bastaban. Por ese motivo, cuando él la agarró y rodó con ella sobre la hierba, se dejó llevar sin sorprenderse. No podía dejar de sonreír, ni de mirarle a los ojos. Se dejó placar con facilidad, en señal de rendición. Elevó una mano para acariciarle la cara y se inclinó para volver a besarle.
Cuando se recostó de nuevo en la hierba, él habló. La sonrisa de Aki se hizo más grande al escucharle, mientras notaba sus mejillas enrojecer. No de vergüenza; con él a su lado ya no podía experimentarla. Lo que había entre ambos se palpaba en el ambiente y no hacía falta preguntar. Pero él había preguntado, como todo un caballero. Le habría gustado levantarse y llevarle, arrastrarle hasta el faro a medio derrumbar como respuesta... pero no podía, todavía no. Había dos razones.
No podía comportarse como una adolescente ansiosa, por lo menos no todavía. Esta sería su primera vez juntos; no quería apresurarse. Prefería disfrutarlo... disfrutarle. Pero además, había una idea que se había ido formando en su mente desde hacía un rato. Se sentó en la hierba y besó a Karl en los labios, suavemente. Le dio un pequeño mordisco para que no pensase que le había rechazado; simplemente necesitaba un momento. Temía que si lo dejaba pasar, después no se acordaría.
Así que con delicadeza llevó las manos a su cuello y desató el cordón que allí había. De él colgaba el anillo de plata que Jester le había dado, con la inscripción de Xella Corps en el interior. Sabía que en cuanto le diera otro, podría localizar este. Él le había explicado como funcionaban, pero ahora eso no importaba. Lo deslizó por la cinta hasta que quedó en la palma de su mano. Con cariño, agarró la de Karl y lo posó ahí. Le miró a los ojos y le explicó:
-Quiero que te quedes esto. Así podré encontrarte allá donde estés. Si volvemos a separarnos... no. Cuando volvamos a separarnos, porque sé que pasará, esto marcará la diferencia. Es mi manera de prometerte que esta vez no te dejaré solo. Y tiene otra función. Cuélgatelo del cuello o llévalo en el dedo, no importa, pero que sea visible. Habrá gente que lo reconozca, y te prestará ayuda sin hacer más preguntas, o desaparecerá si así se lo pides.
Mientras iba hablando, mirando al anillo brillar en la palma de su mano, más iba cambiando de idea. Se puso colorada por el mero pensamiento, que tomaba un cariz un tanto diferente a los anteriores. Pero lo quería tanto... cogió aire intentando aparentar tranquilidad y cogiéndolo de nuevo, trató de deslizárselo en el dedo. No quería que lo llevara al cuello. Si las cosas iban bien, otra gente lo portaría así. Quería que Karl fuera diferente. Le miró a los ojos y sonrió:
-Ya hablaremos de eso cuando haya tiempo. Quería dártelo ahora porque se que en cuanto te bese de nuevo perderé la noción del espacio y del tiempo.
Y entonces le soltó la mano y fue a besarle. Ya estaba hecho, ahora quería descansar. Quería hundirse en sus brazos, entregarse aunque solo fuera una noche. Pero esperaba que fuera la primera de muchas. Le beso, lento y dulce, y luego se levantó. Le ayudaría a incorporarse y le guiaría hasta el faro, para hacer el amor bajo las estrellas.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.